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Sus decisiones
no son cuestionadas y, como ya se vio, sus métodos suelen estar adscritos a la violencia
generalizada del entorno. Sin embargo, no todas sus órdenes implican necesariamente algún
tipo de violencia (al menos no violencia directa), en lo que concierne al Artista, el Rey se
erige como un mecenas que hace posible que sus canciones sean escuchadas y que él pueda
tener lo necesario para llevar, lo que él cree que es, una mejor vida. Esta generosidad
abnegada sólo puede ser correspondida por parte de Lobo con gratitud.
Lobo se dedica a contar con canciones lo que pasa en la corte, siempre dejando en
claro quién la lidera y transmitiendo las “verdades” del Rey. Todo poder tiene su oficina de
prensa, su heraldo que (in)comunica el mensaje deseado. La corte no es la excepción, sin
embargo, el silencio y la discreción también son valorados; algunos personajes, como el
Periodista, prefieren rechazar los homenajes musicales del Artista cuando este dice que su
historia ya casi está lista para ser cantada:
Este intercambio devela nuevamente la figura del trabajador del narco que va y viene
de lo institucional a lo marginal, que se infiltra en ambos mundos viviendo una doble
identidad. Las extensiones del narco (de este narco) llegan hasta los medios de comunicación
y logran influenciar lo que estos divulgan, manipular la realidad. Los corridos del Artistas
llevan más verdad que las páginas de los diarios. Sobre la importancia de los corridos en el
panorama mexicano actual, José Serrato cita a Juan Villoro, quien afirma:
1
Herrera, Yuri. Trabajos del reino.
2
Idem.
Aunque suene curioso o divertido o folclórico cantar las peripecias de
quienes llevan “mala hierba” al otro lado; los narcocorridos pertenecen a
un sector que mueve el 10% de la economía (lo mismo que el petróleo) y
causa decenas de asesinatos al día. Tomados como documentos del hampa,
son reveladores. Lo extraño es que han ganado espacio en las estaciones
que transmiten música popular y aun en las antologías de literatura. […] El
narco ha contado con la anuencia de las estaciones de radio a las que
amenaza o subvenciona (términos rigurosamente intercambiables) y con la
empatía antropológica de quienes sobreinterpretan el delito como una
forma de tradición.3
La dualidad del Periodista y de los demás vasallos de la corte hacen parecer lógica y
evidente una cierta cualidad de omnipresencia del Rey. Se lee en la novela que el Artista “no
había extrañado la figura del Rey porque de todas maneras estaba presente: en la devoción
con que se lo mentaba, en sus órdenes que se cumplían, en el lustre del lugar.” 4 No es
necesario verlo para saberse visto por el narco, está en todas partes, encarnado en los
múltiples cuerpos que hacen funcionar su máquina.
Sus tentáculos llegan también hasta otras poderosas instituciones, como la Iglesia. Durante el
sepelio del Pocho –cuyo cadáver es dejado en la calle por un vehículo con un cuchillo clavado
en el pecho- el Padre preside los oficios religiosos respectivos.
El poder vertical de este narco desciende también sobre la autoridad eclesiástica del lugar que ve en
él a un patrocinador de la fe católica y de los intereses personales del Padre. Con la aparición del
sacerdote para el velorio del Pocho se inicia un quiebre en la historia y en su protagonista, porque el
homicidio del Pocho significa una declaración de guerra, el inicio de la duda en Lobo, el cambio de
mirada respecto al Rey a su Corte
3
Serrato, José Eduardo. Arquetipos de la literatura en Trabajos del reino, de Yuri Herrera. Universidad
Nacional Autónoma de México, 2012.
4
Herrera, Yuri. Trabajos del reino
5
Ídem.