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La contradicción y la dialéctica hegeliana en la concepción de Rosmini

Chapter · January 2007

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Juan F. Franck
Austral University (Argentina)
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La contradicción y la dialéctica hegeliana en la concepción de Rosmini
Juan F. Franck

(Publicado en Contemplata aliis tradere. Miscelánea homenaje al profesor Juan R. Courrèges en su 75°
aniversario, ed. por Oscar H. Beltrán, Héctor J. Delbosco, Juan F. Franck y Juan Pablo Roldán, Dunken, Buenos
Aires 2007, pp. 485-494. ISBN 978-987-02-2415-0)

La radicalidad de la filosofía rosminiana responde a la búsqueda de los fundamentos


últimos del conocimiento y de la realidad. Por eso, en su confrontación con muchos autores
Rosmini intenta siempre llegar a las ideas madres que dan vida al resto del pensamiento. Esto
es en especial evidente en el caso de Hegel, de quien discute casi exclusivamente la lógica y
la dialéctica, en las cuales, como es sabido, se apoya todo el sistema hegeliano. Lo hace en
varias oportunidades: en Il Rinnovamento della filosofia (1836), en el Saggio storico critico
sulle categorie (1846), en la Logica (1850-1851) y en la Teosofia, uno de cuyos libros está
enteramente dedicado a Hegel, precisamente el titulado La dialettica (1846-1847).1
Rosmini consideraba a la filosofía alemana profunda y fruto de un pueblo dado a la
reflexión y a la especulación. Aprendió el idioma con dificultad, pero llegó a entenderlo
correctamente y en varias obras traduce él mismo numerosos pasajes. Sin embargo, veía en
sus máximos representantes vicios profundos, de consecuencias nefastas. Esos errores estaban
anclados para él en una sistemática falta de análisis y en un correr a sacar conclusiones sin
detenerse a examinar los conceptos y las afirmaciones realizadas. Por otra parte, al comparar
la tradición filosófica italiana con la alemana, no puede dejar de advertir la madurez de
aquélla frente a la juventud de ésta. El siguiente pasaje refleja con claridad la opinión de
Rosmini al respecto: “A la mente de Hegel falta en efecto el análisis, y éste es también el
defecto de todas las filosofías de su nación, de donde nace su oscuridad. Es cierto que el
ingenio germánico es naturalmente robusto, pero su cultura es demasiado prematura; está
todavía envuelta en pañales. Un par de siglos de estudio no bastan para hacer analítica una
nación. El precioso don de la mente italiana, sumamente clara porque sumamente analítica, es
el fruto de tres mil años; cada siglo ha trabajado para formarla y ha agregado también algún
nuevo elemento. La cultura de esta nación es un hábito (lamentablemente demasiado
descuidado), no un esfuerzo momentáneo y contra la naturaleza, que tras un momento de
excesiva energía se desploma sobre sí mismo”.2
Al ser consultado sobre qué libros leer en filosofía, Rosmini recomienda sin más las obras
de Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino y los Padres de la Iglesia, pero al pasar a los
escritores modernos, entre los alemanes, que “poseen más riquezas filosóficas que las otras
naciones”, señala principalmente a Kant, Fichte, Schelling y Hegel, no sin advertir que
“elevan verdaderamente el espíritu, pero fácilmente también lo llenan de soberbia”. Por eso,
dice, su lectura es sólo recomendable para “las inteligencias fuertes que no vacilan en la fe”.3
Rosmini no temía sacar de un principio todas sus consecuencias, de ahí su clara advertencia.
En 1841, ante una iniciativa de hacer una edición italiana de la Wissenschaft der Logik, se
ofreció a escribir las notas necesarias y más adelante, al volver a ser consultado sobre este
asunto dice claramente: “Hegel no podría ser útil en Italia sin una serie de notas profundas

1
Ver A. Rosmini, Il Rinnovamento della filosofia in Italia, Luigi Marinoni, Lodi 19103, nn. 348-358; Saggio
storico critico sulle categorie, ed. P. P. Ottonello (vol. 19 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-Stresa 1997,
pp. 244-260; Logica, ed. V. Sala (vol. 8 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-Stresa 1984, nn. 41-53, 1092-
1098, 1181-1184; La dialettica, en Teosofia, ed. P. P. Ottonello y M. A. Raschini (vols. 12-17 de la edición
crítica), Città Nuova, Roma-Stresa 2000, vol. 15, pp. 241-559.
2
A. Rosmini, La dialettica, cit., n. 1743. La traducción de los textos de Rosmini, de Hegel y de Gentile es mía.
3
A. Rosmini, Epistolario filosofico, ed. G. Bonafede, Fiamma Serafica, Palermo 1968, p. 313.

1
que mostrase lo podrido, que refutase en una palabra un sistema que engendra la
antropolatría, que es como decir un monstruoso y orgullosísimo ateísmo. Es uno de esos
sistemas cuyo germen funesto está tanto más oculto cuanto es más profundo y feraz”.4
Precisamente de este “germen funesto” Rosmini se ocupó repetidamente en sus obras, y no
creía superfluo retornar a él. Consiste en suprimir el principio de contradicción, identificando
el ser y la nada en el devenir. Así, resultan confundidos pensamiento y ser, el acto de afirmar
o negar algo (verbo) con el objeto del pensamiento (idea). La dialéctica hegeliana es ilegítima,
porque se basa en presupuestos falsos. Sin dejar de reconocerle una cierta grandeza, el
filósofo de Rovereto no puede ocultar su extrañeza ante la acogida de que disfrutó en
Alemania y la difusión que alcanzó en otros países, en Francia por ejemplo. Por ejemplo, ve
el eclecticismo de Victor Cousin como “una [escuela] alemana que habla francés”.5
Posteriormente, el hegelismo también se difundirá en Italia, principalmente desde Nápoles.
Habitualmente benévolo en sus críticas, Rosmini es muy duro en las que dirige a Hegel,
para lo cual da una razón de peso, a saber que el mismo filósofo alemán declara
explícitamente haber abandonado la lógica antigua. Le reprocha haber cedido a la
superficialidad de su tiempo al aceptar que la antigua metafísica – los clásicos razonamientos
que probaban la inmaterialidad del alma, la existencia de Dios, etc. – ya no tiene ningún valor.
Según Hegel los contenidos de la nueva lógica no deberían corresponder ya a esa metafísica,
que “el espíritu de lo práctico” se encargó de hacer sucumbir. Lo único que la nueva forma
del espíritu acepta es “ejercicio y formación práctica”, mientras que la contemplación es
equiparada a la oscuridad. Se trata de buscar la utilidad [Nutzen], no la bendición [Segen].
Así, en el prólogo a la primera edición de la Wissenschaft der Logik (1812) leemos: “De una
vez por todas, es en vano querer conservar las formas de una educación anterior cuando se ha
transformado la forma substancial del espíritu; son hojas marchitas, que serán repelidas por
los nuevos capullos que ya fueron engendrados en sus raíces”.6 Por consiguiente, ante la
posibilidad de interpretar la lógica hegeliana como una manera extraña o paradojal de
expresar conceptos clásicos, Rosmini es tajante: “al hacernos saber él mismo que su doctrina
es contraria a la lógica de las escuelas ya no queda lugar para una interpretación benigna”.7 En
1836, frente a la duda de que tal vez malinterpretaba algunas cosas, había sometido sus
consideraciones sobre la filosofía alemana a los pensadores de esa nación,8 pero de ninguna
manera cae en un exceso de timidez o en una falsa prudencia cuando el texto es
suficientemente claro. Evidentemente, lo que para Hegel era una necesidad, a saber marchar
al compás del espíritu del tiempo, para Rosmini no es un criterio de verdad.
La crítica de Rosmini a la lógica hegeliana es muy amplia y toca muchos temas. Me
referiré brevemente a unos pocos puntos, teniendo presente además el importante libro de
Giovanni Gentile, La riforma della dialettica hegeliana, en el cual el filósofo de
Castelvetrano, siguiendo a Bertrando Spaventa, muestra haber sentido el peso de las
objeciones rosminianas.

MOVIMIENTO DE LA IDEA Y SINTESISMO

Hegel afirma en el § 215 de la Enzyklopädie que “la idea es esencialmente proceso”; no es


simplemente “la unidad de lo finito y lo infinito, del pensamiento y del ser”, ya que así se
expresaría una identidad estática, como de una sustancia con otra, identidad que resultaría

4
Ibidem, p. 456; cf. p. 381.
5
Ibidem, p. 134.
6
G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, Theorie Werkausgabe, Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1970, vol. 5, p. 15.
7
A. Rosmini, Logica, cit., n. 43.
8
Cfr. A. Rosmini, Il Rinnovamento, cit., nn. 349 y 358.

2
falsa, ya que un término es la negación del otro. La nueva identidad propuesta exige que la
idea misma contenga en sí la negatividad. Así, ella misma se niega por su propio dinamismo,
objetivándose, y se opone al mismo tiempo a esa objetivización. El primer momento o nivel
de ese proceso es la simple inmediatez, el ser considerado inmediatamente; el segundo
corresponde al conocimiento, y el tercero es la unidad de ambos, en la idea absoluta: “el
último nivel del proceso lógico se muestra igualmente como lo verdaderamente primero y lo
existente sólo por sí mismo”.9 Pensamiento no se debe oponer a ser, como tampoco finito a
infinito, porque de esa manera quedarían neutralizados, entendidos como sustancias. La
subjetividad de la que habla Hegel, el momento del conocimiento, no es una subjetividad
parcial [einseitig], sino totalizante [übergreifend], que abarca la objetividad.
Por el contrario, la filosofía de Rosmini subraya fuertemente que las ideas no se mueven,
que son inmutables. Atribuir movimiento a la idea es consecuencia de trasladar lo que se
observa en la mente al objeto pensado. El pensamiento pasa de considerar un objeto a
considerar otro, aunque uno sea algo distinto de sí mismo y otro sea el mismo acto de pensar.
Pero esto no significa que el mismo objeto sufra una modificación ni que avance en un
proceso dialéctico. Rosmini es amigo de las definiciones claras; para él acto no es lo mismo
que objeto, y objeto no es lo mismo que acto. Es cierto que no se da acto de pensar sin idea u
objeto, ni objeto sin una inteligencia que lo piense, de manera que se puede hablar de una
peculiar síntesis entre ambos. Pero en dicha síntesis ninguno de los elementos pierde sus
propiedades ni las comunica al otro.
Rosmini considera que entre mente e idea se da un caso particular de una ley más general
llamada sintesismo y que en su formulación más sencilla y adecuada para nuestro caso se
expresa diciendo que “dos entidades sumamente diferentes y opuestas están sin embargo
condicionadas una a la otra, de manera que ninguna de ellas puede existir ni puede ser
concebida sin la otra”.10 La idea no subsiste fuera de la inteligencia que la piensa, y su misma
esencia consiste en ser entendida. La inteligencia, por su parte, no sería tal si no entendiera
algo, es decir si no tuviera alguna idea. Pero en cualquier caso el acto no se atribuye a la idea,
que no se modifica, sino al pensamiento que la piensa. La idea es inmutable, el pensamiento
se modifica.
Para Gentile, la síntesis de pensamiento e idea, de acto y objeto, debe entrañar también el
movimiento de la idea, que deviene como pensamiento pensado en unidad con el pensamiento
pensante, dando lugar así al actualismo o idealismo actual, es decir a la doctrina para la cual la
idea y el acto son una unidad en perpetuo hacerse. Con razón sugiere Del Noce que Gentile
tenía que suprimir o ignorar la metafísica rosminiana – que conocía perfectamente – para la
cual el modo ideal del ser es irreductible al modo real (y al moral), a fin de reformar la
dialéctica hegeliana en el sentido del actualismo. En efecto, la teoría de la intuición intelectual
del ser ideal e indeterminado sería un escollo insalvable para toda filosofía de la unidad
absoluta y del inmanentismo, por cuanto establece una dualidad irreductible en el origen y,
por consiguiente, la trascendencia.11
Considerar el ser como objeto fuera de la unidad con la mente sería para Gentile
condenarlo al fijismo e incluso proscribirlo del pensamiento; sería hacer del ser algo más
oscuro que la cosa-en-sí, una mera invención del hombre, ya que por definición no podría ni
siquiera pensarla. El pensamiento y el ser se hacen conjuntamente mediante una síntesis a
priori, la actividad misma del pensamiento, que deviene junto con su objeto. Dualidad,
9
G. W. F. Hegel, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, ed. cit., vol. 8, § 215 (Zusatz), p. 373.
10
A. Rosmini, Epistolario filosofico, cit., p. 534. Ver M. A. Raschini, Dialettica e poiesi nel pensiero di
Rosmini, Marsilio, Venecia 1996, pp. 155-76; C. Bergamaschi (ed.), Grande Dizionario Antologico del Pensiero
di Antonio Rosmini, Città Nuova-Edizione Rosminiane, Roma-Stresa, 2001, voz Sintesismo o Sintesismo, vol. 4,
pp. 403-412.
11
Cfr. A. Del Noce, Da Cartesio a Rosmini, (ed.) F. Mercadante y B. Casadei, Giuffré, Milán 1992, pp. 541-546.

3
oposición, son momentos abstractos; lo concreto y real es la síntesis, que encierra tanto el ser,
como su negación (el acto de pensar), engendrando en la unión de ambos todo el movimiento
de la mente (la dialéctica), que es para el actualismo el movimiento de la misma realidad: “el
saber (el sujeto) y lo sabido (el objeto) han devenido la misma cosa; el sujeto, como saber, no
es más simple yo, simple función subjetiva, sino el acto de la realidad misma, y el objeto,
como sabido, no es más simple objeto, simple realidad, sino mentalidad; y la verdadera
realidad es la mente”.12
En realidad, para Rosmini existe no una dualidad sino una trinidad de formas del ser, que
responden también a la ley del sintesismo, ya que siendo distintas no existen por separado y
además la esencia de cada una remite a las otras dos. Por un lado, objeto y sujeto (ser y acto
de pensar) no son dos momentos abstractos, irreductibles y hasta incomunicables, sino que
existen uno frente al otro, no separadamente pero conservando sí una naturaleza distinta. Por
otra parte, el sujeto inteligente no es sólo acto de pensar – en ese caso tal vez cabría hablar de
un cierto inmovilismo – sino que es también por naturaleza tendencia moral, impulso racional
a unirse con todo el ser. Pero esta tendencia no confunde las formas del ser entre sí ni suprime
sus diferencias, sino que las confirma, a la vez que posibilita un devenir perfectivo en el seno
del ser finito, sin trasladar ese devenir al ser infinito, que por otra parte tampoco es objeto
directo de la intuición, sino que es conocido argumentativamente. Debido a su carácter
unitivo y simultáneamente dinámico, Rosmini llamará a la forma moral celerissimo vortice:
“El universo moral no va, sino más bien corre hacia su última destinación, y envuelve y
arrebata consigo al universo intelectual y al físico en su velocísimo vórtice”.13
Concluyamos este punto diciendo que la dialéctica hegeliana es sólo diádica, razón por la
cual no puede aceptar nada eterno excepto el mismo devenir, que Gentile llamará luego acto
del pensamiento o acto puro. En efecto, si uno de los términos fuera inmóvil, el otro también
debería serlo, por lo que no existiría tampoco ni movimiento, ni vida, ni historia. El
movimiento de lo real corresponde entonces a la contradicción, que es la esencia del
pensamiento. Como dirá Spaventa, retomado por Gentile, “este gran prevaricador es el
pensar”.14 Y como la realidad es móvil, es concebida como pensamiento.

EL PURO SER Y LA PURA NADA

En La dialettica Rosmini recorre la entera Wissenschaft der Logik y demuestra un


conocimiento profundo y exhaustivo de su contenido. Allí realiza un análisis pormenorizado
de los argumentos que Hegel emplea para convencer a sus lectores de la plausibilidad, o
mejor, de la necesidad de establecer la identidad de los contradictorios. Por las consecuencias
que entraña, atribuye la mayor importancia a la identificación entre el puro ser y la pura nada.
En efecto, éste es el resultado de la filosofía hegeliana y constituye al mismo tiempo el
principio del que toda ella depende. Como es sabido, el texto central está al comienzo del
apartado sobre el devenir, donde dice:
“El puro ser y la pura nada son lo mismo. La verdad no es ni el ser ni la nada, sino que el
ser no pasa, sino que ha pasado a la nada, y la nada al ser. Pero igualmente cierto es que la
verdad no es su in-diferencia, sino que no son lo mismo, son absolutamente diferentes, pero al
mismo tiempo no separados e inseparables, y cada uno desaparece en su opuesto
inmediatamente. Su verdad es entonces este movimiento del desaparecer inmediato de uno en

12
G. Gentile, La riforma della dialettica hegeliana, Sansoni, Florencia 1975, p. 33.
13
A. Rosmini, Teodicea, ed. U. Muratore (vol. 22 de la edición crítica), Città Nuova, Roma-Stresa 1977, n. 913.
Ver C. Bergamaschi, L’essere morale nel pensiero filosofico di Antonio Rosmini, La Quercia, Génova [1982],
pp. 45-139.
14
Ver G. Gentile, op. cit., pp. 31s.

4
el otro: el devenir, un movimiento en el que ambos son diferentes, pero mediante una
diferencia que se ha disuelto también inmediatamente”.15
La fórmula que identifica el ser y la nada en el pasaje de uno al otro constituye la expresión
más universal del intento hegeliano de reconciliación de los opuestos. La dialéctica de Hegel
consistirá en hacer ver que el devenir consiste en dicho pasaje o, mejor, in-diferencia [Un-
unterschiedenheit], y cómo esto se da tanto en la filosofía de la naturaleza como en la
filosofía del espíritu, los dos grandes momentos en que se despliega la Idea en su inmediatez
y en su consiguiente negarse. Todo el movimiento del pensamiento, que sería el movimiento
de la realidad misma, es posible y está como impulsado por la negación del ser (la nada).
Ahora bien, la negación no debe entenderse como un momento estático, junto al ser que
estaría negando, como si hubiera un elemento A y otro –A frente a él, y de uno se dijera que
no es el otro. De esta contradicción no sale nada, y si la dialéctica hegeliana fuera eso, sería
falsa. La negación es el acto de la mente que piensa el ser; es entonces el momento de la
subjetividad. El ser es concebido como lo inmediato y lo indeterminado.16 Al pensarlo, la
mente lo niega, porque en una pura afirmación la mente se estaría dejando de lado a sí misma
y por lo tanto tampoco estaría pensando el ser. De hecho, no hay una pura afirmación. Por
eso, según la dialéctica sólo se puede afirmar el ser si se lo niega antes, al pensarlo: la
afirmación es siempre posterior a la negación. La afirmación surge una vez que se ha negado
la indeterminación, y el no saber concebir a ésta sino como simple negación de lo
determinado impide, según el idealismo italiano que parte de Spaventa, entender la dialéctica
hegeliana.
El momento de pura indeterminación del ser, sin ser pensado, es abstracto. Pero como lo
único existente es lo concreto, es decir el acto de pensar, el ser encierra en sí necesariamente
su negación, es decir el pensamiento; no puede existir sin la negación. El sujeto es entonces
una especie de exteriorización del ser en el acto de pensar, que es negación de la
indeterminación. Así, el ser desaparece en su opuesto, que desaparece a su vez en él. En ese
desaparecer uno en otro consiste el devenir, el movimiento de la idea absoluta. Por eso, si el
ser no tuviera la negación en sí, o sea la nada, no saldría de la indeterminación. El pensar, si
no es pensar del ser, no es; pero pensar es salir del puro ser y, de esa manera, negarlo. La
negación depende del ser entonces, pero no de la afirmación previa del ser. Al contrario, una
pura afirmación, sin previa negación, sería algo inerte, el vacío, la muerte misma, lo no
pensado, lo inexistente. La vida es resultado de la negación, intrínseca al ser puro. La
dialéctica hegeliana no funciona si se continúa pensando en términos platónicos o aristotélicos
(=metafísicos), es decir si se la intenta concebir como la identificación de dos elementos, uno
frente al otro: A = -A. No es que el ser y la nada sean simplemente lo mismo. Al contrario,
absolutamente considerados, son distintos, pero precisamente considerarlos así es pensarlos a
medias, como lo que nunca son, ya que co-existen uno en otro en la unidad de la idea. Ésa es
su verdad: que desaparecen constantemente uno en otro, no que son idénticos. Si lo fueran, no
habría movimiento, todo sería pura estaticidad, pura identidad. La diferencia entre el ser y la
nada es una diferencia que se ha resuelto en el devenir.
El mismo Hegel, cree Gentile,17 no habría conseguido desprenderse del todo de sus
condicionamientos platónicos. Por eso es que su genial intuición requiere ser reformulada,
precisamente en el sentido del idealismo actual, que plantea la unidad de pensamiento
pensante y pensamiento pensado, de acto y ser, de sujeto y objeto. Resulta interesante que las
expresiones pensiero pensante y pensiero pensato provienen de Rosmini, quien no les da,
claro está, el significado dialéctico que adquieren en el actualismo.

15
G. W. F. Hegel, Wissenschaft der Logik, cit., p. 83.
16
Cfr. ibidem, p. 82.
17
Cfr. G. Gentile, op. cit., pp. 227s. et passim.

5
Rosmini, por su parte, acepta que una valencia del ser ideal es la indeterminación. Así se
presenta inicialmente a la mente humana, y a toda mente finita, poniéndola en acto como
inteligente. Pero el ser indeterminado no es todo el ser, y si sólo él existiera nada se
explicaría, porque es efectivamente vacío. Rosmini lo llama también ser puro, ser inicial, ser
ideal, etc. Este ser dado inicialmente se va determinando con la experiencia y hace conocer las
cosas que se presentan al hombre como otros tantos entes. El mismo acto de pensar es una
determinación del ser ideal y llamarlo “negación” es jugar con las palabras; con igual razón se
debería llamar negación todo lo que es. Por su capacidad infinita, Rosmini lo llama continente
máximo.18 Por otra parte, su origen y su misma existencia no se explican si no existiera un ser
plenamente determinado, infinito, cuyo comprehensión supera la capacidad humana, pero a
cuya existencia el propio ser ideal e indeterminado remite.
En varias ocasiones Rosmini intenta explicar qué pudo haber hecho plausible una filosofía
tan extraña como la de Hegel. En una de ellas, tras admitir que para distinguirlo del ser real, el
ser ideal puede ser llamado dialéctico, observa que al decir, por ejemplo, que el ser se realiza
en un ente determinado, queremos significar que el ser que vemos como indeterminado, que
muestra la posibilidad de ser, se realiza en este ente real concreto: el árbol, mi cuerpo, el Sol,
etc. Así, todos los seres reales pueden ser predicados del ser ideal, y llamarse términos suyos.
Frente a la mente pasan todos los seres como otros tantos predicados del ser indeterminado,
que es de naturaleza ideal. Por eso uno puede ser llevado a pensar que el ser que está frente a
la mente cambia, deviene cada uno de los entes, sin tener firmeza ni estabilidad propias. Se
entendería el ser como un devenir constante, como el mecanismo de generación de todas las
cosas reales. Pero el ser ideal no deviene propiamente, sino sólo frente a la mente que lo
considera unido primero a un término y luego a otro. Es la mente la que pasa de una
consideración a otra, el ser ideal no se modificó en sí mismo ni tampoco recibió propiamente
en sí un ser real. El ser ideal no sufre pasiones reales, sino sólo pasiones dialécticas. Esto lo
entendían perfectamente los escolásticos con su doctrina sobre las passiones entis. El error es
elemental, pero produce consecuencias absurdas, frente a las cuales Hegel no se detiene.19

CONCLUSIÓN

El principio de contradicción no puede ser suprimido por ningún artificio dialéctico y es


esencial al pensamiento. La dialéctica será en todo caso el movimiento del espíritu humano,
que se mueve para evitar la contradicción, pero ésta no es una ley del ser mismo ni de la
realidad toda. “Por eso, lo que Hegel llama Lógica vulgar tiene toda la razón cuando admite el
principio de contradicción; y el nuevo dialéctico se equivoca por completo cuando lo impugna
para gozar del singular privilegio de contradecirse”.20 Pienso que luego de todas las reformas
de la dialéctica que se han intentado, y también de las que se intentarán en el futuro, estas
palabras conservan su valor. Benedetto Croce, quien por otra parte no acepta en bloque la
dialéctica hegeliana, reprochará a Rosmini y a otros críticos de la dialéctica, pretender
encerrar la realidad en fórmulas, sin advertir que el mayor descubrimiento de Hegel es
precisamente el dinamismo de lo real.21 Pero reconocer la inmutabilidad de la idea y la del Ser
Infinito no implica negar el devenir ni reducir la realidad a una abstracción. La coherencia
última del planteo idealista hay que buscarla en haber tomado la mente humana por la mente
divina o, mejor, por la única mente, ya que una verdadera distinción Dios-hombre tampoco

18
Cfr. A. Rosmini, Teosofia, cit., vol. 12, nn. 182-187.
19
Cfr. ibidem, n. 665.
20
A. Rosmini, Logica, cit., n. 51, p. 54.
21
Cfr. B. Croce, Lo vivo y lo muerto de la filosofía de Hegel, tr. F. González Ríos, Imán, Buenos Aires 1943, pp.
31s.

6
cabe en el idealismo. La calificación del idealismo como antropolatría cobra entonces mucho
sentido.
Para Hegel, el ser y la nada, la verdad y el error, el bien y el mal, son sólo momentos de la
totalidad. La verdad nunca triunfa sobre el error, que coincide con el momento abstracto de la
idea, sino que coexiste eternamente con él. Del mismo modo, el bien estaría ya eternamente
realizado y creer que depende de nosotros para darse es una ilusión que la misma idea
produce a sí misma y que supera constantemente mediante su acción.22 Un ser que contiene en
su seno la negación de sí mismo, una verdad que coexiste necesariamente con el error, una
idea que se engaña eternamente a sí misma para salir a cada paso de su ilusión, justifican que
Rosmini aprobase la lapidaria calificación que se hiciera del hegelismo en Alemania: “la
locura reducida a teoría” y “una pelota llena de nada”,23 comentando: “Así juzgan todos los
cerebros sanos de esa nación; y si no juzgaran así, ¡pobre nación!, se habría transformado en
un manicomio”.24

22
Cfr. el Zusatz al § 212 de la Enzyklopädie, cit. por Rosmini en su Logica, cit., n. 49.
23
Ver A. Rosmini, Saggio storico critico, cit., pp. 259s. [las citas corresponden a J. A. Wendel, Grundzüge und
Kritik der Philosophie Kant’s, Fichte’s und Schelling’s, Rieman, Coburg-Leipzig 18393, en la que se añade un
apéndice sobre Hegel y otros autores, y a H. M. Chalybaeus, Historische Entwicklung der spekulativen
Philosophie von Kant bis Hegel, Ch. F. Grimmer, Dresden 1837].
24
Ibidem, p. 260. Cfr. La dialettica, cit., n. 1761.

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