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Esto es lo que Juan tiene en mete en 1 Juan 1:3: “…lo que hemos visto
y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión
con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su
Hijo Jesucristo.” Juan está diciendo aquí que han sido incluidos en un
compañerismo verdadero con el Hijo y el Padre, una relación que ha
sido extendida a los humanos por medio de la humanidad de Jesús.
Jesús mismo habla de esto en Juan 14. Nota el énfasis trino de
Jesús: “…el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros,
y estará en vosotros. " (Juan 14:17).
Aquí Jesús hace referencia a la habitación del Espíritu, la cual es la
manera en la que nos une para participar en la relación con el
Padre. “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y
vosotros en mí, y yo en vosotros.” (Juan 14:20). Jesús habla aquí acerca
de lo que se denomina como la habitación mutua del Hijo y el Padre.
Lo destacable es que por el Espíritu uniéndonos con Jesús, somos
incluidos en esta relación. No es que seamos absorbidos hacia lo
Divino para hacernos Divinos, sino que somos incluidos en el
compañerismo Divino entre el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Como nuestro gran Sumo Sacerdote, en su oración en Juan 17, Jesús
claramente describe la vida eterna en términos de traer a sí mismo
aquellos que el Padre le ha entregado a su compañerismo y comunión.
Nota estas palabras en Juan 17: “como le has dado potestad sobre toda
carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado.” (Juan 17:2-3).
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer
en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre,
en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el
mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado,
para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí,
para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”
(Juan 17:20-23).
Aquí se establece que nuestra unión con Cristo nos hace entrar a la
unidad de la Deidad, y por esta participación, recibimos el amor del
padre y del Hijo y nos volvemos compañeros de Dios en la misión de
Jesús.
Por ejemplo, Pablo basaba sus apelaciones para vivir de una manera
justa con estos asuntos tal y como lo hace en Romanos 6 y
Colosenses 3. La razón por la cual está en este orden es porque
nuestra vida fluye de su Deidad, de la cual nosotros participamos por
el Espíritu por medio de la humanidad de Jesús en su vida, la cual es
una vida de comunión con el Padre.