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¿La globalización destruye las culturas locales?

Juan Morillo Bentué. IJM Actualidad. 15/06/2016


Una de las críticas a la globalización es que destruye las culturas locales. Los
defensores de esta tesis arguyen que las distintas identidades locales quedarán
destruidas por una cultura estándar global.

El principal problema de los defensores de esta tesis es que no comprenden que


la cultura es una institución social viva, evolutiva e increíblemente dinámica. Todas
las culturas son una mezcla continua de otras. No existe una cultura “pura”.

Tendemos a pensar que nuestra cultura actual es única, inamovible y perenne,


pero si echamos la vista atrás tan solo 50 años veremos que ha cambiado
profundamente... ¡y para bien! La cultura que ahora valoramos, que nos enriquece
como personas y que pensamos que es ideal para nosotros, no existía hace poco
tiempo. Ha evolucionado de la anterior. Y qué duda cabe que, cuando miramos la
forma de pensar y estilos de vida de hace 50 años, tenemos la sensación de haber
avanzado mucho en todos los sentidos.

La globalización multiplica la comunicación e interacción de los individuos, por lo


que la cultura evoluciona más rápidamente. Y eso es magnífico, ya que significa
que los individuos encuentran información que perciben como más útil para trazar
sus planes de acción en aras de alcanzar sus objetivos. Las culturas no
desaparecen, se transforman y evolucionan.

No solamente no desaparecen, sino que cada vez son más relevantes. Hemos
pasado de pensar la globalización como un proceso de estandarización cultural a
darnos cuenta que la identidad y cultura local es cada vez más importante.

Desde el punto de vista empresarial, las diferencias culturales son tan relevantes
que las empresas se enfrentan a notables retos: adaptar sus productos a múltiples
mercados con necesidades distintas debido a diferentes normas y valores
sociales; proceso de adaptación de los expatriados al país de destino; correcto
establecimiento de los precios de los productos en distintos países y mercados;
canales de distribución diferentes según mercado; herramientas de comunicación
desiguales dependiendo del mercado, etc. Si las diferencias culturales no fueran
tan importantes, las empresas se ahorrarían una gran cantidad de inversiones
extra y fracasos empresariales.

Pero es que, además, son precisamente los valores locales lo que el ser humano
valora al percibirlos como diferentes y únicos.
Pongamos el caso del turismo, donde el viajero no busca simplemente
desplazarse de un lugar a otro, sino que busca una experiencia. Una experiencia
que vivir, que compartir y que contar a sus allegados. Ciertamente, algo que cobra
realmente importancia para el viajero merecerá ser contado por éste. Esto es así
porque el ser humano valora un ofrecimiento que satisfaga necesidades sociales e
individuales.

Uno de los valores que consiguen colmar de contenido la experiencia son los
valores locales de un determinado territorio, región o país. Éstos son considerados
por el viajero como diferentes, únicos, valiosos, escasos y exclusivos. Pese a que
mundo tiende a la globalización, los valores y culturas locales tienen cada vez más
importancia. La promoción es global pero la experiencia siempre es local.

El aspecto local está íntimamente ligado al turismo. El turismo no deja de ser una
búsqueda de experiencia cultural ajena a la propia de forma que contribuya al
enriquecimiento personal.

Esa experiencia que el viajero busca la conforman el territorio, el patrimonio


cultural, los habitantes, el clima, la tradición, la historia, el paisaje y la
gastronomía, entre otros.

Es por tanto que comprobamos que la globalización, en lugar de destruir las


culturas locales, las ensalza hasta hacerlas únicas, irrepetibles y
merecedoras de ser conocidas.

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