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LOS
GRANDES,
TEXTOS
POLITICOS
DESDE MAQUIA VELO A NUESTROS D/AS
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AGUILAR
MADRID-1957
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CAPíTULO IV
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IV: LA "POLÍTICA SACADA DE LA SANTA ESCRITURA", DE BOSSUET liS
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IV: LA "POLÍTICA SACADA DE LA SANTA ESCRITURA", DE BOSSUET 67
tra evasivo (¿para qué embrollar a su regio alumno con inútiles sutile.
zas?). Para explicar el paso del estado de naturaleza-naturaleza caída,
desde el pecado de Adán-al estado de sociedad, le parece suficiente la
explicación utilitaria, fundada sobre el interés de los hombres en darse
un amo para vivir en paz. Ella satisface su robusto buen sentido. Agré.
guese a esto que, según la Escritura, Dios ha sido verdadera y visible·
mente rey al comienzo del mundo; luego, que "la primera idea de mando
y de autoridad humana les vino a los hombres de la autoridad patero
nal"; por último, que se establecieron reyes muy pronto, ya por el con·
sentimiento (global) de los pueblos, ya por el derecho de conquista legí.
timado por posesión pacífica; agréguese todo esto, y la Política habrá
dicho bastante sobre la espinosa y peligrosa cuestión del origen del poder.
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Desde Herodoto, Platón y Aristóteles, la comparacJOn entre las foro
mas de gobierno era la cuestión más clásica de la literatura política.
Monarquía, aristocracia, democracia, ¿cuál de estas tres formas P.f!l la
mejor? Bossuet responde con esta afirmación rotunda, que es el título
mismo del segundo libro de la Política: "De la autoridad: que la real y
hereditaria es la más propia para el gobierno." Más adelante, en el curso
del mismo libro, precisa: "Sobre todo cuando va de varón a varón r
de primogénito a primogénito."
Ciertamente, el preceptor del heredero de Luis XIV apenas si podla,
en un manual redactado para su alumno, expresarse de otra manera. Pero
estemos seguros de que ninguna afirmación costaba menos a Bossut't y
que expresaba en ella su profunda certidumbre personal, tranquila certi·
dumbre, en la que comulgaban su inteligencia y su corazón.
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¿ Cuáles son los caracteres de la Monarquía?
- La Monarquía es sagrada. Los príncipes obran como mInIstros de
Dios y como sus lugartenientes en la tierra. Atentar contra ellos es un
sacrilegio: su persona es sagrada por serlo su cargo. "El título de cristo
, se da a los reyes; los vemos llamados los cristos o los ungidos del Se·
ñor." Ungidos: que han recibido la unción sagrada. Pero, aun "sin la
aplicación exterior de esta unción, son sagrados por su cargo, por ser los
representantes de la majestad divina, diputados por la Providencia para
la ejecución de sus designios". Detentan lo que Tertuliano llama la
segunda majestad, que no es más que una derivación de la primera, de
la de Dios. Por eso, el obedecerles es obligación de conciencia. Sin duda,
ellos, por su parte, deben respetar su propio poder, del cual Dios, que
se lo dió, les pedirá cuentas; no deben emplearlo más que en el bien
público. Pero, aun cuando no lo hiciesen, hay que respetar en ellos su
cargo y su ministerio. Hay que obedecer, inclusive, a los príncipes "im·
portunos e injustos", y hasta a los príncipes paganos, como lo hacían los
primeros cristianos, que veían en los emperadores romanos "la elección
\ y el juicio de Dios, que les dió el mando sobre todos los pueblos".
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y si se puede decir, como lo hace Bossuet, que los reyes no están por
eso exentos de las leyes, sólo es en el sentido, muy restringido y bastante
platónico, de que están sometidos como los demás a la "equidad" de las
leyes, a su contenido de justicia y de derecho natural, puesto que deben
ser justos y dar al pueblo "e! ejemplo de guardar la justicia", pero no
están sometidos a los "castigos" de las leyes, "o, como habla la teología,
están sometidos a las leyes, no en cuanto a la potencia coactiva, sino en
cuanto a la potencia directiva". Porque la autoridad real debe ser inven·
cible, bastión del reposo público que nada pueda forzar. "Si hay en un
Estado alguna autoridad capaz de detener el curso del poder público y
de entorpecerlo en su ejercicio, nadie está en seguridad." j Hobbes, Hob·
bes, siempre Hobbes y su pensamiento radical!
j Qué poder el de semejante príncipe, independiente de cualquier
otro poder sobre la tierra! j A qué tentación expone a quien lo detenta!
j Cuántas probabilidades de abuso, de exceso, de arbitrariedad, encierra
el término absoluto! j No!, dice Bossuet, levantándose contra aquellos
que, para hacer este término "odioso e insoportable", afectan confundir
gobierno' absoluto con gobierno arbitrario. El absolutismo tiene un con·
trapeso, el único "contrapeso verdadero del poder": el temor de Dios.
"El príncipe lo teme tanto más cuanto que no debe temer más que a él."
La Monarquía es paternal. Ocasión para e! gran preceptor de des·
arrollar sobre este tema patético todas las vulgaridades de la época (cada
época tiene las suyas y las cree originales). Los reyes ocupan e! lugar
de Dios, padre de! género humano. "Se hizo a los reyes según el modelo
de los padres ... , el nombre de reyes un nombre de padre." (En sus
Memorias, Luis XIV escribía: "Si el nombre de dueño nos pertenece
por el derecho de nuestro nacimiento, el nombre de padre debe ser el
objeto más dulce de nuestra ambición.") El padre es bueno. La bondad
es también el carácter más natural de los reyes. Como e! padre, que vive
para sus hijos, el rey "no ha nacido para sí mismo, sino para el públi.
co". Es el mal príncipe, e! "tirano", el que sólo piensa en sí mismo y
no en el rebaño ("Aristóte!es lo dijo, pero el Espíritu Santo lo pronun·
ció con más fuerza"). El padre es humano, dulce, afable. Igualmente, el
gobierno, por su naturaleza, "es dulce". Firme, pero dulce: no seáis
-dice el Eclesiastés--"como un león en vuestra casa, oprimiendo a
vuestros súbditos y criados". En fin, como los padres, los reyes "están
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Hay en la Política, al final del libro quinto, el penúltimo de los des-
tinados al Delfín y terminados en 1679, un capítulo, el más bello, sin
duda, de toda la obra, titulado: ... de la majestad y de sus acompaña-
76 PARTE 1; AL SERVICIO DEL ABSOLUTISMO
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