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teoría ypráctica de la
psicoterapia de¿ñipo
RECONOCIMIENTO A LA PRIMERA EDICIÓN EN INGLÉS

Muchas personas me ayudaron a preparar este libro. Los doctores C. Peter


Rosembaum, Jerome Frank y Morris Parloff revisaron todo el manuscrito
y me ofrecieron un estímulo valioso y una importante ayuda. Varios colegas
leyeron críticamente algunas partes del manuscrito. Entre éstos se encuentran
los doctores Morton Lieberman, Herbert Leiderman, David Hamburg, Peggy
Golde, Rudolf Moos, Daniel Miller, Leonard Solomon y una gran cantidad
de psiquiatras residentes de la Stanford.
Mi esposa, Marilyn, me ofreció apoyo moral y también considerables con­
sejos sobre mi estilo.
Mi secretaria en Stanford, la señora Nancy Phillips, hizo un trabajo exce­
lente. Luchó con el manuscrito desde los primeros garabatos fragmentarios hasta
el manuscrito final.
La Universidad de Stanford y la Clínica Tavistock cooperaron mucho
conmigo y se mostraron muy generosas en los dos años que me dediqué a
preparar este libro.
A todos ellos les doy las gracias. Sobre todo estoy particularmente agradecido
con mis maestros: los doctores John Whitehom, Jerome Frank y David Ham­
burg. Los tres me ofrecieron orientación, estímulo y apoyo valiosos; contribu­
yeron significativamente a mi educación básica, y se convirtieron en modelos
para mí de brillo profesional y de integridad personal.
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PREFACIO

I nioiuc. no lo sabía, pero inicié esta revisión casi inmediatamente después


de que terminé de escribir la primera edición. Como un caballo de lechero
n loado i|iie, incapaz de comprender su libertad, continúa efectuando su re-
eouido cotidiano, seguí haciendo numerosos apuntes después de cada una de
las reuniones de grupo que realizaba o vigilaba. Durante seis años, las notas
<lc dos mil reuniones inexorablemente invadieron y se entrometieron en mi
espacio vital hasta que finalmente llenaron mis escritorios y mis mesas, abarro­
taron mis gavetas y se desbordaron de mis archivos. Me parecía que mi única
defensa posible era hacer una edición revisada.
La primera edición de Teoría y práctica de la psicoterapia de grupo fue muy
leída; más ampliamente de lo que podía esperar. Además, en innumerables
ocasiones, los lectores me ofrecieron información sobre los logros y los defectos
del libro. Esta revisión es un esfuerzo por responder a su retroalimentación.
También aprendí a conocer la identidad de mis lectores y cómo habían usa­
do mi libro. Esta información me ofreció mucha orientación específica mientras
trabajaba en esta revisión, y produjo un conjunto enteramente distinto del
anterior cuando, más íntima y ciegamente, escribí la primera edición sabiendo
que se la ofrecía a un público desconocido. Hoy día es muy evidente que
mis lectores son clínicos y que abarcan un amplio campo de la experiencia
desde los antiguos terapeutas hasta los jóvenes novatos. Por ello, añadí material
y realicé alteraciones en el texto para hacer el libro más relevante clínica­
mente. Una meta poco realista, y que he abandonado, de la primera edi­
ción, era que no sólo debía ser una guía clínica, sino un manual técnico para el
investigador de grupos. Continúo citando investigaciones relevantes, para basar
conceptualmente mi trabajo (siempre y cuando sean rigurosas y confiables),
y para describir la metodología de algunas obras muy citadas, pero en este
volumen no examinaré el método o las estrategias de investigación per se.
Estos cambios (nuevas observaciones y alteraciones para aumentar la rele­
vancia del libro para los lectores) junto con la inclusión de material ilustrativo
clínico nuevo y considerables modificaciones del estilo, dieron como resultado
una revisión amplia; muy pocas páginas de la primera edición quedaron sin
alteraciones. Hay varios agregados importantes que vale la pena mencionar
aquí. En la presentación, en los primeros cuatro capítulos, a los diez meca­
nismos de cambio o factores curativos, añadí uno más: “ Factores existenciales” .
En el capítulo iv examino, ampliamente, este factor muy empleado, pero
raramente reconocido en el proceso terapéutico. Los capítulos v y vi los revisé
con más rigos que otras partes del texto. En el capítulo v ( “ Las tareas y las
11
12 PREFACIO

i,-, nicas del terapeuta” ) describo cómo el terapeuta de grupo crea una cultura
ir■i.tprutiea y modela un conjunto apropiado de normas o reglas de conducta
no (••.rritas. Las tareas del terapeuta en el presente inmediato se examinan pro-
fundamciite. Incluyen los mecanismos inmediatos (sumergir al grupo en su
inopia experiencia) y el proceso inmediato de iluminación (aclarar la naturale­
za v el significado de la experiencia emocional). En este capítulo hago un
amplio examen del reconocimiento del proceso e incluyo una sección sobre la
dih-icncia i|ue hay entre la tarea básica del paciente en la terapia y la grati-
l'ieneión secundaria que obtiene en el grupo. Los comentarios sobre el proceso
los .Irse libo con detalle: la estrategia general, el marco de las interpretaciones
l*aia aumentar la receptividad del paciente, y los caminos por los que el comen-
tario del proceso logra el cambio.
I ii el capítulo vi explico el papel del terapeuta; la discusión se hace
dn dr.loi de dos teínas fundamentales: la transferencia y la transparencia,
i >•I • ipitulo vn al capítulo x, como en todo el texto, ofrezco material ilus-
11 (loo . hinco nuevo. Los grupos maratónicos, el ingreso de nuevos miembros
ir •inp.c. de desarrollo, se discuten ampliamente. En el capítulo xi incluyo
ni. lm .|u< jo clínico amplio que no sólo ofrece documentación sobre las compli-
....... ■ de los subgrupos, sino que también ilustra muchos principios tera-
l••titi>.» (|ii. presentan en todo el texto. El manejo de la terminación del
0 «i •1111« iitn (del paciente con éxito y sin éxito) lo examino en este libro am-
|•11r«1111 lile
l*.Mo el examen, en el capítulo xn, de los pacientes problemáticos añado
■'' (i»11<■. -.obre el paciente narcisista y el paciente fastidioso. En el capitu­
le oh en que trato las técnicas especializadas, incluyo un examen más amplio
■I. i.i loteiapia, de los ejercicios estructurados, de las técnicas de la Gestalt, el
ttnpe, y describo el uso de los resúmenes escritos para contribuir a que
I«.iitn q»e el paciente. Actualicé el capítulo xiv sobre los grupos de encuentro.
1 n el texto, cuando es conveniente, cito los resultados de un trabajo de inves­
tiga! ion iccienle sobre el proceso y el resultado de los grupos de encuentro,1
qiii lúe una empresa amplia que realicé en colaboración con Morton Lieberman
y Mntlhew Miles. En el capítulo xiv examino el método, los resultados bási-
io . y lie, aplicaciones de esta investigación. El capítulo xv lo dedico entera-
ni! iih al adiestramiento y examino algunos componentes básicos de un programa
di e .la nnluialc/a: la vigilancia, la participación en un grupo experimental, la
ob i ivai ion de los clínicos antiguos así como la experiencia terapéutica personal.
i la segunda edición la escribí en gran parte durante seis meses sabáticos
i|in ( .tuve t u la Universidad de Oxford; la hospitalidad de los miembros de su

1 M A 1 Irli.'i ii iiiii , I I* Yiiloin, M. I!. Miles, Iwicoimhr Granas: First Fado, Basic
IIihiI lm , Nueva Vdik, 1*^7 L
PREFACIO 13

Departamento de Psiquiatría, el constante aliento y la ayuda editorial de mi


esposa, Marilyn, y los seis meses de cielo nublado y de lluvias incesantes me
ofrecieron condiciones óptimas para escribir. La paciencia y ayuda de mi secre­
taria, Maxine Harris, nunca flaquearon. Como siempre, me siento agradecido
con los muchos residentes de la Stanford que revisaron críticamente algunas
partes del texto.
' 1 M I H i I! K Mil V iT {I m i M t

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PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN EN INGLÉS

I a mitad de este libro la escribí en Londres, la otra mitad en California. La


practica de la terapia de grupo es tan diferente en los dos ambientes, que en el
primero me sentí radical, y en el último archiconservador. Hasta un examen
leve del campo de la terapia de grupo revela una gran diversidad en la prác­
tica. El término “ terapia de grupo” es una simplificación excesiva; más bien
debe hablarse de terapias de grupo. Alcohólicos Anónimos constituye una
terapia de grupo, igual que un grupo de mujeres embarazadas en una clínica
prenatal, un grupo de esquizofrénicos en un hospital para enfermos crónicos,
un grupo de individuos en libertad bajo palabra en la oficina de libertad con­
dicional, o un grupo de individuos que relativamente se comportan bien
aunque tienen desórdenes neuróticos o del carácter que se reúnen en una clínica
de enfermos no hospitalizados o en el consultorio particular de un psicote-
rapeuta.
El panorama actual se complica aún más con el surgimiento de una gran
variedad de nuevos grupos; una reciente investigación1 sobre grupos repre­
sentativos realizada en el área de la bahía de California Norte reveló un
asombroso conjunto de enfoques: grupos psicoanalíticos, grupos de psicodra-
ma, grupos de crisis, Synanon, Recovery, Inc., Alcohólicos Anónimos, grupos
de parejas casadas, grupos de encuentro de maratón, grupos de terapia familiar,
grupos T tradicionales, grupos T de desarrollo personal, grupos de terapia
nudista, grupos de medios múltiples, grupos de conciencia sensorial no verbal,
grupos de análisis transaccional, grupos de terapia Gestalt. Muchos de éstos se
denominan grupos de terapia; otros invaden los límites imprecisos entre el
desarrollo personal y la terapia. (Véase el capítulo xiv donde hago un examen
sobre este tema.)
Debido a que evidentemente hay tanta diversidad de corrientes en este
campo, con dudas considerables, me aventuré a escribir un libro que pudiera
tener relevancia para todas las terapias de grupo. Mi primera estrategia fue la
simplificación; intenté introducir orden separando el “ frente” 2 del “ núcleo”
en todas las terapias de grupo. El “ frente” consiste en los accesorios, la
forma, las técnicas, el lenguaje especializado y la aureola que rodea a cada
una de las escuelas de terapia; el núcleo consta de los aspectos de la expe­
riencia intrínsecos en el proceso de la terapia, o sea, el mecanismo esencial del

1 M. Lieberman, P. Golde, y I. Yalom, datos inéditos, 1969.


- E. Goffman, The Presentcition of Self in Everyday Life, Garden City, Nueva York,
Doubleday Anchor Books, 1959.

15-
16 PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

cambio. Si no consideramos el “ frente” , y sólo tomamos en cuenta el método


rcnl del efectuar el cambio en el paciente, descubriremos que estos métodos son
limitados y extraordinariamente similares. Los grupos de terapia que parecen
totalmente distintos en su forma pueden apoyarse en mecanismos de cambio
Idénticos. He denominado, quizá con demasiada amplitud, a estos mecanismos
‘‘factores curativos” , e identifico y examino a diez de éstos en este libro.
Al clasificar a los grupos de acuerdo con sus factores curativos, y no con
a ‘‘liento” , el conjunto de las terapias de grupo parece menos variado y
más ordenado. Considero que los grupos con metas similares usan factores
( iir¡ñivos semejantes. Las metas de la terapia de grupo, que dependen de la
tendencia del jefe y de la composición del grupo, pueden variar en que ofrecen
apoyo, supresión e inspiración (Alcohólicos Anónimos, Recovery, Inc.) o bien
mantienen la prueba de la realidad e impiden la fricción en los hospitales
(pupos en hospitales psiquiátricos para enfermos crónicos), o bien restauran
la*, funciones y restablecen las antiguas defensas (grupos en hospitales psiquiá-
imiip pina enfermos graves de cambios rápidos), o bien crean nuevas defen­
sa. y cambian el modo de enfrentar el tratamiento y la estructura caractero-
lópt a (grupos de pacientes con problemas neuróticos y del carácter).
I’i n ejemplo, considérese la ambiciosa meta del cambio caracterológico.
I os grupos de terapia que realizan este cambio se apoyan en gran medida
m los factores curativos de la cohesión y el aprendizaje interpersonal (capí­
tulos ti y tu). Sin considerar si el jefe del grupo expone puntos de vista y téc-
nit as freudianas, neofreudianas, rogerianas, adlerianas o eclécticas, el mecanismo
real del cambio del paciente, en los grupos con estas metas, es el mismo,
(l a interacción entre los miembros desempeña un papel tan crucial en la
teiapia do grupo que tiene como meta el cambio del carácter que en todo este
libro denomino a la terapia de grupo intensiva “ terapia de grupo interaccional” .)
Los factores curativos son agentes primarios del cambio, pero el “ frente
del grupo” de ninguna manera puede ignorarse. Cada terapeuta, dependiendo
de su entrenamiento profesional y de su estilo personal, debe dominar un
sistema de terapia que fomente el funcionamiento de los factores curativos.
A menudo el entusiasmo y la dedicación del terapeuta con un estilo especial
de terapia es en sí una ayuda muy importante en las etapas esenciales de la
tempia; la fe y las expectativas positivas del paciente aumentan, se siente más
mi liñudo a apreciar al grupo, a asistir más regularmente a las reuniones, y a
pmticipm más activamente. Sin duda el “ frente” tiene valor; el peligro consiste
ni no distinguir el “ frente” del núcleo. Si se considera que el “ frente” es el
lignito del cambio, los factores curativos pueden descuidarse, a medida que
el “ fíente” se vuelve más complejo y venerado. F.n ocasiones éste se convierte
i ii umi fuellada compleja que, como la Sagrada Familia de Gaudi en Barcelona,
n o tiene ulterior.
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 17

Este libro enfoca el campo de la terapia de grupo a través de estos factores


curativos. En los primeros cuatro capítulos describo el origen y el funciona­
miento de los factores curativos: en el capítulo i examino los factores curativos
menores (menores desde la perspectiva de la terapia de grupo interaccional
intensiva con metas ambiciosas); en los capítulos n y m trato los principales
factores, la cohesión del grupo y el aprendizaje interpersonal; y en el capítu­
lo iv examino la importancia comparativa y la interdependencia de los factores
curativos. Los siguientes nueve capítulos son una secuencia inductiva que
describe un sistema de terapia basado en los factores curativos: en los capítu­
los v y vi considero los principios básicos relativos al papel del terapeuta y la
técnica; y del capítulo vil al xm presento un panorama cronológico del grupo
de terapia, haciendo énfasis en los fenómenos del grupo y en las técnicas del te­
rapeuta relevantes en cada etapa. En el capítulo xiv describo el mundo del
grupo T o grupo de encuentro, que está en rápida expansión, haciendo espe­
cial énfasis en la relación entre estos grupos y los grupos de terapia. (Algunos
lectores que han estudiado básicamente las relaciones humanas pueden prefe­
rir leer primero el capítulo xiv.) En el último capítulo presento un panorama
de las metas duales de este libro: 1) ofrecer una guía para el entrenamiento de
los terapeutas de grupo, y 2) exponer las bases científicas de la terapia de grupo.
La orientación dual hacia la investigación y la clínica que aparece en este
libro, desde luego, refleja mis propios intereses y valores. En los pasados años
he llegado a ser cada vez más consciente de que este campo necesita con ur­
gencia un fundamento dual humanista-científico para poder enfrentarse con
eficacia a la creciente angustia humana creada por una tecnología científica
orientada a las máquinas. A menudo, al preparar este libro y buscar material
en los anaqueles de las bibliotecas, repasé los antiguos textos de psiquiatría. Es
inquietante advertir que los partidarios de la terapia con sangrías, inmersiones
en agua fría, el ayuno, las purgas y la trepanación obviamente fueron muy
inteligentes, dedicados e íntegros. Lo mismo puede decirse de la última genera­
ción de terapeutas partidarios de la hidroterapia, la leucotomía, el coma
insulínico, y la inhalación de carbógeno. Sus textos están bien escritos, su opti­
mismo es desbordante, y los resultados que ofrecen son tan impresionantes como
los de los que practican las técnicas actuales más modernas.
Muchos otros campos nos han superado, porque aplicaron los principios del
método científico en la investigación. Sin un refinamiento metodológico, es muy
obvio que los terapeutas que hoy día se entusiasman con los modos de trata-
mienlo actuales (la terapia analítica, la terapia Gestalt, los grupos de maratón,
la terapia de toda la familia, etc.) se parecen trágicamente a los hidroterapeutas
del pasado. Sin utilizar el método científico para demostrar los principios
basa os y la relativa eficacia del tratamiento, el campo continúa siendo inestable
y osla a meiced de las actuales morías pasajeras. Por ello, en todo este libro
IK PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

lie intentado citar los datos sólidos de las investigaciones relevantes que existen,
y señalar las áreas en que la investigación en especial parece necesaria y factible.
Algunas áreas (por ejemplo, la composición del grupo) han sido muy estudiadas
(aunque no definitivamente), mientras que otras (por ejemplo, la contratrans­
ir inicia) casi no han sido exploradas por la investigación. Desde luego, los
nipílulos relevantes reflejan esta distribución del énfasis en la investigación:
algunos capítulos a los clínicos les podrán parecer superficiales e irrelevantes,
mientras que otros podrán parecerles poco rigurosos a los colegas interesados
en la investigación.
Sería poco realista esperar que la investigación produzca un cambio im-
poriante y rápido en la práctica de la psicoterapia. Los terapeutas que tratan
i l<>\ pacientes que sufren, obviamente no pueden esperar el avance de la
. i. una. Los complejos sistemas de terapia que han sido creados sólo cambian
li iiilímenle y ante las evidencias muy sustanciales. Además, hay otra conside-
......... i diferencia de las ciencias físicas, muchos aspectos de la psicoterapia
.1. alian la cuantificación. La psicoterapia es a la vez un arte y una ciencia,
i*»- «l« « iiluimicntos de la investigación en última instancia guiarán los gran-
. ia-.f>»iN del pincel de la terapia, pero el encuentro humano siempre será
H.ni •kj i. i teñe ia profundamente personal, que no puede medirse.
I l . ampo de la terapia de grupo se ha vuelto ideológicamente cosmopo­
lita I n\ lectores de este libro probablemente provendrán de muchas dísci-
i>iiii.i la psiquiatría, la psicología, el trabajo social, la enfermería, la asistencia,
la mi lección, la educación y la organización de la conducta. Además, las
dileiencias ideológicas dentro de cualquiera de estas disciplinas pueden ser
mai. glandes que entre las disciplinas. Este libro refleja mis antecedentes
Idee ilógicos eclécticos a partir de una fundamentación en la teoría y en la
i. i nii n psieoanalíticas freudianas que, a través de los años, he complementado
iiin olías influencias: los teóricos neofreudianos (en especial Sullivan y
I loi ncy), los enfoques de la terapia breve que incluyen la terapia de la conducta
y la somálicu, los grupos comunitarios terapéuticos de pacientes hospitali-
/ados, la terapia de toda la familia en un periodo de colaboración que me
luí valioso con el finado Don Jackson, la psicología social y la dinámica
d. I guipo pequeño, y el trabajo con grupos perceptivos y mi participación en los
Naiiomil 11aining Laboratories. Me he visto influido por científicos de la con­
duela muy rigurosos, como Jerome Frank, David Hamburg y Morris Parloff.
MI iiahajo con los grupos ha abarcado todas estas fases ideológicas y, según
n eo, he tomado algo de todos éstos para elaborar el sistema que presento en
rute libio I I método de terapia que describo no es original, y en gran medida
ya lo lian usado la mayoría do los terapeutas de grupo estadunidenses.
I ir libio intenta sugerir una base científica pata el método y ofrecer una
u'.ii matl/ación pura liicilitiu el entrenamiento do los estudiantes. Aunque mi
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 19

trabajo con los grupos lo he realizado en muchos ambientes, en este libro


principalmente hago énfasis en la terapia de grupo con pacientes no hospi­
talizados, que tiene la ambiciosa meta de cambiar el carácter de sus miembros.
Sin embargo, espero que los amplios principios de la teoría y la técnica pre­
sentados aquí tendrán un valor general para todos los terapeutas de grupo.

I rvin D. Y alom
Diciembre, 1969
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I. LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA
DE GRUPO

¿C ó m o ayuda la terapia de grupo a los pacientes? Si respondemos con


cierta precisión y certidumbre a esta pregunta aparentemente ingenua, tendre­
mos a nuestra disposición un principio de organización importante con el
que podremos enfocar los problemas más perturbadores y controvertidos de la
psicoterapia. Después de identificarlos, los aspectos críticos del proceso del
cambio constituirán la base racional con la que el terapeuta podrá fundamentar
sus tácticas y estrategias.
Sugiero que el cambio terapéutico es un proceso enormemente complejo,
y que ocurre mediante una interacción intrincada de varias experiencias
humanas guiadas, que llamaré “ factores curativos” . Hay una ventaja consi­
derable en enfocar lo complejo mediante lo simple, y el fenómeno social a
través de sus procesos componentes básicos y, conforme a esto, empezaré
a describir y a examinar estos factores elementales.
Desde mi punto de vista, las líneas naturales de fragmentación dividen
los factores curativos en once categorías básicas: 1) Infundir esperanza;
2) la universalidad; 3) ofrecer información; 4) el altruismo; 5) la reca­
pitulación correctiva del grupo familiar primario; 6) el desarrollo de las
técnicas de socialización; 7) la conducta de imitación; 8) el aprendizaje in­
terpersonal; 9) la cohesión del grupo; 10) la catarsis, y 11) los factores
existenciales.
I!n el resto de este capítulo examinaré los primeros siete factores. Consi­
dero tan importantes y complejos “ el aprendizaje interpersonal” y “ la cohesión
del grupo” que los trato separadamente en los siguientes dos capítulos. “ Los
tactores existenciales” los examino en el capítulo iv, donde se comprenderán
mejor en el contexto del otro material que allí se presenta. “ La catarsis” está
inliincadamente entrelazada con otros factores curativos, y también la examino
en el capítulo iv. Recuérdese que, aunque trato estos factores separadamente,
estas discriminaciones son arbitrarias y, en un grado amplio, los factores son
mía dependientes: no se presentan ni funcionan en forma separada.
Ademas, estos factores pueden representar partes distintas del proceso
del cambio; algunos se refieren a los mecanismos reales del cambio, mientras
que oíros pueden describirse más exactamente como condiciones para el
lambió, l ie. factores curativos individuales funcionan en todo tipo de grupos
.1. terapia, pero su interrelución puede variar ampliamente de un grupo a otro;
Id . laclóte, menoies o que están relacionados en el enfoque de un grupo pueden
,n mipoiInnles y eslai implícitos en otro Además, los pacientes en el mismo
;t
22 LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO

grupo pueden recibir beneficios de conjuntos muy diferentes de factores cura-


(ivos. En su núcleo, la terapia es una experiencia profundamente humana;
|x>r consiguiente, un número infinito de pasajes atraviesa el proceso tera­
péutico. (Todos estos puntos los examino más ampliamente en el capítulo iv.)
El inventario de factores curativos que expongo proviene de mi expé-
i inicia clínica, de la experiencia de otros terapeutas, de los puntos de vista de
los pacientes de grupo tratados con éxito, y de la investigación sistemática
relevante. Ninguna de estas fuentes de convicción está libre de duda; ni los
miembros ni los jefes del grupo son enteramente objetivos, y nuestra meto­
dología de investigación es tosca y a menudo no puede aplicarse.
IV los terapeutas de grupo obtenemos un inventario variado e interna-
mi ute inconsistente de factores curativos (véase el capítulo iv ). Los terapeutas
de ninguna manera son observadores desinteresados o sin prejuicios. Han
im< i lulo considerable tiempo y energía en dominar un enfoque terapéutico,
mi-i i (-.puestas en gran medida están determinadas por las convicciones par­
tí, ul.m-. de sus escuelas. Aun entre los terapeutas que comparten la misma
idi ..luj-iii y hablan el mismo lenguaje, puede no haber consenso de por qué
I.. |m>icntc. mejoran. En una investigación reciente sobre los grupos de en-
. i*, nim mis colegas y yo1 aprendimos que muchos jefes de grupo atribuían
ii . iiio a tactores que eran muy irrelevantes en el proceso de la terapia;
|..n cj. mplo, a la técnica de la “ silla caliente” , o a los ejercicios no verbales,
.. il impacto directo de su persona (véase el capítulo x iv ). Pero esto no debe
.oipicndrinos; en la historia de la psicoterapia abundan los curanderos eficaces,
prio no por las razones que suponían. Otras veces los terapeutas alzamos
ln-í manos con asombro. ¿Quién no ha tenido un paciente que ha logrado
i- i . nides avances por razones desconocidas para nosotros?

l)c los pacientes de la terapia de grupo al final del curso del tratamiento
podemos obtener datos sobre los factores terapéuticos que consideraron más
.» menos útiles; o, en el curso de la terapia, pueden ofrecer evaluaciones
de los aspectos significativos de cada reunión del grupo. Con estos fines puede
emplearse una entrevista o varios enfoques para recoger datos. Sin embargo,
•.libemos que las evaluaciones de los pacientes son subjetivas. ¿Acaso no en-
funm principalmente los factores superficiales, y descuidan algunas fuerzas
1111 olivas profundas que pueden escapar a su conciencia? ¿Sus respuestas no
es!.m influidas por varios factores difíciles de controlar? Por ejemplo, sus
punios de vista pueden verse distorsionados por la naturaleza de su relación
con el (empenta o con el grupo. (Un grupo de investigadores demostró que
cuando los pacientes eran entrevistados cuatro años después de concluir su
i. tapia, podían eomcntai mejor los aspectos que no les habían ayudado y
hablan sido dañosos en su experiencia de grupo que cuando los entrevistaban
ininedlutiunenle después de terminar la terapia.)11
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 23

La búsqueda de los factores curativos compartidos por lo general se hace


aún más difícil porque la experiencia del paciente en el grupo es muy personal;
la investigación ha demostrado en qué grado los distintos pacientes del grupo
perciben y experimentan el mismo hecho de maneras distintas.3’4 Cualquier
experiencia dada puede ser importante o útil para algunos miembros, y sin
consecuencias y hasta dañosa para otros.
A pesar de estas limitaciones, los informes del paciente son una fuente
rica y relativamente directa de información. Después de todo, es su experiencia,
y sólo es suya; y cuanto más nos alejemos de la experiencia del panciente tanto
más serán inferencias nuestras conclusiones. Sin duda algunos aspectos del
proceso del cambio escapan a la conciencia del paciente, pero de esto no se
deduce que debemos despreciar lo que los pacientes dicen. Según mi expe­
riencia, la riqueza y la exactitud del informe del paciente en gran parte están
determinadas por el modo como lo interrogan. Cuanto más pueda entrar el
que interroga en el mundo de las experiencias del paciente, tanto más lúcido
y significativo será el informe sobre la experiencia terapéutica. En el grado
en que pueda desprenderse de sus prejuicios el terapeuta llegará a ser un
interrogador ideal; tendrán confianza en él y, más que nadie, comprenderá
el mundo interior del paciente.
Además de los puntos de vista del terapeuta y de los informes del paciente
hay un tercer método importante para determinar los factores curativos: el
enfoque de la investigación sistemática. La estrategia de investigación más
común consiste en relacionar una serie de variables de la terapia con el resul­
tado final del paciente en la misma. Al descubrirse qué variables se relacionan
significativamente con un resultado exitoso, puede establecerse una base ra­
zonable para empezar a delinear los factores curativos. Sin embargo, el enfo­
que tic la investigación no es irreprochable. Hay muchos problemas inheren­
te medir el resultado es en sí un problema metodológico, seleccionar y medir
las variables de la terapia es asimismo problemático (por lo general la exactitud
de la medición es directamente proporcional a la trivialidad de la variable).
I Ir usado todos estos métodos para determinar los factores curativos que
•.\ainino en este libro. N o presento estos factores como definitivos; más bien,
los ofrezco como guías provisionales que otros investigadores clínicos pueden
lanhni y hasta ampliar. Por mi parte, me siento satisfecho porque se derivan
di las mejores evidencias disponibles y constituyen la base de un enfoque
eficaz para la terapia.

I nfundir esperanza •
¡

tulundii y muntenci ln esperanza es etílico en todas las psicoterapias. No sólo


> ni ii silo la i speian/a pitia manlcnct al pariente en la Inania mientras otros
24 LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO

factores curativos pueden surtir efecto, sino que la fe en un tipo de trata­


miento puede ser en sí terapéuticamente eficaz. Varias investigaciones han
demostrado que la existencia, antes de la terapia, de una elevada esperanza
de recibir ayuda, está significativamente relacionada con el resultado positivo de
la misma.5 También considérese el gran número de datos que documentan la
eficacia de la curación por la fe y el tratamiento por medio de placebos, las
terapias en las que muchos tienen que ver tanto la esperanza como la con­
vicción.
En los grupos de terapia invariablemente hay individuos que están en
diferentes puntos de un continuo colapso. Los pacientes tienen un contacto
permanente con los miembros del grupo que han mejorado en éste. También
con frecuencia encuentran pacientes que han tenido problemas muy similares
a los suyos y que se han enfrentado a éstos más eficazmente. Hadden,6 en su
descripción de la terapia de grupo para homosexuales, afirma que por estas
razones debe haber pacientes en el grupo en varias etapas de mejoría. A
menudo he escuchado decir a los pacientes al final de su terapia que había
sido muy importante para ellos haber observado mejoría en los otros. Los
terapeutas de grupo de ninguna manera deben olvidar usar este factor, lla­
mando periódicamente la atención sobre la mejoría que han logrado los miem­
bros. Los mismos participantes del grupo terapéutico a menudo ofrecen
testimonios espontáneos cuando nuevos miembros, no convencidos, entran al
grupo.
No es menos importante que el terapeuta crea en sí mismo y en la eficacia
de su grupo. Estoy convencido de que puedo ayudar a cualquier paciente
que acuda a la terapia y permanezca en el grupo por lo menos seis meses.
En mis primeras reuniones con cada paciente le comunico mi convicción e
intento infundirle mi optimismo.
Algunas terapias de grupo hacen mucho hincapié en infundir esperanza.
Una gran parte de las reuniones de Recovery, Inc. y de Alcohólicos Anóni­
mos está dedicada a dar testimonios. Los miembros de Recovery, Inc. re­
latan los incidentes potencialmente angustiosos en que evitaron la tensión
aplicando los métodos de la Recovery, Inc. Los miembros con éxito de Alcohó­
licos Anónimos cuentan, en cada reunión, la historia de su caída y de su
recuperación. Una de las principales fuerzas de Alcohólicos Anónimos es el
hecho de que todos los jefes de grupo son ex alcohólicos; constituyen una
inspiración viviente para los otros. También Synanon estimula la esperanza
en el paciente usando como jefes de grupo a drogadictos regenerados. Los
miembros de estos centros tienen la fuerte convicción de que sólo puede com­
prenderlos alguien que ha recorrido el mismo camino que ellos y que ha
encontrado la salida.
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA* TERAPIA DE GRUPO 2J

La universalidad

Muchos pacientes entran a la terapia con el inquietante pensamiento de que


son únicos en su desgracia, que sólo ellos tienen ciertos problemas, ideas,
impulsos y fantasías aterradores o inaceptables. Hay algo de verdad en esto,
ya que muchos pacientes han tenido una constelación poco usual de angustia
vital, y comúnmente los agobia un material que por lo general es inconsnnm
Su sentimiento de singularidad a menudo se ve vigorizado por su aislamiento
social; debido a que con frecuencia los pacientes denen dificultades intei
personales y carecen de la validación consensual franca y sinceia <l< nm
relación íntima. En la terapia de grupo, en especial en las primeiu:. « i.i|*.».
ver negado su sentimiento de singularidad constituye una poderosa !u< m< .1.
consuelo. Después de escuchar a otros miembros revelar prcocupaeiom •• m u
lares a las suyas, los pacientes informan sentirse más en contarlo ..... .1
mundo, y describen este proceso como una experiencia de “ sn bienvenido
a la raza humana” . Sencillamente este fenómeno se expresa en el * h< h<
“ Iodos nos encontramos en el mismo bote” , o quizá más cínicamente l •
desgracia ama la compañía” .
Ningún hecho o pensamiento humano es totalmente extraño a la i ip<
i leticia de los otros. He oído a los miembros de un grupo reve la i arto,,
...... o el incesto, robo, fraude, asesinato, intentos de suicidio, y fantasías d.
una naturaleza aun más desesperada. Invariablemente he observado que olios
miembros del grupo consideran que estos actos se encuentran dentro del c'iuni>•■
de ais posibilidades. Hace mucho tiempo Freud observó que los taime*; ma,
comunes (el parricidio y el incesto) existían precisamente porque estos mismos
impulsos formaban parte de la naturaleza más profunda del lioinlm*
Tampoco esta forma de ayuda se limita a la terapia de grupo. I i mil
venalidad también desempeña un papel en la terapia individual, .muque
en ésta hay menos oportunidad para la validación consensual tina ve/ icvt .<
con un paciente las seiscientas horas de experiencia en el análisis intiivldmil
que había tenido con otro terapeuta. Cuando le pregunté sobre sus recui idos
de los hechos más significativos en su terapia, recordó un incidente en ■I
ijtic había sentido una profunda angustia por los sentimientos qm cxpi n
mentaba hacia su madre. A pesar de la Inerte corriente de Hcnlinileutoi»
positivos, se sentía obsesionado por el deseo de que su unidle mmierti pañi
asi podrí heredm su cuantiosa fortuna. Su analista, en ese momento, comentó
sencillamente: "Ihirece que todos somos iguales” , lista afiimaeióti lo consoló
mui lio, y ademas le pcimilió explorai con gran profundidad su ambivalencia
A pemil de la complejidad de los problemas humanos, cintos denomina
don comunes son muy evidentes, y los niienibioN de un guipo di tnapla
motilo peli lililí sus sillll llt IldcN. l'Sle ejemplo <1 111l*.l 1. 111Vo duillllti lililí lio*
LOS FACTORl'S CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO

.nio\ les lie pedido u los integrantes* de los grupos T (véase el capítulo xiv)
que se dediquen a una tarea “ muy secreta” . A los miembros del grupo les
pido que escriban, anónimamente, en una hoja de papel su secreto: lo que se
sienten menos inclinados a compartir con el grupo.** Los secretos resultan
¡ci asombrosamente similares y dominan dos temas principales. El secreto
tmis común es la profunda convicción de una insuficiencia básica, un senti­
miento de que si los otros realmente lo conocieran descubrirían su incapacidad
V m i jactancia intelectual. Lo sigue en frecuencia un profundo sentimiento de
¡ilimación interpersonal. Los individuos informan que en realidad no les im-
portun ni quieren a las otras personas. La tercera categoría más frecuente
« algún tipo de secreto sexual, a menudo un temor de tener inclinaciones
homosexuales. Estas preocupaciones básicas, en los que no son pacientes, son
•utilitniivamcnte las mismas que las de los individuos que buscan ayuda profe-
•>in¡d, v que son catalogados como pacientes. Casi invariablemente los pacien-
i. * n ntcn una profunda preocupación por su sentimiento de ser valiosos
/ n m linimento de relación interpersonal.
i ........vi r.alidad, como los otros factores curativos, no puede apreciarse
fi. |mu .ultímenle En la medida en que los pacientes descubren su similitud
.'•ii i.. ..luis y comparten sus preocupaciones más profundas, se benefician
... .......... la i alai.sis consiguiente y con la aceptación esencial por parte de los
i.ii.i m u i i i I m o s . (Véase el capítulo n i : “ La cohesión del grupo” .)

I m p ar tir información

Majo este titulo general incluyo la instrucción didáctica sobre la salud mental,
.-luí las enfermedades mentales y la psicodinámica general que dan los
ti i »pi utas; y también los consejos, las sugerencias o la orientación directa
mIih los problemas vitales que ofrecen los terapeutas o los otros pacientes.
Poi lo general, cuando los terapeutas o los pacientes examinan en forma
o tiof.pcctiva sus experiencias en la terapia de un grupo interaccional, no
npiecum mucho este aspecto curativo. La mayoría de los pacientes al terminar

* Que no noii pacienten, sino principalmente estudiantes de medicina, psiquiatras resi-


df ni.... . nl. i mrios, técnicos en psiquiatría y voluntarios de los Cuerpos de Paz. Este ejerci-
t lo ni. lo sugirió por primera vez el doctor Gcrald Goodman.
** Muy viii ios métodos para emplear estos datos en el trabajo del grupo. Una técnica
*iii < bu mostrado ser eficaz es recoger los secretos anónimos y redistribuirlos entre los
•ui»mihios. de tal manera que cada uno reciba el secreto de otro. Entonces a cada irúem-
lu,, Ir pide que lea en voz alta el secreto, y que diga cómo se sentiría si éste fuera suyo.
I i, > |. ni i alíñenle lesulla sei una demolhución valiosa de imivei nulidad, de empalia y de
tu i apai litad de los olios pina comprende!
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 27

con éxito una terapia de grupo interaccional, han aprendido mucho sobre el
funcionamiento psíquico, el significado de los síntomas, la dinámica interper­
sonal y de grupo y sobre el proceso de la psicoterapia. Sin embargo, el proceso
educativo es muy implícito; la mayoría de los terapeutas de grupo no ofre­
cen instrucciones didácticas explícitas en la terapia de grupo interaccional.
Sin embargo, en algunos enfoques de esta terapia la instrucción formal es
una parte importante del programa. Por ejemplo, Maxwell Jones,7 en sus
primeros trabajos con grupos grandes, dedicaba tres horas a la semana a
instruir a los pacientes sobre la estructura y el funcionamiento del sistema
nervioso central y la importancia de este material para los síntomas y los
problemas psiquiátricos. Klapman8 desarrolló una forma de terapia de grupo
didáctica para pacientes no hospitalizados en la que dictaba conferencias for­
males y hacía que estudiaran libros de texto. Marsh9 también les daba clases
a los grupos de pacientes y creó un ambiente de aula por medio de confe­
rencias, tareas y calificaciones.
Recovery, Inc. básicamente está organizada a lo largo de líneas didác­
ticas.10 Esta organización de autoayuda la fundó en 1937 el finado doctor
Abraham Low, y en 1974 tenía 1 030 grupos trabajando y una asistencia
regular de más de 12 000 individuos. La membresía es completamente volun­
taria y está integrada por individuos que se quejan de cualquier tipo de
problema psicológico. Los jefes de los grupos surgen de entre sus miembros
y, aunque no se imparte una orientación profesional formal, la conducta de
las reuniones fue muy estructurada por el doctor Low. Se leen en voz alta
y se discuten en cada reunión fragmentos de su libro de texto: Mental Health
Through Will Training.11 Las enfermedades psicológicas se explican mediante
unos pocos principios simples, que son memorizados por los miembros. Por
ejemplo, el síntoma neurótico es molesto, pero no peligroso; la tensión inten­
sifica y sustenta al síntoma y debe evitarse; la voluntad es la solución para los
problemas nerviosos del paciente, etcétera.
Malamud y Macho ver12 informaron respecto a un enfoque innovador
interesante organizado sobre una base didáctica. Organizaron “ talleres de
autocomprensión” que tenían unos veinte pacientes provenientes de la lista
de espera de las clínicas psiquiátricas. La meta del taller era preparar a los
pacientes para la psicoterapia de grupo, y consistía en quince sesionesi de dos
horas que se planeaban con cuidado para explicar las razones importantes
de las perturbaciones psicológicas y también los métodos de introspección.
I a técnica no sólo lograba preparar a los pacientes para un tratamiento pos-
lerioi, sino que demostró ser una modalidad de terapia eficaz; al final del taller,
mui líos pacientes se sentían bastante aliviados como para no necesitar otro
ti atamiento.
l os gntpos en las clínicas prenatales para madres primerizas18 y los
|i t I M i • H * I <4 I I l| t A I I I I II |l M I A 1)1 GRUPO

,. ii I ..... 1 i............. . 1. lo:. ( ucepos de Paz14 también


i. .. ..... i . . nt im. . i. .< i, i , im i \ |,i imcv.is madres les informan acerca
i i , i . i * i. •i ........ . i. i.......... i>i.t ir.no*, y psicológicos que están sufrien-
ili. i ................ o..i.i. i............. i......... n ales del parto, y se intenta eliminar los
ii i..... l,i . i., n. ia ni ni lonali haciendo un llamado a su razón. Los
i 1111.... .1. , mi. ....... a.. <1. lo:. <hn ipos de Paz a menudo usaron un enfoque
.1. |-m,i .mil. 11 mi la" ni c| i|uc :.c predecían y se examinaban la angustia y los
. onllitiir. que probablemente encontrarían en la nueva cultura. En mi trabajo
•<>ii lo. ( neipos de Paz encontré útil incluir a un miembro del personal del
país al que viajarían los reclutas. Él podía, mediante medios didácticos, des-
. nbii la cultura en forma realista, y eliminar de los voluntarios muchos temores
huí base.
Mr. colegas y yo hemos empleado un -tipo análogo de orientación antici-
p.idn pai a los pacientes psiquiátricos que van a entrar a una nueva cultura:
.1 guipo de psicoterapia.15 Al predecir los temores de los pacientes, al ofre-
r.'i|i", una esiructura cognoscitiva, les ayudamos a enfrentarse con más eficacia
al lioi I ruliuial” inicial. (Este procedimiento lo describo con detalle en el
( tipil iilo ix .)
I a iiisiiilición didáctica se ha empleado en diversos tipos de terapia de
.rnipo p.na tiansmitir información, para estructurar al grupo, para explicar
>1 pioicso tic la enfermedad. A menudó~funciona como la fuerza vinculadqra
• ...al del grupo hasta que empiezan a _op eraP cTfros_Tact o re s c u raüvo s. Sin
' mb.upo, la explicación y ’Ta'liclaración en parte funcionan como agentes
- malivie, dicaces por su propio derecho. El hombre siempre ha aborrecido la
uní iinlmubiv, y a través de los siglos ha anhelado ordenar su universo ofre-
- n ndo explicaciones, básicamente religiosas o científicas. Explicar un fenómeno
• . el |o uncí paso para controlarlo. Si una erupción volcánica la causa un dios
voh anu o ihsguslado, hay métodos para agradar y eventualmente controlar
al dio I'hieda l-romm-Rcichman15 subrayó el papel de la incertidumbre
. a la pioducción de la angustia. Señaló que la conciencia del individuo de
•Iiii no i*.*, su propio timonel, que sus percepciones y su conducta son contro­
lada . pin las fuerzas irracionales, en sí es una fuente importante de ansiedad,
h lome I■i a 11k, 17 ni un estudio sobre las reacciones de los estadunidenses
auii una énlermedad ( esquistosomiasis), poco familiar del Pacífico del Sur,
demo'.iio que la angustia secundaria que surge de la incertidumbre con fre-
i ni ni i.i causa mas llano que la enfermedad primaria. Algo similar sucede
ion lo. pacientes psiquiátricos: el temor y la angustia que .surgen de la incer-
lidmuhic de la fuente, el significado y. la gravedad de los síntomas psiquiá-
liiio-i pueden causal una disforia total, poi lo que la introspección eficaz se
\in lve ma . ililn il Ihii esto, la inslriieeión didáctica, al olrecer una estructura
y una i xpliiación, tiene mi v.doi ¡nliínseeo y merece un lugui en nuestro
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 29

almacén de instrumentos terapéuticos. (Véase el capítulo v donde hago un


examen más completo de este tema.)
A diferencia de la instrucción didáctica explícita del terapeuta, los consejos
directos de los miembros del grupo terapéutico aparecen sin excepción. En
los grupos de terapia interaccional dinámica esto es una parte invariable
de la vida temprana del grupo, y ocurre con tal regularidad que puede usarse
para calcular la edad de éste. Si observo a un grupo o escucho una cinta
electromagnética en que los pacientes con alguna regularidad dicen: “ Creo que
deberías. . . ” o “ Lo que deberías hacer. . . ” o “ ¿Por qué no haces esto?. . ” ,
razonablemente puedo afirmar que el grupo es nuevo, o que es uno más an­
tiguo y que se enfrenta con alguna dificultad que le ha impedido desarrollarse,
o se ve afectado por una regresión temporal. A pesar del hecho de que dar
consejos es común en la terapia de grupo interaccional temprana, recuerdo
pocos ejemplos en que una sugerencia específica relativa a algunos problemas
haya sido de beneficio directo para algún paciente."Sin embargo, en forma in­
directa^ el proceso de aconsejar más bien que el contenido del
consejo puede ser beneficioso, ya que implica y transmite un interés y una
preocupación mutuos. En otras palabras, lo importante no es el consejo dado
sino el hecho de que éste se dé.
La conducta de aconsejar o buscar consejos a menudo es una clave im­
portante para elucidar la patología interpersonal. Por ejemplo, el paciente que
de continuo busca ser aconsejado y recibir sugerencias de los otros sólcTpara
rechazarlos en últíma instancia, y frustrar a~los demás, es bien conocido porlos
terapeutas de_grupo. como el paciente, “ que se qneia v rechaza la avuda” 18
o el que dice “ S í.. . pero” 19 (véase el capítulo x i i ). Otros pacientes pueden
buscar llamar la atención y que los protejan pidiendo sugerencias sobre un
problema insoluble o que va se ha resuelto. Otros áfisórben los consejos con
una sed inagotable. Sin embargo, no tienen una actitud reciproca con los otros
que están igualmente necesitados. Algunos miembros del grupo se preocupan
tanto por conservar un papel de status elevado en el grupo o una fachada de
iría suficiencia que nunca piden ayuda en forma directa. Algunos muestran
una gratitud efusiva; otros no agradecen el favor, pero se lo llevan a casa,
como un hueso, para roerlo en privado.
Otros tipos de grupos, no interaccionalmente enfocados, usan explícita y
■lira /ment e las sugerencias y la orientación directa. Por ejemplo, los grupos
de salida (que preparan a los pacientes que salen de un hospital), Recovery,
Ine. y Alcohólicos Anónimos ofrecen considerables consejos directos. Los
gnipos de salida pueden examinar los sucesos de una visita del paciente a su
t a .a y le olieeen sugerencias para que adopte otra conducta. En Alcohólicos
Anónimos se usan la orientación y los lemas. Por ejemplo, se les pide a los
paelt niel» que guarden abstinencia en las siguientes 24 horas, sólo un día cada
K) LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO

vez Recovery, Inc. les enseña a sus miembros cómo “ detectar los síntomas” ,
“ mino borrar y retroceder” , “ ensayar y dar marcha atrás” , cómo aplicar eficaz­
mente la fuerza de voluntad.

El altruismo

II iy una antigua historia hassídica sobre un rabino que tuvo una conversación
con el Señor acerca del cielo y del infierno: “ Te mostraré el infierno” , dijo
el Señor, y llevó al rabino a un cuarto en medio del cual había una mesa gran-
<le y redonda. La gente, sentada alrededor de ésta, se sentía hambrienta y
.1. •.( .perada. En medio de la mesa había una gran olla con guisado, que bastaba
v .obiaba para todos. El olor del guisado era delicioso, y al rabino se le
in o ligua la boca. La gente alrededor de la mesa sostenía cucharas con mangos
nm\ Imgurí Todos descubrían que podían alcanzar la olla para servirse guisado,
i ......... Ii ludo .i que el mango de la cuchara era más largo que su brazo, no
|....|i ni llevarse el alimento a la boca. El rabino observó que sus sufrimientos
, ............ bles “ Ahora te enseñaré el cielo” , dijo el Señor, y fueron a otro
,, oiii que . i .i exactamente igual al primero. Había una mesa igual de grande
.. dolida, y la misma olla con guisado. Las personas, como antes, tenían las
.......11 i tu huías con mangos largos, pero estaban bien nutridas, gordas, reían
v piula aban. Al principio el rabino no pudo comprender. “ Es muy sencillo,
p. i.. n quine habilidad” , dijo el Señor. “ Mira, han aprendido a alimentarse
Ion iiiion a los otros.”
I ii los grupos de terapia los pacientes también reciben dando, no sólo
. .ano parte de la secuencia recíproca de dar y recibir, sino tambierTen el acto
mii inseco de dar. Los pacientes psiquiátricos que empiezan la terapia están
de .moiatizados y poseen un profundo sentimiento de no tener nada de valor
Iun a ofrecerle a los demás. Desde hace mucho se han considerado un estorbo,
v i s una experiencia consoladora y que exalta el amor propio descubrir que
pueden ser importantes para los otros.
Desde luego, los pacientes se ayudan enormemente los unos a_los otros,
en el desmeollo del grupo terapéutico. Ofreqen^apovo. seguridad, sugerencias,
Idem, y conipaiten problemas similares mutuos. Con frecuencia los pacientes
• .* ni lian y absorben las observaciones de Tos otros miembros con más facilidad
que la*, del terapeuta del grupo. Para muchos, el terapeuta conserva su iden-
lidiul de profesional pagado, pero pueden confiar en los otros miembros para
i ihiriii i i c ai a iones y retroalimentación espontáneas y sinceras. Cuando el pa-
, lente iei nenia el curso de la terapia, invariablemente le atribuye a los otros
mii minos haber sido importantes para su mejoría; si no por haberle dado un
npoyo y consejos deliberados, por lo menos por haber estado allí y haberle
pi i mil ido al paciente eonoeci a sí mismo poi medio de su rclución mutua.
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 31

Este factor curativo también es usual en otros sistemas psicoterapéuticos.


Por ejemplo, en las culturas primitivas al paciente a menudo le encargan la
tarea de preparar una fiesta o prestarle algún servicio a la comunidad.20 El
altruismo desempeña una parte importante en el proceso curativo en los san­
tuarios católicos, como Lourdes, donde el enfermo no sólo reza por sí mismo,
sino por los otros. Se afirma que Warden Duffy declaró que la mejor manera
de ayudar a un hombre es permitirle que nos ayude. La gente necesita sentirse
necesaria. He conocido a ex alcohólicos que continuaron sus contactos con
Alcohólicos Anónimos durante años después de que lograron la abstinencia
completa; un colaborador me dijo que había contado la historia de su caída
y de su posterior recuperación por lo menos un millar de veces.
La fuente de la ayuda no es apreciada al principio. Al contrario; muchos
pacientes se resisten a las sugerencias del grupo terapéutico, preguntando:
“ ¿Cómo puede un ciego guiar a otro ciego?” , o inquieren: “ ¿Cómo pueden
ayudarme otros tan confundidos com o yo? Terminaremos destruyéndonos
todos” . El análisis de este sentimiento por lo general revela que el paciente
en realidad quiere decir: “ ¿Qué puedo ofrecerle a los demás?” Esta resistencia
a integrarse al grupo se maneja mejor dirigiendo la autoevaluación crítica del
paciente.
Hay otro beneficio más sutil, inherente al acto altruista. Muchos pacientes
se encuentran inmersos en un ensimismamiento morboso, que toma la forma
de una introspección obsesiva o de un esfuerzo desesperado por “ realizarse”
a sí mismos. Pero la autorrealización o el significado en la vida no pueden
lograrse por medio de un esfuerzo consciente deliberado. Estoy de acuerdo con
I Vankl21 en que estas cualidades pueden surgir, pero no buscarse con éxito,
y que son un fenómeno derivado que aparece en nuestro panorama periférico
cuando nos hemos trascendido, cuando nos olvidamos de nosotros para absor­
bernos en alguien ( o en algo) fuera de nosotros. La terapia de grupo, im­
plícitamente, le enseña a sus miembros esta lección y les ofrece una nueva
I* i s|>cct iva contrasolipsística.

La recapitulación correctiva del grupo fam iliar prim ario

■luí excepción, los pacientes entran a la terapia de grupo con la historia de una
. iperiencia muy insatisfactoria de su primer y más importante grupo: el de
I . I.iti iiIi.i pi linaria. El grupo se parece a la familia en muchos aspectos, y
mui líos grupos son dirigidos por un equipo de coterapia masculino-femenino
■n un delibeiado esfuerzo poi simular muy estrechamente la configuración de
Im . piitlies Dependiendo de su mundo supuesto (modelado en gran medida
l>..i ais punirían experiencias lanilliarrs) los miembrod interactúan con los
12 i o s I A< TOKI S CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO

jefes y los miembros del grupo como antes interactuaron con sus padres y sus
hermanos. Hay una infinita variedad de patrones: pueden depender desespe­
radamente de los jefes de grupo, a los que les atribuyen conocimientos y
poderes irreales; pueden desafiar a los jefes a cada paso, porque consideran
que obstruyen su desarrollo autónomo o que les arrebatan su individualidad;
pueden intentar dividir a los coterapeutas y propiciar desacuerdos o rivalidades
entre los dos; pueden competir acremente con los otros miembros en un es­
fuerzo por acumular atención y cuidado de los terapeutas; pueden buscar
aliados entre los otros miembros en un esfuerzo por destruir a los terapeutas;
pueden renunciar a sus propios intereses en un esfuerzo en apariencia desinte­
resado por apaciguar o ayudar a los otros miembros.
Obviamente, el mismo principio funciona en la terapia individual. Sin
embargo, la diferencia es que el grupo ofrece.un mayor número y conjuntos
de posibilidades de recapitulación. En uno de mis grupos una paciente que
había permanecido silenciosamente molesta durante un par de reuniones, se
quejó del hecho de que ella no estaba en una terapia individual. El grupo
no podía satisfacer sus necesidades y ella no podía hablar en las reuniones;
pero sabía que podría hablar francamente de ella en una conversación privada
con el terapeuta o con cualquier otro de los miembros del grupo. Cuando la
presionaron, la paciente descubrió su ira porque, en una reunión reciente,
a otro miembro lo habían recibido con afecto al regresar de unas vacaciones.
Ella también hacía poco había regresado de unas vacaciones, pero no había
recibido la correspondiente recepción afectuosa del grupo. Además, a otro
paciente lo habían alabado por ofrecer una importante interpretación a un
miembro; en cambio ella había hecho una afirmación muy similar semanas
antes, y ésta pasó inadvertida. Durante algún tiempo también había notado
su creciente resentimiento por tener que compartir su tiempo con el grupo; se
sentía impaciente mientras esperaba tomar la palabra y se sentía disgustada
cuando no le prestaban atención. Todas estas experiencias obviamente tenían
una larga historia y estaban profundamente enraizadas en sus primeras rela­
ciones con sus hermanos. Todas estas cosas no constituyen una crítica válida
de la terapia de grupo; al contrario, el formato de grupo fue en especial va­
lioso para ello, ya que le permitió que surgiera su envidia y su necesidad
de atraer la atención. En la terapia individual estos conflictos particulares
surgen muy tarde, si acaso sucede esto; el terapeuta siempre está presente,
y se supone que debe dedicarle todo su tiempo al paciente, y éste no debe
compartir con nadie la hora de la terapia ni al terapeuta.
Lo importante no es sólo que los primeros conflictos familiares sean reca­
pitulados, sino que se reviyan rnrrpp.tivnrppnm N o debe permitirse que las
j^elaciones^gueJnhiben el desarrollo- se “ congelen" como el sistema rígido e im
^penetrable que caracteriza la estructura de muchas familias. I'.n vez de esto.
LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 1l

los estereotipos de la conducta deben desafiarse continuamente, y en forma


constante deben alentarse las reglas básicas de la prueba~3e la realidad, el
análisis de las relaciones, y ensayar nuevas conductas. Para muchos paciente1.,
puesTresolver un problemacon los terapeutas y con otros miembros del grupo
también significa resolver asuntos que han estado pendientes desde h¡nr
mucho. (Cuán explícito necesita ser el análisis del pasado es un tema rom
piejo y controvertido, que trataremos en el capítulo v.)

D esarrollo de las técnicas de socialización

l'l aprendizaje social, el desarrollo de las capacidades sociales básica:.. • ■ un


laetor curativo que opera en todos los grupos de terapia, aunque el tipo <1.
c apacidades que se enseñan y lo explícito del proceso varían mucho •*r "
el tipo de terapia de grupo que se aplique. Por ejemplo, algunos grupos qm
preparan a los pacientes para salir a la calle, después de que han perinauct ni.,
hospitalizados mucho tiempo, o en adolescentes, pueden enfatizar sobo la
importancia en desarrollar el trato social. Enseñan a desempeñar pápele
para que los pacientes aprendan a entrevistarse con sus posibles pal rom:, paia
olicitar un empleo, o para que el adolescente aprenda invitar a builm a
mía muchacha. En la terapia dinámica de grupo, con reglas básicas que alien
i,m la retroalimentación franca, los pacientes pueden obtener mucha iiiloim.i
-ion sobre su conducta social inadecuada. Por ejemplo, pueden enleiaisc «I.
ii tendencia desconcertante a evitar mirar a la persona con la que conven.m,
o pueden enterarse de la impresión que causa en los otros su actitud orgullos.i
y despótica, o de otros hábitos sociales que, desconocidos para ellos, han
minado sus relaciones sociales. Para los que carecen de relaciones íntimos.
.1 grupo a menudo representa la primera oportunidad que tienen de lecihii
letronlimcntación interpersonal exacta. Por ejemplo, un paciente que con
obsesión introducía detalles infinitos, minuciosos e irrelevantes en su convei
ación social, comprendió esto por primera vez en el grupo de terapia. Duianli
muchos anos sólo había advertido que los demás lo evitaban o bien sus|x ndiim
mis contactos sociales con él. Obviamente, la terapia implica mucho m i
que un sencillo reconocimiento y una alteración deliberada de la conducta
tu ial; pero, como veremos en el capítulo m, estos logros no solo son beiic
líelos marginales; ; menudo son muy insliumentales en la fase inicial di I
t timólo terapéutico.
( on frecuencia se advierte que los mirmbios antiguos del grupo de Iciapta
adquieren practicas sociales muy complejas Aprenden a vivii cu .uiuoiila
tu el proceso (véase el capitulo v ) apiciulen cómo sci ulllcs paia lev. ('líos,
adquieren rnelodos pala icsolvei conílleloN, \c sienten menos Intimados a ju/.gin
14 ION I A< K ) K I ‘. < I tu.M I v o s IN IA TERAPIA DE GRUPO

•i los <l» m i:, y pueden •.ruin y expresar una empatia completa. Desde luego,
estas capacidades los ayudan en sus futuras interacciones sociales.

La conducta de imitación

L o s terapeutas que fuman pipa a menudo engendran pacientes que fuman pipa.
I n la psicoterapia los pacientes pueden sentarse, caminar, hablar y hasta
I" nsai como sus terapeutas. En los grupos el proceso imitativo es más difuso,
ya que los pacientes pueden modelarse con algunos aspectos de otros miem-
l*i * del grupo y también con los del terapeuta. Lo importante de la conducta
d< imitación en el proceso terapéutico es difícil de medir, pero la investiga-
•i-mi psicológica reciente sugiere que quizá hemos subestimado su importancia,
li'indin.i ■' quien desde hace mucho declaró que el aprendizaje social no
pía d< explicarse adecuadamente como un refuerzo directo, ha demostrado
d. un modo experimental que la imitación es una fuerza terapéutica eficaz,
fot r|t mplo, lu tratado con éxito a una gran cantidad de individuos con fobia
• lm M i l i - l ú a s , pidiéndoles que observen cómo su terapeuta maneja una
■uli lúa En la terapia de grupo no es muy raro que un paciente se beneficie
oh .. i vamlo la terapia de otro paciente que tiene una constelación de proble-
m.r. símil.ues, fenómeno que por lo general se llama terapia “ vicaria” o “ de
. .pcrtador” ' l Aunque la conducta imitativa específica dure poco, puede
limeionai para ayudar a “ descongelarse” al individuo experimentando nuevas
conductas. De hecho, no es muy raro que los pacientes en la terapia represen-
leii. por decirlo así, partes de la conducta de otra gente, y después la aban­
donen por ser algo que no les gusta. Este proceso puede tener un efecto
leí apéulico sólido; descubrir qué no somos es un proceso que sirve para des-
eubrii qtlé somos.

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LOS FACTORES CURATIVOS EN LA TERAPIA DE GRUPO 35

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Am. J. Psychiat., 101: 292-299, 1944.
8 J. W. Klapman, “The Case for Didactic Group Psychotherapy”, Dis. Nerv. Sys., 11:
35-41, 1950.
9 L. C. Marsh, “Group Therapy and the Psychiatric Clinic”, J. Nerv. Ment. Dis., 82:
381-390, 1935.
10 H. Wechsler, “The Self-Help Organization in the Mental Health Field: Recovery,
Inc.— A Case Study”, J. Nerv. Ment. Dis., 130: 297-314, 1960.
11 A. A. Low, Mental Health Through Will Training (Boston: Christopher Publishing
House, 1950).
12 D. I. Malamud y S. Machover, Toward Self-Understanding: Group Techniques in
Selt-Confrontation (Springfield, 111.: Charles C. Thomas, 1965).
13 C. W. F. Burnett, A Textbook of Obstetrical Nursing (Oxford: Blackwell Scientific
Publications, 1964), pp. 88-92.
14 G. Caplan, Principies of Preventive Psychiatry (Nueva. York: Basic Books, 1964).
15 I. D. Yalom, P. S. Houts, G. Newell, y K. H. Rand, “Preparation of Patients for
Group Therapy: A Controlled Study”, Arch. Gen. Psychiat., 17 : 416-427, 1967.
10 F. Fromm-Reichman, Principies of lntensive Psychotherapy (Chicago: University
of Chicago Press, 1950).
17 J. Frank, “Emotional Reactions of American Soldiers to an Unfamiliar Disease”,
Am. J. Psychiat., 102: 631-640, 1946.
18 F. Frank et al., “Behavioral Patterns in Early Meetings of Therapy Groups”, Am. J.
Psychiat., 108: 771-778, 1952.
19 E. Berne, Games People Play (Nueva York: Grove Press, 1964).
30 J. Frank, Persuasión and Healing, A •Comparative Study of Psychotherapy (Nueva
York: Schocken Books, 1963).
21 V. Frankl, The Will to Meaning (Cleveland: World Publishing Press, 1969).
22 A. Bandura, E. B. Blanchard, y B. Ritter, “The Relative Efficacy of Desensitization
muí Modeling Approaches for Inducing Behavioral, Affective, and Attitudinal Changes”,
J Personal. Soc. Psychol.
2n A. Bandura, D. Ross, y S. Ross, “Vicarious Reinforcements and Imitative Learning”,
J. Abnorm. Soc. Psychol., 67: 601-607, 1963.
24 J. L. Moreno, “Psychodramatic Shock Therapy”, Sociometry, 2: 1-30, 1939.
II. APRENDIZAJE INTERPERSONAL

E l aprendizaje interpersonal, como yo lo defino, es un factor curativo amplio


y complejo que representa en la terapia de grupo algo semejante a los factores
curativos de la terapia individual, com o la introspección, el funcionamiento
de la transferencia, la experiencia emocional correctiva y otros procesos
singulares en el ambiente del grupo. Para definir el concepto de aprendizaje
interpersonal y para describir el mecanismo que influye en el cambio terapéu­
tico del individuo, primero necesito examinar estos tres conceptos: 1) La
importancia de las relaciones interpersonales; 2) la experiencia emocional
correctiva, y 3) el grupo como un microcosmo social.

La im portancia de las relaciones interpersonales

Cuando estudiamos a la sociedad humana descubrimos que, sin considerar


el campo que abarquemos, las relaciones interpersonales desempeñan un papel
crítico. Ya sea que investiguemos la amplia historia de la evolución humana
o examinemos el desarrollo de un solo individuo, siempre estamos obligados a
estudiar al hombre en la matriz de sus relaciones interpersonales. Como Ham-
burg1 señaló, hay datos que provienen del estudio de las culturas humanas
primitivas y de los primates no humanos que muestran que el hombre siempre
ha vivido en grupos que se han caracterizado por una relación intensa y
persistente entre sus miembros. La conducta interpersonal del hombre ha sido
claramente una adaptación evolutiva; sin vínculos interpersonales intensos,
positivos, recíprocos, la supervivencia del individuo y de la especie no habrían
sido posibles. Bowlby,2 en sus estudios sobre las primeras relaciones de la
madre y el hijo, también concluye que el establecimiento de vínculos es inhe­
rente a nosotros. Si a la madre y al niño los separan, ambos sufren una
marcada angustia que acompaña a la busca del objeto perdido. Si se prolon­
ga la separación, la consecuencia será proporcionalmente profunda a ésta.
Goldschmidt,* basándose en una revisión exhaustiva de las evidencias etno­
gráficas, afirma:

El hombre por su naturaleza está sometido a la existencia social. Por ello inevi­
tablemente tiene el dilema de favorecer sus propios intereses o reconocer los
del grupo al que pertenece. Si este dilema puede resolverse, se hará porque
el propio interés del hombre puede satisfacerse mejor entregándose a sus neme
jantes |..,| La necesidad de un afecto positivo significa que cada persona bus
ca respuestas en su medio ambiente humano l'.slo quiza puede eonsidei ni se un
36
APRENDIZAJE INTERPERSONAL \1

hambre no distinta de la de alimentos, pero más general. En las diversas sil nació
nes esto puede expresarse como un deseo de contacto, de reconocimiento, «I*-
aceptación, de aprobación, de estima o de dominio [.. .] Cuando examinamos
la conducta humana descubrimos que las personas no sólo viven en sístemn
sociales, lo que significa que viven reunidas, sino que también actúan para lognii
la aprobación de sus semejantes.

Similarmente, hace ochenta años, William James dijo: “ No sólo somos


animales gregarios a los que les gusta estar en presencia de sus scmejunli
sino que tenemos una propensión innata a ser advertidos, y a su vistos lavo
rablemente por nuestra especie. No puede imaginarse un castigo mas diaboih..
si éste fuera físicamente posible, que el individuo se moviera libremente m 11
sociedad, pero que pasara absolutamente inadvertido para todos sus um m
bros.” 4
El pensamiento de todas las escuelas modernas de psiquiatría se basa m l-«
interpersonal, pero ninguna es tan explícita y sistemática como la teoría inlu
ixusonal de la psiquiatría de Harry Stack Sullivan. Las formulaciones d«
Sullivan son muy útiles para comprender el proceso terapéutico del guipo
Un examen amplio de su teoría interpersonal de la psiquiatría obviumeiili
sobrepasa el campo de este libro. Remito al lector a las obras de Sullivan1' "
o (debido a que a menudo su lenguaje es oscuro) a una lúcida revisión de .us
contribuciones.7 Sin embargo, mencionaré unos cuantos conceptos clave, Sulll
van sostiene que la personalidad es casi por entero un producto de la iiilrnu
non con otros seres humanos significativos. La necesidad humana de eslai
intimamente relacionados unos con otros, es tan básica como cualquiei neceru
dad biológica, y (considerando el prolongado periodo de la infancia indelen
sa) resulta asimismo necesaria para sobrevivir. A medida que el nino se desium
lia, en su busca de seguridad, tiende a hacer énfasis en sus rasgos y aspectos
que son aprobados, y tiende a negar o a reprimir los aspectos desnpiobmlos
I■vcntualmente, el individuo desarrolla un concepto de sí mismo (autoduu
mismo) que se basa en esa aprobación por parte de otros seres significativos

l’iiede decirse que el yo está integrado por evaluaciones reflejadas. Si « Mu


lucían principalmente derogatorias, como sucede cuando un nino no « s deseado
m ainado, un niño que lia caído en manos de unos padrastros «pie no se Inleo
..ni milmenlc OH él como hijo; como lie afirmado, si el auloduiamiíano «si »
lulegiado poi una experiencia piineipalnieiile derogatoria, esto foméntala l.« I10M1
Hilad, las evaluaciones desdeñosas aceica de la otra gente, y producirá evaluado
ni . hostiles y desdeñosas de si mismo.11

hulhvaii usó »l lenuino "«lisloislón puittlnikn" pañi clcsciilui la pmeli


el,id lili Iiiilivnliiii a dlslOIMOIim MI pC 11 ep« ii m (Ir los o l i o s I Imi d Isi o l .11*111
18 APRENDIZAJE INTERPERSONAL

pnnitáxica ocurre en una situación interpersonal cuando alguien se relaciona


ron otra persona basándose no en los atributos reales de la otra, sino total o
principalmente en una personificación que existe principalmente en su fantasía.
I i distorsión paratáxica es similar al concepto de transferencia, pero tiene
nn alcance más amplio. No sólo se refiere a la relación en la terapia, sino a
todas las relaciones interpersonales. No sólo incluye la simple transferencia
dr las actitudes de las figuras de la vida real, sino también distorsiona la
realidad inlcrpcrsonal en respuesta a las necesidades interpersonales.*
I as distorsiones interpersonales tienden a perpetuarse. Un individuo puede,
mediante un descuido selectivo, distorsionar su percepción de otra persona;
asi es que puede percibir incorrectamente a la otra como una figura dura
v que rechaza. Además, el proceso se complica porque puede desarrollar
, i i d n . límente rasgos de manierismo y conductuales, por ejemplo, servilismo,
hostilidad defensiva, o desprecio, que eventualmente harán que los otros se
i. la- lina n con él como él lo desea. El término “ profecía realizada” se ha apli-
- i.ld a este fenómeno. ' J
, un Stillivan, las distorsiones paratáxicas básicamente pueden modificarse
.....i....... la validación consensual, comparando las propias evaluaciones inter-
|i. i Mínales con las de los otros. Esto nos lleva al concepto de Sullivan del
pi.i.. .i t« i.ipéiilico. “ La psiquiatría es el estudio de los procesos que incluyen
,, , des.molían entre las personas.” 9 Los desórdenes mentales, la sintomato-
l..j-ia psiquiátrica, en todas sus variadas manifestaciones, se traduce en términos
mi* ipeisonales y se trata conforme a esto. “ El término desórdenes mentales
si iclieie a los procesos interpersonales inadecuados a la situación en que
la peísona está integrada, o son excesivamente complejos debido a que las
p. r.onns que sufren delirios también están integradas a las situaciones. Esto
implica a veces una mayor ineficiencia de la conducta; con esta conducta
la pcisuna busca la satisfacción que requiere.” 10 Según esto, el tratamiento
pslquiáliico debe intentar corregir las distorsiones interpersonales, y así permi­
tí! h al individuo tener una vida más plena, colaborar con los otros, obtener
•aillsfacciones interpersonales en el contexto de las relaciones interpersonales
i enlistas, mutuamente satisfactorias. “ El individuo logra la salud mental en la
medida en que tiene conciencia de sus relaciones interpersonales.” 11 La cura
phlquiáliica es “ la expansión del yo para lograr el efecto final de que el pa­
líenle como se conoce a sí mismo sea en gran parte la misma persona que el
paciente que actúa ante los otros” .12
Así la terapia es ampliamente interpersonal en sus metas y en sus medios.

* Alumno nu origon es diferente, la transferencia y la distorsión parnttbdca pueden


i iniilitri ni ríe Idénticas en su Iuní ioiuuuiculn. Mu. líos terapeutas hoy illa usan el téiml
no (i iiiedei- m in" puta deiioinlum tollas las distorsiones inlerpeisolíales, y no soto
Ilililí «til su uso a la i elación entre el teiapeula y el paciente (véase el capitulo vi)
APRENDIZAJE INTERPERSONAL 39

Los pacientes de la terapia de grupo, entre el tercer y sexto mes de ésta,


a menudo cambian sus metas terapéuticas.13 Su meta inicial, el alivio del
sufrimiento, se modifica, y posteriormente se ve remplazada por nuevas metas,
por lo general de naturaleza interpersonal. Así las metas de esperar alivio
de la angustia o la depresión cambian a desear aprender a comunicarse
con los otros, a confiar más y a ser más sinceros con los otros, a aprender
a amar. Una de las primeras tareas del terapeuta es propiciar este cambio
de los síntomas y volverlos proyectos interpersonales. En el capítulo ix des­
cribo la preparación sistemática del nuevo paciente de terapia de grupo y la
enfoco explícitamente a esta tarea.
La afirmación de Sullivan del proceso y de las metas generales de la tera­
pia está claramente de acuerdo con los fines de la terapia de grupo interac-
cional. Sin embargo, enfatizar que el paciente comprenda el pasado, en el
desarrollo genético de las situaciones interpersonales inadecuadas, puede ser
menos crítico en la terapia de grupo que en el ambiente individual en el
que trabajaba Sullivan (véase el capítulo v ).
El destino profesional de Sullivan fue similar al de muchos otros innova­
dores. La comunidad conservadora reaccionó ante sus ideas ignorándolas al
principio, después atacándolas, y por último asimilándolas de tal manera que
se olvidó su naturaleza innovadora. La teoría de las relaciones interper-
sonales en el presente es una parte, tan integral del pensamiento psiquiátrico
que casi no necesita subrayarse. La documentación empírica sobre la natu-
i iloza crítica de las necesidades sociales del hombre es voluminosa. Por
ejemplo, considérense los estudios sobre la viudez en que el esposo sobrevi­
ví! nlc ha mostrado sufrir una incidencia mayor de enfermedades físicas,14
i nlVmiedades mentales15 y una mayor tasa de mortalidad.16
I a gente necesita a la gente para la supervivencia inicial y la posterior,
Imi a la socialización, para buscar la satisfacción. Nadie trasciende su nece-
Mtlml de contacto humano, ni el moribundo ni el paria ni el poderoso.
Recientemente dirigí a un grupo de pacientes, y todos tenían alguna forma
•v.in/.ada de cáncer. En repetidas ocasiones me sentí conmovido por la idea
<i< que, ante la muerte, no tememos tanto a la nada, ni a la no existencia,
« mimo ¡i la gran soledad que la acompaña. Las preocupaciones del paciente
moiihiindo a menudo son principalmente interpersonales. L o deprime sentirse
ili.tndonadn, hasta rechazado, por el mundo de los vivos. Por ejemplo, una
i..... ule hizo planes para dar una gran fiesta social nocturna y esa mañana
upo que mi cáncer, que hasta entonces lo tenían controlado, había hecho
mi lint.cas I lla guardó la información en secreto y dio la fiesta, con el horri-
M. pensamiento de que el dolor de su enfermedad sería tan insoportable
•pe ir vnlveiiu menos humana, y finalmente no la aceptarían sus amistades.
I loy de ai tirulo con Klibln Koss1' en que la cuestión no es informarle
>10 Al'l l NI >1/ \ 11 IN l I R l ’ l K S O N A L

i. m>> al pariente, Mili) romo informarle 11 anca y sinceramente sobre su estado.


M pariente sirmpir esta iníoimado en su interior de que está muriendo,
poi la actitud y por el alejamiento de los que lo rodean.
Su agonía a menudo lo separa de sus seres más cercanos. Ellos protegen
0 alientan con una apariencia alegre a sus amigos. Evitan la conversación
morbosa a tal grado que crean un amplio abismo entre ellos y los “ vivos” .
Los médicos a menudo mantienen alejados a una distancia psicológica conside-
lable a los enfermos de cáncer muy avanzado, probablemente en un esfuerzo
por enfrentarse al miedo que les causa su propia muerte, su sentimiento de
rulpo, de limitación e inutilidad. Después de todo, no pueden hacer nada. Sin
embargo, los pacientes en ese momento necesitan más al médico, no por su
ayuda técnica, sino por su mera presencia.
l o ningún otro lado he visto retratada más conmovedoramente la terri-
hli soledad de una persona que agoniza que en la película de Bergman
• v su s u r r o s, donde el espíritu de una mujer recientemente fallecida le
1tuti i una persona viva que permanezca a su lado. Lo que necesitan es el
"ni m i" podei locar a los otros, hablar con franqueza de sus preocupaciones,
>|n> I. ir. iir i den que no sólo están “ aparte” sino que también forman “ parte
d i"
I I pana, quiñi a menudo cree que está tan acostumbrado al rechazo que
ii m i n.idadr1. intei personales se han vuelto muy insensibles, también tiene
ti. 1 1 ■•ild.ulr. ■.ocíales urgentes. Una experiencia reciente en una prisión me
••<..id., vivamciilr la naturaleza omnipresente de esta necesidad humana.
I hi ir. meo en psiquiatría sin adiestramiento me pidió que lo ayudara con
ii riiipo di limpia compuesto de doce presos. Todos los miembros del grupo
.i.ni i. uir ¡drilles recalcitrantes, cuyos delitos iban desde la violación sexual
' i.ilmla di una menor hasta el asesinato. Él se quejaba de que el grupo era
paMvo y persistía en dedicar su atención a temas sin relación con el grupo.
\irpir observar a su grupo, y le sugerí que primero obtuviera alguna infor­
ma. mu soriomélrica, pidiéndole a cada miembro en privado que ordenara
a lodos los miembros del grupo según su “ popularidad general” . (Y o esperaba
qur la discusión de este tema induciría al grupo a centrar su atención en sí
mi iiiii ) Aunque habíamos planeado discutir estos resultados antes de la si-
gulenli sesión de grupo, algunas circunstancias inesperadas nos impidieron
liaen niirslia consulta previa. En la siguiente reunión del grupo el terapeuta
•nlusinslii, pero aun sin habilidad e insensible a las necesidades interperso-
iial. . decidió qur sencillamente leería los resultados de la encuesta de popu­
la! nl.nl l l guipo inició la reunión en un estado de ánimo agitado y, sintiéndose
i bu ainciilr asustado y amenazado, pronto manifestó en forma explícita que
un .1. . aba ronoeri los irsultadoK de la encuesta. Varios miembros hablaron
i . h. inruii inrntr dr una posible devastación, porque suponían que podrían
APRENDIZAJE INTERPERSONAL 41

aparecer en el último lugar de la lista, y el terapeuta rápida y permanente­


mente abandonó su plan de leer en voz alta la lista. Le sugerí otro plan: que
Ic pidiera a cada miembro que indicara al individuo cuya opinión le importaba
inás cm-^l-grupo-^v que explicara por que. Esto también resultó demasiado
amenazador, y sólo una tercera parte de los miembros del grupo se atrevieron
a opinar. Sin embargo, el grupo cambió su actitud a un nivel interaccional y
desarrolló un grado de tensión, participación y alegría antes desconocido,
listos seres humanos habían recibido un mensaje de rechazo definitivo de la
sociedad; eran prisioneros, estaban segregados, y explícitamente catalogados
como parias. Para el observador casual esta gente, entre toda la gente, parecía
insensible, endurecida e indiferente a las sutilezas de la aprobación y desapro-
bación interpersonal. Sin embargo, les interesaba esto, y profundamente.
I .i) qeres idad de aceptación y de convivencia con los otros no es diferente
cu los que están en el polo opuesto de la fortuna humana, los que ocupan los
l>ii meros escañosHiTpoder, d e la fama o la riqueza. Una vez atendí tres años
a una paciente muy rica. Los principales temas giraban alrededor del abismo
dorado que había entre ella y los otros. ¿La estimaban por sí misma o por
■mi dinero? ¿Era constantemente explotada por los otros? ¿Con quién podría
i|iicjarse de la carga que constituía para ella una fortuna de veinte millones
di dólares? Si mantenía su identidad o su riqueza en secreto, ella sentía que
. ometía un fraude. ¿Cómo podía darle a los demás regalos apropiados sin
i|iie se sintieran desilusionados o asustados? No necesitamos desarrollar este
punió. La soledad que experimenta la gente importante es muy conocida. (Estas
. spe riendas, entre paréntesis, no son irrelevantes para la terapia de grupo.
I n el capítulo vi examinaré la soledad inherente al papel del jefe del grupo.)
Estoy seguro de que todo terapeuta de grupo ha tenido pacientes que
pi. leuden ser indiferentes o estar desvinculados del grupo. “ No me importa
Iu que digan o piensen o crean de mí. Ellos no significan nada para mí. No
e ,peto :i los otros miembros.” O usan palabras semejantes. Mi experiencia
mi indica que si puedo mantener a estos pacientes en el grupo suficiente
te mpo. inevitablemente surge otro aspecto. Se sienten profundamente preocu-
p.ulos poi d grupo. Fhieden soñar al grupo, sentir una gran angustia antes
d> I,.. i i-uniones, sentirse demasiado conmovidos después de las reuniones
p n .1 podrí manejar su automóvil hasta su casa o para dormir esa noche. A
i i i i .i pariente que había mantenido una actitud indiferente durante muchos
un m i i i i . i vez le pidieron que le hiciera al grupo su pregunta secreta, la pre-
1*11111.1 qur mas le gustaría hacerle. Ante el asombro de todos, preguntó: “ ¿Có­
mo pueden sopor tai me?” líl paciente no se muestra indiferente mucho tiempo
mili lo . olios miembros del guipo. Eos pacientes no dejan la terapia de grupo
di Indo ,il alMiiiiinienlo, Sirnlrn desprecio, temor, desaliento^ vergüenza, pánicó,
mllo. sirnlrn euiilcsquicia di estas rosas, |h - i o no indiferencia. 1
I' A l’I T N I »l/ A 1 1 I N I I U r i K S O N A L

lu resumen, lic im>.*. k visado algunos aspectos del desarrollo de la per­


sonalidad, H funcionamiento tic la psicopatología, y el tratamiento psiquiá-
11 desde el pimío de vista de la teoría interpersonal. Muchos temas que
liemos expuesto aquí tienen una importancia vital en el proceso curativo
en la terapia de grupo: el concepto de que las enfermedades mentales emanan
de las relaciones interpersonales perturbadas, el papel de la validación con­
sensual en la modificación de las distorsiones interpersonales, la definición del
proceso terapéutico como una modificación para adaptar las relaciones inter-
peisolíales, y la naturaleza y la potencia duraderas de las necesidades sociales
del hombre.

La experiencia em ocional correctiva

I ii i'MP I-Van/, Alcxander, cuando describió el mecanismo de la qura psico-


iiiiilno i introdujo el concepto de “ la experiencia emocional correctiva” .
a iii ni" <|u< el principio básico del tratamiento era “exponer al paciente, en-'
i, , io (instancias más favorables, a las situaciones emocionales que no había
, 11.1. , m.iuejiii en el pasado. El paciente, para recibir ayuda, debe tener^
iiiiu i -ipi iieiieiu emocional correctiva apropiada para reparar la influencia
i, i de ln experiencia previa”.18 Alexander subrayó la importancia de
i, , o. m i.i emocional; la introspección intelectual sola no basta. Además, la
, , n, m <1,1 mee.mismo curativo es la prueba de la realidad que la acompaña.
I i |,.h lente, aunque interactúe afectivamente con el analista de un modo dis-
.... .ido debido a la transferencia (o a una distorsión paratáxica) gradual-
ni, ni, llega a tener conciencia de que “ estas reacciones no son adecuadas
, |,i, m acciones del analista, no sólo porque él (el analista) es objetivo, sino
i.mibicn debido a que él es lo que es, una persona por su propio derecho.
No mui convenientes para la situación que hay entre el paciente y el terapeuta,
v iamblen son inadecuadas para las relaciones interpersonales comunes del
pudente en su vida diaria”.19
I '.ios principios básicos de la terapia (la importancia de la experiencia
emocional en la terapia, y que el paciente descubra lo inadecuado de sus
,rm ,•iones interprrsonalcs en la prueba de la realidad) también son críticas
,'m i . i i xpeí inicia terapéutica de grupo. De hecho, el ambiente del grupo ofrece
, oportunidades para generar experiencias emocionales correctivas; en el
mibiniie individual la experiencia emocional correctiva, aunque valiosa, difí-
, límenle si- produce debido al aislamiento y a la irrealidad de la relación entre
, I pudente v el terapeuta. De hecho, Alcxander sugiere que el analista quizá
,|, |>, km un acloi y desempeñar un papel para crear el ambiente emocional
,1, .„ ,ulo 111 l'innk y Ascliei 11 describieron dos experiencias emocionales corree-
(iv,iN en la terapia de grupo que alteraron significativamente el curso de la
APRENDIZAJE INTERPERSONAL 43

terapia de los pacientes que participaban. En cada una de estas experiencias


la aparición del incidente crítico la propiciaron tres procesos terapéuticos: el
apoyo, el estímulo del afecto y la prueba de la realidad. Los pacientes deben
tener bastante apoyo del grupo para que deseen expresarse sinceramente y
para que después analicen el incidente. El grupo ofrece considerable estímu­
lo para activar las actitudes nocivas: “ la competencia por el médico, las luchas
por el status, las diferencias de los antecedentes y los puntos de vista de los
pacientes, las reacciones de la transferencia ante los otros miembros del grupo,
etcétera.21 Además, el grupo, debido a las reglas básicas de la sinceridad de
expresión, ofrece una amplia oportunidad para la validación consensual.
En un estudio reciente13 sobre veinte pacientes que tuvieron éxito en la
terapia de grupo, le pregunté a cada uno si podía recordar algún incidente
en la terapia que le hubiera parecido crítico, o que lo considerara el más
útil en la terapia. Un incidente crítico no es sinónimo de “ factor curativo” ,
pero evidentemente los dos están relacionados, y puede aprenderse mucho
examinando los sucesos importantes. De los veinte pacientes, sólo dos no
pudieron recordar un incidente crítico; los otros 18 recordaban un total de
H) de estos incidentes. Casi invariablemente en el incidente había participado
otro miembro del grupo, rara vez el terapeuta, y estaba muy cargado de
emoción.
El tipo más común de incidente informado, y también los dos descritos
por Frank y Ascher, incluían la repentina expresión de fuertes sentimientos
de ira u odio del paciente hacia otro miembro. En cada caso se había mante­
n i d o la comunicación, la tormenta había disminuido y el paciente había tenido
mi sentimiento de liberación de sus restricciones internas, un aumento de su
. .ipacidad de analizar más profundamente sus relaciones interpersonales.
I as características comunes de estos incidentes críticos eran:

I I I paciente había expresado fuertes afectos negativos.


.V Esta expresión era una experiencia única o nueva para él.
\ No había ocurrido la temida e imaginada catástrofe; nadie había partido
m se bahía muerto, ni el techo se había caído.
•! I a prueba de la realidad le había permitido al paciente comprender que
rl alecto que expresaba era inadecuado en intensidad o en dirección o que su
aniei ioi negativa a expresar afecto era irracional; podía haber obtenido o no algún
conocimiento de la fuente de la distorsión o de la negativa anterior.
’> I I paciente había podido interactuar más libremente y analizar sus rela­
ciones inlerpersonales con mayor profundidad.

I I .cguntlo tipo más común cíe incidente crítico también incluye un afecto
\leonino, pero en estos casos, un alecto positivo. Por ejemplo, un paciente
. qul/oidn coi lió a consolar . 1 un paciente angustiado que había abandonado
APRENDIZAJE INTERPERSONAL

l.i habitación del grupo; más tarde dijo que se había sentido profundamente
al. i lado porque había podido cuidar y ayudar a otra persona. De manera
amilai otros afirmaron que habían descubierto que estaban vivos o que se
M iiii.m en “ contacto” consigo mismos. Estos incidentes tenían en común las
siguientes características:

1. II paciente expresaba un fuerte afecto positivo, lo que era poco común en él.
No ocurrió la temida catástrofe imaginada; no fue rechazado, ni se bur-
I.non de él, ni se lo comieron, ni los otros resultaron dañados con su muestra
do alecto.
V I I paciente descubrió una parte antes desconocida en él, que le había per-
mil alo relacionarse con los otros en una nueva dimensión.

I sin (uvera categoría más común de incidente crítico era muy similar
i la segunda Los pacientes recordaban un incidente, que por lo general
iii* lilla .1 descubrimiento de sí mismos, que los impulsaba a participar más
•n >1 i'iiipn Por ejemplo, un paciente antes retraído, que había faltado a un
p i» d. i..... ....... le reveló al grupo que deseaba desesperadamente oírlos decir
'in. li. lili>iau eeluulo de menos durante su ausencia. Otros también de una
m i......... . di olía francamente le pidieron ayuda al grupo.
Pina n sumir, la experiencia emocional correctiva en el grupo de terapia
pm di tuici varios componentes:

I M.r, una lucilo expresión de emoción dirigida interpersonalmente y la cual


I Ipi ese nía mi riesgo que corre el paciente.
' l I grupo lo apoya bastante para permitirle que corra este riesgo.
i I n prueba de la realidad le permite al paciente examinar el incidente con
la iiyud.i de la validación consensual de los otros miembros.
I 11av un reconocimiento de lo inadecuado de ciertos sentimientos y de la
conducta iuterpersonales o de lo inapropiado de ciertos actos interpersonales
i|tir se lililí evitado.
- Se lóm enla básicamente la capacidad individual para interactuar con otros
nni . profunda y sinceramente.

I ,ia i u i I i i i alr/a dual del proceso terapéutico es de importancia funda-


mi nial e insistiremos cu ésta una y otra vez en este libro. La terapia es una
i pr ni una e m o c i o n a l y c o r r e c t i v a . Debemos sentir algo vigorosamente, p e r o
la m b ie n lic it e m o s , poi medio de nuestra facultad de razonar, comprender las
Imputaciones de esa experiencia emocional. Esta formulación tiene una relé­
vala i.i diret la ron el concepto del “ aquí y el ahora” , un concepto clave de
la iriapia de guipo que examinaremos con profundidad en el capítulo V. Alio
i a ,olo i - pondir la premisa basiea cu el grado en que la terapia de grupo
eMluque el aquí y el aluna, amurilla su podrí y eficacia. I'eio enloctil el
APRENDIZAJE INTERPERSONAL 45

“ aquí y el ahora” (lo que está sucediendo en esta habitación en el presente


inmediato) es un enfoque dual (de dos sentid o s !: los miembros del grupo
se perciben^entre sí de la manera más espontánea v sjncera posible v también^
reflexionan sobre esa experiencia. El vínculo de la introspección~^"crucial
sjfse desea que la experiencia sea terapéutica. Como veremos en nuestro exa­
men de la tarea de! terapeuta (capítulo v ) , la mayoría de los grupos tienen
poca dificultad para entrar en la corriente emocional del aquí y del ahora;
l a j tarea del Jteramuta consiste en dirigir al grupo ha c ia e l aspecto intros­
p ectivo de este proceso.
El falso supuesto de que una experiencia emocional vigorosa es, en sí,
una fuerza suficiente para cambiar, es seductora y también venerable. La
psicoterapia dinámica moderna fue concebida en ese mismo error, como
cuando Freud y Breuer en su libro de 1895 sobre la histeria22 describieron
su método de tratamiento catártico. Estaban convencidos de que la histeria la
causaba un suceso traumático ante el cual el individuo no respondía en forma
plena emocionalmente. Ya que la enfermedad la producía un afecto reprimido,
el tratamiento consistía en expresar la emoción nonata. Poco tiempo después
Freud reconoció que la expresión emocional, aunque necesaria, no bastaba
para el cambio. Las ideas que Freud descartó, que eliminó con indiferencia,
fueron la semilla de muchos movimientos psicoterapéuticos muy culteranos
de hoy día. Por ejemplo, a mediados de la década de 1970 el tratamiento
catártico vienés de fin de siécle continuaba insistiendo en el llanto primario,
en la bioenergética, en la integración estructural, y continuaba teniendo va­
lidez para muchos practicantes de la terapia Gestalt y para los jefes de los
gnipos de encuentro poco cuidadosos.
Mis colegas y yo23 recientemente realizamos una investigación intensiva
del proceso y el resultado de muchas técnicas de encuentro ultramodernas
(véase el capítulo xiv, donde hago una descripción completa de esta inves-
ligación), y nuestros descubrimientos le ofrecieron un gran apoyo a los com­
ponentes duales emociónales-intelectuales del proceso psicoterapéutico.
Exploramos, de varias maneras, la relación entre cada experiencia de un
miembro en el grupo y su resultado. Por ejemplo, le pedimos a cada miembro
que reflexionara retrospectivamente en los aspectos de su experiencia de
guipo que consideraba más pertinentes para su cambio. Además, le pedimos
(luíanle el curso de la sesión (al final de cada reunión) que describiera el
.meso de esa reunión que había tenido más importancia para él personal-
minie. Cuando relacionamos el tipo de suceso con el resultado, obtuvimos
■,oí préndenles resultados que negaron muchos estereotipos comunes sobre
loi. ingredientes básicos de la experiencia del grupo de encuentro con éxito.
Aunque la experiencia emocional (expresai y sentir un vigoroso afecto, des-
i ubi o m a a mismo, din y reeibii rclronlimenlación) se consideró muy impor
46 APRENDIZAJE INTERPERSONAL

tante, no había diferencia entre los miembros del grupo que tuvieron éxito
y los que no lo tuvieron. En otras palabras, los miembros que no habían
cambiado o que incluso habían tenido una experiencia destructiva podían,
como los miembros con éxito, darle un gran valor a los incidentes emo­
cionales del grupo.
¿Qué tipos de experiencia distinguen a los miembros con éxito de los que
no se curan? Había una evidencia muy clara de que era esencial el compo­
nente cognoscitivo- los miembros con éxito adquirían información o un cono­
cimiento personal. Estos descubrimientos ocurrieron en los grupos dirigidos
por jefes que no le daban mucha importancia al componente intelectual,
lo cual confirma vigorosamente que éste forma parte del núcleo, y no de la
fachada, del proceso del cambio.

El grupo com o m icrocosm o social

Un grupo libremente interactivo, con pocas restricciones estructurales, con el


tiempo se transformará en un microcosmo social de los miembros partici­
pantes. Con esto quiero decir que, si se les da bastante tiempo, todos los pa­
cientes empezarán a ser ellos mismos, a interactuar con los miembros del gru­
po como interactúan con otras personas en su esfera social, a crear en el grupo
el mismo universo interpersonal que siempre han habitado. En otras palabras,
los pacientes empezarán a mostrar su conducta interpersonal inadecuada en el
grupo. N o necesitan describir su patología, tarde o temprano la expondrán
ante el grupo.
Este concepto es de enorme importancia en la terapia de grupo y consti­
tuye la piedra fundamental sobre la que descansa todo nuestro enfoque de la
terapia de grupo. Esto es muy aceptado por los clínicos, aunque la percepción
y la interpretación de cada terapeuta de los sucesos del grupo y su lenguaje
descriptivo están determinados por su escuela. Los freudianos pueden consi­
derar que los pacientes manifiestan sus necesidades orales, sádicas o masoquis-
tas en su relación con los otros miembros; los clínicos correctivos pueden ver
un “ fraude” o una conducta exploradora; ciertos psicólogos sociales pueden
ver múltiples actitudes de dominio, afecto o intrusión; los discípulos de Karen
Homey24 pueden considerar que la persona resignada, pasiva, pone a actuar
sus energías de manera no comprometida e indiferente, o que la persona
arrogante-vengativa lucha por demostrarse a sí misma que tiene razón al
mostrar que los otros están equivocados; los adlerianos pueden hablar más de
una conducta compensatoria y se muestran muy inclinados a observar la con­
ducta de posición ordinal (la hermana más joven, el hermano mayor, etcétera).
Lo importante es que, sin considerar el tipo de anteojos conceptuales
APRENDIZAJE INTERPERSONAL 47

que usen los terapeutas observadores, el estilo interpersonal de cada miembro


posteriormente aparecerá en sus transacciones con el grupo. Algunos estilos
de vida tienen mayores posibilidades inherentes de fricción interpersonal y se
manifestarán en el grupo con más rapidez que otros. Por ejemplo, los iracundos
que son vengativos, que juzgan duramente, que son autodestructivos, o muy
coquetos, pronto generarán una considerable estática interpersonal en el grupo
Sus patrones de mala adaptación social serán vistos con claridad mucho ¡mies
que los de los individuos que tienen problemas iguales o más graves <|m
por ejemplo, pueden explotar sutilmente a los otros o pueden logra i la mil
midad hasta cierto punto, pero luego se alejan con pánico. La larca inicial
de un grupo por lo general consiste en enfrentarse a los miembio . .uva
patología es más interpersonalmente extrovertida. Algunos eslilos i■ii<i j >•i
sonales se vuelven muy claros en una sola transacción, otros en una ola
reunión del grupo, mientras que otros requieren meses de observación pata
ser comprendidos. El desarrollo de la capacidad de identificar y de obicm i
una ventaja terapéutica de la conducta interpersonal inadecuada, cnm.. .
observa en el microcosmo social del grupo pequeño, es una de las pmicipali
tareas de un programa de adiestramiento para psicoterapeulas de grupo Alga
nos ejemplos clínicos pueden volver más gráficos estos principios.

U na gran d am a. La señora Cape, músico de profesión, de 27 irnos de edad


doseaba la terapia básicamente debido a su conflicto matrimonial que liahía du
rado varios años. Se había sometido, sin resultados, a una terapia individual y
de exploración hipnótica. Informó que su marido era un alcohólico que •.< n u,.
a tener relaciones sociales, intelectuales o sexuales con ella. Entonces el guipo,
como algunos grupos lo hacen, podría haber investigado su matrimonio inlnml
dablemente. Podría haber escuchado la historia completa del cortejo, la ovoltit irtu
del conflicto, la patología de su marido, sus razones para casáis© con él, •!
papel de ella en el conflicto; el grupo podría haberle dado consejos puta qm
adoptara nuevas conductas, para que so separara durante algún tiempo o pnimi
non teniente, pero todo habría sido on vano. Este enfoque no sólo ignota el po
tendal singular de los grupos de terapia, sino que también se bina en la pmulna
muy cuestionable de que el relato de un paciente sobre su matrimonio e* luis
tanto preciso. Los grupos que funcionan así no sólo no pueden nyudiu a un
paciento determinado, sino que también se desmoralizan a. medida que el guipo
tiene conciencia de su impotencia.
A medida que observamos la conduela de la señora ('upo en el guipo, din u
luimos varios patrones interesantes. Primero, su entrada triunfal, Nlenqui cinco
o dic/ minutos larde, Ataviada con un trajo flempre distinto, llamativo; cnfinhu
a veces arrojando besos, c inmediatamente empezaba n hablar, sin ImpoHuili
que algún otro miembro del guipo estuviera a mitad de una liase o de una pa
labia l ile ría mi unn ulstuo rn brillo Su punto di vista eiu tan sollpsíslltn qm
illa no concebía que el guipo pudiera liabei existido antes de su Hígada
48 APRENDIZAJE INTERPERSONAL

Después de unas cuantas reuniones, la señora Cape comenzó a hacerle regalos


al grupo: a una mujer obesa le dio un ejemplar de la dieta Mayo; a una mujer
con estrabismo, el nombre de un buen oftalmólogo; a un paciente homosexual le
obsequió una suscripción de la revista F ie ld and S tream (para masculinizarlo).
A un varón virginal, de 24 años de edad, lo presentó con una amiga de ella
divorciada. Poco a poco resultó evidente que los regalos no eran gratuitos.
Por ejemplo, se entremetía en la relación entre el miembro del grupo y su amiga
divorciada sirviendo gratuitamente como tercera en discordia. Al hacer esto
ejercía un dominio considerable sobre ambos.
Sus esfuerzos por dominar pronto colorearon todas sus interacciones con el
grupo. El terapeuta se convirtió en un desafío para ella y realizó varios inten­
tos para dominarlo. El terapeuta, por casualidad, recibió en consulta a la her­
mana de la señora Cape y la envió con un terapeuta competente, un psicólogo
clínico. En el grupo la señora Cape lo felicitó por su “brillante táctica” de en­
viar a su hermana con un psicólogo; y le dijo: “debe haber adivinado su profun­
da aversión por los médicos” . Similarmente, en otra ocasión, el terapeuta le
hizo un comentario, y ella respondió: “ Qué observador es usted, pues ha adverti­
do que mis manos tiemblan” . De hecho el terapeuta no había adivinado la
supuesta aversión por los médicos que sentía la hermana, sencillamente la había
enviado con el mejor terapeuta que conocía; tampoco había observado que sus
manos temblaban. La trampa estaba puesta: si el terapeuta silenciosamente acep­
taba su tributo, entonces él y la señora Cape se volverían cómplices; por otra
parte, si admitía que no había advertido el temblor de las manos o la aversión
de la hermana, entonces en cierto sentido también se habría visto derrotado. En
estas situaciones, el terapeuta debe concentrarse en el proceso y comentar la
naturaleza y el significado de la trampa. (Diremos mucho más acerca de la téc­
nica terapéutica relevante en el capítulo v.)
Ella compitió con el terapeuta de muchas otras maneras. Bien dotada intui­
tiva e intelectualmente, se convirtió en la especialista del grupo en la interpre­
tación de los sueños y de las fantasías. En una ocasión visitó al terapeuta entre
las sesiones del grupo para preguntarle si podía pedir prestado a su nombre un
libro de la biblioteca médica. En un aspecto la petición era razonable: el libro
(sobre terapia musical) estaba relacionado con su profesión. Además ella, como
lega, no podía usar la biblioteca. Sin embargo, en el contexto del proceso del
grupo la petición era compleja, porque ella estaba probando los límites y, si
se lo permitían, esto habría significado para ella y para el resto del grupo, que
ocupaba un “lugar especial” ante el terapeuta y los otros miembros. El terapeuta
le aclaró estas consideraciones y le sugirió que examinara más eso en la si
guíente sesión. Sin embargo, después de este rechazo, ella invitó a su casa
a los tres miembros masculinos del grupo. Después de hacerles jurar que guarda
rían el secreto, convino verse con dos de ellos, e inició con ambos una relación
sexual. Fracasó con el tercero, un homosexual, sólo después de un lena/ intento.
La siguiente reunión fue horrible; extraordinariamente tensa, improductiva y
demostró este axioma (que se examinará mas larde): si algo impelíanle en
APRENDIZAJE INTERPERSONAL <!')

el grupo se evita activamente, no puede tratarse ninguna cosa importante. Don


días más tarde, la señora Cape, abrumada por la angustia y la culpa, pidió
hablar con el terapeuta en privado e hizo una “confesión” plena. Aceptaron
que ese asunto debía discutirse en la siguiente reunión del grupo. Esta reunión
la inició la señora Cape, quien dijo: “Éste es un día de confesiones. Adelanii
Charles.” Después agregó: “ Es tu turno, Louis.” Los hombres actuaron como
ella les indicó, y más tarde en la reunión hizo una evaluación crítica de su desem
peño sexual. Después de la sesión la señora Cape accidentalmente le permitió i
su singular marido enterarse de este hecho y pronto él les envió mensajt • ana
nazantes a los hombres del grupo. Entonces creyeron que no podían ya eonh.u
en la señora Cape, y se decidió por votación que ella abandonara el guipo >
la única ocasión que he tenido noticia de que esto suceda. (Ella continuo , n leí i
pia con otro grupo.) La saga no terminó allí, pero quizá esto es sute n m. p u i
ilustrar el concepto del grupo como microcosmo social.
En resumen, la señora Cape claramente mostró su patología inlei peí s. mal mi
el contexto del grupo. Su narcisismo, su necesidad de adulación, su un. sal id
de dominio, su relación sádica con los hombres (todo el trágico panol.mi.i .....
ductual). Por último, empezó a recibir una retroalimentación ciítica, en.nulo
los hombres hablaron de su profunda humillación y de su ira por líala i "salí ai"
a través del aro” para ella y por haber recibido “calificaciones" ele su di .•m
peno sexual. Afirmaron: “ No es extraño que tu marido te rehuya". .......... ..
quiere acostarse con su madre?” , etc. Las pacientes y el terapeuta (ambir....... ..
partieron sus sentimientos acerca del desarrollo tremendamente desltuclivu di
su conducta, tanto para el grupo como para ella. Lo más importante, tuvo qui
enfrentarse a este hecho: había empezado en el grupo una relación con vmi"
individuos con problemas, que estaban ansiosos de ayudarse mutuamente, y qin
llegó a querer y a respetar. Sin embargo, en el curso de un año ella halua m v
nenado su medio ambiente y, contra sus deseos conscientes, se había emivci tldo
en una paria, en un extraño de un grupo de amigos potcncinlinente intimo
l id're ni ¡use y analizar estos temas en las siguientes terapias le pennilió cu pain
cambiar y emplear gran parte de su potencial constructivamente en mi s lulma
relaciones y actividades,

/ / h o m o s ex u a l tím id o. El señor Plaggc, un empicado de ?.H anos de edad


deseaba reeibii terapia debido a que sentía que su vida había "llegado a un
alto total", se había vuelto constreñida y estaba estancada; repetidamente si lia
lua visto envuelto en relaciones homosexuales insatisfactorias, "enlrimn |n
. •.piolaban en su trabajo, pero era demasiado tímido pata aluinaise, y se sentía
iiiiiy angustiado e inseguro como pura buscai liahajo en olía paite Su actividad
•Hiial cía exclusivamente homosexual y no mostraba deseos de eiunhiai su
Icndeni la
I n .1 guipo su pai lieipiu ión pionlo tomó un patrón cniacln Utico, luleive
nía aniiiiailamente en he. discusiones sexuales y u velaba con llanque/,i ,u vida
■ iiial tul una Sin embal go, a memulo no ptu lieipaba (luíanle laigus |n|eivulos
I | .1 1)01 I lagge mita a le baila pugnólas a los olios pacientes ni, desde luego
JO APRENDIZAJE INTER PERSONAL

parecía compartir ninguna de sus alegrías, actividades o intereses. Sólo cuando se


mencionaba el sexo, el señor Flagge se despertaba, iluminado como si hubieran
locado un interruptor maestro, y surgía de su mundo árido. El grupo advirtió
i-.io después de que convivió con el señor Flagge en las sesiones durante muchas
••emanas. Un día un miembro le dijo: “ Primero eres un homosexual y des­
pués un ser humano.” Otros miembros estuvieron de acuerdo y de varias maneras
Ir hicieron ver al señor Flagge su espacio vital restringido y trivial que él
había creado para sí mismo. Él se había aislado de todo, y sólo le quedaba una
estrecha banda de la experiencia humana: sus amigos, sus conversaciones, su
vida sentimental y su campo de intereses.
Un día en el grupo, un miembro hizo una observación denigrante acerca de
un amigo del señor Flagge, con quien lo había visto pasear esa semana y con­
tinuó haciendo observaciones muy insultantes sobre los “ raros” en general. El
señor Flagge se sonrojó, pero no comentó nada y el incidente se olvidó cuando
el grupo se dedicó a otro tema importante. Sin embargo, el señor Flagge faltó a la
siguiente reunión, y una sesión después informó que por primera vez durante
meses se sentía muy despierto sexualmente y que había recorrido incansablemente
los bares de homosexuales, los parques, los baños turcos, y los excusados pú-
IiIikis después de la última reunión del grupo. Además, le describió al grupo,
con mucho detalle, el tipo de sexo “enfermo” al que se había dedicado, incluso
las perversiones como la coprofagia y las prácticas sadomasoquistas grotescas. El
guipo era maduro, sofisticado, pero era más de lo que podía soportar y respon­
dió con aversión y rechazo. Cuando analizamos el proceso de estos sucesos, el
palron pareció claro. El señor Flagge, en vez de expresar su gran ira con el otro
miembro del grupo (el blanco apropiado) reaccionó de un modo característico.
Se entregó a un ciclo de actividades que él personalmente consideraba degra-
dantes. Además, se castigó aún más comportándose en el grupo de tal manera
que provocó el rechazo y la burla. Esta introspección resultó profunda para el
señor Flagge y fue muy importante para su problema presente: su incapacidad
de afirmarse, de exigir, de evitar ser explotado. Parecía tan temeroso de ex-
piesar su ira que buscó la seguridad simbólicamente en la autodegradación.
¿Quién podría temer o dañar a un hombre completamente arruinado? El se-
nor Flagge con posterioridad enfrentó su ira ante el grupo, la dirigió al blanco
adecuado, y sobrevivió. El incidente fue crítico para él y para sus consecuencias
posteriores en el mundo exterior. Las principales dificultades interpcrsonales del
señor Flagge, por consiguiente, se manifestaron en su relación con los miembros
del grupo. Su participación limitada, su valoración excesiva de las bases se­
xuales de las relaciones, su temor a afirmarse, y su manera inadecuada de enfren­
tarse a su ira dirigiéndola contra él, todo esto lo descubrió ante el grupo y
quedó disponible para el análisis y el cambio.

L o s h o m b r e s (¡ue n o p od ía n sen tir. El señor Stcclc buscó la terapia por un


solo problema agudamente delineado: “ Deseo podei senliime sexualmente es
tnniilado poi una mujer" Inlugmlo por este enigma, el grupo busto la lespuesla
APRENDIZAJE INTER PERSONAL 51

Investigaron su vida infantil, sus hábitos sexuales, sus fantasías, y finalmente


sintiéndose frustrados, abandonaron este tema. A medida que la convivencia con­
tinuó en el grupo, el señor Steele, que asistía regularmente, parecía en especial
impasible. Hablaba en un tono monótono y parecía totalmente insensible a las
penas de los otros. Por ejemplo, en una ocasión, una mujer con gran angustia
anunció entre sollozos que estaba embarazada ilegítimamente y que planeaba que
le hicieran un aborto prohibido por la ley. Durante su relato también mencionó,
incidentalmente, que había tenido un “ mal viaje” de marihuana. El señor Steele,
aparentemente inconmovible ante sus lágrimas, insistió en preguntarle en forma
intelectual sobre los efectos de la marihuana, y se sintió asombrado cuando el
grupo le reprochó su insensibilidad. Ocurrieron tantos incidentes similares que
el grupo no esperaba que él mostrara ninguna emoción. Cuando le preguntaban
directamente acerca de sus sentimientos, él respondía como si le hubieran hablado
en un idioma extranjero. Después de algunos meses el grupo le dio una nueva
respuesta a su pregunta a menudo repetida: “ ¿Por qué no puedo tener sentimien-
los sexuales con una mujer?” Le pidieron que considerara en vez de esto, por qué
no podía te n e r n ingún tip o d e sen tim ien to con los hombres ni con las mujeres.
I.os cambios en su conducta ocurrieron muy gradualmente y esto se logró me-
(liante una investigación de sus expresiones de afecto autonómicas. El grupo se
preguntaba acerca de sus frecuentes sonrojos faciales; él afirmó que sentía ten-
Mim gástrica durante los episodios cargados de emoción que surgían en el
guipo. En una ocasión una muchacha muy voluble en el grupo lo llamó “ mal­
dito viejo” , y dijo que ella no podía tener tratos con un individuo “ psicológica­
mente sordo y ciego” y amenazó con abandonar al grupo. El señor Steele de
nuevo permaneció impasible, afirmando que no deseaba “ rebajarse a su nivel” ,
'.m embargo, a la semana siguiente le dijo al grupo que después de la reunión
,e había marchado a casa y había llorado como un niño. Cuando recordó el
i ni-.o de su terapia, esto pareció ser un punto crítico, y gradualmente pudo sen-
111 y expresar tristeza, temor e ira con los otros. Su papel dentro del grupo
. am bló dei de una mascota tolerante al de un compañero aceptado.
I n otro grupo, Ed, un ingeniero de 47 años había acudido a la terapia de­
l u d o a su soledad y a su incapacidad de encontrar una compañera conveniente.
No irma amigos varones y había tenido relaciones cortas e insatisfactorias con
imi i)i ic, a las que no respetaba y que invariablemente lo rechazaban. Ed tenía
mi buril ludo social, un gran sentido del humor, y al principio fue muy apre-
i ido |uii los oíros miembros. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo y que
lo miembros del grupo profundizaron en sus relaciones mutuas, Ed se quedó
■o i hasta i1 1 it* su experiencia en el grupo se pareció mucho a su vida social
i <o i i iIr r ,ir I I aspecto mas obvio de la conducta de Ed era su limitado en-
i... 11o oirii.ivo con las mujeres Dirigía su mirada principalmente a sus senos o
. ur. mliepici mis Iadoraba su atención de una manera v o y erista en la vida
. mmI (Ir rila , las soluciones que sugería eran típicamente de naturaleza simple
. Mil \ los bombn-s en el guipo los consideiaba competidores odiosos y los
. n i iba (luíanle meses no piulo Irnci una sola tinnsacciún con un hombre.
\ri.| N1)1/ A II IN I lili PERSONAL

No podía apiri i.o lo. vínculos y en su mayor parte consideraba a la gente


desee hable. Por ejemplo, una mujer describió la fantasía obsesiva que sufría
cuando su novio se demoraba: él podía haber muerto en un accidente automovi-
Iíst ico. vSu respuesta fue asegurarle que ella era joven y atractiva y que tendría
muy pocos problemas para encontrar otro hombre por lo menos de igual ca­
tegoría. Siempre le asombraba que los miembros se sintieran mortificados por la
ausencia temporal de uno de los coterapeutas o, más tarde, por la inminente
partida definitiva de la terapeuta. Sin duda habría hasta entre los estudiantes una
terapeuta igual de competente. (De hecho, él había visto en el pasillo a una psicó­
logo sin portabustos, a la que aceptaría con gusto como terapeuta.) Expuso esto
más brevemente cuando describió su necesidad de afecto mínimo diario; con el
tiempo llegó a ser claro para el grupo que la identidad del proveedor de este
mínimo diario era menos importante que la confiabilidad y la regularidad del
suministro de la corriente de afecto.
I’oi ello, la primera fase del proceso terapéutico del grupo evolucionó: la
. iinducía interpersonal típica de Ed se mostró en el grupo. No se relacionaba con
!>■ litios, pero los usaba como equipo, como objetos para satisfacer sus nece-
ii.indi vitales. Pronto recreó en el grupo su universo interpersonal habitual, so-
......... . volvió muy aislado en el grupo: los hombres le pagaban con la misma
■i'..... i ' .o indiferencia total; las mujeres no se sentían estimuladas por la pers-
i•••11vu de servir como abastecedoras de su necesidad de afecto mínimo diario.
\ he. .|iii Inisi aba en especial, lo rechazaban por sus atenciones que se limi-
I ot XIII al MOHO.

I A l i ItSONA Y SU AMBIENTE DE GRUPO: LA INTERACCIÓN DINÁMICA

il,iv un intercambio rico y sutil entre el miembro del grupo y el medio am­
ia. ni. de éste. A la vez modela y responde a su microcosmo social. Cuanto
in.r. inleracüic cada miembro espontáneamente, más variado será el medio
ambiente y mayor la posibilidad para cada miembro de que el tema proble­
mático sea tratado.

Poi ejemplo, Andrcw, un joven paciente grave, entró al grupo debido a una
depuslón que lo invalidaba y a un estado subjetivo de desintegración. Sus sínto­
mas los bahía intensificado la amenaza de ruptura de la pequeña comunidad
ni que vivía. Andrcw por lo general sentía una gran angustia cuando lo deja­
ban nulo Desilo hacía mucho se sentía afectado por la ruptura de las unidades
mu leales; diñante muchos años había creído que su tarea era mantener reunida
a mi explosiva familia. Desde bacía mucho había nutrido la fantasía de que su
boda pioducíría la reunión y la reconciliación permanente de las varias facciones
que balita entre sus parientes.
I n el guipo, Anilrew, a veces durante semanas seguidas, trabajaba en forma
niiivi y cómoda en íuens do conflicto importantes pcio menores Periódicamente,
APRENDIZAJE INTER PERSONAL 53

ciertos sucesos en el grupo avivaban su principal preocupación y le producían


una conflagración de angustia. A menudo Andrew se sentía muy desconcertado
cuando los miembros estaban ausentes. Al final de la terapia, recordó haberse
sentido tan abrumado por la ausencia de alguien que con frecuencia no podía
participar en toda la sesión. Cuando un miembro pensaba terminar la terapia,
Andrew también se sentía preocupado y podía esperarse que ejercería una pre­
sión máxima en el miembro del grupo para que continuara en éste sin importar
los intereses del miembro. Cuando los miembros formaban un subgrupo y tenían
contactos fuera de la reunión del grupo, Andrew se sentía angustiado ante la
amenaza a la integridad del grupo. Él deseaba la uniformidad y la seguridad
pero, de hecho, el surgimiento de las vicisitudes inquietantes hizo posible que
sus principales áreas de conflicto se expusieran y que entraran en la corriente del
trabajo terapéutico.

No sólo el grupo pequeño ofrece un microcosmo social en el que la


conducta mal adaptada de los miembros se muestra claramente, sino que
también se convierte en un laboratorio en el que se puede, a menudo con
ri.in claridad, comprender la dinámica de la conducta. El terapeuta no sólo
\i■ la conducta, sino también los sucesos que la estimulan y, a veces, lo que
. . más importante, las reacciones de los otros.

I eonard entró al grupo con un problema importante de pereza. Consideraba


i .ia un problema y una explicación. “ Explicaba” sus fracasos profesionales y
.oí ialcs; "explicaba” su desaliento, depresión y alcoholismo. Sin embargo, era
una explicación que oscurecía la explicación significativa. En el grupo llegó
a sei bien conocida la pereza de Leonard. Servía como su suprema resistencia
i imnclo todas las otras resistencias habían sido vencidas. Cuando los miembros
n ahajaban arduamente con Leonard y parecía que una parte de su carácter neu-
miieo estaba a punto de ser desenraizada, Leonard encontraba maneras para
demorar el trabajo del grupo. “No quiero ser molestado hoy por el grupo.
I ir nuevo trabajo es de vida o muerte para mí. Estoy colgando exactamente
.1. Ins dedos. No muevan el bote. Después de la última reunión me tomé el
i>i Imei trago en meses” , etc. Las variaciones eran muchas, pero el tema era
( oíIante.
Un día Leonard anunció un paso importante, en el que había trabajado desde
11 iK ia mucho tiempo; había dejado su empleo y había obtenido un nuevo tra-
ha|o de profesor, Sólo tenía que dar un paso: obtener un certificado de
, n .rnan/.i, y sólo era cuestión de llenar un formulario que requeriría unas dos
li.aas de trabajo Sin embargo, no pudo hacerlo. Se demoró hasta que casi había
ir i minado el tiempo, y quedándole sólo un día de plazo le informó al grupo de
(•do v lamentó la inneidad de su demonio personal: la pereza. Todos en el
r i upo, incluso el terapeuta, sintieron un Inerte deseo de sentar a Leonard, po-
(Iblrmenlr lia.la en el regn/o, coloeai una pluma entre sus dedos y guiar su
m.itiii ,i lo lingo de l,i loi uta dr solicitud tipa paciente, el miembro más matei
u APRENDIZAJE INTERPERSONAL

nal del grupo, hizo exactamente eso: se lo llevó a su casa, lo alimentó y lo


guió de la mano para que llenara la forma de solicitud.
C"uando empezamos a repasar lo que había sucedido, pudimos advertir qué
era su pereza: una súplica plañidera, anacrónica, por encontrar a su madre.
Muchas cosas quedaron en su lugar: la depresión de Leonard (otro tipo de
súplica de amor y aún más desesperado), su alcoholismo y su hambre com­
pulsiva.

Creo que el punto principal es bastante claro: si el grupo es conducido de


eu ii;i manera que los miembros puedan comportarse de un modo no incons-
i lente, más vividamente, presentarán su patología ante el grupo. Además, en el
(liama vivo de la reunión del grupo, el observador entrenado tiene una opor­
tunidad única de comprender la dinámica de la conducta del paciente.

IÍL RECONOCIMIENTO DE LOS PATRONES CONDUCTUALES


EN EL MICROCOSMO SOCIAL

N-.t. . «pie en el incidente que incluía a Leonard, la clave vital fue la reacción
.....i. >imi de los miembros y de los jefes del grupo. Estas reacciones emo-
. 1.iludir ,on datos valiosos e indispensables que no deben ser pasados por
dio o ailii :.tmiados. Cuando el terapeuta o los otros miembros del grupo se
i. nten enojados con un paciente, o explotados, o exprimidos, o aplastados,
.. intimidados, o aburridos, o temerosos, o cualquiera del infinito número
di malicias como una persona puede sentirse ante otra, éste es un dato, es un
fi aj’iucnto de la verdad sobre la otra persona, y debe tomarse muy seriamente.
•i los sentimientos producidos en los demás son muy discordantes con los
. utimicntos que al paciente le gustaría engendrar en los otros, o si los sen­
timientos surgidos, aunque deseados,^cómo en el ejemplo de Leonard, obvia-
mentfl Inhiben el desarrolló, en esto se encuentra una parte importantedeT
pioblcmn del paciente, y el terapeuta debe dedicar su atención a este fenómeno.
Muy muchas complicaciones inherentes en esta tesis. La más obvia es
que una reacción emocional vigorosa a menudo no se debe a la patología
en el sujeto, sino a la patología del que reacciona. Por ejemplo, si John, un
vnión seguro, firme, le produce fuertes sentimientos de intensa envidia o de
amargo resentimiento o de pánico homosexual a Edward, difícilmente puede
concluirse que la reacción es un reflejo de la patología de John. Así el terapeuta
hum a la evidencia confirmatoria, en las reacciones de los otros miembros, en
Ion pailones que se repiten durante algún tiempo y, significativamente, el leía
pciiln examina m is propias leaeciones emocionales.
I )c ninguna manera las reacciones dr los pacientes, hasta las de los que
m encuclillan muy peí turbados, deben ignoraise Primero, estas icaei iones
APRENDIZAJE INTER PERSONAL 55

contienen una información valiosa para el sujeto: siempre hay un núcleo


de realidad hasta en la reacción irracional más exagerada. Además, el paciente
perturbado puede ser una fuente valiosa, exacta, de retroalimentación en otros
momentos (ningún individuo es muy conflictivo en todas las áreas). En última
instancia, una reacción idiosincrásica contiene mucha información acerca del
que reacciona. Este último punto es importante y conduce a un axioma básico
para el terapeuta de grupo: en un sentido general todos en el grupo están
expuestos al mismo estímulo. Por consiguienteTlas diferentes reacciones entre
los miembros del grupo deben explicarse basándose en el significado individual
de este estímulo para cada persona. Por ejemplo, todos en el grupo pueden
estar expuestos a la acción de la misma persona dominante, monopolista.
Los miembros, según la estructura de su carácter, reaccionarán en forma muy
diferente ante esta persona, reaccionarán con una aceptación amable, con
furia impotente, o hasta con un enfrentamiento directo. O considérense ciertos
aspectos estructurales de la reunión de grupo: los miembros tienen reacciones
marcadamente diferentes para compartir la atención del grupo o~del terapeuta,"
0 para expresarse, o para ayudar a lo so tro sflSniringún otro punto se advierte
con tanta claridad esto que en el fenómeno de la transferencia, en las reaccio-
iies ante el terapeuta. Los diferentes miembros consideran al mismo terapeuta
amable, frío, como alguien que rechaza o acepta. Comprender las bases de
estas distintas reacciones siempre produce un rico material para el proceso
terapéutico.
No es raro que el concepto del microcosmo social sea desafiado por los
pacientes. Pueden declarar que, aunque se comportan de cierta manera en este
>•1 upo, ésta es una conducta atípica de ellos, y de ninguna manera represen-
1ai iva de su conducta normal. O que este grupo es poco común y que insiste
.11 percibirlos grotescamente, o hasta que el grupo terapéutico no es real, sino
una experiencia artificial inventada que distorsiona más que refleja su con­
duela real. Al terapeuta neófito estos argumentos pueden parecerle formida-
M. %, hasta persuasivos, pero de hecho distorsionan la realidad. En cierto sen­
tido el grupo es “ artificial” : los miembros no eligen a sus amigos en el grupo,
ni se consideran importantes mutuamente; no viven ni trabajan ni comen
(unios; sólo se reúnen en un consultorio durante noventa minutos una o dos
... . a la semana; el fin de su relación es inherente al contrato social desde
. I mismo principio.
< uando me enfrento a estas consideraciones, a menudo pienso en Earl y
M u píenle, dos pacientes en un grupo que tuve hace mucho. Earl ya había
id....... . di-l grupo durante cuatro meses cuando Margucrite se presentó.
Xnilioí. se somojaiou al verse en el consultorio, ya que, por casualidad, hacía
..|o un mes hablan ¡do a un viaje con el Sierra Club y habían “ intima­
do Ninguno deseaba eslai en el guipo con el otro l*urn l arl, Margucrite
56 APRENDIZAJE INTER PERSONAL

era una muchacha tonta, vacía, una “ burra torpe” , como más tarde afirmó
ante el grupo. Para Marguerite, Earl era un don nadie aburrido, y ella sólo
había usado su pene para vengarse de su marido. Trabajaron juntos en el
grupo una vez a la semana durante un año seguido. En ese tiempo llegaron
a conocerse íntimamente en el pleno sentido de la palabra; compartían sus
sentimientos más profundos, dieron batallas feroces, crueles, se ayudaron mu­
tuamente cuando sufrieron depresiones suicidas y, en más de una ocasión, llora­
ron el uno por el otro. ¿Cuál era el mundo “ real” y cuál era el artificial?
Paradójicamente, el grupo puede ser mucho más “ real” que el mundo exte­
rior. No hay juegos sociales, de prestigio ni sexuales en el grupo; sus miembros
tienen algunas experiencias vitales juntos; las fachadas distorsionadoras de la
realidad desaparecen a medida que los miembros del grupo llegan a ser tan
sinceros como es posible con los otros. Muchas veces he oído decir a los miem­
bros del grupo: “ Ésta es la primera vez que le he dicho esto a alguien.” No
son extraños, sino todo lo contrario; tienen más posibilidad de conocerse
profunda y plenamente. La realidad psicológica no es equivalente a la realidad
lisien. Psicológicamente pasan infinitamente más tiempo juntos que el tiempo
qur pasan en una o dos reuniones a la semana en que sus seres físicos ocupan
la misma habitación guiados por un profesional.

R epaso

\Iiui.i insistiremos en la tarea básica de este capítulo: definir y describir los


i i. mi. . euialivos del “ aprendizaje interpersonal” . Todas las premisas nece-
.iM.i lian sido expuestas y descritas en nuestro examen de: 1) La impor-
i un ia ilr las relaciones interpersonales; 2) la experiencia emocional corrée­
la a \) el grupo como microcosmo social.
'a estos principios están organizados en una secuencia lógica, el mecanis­
m o del aprendizaje interpersonal como factor curativo se vuelve más evidente.

I I I estudio de la conducta humana es el estudio de las relaciones interperso-


imles La sintomatología psiquiátrica tiene su origen y su expresión contem-
poianoa en las relaciones interpersonales perturbadas.
.’ I I grupo ile psicoterapia, siempre que su desarrollo no se vea obstruido
poi gnives restricciones estructurales, se convierte en un microcosmo social,
i n mía representación en miniatura del universo social de cada paciente.
i I os miembros del grupo, a través de la validación corisensual y de la oh
seivneión de si mismos, llegan a advertir los aspectos significativos de su conducta
Intel peí sonal su fuerza, sus limitaciones, sus distorsiones paratáxieas, y su con
ilui la nial iidaptiula que produce reacciones no deseadas en los olios I I paciente
i n i I p.nmlo a menudo tuvo una sene de espeiieili i.n di guipo desasliosie. en las
APRENDIZAJE INTER PERSONAL 57

que lo rechazaron y, por consiguiente, poco a poco internalizó una imagen dete­
riorada de sí mismo. No pudo aprender algo de estas experiencias debido a
que los otros miembros, viendo su inseguridad general y por obedecer las reglas
de la etiqueta que gobiernan la interacción social común, no le comunicaron las
razones de su rechazo. No aprendió a distinguir entre los aspectos objetables de
su conducta y un panorama de sí mismo totalmente objetable. El grupo de tera­
pia al alentar una retroalimentación exacta hace posible esta discriminación.
4. Ocurre una secuencia interpersonal regular:
a ) El miembro del grupo exhibe su conducta;
b ) Por medio de la retroalimentación y de la observación de sí mismo, el
paciente:
1 ) Aprecia la naturaleza de su conducta.
2 ) Aprecia la repercusión de su conducta:
• En los sentimientos de los otros;
• En las opiniones que los otros tienen de él;
• En la opinión que tiene de sí mismo.
5. Después de que el paciente logra una conciencia plena de esta secuencia,
Inmbién advierte que es responsable de ésta, y que es el creador de su mundo
interpersonal.
(>. C'uando está plena y profundamente consciente de su responsabilidad de
mi mundo interpersonal, entonces puede empezar a introducirse en el coro­
lai ¡o de este descubrimiento: ya que él ha creado su mundo, es el único que
puedo y debe alterarlo.
7 I -a profundidad y lo significativo de esta conciencia es directamente pro-
pou ional a la cantidad de afecto asociado con la secuencia. Cuanto más real
h i v más emocionalmente esté cargada la experiencia, más potente es el impacto;
■limito más objetivada e intelectualizada sea la experiencia, menos eficaz será el
iipimdi/.njc.
h < orno resultado de esta conciencia, el paciente puede cambiar poco a poco
•■ puede más abruptamente arriesgarse a practicar nuevos tipos de conducta y
•I. i \presión. 1.a probabilidad de que el cambio ocurra está en función de:

./) I .< motivación del paciente al cambio; la cantidad de molestia e insatis-


Itu i ion personales que encuentra en los modos actuales de su conducta.
/>) la participación del paciente en el grupo, su necesidad de ser aceptado
pni este, sn respeto y su aprecio por los otros miembros.
. l i a rigidez de la estructura del carácter del paciente y su estilo inter-
|Hif sonal

’’ i I i amblo de conducta puede generar un nuevo ciclo de aprendizaje inter-


.........nal a tiaves de la observación de si mismo y de la retroalimentación que
I* oliiien los otros miembros. Además, el paciente advierte que era irracio-
M.d In iciulda desgracia unagmaiia que había impedido esta conducta; su nueva
■ii,luí i.i no le causa ilesgiaelas tales contó la muelle, la destrucción, el aban­
dono, la laii la o el set devotado
,\ I * K I .N I )l/.AJI; I N T E R P E R S O N A L

10. I I concepto de microcosmo social es bidireccional; no sólo la conducta


exterior se manifiesta en el grupo, sino que la conducta aprendida en el grupo
posteriormente se lleva al medio ambiente social del paciente, y aparecen alte­
raciones en su conducta interpersonal fuera del grupo.
11. Gradualmente se inicia una espiral d e a d a p ta ción , al principio en el inte­
rior, y luego en el exterior del grupo. A medida que disminuyen las distorsiones
interpersonales del paciente, aumenta su capacidad de establecer relaciones satis­
factorias. La angustia social decrece, aumenta la estima de sí mismo, tiene menos
necesidad de ocultarse; los otros responden positivamente a esta conducta y
muestran más aprobación y aceptación del paciente, lo que hace que aumente
la estima de sí mismo y fomente el cambio. Más tarde la espiral de adaptación
logra tal autonomía y eficacia que el paciente ya no necesita la terapia profe­
sional.

Cada uno de estos pasos requiere la ayuda específica del terapeuta. Son
necesarios diferentes conjuntos de conductas terapéuticas; ofrecer una retro-
alimentación específica, alentar la observación de sí mismo, explicar el con­
cepto de responsabilidad, alentar el correr riesgos, negar las consecuencias
infelices imaginarias, reforzar la transferencia del aprendizaje, etc. Cada una
de estas tareas y técnicas se discutirán plenamente en el capítulo v.
Antes de concluir el examen del aprendizaje interpersonal como un agente
del cambio, deseo llamar la atención sobre dos conceptos que merecen más
examen: “ la transferencia” y el insight * desempeñan un papel demasiado
importante en la mayonande^as^ófrñulaciones de los procesos terapéuticos
para mencionarlos a la ligera. Me apoyo profundamente en estos dos conceptos
en mi obra terapéutica y no deseo menospreciarlos. Lo que he hecho en este
capítulo es empotrarlos en el mecanismo del aprendizaje interpersonal.
La transferencia es una forma específica de distorsión de la percepción in­
terpersonal. En la psicoterapia individual^ réconocer~y analizar esta distorsión
tiene enorme importancia. En la terapia de grupo, analizar las distorsiones in­
terpersonales, como hem~s visto, es igual de importante. Sin embargo, el alcance
y la variedad de las distorsiones es considerablemente mayor. Analizar la
distorsión en su relación con el terapeuta sólo es una de las varias distorsiones
que debe examinar el paciente.
Para muchos pacientes, quizá para la mayoría, ésta es la relación más
importante que deben analizar ya que el terapeuta es la personificación vi­
viente de todas las imágenes de los padres, ~3e los maestros, de la autoridad,
de la tradición establecida. Pero la mayoría de los pacientes necesitan han i
más cosas. Los pacientes pueden explorar sus esfuerzos competitivos con sus
iguales, sus conflictos en las áreas de la'aFínnación, de la intimidad, de la

A veces se traduce como “conocimiento profundo". |I |


APRENDIZAJE INTER PERSONAL VJ

sexualidad, de dar, de codiciar, de envidiar. La escasa investigación-5' «|ii.


se ha hecho sobre este terna subraya la importancia que muchos micmlu.e
le dan a analizar las relaciones con otros miembros, y no con el jefe del grupo
Agregaremos más acerca de este tema en el capítulo vi.
El in sig h t desafía una descripción precisa; no es un concepto imitimn
Prefiero emplearlo en su sentido más general, abarcando la aclaración, l.
explicación y la desrepresión. E \ J n s ig h t ocurre cuando el individuo desenlio
algo importante acerca de sí mismo, acerca de su conducta, de su sistema
de estímulos, de^sus fantasías o de su inconsciente.
En el proceso terapéutico del grupo, éf paciente puede obtener el in sig h t
por lo menos en cuatro niveles diferentes:

1. Los pacientes pueden obtener una perspectiva objetiva de su conducta mi< i


l>ersonal. Por primera vez pueden saber cómo los ven.los otros, cómo se maní
ficstan interpersonalmente. ¿Se muestran tensos, amables, indiferentes, sedueinn
amargados, etc.?
2. Los pacientes pueden comprender algo de lo q u e le hacen a In. ggnt| y
<le lo que hacen con la gente. A diferencia de lo que ocurre en el primei nlv< I
aprenden más acerca de cómo ven los otros sus fragmentos conti adietm lo-, .i.
conducta; a su vez aprenden sobre sus relaciones con los otros a lo litigo di lie.
años. ¿Están explotando a los otros, rechazándolos, pidiendo una mi..... ...... .
constante, seduciéndolos o alejándose de los demás, compitiendo iiu • •uní.
mente con los otros? ¿Necesitan tanto la aceptación y el amor quo su emulo. o.
destructora produce una reacción opuesta en los demás? ¿Qué desean del !<■,.
peuta? ¿Qué desean de los hombres o de las mujeres del grupo?
h El tercer nivel de insight podría denominarse insight “ motivacloind" I m
pacientes pueden entender p o r q u e hacen lo que le hacen a la olía gruir y l<>
que hacen con la gente. Los pacientes aislados e indiferentes pueden mipr . n
a comprender lo que temen tanto de la intimidad. Los pacientes competitivo-,
vengativos y dominantes pueden comprender su necesidad de sei aleudldo*. v
cuidados. Los que seducen y rechazan pueden aprender más de su ho-.lllld.td
y ile su miedo a las consecuencias de ésta. Una forma común de insight <
descubrir que el paciente se comporta de cierta manera, debido i. tu ti. (
cu de que si se comportara do manera distinta ocurriría una caláslioh .. i u
humillado, se hurlarían de 61, lo deslruiiian, abandonarían, se lo tingaiían, o
cha/,alian, o quizá se convertirla en un sei criminal o incontrolable
I tln cuarto nivel de Insight, el Insight '‘genésico", Intenta ayudiu a los
pacientes a comprendo) cómo llegaron a sei lo que son I xplnranilo la hisloila
de su desarrollo, el paciente compicudc la génesis de sus pailones de conducta
actúalo* I I marco teórico y el lenguaje en que la cKplicnt ¡ón gcin sii a ».»
i caliza en gian parte dependí* de la escuela que digne el terapeuta

I slos cuntió niveles han sido euunieiados en otilen según el piado d. mi.
o uiln que implican Un eum conceptual dc'.p.iaeindo y peislslentc se lia
(,(> .\I' KI NI) I/,AJ! v INIERPERSONAL

producido, cu parte, por la tendencia a considerar equivalente la secuencia


‘Mipci licial-prol'iindo” y la secuencia del “ grado de inferencia” . Además,
“ profundo” ha llegado a ser equivalente a “ hondo” o “ bueno” , y “ superficial”
ha llegado a ser equivalente a “ malo” , “ obvio” e “ intrascendente” . Muchos
han llegado a creer que cuanto más profundo sea el terapeuta, más honda
será la interpretación (desde una perspectiva genésica) y más completo será
el tratamiento. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que apoye esta afirma­
ción. De hecho, hay considerables dudas sobre la validez de nuestros supuestos
más venerados sobre la relación entre los tipos de las primeras experiencias
y la conducta del adulto y la estructura de su carácter.28- 29> 30
Un examen completo de la casualidad nos apartaría demasiado del campo
del “ aprendizaje interpersonal” . Pero volveremos a tratar plenamente este tema
en el capítulo v. Por ahora nos basta hacer énfasis en que lo importante
es que ocurra el in sig h t, el in sig h t en su sentido genérico y no genésico. Creo
que hay muy poca duda de que la comprensión intelectual es uno de los
lubricantes que facilitan el movimiento de, la maquinaria del cambio. En la
terapia de grupo el continuo “ profundo-superficial” (la genésica “ conductual” ;
baja inferencia-alta inferencia) de ninguna manera coincide con el continuo
“ menos curativo-más curativo” . En el grado en que algo ocurra o sea útil
para el paciente, hay un gradiente muy inclinado entre las interpretaciones
del nivel 3 ( “ motivacional” ) y del nivel 4 ( “ genésico” ). Además, todos los
terapeutas han tenido pacientes que han obtenido un alto grado de in sig h t
genésico que se basa en alguna teoría aceptada sobre el desarrollo infantil,
ya sea freudiana, kleiniana, sullivaniana, etc. Sin embargo, no han hecho pro­
gresos terapéuticos. Por otra parte, es común que ocurra un cambio clínico
significativo sin el in sig h t genésico. Tampoco se ha demostrado una relación
entre la adquisición de un in sig h t genésico y la persistencia del cambio. Pa­
rece que en la terapia de grupo necesitamos desvincular los términos “ hondo”
o “ profundo” de las consideraciones temporales: algo que se siente profun­
damente o que tiene un significado profundo, y una importancia profunda
para el paciente, puede, o como en general es el caso, estar relacionado o no
con la comprensión de la temprana génesis de la conducta.

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III. LA COHESIÓN DEL GRUPO

I I a s á n d o n o s en la hipótesis de que la cohesión en la terapia de grupo es


omilop.o a la “relación” que hay en la terapia individual, en este capítulo estu-
•lia i finos las evidencias disponibles sobre la_ cohesión del grupo como un
factoi «niolivo y los varios m odos en los que la cohesión del grupo ejerce
nn.i influencia terapéutica.
Diñante décadas ha existido la vigorosa idea clínica de que el éxito de la
i. lupia individual depende del tipo de relación que hay entre el terapeuta y
, | paciente. Sin embargo, hasta hace poco no había una confirmación prove-
nicnli de la investigación. De hecho Eysenck y otros1 2 desde hace mucho
11, mpo il u marón que la eficacia total de la psicoterapia no se ha demostrado,
, ipn Ion datos no revelan una diferencia medible en los resultados entre los
P 1. 1, un ti atados y los que no han recibido tratamiento. Por esto, no le dieron
mih lid impoilaiu ia a determinar las variables críticas en la llamada terapia
i mi í xllo
i i. I«. dio. pasados Bergin,3 Truax y Carkhuff2 reunieron evidencias de
■111* l«i-, pacientes que reciben psicoterapia muestran significativamente ma-
v. »■t •. \iu itihlcx en los índices del cambio de la personalidad al terminar la
|,.n olí lupia tpie quienes no han recibido tratamiento controlado... En otras
i..il il>i .1 .. el iralamicnto puede servir para su beneficio o para su daño”.4 Al-
fililí i . p icolci apeulas ayudan a sus pacientes; en cambio otros pueden, de
hecho, dañarlos. Sin embargo, si se hace un promedio de la eficacia y de la
mcíli acia de las tasas de recuperación en la terapia, sólo dos terceras partes
,1, los pacientes han recibido ayuda; Eysenck cita la misma cifra en relación
din los neuróticos que no han recibido tratamiento.
I iuax y Carkhuff continuaron esta investigación buscando las diferen-
ciic. ( i nicas entre los terapeutas eficaces y los no eficaces.5 En una serie de
, indios i ¡garosamente controlados, descubrieron que el ^terapeuta con éxito,
c.iuhlfce mía relación con sus pacientes que les ofrece “ altos niveles de empatia
gruiuii. un alecto no posesivo y genuinp”.0 Otros investigadores han demos-
i indi) que los pacientes que han recibido afecto, o que así lo consideran,
i u nen mas posibilidades de aliviarse en la terapia.7- H
Ademas, desde hace mucho se ha determinado que la calidad de la relación
Independiente de la escuela que sigue el terapeuta. iMcdler,"- 10 en una serie
,|, estudios, aln ma que los clínicos híibiles de diferentes escuelas (adleriana,
lniidi.m a, no iliieeliva) se parecen entre sí (y difieren de los que no son
hábiles en su piopia escuela) en sus concepciones de la iclación terapéutica
lili al y en el tipo de telai ion que establecen con sus pacientes.

62
LA COHESIÓN DEL GRUPO 63

Por ello, el terapeuta eficaz establece un tipo específico de relación tera­


péutica con sus pacientes. Además, los pacientes le atribuyen su mejoría al
tipo de relación.11- Las evidencias que apoyan el papel crítico de la relación
erTeT resultado de la terapia individual hoy día son tan considerables que
nos impulsan a preguntarnos si “ la relación” desempeña un papel crítico
igual en la terapia de grupo. Evidentemente la relación en la terapia de grupo,
análoga a la relación que hay entre el terapeuta: y el paciente, es un concepto
más amplio, que~abarca [la relación del pudente con su terapeuta de grupo,
^conlos^tí tros miembros, y con e¡ grupo conUTun" todo A riesgo de caer en la
confusión semántica denominaré a todos estos factores con el término “ cohe­
sión de grupo” . te

D e f i n i c i ó n d e l a c o h e s ió n

La cohesión es una propiedad básica de los grupos, y ha sido ampliamente


investigada, pero muy mal comprendida. Se han escrito varios cientos de
artículos sobre investigación que estudian la cohesión, y muchos de éstos difie­
ren bastante en sus definiciones. Sin embargo, por lo general se está de acuerdo
en que los grupos difieren unos de otros en el grado en que muestran una
actitud de agolpamiento. Los que tienen un gran sentido de solidaridad o
que afirman “ nosotros” somos el grupo valúan más al mismo y lo defienden
de las amenazas internas y externas; la asistencia voluntaria, la participación,
la ayuda mutua, la defensa de las normas del grupo son mayores que en los
grupos que tienen menos esprit de corps. Hay muchos métodos para medir
la cohesión, y una definición precisa depende del método empleado. En este
libro definimos la cohesión ampliamente como VeL resultado de todas las
tuerzas que actúanen todos los miembros para permanecer en el grupo”.13
<) más sencillamente, “ la atracción que ejerce el grupo sobre sus miembros”.14
t ambién hay una diferencia entre la cohesión total deí grupo y la cohesión
de un solo miembro (o, más estrictamente, la atracción que siente el individuo
hacia el grupo). Desde luego, estas dos son interdependientes, y la cohesión
del grupo a menudo se mide sumando el nivel de atracción que siente cada
miembro hacia el grupo. Sin embargo, debemos advertir que los miembros
del grupo son atraídos en forma diferente por éste. A veces nos referimos
i los efectos que en la terapia facilitan la cohesión sobre todo el grupo, y
olías veces nos referiremos a los efectos de la atracción que siente un miem-
Ino individual hacia el grupo en su propio proceso de terapia.
Antes de dejar el terreno de las definiciones, nos conviene recordar que
la cohesión del guipo” no es per se un factor curativo, sino una condición
pievia ncecsaiia paia la eficacia de la leiapia Cuando, en la terapia indivi­
dual . decimos q ue "la irlación es la qiu cuta", n<> queiemos decir que el afecto
IA < MI II Mi i N M i l l i l i I ' I’I i

o aceptar el afecto baste; sino que una iH iu ió ii lilr.il i uln Iria p n iia v p.u n ni«•
crea las condiciones en que pueden desaim llar.r rl autodesenlu nnn uln ne
cesario, la prueba y la exploración interpersonal e inliapeisonal. I n la In a p ia
de grupo, similarmente, la cohesión del grupo fomenta el desarrollo de oíros
fenómenos importantes. Por ejemplo, la cohesión no es sinónimo ele aceplacion
y comprensión entre los miembros, sino que es interdepcndienlc tic estos
factores. La cohesión es una causa determinante y un efecto de la aceptación
mutua de los miembros: los miembros de un grupo terapéutico muy cohesivo
responderán entre sí de esta manera con más frecuencia que los miembros
de un grupo sin cohesión; los grupos que tienen miembros que se comprenden
y se aceptan mutuamente, por definición, tienen cohesión.

La cohesión como un factor terapéutico en la psicoterapia de grupo

Hemos examinado los factores curativos en forma separada, pero en gran


medida son interdependientes.» La catarsis y la universalidad, por ejemplo,
forman parte del proceso. No es importante el mero proceso de la catarsis,
ni sólo descubrir que los problemas de los otros son similares a los nuestros y
saber que nuestra singularidad dolorosa no es única; lo que parece más im­

paciente de que es básicamente repugnante, inaceptable o despreciable, siem­


pre q u eu n individuo cumpiáTaTnonña?~del grupo, el grupo lo aceptará sin
importar su pasado, sus transgresiones o fracasos en el universo social. Los
tipos de vida desviados, la prostitución, la perversión sexual, los delitos nefan­
dos, todo puede aceptarlo el grupo terapéutico, siempre que se hayan esta­
blecido primero en el grupo normas de aceptación.
Con mucha frecuencia los pacientes psiquiátricos han tenido muy pocas opor­
tunidades de compartir el afecto y de lograr la aceptación. Estas pocas
oportunidades las explica el hecho de que, debido a sus capacidades interper­
sonales perturbadas, han tenido muy pocas relaciones íntimas. Además, la
convicción de que sus impulsos y fantasías son abominables han vuelto aún
más difícil su participación de una manera interpersonal. He conocido a
muchos pacientes solitarios para los que el grupo representaba su único contacto
humano profundo. Después de unas cuantas sesiones, tenían la profunda
sensación de estar más “ en casa” con el grupo que en cualquier otra parte.
Podían recordar, años después, el sentimiento de pertenecer y de ser aceptados
básicamente, cuando la mayoría de los otros recuerdos sobre el grupo se
habían desvanecido de su memoria. Como afirmó un paciente con éxito al
recordar los dos años y medio que había pasado en la terapia: “ Lo más impor-
I A ( H U I Mi i N I •I l i IM i I ' I I (A

..... . * ii * 11.i i i i i iiui mi un i,iii|mi, iiiiii 'iiniipii' con quien hablar, gente
i ....... * i .11« i.11i .i di mi II,ilti.i i n m lio . i l i c i o, o d i o y ¡iinoi en el grupo, y yo
i ..... Im |ni i i • di r*.i i Mr •denlo mejor ahora y tengo mi propia vida, pero
......... . el licelio de ipie el grupo ya no está aquí.”
\ii’iiiiir. i' u n nii (leseriben al grupo como un refugio para librarse de la
........... i .i di l.i vida, mu luenle de fuerza para ellos. La razón por ía que los
i .. "•n. or. . •.i.idiinidenses aeluaron pobremente en la guerra coreana fue que
.. . i. |«i i mili.ni leiu i r al a fuente de estabilidad. Sus carceleros chinos impedían
i. i..... .ilion de un grupo cohesivo mudando metódicamente a los jefes de
*1111*' 4|ur -.ni pian. Los turcos, por otra parte, mantenían su moral y su estruc-
......... grupo. I ,a jefatura entre ellos la determinaba sólo el rango y la
iiti ij•i11 d.itl i n el ejército; tan pronto como cambiaban al jefe, su papel lo desem-
|n nnlm .lulomáticamente el individuo que tenía más antigüedad en el ejército.
\lgimos pacientes pueden internalizar al grupo. “ Es como si todo el grupo
••ninvicia sentado en mis hombros, y me vigilara. Siempre me pregunto: ¿qué
llrrt el grupo acerca de esto o de lo otro?” A menudo los cambios terapéu-
i " " . persisten y se con&Qlidan^POXQue lQS_miémbros,.no se sienten inclinados
i drli.indar al grupo.14
’.u miembro del grupo, ser aceptado y aprobado tiene_máxima_impor-
i.iiiu.i en el desarrollo deJLindividuo. La importancia de pertenecer a una
lMiulilla infantil, a una camarilla de adolescentes, a una fraternidad, a un grupo
..i i.ti adecuado difícilmente puede subestimarse. Parece no haber nada más
importante para el adolescente, por ejemplo, que pertenecer a algún grupo
<n ial y ser aceptado por éste, y nada es más devastador que ser excluido,
i dii .iderense los suicidios de “ bola negra” que acontecen en los Estados
Luidos después de que alguien se ve excluido de las fraternidades, o en las
Antillas las muertes producto del hueso vudú (lo último implica la exclusión
mi al de la comunidad), pues se considera muerto al paria desde el momento
i n que se realiza el vudú. La mayoría de los pacientes psiquiátricos tienen
mía historia de grupo muy mediocre. Nunca antes habían sido miembros
valiosos, integrales, que participaran en un grupo. Para estos pacientes, parti-
•ipar con éxito en una experiencia de grupo puede ser en sí curativo.
Nos apoyamos en los otros no sólo para ser aprobados y aceptados, sino
lambién para conseguir la validación continua de nuestros sistemas de valores
importantes. When Prophecy Fails [Cuando la profecía fracasa]15 es un estudio
•obre un culto religioso que predecía el fin del mundo. Cuando la fecha del
Día del Juicio pasó sin que nada sucediera, el culto no reaccionó con una
crisis de duda, sino aumentando sus esfuerzos por hacer proselitismo; vencer
la duda en el sistema de creencias de este grupo aparentemente requería un
grado mayor de validación interpersonal.
Así, de varias maneras, los miembros del grupo terapéutico llegan a ser
fifi LA COHESIÓN DEL GRUPO

muy importantes entre sí. El grupo terapéutico, que al principio se considera


mi grupo artificial sin importancia, de hecho puede llegar a tener gran tras-
. nuIrucia. He conocido a grupos que sufrieron graves depresiones, psicosis,
tuvieron matrimonios, divorcios, abortos, suicidios, cambios de carrera, que com­
partieron sus pensamientos más íntimos y practicaron el incesto (la actividad
■.( hunI entre los miembros del grupo). Observé cómo un grupo lamentaba la
muelle de uno de sus miembros, y a otro grupo que físicamente transportó
.1 uno de sus miembros al hospital. Las relaciones a menudo se consolidan
pui aventuras conmovedoras o azarosas. ¿Cuántas relaciones en la vida tienen
este conjunto de experiencias vitales? \

L as evidencias

i 11 • . v idencias de la investigación sobre la importancia de la cohesión del


r i ...... i el pioeeso terapéutico son rudimentarias comparadas con los datos
pt un Míe1, dr la investigación sobre la importancia de “ la relación” en la
i ..... i. tapia individual. A pesar de todo, hay algunos estudios relevantes sobre
ii i, iapia di guipo y la literatura sobre las experiencias del grupo. (Véase el
.i ii m I>> iv donde hay un examen de las experiencias de los grupos [“ de
. ti. m ullo |y donde se justifica aplicar la investigación de éstos al proceso
h i apelitleo del guipo.)
DiiKoll y l.akin,"’ en un estudio sobre ex pacientes de psicoterapia de
g u ip o , ileseiilnieron que, desde el punto de vista de los pacientes, la cohesión
.!. I guipo es un valor terapéutico muy importante.* Transcribieron y cata-
I. mmioii las explicaciones de los pacientes acerca de los factores curativos en
ii i .peí leticia en el grupo. Los investigadores descubrieron que “ más de la
mil .id de los ex pacientes indicaron que el modo básico de ayuda en la terapia
d> guipo es el apoyo mutuo” . Los pacientes que habían rechazado al grupo
(un mas frecuencia, se quejaron de no haber tenido un contacto social signi-
II, olivo con los otros miembros. Los pacientes que consideraron a su grupo
cohesivo asistieron a más sesiones, tuvieron más contactos sociales con los
olios miembros y juzgaron que el grupo les había ofrecido un valor terapéutico.
I o>, pacientes que informaron haber tenido una mejoría o que expresaron
pcmi poi haber dejado al grupo en forma prematura significativamente fueron
los mas predispuestos a: I) sentirse aceptados por los otros miembros; 2 )

* rxliulio » ,»H pacientes que hablan cuitado en grupos en un» clínica o en con
'iiilloiios pilvadoH de piuicules no liOHpilnli/iuloH la principal limitación de esla Investí
huilón rxplm nim ia es (pie la experiencia de la templo de nmpo I iivo una «liiiueló»
. i. ( pcloiiidinenle luave (n i.......o medio di icnnioni". a lie. (pli asislló el pulpo II)
LA COHESIÓN DEL GRUPO 67

percibir similitudes de algún tipo entre los pacientes del grupo, y 3) hacer
referencias específicas a determinados individuos cuando les preguntaron acerca
de su experiencia de grupo.
Los autores concluyeron que la cohesión del grupo es en sí un valor tera­
péutico y resulta esencial para la perpetuación del grupo.
Kapp et al.,17 llegaron a conclusiones similares después de estudiar a 47
pacientes que habían estado en 1 2 grupos de psicoterapia distintos y que
tuvieron una duración media de trece meses. Suministraron un cuestionario
destinado a medir el cambio de la personalidad autopercibido y la evaluación
del individuo del grado de cohesión entre los miembros del grupo. Los descu­
brimientos indicaron que el cambio de personalidad autopercibido se correlacio­
naba significativamente con el sentimiento de participación de los miembros
en el grupo y con su evaluación de la cohesión de todo el grupo. Los autores
concluyeron que la unidad del grupo percibida (la cohesión) podía ser un
factor importante para promover el cambio de personalidad.*
Mis colegas y yo realizamos dos estudios que atestiguan la importancia
ilc la cohesión en el proceso terapéutico de grupo. En un proyecto estudiamos
(Yalom, Tinklenberg, Gilula) 18 a veinte pacientes de terapia de grupo con
éxito, y evaluamos la importancia relativa de todos los factores curativos des-
critos en este libro. Informaré detalladamente sobre este proyecto en el siguiente
capítulo. Por ahora basta afirmar que los pacientes retrospectivamente con­
sideraron que la cohesión tenía una importancia considerable.
Yalom, Houts, Zimerberg y Rand1& examinaron al final de un año a
todos los pacientes (número = 40) que habían empezado la terapia en cinco
giupos de pacientes no hospitalizados. El grado de mejoría de los síntomas,
las actividades y las relaciones las evaluó en una entrevista psiquiátrica un
<quipo de clasificadores, y además se usó una escala de autoevaluación. Des­
pués, el resultado se correlacionó con muchas variables que habían sido medidas
•n los primeros tres meses de la terapia. El resultado positivo en la terapia
i correlacionó solamente con dos variables previstas: “ La cohesión del
yi upo” **

' listos hallazgos son tentativos. Los instnimentos para medir el cambio no fueron.
.....ni reconocieron los autores, estandarizados para la confiabilidad y la validez. Ade-
mm . i uamlo el cambio de la personalidad y la cohesión del grupo se prueban simultá-
n. uniente con mi cuestionario autosuministrado, no podemos controlar la posibilidad de
mu Ion pacientes que se sienten atraídos por sus grupos tiendan a apoyar su posición
«iiliii manilo o percibiendo que han tenido una mejoría. La teoría de la disonancia cog-
ii.... Iliva nos ensena que cuando alguien ha tomado una decisión, percibirá mal, negará
, ill .ii a 'doiuii a los dalos que pudieran desacreditar esa decisión.
l a cohesión se midió con un cuestionario de posgrupo que llenó cada paciente
n la m pilma v en la decimnsegundn reunión, que consistía de once preguntas (cada
pniUiula ne i.spondla n i lililí isciila definida de lineo puntos)
(>8 LA COHESIÓN DEL GRUPO

y “ la popularidad general” .* Esto es, los pacientes que se sentían más atraí­
dos por el grupo (una elevada cohesión) y que fueron clasificados como más
populares por los otros miembros del grupo a las seis semanas y a las doce
semanas, tuvieron mejores resultados en la terapia a las quince semanas. Los
datos de popularidad, que en este estudio se correlacionaron más positivamente
con los resultados que la cohesión, son, como lo examinaremos con brevedad,
muy importantes para la cohesión del grupo y arrojan luz sobre el mecanismo
con el que la cohesión de éste propicia el cambio.
Dos estudios sobre experiencias de grupo muy importantes merecen ser
examinados. Un estudio rigurosamente diseñado por Clark y Culbert20 mostró
que había una relación significativa entre la calidad de las relaciones entre
lo . miembros y los resultados en un grupo T de once miembros que se reunió
do-, veces a la semana sumando un total de 64 horas. Correlacionaron los
0 .tillados** de los miembros del grupo con las relaciones entre éstos.*** Sus
tl.tios mostraron que los miembros que tenían una relación terapéutica mutua,
• io - ha, mostraron más mejoría en el curso de la terapia de grupo. Además,

I ,iju< Imi a menudo debería reunirse su grupo?


■ I < anuida el grupo en el que está usted?
1 'a la mayoría de los miembros de su grupo decidieran disolverlo y marcharse,
¿I» >!UNiai la tener oportunidad de disuadirlos?
■I ¿< ire usted que trabajar con el grupo en el que está le permitirá lograr ía
maymlu de. tais metas en la terapia?
’> i>i pudiera reemplazar a los miembros de su grupo por otros “miembros de grupo
ideales", ¿a cuántos cambiaría? (Excluyendo a los terapeutas del grupo.)
f«. ¿Ilastu qué punto el grupo lo incluye en sus actividades?
7. ¿Qué piensa usted de su participación y de su contribución al trabajo del grupo?
H ¿Qué opina acerca del tiempo que duran las reuniones del grupo?
¿Qué piensa usted del terapeuta o de los terapeutas del grupo?
I<>. ¿So siente avergonzado de estar en terapia de grupo?
III ;.u comparación con otros grupos de terapia, ¿cree que su grupo trabaja bien
Junto?
* I n popularidad se midió sociométricamente: a cada miembro, en la sexta y en la
.Ircimoscgunda reunión, le pidieron que ordenara a todos los miembros del grupo por
nii popularidad general
' + I os resultados se midieron con una escala de clasificación bien validada que diseña
mui Walkcr, Rabien, y Rogers21 para medir el cambio de la capacidad del individuo
puta iolacionarse con los otros, para explicar su experiencia, para enfocar su vida afccti
va, v para confrontar y hacer frente a sus áreas más problemáticas. Dictaminadoics
impaicíales entrenados catalogaron independientemente en esta escala las muestras do
lo que dijo cada miembro y las tomaron de resúmenes que se habían grabado al prlp
clplo y al Im del curso de la terapia de grupo.
**♦ I a telución entre los miembros se midió con el Inventario de Relaciones Bar retí
1nimiid,'<*» que ofreció una medición de cómo cada miembro consideraba a los otros
inli’inbioN (y al leí aponía) en términos de “npieclo positivo Incondicional, comprensión
pmpAlli a y congruencia” .
LA COHESIÓN DEL GRUPO 69

la relación percibida con el jefe del grupo no se relacionaba con el grado del
cambio. Los autores concluyeron que la calidad de la relación de un miembro
con otro es una causa determinante básica del cambio del individuo en la
experiencia de grupo.
Lieberman, Yalom y Miles23 realizaron un amplio estudio sobre 210 sujetos
en 18 grupos de encuentro, que abarcó a diez escuelas ideológicas (Gestalt,
análisis transaccional, grupos T n t l , Synanon, desarrollo personal, Esalon,
escuela psicoanalítica, maratón, psicodrama, cinta magnética de encuentro).
(Véase el capítulo xrv donde hay un examen detallado de este trabajo.) La
cohesión se evaluó de tres maneras:

1. Con un cuestionario de incidente crítico. A cada miembro le pidieron, después


de cada reunión, que describiera el suceso más significativo de la misma. Se
tabularon todos los sucesos relativos a la atracción del grupo, la comunión,
el sentimiento de pertenecer al grupo, etcétera.
2. Un cuestionario de cohesión, muy similar al descrito en el estudio de Ya­
lom, Houts, et al.,1Q fue suministrado antes y después del curso del grupo
de terapia.
3. Se suministró al terminar la sesión del grupo, un cuestionario de “factor
curativo” que incluía una dimensión de cohesión.

Los datos indicaron que la atracción hacia el grupo, desde luego, es una
<¡uisa determinante vigorosa de los resultados. Todos los métodos mostraron
una correlación positiva entre la cohesión y los resultados. Sí alguien sentía
que no pertenecía ni era atraído por el grupo, aun cuando esto se midiera
■I principio en el curso de las sesiones, había poca esperanza de que se bene-
lu mi a con el grupo y, de hecho, había una gran probabilidad de que obtu­
viera un resultado negativo. Además, los grupos con niveles totales elevados
•lo rohesión lograron resultados totales significativamente superiores a los que
m u .ui poca cohesión.

R esum en de lo anterior

i ......... rilado evidencias de que los pacientes en la terapia de grupo consideran

•pe la cohesión del grupo es un modo básico de ayuda en su experiencia


• • ip<-iilica Hay. evidencias no m uy seguras de que el resultado positivo en la
i. • iplu aiitopereibida se relaciona con la atracción del individuo hacia el grupo.
I .. individuos que consiguieron resultados positivos tuvieron relaciones mu-
i••tiiiriilc salislaeloiias con los otros miembros. Id resultado positivo del pa-
11, uli se irlneiona con la atracción que siente el individuo hacia el grupo y
i h ii I i Icii con ni populiiiidiid en el misino, tui.i variable que se relaciona con el
.|Miyo y la liceptiielón <lel gu ipo I on gitipoN altamente cohesivos obtienen
/» LA COHESIÓN DEL GRUPO

t> .Hilados totales más elevados. Se necesitan más investigaciones controladas,


lh ni estos descubrimientos en su conjunto apoyan la idea de que la cohesión
del guipo es una causa importante en los resultados terapéuticos positivos.
Hay, además de esta evidencia directa, muchas evidencias indirectas que
pi ovienen de las investigaciones con otros tipos de grupos. Una multitud de
i-,indios demuestra que en los grupos de trabajo en el laboratorio, una
i ii i u nte cohesión de grupo produce muchos factores que puede considerarse
miel vienen en los resultados de la terapia. Por ejemplo, la cohesión de grupo
fomenta más la asistencia al mismo, hay una mayor participación de sus
mu minos, estos tienen más inññeñciáIIvI.cmisa-muciiQs_otforefécfofrM5s~~¿gi^
hiuie consideraremos estos descubrimientos detalladamente, ya que intentamos
.1. i. i iinn.o el mecanismo con el que la cohesión fomenta el cambio terapéutico.

LOS MECANISMOS DE LA ACCIÓN

Introducción

i n .1 o .lo ile este capítulo examinaré las diversas maneras como la cohesión
lh •idm e e l e.imbio en los pacientes de grupo. ¿De qué manera la aceptación
di I guipo, el apoyo de éste, la confianza y la aceptación entre los miembros
ayuda a los que tienen problemas? Sin duda hay algo más que el mero apoyo
•i la aceptación. Los terapeutas aprenden muy pronto en su carrera que el
•Ii. lo no basta, y que la terapia no consiste sólo en ofrecerle afecto al paciente.
I a calillad de la relación es crucial, pero la terapia consiste en algo más
que en una relación afectuosa y sincera con el paciente. La relación establece
eomlicioncs favorables para que se inicien otros procesos. ¿Cuáles son éstos?
N ¿qué lan importantes son? En este examen enfocaremos esta cuestión desde
mui lias perspectivas diferentes, y todas o algunas de éstas pueden ser válidas
paia cualquier paciente.
Oui/.á nadie ha pensado más profundamente acerca de las relaciones tera-
pculicas que Cari Rogers. Empezaremos nuestra investigación examinando
•ais punios de vista sobre cómo funciona la relación terapéutica en la terapia
individual. I n su descripción más sistemática del proceso de la t e r a p ia ,R o ­
géis afirma que cuando hay condiciones para una relación ideal entre el
ti lupeuln y el pacienle, se inicia un proceso característico:I

I I pin ieule sr Míenle cada ve/, más libre para expresar sus sentimientos.
I nipn . .i .i piolan la realidad v a d iserim in ai mas sus HCntimlenlivs y mis peí
repelones di sil m edio ambiente, de su yo, de l a s o lía s peisouas y de m i s ex
ppl leiu las
LA COHESIÓN DEL GRUPO 71

Cada vez se vuelve más consciente de la incongruencia que hay entre sus
experiencias y su concepto de sí mismo.
También se vuelve consciente de los sentimientos que antes había negado o
distorsionado conscientemente.
Su concepción de sí mismo, que ahora incluye aspectos previamente distor­
sionados o negados, se vuelve más congruente con su experiencia.
Cada vez más capaz de percibir, sin amenazas, la atención positiva incondicio­
nal del terapeuta y de sentir un interés positivo incondicional en sí mismo.
Cada vez más se considera a sí mismo el foco de la evaluación de la natura­
leza y del valor de un objeto o de una experiencia.
Reacciona ya no tanto por su percepción de la evaluación que los otros hacen
de él, sino en términos de su eficacia para fomentar su propio desarrollo.

La idea central de Rogers es su formulación de “ una tendencia realizadora” ,


una tendencia inherente del organismo a expandirse y a desarrollarse. El tera­
peuta en la terapia individual y en la de grupo funciona como un auxiliar
y debe ayudar a crear las condiciones favorables para el prupio desarrollo.
La primera tarea del individuo es la introspección: debe empezar a tener
conciencia decios sentimientos y las experiencias que antes negaba. Esta tarea
es una etapa ubicua en la psicoterapia dinámica. Por ejemplo, Horney -5
luce hincapié en la necesidad que tiene el individuo de conocerse y realizarse, y
afirma que la tarea del terapeuta consiste en eliminar los obstáculos que se
encuentran en el camino de estos procesos autónomos. Hay evidencias expe-
imiéntales de que la armonía en la terapia individual y la cohesión en la
irinpia de grupo le permiten^ al individuo tener más conciencia de sí mismo?
Por ejemplo, Traux20 estudiando a 45 pacientes hospitalizados en tres grupos
heterogéneos, demostró que los pacientes en los grupos cohesivos se sienten,
significativamente, más inclinados a entregarse a una introspección profunda
y externa (medida por la escala Rogers-Rablen).-1
I n los últimos años Rogers ha llegado a sentirse cada vez más interesado
i ii ln experiencia de grupo como un medio terapéutico; y aunque sus puntos
«le vísta sobre la importancia de los factores que fomentan el desarrollo en
los grupos son similares a los puntos de vista que tiene sobre la relación indi-
vidual, ha comentado los factores poderosos adicionales inherentes al medio
ambiente del grupo. Por ejemplo, subraya que la aceptación y la comprensión
ii 1111u;i entre los miembros puede ser más vigorosa v más significativa que ser
1.1 piado por el terapeuta. Los otros miembros de un grupo, después de todo,
no tienen (pie preocuparse, ni tienen que comprender; tampoco les pagan por
^ .io, m es su “ trabajo” .'7 lista aceptación de nuestros iguales ocurre común-
no nii en la infancia, pero no la han tenido muchos pacientes, que descubren
i|iir i . una e \peí leticia vital la validación que ofrecen los otros miembros del
guipo Poi la lique/n de la moderna sociedad estadunidense, hemos cambiado
72 LA COHESIÓN DEL GRUPO

la jerarquía de las necesidades;28 cambiamos el énfasis de la supervivencia


.1 las necesidades emocionales. El hombre moderno, en medio de la abundancia,
i pregunta: “ ¿Con quién puedo intimar?” Con el rompimiento de la familia
nuclear amplia y el aislamiento de la vida contemporánea, este problema
se vuelve importante. La intimidad que se desarrolla en un grupo puede pa­
iren una fuerza equilibradora en una cultura “ que parece inclinarse a la
deshumanización del individuo y a deshumanizar nuestras relaciones huma­
nas” .2'* I*a_ experiencia humana profundamente sentida en el grupo puede
t< nei gran valor para el paciente, según cree Rogers; aunque no haya un
i. sullado visible^ ni un cambio externo de la conducta,u espacíente puede
Norítlr que cuenta con una parre más humana, más rica dentro de sí mismo y
ir..ii la como un punto de referencia interno.
I a aceptación mutua de los miembros''del grupo, aunque crítica en el
i...... .. leíapeutico del mismo, puede lograrse de un modo muy lento. La
i , |>i,i< huí por parte de los otros y la aceptación de sí mismo son mutuamente
di p. mili un s, no sólo la propia aceptación depende básicamente de que nos
i.. |>i. ii los demás, sino que la aceptación que nos brindan los otros sólo es
na ilnn nii posible después de que el individuo puede aceptarse. Los miembros
.I. I pu p o leí ipetilico pueden sentir un gran desprecio por sí mismos y un
I•i ••111111 li i desden por los otros. Una manifestación de esto puede advertirse
. ii , l n i li.i/o inicial del paciente a unirse a “ un grupo de chiflados” o su
0 .isii m u .i participar íntimamente en el grupo por temor a ser devorado por
un icmolino de infelicidad. La importancia de aceptarnos para que los otros
ih* ,i,i píen, la ha demostrado la investigación que hizo Rubín,30 quien estudió
,i . meiieiila individuos antes y después de un intenso trabajo de laboratorio
. .ni un guipo f que convivió durante dos semanas y descubrió que el aumento
di- |,i aceptación de sí mismo estaba significativamente correlacionado con
mi aumento del hecho de aceptar a los otros. Estos resultados están de acuerdo
..... I.i alo inación que hizo Fromm hace muchos años: sólo después de que el
individuo puede amarse, es capaz de amar a los otros. Sin embargo, yo añadi-
II a que solo después de que ha sido amado, puede amarse.
Ana mi hemos usado el término “ estima propia” pero tenemos que cm-
pe.-ai a examinarlo; es un concepto básico en cualquier enfoque del cambio
.1, |.i personalidad. Hamburg31 afirmó que todos los que buscan ayuda de
mi piofesionnl de la salud mental tienen en común dos problemas enormes:
1 i una dificultad para establecer y mantener relaciones inlerpersonales signi
(li allva1., v •’ ) una dificultad para mantener un sentimiento de valor personal
(|,i c:,luna pjopia). lis difícil examinar estas dos áreas interdependientes como
nulidades i.epiuadas, pero, ya que en el capitulo anterioi hemos insistido más
piolundiimenle en <I establecimiento de las relaciones ínterpersonales, ahora
mi. ioneenliaiemos en la estima propia
LA COHESIÓN DEL GRUPO 73

En una revisión y un análisis científico de la identidad y la estima, en el


que mi examen se apoya profundamente, Miller 32 subraya la interdependencia
que hay entre la estima de sí mismo (la evaluación que hace el individuo de
su identidad) y la estima pública (la evaluación que hace el grupo del valor
de ese aspecto de su identidad afín a ese grupo particular). La propia estima se
refiere al concepto que tiene el individuo de lo que realmente es, de lo que
en realidad vale, y está indisolublemente vinculada con sus experiencias en
las^ relaciones sociales^ Recuérdese la afirmación de Sullivan: “ Puede decirse
que el yo está formado por evaluaciones reflejadas.” 33 El individuo se consi­
dera y se evalúa a sí mismo, durante su desarrollo personal, como cree que
los otros lo consideraron y evaluaron. El individuo, dependiendo de la con­
gruencia de sus experiencias vitales, internaliza ciertas relaciones y aprende a
evaluarse con cierta independencia, pero en un grado mayor o menor siempre
le preocupa y se ve influido por su estima pública: la evaluación que le dan
los grupos a los que pertenece.
El grado en que el miembro se ve influido por su estima pública en el
grupo y el grado en que se siente inclinado a usar ese marco de referencia
depende de varios factores: la importancia que tiñe el grupo para él, la
frecuencia y lo específico de los informes que le da el grupo acerca de su
estima pública, y la prominencia que tienen para el miembro los rasgos en cues-
lión. (Se supone que en los grupos de terapia, la prominencia es muy grande,
desde luego, ya que los rasgos en cuestión están muy cerca de la identidad bási­
ca del paciente.) En otras palabras, cuanto más le importe el grupo, más
suscribirá los valores de éste, y tanto más se inclinará a estar de acuerdo con los
juicios del mismo.34
I I sistema “ estima propia-estima pública” está íntimamente relacionado
con el concepto de la cohesión del grupo. Ya hemos dicho que el grado de
Influencia del grupo jiobre la estima propia está en función de su cohesión^
< ii.uito'rriás atraído se sienta alguien hacia el grupo, tanto más respetará los
jim ios del mismo., y tanto más atenderá y tomará en serio cualquier discre­
pancia entre la estima pública y la estima propia. Una discrepancia entre estos
do-, lucioivs pondrá al individuo en contradicción, y éste empezara a hacer
,dgo para eliminarla.
Si esta discrepancia se inclina hacia el lado negativo (si el grupo lo
evalúa menos que lo que el miembro se evalúa a sí mismo) ¿cóm o podrá
. I individuo resolver esta discrepancia? Un recurso es percibir mal, negar
o dnloi •,¡ollar la evaluación del grupo acerca de su estima pública. En un
i>iupo de terapia, este desarrollo establece un círculo vicioso. Su estima pública
, . hnju debido a que el paciente no participa en las tareas del grupo, y
, ualquiei aumento en los problemas de comunicación y defensivos sólo deva-
I, , mas |a estima publica I■veiiluulmcule, la comunicación del grupo con el
74 LA COHESIÓN DEL GRUPO

individuo se romperá, a menos que éste use mecanismos próximos a la psicosis


para distorsionar la realidad.
Otro método más común para tratar la discrepancia es devaluar al grupo.
Por ejemplo, el paciente puede racionalizar que el grupo es artificial, o que
está compuesto por individuos muy perturbados, y compararlo desfavorable­
mente con algún grupo de apoyo (por ejemplo, un grupo social o profesional)
que podría evaluarlo en forma diferente. Esta secuencia, característica de la
historia de “ los que se apartan del grupo” se describe en el capítulo vil y
generalmente hace que el miembro deje al grupo.
Un método terapéutico y definitivo de resolver la discrepancia para el
individuo, es intentar elevar su estima pública cambiando los rasgos y las acti­
tudes que ha criticado el grupo. Este método de solución es más factible si el
miembro se siente muy atraído por el grupo, y si la discrepancia entre la baja
estima pública y una estima propia elevada no es demasiado grande. ¿Es
este enfoque definitivo (usar la presión del grupo para cambiar la conducta
o las actitudes del individuo) una forma de acondicionamiento? ¿Acaso no es
mecánico (descuida los niveles más profundos de la integración) y por con­
siguiente transitorio? Desde luego, la terapia de grupo emplea los principios
del acondicionamiento; de hecho, (a psicoterapia^es. en todas sus variantes,
básicamente una forma de aprendizaje. Hasta el enfoque más libre usa técni­
cas de acondicionamiento funcionales que el terapeuta, sin embargo, no emplea
conscientemente.35 Los pacientes aprenden por medio de declaraciones explí­
citas o por implicaciones más sutiles lo que desean de ellos sus terapeutas.
Sin embargo, estos comentarios de ninguna manera implican un enfoque más
superficial del cambio de conducta o que tenga resultados menos duraderos,
ni implica deshumanizar el proceso de la terapia. El acondicionamiento ad­
verso o funcional de la conducta y las actitudes no es, según creo, factible
ni eficaz cuando se aborda como una técnica aislada.* De hecho, como lo
he subrayado repetidamente, todos los factores curativos son intrincadamcnle
interdependientes, y deben considerarse una parte de un proceso de espiral
complejo. El cambio de las actitudes y de la conducta, sin importar su origen,
produce otros cambios. El grupo cambia su evaluación del paciente, y éste
se siente más satisfecho consigo mismo en el grupo y con el grupo mismo.
Así se inicia la espiral de adaptación que describimos en el capítulo anlcrioi

* Los que aplican las técnicas de la terapia conductista informan de la mejoría dina
dera del paciente, después de eliminar algún problema perturbador; pero un examen nía
íntimo del proceso inevitablemente revela que las relaciones interpersonulcs impoi lnnl* *i
se han visto afectadas. La relación entre el paciente y el terapeuta lia sirio míe. aguí
ficativa que lo que el terapeuta cree, o luí ocurrido algún cambio imporlimlc. iniciado
poi r'l alivio de los síntomas, en lie. lalaciones sociales del paciente, que lia servido pala
rcl’or/.ai y mantean la mejoría del mismo
LA COHESIÓN DEL GRUPO 75

En el grupo terapéutico orientado adecuadamente, es más común una dis-


crepancia en la dirección "opuestaT el grupo evalúa al individuo más de lo
que él se aprecia. El paciente, que entra en contradicción, intentará resolver
la discrepancia. En algunos grupos podrá buscar rebajar su estima pública
revelando cosas inadecuadas. Sin embargo, en los grupos ~de terapia^ esta"
conducta tiene el efecto opuesto: eíeva la estima pública aún más, ya que
déscúbrir cosas inadecuadas es una norma cíe grupo apreciada, y aumenta la
aceptación del mismo. Árité cito, ePñdivíduo puede empezar a reexaminar
y revaluar su bajo nivel de estima Propia. Un bosquejo clínico ilustrativo
puede darle cuerpo ¿ esta formulación desnuda.

La señora Ende, una ama de casa de 34 años de edad, con una hislona 111111' n.
nalmente pobre, buscó la terapia debido a la angustia y a los sentimiento-, di
culpa que provenían de una serie de aventuras extramaritales. ( linicnm. ni.
su estima propia era excesivamente baja. Ella menospreciaba su apm mu u»
física y su conducta de madre y esposa. Había obtenido cierta satislai ción en
sus actividades religiosas, pero nunca se había considerado bastante buena 1•■1 >
poder entablar relaciones sociales con la “ gente de la iglesia” de su comunidad
Se había casado con un individuo al que consideraba repugnante: sin embaí po. lo
consideraba un buen hombre y bastante bueno para ella. Sólo en sus actividad,
sexuales, y en particular en una aventura en la que había tenido relaciones sema
les con varios hombres a la vez, parecía estar viva. Sólo entonces se bahía
sentido atractiva, deseable y capaz de dar algo de ella que parecían api.alai
los otros. Sin embargo, esta conducta entraba en pugna con sus convicción. s
religiosas y le producía una considerable angustia y desprecio por sí misma
Considerando al grupo un microcosmo social, el terapeuta pronto obs. ivó
las tendencias características de la conducta de ella en el grupo. I a sofloia •.*
relacionaba con los otros miembros a través de los temas sexuales, y duianl.
muchas horas el grupo luchó con todas las excitantes ramificaciones d e su dilema
sexual. Sin embargo, todas las otras veces en el grupo ella se sentía d e s v i n c u l a d a
y no ofrecía nada. Se relacionaba con el grupo igual que con su ambiente so
cial. No podía relacionarse con la gente buena de la iglesia y, do hoclm, sen
tía que no podía ofrecer nada excepto sus órganos genitales.
Su curso de terapia consistió, en gran parle, en reexaminni groduuliuenlt y
después en anular su creencia de que ella no tenía nada valioso para oliecn
a los demás. A medida que empezó a responder a los otros, a olívenles álcelo v
apoyo, a intereambini problemas y sentimientos, descubrió que los demás mi.m
bl'O.s la apreciaban cada ve/, más. la disciepaucia entre la estima publica y la
estima propia más linde se amplió a tal grado que se elevaron los niveles di
su estim a propia Su co n d u cta c a m b io tanto que pililo lenei iclactones no se m a
les siguí Ileal ivas denlio y lucra del grupo Lulo a su ve/ aumentó su .
luna piopia, y poi olio piodiqo una e.pual de adaptación
LA COHESIÓN DEL GRUPO

I ,i estima propia, la estima pública y la cohesión de gru po: las evidencias

I i investigación de la terapia de grupo no ha explorado específicamente la


m Lición entre la estima pública y la estima propia.* Sin embargo, hay algunos
•tillo-, interesantes sobre la popularidad en el grupo, una variable que casi es
moiiimo de estima pública. En el estudio19 de cuarenta pacientes de terapia
•ti guipo, previamente descrito, mostramos que los pacientes “ elegidos” por
lo1, .iiios miembros como los más populares en la sexta y en la decimo-
■gumía semana de la terapia, obtuvieron al final de un año resultados signi-
11• iio .miente mejores en la terapia que los otros miembros del grupo. Por esto,
p n .. . que los pacientes que tienen una estima pública elevada al principio
■I I . iio.o de la terapia de grupo están destinados a tener un mejor resultado
•n lii leí npia.
l*.na i omprender este fenómeno, los investigadores estudiaron las causas
i i. i mliiiinii -. de la popularidad. ¿A qué factores podemos atribuirles la popu-
i o i. luí i . n lo1, giupos de terapia? Tres variables, que no se relacionaron en sí
mi mi* ion lo1, resultados, se correlacionaron significativamente con la popu-
1iiiIiIhiI, i n eNjxjcial:

i i I IiiiImi revelado algo de sí mismo antes.**


' I n compatibilidad interpersonal.*** Los que tenían (quizá fortuitamente)
ni 11 i.L u ir , m iel personales que se mezclaban bien con las de los otros miembros
•leí guipo, «o volvieron populares en éste.
I Odie, mediciones sociométricas; los miembros del grupo que fueron elegidos
i mi mucha frecuencia como compañeros para los momentos de ocio o colegas
■n lo?, comités de trabajo se volvieron populares en el grupo.

' l midgii n y MillcHJ<l hicieron un estudio relevante sobre pacientes no hospitalizados


ii mi ni upo I Mctliel (véase el capítulo xiv). Descubrieron que la estima propia dis­
minuí i mundo decrecía la estima pública (evaluada por una medición sociométrica).
i m il,¡e n deNi ubi ieron que cuanto más un miembro subestimaba su estima pública, tanto
m i lo ni epiiihiin Ion demás miembros. En otras palabras, la capacidad de enfrentarse
i l.i di liiinii iun propias o aun de juzgarse a sí mismo un poco duramente aumentaba su
, , iiiiui publica la humildad, dentro de ciertos límites, es mucho más aceptada que
la ol lOtinm ia,
' ' Ante* dr etnpe/ui la terapia los pacientes llenaron un cuestionario (un cuestionario
Imii ,iiil modificado, para revclni algo de sí mismo)87 el cual indicaba (|ue quienes prc
l n11 ir nii li.diliin i, velado gran parte de sí mismos (algo importante pora los otros miem
Ilion di I guipo) a sus amigos íntimos o a grupos de individuos, estaban destinados a
vulvnm populairN en sus grupos. En un reciente estudio, llurloy8M demostró, rn un
guipo di c o ñ u d o que duró «lie/ semanas, que la popularidad estaba correlacionada
ion il i ovo Iot algo do si mismo en el grupo y también antes de la terapia de guipo
•** M edido poi el i ueslloniii lo l'IMO li ( vNise el capítulo VIII)
LA COHESIÓN DEL GRUPO 77

Un estudio clínico de los miembros más populares y menos populares


reveló que dichos miembros, en su selección de los pacientes populares, apre­
ciaban mucho la juventud, educación, inteligencia y capacidad de introspec­
ción. Todos los pacientes populares ocuparon las jefaturas de sus grupos,
ayudaron a llenar el vacío de jefatura que ocurrió al principio en el grupo
cuando el terapeuta se negó a desempeñar el tradicional papel de jefe.
Los pacientes más impopulares en nuestra muestra eran marcadamente
rígidos, moralistas, incapaces de tener introspección, y participaban poco en
las tareas grupales. Cuatro pacientes se apartaron francamente de sus grupos
y se aislaron con rapidez. Reaccionaron a la defensiva ante el grupo, ata­
cándolo y, por consiguiente, lograron que se les excluyera. Otros que eran
más esquizoides parecían asustados ante el proceso del grupo, permanecieron
en la periferia, no entrando a la onda interaccional de éste.
El estudio de grupos de encuentro realizado por Lieberman, Yalom y
Miles23 corroboró estas conclusiones. Los investigadores descubrieron, por
medio de un estudio de los datos sociométricos (les pidieron a los miem­
bros que se jerarquizaran mutuamente en diversas variables), que los miembros
más influyentes también eran los que tenían una conducta que armonizaba
con los valores del grupo de encuentro (correr riesgos, la espontaneidad, la
franqueza, revelar algo de sí mismo, la expresividad, ayudar y apoyar al grupo).
Además, estos miembros obtuvieron resultados curativos significativamente
superiores.
Resumiendo estos descubrimientos, los miembros logran una posición de
popularidad y de influencia en los grupos mediante la participación activa,
revelando algo de sí mismos, la introspección, la expresión emocional, y la
conducta de jefe. En resumen, podemos decir que logran la aprobación (en
última instancia la mejoría) en el grupo participando al máximo en sus tareas.
¿Cuáles son las tareas de un grupo de terapia? La mayoría de los grupos
«le terapia aprecian: 1) A ceptar el papel de paciente; 2) revelar algo de sí
misino; 3) los sentimientos..sinceros con uno mismo' y con los otros miem-
4) una actitud no defensiva; 5) interesarse en ,los .otros y aceptarlos;
(>) apoyar al grupo, y 7) la mayoría personal.
Tener estas conductas lo recompensa el grupo. Como Homans39 ha demos-
11 mío, el paciente que cumple con mayor exactitud las normas del grupo, es
« I miembro al que el resto del grupo considera más popular e influyente.*

* Hules,10 en su investigación con los grupos de trabajo y de discusión sin jefe, des-
iiI«i i<> «111** «urgen «los jefes en el grupo: uno “ejecutivo de trabajo”, y otro “social-
<unmi<iiiíiI Solo rara ve/, estos «los papeles los desempeña la misma persona: “el gran
linuibio" Mu embargo, en los grupos «le terapia cuando al terapeuta lo excluyen de la
I.. iimi •iiu louiélileu. los pacientes pot lo general seleccionan a la misma persona para
il< ni ñipe liai culón pape Ion !IH
78 LA COHESIÓN DEL GRUPO

Es importante observar que no sólo el que cumple las normas del grupo
es recompensado con una creciente estima pública, sino que también obtiene
otros beneficios. Las conductas que exigen las normas del grupo le servirán
en buena medida en sus relaciones fuera de éste. En otras palabras, las habi­
lidades sociales que usa el individuo en el grupo para lograr popularidad se
ven reforzadas por la popularidad que logra, y éstas mismas probablemente
le ayudarán a enfrentarse con más eficacia a sus problemas interpersonales
fuera del grupo. Por ello, la popularidad creciente en el grupo actúa terapéu­
ticamente de dos maneras: influye en la estima propia y vigoriza las habili­
dades sociales de adaptación.

La cohesión del grupo y la asistencia

Permanecer en el grupo obviamente es un requisito previo y necesario, aunque


no suficiente, para que el tratamiento tenga éxito. Varios estudios indican que la
terapia de grupo interaccional es prolongada, y que los pacientes que aban­
donan pronto el curso de la terapia obtienen pocos beneficios.19- 42,43- 44
Más de cincuenta pacientes que abandonaron los grupos de terapia en las
primeras doce reuniones informaron que lo hicieron porque encontraron cierta
tensión en éstos. No se sintieron satisfechos con la experiencia terapéutica
ni mejoraron. Desde luego, muchos pacientes de Nash45 se sintieron peor.
Los pacientes que permanecieron en el grupo, por lo menos varios meses,
tuvieron más probabilidades (el 85 por ciento en un estudio)19 de benefi­
ciarse con la terapia.
Cuanto mayor atracción sienta el paciente por el grupo, tanto más incli­
nado se sentirá a continuar perteneciendo al grupo de terapia46 y también
a los grupos de trabajo y laboratorio.47, 48 Por ejemplo, Sagi et al,47 descu­
brieron una correlación significativa entre la asistencia y la cohesión del grupo
en 23 organizaciones de estudiantes universitarios. Yalom y Rand40 estu­
diaron la cohesión en cuarenta miembros de cinco grupos de terapia, y descu­
brieron que los miembros que tenían menos cohesión se habían marchado
del grupo en las primeras doce reuniones. En otro estudio Yalom et a/.,19
descubrieron que los miembros que tenían las puntuaciones de cohesión más
elevadas en la sexta y en la decimosegunda reunión asistieron, significativa­
mente, a más reuniones durante el año.
Lieberman, Yalom y Miles en su estudio sobre grupos de encuentro2,1
descubrieron una correlación elevada entre la baja cohesión y el posterior
abandono del grupo. Los que se retiraban no tenían el sentimiento de peí le
necei al grupo, y muy a menudo lo abandonaron porque se sentían rechazados
o atacados por este,
LA COHESIÓN DEL GRUPO 79

La relación entre la cohesión y la permanencia de los miembros tiene


implicaciones para todo el grupo. No sólo los miembros con menos cohesión
se retiran y no obtienen beneficios de la terapia, sino que los grupos sin
cohesión de los que se retiran muchos pacientes muestran ser menos tera­
péuticos para los miembros que se quedan en el grupo.
La permanencia dc_ J o s miembros es una condición necesaria, papa la
eficacia de la terapia de grupo. La mayoría de los grupos de terapia pasan
por una temprana fase de inesjtabilidad a medida, que algunos miembros
se marchan del grupo y son reemplazados por otros. Después de esto, los
grupos con frecuencia_entran en una fase estable y prolongada, en la que se
realízala"mayoría del trabajo sólido de terapia. Algunos grupos parecen entiai
pronto en esta fase estable, y otros nunca lo logran. Que algunos se rdtlron
del grupo a veces hace que otros lo abandonen, y algunos pacientes se man lian
poco después de que parte un miembro clave. En un estudio que siguió
todo el curso de un grupo de terapia18 los pacientes a menudo espontanea
mente subrayaron la importancia de la estabilidad de la permanencia de los
miembros.*
Un estudio realizado en un consultorio para pacientes hospitalizados |>.u
delitos sexuales tratados en terapia de grupo, también indicó que un ln< im
crítico importante para los resultados positivos es que haya una relación e .i.iMr
entre el grupo y el terapeuta.49

* ¿Cuáles son las implicaciones de estas observaciones sobre la estabilidad de Ion mh m


bros para los grupos que no pueden evitar que cambien mucho sus miembios. poi
ejemplo, los grupos de pacientes hospitalizados en una sala de admisión pslquláti n a
muy solicitada? ¿Debemos concluir que estos grupos no pueden ser eficaces? Yo sugeii
ría que el terapeuta primero debe reconocer las condiciones inflexibles de su medio
ambiente clínico, y basándose en estas condiciones debe establecer nielas npiopladu
para el grupo.
Obviamente, un grupo que tiene nuevos miembros que entran y antiguos micmbtos t|u<
se marchan cada semana no puede ser dirigido de igual modo que los grupos estables v
duraderos. Además, las metas de la experiencia de grupo deben alterarse. Si el l e i n p e i i l a
desea cambios caracterológicos importantes en este ambiente, no podrá evitai el d e s n l l e n l i
y u n eventual pesimismo en la terapia.
¿Qué puede lograrse con un grupo que en tuda reunión debe consideiurse una culi
ilad, y no una parte incompleta de un proceso que se desarrolla durante muela........
May muchas nielas unir.las apropiadas. l o s pacientes pueden com pailii Ion pioblemas \
las preocupaciones, y así ullvliu su soledad v su sentimiento de inalgnll'lcnncln sin
(fiilai le s pueden ensellai habilidades sociales, apremlei soiuillninente que pueden
oblenri ayuda . bailando y así eslai me|oi pieparndos y estimulados pata segitll un c u c o
de phlcoletaplu después de nii I íi del hospital lis Inipoitaule. aunque la expetleiiclw di
P i upo del paciente loinlsta sólo en lili pai di i millonea, que halle un ambiente de con
lliin/a, coopfi la Ion y apoyo en >1 giiqio 1>< olía malicia, no pueden logruiae ni la
nielas mas llnilladas
NO LA COHESIÓN DEL GRUPO

La cohesión del grupo y la expresión de hostilidad

Ni na un error creer que son equivalentes la cohesión y la tranquilidad.


\I)',unos grupos cohesivos pueden‘ mostrar una gran aceptación, intimidad‘ y
comprensión, pero es evidente que también ’peTmíten un mayor desarrollo
\ expresión de la hostilidad y de los conflictos.~^m eñc^^üé” lir"HbstÍTííá"d~se'
i \l>i rsr francamente, las actitudes hostiles persistentes e impenetrables pueden
<li arrollarse, y obstruirán el aprendizaje interpersonal eficaz. La hostilidad
■luí no se expresa, sencillamente queda latente sólo para surgir de ImicEáT
muñeras indirectas, ninguna de las cuales favorece al proceso terapéutico del
jniipo No es Fácil continuar comunicándose sinceramente con alguien que
tu*-, i ansa desagrado. La tentación de evitar al otro y de interrumpir la comu-
iii* n ion es muy grande. Sin embargo, cuando los canales de comunicación
,i .nii.iii, también se terminan las esperanzas de resolver el conflicto, de
.............. i *!*■:,nrroíío personal y un cambio de actifúdr^Üomo Frank50 ííos
i* * in ida. * lo es tan verdadero en el nivel de megagrupo nacional como en
mi ni'* I di.nlicii. Considérense las evidencias experimentales que ofreció Sherif
* n ai lamoso experimento Robbers’ Cave.51
\ mi * ampamenlo de muchachos de once años de edad, bien adaptados,
I** do uliciim inieialmcnte en dos grupos. A los muchachos los hicieron com-
l" ni ........ . seiie de eventos muy reñidos. Pronto cada grupo desarrolló un
dio piado de cohesión y de organización interna, y también un profundo
*ni■nn< nio di- hostilidad para el otro grupo. La comunicación significativa entre
lo . ilo . p tipos se volvió imposible. Por ejemplo, si los colocaban físicamente
piolimos en el comedor, las fronteras de los grupos permanecían impermea-
bli . y ae. miembros sólo intercambiaban burlas, insultos y se arrojaban bolitas
de papel ensalivado.*
I ii el proceso de terapia, la comunicación no debe romperse, los advér­
a n o s deben continuar trabajando juntos de manera significativa, para hacerse
0 sponsablcs de sus afirmaciones, y desear superar el terreno de los insultos.

' I a obsli ucción de la comunicación entro los miembros de lo*s dos grupos finalmente
(** i* solvió infundiendo la cohesión y la lealtad y formando un solo grupo grande. Se
*'iiiddri Irnui incln.s ,subordinadas que rompieron las fronteras del pequeño grupo, y obli-
itiiioii .* los mui lint.líos a trabajar juntos en un solo grupo grande. Por ejemplo, un
iiiinlóu que li nnsportaba alimentos para un paseo largo se quedó atascado en una /.un
i** y ""lo podía sci rcscaUido con la cooperación de todos los muchachos; una película
*iu* I* . ansiaba nuil lio solo podía ser rentada mediante la contribución conjunta de todo
*I guipo se rodo el abasto del agua y similar'mente sólo podía arreglarse con la
*oopeini ion de lodos los m ili hachos, l o que se necesita p a ia rcsolvei la hostilidad
* n i l mundo es que eNlalle una grave crisis mundial que sólo pueda evilaise con la
1tiiijici *u Ion iiu uanaiioti.il l'oi ejemplo, una CTlf¡l‘l fie coiilauunai lóli niiiiidnd. el agola
aliento d* I oKÍgrno, o, aun mejor, lina invasión man nina
LA COHESIÓN DEL GRUPO 81

Desde luego, ésta es una diferencia importante entre los grupos de terapia
y los grupos sociales, en los que los conflictos a menudo producen rupturas
permanentes de las relaciones. Las descripciones de los pacientes sobre los
incidentes críticos en la terapia (véase el capítulo n) a menudo incluyen un
episodio en el que se expresaron fuertes sentimientos negativos. Sinembargo,
pudieron calmar la tormenta y continuar la relación (con frecuencia de una
manera más satisfactoria) con el otro miembro.*i
En la base de estos sucesos se encuentra la condición de la cohesión. El
grupo y sus miembros deben sentir bastante interés mutuo para que deseen
soportar" la molestia de analizar el conflicto. En cierto sentido, los grupos
cohesivos son como las familias que sostienen luchas muy encarnizadas, pero
que ~sin~embargo, tienen un fuerte sentido de lealtad.
Después de que las condiciones son tales que pueden resolverse cons­
tructivamente los conflictos en el grupo, la terapia se ve favorecida de mu­
chas maneras. Ya hemos mencionado la importancia de la catarsis, de correr
riesgos, de la exploración gradual de las partes que antes se evitaban o_eran
desconocidas, yr-tte-recon ocer'qüe~la~temida catástrofe prevista era quimérica.
I'ambién es importante para muchos pacientes tener la experiencia de ser
agredidos. En la lucha, como Frank sugirió,52 cada uno puede llegar a conocer
mejor las razones de su posición y aprender a soportar la presión del otro.
Ll conflicto puede fomentar el_ descubrimiento de sí mismo, ya, que cada
Uno tiende a revelar más y más de sí mismo para aclarar su actitud. En
la medida en que los miembros puedan superar la mera afirmación de su
posición, en la medida en que empiecen a comprender el mundo de las expe-
i inicias del otro, pasado y presente, y a considerar la postura del otro desde
mi marco de referencias, pueden empezar a comprender que los puntos de

vista del otro pueden ser tan apropiados para él, como los suyos para sí
mismo.
Enfrentarse, analizar, y posteriormente resolver el fuerte desagrado o el
odio dejotra persona es una~expérienciáT"de gran poder terapéutico.
Un ejemplo clínico muestra muchos de estos puntos. Susan, una directora
de escuela formal, de 46 años de edad, y Jean, una joven de 21 años de
, (Lid que había abandonado la preparatoria, emprendieron una lucha cruel,
‘ .usan despreciaba a Jean debido a su estilo de vida libertino, y por lo que
( lia imaginaba que era pereza y promiscuidad. A Jean le disgustaba la tenden-
■m a juzgar, la mojigatería, la inveterada soltería y la cerrada posición ante el
imimlo de Susan. Por fortuna, ambas se sentían muy interesadas en el grupo.
( Algunas circunstancias fortuitas intervinieron aquí. Jean había sido un miem­
b r o llave del grupo durante un ano; luego se casó y se marchó al extranjero

h, meses I sai lamente en ese tiempo Susan entro en el grupo y durante


I;i ,m mu i.i de lean llego a p.irlieipai lililí lio ell el im ano )
M' I A < 0111 SIÓN DEL GRUPO

Amlms liahían tenido considerables dificultades en el pasado para expre-


ii y par;i enfrentarse a la ira. Durante cuatro meses interactuaron profun-
11.míenle, a veces en discusiones acaloradas (por ejemplo, cuando Susan
Imhlaha santurronamente de haberse enterado que Jean había obtenido en
lia ni.i ilegal cupones para alimentos, y cuando Jean se enteró que Susan
. i .i virgen y expuso la opinión de que era una curiosa reliquia victoriana).
Ni i rali/ó un buen trabajo de grupo; se conocieron mutuamente, y des-
Iun*:, comprendieron la crueldad de sus juicios. Por último, ambas pudieron
i miipieiulei cuánto significaba una para la otra en el nivel personal y sim-
holieo Jean necesitaba desesperadamente la aprobación de Susan, y ésta
envidiaba profundamente a Jean por la libertad que ella nunca se había
permitido tener. En el proceso del análisis, ambas sintieron plenamente su
n i encontraron y luego aceptaron partes antes desconocidas de ellas. En
ultima nr.iancia desarrollaron una comprensión empática, y luego una acep-
i i.ii.n mutua. Posiblemente ninguna podría haber tolerado la molestia extre-
.....tu di I conflicto, si no hubiera sido por la vigorosa cohesión que, a pesar
di ti pina, las unía al grupo.
tin . ilu lo-, grupos cohesivos son más capaces de expresar hostilidad
Mii ii miembros, sino que hay pruebas de que también pueden expresar
1.. . i til. I.ni con el jefe.* Sin considerar el estilo personal o la capacidad del
|. i. di l guipo, el grupo de terapia, a menudo dentro de la primera docena
d. 11 iinu un llega a experimentar cierto grado de hostilidad y resentimiento
. ..ti il (Véase el capítulo x donde se examina plenamente este tema.) El
1. 1, no ite.lace sus esperanzas fantásticas, ni les pone bastante atención, ni
dingi lo Mifieientc, ni ofrece un alivio inmediato. Si el grupo no expresa estos
•.eiiiiimciitos con franqueza, pueden producirse varias consecuencias dañosas.
I o\ miembros pueden encontrar un chivo expiatorio, ya sea un miembro del
guipo o alguna institución, como “ la psiquiatría” o “ los doctores” ; sólo

1 Un estudio realizado por Pepitone y Reichling1I»3 ofrece una confirmación experi-


iii. iiiül l -.iii«limites universitarios pagados, que se habían ofrecido voluntariamente, fue-
IIni dividido» en 13 grupos de trabajo de laboratorio de alta cohesión y en 13 de baja.
I .i cohesión se creó de la manera experimental usual: a los miembros de los grupos
•I. dto cohesión les dijeron, antes de la primera reunión, que su grupo estaba com-
Iilu .111 de individuos que habían sido cuidadosamente seleccionados por medio de los
i uc'slloniiilofi psicológicos para asegurar un máximo de compatibilidad. A los miem-
111«i ’i de los grupos de cohesión baja les dieron el trato opuesto; les dijeron que la selección
no había tenido éxito y que probablemente ellos no se llevarían bien. Ix>s grupos, micn
i, e. eupeiaban que el experimento se iniciara, fueron sistemáticamente insultados por un
mli m in o del pcisonnl de investigación. Después de que se marchó, los miembros de los
IPtipos de alia cohesión, significativamente, fueron más capaces de exprcsai una liostili
dad nbli ila e inleiisa colilla la figura de la autoridad. Wiiglit51 oblilVo hallazgos similaies
i ii la Investigación con giupos de la escuela de enfermeros.
LA COHESIÓN DEL GRUPO 83

pueden suprimir la ira experimentando una irritación creciente consigo mismos


o con el grupo. En resumen, pueden establecer normas que desalienten la
expresión franca del resentimiento. Por otra parte, es daramente_ útil para
el grupo expresar su hostilidad, y después descubrir que no ha ocurrido nin-
guna desgracia irreparable. Obviamente es preferible que el terapeuta en-
Frehfé~este at_aqüe, y no que lo haga algún chivo expiatorio, quien será mucho
menos capaz de soportarlo y comprenderlo. Además, este proceso se refuerza
a sí mismo; un ataque eficaz y de conjunto contra el jefe que se maneja de
un modo no defensivo y sin represalias sirve para aumejtar.,,Ja,_,c,Qh£SÍón-*I
aúnjmás. Por ejemplo, un grupo en su octava reunión dedicó gran parte de
la sesión a hablar de temas impersonales, como la política, la hipnosis, las
vacaciones, etc. Y a que algunos miembros obviamente no participaban, el
terapeuta preguntó qué estaba haciendo el grupo. Él observó que una paciente
había dicho que se sentía aburrida, y preguntó por qué el grupo se dedicaba
a hablar de temas aburridos. A esto siguió un ataque violento contra el
terapeuta; era la primera vez que el grupo lo atacaba. Todos afirmaron que
él había mostrado mucho interés en la discusión. Ellos preguntaron cuál
era en realidad la función del terapeuta: lo acusaron de darles a todos la
misma “ línea” antes de que entraran en la terapia. Finalmente, le informaron
que el grupo estaba teniendo una buena discusión controvertida antes de que
él “ se entrometiera y cambiara el tema” .
El grupo, como parte de la investigación que se realizaba, llenó cuestio­
narios después de cada reunión. Fue de gran importancia el hecho de que
los miembros calificaron la reunión, a lo largo de varios parámetros, como
la mejor que habían tenido.

La cohesión del grupo y otra terapia: variables relevantes

I a investigación ha demostrado en los grupos de laboratorio y bivalentes


que la cohesión del grupo tiene muchas otras consecuencias importantes.55’ 56
Muchas de éstas tienen una importancia obvia para el proceso terapéutico
del grupo. Por ejemplo, se ha mostrado en los miembros de un grupo cohe­
sivo, en contraste con los miembros de un grupo sin cohesión:*

1 Estos descubrimientos tienen su raíz en grupos y situaciones compuestos experimen-


lulmeute. Pin ii ilustrar la metodología usada en estos estudios, considérese el experimento
qm hi/.o Srlim hlci quien organizó grupos de voluntarios, pagados, para discutir un
piohlrma sociid el tratamiento correccional que dehe recibir un delincuente juvenil,
II ni imn larga hlsloiin de ieim alendas, quien se cneuontru esperando la sentencia del
|iie; |>e la miiiiein desctilu previamente, se loim aiou vatios grupos de cohesión alta
y ha|a, y se intlodiijeion individuos pagados en rada grupo que deliberadamente asumían
K«l LA COHESIÓN DEL GRUPO

I. Tratar de influir vigorosamente en los otros miembros del grupo.57


2. Ser más influido por los otros miembros.58
3. Mostrar más deseo de escuchar a los otros,59 y de aceptarlos más.60
4. Sentir mayor seguridad y alivio de la tensión en el grupo.61
5. Participar más constantemente en las reuniones.G0- 62
(>. Proteger las normas del grupo y, por ejemplo, ejercer mayor presión en
el que se aparta de las normas.57- 63
7. Ser menos susceptible de ser perturbado como grupo cuando un miembro
abandona al mismo.50

R esu m en

l'"i definición, la cohesión se refiere a la atracción que los^miembros sienten


i......I grupo y por los otros miembros. Los miembros de los grupos cohesivos
iirpi;........ mutuamente, se apoyan más, se sienten más inclinados a
- "i.iM.ii tina relación significativa con el grupo. La cohesión parece ser un
fnt'loi lenificativo en los resultados positivos de la terapia de grupo. En
....la imiii dr aceptación y comprensión, los pacientes se sentirán más incli-
im. i.. i , \presarse y explorarse, a tener más conciencia e integrarse a los
■ l " . tu- nú aceptables de sí mismos, y a relacionarse más profundamente con
I"1, d i ir, II papel del paciente en el grupo cohesivo influye mucho en la
■ 11111 i |a 11|tía. La conducta social que les piden a los miembros que tienen
illa - •>111 iii)ii se ve muy reforzada por el grupo, y después es socialmente
ni.ipi.iilma para el individuo en el grupo y fuera de éste. Además, los grupos
MiM\ cohesivos son más estables, sus miembros asisten más a las reuniones,
\ hay menos deserciones. Hay pruebas que indican que esta estabilidad es
vital paia que la terapia tenga éxito: que el miembro se marche pronto del
pupo I.- impide obtener beneficios, y le impide progresar al resto del grupo,
l ,i cohesión favorece la expresión constructiva de la hostilidad en el grupo,
una expresión que puede favorecer de varias maneras a la terapia con éxito.
A ini tenemos que considerar las causas determinantes de la cohesión:
'miles son las fuentes de la cohesión elevada y de la baja? ¿Qué hace el
leí apeulu para procurar el desarrollo de un grupo cohesivo? Discutiremos
esios im p o i imites temas en los capítulos que se refieren a las técnicas y a las
laicas del terapeuta ele grupo.

mui | h i'.ii Ion c-HlMMiimlii en el lema que se discutía. El contenido de la discusión, los
il iin -.oí lofiii li Icos, y o lio s ene.homii ios de posRilipo se un n li/n ro ii puní dcliu m in iU ,
Iiiu •{im plo la nilcir. litad dr lo-, csfuci/OH del i'iupo pm in lliiii «mi el ((lie disentía de ch| c
y i l i'i iido dr uuliH/d al i|iii' discutía del |Miipo
LA COHESIÓN DEL GRUPO 85

R e f e r e n c ia s b ib l io g r á f ic a s

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58 Cartwright y Zander, op. cit., p. 89.
59 K. Back, “Influence Through Social Communication” , J. Abnorm. Soc. Psychol.,
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09 G. Rasmussen y A. Zander, “Group Membership and Self-Evaluation” , Human
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01 S. Seashore, Group Cohesiveness in the Industrial Work Group (monografía; Ann
Arbor, Mich.: Institute for Social Research, 1954).
02 Goldstein et al., op. cit., p. 329.
03 A. Zander y A. Havelin, “Social Comparison and Intergroup Attraction”, citado en
Cartwright y Zander, Group Dynamics: Research and Theory, p. 94.
IV. FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

l \ i n v e s t i g a c i ó n de los factores curativos en la terapia de grupo se inicia


con el fundamento teórico de que la delincación de estos factores haría que
m desarrollara una guía sistemática de tácticas y estrategias para el terapeuta.
I I compendio de los factores curativos presentado en el capítulo i es, según
( reo, bastante amplio. Sin embargo, no tiene una forma capaz de aplicarse
mih lio clínicamente. Por una parte, los factores, en beneficio de la claridad,
l«i*, consideramos entidades separadas cuando de hecho son intrincadamente
mi ideprndicntcs. Separé el proceso de la terapia para examinarlo y ahora
i........ uto obligado a unirlo de nuevo.
i ii.i cuestión que examinaremos en este capítulo es: ¿Cómo funcionan
i i i> toii's curativos cuando no se consideran en forma separada, sino parte
d. mi |>ioccso dinámico? Un segundo tema que discutiremos es la fuerza
1111 •11.111 \.1 de los factores curativos. Obviamente no todos tienen el mismo
\ lili >1

'.ni i nih.iij'o, no es posible ordenar en forma absoluta los factores curativos.


i 1 b. ii i o 11*.ide i ai se muchas contingencias. La importancia de los diversos
I 1. 1. ui >ui .i iivos depende del tipo de terapia de grupo que se practique.
\leimic mi importantes en algunas etapas del grupo, y otros predominan en
oii.e. be,o, Aun dentro del mismo grupo, distintos pacientes se benefician
.. . ii diveisos factores curativos. Algunos factores no son tanto mecanismos
I'.h.i el cambio, como condiciones para éste. Por ejemplo, en el capítulo i,
de\ri ibimos que infundir esperanzas puede servir mucho para impedir el
i Iraliento y para retener a los pacientes en el grupo hasta que entren en
liiej'o otras fuerzas más poderosas para el cambio.
Nuestros esfuerzos por evaluar e integrar los factores curativos, hasta
iiiiiii punto, siempre serán dudosos. Se ha hecho muy poca investigación
d. I i i i i I va que demuestre la eficacia de cualquier factor curativo, y aún hay
mi un, investigaciones sobre la cuestión del valor comparativo o de la interre
bu mu de estos factores, Tampoco debemos esperar conseguir un alto grado
d' ci ilidumbre. No hablo desde una posición de nihilismo en la investigación,
mo que afirmo que la naturaleza de nuestros dalos es tan subjetiva que, en
I'1" medida, hace inaplicable la metodología científica, Debemos aprende)
1 ' iv|i i'lica/menle con la ineeilidumbre y tenemos que eonsiderai las mejores
evidencia', disponibles en el campo de la investigación y de la observación
i hule,i mleligcnli y dcsairnllui una terapia la/.onable que olíc/ea la gi.m
II* ' ib 11111,id neeesai ia pina hnei’i líenle al campo iiilmilo de lo', pioblem.e.
hiimimo'.
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 89

V alo res c o m p a r a t iv o s de lo s facto res c u r a t iv o s :

LO S PU N T O S D E V IS T A D E L T E R A P E U T A

Muchos terapeutas de grupo han publicado sus opiniones sobre los factores
curativos terapéuticos en el grupo. Una revisión de esta vasta literatura revela
el campo de los factores curativos, pero muy poco acerca de su valor com­
parativo. Además, es posible que las diversas escuelas no estén igualmente
representadas aquí. Por ejemplo, la escuela rogeriana, debido a sus raíces
académicas y a su gran número de tesis doctorales y estudios auxiliares, ha
escrito una parte desproporcionadamente grande de esta literatura.
Corsini y Rosenberg,1 en un informe ampliamente citado, reúnen los factores
curativos que aparecieron en trescientos artículos sobre terapia de grupo ante­
riores a 1955; 175 factores se reunieron en nueve categorías principales, y
muestran una coincidencia considerable con los factores que he descrito. Estas
categorías y las mías son:

1. Aceptación (análoga a “ cohesión de grupo” ).


2. Universalización ( “ universalidad” ).
3. Prueba de la realidad (incluye elementos de “ revaloración de la familia
primaria” y del “ aprendizaje interpersonal” ).
4. Altruismo.
5. Transferencia (incluye elementos del “ aprendizaje interpersonal” , de “cohe­
sión de grupo” y “conducta de imitación” ).
6. Terapia de espectador ( “conducta de imitación” ).
7. Interacción (incluye elementos de “aprendizaje interpersonal” y de “ co­
hesión” ).
8. Intelectualización (incluye elementos de “ dar información” ).
9. Alivio ( “ catarsis” ).

La notable coincidencia entre los dos conjuntos de factores curativos


aumenta la confianza en que son exhaustivos los factores que exponemos
en este libro.
Un lema pertinente que debemos exponer aquí es si los factores curativos
(y la conducta relevante del jefe) que consideran importantes los terapeutas,
. n realidad ocurren en el grupo. Es posible que el sistema de convicciones
del terapeuta tenga poca relación con su conducta real. Hay algunos estudios
mlcrcsanles que subrayan este tema.
I I estudio de I ' i c d l c i que describimos en el capítulo m , indica que los
especialistas, sin considera! sus escuelas, se parecen mucho unos a otros en
el upo de sus relaciones con los pacientes, líeme’1 estudió a los pacientes
de Innpeiltai. di dlleii ules escuelas ( psieoanalilica, adleriaiia, no directiva)
y d e s c ú la lo que los pacientes tintados con etilo l< atribuían su mejoría a
90 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

I¿uMori's similares, sin importar la disciplina particular del terapeuta. La obra


,lr Truax y Carkhuff,4 que examinamos en el capítulo ni, ofrece más pruebas
apoyar la conclusión de que los terapeutas eficaces trabajan similarmen-
II |»<»rc|iie establecen una relación afectuosa, y aceptan y comprenden a sus
pacienlcs. Strupp, Fox y Lessler,5 en un estudio amplio que hiciera sobre 166
I’" 'm i e s que estaban en terapia indvidual, llegaron a una conclusión
ainilai : los pacientes que habían mejorado hicieron énfasis en el hecho de
que sus terapeutas eran atentos, afectuosos, respetuosos y, sobre todo, hu­
manos”
I n una investigación de grupos de encuentro, Lieberman, Yalom y Miles6
< 1*o.i c| eapítulo xiv) estudiaron a los jefes de diez diferentes escuelas
"l« ttlóf’ u ¡o;. Observaron estrechamente la conducta real del jefe y descubrieron
l.i > ruóla ideológica (lo que los jefes creían, lo que decían que hacían)
11 "i.i pura relación con su conducta real. Por ejemplo, dos jefes de análisis
11 .............. ... no se parecían más mutuamente que lo que se parecían los otros
l <• (• It di osle estudio. Los investigadores inventaron una nueva clasifica-
1 .i. | , .pío do los jefes basada en su conducta real, y descubrieron que
i" mu vos agolpamientos de los estilos de los jefes se correlacionaban con
I" o nilimlos. había patrones de la conducta del jefe (por ejemplo, una gran
1 nítida.I d, apoyo y estructuración cognoscitiva) que no tenían relación con
ai . si liólas ideológicas, pero lograban resultados positivos.
I tío. estudios sugieren, pues, que los terapeutas con éxito se parecen
mui la* muiiiamenlc en varios aspectos muy relevantes para un resultado pósi­
to y que bis diferencias proclamadas entre las escuelas pueden ser más
'píllenles que reales.
( Huís dos estudios enfocan este tema desde otra perspectiva y comparan
I"1* puntos de vista del paciente tratado con éxito y de su terapeuta acerca
d< los factores que contribuyeron a la curación. Feifel y Eells7 estudiaron
n 7 i pacientes y a sus 28 terapeutas que pertenecían a la escuela psicoana-
lllieu Descubrieron que, aunque los pacientes le atribuían su éxito en la
terapia a los factores de relación, sus terapeutas le daban preferencia a las habi­
lidades técnicas y a las técnicas en sí. Blainc y McArthur8 hicieron un estudio
detallado retrospectivo del tratamiento de dos pacientes, orientado psicoana
li ia .inu'ii ic I os pacientes y sus terapeutas fueron entrevist ados e interrogados
a m e n do los factores que consideraban que eran los puntos críticos terapcu
Ileos las introspecciones significativas, la desrepresión, etc. Hubo diferen
eias asombrosas entre los pacientes y el terapeuta. Las principales diferencias
•um iícion en la evaluación de los tactores inconscientes que se volvieron
•"iiM li nles y en la correlación entre las experiencias infantiles y los síntomas
m (líales | | terapeuta le dio gran importancia a estos f'uetoics, y en cambio
los pacientes "negaron que este tipo de cosas luibieni ocurrido en la terapia"
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 91

Los pacientes valuaron los elementos personales de la relación, el encuentro


con un nuevo tipo aceptado de símbolo de autoridad, y el cambio de la imagen
de sí mismos y de su percepción de la otra gente. Un punto crítico en el
tratamiento de uno de los pacientes ilustra claramente las diferencias. En
medio del tratamiento el paciente tuvo un gran ataque de angustia y pidió,
y le fue otorgada, una consulta de emergencia con el terapeuta. El terapeuta y
el paciente consideraron crítico este incidente: el terapeuta, debido a que
creía que durante la sesión de emergencia había habido una desrepresión de
los recuerdos de los primeros juegos incestuosos sexuales y la consiguiente
liberación y el análisis del material edípico. Por otra parte, el paciente con­
sideró poco importante el contenido de la sesión de emergencia y la valuó
por las implicaciones de la relación: el hecho de que el terapeuta lo hubiera
atendido a media noche implicaba una atención y un interés que consideró
de máxima importancia.
Una discrepancia similar entre los puntos de vista del paciente y los del
terapeuta sobre la terapia puede encontrarse en un libro ( Every Day Gets a
Little Closer, Basic Books, 1974) que escribí junto con una paciente (Ginny
Elkin). A través del curso del tratamiento ella y yo escribimos resúmenes
independientes, impresionistas de cada sesión, y cada uno recordó y evaluó
diferentes aspectos del trabajo que realizamos juntos: yo, los logros interpre­
tativos, intelectuales; y ella, el intercambio suave, personal.
Estos estudios, pues, demuestran que aunque los terapeutas eficaces de
diferentes disciplinas pueden no estar de acuerdo cognoscitivamente sobre
el proceso curativo en la terapia, se parecen mutuamente por la manera en
que trabajan. Además, los terapeutas y sus pacientes pueden tener distintos
puntos de vista acerca de los factores curativos en sus terapias. Aunque
muchos de estos hallazgos provienen de la investigación sobre la psicoterapia
individual, es muy probable que tengan igual pertinencia para la terapia
ilc grupo. Es importante notar que en los estudios hasta ahora considerados
hay una tendencia conceptual común en los puntos de vista de los pacientes
acerca de la terapia. Constantemente hacen énfasis en la importancia de las
relaciones y en las cualidades humanas y personales de sus terapeutas. Ahora
consideraremos unos cuantos estudios relativos a la evaluación de los pacientes
de la psicoterapia de grupo sobre los factores curativos en el proceso de la
terapia.

El. VALOR COMPARATIVO PE LOS FACTORES CURATIVOS:


ni, PUNTO l>E VISTA DEL PACIENTE

('iln o cuntió estudios <|iu se leíieren a este tema dos examinan los puntos
dt vista di los pacientes en la templa lueve, uno estudia a los miembros de
•O FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

los grupos de encuentro, y otro estudia a los pacientes después de una pro­
longada terapia de grupo con éxito.
Itazón et al.,Q estudiaron a 18 miembros de dos grupos de terapia, de
iicmpo limitado, de pacientes no hospitalizados, que asistieron a quince se­
siones.
I >i '.pues de cada reunión los pacientes llenaron un cuestionario en el que
ile-.eribicron el incidente que consideraron más importante personalmente.
S. o unieron 279 incidentes y después los dividieron, tres jueces, en nueve
. alegorías que fueron, en orden de frecuencia:

I I Ina creciente conciencia de la dinámica emocional; una amplia categoría en


II <|ii< al sujeto “le ayudaron a adquirir nuevos conocimientos acerca de sí mis-
....... I< sus puntos fuertes y débiles, de su patrón de relaciones interpersonales,
d< sus motivaciones, etcétera” .
1 It'-conocer las similitudes con otros.
» '.ruin un interés positivo, aceptación y simpatía por otros.
I V. i r a sí mismo como lo ven los otros.
I spirsaisc congruente, clara y firmemente en el grupo.
i. \11 iiriiai sinceridad, valentía, franqueza o expresiones de emoción en
||l'| olios,
Prinhii que los otros le responden.
•.mili álcelo y lealtad general en el grupo.
0 Desahogar las emociones.

I o-, .nitores observaron que se había afirmado que los principales mecanis-
iii,. i ui.divos residen en la interacción entre los miembros del grupo; muy
poco-, informes mencionaban a los terapeutas. La retroalimentación interper-
,mal permitía que los pacientes reconstruyeran la imagen de sí mismos y
valnlaiau la universalidad de sus problemas.
nickol'l y Lakin10 estudiaron a 28 ex miembros de dos grupos de pacien-
i, . no hospitalizados dirigidos por un psiquiatra. Los pacientes asistieron a
mi piomedio de- once sesiones de grupo. En una entrevista semiestructurada
. i sa lo m a ro n los puntos de vista retrospectivos de los pacientes acerca de
los la e lo rc s curativos en la terapia de grupo. Las respuestas se grabaron en
m u cuita magnética, se transcribieron, y dos jueces las dividieron en catego-
11ic, claboiadus a priori a medida que surgían de los datos:

I Apoyo (reducción del aislamiento, la universalidad, compartir problemas,


npicmlci a expresarse).
1 Supi culón ( incluso la catarsis).
I In a i tímenlo', pata la acción ( coillpl cialci pmhlcmas, insi^lil de Upo mlci
|Hi .oíitd i mli apta -.nnnl)
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 93

Los resultados mostraron que los pacientes consideraron que el apoyo social
era el principal valor terapéutico. Según el punto de vista de los pacientes, la
cohesión del grupo no sólo era necesaria para la perpetuación del mismo, sino
que en sí tenía un gran valor terapéutico. Los pacientes consideraron mucho
menos importantes los “ instrumentos para la acción” ; sin embargo, tuvieron
una correlación significativa entre un ci verbal alto y la selección de esta ca­
tegoría.
En un estudio sobre grupos de encuentro Lieberman, Yalom y Miles6
investigaron los puntos de vista de los miembros sobre los mecanismos del
cambio de dos maneras diferentes: 1) el incidente más significativo de la
sesión (que recogieron al final de cada sesión), y 2) un cuestionario sobre
mecanismos de cambio que se llenó al final de la terapia de grupo. El estudio
es demasiado amplio y los datos muy complejos; resumiré las principales con­
clusiones.
Los datos de los cuestionarios de incidentes significativos indicaron que
experimentar y expresar sentimientos es un incidente significativo comúnmente
citado, pero no parece tener relación con los resultados positivos (los miem­
bros que tuvieron resultados mediocres probablemente consideraron esto un
suceso significativo igual que los que tuvieron un nivel alto de cambio). Esto
no quiere decir que las experiencias no se relacionan con el aprendizaje, sino
sólo que, en sí mismas no bastan. Parece que la experiencia y la expresión
emocional eran necesarias para el grupo. El grupo decaía si no existían éstas,
pero no bastaban. Necesitaba algo más. Lo mismo puede decirse de revelar
algo de sí mismo y de la actitud de espectador (aprender observando a los
otros); ambas cosas en sí, no se relacionaban con los resultados, pero cuando
so combinaban con algún tipo de aprendizaje cognoscitivo, claramente se re­
lacionaban con los resultados positivos.
De hecho, un hallazgo penetrante y sorprendente fue la gran importancia
de ciertas formas de cognición ( insight, acumulación de información acerca
de sí mismo, etc.) en el proceso del cambio. Lo sorprendente es que en
general se cree que los grupos de encuentro evitan “ romperse la cabeza” ; sin
embargo, sin darle la mayor importancia cómo se enfocaban los datos, se ad­
vertía claramente que la cognición era un engranaje esencial en el mecanismo
del cambio.
I os dalos de los cuestionarios del mecanismo de aprendizaje ofrecieron
conclusiones similares. Éstos son los catorce puntos enumerados en el cues-
lio n a r io en el orden de frecuencia que los citaron los miembros que habían
ohlcnido un resultado positivo. (Sin embargo, sólo los puntos que llevan un
a s ic iis c o los eligieron, significativamente, más a menudo los miembros que
obtuvicioii ic ,n lta d o s p o sitivo s que los miembros que no cambiaron con la
i pt i it ni i .i de gl u p o )
'>4 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

I. Rctroalimentación (aprendí de mi repercusión sobre los otros).


Universalidad.
(vínculo)
*Recibir consejos o sugerencias.
2, 3, 4.1
*Comprensión: descubrir partes desconocidas de mí mismo.
5. *Cohesión.
*Revalidación de la experiencia familiar
6, 7, 8, 9. *Descubrimiento de las causas de mis problemas.
(vínculo) Catarsis.
Altruismo.
10. Ensayar nuevas formas de conducta.
I I. Conducta de imitación.
12. Revelar cosas embarazosas acerca de mí y aún ser aceptado.
13. Existencial.
14. *Alentar esperanzas.

I ti.dos los examinaremos más adelante. Ahora basta observar que,


miu|iii l.i irlroali mentación, la universalidad y la catarsis fueron elegidas
.... ni.....Hit . i.imbien las eligieron en general los que no habían tenido resul-
i . i,, 11,i*¡111v < P o r consiguiente, podemos concluir que son condiciones nece-
•iii ..........ni suficientes para el cambio. Otros puntos como el insighí, recibir
,,,n , |.i, l,i cohesión y la revalidación de la experiencia familiar parecen ser
un i .mismos vigorosos del cambio.
I >i Ih i i i os sci cautos al evaluar los hallazgos de estos tres estudios. Los
. ludio1, «le llcrzon, y de Dickoff y Lakin, sólo se refieren a las primeras
ri¡ipir. de la terapia de grupo (menos de quince reuniones). En cambio,
•ii el ti abajo de Lieberman, Yalom y Miles se estudió a grupos de encuentro
(que no eran de pacientes hospitalizados) que se reunieron un total de treinta
lioi.e. Sin embargo, cuando los descubrimientos se analizan junto con los del
siguiente estudio, logramos una posición de considerable consistencia interna.
Y a lo m , Tinklenberg y Gilula11 estudiaron los factores curativos en veinte
Imi u nte:, de grupo de terapia prolongada y con éxito. Este estudio se desen­
luta en forma más detallada que los otros, ya que no lo he mencionado
en o lía parte y porque me apoyo en él considerablemente en este libro. Ade
illas esta (le acuerdo con el plan general de llamar la atención del lector sobre
la naluialc/.a de los datos de los que se derivan conclusiones importantes.
I un investigadores preguntaron a varios terapeutas de grupo que dirigían
giupoN de pacientes no hospitalizados, de clase media socioeconómica con
piobli inas neuróticos o del carácter, cuáles eran sus pacientes que habían
ti nulo mas éxito* que recientemente habían terminado o estaban a punto

• N«‘ liu Il ion cuntió comprobaciones pura iiNCigUliu (pie m irilla i i m i c n I i i i en» de un
ItulMiuIcnln con íx llo I) la oviilum ión del tQliipoiilit, .’ ) tu iliirnclón ilal linlam lcnto
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 95

de terminar la terapia de grupo. A los sujetos se les exigía que hubieran


estado en terapia durante un mínimo de ocho meses. El lapso de la terapia
fue de 8 a 22 meses; la duración media fue de 16 meses. Todos los sujetos
nominados (N = 20) llenaron un cuestionario de elección de factor curativo
y los entrevistaron tres investigadores.

Factores curativos: cuestionario de elección

Se construyeron doce categorías de factores curativos con las fuentes expues­


tas en este libro,* y se redactaron cinco puntos que describían cada categoría,
haciendo un total de sesenta puntos, los que se enumeran en el cuadro 1.
Cada punto fue mecanografiado en una tarjeta de 3 x 5 cm, y al paciente le die­
ron una pila de tarjetas al azar y le pidieron que colocara un número específico
de tarjetas en siete montones marcados de la siguiente manera: 1) Lo más
útil para mí en el grupo (dos tarjetas); 2) extremadamente útil (seis tarjetas);
3) muy útil (doce tarjetas); 4) útil (veinte tarjetas); 5) poco útil (doce
tarjetas); 6) menos útil (seis tarjetas), y 7) lo menos útil para mí en el grupo
(dos tarjetas).**

(una investigación previa12 en la misma clínica mostró que los pacientes de grupo que
habían permanecido en terapia durante ese lapso tenían una tasa de mejoría muy eleva­
da), 3) los niveles de mejoría que revelaron las entrevistas independientes de los in­
vestigadores, según una escala de trece puntos en cuatro áreas: síntomas, funcionamiento,
relaciones interpersonales, y concepto de sí mismo, y 4) la autoclasificación de los pa­
cientes en la misma escala.
* Se hicieron varias versiones de la lista de sesenta puntos de los factores curativos.
I.a lista circuló entre muchos terapeutas de grupo antiguos para que dieran sugerencias,
hicieran agregados o supresiones. Algunos puntos son casi idénticos, pero era conveniente
metodológicamente tener el mismo número de puntos representados en cada categoría. Las
doce categorías son: altruismo; cohesión de grupo; universalidad; aprendizaje interperso-
nnl, “insumo”; aprendizaje interpersonal, “producto”; guía; catarsis; identificación; reva­
lidación de la familia; comprensión de sí mismo; tener esperanza; factores existenciales.
i -.los no son totalmente idénticos a los que se describen en este libro; intentamos, sin
cxilo, dividir el aprendizaje interpersonal en dos partes: insumo y producto. Una catego-
i ia, la “comprensión de sí mismo” se incluyó para permitir el examen de la importancia
de la desrepiesión y del insistít genésico.
** l a cantidad en cada columna se aproxima a la curva de distribución normal y
h u illín la evaluación estadística l’aia más información acerca de la técnica del cuestio­
nario de elección, véase I Hlock. The <J Sort Methoti ¡rt Tcrsonality Assessment and
Txychlairlt Uexetwvh,1:1
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

C u a d r o 1. Factores curativos

Orden de
rango

1. Ayudar a los otros me ha dado más res­


peto a mí mismo. 40 v (vínculo)
2. Darle preferencia a las necesidades de los
otros. 52 v
I Uliuismo 3. Olvidarme de mí y pensar en ayudar a los
otros. 37 v
4. Dar algo de mí mismo a los otros. 17
5. Ayudar a los otros y ser importante en
sus vidas. 33 v

- 6. Pertenecer al grupo y ser aceptado por éste. 16


7. Contacto íntimo continuo con otra gente. 20 v
8 . Revelar cosas embarazosas acerca de mí y
i nliislón aún ser aceptado por el grupo. 11 v
til I Id upo 9. Ya no sentirme solo. 37 v
10. Pertenecer a un grupo que me comprendió
y aceptó. 20 v

I I Aprender que no soy el único que tiene mi


tipo de problema: “Todos estamos en el
mismo bote” . 45 v
12 Advertir que estaba tan bien como otros. 25 v
13 Saber que otros tienen algunos pensamien­
> 11lllvi'l tos “ malos” como yo. 40 v
ni liiliul 14 Saber que los otros tienen padres y ante­
cedentes tan infelices o confusos como los
míos.
15 Saber que no soy muy diferente de los de- 33 v
más me causó un sentimiento de “ ser bien- 31 v
venido a la raza humana” .

• 16 El grupo me enseñó el tipo de impresión


que causo en otros. 5v
17 Saber cómo trato a otros. 8
I Apien 18 Los otros miembros sinceramente me dicen
til/,aje J lo que piensan de mí. 3
Inlei 19 Los miembros del grupo me señalan algu­
peí noiittI nos de mis hábitos o modales que le dis­
"liimimo” gustan a la gente. 18 v
20 Saber que a veces confundo a la gente al no
- decirle lo que realmente pienso. 13 v

2 I Mejorar mis habilidades para tratar a la


gente. 25 v
2.’ Seal ir imis confianza en los grupos y en
■> Apir n otras personas. 10
(ll/nje i Snbci cómo me relaciono con los otros
iiiin miembros del grupo. l 'v
lil i MIHUI I
24 I I guipo me da una oportunidad de aproa
"pioiltit lo" dei a nborthtl a los olios. 27 V
25 Analí.'ai mis problemas con un miembro
paillctiliu en el guipo. Uv
FACTORES CURATIVOS. PANORAMA GENERAL 97

' 26. La sugerencia o el consejo del doctor para


que yo haga algo. 27 v
27. Los miembros del grupo sugieren o me
aconsejan hacer algo. 55
28. Los miembros del grupo me dicen qué debo
6. Guía -< hacer. 56
29. Alguien en el grupo da sugerencias defi­
nitivas acerca de un problema vital. 48 v
30. Los miembros del grupo me aconsejan que
me porte de manera diferente con una per­
sona importante en mi vida. 52 v

31. Dejo que las cosas salgan de mi pecho. 31 v


32. Expresar sentimientos negativos o positivos
o ambos hacia otro miembro. 5v
7. Catarsis 33. Expresar sentimientos negativos o positivos
o ambos hacia el jefe del grupo. 18 v
34. Saber cómo expresar mis sentimientos. 4
35. Poder decir lo que me molesta en vez de
guardar silencio. 2

36. Tratar de ser como alguien en el grupo que


estaba mejor adaptado que yo. 58
37. Ver que los otros podían revelar cosas em­
barazosas y correr otros riesgos y benefi­
8. Identifi­ ciarse con esto, me ayudó a hacer lo mismo. 8
cación 38. Adoptar los modales o el estilo de otro
miembro del grupo. 59
39. Admirar a mi terapeuta y portarme como él. 57
40. Descubrir a alguien en el grupo al que pue­
do imitar. 60

41. Estar en el grupo era, en cierto sentido,


como revivir y comprender mi vida en la
familia que me crió. 51
42. Estar en el grupo en cierta manera me
ayudó a comprender los antiguos problemas
que tuve en el pasado con mis padres, mis
hermanos, mis hermanas u otra gente im­
portante. 30
43 E?tar en el grupo era, en cierto sentido,
9 Revalida­ como encontrarme en una familia; sólo que
ción ele la J esta vez con una familia que me aceptaba
lamilla y me comprendía más. 44
44 Estar en el grupo en cierta forma me ayudó
a comprender cómo me criaron en mi fa­
milia. 45 y
45 l'l grano era semejante a mi fa m ilia ; algu­
nos miembros o Ion terapeutas otan como
mis mullos, y otros eran como mis palien
los l'ot medio de la cxpei Irncln de grupo
lo m p irn d l mis 1 elacloues pasadas con mis
p ía lo s y mis pitia liles ( l uí nimios, In m iii
una, ItlcMorn) 4Nv
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

46. Saber que me agradaba o me disgustaba una


persona por razones que tenían poca rela­
ción con ella, y más relación con mis pro­
blemas o experiencias con otra gente en mi
pasado. 15
47. Saber por qué pienso y siento como lo hago
(por ejemplo, saber algo de las causas y las
fuentes de mi problema). 11 v
10 Compren­ J 48. Descubrir y aceptar algunas partes mías
sión de sí | antes desconocidas o inaceptables. 1
mismo 49 Saber que reacciono ante alguna gente o
situación en forma irreal (con sentimientos
que pertenecen a épocas anteriores de mi
vida). 20 v
50. Saber que la manera como me siento y me
porto hoy día se relaciona con mi infancia
y mi desarrollo. (Hay muchas razones en
^ mi vida anterior de por qué soy como soy.) 50

' 51. Advertir que los otros mejoraban me alentó. 42 v


52. Saber que. otros habían resuelto problemas
similares a los míos. 37 v
53. Ver que otros habían resuelto problemas
-< similares a los míos. 33 v
54 Ver que otros miembros del grupo mejora­
ban, me alentaba. ^ 27 v
55. Saber que el grupo había ayudado a otros
„ con problemas como el mío, me alentaba. 45 v

56. Reconocer que la vida a veces es injusta. 54


57. Reconocer que en última instancia no puedo
librarme de algunas penas de la vida ni de
la muerte. 42 v
58. Reconocer que no importa qué tan íntima­
mente me relacione con los otros, aun debo
I.’ I aelores enfrentarme solo a mi vida. 23 v
exilien -< 59. Enfrentar los problemas básicos de mi vida
dilles y de la muerte, y así vivir mi vida más
sinceramente y estar menos atrapado por las
trivialidades. 23 v
60 Saber que debo tomar una responsabilidad
definitiva por la manera como vivo mi vida,
sin importar cuánta orientación y apoyo
» reciba de los otros. 5v

Entrevista

l >, •.|un. ik-l cuestionario de elección, que duró aproximadamente de 30 a 45


..... utos en hacerse, a cada paciente lo entrevistaron durante una hora tres
investigadores. Se revisaron sus razones de haber elegido los puntos mas y
un nos útiles, y se discutió una serie de otras arcas relevantes para los laelores
cin .itivo-. (pui ejemplo, olías inllueneias terapéuticas no profesionales en sus
vd.r, ni i .lis ú n ic o s en la leiapia, cambio de lítelas, tiempo de la mejoría,
liu lim s emalivos, según sus piopías puluhias)
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 99

Resultados

Un cuestionario de elección de sesenta puntos, distribuido en siete montones,


para veinte sujetos, produce datos complejos. Quizá la manera más clara de
considerar los resultados es sencillamente ordenar por su importancia los puntos
considerados.* Volvamos a la lista de sesenta puntos (cuadro 1). El número que
está después de cada punto representa su orden de rango. Así, el punto 48
( “ Descubrir y aceptar algunas partes mías antes desconocidas o inaceptables” )
se consideró el factor curativo más importante por consenso de los pacientes;
el punto 38 ( “Adoptar los modales o el estilo de otro miembro del grupo” )
fue el menos importante, etc. ( “ V ” representa un vínculo.)
Los diez puntos que les parecieron más útiles a los pacientes fueron (en
orden de importancia):

48. Descubrir y aceptar algunas partes mías desconocidas o inaceptables.


35. Poder decir lo que me molesta, en vez de guardar silencio.
18. Los otros miembros sinceramente me dicen lo que piensan de mí.
34. Saber cómo expresar mis sentimientos.
16. El grupo me enseñó el tipo de impresión que causo en otros.
32. Expresar sentimientos negativos o positivos o ambos hacia otro miembro.
60. Saber que debo tomar una responsabilidad definitiva por la manera como
vivo mi vida, sin importar cuánta orientación y apoyo reciba de los otros.
17. Saber cómo trato a otros.
37. Ver que los otros podían revelar cosas embarazosas y correr otros ries­
gos y beneficiarse con esto, me ayudó a hacer lo mismo.
22. Sentir más confianza en los grupos y en otras personas.

Obsérvese que siete de los ocho puntos representan alguna forma de catar­
sis o de insight. De nuevo uso la palabra insight en su sentido más amplio;
la mayoría de los puntos reflejan el primer nivel de insight (tener una pers­
pectiva objetiva de nuestra conducta interpersonal) que describí en el capítu­
lo ii. Este hallazgo notable le da un valor considerable al principio (descrito
en el capítulo n) de que la terapia es un proceso dual que consiste en una expe-
i inicia emocional y en reflexionar sobre ésta. Agregaré algo sobre esto más
adelante.
Si apartamos nuestra atención de los puntos individuales y observamos
las doce categorías generales,** advertiremos que tienen el siguiente orden de

h A lo que se licuó ordenando Jerárquicamente la suma de las 20 entradas de la


columna cu cada punto.
11 las dote lalcKoríaN sólo se usaron para nuestro análisis c interpretación. Desde
llirjjo, Ion pacienten no se daban cumia de mías oalegoríns y sólo se enfrentaron a los
.. .inla |unto* cu dr-tolden II tungo d< i ¡ida t alce olía se obluvo sumando el rango
motilo di Ion i luco punios {como los i allflciumi velnli pnclculi".)
100 F A C T O R E S C U R A T IV O S : P A N O R A M A O I N I RA I.

importancia:* 1) Insumo interpersonal; 2) catarsis; 3) cohesión; 4) com


prensión de sí mismo; 5) producto interpersonal; 6) factores existcnciales;
7) universalidad; 8 infundir esperanzas; 9) altruismo; 10 revalidación de la
familia; 11) orientación, y 12) identificación.
En vez de discutir más este estudio, incorporaré estos hallazgos a un
examen más amplio de las cuestiones planteadas al principio de este capítulo;
por ejemplo, las interrelaciones de los factores curativos y su potencia com­
parativa.

Catarsis

La catarsis siempre ha tenido un papel importante en el proceso terapéutico,


pero la base teórica detrás de su uso ha variado considerablemente. Durante
siglos los pacientes se han purgado para librarse de la bilis excesiva, de los
malos espíritus y de las toxinas. Desde el estudio de 1895 de Breuer y Freud
sobre el tratamiento de la histeria, muchos terapeutas han intentado ayudar
a los pacientes a liberarse de los sentimientos reprimidos. Freud y posterior­
mente todos los psicoterapeutas dinámicos (excepto, como hemos visto, ciertos
predicadores, como los del llanto primigenio) han aprendido que la catarsis
no basta. Después de todo, tenemos experiencias emocionales, a veces muy
intensas, toda nuestra vida sin que se produzcan cambios.
Los datos apoyan esa conclusión. El estudio de Lieberman, Yalom y
Miles, y también el estudio de Berzon, ilustran claramente las limitaciones
de la catarsis per se. Los pacientes cuyas experiencias críticas consistían sólo
en una fuerte expresión emocional no estaban destinados a obtener un re­
sultado positivo. De hecho, tenían más oportunidad de tener una experien­
cia de desarrollo negativa. En el estudio de los factores curativos en la terapia
de grupo, los puntos que más se eligieron en el conjunto de la catarsis
contenían un sentimiento que sobrepasaba el mero acto de desahogarse:
“ Poder decir lo que me molesta” o “ Saber cómo expresar mis sentimientos”
contiene un sentimiento de liberación, de adquirir habilidades para el futuro.
“ Expresar sentimientos hacia otro miembro” indica el papel de la catarsis
en el proceso interpersonal activo. El punto (núm. 31) que contiene un
mero sentimiento de desahogo, fue de los menos elegidos. Las entrevistas
con los pacientes para investigar sus razones para elegir los puntos, confirmó
esta idea. La catarsis forma parte de un proceso interpersonal; nadie declaró
haber obtenido beneficios por desahogar sus sentimientos dentro de un ro­
pero vacío. Además, como lo dijimos en el capítulo III, la fuerte expresión
* Al considerar estos resultados, debemos tomar en cuenta que la tarca del sajelo
era la elección forzada, lo que significa que los puntos menos elegidos no son neccsa
riamente poco importantes, sino menos importantes en relación con los olios.
I' A< I O U I ' N < I I H A ' I I V O N I'^ N O H A M A U l NI H Al 101

de In emoción lomcntn el clt'Sttirollo de la cohesión; lew* m irm hios que t i


presan Inri i *re sentimientos mullios y iin all/au niñee i límenle estos setilliuli utos
desoí 11 tilín lili vlm tilos mullios y estrechos
l'.u resumen, pues, lu cxpiesión trauco del oléelo sm dudo es vilol poto el
proceso le ropón tico del grupo; si no existe esto, tm guipo degenero en un r|eu i
t ío oeoilémico estóiil Sin embütgo, esto sólo lo mili porte de un pioeeso y debí
completóme con olios liielores.
Ilu ultimo pimío. Lo intensidad tle lo expresión emocional es muy n lallvo
y no debe apreciarse desde lo pcispcctlvo del jete, sino desde la |x ispecllvn
del mundo ele los experiencias do codo miembro, tino expiesión emocional
aparentemente vacía puede, poro un individuo muy .........Ido, ic p ire n in i
mi suceso de coiisidoniblc intensidad.

F a c tt >rr,\ r \istetu ia le s

l o categoría llamada ‘Tactores existenciolcs" lúe uno Ideo luidlo l'iim e io


cloboromos el instrumento del cuestionario de elceeión eon onee lot im<
principales. Parecía cloro y preciso, peio incompleto A lg o fallaba Im poilon
les senlimienlos expiesodos poi los pacientes y los terapeutas no ■ slalom
iepiesenlodos, y elaboramos concien/.udumenle un íoctoi que tenia e l.. .......
elementos:

I Reconocer que lo vida o veces es injusta


Reconocer que en ultimo Instancia nadie puede librarse de los pnms d»
lo vida ni do lo muerte,
Roconocci que no importa qué tan íntlpmrncnte este relacionado ron
otro gente, aun tengo que vivii solo mi vida.
4. Lnlrentni los |)roblemas básicos de mi vida y do lo mueite; y «si vi vi i mi
vida más sinceramente y eslío menos atrapado por las ti ¡vialidades
*é Saber que debo fíncame losponsuble en ultima instancia d< lu mima a
como vivo mi villa, sin importar cuánta orientación y apoyo obtenga de lu.
ot ros.

Varios puntos esl.m representados cu este conjunto lo insponsnlulldad.


el alslnm ltnlo básico, lo contingencia, el icconocim ícnlo de nuestra condición
moital y los consecuencias de eNlo en lo conducta de nuestra vida, lo in d in o
o lo caprichoso de lo existencia ¿(V an o d. nominal esto colrgoila? L m al
mentí convenimos, con muchos dudan, llomoilo 'T actores e xistím íales” N o
me gustaba lo palabra "exlstenclal’'; lio quedado empollado m su mística Nlg
mío n algo pata lodo el mundo, y sin embargo no es nodo prenso pina mullí
A pi SOI d< I origen •asnal d. osla lOlegoilo, fue evlileul* qm los punios
102 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

“ existenciales” tocaron algunas cuerdas muy sensibles de los pacientes, y


muchos afirmaron que algunos de estos cinco enunciados habían sido cru­
cialmente importantes para ellos. De hecho, toda la categoría “ Factores
existenciales” fue muy apreciada por los pacientes, más que algunos modos
de cambio muy valiosos, como la universalidad, el altruismo, la revalida­
ción de la experiencia de la familia primaria, la orientación, la identificación,
e inspirar esperanzas. Uno de estos puntos ( “ saber que debo tomar responsa­
bilidades en última instancia por la manera como vivo mi vida, sin importar
cuánta orientación y apoyo obtenga de los otros” ) fue muy apreciado por
los pacientes, y en promedio ocupó el quinto lugar de todos los sesenta
puntos. Es importante tomar en cuenta estos datos; obviamente los factores
existenciales en la terapia merecen mayor consideración que la que en general
reciben.
No es sólo casual que la categoría “ Factores existenciales” fuera incluida
casi como una idea tardía, y sin embargo resultara muy importante para
los pacientes. Los factores existenciales desempeñan un papel importante,
pero generalmente no reconocido, en la psicoterapia. Sólo cuando el tera­
peuta observa con profundidad sus técnicas y sus puntos de vista básicos
sobre el hombre descubre, en general para su sorpresa, que están orientados
en forma existencial. La mayoría de los terapeutas orientados dinámicamente
que usan técnicas orientadas en forma analítica evitan en su interior o en el
mejor de los casos no toman en cuenta la mayor parte de la teoría analítica
mecanicista fundamental. La teoría psicoanalítica clásica se basa explícita­
mente en un punto de vista específico muy materialista de la naturaleza del
hombre.
No es posible comprender a Freud plenamente sin considerar su apego
a la Escuela de Helmholtz, una escuela ideológica que dominó en la inves­
tigación básica y médica en Europa Occidental en la última parte del si­
glo xix. La doctrina básica de Helmholtz fue expuesta sencillamente así:

Sólo las fuerzas fisicoquímicas están activas dentro del organismo; para los casos
que en este momento no podemos explicar con estas fuerzas tenemos que en­
contrar la manera o la forma específica de su acción por medio del método
fisicomatemático, o suponer que hay nuevas fuerzas igualmente dignas a las
fuerzas fisicoquímicas inherentes a la materia, que pueden reducirse a la fuerza
de atracción y a la de repulsión.14

Freud nunca dejó de apoyar este postulado y sus implicaciones acerca (li­
la naturaleza del hombre; muchas de sus formulaciones más complejas, mas
inexorables (por ejemplo, la teoría del instinto dual, la teoría de la transíoi
mación y la conservación de la energía de la libido) fueron resultado de sus
intentos incesantes de sometei al hombre y su conduela a las leglas de llelm
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL KM

holtz. Esta doctrina afirma que el hombre es precisamente la suma de su-,


partes; es determinista, antivitalista y materialista, porque intenta explican lo
más alto por lo más bajo. El manifiesto de Helmholtz constituye una d e f i n a io n
negativa del enfoque existencial. Si nos sentimos restringidos por su definición,
si creemos que algo le hace falta, y que en esta doctrina no hay lugar pata
algunas de las características centrales que nos vuelven humanos (el proposito,
la responsabilidad, la conciencia, la voluntad, los valores, la valentía) entonces
en ese grado somos existencialistas.
Éste no es el lugar adecuado para hacer una exposición completa d< I
desarrollo ideológico del enfoque existencial en la psicoterapia, lie e s c u l o
sobre esto en otra parte, y los lectores interesados pueden consultar esa publi
cación.15 Por ahora, quizá baste observar que la terapia existencial m o d e m .i
representa una aplicación de dos tradiciones filosóficas combinadas, l a p i i m e i u
es esencial, la filosofía de Lebens (la filosofía de la vida, o la antropología
filosófica) y la segunda es metodológica (fenomenológica), una tradición nía
reciente, creada por Edmund Husserl, quien afirmó que el campo ad ecu ad o
del estudio del hombre era la conciencia misma. El conocimiento asi se u nli/1
en el interior, al unir al mundo natural y prestarle atención a la c x p c iie n c ia
interior, que es la autora del mundo natural.
El enfoque terapéutico existencial, con su énfasis en la elección, la libeiiad,
la responsabilidad, el significado de la vida, la contingencia, hasta icen nh
mente ha sido mucho más aceptado en la comunidad terapéutica europea qin
en la estadunidense. La tradición filosófica europea, el confinamiento gen
gráfico y étnico, la mayor familiaridad con las fronteras, la guerra, la nuiciii
y la existencia incierta favorecieron la difusión do la influencia existencial i a
Zeitgeist estadunidense de la expansión, el optimismo, los horizontes ilinmad..,
y el pragmatismo prefirió el positivismo científico propuesto poi la mcialr.ica
Ircudiana mccanicista o por el conductismo empírico hiperracionalista ( (i ,r i
nos compañeros de lecho!).
Sin embargo, recientemente un importante desarrollo en la psicotei upu
estadunidense ha sido el surgimiento de lo que lia llegarlo a conocerá- como
la “ tercera fuerza” en la psicología de Estados Unidos (tercera después del
psicoanálisis freudiano y del conductismo watsoniano). Esta fuerza a menudo
lia sido llamada “ psicología humanista” , y sn influencia sobre la piacUca
terapéutica moernu ha sirio enorme. Sin embargo, obsérvese que ha habido
una americanización y también una importación di- la tradición existencial
campea. I I marco teórico es europeo, pero el acento es indudableineuli del
Nuevo Mundo I I enfoque europeo resille en la dimensión trapica di la existí n
cin, en los limites, en enfrentarse a la angustia de la incciiirlmnbtc y di I
no sii y .iiepliiihi lo-, psicólogos humuiiislic. poi olía paite, hablan iilriio
ile los límites y di la contingencia que de ln potencialidad humana, di ln
104 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

aceptación que de la conciencia, de la angustia que de las experiencias culmi­


nantes y de la unidad oceánica; hablan menos del significado de la vida que
de la realización de sí mismo; hablan menos del alejamiento y del aislamiento
básico que del “ yo y tú” y del encuentro.
Desde luego, cuando se tiene una doctrina básica con varios postulados,
y el acento de cada postulado se altera sistemáticamente en una dirección
específica, hay un riesgo significativo de mutación de la doctrina original.
Hasta cierto grado esto ha ocurrido, y algunos psicólogos humanistas han
perdido contacto con sus raíces existenciales, y tienen una meta estrecha,
simplista: la “ realización de sí mismo” y un conjunto adecuado de técnicas
de realización rápida. Éste es un desarrollo desafortunado; es muy importante
advertir que el enfoque existencial en la terapia no constituye un conjunto
de procedimientos técnicos, sino básicamente una actitud ante el hombre,
sus preocupaciones y su cambio.
Los puntos en el cuestionario de elección que tocaron las cuerdas sensibles
de los pacientes se relacionaban con su descubrimiento de ciertas verdades im­
portantes pero penosas acerca de su existencia. Comprendieron que había
límites para la orientación y el apoyo que podían recibir de otros, y que la
responsabilidad última de la conducta de sus vidas era sólo suya. Aprendieron
también que, aunque podían relacionarse con los otros, había un punto después
del cual nadie podía acompañarlos: hay una soledad básica en la existencia,
que debe enfrentarse, y no puede evitarse. Muchos pacientes aprendieron a
enfrentar sus limitaciones y su condición mortal con mayor candor y valentía.
Enfrentarnos a nuestra muerte de un modo profundamente auténtico nos per­
mite colocar las preocupaciones penosas de la vida cotidiana en una perspectiva
diferente. Nos permite volver trivial la trivialidad de la vida.

El curso de terapia de Gail, una paciente que al final de su tratamiento se­


leccionó los puntos existenciales del cuestionario de elección por haber sido
los más útiles para su mejoría, ilustra muchos de estos puntos. Gail era una
estudiante perenne de 25 años de edad, que se quejaba de depresión, de soledad,
de no tener fines en su vida, y de sufrir problemas gástricos sin que hubieran des­
cubierto la causa orgánica de esto. En su sesión inicial se lamentó repetidamente:
“No sé qué está pasando” . No pude descubrir qué quería decir precisamente
con esto, y formaba parte de una letanía interminable de acusaciones contra
sí misma, y pronto la olvidé. Sin embargo, en el grupo, tampoco ella comprendía
qué le sucedía: no podía comprender por qué los otros se sentían tan poco in­
teresados en ella, por qué ella desarrolló una parálisis de conversión, por qué tenía
relaciones sexualmente masoquistas, por qué se sentía tan atontada frente al
terapeuta.
En el grupo, Gail so mostraba aburrida, tonta y absolutamente predecible.
Antes de decir cualquier palabra navegaba en el mat de las caras buscando las
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL IOS

claves de lo que otros deseaban y esperaban. Estaba dispuesta a hacer cualquiei


cosa con tal de no ofender a los otros y que se alejaran de ella. (Desde lin­
go, esto hizo que los demás se alejaran de ella, y no por disgusto, sino poi
aburrimiento.) Gail padecía un retraimiento crónico, y el grupo ensayó innuDu­
rables enfoques para evitar ese aislamiento, para encontrar a Gail dentro del
capullo de complacencia que ella había tejido a su alrededor.
Sin embargo, no logró ningún progreso hasta que el grupo dejó de alenliu
a Gail, dejó de intentar obligarla a socializarse, a estudiar, a escribir ensayos, a
pagar sus cuentas, a comprar ropa, a arreglarse, y en vez de esto le pidió «|u<
considerara las ventajas del fracaso. ¿Qué había en el fracaso que era tan s o l í a
tor y tan placentero? Surgieron muchas respuestas. La ayudaba a conserva! mi
juventud, la protegía, le impedía decidir. Sentirse atontada frente al toa poiiu
tenía la misma finalidad. La ayuda estaba “ahí afuera” . Él conocía lio i»
puestas; la tarea de ella en la terapia era debilitarse a tal grado que el terapeuta
se viera obligado a brindarle su auxilio todopoderoso.
Ocurrió un suceso crítico cuando ella se hizo una biopsia en un tumoi a xilm
agrandado. Temía que fuera cáncer, y ese día cuando fue a la reunión «l« l
grupo aún esperaba los resultados de la biopsia en el tumor (que posterioi mrni»
resultó ser benigno). Ella nunca había estado tan cerca de la muerte anl<-\.
ayudamos a Gail a examinar la terrible soledad que sufría. Hay dos tipos d»
soledad: la existencial, la primordial, a la que Gail se enfrentaba, y una sol»
dad social, una incapacidad de “estar con” . La segunda, la soledad social, p»»i
lo general se analiza fácilmente en el ambiente terapéutico del grupo. I .1 -.olí »la.l
básica rara vez se enfrenta: los grupos a menudo confunden las dos y liaimi .1.
apartarse de su soledad básica. Pero ésta no puede eludirse ni resolver.». ■»!..
se puede conocer.
Muy rápidamente al mismo tiempo le sucedieron muchas cosas a (útil Mu
chas cosas que estaban desparramadas quedaron en su lugar. Comenzó a fnmm
decisiones y a encargarse del timón de su vida. Ella comentó: “( ico que •« lo
que está sucediendo” (yo ya había olvidado su queja inicial). Sobre todo h ab la
estado tratando de evitar el espectro de la soledad. Creo que intentaba c h u l i l l o
permaneciendo joven, evitando hacer elecciones y tomar decisiones, peíp e in a n d o
el mito de que siempre habría alguien que eligiría por ella, que la ncompiiftitihi.
que estaría allí junto a ella. La elección y la libertad invariablemente impla mi
soledad, y corno Froinm señaló hace muchos años: La tiranía nos causa me nos
terror que la libertad.

Recordemos el punto del cuestionario de elección que laníos pacientes


consideraron importante: “ Saber que debo tomar una responsabilidad delinl
tivn por la manera como vivo mi vida, sin importar cuánta orientación y apoyo
pueda obtenei de los olios” . I.n cierto sentido, esto es una espada de dobli
filo en la terapia de grupo. Los miembros aprenden lo que //<> punbn oblen» 1
de los o ! ion . l i s una lección dilnil y causa desesp» im ioii y da l'oitale/a N a d i r
puede mbai el so l nim bo til tupo, y ( bul cu muchas ocasiones apailo la vlnln
I0í> FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

V evitó su miedo. Sin embargo, siempre volvía a mirarlo, pero al final de la


leí apin realizó muchos cambios importantes dentro de ella.
Los grupos de terapia a menudo tienden a disminuir la importancia de la
11 agedia de la vida. Su tendencia natural es la teoría interpersonal, y si no
se licué cuidado, el grupo cometerá el error de interpretar las preocupaciones
•-\r.Iniciales como interpersonales, que son más fácilmente comprendidas en el
l'i upo, Por ejemplo, como lo ilustra el caso de Gail, la soledad existencial se
mliapretó erróneamente como soledad social. Otra interpretación errónea
. pioduce cuando confundimos el sentimiento de impotencia que surge de la
i mieicncin de nuestra contingencia básica con una impotencia basada en un
i uliuucnlo de inferioridad social. El grupo se equivoca completamente si intenta
. nit. uiiiise al primero, el sentimiento fundamental de impotencia, tratando
•Ir .uuueutai el sentimiento de adaptación social del individuo.
i lúa experiencia extrema, por ejemplo, la posibilidad de que Gail tuviera
mi iiiiii*>i IiuI;ilico maligno, nos enfrenta dramáticamente con la realidad y
...1... .i niie ,lias preocupaciones en su perspectiva adecuada. Sin embargo, la
h|> * tu ni u * \lrema sólo ocurre rara vez en la existencia del grupo de terapia.
\11-..... . jrles de grupo intentan crear la experiencia extrema usando una forma
,i, iMiiph de shock existencial. Con diversas técnicas tratan de llevar a los
i. i. i, un al borde del abismo de su existencia. Por ejemplo, he visto cómo
I.,, |. i , , rmpir/aii su terapia de grupo pidiéndole a cada paciente que compon-
un , |o io lio para su tumba. “ Los laboratorios del destino” pueden empezar el
, luso haciendo que cada uno de sus miembros dibuje la línea de su vida y que
ui.inpir cu esta su posición actual. ¿Qué tan lejos se encuentra de su nacimiento,
\ ipie tan cerca de su muerte? Pero nuestra capacidad de negación es enorme,
, mío rl grupo que persevera, que no vuelve su atención a preocupaciones
un no\ amenazadoras. Los sucesos naturales en la existencia de un grupo (en-
....... edades, fallecimientos de otras personas, y la terminación y la pérdida)
p u e d e n conmover al grupo, pero sólo temporalmente.
Mace algún tiempo me encargué de una terapia de grupo compuesta de
paciente, que vivían continuamente en medio de una experiencia extrema. Todos
tu. miembros padecían una enfermedad incurable,- por lo general carcinoma
meliislasico, y estaban completamente conscientes de la naturaleza y de las
Implicaciones de su enfermedad. Aprendí mucho de este grupo, en especial
m i-1 * a de l o s temas fundamentales pero ocultos de la vida, que con tanta
lu í mm ía se descuidan en la psicoterapia tradicional.
|,m miembros se apoyaban profunda y mutuamente, y era extraordinaria
mi ule ulil paia ellos ayudarse los unos a los otros. Ofrecer ayuda para recibirla
di m o d o ici iproeo sólo era un aspecto, y no el mas importante, de los Irene
liiin', que obtenían S c i útiles con alguien los sacaba del ensimismamiento
n i m b o s o y li s daba un sentimiento de finalidad y significado. <'asi to das las
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 107

personas gravemente enfermas con las que he hablado han expresado su pro­
fundo temor de quedar en una inmovilidad inútil, no sólo de ser una carga
para los otros y no poder cuidarse a sí mismas, sino de ser inútiles y no ser
valiosas para los otros. Vivir, en ese caso, se reduce a la supervivencia, y el
individuo buscaba en su interior, cada vez más profundamente, algún significado.
El grupo les ofrecía oportunidad de encontrar significado fuera de ellos. Con
la actividad, con brindarle ayuda y cuidar a los otros, ellos descubrían el
sentido de finalidad que tan a menudo elude la actitud introspectiva pasiva.
El apoyo que se ofrecían mutuamente tomaba muchas formas. Ofrecían
transporte para las reuniones, mantenían guardias telefónicas cuando un miem­
bro sufría una desesperación profunda, compartían sus métodos para obtener
fortaleza. Por ejemplo, un miembro le enseñó al grupo procedimientos de
meditación. En adelante cada reunión terminó con una meditación en la oscu­
ridad, con una sola vela prendida, para calmar el dolor y el miedo en sus
mentes. De varias maneras el grupo le ofrecía a los miembros fortaleza para
trascenderse, para llegar a los otros. Ellos agradecían el interés de los estudian­
tes observadores y de la comunidad. Estaban deseosos de enseñar y compartir
sus experiencias.
Iniciaron el curso de la terapia con el vínculo común de la enemistad hacia
la profesión médica. Dedicaron mucho tiempo a desenredar los hilos de esta
ira. Una parte de la ira estaba mal dirigida y era irracional; sentían odio
contra la suerte, un odio envidioso contra los sanos, ira con los médicos por no
ser omnisapientes, todopoderosos y protectores. Una parte de su odio estaba
enteramente justificada: sentían ira por la falta de sensibilidad de los médicos,
por su impersonalidad, por su falta de tiempo, por su falta de voluntad de
mantener al paciente plenamente informado y de incluirlo en todas las deci­
siones importantes. Intentamos comprender la ira irracional y colocarla en su
lugar: en nuestra condición mortal y en la contingencia de nuestra vida. En­
frentamos la ira justificada e intentamos hacerle frente volviéndola útil. Por
ejemplo, invitando a oncólogos y a estudiantes de medicina al grupo y parti­
cipando en las clases y en las conferencias de la escuela de medicina.
Todos estos enfoques, estas salidas hacia el interior de uno mismo pueden,
si se usan bien, aumentar el significado y la finalidad, y también aumentar la
capacidad de soportar lo que no puede cambiarse. Hace mucho tiempo Nietzsche
escribió: “ El que tiene ‘por qué’ vivir puede soportar casi cualquier circuns­
tancia de la vida” .
Era evidente para mí que los miembros del grupo que buscaban más
profundamente en sí mismos, que enfrentaban su destino más franca y resuel­
tamente, adoptaban un tipo de vida ma*. rico que el que habían tenido antes
de su enfermedad l a per.pccliva de .11 existencia se alienaba radicalmente;
la trivialidad, las diversiones sin consecuencias ei 1111 vistas como lo que son,
ION FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

\pi ciiaban más plenamente las características más elementales de la vida:


i I cambio de las estaciones, la última primavera, la caída de las hojas, el amor
<li los otros. En vez de resignación, impotencia y restricción, algunos habían
i ' |»rnmentado un gran sentimiento de liberación y de autonomía. La mayoría
•Ir los miembros del grupo llevaban dentro de ellos una bomba de tiempo; se
manínlían vivos tomando algún tipo de medicamento, en general un esteroide,
v asi a diario decidían vivir o morir. Nadie toma la vida con seriedad absoluta
liasia (1110 acepta plenamente que tiene el poder de terminar con ésta.
l odos estamos muy familiarizados con la importancia de la calidad de la re­
lación leiapéutica en el proceso del cambio. En la terapia de grupo una
n l.tción sólida, confiable, entre el terapeuta y los pacientes, y entre éstos
m is m o s i s una condición mediadora necesaria: fomenta la confianza, la capa-
. i.lo.I do correr riesgos, el descubrimiento-de sí mismo, la retroalimentación,
1.0. ,oiillíelos constructivos, analizar los problemas que se relacionan con la
......... l,id. etc Pero además de estas funciones mediadoras, el encuentro básico,
i.... no in in un valor intrínseco, un valor en sí y por sí.
i»,,. |.iicdi hacer el terapeuta ante lo inevitable? Creo que la respuesta
, n, tu nii .1 en el verbo “ estar” . Estar, estar allí con el paciente. “ La presencia”
, i iP nii oculto que ayuda en todas las formas de la terapia. Cuando los
(ii. uní. amili /a n su terapia rara vez recuerdan una sola interpretación del
i...... . . nía. pero siempre recuerdan su presencia, que estaba allí con ellos.
l . oii. ,i.i mucho trabajo al psicoterapeuta unirse al grupo, pero sería una
luí..„ i, ,i.i no hacerlo. La configuración del grupo no es el psicoterapeuta y
, ti,. los que agonizan, sino nosotros, los que estamos agonizando, los
,, iii nos congregamos por nuestra condición común. El grupo muestra muy
1.1, n , l doble significado de la palabra alejamiento: estamos separados, solos,
i|.,iii, |u*ro también formamos parte de algo. Una mujer (miembro de un
p u p o mío) expresó esto elegantemente cuando se describió como un barco
*ilii.it 111 mi la oscuridad. Aunque no podía tener ninguna atadura física, sin
. mi.¡ngo era enormemente tranquilizador advertir las luces de otros barcos que
navegan en las mismas aguas.

La comprensión de sí mismo

I I cuestionario de elección de factores curativos también subraya el papel


Im p m imite que el componente intelectual desempeña en el proceso psicotcra-
péutIco De las doce categorías, las dos que pertenecen a la comprensión de
i mismo ("in su m o ínter■personal” y "comprensión de sí mismo") los pacientes
las eiilalogaion en piimn lugai y en cuarto, respectivamente.
"|.| iii’iumo inteipciNonid” se iclieii .i aprendci cómo los otros nos pciciben
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 109

Éste es el primer paso crítico en la secuencia terapéutica del factor curativo


del aprendizaje interpersonal, y lo examiné con cierta extensión en el capítulo n.
La categoría “ comprensión de sí mismo” es más problemática. Se elaboró
para investigar la importancia de la desrepresión y de la comprensión intelectual
de las relaciones entre el pasado y el presente ( insight genésico). Cuando exa­
minamos los cinco puntos de esta categoría (cuadro 1), es evidente que la
categoría es inconsistente y contiene varios elementos muy diversos. Hay una
pobre correlación entre los puntos; algunos son muy apreciados y otros muy
poco. El punto núm. 48 que se refiere a descubrir partes previamente desco­
nocidas de uno, es el más apreciado de los sesenta. Dos puntos (el núm. 46
y el núm. 47) que se refieren a comprender las causas de los problemas y a
reconocer la existencia de la distorsión paratáxica también son muy apreciados.
Los pacientes consideran muy poco valioso el punto (núm. 50) que más explí­
citamente se refiere al insight genésico.
Cuando entrevistamos a los pacientes para saber más sobre el significado
de sus elecciones, descubrimos que el punto más popular (el núm. 48: “ Des­
cubrir y aceptar partes mías previamente desconocidas e inaceptables” ) tuvo
una implicación muy específica para ellos. Muy a menudo descubrieron áreas
positivas de sí mismos: la capacidad de interesarse en los otros, de relacio­
narse íntimamente con los otros, de sentir compasión. Ésta es una importante
lección que debe aprenderse. Con mucha frecuencia la psicoterapia, en especial
en sus conceptualizaciones ingenuas, populares o de los años de 1920, se
considera una busca detectivesca, como excavar o desnudar. Rogers, Horney,
Maslow, y nuestros pacientes nos recuerdan que la terapia es una exploración
horizontal y hacia arriba; la excavación puede descubrir nuestras riquezas y
nuestros tesoros y también nuestros aspectos vergonzosos, terribles o primi­
tivos. Maslow afirma que “ la psicoterapia de descubrimiento aumenta el amor,
la valentía, la creatividad y la curiosidad, y reduce el temor y la hostilidad.
Este tipo de terapia no se crea de la nada; la implicación es que descubre lo
que estaba allí antes” .16
Descubrirse a sí mismo promueve el cambio porque alienta a los individuos
a reconocer, a integrar, y a dar libre expresión a partes antes disociadas de sí
mismos. Cuando negamos o reprimimos partes de nosotros, pagamos un precio
muy elevado: experimentamos un profundo sentimiento amorfo de restricción,
nos ponemos “ en guardia” , a menudo nos sentimos preocupados e intrigados por
impulsos internos, aunque extraños, que demandan ser expresados. Cuando
podemos reunii estas partes separadas, nos sentimos como un todo y tenemos
un profundo sentimiento de liberación.
Hasta aquí lodo esta bien l'ero ¿qué sucede con los otros componentes
de la taica intelectual? Poi c|cmplo, ¿como "sabei por que pienso y siento de
la manera en que lo hago" (« I punto nuni I /) produce un cambio terapéutico?
I 10 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

Primero, debemos reconocer que hay una gran presión por conseguir la
mmprensión intelectual en la actividad psicoterapéutica, una presión que pro­
viene de los pacientes y del terapeuta. Nuestra busca de comprensión está
pml nudamente enraizada. Maslow 17 en un estudio sobre la motivación, afirma
11111 - el hombre tiene necesidades cognoscitivas tan básicas como sus necesidades
di seguridad, amor y estima propia. Los monos a los que se somete £ un
i n. ierro riguroso realizan un considerable esfuerzo por el privilegio de poder
mu.n :i través de una ventana al exterior del laboratorio. Además, trabajan
mlaligable y persistentemente para resolver problemas sin recibir ninguna re-
. ompensa, excepto la satisfacción inherente a resolver los problemas. La mayo-
i ia de los niños son peligrosamente curiosos; de hecho, nos preocupa si no
mui lian curiosidad por su medio ambiente. Muchas observaciones y evidencias
. ipei imenlales indican que los individuos psicológicamente sanos se sienten
iiuudir. en forma positiva por el misterio y lo no explicado.16’ 18
r.u .lio, los pacientes automáticamente buscan la comprensión, y los
i. i 11.. nía que siempre aprecian sus capacidades intelectuales se unen a ellos.
ni. mulo, esto parece tan natural que perdemos de vista la raison d'étre
.1. la i.-t a p ia Después de todo, el objeto de la terapia es el cambio, y no la
. . i i i i p u i ra o 11 de si mismo. O ¿lo es? O ¿las dos cosas son sinónimos? O ¿cual-
.11n . i upo y lo d o tipo de comprensión de sí mismo automáticamente nos
. •.u d iic e al cambio? O ¿la busca de la comprensión de sí mismo es sencilla-
ni. ni. un rjcicicio interesante, atractivo, razonable para los pacientes y los tera-
p. n ía ., y sirve como pegamento, para mantenerlos unidos mientras ocurre otra
.osa, q u i z á la “ relación” , que es la fuerza transformadora real en la terapia?
I . mucho más fácil formular estas preguntas que contestarlas. Presentaré
a. 1111 algunos argumentos preliminares, y en el siguiente capítulo, después de
.1, anollai algún material sobre el trabajo interpretativo y las técnicas del
i. i.iprnia, intentaré presentar una tesis coherente.
Si examinamos los motivos que se encuentran detrás de nuestra curiosidad
y de nuestra tendencia a explorar nuestro medio ambiente, arrojaremos alguna
luz sobre el proceso del cambio. Estos motivos incluyen la eficacia (nuestro
d.••.en de dominio y poder), la seguridad (nuestro deseo de volver inofensivo
lo inexplicado por medio de la comprensión), y la cognición pura1(1 (el deseo
de eonocei y explorar por sí mismo).
I I dueño de una casa, preocupado, que investiga un ruido misterioso
y uiei mi i/adoi en su hogar; el joven estudiante que, por primera vez, mira a
liavés d. un microscopio y siente la alegría de comprende» la estructura del
,il.i d. un insecto; el alquimista medieval o el explorado! del Nuevo Mundo
que sondea las regiones prohibidas y que aun no están en los mapas, lodos
ir. ib. n sus leeonipensas lespeelivus la seguridad, un sentimiento de inteligen
i tu y t,alistan ion peí .onal, y el podi i en loiina de conocimiento o lique/n
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 111

De todos estos motivos, el menos relevante para el proceso del cambio es el


cognoscitivo puro. Sin duda el conocimiento por sí mismo siempre ha impulsado
al hombre; el deseo de lo prohibido es un tema extraordinariamente popular
y ubicuo en la literatura folklórica desde la historia de Adán y Eva hasta la de
Tom el Curioso. No es sorprendente, pues, que el deseo de conocimiento entre
en el campo psicoterapéutico. Sin embargo, hay pocas pruebas de que la com­
prensión en sí produzca el cambio.
Pero el deseo de seguridad y el de dominio desempeñan un papel importante
y obvio en la psicoterapia. Desde luego, como White 19 lo ha expuesto con
habilidad, están íntimamente entrelazados. Lo inexplicable y en especial lo no
explicado y terrible no pueden ser tolerados durante mucho tiempo. Todas las
culturas, por medio de explicaciones científicas o religiosas, intentan compren­
der el estímulo caótico y amenazador.
En la situación psicoterapéutica, la información disminuye la angustia eli­
minando la ambigüedad. Hay considerables evidencias de la investigación para
documentar esta observación. Citaremos un experimento bien conocido: Dibner 20
realizó una entrevista psiquiátrica con cuarenta pacientes psiquiátricos después
de dividirlos en dos situaciones experimentales. A la mitad los prepararon para
la entrevista y les dieron claves acerca de cómo debían, de manera general,
conducirse; en cambio a la otra mitad no le dieron estas claves (una situación
muy ambigua). Los resultados mostraron que los sujetos en la situación muy
ambigua experimentaron, durante la entrevista, un grado mayor de angustia
(medido por varias técnicas subjetivas, objetivas y fisiológicas). Lo opuesto,
entre paréntesis, también es verdad: la angustia aumenta la ambigüedad al
distorsionar la agudeza de la percepción. Los sujetos angustiados muestran
una organización perturbada de la percepción visual; son menos capaces de
percibir y de organizar las claves visuales que les muestran taquistoscópica-
mente21 y es obvio que actúan con más lentitud cuando completan y reconocen
las imágenes incompletas en un conjunto experimental controlado.22 Por ello,
a menos que el individuo sea capaz de ordenar su mundo cognoscitivamente,
puede experimentar una angustia que, si es grave, interfiere con el aparato de
la percepción. Por esto, la angustia produce angustia. La consiguiente perple­
jidad y la conciencia abierta o subliminal de la distorsión de la percepción se
convierte en sí en una poderosa fuente secundaria de angustia.23
En la psicoterapia, los pacientes se sienten enormemente tranquilos con la
ciecncia de que su mundo interior caótico, sus sufrimientos y sus relaciones
uilei peí sonales tortuosas pueden explicarse, y por consiguiente gobernarse. Los
Innpculns también se sienten menos angustiados si cuando se enfrentan con
glandes subimientos y con un inaleii.il voluminoso y caótico, pueden creer
t n mi « i>i1111111<> ile pii mi pi os que les peiimliian dui una explicación ordenada.
< 'mi l u í tu m í a , los leí úpenlas si a l c i i a n le n a /m e n te a sus sistemas c u a n d o se
112 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

enfrentan a un material muy contradictorio; a veces, irónicamente, en el caso


de los investigadores clínicos, esta evidencia proviene de sus propias investiga­
ciones. Un sistema de creencias también es valioso, porque le permite al
terapeuta conservar la ecuanimidad ante el afecto considerable. Los analistas
que trabajan con adultos que expresan emociones poderosas y primitivas, man­
tienen su ecuanimidad creyendo que su paciente ha regresado al mundo de las
experiencias y de los patrones expresivos de la infancia.
Maslow va más allá de la seguridad, de la reducción de la angustia y del
dominio cuando explica los efectos transformadores del conocimiento. Consi­
dera la enfermedad psiquiátrica un padecimiento de deficiencia del conoci­
miento. “ Estoy convencido de que el conocimiento y la acción con frecuencia
son sinónimos, idénticos en el sentido socrático de la palabra. Cuando cono­
cemos plena y completamente, la acción adecuada surge en forma automática
y refleja. Entonces se hacen elecciones sin tener conflicto, con plena espon­
taneidad.” 16 Por ello, Maslow apoyaría la afirmación filosófico-moral de que
si conocemos el bien, siempre actuaremos en favor del bien; es de suponerse
que, por consiguiente, si conocemos lo que es bueno en última instancia para
nosotros, actuaremos para favorecer nuestros intereses.
Hasta ahora aquí hay muy poco material controvertido. El conocimiento de
nosotros mismos nos permite integrar todas nuestras partes, disminuye la ambi­
güedad, permite un sentimiento de eficacia y dominio, y nos faculta para actuar
de acuerdo con nuestros intereses. Un esquema explicativo también permite
la generalización y transferir el aprendizaje del ambiente de la terapia a nuevas
situaciones en el mundo exterior. Las grandes controversias no surgen cuan­
do discutimos el proceso, la finalidad o los efectos de la explicación, sino
cuando discutimos el contenido de ésta. Como espero aclarar en el siguiente
capítulo, creo que estas controversias son irrelevantes. Cuando consideramos
que nuestra meta última es el cambio, y no la comprensión de sí mismo, sólo
podemos concluir que una explicación es correcta si vigoriza la voluntad del
paciente y, en última instancia, su capacidad de cambiar. El resultado final
común todos nuestros esfuerzos intelectuales en la terapia es el cambio; cada
acto de aclaración, de explicación o interpretación del terapeuta en última
instancia está destinado a ejercer influencia en la voluntad del paciente para que
cambie. Volveré a referirme a esto más adelante.

La conducta de imitación

Los pacientes tratados con éxito calificaron la conducta de imitación como el


menos útil de los doce factores curativos. Sin embargo, en retrospectiva, los
cinco puntos de la conducta de imitación paireen liabei cilbirilo sólo un scctoi
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 11 \

limitado de este modo curativo (véase el cuadro 1). No pudieron distinguí!


entre el mero mimetismo, que aparentemente sólo tiene un valor restringido
para los pacientes y la adquisición de modos generales de conducta que pueden
tener un valor considerable. Para los pacientes, el mimetismo consciente es tm
concepto especialmente impopular como modo curativo, ya que sugiere una
renuncia a la individualidad, un temor básico de muchos pacientes de grupo.
Por otra parte, los pacientes pueden adquirir de otros una estrategia geneial
que pueden usar en varias situaciones distintas. Empiezan a enfocar los pro
blemas considerando, no necesariamente en un nivel consciente, lo que algún
otro miembro o el terapeuta pensaría o haría en la misma situación. Por ejem
pío, Rosenthal24 ha mostrado que los pacientes con éxito adoptan el sistem a
de valores complejo del terapeuta. Sullivan, hace muchos años en un pasaje
notable que presagia muchos de los puntos de vista de Laing sobre la e s q u i / o
frenia, descubrió que los pacientes esquizofrénicos hospitalizados usaban la
conducta de imitación que producía una forma de “ salud mental de nohlc.\.\r
oblige” .2°

Un estudio de “recuperación social” en uno de nuestros grandes hospitales puní


enfermos mentales hace algunos años me enseñó que los pacientes a m e nudo
eran dados de alta, porque aprendían a no manifestar síntomas u n ir l e. peí
sonas que los rodeaban; en otras palabras, habían asimilado bastante el m edí.,
ambiente para comprender los prejuicios que se oponían a sus d e lu io s Pan-, m
que se habían vuelto bastante listos para tolerar la tontería que los indc.ihu
finalmente descubrieron que era estupidez y no malicia. Entonces pudieimi ..I.
tener satisfacción del contacto con los otros, aunque eliminando por nu.h<•
psicóticos una parte de sus deseos.

Este resultado terapéutico se da dentro de los límites de la solución |» i* •


tica que el paciente le da a su angustia vital. El mecanismo terapéutico di ln
conducta de imitación en los grupos de pacientes no hospitalizados es eonsuli
rablemente distinto. La imitación inicial es, en parte, un intento de oblriiu
aprobación. Sin embargo, esto no termina aquí. Los pacientes mas intactos
retienen su prueba de la realidad y su flexibilidad y perciben que cambial ai
conducta produce en los otros reacciones favorables y deseadas. El mímenlo
de la aceptación puede entonces servir para cambiar el concepto de sí m i s m o
y la estima propia, como lo describimos en el capítulo tu, y produeii una espiml
de adaptación.
También los individuos pueden identificarse con algunos aspectos de dos o
más personas, lo que produce una amalgama Aunque son imitadas piules
de otros, la amalgama lesullanlr puede su un patrón de conducía nuevo
¿(orno funciona la limpia di I espectador/ ,1 . posible que los pacientes
puedan apreildei mu* lio obsto valido lie. sollo mili •. lograda', poi olios qiu tienen
I 14 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

problemas similares? Sin duda esto ocurre en la terapia de grupo. Esto parece
. mu más importante en los grupos de encuentro de duración breve. En el estudio
de I iebcrman, Yalom y Miles 6 los datos del “ incidente significativo” indicaron
•111»■ los miembros que lograron mayor cambio se beneficiaron mucho con los
Incidentes en los que eran observadores totalmente pasivos, y sin embargo
adquirieron algún tipo de insumo cognoscitivo (autocomprensión, conocimiento
.obre las leyes de la interacción humana, etc.).
No sólo los pacientes aprenden observando el trabajo importante de otros
q u e .o h como ellos, sino que también aprenden observando el proceso del
II .iba j o de los otros. En este sentido, la conducta de imitación es un factor
. m a l í v o transitorio que les permite a los pacientes más tarde dedicarse plena-
m< u l e a o t r o s aspectos de la terapia. Por ejemplo, los pacientes calificaron
u n o <le l o s cinco puntos de la conducta de imitación como el octavo factor
•unitivo mas importante (de los sesenta puntos): “ Ver que otros podían
i<>. lai cosas cmh, zazosas y correr riesgos y beneficiarse con esto, me ayudó
a 11oí ei lo mismo” .

La revalidación de la familia

l a o \ululación de la familia, o la recapitulación correctiva de la experiencia


. ii la l ami l l a primaria, un factor curativo muy apreciado por muchos terapeutas,
no !<• coie.nielaron útil los pacientes de un grupo (véase el cuadro 1). Tam-
p i x o los miembros de un grupo de encuentro apreciaron mucho este factor.6
('an embargo, es interesante observar que sólo los miembros de un grupo de
. neucnlio con éxito citaron este factor como importante. Véase la p. 184.)
I I hecho de que este factor no lo citen a menudo los pacientes, no debe
Mipiendcrnos, ya que funciona en un nivel diferente de la conciencia que los
la i loies explícitos, como la catarsis o la universalidad. La revalidación de la
l a m i l l a llega a ser más bien una parte del panorama general en el que se percibe
al guipo, Pocos terapeutas negarán que la familia primaria de cada miembro
del guipo es un espectro omnipresente que ronda incansablemente en el con-
a i l t o i i o de la terapia de grupo. La experiencia del paciente en su familia prima-
tia obviamente, en gran medida, determinará la naturaleza de las distorsiones
pmalaxiias, el papel que él desempeña en el grupo, su actitud ante los jefes
<l< I guipo, etc. En otras palabras, hay muchas razones para creer que la expe-
liemin de la familia primaria del miembro influye en la naturaleza de la
< spínnula en su grupo de terapia y le infunde fuerza.
< i c o q u e m u duda el grupo de terapia reencarna a la familia primaria; se
<na mi espíritu que hace retroceder a los pacientes varias décadas y evoca
iii m u l o s y sentimientos antiguos I n mi última reunión con un guipo, antes
de patín a mis vacaciones sabáticas pina icvisai este libro, un paciente me
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 115

relató este sueño: “ Mi padre iba a emprender un largo viaje, y yo estaba con
un grupo de gente. Mi padre nos dejó un bote de nueve metros de largo, pero
en lugar de darme el mando de la embarcación, se lo dio a uno de mis amigos,
y me sentí muy disgustado por esto” .
Éste no es el lugar apropiado para discutir este sueño plenamente. Basta
decir que el padre del paciente había abandonado a su familia cuando el pa­
ciente era joven y con esto permitió que lo tiranizara un hermano mayor. El
paciente dijo que esa era la primera vez en muchos años que él había pensado
en su padre. Los sucesos del grupo (la partida del terapeuta, su puesto que
era ocupado por un nuevo terapeuta, la atracción del paciente hacia la cotera-
peuta, su resentimiento con otro paciente dominante en el grupo) actuaron
en forma conjunta para despertar sus recuerdos que estaban adormecidos desde
hacía mucho.
La familia obsesiona al grupo. Los sucesos del grupo, la rivalidad de los
hermanos-miembros, de los padres-terapeutas y las fantasías regresivas del grupo
impulsan al paciente hacia su antigua vida en la familia. Él revalúa en el grupo
la actuación de su antigua familia y, si la terapia tiene éxito, puede ensayar
una nueva conducta para liberarse del papel cerrado que una vez desempeñó
en su familia. Recaptura el pasado y, también si la terapia tiene éxito, lo hace
mucho menos arbitrariamente; de hecho, el paciente cambia el pasado recons­
truyéndolo.
Creo que estos fenómenos son importantes en el proceso terapéutico, y sin
embargo es muy distinto preguntar si el grupo debe enfocar explícitamente
estos fenómenos. Creo que no. Pienso que este proceso forma parte de las
tareas internas, a menudo silenciosas, que realiza el paciente de grupo. Estos
cambios en nuestra perspectiva del pasado ocurren debido a la vitalidad del
trabajo en el presente; el cambio no ocurre porque se convoque y se busque
directamente a los espíritus del pasado. Hay, como lo discutiremos en el capí­
tulo v, muchas razones importantes para que el grupo mantenga un enfoque no
histórico. Enfocar la atención indebidamente en los que no están presentes,
en los padres y los hermanos, en los deseos edípicos, en la rivalidad con los
hermanos, o en los deseos incorporativos o parricidas, es negar la realidad del
/pupo y de los otros miembros como una experiencia vital en el aquí y en el
ahora.

F actores cu rativos : fuerzas modificadoras

No es posible construii una jerarquía absoluta con los factores curativos; hay
muchas fuei/as modificadoras l o s factores curativos se ven influidos por el
tipo ile leinpia de guipo, |>«>i la e t a p a de la terapia, por las fuerzas exteriores
al guipo, y pin las dil’eieili'las individuales
11<> FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

Los factores curativos en diferentes terapias de grupo. Distintos tipos de


In.ipias de grupo favorecen el funcionamiento de diferentes conjuntos de fac­
ióles curativos. Por ejemplo, Alcohólicos Anónimos y Recovery, Inc., bá­
sicamente alientan la actividad de infundir esperanzas, impartir informa-
i ion, la universalidad, el altruismo y algunos aspectos de la cohesión de grupo.
I os grupos que preparan para dar de alta a los enfermos en los hospitales
Ir.ii|tiiatricos pueden usar “ impartir información” y “ desarrollar técnicas so-
i i.tli/adoras” . La terapia de grupo interaccional intensiva ejerce su principal
))()(l,.i icrapéutico por medio del “ aprendizaje interpersonal” y “ la cohesión
,1,1 ,.|upo” ; sin embargo, los otros factores curativos desempeñan un papel
¡,,,|r.prnsable en el proceso de la terapia intensiva. Para apreciar la interde-
ln'iiJrm'in ilc los factores curativos debemos considerar el proceso terapéutico
,n dimensión longitudinal.

/, u totes curativos y las etapas de la terapia. Muchos pacientes tuvieron


1,1 „ iiii.idr para ordenar los factores curativos por su importancia, porque
........nim mu nliles varios factores en diferentes etapas de la terapia. Los fac-
i,,,, .i, importancia considerable al principio en la terapia pueden ser mucho
significativos más tarde en el curso del tratamiento. En las primeras
, (il|M.. del desarrollo el grupo está principalmente interesado en sobrevivir,
,,, , .i.iMeeei límites y en que siga existiendo el grupo; en esta fase, los fac-
(tlMs com o infundir esperanzas, la orientación y la universalidad parecen
, ,, ,..¡pivial importantes. Una fase de universalidad temprana en el grupo es
jncvilablc, a medida que los miembros buscan similitudes y comparan las cons-
,( pifiones ilc síntomas y problemas. La primera docena de reuniones del grupo
, i,,i periodo de mucho riesgo para las deserciones potenciales, y a menu-
(|(l , necesario despertar la esperanza en los pacientes para que sigan asis-
m iido al grupo en esta fase crítica. Los factores como el altruismo y la
cohesión del grupo operan en todo el curso de la terapia; pero su naturaleza
, (im|,in con las etapas del grupo. Al principio de la terapia el altruismo toma
l , Corma de ofrecer sugerencias y de ayuda mutua para hacer preguntas adecua­
da, y prestar atención. Más tarde, puede tomar la forma de un interés más
profundo y de “ estar con” . La cohesión del grupo opera como un factor cura-
livo al principio por medio del apoyo, la aceptación y favorecer la asistencia
,1 yi upo, y más tarde por medio de la interrelación de la estima del grupo
v |n piopia estima, y por medio de su papel en el aprendizaje interpersonal.
Sol«* después de desarrollar la cohesión del grupo los pacientes pueden dedicarse
piol'undn y constructivamente al descubrimiento de sí mismos, a la confron
im j(,n y al conflicto que son esenciales en el proceso del aprendizaje inlei
peiNonfi)
| un ii(‘‘ PNÍdlldcN y las nu las del pueienle cambian en el curso de la templa.
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 117

En el capítulo n describí una secuencia común en la que los pacientes primero


buscan el alivio de los síntomas y después, en los primeros meses en la terapia,
formulan nuevas metas, a menudo interpersonales: desean poder relacionarse
más profundamente con los otros, poder amar, ser sinceros con los otros. A
medida que las necesidades y las metas de los pacientes cambian en la terapia,
lo mismo debe suceder con el proceso terapéutico necesario. La psicoterapia
inteligente moderna a menudo se denomina psicoterapia dinámica, porque
aprecia la dinámica, los aspectos estimulantes de la conducta, muchos de los
cuales no son conscientes. La terapia dinámica puede considerarse también
una psicoterapia cambiante, no estática, sino que evoluciona. Los pacientes
cambian, el grupo pasa por una secuencia de desarrollo predecible, y también
los factores curativos cambian en su importancia e influencia en el curso de la
terapia.

Los factores curativos fuera del grupo. Aunque los principales cambios de la
conducta y de las actitudes parecen requerir un grado de aprendizaje inter­
personal, éste de ninguna manera invariablemente es visible en el grupo. En
ocasiones, los pacientes realizan cambios importantes sin hacer en apariencia
una aportación apropiada al proceso terapéutico. Esto nos lleva a un impor­
tante principio en la terapia: el terapeuta o el grupo no tienen que hacer
todo el trabajo. La reconstrucción de la personalidad como una meta tera­
péutica es tan irreal como presuntuosa. Nuestros pacientes tienen muchas
fuerzas adaptadoras que quizá les sirvieron en el pasado y, con frecuencia,
el estímulo de algún suceso en la terapia puede bastar para ayudar al paciente
a empezar a actuar de manera adaptadora. Previamente hemos usado el tér­
mino “ espiral de adaptación” para referirnos al proceso en el que un cambio
en el paciente produce cambios en todo su medio ambiente interpersonal, lo
que a su vez produce otros cambios personales. La espiral de adaptación es
lo opuesto a un círculo vicioso, en el que tantos pacientes se encuentran atra­
pados, una secuencia de sucesos en la que la disforia tiene manifestaciones
intcrpersonales que debilitan o perturban los vínculos interpersonales, y en
consecuencia crean más disforia.
La documentación de estos puntos se obtiene cuando le preguntamos al
paciente acerca de las influencias terapéuticas o sucesos en sus vidas que ocu­
rrieron simultáneamente al curso de su terapia. En un ejemplo 11 de veinte
pacientes, 18 describieron varios factores terapéuticos que estaban fuera del
grupo. Lo que se citó más comúnmente fue una nueva o mejor relación inter-
peisonal con una o más figuras (miembro del sexo opuesto, padre, esposo,
maestro, familia adoptiva, o un nuevo conjunto de amigos). Dos pacientes,
que su habían propuesto divorciarse desde hacía, mucho tiempo, declararon
habré.e sentido brnelii iados emitido logiarou hacerlo Muchos otros citaron
I IK FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

n ¡unios en el trabajo o en la escuela, lo que aumentó su estima propia a


ini-t lilla que consiguieron un conjunto de logros reales: otros participaron en
a lg u n a nueva actividad social (grupos de la y m c a o tareas en comités políticos).
I )csde luego, es posible que estos factores fueran fortuitos e independientes
\ na-rocían (junto con la terapia de grupo) crédito por el resultado con éxito,
'.m i inbargo, en un examen más riguroso, era evidente que por lo general los fac-
11>i l . externos eran auxiliares de la terapia de grupo. El grupo impulsa a los
un. minos para que aprovechen los recursos del medio ambiente que, de hecho,
<lt «Ir hacía mucho habían existido. Después de todo, los esposos, los parientes,
lo', amigos potenciales, las organizaciones sociales, o las oportunidades de
11.11>.i jo o académicas siempre habían estado “ allí” , disponibles, esperando que
I" 11.1» lentes las aprovecharan. El grupo pudo haberle dado al paciente sólo el
impulso necesario, un ligero estímulo para permitirle explotar estos recursos
■mi. n o descubiertos. Con frecuencia, los miembros del grupo y el terapeuta
" " i....... conciencia de la importancia de estos factores, y ven la mejoría del
l ......He con escepticismo o asombro.
i n . ludio de los miembros de un grupo de encuentro que había tenido
mn. le. . Mío i in d io resultados que corroboraron esto.0 A menudo los miembros
•i" I. >l.m crédito al grupo por su cambio. En vez de esto, describen los efectos
l....... de las nuevas relaciones que han hecho, los nuevos'círculos sociales
qiii lun eimulo, los nuevos clubes de recreación a los que se han unido, las
mayoii". •.alisíaccioncs en el trabajo que han descubierto. Sin embargo, una
ht\. ligación mas rigurosa indica que las relaciones, los círculos sociales, los
■lnl»e-, de recreación y la satisfacción en el trabajo no aparecieron en forma
o |Kaliña, Siempre habían existido en el espacio vital del individuo. Pero sólo
ha la que la experiencia del grupo lo movilizó para aprovechar estos recursos
pudo explotarlos para su satisfacción y su desarrollo personal.
liemos considerado, en varios lugares de este texto, cómo las habilidades
<|in los miembros del grupo adquieren los preparan convenientemente para
nuevas situaciones sociales en lo futuro. No sólo son habilidades intrínsecas
‘alquilidas, sino capacidades intrínsecas que se han liberado; la psicoterapia
elimina las obstrucciones neuróticas que han estorbado el desarrollo de los
teemsos del paciente. A riesgo de ser excesivo en un punto obvio, relataré
■I laso de un paciente que, al principio de su terapia, describió un fin de
•emana en el que había viajado para patinar en esquís. Lo que podría haber
Ido una experiencia extraordinariamente placentera para él (un clima bueno
v ton sol, buenas condiciones de la nieve, agradable compañía) se convii
bo tu una pesadilla Se sentía obsesionado por el pensamiento de que se caería
mi las eiieslas. perdería sus esquís y, cuando hubiera logrado ponérselos de
nuevo, -ae. amigos habrían decidido no esperarlo I I miedo de si i abandonado
invadía sus expeileticias a tal grado que no podía obteuei placel en ninguna
FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL 119

actividad solitaria. La terapia tuvo mucho éxito en disminuir este temor y


después de que se eliminó esta obstrucción, el paciente mejoró y encontró
placer en varias actividades. Si el terapeuta cree que la terapia “ elimina la
obstrucción” , su carga se aligera y conserva su respeto por las capacidades
ricas (que nunca se conocen plenamente) de sus pacientes.

Diferencias individuales y factores curativos. Es importante observar que el


orden de importancia de los factores curativos en el cuadro 1, es un valor
medio o promedio. Entre los veinte pacientes estudiados hubo considerables
variaciones individuales en la forma como ordenaban los factores. Los inves­
tigadores exploraron varias razones posibles para estas diferencias. ¿Los pa­
cientes en un grupo son distintos de los de otro grupo? ¿Las diferencias
dependen de la edad, del sexo, de la duración del tratamiento, del grado de
mejoría, o de las razones originales para asistir a la terapia? La estadística
mostró que ninguno de estos factores explicaba las diferencias individuales.
Obviamente, no todos los individuos necesitan las mismas cosas, ni reac­
cionan igual ante la terapia de grupo; hay muchos caminos terapéuticos en
la experiencia de la terapia de grupo. Por ejemplo, al principio describimos la
importancia de la catarsis; muchas personas reprimidas obtienen beneficios
experimentando y expresando fuertes afectos. Otras, con problemas contras­
tantes de control de los impulsos y con una gran inestabilidad emocional, al
contrario, pueden beneficiarse adquiriendo una estructura intelectual y frenando
sus expresiones emocionales. Algunos caracteres narcisistas necesitan aprender
a compartir y a dar, mientras que otros derrotistas en su desdén de sí mismos
necesitan aprender a exigir sus derechos. La manera como a un individuo lo
ayudan en la terapia de grupo, es resultado de la interrelación de varios factores:
sus necesidades interpersonales, sus puntos fuertes y débiles, sus recursos fuera
del grupo, y la composición y la cultura de su grupo de terapia particular.
Aunque estos temas requieren considerable investigación, ciertas conclu­
siones parecen fuertemente apoyadas por todos los estudios existentes. La
terapia de grupo obtiene su potencia singular de sus propiedades de grupo
e ¡nterpcrsonales. El agente del cambio parece ser el grupo y el sistema de
influencia entre los miembros. El terapeuta de grupo eficaz debe dirigir sus
esfuerzos a obtener el desarrollo máximo de estos recursos terapéuticos. En los
siguientes capítulos consideraré el papel y las técnicas del terapeuta de grupo
desde el punto de vista de los factores curativos que hemos descrito.

UniTRI'.NCIAS Itllll KKiUÁl K ’AS

1 It ( 'oí ni ni v li Uomiihu n, "Mri'hiini'mri ni Ginii|) INycliollii’i apy : l’ioccsses aml


I)yiuuuli'i", / dbnorm, /*.»v« hnl , *>i *|()fi - I I I , ivv>
120 FACTORES CURATIVOS: PANORAMA GENERAL

2 F. Fiedler, “A Comparison of Therapeutic Relationships in Psychoanalytic, Non-


Directive and Adlerian Therapy” , J. Consult. Psychol., 14: 436-445, 1950.
3 R. W. Heine, “A Comparison of Patients’ Reports on Psychotherapeutic Experi-
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Patient and His Psychiatrist,” J. Nerv. Ment. Dis., 127: 344-350, 1958.
9 B. Berzon, C. Pious, y R. Parson, “The Therapeutic Event in Group Psycho­
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10 H. Dickoff y M. Lakin, “Patients’ Views of Group Psychotherapy: Retrospections
and Interpretations,” Int. J. Group Psychother., 13: 61-73, 1963.
11 I. D. Yalom, J. Tinklenberg, y M. Gilula, “ Curative Factors in Group Therapy” .
Estudio inédito.
32 I. D. Yalom, P. S. Houts, S. M. Zimerberg, y K. H. Rand, “ Prediction of Improve-
ment in Group Therapy” , Arch. Gen. Psychiat., 17: 159-168, 1967.
13 J. Block, The Q-Sort Method in Personality Assessment and Pyschiatric Research
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14 E. Jones, The Life and Work of Sigmund Freud, vol. 1 (Nueva York: Basic Books,
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13 I. D. Yalom, “ Existential Factors in Group Therapy” , Strecker Monograph Series,
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16 A. Maslow, “The Need to Know and the Fear of Knowing” , J. Gen. Psychol., 68 :
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17 A. Maslow, Motivation and Personality (Nueva York: Harper, 1954).
13 D. Berlyne, Conflict, Arousal and Curiosity (Nueva York: McGraw-Hill, 1960).
30 R. W. White, “ Motivation Reconsidered: The Concept of Competence” , Psychol
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20 A. S. Dibner, “Ambiguity and Anxiety” , /. Abnorm. Soc. Psychol, 56: 165-174,
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22 E. Verville, “The Effect of Emotional and Motivational Sets on the Perception of
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23 S. J. Korchin et al, “ Experience of Perceptual Distortion as a Sourcc of Anxiety” ,
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23 D. Rosenthal, “Changcs in Sonic Moral Valúes Following l’syehotn apy” , J. Con
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| | . S. Su 11i va n , c i t a d o en l ;. ( ¡ ol Tni a n, T he P rcscn talia ii <>l S el / In I veryila y lile
( ( ■a r de n < iiv. N. Y Dot i h l c d n y Anel i oi l l ooks, 1959), p 18
V. EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

PRIM ERA PARTE

A h o r a que ya hemos considerado cómo la gente cambia en la terapia de grupo,


es el momento oportuno para referirnos al terapeuta y a su papel en el pmiv>;o
terapéutico. En este capítulo consideraremos las tareas básicas del terapeuia
y las técnicas con las que puede realizarlas.
En los anteriores cuatro capítulos afirmé que la terapia es un proceso rom
piejo que consiste de varios factores elementales que se entrelazan m forma
intrincada. La tarea del terapeuta de grupo consiste en crear la maquinal in d<
la terapia, ponerla en movimiento, y mantenerla funcionando con eficai ia
máxima. A veces imagino que el proceso terapéutico del grupo es como en
un dinamo enorme; a menudo el terapeuta se encuentra en el interior, liaba
jando, experimentando, interactuando (y se ve influido por el campo de energía),
otras veces usa ropas de mecánico y trabaja en el exterior, lubricando, apreiandn
tuercas y pernos, reemplazando las partes.
Antes de referirme a las tareas y a las técnicas específicas, deseo lino i
énfasis en algo de lo que hablaré una y otra vez en las siguientes pagina-,
En la base de todas las consideraciones de las técnicas debe haber una n lm mu
terapeuta con su paciente debe ser de interés, aceptación, sinceridad, e m p a lia
Ninguna consideración técnica tiene precedencia sobre esto. Quizá a vn < . . I
terapeuta increpará al paciente, mostrará ira y frustración, y sugeriia qu< i
el paciente no se esfuerza deberá dejar al grupo. Pero estos esfuerzos (que , u la
circunstancias adecuadas pueden tener un efecto terapéutico) nunca son eln a<.
a menos que se realicen en el panorama de una relación de aceptación r m i r o
consistente, positiva, entre el terapeuta y el paciente. La actitud ba-.ica del
entre el terapeuta y el paciente. He decidido examinar las técnicas del leí apeala
alrededor de estas tareas fundamentales: I) Creación y mantenimiento del gui
po; 2 ) elaboración de la cultura, y 3 ) activación e iluminación del aquí y d< I
ahora. Debemos posponer la mayor parte del examen de la primera la n a,
creación y mantenimiento, hasta que presentemos la mayoría del material rúen
cial en los capítulos vn, vm y ix. En este capítulo enfocaré la elaboiaeion di la
cultura y la activación y la iluminación del aquí y del ahora.

C u liA C IÓ N Y M A N T E N IM IE N T O DI I (IIUII'O

Desde luego, el jefe del guipo es el único responsable de Cfcai y icunli al


mismo l'l oliet milenio de ais m i vicio-, de ayuda piole ion.il es la talson tl'Sln

|?,|
122 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

inicial y, desde luego, el terapeuta fija la hora y el lugar de las reuniones. Una
gran parte de la tarea de mantenimiento se realiza antes de efectuar la primera
reunión y, como lo expondremos en los capítulos posteriores, la habilidad del
jefe para seleccionar y preparar a los miembros influirá mucho en la suerte
del grupo.
Después de que el grupo comienza la terapia, el terapeuta debe desempeñar
la función de guardián, en especial impedir la destrucción en los miembros. En
ocasiones, la experiencia del individuo en el grupo de pacientes sin éxito
que produce una terminación prematura de la terapia, puede desempeñar una
función útil en el conjunto de su historia terapéutica. Por ejemplo, un fracaso
o el rechazo por parte del grupo puede ser tan perturbador para el paciente que
idealmente queda preparado para ser atendido por otro terapeuta. Por lo general,
sin embargo, un paciente que deja pronto el curso del grupo debe considerarse
un fracaso terapéutico. No sólo no recibe beneficios, sino que el progreso del
resto del grupo se ve afectado adversamente. L a estabiüdad deJn-pmnaneneja
de los mienibros^parece ser un sine qua non para la terapia con éxito. Si alguien
se marcha del grupo, el terapeuta debeTa menor que 'esté dirigiendo un grupo
cerrado (véase el capítulo ix), añadir nuevos miembros.
Inicialmente los pacientes no se conocen entre sí y sólo conocen al tera­
peuta, quien sirve como un objeto de transición. Es la fuerza unificadora
primaria del grupo; los miembros se relacionan entre sí al principio por medio
de su relación común con él.
El terapeuta debe descubrir y oponerse a cualquier fuerza que amenace la
cohesión del grupo. Las demoras continuas, las ausencias, el subagrupamiento,
la socialización pertu,rEMóm~fuera del grupo,~y~tener chivos expiatorios ame­
nazan la integridad del grupo y exigen la intervención del terapeuta. Cada uno
de estos puntos se examinará ampliamente en los capítulos posteriores. Ahora
sólo es necesario hacer énfasis en la responsabilidad del terapeuta con las
fuerzas superindividuales. Su primera tarea es ayudar a crear un sistema social.
A veces deberá posponer tratar las necesidades urgentes de un paciente, y de
hecho habrá ocasiones en que será necesario sacrificar a un paciente (apartarlo
del grupo) por el bien del mismo. Me referiré a esto más adelante.

La e l a b o r a c ió n de la cu ltu ra

Después de que el grupo se vuelve una realidad física, el terapeuta dedica sus
energías a modelar al mismo en un sistema social terapéutico. Se esforzará por
establecer un código de reglas o normas de conducta, que guiará la interacción
del grupo. Las normas deseables para un grupo de terapia se delineen lógica
mente del examen de los factores curativos.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 123

Consideremos un momento los factores curativos delineados en los primeros


cuatro capítulos. ¿Quién ofrece apoyo, universalidad, consejos, retroalimen
tación interpersonal, la prueba de la realidad, aprendizaje, oportunidades para
el altruismo y la esperanza? Obviamente, los otros miembros del grupo. INu
ello, en gran medida, el grupo es el agente del cambio.
Esto establece una diferencia crucial entre el papel básico del terapcula
individual y el del terapeuta de grupo. En el psicoanálisis individual el leía
peuta funciona como el único agente directo del cambio; y'en la terapia di
grupo funciona más indirectamente. Por esto, si los miembros del grupo, <u
su interacción mutua, ponen en movimiento muchos factores curativos, ciitoni i
la tarea del terapeuta de grupo es crear unáTÉífltura de grupo extinordinada
mente conveniente para el tipo adecuado de interacción del grupo.
El juego del ajedrez ofrece "una analogía útil. Él jugador esperto, al pim
cipio del juego, no se esfuerza por dar jaque mate ni por capturai dina la
mente una pieza. smÉ~qüe~liTféfTta'~ apódérarsé~de~Iasc^ es 1ratcp, ic as ni <I
tablero, _v_por consiguiente aumentar el poder de cada una de sus piiva. Al
actuar así, indirectamente se dirige hacia su meta última, ya chic, a medida
que el juego avanza, suposición estratégica superior favorecerá un ataque el'ii.i/
v j r na ganancia definitiva de piezas. Así también el terapeuta de grupo nielo
dicamente elabora una cultura que en última instancia tendrá una pian lu< i/a
terapéutica.
Un pianista de jazz, miembro de uno de mis grupos, una vez emuenio . I
papel del jefe de grupo, reflexionando que al principio de su caim a musí' d
admiraba profundamente a los grandes solistas de instrumentos. Sólo imu Im
tiempo después logró comprender que los músicos de jazz verdadci.mu nb
grandes eran los que sabían_cómo hacer resaltar la música de los oíros, como
permanecer en silencio, cómo aumentar las funciones de todo el conjiinln
Es obvio que el grupo de terapia tiene normas que se apartan radicaluu un
de las reglas o de la etiqueta de las típicas relaciones sociales. A dil'eieiu m di
casi cualquier otro tipo de grupo, los miembros deben sentirse libres pina
comentar los sentimientos inmediatos que tienen ante el grupo, ante los olio-
miembros y ante el terapeuta. La sinceridad y la espontaneidad de la r\pi< tón
debe alentarse en el grupo. Sj se desea que el grupo se convierta en un v< ida
clero microcosmo social, los miembros deben interacluar libremenle cuín i
Eli forma csquenifitiea, las líneas de la interacción deben parecíase a lie. del
primer diagrama, y no a las del segundo, en el que las comunicaciones .<
realizan básicamente a través del terapcula,
O lía s norm as deseables son lenei niveles elevados de p a r tic ip a ció n i n •I
p run o, aeepla i a los o l i o s sin l o i n n i l a i juu ios, l e n u allos niveles de icvel.u ion
dt sí m ism o , descaí e o m p ie iid c is e a si m isino , senllise ius.itislct lio con los niodtis
m nuiles de la eondiK la y desc-u i l c amblo, I as n oitn a , pueden sei prest iip
IM EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

(aquí entra el diagrama) pág. 108 del libro

t iones y también proscripciones de ciertos tipos de conducta. Son un elemento


importante de evaluación, porque los miembros creen que una conducta debería
manifestarse o no. Las normas pueden ser implícitas o explícitas. De hecho,
l >.H lo general los mieñTBroT'''de un "grupo no formulan conscientemente sus
noiinas. Por ello, al intentar descubrir las normas del grupo el investigador no
ile|>r pedirles a los miembros una lista de las reglas no escritas del grupo. Es
1111 i.lililí' que les presente una lista de conductas, y les pida que le indiquen
i*.i I. mui apropiadas y cuáles inapropiadas en el grupo.
I i 11o i mas invariablemente evolucionan en cualquier grupo: social, pro-
i, luí•mol v leí apolítico. Pero de ninguna manera es inevitable que el grupo tera-
l.. nihi. i Ir',,n rolle normas favorables al proceso terapéutico. La observación
i i, iii iiii ,i di varios grupos de terapia fácilmente revela que muchos se ven
. .1• 11 iinl< • pin normas mutiladoras. Por ejemplo, pueden apreciar tanto la catar-
i 11. 111 que eluden los sentimientos positivos, pueden adoptar el sistema de
imnai tumo” , en el que los miembros subsecuentemente le describen sus
pt,•111eni.i'. al grupo, pueden tener normas que no les permiten a los miembros
. ii, 111111 ai o contradecir al terapeuta. Volveré a referirme a las normas espe-
, iin ,r. que obstruyen o favorecen la terapia, pero primero consideraremos cómo
,e establecen.

La elaboración de normas

l i . noi mas de un grupo se elaboran basándose en lo que los miembros esperan


di I mismo, y cu las direcciones explícitas o implícitas que establecen el jefe
v |ir miembros más influyentes. Si las expectativas de los miembros no son
11111 n , el ¡efe tendrá aún más oportunidad de crear una cultura del. grupo que,
.I, di su punto de vista, será óptimamente terapéutica. Sin duda alguna, él
i l.i sede inicial de la influencia en el grupo y l o s , m i e m b r o s l e w
j'iin*
p ,albas v llcrdei't1 realizaron un análisis cuidadoso de las intervenciones
di I jete en un grupo de entrenamiento, y mostraron que las afirmaciones del
11 al guipo desempeñan un papel vigoroso, aunque generalmente implícito,
, n la delei munición de las normas que establece el grupo. Shapiio y IiirkM
obsrivaion qm “ cuando el jete hace un comentario poco tiempo después
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 125

de que actúa un miembro determinado, esta persona se vuelve el centro de la


atención en el grupo, y a menudo desempeña un papel importante en las futuras
reuniones” . Adgmás, que el jefe haga relativamente pocos comentarios, aumenta
,1a fuerza de. sus intervenciones.
Al examinar al jefe del grupo como modelador de normas, no estoy pro­
poniendo un papel nuevo o inventado para el terapeuta. Siempre modela las
normas del grupo. Es esencial que advierta esta función porque, voluntaria
o involuntariamente, el jefe influye en las normas del grupo. No puede abste­
nerse de influir en éstas; virtualmente toda su primera conducta en el grupo
es influyente. Además, lo que no hace a menudo es tan importante como lo
que hace. Don Jackson repetidas veces afirmó: “ uno no puede dejar de comu­
nicar .
Una ocasión observé a un grupo dirigido por un analista de grupo británico,
en el que un miembro que había faltado a las seis reuniones anteriores llegó
unos cuantos minutos tarde a la reunión. El terapeuta no dio señales de ad­
vertir la llegada del paciente y, después de la sesión, les explicó a los observa­
dores que él había decidido no influir en el grupo, ya que prefería que éste
estableciera sus propias reglas acerca de darles la bienvenida o no a los miem­
bros que llegaban tarde o faltaban a las reuniones. Sin embargo me parece
evidente que no darle la bienvenida fue un acto que influyó y era casi una
sugerencia para establecer normas. Su grupo se había vuelto sin duda (com o
resultado de muchas guías similares) indiferente, inseguro y buscaba métodos
para halagar al jefe.
Las normas se crean relativamente al principio de la formación-de^un grupo,
y una~vez que sé~~lfan~^stablecido resulta difícil modificarlas. Por ejéñi^ío,
considérese un pequeño grupo en un ambiente industrial que establece normas
para regular la producción de cada miembro, o una pandilla de delincuentes
que establece un código de conducta callejera, o un hospital psiquiátrico que
establece normas para la conducta que espera del personal y de los pacientes.
Cambiar las normas bien establecidas^es-n etoriamente difícil jyj~equiere j consi-
lerable tiempo, y a menudo una j^ovadórr^ffecuentg, de los miembros ”3eT
.grupo.
Un interesante experimento de laboratorio que realizaron Jacobs y Camp­
bell4'1 ilustra la tenacidad y la duración de las normas. Les pidieron a los
miembros de un grupo que estaban en una habitación oscura que estimaran
cuánto se movía un punto de luz que estaba, de hecho, inmóvil ( “ la reacción
autoquinésicu” ).'1 Una norma tic grupo numérica de la que los miembros sólo
se apartaron m ín im a m e n te , se estableció con rapidez. Los experimentadores
reemplazaron a los miembros, y hasta realizaron varios cambios completos de
miembros. .Sin e m b a rg o, la iiuim.i <le guipo, que había sido establecida por los
que lau ta m u ch o se h ab lan m a n hado di I g u ip o , c o n tin u ó siendo la m ism a.
I -Wt II IIÍRAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

I ii n Minien: cada grupo desarrolla un^,.conjunto de reglas o normas no


•Milla'. (|iir determináis el procedimiento deTa~coñdúcta dd grup67~eT~gnipo'
inapéulico ideal tiene normas que permiten que los factores curativos~funcio^
lii n ectn elLcácía majoma. Las normas las m odelan jas expectativas de los
miembros del grupo y la conducta del terapeuta; éste influye enormemente
, n l.i ideación de la^pormas, y es una función que no .puede evitar; las normas
,|n, elabora al principicT el grupo "ífeiiüfPúna perseverancia considerable. El
,, , ,||Hnía, pues, deberá realizar esta importante función de una manera inte­
ligente y deliberada.

¿Cómo modela las normas el jefe?

11 ,. (|ir. papeles básicos que puede desempeñar el terapeuta en el grupo: puede


, , ,m , .peeialista técnico, o un participante que establece modelos. En cada
........I, . -,ios papeles contribuye a modelar las normas del grupo.
/ /. '■■d,(XLaLlsl£i. Cuando desempeña este papel, el terapeuta deliberada-
, Mi, r pune el ropaje tradicional del especialista. Emplea varias técnicas
!........1111 •111 .o al grupo en una dirección que considera deseable. Explícitamente
IMi, ni i niodrlai las normas en su temprana preparación de los pacientes para
1., i, i ipi.i dr guipo. Con este procedimiento, que describo ampliamente en el
, .ipiiiilu is , se instruye cuidadosamente a los pacientes sobre las reglas del
gl upo
i | i. i úpenla intenta reforzar la instrucción de dos maneras: apoyándola
( ,m el peso de su autoridad y de su experiencia, y exponiendo la razón teórica
, n |,i que se basa el procedimiento que sugiere y con el que intenta obtener
, | ,tpuyo de la razón de los pacientes.
< uando el grupo se inicia, el terapeuta tiene a su disposición una amplia
,.,11,1,1 de técnicas para modelar la cultura del grupo, que va desde las insfrufe.
, 11 iiii ■, y sugerencias, explícitas hasta lasjécnicas reforzadoras sutiles. Por ejem­
plo mino lo describimos antes, el jefe del grupo intentará crear una red de
mii i acción en la que los miembros libremente interaHuén^ñtre" sí, y"rlo per-""
'jubilé qtn dirijan todos~sus comentarios al terapeuta o loT^gaHIaJrayés d eel.
p,,n esle luí. puede instruir implícitamente a lós~rniembros en sus entrevistas
mleiIiue‘. al grupo o en las primeras sesiones de éste; puede, repetidamente
,1,11,,nie las reuniones, preguntarle a cada miembro cuáles son sus reacciones
olio miembro o ante un aspecto del grupo; puede preguntar por qué la
,, ii iv, i aiion Invariablemente se dirige a él; puede negarse a contestar pregun-
1., ,, .uní ce 11 ai los ojos cuando le hablan; puede pedirle al grupo cpie haga
, im'ii ios que les ensenen a los .pacientes a interaqtuar miiUijunwitc. Por ejem­
plo, puede pedirle a un miembro del grupo, cada ve/,, que dé sus primeras
impicuones sobre lodos los demas miembros; o puede, de una manera mucho
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 127

menos perturbadora, modelar la conducta recompensando a los miembros que


se comunican mutuamente: asentir con un movimiento de cabeza o sonreírles,
hablarles amablemente, o cambiar su postura y adoptar una actitud más
receptiva. Exactamente el mismo principio se aplica a una multitud de. nnrrpas
que el terapeuta desea inculcar: la revelación de sí mismo, la expresión abierta
4e las emociones, la actitud estimulante, la exploración de sí mismo, etcétera.
Los terapeutas varían considerablemente en su estilo. Aunque muchos rea­
lizan su modelado de normas con métodos explícitos, todos los térapeutas, hasta
cierto punto a menudo más de lo que suponen, desempeñan sus tareas por
medio de técnicas sutiles de refuerzo social. La conducta humana continua­
mente se ve influida por una serie de sucesosambieñta^'^trqfuerzbs) Tpns
pueden ser valuados positiva o negativamente7y~q^Ie]ejercen su influí
nivel conscu
Las técnicas de la ciencia publicitaria y de la propaganda política sólo son
dos ejemplos de control sistemático de los agentes reforzadores. La psicote­
rapia también se apoya en el uso de refuerzos sociales sutiles, a menudo no
deliberados. A pesar de que a ningún terapeuta que se respete le agrada-consi-^
derarse un agente reforzador social]^nTérñt>argo, continuamente ejerce influen­
cia de esta manera, inconsciente o j o talmente deliberada, ffuede reforzar en
forma positiva algunas conductas con numerosos^ actos verbales y no verbales,
incluso asintiendo con la cabeza, sonriendo, inclinándose hacia adelante, con
un “ mmmT7~1aprdEaton preguntas directas para pedir más infor­
mación. Por otra parte, puede negarse a reforzar la conducta que no considera
saludable evitando hacer comentarios, no asintiendo con la cabeza, ignorando
esa conducta, dedicando su atención a otro paciente, mostrándose escéptico,
Jevantando~las cejas, etc. Cualquier indicación verbal obvia del terapeuta es
un refuerzo especialmente eficaz debido a sus pocas intervenciones y a su
negación a estructurar al grupo.
Cualquier forma de psicoterapia es un proceso de aprendizaje, que se apoya
en parte en el acondicionamiento funcional. Estoy de acuerdo con Shapiro,
quien afirma: “ la terapia sin manipulación es un espejismo que desaparece
cuando se hace un escrutinio estrecho” .2 Marmor^ hablando desde la atalaya
del psicoanálisis, dice: “ Lo quc-sucede ep el proceso del ‘análisis’ psicotera-
póutico es un tipo de aprendizaje de arQndir.innami^tq_en^£Lc[ue
abiertas u ocultas del terapeuta actúan como claves de trecomp¿nsa^castigor
que refuerzan los patrones más maduros de la conducta, e inhiben los menos
maduros?’ " ------
llay muchas investigaciones para poder documentar la eficacia de las técnicas
operantes en el modelado de la conducta del grupo. Usando estas técnicas
delihciadámenle pueden leducii los silencios" o aumentarse los comentarios
peí solíale', y de guipo, he. i\picsiones de hostilidad con el jefe, o la aceptación
128 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

entre los miembros.7, 8 Aunque hay pruebas de que su eficacia depende mucho
de estos principios de aprendizaje, los psicoterapeutas a menudo eluden esta
evidencia debido al temor infundado a que esta idea mecanicista mine los
componentes humanos esenciales de la experiencia terapéutica. Sin embargo,
los hechos son precisos, y comprender su conducta no priva al terapeuta de su
espontaneidad. El terapeuta que reconoce que ejerce una gran influencia por”
medio del refuerzo social, y que ha formulado para sí mismo un principio
de organización central de la terapia, será más eficaz y consistente en sus
intervenciones terapéuticas. El terapeuta con experiencia no se vuelve menos
espontáneo, sino que actúa espontáneamente sobre estos principios a medida
que se vuelven causas determinantes internalizadas de su conducta.

jf*) El participante que establece los modelos, El jefe de grupo modela las
/ normas no sólo con una ingeniería social explícita o implícita, sino por medio
del ejemplo que da con su conducta de grupo personal. La cultura de grupo
terapéutica representa un alejamiento radical de las normas sociales a las que
está acostumbrado el paciente. A éste le piden que olvide las convenciones
sociales que le son familiares, que intente nuevas conductas, y que corra muchos
riesgos. ¿Cómo-qiuudc-cl terapeuta demostrarle_al paciente que la nueva con­
ducta no tendrá las consecuencias adversas que prevé? Un método que tiene
el respaldo de una amplia investigación! fes^l~modeíad^: se alienta al paciente
a cambiar su conducta observando al terapeuta_que manifiesta libremente~y
sin efectos adversos la. conducta en cuestión J ^anduraii ha mostrado en muchos
trabajos de investigación bien controíados* que los individuos pqeden jser influí-^
dos para manifestarjina. conducta más adaptada (por ejemplo, superar las fo-
hias específicas)9- 10 o menos adaptada (por ejemplo, la agresividad sin restric­
ciones)11 observando y adoptando la conducta del terapeuta o fie su sustituto^
El jefe del grupo al ofrecer un modelo que acepta y aprecia sin críticas las
cualidades de los otros y también sus áreas problemáticas, puede ayudar a
modelar a un grupo que busca la salud. Por otra parte, si concibe su papel
como el de un detective de la psicopatología, los miembros del grupo harán
lo mismo. Por ejemplo, una paciente de terapia de grupo había trabajado
activamente en los problemas de otros miembros durante meses, pero conti­
nuamente se 'había negado a revelar aspectos de sí misma. Por último, en una
reunión empezó a discutir sus problemas, y “ confesó” que un año antes había
estado internada dos meses en un hospital psiquiátrico estatal. El terapeuta
reaccionó en forma espontánea: “ ¿Por qué no nos habías contado esto antes?”
Este comentario, percibido como punitivo por la paciente, sólo sirvió para
icforzai su temor y desconfianza. Obviamcnlp, hay preguntas y comentarios
que vuelven mas mcoimmicativa a la gente, y otros que la ayudan a sel cornil
ninitivu, Poi ejemplo, el leiapeula podiia luibci comentado el hecho de que
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 129

ahora ella parecía confiar bastante en el grupo para hablar de sí misma, o


podría haber comentado lo difícil que había sido para ella ñntr.s ¿lesear cofn-
partir esta revelación coiLel grupo, y tener miedo de hacerlo.
El jefe~de grupo establece un modelo de sinceridad y espontaneidad inter-
personales. Sin embargo, toma en cuenta la necesidad actual de los miembros
y muestra una conducta congruente con la etapa"de desarrolIÓ~^el grupo. La
desinhibición total y la expresión sin restricciones de todos los sentimientos
no es más saludable en los grupos de terapia que en otras formas de encuentro
humano, y si se hace esto totalmente, puede producirse una interacción horrible,
sin sentido, destructiva, como la encarna Albee en ¿Quién le teme a Virginia
Woolf? El terapeuta debe establecer un modelo que incluya una responsabilidad
y una restricción apropiadas, y también la sinceridad. Un terapeuta perfecta­
mente analizado que ño experimenta sentimientos y fantasías destructivos con
sus pacientes es, según mi experiencia, una ilusión. Pero el uso juicioso de los
sentimientos del jefe del grupo es una parte rpny valiosa de su arsenal. Cónsh
deresi la siguiente intervención terapéuticamente eficaz:

En la primera sesión de un grupo de hombres de negocios no hospitalizados


que se reunieron para realizar un laboratorio de relaciones humanas de cinco
días, un miembro de 25 años de edad, agresivo, fanfarrón, que obviamente ha­
bía estado bebiendo mucho ese día, se dedicó a imponerse en la reunión y a
hacer el ridículo. Se jactó de sus logros,'despreció al grupo, monopolizó la reu­
nión, interrumpió, gritó e insultó a todos los otros miembros. Todos los intentos
por resolver la situación fracasaron; por ejemplo, darle retroalimentación sobre
cómo había hecho enojar o había lastimado a los otros miembros, ofrecerle in­
terpretaciones acerca del significado y la causa de su conducta. Entonces mi cote-
rapeuta comentó muy sinceramente: “ ¿Sabes lo que me agrada de ti? Tu temor
j/_ tu falta.de c o n fia n z a , Je sienles-asusfado aquí, igual que vo: todos nos sen­
timos asustados por lo qué nos sucederá esta semana". Esa afirmación le permi­
tió al paciente desechar su fachada y, posteriormente, se convirtió en un miembro
valioso del grupo. Además, el jefe, al modelar un estilo empático sin crítica,
contribuyó a establecer una cultura de grupo acogedora y amable.

Interactuar como un miembro de un grupo requiere, entre otras cosas, que


1 1 terapeuta acepte y~Tldiiiitírrqúe es falible. ETterapeuta que necesita parecer
|^iiifa]ibTo\sc~vuclvc un ejemplo confuso y amenazador para sus pacientes. Puedc^
sentir tan pocainclinacion a admitir sus errores que se mostrará reservado o
í11sé]’Tlrm-TTsu s ' reí ac 10T1c s c o p el grupo.

I jcmplo: I n mi grupo, el terapeuta, que necesitaba parecer omnisapiente,


debía marebaise de la ciudad durante la siguiente reunión. Le sugirió al grupo
que se reuniera sin el, y que grabara la reunión en una cinta magnética, y
prometió rscueliai la gighucuin antes de la siguiente reunión Se lo olvido es
i 10 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

ruchar la cinta, pero debido a su necesidad de no equivocarse, no pudo admi­


tido ante el grupo. Por consiguiente, en la siguiente reunión, el terapeuta divagó
mu mencionar la sesión anterior donde no hubo jefe, y se mostró difuso, confuso
Y desalentador.
Otro ejemplo incluye a un terapeuta neófito con necesidades similares. Urn
paciente lo atacó acusándolo de hacer afirmaciones prolijas, confusas y engaño-
.1 . Ya que éste era el primer encuentro del terapeuta con este nuevo grupo, los
miembros se sentían tensos y se sentaban en el borde de sus sillas. El terapeuta
n accionó preguntándole al paciente si él no le recordaba a alguien que ha­
bía conocido en su pasado. El paciente que lo había atacado se aferró a la
sugerencia, y mencionó a su padre; la crisis pasó y los miembros del grupo
m •,colaron cómodamente en sus sillas. Sin embargo, previamente este terapeuta
había sillo miembro de un grupo (de psiquiatras residentes), y sus colegas re-
|h iidamente 1c habían señalado su tendencia a hacer comentarios largos, compli-
. adíe, y conlusos. De hecho, pues, lo que había sucedido era que el paciente ha­
bía M'.to al terapeuta en forma correcta, pero fue persuadido de abandonar su
i..... puón Si una de las metas de la terapia es ayudar al paciente a probar
hi n ni id.id y a aclarar sus relaciones interpersonales, entonces evidentemente
i h n.m..iccion fue antiterapéutica. (Esto ilustra, también, un punto que expu-
tilín i . .míe . cu relación con “la revalidación de la familia primaria” como un
i ii 11 >■ i unitivo: hacer un énfasis excesivo en el pasado puede servir para negar
la 11 .daInd inmediata del grupo.)

Oti.i consecuencia de la necesidad de ser perfecto se presenta cuando el


i, i úpenla se muestra demasiado cauto en sus comentarios. Por miedo de come-
fVi mi ei ioi , escoge sus palabras con mucho cuidado, interactúa tan delibera-
,1.luiente y no en el momento adecuado que sacrifica la.espontaneidad, v puede
modelar"a un grupo falso y sin vida. A menudo, los terapeutas quecíesempeñan
un papel omnipotente, distante, con su actitud están diciendo en realidad:
lia/ lo que quieras: tú no puedes Hénrme~~m tocarme.” Esta postura puede
b ni i el electo indeseable desgravar el sentimiento de impotencia de los ga-
* Mnh ■. |y.lo obviamente es contraproducente, ya que una de las normas impor-
i ,i iib', de un grupo de terapia eficaz es que los miembros tomen muy en serio
lq que se dicen mutuamente.
I n un grupo, Les, un joven paciente, durante meses se había esforzado
muy poco a pesar de los vigorosos esfuerzos realizados por el jefe del grupo.
Vntu.límente en todas las reuniones el jefe intentaba hacer participar a Les en
las discusiones, pero todo resultó inútil. Les se mostraba más desafiante y
n seivado, y el terapeuta se volvía más activo y se sentía más disgustado,
bmnimeiile, loan, otra paciente, le comentó al terapeuta que el era como un
p.ulii trun que tintaba a I es como a un hijo terco, v que se sentía obligado
Y dei idilio a lun ei cambiar a I es Lila anadió que a I es Ir fascinaba dc.sem
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 131

peñar el papel de hijo rebelde que está decidido a vencer a su padre. Esto
la pareció cierto al terapeuta; estaba de acuerdo con su experiencia interna, y lo
reconoció ante el grup o y le agradecióla Joan sus comentarios. La conducta
del terapeuta en este ejemplo tue muy importante pam ¿T~grupo. En efecto,
j pda sigñTfIcoT~~” ApTecío~linós pacTehTes7~Tr-e$te~grup^ modo de aprerL''~~
.dizaje.” 4demás, reforzó las normas de análisis de sí mismo, el modo interpre­
tativo, la^ sinceridad, y_la confrontación con el terapeuta. La transacción fue
útil para el terapeuta (jes un terapeuta desaforturTado''erque no puede apfeñde|~~
\más~l?6re^~m]smo1e n lu ^ r abujorTerapéuticó^^'^^ r a Les, qujen~~áfiaílzo~píe=;
namente el deleíte que~~sentia desafiando en forma frustrante al terapeuta.
En ocasiones, se requiere que el terapeuta haga menos modelado debido a la
presencia de algunos pacientes de grupo “ ideales” que desempeñan esta función.
De hecho, se han realizado estudios en que algunos pacientes seleccionados
para establecer modelos se introducen deliberadamente en el grupo. Schwartz
y Hawkins1'- introdujeron a un par de pacientes de grupo con experiencia para
servir de modelos en dos grupos de esquizofrénicos hospitalizados. Se sabía
por su anterior conducta de grupo que un par de pacientes habitualmente
hacían afirmaciones cargadas de afecto, mientras que el otro par hacía afirma­
ciones impersonales no afectivas. La discusión del grupo se grabó en una cinta
y se analizó. Los resultados mostraron una cantidad significativa de conducta
de imitación: el grupo con los modelos que expresaban^afecto mostró un au-
‘ mentó de las expresiones de alecto; en cambio el otro grupo cada vez hizo más
afirmaciones impersonales, no afectivas,
ó Goldstein et al.™ informaron sobre un estudio exploratorio en el que intro-
( dujeron a un “ aliadolL/un estudiante graduado de psicología para pacientes no
hospitalizados) en dos grupos de pacientes no hospitalizados. Los “ plantados”
fingían ser pacientes, pero participaban regularmente en las discusiones del'
' grupo con los terapeutas y los supervisores. Su papel y su conducta se planea-
mu para facilitar, con su ejemplo personal, la revelación propia, la libre expre­
sión, la confrontación con los terapeutas, silenciar a los monopolizadores, y
romper las camarillas, etc. Los dos grupos fueron estudiados (mediante cues-
l¡onnrios de cohesión suministrados a los pacientes, y sociométricos) durante
veinte sesiones. Los resultados indicaron que los “ plantados” , aunque no eran
los miembros más populares, los otros pacientes consideraron que contribuían
a la terapia. Además, los autores concluyeron (aunque no había grupos de
c o n t ro l) que los “ plantados” sirvieron para aumentar la cohesión del grupo.
Aunque el “ plantado” con adiestramiento implica una forma de engaño incom­
patible con el proceso de una terapia prolongada de grupo, el uso de estos
individuos tiene implicaciones interesantes. Por ejemplo, es enteramente fac­
tible "pianito" en los nuevos g tupos de terapia a un paciente de terapia de
l 'iu p o " id e a l" di' olio g u ip o , quien c o n t in ú a la la le ia p iu en am bo s () un pación
132 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

ir que hace poco ha terminado satisfactoriamente la terapia de grupo puede


purde servir de auxiliar del terapeuta para establecer modelos en el periodo de
hnmación de un nuevo grupo.
A pesar de estas posibilidades interesantes, el terapeuta es el que, querién-
11*>11> o iio, continuará siendo la figura principal para establecer modelos_.nai¿L
los pacientes de grupo. Por consiguiente, es de gran importancia que el tera-
Itenia lenga^astante confianza enlsí misprnjQjixa-HFCrdázax^ta fundem. Cuánto"
...... ios tranquilo se siente el temneuta. probablemente encontrará más dificul-
i.idr; en JsTTlispcctode su papel, y pasará de un extremo a otro en su paitici-
pai ion personal p7unoT~á~doptará un papeTprófesioñal oculto y tranquilo
o m librara de la angustia y de la responsabilidad inherente al papel del jefe
0 ni nú. nudo a éste y convirtiéndose sencillamente en “ uno de los muchachos” . *
( .nía extremo tiene consecuencias infortunadas para el desarrollo de las normas
•li i *i upo. Id primero contribuye a crear normas de cautela y precaución. El
i m ulo produce una limitación grave del papel del terapeuta: no puede usar
I miplio campo de los métodos que tiene a su disposición para modelar las _
...... ... Ademas, crea un grupo confuso que probablemente no trabajará cori^
pio\.. lio cu los importantes aspectos de la transferencia.
I I .ispéelo de la transparencia del terapeuta tiene implicaciones que superan
ln tana di establecer normas. Cuando el terapeuta se revela a sí mismo eñ~~el
i'iupo, no so lo modela la conducta, sino que realiza un acto que tiene conside-
1 iMi m i p o i lancia de muchas maneras para el proceso terapéutico. Muchos
P Hn uil s dcsai rollan sentimientos conflictivos y a menudo distorsionados hacia
. I ii i úpenla; la transparencia de éste desempeña un papel crítico en el estable-
■.... m ío de la transferencia. Examinaremos las ramificaciones de la transpa-
h in ia con gran detalle en el siguiente capítulo. Por ahora nos referimos a
a lg u n o s ejemplos específicos del establecimiento de las normas terapéuticas.

, ( 'líales ñormusí Ejemplos de normas de grupo de terapia

l I empo un i' ,h; vig'da a sí mismoe Es importante que el grupo empiece a asumir
l.i o sponsabilidad de su propio funcionamiento. Cuando esta norma no se ha
d. a loíTado, el urupo tiende a ser pasivo, los miembros dependen del jefe para
i|iu les ofie/ea impulso y dirección, y el jefe se siente cada vez más fatigado
e i m i a do poi la carga de hacer que todo funcione. Algo ha salido mal en el
d c s a i mllo temprano de este grupo. Cuando dirijo grupos como éste, a menudo
pt 11 iho a los miembros como espectadores de una película. Visitan al guipo cada u
imana pina vei qué están exTubTciVdo, si les ínteres?!, participan en él. Mi \A 1
laica, piles, enl omes es ayiulai a los miembros a comprendo que ellos son la
pela Illa a no .i< 111.111. la pantalla pcimimeeein en blanco, no había función
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS^ 133

Desde el principio de su existencia intento transferir la responsabilidad del J


grupo a los mk m bros, Por ejemplo, en las primeras reuniones de un grupo
interrumpo a éste y afirmo: “ Ya ha pasado una hora, y me gustaría preguntar:
¿Qué ha hecho hoy el grupo? ¿Se sienten satisfechos? ¿Cómo comparan esta
reunión~~cón l a de~Ta~semana pasada? ¿Cuál ha sid ola parte más interesante
de lanreümoiirde'este día? Y ¿cuál ha sido la parte menos interesante?” En
general me esfuérzcTpor- transferir la función de evaluación He mi persona a
los~pacientes. L>e hecho lessugiero: >,ü stedes~tlehen la capacidad (y la~réspon-
sabilidad) de determinar cuándo este grupo está trabajando eficazmente y
cuándo está desperdiciando su tiempo.”
Por ejemplo, si un miembro del grupo se lamenta diciendo: “ la única parte
importante de esta reunión fueron los primeros diez minutos; después sólo estu­
vimos charlando durante 45 minutos” , mi respuesta espontánea es: “ Entonces,
¿por qué dejaste que las cosas siguieran así? ¿Cómo podrías haberlo impedido?”
O, “ Todos ustedes parecían saber esto. ;O u é les impidió actuar? / Por qué
siempre tengo que hacer lo que ustedes podrían hacer?” Casi siempre hay
un sólido consenso general acerca del trabajo del grupo productivo y el impro­
ductivo. (Y casi invariablemente se relaciona con la presencia o la ausencia
del enfoque del aquí y del ahora, que examinaremos en breve.) Si el grupo
ha tenido una reunión en especial eficaz, a menudo la catalogo así, y le ayudo
a los pacientes a que también lo hagan. Estas reuniones sirven como puntos de
referencia, con los que pueden compararse otras sesiones.

|I\evelación^de sí mism\ Éste es un componente necesario del proceso tera-


péutico. Freliero dirigir grupos cuyas normas determinan, en efecto, que la
revelación de sí mismo es importante, que nunca es peligrosa, y que acelera
el trabajo del grupo. Durante las reuniones individuales anteriores a la terapia
de grupo hago explícitos estos puntos. Si el paciente tiene un “ secreto” que
.docta algún aspecto de su vida, como homosexualidad, alcoholismo, clepto­
manía o travestismo, le informo que tarde o temprano tendrá que compartirlo.
Sin embargo, de aquí no se deduce que la. revelación intensa de sí mismo
.i'.i conveniente en cualquier momento de la terapia de grupo. El grupo no exige
una confesión obligada. Prefiero una norma que permita, dentro de ciertos
limites, que los miembros establezcan siPpfopionriTmo"^^revelación. Si un
l>.H u nte se muestra reservado y silencioso en sus primeras reuniones,Trato de
invitarlo a participar, y más tarde le pregunto cómo se sintió con mi invitación.
< 'oniparto con el mi dilema entre no desear entrometerme a la fuerza y desear
i o i i i n u i . i l alentándolo a participar.
A menudo la levelaeión de m mismo puede profundizarse pidiendo metarre-
\elaciones levelaeioiu s aeeiea de la levelución Poi ejemplo, yo podría decir:
11111n, hoy DON lee. t ñ utíalo v a lla s rosa s u r e t r a de li m ism o y ob via m ente
I 14 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

ii luc difícil hacerlo. ¿En tu interior cómo te sentiste al contarlas? ¿Qué te fue
nuil difícil contar? /.Cómo te sentiste con lajreacción del g om o?” Si le hacen
i i i i . i presión excesiva a un miembro para que revele algo, yo, según los proble-

iii.r, ile cada paciente y de su etapa en la terapia, actúo de varias maneras.


INu ejemplo, puedo aliviar la presión comentando: “ Obviamente hay algunas
. u',,is que John aún no desea compartir; el grupo parece ansioso,, aun impa-
i lente por subir a John a bordo, mientras que John aún no se siente seguro
,. baslánfc tranquilo.” (La palabra “ aún” es importante, ya que produce el
ambiente de" expectación apropiado.) Otras veces puedo cambiar la presión
que ejerce el grupo por “ extraerle” la revelación al paciente, a explorar los
,.|r.Líenlos que hay para la revelación. ¿Qué teme él? ¿Cuáles son las conse-
, ueneias temidas que prevé? ¿De quién en el grupo espera la desaprobación?
I I paciente no debe ser castigado por hacer alguna revelación. Uno de los
le . líos mas destructivos que pueden ocurrir en un grupo, es q u ilo s miembros
ii , n material personal, sensible, que ya ha sido revelado en^d grupo, para ata-
, ns, mutuamente en urf momento~de conflicto. El terapeuta debe intervenir
. i........ , vigorosamente; esto no sólo significa “ pelear sucio” , sino que mina
alguna. normas deí grupo importantes. Esta “ intervención vigorosa” puede tomar
mullía Immas. De una manera o de otra el terapeuta dehe llamar la atención
iilui el abuso de confianza. A menudo sencillamente “ detengo la acción” ,
mici i iimpo el conflicto, y señalo que algo muy importante,, ha sucedido en el
p u p o te pregunto al_ miembro ofendido cuáles son sus sentimientos acerca
•li I ue idente, les pregunto a otros por los suyos, y les pregunto a los otros
i lian tenido experiencias similares, señalando cómo esto hará difícil para los
iilms revelar algo, etc. Cualquier otro trabajo en el grupo lo pospongo tempo-
i,límenle; el punto importante es que el incidente debe subrayarse para reforzar
t.i niH ma de que la revelación de sí mismo no sólo es importante, sino segura.

Norma* de, procedimiento. El procedimiento óptimo en e j g r u p o e s _ una


Im ma de interacción libre, no estructurada y^no~crI^yad^~7\:,'Veces los grupos
adoptan patrones de interacción restrictivos. Por ejemplo, el grupo puede dedicar
titila una reunión a cada uno de los miembros en forma rotativa. Pueden hablar
poi mino; quizá la persona que habla primero obtiene la palabra durante la
irumon, o el que sufre la crisis vital más grave esa semana. Algunos grupos
llenen enormes dificultades para cambiar la atención de un miembro a otro,
poique se ha desarrollado de alguna manera una norma en la que un cambio
de ir mu se considera una interrupción, y por consiguiente se considerara una
piai lira mala, ruda o muy repudiada, I .os miembros pueden guardar silencio,
sintiendo que no se atreven a reclamar tiempo pura sí mismos, no desean
limvii, piegunltis al otro inlembio, y en silencio esperan que este pronto deje
de liabliu
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 135

Estos patrones obstruyen el desarrollo de un grupo vigoroso y en última


instancia producen un grupo frustrado y desanimado. Prefiero enfrentarme a
estas normas antiterapéuticas llamando la atención sobre éstas e indicando
que, ya que el grupo las ha elaborado, puede cambiarlas. Por ejemplo, puedo
decir: “ He advertido que en las últimas cuatro sequoias, cada,reunión se ha
dedicado a unasoIa~persona, a menudo a la primera que habla ese día, y tam­
bién que los otros parecert no desear interrumpirla. Creojque esperan en silencio
rumiando muchos sentimientos importantes. Me pregunto cómo esta práctica
pudo surgir y si deseamos cambiarla o no.” Un^comentario de este tipo puede
^efTiberadof^páradgrupo; el terapeuta no sólo ha dicho algo que todos saben
que es verdad, sino también tiene la posibilidad de presentar otras opciones.

La importancia del grupo. Cuanto más importante consideren los miembros


" aí grupo, más eficaz será éste. Creo que la posición terapéutica ideal para los
pacientes es que consideren el suceso más importante en sus vidas su expe­
riencia terapéutica de erupo. Ej terapeuta actuará bien si refuerza esta creencia
en cualquier forma posible. Si se ve obligado a faltar o a cancelar una reunión,
le informará esto con mucha anticipación al grupo y le comunicará su preocu­
pación por dicha ausencia. Llegará puntualmente a las reuniones. Si ha estado
pensando acerca del grupo entre las sesiones, puede compartir sus pensamientos
con los miembros. Reforzará a los. mismos cuando declaren lo útil que el
grupo ha sido para ellos o cuando indiquen que han estado pensando acerca
de otros miembros durante la semana.
Cuanto más continuidad haya entre las reuniones, mejor será. Un grupo
que funciona bien continuará analizando los mismos temas de una reunión
en la siguiente. (Esto se hace más fácilmente si el grupo se reúne más de una
vez a la semana. El terapeuta actúa bien si alienta la continuidad; más que
nadie es el “vínculo temporal” del grupo, relaciona los sucesos y coloca las
experiencias dentro de la matriz temporal del grupo. “ Eso se parece mucEo'
a lo que John estaba analizando hace dos se m a n a s.O , “ Irene, he observado
que desde que tú y .lili se pelearon hace tres semanas, has estado más deprimida
y reservada. ¿Qué es lo que sientes ahora hacia Jill?” , etcétera.
MI grupo aumenta su importancia cuando sus miembros llegan a considc^
i arlo un rico deposito de información y apoyo. Cuando los miembros expresan
curiosidad acerca de sí mismos, yo, de una manera o de otra, les comunico
mi creencia de que cualquier información que los miembros puedan desear
lem i sobre sí mismos está presente en la habitación del grupo, siempre que
sepan cómo obtenerla. I\)i ello, cumulo Ken pregunta si el les parece* dema
suido dominante y nmena/udoi a los otros, mi reacción espontanea es respondci
"Ken, hay muchas penóme: que te conocen bien en esta habitación Pregón
lasólos."
I U» EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

l os sucesos que vigorizan los vínculos entre los miembros, fomentan la


l'uer/a del grupo. Es un buen augurio cuando los miembros del grupo salen
liiiilos a tomar café después de la reunión, sostienen largas discusiones en el
estacionamiento de sus autos, o se hablan por teléfono durante la semana
, n un momento de crisis. (Estos contactos fuera del grupo a veces causan
((implicaciones. Este tema es tan complejo que lo examinaré en detalle en el
capítulo xi.)

¡ j i v miembros como agentes de ayuda. El grupo funciona meior si los pa-


, miles aprecia n ía valiosa ayuda que pueden ofrecerse mutuamente. Si el grupo
, i mi nina coiVsTdcTa'iTdolíI terapeuta su única fuente de ayuda, el grupo no puede
Ini'iai mi nivel óptimo de autonomía y respeto propio. Para reforzar esta
II <11 nía. el terapeuta puede señalarles los incidentes que muestran una utilidad
nniiii.i entre los miembros. Puede enseñarles a los miembros métodos eficaces
p. 11.1 ,iy miarse entre sí. Por ejemplo, después de que un paciente ha estado
h i!u|,indo con el grupo o sobre algún aspecto durante una gran parte de la
i* i el teiapcuta puede comentar: “ Reid, ¿qué pasó en los últimos 45
niimiii)■■. ’ ¿One comentarios han sido los más útiles para ti y cuáles los menos
lililí','1" <> Víctor, advierto que habías estado deseando hablar de eso desde
li.i, , tmn lio tiempo en el grupo, y hasta hoy no habías podido hacerlo. De
alrniM ni,ñu in Uve te ayudó a hablar. ¿Qué hizo ella y qué es lo que hoy te
Iii/ ii lien que parece haberte impulsado a guardar silencio y a no hablar?”
N o d e b e peimitirse que pase inadvertida una conducta que mina la norma
d, la utilidad mutua. Por ejemplo, si un miembro increpa a otro por su trato
,i un u iiti miembro, afirmando: “ Fred, ¿qué derecho tienes para hablarle así a
I*i i e i ■' I ii e r e s mil veces peor que él en ese aspecto” , yo podría intervenir
, ( i n i e i i i u n d o : “ Phil, creo que hoy has mostrado algunos sentimientos negativos
11m l i r d q u e provienen de otra fuente. Quizá deberíamos buscarlos. No estoy
d< .a n e n i o c o n lu afirmación de que porque Fred se parece a Peter, él no puede
,i útil De hecho, lo contrario resulta verdadero aquí en el grupo; ya que
iodo-, nos parecemos, podemos ser especialmente útiles.”
Muchos de estos ejemplos de la conducta del terapeuta pueden parecer
deliberados, pedantes y hasta pontificios. No son los comentarios sin crítica,
m manipulación, modeladores o aclaradores tan típicos de la conducta del
li riipeutn cuando éste se dedica a otros aspectos de su tarca en el proceso
lu .ipeuiieo, Sin embargo, es jyútal que el terapeuta, cumpla, muy deliberada
Jm ni, , mi liiin ion de establecer normas, lis una larca, que fundamenta y, cp
gi.m mi tilda, piecede a gran parte del olio trabajo del terapeuta Sin embargo,
q u i z a .duna liemos explorado una muestra bastante representativa de estas
iioini,)', qni necesitan establecer.e v las técnicas fci.qu ilinas asociadas, y es
,| mi mu lito adei mulo di lebiiinos a las otras lineas básicas del teiapcuta que
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 137

pueden considerarse ampliamente en términos de activación e iluminación del


proceso del aquí y del ahora.

El aquí y el ahora : la a c t iv a c ió n

Y L A IL U M IN A C IÓ N D E L PR O CESO

Introducción

La principal diferencia entre un grupo terapéutico que espera lograr un cambio


amplio y duradero de la conducta y del carácter y los grupos como Alcohólicos
Anónimos, Recovery, Inc., grupos de madres embarazadas, grupos para reducir
de peso, y otros es que la experiencia de grupo terapéutico en gran medida
se desarrolla en el aquí y en el ahora.
Como lo he estado analizando previamente, el enfoque del aquí y del ahora,
para ser eficaz, consiste en dos elementos simbióticos, ninguno de loscuaíés
tiene poder terapéutico sin el otro. Primero, íos_miembros~del grupo deben
observar sus sentimientos hacia los otros miembros delgrupo, hacia el terapeuta
y h¿cíá~el grupa~Esto~significa que la conversación deTgrupo no eTTijitoncaT~
los sucesos inmediatos~gn~Ta reunión tienen precedencia sobrólos sucesos de la
yida actuaTexterior y del pasado distante de los miembros. Este enfoque facilita
mucho el desarrollo y el surgimientocábal del microcosmo social de cada~
miembro. Facilita la retroaUmentación, la~catarsis, la revelación de sí mismo
significativa y la adquisición de técnicas socializadoras. El grupo se vuelve
más vital, y todos sus miembros (no sólo el que “ trabaja” en esa sesión)
participan intensamente en la reunión.
Pero el enfoque del aquí y del ahora rápidamente alcanza los límites de
su utilidad si no se da el segundo paso, que es la iluminación del proceso.
Si se desea que el factor curativo poderoso del aprendizaje interpersonal entre en
acción, el^ grupo debe reconocer, examinar y comprender el proceso. Debe
examinarse a sí mismo, debe estudiar sus propias transacciones, debe trascen- ~
der la experiencia pura y dedicarse a integrar~esa~experiencia. ^
Por ello, el uso eficaz del aquí y del ahora es dualista: el grupo vive en el
aquí y en el ahora y también se vuelve-sobre sí mismo, da una vuelta sobre
si mismo y examina la conducta del aquí y del ahora que ha ocurrido.
Según esto, el terapeuta tiene dos’funciones-distintas en el aquí y en el ahora:
debe dirigir al grupo hacia el aquí y el ahora, y debe guiar [a vuelta (o “ comen­
tado del proceso’*); gran parte de la función de dirigir hacia el aquí )T~er
ahora pueden eompaititTa los miembros del guipo. Pero, por razones que exa­
minaremos mas adelante, el lomenlaiio del proceso en gian medida le corres­
ponde al terapeuta
I <8 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

Vuelta sobre el aquí y el ahora

_______
Experiencia del aquí y del ahora
O

l>rjin¡ción de “proceso” . El término “ proceso” , que he usado liberalmente


ni lodo este texto, tiene un significado muy especializado en otros campos: en la
li y, en la anatomía, en la sociología, en la antropología, en el psicoanálisis y
ni la psiquiatría descriptiva. En la psicoterapia interaccional el “ proceso” se
n lieic a las implicaciones de la relación de las transacciones interperso-
n.dev Un tcrapcutaque está orientado hacia el proceso no sólo se interesa jm
, I contenido vérbáíde las expresiones del paciente, sino en el “ cómo” y en el
pin qué” de las expresiones en especíaT^perqtíe el “ cómo” y~el “ por J3iie?r~
ihimi ii.in ;il);nn()s~lispcctoF de la reTiHoiTTléf~pacIent^^ pacientes__£pn „
ln i|Ue inleraelnaT^PÓr ello, el terapeuta considera los aspectos de la meta-
..... Uiniineión del mensaje* ¿Por qué, desde el aspecto de la relación, el
p,u n nle hace una afirmación en ese momento, a esa persona, y de esa manera?
l'm i irniplo, considérese esta transacción: Durante una conferencia un estu-
di.inle levantó la mano y preguntó: “ ¿En qué fecha murió Freud?” El con-
li n iH ianlc respondió: “ En 1938 — y el estudiante preguntó— : pero, señor,
, in> lúe en 1939?” El estudiante hizo una pregunta cuya respuesta sabía, proba­
blemente por otras razones que no eran el deseo de información. ( “ Una
piejMinla no es una pregunta si se sabe la respuesta.” ) Podemos deducir que
i I proceso de la transacción fue que el estudiante deseaba demostrar su cono-
i milenio, o que quería humillar o molestar al conferenciante. Con frecuencia,
. n el ambiente de la terapia de grupo, comprender el proceso es algo más
•. »nipie ¡«»; no sólo buscamos el proceso'detrás de una sencilla afirmación, sino
el que está detrás de una secuencia j e afirmaciones hechas por un paciente o
poi varios pucjendes7"¿Üué n osd icc estasecuencia acerca^de la l i c i ó n entre
un paciente y los otros miembros del grupo, o entre los conjuntos o camarillas
de miembros, o entre los miembros y el jefe o, finalmente, entre todo el
pi upo y su tarea básica?
Algunos bosquejos clínicos pueden aclarar más este concepto:

1 I ti mrlucomimieación se refiere a la comunicación acerca de la comunicación. Por


t'irmplo, compáiensc estas expresiones: ‘‘ ¡C ierra la ventana!” “ ¿N o quieres cerrar la ven
1itmiV Debes senin Ido." "Sicnlo frío, ¿me luirías el favoi de cerrar la ventana?" “¿Por
i|in esta abierta la venlunit?" Cada una de estas al ilinaciones implica mucho más que
mui sencilla petición u oiden; cada una condene una meliiconuinicaclon un mrilNulo
i do • la iiiilm ide/a de la leliu ióu rn lic dos individuos que inleiaclóau
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 139

Al principio en el curso de una reunión de terapia de grupo, Burt, un estudiante


graduado, agresivo, tenaz, con cara de perro bulldog, le dijo al grupo en general,
y en particular a Rose (una cosmetóloga ingenua, aficionada a la astrología):
“ La paternidad es degradante.” Esta afirmación provocativa produjo conside­
rables reacciones en el grupo, cuyos miembros tenían padres y muchos eran
padres, y la consiguiente discusión consumió el resto de la sesión del grupo.

Observemos las varias perspectivas disponibles para el terapeuta y el grupo


desde las cuales puede considerarse la afirmación de Burt:
1. La afirmación puede considerarse estrictamente en términos de su c o n t e -
n id o sustancial. De hecho, esto precisamente ocurrió en el grupo; los miembros
iniciaron con Burt un debate sobre la virtud v e r s u s los aspectos deshumaniza-
dores de la paternidad, una discusión cargada de emoción, pero intelectualizada,
que no acercó a ninguno de los miembros a sus metas en la terapia. Poste­
riormente, el grupo se sintió deprimido con la reunión y disgustado consigo
mismo y con Burt por haber desperdiciado dicha reunión.
2. Por otra parte, el terapeuta podría haber considerado el p r o c e s o de la
afirmación de Burt, desde cualquiera de estas perspectivas.

a) ¿Por^qué Burt atacó a Rose? ¿Cuál fue el proceso interpersonal entre ellos?
De hecho, losdos habían tenido un conflicto latente durante muchas semanas,
y en la reunión anterior Rose había preguntado por qué si Burt era tan bri­
llante aún era, a la edad de 32 años, un estudiante. Burt había considerado
a Rose un ser inferior que funcionaba básicamente como una glándula mama­
ria; una vez, cuando ella estaba ausente, él la llamó “yegua” .
b ) /.Por qué Burt es tan^crítico y^tan intolerante con los que no son intelec-
_ Míales? /.Siempre debe mantener su propia estima parándose sobre la carroña de
un adversario vencido o humillado?
c ) Suponiendo que Burt principalmente intentaba _atacar a Rose, ¿por qué
procedió en forma tan indirecta? ¿Es ésta una característica de la expresión
de agresión de Burt? O ¿es una característica de Rose que nadie se atreve, por
alguna razón poco clara, a atacarla directamente?
d ) ¿P q r qué Burt,_jx>r ^medio de una-afirmación obviamente provocadora
y endeble, se expuso a un ataque general del grupo? Aunque sus palabras fue-
ion diferentes, eran algo familiar~para el grupo y para Burt, quien en muchas
ocasiones anteriores había adoptado esta posición. ¿Era posible que Burt se
sintiera mas a gusto cuando se relacionaba con los otros jJe esta rñaperáTUna
ve/ afirmo que siempre le había agradado ITT lucha; desde luego, se sentía feliz
cuando surgía una una en el grupo. De hecho, su primer ambiente familiar fue
claramente un ambiente de lucha. ¿Pelear, pues, para Burt era una forma (quizá
Ja única que tenía) de pallieipación?
e) | l proceso puede cotlsidei ai se desde la peispecljva más amplia de todo
el grupo O lio s MU esos ¡itlpol lililíes < 11 la en slencla del gu ip o deben vonside
I 10 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

i . 1 1 vi;. Durante los dos meses anteriores las sesiones habían estado dominadas
por Katc, una mujer desafiante, perturbadora, medio sorda, que dos semanas antes
m- había marchado del grupo diciendo para salvar las apariencias, que regresaría
t liando se pusiera un aparato para la sordera. ¿Era posible que el grupo nece-
ii.na a una Kate, y que Burt sólo desempeñaba el papel de chivo expiatorio.
necesario? Con su continuo ambiente de conflicto, con su deseo de dedicar toda
una scsTón a discutir en términos impersonales sobre un solo tema, /.el grupo
r'.i.iba evitando algo, posiblemente una discusión sincera acerca de-sus^sentimien-
lin relativos al rechazo que el grupo le había hecho a Kate, o su sentimiento de
culpa o cfTTmór~a uña suerte similar? O /quizá estaba evitando los peligros
ja evistos dc'ia reveTácioride sí mismo y de la intimidad?
,1 I grupo le estaba diciendo algo al terapeuta por medio de Burt (y por
iludió ile Kate)? PoT~ejemplo, BOTf sufrió Uft vigoroso ataque indirectamente
iln igido a los coterapeutas. A los terapeutas (figuras barbadas, retraídas con
i i i i .i tendencia a hacer afirmaciones a la manera rabínica) nunca los había
u n .ido el grupo, lo que es bastante interesante (aunque los pacientes, en pri-
■hlo. los llamaban el “ grupo de los hermanos Smith” ). Sin duda el grupo
mi uli.iba sentimientos vigorosos hacia ellos, que quizá habían sido avivados por
H lim.isi) de apoyar a Kate y por su complicidad al no actuar cuando ella
decidió marcharse del grupo.

, (uní de usías observaciones del proceso es correcta? ¿Cuál podía haber


' mpli ido el terapeuta en una intervención eficaz? Desde luego, la respuesta
i que i u .ilip iie ra y todas pueden ser correctas. No se excluyen mutuamente;
* ud.i i i i i .i puede ser correcta sin invalidar a las otras. Cada una considera la
11 an■.acción desde un punto de vista ligeramente distinto. Al aclarar cada una
di i .las, el terapeuta podría enfocar al grupo en muchos diferentes aspectos de
ii i sisteman. ¿Cuál de éstas, pues, debía elegir el terapeuta?
l a e l ec ci ón del terapeuta debe basarse en una consideración primaria: las
m i i á d a d e s del grupo. ¿Dónde estaba el grupo en ese momento determinado?
, '*i h a b í a h e c h o demasiado énfasis en Burt últimamente, mientras los otros se
a nl i an aburridos, excluidos y no participaban? En ese caso el terapeuta podría
habí i preguntado en voz alta qué estaba evitando el grupo. Podría recordarle
al g u i p o las sesiones anteriores que se dedicaron a discusiones similares que
los dejaron insatisfechos, o podrían ayudar a uno de los miembros a expresar
i io p i r g i m i a n d o l c acerca de su inactividad o de su evidente abstención en esta
dr.i ir. mu Si las comunicaciones del grupo habían sido excepcionalmente indi­
na las, el podría comentar sobre lo indirecto de los ataques de Burt o pedirle
a y u d a al g m p o , poi m e d i o de la retroalimentación, para aclarar qué estaba
s u c e d i e n d o entre Burt y Rose. Si, como era el caso, había un suceso de grupo
I m p o i l a n l i que habí a s i d o evitado ( l a partida de Kate), debería señalarse. I n
o ai mi n i I I c i a p c u l a debe d r l e i m i n n i cuales cree que son las principales necc
id. ules del guipo cu esc m o i n c n l o , y uvudmlo ,i ii cu esa dilección.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 141

En un grupo T de internos clínicos en psicología, uno de los miembros, Ro-


bert, comentó que él verdaderamente echaba de menos las contribuciones de
algunos miembros que por lo general habían permanecido muy silenciosos.
Se volvió hacia dos de éstos y les preguntó si había algo que él o los otros pu­
dieran hacer que les ayudara a participar más. Los dos miembros y el resto
del grupo reaccionaron lanzando un áspero ataque contra Robert. Le recor­
daron que sus contribuciones no habían sido muy abundantes, que él a menudo
guardaba silencio durante reuniones enteras y que realmente nunca había ex­
presado sus emociones en el grupo, etcétera.

Considerada desde el nivel del contenido, esta transacción es asombrosa:


Robert expresó preocupación por los miembros silenciosos y, por su interés,
fue atacado vigorosamente. Visto desde el nivel de proceso, sin embargo, esto
tenía mucho sentido: los miembros del grupo estaban muy involucrados en
una lucha por conseguir el dominio, y su reacción interna a la afirmación
de Robert fue: “ ¿Quién eres tú para invitarnos a hablar? ¿Eres el anfitrión
o el jefe aquí? Si te permitimos comentar nuestro silencio y sugerir soluciones,
reconoceremos tu dominio sobre nosotros” , etcétera.

En otro grupo, Kevin, un hombre de negocios dominante, inició la reunión


pidiéndole a los otros miembros (amas de casa, trabajadores con ingresos bajos,
y tenderos) que le ayudaran a resolver un problema que tenía. El problema era
que había recibido órdenes de reducir de inmediato su personal en 50 por ciento,
y tenía que despedir a veinte de cuarenta hombres.
El contenido del problema era intrigante y el grupo empleó 45 minutos dis­
cutiendo aspectos tales como la justicia versus la clemencia; por ejemplo, si
se debía retener a los hombres más competentes, o a los que tenían las fami­
lias más numerosas, o a los que tendrían más dificultades para conseguir otro
empleo. A pesar de que la mayoría de los miembros participaron animadamente
en esta discusión, que incluía importantes problemas de relaciones humanas, el
terapeuta creyó firmemente que la sesión había resultado improductiva: los
miembros habían permanecido en un terreno “seguro” , y la discusión podría
haber ocurrido apropiadamente en una fiesta o en cualquier otra reunión social.
Además, a medida que el tiempo pasaba, se volvió muy evidente que Kevin ya
había emplcádo mucho tiempo pensando todos los aspectos de este problema,
y que nadie podía ofrecerle sugerencias o enfoques nuevos.

El enfoque continuo sobre el contenido no recompensó al grupo y poste-


iiormenlr lo frustró. ¿Cuál fue el proceso tic esta transacción? El terapeuta
tenía que considerni los tlalos disponibles. A medida que transcurría la reunión
Kevin, en dos ocasiones, levelo cual era su sueldo (que era más del doble que
el de ciinlquiei olio niieinbio). de hecho, el efecto iutei peí sonal total de la
intervención tic Kevin lúe qut los olios advirtieran m i riqueza y su poder.
142 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

El proceso se volvió aún más claro cuando el terapeuta recordó las reuniones
anteriores en las que Kevin había intentado, en vano, establecer un tipo especial
de relación con el terapeuta (le había pedido información técnica sobre una
prueba psicológica proyectiva para un trabajo que él estaba haciendo). Además,
en las anteriores reuniones el grupo había atacado vigorosamente a Kevin por
sus intransigentes convicciones religiosas, y lo clasificaron de hipócrita debido a
su propensión a tener amoríos extramaritales y a mentir compulsivamente. Tam­
bién lo habían llamado “ indiferente” por su obvia insensibilidad con los demás.
Otro aspecto de la conducta de grupo de Kevin era su carácter dominante: casi
invariablemente era la figura central más activa en las reuniones del grupo.
Con esta información acerca del proceso, el terapeuta tenía a su disposición
varias alternativas. Podía haber señalado la busca de prestigio de Kevin, en
especial después de desprestigiarse en la reunión previa. Expresada de una
manera no acusatoria, la aclaración de esta secuencia podría haber ayudado a
Kevin a advertir su desesperada necesidad de que los miembros del grupo
lo respetaran y admiraran. Al mismo tiempo los aspectos contraproducentes
de su conducta podrían haber sido señalados; a pesar de los esfuerzos de Kevin
por hacer lo contrario, el grupo había llegado a sentir resentimiento, y a veces,
hasta desprecio por él. Quizá también Kevin estaba intentando negar ser “ indi­
ferente” como lo habían llamado, al compartir con el grupo (o dramatizar)
la agonía personal que sufría con la decisión que tenía que tomar respecto a
cómo reducir a su personal. El estilo de la intervención dependería del grado
en que se defendiera Kevin: si él se hubiera mostrado en especial agresivo,
entonces podríamos subrayar qué herido debió haberse sentido en la reunión
anterior. Si Kevin se hubiera mostrado más franco, el terapeuta podría haberle
preguntado directamente qué tipo de reacción le habría gustado que hubieran
tenido los otros. Otros terapeutas podrían haber preferido interrumpir la
discusión del contenido y preguntarle al grupo qué relación tenía la pregunta
de Kevin con la sesión de la semana pasada. O el terapeuta podría haber deci­
dido llamar la atención sobre un tipo totalmente distinto de proceso reflexio­
nando en el evidente deseo del grupo de permitirle a Kevin ocupar el centro
del escenario una semana tras otra. Al alentar a los.miembros a discutir su
reacción ante este monopolio, el terapeuta podría haber ayudado al grupo
e iniciar un examen de sus relaciones con Kevin.

El enfoque del proceso: la fuente de poder del grupo. El enfoque del proceso
no es sólo una de las muchas posibles orientaciones del procedimiento; al
contrario, es algo indispensable y un común denominador de todos los grupos
intcraccionales eficaces. A menudo escuchamos las siguientes palabras: “ No
importa qué pueda decirse acerca de los grupos «le experiencias (grupos de lera
pin, grupos de encuentro, etc.), no puede negarse que son poderosos: les
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 143

ofrecen a los participantes experiencias subyugantes.” El enfoque del proceso


es la celdilla de poder de estos grupos; y precisamente porque alientan la
exploración del proceso son experiencias poderosas. El enfoque del proceso
es la característica verdaderamente singular de los grupos de experiencias;
después de todo, hay muchas actividades socialmente autorizadas en las que el
individuo puede expresar emociones, ayudar a los otros, dar y recibir consejo,
confesar y descubrir similitudes entre él y los otros. Pero, ¿dónde se permite
comentar, profundamente, la conducta del aquí y del ahora, la naturaleza de la
relación inmediatamente actual entre la gente? Quizá sólo en la relación del hijo
pequeño y sus padres, y aun entonces esta corriente no tiene sentido. Al pudo-
le está permitido hacer los comentarios del proceso; “ No mires a otro lado
cuando te hablo” o “ Quédate quieto cuando alguien te habla” , o “ IV ja di
decir ‘no sé’.” Pero el comentario del proceso entre los adultos es una ron
ducta social tabú; se considera rudo, impertinente, ofensivo, trivial, (¡ru n a !
mente se observa en el contexto de un fuerte conflicto, y cuando éste smge, y
los individuos comentan los modales, los gestos, la manera de hablar, el »-.j>. ■ n»
físico de los otros, podemos estar seguros de que la lucha es muy amaina,
e incierta la posibilidad de una reconciliación.
¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son las fuentes de este tabú? M iles," en un
ensayo cuidadoso, sugiere los siguientes motivos de por que el coiurniaito
del proceso se evita en las relaciones sociales: la angustia de la soeinli/m ion.
las normas sociales, el temor a la represalia y el deseo de conservai el pod* i

La angustia de la socialización. El comentario del proceso evoca antiguo'


recuerdos y angustias asociadas con las críticas que le hacen los pndies ,i lu
conducta del hijo pequeño. Los padres comentan la conducta del hijo y, auiique
una parte del enfoque de este proceso es positiva, la mayoría tiene intención
crítica y sirve para dominar y cambiar la conducta del niño. El eomcntailo di I
proceso del adulto a menudo despierta una antigua angustia basada en la
socialización y se percibe como una intención crítica y de dominio.

Las norm as sociales. Si los individuos se sintieran en libertad para tona a


lar todo el tiempo la conducta de los demás, la vida social se volvenn mloli
rnblemente afectada, compleja y conflictiva. En la base de la inleiaceión del
adulto hay un convenio común de que gran parle de la conducta inmedial,i m ia
invisible para las partes interesadas, ( ’ada parte achia con la segmidad de
sabei que su conducta no es advertida (o dominada) poi los nims, esta
segundad ofiece una autonomía y una libertad que sciían imposibles a lu.
individuos advii Iir i un continuamente que su conducta es obsiivuda e meluso
colm illada con llbeilad poi los d< mas I a i m u pondría la cufie I irild y luilj ' 1'
es un excelente ejemplo hacia el final di ai lelaclon amistosa cada uno oh
144 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

servaba y analizaba tan cuidadosamente cada matiz de la conducta del otro


que su amistad se volvió insoportable. Hasta el lector de la correspondencia
advierte la angustia creciente y la restricción, y desea una solución final libe-
i adora. Por ello, en un sentido darwiniano, el tabú del comentario del proceso
se lia originado y persiste para permitir la supervivencia de la interacción
necesaria para nuestro orden social.

I I temor a la represalia. No podemos vigilar u observar a otra persona con


demasiada estrechez. A menos que la relación sea extraordinariamente íntima,
i si a intrusión casi siempre resulta peligrosa y ocasiona angustia, a causa de la
. nal podemos esperar alguna forma de represalia: nos acusarán de rudeza, de
1 1 1 vialidad, o de agresividad, y podemos, con cierto grado de certeza, esperar
algún tipo ile represalia. Si decidimos comentar la conducta de otra persona,
Id hacemos sabiendo que nuestro punto de vista sobre ésta es imperfecto;
11 .is el claro peligro de que nuestro comentario del proceso sea inexacto y
i|iK i n v u e l v a vulnerables a una retroalimentación de la otra persona, que
di qmal manera será imperfecta e injusta. Además de los sistemas delibe-
i ,uli r, cuino un grupo de terapia, no hay un foro para que los individuos
liilriminen para probar y corregir sus observaciones mutuas.

/ / m a n t e n im ie n to d e l p o d e r . El comentario del proceso mina la estructura


de la autoridad arbitraria. Los consejeros profesionales del desarrollo de las
organizaciones industriales desde hace mucho saben que si una estructura
.ni ial investiga abiertamente su propia estructura y su proceso, ocurre una
di .n ilmcioii del poder. Los individuos más poderosos no sólo están más
uiloi niados técnicamente, sino que también poseen información sobre la orga-
iii. a c i ó n que les permite influir y manipular. No sólo tienen las habilidades
1 1 1 1 1 * le. permitieron obtener una posición poderosa sino que, una vez que están

allí, ocupan un lugar central en la corriente de la información, que les permite


i r l oi / ai su posición. Cuanto mayor sea la estructura autoritaria de una insti­
tución lauto más estrictas serán las precauciones que se toman para evitar el
comentario del proceso (por ejemplo, en el ejército, en la Iglesia). Si alguien
desea mantener una posición de autoridad arbitraria, le interesará mucho
impedii el desarrollo de cualquier regla que permita la observación y el comcn-
lai id recíprocos del proceso.

L a s tai e o s d e l te r a p e u ta e n e l a q u í y e n e l a h o r a

I n |¿i pimieia etapa del enfoque del aquí y del ahora, la tarea del terapeuta
consiste cu impulsa! al grupo hacia el aquí y el ahina Con vanas técnicas,
(Oa '¿ s f / 'í s O '/ C '

EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 145

muchas de las cuales examinaremos en breve, el terapeuta aparta a los


miembros del grupo de la discusión del material exterior, y enfoca sus ener­
gías en su relación mutua. Emplea más tiempo y esfuerzos en esta tarea al
principio del curso del grupo que después. A medida que progresa el grupo,
los miembros comparten la mayoría de esta tarea con él, y el enfoque del
aquí y del ahora se vuelve una parte espontánea y natural de la corriente
en la existencia del grupo. De hecho, muchas normas descritas en la última
sección, son normas que el terapeuta debe establecer en el grupo para fomen­
tar el enfoque del aquí y del ahora. Por ejemplo, cuando el jefe establece
las normas de la confrontación interpersonal, de la expresión de las emo­
ciones, de vigilar el propio trabajo, de evaluar al grupo como una fuente im­
portante de información, realmente está reforzando la importancia del aquí
y del ahora. Poco a poco los miembros también llegan a evaluar el enfoque
del aquí y del ahora, por sí mismos trabajan en el aquí y en el ahora y, por
varios medios, alientan a los otros miembros a hacer lo mismo
Algo totalmente distinto sucede en la segunda fase de la orientación del
aquí y del ahora: el proceso de iluminación. Hay fuerzas que les impiden a
los miembros compartir totalmente esa tarea con el terapeuta. El que co­
menta el proceso se coloca aparte de los otros; lo ven con sospecha, y
piensan “ no es uno de nosotros” . Cuando un miembro del grupo hace ob­
servaciones sobre lo que sucede en éste,. los otros a menudo reaccionan con
disgusto por su presunción, al situarse sobre los demás. Por ejemplo, si
comenta que nada ha sucedido ese día, o que el grupo está atorado, o que
nadie ha revelado algo de sí mismo, o que parece haber fuertes sentimientos
contra el terapeuta, entonces corre peligro; la reacción de los otros miembros
es predecible: pueden desafiarlo a hacer que algo suceda ese día, o a revelar
algo de sí mismo, o a hablar de sus sentimientos hacia el terapeuta. Sólo éste
se ve relativamente libre de esa acusación; sólo él tiene derecho a sugerir
que los otros “ trabajen” , o que revelen algo de sí mismos, sin tener que
comprometerse personalmente en el acto que sugiere.
En toda la existencia del grupo, los miembros participan en una lucha
por obtener posiciones en la jerarquía del dominio. A veces el conflicto por
el control y el dominio se aviva mucho, otras veces es más tranquilo. Pero
nunca desaparece. Algunos se esfuerzan francamente por obtener poder, otros
de un modo sutil; otros lo desean, pero sienten miedo de afirmarse; otros adop­
tan una actitud obsequiosa, sumisa. Las afirmaciones hechas por los miem­
bros que sugieren su ubicación arriba o aparte del grupo por lo general
causan reacciones que surgen de la lucha por el dominio, y no de reflexio­
nes sobre el contenido de la afirmación Los terapeutas no son por entero
inmunes a pioducn esta iraccion. algunos pacientes son exliaordinariamen
le sensibles al eonliol o .1 la manipulación del (empenta. Se encuentran en la
146 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

posición paradójica de buscar al terapeuta para recibir su ayuda; sin em­


baí go no pueden aceptarla, porque todas las declaraciones del terapeuta las
ven con desconfianza. Ésta es una función de la patología específica de algu­
nos pacientes (es desde luego, un buen material para el molino terapéu-
l ico ), y no una reacción universal, global, de todo el grupo.
I)c igual manera, el terapeuta tiene más libertad que ningún miembro para
.irimiular información, hacer observaciones sobre la secuencia o los patrones
, u'Iicos de la conducta, para relacionar los sucesos que ocurren en largos
periodos de tiempo.* Es el historiador del grupo; sólo a él le está permitido
inanlcncr una perspectiva temporal, y permanecer inmune a la acusación de
(|iu- se aleja del grupo y de que se eleva sobre los otros. El terapeuta es el
111ii (¡ene en mente las metas originales del paciente y la relación entre éstas
\ lo-, miccsos que poco a poco se desarrollan en el grupo.

I'iH ejemplo, ilos pacientes, Tim y Marjorie, tuvieron una aventura sexual que
pii-amoimeiile salió a la luz en el grupo. Los otros miembros reaccionaron
iir vmi.is maneras; pero nadie tan condenatoria ni tan vehementemente como
Di. m. i , imi moralista puritana de 45 años de edad, que los criticó por romper
lo*, o pin*, del grupo: a Tim, por ser “demasiado inteligente para actuar como un
I oni o , a Marjorie por “ descuidar irresponsablemente a su esposo y a su hijo” ,
v ,d "lernpcuta Lucifer” , quien “ sólo se sentó allí y dejó que esto sucediera” ,
i I imipcuta posteriormente señaló que con su formidable reprimenda moralista
.ilgimos individuos habían sido destruidos: Marjorie y Tim con todas sus luchas,
duda , y temores, a quien Diana había conocido desde hacía mucho tiempo, pero
ipil* de pronto los había reemplazado por estereotipos planos y sin rostro. Además,
sólo el terapeuta recordó las razones que había tenido Diana para acudir a la
psicoterapia y que había expresado en su primera reunión de grupo, que necesi­
taba ayuda para enfrentar la ira que sentía con su hija rebelde de 19 años
de edad, que empezaba a despertar sexualmente y que estaba buscando su
identidad y autonomía. De aquí sólo hubo un pequeño paso para que el grupo,
y después la misma Diana, entraran en el mundo de las experiencias de la hija y
pma que comprendieran con mayor claridad la naturaleza de la lucha entre la
madre y la hija.

I n muchas ocasiones el proceso es obvio para todos los miembros del


grupo pero no pueden comentarlo, sencillamente porque la situación está
muy “c a lie n te ” , y participan bastante en la interacción para poder separarse

' SlotK v Whitmnn10 estudiaron, microscópicamente, un solo incidente crítico en una


.10011 dr grupo Observaron que la percepción del terapeuta de la Interacción del grupo
dtfri Iti ile la de los pudentes en que el ternpeutu "puede mantener una actitud de
diagnóstico' v vn a lodo el guipo v al mismo tiempo la dinámica Individual on una
peí sprcllva Irmpoiid n111v amplia tos pacientes, poi olía piule, pueden iriuclonai con
. M I O » ¡olios dilecta» ¡Hile Ion sucesos mmrdialos di I grupo"
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 147

de ésta. De hecho, a menudo, aun a la distancia, el terapeuta siente el calor


y teme señalar a la bestia.

Un terapeuta neófito, cuando dirigía a un grupo de entrenamiento de enfermeras


en un hospital, se enteró por las miradas colusorias de los miembros en la
primera reunión que había mucha tensión oculta entre las enfermeras jóve­
nes, progresistas, y las enfermeras supervisoras que eran conservadoras y tenían
más edad. El terapeuta creyó que este problema, que llegaba a las profundidades
de las regiones prohibidas de la profesión de la enfermería cargadas de autori­
dad, era demasiado sensible y potencialmente explosivo para tocarlo. Su supervisor
le aseguró que era un problema demasiado importante para no mencionarlo y
que debía abordarlo, ya que era muy probable que otra persona en el grupo
se atreviera a hacerlo si él no se atrevía. En la siguiente reunión el terapeuta
hizo esto de una manera que a menudo es eficaz para contrarrestar la actitud
defensiva: expresó su dilema acerca de este problema: le dijo al grupo que
percibía una lucha jerárquica entre las enfermeras recién entrenadas y las pode­
rosas enfermeras antiguas, pero que dudaba hablar de esto por temor a que las
enfermeras jóvenes lo negaran o que atacaran a las supervisoras tanto que
las últimas sufrieran daños o que disgustadas abandonaran al grupo. Su comen­
tario fue enormemente útil y ayudó al grupo a realizar una exploración franca
y constructiva de un problema vital.

No quiero decir que sólo el jefe del grupo debe hacer los comentarios
<lcl proceso. Como lo examinaré después, otros miembros son enteramente
•apaces de desempeñar esta función. De hecho, con frecuencia sus obser­
vaciones del proceso se aceptan con más facilidad que las del terapeuta. Lo
importante es que el comentarista no desempeñe esta función para evitar su
papel de paciente o que de alguna otra manera se aleje o se eleve sobre los
otros miembros.
Hasta aquí en este examen, por razones pedagógicas, he hecho demasiado
•'ulosis en dos puntos fundamentales que ahora debo definir. Éstos son:
I i el enfoque del aquí y del ahora no es histórico y 2) hay una marcada
•lili-inicia entre la experiencia del aquí y del ahora y la iluminación del
pmci so del aquí y del ahora.
Hablando estrictamente, un enfoque no histórico es imposible; cada co ­
mí u l a n o del proceso se refiere a un acto que ya pertenece al pasado, (Sartre
nuil vez dijo: “ La introspección es retrospección” .) No sólo el comentario
•lil pioeeso implica una conducta que ya se ha manifestado, sino que con
i....... se refiere a ciclos de conductas o actos repetitivos que han ocu-
i iíiIii en el guipo (luíante vanas semanas o meses. Por ello, el pasado del
(inpo, los sucesos en los que han participado los miembros del mismo,
i•111111111 paite del .iqm y del uhoia, y son Ulia paite integral de los datos en
.i•i. ,i bai.a el comentario del pioei no
148 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

Mi definición del enfoque no histórico va aún más allá. Como lo examinaré


más tarde en otra sección, ningún grupo puede mantener un enfoque total
del aquí y del ahora. Habrá excursiones frecuentes por la historia personal
y por la situación de la vida actual. De hecho, esta conversación es tan
inevitable que se siente curiosidad cuando se omite. Sin embargo, lo impor­
tante es el acento: la tarea crítica no consiste en descubrir, reunir y com­
prender el pasado, sino en usarlo porque ayuda a comprender (y a cambiar)
el modo como el individuo se relaciona con los otros en el presente.
La distinción entre la experiencia del aquí y del ahora y el comentario
del proceso no es muy profunda, sino que éstos se yuxtaponen. Por ejem­
plo, un comentario de baja inferencia ( “ la retroalimentación” ) es a la vez
una experiencia y un comentario. Cuando un miembro observa que otro se
niega a mirarlo o que está furioso con otro porque lo desprecia continua­
mente, al mismo tiempo está comentando el proceso y participando en la
experiencia afectiva del grupo en el aquí y en el ahora. El comentario del
proceso, como el oxígeno naciente, sólo existe durante breve tiempo; rápi­
damente se incorpora a la corriente de las experiencias del grupo y se con­
vierte en parte de los datos de los que fluirán los comentarios futuros del
proceso. Por ejemplo, en una reunión de grupo de estudiantes de psiquia­
tría, un miembro empezó la sesión relatando algunos de sus sentimientos
profundos de depresión y despersonalización. El grupo evitó examinar su
disforia, y en vez de esto le ofreció consejos prácticos. El jefe comentó el
proceso'(el hecho de que el grupo había evitado preguntarle a este miembro
sobre su depresión y su despersonalización), lo que produjo un considerable
aumento de la participación emocional del grupo y una revelación de temo­
res acerca de la revelación de sí mismo. Sin embargo, poco después dos
miembros a los que les molestaba la dependencia objetaron la interven­
ción del jefe; afirmaron que éste se sentía insatisfecho con la actuación de
los miembros del grupo, que los estaba criticando y, con su manera sutil
usual, estaba manipulando al mismo para infundirle sus conceptos precon­
cebidos sobre cuál era la conducta apropiada en una reunión.
Por ello, los comentarios del proceso que hizo el jefe se volvieron parte
de la marea y de la corriente de las experiencias del grupo, y las críticas
que los miembros le hacían al jefe, que al principio eran un comentario
del proceso, pronto se volvieron una experiencia y fueron objeto del comen­
tario del proceso, a medida que el grupo no sólo analizó los aspectos precisos
de sus observaciones, sino también su tendencia a desafiar al jefe a cada
paso.

Resumen. El uso eficaz del enfoque del aquí y del ahora requiere dos
pasos: la experiencia en el aquí y en el ahora, y la iluminación del proceso.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 149

(El proceso no se refiere al contenido de una comunicación, sino a las mi


plicaciones de esa comunicación acerca de la naturaleza de la relación r u i n
las partes que se comunican.) La combinación de estos dos pasos Ir in
funde su fuerza dominante al grupo de experiencia.
Existen poderosas prohibiciones contra el comentario del proceso en la
relaciones sociales cotidianas.
El terapeuta tiene diferentes tareas en cada etapa. Primero, debe esl.a
zarse por meter al grupo en la experiencia del aquí y del ahora; segundo, «I. b>
ayudarlo a observar y comprender el proceso de lo que ha ocurrido. I I pmm i
paso se convierte en una parte de la estructura de las normas del grupo \ l<>
miembros de éste, en última instancia, le ayudan al terapeuta en e.i.i i.m i
La segunda tarea en gran medida es responsabilidad del terapeuta y ..... sisa .
como lo examinaré en breve, en un campo amplio y complejo di cundía i r,
que van desde calificar las conductas individuales, yuxtaponer vano*, mío ,
combinar actos en el tiempo para lograr un patrón de conduela. ualai la
consecuencias indeseables de los patrones de la conducta del paciente, li.e.ia l r.
explicaciones o las interpretaciones inferenciales más complejas acerca di I n
nificado y los estímulos de esta conducta.

La activación del aquí y del ahora: técnicas

I n esta sección deseo describir, pero no prescribir, algunas técnicas railn


leíapeuta debe desarrollar técnicas de acuerdo con su estilo. Mas mipoiianii
q u e dominar cualquier técnica debe comprender plenamente la estrategia s lm
fundamentos teóricos en los que debe apoyarse toda técnica eficaz
Sugiero que el terapeuta “ piense en términos del aquí y del aluna" < mm
«lo hace esto durante bastante tiempo, espontáneamente dirige al guipo lun m
i I aquí y el ahora. A veces me siento como un pastor que diiige a un i.
baño en un círculo muy estrecho; atrapo las afirmaciones vagas, hr.loilim
0 <b l exterior” como si fueran animales descarriados y las guío dr mu vo
haelii el círculo. Cuando surge un problema en el grupo, pienso , < o u io
puedo relacionarlo con la tarea básica del grupo? ¿Cómo puedo dude vida
'ti i*l aquí y en el ahora?" Realizo implacablemente esta laica y rnipli o
1 lian do desilc la primera reunión del grupo.
I’oi ejemplo, en la primera reunión generalmente los miembros e pn
'Ulan a si misinos, dicen algo tienen de poi que quieren psieomudl a r e
i incluido con la ayuda del terapeuta, cuentan como se sirnleu cíe día
' oii Im ueiiehl intervengo en algún punto coiiveiiíenli de In o-union y oh
■n o qin "Mm lias tosas lian sucedido aquí hoy, ustedes p o t o a poro islán
•i*io u lleudo .e en paite dd guipo, cada uno de usted» s gi adlialirieiile le lia
150 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

hablado de sí mismos a los otros. Pero tengo el presentimiento de que algo


más está sucediendo: se están juzgando mutuamente; cada uno está perci­
biendo algunos aspectos de los otros, y se pregunta cómo se adaptará a los
otros. ¿Podremos dedicar algún tiempo a discutir lo que cada uno de noso­
tros ha descubierto hasta ahora?”
El terapeuta cambia el enfoque del exterior al interior, de lo abstracto a
lo específico, de lo genérico a lo personal. Si un paciente describe una con­
frontación hostil con un cónyuge o con un compañero de habitación, el te­
rapeuta puede preguntarle: “ Si te sintieras igual de disgustado con alguien
del grupo, ¿con quién te enojarías?” O, “ ¿con quién del grupo prevés que
tendrás el mismo tipo de dificultades?” Si un paciente comenta que uno de
sus problemas es que le gusta decir mentiras, o convertir a la gente en este­
reotipos, o que manipula a los grupos, el terapeuta puede preguntarle: “ ¿Cuál
es la mentira más grande que le has contado al grupo hasta ahora?” O,
“ ¿puedes describirnos la manera como has estereotipado a algunos de noso­
tros?” O, “ ¿a qué grados has manipulado al grupo hasta ahora?” Si un pa­
ciente se queja de sufrir misteriosos arranques de ira o impulsos suicidas, el
terapeuta subrayará la importancia de que el paciente le señale al grupo
el momento en que ocurran durante la sesión para que el grupo pueda ras­
trearlos y relacionarlos con lo que sucede en ella.
Si un miembro afirma que su problema es ser demasiado pasivo, que se
siente influido fácilmente por los otros, el terapeuta puede enfrentarlo de un
modo directo al problema preguntándole: “ ¿Quién en el grupo podría influir
más en ti, y quién menos?” Si un miembro comenta que el grupo es bastante
cortés y muestra mucho tacto, el terapeuta puede preguntar: “ ¿Quiénes son
los jefes del movimiento pacifista en el grupo?” Si un paciente se siente ate­
rrorizado por tener que revelar algo y teme ser humillado, el terapeuta puede
pedirle que identifique a los individuos en el grupo que él imagina que po­
drían sentirse más inclinados a burlarse de él.
En cada uno de estos ejemplos el terapeuta puede impulsar más la inter­
acción alentando reacciones en los otros. “ ¿Qué piensas del estereotipo?”
“ ¿Puedes imaginarte que te burlas de él?” “ ¿Estás de acuerdo en que eres
influyente, iracundo, bastante cortés, etc.?” Son muy útiles las técnicas sen­
cillas de pedirle a los pacientes que se hablen en forma directa y mutua, que
usen la segunda persona y no la tercera del pronombre personal, que se mi­
ren mutuamente.
Es más fácil decir esto que hacerlo. Estas sugerencias no siempre son es­
cuchadas. Para algunos pacientes resultan muy amenazadoras, y el terapeuta
debe aquí, como siempre, actuar en el momento oportuno e intentar percibii
lo que el paciente está sintiendo. Deben buscarse métodos que disminuyan la
amenaza. Debe empezarse enfocando una interacción positiva “ ¿Poi quién
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS ni

en el grupo sientes más afecto?” “ ¿Quién en el grupo se parece más ;i ir


O bien “ obviamente, hay algunos fuertes sentimientos, positivos y negativo-,
entre tú y John. Me pregunto ¿qué es lo que más envidias de él? Y ¿que
aspectos de él te son más difíciles de aceptar?” El uso del tiempo subjuuh
vo a menudo ofrece cierta seguridad y distancia. “ Si te sintieras enojado con
alguien en el grupo, ¿con quién crees que te disgustarías?” O, “ si tuvieras mu
cita con Albert [otro miembro del grupo], ¿qué tipo de experiencia sena '
La resistencia se presenta en muchas formas; a menudo aparece con « I
disfraz astuto de una igualdad total. En especial al principio del cura» di
la terapia de grupo, los pacientes con frecuencia responden a las petición,
que les hace el terapeuta de enfocar el aquí y el ahora, declarando qiu un
ten exactamente lo mismo ante todos los miembros del grupo. En tespin la
a una pregunta del terapeuta, contestan que sienten igual afecto poi iodo-,
los miembros, o que no sienten disgusto con ninguno, o que se sienten ni
igual influidos o amenazados por todos. No debemos dejarnos engaña i l i..
nunca es verdad. Dependiendo nuevamente de su sentido de la oportunidad
el terapeuta decide cuánto más debe presionar con sus preguntas, Ludí
temprano debe ayudar a los miembros a distinguirse entre sí. M.e. tai di
•I paciente revelará que siente una ligera diferencia de sentimientos aun il
puños miembros. Estas ligeras diferencias son importantes, y a mentid........■
la antesala de una plena participación en la interacción. Y o exploro la l< n
ilil.-rendas (no tienen que ser enormes); a veces sugiero que vean esias mn
una lente de aumento y describan lo que ven y sienten.
Si los pacientes experimentan mucho miedo de revelar algo de a mi m n
l o s terapeutas pueden estimularlos amablemente pidiéndoles que h i i g u n u n
taiirvclaciones: revelaciones acerca de las revelaciones (véanse las pp l m
M-l). Por ejemplo, si a un miembro muy tímido, retraído, lo ayuda olio
miembro a compartir algunos de sus secretos, el terapeuta podría eomentai
loe, ¿qué sentías en tu interior cuando nos contabas esas cosas?” <>. "qm
lia sido lo más difícil para ti de contarnos hasta ahora?” , o “ Mury ti lia
pedido que cuentes muchas cosas acerca de ti, ¿cómo te sentiste con la p.
lición de ella? ¿Te pareció bien? ¿Te causó disgusto? ¿Te hubiera g u s t a d o
que (<• lo hubiera pedido antes? ¿Cómo podremos sabei cuando e s t a t u ó
po turnándote demasiado o cuándo realmente quieres que le p t e s i o u e m o s
U n m ido una variación que mostró ser útil. (Jila ve/, en un guipo I de
pilquiuliUM lesidenles un miembro recorrió al grupo dando m i s iinpn u o i u
Ó! Mida uno de los otros, Cuando leí minó, le pedí que de nuevo i c c o m c i u al
i mipo i aliln ando (en una escala (Je I a 10) las levelaeiolles que había he. lio
( i aila pi i ‘.mui según la cantidad de n e s g o q u e había eoirido, I I segundo o » o
nido, g. 11111 p . i n NÍgmlieatlvameiile, i m n m e t i l o -ai pai llnpiieiou e n el p r o c e s o
\ menudo la n ast.neia esta pmluitdameiiii empollada y m tequien con
152 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

••iilcrable ingenio para vencerla. Por ejemplo, un paciente, Bob, se resistió a


participar en el nivel del aquí y del ahora durante meses. (Recuérdese que
la “ resistencia” por lo general no implica una obstinación consciente, sino
que con frecuencia proviene de fuentes que están fuera de la conciencia. A
veces la tarea del aquí y del ahora es tan poco familiar y tan molesta para
<I paciente como aprender un nuevo idioma; a menos que se aplique una
concentración máxima, regresará a su modo habitual de elaboración distan-
h ) I I modo típico de Bob de relacionarse con el grupo era describir algún
problema vital, actual y urgente. A menudo el problema asumía proporcio-
ii' . ilc crisis y le imponía una poderosa restricción al grupo. Primero, los
miembros se sentían impulsados a resolver de inmediato el problema preciso
•111, el les presentaba y segundo, tenían que proceder cautelosamente porque
■I en forma explícita les informaba que necesitaba todas sus fuerzas para
■ni o litarse a la crisis y no podía soportar ninguna confrontación interper-
"u il I a este momento no hagan olas, pues estoy colgando de las puntas
' li l" iledos.” Los esfuerzos por cambiar este patrón no tuvieron éxito, y el
iu|" , sintió obstruido y desalentado en su trato con Bob. Ellos tembla-
bin i liando el presentaba sus problemas en la reunión.
i a día Bob inició la reunión del grupo con un gambito típico: después
■l. vanas semanas de buscar un nuevo empleo, lo había obtenido, pero es-
i iba c o n v e n c i d o de que fracasaría y sería despedido. El grupo concienzuda
I" io pti i ávidamente investigó la situación. La investigación encontró mu-
■la o obstáculos comunes, traicioneros, que obstruyen el camino para analizar
I" pi oblemas “ exteriores” . No parecía haber pruebas objetivas de que Bob
■ invicta fracasando en su trabajo. Parecía, en todo caso, que estaba esfor­
zandose demasiado, trabajando ochenta horas a la semana. Las pruebas, Bob
msisiio, sencillamente no podría apreciarlas alguien que no trabajara junto
■olí J las miradas de su supervisor, las indirectas sutiles, la insatisfacción
qm mostraba con él, el ambiente general en la oficina, el fracaso de alcan-
,n sus nielas de ventas (que se había impuesto él mismo y eran irreales).
\denias. Bob era un observador muy poco confiable; se calificaba mal y
no lomaba en cuenta sus esfuerzos.
I I (empenta impulsó toda la transacción hacia el aquí y el ahora pregun­
tando; Bob, ¿que calificación crees que mereces en el grupo y cuál le da­
lia, ,i (sida uno ele los otros?” Bob; como era de esperarse, se calificó con
un i ¡ueo" y declaró que debía permanecer por lo menos ocho años más en
el guipo Bob les otorgó calificaciones sustancialmente superiores a lodos los
iilms miembros I I terapeuta replicó otorgándole un “ ocho” por su trabajo
i a i I guipo, y después señalo las razones: su participación, su asistencia con
111111a ai voluntad de ayuilai a los otros, su pian esfuerzo poi trabajai a pesai
de ai ungir.tu y, a menudo, de su depie.ioil que lo incapacitaba
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 153

Bob se rió de esto; consideró el incidente un chiste o una artimaña tera­


péutica. Pero el terapeuta se mantuvo firme e insistió en que hablaba com­
pletamente en serio. Bob entonces hizo hincapié en que el terapeuta estaba
equivocado y señaló sus fracasos en el grupo (uno de los cuales era, iróni­
camente, evitar el aquí y el ahora). Sin embargo, su desacuerdo con el tera­
peuta era totalmente incompatible con su confianza (desde hacía mucho tiem­
po sostenida, con frecuencia manifestada) en el terapeuta. (A menudo había
invalidado la retroalimentación de otros miembros del grupo declarando que
él no confiaba en el juicio de nadie, excepto en el del terapeuta.)
Esta intervención fue enormemente útil y transfirió el problema de Bob
de la habitación cubierta de espejos distorsionadores de su percepción de sí
mismo a la arena vital y abierta del grupo. Ya no fue necesario que los
miembros aceptaran las percepciones que había contado Bob sobre las mira­
das de su patrón y de sus sutiles insinuaciones. El “ patrón” (el terapeuta)
estaba allí en el grupo. La transacción, en su totalidad, estaba a disposición
del grupo.
Nunca ha dejado de asombrarme el rico filón de datos subterráneos que
hay en todo grupo y en toda reunión. Abajo de cada sentimiento expresa­
do hay capas de sentimientos invisibles, no expresados. ¿Cómo extraer esta
liqueza? A veces cuando se produce un largo silencio en una reunión, ex­
pongo este pensamiento: “ Hay mucha información que podría ser valiosa
para todos nosotros hoy si sólo pudiéramos descubrirla. Me pregunto si cada
uno de nosotros podría contarle al grupo algunos de los pensamientos que
■;e nos ocurrieron en este silencio y que deseamos contar pero que no lo
hicimos” . El ejercicio es más eficaz si el terapeuta lo inicia o participa en
' le. Por ejemplo, “ me sentía inquieto con este silencio; deseaba romperlo,
no quería que perdiéramos el tiempo, pero por otra parte me irritaba pensar
que siempre yo tengo que hacer esto en el grupo” . O, “ me siento atormen-
(mío por el deseo de reanudar la discusión que tenemos pendiente tú y yo,
MiKc. Me siento intranquilo con tanta tensión e ira, pero no sé, sin embargo,
•«mío ayudarte a comprender y resolver esto.” Cuando creo que hay algo
i n especial importante que no se ha dicho en una reunión, a menudo he
ii',mío, con éxito, una técnica como ésta: “ Ahora son las seis y aún tenemos
media hora antes de partir, pero me pregunto si podrían imaginar que ya
mu las y que van camino a casa. ¿Qué tipo de desilusión sentirían con
la leunión ile hoy?”
I I leí api-nía dehe ayudar a los miembros a examinar sus sentimientos acer-
. i del grupo y lamhien con los miembros individuales. Por ejemplo, puedo
picgunliiile a un nuevo paciente en el grupo cómo consideró la reunión an-
leiioi Si eomenln que lile productivo, le piegunlo cuales fueron las partes
iii.i . piodueliv.i'. y c u , ile |.e. menos piodueliv.is ( ualquieia que sea la lee
154 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

nica, la meta es ayudar al paciente a penetrar más profundamente en la


corriente interaccional del grupo.
Muchas observaciones del terapeuta pueden ser muy inferenciales. La exac-
Iittic! objetiva no es el problema; en tanto que el terapeuta persistentemente
dirija al grupo de lo no relevante, del “ entonces y el allá” al “ aquí y el
ahora” , tendrá razón desde el punto de vista funcional. Si un grupo desper­
dicia su tiempo en una reunión improductiva hablando de fiestas tontas y
aburridas, y el terapeuta pregunta en voz alta si los miembros indirectamente
se refieren a esa sesión del grupo, no hay ningún método para afirmar con
certidumbre si él está en lo correcto o no. Lo “ correcto” en este caso debe
definirse en forma relativa y pragmática. Al cambiar la atención del gru­
po del material del “ entonces y el allá” al “ aquí y el ahora” le presta un
11 vi< io ;d grupo, un servicio que, consistentemente reforzado, en última ins-
i.iih i.i producirá un ambiente cohesivo interaccional muy conveniente para
l.i ici ipia. Siguiendo este modelo, la eficacia de una intervención debe me­
dirá- poi su éxito en enfocar al grupo en sí mismo.
I >t acuerdo con este principio, al grupo que se demora conversando sobre
, I u mu de la mala salud y del sentimiento de culpa por quedarse en cama
dm.iuic una enfermedad, se le podría preguntar si “ el grupo en realidad no
. . i . u . i pensando en la reciente ausencia del terapeuta” . O a un grupo repen-
iiii.imcnte preocupado por la muerte y los fallecimientos que han afectado
,i e.ul.i miembro, podría preguntársele si también se encuentra preocupado
pm Lis inminentes vacaciones de verano de cuatro semanas que tendrá el
guipo. A un grupo de psicoterapia en una prisión le pidieron que se reuniera
cu uiiii habitación diferente, para que algunos psiquiatras visitantes lo obser-
v.ii.ni, empezó su sesión con una larga discusión sobre las nuevas compu-
tudoias de la FBI que, al presionar un botón, podían dar una información
completa en unos cuantos segundos acerca de cualquier individuo. El tera­
peuta hizo la útil interpretación de que el grupo se estaba enfrentando al
problema de ser vigilado. Se preguntó si los miembros se sentían disgustados
y desilusionados con él, y si sospechaban que a él, como a la computadora,
le importaban poco sus sentimientos.
Iíh obvio que estas intervenciones serán inútiles si el grupo ya ha analiza­
do totalmente todas las implicaciones de la ausencia reciente del terapeuta,
de las vacaciones inminentes de verano de cuatro semanas, o el acto del
(empenta de permitir la observación. El procedimiento técnico no es dife-
iente del proceso del análisis en la psicoterapia tradicional. Después de re-
eibu muchos datos en considerable desorden, el terapeuta selecciona, refuer
/.i c inlei píela los aspectos que considera más útiles para el paciente en un
momento dcleiminado, No todos los sueños ni todas las parles de un sueno
los ¡imili/n el (empenta Sin embargo, el insiste vigorosamente en el lema de
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 155

un sueño que aclara un problema particular en que el paciente está tra­


bajando.
Aquí está implícito el supuesto de que el terapeuta conoce la dirección
más propicia para el grupo en un momento específico. Como ya hemos vis­
to, esta materia no es precisa; lo importante es que el terapeuta haya formu­
lado para sí mismo amplios principios sobre las guías básicamente útiles para
el grupo y sus miembros; aquí precisamente es esencial comprender los fac­
tores curativos.
A menudo cuando el terapeuta se dedica a activar estas funciones, realiza
dos actos simultáneos: dirige al grupo al aquí y al ahora, pero al mismo
tiempo interrumpe la corriente del contenido en el grupo. No es raro que
los miembros muestren resentimiento y se sientan rechazados por la inte­
rrupción; y el terapeuta debe tomar en cuenta estos sentimientos, porque
también forman parte del aquí y del ahora. Esta consideración con frecuen­
cia hace muy difícil la intervención del terapeuta. Al principio en el proceso
de la socialización aprendemos a no interrumpir, a no cambiar abruptamente
el tema. Además, a veces en el grupo todos parecen profundamente intere­
sados en el tema que se discute; aunque el terapeuta esté seguro de que el
grupo no está “ trabajando” , no es fácil desviar la corriente del mismo. La
investigación sobre los grupos pequeños de sociología psicológica documenta
vigorosamente la fuerza subyugante de la presión del grupo. Oponerse al
consenso del grupo requiere considerable valentía y convicción.
Según mi experiencia, el terapeuta cuando se enfrenta a este tipo de dile­
ma, aumenta la sensibilidad del paciente si manifiesta ambos conjuntos de
sentimientos ante el grupo. Por ejemplo: “ Mary, me siento muy tenso mien-
iias hablas. Tengo un par de sentimientos vigorosos; uno es que estás hablan­
do de algo muy importante y penoso para ti, y mi otro sentimiento es que
Inl |un nuevo miembro] ha estado esforzándose mucho por integrarse al
grupo durante las últimas reuniones, pero el grupo no parece aceptarlo. Esto
no sucedió cuando otros nuevos miembros entraron al grupo. ¿Por qué crees
que está pasando esto?” O, “ Warren, he tenido dos reacciones mientras ha­
blabas; la primera es que me agrada mucho que te sientas bastante tranquilo
ilu>i a en el grupo para participar, pero mi otro sentimiento es que le será
•tiIm i ! al grupo reaccionar ante lo que estás diciendo, porque es algo dema-
iai lt> abstracto y muy alejado de tu persona. Me interesa mucho más lo que
. .iuvi• sucediendo en tu interior durante las semanas pasadas en el grupo;
aunque guardabas silencio, sé que estabas interesado en muchos problemas.”
Desde luego, hay muchos mas procedimientos de activación, pero no pre-
ii mío liurei un compendio de técnicas Al contrario, sólo describo las téc-
nit u■. adecuadas paia iluminai el principio básico de la activación del aquí
del ahora. I da*, iccnicas, o "ai (¡Diarias de g u i p o ” , son sirvientes y no
I v> EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

.unos. Usarlas sin criterio, para llenar vacíos, para interesar más al grupo,
para someterse a las demandas de los miembros de que los jefes dirijan, es
algo seductor pero no constructivo para el grupo. En un trabajo de inves­
tigación de un grupo de encuentro17 (véase el capítulo x iv ), un jefe se apo­
yaba demasiado en las artimañas de grupo, empleándolas sin la oportunidad
adecuada ni una clara concepción de su papel en el proceso del cambio. El
resultado de su grupo fue excepcionalmente pobre; ni un solo miembro se
benefició en forma significativa con la experiencia.
Recuérdese que la mera aceleración de la interacción no es la finalidad
de estas técnicas; si el terapeuta actúa con mucha rapidez, usando artima­
ñas, para promover las interacciones, la expresión emocional y las revela­
ciones demasiado fáciles, está completamente equivocado. La resistencia, el
le mor, el retraimiento, la desconfianza, erl resumen, todo lo que impide el de­
sarrollo de las relaciones interpersonales satisfactorias debe permitirse que
se exprese. La meta no es crear una organización social dócil y tersa, sino
una que funcione bastante bien y produzca suficiente confianza para el de­
sarrollo del microcosmo social de cada miembro. Analizar las resistencias
para el cambio es la clave para lograr el cambio. Por ello, el terapeuta no
deberá rodear los obstáculos, sino pasar a través de ellos. (Como veremos
en el capítulo xiv, ésta es una diferencia básica entre la terapia y el grupo
de encuentro.)

La iluminación del proceso: las técnicas

l nn pronto como el terapeuta logra dirigir a los pacientes hacia el patrón


mleraccional del aquí y el ahora, debe interesarse en convertir esta interac­
ción en una ventaja terapéutica. Esta tarea es compleja y tiene varias eta­
pas. Primero el paciente debe reconocer qué es lo que está haciendo con la
olía gente (desde los actos sencillos hasta los patrones muy complejos que
se desarrollan en un largo periodo de tiempo); luego debe apreciar el efecto
de esta conducta en los otros; debe comprender la influencia de su con­
du e l a en la opinión que los demás tienen de él, y por consiguiente en su
piopia percepción; debe decidir si está satisfecho con su estilo habitual in-
li i personal; y finalmente debe ser ayudado a emplear su voluntad para cam­
bial Y aun cuando el terapeuta haya ayudado al paciente a transformar el
míenlo en decisión, y ésta en acción, su tarea aún no termina. Debe ayudar
,d paciente a consolidar el cambio y debe alentar la generalización del cam­
bio, del ambiente del grupo al ambiente más amplio de la vida del paciente.
( ada una de estas etapas puede facilitarla el terapeuta con algún insumo
específico cognoscitivo, y describiré cada etapa poi Ilinio. Sin embargo, pri
un to debo cvaiuinai varias consideraciones previas y básicas. ¿(Ymio iceo
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 157

noce el terapeuta el proceso? ¿Cómo puede ayudar a los miembros a orien­


tarse hacia el proceso? ¿Cómo puede el terapeuta aumentar la sensibilidad
del paciente ante el comentario del proceso?
El reconocimiento del proceso. Antes de que el terapeuta inicie cualquier
fase de la iluminación del proceso, debe aprender a reconocerlo. El tera­
peuta con experiencia hace esto en forma natural y sin esfuerzo; observa los
procedimientos del grupo desde una perspectiva que le permite una obser­
vación continua del proceso que está en el fondo del contenido de la discu­
sión del grupo. Automáticamente analiza el proceso; no sólo escucha lo que
el paciente está diciendo, sino también lo que está diciendo por medio del
proceso de hablar.
En una reunión de grupo, un paciente, Pete, reveló mucho material per­
sonal profundo e importante. El grupo se sintió afectado por el relato de
Pete y dedicó mucho tiempo a escucharlo, lo ayudó a elaborarlo más ple­
namente y le ofreció apoyo. El terapeuta participó en estas actividades, pero
también tenía otros pensamientos. Por ejemplo, se preguntaba: ¿Por qué
entre todos los miembros invariablemente Pete es el primero que revela algo
y el que revela más cosas? ¿Por qué Pete desempeña tan a menudo el papel
del paciente de grupo al que todos los miembros deben ayudar? ¿Por qué
siempre se muestra tan vulnerable? ¿Por qué lo hizo hoy! Después del con-
llicto en la última reunión del grupo, uno podría haber esperado que Pete
se mostrara disgustado. En vez de esto, “ puso su cuello para que se lo
cortaran” . ¿Está evitando manifestar su ira?, etcétera.
Al final de una sesión en otro grupo, el señor Glass, un paciente joven
V frágil, en medio de un considerable trastorno emocional, reveló por pri­
mera vez que prefería las relaciones homosexuales. En la siguiente reunión,
rl grupo le pidió que continuara su relato. Intentó hacerlo, pero, casi as-
Imandóse con la emoción, dudó y guardó silencio. Justamente entonces, con
una indecente vivacidad, la señora Plough rompió el silencio diciendo: “ Y o
mugo un problema.” La señora Plough, una agresiva conductora de taxi,
di* cuarenta años de edad, quien había acudido a la terapia debido a su
s o l e d a d y a su amargura sociales, procedió a exponer interminablemente una
iimu ion compleja que incluía a su tía, la cual había ido a visitarla y a quien
m> quería. Para un terapeuta con experiencia, orientado hacia el proceso, la
. spresión “ Tengo un problema” tiene doble sentido. Mucho más eficaz que
ir palaluas, la conducta de la señora Plough significaba: “ Tengo un pro-
l.lrm.i", y ,;u problema se manifestó en su insensibilidad con el señor Glass
<|iio n después de meses de silencio, finalmente había reunido el valor nece-
iilo pala linblai
IIm o aill.i l.u il decide d leuipeula principiante cómo reconocer el procc-
,m, .alquilo esta peíspccllva es una de las piuicipales tareas de su entrena
158 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

miento. Esta tarea es interminable; a lo largo de su carrera el terapeuta con


experiencia aumenta su habilidad para penetrar más profundamente en el
suhstralum de la conversación del grupo. Esta visión más amplia aumenta
el interés del terapeuta en las reuniones. En general a los estudiantes neófi­
tos i|lic observan las reuniones, éstas les parecen mucho menos significativas,
complejas e interesantes que al terapeuta experimentado. Sin embargo,, hay
cintas guías que pueden ayudar al terapeuta neófito a reconocer el proceso.
Debe observar los sencillos datos no verbales disponibles: ¿Dónde se sienta
i 'ida uno? ¿Cuáles miembros se sientan juntos? ¿Quién decide sentarse cer-
t .1 del terapeuta? ¿Quién se sienta más lejos de éste? ¿Quién se sienta cerca
•le la puerta? ¿Quién llega puntual a la reunión? ¿Quién llega habitualmente
i.mle? ¿Quién mira a quién cuando los miembros hablan? ¿Algunos miem-
bi os miran al terapeuta mientras le hablan a otro miembro? Si es así, no
■ .1.111 relacionándose mutuamente, sino con el terapeuta a través de su con-
M'isaeion con otro. ¿Los miembros consultan sus relojes, se sientan de cual-
<Iun i manera en sus sillas o bostezan? ¿Apartan sus sillas del centro de la
un ..i y al mismo tiempo muestran verbalmente gran interés en el grupo?
, llenen los abrigos puestos? ¿En qué momento en una sola reunión o en
mu secuencia de reuniones se quitan sus abrigos? ¿Cuán rápidamente el
guipo entra en la habitación? ¿De qué manera dejan la habitación? ¿Qué
lineen con los cigarrillos; quién fuma, cuándo y de qué manera? (Berger18
describió a una bella mujer, con dominio de sí misma, que no fumaba en
los momentos de tensión, sino sólo cuando ésta disminuía suficientemente
para permitirle encender y sostener su cigarrillo con aplomo.) Una variedad
■asi infinita de cambios de postura pueden revelar intranquilidad; flexionar
los pies, por ejemplo, es un signo particularmente común de la angustia. Un
•amblo en el vestido o en el arreglo no es raro como indicio de un cambio
en el paciente o en el medio ambiente de todo el grupo. La primera señal
<lc i (-sentimiento hacia el jefe por parte de un miembro dependiente, zala­
mero, puede ser cambiar la ropa que usa en el grupo; reemplazará la camisa
v la corbata por una camisa informal de cuello abierto. Desde luego, se sabe
ipie comúnmente esa conducta no verbal con frecuencia expresa sentimientos
de los cuales el paciente aún no tiene conciencia; el terapeuta, observando
v ensenándole a observar al grupo la conducta no verbal, puede apresurar el
pmeeso de exploración de sí mismo.
A veces el proceso se aclara atendiendo no sólo lo que se dice, sino lo
q u e se omite: una paciente que ofrece sugerencias, consejos, o rctroalimen-
incion a los hombres, pero no a las mujeres; el grupo que no se enfrenta ni
i uesliona al terapeuta; los lemas (com o el sexo, el dinero, la muerte) que no
se aboulan; el paciente que no es atacado; o el que no recibe apoyo, todas
est as omisiones loimun parte del proceso ti ansaeeionul del grupo.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 159

Los fisiólogos comúnmente estudian la función de una hormona eliminan­


do la glándula endocrina que la produce y observando los cambios en el
organismo deficiente de hormonas. En forma similar, en la terapia de grupo,
podemos aprender mucho sobre el papel de un miembro determinado obser­
vando el proceso del aquí y del ahora del grupo cuando él está ausente. Por
ejemplo, si el miembro ausente es agresivo, competitivo, el grupo puede sen­
tirse liberado, y otros pacientes, que se habían sentido amenazados o restrin­
gidos en presencia del miembro ausente, pueden de pronto mostrarse activos.
Por otra parte, si el grupo ha dependido del miembro ausente para que lleve
el peso de las revelaciones de sí mismo o para instar a otros miembros a
hablar, entonces se sentirán indefensos y amenazados cuando él está ausen­
te. Muy a menudo estos sucesos aclaran los sentimientos interpersonales que
estaban enteramente fuera de la conciencia de los miembros del grupo y el tera­
peuta puede, con provecho, alentarlos a discutir estos sentimientos que causa el
miembro ausente en ese momento, y más tarde en su presencia.
Similarmente, un rico conjunto de datos acerca de los sentimientos hacia
el terapeuta con frecuencia surge en una reunión sin jefe o alterna. Un jefe
dirigió a un grupo T de psiquiatras profesionales compuesto de una mujer
y doce hombres. La mujer, aunque de manera habitual ocupaba la silla más
próxima a la puerta, se sintió razonablemente tranquila en el grupo hasta
que el terapeuta se ausentó de la ciudad, y se programó una reunión sin
|d'c. En esa reunión el grupo discutió sentimientos y experiencias sexuales
mucho más francamente que antes, y ella tuvo la fantasía aterrorizadora de
que el grupo cerraba la puerta y que los hombres uno por uno tenían rela­
ciones sexuales con ella. Esta mujer comprendió cómo la presencia del tera-
peutii le había ofrecido seguridad contra el temor de una conducta sexual
desenfrenada de los otros miembros y contra el surgimiento de sus propias
i.mi usías sexuales. (También comprendió por qué ella siempre había ocu-
pmlo el asiento más próximo a la puerta.)
Se debe intentar por todos los medios posibles comprender los mensajes
de l;i relación en cualquier comunicación. Búsquense las incongruencias en-
iii la conducta verbal y la no verbal. Se debe ser especialmente curioso cuan­
do algo desentona en la transacción; por ejemplo, cuando la intensidad de
la o acción parece desproporcionada al estímulo que la produjo, o si la reac-
. ion parece estar dirigida a otra meta o no tiene sentido. En estas ocasiones
deben buscarse varias posibilidades: por ejemplo, la distorsión paratáxica (el
11<i* i.acciona percibe en forma irreal al que la causa) o las metacomunica-
. ion. , (el que icacciona responde, exactamente, no al contenido manifiesto,
Ino .1 olio nivel de la comunicación) o el desplazamiento (el que reacciona
no nsponde a la liansaeción actual, sino a sentimientos que provienen de
li iilIMU « ion e s p i e v l a s )
IM ) EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

l.d.s trusiones de grupo comunes. Recuérdese que ciertas tensiones siempre


e s t á n presentes, hasta cierto grado, en cualquier grupo de terapia. Por ejem­
plo, considérense las tensiones, como la lucha por el dominio, la lucha entre
los sentimientos de apoyo mutuo y la rivalidad semejante a la de los her­
manos, entre el egoísmo y los esfuerzos desinteresados por ayudar a los
otros, entre el deseo de sumergirse en las aguas reconfortantes del grupo
y el temor de perder la propia preciosa individualidad, entre el deseo de
sentirse mejor y el de permanecer en el grupo, entre el deseo de ayudar a
los otros y el temor de quedarse rezagado. A veces estas tensiones perma­
necen quietas durante meses hasta que algún suceso las despierta e irrum­
pen expresándose en forma vigorosa.
El terapeuta no debe olvidar estas tensiones; siempre están allí, siempre
alimentan sutilmente los motores ocultos de la interacción del grupo; adver­
tir estas tensiones a menudo le ayuda a reconocer el proceso. Por ejemplo, al
principio de este capítulo, describí una intervención en que el terapeuta, en un
esfuerzo por dirigir a un paciente hacia el aquí y el ahora, calificó su trabajo
en el grupo. La intervención fue eficaz para ese paciente, pero hubo repercu­
siones en el resto del grupo. En la siguiente reunión, dos pacientes le pidieron
al terapeuta que aclarara algunas afirmaciones que les había hecho en una
reunión anterior. Las observaciones habían sido de naturaleza tan positiva y tan
directamente expresadas que el terapeuta se sintió intrigado por la petición.
I Ina investigación más profunda reveló que los dos pacientes, y más tarde otros,
le e s t a b a n pidiendo al terapeuta que también los calificara a ellos.
I n otro grupo de psiquiatras profesionales de varios niveles de entrena­
m i e n t o , el jefe se sintió profundamente impresionado por la habilidad de
grupo que tenía Steward, uno de los miembros más jóvenes y menos expe­
rimentados. I;.l jefe expresó su fantasía de que Steward había sido “ planta­
do” , que no podía estar empezando su entrenamiento, ya que se comportaba
como un veterano con diez años de experiencia de grupo. El comentario
produjo muchas tensiones, como rivalidades semejantes a las de los herma­
nos; el grupo no olvidó esto con facilidad, y durante meses aparecían pe­
riódicamente y se producían discusiones acaloradas. Con su comentario, el
terapeuta le dio el beso de la muerte en la frente a Steward, ya que en
adelante el grupo en forma sistemática lo increpó y negó su capacidad. Cuan­
do el terapeuta hace un comentario positivo o una evaluación de un miem­
bro, puede provocar sentimientos de rivalidad semejantes a los de los her­
manos. Como en estos dos ejemplos, cuando se hace un comentario que
tiene matices de evaluación comparativa, se puede estar seguro de que reani
mará los rescoldos de una rivalidad semejante a la de los hermanos y se
convertirá en una conflagración total.
|.,a lucha por el dominio fluctúa en intrusidad en toda la existencia del
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 161

grupo. Es mucho más evidente al principio de la terapia de grupo cuando


los miembros compiten por ocupar posiciones en la jerarquía. Después de
que la jerarquía se acepta, el problema puede aquietarse; pero se producen
estallidos periódicos, por ejemplo, cuando algún miembro, como parte de
su tarea terapéutica, comienza a afirmarse y a desafiar el orden establecido.
Cuando entran nuevos miembros al grupo, en especial individuos agresivos
que no “ conocen su lugar” y que no obedecen respetuosamente ni acatan
las reglas del grupo, el jefe con un alto grado de certidumbre podrá esperar
una lucha por el dominio que influye mucho en la conversación del grupo.
Por ejemplo, en un grupo Betty se sintió muy amenazada por el ingreso de
una nueva mujer agresiva, Rena. Unas cuantas reuniones más tarde, cuando
llctty exponía un material importante relativo a su inhabilidad para afirmar­
se, Rena intentó ayudarla comentando que ella antes también actuaba así,
y le ofreció varios métodos que había empleado para superar esto. Rena le
.1seguró a Betty que si ella continuaba hablando de esto francamente en
el grupo, también lograría una confianza considerable. La reacción de Betty
fue una furia silenciosa de tal magnitud que pasaron varias reuniones antes
«le i|iic pudiera exponer y analizar sus sentimientos. Al observador no infor-
mado, la reacción de Betty le habría parecido misteriosa, pero conociendo
la antigüedad de ella en el grupo y el vigoroso desafío de Rena a esa anti­
g ü e d a d , su reacción era enteramente predecible. Ella no respondió a la clara
«•l ul a de Rena por ayudarla; en vez de esto reaccionó ante el metamensaje
di Rena: “ Estoy más adelantada que tú, soy más madura, conozco más el
proceso de la psicoterapia, y soy más influyente en este grupo a pesar de
i«i prolongada presencia aquí.”

I ,i turra primaria y la gratificación secundaria. Los conceptos de la tarea


pimi.nia, de la gratificación secundaria, y la tensión dinámica entre ambas
I. oliecen al terapeuta una útil guía para reconocer el proceso (y, como lo
■i iiuniaiemos más adelante, también una guía para los factores subyacentes
ti la resistencia del paciente ante el comentario del proceso).
i'i micro daré algunas definiciones. La tarea primaria del paciente es, sen-
■iIIo mu ule, lograr aquello por lo que originalmente buscó ayuda. Podía ha-
lu i de,cmlo aliviar sus sufrimientos, mejorar sus relaciones con los otros, o
Mvli mas productiva y plenamente.
I lo puede ser mucho más complicado. A veces el concepto del paciente
d. «i laica primaria cambia considerablemente a medida que progresa en
ln ui .ipu i Ti ocasiones el paciente y el terapeuta tienen puntos de vista
mm dctilnloi solue esta tarea primaria. Poi ejemplo, he conocido a pacicn-
i. ipu i ipn’Nnn la meta «le aliviai sus subimientos (verbigracia, la angus­
tí. i l.i dtpicsioii, el insomnio, etc ). peto limen una niela mas profunda y
162 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

problemática, de naturaleza diferente, como sucedió con un paciente que espera­


ba que con la terapia se sentiría tan bien que superaría a los otros en salud
mental, se volvería superior a sus adversarios; otro deseaba aprender cómo
manipular a los demás con mayor eficacia. La prueba de la realidad del
paciente quizá es bastante buena para mantener estas metas muy escondidas.
No las manifiesta como parte del “ contrato” inicial que hace con el tera­
peuta; sin embargo, ejercen una influencia profunda en su trabajo. De hecho,
algunos pacientes deberán pasar mucho tiempo en la terapia antes de que
puedan establecer una tarea primaria apropiada.
El paciente, pues, por lo general es consciente de lo que desea lograr en
la experiencia terapéutica. Con los métodos que hemos examinado, el tera­
peuta, en su preparación del paciente anterior al grupo y en sus primeras
reuniones de grupo, lo hace consciente de lo que debe hacer en el grupo si
desea realizar su tarea primaria. Sin embargo, después de que el grupo empieza
a trabajar, comienzan a suceder algunas cosas muy peculiares. Varios bosquejos
clínicos ilustran esta paradoja.

Una paciente joven acaparaba la atención de los tres hombres que integraban
al grupo. Ella no le había contado al grupo que estaba comprometida para
casarse, aunque su relación sadomasoquista con su prometido era un proble­
ma enorme para ella. Después de que se casó hizo una descripción falsa ante
el grupo de su marido, retratándolo como un tonto pasivo, y no como un
matemático brillante. Ella temía que si los hombres en el grupo comprendían
que su marido era un competidor formidable, se alejarían de ella. Esta farsa
continuó durante varios meses.
Bill, un joven en otro grupo, se comportaba en forma análoga. Se mostraba
muy interesado en seducir a las mujeres del grupo y modelaba su conducta en
un esfuerzo por parecer afable y encantador. Ocultaba su sentimiento de tor­
peza, su desesperado deseo de ser “frío”, su temor ante las mujeres, y su envidia
por algunos hombres del grupo. Nunca pudo revelar su masturbación compulsiva
y su voyerismo ocasional. Cuando otro miembro masculino expuso su desdén
por las mujeres del grupo, Bill (satisfecho por la desaparición de la compe­
tencia) lo elogió por su sinceridad. Cuando otro miembro discutió, con mucha an­
gustia, sus fantasías homosexuales, Bill deliberadamente se negó a ofrecerle el
alivio que habría significado compartir sus fantasías similares. Nada le parecía
más importante que ser “ frío” .
Otra paciente dedicaba todas sus energías a modelar una imagen de agilidad
y profundidad mentales. Continuamente discutía con el terapeuta, a menudo de
manera sutil. Se burlaba de cualquier ayuda que éste intentaba ofrecerle, y
se sentía muy ofendida cuando él procuraba interpretar su conducta, ('liando el
terapeuta comentó que ella le hacía sentir que él no tenía nada valioso que
ofrecerle, la paciente tuvo su mejor momento, pues alegremente alirmó que quizá
¿/debería acudir a un grupo de terapia para auali/.ai sus problemas.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS I(i l

Otro miembro gozaba de una envidiable posición en el grupo debido a su


amante, una hermosa actriz, y se deleitaba mostrando su foto a todo el g r u p o
Ella era su orgullo, una prueba viviente de su superioridad natural. C u a n d o un
día la actriz de pronto y perentoriamente lo abandonó, él se sintió d e ma s i a d o
mortificado para atreverse a presentarse ante el grupo, y abandonó la terapia

Estos ejemplos tienen una característica común: el paciente no le lialna


dado prioridad a la tarea primaria, sino a alguna gratificación secnmlnrin
que surgía en el grupo: una relación con otro miembro, una imagen que
deseaba proyectar, un papel en el grupo en el que era el más deseado sexual
mente, el más influyente, el más inteligente y superior.
En cada uno de estos tres ejemplos, la patología del paciente obstruyó la
busca de la meta primaria. Sin embargo, ¿no debía ser así? ¿No hemos aih
rayado con mucha frecuencia que los pacientes recrean sus mundos mi. i
personales en el microcosmo social del grupo? Sin duda es así. Pero en lo
incidentes descritos aquí, la patología asumió una forma que, en un m o l
m u y básico, se opuso al trabajo de la terapia. Los pacientes apartaron sus
i mugías de la terapia para dedicarlas a alguna forma de gratificación <n el
/-mpo. Si esta conducta del aquí y del ahora estuviera disponible pata - i
■ .indiada, si los pacientes pudieran, por decirlo así, ser sacados de la maní/
di I grupo para observar de una manera más desapasionada sus aeeiom toda
la secuencia formaría parte del trabajo terapéutico. Pero en todos e-.lo*. - g m
pío . la gratificación tuvo preponderancia sobre el trabajo que debía ..........
I o-, pacientes ocultaron información, se describieron mal a sí mismo-i. o > ha
, aion la ayuda del terapeuta, y se negaron a ayudarse mutuamente
l de fenómeno es común en la terapia individual. Hace mucho tiempo,
i ouid habló del paciente cuyo deseo de permanecer en terapia superaba u
di . o de ser curado. El terapeuta individual satisface los deseos di su pu
iiiiii de sci ayudado, escuchado, mimado. Sin embargo, hay una dileirnela
iiiiipha, cuantitativa, en este aspecto entre la terapia individual y la de guipo
I i |•i miera es mucho más aislada; la situación del guipo ofrece un c a m p o
ni'imc de gratificaciones. En el grado en que el grupo es un m icroco-.m o
....... I, iiliecc la posibilidad de satisfacer virtualmente cualquiri necesidad .n
- •11 i ii la vida del individuo. Ademas, la gratificación ofrecida a menudo -
.uní aibyugunlc; nuestras necesidades sociales de ser dominadoies, admita
•l.i aullido-;, i evcrcnciados son sin duda muy poderosas,
I i n o .ion que hay entre la tarea primaba y la /-ratificación sri unduiia
■lo i una malicia ligeramente distinta de irfrrirsr al concepto coiiinn di
i .1 iirii* la y en especial al nt'tlng ont'f Ya que biiNcat la gratificación •
. i.¡lilaila oh-.huye el llabajo leí apeulíco, la piuueia puede e.italogai se gen»
.i mu- lili como i esi-,Inicia Sin rmhaigo, deseo liacei rnliiMN en una li m
la. o l ul a I a icMstcueia en gi'iieod se irhiciniia con evilai el -allí iilllenlo I i
164 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

idea original de Freud era que las mismas energías psíquicas responsables
de la represión de una experiencia nociva actuaban para cuidar la entrada del
recinto del material reprimido y para rechazar cualquier investigación que
amenazara perturbar ese material y causar la disforia original. La definición
se ha ampliado desde entonces, pero aún conserva la connotación general de
“ protección” . Obviamente, la resistencia en este sentido es muy evidente en
la terapia de grupo, en el nivel individual y (com o lo examinaremos) en el
nivel de grupo. Deseo hacer énfasis en la abundancia de gratificaciones se­
cundarias que hay en la terapia de grupo. A menudo el trabajo terapéutico
en éste no se desvía debido a que el paciente esté demasiado angustiado, defen­
sivamente, sino porque no desea renunciar a la gratificación.
Con frecuencia, cuando el terapeuta se siente perplejo por el curso de los
sucesos en el grupo de terapia, le es muy útil distinguir entre la tarea pri­
maria y la gratificación secundaria. Si el terapeuta se pregunta: “ ¿Está tra­
bajando el paciente en su tarea primaria?” tendrá un punto de partida sólido.
Cuando la sustitución de la gratificación secundaria por la tarea primera
está muy bien arraigada y se resiste a la intervención, el terapeuta puede
usar una técnica muy poderosa; recordarle al paciente su tarea primaria, sus
razones originales para acudir a la terapia.
El mismo principio se aplica a todo el grupo de terapia. Puede decirse
que el grupo tiene una tarea primaria que consiste en desarrollar y explorar
todos los aspectos de la relación de cada miembro con todos los demás, con
el terapeuta y con el grupo como conjunto. El terapeuta y, más tarde, los
miembros del grupo pueden con bastante facilidad percibir cuando el grupo
está trabajando, cuando está participando en su tarea primaria y cuando está
evitándola. El jefe puede no advertir qué está haciendo el grupo, pero sabe
que no está dedicado a desarrollar o a explorar las relaciones entre los miem­
bros. Si el terapeuta ha logrado ayudar al grupo a identificar su tarea, debe
concluir que los miembros la están eludiendo activamente, ya sea por alguna
disforia relacionada con la tarea o por alguna forma de gratificación secun­
daria bastante satisfactoria para suplantar el trabajo de la terapia.

La atención de los sentimientos. Todas estas guías para reconocer y com­


prender el proceso son útiles. Pero las claves más importantes del terapeuta
son sus propios sentimientos en la reunión, en los que llega a confiar des­
pués de repetidos episodios de validación consensual de varios incidentes
similares previos en su experiencia de terapia de grupo. El terapeuta expe
rimentado aprende a observar sus sentimientos; éstos son tan útiles para él
como el microscopio para un microbiólogo. Si se siente impaciente, Ilustra
do, aburrido, confuso, desalentado (cualquiera de los sentimientos de un indi
viduo) observa estos datos valiosos, y los trabaja si lo eonsideta adecuado
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 1M

El terapeuta no tiene que comprender sus sentimientos u ordenarlos y


entregarlos en un claro conjunto interpretativo. La sencilla expresión de sus
sentimientos con frecuencia basta para ayudar al paciente. Por ejemplo, un
terapeuta percibió a una mujer de 45 años de edad de un modo irreal, indi
gante, debido a su manera muy fluctuante de presentarse. Finalmente eo
mentó: “ Sharon, tengo varias percepciones acerca de tu persona y me gu\
laría comentarlas. Cuando hablas, a menudo te percibo como una mujei
competente y madura, pero a veces te veo como una niña, casi en la epor.i
presexual, que trata de ser protegida y que intenta agradar a todo el mundo
No creo que pueda decir más por ahora, pero me pregunto si mis palahi.e.
han tocado en ti algunas cuerdas sensibles.” Esta observación tocó algún.e.
c uerdas muy profundas en la paciente, y la ayudó a explorar su conflictiva
identidad sexual y su aislamiento angustioso.
Compartir los sentimientos de estar aislado con frecuencia resulla útil
( ’onsidérese el siguiente ejemplo de una sesión de terapia de impacto mullí
pie (un tipo de enseñanza de psicoterapia19 en la cual un paciente se icune
'>'n varios terapeutas, y tiene reglas de procedimientos similares a l.i. <l< la
Inapla de grupo).

I n su cuarta sesión la señora Straw, una adicta a las drogas alcaloidea-, muv
enferma, con una marcada incapacidad para interactuar directamente con I",
olí0,1 (un problema que el grupo estaba explorando) hizo un relato de ta ll a d o
V complejo de una discusión familiar. Con su interminable letanía de nomino
•li primos, tíos abuelos y vecinos, la historia, sin importar lo que Hignilhaba,
«amó el efecto de excluir a los terapeutas de su mundo durante la luna de
(•tapia.
Igualmente, un terapeuta comentó que se sentía impaciente, Ilustrado y
muy excluido. Ella entonces tomó una nota de su bolso y leyó algo que dijo que
balda exento para el grupo de terapeutas. Era una prolongada alegoría escalo
I'bulle en la que ella se describía nadando sin sentido en círculos, y unos nidos
•|u* •liaban cerca trataban de nadar con pesos atados a sus pies que los ndul
i" les habían colocado para ayudarlos a que desarrollaran sus fuerzas I lia le
l'*d|ó ayuda a gritos a la gente que estaba en la playa y la alentaron a que
- .-doi/ara por nadar para que descansara en un bote que, sin enihaipn.
• taba lleno de buyos y Inicia agua, I lia subía que, aunque el bote le servilíu pata
i. ■anxai, nunca podríu nndni en un bote.
la alegoría era conmovedora y misteriosa; pero los terapeutas, cuando n
- "id»...... la turra prlnuola del grupo, mnnifcxlamn de nuevo sus senlliuleiiloi
' 'linuón y Ilustración l a lecluia do la alegoría había sido algo lotnlmcnl.
atill'dii o q u e en lealldlul los había mantenido a gian distancia, la sefloia Sliaw
•otoin. afiimó que ella quería decirle al guipo que sentía que estaba ahogan
l bi terapeuta alomó que había pan dado drsile la primera sesión el
•nllmienlo de que ella se . daba abogando, y piegllllló poi qué tuvo que dn li
166 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

selos de una manera bella pero indirecta. En un arranque poco común de


franqueza, la señora Straw contestó que deseaba despertar interés en ella mos­
trando que era sensible e inteligente. Otros le señalaron que esto era innecesario,
y que ellos a menudo habían pensado y hablado sobre ella entre las sesiones.
Ellos creyeron que, aunque su estrategia en parte había tenido éxito (se habían
sentido intrigados e impresionados con la alegoría), también les había produ­
cido un sentimiento de disgusto y distanciamiento; sólo hasta después de que
ella leyó la alegoría y reveló su necesidad de impresionarlos, aumentó el inte­
rés en ella. Los aficionados a la literatura podrán estremecerse porque los
terapeutas no consideraron esta alegoría una tortuosa manifestación de evasión
interpersonal, sin embargo esto mostró ser una buena medicina para su pacien­
te, quien había visto a Xanadu demasiado a menudo en el curso nebuloso,
evasivo en un mundo despoblado.

Para responder a sus sentimientos en el proceso terapéutico, el terapeuta


debe tener un grado razonable de confianza en que sus sentimientos son
apropiados. Si el terapeuta reacciona en forma inadecuada ante el paciente,
esos sentimientos también son importantes, pero para el terapeuta, no para
el paciente. Cuanto más reaccione el terapeuta en forma irreal ante el pa­
ciente (debido a la contratransferencia o posiblemente debido a sus graves
problemas emocionales personales), de hecho, será menos útil y más anti­
terapéutico presentar estos sentimientos como si fueran un problema del pa­
ciente y no suyos. El terapeuta necesita usar el delicado instrumento de sus
sentimientos, y necesita usarlo con frecuencia y espontáneamente. Es de má­
xima importancia que este instrumento sea lo más confiable y exacto posi­
ble. Por esto, creo que todos los terapeutas deben recibir suficiente psico­
terapia personal. (M e referiré más a esto en el capítulo xv.)

Ayudar a los miembros del grupo a orientarse hacia el proceso. Desde hace
mucho se sabe que las observaciones, los puntos de vista, y los insights que
se logran por esfuerzo propio, se consideran aún más valiosos que los que
son imbuidos por otra persona. El jefe de grupo maduro se resiste a la ten­
tación de hacer brillantes interpretaciones de virtuoso; en vez de esto, busca
los métodos que les permitan a los pacientes conocerse por sus propios es­
fuerzos. Como Foulkes20 señaló: “ Hay veces en que el terapeuta debe re­
primir su sabiduría, tolerar el conocimiento imperfecto y esperar a que el
grupo encuentre soluciones.”
La tarea, pues, es influir en los miembros para que encuentren y valúen
la perspectiva del proceso. Muchas actividades del jefe por establecer ñor
mas, que describimos antes en este capítulo, sirven para este fin. Por ejein
pío, el terapeuta hace énfasis en el proceso sacando periódicamente a los
miembros fuera del aquí y del ahora e invitándolos a eonsideiai mas des
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS tí»7

apasionadamente el significado de las transacciones que han ocurrido icen n


temente. Las técnicas varían según el estilo del terapeuta, pero la finalidad
de estas intervenciones es encender una luz para reflexionar en sí mismo. I’m
ejemplo, el terapeuta puede interrumpir al grupo en un momento apropiado
para comentar: “ Ya ha pasado la mitad del tiempo que tenemos para r-.li­
dia y me preguntó: ¿Qué piensan ustedes sobre la reunión hasta ahora'’ "
De ninguna manera el terapeuta tiene que comprender el proceso pata
pedirle a los miembros que lo analicen. Sencillamente puede decir: “ No «• i••\
seguro de lo que está sucediendo en la reunión, pero advierto algo poco ...
mún; por ejemplo, Bill ha estado muy silencioso, Jack movió hacia a lia s n
■alia noventa centímetros. Mary ha estado mirándome durante los iilium.
minutos. ¿Qué creen que está pasando?”
A menudo se necesita revisar el proceso de una reunión “ muy ca ip u d a
di emociones. Para el terapeuta es importante mostrar que la expresión u n ..
* lonal intensa ofrece material para el aprendizaje significativo. A ven ,|
ii lapeuta puede dividir esta reunión en dos partes: las experiencias y el .mu
11si s de éstas. En otra ocasión puede revisar el material en la sigmcnie n-u
nión; puede preguntar acerca de los sentimientos que tuvieron los m i c n i b i o s
i liando se marcharon a su casa después de la reunión previa, o sencillauu im
picguntarles qué pensamientos tuvieron ante lo que sucedió en caí icimum
Obviamente, el terapeuta enseña, con el modelado de su orieiilitchm di I
pioceso. No se pierde nada y puede ganarse mucho si el terapeuta eompuiii
ciando 1c es posible su perspectiva con el grupo. A veces puede luunl.......
mi esfuerzo por aclarar la reunión: “ Éstas son algunas cosas que la ob-.i i
ido h o y ...” A veces puede desear usar un recurso conveniente, como n
iiimii la reunión cuando llega tarde un cotcrapcuta o un miembro,
i ii el capítulo xin describo una técnica en la que, en forma e x i i e m a d n , e|
i. tápenla comparte las observaciones del proceso con los pacientes Di pie
d> inda leunión, el terapeuta escribe un resumen detallado de esta, u u l i i s n
li iiulíenle continua de ¡as observaciones del proceso que hizo en vo/ alta
he. 1 1111 sólo pensó, y distribuye este resumen entre los pacientes miles d>
| i Nlgiileitle reunión, En este enfoque el terapeuta, a pcsai de mi icvelm imi
i» i nuil y piolesional, no parece perder su eficacia. Al eonliario; di vana
manilas el trabajo de la terapia parece laeiJilarse. tln efecto piuliciilui
qu* I" pacientes aumentan su percepción del ptoeeso del grupo

/ ,h ihi,u l,i ,ii'filiación de lo\ [iiiclrnirs Je los eom cnU uios Je hi Huillín,i
i ■.<« J> I ¡ ' h u e s o I Senil l'il/gi lllld c.i libio tilia ve/ “ Me senil impul ado
i p> ii- ii |Dloi. mío, era muy dilteil! Movei lodos cnon glandes b a ú l e s di
ti*- I n la U tapia si li s pide a los pacientes que piensen, qm i ambii n
mIi un i'lu’i llilri nos, que culminen las colINecUC líelas di mi conducta I NU
168 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

trabajo es difícil y a menudo desagradable, aterrorizador. No basta sencilla­


mente ofrecerles a los pacientes información o explicaciones; el terapeuta
lambién debe facilitar la asimilación de la nueva información. Puede usar
varias estrategias para ayudar a los pacientes en esta tarea.
El terapeuta debe preocuparse por el marco de las observaciones interpre­
taUvas. Ningún comentario, ni hasta el más brillante, puede ser valioso si no
se acepta su entrega, si el paciente rechaza el paquete sin abrir y sin inspec­
cionarlo. La relación, el estilo de la entrega, y el tiempo oportuno son tan
esenciales como el contenido del mensaje. Debe tenerse cuidado con las ex­
presiones clasificadoras o limitativas; son contraproducentes, amenazadoras,
producen defensas. Los pacientes rechazan las acusaciones globales; por ejem­
plo, la dependencia, el narcisismo, la explotación, la arrogancia. Y con buenas
i.i/ o n e s , ya que somos más importantes que cualquier combinación de clasifi-
. anones. Es más aceptable (y más verdadero) hablar de los rasgos o de las
paites de un individuo. Por ejemplo: “ A menudo advierto que deseas estar
muy i n c a de los otros, das ayuda, como lo hiciste la semana pasada con Mickey,
p. io o l ía s veces, como hoy, veo que estás aislado, te muestras casi desdeñoso
. on los o lio s . ¿Qué sabes acerca de esta parte de ti?”
< un lienuncia en medio de un fuerte conflicto de grupo, los miembros
-.o d u n i importantes verdades. En estas condiciones, no puede reconocerse
la ve i dad sería ayudar al agresor, cometer traición contra sí mismo. Si el
l e ia p e u la desea que las verdades que surgen en el conflicto sean útiles, debe
evaluar y neutralizar las fuerzas defensivas de los combatientes. Por ejem­
plo, puede apelar a un poder superior: el deseo del paciente de conocerse
a m mismo, o puede aumentar la percepción limitando el campo de la acu-
■■ación. Por ejemplo: “ Farrell, ahora te veo agazapado, amenazado, y recha­
zas io d o lo que Jamie está diciendo. Has sido muy hábil para señalar las
debilidades de sus argumentos, pero en realidad ni tú ni Jamie terminarán
■ .arando nada de provecho. Me pregunto si podrías tomar una actitud dife-
icntr durante un momento, y preguntarte a ti mismo esto.” (Y más tarde:
“ Jamie, quiero pedirte que hagas lo mismo” ) : “ ¿De lo que está diciendo Ja­
ime erees que algo sea cierto? ¿Qué partes parecen tocar alguna cuerda
interior tuya? ¿Podrías olvidar por un momento las cosas que no son verda-
dmas y prestarle atención a las que sí lo son?”
listos son algunos patrones repetitivos que, si se catalogan claramente,
pueden ser muy útiles para reconocer y aceptar el comentario del proceso.
I iie llerne describió, en términos muy accesibles y a menudo humorísticos
varios de estos patrones repetitivos o “ juegos” . Habitualmcntc son útiles para
empezar, pero como cualquier técnica calificadora, se convierten en algo res
liietlvo si los |eles de grupo dependen tanto de éstas que intentan que toda
la inlfiaeeión humana se acomode en unos cuantos lechos de Procusto.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 169

A veces los pacientes, en un momento de extraordinaria franqueza, hacen


una declaración, que en el futuro puede darle al terapeuta una gran influen­
cia. El terapeuta acumulativo subraya estos comentarios en el grupo y los
conserva para usarlos en el futuro. Por ejemplo, un paciente que se sentía
orgulloso y al mismo tiempo preocupado por su habilidad para manipular al
grupo con su encanto social, en una reunión suplicó: “ Escuchen, cuando me
ven sonreír así, realmente sufro en mi interior. No me permitan seguir ha­
ciendo esto.” Otra paciente que tiranizaba al grupo con süs lágrimas anunció
un día: “ Cuando lloro así es porque estoy enojada; no voy a desbaratarme,
dejen de consolarme, dejen de tratarme como a una niña.” Estos momentos
de sinceridad pueden ser de gran valor si se recuerdan, de una manera cons­
tructiva, positiva, en los momentos en que el paciente se encuentra agazapado
y a la defensiva.

El c o m e n t a r io del pro ceso : un repaso t e ó r ic o

No es fácil examinar, de manera sistemática, la práctica real de la iluminación


<lcl proceso. ¿Cómo pueden proponerse guías básicas, vigorosas, para un pro­
cedimiento tan complejo, tan amplio, tan delicado en su aplicación y que tiene
(untos matices lingüísticos? Nos sentimos tentados a cometer una petición de
principio declarando que aquí reside el arte de la psicoterapia: esto lo consi­
gue el terapeuta a medida que obtiene experiencia; no puede conseguirlo de
muñera sistemática. Hasta cierto grado, creo que esto es así; sin embargo, tam­
bién es necesario señalarle que algunos caminos son toscos, y asimismo ofre-
. rile al clínico principios generales que acelerarán su educación sin limitar el
•mnpo de su arte.
I I enfoque que usaré en esta sección es muy parecido al que utilicé al
pimeipio de este libro para aclarar los factores curativos básicos en la terapia
de pupo. Entonces formulé las siguientes preguntas: ¿Cómo ayuda la terapia de
pupo a los pacientes? En el proceso terapéutico de grupo ¿cuál es el “ núcleo”
mal es el “ frente” ? Este enfoque nos llevó a delinear varios factores curativos
lhi'.k i y , según creo, esto no limita al terapeuta al elegir los métodos para usar
■ (i»*. Initores.
I ii <sin sección procederé de manera similar. Aquí la pregunta no es
........ ayuda la terapia de grupo?” sino “ ¿cómo conduce al cambio el acto
i. I.t iluminación del proceso?” Esta cuestión requiere considerable atención
.Idiido i su pan complejidad, pero la dimensión de este examen no debe su-
,. 111 <|iic la Iunción interpretativa del terapeuta tenga precedencia sobre sus
><ii'i. lincas
Ib mu i<> pioirdeicilios a icvisai de malicia desapasionada todo el campo
,\, |••• « ..... .ios mlcipiclatlvos fu nula taso formularemos una pregunta
170 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

simple pero básica: “ ¿Cómo esta interpretación, este comentario iluminador


del proceso, le ayuda al paciente a cambiar?” Este enfoque, si se sigue con­
sistentemente, ayuda a descubrir un conjunto de patrones de operación bási­
cos. A pesar de la gran complejidad ideológica de las interpretaciones clínicas,
todas nos conducen a unos cuantos caminos comunes para el cambio. En
esta sección describiré estos caminos, pero deseo hacer énfasis en que son
producto de un análisis de los sistemas de un proceso; esta sección no pre­
tende ser una receta o un plano que debe seguirse. Sin embargo, sugiero que
el análisis que ofrezco aquí es una representación exacta y amplia de la rela­
ción entre el comentario del proceso y la iniciación del cambio, y que el
terapeuta neófito puede obtener beneficios si basa su enfoque interpretativo
en estas premisas.
Empezaré estudiando una serie de -comentarios del proceso que un tera­
peuta le hizo a un paciente durante varios meses de terapia de grupo.

1. Me estás interrumpiendo.
2. Tu voz está tensa y tus puños están crispados.
3. Cuando me hablas, siempre riñes conmigo.
4. Cuando haces eso, me siento enojado, amenazado y a menudo asustado.
5. Creo que quieres competir conmigo y estás tratando de desvalorizarme.
6. He observado que haces lo mismo con todos los hombres del grupo. Aun
cuando tratan de ayudarte, los rechazas. Por consiguiente, ellos te consideran
hostil y amenazador.
7. En las tres reuniones cuando no había mujeres presentes en el grupo,
te mostraste más accesible.
8. Creo que estás tan preocupado por tu atractivo sexual con las mujeres
que sólo ves a los hombres como competidores. Te privas de la oportunidad
de hacer amistad con ellos.
9. Aunque siempre pareces desear reñir conmigo, parece haber otro aspecto.
A menudo te quedas después de la reunión del grupo para hablar conmigo.
Con frecuencia me miras en el grupo. Además, recuerda ese sueño que descri­
biste hace tres semanas en el que nosotros dos luchábamos y caíamos al suelo
abrazados. Pienso que deseas estar cerca de mí, pero de alguna manera confundes
la amistad y la homosexualidad, y me rechazas.
10v Te encuentras solo aquí y crees que eres indeseable y que nadie se ocupa
de ti. Esto reanima muchos de tus sentimientos de insignificancia.
11. Lo que está sucediendo ahora en el grupo es que te aíslas y te apartas de
todos los otros hombres. ¿Te sientes contento con esto? (Recuerda que una
de tu metas cuando empezaste la terapia de grupo era descubrir por qué no
tenías ningún amigo varón y cómo remediarlo.)

Obsérvese que los comentarios forman una sucesión que va desde comen
Luios de datos percibidos (observación de un solo acto) hasta una deseiip
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS I /I

ción de los sentimientos evocados por ese acto, observaciones de varios actos
durante un periodo de tiempo, la yuxtaposición de diferentes actos, las es
peculaciones acerca de las intenciones y las motivaciones del paciente, l<>.
comentarios sobre las repercusiones desafortunadas de su conducta, la inrlu
sión de más datos inferenciales (sueños, gestos sutiles), llamar la atención
sobre la similitud entre sus patrones de conducta en el aquí y en el aluna y
en su mundo social exterior,
A medida que la secuencia progresa, los comentarios se basan más en ¡n
ferencias. Empiezan con observaciones de datos percibidos; gradualmente <am
bian y se hacen generalizaciones más complejas basadas en secuencias •l> la
conducta, en patrones interpersonales, en material de fantasías y de suchos A
medida que los comentarios se vuelven más complejos e inferenciales, el auim
de los comentarios se aleja más de la otra persona; en resumen, es cada v■/
más un terapeuta que comenta el proceso. Los miembros a menudo nuiluo
mente hacen algunas de las primeras afirmaciones, pero, por razones «|u« \a
he presentado, rara vez hacen las que presento al final de la secuencia l ni i•
paréntesis, hay una barrera excepcionalmente clara entre los comcni.u m-
núin. 4 y núm. 5. Las primeras cuatro afirmaciones provienen de la espedí n
lia del comentarista. Son su experiencia; pueden ser devaluadas o ignoi.ulie
pero no negadas, ni pueden quitárselas. La quinta afirmación ( " ( ‘n o qm
quieres competir conmigo, y estás tratando de desvalorizarme") prohahli un a
le evoca la necesidad de defenderse y de interrumpir la corricnie di ini< ia.
ción constructiva. Este tipo de comentarios es una intrusión, es una eou|i im •
acerca de las intenciones y las motivaciones de los otros, y a menudo mi
rechazados, a menos que se haya establecido antes una relación ¡nipoiianii
confiable y positiva. Si los miembros en un grupo nuevo se hacen muluniiu n
ir muchos comentarios como los del tipo núm. 5, posiblemente no desuno
liaran un ambiente terapéutico constructivo.

, l)e <¡uc numera esta serie ( o cualquier serie de com en tarios deI ¡m u e s o )
li ayuda al p acien te a cam biar? Al hacer estos comentarios del proceso <I
iiiaprula inicia el proceso del cambio guiando a sus pacientes de guipo i I"
largo de las siguientes secuencias:I

I I,ví es la conducta. Por m edio de la rclro a lim rn la c ió n y, mas tiude, poi la


ohseivneion de si m ism o el paciente aprende a verse com o los o lio s lo Ven
’ la nmiiucta lince que los otros se sientan asi. l os miemhros upnudeii
«ilid es el rícelo de su conduela en los senlimienlos de los olios mieiiiluos
i I \i Influye tu conducto en las opiniones I/Iie los otros llenen </«• II los
mii miaos api eliden que, como lesulludo de ai conducta, los olios los evalúan,
lio los (mielen, los eoieadei.m desagi adllhles, los lespehUI, los evilail, eleelem
I tu candíala In/lliyc asi en la it/dnldn <///e tienes de ll mismo Masándose
172 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

cmi la información reunida en los primeros tres puntos, los pacientes formulan
(“valuaciones de sí mismos; hacen juicios sobre su propio valor y su capaci­
dad de amar. (Recuérdese el aforismo de Sullivan de que el concepto de sí
mismo en gran parte se basa en evaluaciones reflejas de sí mismo.)

Después de que esta secuencia se ha desarrollado, y que el paciente la ha


comprendido en su totalidad, después de que ha comprendido profundamente
i|iir su conducta no está de acuerdo con sus intereses, que sus relaciones con
lo s oíros y consigo mismo son resultado de sus propios actos, llega al punto
itiiico de la terapia: está en la antesala del cambio. El terapeuta entonces
puede formular algunas preguntas que inician lo más importante de la terapia.
I I lempcuta formula de varias maneras estas preguntas, pero rara vez en
l. >inoí directa: “ ¿Te sientes satisfecho con el mundo que has creado? Esto
, . lo ipil le haces a los otros. Ésta es la opinión que los otros tienen de ti, y
i i.i c\ 111 opinión sobre ti mismo. ¿Te sientes satisfecho con tus actos?”
< muido surgen las inevitables respuestas negativas, el terapeuta se esfuerza
, u nuil h.r. direcciones por transformar el sentimiento de insatisfacción per-
•uiol >u la decisión de cambiar, y después en el acto de cambiar. De una
ni .un i . i u olía, las observaciones interpretativas del terapeuta están destina­
da. a alentai el cambio. Sólo unos cuantos teóricos de la psicoterapia (por
. (euiplo. kank,-1 May,-- Arieti,-;{ Farber-4), incluyen el concepto de volun-
lud" en sus obras. Sin embargo, este concepto está, según creo, implícito en
I.i mayoría de los-sistemas interpretativos. El agente intrapsíquico que inicia
un .a lo, que transforma la intención y la decisión en acción, es “ la volun­
tad" i sla es “ responsable del movimiento” básico dentro del individuo. Aun­
que la metapsicología moderna ha decidido hacer énfasis en los “ movimien­
to'. oresponsables” - 4 de nuestra conducta (por ejemplo, las motivaciones y los
impulsos inconscientes), es difícil eliminar la idea de “ voluntad” en nuestro
concepto del cambio. No podemos pasarla por alto suponiendo que es muy
nebulosa y elusiva y, por consiguiente, confinarla en la caja negra del aparato
mental, a la que el terapeuta no tiene acceso.
('(insciente o inconscientemente, cualquier terapeuta supone que cada pa-
( lente tiene dentro de él la capacidad de cambiar por medio de la decisión
voluntaria. Id terapeuta, usando varias estrategias y tácticas, intenta acompa­
ña) al paciente hasta un cruce de caminos donde él puede decidir, y hacerlo
voluntui inmente en beneficio de su propia integridad. La tarca del terapeuta
no consiste en crear la voluntad o infundírsela al paciente. Desde luego, no
puede haceilo. Solo puede ayudarlo a eliminar los obstáculos tic la voluntad
débil o prisionera del paciente.
I I concepto de voluntad nos ofrece una útil estructura paia comprender el
pi tu edlmienlo de la iluminación del pioeeso. lo s comentarios inlci pu tativos
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 173

del terapeuta pueden considerarse en términos de cómo se relacionan con la


voluntad del paciente. El enfoque terapéutico más común y simple es hacer
una exhortación: “ Tu conducta es, como ahora lo sabes, contraria a tus in­
tereses. No te sientes satisfecho, ni es lo que deseas. ¡Por un demonio, cam­
bia!” La esperanza de que cambiará el paciente es sencillamente una extensión
de la creencia filosófica moral de que si el hombre conoce el bien (por ejem­
plo, qué es, en su sentido más profundo, lo mejor para él), actuará de acuer­
do con esto. Según las palabras de Santo Tomás de Aquino: “ El hombre, en
tanto que actúa voluntariamente, actúa de acuerdo con algún bien imaginado.”
Desde luego, a algunos este conocimiento y esta exhortación les bastan para
producir el cambio terapéutico. Seguramente a menudo así sucede con los
que cambian como resultado de una breve terapia de grupo de experiencias.
Sin embargo, los pacientes con una patología significativa y muy arraigada,
por lo general necesitan mucho más.
El terapeuta, por medio de los comentarios interpretativos, utiliza una de
las varias alternativas que le ayudan al paciente a liberar su voluntad. La
meta del terapeuta es guiar al paciente hasta un punto donde acepta una (va­
rias o todas) de las siguientes premisas básicas:

1. SÓLO YO PUEDO CAMBIAR EL MU ND O QUE HE CREADO PARA MÍ.


2. NO ES PELIGROSO CAMBIAR.
3. P a r a l o g r a r l o q u e r e a l m e n t e d e s e o , d e b o c a m b ia r ,
4. P u e d o c a m b ia r , s o y p o t e n t e .

Cada una de estas premisas, si la acepta plenamente el paciente, puede ser


un poderoso estimulante para la acción voluntaria. Cada una ejerce su in­
fluencia de manera diferente. Aunque examinaré cada una por turno, no de­
seo implicar un patrón de secuencia. Cada una, dependiendo de las necesida­
des del paciente y del estilo del terapeuta, puede ser eficaz independientemente
de las otras.

Sólo yo puedo cambiar el mundo que he creado para mí

Detrás de la sencilla secuencia de la terapia de grupo que he descrito (ver


la propia conducta y evaluar el efecto en los otros y en uno mismo) hay
un concepto muy amplio, cuya sombra cae sobre todas las partes del proceso
terapéutico. Este concepto es la responsabilidad, y aunque rara vez se discute
explícitamente, sin embargo está entrelazado en la estructura ideológica de la
mayoría de los sistemas psicoterapéuticos. “ La responsabilidad” tiene muchos
significados: legal, religioso, ético. La usaré en el sentido de que el individuo
es “ responsable de” , es “ la base de” , “ la causa” , el “ autor” de algo.
lino de los aspectos mas fascinantes de la leiapia de grupo es que cada
174 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

uno nace allí, nace junto con el grupo. Cada miembro parte de una base
igual. Cada uno, a la vista de los otros (y, si el terapeuta hace su trabajo, a
la vista de sí mismo), de un modo gradual abre y modela su propio espacio
vital en el grupo. Cada uno, en el sentido más profundo de este concepto, es
“ responsable” de su espacio y de la secuencia de sucesos que le ocurrirán en
el grupo. Después de que el paciente evalúa verdaderamente esto, deduce que
debe aceptar que no hay esperanza de cambio a menos que él cambie. Los
otros no lo cambiarán, ni el cambio ocurrirá para él. Él es responsable de su
pasado y de su presente en el grupo (y también en el mundo exterior), y es
similar y totalmente responsable de su futuro.
El terapeuta ayuda al paciente a comprender que el mundo está arreglado
de un modo generalmente predecible y ordenado; no es que no pueda cam­
biar, sino que no cambiará; él tiene la responsabilidad de crear su mundo, y
por consiguiente, la responsabilidad de transformarlo.

No es peligroso cambiar

listos esfuerzos pueden no bastar. El analista puede tirar de la cuerda tera-


péulica y descubrir que el paciente, aunque haya aprendido esto, aún no
hace ningún movimiento terapéutico significativo. Por ello, el analista intenta
aplieai una liicr/.a terapéutica adicional. Le ayuda a su paciente a enfrentar
la paradoja de que continúa actuando en contra de sus intereses básicos. El
terapeuta de varias maneras empieza a formular la pregunta: “ ¿Por qué? ¿Por
qué continúas haciéndote daño?”
Un método común de explicar el “ porqué” , es suponer que hay obstáculos
para que el paciente actúe en forma voluntaria, obstáculos que le impiden
considerar de una manera seria cambiar su conducta. La presencia del obstáculo
por lo general se deduce; el terapeuta hace una suposición: “ Te comportas
como si fuera a ocurrirte una gran desgracia si cambiaras. Temes actuar de
otra manera por miedo a que te ocurra una desgracia.” El terapeuta le ayuda
al paciente a aclarar la naturaleza del peligro imaginario, y después puede, de
varias maneras, a eliminar, a negar la realidad de este peligro.
La ra¿ón del paciente puede actuar como un aliado; el proceso de identifi­
car y mencionar el peligro imaginario puede, en sí, permitirle comprender
hasta qué punto sus temores están apartados de la realidad. Otro enfoque es
alentar al paciente, en dosis cuidadosamente calculadas, a realizar el acto
temido en el grupo. La desgracia imaginaria, desde luego, no ocurre y el le
mor poco a poco se extingue. Por ejemplo, un pacienle puede evitai manil'eslai
eualqiiiei conduela agiesiva debido a que en un nivel profundo cree que tiene
en su inteiioi un d e p o s i t o diabólico de finia homicida, y que d e b e eslai vigi
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 175

lándola constantemente para que no se libere, y más tarde sufra una venganza
de los otros. El terapeuta le ayuda al paciente a manifestar la agresión en
pequeñas dosis en el grupo; su resentimiento por ser interrumpido, su irritación
con los miembros que habitualmente llegan tarde, su ira con el terapeuta por
cobrarle dinero, etc. En forma progresiva, le ayuda a relacionarse francamente
con los otros miembros y a desmitificarse como un ser enajenado y homicida.
Aunque el lenguaje es distinto, éste es precisamente el mismo enfoque para
cambiar que se usa en la desensibilización sistemática: una importante técnica
en la terapia de la conducta.

Para lograr lo que realmente deseo, debo cambiar

Olio enfoque aclaratorio que muchos terapeutas adoptan para enfrentarse a


la paradoja de que los pacientes persistan en conductas contrarias a sus inte-
ir'.cs, es considerar el resultado de su conducta presente. Aunque la conducta
di I paciente sabotea muchas de sus necesidades y metas maduras, al mismo
iicmpo satisface otro conjunto de necesidades y metas. En otras palabras, el
luciente tiene motivaciones conflictivas que no puede satisfacer en forma si-
mtillánea. Por ejemplo, un paciente puede desear poder establecer relaciones
IHu-rosexuales maduras, pero en otro nivel, a menudo inconscientemente, pue-
di desear ser cuidado, mimado continuamente para calmar la angustia de la
e.i mción mediante una identificación maternal o, usando otro vocabulario,
jui.i recibir protección de la terrible libertad que significa ser adulto.
I •; obvio que no pueden satisfacerse ambos conjuntos de deseos: un hom-
I•11 no puede establecer una relación heterosexual adulta con una mujer si al
mi mo tiempo le dice (y mucho más claramente): “ Cuídame, protégeme, atién-
. I. no . déjame ser una parte tuya.”
I I (empenta intenta aclararle esto al paciente: “ Tu conducta tendría sentido
m iipii iieramos que deseas satisfacer la necesidad infantil más profunda, más
i .... Diva ” Trata de ayudarle a comprender la naturaleza de sus deseos con-
i ln lo i de elegir entre éstos, de renunciar a los que no puede satisfacer, ex-
i.p io mui un costo enorme para su integridad y su autonomía. Después de
...... I pnrienle entiende lo que “ realmente” desea (com o adulto), y que su
11.11o i.1 es l¡» deshilada a satisfacer las necesidades opuestas que retardan
.1 .1. mullo, de nn modo progresivo concluye que “ para lograr lo que real-
iin un deseo, debo cambiar” .

Puedo cambiar, so y p ó te m e

.................I e n f o q u e lem peuliro prineipnl para la pregunta “ ¿Poi qué?” ( “¿Por


| M i. mus de maiiei.) eonli.iiui .i lie. ínleieses?” ) c, olieeei una explicación,
176 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

darle un significado a la conducta del paciente. El terapeuta dice: Te com­


portas de cierta manera “ porque. . .” y el “ porque” generalmente implica las
motivaciones que se encuentran fuera de la conciencia del paciente. Es verdad
que las dos opciones previas que he examinado también ofrecen una explica­
ción, pero, como aclararé en breve, la finalidad de la explicación (la natura­
leza de la influencia ejercida sobre la voluntad) es muy diferente en cada uno
de estos enfoques.
¿Qué tipo de explicación le ofrece el terapeuta al paciente? Y ¿qué expli­
caciones son correctas y cuáles incorrectas? ¿Cuáles son “profundas” ? ¿Cuáles
son “ superficiales” ? En este punto surge la gran controversia metapsicológica,
ya que la naturaleza de la explicación del terapeuta está en función de la
escuela ideológica a la que pertenece. Creo que podemos evitar la gran lucha
ideológica manteniendo la mirada fija en la función de la interpretación, en
la i elación entre la explicación y el producto final: el cambio. Después de
iodo, el cambio es nuestra meta. El conocimiento de sí mismo, la desrepresión,
el análisis de la transferencia, y la realización de sí mismo, son las metas va­
lio s a s y sabias, y todas éstas probablemente se relacionan con el cambio, son
el preludio del cambio, son compañeras del cambio, y sin embargo no son si­
nónimos del cambio.
I a explicación nos ofrece un sistema con el que podemos ordenar los suce­
sos de nuestras vidas en algún tipo de patrón coherente y predecible. Nombrar
algo, colocarlo en una secuencia causal lógica (o paralógica), es percibirlo
como algo que está bajo nuestro control. Nuestra experiencia interna o nues-
tra conducta ya no son aterrorizadoras, incoadas, ya no están fuera de con­
trol. En vez de esto, nos comportamos (o tenemos una experiencia interior
particular) porque. . . El “ porque” nos ofrece el dominio (o un sentimiento
de dominio que, fenomenológicamente, equivale al dominio). Esto nos ofrece
libertad y poder. A medida que dejamos una posición en que somos motiva­
dos por fuerzas desconocidas, y logramos una posición en que identificamos
y controlamos estas fuerzas, nos movemos de una posición pasiva, reactiva,
hacia una posición activa, cambiante.
Si aceptamos esta premisa básica (una importante furíción de la explicación
en la psicoterapia es ofrecerle al paciente un sentimiento de dominio perso­
nal) el valor de una explicación debe medirse con este criterio. Una explica­
ción causal es válida, correcta o “ verdadera” en el grado en que ofrece un
sentimiento de poder. Esta definición de “ verdad” es completamente rehit ivis
ta y pragmática. Afirma que ningún sistema de explicación tiene hegemonía
o derechos exclusivos; ningún sistema es el correcto, el lundamental o el “ mas
profundo" (y, por consiguiente, id mejor).
I ir. terapeutas pueden oíiecerlc al paciente cualquier cantidad tic inlerprc
tncmncH pitia aclaiai el misino problema Cada explicación puede lenei un
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 177

marco distinto de referencia, pero puede ser “ verdadera” . Las explicaciones


de Freud, de Sullivan, de Horney, las existenciales, las analíticas transaccio-
nales y las de Adler pueden ser verdaderas simultáneamente. Ninguna, a pe­
sar de las vehementes declaraciones en contra, tiene el derecho único de la
verdad. Finalmente, todas se basan en la estructura imaginaria “ como si” .
Todas dicen: “ Te estás portando (o te sientes) como si esta y aquella cosa
fuera verdadera.” El superego, el id, el ego; los arquetipos; la protesta mascu­
lina; el ego de los padres, de los niños, y de los adultos no existen realmente,
son ficciones, son estructuras psicológicas creadas para nuestra conveniencia
semántica. Justifican su existencia sólo en virtud de sus poderes de explicación.
¿Esto significa que debemos abandonar nuestros intentos de hacer interpre­
taciones precisas y cuidadosas? De ninguna manera. Sólo reconocemos el pro­
pósito y la función de la interpretación. Algunas pueden ser superiores a otras,
V no porque sean más “ profundas” , sino porque tienen más capacidad de
i aplicación, son más creíbles, ofrecen más dominio y, por consiguiente, son
mas útiles. Obviamente las interpretaciones deben ser apropiadas para el que
las recibe. Por lo general son más eficaces si tienen sentido, si son lógicamen­
te consistentes con los argumentos sólidos que las apoyan, si se basan en la
" i ' .<i vación empírica, si están de acuerdo con el marco de referencias del pa-
■n ule, si “ caen” bien, si de alguna manera “ coinciden” con la experiencia
Iniri na del paciente y si pueden generalizarse y aplicarse a muchas situaciones
Dialogas en la vida de éste. Las interpretaciones de orden superior por lo ge-
iii i al le ofrecen una explicación nueva al paciente para algún amplio patrón
■li la conducta (y no sólo para un único rasgo o acto). La novedad de la ex-
plu ación del terapeuta proviene de su marco de referencias diferente, que le
p« i unir unificar los datos acerca del paciente de un modo original. Desde lue-
a incluido los datos son un material que por lo general pasa por alto el
i..... un o que “ escapa a su conciencia” .
•i un presionan, ¿hasta qué punto deseo defender esta tesis relativista? Cuan-
•I" l< picscnto esta posición a los estudiantes, me responden con preguntas
■ .... , l .o significa cinc una explicación astrológica también es válida en la
, ■ i. i ipi.r' listas preguntas me causan intranquilidad, pero tengo que res-
i i* l.« iliimalivamente. Si una explicación astrológica, chamánica o mágica
..... ni i i I sentimiento de dominio, y produce un cambio personal interno, es
■ «li.l t Muy muchas pruebas que provienen de la investigación psiquiátrica
mi diiiu ules calimas para apoyar esta posición; la explicación debe estar de
ii. k Iii con los valores y el mareo de referencia de la comunidad humana
•i<i. iv. el paciente I n las culturas mas primitivas a menudo sólo es accp-
. M mili csplicmion mágica o religiosa, y poi consiguiente válida y resulta
Mil «N
' im inli ipieliicióii, hasta la mas vicclentc, no produce beneficios si el pa
178 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

cíenle no la escucha. El terapeuta debe esforzarse por revisar algunas de sus


evidencias con el paciente y darle la explicación con claridad. (Si no puede
hacerlo, es porque el terapeuta no la comprende; y no es, como algunos de­
claran, porque le habla directamente al inconsciente del paciente.)
No debe esperarse que el paciente siempre acepte una interpretación. En
ocasiones escucha la misma interpretación muchas veces hasta que un día pa­
rece “ entenderla” . ¿Por qué la “ entendió” ese día? Quizá porque descubrió
algunos datos corroborativos de nuevos sucesos en su medio ambiente o de
fantasías o sueños que salieron a la superficie, y que antes eran material in­
consciente. A veces un paciente escuchará una interpretación de otro miembro
que aceptará, aunque no acepte una interpretación idéntica del terapeuta.
(Los pacientes evidentemente pueden hacer interpretaciones tan útiles como
las de los terapeutas, y por lo general otros miembros son muy sensibles a
estas interpretaciones, siempre que el otro miembro haya aceptado el papel de
paciente, y no ofrezca interpretaciones para adquirir prestigio, poder o una
posición favorable con el jefe*
A veces la interpretación finalmente funciona cuando la relación del pacien­
te con el terapeuta es buena. Recuérdese que los pacientes reaccionan ante el
terapeuta en varios niveles. Es como si el paciente oyera las palabras del tera­
peuta a través de un sistema en clave que, según la gravedad de su patología,
oscureciera el contenido de la interpretación y amplificara su punto de vista
idiosincrásico del proceso: por ejemplo, el intérprete está tratando de contro­
larte, demostrar su superioridad sobre ti, de atraparte, de “ objetivarte” , etc.
Si en la relación surgen problemas, estas consideraciones prevalecen, y hasta
la interpretación más impecable no tiene éxito; una interpretación adquiere su
eficacia máxima cuando se trasmite en un medio ambiente de aceptación y
de verdad.
No me es posible examinar con más detalle los diversos tipos de interpre­
taciones eficaces; hacerlo requeriría describir un gran número de escuelas ex­
plicativas. Sin embargo, hay tres conceptos venerables tan profundamente aso­
ciados con la interpretación que merecen un trato especial. Estos conceptos
son: el uso del pasado, las interpretaciones masivas de grupo, y la transfe­
rencia. Ahora me referiré al pasado, y estudiaremos las interpretaciones masi­
vas de grupo en la segunda parte del capítulo v. Tantos sistemas interpreta­
tivos giran alrededor del eje de la transferencia (desde luego, la teoría analítica
tradicional decreta que sólo la interpretación de la transferencia puede ser

* Los educadores desde hace mucho se han dado cuenta de que el profesor más
eficaz a menudo es un compañero cercano, alguien que está bástanle cerca del estudian
te para ser aceptado, y que, al identificarse con el proceso mental del estudiante, puede
presenlai material de un modo oportuno, accesible
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 179

eficaz) que dedicaré todo el capítulo vi al tema de la transferencia y de la


transparencia.

El uso del pasado

Bastante a menudo, la explicación se confunde con la “ originología” (el estu­


dio de los orígenes). Ya hemos visto cóm o un sistema de explicación puede
postular con eficacia una “ causa” de la conducta desde un gran número de
perspectivas. Sin embargo, muchos terapeutas continúan creyendo que para
descubrir las causas “ reales” de la conducta, las “ más profundas” , debe ha-
eerse referencia al pasado. Esta posición la defendió tenazmente Freud, un
arqueólogo psicosocial empeñoso. Al final de su vida Freud no renunció a
mi busca de la explicación de lo primordial (o sea, de lo primero) ni a su

irituz insistencia en que la terapia con éxito se basa en la exploración de las


primeras capas de los recuerdos de la vida.
I .os factores poderosos e inconscientes que influyen en nuestra conducta de
ninguna manera se limitan al pasado. Como lo examinaré, el futuro también
• inui causa determinante significativa de nuestra conducta. Además del pasa-
•111 y del futuro, hay un campo de fuerza inconsciente en el presente inmediato
•11ic incesantemente influye en nuestros sentimientos y en nuestros actos.
I I pasado puede afectar nuestra conducta por los caminos plenamente des-
■i lio:, por la teoría analítica freudiana tradicional y por los teóricos del apren-
•h .1je (extraños compañeros de lecho). Sin embargo, lo que “ aún no es” , lo
iiiiiuo, no es una causa determinante menos poderosa de la conducta, y el
•n. . pío del determinismo futuro es plenamente defendible. Todo el tiempo
i. n. nios dentro un sentimiento de finalidad, un yo idealizado, una serie de
.... t i . que nos esforzamos por alcanzar. Estos factores, conscientes e incons-
ii. 'lili '., abarcan el futuro e influyen profundamente en nuestra conducta. Ser
i<n .ni., del futuro es algo extraordinariamente molesto: los individuos pierden
. i ... ululo de- finalidad o el significado en su vida y sufren una grave anhedo-
........ una desesperación depresiva, sin esperanzas. Sin duda el conocimiento
.1. iiin lio destino, nuestra decadencia, y la muerte final influyen profunda-
..................meslra conducta y en nuestra experiencia interior. Aunque por lo
... mi uparíamos esto ele la conciencia, las contingencias aterradoras de nues-
i. . ■**i icneia se burlan tic nosotros constantemente. Nos esforzamos por eli-
Miimiila'. i allegándonos a las diversiones de la vida, o intentamos vencer a la
....... i. nu (liante la fe en una vida posterior o esforzándonos por alcanzar una
..... i hilid.al \imbolii a por medio ele los hi jos, los monumentos materiales y
l.i i i pi ruoiii i ei eailoi as
i l .mi i pln de ( iulilco de la causalidad que linee énfasis en id campo de
' ■ . i imiiin In iii una capacidad eonsldciabli di explicación A medida que
180 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

av;inz;imos a través del espacio, no sólo la trayectoria de nuestra conducta


se ve influida por la naturaleza y la dirección del impulso original, y la natu­
raleza de la meta que nos espera, sino que también se ve influida por todos
los campos de fuerza comunes que actúan en éstas. Por ello, la explicación
surge de la exploración de los anillos concéntricos de las motivaciones comu­
nes conscientes e inconscientes que rodean a nuestros pacientes. Para citar
sólo un ejemplo, los pacientes pueden tener necesidad de cometer una agre­
sión, lo cual cubre una capa de deseos de dependencia que no son expresados
porque se prevé un rechazo. Obsérvese que no necesitamos preguntar: “ ¿Por
qué ha llegado a ser tan dependiente?” El pasado no necesita ser parte de
la explicación de su necesidad de atacar; de hecho, el futuro (prever un re-
clin/.o) desempeña un papel más importante en la interpretación.
\ln ejemplo clínico de la interpretación basado en este modelo de campo
de Inri/a común ocurrió en un grupo en que dos pacientes, Stephanie y
i <mre, manifestaron fuertes sentimientos sexuales hacia el terapeuta del gru-
I••. ( Ambas, entre paréntesis, en sus historias tenían problemas de gratificación
•nal masoquista.) En una reunión discutieron el contenido explícito de sus
l.mi asías sexuales que incluían al terapeuta. Stephanie tenía la fantasía de
•|ii. su marido era asesinado, ella sufría un trastorno psicótico, el terapeuta
la hospitalizaba y personalmente la alimentaba, arrullaba y atendía todas sus
necesidades corporales. Louise tenía un conjunto diferente de fantasías. Se
picp,untaba si al terapeuta lo atendían bien en su casa. Ella imaginaba con
lí ecuencia que algo le sucedía a la esposa del psicoterapeuta, y entonces ella
podía atenderlo, limpiar su casa y cocinar sus alimentos.
I a atracción “ sexual” que compartían (que, como lo indicaban las fanta­
sías, no eran genitales-sexuales) Stephanie y Louise tenía una “ explicación”
muy diferente. El terapeuta le señaló a Stephanie que ella, en el curso del
guipo, había sufrido frecuentes enfermedades físicas y graves recaídas psicoló­
gicas l e explicó que en un nivel profundo ella parecía creer que sólo podía
obtener el amor de él y el de los otros miembros del grupo mediante algún
tipo de inmolación de sí misma. Sin embargo, esto no funcionó. Ella no había
obtenido el amor que deseaba. Con mucha frecuencia desalentaba y frustraba
a los otros. Aún más importante era que mientras se comportara de una ma­
licia que le causara mucha vergüenza, no podría amarse. El terapeuta hizo
énfasis en que era crucial para ella cambiar este patrón, ya cpie éste frustraba
su terapia: le aterrorizaba mejorar, pues creía que esto le produciría una in
evitable pérdida del amor y la atención.
I a su comentario a louise el terapeuta yuxtapuso varios aspectos de su
conducta; ella siempre se había anulado a si misma, se había negado a exigii
•ais deiechos, y se había quejado de no piulei alian el inicies de los hoin
bus Su liuiliisia explico sus motivaciones si podía sneríl'íciuse bastante, h!
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 181

podía hacer que el terapeuta estuviera en deuda con ella, entonces ella debía,
de manera recíproca, recibir el amor que buscaba. Sin embargo, la busca del
amor de Louise siempre fracasaba. Su eterna amabilidad, su temor a afirmar­
se, su continua desvaloración de sí misma sólo lograban hacerla parecer tonta
e insípida ante las personas que ella más deseaba. Louise, igual que Stephanie,
giraba en un círculo vicioso que había creado: cuanto más fracasaba en con­
seguir el amor, tanto más frenéticamente repetía el mismo patrón destructivo:
el único curso de conducta que conocía o se atrevía a practicar.
Estas interpretaciones ofrecieron dos explicaciones para un patrón de con­
ducta similar: la atracción “ sexual” por el terapeuta. Se bosquejaron dos ca­
minos dinámicos diferentes para el masoquismo. En cada uno, el terapeuta
reunió varios aspectos de la conducta en el grupo y también material de la
fantasía, y sugirió que, si se hicieran ciertas suposiciones (por ejemplo, que
Stephanie actuaba como si sólo pudiera obtener el amor del terapeuta presen­
tándose como una persona gravemente enferma; que Louise actuaba como si
ella sólo pudiera obtener su amor sirviéndolo a él y haciendo que estuviera
en lleuda con ella), entonces el resto de la conducta “ tendría sentido” . Ambas
interpretaciones eran vigorosas y tenían un efecto significativo en la conduc­
ía futura. Sin embargo, ninguna formulaba la pregunta: “ ¿Por qué llegaste a
n así? ¿Qué sucedió en tu pasado que creó ese patrón?” Ambas interpreta-
f¡mies se referían a patrones concéntricos comunes existentes: el deseo de
amor, la convicción de que éste sólo podía obtenerse de cierta manera, el sa-
' i ilirio de la autonomía, la consiguiente vergüenza, y la consiguiente necesi­
dad creciente de una señal de amor, etcétera.
l ln formidable problema que se relaciona con las explicaciones basadas en
■I pasado distante, es que contienen las semillas de la desesperación terapéu-
ii. a l'sto es una paradoja formidable: si el pasado nos determina plenamente,
d. donde proviene la capacidad para cambiar? Como es evidente en sus
-.I., as tardías, como El psicoanálisis limitado e ilimitado, el punto de vista de
i i. nd intransigentemente determinista lo condujo a este nudo gordiano, pero
ii" logró romperlo.
\tlemas, el pasado no determina más al presente y al futuro que lo que és-
i" I.. d. h iminan. Id pasado “ real” existe para cada uno de nosotros sólo en
....... dida en que le damos poder en el presente ante el horizonte del futuro.
I i aiil nos recuerda que los pacientes, hasta en una terapia prolongada, sólo
. in i .la n una liaeeion mínima de sus experiencias pasadas y pueden recordar
iui. ti .ii •.electivamente el pasado solo para lograr una consistencia con su
..iiiiil punto de vista de si mismos ( ( ¡nHiiiair" sugiere el término “ apología”
......... .. ieimisil iiccion del pasado ) A medida que un paciente por medio
i. I,, i.iapui . amina sil imagen pn .ente puede mugani/ai o leintegrai su
i . id... poi r|rmplo. pm di iCM'idui las antiguas e i peí inicias positivas, olvi
182 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

dadas, que tuvo con sus padres. Puede humanizarlos y, en vez de percibirlos
solipsísticamente (com o figuras que existieron en virtud de los servicios que
le prestaron a él), puede empezar a entenderlos como individuos agobiados,
bien intencionados, que lucharon con los mismos hechos abrumadores de la
condición humana a los que él mismo se enfrenta. Después de que el individuo'
reorganiza el pasado, este nuevo pasado puede influir más en la evaluación de
sí mismo. Sin embargo, la reorganización del rasado, y no sencillamente la
exploración del pasado, es lo crucial.
Si las explicaciones no deben buscarse desde una perspectiva originológica
y si el más potente enfoque del grupo es el aquí y el ahora no histórico, ¿sig­
nifica esto que el pasado no desempeña ningún papel en el proceso terapéu­
tico del grupo? De ninguna manera. El pasado es un visitante asiduo del gru­
po, y un visitante más asiduo del mundo privado interior de cada miembro
durante el curso de la terapia. Por ejemplo, no es extraño que el pasado des­
empeñe un papel importante en el desarrollo de la cohesión del grupo aumen­
tando la comprensión y la aceptación entre los miembros. El pasado a menudo
es muy valioso para solucionar un conflicto. Por ejemplo, considérese a dos
miembros que entablan una lucha aparentemente irreconciliable, en la que cada
uno encuentra muchos aspectos repugnantes en el otro. Con frecuencia una
comprensión plena de la ruta del desarrollo por la que cada individuo llega
a su punto de vista particular puede humanizar la lucha. Un individuo con
una actitud de rey que expresa arrogancia y condescendencia, puede de pronto
parecer comprensible, y hasta simpático, cuando nos enteramos de que sus
padres son inmigrantes y de su desesperada lucha por superar la degradación
de su infancia que transcurrió en un barrio miserable. Los individuos se bene­
fician cuando los conocen plenamente los otros miembros del grupo y así son
aceptados; llegar a conocer el proceso de desarrollo de los otros es un recurso
fecundo y a menudo indispensable para conocer a la persona.
Nunca puede lograrse enteramente un enfoque interaccional del “ aquí y del
ahora” no histórico. El examen de la previsión del futuro, temido y deseado,
y de las experiencias pasadas y presentes es una parte inseparable de la con­
versación humana. Usualmente la omisión del pasado, o de la vida exterior
presente, es un importante material de grupo. Vale la pena observar que cierto
paciente a menudo habla de su padre, pero nunca de su madre, que nunca
menciona a sus hijos en el grupo, y que de hecho muestra poca integración
con su papel de esposo o padre, o que nunca le cuenta al grupo los cambios
en sus relaciones con otras gentes. Cada una de estas omisiones arroja luz
sobre el inundo de las experiencias actuales riel paciente, l o importante en
esto es el acento; el pasarlo es el sirviente y no el amo. Es importante porque
explica la ic.ilutad actual del paciente a medida (|iu el se dcsairnlla en reía
iiuii i i i i i los o lio s miemluos del guipo (orn o aliona Uyeroll "Tiene mas
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 183

sentido decir que el analista hace excursiones en la investigación histórica para


comprender algo que está interfiriendo en su comunicación actual con el pa­
ciente (igual que un traductor puede recurrir a la historia para aclarar un
lexto oscuro) que afirmar que hace contacto con el paciente para tener acceso
a sus datos biográficos.”
Emplear el pasado de esta manera implica una técnica anamnésica diferente
de la que con frecuencia se emplea en la terapia individual. Más que hacer
una investigación histórica sistemáticamente cuidadosa, el terapeuta en forma
periódica intenta analizar un sector en el que explora el desarrollo de algún
aspecto interpersonal determinado. Por consiguiente, hay muchos otros aspec-
del pasado del paciente que no se examinan. Por ejemplo, no es raro que
■I inapeuta del grupo termine un curso de terapia con éxito con un paciente,
ni embargo aún no esté familiarizado con muchos aspectos significativos
d, I.i vida pasada del mismo, como su historia escolar, sus enfermedades físi-
•as, I.i ocupación de sus padres, sus desplazamientos geográficos, etcétera.
I .1 mención explícita del pasado en la terapia de grupo no es un reflejo
c lo de la consideración del pasado que hace cada paciente en la terapia,
i I enfoque intenso de la relación entre los miembros, desde luego, no tiene
"ino meta crear una relación duradera entre los miembros del grupo. En vez
i • lo, es un adiestramiento, un ensayo para el trabajo que debe realizar con
i individuos verdaderamente importantes en su vida. Al final de la tera-
i i * lo\ pacientes por lo común informan haber tenido una mejoría significa-
" i di mi actitud en las relaciones que ellos raramente habían discutido de
"ti i lo explícito en el grupo. Desde luego, muchas de éstas incluyen a los
mi millo', de la familia con los que se han tenido relaciones desde hace mu-
•ii i o el pasado. Así el pasado forma parte del proceso de análisis, con ma-
i in oii ni ia implícita que explícitamente, y el terapeuta debe tener concien-
i * d. , tas importantes tarcas silenciosas. No usa la reunión del grupo para
• ' •i i o n . porque no puede darse el lujo de sacrificar la potencia terapéu-
omi *|•11 fluye del enfoque interaccional del aquí y del ahora.

SEGUNDA PARTE

I l C O M E N T A R IO 1)1,1 P RO Í'U SO M A SIV O D I’, G R U P O

' |•i- d" |ii i animai lili lipo especifico (Ir explicación del proceso, AlgU-
i i, d pi ti |io clljMii cultual l u i s n a o enl ei ámenle el fenómeno masivo
i udieii n, en ai . di •» luí aciones, al p.111 po" o a n o s o l i o s " o a
184 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

"lodos nosotros” ; intentan aclarar la relación entre el grupo, como entidad, y


•ii tarea básica (la investigación de la relación entre los miembros; e incluyo
aquí al jefe), o entre el grupo y uno de sus miembros, un subgrupo, el jefe
0 alguna preocupación compartida. Por ejemplo, recordemos el incidente en
el que se afirmaba que la “ paternidad es degradante” , que describí en la'pá­
gina 139. En este incidente el terapeuta tenía muchas opciones para comentar
el proceso, algunas de las cuales eran explicaciones masivas de grupo. Por
1jciuplo, podía haber planteado la cuestión de si el “ grupo” necesitaba un
>Iiivd expiatorio y si, con la partida de Kate, Burt desempeñaba ese papel; si
el grupo” activamente estaba evitando un problema importante, o sea, su
pliuei culpable y sus temores acerca de la partida de Kate.
I n lodo este texto he intercalado comentarios relacionados con el fenóme­
no ni.r.ivo de grupo. Por ejemplo, la tarea del terapeuta en la construcción de
un i Irma social, el establecimiento de normas, el papel del que se aparta
•li I guipo, el chivo expiatorio, el contagio emocional, la succión del papel, la
loi unción de subgrupos, la cohesión del grupo, la presión del grupo, la de-
l - ndrin ia regresiva fomentada por los miembros, la reacción del grupo ante
l.i t< i inun c ió n de la terapia, ante el ingreso de nuevos miembros, ante la au-
i n> i.i del jefe, etc. No hay duda de la importancia de los fenómenos en el
nivel di- guipo, lodos los jefes de grupo estarán de acuerdo en que hay fuer­
ce. inherentes en éste que significativamente influyen en la conducta; los indivi­
duo'. se comportan de manera diferente en el grupo que como lo hacen en
diadas (éste es uno de los factores que hace difícil seleccionar al grupo).
Hay un amplio acuerdo en que la conducta del individuo no puede compren­
dí-i se plenamente sin evaluar la presión de su medio ambiente.
Sin embargo, los jefes no están de acuerdo en cómo aplicar este conocimien­
to al proceso terapéutico de grupo. La controversia entre los jefes orientados
Inicia el proceso masivo de grupo y los jefes orientados hacia el proceso in
n i peí sonal se ha vuelto más estridente y polarizada. Muchos jefes de grupo
( poi ejemplo, los de la escuela de Tavistock, que examinaré en breve) insis
leu en que cada afirmación del jefe consiste en (o contiene) una interpreta-
111 ni masiva di1 grupo. Este tema es muy controvertido y requiere un examen
detallado,

El I IIN D A M ItN'l'O TH Ó R IC O DIU. C O M E N T A R IO


DI I l»K(X USO M A S IV O Olí (iK U l’O

E m p e / a t é poi aelarai mi p osición. El terapeuta usa los f e n ó m e n o s al nivel de


g u i p o i onlm ii.m il ule en el c u r s o de la le ia p ia m u c h o s de los p iin e ip a lc s lae
i m r . e m a ll v o s , c o m o la c o h e sió n se telin lim an co n las p io p i e d a d e s m a s iv a s
di I g u i p o Sin c iiib.u go , di a quí n o s> deduce que ti jcle necesite liaeei co
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 185

mentarios a nivel de grupo. Y o sostendría que sólo un porcentaje muy peque­


ño de las intervenciones del terapeuta necesita ser del tipo masivo de grupo.
Se ayuda al grupo a desarrollar la cohesión de varias maneras, empezando
con la selección y la preparación de los pacientes. Por ejemplo, el terapeuta
puede reforzar la revelación de partes de sí mismo, reforzar a los miembros
que relatan sus sueños en el grupo, aclarar cómo las metas del grupo coinci­
den con las metas de los miembros individuales, o alentar la expresión del
afecto positivo y negativo entre los miembros. De hecho, como lo examinaré,
un papel en el que el jefe enfoca exclusivamente los fenómenos a nivel de
grupo es restrictivo y limita gravemente la eficacia del terapeuta. Sin embargo,
a veces se necesita hacer un comentario masivo del proceso de grupo. ¿Cuán­
do? Sugiero un principio muy simple: la finalidad de las interpretaciones ma­
sivas de grupo es eliminar algunos obstáculos que han surgido y que obstruyen
el progreso de todo el grupo. Dos tipos comunes de obstáculos son: los pro­
blemas cargados de angustia y las normas antiterapéuticas de grupo.

Los problemas cargados de angustia. A menudo surgen algunos problemas


tan amenazadores que el grupo, en un nivel consciente o inconsciente, se niega
a enfrentar el problema y realiza algún tipo de acción evasiva. Estas evasiones
toman muchas formas, y a todas éstas comúnmente se les llama “ huida de
grupo” . Un ejemplo clínico de huida de un problema cargado de angustia pue­
de aclarar este punto:

I staban presentes seis miembros del grupo en su reunión número 65. Un miem­
bro, John, estaba ausente. Por primera vez y sin una mención previa, una
paciente, Mary, llevó a su perro a la reunión. El grupo, en general animado
y activo, se mostró extraordinariamente inactivo e improductivo. Sus palabras
apenas eran audibles y durante toda la reunión hablaron de tópicos seguros en
un nivel de impersonalidad apropiada para cualquier reunión social amplia,
(nan parte del contenido se centraba en los hábitos de estudio (tres miembros
cían estudiantes universitarios), en los exámenes y en los profesores (en especial
comentaron sus fallas y que no eran confiables). Además, el miembro más
anlig,uo del grupo habló de los ex miembros que hacía mucho tiempo habían
paitillo del grupo: el fenómeno de los “ viejos buenos tiempos” . AI perro (una
i Malina detestable e inquieta que se pasó la mayor parte de la sesión de grupo
lamiéndose ruidosamente los genitales) nunca lo mencionaron; y finalmente el
leiapeuta, creyendo que hablaba en nombre del grupo, mencionó el hecho
de que M .u y hubiera llevado su perro a la reunión. Para sorpresa del terapeuta,
a Mary (una miembro muy impopular y nareisista) la defendieron unánimente;
lodos negaron que el perro de alguna manera hubiera servido de distracción,
\ el le iap e illa lile el m in o que protestó

I I Ic i.ip e u la i'oiiskIi i i » qtu to d a la le im in ii había .ido de h u id a , y de acucr


.lo ■ o ii e lo lli/ o m lei p ie la c in it c . a p i <q u a ih r. m a s iv a s q u e c s a m in ilie m o s des
I Hf> EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

pues. Pero primero, ¿cuál es la prueba de que esa reunión fuera de “ huida” ?
í /huida de qué? Debemos considerar la antigüedad del grupo; en un grupo
nuevo, que se hubiera reunido, digamos, por tercera vez, esta sesión no habría
ido una manifestación de resistencia, sino de la incertidumbre del grupo acerca
ii larca primaria y de su busca por establecer normas de procedimiento. Sin
embargo, este grupo ya se había reunido durante catorce meses y, además,
t.e. reuniones anteriores habían tenido un carácter asombrosamente distinto. Una
prueba convincente de huida se presenta cuando se examina la reunión anterior
ilc| grupo. En esa reunión, John, el miembro ausente de la reunión que con-
ideiamos, había llegado veinte minutos tarde, y caminaba por el corredor
>o el momento preciso en que la puerta del cuarto de observación contiguo es-
i.ib.i abierta. John oyó las voces de los otros miembros del grupo y vio un
' uaiiii lleno tic observadores que veían al grupo; además, los observadores
m ii e momento se reían de algún chiste suyo. A John, como a todos los otros
mu mbi o\ ileí grupo, le habían dicho que el grupo estaba siendo observado por
mu. . ■.ludíanles, sin embargo esta irreverente confirmación desagradable lo
■i. i-, uii 11 lulo. ( íiando John, en los últimos momentos de la reunión, finalmente
piulo li.il>1.11 de esto con los miembros del grupo también, ellos se sintieron
uimdído'. Y. como ya hemos visto, John faltó a la siguiente sesión, con los
o ni liados vistos.
I le suceso luc una catástrofe de grandes proporciones para el grupo. Lo
habí ia '.ido para cualquier otro grupo; había producido serias dudas en las
meiiii s ilc los miembros acerca de la situación terapéutica. ¿Era confiable el
leiapeula? ¿El, como sus colegas en el cuarto de observación, se reía interior-
un iiir de ellos? ¿Cualquier cosa que él decía tenía una base genuina? ¿El gru­
po, que antes se había percibido como una situación humana, de hecho era
un espécimen de laboratorio estéril, inventado, donde los individuos eran es­
tudiados de un modo desapasionado por un terapeuta que probablemente era
mas leal con “ ellos” (los otros, los observadores) que con el grupo? A pesar
de, o (deberíamos decir) debido a la magnitud de este penoso problema, el
guipo se negó a enfrentarse a la situación. En vez de esto, mostró una con-
dii< la de Imida, que ahora empezamos a comprender. Expuesto a una amena-
i del exleiior, el grupo se unió estrechamente para protegerse. Los miembros
hablaron en voz. baja acerca de tópicos seguros para evitar compartir algo con
la nmemi/u del exterior (con los observadores y, por asociación de ideas,
mui el icrnpenla). No apoyaron al terapeuta cuando preguntó acerca de la con
din la obviamente perturbadora del perro; los “ viejos buenos tiempos” luc
tma re le re neia y un anhelo del tiempo pasado cuando el grupo era puro y
podía conhai en el leiapeula I a discusión de los exámenes y de los piole.o
leí en I " . qui no podía coiiíiaise lambién era una expiesión llgeiámenle ve
hidu de lux m (iludí s n u lo t I l e í apeuta
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 187

La naturaleza precisa y el momento de la intervención en gran parte es


cuestión del estilo del individuo. Algunos terapeutas, incluso yo, tienden a in­
tervenir cuando perciben la presencia de alguna huida del grupo, aunque no
comprendan con claridad su fuente. Por ejemplo, el terapeuta puede comentar
que se siente intrigado o inquieto por la reunión y preguntar si “ Hay algo de
lo que el grupo no ha hablado hoy” o si “ El grupo está evitando algo” , o
quizá podría preguntar acerca de la “ agenda escondida” . Aumenta la impor­
tancia de su pregunta al citar las pruebas, por ejemplo, murmullos, un cambio
repentino hacia temas neutrales o a un modo no interactivo de comunicación,
su sensación de ser excluido o de ser abandonado por los otros, como en el
caso del perro. Además, podría añadirse que el grupo extrañamente está evi­
tando discutir la reunión previa y la ausencia actual de John. En nuestro ejem­
plo clínico no sería una meta buena hacer regresar al grupo al camino, a dis­
cutir un material más significativo. Los temas que se evitan son demasiado
críticos para la existencia del grupo para permitir que queden ocultos. Esto
es particularmente importante en un grupo cuyos miembros no han explorado
mucho su relación con el terapeuta. Por ello, el terapeuta debe llamarle la
.itcnción al grupo, en forma repetida, sobre el tema principal y no dejarse en­
gañar con una conducta sustituía: por ejemplo, que el grupo ofrezca discutir
olio tema, quizá aun algo cargado de emoción. Su tarea no sólo es sencilla-
mcnte evitar la resistencia, dirigir de nuevo al grupo a las áreas de trabajo,
mo introducirlo en la fuente de la resistencia, y no sólo rodear la angustia, sino
atravesarla.
<>l ra clave para reconocer la presencia y la fuerza de la resistencia es la
i. acción del grupo ante el comentario que hace el terapeuta para localizar
la resistencia. Si su comentario, aun cuando lo repita, cae en oídos sordos, si
• siente ignorado por el grupo, si siente que sería extraordinariamente difícil
h. llmi en éste, entonces advierte que todo el “ grupo” , y no sólo unos cuantos
miembros, está implicado, y que la disforia subyacente es considerable.
oii.i manera común en que el grupo manifiesta su huida es utilizar la inte-
i i luah/ación. Por ejemplo, después de una reunión en que dos miembros re-
■luí mi su homosexualidad, el grupo inició una discusión de los prejuicios
.......linó dos sesiones. Se discutieron los prejuicios en abstracto acerca de
ln ludios, los negros, los orientales y los homosexuales. Sin embargo, se evitó
iiiiii mullilud de sentimientos profundamente personales que causaron los dos
i..... ules homosexuales. Los miembros evitaron expresar su burla, el temor
. n m nlmiienlos homosexuales latentes, su ira con el terapeuta por haber
••iiiiiiiilu ,i estos dos homosexuales cuando, como otro miembro afirmó más
in.l. I I guipo necesitaba lenei hombres." Id grupo también puede evitar
i. 1 11 ,ij>ii mili/amlo una huida más tl.ua fallando o llegando tarde a las rcu
..han '.m embargo, sin coiisldcini la l'oima, el lesullado es el mismo en el
I MH II I i KAlMvUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

lengua11 ilc la dinámica de grupo, se ve impedido el avance hacia las metas


del grupo, y este ya no se dedica a su tarea primaria.
No es raro que un problema que precipita la resistencia se discuta simbó­
licamente. La inquietud que causan los observadores puede discutirla en for­
ma metafórica un grupo dedicando una larga conversación acerca de otros
tipos de abuso de confianza. Por ejemplo, la publicación de las calificaciones
de un curso escolar, o los miembros de una familia que violan la correspon­
dencia de otros miembros. La ira oculta que provoca la ausencia del terapeuta
puede producir una discusión sobre los sentimientos hacia los padres o la
muerte o las enfermedades. El terapeuta puede enterarse que está encontrando
resistencia al preguntarse: “ ¿Por qué este tema particular (que no se relacio-
i i ,i con el trabajo del grupo) se está discutiendo y por qué ahora?”

Normas de grupo antiíerapéuticas

<Mili tipo de obstáculo que requiere una interpretación masiva de grupo se


l m. •ni.i cumulo este elabora normas de grupo antiterapéuticas. Por ejemplo,
un ri upo puede, como lo examiné antes, establecer un formato de “ hablar por
luí iiti", en el que se dedica toda una reunión, secuencialmente, a cada miem-
Ih11 del guipo, bste formato es indeseable, ya que los miembros a menudo
m vi ii obligados a hacer una revelación prematura de sí mismos con la con-
\igim ule humillación en las reuniones posteriores. Además, los miembros, cuan­
do \c acerca su “ turno” , pueden sufrir una gran angustia y hasta decidir
.ikindon.il la terapia. O un grupo puede haber establecido un patrón de dedi-
e.u nula la sesión al primer tema que surge en la reunión, y haber determina-
do tuertes sanciones implícitas para los que cambien el tema. Otro grupo puede
estableen un formato de “ ¿Puedes superar esto?” , en el que los miembros
se dedican a una orgía en espiral de revelaciones de sí mismos, o el grupo
puede volverse tan unido, que le ofrece una recepción tan hostil a los nuevos
miembros que estos pronto abandonan la terapia.
I n estos ejemplos, las interpretaciones del terapeuta acerca de los fenóme­
no. masivos de grupo son más eficaces si se describe con claridad el proceso,
m -,r citan específicamente los efectos destructivos sobre los miembros o sobre
iodo el grupo, y si se implica que pueden encontrarse alternativas para estos
pailones normativos.
< ’on fieetirneia se advierte que el grupo, durante su desarrollo, elude cier
i r. lases linpoilantes o nunca incorpora ciertas normas a su cultura. I'oi ejom
pío. un guipo puede desai rol la i se sin pasar poi un periodo en el que examina
ir p u n io s de vista sobre el terapeuta, sin enlienlarlo o atacado; un grupo
puedi desai lollaise sin que haya una señal leve di disensión ende los miem
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 189

bros, ni desafíos por el status o luchas por el control; o un grupo puede reu­
nirse durante un año o más sin que surja una señal de intimidad o acerca­
miento real entre los miembros. Esta negativa a colaborar es producto de que
los miembros del grupo colectivamente crean normas que determinan su eva­
sión. Si el terapeuta percibe que el grupo les está ofreciendo una experiencia
unilateral o incompleta a sus miembros, puede comentar el aspecto de la vida
del grupo que falta en ese grupo particular. (Esta intervención supone, desde
luego, que hay. fases de desarrollo del pequeño grupo regularmente recurren­
tes, predecibles, con las que el terapeuta está totalmente familiarizado. Este
tema lo examinaré en el capítulo x.)

In t e r p r e t a c io n e s m a s iv a s de g ru po : c o n s id e r a c io n e s g en erales

Hl principio general que expuse antes (que la finalidad de una interpretación


masiva de grupo es eliminar algún obstáculo que ha surgido y que obstruye
el progreso de todo el grupo) parece engañosamente sencillo; desde el punto
de vista teórico y desde el práctico, esta cuestión es mucho más compleja.

El concepto del grupo

( íradualmente, a lo largo de los años, se ha ido elaborando el mito del “ gru­


llo” , y se ha generado una confusión considerable en este campo. A medida
que los psicoanalistas entraron en el campo de la terapia de grupo, aportaron
antiguos conceptos y técnicas de su disciplina.
Se creyó que las técnicas psicoanalíticas tradicionales, con algunas modifi-
■.i. iones, podían emplearse en la terapia de grupo. Sin embargo, entonces se
<oic.ideró que el paciente era el grupo y no el individuo, y se formularon con-
i píos vagos como “ ego de grupo” y “ superego de grupo” . La asociación li­
ño- del paciente individual se reemplazó por la “ asociación libre de grupo” .28
I I "grupo” se consideró un organismo autónomo: “ [ . . . ] el grupo tiende a
halda i y a reaccionar ante un tema común como si fuera una entidad vivien-
n *a expresa de distintas maneras por medio de varias bocas. Todas las
■>nli ¡luiciones son variantes de este solo tema, aunque los grupos no son cons-
■ii nii . de ese tema y no saben de qué están hablando realmente” .20
I obvio que el concepto del grupo como un sistema con características
i'inpiie, c. valioso. Sin embargo, ha sucedido que muchos investigadores han
ii minio .1 anlropomoiIi/ui al grupo Igual que se le ha inlundido vida a la
bid-.a di valoies con c\pn úoiu s como '"intenta luehai eonlia una ola de ven­
ían o di I nút i l (le Heapeí nd iuue ule nii nivel Dow Iones de 700", así, con
190 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

ccptualmente, le hemos infundido vida al grupo. Creo que no resulta fatuo


señalar que el grupo no es una entidad viviente, sino una abstracción creada
para nuestra conveniencia semántica y conceptual. Cuando se vuelve tan me-
lapsicologizado que no promueve la claridad, sino la ofuscación mental, ya
no sirve para su función original.
Como un ejemplo de los peligros conceptuales implicados, considérese el
proceso del diagnóstico del estado del grupo: ¿Cómo sabemos cuál es la cul­
tura de grupo dominante, la tensión de-grupo común o la mente del grupo?
¿Cuántos miembros del grupo deben participar para poderse concluir que está
hablando éste? Esta última cuestión, en especial, causa gran confusión. Bion
y E/.riel, como veremos, hacen la dudosa suposición de que el silencio de un
miembro del grupo significa una colusión o estar de acuerdo con los indi­
viduo-. “ que hablan por el grupo” . Esto se interpreta como una “ mente de
i-tupo” o “ cultura de grupo” basándose en un pequeño porcentaje de los
miembros.

momento oportuno de intervenir en el grupo

pot tazones pedagógicas, los fenómenos interpersonales y los fenómenos ma­


l vo-, di grupo se han discutido como si fueran muy distintos. En la práctica,
dr,de luego, los dos se yuxtaponen, y el terapeuta se enfrenta a la cuestión de
t a.indo hacer énfasis en los aspectos interpersonales de la transacción y cuán­
do hacerlo en los aspectos masivos del grupo. Esta cuestión de criterio
<liiiico no puede prescribirse claramente; como en cualquier esfuerzo terapéu­
tico, el criterio se desarrolla mediante la experiencia (en especial la experien­
cia vigilada) y la intuición. Como Melanie Klein afirmó: “ La cualidad más
pi cciosa de un analista es ser capaz de advertir en cualquier momento el pun­
ió critico.” 80
I I punto crítico es mucho más elusivo en la terapia de grupo que en el tía
(amiento individual. Sin embargo, por regla general un problema crítico para
la existencia o el funcionamiento de todo el grupo tiene precedencia sobre un
problema interpersonal limitado. Como ejemplo, recordemos al grupo que se
dedicaba a murmurar, a discutir temas neutrales, y a otras formas de huida
durante la reunión, después de que un miembro descubrió accidentalmente
que había algunos individuos indiscretos observando el grupo. En la retí
i l i o n que consideramos, Mary (que había estado ausente en la reunión ante
11 o i ) trajo a su perro. En circunstancias normales este acto evidentemente, se
habría convertido en un problema de grupo importante; Mary no había con
-.tillado m le había informado al terapeuta ni a los otros miembros sus pía
lies dr llevtti el perro al grupo; ella, debido a su gian narcisismo, era un.t
pariente Impopular, y su neto cí a representativo de raí iur.eiiMthllldad con lo-.
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 191

otros. Sin embargo, en la reunión que consideramos, se presentó otro proble­


ma más urgente (una amenaza para todo el grupo), y el asunto del perro no
se utilizó para facilitar el aprendizaje interpersonal de Mary, sino que el grupo
lo usó para su huida. Sólo más tarde, después de que se analizó y eliminó el
obstáculo para el progreso del grupo, éste volvió a considerar seriamente sus
sentimientos acerca de que Mary hubiera llevado al perro.

In t e r v e n c io n e s totales de g ru po : otras p e r s p e c t iv a s

Otros terapeutas de grupo no están de acuerdo ni consideran la formulación


de las intervenciones totales de grupo como un método para eliminar los
obstáculos, sino como la principal tarea del terapeuta o aun la única en el
procedimiento. Los enfoques sistemáticos que influyen en los fenómenos masi­
vos de grupo en los grupos de terapia los elaboraron Bion, Ezriel, Whitaker
y Lieberman.* Estos tres enfoques difieren de mi propio punto de vista y
mutuamente en 1) la naturaleza de los fenómenos de grupo que describen,
y 2) el uso y la base teórica de estos fenómenos en la terapia.
B i o n . Wilfred Bion, un analista kleiniano practicante, primero se interesó
en la dinámica de grupo a principios de la década de 1940, cuando él y John
Kickman33 experimentaron con reuniones de grupo pequeñas y grandes en
mi hospital militar psiquiátrico. Más tarde, de 1947 a 1949, Bion dirigió dos
grupos de terapia y una serie de grupos de discusión de empleados en la Clí-
uie.'i Tavistock. Después de 1949 dedicó su interés a otras áreas,** y dejó
permanentemente el campo de la terapia de grupo.

I ,/ naturaleza de los fenómenos de grupo. Bion estudió sus grupos con


<>|o:. 11o Iísticos. Al investigar las corrientes totales de grupo, observó que a
n-irs el grupo parecía realizar su tarea primaria*** de una manera racional
. <lii a/.. Bion llamó a esta cultura de grupo la cultura de “ grupo de trabajo” .

I N o inlento presentar un panoram a histórico del concepto de proceso terapéutico


■l. I c.uipo en el grupo", sino describir los sistemas que utilizan interpretaciones masivas
i r i upo ile una manera m uy diferente del enfoque que he descrito. Por ejemplo,
mu i l oulkcs se adelantó a los otros investigadores en la apreciación de las fuerzas
i r i upo totales.:tl •;iy Sin embargo, en su práctica corriente, Foulkes rara vez hacía una
im I i i i <i riiu’ión lolni de grupo y. cuando la hacía, era un intento por eliminar, de manera
aun ' incjaiite n la que desci ibinios aquí, algún obstáculo en el cam ino del grupo.
I'lg u ia muy influyente en la Sociedad Psicoanulilica Hrilánica; principalmente
I I ■ Inli iesmlo en el des.u rollo y en la aplicación de los principios kleinianos en el
i > " iindi m v y en la rom pí elisión y en la pidcolei aplu de la esquizofrenia.
Ilion lonsldeió que la linea piinuuin del guipo di limpia era explorai las ten
a . mi . : di nlio del guipo
192 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

Otras veces observó que el grupo ya no parecía realizar su tarea primaria,


',¡no que estaba dominado por ciertos estados emocionales masivos que pro­
ducían una conducta incompatible con la tarea primaria. Describió tres tipos
básicos, recurrentes de estados emocionales (una “ constelación de sentimien­
t o s contrarios que influyen en todas las interacciones del grupo” ) : 34 1) agre­
sividad, hostilidad y temor; 2) optimismo y una expectativa esperanzada, y 3)
impotencia o miedo.
Con estas observaciones primarias35 Bion postuló que en cada uno de estos
estados emocionales el grupo actúa “ como si” los miembros compartieran
alguna creencia común de la cual surge su afecto. Por ejemplo, en un estado
optimista o de expectativa esperanzada, el grupo actúa “ como si” su meta
lucia preservar su existencia encontrando fuerza o un nuevo jefe entre sus
miembros; cuando se halla en un estado de impotencia o miedo actúa “ como
a" ai meta fuera obtener apoyo, atención, fuerza de algo del exterior del
i'iiipo, gime raímente del jefe designado. En un estado de miedo o de agresi-
■nI.tiI. el grupo actúa “ como si” su meta fuera evitar algo mediante la lucha
o l.i biinl.i Ilion denomina a cada uno de estos tres estados emocionales
, nlini a-, de supuestos básicos” , y así habla de tres tipos de supuestos básicos
.k guipo: supuesto básico de apareamiento, supuesto básico de dependencia,
\ tipiu sto básico ile huida-lucha, respectivamente. '
Ya, cu cualquier momento dado, un grupo puede describirse como un
guipo de trabajo o como cualquiera de los tres supuestos básicos de grupo
o en alguna fase de transición.
I in supuesto básico de grupo puede tener un lapso de vida de una fracción
de lemiión, o puede persistir durante varios meses. Nótese que la observación
básica es el estado emocional. “ Considero que el estado emocional existe y
el supuesto básico debe deducirse de éste.” 30 Esto significa que la cultura del
supuesto básico no forzosamente necesita ser consciente en los miembros
ni aun observable para el jefe, pero si hace la afirmación “ como si” (por
ejemplo, el grupo está actuando “ como si” su propósito fuera. . .) el jefe po­
día comprender la conducta en apariencia ilógica y sin relación que hay
emir los miembros. Así, la hipótesis del supuesto básico es sencillamente
mui estiuelurn que les permite a los jefes organizar datos dentro de un patrón
ei iliei eule.
I I coloque de Ilion del miembro de grupo individual se centraba en la re-
bu mu del miembro con la cultura del grupo. Se desarrolló el concepto
di vtilnniti para describir la atracción del individuo por una cultura de
guipo pailieulai. lista atracción, análoga al tropismo en las plantas,3'' es una
|ni-1 /.i que hace que un miembro se convierta en el principal portavoz o
,n mi paitiiipantc o en un rebelde importante en alguna de las calimas del
supuesto básico
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 193

Otro importante aspecto del punto de vista de Bion sobre los grupos es
que están centrados en el jefe. Los tres estados de supuesto básico están orien­
tados hacia el problema de la jefatura. Cada tipo de grupo busca un jefe
que satisfaga sus necesidades: el grupo de supuesto básico de dependencia
intenta de varias maneras ejercer coacción u obligar al jefe profesional para
que los guíe; el grupo de huida-lucha busca a un miembro que lo guiará en
esa dirección; el grupo de apareamiento optimistamente se aparea y aguarda,
espera que el jefe “ surja del vástago de la pareja” .33

Consideraciones terapéuticas. Los puntos de vista de Bion sobre la técnica


de la terapia de grupo no son explícitos en sus escritos y, debido a su ale­
jamiento de este campo, nunca se han aclarado. Básicamente, parece que la
meta última de Bion era ayudar a los pacientes a lograr la habilidad para
convertirse en miembros eficaces de los grupos de trabajo. Todas las in­
terpretaciones de Bion fueron interpretaciones masivas de grupo, y las hacía
de inmediato basándolas en el reconocimiento del terapeuta de la situación del
grupo. Repetidamente enfrentaba al grupo con su conducta de supuesto básico,
en especial siempre que ésta se relacionaba con el terapeuta. Esta conducta la
describe Bion como una conducta característicamente ilógica, impulsiva, y no
orientada a la realidad. Al enfrentar al grupo en forma repetida de esta ma­
nera, Bion intentaba restablecer la cultura del grupo de trabajo. Esperaba
que los pacientes, a medida que tuvieran conciencia de la naturaleza y de lo
irrealizable de sus exigencias irreales, poco a poco aprenderían métodos más
realistas y de adaptación para funcionar en el grupo.
Ilion describió tres tipos específicos de conflicto que complican el funcio­
namiento del grupo, los cuales implican que la tarea del terapeuta y del grupo
de trabajo es exponer, aclarar y analizar los conflictos: 1) un deseo del indi­
viduo de “ tener una sensación de vitalidad mediante la inmersión total en el
grupo” que se presenta junto con un deseo de “ tener un sentimiento de inde­
pendencia individual teniendo un repudio total hacia el grupo” ; 2) el conflicto
. ñire el grupo y el paciente cuyos deseos a menudo se oponen a las necesidades
del grupo, y 3) el conflicto entre el grupo de trabajo orientado hacia el problema
V el grupo de supuesto básico.
OI rus veces Bion sugiere enfoques terapéuticos, los cuales implican que él
linee gran hincapié en el análisis del material profundamente inconsciente.

I lobo hueei énfasis en un punto que considero esencial para analizar totalmente
l,i escena primigenia primitiva a medida que se revela en el grupo. Esto difiere
iiota Memento de la escena primigenia en su descripción clásica en que es mucho
mas lunlnslieu y putei<• iiuponci que una parte de un pudre, el seno o el cuer­
po de la mutile, contienen enlie olios objetos lililí parte del padre |.. | Me pa-
le v que la espeilencla di guipo olnvi lili amplio maleiial pata apoyai el plinto
194 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

de vista de que estas fantasías tienen importancia permanente para el grupo [...]
Hasta en un grupo “ estable” los niveles psicóticos profundos deben mostrarse,
aunque esto pueda implicar temporalmente un aumento aparente de la “ enfer­
medad” del grupo.35

Bion hacía interpretaciones de grupo para todo éste y no sólo para un


miembro individual. Suponía que así los efectos serían amplios y más efi­
caces, ya que cada individuo consideraría todas las interpretaciones relevantes
hasta cierto grado.37

Repaso del enfoque de Bion. Bion parecía mucho más interesado en com­
prender la dinámica de los grupos que en elaborar un sistema eficaz de te­
rapia de grupo. Uno de los colegas de Bion, que colaboró con éste mientras
dirigía grupos en la Clínica Tavistock (1947-1949) y que heredó sus gru­
pos clínicos, afirmó: “ La técnica de grupo de Bion parecía básicamente
apropiada para los empleados cuya meta era comprender la dinámica del gru­
po. Los pacientes podían ser ayudados siempre que tuvieran un nivel de
sofisticación bastante elevado para comprender la importancia que tenían las
interpretaciones masivas de grupo para sus propios problemas. Los pacientes
tratados en este tipo de terapia de grupo que carecían de este grado de sofis­
ticación a menudo reaccionaban con asombro y perplejidad.” 38 Tuve oportu­
nidad de observar durante un año a dos grupos de neuróticos no hospitalizados
dirigidos por dos terapeutas con mucha experiencia en Tavistock. Tuve la
impresión de que los grupos eran singularmente ineficaces. Los pacientes pare­
cían asombrados con las interpretaciones del terapeuta. De hecho, el papel
muy restringido del terapeuta (por ejemplo, su impersonalidad, su indiferencia,
hacer sólo interpretaciones del proceso del grupo, etc.) servía, según creo,
para disminuir y no para aumentar el potencial terapéutico inherente al am­
biente del grupo pequeño. Un reciente estudio de Malan39 corrobora esta
impresión. En un estudio de resultados cuidadosamente controlados de los
pacientes en los grupos de terapia en Tavistock, Malan y sus colaboradores
descubrieron que no había diferencia en el resultado entre los pacientes que
habían estado por lo menos dos años en terapia de grupo y los que habían
abandonado la terapia después de sólo unas cuantas reuniones de grupo. Ade­
más, informaron que la evaluación retrospectiva de los pacientes sobre la
contribución de los terapeutas era decididamente negativa. Los pacientes co
mentaron que los terapeutas no eran serviciales, y se mostraban distantes,
despreocupados y enigmáticos. Hasta hace poco, el modelo Bion Tavistock
había influido relativamente poco en la práctica de la terapia de guipo en lista
dos Unidos, quizá en parte, como lo sugiere l’ arlofP7 porque Bion se apoyaba
en conceptos kleinianos y no l'reudianos Sin embargo, con las cieciente*. un
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 195

portaciones y la aceptación del pensamiento kleiniano y con el aumento tic la


participación de los profesionales en los laboratorios de pequeños grupos en
Tavistock, se ha usado más este modelo en la terapia de grupo. Según creo,
esto es muy desafortunado, ya que este enfoque restringe tan severamente el
papel del terapeuta que tiene una eficacia terapéutica limitada; esto claramente
va contra el poderoso conjunto de investigaciones en la psicoterapia (véase
el capítulo i i i ) que muestra la importancia crítica que tiene la “ relación” en el
esfuerzo terapéutico. Si el terapeuta se muestra impersonal, si no ofrece apoyo,
si no acepta incondicionalmente al paciente, si decide limitar su conduela .1 la
interpretación (y de hecho a la interpretación masiva de grupo impersonal)
entonces debe mostrar que, aunque viola los dictados terapéuticos básicos, m
embargo es eficaz. Una investigación como la de Malan™ muestra q u e esto
es muy improbable.
Las contribuciones directas de Bion a la técnica de la psicoterapia de guipo
no son sustanciales; sin embargo, su influencia en este campo ha sido con
siderable. Su método de considerar al grupo un todo, su enfoque del aquí v
del ahora, su intento por comprender las fuerzas inconscientes que influyen
en la trama y en las actividades del grupo, desde luego, eran innovadme'.
Sus ideas han producido gran interés en las investigaciones de la dm.unii a
de grupo. (Una monografía de Stock y de Thelen40 revisa la gian cantidad
de investigaciones basadas en las formulaciones de Bion.)
Los conceptos ingeniosos y muy originales de Bion acerca de la dinaum a
de grupo han intrigado a muchos investigadores. Un sistema omnímodo •.ate
lace nuestra necesidad de incluirlo todo y le ofrece al jefe del grupo un
sentimiento de dominio; todos los aspectos muy variados, a menudo eonlusmi,
de la vida del grupo pueden clasificarse claramente. Se levanta una cuidad, la
tan inexpugnable que los terapeutas pueden, cuando los miembros se dedican
a u na actividad que no es fácil de clasificar, acusar al grupo “ de supuc.to
básico de lucha” , de intentar confundirlo de un modo deliberado.
A pesar de lo ingenioso del sistema, debemos recordar que es muy espeeu
liillvo, y lo creó intuitivamente un individuo que, aunque muy inteligente no
loMlinuo desarrollando ni retinando sus observaciones de grupo. Sheiwood,'"
.11 un estudio crítico penetrante sobre las teorías de grupo de Bion, descil
bit» este método como una ciencia de fíat, y alionó que, examinadas desde
luía atalaya científica y lógica, la metodología y las conclusiones de Ilion son
totalmente indefendibles. Sin duda muchos de los fenómenos de guipo que
dése libe Ilion se observan con facilidad en los g nipos. Después de todo, sólo
hoy un numero limitado d. maneras como los individuos pueden leaeeloiuu
lili, la tensión social o inleipeison.il llom ey señalo que los individuos pin
di 11 moverse luit lo los olios (eu bina a «le .111101 ), con fu í lo s olios (en busca
■ I» dominio). (iltjiU u lo w de Ion olios (en una irmiMent, cu bus. a de libertad),
1% EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

0 con los otros (en una colaboración madura). Este repertorio social parece
paralelo a la lucha (contra), la huida (alejarse), la dependencia (hacia), el
trabajo (con ). Además, como observa Parloff,37 el sexo (apareamiento),
la agresión (lucha-huida) y la dependencia podrían ser una clasificación ade­
cuada de los estados que motivan a los miembros de cualquier grupo. Sin
1mbargo, la existencia de estos fenómenos de ninguna manera valida al sistema
de Ilion. No es necesario postular un sistema muy elaborado para explicar el
hecho de que los miembros del grupo pueden sentirse amenazados por su tarea
;r.¡guada en el mismo y pueden dedicarse a la conducta de evasión. El grado
de hi amenaza y la naturaleza de la conducta de evasión los determinan las
ni as más conflictivas de los miembros, los estilos de conducta preferidos, y
l.i. leyes de la dinámica de grupo.
Ilion propuso un sistema que intentaba representar la dinámica básica de
indf. los grupos; sin embargo, los investigadores de grupo objetivos a menudo
n o p ueden clasificar los sucesos en sus propios grupos de acuerdo con la
i..nía de Ilion. Debe recordarse que Bion estudió los fenómenos de grupo
m i un u p o muy especializado, el cual se enfrentaba a una tarea muy ambigua

\ i un jele enigmático. La preocupación de sus grupos por el fenómeno de la


I* I.iiuia puede ser iatrogénica y no una verdad de grupo universal.
i . luí i llcnry Lzriel, contemporáneo de Bion y un observador participante
i n algunos de los primeros grupos de Bion en la Clínica Tavistock, consideró
11•'. fenómenos de grupo de manera diferente, y desarrolló un sistema de tera­
pia ile guipo que, aunque menos heroicamente basado en el grupo que el de
Ilion, empero se apoya en las interpretaciones totales de grupo.41' 42- 43- 44
I m i, en su trabajo analítico individual, abogó por un punto de vista abso­
luto del aquí y del ahora en la situación terapéutica. Dedicó su atención a la
i elación entre el terapeuta y el paciente, y observó que éste debe relacionarse
{la relación requerida) con el terapeuta de cierto modo para evitar que apa-
ie/t n un segundo tipo de relación (la relación de evasión). El paciente en
hn ma inconsciente intenta evitar este segundo tipo de relación, porque sus
I.mi,cuas inconscientes le hacen creer que si se volviera una realidad un tercer
tipo de relación, ocurriría alguna desgracia temida. Ezriel concluye que re­
conoce i estos tres tipos de relación (requerida, de evasión, y de desgracia)
e-, esencial para comprender la dinámica de las sesiones individuales y de
g u i p o Sin embargo, en los grupos son necesarios otros dos conceptos: la ten
-,ion c o m ú n de grupo y la estructura común de grupo. En la sesión de grupo
i .hI.i paciente e x p re sa rá sus tres relaciones. (Abiertamente se comportará de
la n iuueia requerida y le ofrecerá al analista perceptivo las claves acerca de m i
irla e ioii de e v a s ió n in consciente, y también de la desgracia temida inconsciente )
I -.le c o n ju n to de lies lelaeiones difiere de un paciente a otro y establece una
I r n M o l l en el grupo; la /(‘fisión coman ilel gru/io
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 197

[. •.] Que puede considerarse que contiene el estira y afloja determinado incons­
cientemente que ejercen los miembros del grupo mutuamente y sobre el terapeuta,
lo que hace que los pacientes reaccionen entre sí, y hace que seleccionen, re­
chacen y distorsionen las observaciones mutuas, que modelen y remodelen las
intervenciones mutuas, hasta que surge gradualmente cierta estru ctu ra c o m ú n
d e g r u p o , la cual es un vector, el resultado de las contribuciones indivi­
duales de todos los miembros del grupo. Contiene las características dinámica­
mente esenciales de las tres relaciones de cada paciente, y por ello podría
describirse como su común denominador.45

Ezriel intenta comprender la tensión común de grupo y la estructura común


de grupo en términos de las relaciones requeridas, de evasión y de desgracia
para todo el grupo y también para cada uno de los miembros. Por ejemplo,
en un grupo los miembros pueden luchar por atraer la atención y conseguir
favores del terapeuta, al establecer una estructura común de grupo de consi­
derable rivalidad entre los miembros y de sumisión con el jefe. Si hay datos
apropiados de material de una sesión, el terapeuta sabrá, por ejemplo, que
el grupo busca su favor (la relación requerida) para evitar atacarlo debido
¡i la intensa envidia que le tienen (la relación de evasión) por temor a que
pueda vengarse masivamente injuriándolos o expulsándolos del grupo (la des­
gracia).
Después de haber aclarado la estructura común de grupo y las tres relacio­
nes de grupo, el terapeuta puede enfocar las tres relaciones de los miembros
individuales. Por ejemplo, algunos pacientes varones pueden sentir envidia
v odio, porque el terapeuta tiene una relación especial con las mujeres del
guipo; secretamente les agradaría atacar o eliminar al terapeuta, pero temen
las consecuencias peligrosas de este acto. Una paciente puede envidiar el pene
de él, lo que produciría la desgracia de que ella perdería al terapeuta, del
. uní depende tanto.41

' xmidcraciones terapéuticas. El punto de vista de Ezriel acerca de las téc-


m< ns y los mecanismos terapéuticos, aunque discutible, sin embargo, es ex-
iun .lo con notable claridad. Cree que la meta de la terapia individual y de la
i. guipo es: “ eliminar los conflictos y las necesidades inconscientes (y por ello
i . lítente de la transferencia)” .40 El terapeuta debe ser sólo una pantalla de
r> ,'vtu-clón pasiva excepto en su papel activo de hacer interpretaciones.40 El
im. i. eso terapéutico consiste en que el terapeuta le ayuda al paciente, por
m. dio de Ijis interpretaciones, a comprender sus distorsiones de la transferencia
n el terapeuta. I,a forma de la interpretación se formula claramente: es
mui i leí liu ación de lies parles con una “ cláusula de porque” que une a la
. gumía y a la tereeia paite ., poi ejemplo: “ Te estás comportando así para
iiiu eomporlaile de olía malicia, porgue temes " I a esencia del proceso
198 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

terapéutico es la prueba de la realidad producida por el proceso de interpre­


tación. La voluntad continua del terapeuta de expresar y confrontar calma­
damente la desgracia, hace que los pacientes poco a poco comprendan lo
irracional de la desgracia temida. En el tipo de terapia de grupo el terapeuta
primero identifica la estructura común de grupo e interpreta las tres relaciones
para el grupo como un todo; después hace una interpretación distinta de tres
partes para cada uno de los miembros, señalando su contribución franca a la
estructura del grupo (la relación requerida) y, según el terapeuta percibe esto,
interpreta la relación de evasión y la desgracia prevista por el paciente. Por
ello, cada interpretación que hace el terapeuta (y Ezriel sugiere que el tera­
peuta no participe de ninguna otra manera en el grupo) es una interpretación
masiva de grupo y una interpretación individual.

He paso. Este enfoque de la terapia de grupo, aunque bello por su simpli-


. alad y consistencia, presenta varios obstáculos significativos. Entre éstos se
e n c u e n tr a una rigidez debida a la concepción del papel del terapeuta que
li impide realizar muchas otras funciones vitales de jefe. Ezriel aboga firme-
i)irnle p o r el papel del terapeuta como una pantalla de proyección en blanco,
v ro í Isidora un error cualquier participación del mismo que no sea ofrecer
n iiri pielaciones o pedir que le repitan las afirmaciones que no ha oído. En
un grupo, en que la mayoría de los miembros habían permanecido en terapia
durante nueve años y tres de ellos durante once años, los miembros al final
de la terapia discutieron los cambios que habían ocurrido en cada persona;
i n d o s estuvieron de acuerdo en que, además de ser una década más viejo,
el doctor Ezriel no había cambiado. El doctor Ezriel afirmó: “ Ésta es una
luieiia técnica.” 41 Esta rigidez del papel del terapeuta puede ser un precio
demasiado elevado por las recompensas dudosas e insustanciales de un enfo-
ipie puramente interpretativo. Además, si, como Ezriel afirma, lo esencial
del tratamiento psicoanalítico es la prueba de la realidad, entonces el papel del
terapeuta como “ pantalla de proyección” puede ser una contradicción a la
lógica. I’or ejemplo, en una ocasión Ezriel, al darle una interpretación a un
paciente, sólo afirmó: “ Sé que quieres morderme” ; no necesitaba decir más,
ya que el resto de la interpretación no era verbal: el terapeuta con su accp
lai ion y comprensión invalidó la desgracia temida c imaginada por el pa
eiciite." Si éste es el factor curativo principal, ¿por qué limitar severamente
al leí jípenla? ¿Por qué el terapeuta no puede expresarse con mayor sinceridad
pura aitmeiilai la prueba de la realidad? Los tipos de desgracias temidas son
I mitos; la gran mayoría de las interpretaciones de Ezriel se centraban en
lie s desplacías el terapeuta I) será destruido poi el paciente, • ’ ) y el leía
pea la ,e vengara masivamente de) paciente, o \) lo reelia/.aia y lo a b u n d o
m n a Sin duda un leinpcutu flaneo, eompiensivo y m a s tramipaiento demos
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 199

traría la naturaleza irreal de estos temores con sus actos más rápidamente
que un terapeuta opaco e impersonal con sus palabras.
No sólo el papel del terapeuta está restringido, sino también el grupo puede
verse restringido. Las interpretaciones de Ezriel (y de Bion) centradas en el
terapeuta pueden producir un grupo centrado en el jefe con limitadas interac­
ciones interpersonales entre los miembros, con una cohesión limitada y un
ambiente desfavorable para el aprendizaje interpersonal. Adviértase que no me
opongo a la formulación de Ezriel sobre la interpretación analítica; la formu­
lación tripartita (la relación requerida, la relación de evasión y de desgracia)
es un enfoque claro, y, según creo, un enfoque sólido de un aspecto de las
relaciones humanas. Para el terapeuta que no pertenece a la escuela del psi­
coanálisis freudiano, el contenido de las interpretaciones de Ezriel puede re­
sultar inaceptable; en general él expresa las relaciones de evasión y de des­
gracia en el lenguaje rígido de la sexuaüdad infantil preedípica o edípica
inconscientes. Sin embargo, el sistema tripartita puede adaptarse a otros mar­
cos de referencia. Los pacientes cuyas relaciones interpersonales son de mala
adaptación se ven impulsados por las reacciones internas a relacionarse con
los otros de una manera relativamente fija; sus estilos están determinados
por el temor a una desgracia (por ejemplo, el rechazo, la burla, el desprecio,
ser devorados, su propia ira incontrolable) si intentan relacionarse en forma
diferente. La elección del lenguaje-para la interpretación es arbitraria y acci­
dental.
Las interpretaciones masivas de grupo son muy importantes en el enfoque
de Ezriel. Recuérdese que cada una de sus interpretaciones primero describe
la estructura del grupo y después la contribución de cada miembro a esta
estructura. El requisito de que el terapeuta aguarde hasta que comprenda
(o crea entender) la estructura de grupo le complica mucho la vida; no sólo
se ve impedido de participar en forma útil en otros momentos, sino también se
vr agobiado por la tarea de diagnosticar, con guías excesivamente imprecisas,
la eslmctura de grupo. Reconocer la estructura común de grupo es, igual que
tu*: culturas de los supuestos básicos de Bion, un proceso muy arbitrario,
i /ncl, como Bion, sugiere que el material producido por todos los miembros
•li I guipo lo maneje el terapeuta como si lo hubiera producido un paciente,
i a unanimidad de los miembros no se necesita para que el terapeuta pueda
|u/gai lo que está haciendo “ el grupo” . Ezriel, por ejemplo, pudo diagnosti-
i >ii la rsliurtma del grupo basándose en los productos verbales de sólo tres
,1. lo-, nueve miembros.'11 Se considera que los miembros del grupo al guar-
dnt silencio, están de acuerdo con los otros ( “ comunicación por delcga-
, inn ') 11 No es claro poi (pié el desacuerdo deba veibalizarse activamente.
Dadas rsliis objeciones, , poi qué mole laisc en haca interpretaciones ma­
lva- de guipo? ¿A que Un sirven estas? Iv/iirl níiima «pie la conducta del
.’()() EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

miembro no es comprensible por el contexto de todo el grupo. Además, una


interpretación acerca de todo el grupo y de la contribución de cada uno de
mis miembros es lo que atrae el interés de todos los miembros. Sin embargo,
lo más importante de todo es que por medio de un enfoque de grupo total el
terapeuta evita el peligro de practicar una terapia individual con alguno de los
miembros del grupo. Este peligro es más aparente que real, si el terapeuta
tiene la movilidad y la flexibilidad de un papel que le permita enfrentarse,
a medida que surge, al problema del favoritismo y de la rivalidad.
W i i i t a k e r y L i e b e r m a n . Whitaker y Lieberman aplicaron la teoría del
conflicto focal de Thomas French a los grupos de terapia. Afirman claramen­
te mi posición en una serie de proposiciones.47

I'mposición /: Las conductas individuales sucesivas están vinculadas por aso-


■ueión y se refieren a una preocupación subyacente común acerca de la si­
tuación del aquí y del ahora.

I •••. comentarios y las actividades de una sesión de terapia de grupo no


■•'II dtlci. nie\, lodos se reúnen en relación con algún problema subyacente,
i " mili*, aparentemente sin relación adquieren coherencia si se supone que
lo*, miembros del grupo comparten alguna preocupación.

I 'r o p o s id ó n 2 : La secuencia de los diversos sucesos que ocurren en el grupo


IMiedo concebirse como un conflicto oculto común (el conflicto focal del grupo)
quo consiste en un impulso o un deseo (el motivo perturbador) opuesto a un
loinoi asociado (el motivo reactivo). Ambos aspectos del conflicto focal de gru­
po se refieren al medio ambiente actual.

I’or ejemplo, los miembros de un grupo pueden compartir el deseo común


de recibir del terapeuta alguna atención especial (el motivo perturbador), y
m embargo temen que este deseo produzca desaprobación en el terapeuta
y en los otros miembros (el motivo reactivo). La interacción entre el deseo y el
temoi es el conflicto focal del grupo.

Proposición i : Los pacientes cuando se enfrentan a un conflicto focal de grupo,


dedican sus esfuerzos a conseguir una solución que reduzca la angustia me­
diante el alivio ile los temores reactivos y que, al mismo tiempo, satisfaga en
grado máximo posible el impulso perturbador.

I 11 el grupo que acabamos de describir los miembros pueden encontrar la


solución buscando las similitudes que hay entre ellos; es como si cada uno
dijera "Todos somos iguales, y nadie pide favores especiales.” lista solución,
.iimqin temporalmente alivia la tensión, de ninguna manera produce el de
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 201

sarrollo; en vez de esto, el deseo perturbador (ser único y ser distinguido por
el terapeuta con un favor especial) sólo se suprime al servicio de la comuni­
dad. Sin embargo, otras soluciones pueden ayudar más al desarrollo personal
y del grupo.

Proposición 4 : Las soluciones con éxito tienen dos propiedades. Primero, son
compartidas; la conducta de todos los miembros está de acuerdo o está vincu­
lada con la solución. Segundo, las soluciones con éxito' reducen los temores
reactivos; los individuos experimentan gran angustia antes de encontrar una so­
lución con éxito, y menos angustia después de que la encuentran.

Proposición 5 : Las soluciones pueden ser restrictivas o rehabilitadoras. Una


solución restrictiva está destinada básicamente a aliviar los temores, y lo hace a
expensas de satisfacer o expresar el motivo perturbador. Una solución rehabili-
tadora está destinada a aliviar los temores y, al mismo tiempo, permite cierta
satisfacción o expresión del motivo perturbador.

Por ejemplo, el motivo perturbador en un grupo era el deseo de expresar


sentimientos destructivos de ira contra el terapeuta. El motivo reactivo (el
letnor) era que el terapeuta castigaría o abandonaría a los miembros del grupo.
La solución del grupo fue unirse para expresar su ira contra el terapeuta.
Después de una reunión discutieron el asunto y encontraron fuerza en el
acuerdo implícito de que todos expresarían su ira contra el terapeuta.
vSin embargo, el conflicto focal de un grupo específico no llega a la con-
<inicia de los miembros del grupo que participan más, y la solución no es
planeada deliberadamente, sino que es un vector, un curso de acción que
Coincide” con los deseos y los temores inconscientes de cada miembro. Si la
olución es claramente insatisfactoria para uno de los miembros, se crea un
nuevo conflicto de grupo que culmina en una solución de grupo modificada.
I ii este ejemplo, el temor reactivo lo mitigó el apoyo mutuo de los miembros
«leí grupo, y por consiguiente se expresó el deseo perturbador. Esta solución,
.« largo plazo, será rchabilitadora para los pacientes, ya que sólo con una
. i posición y con una expresión graduales de sus deseos perturbadores puede
•mui i ir la prueba de la realidad necesaria.
('orno reconocieron Whitaker y Lieberman, hay una yuxtaposición entre su
•squeinn tripartita y el de Ezriel. La relación requerida de Ezriel es análoga
,i la solución de grupo, la relación de evasión al motivo perturbador, y la
tt'lmlón de desgracia al motivo reactivo. Sin embargo, Ezriel considera que
la i elación icqucikla (la solución de guipo) es una posición restrictiva, de-
ii ii’.iva. mientias que la le o n a del conflicto local de Whitaker y Lieberman
mi luv« soluciones que peunileii la gialilieacíón del motivo peílurbudoi y ali
ciii los tcmoicN, poi ello la solución (la iclación n qu eildu ) puede sei relia
202 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

bilitadora y no sólo puramente defensiva, y por consiguiente estar sujeta a la


interpretación.
Sin embargo, hay una diferencia importante entre la aplicación terapéutica
de los conceptos de grupo de Ezriel y la de Whitaker y Lieberman. En su
enfoque terapéutico Whitaker y Lieberman se preocupan más por la natura­
leza de la solución de grupo. Se requiere la intervención terapéutica cuando
aparece una solución de grupo restrictiva para éste y para sus miembros. Ade­
más, una interpretación que aclara la configuración de grupo total sólo es uno
de los varios mecanismos que pueden emplearse para influir en el grupo. Por
ejemplo, estos autores sugieren que el terapeuta puede, con eficacia, enfren­
tarse a la solución restrictiva modelando para los pacientes una forma distinta
de conducta.31 Por ello, el papel del terapeuta es flexible: puede hacer pre­
guntas, puede hablar de sus reacciones personales, puede enfocar el modo
idiosincrásico como un individuo opera dentro del grupo o, como hemos visto,
puede enfocar el movimiento total del grupo.
Whitaker y Lieberman no perdieron de vista el hecho de que el sistema
tripartita (el motivo perturbador, el motivo reactivo y la solución) sólo es
una abstracción, y no una entidad en el sentido animista. Su finalidad es
para el grupo. Así en sus conceptos sobre los fenómenos totales de grupo y
en su aplicación de esta información al proceso terapéutico, el enfoque de
Whitaker y Lieberman, a pesar de sus diferencias semánticas, se yuxtapone
significativamente con el enfoque que he examinado antes en este capítulo.
En resumen, el problema de un terapeuta con orientación masiva de grupo
es más de omisión que de acción. No estoy en desacuerdo con la importan­
cia de los fenómenos masivos de grupo en la conducta y en la experiencia
de los miembros. Sólo estoy totalmente en desacuerdo con la restricción del
papel del terapeuta. La interpretación, como ya lo he indicado, desempeña
un importante papel en la terapia; pero de ninguna manera es el único ingre
diente para el éxito de ésta. El terapeuta con otras actividades interviene en
la mayoría de los factores curativos, en especial con su actividad de modela i
normas.
Un examen de una afirmación reciente48 de Horwitz, un importante por­
tavoz del enfoque masivo de grupo, puede aclarar estos puntos. Enumera va
rias ventajas del enfoque centrado en el grupo:I.

I. Ayuda a evitar el peligro do que sólo “ a la rueda que rechina lo pongan


grasa” . II terapeuta evita el peligro do favorecer a un paciente y olvidar a lo*i
otros; busca los elementos comunes que comparten todos.
I I terapeuta considera la conducta de un individuo como una parte di I
iiclimu el significado y el m igro do los patronos de la conducta restrictivos
Italo, como algo empotrado en un contexto de grupo
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 203

3 . El paciente se siente apoyado al percibir que su angustia y sus conflic­


tos centrales forman parte de la condición humana, y que los comparten los
otros miembros. Como resultado de este descubrimiento, el paciente puede expre­
sar estas preocupaciones con menos angustia.
4 . La técnica interpretativa del grupo como un todo fomenta una regresión
terapéuticamente útil.

Consideraremos cada uno de estos conceptos. Confío en que ahora nos son
familiares: ya he examinado cada uno muchas veces en este texto. Se exponen
para justificar el enfoque interpretativo masivo de grupo; sin embargo, con­
sidero que ninguno de éstos requiere un comentario sustancial del proceso
masivo de grupo ni restringe el papel del terapeuta a la interpretación, En el
enfoque interaccional que he descrito, hay muy pocas posibilidades de que
un paciente sea sustancialmente favorecido y que se olvide a los otros, ya que
el terapeuta siempre considera el proceso de una transacción; si un paeienh
habla, el terapeuta considera el contexto interaccional del acto: “ ¿ P o i qu< lo
hace ahora? ¿Qué nos revela este acto acerca de su relación con los o l i o 1
¿Por qué otros guardaron silencio después de que él habló?” El iriaprui.i
interaccional siempre considera la conducta de cada miembro empollada <n
el contexto del grupo. La “ universalidad” (el descubrimiento de la n.ilmali
/a compartida de las preocupaciones profundas del individuo) ya la lie m o s
considerado ampliamente. El último punto (fomentar la regresión) es m as
complejo. Según mi experiencia, la regresión ocurre invariablemente en un
grupo interaccional; un enfoque que alienta a los miembros a moslrai de mu
ñera muy profunda su conducta interpersonal básica siempre lómenla la ie
gresión. Los modos más perturbados, distorsionados, interpersonales siempn
surgen en un contexto que permite el afecto libre, dcsinhibido, y la mnmíi .
(ación de la conducta. No se necesita ninguna mixtificación semiddibciadn
ni una conducta impersonal del terapeuta para alentar la regresión enlie l<>
miembros o en las transacciones del miembro con el terapeuta. La re g ie sm n
se advierte más comúnmente en el punto de vista distorsionado que el p.i
cíenle tiene del terapeuta. Como lo examinaremos en el siguiente capítulo,
la liansferencia no tiene que ser coaccionada para que exista: es un le ñ ó m e
un ubicuo en. la terapia de grupo. Desde luego, la tarea en la terapia di guipo
co n siste mas bien en resolver la regresión que en evocarla.

R l l 'l t R U N C IA S lililí tOCIRÁlMCAS

1 (I l'-milnn y U Niiitlfl, " l i i i i n n InlnVrnlim iN mui N o m in livr l'n lln n* Itt ilu
I |Miiii|i", / I/'/’/ llrlmv ,NV/, N 'i Ifi'J. IVftíi
I» ,Nllti|'lm y • lili I "< liniip llimu|iy In I H|)i llnim liil l'n *ipr» I i ve", lili / i . m u //'
/ ‘m h o llín . 17 .'II " I, H»A7
;0 4 EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS

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m i ( loftniiiii, lia MoimI Caieei of (he Mrnlnl Pallcnl", Psvchlatry, I I li.’
EL TERAPEUTA: TAREAS Y TÉCNICAS 205

27 C. Rycroft, Psychoanalysis Observed (Londres: Constable, 1966), p. 18.


28 Foulkes y Anthony, op. cit., p. 29.
29 Ibid., p. 238.
30 J. Strachey, “The Nature of the Therapeutic Action of Psycho-Analysis” , Int. J.
Psychoanal., 15: 127-159, 1934.
31 S. H. Foulkes, “A Memorándum on Group Therapy” , British Military Memorán­
dum ADM 11, BM (mimeografiado), julio de 1945.
32 S. H. Foulkes, comunicación personal, abril de 1968.
33 W. Bion y J. Rickman, “ Intra-Group Tensions in Therapy” , Lancet, 27 de noviem­
bre de 1943.
34 M. Sherwood, “ Bion’s Experiences in Groups: A Critical Evaluation” , Human
Relations 17: 113-130, 1964.
35 W. R. Bion, Experiencies in Groups and Other Papers (Nueva York: Basic Books,
1959).
»« Ibid., p. 94.
37 H. B. Parloff, “Advances in Analytic Group Therapy” , en J. Marmor (ed.),
Frontiers of Psychoanalysis (Nueva York: Basic Books, 1967).
38 J. Sutherland, comunicación personal, 1968.
30 D. Malan, comunicación personal, 1974.
40 D. Stock y H. Thelen, Emotional Dynamics and Group Culture (Nueva York,
New York University Press, 1958).
11 H. Ezriel, comunicación personal, 1968.
12 H. Ezriel, “A Psycho-Analytic Approach to Group Treatment” , Brit. J. Med. Psy­
chol., 23: 59-74, 1950.
13 H. Ezriel, “ Notes on Psycho-Analytic Group Therapy: Interpretaron and Research” ,
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“ H. Ezriel, “Experimentation Within the Psycho-Analytic Session,” Brit. J. Philos.
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m H. Ezriel, “The First Session in Psycho-Analytic Group Treatment,” Nederlands
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1.1 II. Ezriel, “The Role of Transference in Psychoanalytic and Other Approaches to
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17 I). S. Whitaker y M. Lieberman, Psychotherapy through the Group Process (Nueva
York: Atherton Press, 1964).
1.1 I,. llorwitz, “ Group-Centered Interventions in Therapy Groups” , Comprehensive
<h<>Up Studies, vol. 2: 311-331, 1971.
VI. EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA
Y TRANSPARENCIA

E n los primeros cinco capítulos he examinado los mecanismos del cambio


terapéutico en la terapia de grupo, las tareas del terapeuta, y las técnicas con
que realiza sus tareas. En este capítulo, después de haber estudiado lo que el
terapeuta debe hacer en el grupo, examinaremos cómo debe actuar. ¿Desem­
peña un papel? ¿Hasta qué grado es libre de ser “ él mismo” ? ¿Qué tan sin-,
cero” puede ser? ¿Cuánta transparencia puede permitirse?
Cualquier examen de la “ libertad” del terapeuta debe empezar con la
transferencia, que puede ser un instrumento eficaz para él o unos grilletes que
obstruirán todos sus movimientos. En su primer ensayo extraordinariamente
visionario sobre la psicoterapia (en el último capítulo de sus estudios sobre
La histeria [ 1 8 9 5 1 1 Freud observó varios impedimentos posibles para que se
estableciera una buena relación de trabajo entre el paciente y el terapeuta.
La mayoría de éstos pudieron resolverse con facilidad; pero un impedimento
surgía de fuentes muy profundas y se resistía a los esfuerzos por eliminarlo
en el trabajo terapéutico. Freud llamó a este impedimento “ transferencia” , ya
que consistía en actitudes ante el terapeuta que Freud creía que se habían
“ transferido” de las primeras actitudes ante las figuras importantes en la vida
del paciente. Estos sentimientos hacia el terapeuta eran “ falsos contactos” ,
nuevas ediciones de antiguos impulsos.
Sólo pasaron unos cuantos años antes de que Freud comprendiera que la
transferencia era mucho más que un impedimento para la terapia; si se usaba
adecuadamente podría ser el instrumento más eficaz del terapeuta.2 ¿Había
una manera mejor para ayudar al paciente a recobrar el pasado que permi­
tirle experimentar de nuevo y revivir los antiguos sentimientos hacia los padres
en su actual relación con el terapeuta? Además, a la relación conflictiva
con el terapeuta, la neurosis de transferencia, podría aplicársele la prueba de
la realidad; el terapeuta podría tratarla, y así en forma simultánea podría
tratar el conflicto infantil. Ha habido una considerable evolución en la técnica
psicoanalítica en el último medio siglo, pero hasta hace poco ciertos princi­
pios básicos relativos al papel de la transferencia en la terapia psicoanalítica con­
tinuaban existiendo con relativamente pocos cambios:

1. Analizar la transferencia es la principal tarea terapéutica del terapeuta.


2. Ya que el desarrollo (y la solución) de la transferencia es critico, es im
portante que el terapeuta favorezca su desarrollo ocultando su yo reíd para
que el paciente pueda vestirlo con la transferencia de ip.ual manera que podría
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 707

vestir a un maniquí en una tienda de ropa (ésta es, desde luego, la razón teó­
rica que se encuentra detrás del papel tradicional de “pantalla en blanco” del
analista).
3. El tipo más importante de interpretación que puede hacer el terapeuta
es el que aclara algunos aspectos de la transferencia ( “ la interpretación muta
tiva” de Strachey).

Sin embargo, en los años pasados, muchos analistas cambiaron pcrccpti


blemente su posición al reconocer la importancia de otros factores en »•!
proceso terapéutico. Por ejemplo, en un importante artículo que apareció en
American Journal of Psychiatryz un prominente analista afirma: “ Los p:.i
coanalistas han empezado, por lo general, a sentirse más libres para estableen
un intercambio de comunicación activa con los pacientes, en vez de peiina
nccer apegados al modelo del ‘espejo neutral’ incógnito, que impone un silen
eio y una impasibilidad relativos.” Continúa señalando que la terapia es un
proceso de aprendizaje en el que los pacientes adquieren nuevos modelos de
pensamientos, sentimientos y conducta:

Además, estos nuevos modelos no siempre se logran cognoscitiva y eousen-u


teinente. A menudo se adquieren en forma sutil, como resultado de una up
renda abierta u oculta, de una identificación inconsciente con el terapeuta, d.
las experiencias emocionales correctivas en la interacción con él, y en un Upo
de acondicionamiento operante que se realiza con la expresión implíc ita o i ipil
eita de su aprobación o su desaprobación. En este proceso, la nalm ale/a \ la
calidad de la interacción del paciente con el terapeuta, las personalidades o d.
del paciente y del médico, y el grado de fe, esperanza, confianza, y molí
vaeión que el paciente lleva a la situación terapéutica son de enorme imporinm ia
para permitir que el nuevo aprendizaje tenga éxito.

Muy pocos están en desacuerdo con la importancia del desarrollo, la apt<


■lición, y la solución de la transferencia en la terapia individual diminuía
mi'ille orientada.* Sin embargo, lo que se discute es la prioridad del tiubitju

' tu la litoriilum psicoanalítica, las definiciones de la transferencia difieien ruin


i ■-ii el grado de libertad.'1' 1' la definición más rigurosa de transferencia Minina <|ii<
•s un estado mentid de un paciente hacia su terapeuta producido poi el d rip ln /am lrn lo
i lo» Neiillndeiilos, las ideas, ole., hacia el terapeuta, que provienen de las llguni
i'C'lws en tu vida del paciente Otros amplían la "ti ansfei ene iu" para npllcaila no sólo
• la lelm Ion anallstu analizado, sino a otras situaciones inlei peí sonales. I u esto cha
n uil como cu olías pailes de este texto, uso el leinuno llbeiahílenle pata lefeiliun
■ ......... pee los lilac límales di cualquier i elución eiilic don peí nonas I n sus inand< da
...... clínicas ente concepto es sinónimo de "distensión pninlnxlcn" (c u n o velemos, hay
....... lia nli i de "I i aiinlei e Hela " cpie la simple l i a n h i e n i l n o el* spln tándenlo de lie, ai u
iliulenloM di un oh|i lo anlerloi a uno ai luid
208 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

de la transferencia en relación con otros factores curativos en el proceso tera­


péutico. El problema es sustancial, ya que las tareas no son complementarias,
sino que, hasta cierto grado, se excluyen mutuamente; el terapeuta no puede
enfocar su atención totalmente en la transferencia y al mismo tiempo utilizar
otros muchos factores curativos potenciales.
Estos problemas son arduos para el terapeuta que se dedica a la terapia in­
dividual, pero constituyen un problema muy crítico para el terapeuta de grupo,
quien, como hemos visto en estas páginas, tiene que realizar tantas tareas que
no puede darse el lujo de limitar su actividad a investigar la transferencia.
Hay más que una diferencia teórica entre los terapeutas que consideran que
resolver la transferencia entre terapeuta y paciente es el factor curativo más
importante y los que le atribuyen igual importancia al aprendizaje interpersonal
que proviene de las relaciones entre los miembros y de muchos otros factores
(tu.11ivos. En la práctica implica una marcada diferencia de técnicas. Estos
do-, bosquejos de un grupo dirigido por un jefe centrado en el terapeuta ilustran
i' mIo punto.

I , miembros de un grupo que se habían reunido veinte veces discutieron pro-


icMif.id.míenle el hecho de que ellos no conocían sus nombres de pila. Después
, >.iinm.iion el problema general de la intimidad. Por ejemplo, discutieron qué
ililuil era hoy día conocer realmente a la gente. ¿Cómo puede lograrse tener
mi amigo muy íntimo? En dos ocasiones en el curso de esta discusión, los miem-
bios equivocaron u olvidaron el nombre de otro miembro. Con estos datos el
jefe del grupo hizo una interpretación de la transferencia: que al olvidar los
nombres de los otros miembros estaban expresando el deseo de que todos
los oíros miembros desaparecieran para que cada uno solo pudiera gozar de la
atención del terapeuta.
I•n otro grupo durante una sesión en que dos miembros varones estaban ausentes,
cundo mujeres amargamente criticaron al único paciente presente, un homo-
exiiiil, por su indiferencia y su narcisismo, que le impedían interesarse en las
vidas o en los problemas de los otros. El terapeuta sugirió que las mujeres critica­
ban al paciente porque no las deseaba sexualmente. Además, era un blanco
indirecto: las mujeres en realidad deseaban criticar al terapeuta por su negativa
a relacionarse sexualmente con ellas.I

I ii nula uno tic estos ejemplos el terapeuta observó en forma selectiva los
(lui,,s yt desde la atalaya de su concepción del factor curativo más importante,
l u / o iiiiji interpretación pragmáticamente correcta, ya que enfocó la atención
de los miembros en su relación con el jefe. Sin embargo, en cada ejemplo la
mielpieiaeión centrada en el terapeuta resulto incompleta y negó la importante
n ulidad di la iclaeión entre los miembros. De hecho, los miembros del primei
yiupo, ademas de descaí reeibii una mención única del leíapeulii, trnhin un
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 209

gran conflicto con la intimidad y con sus deseos y temores de relacionarse


mutuamente. En el segundo grupo el paciente homosexual de hecho era nar-
cisista e indiferente en sus relaciones con las mujeres del grupo, y era extraor­
dinariamente importante para él reconocer y comprender su conducta.
Cualquier regla que limite la flexibilidad del terapeuta de grupo lo vuelve
menos eficaz. He observado que algunos terapeutas tienen problemas por su
convicción de que en todo momento deben ser totalmente “ sinceros” y trans­
parentes, y otros terapeutas por el principio de que sólo deben hacer interpre­
taciones acerca de la transferencia o interpretaciones masivas de grupo o, aún
peor, hacer sólo interpretaciones masivas de la transferencia de grupo.
En este capítulo intento aclarar los siguientes problemas relacionados con la
transferencia:

1 . La transferencia se manifiesta en los grupos de terapia. Desde luego, está


omnipresente e influye radicalmente en la naturaleza de la conversación del
grupo.
2 . Si el terapeuta no aprecia la transferencia y sus manifestaciones, a menudo
no podrá comprender el proceso del grupo.
3 . Si ignora las consideraciones de la transferencia en su relación con los
pacientes, podrá interpretar muy mal algunas transacciones, y más bien confun­
dirá que orientará a los miembros; si sólo ve los aspectos de la transferencia
en su relación con éstos, atentará contra su autonomía.
4 . Hay algunos pacientes cuya terapia se basa en resolver la distorsión de la
transferencia; hay otros cuya mejoría depende del “ aprendizaje interpersonal”
que no proviene de su trabajo con el terapeuta, sino con los otros miembros,
y hay muchos pacientes que eligen caminos terapéuticos alternos en el grupo, y
que logran beneficiarse básicamente con otros factores curativos.
5 . No todas las actitudes ante el terapeuta se basan en la transferencia: mu-
chas se basan en la realidad, y otras son irracionales, pero provienen de otras
fuentes de la irracionalidad inherentes a la dinámica del grupo. (Como Freud
sabía, no todos los fenómenos de grupo pueden explicarse mediante la psicología
individual.)0
(>. Si el terapeuta mantiene su flexibilidad hará un buen uso terapéutico
de estas actitudes irracionales que se producen ante él, sin descuidar al mismo
tiempo sus muchas otras funciones en el grupo.

La t r a n s í u h b n c ia un i .a i r r a im a de grupo

In d os los pacientes, en mnyoi o tuenoi gimió, perciben al (empenta en forma


lin tnii'i'l.i deludo .i las d isln r. io n e s dr la 11 ansícreucia M u y pocos se ven libres
.1. lonllielos cu ,ie. actitudes utih pinblemus io n io h< anim idad paterna, la
di prudencia, Dios hl autonomía Y la n billón, lodo, los i nales a incluido
210 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

llegan a encarnar en el terapeuta. Estas distorsiones continuamente actúan bajo


la superficie de la conversación del grupo. Es difícil que transcurra una reunión
sin que haya algún claro indicio de los poderosos sentimientos que encarnan
en el terapeuta. Observemos lo que sucede cuando éste entra en la habitación.
El grupo que con frecuencia se dedica a una conversación animada cae en un
completo silencio cuando el terapeuta entra en la habitación. (Una vez alguien
dijo que una reunión de terapia de grupo oficialmente empieza cuando de
pronto no ocurre nada.) La llegada del terapeuta no sólo le recuerda al grupo
su tarea, sino que también evoca antiguas constelaciones de sentimientos acerca
de los adultos, de los profesores, de los calificadores. Sin él el grupo puede
divertirse; su presencia se considera un recordatorio grave de la responsabi­
lidad del adulto.
Las observaciones sobre los asientos que ocupan los pacientes habitualmen­
te revelan algunos de los complejos y poderosos sentimientos que causa el jefe.
Con frecuencia, los miembros intentan sentarse lo más lejos posible de él; un
paciente paranoide a menudo ocupa el asiento directamente opuesto al jefe,
quizá para vigilarlo en forma más estrecha; un paciente dependiente por lo
general se sienta cerca del terapeuta; si los coterapeutas se sientan uno junto
al otro dejando sólo un asiento vacante entre ellos, los miembros pueden
sentir poca inclinación a ocuparlo. Un paciente, después de 1 8 meses de tera­
pia de grupo, describió que aún tenía un sentimiento de gran opresión cuando
se sentaba entre los terapeutas.
Hace un par de años, con propósitos de investigación, le pedí a los miem­
bros de un grupo que contestaran un cuestionario después de cada reunión.
Una de sus tareas era que calificaran por orden a todos los miembros por su
actividad (de acuerdo con el número total de palabras que pronunciaban).
Los miembros mostraron una excelente confiabilidad en las calificaciones que
les dieron a los otros miembros, pero mostraron una confiabilidad excesiva­
mente pobre cuando calificaron al terapeuta del grupo. En las mismas reunio­
nes algunos pacientes calificaron al terapeuta como el miembro más activo;
en cambio otros lo consideraron el menos activo. Los sentimientos poderosos c
irreales que el terapeuta producía en los miembros les impedía hacer una
evaluación exacta, aun en esta dimensión relativamente objetiva. Se han de­
sarrollado algunas técnicas para mostrar este fenómeno en la enseñanza de la
dinámica del grupo. Un procedimiento no sutil, pero eficaz, consiste en que
cada miembro estime la cantidad de dinero que trae en sus bolsillos el ¡ele de
grupo, liste cálculo varía enormemente, pero por lo general coincide con
la corriente de la transferencia,
('liando le pedí a un paciente que discutiera sus sentimientos hacia mi,
afirmo que yo le desagradaba mucho poique eia filo < ¡ndileieiile, y icaceio
no de inmediato anli esta levelmion con una intensa inquietud Imagino vanas
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

repercusiones posibles: yo podría sentirme tan perturbado por su crítica que


en el futuro ya no le sería útil al grupo, podría vengarme expulsándolo, po
dría humillarlo burlándome de él por alguna de sus fantasías homosexuales
que había compartido con el grupo, o podría usar mi brujería psiquiátrica para
dañarlo en el futuro. En otra ocasión un grupo observó que yo estaba usando
un brazalete de cobre. Cuando los miembros supieron que lo usaba debido a
que me dolía un codo por jugar tenis, su reacción fue extrema. Se disgustaron
porque creyeron que yo era supersticioso o creía en los sortilegios. (Los micm
bros me habían reñido durante meses por no ser bastante humano.) Alguno:,
murmuraron que si yo empleara más tiempo en mis pacientes y pasara menos
tiempo en la cancha de tenis, todos estaríamos mejor. Una paciente que siem
pre me idealizaba, dijo que había visto los brazaletes de cobre anunciados m
la revista Sunset, pero que creía que el mío era especial, y que quizá lo había
comprado en Suiza.
Algunos miembros característicamente dirigen todas sus palabras al le rapen
la, o pueden hablarles a los otros miembros mientras lo miran furtivnmmh
cuando terminan una declaración. Es como si les hablaran a los oíros m un
intento de acercarse emocionalmente al terapeuta, buscando la aprobación de
iodos sus pensamientos y sus actos. Parece que olvidan sus razones para esi.u
n i terapia, porque continuamente buscan en el contacto visual la complicidad
con él, ser el último que deje la sesión, ser de muchas maneras, su lujo ln\o
rilo. Una mujer de mediana edad le contó un sueño al grupo, en el qu< la lo
lalación de la terapia de grupo se había transformado en la sala del Iciapcm •
que estaba totalmente vacía y sin muebles. En lugar de los otros miembros,
la habitación la ocupaba la familia del terapeuta, que consistía tic vatios hijos
I I la presentó con ellos, y ella sintió un afecto y un placer intensos. Sus uso
naciones con el sueño eran que ella se regocijaba con la idea de que hulm tu
un lugar para sí en la casa del terapeuta. No sólo pudo amueblai y dccoim
0 casa (ella era una decoradora de interiores profesional) sino que, ya que
•l sólo tenía hijos varones, tenía un lugar para una hija.
I o el capítulo anterior describí la vigorosa reacción del grupo ante ctmlqiih’ i
•nal di- que el jefe favorece a un miembro. En un grupo T di’ psiquiatras
0 alíenles, un miembro, Stcwart, se sintió tan perturbado por una reunión
iniiy tormentosa que, cuando los miembros abandonaron la habitación el jeb
I' ugirio que le hablara poi telefono si necesitaba comenlai lo que habla su
■••hilo (habría unas vacaciones de Navidad de dos semanas después de la
1•ii ilion ), Nlewiu I llamo poi te leí olio y tuvo una b i e ve* con vci sacion con el je le
quien olvidó, cuando el guipo se icnnio de nuevo lict semanas mas linde,
•i" ueionaile esto a los olio-, niicmbios Semanas mas linde, cuando el guipo
1iba eillii ando ai |ch poi musitarte uiaeci ublr, Slew.ul defendió a • ,h
mu ni limando, dt paso, ai llamada I< ■IrI•>i111 a I I guipo traccioun con I m i a
212 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

los miembros se sintieron traicionados, se burlaron de la afirmación del jefe


de que su invitación a Stewart a hablarle por teléfono sólo había sido un gesto
humano, natural, sin mucha importancia, y que sencillamente había olvidado
mencionarle esto al grupo. “ ¿Dónde está tu inconsciente?” , le preguntaron con
burla. Los actos superficiales “ inocentes” que realiza el jefe a menudo tieneíi
profundas implicaciones para los miembros y los enormes cables nerviosos ocul­
tos pronto crujen por la emoción.
La transferencia es tan poderosa y tan ubicua que la regla “ el jefe no debe
tener favoritos” parece esencial para la estabilidad de cualquier grupo de tra­
bajo. Freud6 sugirió que la cohesión del grupo, curiosamente, se derivaba del
deseo general de ser el favorito del jefe. Al grupo humano prototipo, al grupo
de hermanos, lo dominaba un profundo sentimiento de rivalidad. Todo hijo de­
seaba ser el favorito y sentía rencor con sus rivales por sus reclamaciones del
amor maternal. El hijo mayor deseaba robarle al más pequeño sus privilegios
o eliminarlo. Sin embargo, cada uno comprendía que su rival igualmente era
amado por los padres; por ello, no podía destruir a su hermano sin despertar
la ira de los padres y así destruirse a sí mismo. La única solución posible era
insistir en la igualdad: si uno no podía ser el favorito, entonces no debía haber
ningún favorito. A todos les garantizaban una parte igual de la atención del
jefe. De esta demanda de igualdad surge lo que hemos llegado a conocer como
espíritu de grupo. (Freud en este aspecto tuvo el cuidado de recordarnos que
la exigencia de igualdad sólo se aplica a los miembros: ellos no desean ser igua­
les al jefe, sino todo lo contrario; tienen sed de obediencia y desean ser man­
dados. En breve me referiré de nuevo a esto.)
Freud era muy sensible a la manera poderosa e irracional en que los miem­
bros del grupo veían a su jefe, e hizo una importante contribución al analizar
de un modo sistemático este fenómeno y aplicarlo a la psicoterapia. Sin em­
bargo, obviamente la psicología del miembro y del jefe ya existían desde las
primeras agrupaciones humanas y Freud no fue el primero en observarla. Sólo
citaré un ejemplo: Tolstoi en el siglo xix tuvo una profunda conciencia de las
sutiles complejidades de la relación entre los miembros y el jefe en los dos
grupos más importantes de su época: la Iglesia y el ejército. Su insight de la
evaluación excesiva del jefe le da a La guerra y la paz gran parte de su espíritu
y su riqueza. Considérese el afecto de Rostov por el zar:7

Estaba enteramente absorto por el sentimiento de felicidad que le producía la


cercanía del zar. Creía que su sola cercanía lo recompensaba de la pérdida de
todo ese día. Se sentía feliz, como un amante dichoso en el momento en que
llega la anhelada reunión. Sin atreverse a mirar más allá de la línea del trente,
durante uninstante de éxtasis sin mirar a su alrededor, sintió que se neei
caha. Y no sólo lo percibió poi el ruido de los cascos de la (abaléala que se
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA ’ I\

aproximaba, lo percibió porque a medida que el zar se acercaba todo se volví.i


más brillante, más alegre, significativo y más festivo. Cada vez se aproxima
ba más este sol, como le parecía a Rostov, derramando sus rayos de luz maje,
tuosa y tibia. Entonces se sintió envuelto en esa radiación; escuchó su vo/, . ..»
voz cariñosa, calmada, majestuosa, y sin embargo tan sencilla [. . .] Rostov .<•
levantó y salió a vagar entre las fogatas, imaginando qué felicidad sería moni,
no para salvar la vida del emperador (eso no se atrevía a soñarlo), sino mi
cillamente morir ante la vista del emperador. Realmente estaba enamorado di I
zar, de la gloria de las armas rusas y de la esperanza de la victoria próxima
No era el único que sentía así en aquellos memorables días que precedíaon a
la Batalla de Austerlitz: nueve décimas partes de los hombres en el ejeiclin
ruso estaban en ese momento enamorados, aunque con menos éxtasis, de su . u
y de la gloria de las armas rusas.

(Desde luego, parece que entregarse al amor de un jefe es casi un requisito


previo para la guerra. Que irónico es que probablemente se hayan cometido
más matanzas al amparo del amor que bajo la bandera del odio.)
Napoleón, ese consumado jefe de hombres, según Tolstoi, no ignoiub.i l.i
“ transferencia” ni dudaba en utilizarla para lograr la victoria. En la vi/rmi \
la paz Tolstoi relata que él le dirigió este mensaje a sus tropas cu la vi.púa
de la batalla :s

¡Soldados! Yo mismo dirigiré sus batallones. Me mantendré fuera de la linea


de fuego si ustedes, con su habitual bravura logran derrotar y deslnualai la
líneas del enemigo. Pero si la victoria en un momento parece dudosa, ve....
que su emperador se expondrá a lo más nutrido del ataque del enemigo, poique
no puede haber duda de la victoria, en especial en este día, cuando está e n
juego el honor de la infantería francesa, en la que descansa el honoi de mu u >
patria.

Debido a la transferencia la terapia de grupo puede darle al jefe poden -, ,o


luehuinanos. A sus palabras les otorgan más peso y les atribuyen más sabidmla
de la que poseen. Contribuciones igualmente inteligentes hechas pm olor
miembros le atribuyen al jefe todo el progreso en el grupo. lo s eicoic, lo
liim i>n\, y las ausencias del terapeuta se consideran técnic as deliberadle, qm
implen para estiimilai y provocar al grupo por su propio bien, lo s p(ntpi»*.,
mi luso los grupos de terapeutas profesionales, estiman mucho su picHrnriu
v sus conocimiento',. ( icen que están profundamente calculadas cada una de
u . intervenciones, y que el jefe predice y cuntióla lodos los sucesos del gmpo
\un cuando confiese '.enlose intrigado o ipiiorai algo, eso laminen se loie.id. m
palle de mi la un a, y qiu lo ir.,i dellbciadámenle pata logiat un elci |U |U ,
llt 111.11 en el gi upo
, O i i i i n *.eia e| hijo Invoillo del g h 7 A mucho', mlnilluos di gmpo , .i,
•1 1 I I. TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

.mlu-lo les sirve como un horizonte interno contra el que se destacan en silueta
lodos los otros sucesos del grupo. Sin importar cuánto quieran a los otros miem­
bros del grupo, sin importar cuánto le agrade a cada uno ver que los otros
se esfuerzan y reciben ayuda, hay un fondo de envidia, de desilusión porque
el no recibe solo la luz del jefe. El deseo de poseer en forma individual al
l< ir y la consiguiente envidia y codicia están profundamente empotrados en la
aibesinicltira de todos los grupos. Una vieja expresión coloquial para los órga­
no*. genitales es “ partes íntimas” . Sin embargo, hoy día los grupos de terapia
ili'.eulen los genitales y la sexualidad con mucha tranquilidad, hasta con gusto.
I a*, “ parles íntimas” de un grupo parecen ser la estructura de las cuotas: con
lo . u n i r í a el dinero y las cuotas actúan como electrodos en los que se condensa
'•ion paite de este sentimiento hacia el jefe. La estructura de las cuotas es
un pioblrma especialmente cargado de emoción en muchas clínicas de salud
.......i.d 11111* les cobran a los miembros del grupo cuotas diferentes según sus
IIn*11 i» l o que paga un individuo a menudo es uno de los secretos mejor
■■" mi.id., rn el grupo, ya que las diferencias en el pago (y el corolario silen-
...... ni*.idioso: las diferencias de derechos, y el grado de propiedad) amenazan
l i iiiim>n del grupo; la igualdad de todos los miembros.
I n*. miembros habitualmente esperan que el jefe perciba sus necesidades; a
menudo, r ilo es más evidente para ellos cuando el grupo tiene una reunión
•lili mu, *.¡n jefe (véase el capítulo x m ), en la que pueden sentirse desprotegi-
do*. y desatendidos. No hay nadie en la reunión que sepa, sin que ellos lo
picgimlrii, qué están sintiendo y qué desean del grupo. Un miembro escribió
una lista de los principales problemas que le molestaban; la llevó a una reu­
nión lias otra, esperando que el terapeuta adivinara su existencia y que le pidie-
ia que la leyera, Obviamente el contenido de la lista tenía poca importancia. Si
•I en realidad deseaba analizar los problemas enumerados allí, podía haber
lomudo la iniciativa de presentarle la lista al grupo. No, lo importante era la
pi' seneia y la atención del terapeuta. Su transferencia era tal que se había di-
t* n n, iado en forma incompleta del terapeuta; los límites de su ego eran borro-
ir , si el sabía o sentía algo, era equivalente a que el terapeuta lo supiera y lo
■miiera I os pacientes llevan con ellos al terapeuta, él está en ellos, observa sus
•u tos, tiene conversaciones imaginarias con ellos.
< muido varios miembros del grupo comparten este deseo de tener un jefe
omnisapiente, muy protector, las reuniones adquieren un tono característico.
• I guipo parece indefenso y dependiente. Los miembros se devalúan a sí mis
uios y paireen incapaces de ayudarse a sí mismos o a los otros, lista devaluación
en especial diamaliea en un grupo compuesto por terapeutas profesionales
que de pionlo parecen incapaces de formulai hasta las preguntas mas sencillas.
I'oi e|emplo, en una reunión el grupo habló de la muerte Un miembro mea
' i"iii>. pin piimeia ve/, el leeienle lallei imicnto de su inadie I K '.pués se
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 215

produjo un silencio. De pronto el grupo sufrió una afasia. Nadie pudo decir
siquiera: “ Cuéntanos más de eso.” Todos estaban esperando; esperando que el
terapeuta hablara. Nadie quería alentar a los otros a hablar por temor a dismi­
nuir su oportunidad de obtener el auxilio espiritual del jefe.
También ocurre lo opuesto. Los miembros del grupo parecen desafiar con­
tinuamente al jefe. No le tienen confianza, interpretan mal sus motivos, lo ame­
nazan como si fuera un enemigo. Son muy comunes los ejemplos de transferencia
negativa. Un paciente, que apenas empezaba la terapia de grupo, gastaba muchas
energías en un esfuerzo por dominar a los otros miembros. Cuando el terapeuta
intentaba señalarle esto, el paciente consideraba malignas sus intenciones: el
terapeuta estaba interfiriendo con su desarrollo, lo estaba amenazando e inten­
taba dominarlo, o, por último, el terapeuta deliberadamente estaba obstruyendo
su progreso por temor a que él mejorara con demasiada rapidez y así disminu­
yeran sus ingresos. Otra paciente paranoide, que tenía una larga historia de no
cumplir con sus contratos de arrendamiento y de juicios que entablaban contra
ella los disgustados propietarios, revivió sus litigios en el grupo. Se negaba a
pagar su pequeña cuota en la clínica, porque aseguraba que había un error
en la cuenta. Sin embargo, no se daba tiempo para acudir a hablar con el ad­
ministrador de la clínica. Cuando en varias ocasiones el terapeuta le recordó la
cuenta, la malvada desagradecida lo comparó con un propietario judío o con un
codicioso capitalista que le habría, gustado dañar su salud permanentemente
esclavizándola cuarenta horas a la semana en una mina de carbón. Otra pacien-
le en forma habitual se enfermaba físicamente y tenía síntomas de gripe
cuando se deprimía. Era imposible para el terapeuta analizarla sin que ella cre­
yera que la acusaba de fingir igual que lo hacían sus padres. En un par de
ocasiones un terapeuta aceptó un cigarrillo de una mujer del grupo; otro miem­
bro reaccionó muy vigorosamente y lo acusó de “ gorrón” y de explotar a
las mujeres del grupo.
May muchas razones para que se produzca un ataque sin base contra el tera-
ltenia, pero algunas surgen del mismo sentimiento de dependencia impotente
que resulta de esa obediencia embelesada que describimos antes. Algunos pa-
. icnies ( “ contradependientes” ) reaccionan contrafóbicamente ante su dependen-
. ia desaliando incesantemente al jefe. Otros validan su integridad o su potencia
Intentando vencer al gran adversario; tienen un sentimiento de alegría y de
lile i /a después de retorcerle la cola al tigre y salir sin un rasguño.
I a acusación mas común de los miembros contra el jefe es que se mues-
lia demasiado trio, indileientc e inhumano. En parle esto se basa en la realidad.
I' iii ia/ones pi ol'esionales y peisonales, que examinaremos en breve, muchos
Icinpeiila'. se mantienen heimelicoN ante el guipo, Ademas, el papel de comen
huir.la del p mee so tequíete eleilo ale|amieiilo del guipo l'eio aun hay más.
I ir. mlenibio'. Insisten en que di .ean qil( el lei.ipeula sea mas humano, pero
.'Ir» I I TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

miullancamcnte tienen el deseo contrario: que sea más que humano. Freud a
mi n u d o hacia esta observación, y más tarde basó su explicación de las creen-
. u . ii-li^iosas en El porvenir ele una ilusión en la sed del hombre de que exista
un m i superior. A él le parecía que la integridad del grupo dependía de
1.1 . \r,inicia de una figura superior que, como la hemos examinado, alimenta la
ilusión de que ama por igual a todos los miembros. Los sólidos vínculos
del guipo se vuelven cadenas de arena si pierden al jefe. Si el general muere en
la batalla, es imperativo que la noticia se oculte para que no se produzca
i I pánico. Igual sucede con el jefe de la Iglesia. Freud se sintió fascinado con
m u novela en 1 9 0 3 , When It Was Dark,t] en la que la divinidad de Cristo
■ i ucslionada y después refutada. La obra describe los efectos catastróficos de
i lo <n la civilización europea occidental; las instituciones sociales antes es-
i il-l. m dispersaron como las partes de un aeroplano de juguete cuyo pegamen-

i" di pionto se deteriora.


<>l. .u\ unos una gran ambivalencia en la demanda de los miembros de que el
i' i ' i mas humano. Declaran que no les cuenta nada de él, aunque rara
o / l . ha.. n pivguntas explícitas. Le exigen que sea más humano; sin embargo
I- uili..in poi usar un brazalete de cobre, por pedir regalado un cigarri-
II" .......... decirle al grupo que ha conversado por teléfono con un miembro.
I‘i>licicn no cieei'le si confiesa sentirse intrigado o no saber algo. La enfer­
ma dad o los achaques de un terapeuta producen considerable intranquilidad en-
11. los miembros; de alguna manera el terapeuta debe estar mas allá de las
Imilla, i.uii •, biológicas. Cuando un jefe abandona su papel, sus seguidores se
u ní. ii muy angustiados. Cuando el personaje de Shakespeare, Ricardo II,
•a •111(' |.i di' su “ corona vacía” , y expresa su desaliento y su necesidad de tener
amigos, su corle le pide que guarde silencio.
Un guipo de psiquiatras residentes al que dirigí una vez, me planteó este
dilema muy claramente. A menudo hablaban de la “ gente grande” que estaba
luna cu el mundo: sus terapeutas, los jefes y los supervisores de grupo; y
1.1 comunidad adulta de antiguos practicantes de la psiquiatría. A medida que
. aricaban a la terminación de su adiestramiento, se volvía más importante
\ pioblcmatica la “ gente grande” . Me pregunté: ¿Será posible que ellos también
pnmio se conviertan en gente grande? ¿Acaso yo también tengo mi propia
gcnle grande? Había dos conjuntos opuestos de preocupaciones acerca tle la
geni, giande y ambos eran igualmente aterradores: primero, que la gente gran
d. i i . i leal, poseía una sabiduría y conocimientos superiores, y les harían un
Inicio honesto pero teirible a los fraudulentos jovenes presuntuosos que trataban
d> miir.r a sus filas; o, seguíalo, la gente grande era un fraude, y todos los
iiiicmbios cían como Dorothy enfrentándose al Mago de ()x I a segunda posi
bilalad lema implicaciones mus ulenadoius que la piimcia lo1, ponía líenle a
li.nii con su soledad y su indiferencia intrínsecas l ia como si pm un
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 217

momento las ilusiones de la vida fueran arrancadas, y quedara al descubierto el


armazón de la existencia, un panorama terrible, que nos ocultábamos con
las cortinas más espesas. La “ gente grande” es una de nuestras cortinas más
eficaces: aunque su juicio puede ser aterrador, es menos terrible que la otra
opción: que no hay gente grande, y que uno está definitiva y totalmente solo.
Por muchas razones los miembros ven en forma irreal al jefe: la transferencia
verdadera o el desplazamiento del afecto de algún objeto anterior es una
razón; las actitudes conflictivas ante la autoridad, la dependencia, la autonomía,
la rebelión, etc., que encarnan en el terapeuta es otra razón; y otra es la
tendencia a atribuirle al terapeuta características sobrehumanas para usarlo,
para protegerse de la angustia existencial (u ontológica). Otra razón proviene
de las apreciaciones intuitivas o explícitas de los miembros del gran poder del
terapeuta de grupo. Su presencia y su imparcialidad son, como ya lo hemos
examinado, esenciales para la supervivencia y estabilidad del grupo. No puede
ser depuesto. Dispone de un enorme poder; puede expulsar a los miembros
o integrar nuevos, dirigir la presión del grupo contra cualquiera que él desee.
De hecho, las fuentes de los sentimientos intensos, irracionales, hacia el tera­
peuta son tan variadas y poderosas que la transferencia ocurrirá de todas
maneras. No creo que el terapeuta necesite preocuparse demasiado por la tarea
de generar o facilitar el desarrollo de la transferencia. Por ejemplo, no ne­
cesita asumir una posición de neutralidad inflexible. Es mejor que emplee su
tiempo en intentar aprovechar la transferencia en la terapia. Un claro ejemplo
de transferencia ocurrió con un paciente que a menudo me criticaba por ser
indiferente, tortuoso y por intentar ocultar mi personalidad. Me acusó de hacer
manipulaciones, de tirar las cuerdas para dirigir la conducta de los miembros.
Aseguró que yo no era claro ni sincero, ni realmente franco, ni le decía al grupo
exactamente lo que estaba tratando de hacer en la terapia. Lo asombroso
de este ejemplo es que este paciente era un miembro de un grupo para el que,
con fines experimentales (véase el capítulo x m ), yo escribía resúmenes de
grupo muy claros, sinceros, y transparentes, los cuales enviaba por correo
a los miembros antes de la siguiente reunión. Creo que ningún terapeuta ha
hecho un esfuerzo más serio por desmitificar el proceso terapéutico. Sin embar­
go, al empezar la reunión en la que me criticó, le informó al grupo que él
i r . límenle, no había leído los resúmenes, y que de hecho tenía un gran número
de éstos sin abrir sobre su escritorio.
A medida que el jefe asume la responsabilidad de la jefatura, se presenta
la iianslereneia. Nunca he visto a un grupo sin una base rica y compleja de
11ansleiencía. I I problema no es croen/. sino, al contrario, resolver la trans-
h inicia Si el leiapeula desea hilen un uso terapéutico de la transferencia,
dehe ayud.u al pai lente a tei oiuk r i . rompo mlci y cambial sus actitudes distor
nonadas ante el jrlt
2 18 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

Hay dos importantes enfoques para facilitar la solución de la transferencia


<n la terapia de grupo: la validación consensual y aumentar la transparencia
del terapeuta. Éste puede alentar a los pacientes a validar sus impresiones del
Iriapeuta comparándolas con las de los otros miembros. Si muchos miembros
del grupo o todos están de acuerdo con el punto de vista de un paciente y con
ais sentimientos hacia el terapeuta, puede concluirse que la reacción ante el
|fíe proviene de las fuerzas globales de grupo relacionadas con su papel en
•I mismo, o que esta reacción de ninguna manera es irreal: los pacientes
lo están percibiendo con exactitud. Por otra parte, si sólo un miembro del
grupo posee un punto de vista particular sobre el terapeuta, quizá deben ayu­
darlo a examinar la posibilidad de que lo esté viendo el terapeuta, y quizá tam­
ba ii otros, a través de un prisma distorsionador interno.
I >n método para facilitar la prueba'de la realidad es alentar a los pacientes
i . ompiobai sus percepciones con las de los otros. Otro método importante
i *<|iin n- el uso de la persona del terapeuta. Le permite al paciente confirmar
<■ Itiv.ilidai las impresiones que tiene de él revelando gradualmente algo más de
i mi im. Ihcsionará al paciente para que se relacione con él como una persona
i. al i ii <1 aquí y en el ahora. Reaccionará ante el paciente, compartirá sus
. 11111111< iiio\, reconocerá o refutará los motivos o los sentimientos que le atri-
Imi\. . observará sus propias debilidades, mostrará respeto con la retroalimen-
liu mn que le ofrecen los otros miembros. Ante la creciente cantidad de datos
•11o el pariente tiene acerca del terapeuta, se vuelve cada vez más difícil mantener
un sistema de creencias ficticio acerca de él.
I I t. i úpenla ile grupo sufre una metamorfosis gradual: al principio se dedica
.i muchas funciones necesarias, como establecer el grupo, desarrollar un sistema
.oími ni el que puedan operar muchos factores curativos, y activar e iluminar
i I aquí y el ahora. Poco a poco el terapeuta empieza a interactuar con cada
uno de los miembros; a medida que pasa el tiempo, se relaciona de un modo
m.r. peí son al con ellos y los primeros estereotipos que el paciente le atribuye
.il ti i úpenla se vuelven más difíciles de mantener. Este proceso entre el terapeu­
ta y enda uno de los miembros no es cualitativamente distinto del aprendizaje
ínterpeí sonal que se logra como resultado de la relación de cada miembro con
los otros. Después de todo, el terapeuta no tiene el monopolio de la autoridad,
d< I dominio, de la inteligencia o la indiferencia, y muchos miembros analizan
sus conflictos en estas áreas no con el terapeuta (o sólo con él), sino con
olios miembros que tienen estos atributos. El cambio del grado de transparen
cu del leí úpenla de ninguna manera se limita a la terapia de grupo. Alguien di jo
mui ve/ que cuando el analista le cuenta un chiste al paciente, puede estarse
aegiuo de que el análisis se acerca a su fin. Sin embargo, el ritmo, el grado,
|,i mil ni ale a de la ti anspai eneia del terapeuta y la lelaeión entre esta aelividad y
un oh un laicas en el guipo es problemática y merece una eonsidrunción cui
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 219

dadosa. Más que ninguna otra característica, la naturaleza y el grado en que el


terapeuta se revela a sí mismo difieren en las varias escuelas de terapia de grupo.

La p s ic o t e r a p ia y la t r a n s p a r e n c ia

Las principales innovaciones psicoterapéuticas “ duraderas” aparecen y desapa­


recen con una rapidez asombrosa; sólo un observador de verdad intrépido
intentaría diferenciar las tendencias pasajeras de las potencialmente importantes
y duraderas en el panorama difuso heterodoxo de la psicoterapia estadouni­
dense. Sin embargo, parece que hay síntomas, en ambientes muy variados, de
un cambio en la presentación básica del terapeuta. Considérense los siguientes
bosquejos:

El personal y los sesenta enfermos crónicos graves de un hospital estatal se


reúnen en una junta comunitaria en la que se discuten los problemas de un pa­
ciente específico y los de toda la comunidad. Después, todo el personal profesio­
nal del hospital (psiquiatras, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales) y
el personal auxiliar (terapeutas ocupacionales, etc.) se reúne durante una hora
para examinar las relaciones del personal. En esta reunión se discuten los agravios
personales; por ejemplo, cómo el autoritarismo de una enfermera o de un médico
está perjudicando a los otros en el hospital, o cómo un miembro del personal está
tan ansioso por agradar a los pacientes que compite con los otros miembros por
atender a los pacientes. Además, pueden exponer sus sentimientos colectivos de
frustración, de asombro o desaliento acerca de un paciente, una situación en el
hospital o quizá de todo el campo en general. Este tipo de reuniones de personal
ya no es muy rara; el personal profesional incluso los psicoterapeutas entrenados
han reconocido, a partir de los innovadores escritos de Maxwell Jones9 y de
Stalon y de Schwartz,10 La necesidad de analizar las tensiones que surgen entre
el personal. Sin embargo, es poco usual que la mayoría de los sesenta pacientes
estén sentados en la periferia escuchando y observando al grupo del personal.
I ,os terapeutas que dirigen grupos de terapia que son observados a través de
un espejo simulado invierten los papeles al final de la reunión. A los pacientes
l. s permiten observar mientras el terapeuta y los estudiantes discuten o “recons-
liuyen” la reunión.
I n un centro de entrenamiento universitario, se ha empleado una técnica de
ensethm/.a en la que cuatro psiquiatras residentes se reúnen con regularidad
con un clínico experimentado que realiza una entrevista enfrente de un espejo
’diuiilado A menudo al paciente lo invitan a observai las discusiones que se
leali/all después de la enlievístft
S i i n d a i mente, la u s a d o d u i a i i li m m l í o s a n o s r o m o un M e d i o de en s e n n n / a
mi ||po de- tem p la m ú l t i p l e 11 en la que a un pm leuti lo l i a l a n en f o rm a sinuil
|a ni a val los leí iq lentas ( poi lo jm ni m i CUilll O pslqi lililí as i esli lentes y d o s ( lina os
) .MI EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

experimentados). Una de las importantes reglas básicas es que no se hace una


revisión después de la sesión; todo debe decirse en presencia del paciente, incluso
exponer los desacuerdos acerca del diagnóstico, lo apropiado del plan de te-
i upia, y también las críticas que se hacen mutuamente los terapeutas.
Un terapeuta de grupo inició una reunión preguntándole a un paciente,
que se había sentido extremadamente angustiado en la reunión anterior, cómo
sentía ese día y si la anterior sesión de terapia le había servido. Entonces su
i olriapeuta 1c dijo: “Tom, creo que estás haciendo exactamente lo que yo hice
lu c e im par de semanas: presionar a los pacientes para que me dijeran que mi
leíapia es muy eficaz. Ambos parecemos buscar constantemente la seguridad.
( ico que estamos reflejando una parte del desaliento general del grupo. Me
piegunlo si los miembros advierten que los presionamos para que mejoren a
Im de conservar nuestro ánimo.”
I n varios grupos en una clínica para pacientes no hospitalizados, los tera-
pi iii.c. escriben un resumen detallado (véase el capítulo xm) después de cada
0 unión, y se lo envían por correo a los pacientes antes de la próxima sesión.
M n limen contiene muchos datos, como una descripción de la reunión, un
•"ni. ulano del desarrollo del proceso, la contribución de cada miembro a la
• non, pero lambién contiene revelaciones del terapeuta: sus ideas acerca de
I" qin le s u c e d ió a cada uno en el grupo en esa reunión; una exposición rele-
' a ule de la le o n a de la terapia de grupo; exactamente lo que intentó hacer en
la i n mi o n , sus sentimientos de asombro o su ignorancia para explicar algunos
mu esos en el grupo; sus sentimientos personales, incluso un compendio de
los i|iic e x p r e s ó y do los que no expresó en la reunión. Estos resúmenes virtual-
m. ul e n o pticde'n distinguirse de los que el terapeuta escribe antes para su archi­
vo particular.

'.m i l i s c t i l i i l o s méritos o las desventajas de los enfoques que se muestran


•o .••.tos b o s q u e j o s , puede decirse que hoy día no hay prueba de que la relación
o l.i Miuacion terapéutica se haya deteriorado. En el hospital psiquiátrico, en
lie. g i u p o s de enseñanza o de terapia, los pacientes, en vez de perder la fe en sus
11 i úpenlas por ser muy humanos, tienen más fe en un proceso en que los tera-
pi mas e s t á n dispuestos a sumergirse. Los pacientes que observan que sus
li i apiadas e s t á n en desacuerdo saben que, aunque no hay “ ningún camino ver-
d a d c i o ” , l o s terapeutas sin embargo se dedican a descubrir maneras de ayudar
a mis pacientes.
1 ii cada uno de estos bosquejos el terapeuta abandona su papel tradicional
v compaiie algunas de sus incertidumbres con sus pacientes. Poco a poco el
lei.ipcula baja de su pedestal, y el proceso terapéutico es desmitificado. La
di cada pasada atestiguo la eliminación del concepto de psicoterapia como un
dominio exclusivo de la psiquiahia. Mace poco tiempo la terapia era una aeli
v a l. id privada que se icali/aba a puertas cenadas A los psicólogos los vigilaban
poi Icnioi di que mtcntaian piacticai la “ Icmpiii’ 1 y no solo “ aconsejai” ; los
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 221

trabajadores sociales podían hacer “ investigaciones” , pero no practicar la psico­


terapia. Ha pasado para siempre la época hermética de la terapia, en la que
al paciente lo consideraban tan frágil y los misterios de la técnica tan profundos
que sólo los individuos con un título se atrevían a curarlo. En vez de esto,
los últimokaños han atestiguado el establecimiento de diversos programas, mu­
chos patrocinados por el Instituto Nacional de Salud Mental, destinados a en­
trenar en la psicoterapia a individuos no profesionales. Por ejemplo, Rioch,1-
bajo los auspicios de la Escuela de Psiquiatría de Washington, estableció cursos
para entrenar a amas de casa en la terapia individual y de grupo. A los técnicos
psiquiátricos los han entrenado en cursos intensivos, patrocinados por el i n s m ,
para convertirlos en terapeutas de grupo en hospitales psiquiátricos.18 A es­
tudiantes universitarios bien adaptados los han usado con éxito como psicotera-
peutas para adolescentes inadaptados en la Universidad de Stanford14 y en la de
Berkeley.15 A ex drogadictos, con sólo un breve entrenamiento, los han usado
ampliamente como terapeutas para grupos de adictos a las drogas.
Otro ejemplo es la reciente ola de interés en los grupos sin jefe o en los
grupos dirigidos por un paciente. Durante los últimos años muchas publicacio­
nes han descrito los fundamentos teóricos y el desarrollo de estos grupos in-
teraccionales autodirigidos16, 17’ 18, 10 (no confundir éstos con los grupos no
profesionales, como Alcohólicos Anónimos o Recovery, Inc., que básicamente
tienen por finalidad la supresión y la inspiración). El enfoque más completo
y sistemático de los grupos dirigidos por un paciente lo hizo Berzon,18- 10 quien
durante varios años ha intentado programar las funciones de jefatura en el
grupo por medio de manuales escritos o de cintas grabadas para que se usen
en cada reunión. (Este trabajo es tan interesante y significativo que lo exami­
naré detalladamente en el capítulo x m ). Aunque tenemos poca información
confiable acerca del desarrollo de los grupos sin jefe de liberación femenina,
sin duda están muy difundidos y han tenido una repercusión significativa en un
gran número de mujeres, y es probable que aumenten en el futuro.
Esta revaluación del papel del terapeuta no es sólo un fenómeno moderno;
hay indicios de que se realizaron estos experimentos entre los primeros tera­
peutas dinámicos. Por ejemplo, Ferenczi debido a su insatisfacción con los
resultados terapéuticos del psicoanálisis, continuamente desafió el papel indi-
lerentc, omnisciente del psicoanalista clásico. Durante sus últimos años con
11anqueza reconoció su falibilidad ante los pacientes y, en respuesta a una crítica
insta, se sintió con libertad para decir: “ Creo que usted ha tocado un área en
la que yo no soy cntei ámente libre. Quizá usted pueda ayudarme a compren­
d o qué me sucede,"a" Eoulkes"1 afirmó hace treinta anos que el terapeuta
madmo eia un individuo di veidiul modesto, alguien que sinceramente podía
dceuli a su guipo "Aquí estamos juntos enfieulimdo la lealidad y los proble
m a s básteos de la existencia humana boy tillo de u s t e d e s , ni mas ui menos"
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

Todos estos enfoques afirman que la terapia es un proceso racional, explica-


l>l< Muestran una actitud humanista ante la terapia, en la que al paciente lo
•oir.ideran un pleno colaborador en la empresa terapéutica. Ningún misterio ne-
•i Mía rodear al terapeuta ni a los procedimientos terapéuticos; además de los
•Irt ios curativos que surgen de la esperanza de ayuda de un ser mágico, hay
muv poco que perder y quizá mucho por ganar si se desmitifica el procesq de la
ii i.ipia. I Jna terapia basada en una verdadera alianza entre el terapeuta y el pa-
•irnir instruido refleja un gran respeto por las capacidades del paciente y, con
i in. un creciente apoyo en la conciencia de sí mismo y no en la tranquilidad
•le engañarse, que es algo más fácil, pero más precario.
I a mayor transparencia del terapeuta es, en parte, una reacción contra el
mili}',un curandero-médico autoritario quien, durante muchos siglos, se confabu-
I........i el deseo del hombre angustiado por obtener auxilio de un ser superior.
i " que . tu.m lian controlado, y desde luego han cultivado esta necesidad como
mi |" " l< m'.n agente del tratamiento. De muchas formas han alentado y fomen-
iu.l.. ln <ii e n e i a en su omnisciencia: las prescripciones latinas, el lenguaje espe-
•i 111/ ». I<•. la*, inr i¡(liciones secretas con un aprendizaje prolongado y severo, los
••>11a 1111.i ion impresionantes y las pirámides de títulos, todo contribuye a la ima-
r u di I que se d e d i c a a curar como una figura poderosa, misteriosa y visionaria.
Al libelarse de su papel atávico, el terapeuta hoy día a veces ha sacrificado
u finaría en el altar de la revelación de sí mismo. Sin embargo, los peligros
que Mugen de una transparencia indiscriminada del terapeuta (que considera-
i' m u s e n breve) no deben impedirnos explorar el uso juicioso de la revelación
di a mismo que hace el terapeuta.

La transparencia del terapeuta y su efecto en la terapia de grupo

Una objeción básica poderosa a la transparencia del terapeuta, como lo


liemos examinado, se basa en la creencia analítica tradicional de que el factor
fin a livo mas importante es resolver la transferencia entre el paciente y el tc-
iúpenla Desde este punto de vista el terapeuta necesita permanecer relativa»
im ule anónimo u opaco para fomentar el desarrollo de sentimientos irreales
liacln el Sin embargo, creo que otros factores curativos son de igual o mayor
impuiianein, v el terapeuta que usa juiciosamente su persona aumenta el poder
lei apei11Ico del grupo alentando el desarrollo ele estos factores. Obtiene consi
di i.iblc llexibilidad y movilidad en su papel y puede, sin tener que preocuparse
pui |•• i inda ;u m i papel, dedicarse a atcndci directamente el mantenimiento del
g n t p u , il modelado de las normas del mismo, la activación del aquí v del ahora
\ il proceso de iluminación. A l desceñílaliziu su posición en el guipo, apresura
el de '..mullo de la autonomía y la cohesión del guipo
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 223

Una objeción que se hace a la revelación de sí mismo, y creo que no tiene


base, es el temor a la escalada, el temor a que después de que el terapeuta se
revele a sí mismo, el grupo insaciablemente le pedirá aún más. Recuérdese que
hay fuerzas poderosas en el grupo que se oponen a esta tendencia. Los miem­
bros sienten una extraordinaria curiosidad acerca del terapeuta; sin embargo,
al mismo tiempo, desean que permanezca desconocido y sea poderoso. Mi
propio trabajo clínico a veces se ha complicado, porque ocasionalmente dirijo
laboratorios de desarrollo humano (grupos T intensivos). El “ fenómeno de rein­
greso” (que examino en el capítulo xiv) a menudo produce un cambio abrupto
pero transitorio en mi papel de jefe; sin embargo, mis grupos de terapia no se
sienten confundidos, ni, más tarde, me exigen más.
Como un ejemplo clínico de este aspecto, considérese una sesión de terapia
de grupo que dirigí inmediatamente después de regresar de un laboratorio de
relaciones humanas que duró una semana.
Cuatro miembros, Don, Charles, Janice y Martha, se encontraban presentes
en la reunión número 2 9 del grupo. Estaban ausentes un miembro y el cotera-
peuta; otro miembro, Peter, había abandonado al grupo en la reunión anterior.
El primer tema de grupo que surgió fue la reacción de éste ante la partida de
Peter. El grupo discutió esto muy cautelosamente desde una gran distancia
emocional. Comenté que me parecía que no habíamos examinado con sinceridad
nuestros sentimientos acerca de Peter cuando él estaba presente, y que los es-
Iabamos evitando entonces aun después de su partida. Una de las reacciones fue
el comentario de Martha de que le alegraba que él se hubiera marchado, que
ella había advertido que ellos no podían relacionarse con él, y que ella no creía
que valiera la pena intentarlo. Después comentó sobre su falta de educación
y manifestó sorpresa de que lo hubieran incluido en el grupo; éste era un ataque
ligeramente velado a los terapeutas. Y o creía que la tendencia a criticar de
Martha y su inmediato rechazo a los otros no se habían discutido con fran­
queza en el grupo, y creí que podía ayudar a Martha y al grupo a enfrentarse
a este problema pidiéndole que repasara al grupo y describiera los aspectos
de cada persona que ella consideraba inaceptables. Esto le resultó difícil, y
evitó la tarea expresando sus objeciones en tiempo pasado; por ejemplo: “ Algu­
na vez me disgustó cierto rasgo tuyo, pero ahora ya no.” Cuando terminó su
lile io de cada uno de los pacientes, le indiqué que ella no había hablado mí.
Desde luego, minea había expresado sus sentimientos hacia mí, excepto mediante
ataque:; indirectos. Procedió a compararme desfavorablemente con el coterapeu-
l a . a f i r m a n d o que ella me consideraba d e m a s i a d o distante c ineficaz; con
r a p i d e z i n t e n t ó d e s v i l luai sus afirmaciones comentando: “ las aguas tranquilas
r o i i r ii p i o l u n d .m ie n te " y m o l d o v a l i a s o c a s i o n e s en que m e había mostrado
com piensivo con ella
l o s o l i o s m i e m b r o s de p i o n l o i d i i i i u u o n ipn h s gustarla m ili/iu la m i s m a
224 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

tarea y lo hicieron; en el proceso revelaron muchos secretos de grupo antiguos,


como el afeminamiento de Don, la apariencia descuidada y el arreglo desexuali-
zado de Janice, y la falta de empatia de Charles con las mujeres del grupo.
A Martha la compararon con “ una pelota de golf forrada perfectamente con
una cubierta de esmalte” . Don me acusó de ser tortuoso y de no mostrar interés
en él. Después el grupo me pidió que también lo repasara de esta manera;
acepté porque acababa de dirigir un grupo T de siete días, y no era admirador
del duque de Playa Toro que dirigía a su ejército desde la retaguardia. Le dije
a Martha que su rapidez para juzgar y condenar a los otros hacía que me
resistiera a franquearme con ella por miedo a que me criticara y me considerara
deficiente. Estuve de acuerdo con la metáfora de la pelota de golf, y añadí
que su tendencia a criticar me hacía difícil intimar con ella, excepto como un
leenieo especialista. Le dije a Don que de un modo constante sentía su mirada
i I.i\ ,ul:i en mí; yo sabía que él desesperadamente deseaba algo de mí, y que
l<> intenso de su necesidad y mi incapacidad para satisfacerla a menudo hacían
i | i n m e sintiera muy intranquilo. Le dije a Janice que ella no tenía espíritu de
■t>itii .11heeion, y que tendía a aceptar y a exaltar todo lo que yo decía sin cri-
in.iilo, v n veces me resultaba difícil relacionarme con ella como un ser adulto
indi pendiente. La reunión continuó desarrollándose en un intenso nivel de
p.it tii ipai ion. Después de que ésta terminó, los observadores expresaron una
l’iíur pieoeupación por mi conducta. Creían que había renunciado irrevoca-
bli un ule a mi papel de jefe y que me había convertido en un miembro del
guipo. Une el grupo no volvería a ser el mismo; y que, además, había colocado
.i mi eoteiapeuta, que retornaría la siguiente semana, en una posición insos-
tenible.
I >i hecho, ninguna de estas predicciones se materializó. En las siguientes
reuniones el grupo se dedicó con mayor profundidad al trabajo; se requirieron
v a n a s semanas para asimilar el material generado en esa reunión. Además, los
miembros del grupo, siguiendo el modelo del terapeuta, se relacionaron mu­
tuamente en forma más directa que antes, y no me pidieron que aumentara las
levelaeioncs sobre mí mismo.
Hay muchos tipos diferentes de transparencia del terapeuta, según su estilo
peí sonal v sus metas particulares en el grupo en ese momento, ¿Está tratando
de lesolvei la transferencia? ¿Está estableciendo modelos en un esfuerzo por
11|.ii noinuis terapéuticas? ¿Intenta ayudar al aprendizaje interpersonal de los
mii minos analizando sus relaciones con él? ¿Está intentando apoyar y mostrai
ai aceptación de los miembros diciendo de hecho: “ Yo los aprecio y los respeto.
V lo denmeslio dándoles algo de mí mismo' ?
11ii incidente de icvclucion del terapeuta que fue enormemente util para el
giUpo o* mno en una leunion cuando las tres mujeres miembros diseulieion
l,i lin 11« alian ion sexual que sentían pea Uno de los leiapeiitas del guipo Si
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 225

analizaron muchos aspectos de la transferencia en esta situación: sobre las mu­


jeres que se sienten atraídas por un hombre que obviamente es inalcanzable,
más viejo, que tiene una posición “ superior” , etc. El terapeuta entonces señaló
que esto aún tenía otro aspecto. Ninguna de las mujeres había expresado sen­
timientos similares hacia el otro terapeuta (también era un varón) y, además,
otras pacientes femeninas que habían estado en el grupo antes habían tenido
el mismo sentimiento. Él no podía negar que le agradaba oír que expresaran
estos sentimientos, y les pidió que lo ayudaran a observar sus debilidades; por
ejemplo, ¿qué había hecho sin darse cuenta para alentar esto? Su pregunta
produjo una discusión larga y fructífera entre los miembros del grupo sobre
varios sentimientos importantes acerca de ambos terapeutas. La mayoría estuvo
de acuerdo en que los dos terapeutas eran muy diferentes: el que era objeto
del afecto de las mujeres era más vano, cuidaba mucho más su apariencia
física y su ropa, y sus palabras eran exactas y precisas, lo que le daba una
aureola atractiva de una perfección afable. El otro terapeuta era desaliñado en
su apariencia y en su conducta: hablaba más a menudo cuando se sentía inse­
guro de lo que iba a decir, corría más riesgos, deseaba equivocarse, y el hacer
esto con mayor frecuencia era útil para los pacientes. La retroalimcntación le
pareció verdadera al terapeuta que la había pedido; ya había oído decir esto
antes, y se lo informó al grupo. Pensó en sus comentarios durante la semana.
En la siguiente reunión se los agradeció y dijo que lo habían ayudado mucho.
El terapeuta puede facilitar el trabajo del grupo reaccionando ante las per-
eepciones que los pacientes tienen de él sencillamente reflexionando cómo le
afectan sus afirmaciones. O puede informar si los comentarios de los pacientes
“ encajan” , si están de acuerdo con su experiencia interna: “ Hay veces en que
me siento molesto contigo, pero en ningún momento creo desear impedir tu
desarrollo, ni que trabajes en una mina de carbón; ni quiero que tu terapia sea
mas lenta para ganar más dinero. Esto sencillamente no forma parte de mi
experiencia contigo.” O “ Me siento muy molesto por la deferencia que muestras
conmigo: siempre creo que te estás rebajando y que me miras con admiración "
O “ Nunca antes me habías desafiado tan directamente. Aunque esto me inlimi
iln un poco, también es algo muy consolador.” O “ Me siento restringido, no
■.u-uto libertad contigo, porque me otorgas demasiado poder sobre ti. ( r e o que
d e b o ineilii cada palabra que cligo, porque le das demasiada importancia a lo
das mis afirmaciones.”
Obsérvese que todas estas revelaciones terapéuticas lorman pínte del nqm
\ del ahora del grupo, En cada una el Iciapeula lévela algo del mundo inlei'ioi
que peieihc en el grupo la niayoiíu de los leiapeulas prelicien no ievelail>
,i.pecios de mi vida peisoual al guipo, p u o algunos deciden liuccilo paia
olicceile lili modelo a los pai lenh l'oi ejemplo, lleigei aloma A veivs i
muy útil pala el leiapcula eompililli algunos piobleina ■ del pasado o del pie
226 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

■.ente de la vida real y ofrecer un modelo para la identificación a través de su


rapacidad de resolver este problema constructivamente.” 22
Muchos terapeutas evitan hacer revelaciones de sí mismos sin aclarar sus
i.i/oncs para esto. Quizá es bastante habitual que los terapeutas racionalicen
i .lo ocultando sus inclinaciones personales con el hábito profesional. Creo que
ni duda las cualidades personales del terapeuta influyen en su estilo profesio­
nal y ni la elección de su escuela ideológica.
Un incidente que ocurrió en un taller de terapia de grupo ilustra adecuada­
mente algunos de estos temas. Un terapeuta de grupo competente, experimen­
tado, expuso el siguiente dilema: varios meses después de terminar su terapia
de p u p o un paciente lo invitó a comer a su casa. Deseaba que el terapeuta
conociera a su nueva esposa; había hablado de ella mucho durante su estancia
en el p u p o y se había casado con ella poco después de terminar la terapia. El
ii i ú p e n l a afirmó que su paciente había tenido mucho éxito en su curso de te­
m po había trabajado extraordinariamente bien y había resuelto muchos pro-
11|i nía importantes (incluso las distorsiones de la transferencia); de hecho el
ioapi uta no recordaba haber tenido un paciente con un curso de terapia con
t a n t o cilio, Además, le simpatizaba el paciente; le gustaría verlo y sentía
•uno-.id.id p o i conocer a su esposa.
‘.ni embaígo, declinó la invitación. Creyó que aceptarla sería inadecuado y
poro inteligente desde el punto de vista profesional, pero tuvo muchas dificul-
tadi", en sei más explícito. Varios temas surgieron en la discusión del taller
ti i.ipeulico. ¿No minaría esto totalmente la relación terapéutica? ¿El paciente
podna necesitar de nuevo al terapeuta? ¿El terapeuta no debía girar en una
oí hita profesional alrededor del paciente para estar disponible para una llamada
ingente? (Sin embargo, el terapeuta creía que el paciente había tenido un curso
de terapia con un éxito total, y no había razón para sospechar que sería
necesaiio nn tratamiento posterior.) ¿Retrospectivamente, de alguna manera no
definida, esto no echaría a perder en parte el trabajo terapéutico? ¿No le per
Imliana al paciente ver al terapeuta bajo una luz distinta? (Sin embargo, el
pai lente había analizado y resuelto los problemas de la transferencia. Ésta no
ein una curación leve basada en la sugestión, una “ cura de transferencia” ,
o "una curación falsa” , como Frcud la llamaba.) ¿El terapeuta estaba negando
q u e »l tratamiento había terminado al continuar viendo al paciente? (A me
nudo sucede así. Sin embargo, este paciente se había analizado durante mucho
tiempo y lo había hecho bien hasta terminar la terapia.) ¿No era esto malo
di silt el punto de vista de- los otros miembros del grupo? ¿El favoritismo no
prodiue división? (Esto es cierto. Sin embargo, el paciente había terminado
ai Icinpía hacía muchos meses y, ya que muidlos otros miembros estaban a
plinto di l( rniinnila en los pióximos meses, el grupo se disolvíala y entonce1,
y.i no exis Iiii.i ) ¿I I liiapeuta no debía piolegei su t i e m p o privado? ¿ N o eom
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 227

plica inconmensurablemente la vida y la terapia mezclar el papel profesional


con el social? (Sin duda. Sin embargo, el paciente ya no lo era. Además, el
terapeuta quería cenar con él.)
Parece que todas las razones “ profesionales” para la conducta del terapeuta
resultaron ser racionalizaciones. El terapeuta estuvo más cerca de la verdad
cuando dijo que se sentía muy intranquilo ante la perspectiva de que el paciente
lo viera comer, o advirtiera que se sentía intranquilo en una conversación social:
que no se comportaba hábilmente en las presentaciones, o que se despedía en
forma inadecuada al marcharse al terminar la visita. Desde luego, la verdad era
que el terapeuta no deseaba proteger al paciente, sino a sí mismo. Protegerse
del odioso cargo de ser humano: de comer, de cometer un error, en resumen,
de no ser divino.
Muchos terapeutas se niegan a revelarse a sí mismos en el grupo por temor
a lo que sucederá. ¿Qué otra información pedirá el paciente? Con frecuencia le
he formulado esta pregunta al final de la terapia a los pacientes tratados con
éxito. La mayoría expresó el deseo de que el terapeuta fuera más franco, que
se relacionara en forma más personal con el grupo. Ninguno expresó el deseo
de que el terapeuta expusiera más de su vida privada o de sus problemas per­
sonales en el grupo. Creo que el terapeuta no debe temer que lo desnuden ni
que le pidan que permanezca tiritando y sin ropa ante el grupo.
El verdadero temor se encuentra en otra parte. Una paciente de grupo (la
misma que comparó al terapeuta con un propietario judío) tuvo este sueño:
“ Nosotros (el grupo) estábamos sentados alrededor de una gran mesa y el te-
iapeuta la presidía. Él tenía en su mano una hoja de papel y había algo escrito
en ésta. Traté de quitársela, pero él estaba demasiado lejos.” Meses más
larde, a medida que se fue acercando a la crisis y al punto crítico de su terapia,
ella recordó el sueño, y añadió que siempre había sabido lo que estaba es-
ri ilo en el papel, pero que no había querido decirlo enfrente del grupo. Era la
iespuesta del terapeuta a la pregunta: “ ¿Me amas?” Creo que esta pregunta
c. enormemente amenazadora para el terapeuta. Quizá aún es peor la pregunta
iIrl grupo: “ ¿Cuánto nos amas a cada uno de nosotros?” Estas preguntas
amenazan el mismo marco del contrato psicoterapéutico. Desafían algunos prin­
c i p i o s que ambas partes han convenido en mantener ocultos. Casi se refieren
.1 “ comprar la amistad” ; “ si realmente te interesamos, ¿nos atenderías si no tu-
viríamos dinero?” Estas preguntas se acercan peligrosamente al secreto último,
iriiíhle, del psicoterapeuta, que el intenso drama que se desarrolla en la habi-
iiirión del grupo ocupa un espacio muy pequeño en su vida. Como en Rosen-
r n m t . y ( ¡uihicnswni, las figuras claves de un drama se vuelven con rapidez
'.omin as con alas a medida que el leí apelda pasa al escenario de otro drama.
Sólo una ve/ lie sido baslanle blasfemo pina decirle esto con claridad a un
guipo Un guipo Iriapéulico di psiquiulias lesideules estaba discutiendo mi
\

228 EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

partida (que duraría varios meses sabáticos). Mi experiencia personal esa vez era
despedirme de varios pacientes y de varios grupos, algunos de los cuales
estaban más vinculados emocionalmente conmigo que el grupo de residentes. Sus-
pendci el trabajo me era difícil, y los miembros del grupo atribuyeron gran
parle de mi dificultad al hecho de que yo había participado tanto en su grupo
qnr encontraba difícil despedirme. Reconocí mi participación en el grupo,
pero les presenté un hecho que sabían, pero que se negaban a reconocer: yo era
mucho más importante para ellos que ellos para mí. Estaban claramente
conscientes de esta falsa mutualidad desequilibrada en el trabajo psicoterapéu-
tico con sus propios pacientes. Sin embargo, no se habían aplicado esto a
m mismos. Hubo una expresión de asombro en el grupo cuando esta verdad,
c.i.i negación de ser especial, esta inherente crueldad de la psicoterapia tocó
mis c uerdas sensibles.
, l i<> nos hace concluir que no hay sitio en la terapia para el ocultamiento?
, l l ici ú p e n l a más útil es el que se dedica más plena y consistentemente a la
i * v« lili ion <le sí mismo? Veamos las limitaciones de la transparencia.

I os 1*1.1,IC.ROS QUE IM P LIC A LA TRANSPARENCIA DEL TERAPEUTA

lin t algún tiempo observé a un grupo dirigido por dos terapeutas neófitos que
•n esc momento tenían el ideal de la transparencia del terapeuta. Formaron un
giupo de pacientes no hospitalizados y se comportaban de una manera decidi­
damente sincera, y expresaron con franqueza en las primeras reuniones su
mecílidiimhre acerca de la terapia de grupo, sus dudas sobre sí mismos y su an­
gustia personal. Sin embargo, al hacer esto echaron por la borda su función de
conserva! al grupo; la mayoría de los miembros lo abandonaron en las prime-
ias seis sesiones.
I ,i>s nuevos “ grupos de maratón” prolongados (véase el capítulo ix) que se
i rimen de 24 a 48 horas consecutivas hacen un énfasis extraordinario en la
icvelaeión de sí mismo. La evidente fatiga física desgasta las defensas y favo-
iere la revelación máxima de sí mismo de los miembros y del terapeuta. Para
los que aun les estorba el ocultamiento físico y psicológico, muchos psicote
rápenlas informaron con entusiasmo sobre “ terapia de grupo nudista” y los
medios de comunicación (por ejemplo, la revista Time)®* dieron considerable
¡iiImimaeion sobre los maratones nudistas en el sur de California.* Una vez en
la eonvcneión de la Asociación Psieoanalítica Norteamericana, quince mil per

' Mili luis ilo las in n o v a c io n e s m¡ís descabellad as en la terapia han su rg id o en el mu


d< < nliloi nía listo lile rec u er da la Idea fantástica que ap ar ec e en Srlrr lile Ihiv de
'..mi la l l o w " ' c u m u lo alguien inclina el gran mapa >l<* los I 'Nimios U n id o s y allrmii
lo d o lo ipil no eslit lijo o .iruiio va a dai d r.ui d> ( aliloi nia."
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 229

sonas trataron de entrar en el auditorio que tenía cupo para setecientas perso­
nas para ver una película de terapia de maratón nudista. Se han desarrollado
métodos especializados en estos grupos que, casi como la proctoscopia, llevan
la revelación de sí mismo a sus últimas consecuencias (por ejemplo, el grupo
puede “ abrir de piernas” a un miembro para que ofrezca la máxima revelación
de sus genitales).
Muchos jefes sin entrenamiento se dedican a dirigir grupos con el credo
monolítico “ Sé tú mismo” como el fundamental principio de organización alre­
dedor del cual se modelan todas las otras técnicas y estrategias. Sin embargo, esto
no le ofrece libertad al terapeuta, sino tiranía. La paradoja es que la libertad y
la espontaneidad en forma extrema pueden producir un papel de jefe tan estrc
cho y restringido como el tradicional del jefe que actúa como pantalla en blan
co. Bajo la bandera actual de “ todo puede hacerse si es genuino” (en cualquier
momento, y en cualquier grado), el jefe sacrifica la flexibilidad de su papel
Considérese el problema de intervenir en el tiempo oportuno. En el anteiioi
ejemplo, los terapeutas neófitos, muy sinceros, pasaron por alto el hecho de
que la conducta de jefatura que puede resultar apropiada en una etapa de la
terapia puede ser muy inapropiada en otra. Si los pacientes necesitan apoyo
y una estructura iniciales para permanecer en el grupo, la tarea del terapeuta
es ofrecérselos. Hay situaciones en que, como Maslow25 señaló: “ El buen ¡eli
debe ocultar sus sentimientos, aunque le quemen las entrañas, y no lúea ai
alivio arrojándoselos a sus seguidores, que en ese momento no pueden sci ayu
dados por un jefe inseguro.”
El jefe que sólo se esfuerza por crear una mística de igualdad entre los miuii
bros y el jefe, a la larga quizá no ofrece una jefatura. Es un erroi ingenuo
considerar inamovible la conducta eficaz del jefe; a medida que el guipo •.<
desarrolla y madura, necesita diferentes formas de jefatura. Además, el eo
inentario “ sincero” del jefe debe ser una reacción pragmáticamente correcta, y
no una expresión indiscriminada de lo que quizá son las distorsiones o las
malas percepciones del terapeuta. Después de todo, como afirmó Parloíl "I I
terapeuta sincero es el que intenta ofrecer lo que el paciente puede asimllm,
verificar y utilizar.” * Fcrcnczi hace muchos años subrayó la necesidad de
actual en el momento adecuado. Dijo que el analista no debe admilii mus e n o
íes y sus dudas muy rápido. Primero el paciente debe sentirse bastante segmo
de mi propia liabilidad antes de que le pidan enfrentarse a los defectos di
alguien en quien él se apoya. 0

* th i h u ra ejem plo tic rule pi lim p io no rn e u rn lu t rn tu nove tu A 1ni¡l\i<i lin ll,'t mi

tu t|iic 11<-1 ilion I I cune tlo im ilir un lu í lio rn lioi v Ii I iin «Ir i I oh iiiu tm lriO N lim a n o
lo a |>11, uno ili Ion i ni m u llí on, i|ii< M ilita jtinvrn m iiI iiiih ilion «!«• iiraip n lii itnc lii v iludo
lia di ni minino, r m p i < m lló i i i i ln ti'o vlnjr p in a Imnetu iiyinln i o n mi ilvnl, I >ion I n
un niinin I o m pli Ir i ouli'i mi p ro ld rim t n un • Him no, ipn n 'tu lló un I )|on I n lo n i r i
l K» EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

I n cierto sentido puede suceder que la transparencia del jefe se vuelva tan
•ipicriada y romántica que llegue a tener una autonomía independiente; enton-
<• « la se considera un fin, y no un medio para un fin. Algunos investigadores,
' cino Mowrer1" y Stoller,28 quienes consideran la revelación de sí mismo la
pin lia limdamental de un enfoque muy simplificado de la psicopatología y de
la Inopia lian hecho algunos intentos por dignificar esta transformación. Por
•|(-niplo, Jourard afirma: “ La gente se convierte en paciente porque no se re­
vi la a sí misma en un grado óptimo ante la gente con la que convive.” 29 El
•omlario es que la psicoterapia debe invertir este proceso, y que el terapeuta
drhr guiar a los demás con su ejemplo personal.
Se afirma que el terapeuta establece un modelo muy valioso para los pacien-
i> al revelarse plenamente. Sin embargo, ¿puede afirmarse que una revelación
pl( na siempre es posible o deseable en la terapia de grupo o en el mundo ex-
....... i ’ Al contrario, el ocultamiento personal e interpersonal y el engaño
p in (c u sci un ingrediente integral de cualquier orden social activo. O ’Neill
ilu 1 1,i i sio en forma dramática en The Iceman Cometh. En esta obra un
v n pi. il> delincuentes vive, como lo ha hecho durante veinte años, en la trastien­
da d. mía canfina. El grupo es extraordinariamente estable y tiene muchas
m u m as de grupo bien establecidas. Cada hombre vive gracias a un conjunto de
ilu sio n es (O'Ncill las llama “ sueños” ). Una de las normas de grupo más pro-
lim d a m e iiie enraizadas es que ningún miembro ponga en duda los sueños de
los o lio s Entonces aparece Hickey, un vendedor ambulante de hielo, un
ii i apeala totalmente ilustrado e ilustrador, un falso profeta que cree que puede
daili la paz perdurable a cualquier hombre obligándolo a eliminar sus ilusiones
v .... ai con sinceridad inconmovible el sol de su vida. La cirugía de Hickey
es electiva. Obliga a actuar a Jimmy Tomorrow (cuyo sueño era desempeñar
ai ti aje, no beber licor y conseguir un trabajo “ mañana” ). Le regala ropa y lo
envía, y después a los otros, fuera de la cantina a enfrentarse al presente. Los
( ledos de esto en cada hombre y en el grupo son desastrosos. Un miembro se
suicida, oíros se sienten gravemente deprimidos, la “ vida se sale de órbita” , y
los miembros atacan mutuamente sus ilusiones, los vínculos del grupo se desin-
legian, y éste se encamina a su disolución. De pronto, en un acto compulsivo
d< ultimo minuto, el grupo considera psicótico a Hickey, se deshace de él y
poco a poco restablece sus antiguas normas y cohesión. Estos “ sueños” , o
menliias vitales” , como las llama Ibsen en El pato silvestre, a menudo son

lunrpli aceptó la invitación de Ilion de ir a vivir a su casa en calidad de paciento y


di riimlu i on el tiempo losepli recobró su antigua serenidad, alegría y eficacia, y so
volvió amigo y colega de su amo. Sólo después de que pasaron m u ch os altos v Ilion
i <11111111110111 en Mi trillo de muelle le reveló a loScph que cu an d o lo lilihla e u i o u l i a
do m iei en el oasis, el, Ilion, halón m i I i u Io mi estancamiento Nimilai cu su vida y se
ilii lulo a pedirle ayuda a losrph
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 231

esenciales para la integridad social y personal. No deben tomarse a la ligera


o eliminarse impulsivamente en nombre de la sinceridad.
AI comentar los problemas sociales de los Estados Unidos, Víctor Frankl
una vez sugirió que la Estatua de la Libertad en la Costa del Este debería
equilibrarse con una Estatua de la Responsabilidad en la Costa del Oeste. En
el grupo de terapia la libertad sólo se vuelve posible y constructiva cuando se
une a la responsabilidad. Todos tienen impulsos o sentimientos que, si se expre­
san, pueden ser destructivos para los otros. Sugiero que alentemos a los pacien­
tes y a los terapeutas a hablar libremente, a desprenderse de todas sus censuras
y sus filtros internos excepto uno: el de la responsabilidad.
Esto no significa que no deben expresarse los sentimientos desagradables;
desde luego, no puede haber desarrollo si no hay conflictos. Esto significa, sin
embargo, que la responsabilidad, y no la libertad, es el principio superior.
El terapeuta tiene una responsabilidad especial: sus pacientes y su trabajo te­
rapéutico. Los pacientes tienen una enorme responsabilidad humana mutua y, a
medida que avanza la terapia, a medida que disminuye el solipsismo, a medida
que la empatia" aumenta, llegan a ejercer esta responsabilidad en sus inter­
acciones.
El terapeuta no está en el grupo básicamente para ser sincero o auténtico.
En momentos de confusión acerca de su conducta, el terapeuta puede benefi­
ciarse con un momentáneo retiro y una reconsideración de sus tareas básicas
en el grupo. Que el terapeuta revele algo de sí mismo le ayuda al grupo, por­
que establece un modelo para los pacientes, y porque les ayuda a algunos a
probar la realidad de sus sentimientos con él. El terapeuta puede preguntarse:
¿Dónde se encuentra ahora el grupo? ¿Este grupo intenta ocultarse, es muy
cauteloso, puede beneficiarse con un jefe que haga revelaciones personales?
¿Este grupo ya ha establecido normas vigorosas de revelarse a sí mismo y
necesita otra ayuda? El terapeuta debe, como hemos señalado, considerar si su
conducta interferirá con su función de conservar al grupo. Tiene que saber
cuándo debe retirarse discretamente. A diferencia del terapeuta que se dedica
;i l;i terapia individual, el terapeuta de grupo no debe ser el jefe de la terapia.
En cierta medida, es el partero del grupo; debe establecer un proceso terapéu-
Iico móvil y puede, si insiste en el centralismo, inhibir el progreso del grupo.
Una definición muy limitada del papel del terapeuta de grupo, aunque se
liase en la transparencia o, en este sentido, en cualquier otro criterio, puede
liacei que el ¡cíe pierda de vista las necesidades propias de cada paciente. La
misma advertencia se aplica a los grupos sin jefe o a los grupos en los que se
lince un intento poi eieai un ¡ele automático. A pesar de estar orientado al gru­
po, el jefe debe conservai algún enfoque individual; no todos los pacientes
necesitan lo mismo A lg u n o s, qm/.i la mayoiia, necesitan relajai sus controles,
y ¡qiiciidcj como c i p o . ai su alecto la n a , el a m o l, la leiuuia, el odio Sin
EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA

' mbnrgo, otros necesitan lo opuesto: controlar sus impulsos, porque sus estilos
*l<* vida se caracterizan por la inestabilidad y el afecto que se expresa de in-
mediato.
Olía consecuencia de una transparencia del terapeuta más o menos limitada
■ . que pueden descuidarse por completo los aspectos cognoscitivos de la tera­
pia Como lie señalado antes, la mera catarsis no es en sí una experiencia
i mlectiva. El aprendizaje cognoscitivo o reestructurador (gran parte del cual
l<» ol'iecc el terapeuta) parece necesario para que el paciente pueda Llevar sus
« sponencias de grupo a su vida exterior; sin esta transferencia o traslado,
"lo lograremos crear miembros de terapia de grupo mejores, más agradables,
'.ni algún conocimiento de los patrones generales en sus relaciones interper-
i>nalr\ el paciente de hecho tendrá que descubrir de nuevo el hilo negro en
•uila una de sus transacciones interpersonales posteriores.

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EL TERAPEUTA: TRANSFERENCIA Y TRANSPARENCIA 233

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20 M. Green (ed.), Interpersonal Analysis: The Selected Papers of Clara M. Thomp­
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21 S. H. Foulkes, “A Memorándum on Group Therapy” , British Military Memorán­
dum, ADM., julio de 1945.
22 M. M. Berger, “The Function of the Leader in Developing and Maintaining a
Working Therapeutic Groijp” , mimeografiado, 1967.
23 Time, 23 de febrero7 de 1968, p. 42.
24 S. Bellow, Seize the Day (Nueva York: Viking Press, 1956).
25 A. H. Maslow, “ Notes on Unstructured Groups at Lake Arrowhead”, mimeogra­
fiado, 1962.
28 M. Parloff, “Discussion of Accelerated Interaction: A Time-Limited Approach
Based on the Brief Intensive Group” , Int. J. Group Psychother., 28: 239-244, 1968.
27 H. Hesse, Magister Ludi (Nueva York: Frederick Unger, 1949), pp. 438-467.
28 F. Stoller, “ Accelerated Interaction: A Time-Limited Approach Based on the Brief
Intensive Group” , Int. J. Group Psychother., 28: 220-235, 1968.
28 S. Jourard, The Transparent Self (Princeton: D. Van Nostrand, 1964), p. 21
VII. LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

L a suerte de un paciente de terapia de grupo y la de un grupo de terapia


puede, en gran medida, definirse antes de la primera sesión de terapia. A me­
nos que se utilice un criterio de selección cuidadoso, la mayoría de los pacientes
asignados a la terapia de grupo pueden abandonar el tratamiento sintiéndose
desalentados y sin obtener beneficios. La investigación sobre los grupos pe­
queños, que describiré en el capítulo vm, nos sugiere que la composición ini­
cial del grupo tiene una poderosa influencia en el resultado final de todo el
grupo.
En este capítulo consideraré el consenso clínico y las pruebas de la investi­
gación que se relacionan con la selección de los pacientes de la terapia de
grupo. ¿Cómo puede determinar el terapeuta si un paciente es un candidato
adecuado para la terapia de grupo? En el siguiente capítulo consideraré la
tarea de la composición del grupo. Después de que se decide que el paciente
es un candidato adecuado para la terapia de grupo, ¿a qué grupo específico
deben enviarlo? Una parte de las investigaciones citadas en los capítulos vil
y vm tiene poca aplicación clínica inmediata, y no son trabajos definitivos.
Pero describo las investigaciones, porque la selección y la composición son
áreas en las que la investigación puede ofrecer contribuciones significativas,
y gran parte de la metodología de la investigación usada en los laboratorios y
en el trabajo de los grupos T puede aplicarse evidentemente al estudio de los
grupos de terapia.
La primera consideración para determinar el grupo de terapia adecuado es
el tipo de grupo de terapia que se encuentra disponible. El criterio de selección
varía ampliamente según la estructura, el procedimiento y las metas del grupo
de terapia. En la mayoría de los ambientes de pacientes hospitalizados, en los
que los grupos pequeños son una modalidad importante de tratamiento, todos,
los pacientes son asignados (a menudo al azar) a grupos pequeños. A los
pacientes muy perturbados en general los excluyen hasta que su conducta se
modifica a tal grado que ya no perturba la integridad del grupo. Para los
grupos de terapia con metas especializadas, no es complicado relativamente
seleccionar al paciente; el criterio de admisión puede ser sencillamente la
presencia de síntomas definidos: la obesidad, el alcoholismo o la adicción
a las drogas.
El problema es más difícil para el terapeuta que trata con grupos de terapia
intensiva y dinámica para pacientes no hospitalizados, y su criterio de selección
es menos obvio, Algunas complicaciones se tornan evidentes al exammai los
ciiU'iioH de selección citados en la literatura clínica Piimero observaremos

234
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 235

que la pintoresca terminología descriptiva es tan individualizada que resulta


difícil obtener algún consenso. Entre los candidatos indeseables se incluye a las
personalidades esquizoides, a los egos incipientes y caóticos, a los ignorantes
emocionales, a los monopolistas, a los deprimidos, a los histéricos verdaderos,
y a los psicópatas. Este popurrí de nomenclaturas caracteriológicas, sintoma
ticas, conductuales y folklóricas es una prueba de la necesidad de un sistema
de clasificación que pueda ofrecer una información relevante, predecible sobn
la conducta interpersonal.
Segundo, nos sentiremos impresionados con las contradicciones que abundan
en la literatura ciútica. Hay pocas situaciones que se mencionan como ron
traindicadas para la terapia de grupo en las que no pueda encontrarse mu
opinión o un inforfhe anecdótico opuestos. Por ejemplo, la homosexualidad o
las condiciones psicosomáticas que son anatemas para algunos terapeutas de giu
po experimentados, las han tratado con éxito otros en la terapia de guipo
Estas contradicciones no son sorprendentes considerando la diversidad de los
antecedentes profesionales, el entrenamiento y la orientación teórica de los l<
rapeutas. Desde luego, todos estos factores causan grandes variaciones en el
estilo terapéutico y en el diagnóstico. Con estas opiniones clínicas opuestas
y la escasez de investigaciones controladas relevantes, el terapeuta d< guipo
neófito, en especial el profesionalmente agnóstico, tendrá muy poca oiientai Ion
firme para elegir a sus pacientes.
Por último, observamos que, con una cuantas excepciones, el ciileiio d.
selección hace énfasis en excluir a los pacientes no apropiados para la templa
de grupo. Parece más fácil identificar las características importante', pam no
admitir a un paciente en la terapia de grupo que hacer indicaciones ti.un
de por qué debe hacerse esto.

C riterios de exclusión

E l con sen so clínico

Hay un considerable consenso clínico en que los pacientes son malos candidato'!
para la terapia de grupo intensiva para pacientes no hospitalizados si nuIk m
danos cerebrales,1' si son paranoides,11 extremadamente nareislas,1 hlpoeon
tin a co s,co n tendencias suicidas,n* 4 adictos a las drogas o al alcohol,1' y rxlie
mudamente psleóticos,B' "' 7 o soeiópalas.H'
Estos pacientes parecen destinados al fracaso poi sil inhabilidad para paita I
pai en la lareft primalia del guipo; pionlo desempeñan un papel inlri peísomll
que va en detrimento de ellos mismos y del grupo
('onsideiese al paciente soeiópnln, que es un riesgo excepcional en la leía
pía de guipo mlciati tonal pata pin lente no liospitidi/udus l ipa ámenle, estos
¿36 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

pacientes resultan destructivos en el grupo. Al principio de la terapia pueden


actuar como miembros activos e importantes, pero después manifestarán su
inhabilidad básica para relacionarse, a menudo causando un efecto considera­
blemente dramático y destructivo. Citaremos un ejemplo clínico:

I I señor Glebe, un paciente muy inteligente de 35 años de edad, con un his-


lorial de alcoholismo, una gran movilidad, con relaciones interpersonales pobres,
lúe integrado junto con otros dos nuevos pacientes a un grupo que ya existía,
que había quedado reducido a tres miembros por una reciente curación de
olios. Los coterapeutas percibieron que esto era un gran riesgo, pero debido
a que el grupo era de enseñanza mediante la observación, estaban ansiosos por
i. slablccer su tamaño. Él era uno de los pocos pacientes potenciales disponibles.
Además, los coterapeutas se sentían intrigados por su supuesta decisión de cam­
bial su estilo de vida. El clásico sociópata siempre está llegando a un punto
i Niii o cu su vida. El señor Glebe, en la tercera reunión, claramente se convirtió
. a .1 je le socioemocional del grupo: parecía capaz de sentir más agudamente
.1. mi l i ii con mayor profundidad que los otros miembros. Él le hizo al grupo,
ifiial »¡iie a los terapeutas, un relato muy elaborado de sus antecedentes y de
a aiii.itmu vilal actual. En la cuarta reunión, como los terapeutas supieron
nía . larde, sedujo a una miembro femenina, y en la quinta reunión inició una
d emi s i ón sobre la insatisfacción del grupo con la brevedad de las reuniones,
l ' i o pu s o que el grupo, con el permiso o sin la autorización del terapeuta, se
i r i i n i r i a con más frecuencia, quizá en la casa de uno de los miembros, sin el tera-
pculn rn la sexta reunión desapareció, sin notificárselo previamente al grupo.
I ... terapeutas supieron más tarde que este paciente de pronto había decidido
emprender un viaje en bicicleta de 33 mil kilómetros con la esperanza de ven­
d í a l o el relato de su viaje a una revista.

I -,le e j e m p l o muy extremo muestra muchas razones de por qué no se aconseja


im luii a un sociópata en un grupo heterogéneo de pacientes no hospitalizados:
,ii "lachada” social es engañosa; a menudo consume tal cantidad de energías
del guipo que su partida lo deja afligido, intrigado y desalentado; rara vez asi-
milii las normas terapéuticas del grupo y con frecuencia explota a algunos
mieminos y a todo el grupo para su satisfacción inmediata. Esto no significa
qu e la iciapin de grupo sea contraindicada para estos pacientes. De hecho, una
luím.i especializada de terapia de grupo10 con miembros más homogéneos y
mui u t i l i zaci ón inteligente de la vigorosa presión institucional y de grupo puede
m i el trniamiento adecuado. Este principio también se aplica a muchas otras
i onliiimdicm ionc’s enumeradas antes. Por ello, es más exacto hablar de con
t i aiiidicuciones para una terapia de grupo de tipo específico. Por ejemplo, se
11.i m u s t i a d o que los giupos especializados son muy eficaces para los pacientes
mentalmente defectuosos,*1 para los pacientes crónicos,1'’ y pina los adictos
al alcohol11 " y a olías drogas.,n
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 237

Estudios sistemáticos: razones para el fracaso en la terapia de grupo

Casi todos los estudios sistemáticos de la selección de la terapia de grupo han


intentado elaborar criterios de exclusión; han enfocado los fracasos de la terapia
de grupo y no sus éxitos. Desde el punto de vista de la metodología de la in­
vestigación, es más fácil establecer criterios de fracaso que de éxito.
El estudio de un criterio de fracaso obvio, el abandono prematuro de la
terapia, ha sido una fuente rica de información para el proceso de selección.
Es evidente que los que abandonan al grupo prematuramente no se benefician
con una breve estancia en éste. En un estudio de 35 pacientes que abandonaron
al grupo después de doce reuniones o antes, sólo tres informaron haber mejo­
rado;16 además, se juzgó que aun esos tres pacientes sólo habían obtenido una
mejoría marginal de sus síntomas. En cada caso, la terapia se descontinuó por­
que el paciente anhelaba huir de la tensión del grupo, y no debido a una
conclusión natural de una terapia con éxito. Los que abandonan prematuramente
al grupo, además, causan un efecto adverso en el resto de los miembros, quie­
nes se sienten amenazados y desanimados por las deserciones tempranas. La
fase de trabajo del grupo que requiere de la estabilidad de los miembros puede
demorarse varios meses.
Desertar prematuramente del grupo es un fracaso para el paciente y va en
detrimento de la terapia del resto del grupo. Éste también es un fenómeno muy
común. Las tasas de deserción de las que se informa en la literatura son: 57
por ciento (tres reuniones o menos: clínica universitaria de pacientes no hos-
pitalizados);1 51 por ciento (nueve reuniones o menos: clínica de pacientes no
hospitalizados de la Administración de Veteranos);17 35 por ciento (doce
miniones o menos: clínica universitaria de pacientes no hospitalizados);16 30
por ciento (tres reuniones o menos: grupos de pacientes no hospitalizados
de clínicas y consultorios privados);18 25 por ciento (veinte reuniones o menos:
puipos de pacientes no hospitalizados y de pacientes hospitalizados.);19 35 por
i icnlo (doce meses o menos: terapia de grupo analítica prolongada).20
I Jn estudio de estas deserciones prematuras del grupo puede ayudar a esta-
blrrer un sólido criterio de exclusión; además, puede ofrecer una importante
i i i c I. i pura el proceso de selección. Definir el proceso de selección, aunque sólo

i a para reducii la lasa de deserciones prematuras, sería un logro significativo,


obsérvese que, aunque los que abandonan el grupo prematuramente no son
los únicos que fracasan en la terapia de grupo, éstos son fracasos inequívocos,
(i ic o que podemos dcsechai como improbable la posibilidad de que logren algo
pn ilivo que se manileslara mas larde Un lecicnle estudio sobre los resultados
di los pailieipunlcs en los g,nipos di encuclillo''1 señaló que los que habían
tenido una expcin ticia negativa en el guipo, cuando fueion estudiados seis
iim e ma. linde, no hablan "puc.lo la. cosas en ai lugui" m gozaban un be
238 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

neficio tardío de la experiencia de grupo. Si abandonaban al grupo sintiéndose


desalentados, era probable que continuaran así.) Recuérdese que el estudio de
las deserciones del grupo no nos indica nada acerca de los que continuaron
en la terapia; permanecer en el grupo es un factor necesario, pero no suficiente
para una terapia con éxito. Sin embargo, esta estrategia de investigación elude
algunos graves problemas de metodología, en especial el problema crítico de
definir y medir el éxito en la psicoterapia. Ahora consideraremos algunas ra­
zones importantes para el proceso de selección de por qué los pacientes
abandonan prematuramente la terapia.
Kotkov22 comparó a 28 miembros que habían continuado la terapia con 28
que la habían abandonado (en siete reuniones o menos) en una clínica para
pacientes no hospitalizados de la Administración de Veteranos basándose en
datos recogidos en la entrevista inicial. Los desertores del grupo diferían, signi­
ficativamente, en varios aspectos, de los que continuaron la terapia. Los prime­
ros, en su entrevista inicial, eran más “ espontáneos y tranquilos” , más hostiles,
o, por otra parte, eran más plácidos y necesitaban ser estimulados. Se quejaban
menos frecuentemente de tensión y más a menudo mostraban una somatización
de los conflictos, y no una “ reactividad emocional” . Se quejaban de sufrir
dolores de cabeza, graves insomnios, y mostraban inquietud motora. Con
frecuencia parecían estar menos motivados hacia el tratamiento y estar menos
interesados psicológicamente.
En otros estudios,23 también sobre clínicas de pacientes no hospitalizados
de la Administración de Veteranos, a los que abandonaron al grupo los estu­
diaron con la prueba proyectiva de Rorschach. Tenían menos capacidad de
soportar la angustia, menos deseo de empatia, y menos capacidad para lograr
el rapport emocional.* Sin embargo, el poder discriminador de la prueba de
Rorschach en la tarea era modesto, escasamente mejor que una tosca entrevista
de selección. (Hasta donde sé, no se ha hecho ningún estudio Rorschach pre-
dictivo.) Los desertores del grupo tenían un bajo ci en la escala verbal Wechler
y provenían de las clases socioeconómicas bajas.**
Nash y sus colaboradores1 estudiaron un grupo de 48 pacientes en una clínica
universitaria de pacientes no hospitalizados; los pacientes habían sido asignados
al azar a terapia individual (N = 18) o a uno de los tres grupos de terapia
(N total: = 30). Diecisiete desertores del grupo (en tres reuniones o menos)
diferían significativamente en varios aspectos de los trece pacientes que con
tinuaron. Los desertores del grupo eran socialmente más ineficaces que los que

* La proporción de forma-color/color-forma contribuyó más a esta diferenciación.


** Que las deserciones del grupo (de cualquier formato pNicolcrapéutico) sean den
proporcionadamente elevadas entre las clases socioeconómicamente bajas es un demu
bríndenlo corroborado por m uchos o lio s e s t u d i o s -ai
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 1.

continuaron en el grupo, y unos cuantos de éstos, que eran socialmente ineíu . 1


ces, tuvieron una calificación de intranquilidad excepcionalmente elevada, le,
que continuaron en el grupo tenían un historial de enfermedad fluctuante (lo qm
implicaba que los desertores de grupo probablemente percibían su enfcimnlad
como progresiva y crítica); los que desertaron del grupo eran negadores v a
menudo abandonaban la terapia a medida que su negación sucumbía en la con
frontación con el grupo.
Estos estudios sugieren que, en la entrevista inicial, los pacientes destinado',
a abandonar los grupos probablemente tendrán las siguientes característica',
una elevada negación; una elevada somatización; una baja motivación; un l»a|o
interés psicológico; pertenecen a una clase socioeconómica baja, tienen una
eficacia social y un ci bajos. Grotjahn20 estudió a sus grupos analíticos de pa
cientes no hospitalizados, y observó que en un periodo mayor de seis ano ,
43 pacientes (el 3 5 % ) abandonaron el grupo en los primeros doce mese,', .1.
terapia. Creyó que en retrospectiva aproximadamente el 40 por ciento <l< la
deserciones del grupo podían predecirse y entraban en tres categorías: I ) pa
cientes con diagnósticos de trastornos psicóticos manifiestos o latentes ya ínrian
de naturaleza depresiva, paranoide o, en un caso, catatónica; 2) panum
que usaban al grupo para resolver una crisis y lo abandonaban euand.i isla
pasaba; 3) individuos muy esquizoides, sensibles, aislados, que n e o --.iiulmu
una preparación más cuidadosa e intensa para la terapia de grupo,
Examinaré un último estudio10 con más detalle, ya que tiene una g.iau impm
tanda para el proceso de selección. Estudié los primeros seis meso, <l< Inn
cionamiento de nueve grupos de terapia en una clínica univeisitm ia pañi
pacientes no hospitalizados, e investigué a todos los pacientes que abamloniumi
la terapia en doce reuniones o menos. Un total de 97 pacientes participuion . 1 1
estos grupos (71 miembros originales y 26 que se agregaron después); de rsim
15 desertaron prematuramente del grupo. Se obtuvieron muchos (latos de la
entrevistas y de los estudios de los cuestionarios de los desertores del guipo
y de sus terapeutas, y también de los registros y las observaciones de lo-1 Ncraoue
de. grupo, y de los datos históricos y demográficos de estos archivos
Razones para la deserción prematura del prnpo. Un análisis de los dalo
sugiere nueve razones importantes por las que los pacientes abandonamn la
terapia: I) Factores externos. 2) Disidencia en el grupo, l) Problema', dt lull
imdad. 4) Temor al contagio emocional. 5) Inhabilidad para r o m p ía lo al
medico, b) Complicaciones poi la leiapia de guipo e individual concilio nli
/) Provocadores prematuros H) Orientación inadecuada para la inapta
9) Complicaciones que NUigen poi el subagiupnmienlo.
P0 1 lo geiirntl mas de un lacloi piulieipa en la decisión de abandona) al
guipo Algimos 1'ncloii". eslan ma', Inliniamrnli lelaeiouados con las •lirmr
|anchi* r k ln tías o con los 1usgos di I t ai m Ir 1 din miel os que el pucItWli lleiu al
240 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

entrar al grupo (y que son relevantes para el proceso de selección), mientras


que otros se relacionan con problemas que surgen dentro del grupo. Estos últi­
mos son más relevantes para la discusión de la técnica del terapeuta que exami­
no en los capítulos ix y x. Para establecer un criterio de selección son más
relevantes los pacientes que abandonan el grupo debido a factores externos, a
su disidencia en el grupo y a problemas de intimidad.
Factores externos. 1) Las razones físicas para abandonar la terapia (por
ejemplo, conflictos irreconciliables de horarios, mudarse del área geográfica)
desempeñaron un papel insignificante en la decisión de abandonar al grupo.
Cuando el paciente ofreció esta razón, un estudio más estrecho generalmente
mostró que la presencia de tensión relacionada con el grupo era más pertinen-
lr para abandonarlo. Sin embargo, en la sesión inicial de selección el terapeu-
i.i siempre debe preguntar acerca de estos posibles cambios importantes en la
■ala Hay considerables pruebas para sugerir que la terapia de grupo dinámica
ii" i . una terapia breve, y que a los pacientes no deben aceptarlos en el grupo
a 11 .i\ mu probabilidad considerable de que lo abandonen obligadamente en
lo*, siguientes meses.
I us pacientes invariablemente sufren periodos de desaliento y frustración en
1I i m su del grupo. Habrá muchos días en que tengan una vigorosa tendencia
i no a a s ín a la reunión. S i para llegar al grupo deben hacer una viaje largo o
i (implicado, o si su transporte depende de otras personas, hay una mayor pro-
l>.ihi|utac! de ausentismo o de que abandonen al grupo. Es obvio que, hay mu-
« lias excepciones; algunos terapeutas cuentan de pacientes que un mes tras otro
•< iiausportaron en avión fielmente para asistir a las reuniones desde remotas
le g io n e s . Sin embargo, por regla general el terapeuta debe tomar en cuenta
'"••le Iactor. Si los pacientes viven a una distancia considerable y hay grupos
equivalentes más cerca de él, un cambio juicioso es más conveniente para todos.
') la angustia externa. Se consideró que éste era un factor en el abandono
pumialuro del grupo en varios pacientes que se encontraban tan perturbados
pin sucesos externos en sus vidas que les era difícil gastar energías para par
iicipm en el grupo. No podían explorar sus relaciones con otros miembros
mienlias l o s agobiaba la amenaza de una ruptura en sus relaciones con la gente
más significativa de sus vidas. A estos pacientes les parecía especialmente sin
'■ululo y frustrante oír discutir a l o s miembros del grupo sus problemas cuando
'•lis pioblcmns les pureeían tan urgentes. Entre los casos de angustia externa se
encontraban graves disputas nía rítales con amenaza de divorcio, una exploración
I" ti insexual inicial, una amenaza de fracaso escolar y una relación perturba
dora con l o s padres.
I a imporlancia de la angustia externa como l'actoi pata la deserción pierna
tiu.i il.l guipo n a difícil d r medii, ya que a menudo patena sccumlaiiu pma
las lin i as Hítenlas I a peiluibacion psiques de un paciente punli c a u s a l
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 241

desequilibrio en su situación vital, por lo que se presenta una angustia externa


secundaria; o din paciente puede enfocar un problema externo, ampliándolo
como un medio para escapar a la angustia originada por la terapia de grupo.
Varios pacientas consideraron la angustia externa la razón principal para aban­
donar la terapia, pero un estudio cuidadoso indicó que parecía que la dicha
angustia en el mejor de los casos colaboraba, pero no era una causa suficiente
para abandonar el grupo. Un enfoque indebido de los sucesos externos con
frecuencia parecía ser una manifestación de un mecanismo de negación que es­
taba ayudándole al paciente a evitar algo que percibía como peligroso en el
grupo. Los pacientes usaron la tensión externa como una racionalización para
abandonar al grupo y evitar los peligros previstos de la revelación de sí mismo,
la agresión, la intimidad o enfrentarse a aspectos desconocidos de sí mismo.
En el proceso de selección, por consiguiente, un enfoque injustificado en la
angustia externa puede ser un signo desfavorable, ya sea que se presente como
una cantidad extraordinaria de angustia o como una manifestación de negación.
Otro tipo desfavorable de asignación es la del paciente que se ve impulsado
a la terapia por una crisis externa y tiene metas bien definidas; por ejemplo,
una persona angustiada por una pérdida importante reciente a causa de un
fallecimiento o de un rechazo. Si un paciente tiene un problema recurrente
(por ejemplo, una grave reacción ante un rechazo heterosexual) y ha leuido
exilo en una terapia individual breve en un caso semejante en el pasado y bust a
de nuevo una terapia similar, según mi experiencia, también es un nial candi
dato para la terapia de grupo.
La disidencia en el grupo . E l estudio de los pacientes que abandonan la
lim p ia debido a que son disidentes del grupo ofrece una gran cantidad de mloi
inación relevante para el proceso de selección; pero primero debemos drlinii
cuidadosamente el término “disidente”. Casi todo paciente de grupo representa
un extremo en por lo menos una variable: por ejemplo, es el más joven, el
único miembro soltero, el más enfermo, el único oriental, el único que no c.iu
din, el más iracundo, o el más tranquilo. Sin embargo, había una gran cantidad
de pacientes ( 3 3 % de los desertores) que disentían significativamente del u *.
lo del grupo en diversas áreas críticas para su participación en el mismo, y isla
disidencia y las consiguientes repercusiones se consideraron la razón básica puní
•ai deserción prematura del grupo. Los papeles de los pacientes variaban desdi
los que cían silenciosos y no participaban hasta los que eran gritones, iiaeini
dos y perturbaban al grupo, pero siempre se encontraban aislados, y el leía
pi ula y los otros miembros los percibían como personas que lOlardabim el
avance del grupo.
I I guipo, l os leiapeulas y a veces l os mismos pacientes nl'iimuion que "n o
i tu aiaban”, I sla dislliu ión i dita il di tiadia n a hu Ion \ objclivuuienli un di
bli >i I un (iilaclei iNltCUN cil geneial man drsi illas < tan una lalla de l o m p l r j i
242 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

dad psicológica, una falta de sensibilidad interpersonal, y una falta de insighí


psicológico personal que se expresaban en parte en la común utilización de la
negación. Los pacientes a menudo tenían un status socioeconómico y un nivel
educativo más bajos que los del resto del grupo. Los terapeutas, cuando des­
cribieron la conducta del grupo, hicieron énfasis en que estos pacientes retar­
daban al grupo, porque tenían un nivel diferente de comunicación que el resto
del mismo. Tendían a permanecer en el nivel de describir síntomas, dar y recibir
consejos o criticar, y evitaban discutir los sentimientos inmediatos y la in­
teracción en el aquí y en el ahora.
Había una importante subcategoría de cinco pacientes que eran esquizofréni­
cos crónicos y, después de un tratamiento individual, estaban haciendo un
ajuste de sus “ fronteras” . Estaban “ cerrados” y utilizaban mucha negación y
supresión. Su peculiaridad por sus vestidos, modales, y su contenido verbal
extraño era muy obvia para los otros miembros del grupo.
Otros dos pacientes en el estudio diferían de los otros miembros de su grupo
en su estilo de vida. Una mujer tenía un historial de prostitución y había tenido
un hijo ilegítimo. Otro tenía un historial de adicción a los narcóticos, con los
inevitables contactos con el bajo mundo. Sin embargo, estos dos pacientes no
diferían de los otros tanto que impidieran el avance del grupo (en el insighí
psicológico, en la sensibilidad interpersonal y en la comunicación eficaz) y no
se convirtieron en disidentes del grupo.
Otro paciente debido a sus normas morales y religiosas llegó a ser un gran
disidente en su grupo de terapia. Éste lo componían jóvenes estudiantes uni­
versitarios que hablaban libremente de sus intimidades y con frecuencia mani­
festaban sus preocupaciones sexuales. El paciente era cuáquero, y también era
un impugnador por conciencia de la guerra, que prestaba servicio como orde­
nanza en un hospital. Sus puntos de vista morales diferían en forma tan extrema
de los de los otros miembros del grupo que el paciente se aisló y abandonó la
terapia. Los terapeutas afirmaron que el grupo se sintió aliviado cuando se
marchó, porque le había “ puesto una mordaza a los sentimientos del grupo” .
Hay muchos datos sociales y psicológicos de la investigación con grupos di-
laboratorio que nos ayudan a comprender la suerte del disidente en el grupo
de terapia. Los miembros del grupo que no pueden participar en la tarea del
mismo y que le impiden avanzar al grupo para terminar su tarea, se sienten
mucho menos atraídos por éste e impulsados a abandonar la terapia.-’7 Los
individuos cuya contribución no está de acuerdo con las normas elevadas del
grupo tienen una alta tasa de deserción de la terapia,-Hy esto es particularmente
notable en los que tienen un bajo nivel de estima p r o p i a .L a tarea en los
grupos de terapia es dedicarse a una comunicación significativa eou los otros
miembros del grupo, a revelar algo de sí mismo, dai telioalimenlaeion valida
y examinar los aspectos escondidos inconscientes de sus sentimientos, ai con
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES M I

ducta y sus motivaciones. No pueden realizar esta tarea los que carecen di l.ir.
habilidades o las motivaciones necesarias. Carecen de la cantidad r cq u e iid .i
de interés psicológico, son menos introspectivos, menos curiosos y más apios
para utilizar los mecanismos de defensa de engaño de sí mismo, o se resistí n
a aceptar el papel de pacientes y la consiguiente implicación de que es n< *■
sario realizar algún cambio personal. Por ejemplo, pueden persistir en c s p c i.ii
que los otros cambien. Lundgren y Miller30 han mostrado en la investigación
de grupo T de Bethel que los individuos que están más satisfechos consigo
mismos y que se sienten inclinados a estimar demasiado la opinión que lo ,
otros tienen de ellos tienden a obtener menos beneficios de la expericiu u d.
grupo. El estudio de Lieberman, Yalom y Miles sobre un grupo de c n c u e n l i o "
mostró que los miembros del grupo que no valuaban o no deseaban m i n i e >
un cambio personal probablemente desertarían en forma premalura del guipo
La capacidad de enfrentarse a las propias deficiencias, hasta el punto de u ali/.u
una crítica rigurosa de sí mismo, y cierto grado de sensibilidad a los scnlimu u
tos de los otros parecen ser las cualidades que requieren los m i e m b i o . d.
grupo con éxito. Similarmente en la terapia de grupo, los miembros que cu I -
cuestionarios de posgrupos no pudieron percibir con exactitud cómo los <■im
los otros probablemente continuarían siendo, cuando mucho, m ic m b io s p* nl>
ricos.32
¿Qué les sucede a los que no pueden dedicarse a la tarea básica di I gmp<>
y c|ue son percibidos por éste y, en algún nivel de la conciencia, se peo ib u >
sí mismos como un obstáculo para el grupo? Schachtcr33 mostró qu< <n un
grupo pequeño la comunicación con un disidente es muy frecuente al pina lpm.
V que después declina en forma aguda a medida que el grupo reeha/a d dea
dente. El rechazo (según mediciones sociométricas) era proporcional al gia
do en que la disidencia era importante para la finalidad del grupo. Mudm
investigaciones han mostrado que la posición del individuo en el sistema d»
comunicación del grupo influye significativamente en la satisfacción que ol»iu u>
del mismo.3' Jaekson33 también mostró que la atracción que siente el individuo
por el grupo es directamente proporcional al grado en que a este individuo lo
consideran valioso los otros miembros. También se mostró30 que la capai Idad
del grupo para influir en el individuo depende en parte de lo atractivo que •u
el grupo para ese miembro, y en parte del grado en que ese miembro se cornil
nica con los otros en el grupo, También es bien conocido poi las obias di
Slicrif17 y Aseh:IM que un individuo a menudo se siente excesivamente mliuu
quilo al desemperno el papel de disidente del guipo, y hay una ici n ule pim bu '"
de que los que desempeñan un papel de disidentes o están aislados cu el guipo,
y no pueden o no expnsan vei balmenle MU angustia, pueden expei illieiitat tilia
angustia fisiológica comdativa I ubi imán. Miles y yo mnsliamos ipie los
miembios del guipo de eiieia tillo que i i mi disideitfi s (mletublos que eiim
M I A SI I l i ( ION DE LOS PACIENTES

•'"iMtlri.ulor, por los otros “ lucra del grupo” o aquellos que percibían mal y
••mente las normas del grupo) casi no tenían oportunidad de beneficiarse
' " " 11 grupo y había una creciente probabilidad de que sufrieran consecuencias
negativas.110
Hay pruebas experimentales de que el disidente del grupo obtiene menos sá-
11 1iii ioii en este, experimenta angustia, es menos valioso para el grupo, se
■" lllr menos inclinado a dejarse influir o a recibir beneficios de éste, es probable-
"" n,«‘ mas dañado por el grupo, y se siente más inclinado que los no disidentes
a a b a n d o n a r la terapia.
1 Hos descubrimientos experimentales coinciden notablemente con la expe-
1" de los disidentes de los grupos de terapia estudiados. De once disidentes,
" l" uno no desertó de un modo prematuro. Este paciente pudo continuar
‘ 11 1I guipo debido al vigoroso apoyo que recibía en una terapia individual con-
‘ 1,1 " "•< '.ni embargo, no sólo permaneció aislado en el grupo, sino, según la
"i"1..... d< los terapeutas y de otros miembros, impedía el progreso del mismo.
1 " d1" tu edio en este grupo fue notablemente similar a los fenómenos des-
' 111,1 pin Schachter33 en los grupos experimentales: al principio el grupo
1 1 1 1,1 i muchas energías en el disidente, después el grupo renunciaba. Este
l'" 11 ai. en jn.in medida, quedó excluido del sistema de comunicación, pero el
,,|,ll'" "o podía olvidarlo enteramente, y él retardaba el ritmo del trabajo...
'' ' d. e n el grupo algo importante de lo cual no puede hablar, habrá un
p ulo de inhibición general en la comunicación. Con un miembro disidente, el
P"pi» e n nulidad no se siente libre; en cierto sentido no puede avanzar más
•iprisii que su miembro más lento.
I .ios descubrimientos se relacionan mucho con el proceso de selección. Los
I'1" lentes que asumirán un papel de disidentes en los grupos de terapia no son
difíciles de identificar en las entrevistas de selección. A menudo son muy evi­
dentes la negación, el no hacer énfasis en los factores intrapsíquicos e interper-
oniileN, la tendencia a atribuir disforia a los factores del medio ambiente
es temo y a los somáticos.
I I niso del paciente esquizofrénico crónico “ cerrado” era en particular re-
eonoeible Estos pacientes mantenían una adaptación precaria y no podían
pniliclpni intimamente en un grupo interaccional que avanzaba con rapidez, sin
•iiiu nci¡ámente amenazada su adaptación. Todos estos pacientes esquí/,ofré-
nit os ciúnicos los enviaron al grupo por razones similares: sus terapeutas in
d i v í d a n l e s pensaron que estos pacientes probablemente habían alcanzado cierto
nivel en el ti atamiento , y que necesitaban desarrollar habilidades socializadoras.
I n algunos calos, su traslado a la terapia de grupo se utilizó com o un medio
|,„in Hiix|>endei poco a poco el tratamiento sin producil sentimientos de culpa
en (I leiapeuta Por ello el erroi no está en la identificación de estos pacientes,
ni,i , n in xupoüleión de que, aunque no citarán “en arm onía” con el icsto del
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 245

grupo., se beneficiarán con el apoyo de todos los miembros y con la oportunidad


de mejorar sus técnicas de socialización. Según nuestra experiencia, esta espe­
ranza no se realiza. La asignación es mala, y no se beneficia ni el paciente ni
el grupo. Más tarde el grupo excluirá al disidente. Quizá los miembros sonreirán
entre sí cuando él hable o se comporte en forma irrelevante. Los miembros
pueden convertirlo en una mascota; lo ignorarán y no le dedicarán el tiempo
necesario para comprender sus intervenciones. En resumen, se creará un medio
ambiente que sólo puede ser hostil para el proceso terapéutico.
Las actitudes rígidas junto con los deseos de proselitismo pueden impulsar
con rapidez a un individuo a una posición disidente. Creo que a uno de los
pacientes al que le resulta más difícil trabajar con los grupos es al que emplea
puntos de vista religiosos fundamentalistas al servicio de la negación. Las de­
fensas de este paciente con frecuencia son inmunes a la presión comúnmente
vigorosa del grupo, porque son apoyadas, en su propio sistema, por las normas
de otro grupo básico: su secta particular. Darle la interpretación de que él está
empleando ciertos principios básicos en una forma literal irreal a menudo no
es eficaz; y un asalto frontal a estas defensas sólo las vuelve más rígidas.
Es importante que el terapeuta intente descubrir a los pacientes que disen­
tirán marcadamente en relación a las metas del grupo particular al que podrían
ser asignados. Como he sugerido, otras formas de disidencia no relacionadas
con la tarea del grupo, son irrelevante.s. Un individuo disidente en la elección
de su objeto sexual es un ejemplo de esto. Considérese a los que tienen una
orientación homosexual; algunos actúan muy mal en los grupos de terapia
compuestos por hombres y mujeres heterosexuales. Sin embargo, no actúan
mediocremente debido a su estilo sexual disidente, sino a su conducta inter­
personal en el grupo que se opone a la tarea del mismo. Pueden ser tan cau­
telosos y reservados que no pueden tener ni una mínima reciprocidad de
confianza con los otros miembros; pueden usar al grupo como plataforma para
elogiar al frente de liberación homosexual y abstenerse de observar su interior
y compartir las preocupaciones personales. O pueden estar tan sexualmente
impulsados y sus impulsos ser tan egosintónicos que sólo pueden usar sus
contactos intcrpcrsonales con fines sexuales franca o sutilmente sublimados. Sin
embargo, he descubierto que la mayoría de los homosexuales que buscan volun­
tariamente el tratamiento (y no por presiones externas) reaccionan muy bien
en la terapia de grupo. No importa si el paciente busca inicialmente el trata­
miento para cambial su orientación sexual por una heterosexual, o si desea
adquirir mayoi tranquilidad y comprensión ele sí mismo dentro de su orientación
homosexual, listas nietas son apropiadas en la terapia de grupo, siempre que
\r haya establecido en este un ambiente de respeto por las diferencias indivi­
duales (Véusi el capitulo mi donde hago un examen más completo del enfoque
de la leinpin di guipo del paciente con una onenlación homosexual.)
,'46 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

I os pacientes, pues, se vuelven disidentes debido a su conducta interpersonal


<n las sesiones de grupo y no por su estilo de vida disidente y por su pasado.
No hay un tipo de conducta previa demasiado disidente para que un grupo no
l.i acepte después de que se han establecido las normas terapéuticas del mismo.
ll< conocido a individuos con estilos de vida que incluyen la prostitución, el
i \hibicionismo, el voyerismo, la cleptomanía, el infanticidio, y varios otros
delitos criminales repulsivos que fueron aceptados por un grupo “ honrado”
'l< dase media. Los alcohólicos, para citar otro ejemplo, a menudo funcionan
mal en los grupos mixtos intensivos para pacientes no hospitalizados, y no
poique se emborrachen, sino por su conducta interpersonal. No es raro que
alguien con un problema grave de alcoholismo ‘ manifieste rasgos de carácter
•nal que en el ambiente de grupo toman la forma de demandas insaciables
•l< apoyo, confirmación y seguridad. El paciente frecuentemente se empeña en
!• •ilm una atención del terapeuta que no puede compartir con los otros miem-
Imi> l i alcohólico tiene poca tolerancia a la frustración, y cuando alcanza
n mullí al. puede reaccionar de maneras inaccesibles a la influencia del grupo en
r ni i d mui algún tipo de expresión motora: aumentar su alcoholismo, el au-
•iiii'uim. los retrasos y llegar borracho a las reuniones. (Una advertencia: ya
qin Milu con una denominación como “ alcohólico” no puede describirse a una
p eí muia, r.slas observaciones son generalizaciones, y muchos terapeutas de
ri upo lian tratado con mucho éxito a individuos con problemas alcohólicos.)14
t a . alegoría de deserciones por “ disidencia en el grupo” es la más significa­
tiva dt .de el punto de vista del procedimiento de selección inicial, pero también
"tía. categorías son relevantes.
P itó n i i m a s d e i n t i m i d a d .* Los sentimientos conflictivos acerca de la inti­
m id a d son una razón común para el abandono prematuro del tratamiento.
I desertores manifestaron sus conflictos de intimidad de varias maneras:
I ) Reí i ;ii miento esquizoide, 2) revelación de sí mismo mal adaptada (la re­
velación promiscua de sí mismo o un temor profundo a revelar algo de sí
iiiimiio ), y 3) demandas irreales de una intimidad instantánea.
Vanos pacientes diagnosticados como personalidades esquizoides con patrones
peí luí hados, debido a su frialdad, su indiferencia, su introversión interpersona-

' l un cntcgoríus úc deserciones del grupo se yuxtaponen mucho. Por ejemplo, los
i '|iil/oliónicos crónicos “disidentes del grupo” también, sin duda, se mostraron muy
mhiIIniivos en el área de la intimidad, y habrían encontrado muchas dificultades en
••lili iiien ■'n rl grupo, si su papel de disidentes no los hubiera obligado a abandonarlo
l'ii inuitii iiiiii ulr. A la inversa, muchos pacientes que abandonaron al grupo debido a
piohlcuun de intimidad empezaron a desempeñar el papel de disidentes debido a sus
nianllí'Nliu iones condlietuales de sus problemas de intimidad, Ni el énfasis en el conflicto
di la intimidad Interna no los hubiera obligado a abandonar al grupo, es muy probable
•lia la a tlgin lla lilh rie n le del papel de dísidenles habita riend o piesiones que los lia
lu ía n Im pulsado a de|ai al guipo
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 247

les y su tendencia a la preocupación aurista, tuvieron muchas dificultades para


relacionarse y comunicarse en el grupo. Todos habían empezado la terapia de
grupo decididos a expresar sus sentimientos y corregir sus patrones previos
de relación mal adaptados. No pudieron lograr esto y experimentaron frustración
y angustia, que a su vez obstruyó más sus esfuerzos por expresarse. Sus terapeu­
tas describieron su papel en el grupo como “ esquizoide aislado” , “ miembro
silencioso” , “ nulidad” , “ periférico” , “ no revelador” , “ auxiliar del médico” . Al
atribuir las causas del fracaso a sí mismos, la mayoría de estos pacientes aban­
donaron el tratamiento sintiéndose totalmente desalentados por no tener la
posibilidad de obtener ayuda en la terapia de grupo.
Otro paciente esquizoide, cuyo diagnóstico estaba más cerca de las nebulo­
sas fronteras entre la esquizofrenia y la personalidad esquizoide, abandonó al
grupo por razones diferentes: el temor a su propia agresión contra otros miem­
bros del grupo. Originalmente acudió al tratamiento debido a que “ sentía que
quería explotar.. . tenía miedo de matar a alguien cuando yo explotara.. . lo
que hizo que me apartara de la gente” . Participó intelectualmente en las pri­
meras cuatro reuniones a las que asistió, pero lo asustaron las expresiones de
emoción de otros miembros. En la quinta reunión un miembro del grupo
monopolizó toda la reunión con una charla repetitiva, tangencial. El paciente
se sintió muy disgustado con el monopolista y con el resto de los miembros
del grupo por su complacencia en permitir que esto sucediera; sin avisarles a
los terapeutas, abruptamente abandonó al grupo.
Otros pacientes manifestaron sus problemas con la intimidad de otras ma­
neras: algunos experimentaron un temor tan constante y profundo de revelar
algo de sí mismos que les impidió participar en el grupo, y en última instancia
hizo que lo abandonaran; otros se dedicaron a hacer revelaciones prematuras,
promiscuas, y abruptamente abandonaron al grupo; y aun otros les hicieron
demandas tan extraordinarias de compartir una intimidad inmediata, prefabri­
cada a los demás miembros del grupo que desempeñaron un papel de grupo
uo viable para sí mismos.
Poda esta categoría de pacientes con graves problemas en el área de la in-
Iunidad representa un desafío particular para el terapeuta de grupo en el área
de la selección y en el área de la administración terapéutica (lo que consideraré
en el capítulo xn ). Resulta irónico que estos pacientes con una tasa de atrición
lan elevada sean los mismos a los que les puede resultar especialmente bene­
ficiosa una experiencia de grupo positiva. Harrison y Lubin11 informaron que,
en un laboratorio de relaciones humanas (véase el capítulo Xiv), los individuos
denominados ‘'orientados al ti abajo” (a diferencia de los “ orientados a las per­
lin as") apiendicion y cambiaion mas con su experiencia de grupo, aunque
c cucouliahan en este significativamente mas intianquilos Harrison y Lubin no
ir..ni el leí mino "rNijUl/oirie", pelo su descripción de los individuos "orientados
MH LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

il trabajo” sugiere una vigorosa yuxtaposición: . . reprimir las emocio-


m. . . se sienten amenazados por la expresión de los sentimientos de los
"luis. . - es difícil que experimenten y expresen sus reacciones emocionales” .
l*oi ello, estos pacientes, cuyas historias se han caracterizado por tener relacio-
nes intei personales no satisfactorias, pueden beneficiarse mucho teniendo una
. xpciieneia de grupo íntima exitosa; sin embargo, si su historia interpersonal
p.r.nila lia sido muy pobre, les parecerá demasiado amenazador el grupo, y
abandonarán la terapia sintiéndose más desanimados que antes.
Por ello, esta categoría general representa al mismo tiempo una indicación
v una contraindicación específicas para la terapia de grupo. Desde luego, el
problema es identificar a tiempo y rechazar a los que se sentirán abrumados
. 1 1 el guipo. ¡Si sólo pudiéramos cuantificar con exactitud este punto crítico!
I’i1 1 Ir. ii la conducta en el grupo mediante las sesiones de selección antes de
1.1 i. i.1 1 mi es una tarea demasiado compleja, y la examinaré en forma detallada
. ,i el pi"\inio capítulo. Sin embargo, podemos observar aquí que un individuo
.|n. en el proceso de selección, se muestra gravemente esquizoide, aislado,
.......... lemoi profundo a revelar algo de sí mismo, es un candidato inadecuado
1 1 .1 1 . 1 l.i i. iapia de grupo interaccional. Los pacientes mediana o moderadamen­
te , .qui/oides, por otra parte, son candidatos excelentes para la terapia de
i'i upo. v ■ara vez no obtienen beneficios de ésta. El terapeuta debe ser muy
. .mieloso cuando intenta reemplazar a un miembro en un grupo ya establecido,
i|iir avanza rápidamente. Si el terapeuta decide hacer un ensayo terapéutico,
debe pieparar en forma adecuada para el grupo al paciente esquizoide (véase
, I ni pitillo ix), y también considerar la posibilidad de someterlo a una terapia
Individual breve concurrente con las primeras fases de la terapia de grupo.
I i n mor AL contagio emocional . Varios pacientes que abandonaron la
l, i,ipía de grupo informaron que se habían sentido afectados muy adversa-
mi ule al escuchar los problemas de los miembros del grupo. Un paciente afirmó
<|itr dinante las tres semanas que pasó en el grupo, se sintió muy perturbado
i on los problemas de los otros: soñaba con éstos cada noche, y revivía sus
problemas durante el día. Otros informaron sentirse inquietos por un paciente
muy perturbado en cada uno de sus grupos; todos se sentían asustados al
adveilii en sí mismos aspectos de otro paciente. Temían enfermarse mental
un ute como el paciente gravemente perturbado o que al continuar en contacto
mui iviic les produjera una regresión personal. Otra paciente en esta categoría
es peí imentó una profunda repulsión por los otros miembros del grupo y afirmó:
No podía soportar a los del grupo. Eran repulsivos. Me molestaba verlos Ira
Im de me/elm sus problemas con los míos. Yo no deseaba oírlos liablai
de ais piobleimis. No sentía simpatía pot ellos y no podía soportal mirarlos
l odo*, cían Icos, gordos v poco alrm livor " Abandonó la primeia leimión del
(•inpii henil,i minutos aniel de la luna y minea ogiesó Durante toda su vida
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 249

le habían perturbado las enfermedades de las demás personas y evitaba a los


enfermos; una vez cuando su madre se desmayó, “ pasó sobre ella” para alejarse
en vez de tratar de ayudarla. Nash et al.1 informaron en un estudio anterior
que otros pacientes también tenían una antigua proclividad a evitar a los enfer­
mos. Informaron que estos pacientes no sentían curiosidad por los otros, y si
presenciaban un accidente, eran “ los primeros en partir” o procuraban “ mirar
hacia otro lado” . La mayoría de ellos dijeron sentirse muy perturbados al ver
sangre, y se sentían en especial trastornados si otra persona hablaba de pro­
blemas similares a los suyos.
Un temor al contagio emocional, a menos que sea extremadamente marcado
y muy manifiesto en el procedimiento de selección anterior a la terapia, no
es un índice extraordinariamente útil para la inclusión o la exclusión en el gru­
po. Por lo general, es difícil predecir esta conducta en las entrevistas de selec­
ción. Además, el temor al contagio emocional no era, en sí, una causa suficiente
para el fracaso. Si el terapeuta es sensible al problema, puede resolverlo con
eficacia en el proceso terapéutico. En ocasiones los pacientes deben desensibili­
zarse poco a poco. He conocido a algunos que abandonaron varios grupos de
terapia antes de perseverar finalmente. El terapeuta puede ayudar al paciente
aclarándole los efectos mutiladores de sus actitudes ante los problemas de los
demás. La lógica dicta que estas actitudes no invalidan la terapia de grupo.
Al contrario; si la intranquilidad puede calmarse, la terapia de grupo puede ser
la forma terapéutica ideal para el paciente.
Las otras razones para desertar de la terapia de grupo ( “ incapacidad de
compartir al médico” , “ complicaciones por recibir una terapia de grupo e indi­
vidual concurrente” , “ los provocadores prematuros” , “ los problemas en la orien­
tación a la terapia” , y “ las complicaciones que surgen del subagrupamiento” )
por lo general no son resultado de una selección defectuosa, sino de una técnica
terapéutica defectuosa y examinaré esto en los capítulos posteriores. Ninguna de
estas categorías, pues, pertenece puramente a los rubros “ selección” o “ técnica
de la terapia” . Por ejemplo, algunos pacientes abandonaron al grupo debido a
una incapacidad de compartir al terapeuta. Nunca renunciaron a la idea de que
el progreso en la terapia sólo dependía de las cantidades de bienes (tiempo,
atención, etc.) que recibían del terapeuta de grupo. Aunque puede haber sido
cicilo i|nc estos pacientes tendían a ser excesivamente dependientes y estaban
niicnlados hacia la autoridad, también era verdad que habían sido asignados y
preparados para la terapia de grupo de un modo incorrecto. Todos habían esta­
do en terapia individual, y el grupo se consideraba un método para sepa-
cu los de la terapia I s obvio que, la terapia de grupo no es una modalidad
que deba usarse en la lase de tenninación de la terapia individual, y el tera­
peuta, en su Nelceeióu piclnapeulu a debe adveilii la la/on teórica que se en
iin nlia tras la asigniu mu di un paeleuti a la tcilipiu de grupo.
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

C riterios de inclusión

I I . iik i ¡n más importante para la inclusión es el más obvio: la motivación. El


pariente debe estar altamente motivado para la terapia en general y para la
i, i .ipi.i de grupo en particular. Al paciente no le servirá asistir a la terapia de
i*iupo porque lo ha “ enviado” : una esposa, un delegado de libertad condicional,
un ici.ipeula individual o cualquier individuo o agencia exterior a él. Permitirle
il pal íenle entrar al grupo con este conjunto de motivaciones reluctantes signi-
In a icdueii mucho sus oportunidades de éxito. Muchos prejuicios falsos del
palíenle sobre el grupo pueden corregirse con el procedimiento de preparación
i v< a*.e el capítulo ix ); pero si el terapeuta advierte una falta de voluntad muy
pío!nudamente enraizada para aceptar la responsabilidad del tratamiento o una
talla de voluntad profundamente empotrada para entrar en el grupo, no debe
nepiai al paciente. Por otra parte, si el terapeuta advierte que el paciente
mu. .ha deseos de considerar la experiencia de grupo como su actividad actual
ni * unpoit.uiie, puede tomar esto como un signo propicio. Sin embargo, por lo
. . i*, tal lo. * iiterios de inclusión desempeñan un papel muy pequeño en el pro-
........... le la selección para la terapia de grupo; la mayoría de los terapeutas de
im ip n a lle n a n a la regla de que todos los pacientes, aparte de las excepciones
. p. . ib. as enumeradas antes, son adecuados para la terapia de grupo. En otras
p a l. ilu as, si ninguno de los criterios de exclusión se aplica al paciente, éste
puede asislii a la terapia de grupo.
I .la política no es satisfactoria, pero su fuente es obvia: son más difíciles de
. laboiai los criterios de inclusión. En primer lugar, éstos deben ser más am­
piar. Una característica sobresaliente puede señalar que debe haber exclusión,
uní alias que deben considerarse muchos factores al decidir la conveniencia de
acepta i al paciente. Cualquier enfoque sistemático para definir los criterios
ile inclusión debe surgir del estudio de los pacientes que tuvieron éxito en la
ti lapin de grupo, y teóricamente deberían ofrecer una información valiosa para
el pmeeso de selección. Imagínese un estudio controlado con sumo rigor en el
que una gran cantidad de pacientes son estudiados en forma sistemática antes
de cuipe/ai la terapia, y luego son investigados y evaluados después de un año
0 dos de la terapia de grupo. Desde luego, esto debería dar una tasa diferencial
di- éxito, v al relacionar los datos anteriores a la terapia con los resultados,
pndi ninios determinar las características del paciente que predicen un resultado
Invniiible l’ur desgracia, hay muchas dificultades inherentes para realizar un
1"iludió semejante. los pacientes abandonan la terapia; muchos reciben una te
i.qn.i individual auxiliar, los terapeutas de grupo varían en su capacidad y
cu ¡lis Icenicas, y la técnica de diagnostico inicial es poco coníiuble y a menudo
iduram i ic.u a
Sin embargo, un equipo de investigadnos (llo u ls, /.Imeibeig, Kam i y yo)
la/ s e l e c c ió n de los p a c ie n t e s 251

intentó en 1965 estudiar los factores evidentes antes de la terapia que podrían
predecir un resultado exitoso en la terapia de grupo.42 Cuarenta pacientes* (en
cinco grupos de terapia para pacientes no hospitalizados) fueron estudiados
durante un año de terapia de grupo. El resultado se evaluó** y se correlacionó
con muchas variables estudiadas antes de iniciar la terapia. Los resultados in­
dicaron que una gran cantidad de factores no predecían el éxito en la terapia
de grupo, incluso: el nivel de sofisticación psicológica,*** la predicción de
los terapeutas sobre el resultado,t la revelación previa de sí mismo,tt y los
datos demográficos. De hecho, las únicas variables que predecían el éxito eran
la atracción de los pacientes hacia el grupottt y la popularidad general de
los pacientes§ en el grupo (ambas medidas en la sexta y en la doceava reunio­
nes). El descubrimiento de que la popularidad se relacionaba en alto grado
con el resultado exitoso tiene algunas implicaciones para la selección, porque
los investigadores descubrieron que una elevada revelación previa de sí mismo,
la actividad en el grupo, y la capacidad de introspección eran algunos requi­
sitos previos para la popularidad en el grupo.
El estudio de Lieberman, Yalom y Miles sobre un grupo de encuentro44
mostró que, en una prueba de pregrupo, los que iban a beneficiarse más con el
grupo eran los que habían valorado mucho el cambio personal y lo deseaban;
los que se consideraban deficientes en la comprensión de sus sentimientos y en
su sensibilidad con los sentimientos de los otros; los que esperaban mucho del
grupo, y que preveían que les ofrecería oportunidades relevantes para la co­
municación y para ayudarlos a corregir sus deficiencias. No hay ningún otro
estudio de resultados sistemático que se relacione con el criterio de inclusión.
Éste es un defecto evidente, y debe corregirse antes de que pueda establecerse
una base científica sólida para la terapia de grupo.
Otros criterios de inclusión se vuelven evidentes cuando también considera-

* Los pacientes estudiados eran adultos, de clase media, bien educados, psicológica-
incnte instruidos, no hospitalizados que sufrían problemas neuróticos o de carácter.
** Un equipo de calificadores, basándose en una entrevista estructurada, evaluó (con
excelente confiabilidad) los cambios en los síntomas, en el funcionamiento y en las
i elaciones. Los pacientes independientemente también calificaron sus propios logros,
usando las mismas escalas.
++* Medido con la subescala de interés psicológico del Inventario de Personalidad de
California y por los terapeutas después de una entrevista inicial de selección. Estas
mediciones probablemente eran demasiado insensibles para una población ya clasificada
clínicamente pnru esta variable.
| I I terapeuta calificó a cada paciente en una escala de 7 puntos después de la entre­
vista inicial sobre cómo ocia que el paciente actuaría en la terapia
| | Medido (un un cucntioiiiii lo modificado de Revelación de sí mismo de Jourard.'11*
I I I Medido con un Client lomillo de colindón de urttpo (véase el capítulo lll).',a
i) Medido con un 1 1 lint Ion ni lo noclomeli Ico/1 1
132 LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

mus ;i los miembros del grupo en el que el paciente será colocado. Hasta ahora,
por claridad pedagógica, he simplificado mucho el problema al intentar iden-
nlu .ii sólo los criterios absolutos para la inclusión o la exclusión. A diferencia
de la admisión para la terapia individual, donde sólo necesitamos considerar
las cuestiones de si el paciente obtendrá beneficios de la terapia y si él y un
leiapeuta específico pueden establecer una relación de trabajo; la admisión para
la leiapia de grupo no puede, en la práctica, ignorar al resto de los miembros.
Poi ejemplo, es concebible que algunos pacientes como un alcohólico depen­
diente, mi conversador compulsivo o un sociópata puedan obtener beneficios
de tm grupo, pero también que su presencia vuelva al grupo menos eficaz para
iitiii1, miembros. A la inversa, algunos pacientes trabajarían bien en varias mo­
lí.ilu bules de tratamiento, pero los colocan en un grupo que avanza con lentitud
deludo . 1 mis cualidades catalíticas o por alguna necesidad específica de un
i*i upo determinado. Por ejemplo, algunos grupos a veces parecen necesitar
un mu iiibro agresivo, o un varón vigoroso, o un miembro femenino delicado.
I ,i palíenles que están al borde de la esquizofrenia,* a pesar de su curso
i.......... luso de terapia y de la ausencia de estudios de resultados que validen
la . 1 1 , acia que tuvo para ellos la terapia de grupo, muy a menudo salen ade-
l mii i n los g,nipos de terapia. De hecho, con frecuencia los he buscado debido
i -ai m!liicncia benéfica en el proceso terapéutico. Estos pacientes tienen una
ii. m 1 1 incidiría de su inconsciente, se dedican menos a las técnicas inhibitorias
oeiali . formales, y muy a menudo dirigen al grupo hacia una cultura más sin-
ci i .i, que posteriormente se vuelve íntima. Sin embargo, debe tenerse conside-
i.iblr cautela al incluir a un miembro con un ego significativamente menos
Inri te que el de los otros miembros. Si tiene rasgos conductuales socialmentc
di .cables y si son apreciados por otros miembros debido a esta franqueza y
,i mi profunda percepción, en general funcionan muy bien. Sin embargo, si la
o inducía social de estos pacientes enajena a los otros y si el grupo está avan­
zando con rapidez y es tan amenazador que, en vez de dirigir, retardan al grupo,
entonces estos pacientes serán impulsados a desempeñar un papel disidente
v piobabldiientc su experiencia será antiterapéutica.
l*oi ultimo, un criterio importante para la inclusión son los sentimientos per
.olíales del terapeuta con el paciente. .Sin importar la fuente, si el terapeuta
r\peí m íen la una fuerte antipatía o no se interesa en el paciente, debe enviarlo
olía parte I ste problema obviamente es relativo. Cada terapeuta debe de
I, inuiiai la intensidad de sus sentimientos que le podrían impedir realizar una
Icnimu eficaz longo la impresión de que este aspecto es menos crítico para

1 Mcticn illhlitiutuii i»e del inicíenle e sq iii/o l iónico cum ien en deciiilcncin purclnl que
o i di lt o .v . i epi ( mv.in y 1111 >11 .iv.it, *111r ileNd íliiinoN como mal eiindldiilo en la sei clá li
.iillli Ion ilUlilenle'i
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 253

los terapeutas de grupo que para los terapeutas individuales. Con la validación
consensual de los otros pacientes del grupo y del coterapeuta, muchos tera­
peutas descubren que más a menudo pueden trabajar (a pesar de los sentimien­
tos negativos iniciales que le inspiran los pacientes) en la terapia de grupo que
en la terapia individual.

U na revisión del procedimiento de selección

El material que hasta ahora presentamos sobre la selección de pacientes tiene


una naturaleza perturbadoramente disyuntiva. Creo que podemos establecer
algún orden aplicándole a este material un principio central de organización:
un sencillo sistema de castigo-recompensa. Los miembros se sienten inclinados
a abandonar la terapia de grupo, y por consiguiente son malos candidatos
cuando los castigos o las desventajas de pertenecer al grupo superan las re­
compensas o las recompensas previstas. Cuando hablo de los castigos o las des­
ventajas de ser miembro de un grupo, me refiero al precio que debe pagar el
paciente por pertenecer al mismo. Esto incluye una inversión de tiempo, dinero,
energía y varias disforias que surgen de la experiencia del grupo, incluso
la angustia, la frustración, el desaliento y el rechazo. El paciente debe desempe­
ñar un importante papel en el proceso de selección. Es preferible para él
descalificarse antes de entrar en el grupo que sufrir la intranquilidad de aban­
donarlo. Sin embargo, sólo puede tomar una decisión juiciosa si el terapeuta
le ofrece la información necesaria: la naturaleza de la experiencia de grupo, la
duración prevista de la terapia, la conducta que se espera que tenga en el grupo,
etcétera. Agregaré más sobre este tema en el examen que hago en el capítulo ix
sobre la preparación del paciente de grupo.
I.as recompensas por ser miembro de un grupo de terapia consisten en varios
tipos de satisfacciones que el paciente encuentra en el mismo. Consideraremos
estas recompensas o causas determinantes de la cohesión del grupo, que son
relevantes para seleccionar a los pacientes para la terapia de grupo.45
Los miembros se sentirán satisfechos con sus grupos (atraídos por sus grupos
e inclinados a continuar siendo miembros de los mismos):
I ) Si consideran que el grupo satisface sus necesidades personales (o sea,
sus metas en la terapia).
; ) Si obtienen satisfacción de sus relaciones con los otros miembros.
\) Si les satisface participa! en la tarea del grupo.
I) Si les satisface sri miembros del guipo en comparación con el mundo
oxterloi
( mía uno de estos laelores, ti no existe, o llene una videncia negativa, puede
iipnai la valentía pi ■ iliv.i di los olios y liaeei que se abandone al guipo.
,'.Vt LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

¿El grupo satisface las necesidades personales?

I .r. necesidades personales explícitas de los miembros de la terapia de grupo al


|uim i|>io se expresan en su “ queja principal” : la razón para buscar la terapia.
I .i.i'. necesidades personales por lo general se expresan en términos de alivio
«leí Mili imiento, y con menos frecuencia en términos de comprensión de sí
un .mo o desarrollo personal. Aquí son importantes varios factores: debe haber
nii.i necesidad personal significativa; debe considerarse que el grupo tiene ca-
lueidad para satisfacer esa necesidad; y debe advertirse que el grupo en un
unniiciilo dado realiza progresos para satisfacer esa necesidad. Debe haber
un piado considerable de intranquilidad, desde luego, para ofrecer la motivación
que se necesita para cambiar. La relación entre la intranquilidad y la conve-
i i i c i i i i.i de la terapia de grupo no es una línea recta, sino curvilínea. Los pacien-
i, i/tic Mi nien muy poca intranquilidad (y sólo poca curiosidad por conocer
a lo. (-nipos o a sí mismos) por lo general no desean pagar el precio de per-
n iiecci al )’i upo.
/ .•. /-./i miles que sufren una intranquilidad no muy grande pueden, por otra
i- «i i. .I. .o pagar un precio elevado, siempre que tengan fe o pruebas de que
■ I g u ip o puede ayudarlos y que los ayudará. Esta fe puede provenir de varias
10 un s I ) líl apoyo que los medios de comunicación le dan a la terapia de
guipo, lie. amigos que han tenido una experiencia con éxito en terapia de grupo,
0 mi leíapeutn individual que han tratado antes. 2) La preparación explícita
que o!rece el terapeuta de grupo (véase el capítulo ix ). 3) Una creencia in-
iliidahle en la omnisapiencia de los símbolos de la autoridad. 4) Observar o
leuei noticias de la mejoría de otros miembros del grupo. 5) Observar peque-
nos cambios en sí mismo que ocurren pronto en la terapia de grupo.
Los pacientes que sufren una intranquilidad excesivamente grande que provie­
ne de la tensión extraordinaria del medio ambiente, de los conflictos Ínter
mi', de una fuerza inadecuada del ego, o una combinación de estos elementos,
pueden sentirse tan abrumados por la angustia y el manejo realista de la tensión
esterna que las metas y las actividades del grupo les parecen muy irrelevantes.
Im i m ím en le muchos grupos no pueden satisfacer m i s necesidades persona
11 , muy urgentes, Los enfermos muy perturbados quizá no pueden tolerar la
l u í .11 ai ion que ocurre a medida que el grupo poco a poco evoluciona para
cnnveilirse en un instrumento terapéutico eficaz. Pueden exigir un alivio ins
lanl.meo que el grupo no puede ofrecer, o pueden desnrrollni defensas vineu
ladas con la angustia que están inlerpcrsonalmente tan mal adaptadas (pm
ejemplo, una pioyeeeion o una somatizaeión externa) que vuelve al guipo una
entidad Noeialmenle no viable para ellos. I .os que son muy psicólicos. m m o
lo liemos indicado, poi lo grneial deben sci excluido?, de los giupos de leiapm
1Hit'i .n i a mal pata pacientes no hospitalizados, M< n 'fiero al ti lleno d< ne leer ton
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 255

inicial; los miembros de los grupos existentes que se vuelven psicóticos en el


curso del tratamiento a menudo pueden ser tratados en el ambiente del grupo
(véase el capítulo x n ).
Los individuos descritos como “ psicológicamente insensibles” , “ sin interés
psicológico” , “ no introspectivos” , “ negadores irredentos” , “ analfabetos psico­
lógicos” quizá no pueden percibir al grupo como una entidad que satisface sus
necesidades personales. De hecho, pueden percibir una incompatibiüdad entre
sus necesidades personales y las metas del grupo. ¿Cómo puede la exploración
de las relaciones interpersonales de los miembros del grupo ayudarlos a aliviar
sus “ nervios enfermos” ? Estos individuos pueden tener poca satisfacción en el
grupo. No sólo éste no satisface sus necesidades personales, sino que no pue­
den dedicarse satisfactoriamente a las actividades de grupo (que les pide exac­
tamente las cualidades que no tienen: introspección, sensibilidad, etc.), y luego
se sienten más abrumados por la angustia inherente en el papel de disidente del
grupo. Se necesita aplicar aquí un juicio clínico inteligente, ya que a algunos
individuos altamente motivados, más flexibles y que tienen estas características,
el grupo puede enseñarles a ser pacientes que funcionan en el grupo. Sin em­
bargo, por regla general, considero que los pacientes que utilizan la negación
u otros mecanismos de defensa de engaño de sí mismo, que tienden a somatizar
los conflictos psicológicos, o enfrentarse a éstos de modos no psicológicos,
por lo general son malos candidatos para el grupo. Los posibles beneficios
derivados de su aprendizaje del papel de paciente, según mi experiencia, son su­
perados por el equilibrio negativo del sistema de recompensa-castigo que usa
el grupo, y lo abandonan.

Satisfacción de la relación entre los miembros

I os miembros del grupo obtienen satisfacción de su relación con los otros


miembros, y a menudo esta fuente de atracción del grupo puede superar a
las otras. La importancia de la relación entre los miembros, como fuente de
cohesión y como factor curativo ya la hemos examinado plenamente en el
t a p í l a l o ni , y sólo necesitamos agregar aquí que es raro que un miembro conti­
nua en el grupo cuando hay una carencia prolongada de satisfacción Ínter-
personal.
I I logro de la satisfacción interpersonal puede ser un proceso lento. Frank4"’
i nalo que los pacientes mentalmente enfermos a menudo se desprecian, y por
i lio se sienten inclinados a dcsprcciai inicialmente a los otros pacientes. Han
tenido, durante la mayoi parle del tiempo, pocas relaciones interpersonales
ulislaclorias y tienen poní confianza o esperanzas de obtener algo de las reía-
i iones ( slieclias con los olios miembios del guipo ( un lieciicncia los pacien
lis pueden us.u id Ic in p e u la como un objeto de lia u s ie io n Al lelaeionai se
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES

positivamente con él al principio, pueden con mayor facilidad tener más inti-
midad con los otros miembros. Parloff46 mostró que los pacientes de grupo que
tenían relaciones estrechas con el terapeuta se sentían significativamente más
indinados a considerar socialmente atractivos a los otros miembros del grupo.

Satisfacciones de la participación en las actividades del grupo

I a satisfacción que el paciente obtiene en participar en la tarea del grupo


. n gran parte es inseparable de la satisfacción que obtiene de las relaciones con
los otros miembros. La tarea del grupo (lograr una cultura de grupo de intimi-
«l.ul. aceptación, introspección, comprensión y sinceridad interpersonal) es, en
.••.encía, inlcrpersonal. Sin embargo, la investigación con una amplia variedad
de pupos mostró que la participación satisfactoria en la tarea del grupo, sin
i ai en cuenta su naturaleza, es una fuente importante de la satisfacción
. |i•• si o b t i e n e perteneciendo a él.47 Los miembros de la terapia de grupo que
n., pueden logiar la introspección, revelar algo de sí mismos, interesarse en los
...... . o manifestar sus sentimientos, sentirán poca satisfacción participando en
I,, ai nvidmles del grupo. Esta categoría incluye a muchos tipos de individuos
.pe i laminamos antes. Por ejemplo, las personas esquizoides, los pacientes con
olio tipos de problemas de intimidad abrumadores, los que niegan, los que
soniati/an y los retardados mentales.

Satisfacción por el orgullo de pertenecer al grupo

I os miembros de muchos grupos sienten satisfacción de pertenecer a éstos


p o n g a el mundo exterior considera a su grupo valioso o prestigiado. Es obvio
(|iir los grupos de terapia se encuentran en desventaja en este aspecto, y por
lo general esta fuente de atracción del grupo no existe fácilmente. Sin embargo,
los niiembios del grupo de terapia por lo general sentirán orgullo por su grupo;
pin ejemplo, lo defenderán si lo atacan los nuevos miembros. Pueden sentirse
•.iipeiioies a los extraños (los Alcohólicos Anónimos los llaman “ criaturas de
|,i tiena” ), a la gente que tiene tantos problemas com o ellos, pero que carecen
de buen sentido para ingresar a un grupo de terapia. Si los pacientes mam
Ilentan una vergüenza extraordinaria por ser miembros del grupo y se resisten
i le v e la i su membiesia a sus amigos íntimos o hasta a sus esposas, obviamente
m i miembro del guipo de terapia les debe pareen contrario a los valores de
olios g,nipos imporlanleN, y es probable que no sientan una gran aliacción poi
, '.i. In mas iones, com o I,'runk4n y Lndsl:l señalaron, los g,nipos exIenoieN
( |un ejemplo, la la m i lla , el e|éieito, o más i eeienlemente. la iudilNliia) cjeicr
LA SELECCIÓN DE LOS PACIENTES 257

rán presión sobre ei individuo para que ingrese a un grupo de terapia. Los
grupos de terapia que sólo se mantienen por esta coerción, son débiles, pero
a medida que evoluciona el proceso del grupo, pueden generarse otras fuentes
de cohesión.

R esum en

Las guías para la selección provienen básicamente de estudiar los fracasos de


la terapia de grupo. Si seguimos estas guías mejorará nuestro criterio de elec­
ción al discriminar (y asignar a otro tipo de terapia de grupo o a otros modos
de terapia) a los pacientes destinados a fracasar pronto en el curso de la te­
rapia de grupo. Usando estos criterios, la Clínica Psiquiátrica para Pacientes
no Hospitalizados Stanford redujo su tasa de deserciones del grupo de 35 por
ciento a 10 por ciento en un periodo de tres años.16' 42, 48’ 49
Una parte de esta reducción puede haberse debido a la mejoría de la técnica
del terapeuta, pero el principal motivo fue un refinamiento de los criterios de
selección. Sin embargo, este enfoque para seleccionar es evidentemente limita­
do. Con fines de exposición hemos enfocado el problema, hasta ahora, de una
manera unidimensional. Intentamos delinear criterios de selección para los
pacientes planteándolos en términos absolutos o, si hemos considerado al resto
dd grupo, ha sido un grupo anónimo fantasmal con un campo estrechamente
limitado de rasgos y conductas de los miembros. Desde luego, en la práctica
los miembros del grupo al que el paciente puede ingresar deben considerarse
en vivo; y no sólo debemos preguntar: “ ¿El paciente entrará a una terapia de
grupo?” , sino “ ¿Entrará a la terapia en ese grupo determinado?” A este pro­
blema (uno de los más complejos), le dedicaremos nuestra atención.

R e feren cias b ib l io g r á fic a s

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Group Psychother., 5: 392-403, 1955.
19 Johnson, op. cit., p. 144.
20 M. Grotjahn, “Learning From Dropout Patients: A Clinical View of Patients Who
Discontinued Group Psychotherapy” , Int. J. Group Psychother., 22: 306-319, 1972.
21 M. A. Lieberman, I. D. Yalom y M. B. Miles, Encounter Groups: First Facts (Nue­
va York: Basic Books, Inc., 1972),
22 B. Kotkov, “ Favorable Clinical Indications for Group Attendance” , Int. J. Group
Psychother., 8: 419-427, 1958.
23 B. Kotkov y A. Meadow, “ Rorschach Criteria for Continuing Group Psychotherapy,”
Int. J. Group Psychother, 2: 324-331, 1952.
24 L. H. Gliedman, A. Stone, J. Frank, E. Nash, y S. Imber, “Incentives for Treat­
ment Related to Remaining of Improving in Psychotherapy” , Am. J. Psychoter., 11:
589-598, 1957.
2r> J. Frank, L. H. Gliedman, S. Imber, E. Nash, y A. Stone, “Why Patients Leave
Psychotherapy” , Arch. Neurol. Psychiat., 77: 283-299, 1957.
29 D. Rosenthal y J. Frank, “The Fate of Psychiatric Clinic Outpatients Assigned
to Psychotherapy,” J. Nerv. Ment. Dis., 127: 330-343, 1958.
27 M. Horwitz, “The Recall of Interrupted Group Tasks: An Experimental Study of
Individual Motivation in Relation to Group Goals” , en D. Cartwright y A. Zander (cds.).
Group Dynamics: Research and Theory (Nueva York: Row, Petcrson, 1962), pp. 370-394.
28 L. Coch y J. R. French, Jr., “ Overcoming Resistance to Change” , en Cartwiight
y Zander, op. cit., pp. 319-341.
29 E. Stotland, “ Determinants of Attraction to Groups", J. Sor. Psychol., 4'): /I 80.
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30 d . Lundgrcn y I). Millcr. “ Idcnlity and Behnvioral Changes in liulning Gioiipn",
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L A SE L E C C IÓ N D E LOS P A C IE N T E S 21y

31 Lieberman, Yalom, Miles, op. cit., p. 324.


32 I. D. Yalom y P. Houts, datos inéditos, 1966.
33 S. Schachter, “ Deviation, Rejection, and Communication” , en Cartwright y /mi
der, op. cit., pp. 260-285.
34 H. F. Leavitt, “Group Structure and Process: Some Effects of Ccilnin <
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y E. L. Hartley (eds.), Readings in Social Psychology (Nueva York: lloll, Riiu-lum
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35 J. M. Jackson, “ Reference Group Processes in a Formal Organiza!ion", m < ni
wright y Zander, op. cit., pp. 120-140.
30 L. Festinger, S. Schachter, y K. Back, “The Operation of Group Standar
Cartwright y Zander, op. cit., pp. 241-259.
37 M. Sherif, “Group Influences upon the Formation of Norms and Aiiiltuli .u
Maccoby, Newcomb, y Hartley, op. cit., pp. 219-232.
38 S. E. Asch, “ Interpersonal Influence: Effects of Group Pressurr upon ih.
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3.1 P. H. Leiderman, “Attention and Verbalization: Differentialcd U’i ip.m i .i ..i
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Lieberman, Yalom, y Miles, op. cit., pp. 342-344.
11 R. Harrison y B. Lubin, “Personal Style, Group Composition and l . anum'
Pur I” , J. Appl. Behav. Sci., 1: 286-294, 1965.
13 I. D. Yalom, P. S. Houts, S. M. Zimerberg, y K. H. Rand, “ Prediction ni Impon,
ment in Group Therapy” , Arch. Gen. Psychiat., 17: 159-168, 1967.
13 S. Jourard, “Self-Disclosure Patterns in British and American (ollrgc l.mnl.
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11 Lieberman, Yalom, y Miles, op. cit., pp. 315-355.
13 J. I). Frank, “Some Determinants, Manifestations, añil Effects ol ('ohcilvmi v in
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" l M. B. Parloff, “ Therapist-Paticnt Rclationships and Outcome of l’Nycliollii'inpt
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17 R. Heslin y D. Dunphy, “Thrcc Dimensions of Mcmbcr Satlsfadlon In ’.m.dl
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1.1 A. Sklnr, I. I). Yalom , S. Zimerberg, y G. Newell, "Tim e Lxtcuded (h u iip I In i
i*11y A (onliolled Sluily", Comparativa Group Stlldics, pp. 173 186, novlrmhie di |u/u
VIH. COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

I magínese la siguiente situación: una clínica psiquiátrica para pacientes no


hospitalizados que tiene diez terapeutas de grupo listos para formar los grupos
y setenta pacientes que, según los criterios de selección que hemos trazado hasta
ahora, son candidatos adecuados para la terapia de grupo. ¿Qué debemos ha­
cer con estos tres elementos y qué relación tienen con el resultado del trata­
miento?
Un segundo problema clínico más común está íntimamente relacionado con el
anterior. Supóngase que a un paciente lo han considerado un candidato conve­
niente para la terapia de grupo, y que hay varios grupos de terapia, y cada uno
tiene una vacante. ¿A qué grupo debe ingresar este paciente? La solución a este
problema se encuentra al resolver el primero. Si pueden establecerse prin­
cipios válidos para la composición total eficaz de un grupo, los corolarios de
estos principios pueden ofrecer las guías para añadir nuevos miembros o reem­
plazar a los que han partido del grupo. Andaremos a tientas en la oscuridad
si tratamos de reemplazar una unidad que falta sin tener ningún conocimiento
de la estructura de todo el organismo social.
En este capítulo examinaremos las pruebas de la investigación y de las obser­
vaciones clínicas relativas a la composición del grupo. ¿Es posible que una
mezcla adecuada de individuos forme un grupo ideal? ¿Una mala mezcla conti­
nuará siendo un conglomerado sin armonía, que nunca se transformará en
un grupo que funcione?
Primero, debemos estudiar los ingredientes de nuestra mezcla. Del infinito
número de características humanas, ¿cuáles son convenientes para componer un
grupo de terapia? La esencia del grupo de terapia es la interacción: cada
miembro debe comunicarse e interactuar continuamente con los otros. Sin im
portar ninguna otra consideración, la conducta real de los miembros del grupo
es la que determina la suerte del mismo. Por ello, si queremos hablar en f'oi
ma inteligente sobre la composición del grupo, debemos hablar de compone i
el grupo en tal forma que los miembros interactúen de cierta manera deseada
Todo el procedimiento de la composición del grupo y de elegir a los pacientes
del mismo se basa en una suposición muy importante. Ésta es que podemos,
con cierto grado de exactitud, predecir la conducta de grupo de un indivi
dúo con nuestra selección preterapéutica. Si no podemos predeeii la conduela
de grupo basándonos en nuestros procedimientos ele selección, tendían poco
sentido todas nuestras declaraciones anteriores acerca ele la selección del g u ip o ,
y las posteriores afirmaciones sobre la composición del mismo,
C O M P O S IC IÓ N D E LO S G R U P O S D E T E R A P IA ; í. i

L a predicción de la conducta de grupo

En el capítulo anterior señalamos lo inconveniente de incluir a ciertos pac ¡culi1,


en el grupo debido a que se comportan de una manera que tiene efectos ¡míe
seables para ellos y para el grupo. Por ejemplo, a los alcohólicos, a los ...
ciópatas, y a los individuos claramente psicóticos, como se sugirió, es prelerihl.
excluirlos del grupo interaccional para pacientes no hospitalizados. Poi lo
general las predicciones que se limitan a individuos que tienen estas comlm tas
interpersonales extremas, fijas, de mala adaptación, son razonablemente exacta-.,
cuanto más vasta es la patología, mayor será la exactitud de la predicción. I .
difícil equivocarnos cuando consideramos a un esquizofrénico paranoide con
un sistema de delirio persecutorio activo, en expansión. Pronto dcsconíini.i cil­
ios miembros del grupo, se volverá silencioso, suspicaz, quizá abiertamente m u
sará a los otros, y luego, a medida que se generalice su sistema de delirio, <n
última instancia considerará enemigos a los miembros del grupo. En gc nnal
en la práctica clínica el problema es mucho más sutil; la mayoría de lo;, p.i
cientes que solicitan un tratamiento tienen un amplio repertorio de conduela1!,
y su conducta básica de grupo es mucho menos predecible.
Se han empleado distintos procedimientos de selección preteiapculiea p.n i
predecir la futura conducta en la terapia de grupo. Antes de examinai l.e. va
nables de la conducta más importantes para la composición del grupo, cmimnn
temos las prácticas de selección para determinar con precisión que piedtun
.obre, la futura conducta de los pacientes en el grupo.

El valor de predicción de las entrevistas de diagnóstico cstándw

I I método más común para seleccionar a los pacientes es la entrevista indlvi


dual Muy a menudo esta entrevista se usa al principio con todos los p ac ie n h
.pie solicitan un tratamiento a un profesional o a un clínico. El entrevistado!,
además de adquirir información sobre aspectos como la motivación pata el
n atamiento, la fuerza del ego, las tensiones del medio ambiente, el Misional,
. i. élera, intenta predCeii cómo se comportará el paciente en el grupo. I -.las p i ­
le ■iones con frecuencia son inferencias muy remotas que se basan en las obsi i
vía iones de la conduela d< I paciente en la situación dlúdica
t i n o de los productos finales 1 1 a d ic io n a le s de la e n l i e v i s l a de salud m en tal
no diagnóstico que, en forma sintética, intenta icsuniii la co n d ic ió n di I pa
lin t, y o l i c c c i una información útil pam o l i o s profesionales II d iagnosiit o
P ii|iiláliico b asado en el manual oficial de la Asociación l'rilquiúlrit a Not
o mu iiciuia1 es, como lo puedi II ulesllgum la mayoila de los I. lapeiilas de p in
i ... - .peda» ulai mcillc Iniitii como liulii i di I . conducta Intel pe i soniil N o lm
262 C O M P O S IC IÓ N D E LO S G R U P O S D E T E R A P IA

diseñado con este fin; surgió de una disciplina médica orientada a las enferme­
dades y se basa principalmente en la etiología y sintomatología.
Aunque un sistema de clasificación orientado a las enfermedades sirve a
muchos fines, tiene graves defectos que son en especial evidentes para los pro­
fesionales que trabajan básicamente con individuos que muestran malas adap­
taciones relativamente menores. El típico clínico en una clínica para pacientes
no hospitalizados o el profesional particular descubren que la mayoría de sus
pacientes tienen algunas perturbaciones del carácter que sólo pueden clasificarse
en forma vaga con la nomenclatura oficial. Sólo unas pocas, pero sólo muy
pocas, categorías y subcategorías son útiles para predecir la conducta inter­
personal. Un individuo clasificado como persona esquizoide es probable que
se comporte de una manera tosca predecible: probablemente permanecerá emo­
cionalmente alejado, quizá intelectualizará, no podrá comprender ni compartir
los sentimientos de los otros, y será percibido por los demás como frío,
indiferente y distante. Sin embargo, ¿qué puede predecirse sobre la conducta de
grupo de alguien clasificado como “ tipo angustiado, con reacciones psiconeuró-
ticas” o “ tipo fóbico” o con “ desórdenes de la personalidad, con una desviación
sexual” o como “ una personalidad emocionalmente inestable” ? Dos individuos
con una reacción de angustia pueden manifestar estilos interpersonales entera­
mente distintos. Ampliar los diagnósticos para incluir su tipo de personalidad
es poco útil debido a lo inadecuado de las clasificaciones que hay para describir
la personalidad.
Aunque el sistema de clasificación de la Asociación Psiquiátrica Norteame­
ricana fuera útil para predecir la conducta de grupo de un individuo, su valor
aún sería limitado debido a su poca confiabiüdad, como lo atestiguaron dos
estudios controlados del procedimiento de diagnóstico. Ash2 estudió el acuerdo
que hubo entre varios pares de psiquiatras que examinaron a 52 pacientes no
hospitalizados. Descubrió que un par de psiquiatras estaba de acuerdo accrc;i
de la subcategoría del diagnóstico (por ejemplo, tipo de neurosis, psicosis o
desórdenes de la personalidad) en aproximadamente 40 por ciento de los casos.
Sólo hubo 64 por ciento de acuerdo sobre las divisiones principales (reaccione:,
psicóticas, reacciones neuróticas, desórdenes de la personalidad). Bcck,:‘ al es
tudiar el acuerdo en los diagnósticos entre seis pares de clínicos veteranos, di-,
cubrió una tasa de concordancia que iba de 33.3 por ciento a 61.4 por ciento
Cuando las categorías diagnosticadas se analizaron separadamente, los inv» •.
tigadores descubrieron que había una tasa mayor de acuerdo en algunos <¡r.n .
que en otros. Por ejemplo, hubo una tasa de acuerdo de 63 poi ciento en Ion
casos de depresión neurótica, 55 por ciento en la reacción de angustia, *>\
por ciento en la esquizofrenia, y sólo 38 poi ciento en los disturbios do la |>■i
sonalidad. Cuando colocamos esta cantidad linal en yuxtaposición con el licilin
de ( 1 1 o* un gi an poicrnti»|e de nuestros pacientes no hospitalizados entian en la
COMPOSICION DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 263

categoría de disturbios de la personalidad, y consideramos que esta categoría


tiene muy poco valor para predecir, empezamos a apreciar la magnitud de lo
insensato del diagnóstico.
Los diagnósticos que requieren aún mayor inferencia que las categorías lioso-
lógicas estándar son aún menos útiles. Los criterios de exclusión citados en la
literatura clínica, 4 como “ fuerza del ego inadecuada” , o “ una vida sexual des
viada” , o “ cargado de ansiedad o culpa” o “ incapacidad para desprenderse del
egocentrismo” , carecen de definiciones claras. Además, la confiabilidad ¡ubi
clínica sin duda sería tan baja que invalidaría su utilidad general. Que mu
clasificación de diagnóstico no pueda predecir mucho acerca de la conduela
humana no debe sorprendernos ni disgustarnos. Ninguna clasificación ui polaina
puede abarcar adecuadamente la esencia de un individuo o todo el campo d>
su conducta. Cualquier categoría limitadora no es sólo errónea, sino lomba n
ofensiva, y se opone a los fundamentos humanos básicos de la relación teiapi u
tica. (Camus5 una vez describió el infierno como un lugar donde la identidad
del individuo está determinada por toda la eternidad y se expresa en uno
personales: Humanista adúltero, Terrateniente cristiano, Filósofo inquieto, l.in.,
encantador, etc. El infierno es no poder explicarse uno mismo, estar deti m u
nado, quedar clasificado eternamente.)

Valor predictivo d e las pruebas psicológicas estándar

Varios investigadores han intentado usar las pruebas de diagnóstico psicologn


• .laudar para predecir la conducta de grupo. Han utilizado principulniciit. h
pila bas de Rorschach, la m m p i , la t a t , la prueba de completar frases, v la di
dibujiu una persona.0,7i N
t odas estas no lograron hacer predicciones válidas, con una sola excepción
t u n a l 7 que los individuos que negaban mucho (com o lo evidencio la p in c h a
h'inehnch y la t a i ) a menudo en la terapia hacían afirmaciones positivas
• aalnm de acuerdo.

/ / valor d e predicción de los proced im ien tos de diagnóstico c.\pcc/uli:adn\

I i talla de eficacia que lian mostrado estos procedimientos de diagnóstico es


i iinlni paia predecii la conducta de grupo, sugiere que deben dcsaitolhuse
mu u n procedimientos que enfoquen básicamente la conducta inlci peí sonal
i •i It ules ohseivaciones clínicas e investigaciones han stlgciido varias ditcccio
m pioiiictedoins, Fxaminaic estas bajo dos títulos I I a formulación de un
i 1011111 iinxolúglco inlcipcnonal, y 1 Nuevos piorcdmucnlos dt diagnostico qui
< amin ni diiccluiiiefili la (omínela relevante d< p u p o
264 COMPOSICION DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

Un sistema nosológico interpersonal. El primer intento conocido por clasi­


ficar las enfermedades mentales se realizó en el año 1700 a.c . 9 y en los años
posteriores se ha desarrollado un asombroso número de sistemas inaceptables,
c o n su propia forma de inconsistencia interna. El plan central en la mayoría se
lia basado en las enfermedades: ha sido etiológico, o descriptivo, o alguna com­
b in a c ió n de estos dos. Con el advenimiento de las relaciones del objeto y de los
sisicmas interpersonales de psicopatología conceptualista, y también con el au­
m e n to de los individuos que buscan tratamiento para los problemas leves de
•ai vida, se han hecho intentos rudimentarios por clasificar a los individuos
ilc acuerdo con sus estilos interpersonales de relacionarse.
l*or ejemplo, Karen Horney 1 0 consideró que los individuos perturbados se
m u e v e n exageradamente y en forma mal adaptada hacia, contra o alejándose

de i , i o t r a gente, y describió los perfiles interpersonales de estos tipos y varios

ubiipir, Los que principalmente se acercan a los otros invocan la “ solución de


ululación de sí mismo” y se relacionan con los demás en un intercambio de
mim l os que se mueven contra los otros (las “ soluciones expansivas” )
v di d n a u a una busca interpersonal de dominio y se dividen en tres subgrupos:

el n.in c a s i a , el perfeccionista y el vengativo arrogante. La tercera maniobra,


ah |a i se d e la g e n t e , se clasifica como “ resignación” , y los individuos así desig-

n a do*, m a n e j a n las relaciones interpersonales retirándose en “ una busca de li-

ln*i lacP*.
I as formulaciones de Horney han influido en una gran cantidad de clí­
ni c os estadunidenses y éstos las han apreciado mucho. Es una experiencia
uigulai mente satisfactoria encontrar a un paciente estereotipado que encaja con
I.o ilidad en uno de los tipos de carácter de Horney. Uno advierte que reconoce
i lo y tiene la firme convicción de que, con gran exactitud, podrá predecir gran
pinte del curso de la terapia. Por desgracia, estos estereotipos aparecen rara vez,
V los tipos nosológicos de Horney, como ella lo reconoció, tienen perfiles muy
caí ualm izados y complejos. Hasta donde sé, no se ha hecho ningún intento
poi sistematizar y cuantificar este enfoque y de aplicarlo al diagnóstico. Casi
lo mismo puede afirmarse de los intentos de Erich Fromm 1 1 , 1 2 por formular
categoi ms nosológicas basándose en la orientación interpersonal básica de los
individuos (la personalidad mercantil, la receptiva, la acumulativa, y la expío
l a d o r a ),
I .tos sistemas de clasificación y otros que lian desarrollado los clínicos
oí icnimios uili i personalmente pueden ofrecer un medio filosófico para estudiar
la peo.... ululad, pero no se han organizado ni sistematizado con la precisión
nei es.m,i paia desarrollai una metodología para el estudio científico de la peí
souutid.ii I
.*>< lian liei lio dos intentos i n n ulo, impoi Imites poi logrili sistemas de diau
nóstico intei peí solíales amplios y cnaiitilii .idos, la Red ( nculiu Inlei peiional
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 265

de Timothy Leary1 3 y el sistema f i r o - b de William Schutz. 1 4 * De estos dos, el


sistema f i r o - b ha influido más para estimular la investigación relevante de la
terapia de grupo.
La red circular interpersonal de Leary. Leary y sus colaboradores (Coffey,
Freedman, y Ossorio ) 1 5 desarrollaron un sistema para describir la personalidad
basado en las formulaciones teóricas de Harry Stack Sullivan. La personalidad
total se considera en tres niveles: el público, el consciente y el privado. Estos
niveles son definidos por las fuentes de datos que ofrece cada nivel: el nivel
público se deriva de las calificaciones objetivas de la conducta de la persona
(o sea, las afirmaciones en las sesiones de la terapia de grupo que hace
acerca de sí misma y de los otros); el nivel consciente se deriva de las descrip
ciones de sí mismo; el nivel privado resulta de las calificaciones del material
proyectivo de sus puntos de vista sobre sí mismo y sobre los otros. Los dalo-,
del nivel público, por ejemplo, después se clasifican en uno de los 16 meeani:.
mos interpersonales (cuadro 2 ), que Leary consideró suficientes para sistcmali/ai
toda la conducta interpersonal. Los calificadores también calificaron cada acto
en una escala de intensidad de tres puntos. Los 16 mecanismos interpcrsomile.
se distribuyeron en una red circular que tiene dos ejes básicos: amor-odio y »lo
minio-sumisión. 1 5 Aplicando fórmulas trigonométricas, puede representara la
conducta interpersonal de un individuo como un punto en el círculo. Se apile .m
principios similares a otros niveles: nivel-conciencia, y nivel privado.11'
Al principio se hicieron algunos intentos de usar este sistema para ptrdr.u
la conducta y la composición de grupo (que pronto describiremos), pero liirnm
rudimentarios, 1 6 y el sistema, quizá debido a que es demasiado complejo y pío
blemático, no lo han usado ampliamente otros investigadores con este lin
i IRO. El sistema f i r o ( “ Orientación Fundamental de las Relaciones Iu b i
personales” ) 1 4 lo describió por primera vez Schutz en 1958, quien revisó una
gran cantidad de estudios de la conducta interpersonal provenientes del campo
del desarrollo del niño, de la investigación psicológica social y del campo cli
meo, y concluyó que el dominio, la inclusión y el afecto son las tres necesidades
mieipersonales básicas, y que las otras que se han descrito pueden considerase

+ E n curioso <|iic estos dos investigadores, W illiam Srhiil/. y Tim othy leary, (piirnos
id principio do su caricia dedicaron gran parle de sus esfuerzos sistemáticos, penosos,
i mwitlflcadorcN, a describir la conducta humana, después se hnvnu apartado tan rmlicalmcn
Ir de esta orientación. SellUtz, <|Ulon ha tiahujado en I salen durante mía líos a flus,
lia pai llciplldo mucho en los gm pos de eiieuenlio, en la Inlrgi'IU'lón esli ucliii al, y en
i tais esliin/ON destinados a ayudai a Io n individuos a ircoiaaei v a intogiui rl atrito
1 . ai y w lia dedicado a actividades muy dileienles
' l e a l y 1:1 m á s la id o nuiliciiló su sistema a cinco niveles i) la enm u u ii ación puldli a
1) i l l a i tpi loia >i consciente'!. I ) si ni boíl / >u Iones pi ei oust leub v Ii Inconsi lente no i ■<
pirsailo, y 1) rito Ideal
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

C uadro 2 13

i ,i/onablementc dentro del marco teórico de estas tres. Usando estas tres nece
•.¡dudes, puede construirse el perfil interpersonal de un individuo. El perfil
1111«*1 1 1 ;i describir la violencia del individuo en cada Una de estas necesidades.
( Desea mucho el individuo dominar a los otros, ser dominado o relativamente
no tiene conflictos en esta área? ¿Desea ser incluido o excluido de las activi
dudes, sociales? ¿Desea mucho la intimidad o desea evitarla? Los datos se de
iivan ilc un cuestionario autosuministrado, el p ir o - i » (n que significa b e h a v lo r
conducta) que consta de 54 puntos, y cada uno se contesta en una escala de
.H*bt puntos; se necesitan aproximadamente unos quince a veinte minutos pina
P iininnilo |.as piegimtas son tan superficiales y repetidas que no es raro que
|((., inicíenles ilustrados se sientan molestos e insidiados con el cuestionario '

' pul ejemplo, m u l l o pit'UUMlns tipien* n i l i r Ins VI noii I) Mi su sin i|U<' I» I" •*<*
un Invlli n hiu ri iusns y n i r i nl m cnle n m n m ilo n
i» v
vnrir»
r* oí nsloiinlim ule I (II II
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 267

La prueba parece revelar aspectos tan superficiales de un ser humano que uno
se siente inclinado a desecharla;* sin embargo, hay una gran cantidad y va­
riedad de estudios que atestiguan su validez.
Uno de estos estudios examinó la selección de los compañeros de habitación
entre los miembros de las fraternidades universitarias. 1 4 La teoría firo nos per­
mite predecir la cantidad de atracción que hay entre dos individuos. Por ejem­
plo, alguien que desea mucho dominar y otro que desea mucho ser dominado
serán altamente compatibles (si sus otras dos áreas de necesidades también
armonizan). La selección de los compañeros de habitación que hicieron los
estudiantes universitarios se predijo significativamente con estas puntuaciones
de compatibilidad.
Hay pruebas que sugieren que el f ir o b predijo la conducta interpersonal
en un hospital psiquiátrico. Gard y Bendig1 7 exploraron la relación entre la
puntuación firo- b (lo que los pacientes decían acerca de su conducta interper­
sonal) y su conducta real. En un trabajo bien diseñado, estudiaron a 112 pa­
cientes varones de la Administración de Veteranos que estaban hospitalizados
por enfermedades psicóticas o neuróticas o por algún problema ortopédico. Las
calificaciones de la conducta a lo largo de una escala especialmente diseñada
relacionadas con la conducta de inclusión, afectiva y de dominio las hicieron
los enfermeros durante un periodo de cinco días. Descubrieron que “ los rasgos
medidos por el cuestionario de informe de sí mismo de Schutz se expresan en
la conducta de los enfermos psiquiátricos y pueden ser informados objetiva­
mente por los observadores” .
El firo- b se ha usado en muchas investigaciones de pequeños grupos, pero
no se ha hecho, hasta donde sé, ningún intento directo por evaluar su capaci­
dad para predecir la conducta interpersonal en los grupos pequeños. Sin embar­
go, un estudio relevante1 8 mostró que cuando cuatro grupos, (en un laboratorio
de relaciones humanas) se formaron deliberadamente con las puntuaciones firo
de los individuos que tenían necesidades interpersonales similares, pudieron
identificar significativamente mejor que al azar sus propios grupos basándose
en la descripción de cómo deberían ser estos grupos según la composición del
l'IK O ,

ve/ minea 2 ) Me gusta que la gente me incluya en sus actividades: generalmen-


t. a menudo a veces ocasionalmente — rara vez — nunca — . 3) Me gusta que
la genle me invite ¡i hacer cosas: la mayoría de la gente — mucha gente — alguna gen-
(r haslnnlc gruir una o dos personas nadie - . 4) Me gusta que la gente me
Invite a mili na a niin actividades; la mayoría de la genle mucha gente — alguna gen­
te' poca genle una o dos personas nadie
' Desde luego, S c h iil/, en el p ie la cío de la edición de 1 9 6 6 afirm ó : “ M is sentimien-
lm ju e ir ii d -I im itri tal que incluyo en e'ile lila o van desde peusai que no sólo este
'i-i I <’111 o es nolnhle. sino tilín uutuein de v iv li, lla lla plcguiltlti me como puede lom arlo
•u «o io alguien' 14
268 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

Nuevos procedimientos de diagnóstico que prueban directamente la conducta


relevante del grupo. Goldstein, Heller y Sechrest, 1 9 en su consideración acadé­
mica de este tema, sugirieron que la predicción de la conducta en el grupo es
más exacta cuando se basa en una medición directa de la conducta del indivi­
duo cuando éste se dedica a una tarea íntimamente relacionada con la situación
de la terapia de grupo. En otras palabras, cuanto más podamos aproximarnos a
la observación real del individuo en su subsecuente grupo de terapia, tanto más
exacta será nuestra predicción de su conducta. Abundantes pruebas de la inves­
tigación apoyan esta tesis. Si un individuo se mantiene en el mismo formato
interpersonal, su conducta mostrará consistencia a través del tiempo, aunque
los individuos con los que deba interactuar sean sometidos a una rotación. La
investigación mostró que esto se ha usado en la interacción entre niños y adul­
tos, 2 0 en la interacción entre terapeuta-paciente, 2 1 y en la interacción en un
grupo pequeño. 7 - 2 2 Por ejemplo, Moos y Cleme’s, 2 1 mostraron que un paciente
que era tratado por varios terapeutas individuales en rotación no sólo tenía una
conducta consistente, sino que cambiaba la conducta de cada uno de los te­
rapeutas.
Las implicaciones de estos descubrimientos son tales que no podemos predecir
exactamente la conducta de grupo por la conducta en una entrevista individual,
y debemos procurar obtener datos sobre la conducta del paciente en un am­
biente de grupo. Desde luego, se han hecho algunas aplicaciones prácticas de
este principio. Por ejemplo, al seleccionar a los solicitantes para puestos que
requerían habilidades relacionadas con el grupo, se usó un procedimiento para
observar su conducta en situaciones relacionadas con el grupo. Se utilizó una
prueba de entrevista de grupo para seleccionar a los oficiales para la Fuerza
Aérea Alemana, 2 3 a los capataces de los astilleros, 2 4 a los funcionarios del De­
partamento de Salud Pública, 2 5 y también a muchos tipos de funcionarios públi­
cos y ejecutivos mercantiles. 2 6
Sin embargo, este principio general puede refinarse más, ya que hay una
investigación adicional que muestra que la conducta en un grupo es especial­
mente consistente con la conducta en los grupos anteriores si los grupos son
similares en su composición 2 7 en la tarea de grupo, 2 8 - 2 9 en las normas de gru­
po , 3 0 en la conducta esperada, 3 0 o en las características de grupo globales (o
sea el ambiente, la cohesión ) . 3 1 En otras palabras, aunque la conducta del
individuo sea muy consistente al pasar de un grupo a otro, aún hay un amplio
campo de conducta disponible. La conducta específica del individuo en el nuevo
grupo se ve influida por la tarea y las propiedades estructurales del grupo y
por el estilo interpersonal específico de los otros miembros del grupo. La
implicación, pues, es que podemos obtener datos más relevantes paia predeeii
la conducta de grupo subsecuente observando la conducta de un individuo en
un grupo que es lo más similar posible a la del grupo id que lio sitio asignado.
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

La aplicación más literal de este principio es predecir la conducta del aspiiani»


haciendo que se una al grupo de terapia al que posiblemente pertenece! a y
observar su conducta en este ambiente. De hecho, Foulkes3 2 y Bachlí:í sugirieion
que los posibles miembros asistieran al grupo de un modo provisional para qn<
los miembros del mismo pudieran realizar su propia selección. Esto tiene van.r.
ventajas (que examinaremos en el capítulo x ), pero, a menudo este pro» i di
miento es clínicamente ineficaz: le causa una gran perturbación al grupo. I ■■
miembros no se sienten inclinados a rechazar a un posible miembro a un im
que haya una evidente incompatibilidad; además, el posible miembro se n a .....
tra “ a prueba” , por decirlo así, y no puede obtenerse una muestra r»-pie,< u
tativa de su conducta.
Un prometedor desarrollo que tiene implicaciones para la investiga! ion y la
práctica clínicas es el grupo de prueba o el grupo de lista de espera, un gmp<-
temporal formado con los pacientes de una lista de espera de una clínica \l
posible paciente de terapia de grupo lo colocan en el grupo de prueba, ofisi i v.m
su conducta, y basándose en estos datos lo envían a un grupo de investiga» ion
o de terapia específico. En un estudio exploratorio Stone, Parloff y l ianh 1
formaron cuatro grupos de quince pacientes cada uno con los miembms •t< I
grupo de terapia de la lista de espera que se reunía de cuatro a odio v*,,
semanales. Los observadores notaron que la conducta de los pacientes del pnip..
de lista de espera podía predecirse en su grupo posterior de terapia pinlong.idu
Estos investigadores descubrieron, como lo hicieron Abrahams y I ni iglú •|«i<
usaron un procedimiento de diagnóstico de grupo para todos lo*, pmnnn
que solicitaban el tratamiento, que el procedimiento es clínicamente benigno, lo
pacientes no reaccionan con adversidad ante el grupo de lista de espeia Ma
lamud y Machover3 0 organizaron grandes grupos de aproximadamente tomín
pacientes de la lista de espera de la clínica. Estos grupos fueron oh ,, n ulo
durante quince sesiones de talleres muy estructurados destinados a pn pai .u lo-,
para la terapia. Este grupo preparatorio mostró tener mucho éxito; los pm irnii
no sólo recibieron ayuda en el periodo de espera, sino que muchos iul'oiimuon
haba obtenido un beneficio significativo con esta experiencia.
Aún no se ha realizado un estudio de investigación clínica definitivo <i»o
muestro que la conducta del paciente en los grupos de lisia di- espei.i .ein mu
lm a su conducta posterior en los gnipos de terapia. Sin cmbaigo, luy Inula
pinchas coi lolxuadoras de la investigación de grupos de lelaeiones lumiaiu
que aceptamos esta hipótesis con un grado ruzonable de eei fidmubn .;l/ "

1 I' n neneiIII, el lu n m llm lm t n de IiivcnIIkiu Ii'iii iiiiiNOIr rn mm|>miii n ln\ -n11>lim u


ii 111•<»•. i|iir ni- iriniril (lm lililí u n niimeiii |*i ci l< lia iiiliunln ilr n■sli *i i«- •. y en ii Iimu s ,ii n
M M iilm ln ’i iN l r n i i i l i i ii 11i i -1111- I .............. |mi nl«i. I« >*i 111v c n 11u 1111( H 11h 1111 o 111 ilr m u ' , ii i lm
mi* mi mi i *i ni mu n r |Mii|>ii .Ii miiriili* * mi rl 11 |iri ln |>mIImlm <li |n t ■iiulnt In <|||i
■ * iliiilii» \ .i i|l ii ln mnyni IMI11| . 1* l>* ni * ■ .(if i* i*ni |ii liiii i. i Ii .uIh imlu hlm i mi i Uní
.'70 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

Se han hecho varios intentos por diseñar nuevas pruebas psicológicas para
Inc(Ircir la subsecuente conducta de grupo. Se han utilizado con este fin varian-
h ■. de- la Prueba de Apreciación Temática, 4 1 de la Prueba de Asociación de
l i a r : , , 1 ' ele la Prueba de Completar Frases, 4 8 y un cuestionario de autoinforme
•Ir m ,rnia puntos, 4 4 pero sólo se han obtenido resultados equívocos.
I a 1, pruebas tradicionales psicológicas que miden rasgos o necesidades ^de la
i" i «maliciad sólo tienen invariablemente correlaciones de bajo nivel con la con-
■lin la dr grupo subsecuente; son débiles porque la conducta es multideterminada
v i .la muy influida por la presión social y también por los factores internos.
<'luirl)15' 1 , 1 usó un sistema de predicción amplio que intentó tomar en conside-
iac ión varias causas determinantes destacadas para mostrar lo predecible de la
•'inducía dr un individuo en grupos de trabajo de laboratorio.* Couch estudió
' u,ilio causas determinantes de la conducta interpersonal: 1 ) Las necesidades
•I* la per,onalidad.** 2 ) Las defensas ocultas:*** una medición del grado en
«|ur un individuo tiende a evitar que sus necesidades subyacentes se manifiesten
ilm llámenle. \) La presión percibida:! la percepción del individuo de la acti­
nal v di los sentimientos emocionales de los demás. 4) La presión de la
""'lia ia || los actos abiertos de la conducta dirigidos al individuo.
I i r. m allo causas determinantes se correlacionaron con la conducta real
•le| individuo,ttt Cada una de las causas determinantes separadamente mostró
iinii ( mi relación positiva con la conducta de grupo del individuo,fttf y al sumar-
.< iiivii*ron un coeficiente de correlación impresionantemente elevado. La investi­
ga-........lustra, según las palabras del autor: “ La conducta del individuo es

'<>•«. l.r. actitudes y las conductas se han descrito en términos no clínicos, pero clínicam en-
l< i elevantes lo s sujetos pueden ser colocados en grupos según si prefieren una
• ili ni un ación alia o baja, un afecto positivo o negativo, o si son activos o pasivos o si
I •11 ih Ipil ti Mincho o poco, o si ocupan la jefatura o la evitan .37- 38 Los grupos de ensayo
puedi a disolverse en esc momento o pueden servir como un grupo de control con el que
mu di compararse el grupo compuesto expcrimentalmente.
" l'slos giupos de trabajo eran grupos sin jefe, tenían cinco miembros voluntarios no
I-iadmulos de la Universidad de Harvard, y les pidieron que discutieran y resolvieran
algún piohlema de relaciones humanas.
II Oblemelas con una batería de cuestionarios de evaluación psicológica.
*** Obtenidas con una evaluación clínica en combinación con pruebas psicológicas
ohjttlvns.
| O b ten id a m ediante un c u estio n ario autosiim inistrado.
|| Obtenida mediante calificaciones objetivas de la conducía.
II I I v a l u a d a pin c a l i f i c a d o r e s o b j e t i v o s a lo l a r g o de las d i m e n s i o n e s d el d o m i n i o ,
■I alii lo, la participación y la hostilidad iulcipersonales,
l i l i | >, Ion cuatro, "la pienión de la conducta" mostró con mucho lenei la correlación
iii An elevada con la conducta del paciente I sla es otra pincha para el piincipio geneial
di ipn cnanto mas se parezca la titilación de la pincha a la subsiguienle nÍIUIh IÓu clínica,
io n más exiullllld se p u d e iiia la conducta Intuía
C O M P O S IC IÓ N D E LO S G R U P O S D E T E R A P IA 271

determinada en forma múltiple y puede explicarse con amplitud considerable


si las varias causas determinantes psicológicas se combian mutuamente en un
marco integrado y explicativo. ” 4 5
Otro posible enfoque para la selección inicial puede realizarse usando un
grupo de prueba simulado. Se ha utilizado a un grupo simulado en el diseño
de la investigación social psicológica para establecer la unidad del medio am­
biente. Por ejemplo, a un sujeto que está escuchando por medio de unos
audífonos le dicen que está oyendo una discusión de grupo en la habitación con­
tigua, y le preguntan sobre sus reacciones ante éste. El “ grupo” en realidad es
una cinta grabada que simula a un grupo. (Este enfoque también se ha usado
para probar los efectos de la presión del grupo en el trabajo de estimación
autokinésica. ) 4 7 Los clínicos, hasta donde sé, no han empleado esta técnica.
Sin embargo, no sería extraordinariamente fantástico usar como instrumento
de diagnóstico una película o un videotape de los pacientes de un grupo de
terapia (desde luego, con el permiso correspondiente) o de un grupo de terapia
simulado con actores que lean un guión. Podría detenerse la película en varios
puntos y al paciente le preguntarían su reacción emocional, qué piensa sobre lo
que está sucediendo, o qué podría decir o hacer si estuvieran en el grupo. Strupp
y Jenkins4 8 usaron películas de entrevistas individuales simuladas como técnica
de enseñanza y como un examen para los estudiantes de psiquiatría.
Para los practicantes o los clínicos que tienen listas de espera y medios limi­
tados, el concepto de grupos de ensayo sólo podría ser una idea de investigación
interesante, quizá caprichosa. Un método menos exacto, pero más accesible,
para obtener datos similares es hacer una entrevista inicial orientada interperso­
nal mente. En vez de realizar la entrevista de diagnóstico psiquiátrica tradicional,
el terapeuta la cambia por otra de enfoque interpersonal cuando examina a los
que aspiran a ser pacientes de grupo. El terapeuta debe probar la capacidad del
paciente para enfrentarse a la realidad interpersonal de la entrevista. Por ejem­
plo, ¿es capaz el paciente de comentar el proceso de la entrevista en la que
participa, o de comprender o de aceptar el comentario del proceso que hace el
terapeuta? ¿Obviamente se siente tenso, pero lo niega cuando le pregunta esto
el terapeuta? ¿Podrá identificar las partes más desagradables o agradables de la
entrevista? ¿Qué desea que el terapeuta piense de él? Debe hacerse un interro-
galorio detallado sobre las relaciones de grupo c interpersonales del paciente,
nbie sus relaciones con sus viejos amigos, sus antiguas amistades íntimas,
.tibie su grado de intimidad con los miembros de ambos sexos. Muchas de las
técnicas de entrevislai de Sullivuir"' son de gran valor en este trabajo. Por
ejemplo, sirve de información al inlerrogiii al paciente acerca de sus amis­
tades, preguntarte los nomines de s u s mejores amigos y q u é lia sucedido con
filos l ' c . t i l l a v a l i o s a la inloimacióii detallada a c e r c a de los grupos formales
<• lllloimales, tli l os g m p o s m i . m l i l r s y adultos, d r las I t al ei md a t l e s , de los
272 C O M P O S IC IÓ N D E LOS G R U P O S D E T E R A P IA

clubes a los que ha pertenecido, de las pandillas, de los equipos, de los empleos
que han elegido, de los papeles informales y de su status. Aun no se determina
la validez de este tipo de entrevista, pero creo que parece mucho más importan­
te para la conducta de grupo posterior que una entrevista enfocada intrapsíqui-
camente.
Powdermaker y Frank4 0 describieron una entrevista de relación interpersonal
que, junto con una entrevista psiquiátrica estándar y una prueba psicológica,
formaban su marco de diagnóstico preterapéutico. Con esta información hicie­
ron conjeturas acerca de la conducta posterior de los pacientes en el grupo,
muchas de las cuales resultaron correctas. Fueron ejemplos de predicciones exac­
tas: “ dominará al grupo con una corriente de palabras y consejos” o “ tendrá
considerable dificultad para mostrar sus sentimientos, pero sentirá compulsión
por agradar al médico y a otros miembros” , será “ suave y socialmente hábil,
tenderá a buscar la atención del médico pero ignorará a los otros miembros” ,
“ tendrá una actitud de esperar y observar” , “ tendrá una actitud sarcástica, su­
perior, de ‘demuéstrenmelo’ y se resistirá a discutir sus problemas” .
En resumen, parece totalmente factible predecir ciertos parámetros impor­
tantes de la conducta de grupo subsiguiente por medio del procedimiento de
diagnóstico anterior a la terapia. De todos los otros métodos de predicción, la
entrevista individual tradicional del ingreso parece ser la menos exacta; sin em­
bargo, se usa más comúnmente. La conducta de grupo del individuo variará
según sus necesidades psicológicas internas, su manera de expresarlas, y según
la tarea, la composición interpersonal, y las normas de su medio ambiente social.
Sin embargo, un principio general es que cuanto más similar sea el procedi­
miento de ingreso a la situación del grupo real tanto más exactas serán las pre­
dicciones de su conducta. Quizá el método clínico más promisorio es observar
la conducta del paciente en un grupo de lista de espera o de ingreso. Si los
medios no permiten esto, se recomienda que el terapeuta de grupo modifique
su entrevista de ingreso y enfoque su atención en el funcionamiento interper­
sonal del paciente.

P r in c ip io s de la c o m p o s ic ió n del grupo

Volvamos ahora a la pregunta principal: suponiendo que tuviéramos las circuns


tancias más ideales (una gran cantidad de aspirantes a pacientes y de informa
ción con la que podemos predecir la conducta) ¿cómo compondremos nueslio
grupo de terapia?
Quizá la falta de interés en predecir la conducta de grupo subsiguiente se
debe a que la cantidad de información acerca de la composición del guipo
es aún más rudimentaria. ¿Para qué molestarnos perfeccionando instrumentos
para predecir la conducta de grupo si no sabemos como ns.u esta inl'oi mneióii?
C O M P O S IC IÓ N D E LO S G R U P O S D E T E R A P IA 271

La mayoría de los clínicos piensan que la composición de un grupo influya


profundamente en su carácter, pero no se sabe cómo funciona el mecanismo i. al
de la influencia. He tenido la oportunidad de estudiar con profundidad la con
cepción, el nacimiento y el desarrollo de aproximadamente ochenta grupo:. . 1 .
terapia (los míos y los de mis alumnos) y me he sentido asombrado repetida
mente por el hecho de que algunos grupos parecen “ cuajar” de inmediato \
algunos en forma más lenta, mientras que otros grupos sobreviven penosa.....i
te, sus miembros se dispersan, y sólo se convierten en grupos de trabajo d e s p m .
de varios ciclos de atrición y de adición de miembros. Tengo la impresión ,i.
que si el grupo “ cuaja” , esto sólo en parte se relaciona con la capacidad . > . i
esfuerzo del terapeuta o con el número de “ buenos” pacientes que hay .
el grupo. Hasta cierto punto, la variable crítica es, aunque esto no es muy . I
la mezcla de los miembros.
Una reciente experiencia clínica me mostró este principio muy vivid.mu m.
Yo estaba encargado de dirigir un grupo T de psiquiatras profesionales, y i...i..
tenían el mismo nivel de entrenamiento y aproximadamente la misma e.ta.i i ,,
la primera reunión se presentaron más de veinte participantes; eran d e m . r ■ . . i.

para un grupo. Decidimos que yo debía dirigir dos grupos, pero no ..............
mos un método satisfactorio para dividir a los participantes. Por ......... i..
participantes acordaron sencillamente caminar alrededor de la habita. 1 .. 1 . , i
manera browniana durante cinco minutos y al terminar ese tiempo ■ m...........
uno de los dos extremos del cuarto. (Unos cuantos miembros lom.u..........
decisión basándose en la conveniencia del horario.) Un grupo se irunnia i.,
i ante hora y media, y el otro inmediatamente después.
Superficialmente parecía que los grupos tenían composiciones similan t..
la mezcla sutil de las personas que había en cada grupo le dieron un . ata. i, ,
indieahnente distinto. La diferencia se hizo obvia en la primera reunión y |„ ,
\islió en toda la existencia del grupo.
Un grupo adoptó una posición extraordinariamente dependiente. Un la pn
mera reunión llegué con muletas y con una pierna enyesada porque me había
lastimado la rodilla. El grupo no preguntó por mi salud. Los miembros no en
lot aron espontáneamente las sillas en un círculo (recuérdese que todos pian
h i aponías profesionales y la mayoría había dirigido grupos). Me pedían p< mu ,,
para icalizai actos tan comunes como abrir la ventana y fumar. La mayoi paiii
d. la existencia del grupo se dedicó a anali/.ai el temor que me tenían, la de.
imii la que había entre mí y los miembros, mi alejamiento y frialdad,
I o el otro guipo el mismo día, apenas yo había cruzado el umbral di |l(
Imii i Ia i liando vanos miembros na preguntaron "¿Olió le sucedió) en tu pan
na?" I I guipo inmediatamente se dedicó) al trabajo arduo, y cada uno di |n
iiil'iubios usó) lai habilidad pioleslomd di una mnnrin positiva. I I pniaipal
pioblenia (pie tuvi eoll * sh guipo lia ipa sentía que no me nei esitaba p,t)(,
HA C O M P O S IC IÓ N D E LO S G R U P O S D E T E R A P IA

ii tarea, y, durante el curso de la terapia, sólo con considerables esfuerzos


pude enfocar la atención del grupo en el hecho de que no me tomaba en
cuenta.
Sin duda la composición de los dos grupos influyó dramáticamente en el ca-
i actor de su trabajo posterior. Si hubieran sido grupos prolongados y no grupos
I limitados (a 16 sesiones), quizá los ambientes distintos habrían tenido poca
importancia posteriormente en el efecto benéfico del grupo en cada uno de sus
miembros. Sin embargo, a corto plazo, los miembros del primer grupo se sin-
lirron más tensos, inhábiles, restringidos y, debido a su limitado campo de
experiencia de grupo, aprendieron menos acerca de sí mismos.
IJn ejemplo similar aparece en el estudio sobre grupos de encuentro que hi-
>l e t ó n Uicberman, Yalom y Miles. 4 9 Dos grupos, compuestos al azar, tenían
mi jete idéntico: una cinta grabada (el Programa Cinta de Encuentro) para
i ii Ir ,il grupo instrucciones acerca de cóm o actuar en cada reunión. En unas
' ii.mt.i-. ieuniones surgieron dos culturas muy distintas. Un grupo obedecía con-
i i . i d . m í e n l e las instrucciones grabadas y seguía de un modo fiel todos los ejer-
i< i" n i <inu ndados. El otro grupo desarrolló un tono poco respetuoso con el
|i li y pronto le llamaron “ George” . Era común que los miembros se burlaran
di l.i . m í a . Por ejemplo, cuando la cinta le daba una instrucción al grupo, un
........ comentó en tono de burla: “ Es una gran idea, George” . No sólo era
•lili i. u ir la cultura de estos grupos breves, sino también el resultado. (A l final
«Ii |,i experiencia de grupo de treinta horas [diez reuniones], el grupo irreve-
n uii logró un resultado apreciablemente mejor.)
Podemos estar seguros de que la composición afecta el carácter y el proceso
d. I guipo. Sin embargo, aún estamos muy lejos de llegar a la conclusión de
•|ii. un método X sea más eficaz para componer un grupo que un método
N l )rsdc luego, el problema está en evaluar la eficacia. Los estudios sobre los
n m i liados de la terapia [de grupo son toscos, y no hay estudios rigurosos que

investiguen la relación entre la composición del grupo y ti criterio definitivo:


el resultado ele la terapia] prolongada. Por consiguiente, debemos apoyarnos en
observaciones clínicas no sistemáticas y en estudios que, aunque relevantes para
la ( (imposición, provienen de ambientes no terapéuticos.

O bserva cion es clínicas acerca de la co m p o sició n d el prupo

I ,i i \ Impresiones de los clínicos individuales relativas a los efectos de la com


posición del grupo deben evaluarse con cautela. La falta de un lenguaje común
puní di-si nbii la conducta, los problemas de evaluai los resultados, los piejuicioN
Iróiicos del leiapculii, y el número restringido de grupos que eualquiei clínico
puede li.itiu limitan In valide/tic las impresiones clínicas cu esta an a
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 275

Parece haber una creencia clínica general de que los grupos heterogéneos
tienen ventajas sobre los homogéneos para la terapia de grupo interaccional
intensiva.33’ 30’ 51*5 2 Se cree que los grupos homogéneos “ cuajan” más rápidamen-
tete, se vuelven más cohesivos, ofrecen un apoyo más inmediato a los miem­
bros del grupo, tienen mejor asistencia, menos conflictos y ofrecen un alivio
más rápido de los síntomas. Por otra parte, sin embargo, los clínicos creen am­
pliamente que el grupo homogéneo, en contraste con el heterogéneo, tiende a
conservarse en un nivel superficial y es un medio ineficaz para alterar la estruc­
tura del carácter.
Este problema se oscurece cuando preguntamos: “ ¿Homogéneo en qué?”
“ ¿Heterogéneo en qué?” ¿Por la edad? ¿Por el sexo? ¿Por el conjunto de sínto­
mas? ¿Por el estado civil? ¿Por la educación? ¿Por el status socioeconómico?
¿Por las habilidades verbales? ¿Por el desarrollo psicosexual? ¿Por las catego­
rías de diagnóstico psiquiátricas? ¿Por las necesidades interpersonales? ¿Cuáles
son las variables críticas? ¿Un grupo compuesto de madres con obsesión in­
fanticida5 3 es homogéneo debido a los síntomas comunes, o es heterogéneo
debido al amplio campo de los rasgos de la personalidad de los miembros?
Whitaker y Lieberman5 4 ayudaron a aclarar este problema sugiriendo que el
terapeuta de grupo se esfuerce por lograr la máxima heterogeneidad en las
urcas de conflicto de los pacientes y en la manera como las enfrentan, y al
mismo tiempo se esfuerce por lograr homogeneidad en el grado de vulnerabilidad
ilrl paciente y en su capacidad para tolerar la angustia. Por ejemplo, afirmaron
i|iir un grupo homogéneo de individuos, con conflictos graves de hostilidad que
manejan con la negación, difícilmente puede ofrecerles beneficios terapéuticos
a m i s miembros. Sin embargo, un grupo con un amplio campo de vulnerabili-
.la.l (vagamente definido como fuerza del ego) por diferentes razones, también
... atrasa. El paciente más vulnerable limita al grupo, que se vuelve muy restric­
tivo para los menos vulnerables. De igual manera, Foulkes y Anthony3 3 sugi-
........i hacer “ una mezcla de diagnósticos y perturbaciones” para formar un
i Hipo terapéuticamente eficaz. “ Cuanto mayor sea el campo entre los tipos po-
l ni mayor será el potencial terapéutico, si el grupo puede soportar esto.”
I >< estas observaciones clínicas surge la regla de que debe haber cierta in-
.....ipalibiliilad entre el paciente y la cultura de necesidades interpersonales de
. tupo paia que ocurra el cambio. Este principio (el cambio es precedido por un
.M illo di disonancia o de incongruencia) tiene el respaldo de considerables
m . .libaciones clínicas y psicológicas sociales, y a este concepto volveré a refe-
*o me m.r. larde Sin embargo, los miembros del grupo no pueden beneficiarse
•ii l.i disonancia si no hay una fuer/,a del ego adecuada; por ello, debe haber
/..f. H’i cu las ureas <lc ('oufluto, v homouetieidad en la fuerza del ego.
I i lic lr io g e n r id a d n o dehe m i n".ull.id o de papal el precio de crear un gru
i , aullido ( ‘o m id e ic N e la v a iia h le de la edad a h ay un miembro de cin cu e n ta
276 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

años en un grupo de adultos muy jóvenes, ese individuo puede elegir (o verse
forzado a) desempeñar el papel de representante de la generación más vieja. El
estereotipo de este papel (y el de los pacientes más jóvenes) se presenta, y no
puede materializarse la requerida sinceridad e intimidad interpersonales. Puede
haber un proceso similar en un grupo de adultos con un único adolescente que
desempeña el papel del adolescente rebelde. Sin embargo, es ventajoso tener
individuos de diferentes edades en el grupo: los pacientes, al analizar las re­
laciones entre los miembros, lograrán comprender sus relaciones pasadas, pre­
sentes y futuras con un campo más amplio de gente significativa: los padres,
los iguales y los hijos.
Una solución al problema de mantener la heterogeneidad sin crear aislamien­
to puede ser ofrecerle un compañero a cada paciente. Un terapeuta de grupo5 6
sugirió el principio del “ Arca de Noé” para componer al grupo, en el que cada
miembro debe tener un compañero. Otro5 7 sugirió una técnica de composición
de “ equilibrio de grupo” en la que el terapeuta intenta equilibrar al grupo en
factores como la transferencia con el terapeuta, la contratransferencia, pasivi­
dad-agresividad, habilidad para expresar afecto, capacidad de insight o de in­
trospección, homosexualidad-heterosexualidad, y la fuerza del ego.
El concepto de heterogeneidad, aun con las parejas o el equilibrio, tiene sus
limitaciones. Por ejemplo, si el grupo tiene un campo de edades demasiado
amplio, los problemas de las etapas de la vida de algunos miembros pueden
ser tan extrañas para otros que la cohesión se verá gravemente obstruida. Los
individuos de edad madura preocupados por la subsistencia y por el proceso
del desempleo a veces están a una distancia insuperable de los adolescentes y
de los adultos jóvenes que se enfrentan a una crisis de identidad urgente.
Bach5 8 emplea el concepto de heterogeneidad del papel en su enfoque de la
composición del grupo. Al añadir un nuevo miembro, su consideración básica
es: “ ¿Qué papel está disponible en el grupo?” Desde su punto de vista el te­
rapeuta debe esforzarse por aumentar “ el repertorio de papeles del grupo, a
fin de obtener una mejor complementación entre los papeles” . Teóricamente-,
esta orientación parece muy deseable. Sin embargo, en la práctica le falta cía
ridad. ¿Cuáles son los papeles en un grupo de terapia? Bach5l> menciona e l
“ guardián de la democracia” , el “ que marca el paso” , el “ macho agresivo",
el “ jefe” y el individuo que alivia la tensión con su sentido del humor. Nosotros
podríamos añadir: el provocador, el chivo expiatorio, el ayudante del médico,""
el que se queja y rechaza la ayuda, 6 0 el moralista puritano, 6 1 la “ estrella” , los
jefes de dependencia, lucha, huida, o aparcamiento, el histérico del grupo, el je
fe ejecutivo técnico, el secretario social, el pivote del grupo, el crítico del giupo.
el romántico del grupo, el jefe emocional social, etcétera.
¿Podemos ampliar la lista arbitraria e indefinidamente enumeiando constela
cioncs de rasgos de la conducta o hay pápele-, lijos o deseables que fneílilan
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 271

el desarrollo del grupo, constantes en todos los grupos, que los miembros csi.m
obligados a desempeñar? Hasta que tengamos algún marco de referencia .1
tisfactorio para responder a esta pregunta: “ ¿Qué papel está disponible en <I
grupo?” , contribuirá muy poco a un enfoque eficaz de la composición del guipo
Haré una última observación clínica. Como supervisor e investigado) (uve
oportunidad de estudiar estrechamente todo el curso de treinta meses de mi
grupo de pacientes no hospitalizados dirigidos por el doctor R y por el doeioi
M, dos psiquiatras residentes competentes. El grupo consistía de siete miem
bros, todos tenían aproximadamente veinte años de edad, y seis podían clasi
l'icarse como personas esquizoides. Una paciente considerablemente distinta, umt
mujer pasiva-agresiva, se sintió asustada por la perspectiva de la intimidad v
abandonó al grupo después de cinco meses. A otro paciente lo llamaron a pi­
tar servicio militar después de un año. Admitieron a dos nuevos pacientes p.ua
reemplazar las vacantes.
La característica más asombrosa de este grupo homogéneo esquizoide c ía •.< 1
extraordinariamente aburrido. Todo lo relacionado con el grupo (las reimioin
las cintas grabadas, los resúmenes escritos, las sesiones de supervisión) enm
opacas, sin afecto, lentas y aburridas. Nada parecía estar sucediendo; no había
mi movimiento visible individual entre los pacientes o en todo el grupo Sin
- mbargo, la asistencia era casi perfecta y la cohesión del grupo cxlnionlinaiin
mente alta.* Ya que todos los pacientes del grupo en la Clínica Stanfoid du
i.uite este periodo estuvieron sujetos a una investigación de sus resultados,"' ""
había disponibles evaluaciones del progreso clínico al final de un ano v al
final de treinta meses. Los pacientes en este grupo, los miembros oiigmali
v los reemplazos, trabajaron extraordinariamente bien y tuvieron cambios de
•ai.icicr sustanciales igual que un alivio completo de sus síntomas. I)c hecho,
muy pocos grupos que he estudiado han obtenido resultados tan buenos, Mr.
puntos do vista acerca de la composición del grupo se vieron influidos poi este
i'iupo, y he llegado a atribuirle una extraordinaria importancia a la estabilidad,
I 1 asistencia, y la cohesión del grupo.
l n teoría estoy de acuerdo con el concepto de componer un grupo de Indi
•idiios con varias necesidades y tensiones inlerpersonales, pero cico que en tu
pulí lien esto puede ser un problema falso. Dado el valor de predicción linil
1 "lo de nuestra entrevista de- selección tradicional, es probable que nos miga

Minios . 1 pensamos que podemos lograi el tipo de equilibrio sutil y de peisona.


mIii l.i adas necesario para que haya una diferencia real en el íimcionamlrulo

M ili liim (pupón de paclenlew un flo n p it it lll/iu lt e n Im ( lln iin S ln n ín id puní pm trillen
*i" lie ipititli/iMloN pm llelpiu un cu itiin InvrniItüii ii'm i|in 11111 >111 iilin In m edición di tu
•lo.i I mii d il «tupo.»'!', IMI. 0 4 . «n I I ||| upo d lllu id n poi el din lu í l< y P"l el din luí M nhltivn
.....* 1 .illlli lición n u |n i 111 11 liirnlini I mi «tilín pul eiii 'illuniu Iun m ili eminlnlnli uduw) qm
•"dquli 1 ipI ii i (ti npi 1
278 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

del grupo. Por ejemplo, aunque seis de los siete pacientes del grupo dirigido
por el doctor R y por el doctor M fueron diagnosticados como personas esqui­
zoides, diferían mucho más de lo que se parecían mutuamente. Este grupo en
apariencia “ homogéneo” , en contra de la regla clínica, no permaneció en un
nivel superficial y logró cambios significativos de la personalidad en sus miem­
bros. He estudiado a muchos grupos llamados homogéneos (por ejemplo, pa­
cientes con úlcera, pacientes con enfermedades dermatológicas, mujeres obesas,
padres con hijos delincuentes) que habían permanecido en un nivel superficial,
pero creo que esto no era producto de la homogeneidad, sino de la tendencia
del terapeuta y de la cultura restringida que él contribuyó a crear. La organi­
zación de un grupo de individuos alrededor de un síntoma común o de los pro­
blemas de sus hijos puede contener poderosos mensajes implícitos de cultura
relevantes que generan normas de grupo restrictivas, una busca de similitudes,
una inmersión en la individualidad, y desaliento de la revelación de sí mismo
y de la sinceridad interpersonal. Las normas, que presentamos en el capítulo v,
una vez puestas en práctica, pueden perpetuarse y ser difíciles de cambiar.

Estudios sistemáticos de la composición del grupo

Como ya lo he afirmado, no hay trabajos de investigación que estudien directa-


tamente el efecto de la composición del grupo en el resultado de la terapia del
mismo. Sin embargo, hay un estudio levemente periférico, relevante para la
composición del grupo. En este estudio Yalom y Rand 6 5 mostraron el efecto
de la composición de grupo en la cohesión del mismo. La cohesión del grupo de
ninguna manera es sinónimo del resultado de la terapia, pero hay pruebas
considerables (que resumimos en el capítulo m ) de que la cohesión se relacio­
na positivamente con el resultado, y puede considerarse una estación de paso
o una variable intermedia.* En el trabajo de Yalom y Rand se estudió a cua
renta pacientes no hospitalizados poco antes de que empezaran la terapia en
cinco grupos recién formados y dirigidos por jefes con un adiestramiento y una
supervisión muy similares. Se suministró la prueba f i r o - b y se calculó la com
patibilidad interpersonal de cada miembro con todos los demás miembros del
grupo. Además, al sumar todas las diadas del grupo, se obtuvo una calificación
de la compatibilidad total del grupo1 '1 de cada grupo. Las calificaciones de lo
compatibilidad de grupo e individuales se correlacionaron con las calificaciones
de la cohesión individual y de todo el grupo obtenidas en las reuniones sexta
y decimosegunda. Los resultados mostraron que:

* Desdi* el punto de vista do In metodoloKÍft de la iitveslluación, una vaila lilr In in im


día es un iceuiso sinipldii atloi ; puedo medirse poco tlotupo después di inlclaisi el i'iiipn
y puede eluduse el pioldem a de esludiai al mism o mili lio tiempo
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA ÍV>

1. La compatibilidad del f i r o - b del grupo se correlacionó significativamente •mi


la cohesión del grupo.*
2. Los pacientes que abandonaron pronto la terapia de grupo en el curso de la
misma obtuvieron una compatibilidad f i r o - b más baja que los que contimmmu
en el grupo.
3. Dos miembros que mostraron una gran incompatibilidad mutua se s in iic i.m
significativamente menos satisfechos con el grupo.

En otras palabras, si le damos un cuestionario de inventario inlet pcr.onnl


superficial al grupo de pacientes antes de su primer contacto mutuo, puedi ha
cerse una predicción razonablemente exacta de la cohesión que tendrá ( « 1 gnip..
de terapia seis y doce semanas más tarde. Clínicamente este estudio sugin. qii<
cierto tipo de homogeneidad** fomenta la cohesión de grupo y que los pucicnii
que se muestran marcadamente disonantes con el resto del grupo en i--.it- a
pccto, tienden a sentirse insatisfechos con el grupo y a abandonar de un iimdn
prematuro la terapia.
Se han hecho varios intentos por estudiar la relación que hay ruin la .......
posición y el resultado en los grupos de relaciones humanas. Aquí sólo u n
miré los descubrimientos de estos estudios; los lectores interesados pmd.ii
buscar los artículos citados para encontrar detalles de este estudio l’ umii.>
examinaremos el procedimiento general en la investigación de estos estudio
para determinar su relevancia con la terapia de grupo.
Los sujetos generalmente participan en un laboratorio de relaciones humanas
(por lo común provienen de los campos de la educación, la indiistiia o i .
ciencias de la conducta) o son estudiantes universitarios volúntanos pmd.ii
considerarse ampliamente “ normales” , aunque no se realiza ningún estudio p-a
quiátrico. Es usual que los grupos homogéneos o heterogéneos se form en ha
.anclóse en alguna constelación de variables de la personalidad que se o b la m n
con pruebas psicológicas u observaciones de la conducta de los sujetos en pin
pos de prueba. La existencia de estos grupos es breve, y se reúnen de i ,
q u in ce sesiones, en general durante cortos periodos (una o dos semanas) I l

’ lulo descubrimiento dobo Interpretarse con emítela; aún no se ha iip iiiu ,, \


t.oian07 trabajando con un conjunto sim ilai de pndcnlcH, no piulo (uostiai <|in tmli|o
una correlación entro la compatibilidad del n ao n y la cohesión del grupo, I m n i upeni ,
• n • I <-fittullo de Koran, nI ii embargo, no tenían un enlrenumlciilo nm lom u (,)m,-.i pm,,
qin silijiui lo-i factores de la compoNÍcióil, no deben sn empe(|iieUei jilos é*ilon poi vailahl. .
mil', podrí osas, CoiUO Ion cnIII os iiiiim ndiiim al. distintos de Ion leles Poi esto las . uldn
i,. .. . (ilineivaciones clínicas ItechitN poi un jete acerca di las d llrie n d iis en mildtON ,|,
•un am pos son pin llculai mrale linpoi I ih i I c .
•' l'ia dro compuluisi con Ion peí files I lito a Varios tipos de Coinpftl Utilidad I .1. ,
imito iihi'i "la i om piilH'llldiid .I. l iiin i niiililo" (el Upo postulado poi huí/ , omo m .
i. I. viiol. pilla los ampos pequeños) V es mui medición di »UAltlo a. nrulo hay , Mlll
280 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

resultado de los grupos y de los individuos se evalúa con algún método de obser­
vación y con cuestionarios suministrados por el sujeto o con ambos instrumentos.
Las variables de la personalidad que se usan más a menudo son:

1. Individuos “ orientados hacia la persona” u “orientados a la tarea” . Los pri­


meros valúan las características como el afecto, la sinceridad, la simpatía y lo
genuino; los individuos “orientados a la tarea” valúan la capacidad, la habilidad,
la responsabilidad, la iniciativa y las energías. Una dicotomía similar yuxtapuesta
usada en otros estudios es la del individuo de “ estructura baja” versus el indivi­
duo de “estructura alta” :38- 6 8 las características de la “estructura elevada” inclu­
yen una preferencia por la claridad y el orden, menos interés en los sentimientos
personales y una tendencia a aceptar los símbolos de la autoridad; las caracterís­
ticas de la “ estructura baja” incluyen una disposición a reconocer y a examinar
los sentimientos positivos y negativos y las relaciones interpersonales.
2. Características f i r o - b .
3. Preferencia de una cultura de grupo (culturas de supuestos básicos de Bion,
de dependencia, huida, lucha, apareamiento) obtenida con un cuestionario au-
tosuministrado. 6 9

Por lo general el trabajo de investigación sobre la composición del grupo es


de mala calidad, a pesar de la técnica estadística altamente compleja y de los
descubrimientos definitivos de los que se informa en varios trabajos.38- 68>7 0 - 7 1
Con frecuencia no se controlan los prejuicios del observador; a menudo les pi­
den a los sujetos que comparen a los grupos experimentales con un grupo pre­
vio sin controlar el tiempo que dura cada grupo o la secuencia de las dos
experiencias. Además, los grupos experimentales a menudo duran muy poco,
y los efectos de la etapa del desarrollo del grupo quizá se pasan por alto. El
defecto más serio se encuentra en la medición del resultado individual. Con
frecuencia, las mediciones sólo consisten en unas cuantas preguntas (su confia
bilidad y su validez son mal evaluadas) que les formulan a los sujetos o a otros
miembros del grupo. El intervalo del estudio del grupo es, con una excepción,7;!
muy breve, y la evaluación del cambio por lo general se hace inmediatamente
después de la experiencia del grupo (este procedimiento es cuestionable, ya
que la ola de sentimientos positivos al terminar la terapia de grupo a menudo
disminuye la objetividad del individuo). Con estas reservas, consideraremos
los descubrimientos de la investigación:

1. Los grupos homogéneos de individuos impersonales orientados .i la laica,


muy estructurados, funcionan como grupos de relaciones humanas eficaces que
producen cambios en los miembros. Aparentemente estos grupos ofrecen una coni

los miembros acerca de la cantidad do intercambio que tic be ocinin en cada mm d. tur,
áreas do la necesidad intorpoisimal: alecto, dominio, exclusión 11
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA ; hi

binación de apoyo y desafío. Los miembros son apoyados por sus similitud. -
percibidas y desafiados por la tarea del grupo que exige que interactúen ma-. m
tensa e íntimamente que lo que ellos desearían. Estos grupos tienden a m i mu\
cohesivos.37- 73•7 4
2. Los grupos homogéneos de individuos orientados a la persona, poco estille
turados no funcionan como grupos de relaciones humanas eficaces, pero lo
grupos interactúan, e inicialmente son estimulantes. En apariencia estos 11|
•<>
les ofrecen a los miembros pocos desafíos y los miembros se sienten tranquilo-
con la tarea del grupo y con los otros miembros. 3 7 - 7 5
3. Los grupos homogéneos de individuos con las mismas actitudes ante . 1
dominio producen menos cambios que los grupos homogéneamente compiii -ito-i
por la misma variable. 7 6
4. Los grupos de encuentro heterogéneos (incompatibles según la est ala «Ir
afecto firo) son más eficaces para ayudar a los miembros a autorreali/ai-a- "
5. No hay consenso acerca de los grupos mezclados (en un 50 pui m m,.
orientados a la persona y en un 50 por ciento orientados a la tarea). (Irm tal
mente se ha considerado que son ineficaces, incompatibles, y que tienen p->- -
cohesión, que no se dirigen hacia las metas de explorar, compartir y de li'lrnu
ción íntima. 3 8 - 7 9 Por otra parte, un estudio ofreció algunas pruebas limitada-, -I-
que estos grupos producen mayores cambios en los miembros. 6 8
6 . Los grupos de trabajo homogéneos (compatibles según el m h o n) non mu
productivos y tienen más cohesión que los grupos heterogéneos. 8 0
7. Los grupos de trabajo homogéneos en sus preferencias culturales (ha ha --
apareamiento) 7 3 son más eficaces que los grupos mixtos. Se sugiere qin lo-. ulit
mos carecen de una persona que una a los dos subgrupos.
H. Por lo general, el ambiente de los grupos puede predecirse con la mui
posición.18- 8 1

R epaso de la c o m p o s ic ió n de grupo

‘- mu muy grato en este momento poder integrar los descubrimientos c lín ic o ,


v expeiinténtales, señalar las líneas, hasta ahora no vistas, de la scpaiaciou .
d- l.i unión, y ofrecer una teoría vigorosa de la composición del grupo qu< no
iiln tuviera fundamentos experimentales firmes, sino también una nplitiu ion
pint lica inmediata. Por desgracia, la naturaleza insustancial de los datos no
un permite hacer esta síntesis.
'.ni embargo, consideraiemos los dcseubiunienlos mas inequívocos, I a m m
posición del grupo es muy importante, e influye en mucho-, aspectos del lint
i a linimiento del misino. Puede componente un guipo con ciertas caí .n leí h(U as
pii-decible-i ji (m ío pla/o poi c|(inplo, una cohesión elevada, uu conllh lo ch
- «ido, una halla y una dependencia elevadas Ademas, podemos, -a di t a l u n o .
m o los pi tu ediniic uto-, disponible’., picdecii hasta titilo punto la t o i a h a i a
-I- j-i upo dt lt e, individuos
282 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

Sin embargo, no sabemos si hay una relación entre estas características de


grupo y el resultado definitivo de la terapia que obtienen los miembros del mis­
mo Además, no sabemos hasta qué punto el jefe del grupo puede alterar estas
i .iineterísticas del grupo ni sabemos hasta qué grado las manifestará él mismo
n i mi labor. Considerar el deslinde teórico de los dos enfoques generales de la
1 1 imposición de grupo puede ayudarnos a aclarar este problema. Con base en el

enfoque heterogéneo de la composición hay dos razones teóricas que pueden


denominarse “ teoría social de microcosmo” y “ teoría de la disonancia” . Con
h.r.e en el enfoque de la composición de grupo homogénea se encuentra la
leona de la “ cohesión de grupo” .
I . 1 teoría del “ microcosmo social” postula que, ya que el grupo se conside-
i i mi universo social en miniatura en que les piden a los pacientes que desarro­
llen nuevos métodos de interacción interpeisonal, el grupo debe ser heterogéneo
i n i aprovechar al máximo las oportunidades del aprendizaje. Debe parecerse
al mu ver,o social real que está compuesto por individuos de diferentes sexos,
pmli iones, edades, niveles socioeconómicos y educativos. En otras palabras,
delii si i demográficamente heterodoxo.
I a leona de la disonancia, como se aplica a la terapia de grupo, también
•aigieie un enfoque de composición heterogénea, pero por una razón diferente.
I I het ho de aprender o cambiar probablemente ocurre cuando el individuo, en
un •simio de disonancia, actúa para reducir esta disonancia. Ésta crea un estado
de mi i anquilidad psicológica e impulsa al individuo a lograr un estado más
consonante. Si los individuos están en un grupo en el que ser miembro de éste
tiene muchas características deseables (por ejemplo, esperar alivio del sufri­
m ien to, sentirse atraído por el jefe y por los otros miembros) pero que, al mis
mu tiempo, hace demandas que producen tensión (por ejemplo, revelar algo de
i mismo o un enfrentamiento interpersonal), entonces experimentarán un es-
lad o de desequilibrio, o usando el término de Newcomb: de “ asimetría” .Ha
Similmmente, un estado de intranquilidad ocurre cuando el individuo, en un
guipo apreciado, descubre que sus necesidades interpersonales no se ven satis
fechan, o cuando su estilo acostumbrado de conducta interpersonal produce
e léelo s disonantes. El individuo en estas circunstancias buscará maneras de re
din ii raí intranquilidad. Por ejemplo, puede dejar al grupo, o de preferencia,
puede empe/.ai a experimentar nuevas formas de conducta. Para desarrollar esto
al máximo, el argumento heterogéneo sugiere que el paciente entre en contacto
mu otros individuos en el grupo que no satisfarán sus necesidades interpci
so líale s (así reforzará su posición neurótica) pero lo frustrarán, lo desaliaran,
lo volveimi consciente de distintas áreas conflictivas, y también le mostrarán
allei nativas de modos miel peí solíales. Poi ello, se afirma que los miembiox
c i ni di veros estilos inlci peiNounlcx y conflictos deben ineluiise en el guipo
Sin emhitigo. si la Ilustración y el desalío son demasiado guindes, y las lun as
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 283

de apoyo (la atracción del grupo) demasiado pequeñas, no ocurrirá ninguna


asimetría o disonancia reales; el individuo no cambia; en vez de esto, abando­
na física o psicológicamente al grupo. (Aquí advertimos la coincidencia que hay
entre la teoría de la disonancia y el siguiente modelo, la teoría de la cohesión.)
Por otra parte, si el desafío es demasiado pequeño, no hay aprendizaje. Los
miembros se confabularán, y se verá inhibida la exploración. La teoría de la
disonancia está a favor de una amplia heterodoxia de la personalidad.
La teoría de la cohesión, en que se basa el enfoque homogéneo de la com­
posición del grupo, señala, sencillamente, que la atracción por el grupo es una
variable crítica que interviene en el resultado, y que la composición debe reali­
zarse siguiendo estos lineamientos para formar un grupo cohesivo, compatible.
¿Cómo podemos reconciliar o juzgar estos enfoques? Primero, señalaré que,
con fines de claridad, he marcado agudamente las diferencias entre éstos. Sin
embargo, de hecho hay una coincidencia permeable entre cada uno de los tres.
Por ello, el modelo de “ microcosmo social” puede demandar una heterogenei­
dad de la personalidad y también una heterogeneidad demográfica si el grupo
debe simular un universo social; el modelo de “ disonancia” exige cierta cohe­
sión y no excluye la heterogeneidad demográfica en su busca de una hetero­
geneidad de personas.
Segundo, no hay una investigación de la terapia de grupo que apoye el modelo
de la disonancia. Hay un gran consenso clínico (el mío incluso) en que los
pacientes de la terapia de grupo deben entrar en contacto con diversas áreas
conflictivas, con métodos de enfrentamiento y estilos interpersonales conflictivos,
v que el conflicto en general es esencial para el proceso terapéutico.83 Sin em­
bargo, no hay pruebas de que los grupos compuestos en forma deliberadamente
heterogénea faciliten la terapia y, como he afirmado antes, hay algunas pruebas
limitadas que aseguran lo contrario.
Por otra parte, hay un conjunto de pruebas de la investigación de los grupos
pi quedos que apoyan el concepto de la cohesión. Los grupos de terapia inter-
pnsonalmcnte compatibles (homogéneos por la compatibilidad de intercambio
l ino) desarrollarán mayor cohesión; los miembros de los grupos cohesivos asis-
i« ti mas a las reuniones, son más capaces de expresar y de tolerar la hostilidad,
■tu mas aptos para intentar influir en los otros, y a su vez reciben más influen-
. iie.. los miembros que sienten mayor atracción por su grupo tienen mejores
o adiados terapéuticos; los pacientes que son menos compatibles con los otros
mu mbros tiende n a salir de la terapia de grupo como lo hacen dos miembros
.mi una manada incompatibilidad mutua; los miembros con una mayor com-
Imiilululad ialei peíoaal se vuelven los mas populares del grupo, y la popula-
ildad aquí isla muy coi relaciona la con el o .altado positivo.
I I i(UK»i dt que un guipo homogéneo sea uupiodiielivo, restrictivo o sin
, . mi la lo-., o que tenga un e-.lieclio campo de picoeupneioiieN m iri peí solíales,
284 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

es infundado por varias razones. Primero, muy pocos individuos tienen una
patología monolítica; hay muy pocos individuos que, a pesar de su principal
área de conflicto, no tengan también conflictos con la intimidad o con la auto­
ridad. Segundo, el proceso de desarrollo del grupo puede exigir que se desem­
peñen ciertos papeles. Por ejemplo, las leyes del desarrollo del grupo (véase el
capítulo x ) exigen que éste se enfrente a los problemas de dominio, autoridad
y de la jerarquía del dominio. En un grupo que tenga varios individuos con
conflictos de dominio, esta fase puede aparecer pronto o muy agudamente. En
un grupo en que no hay este tipo de individuos, otros miembros menos conflic­
tivos en el área de la dependencia y de la autoridad pueden verse forzados
a enfrentarse con esta área a medida que el grupo obviamente entraben esta fase
de su desarrollo. Si ciertos papeles no existen en el grupo, la mayoría de los
jefes, consciente o inconscientemente alteran su conducta para llenar el vacío.81
También debemos tomar en cuenta que la experiencia de grupo es subjetiva
e individual. Los pacientes, de acuerdo con sus mundos ficticios, pueden percibir
el mismo incidente de manera distinta, muy personal. Un terapeuta o un obser­
vador a menudo no puede apreciar la importancia personal que tienen ciertos
problemas para algunos pacientes. No es fácil entrar en el mundo de las expe­
riencias de los pacientes. Con frecuencia, al revisar el curso de la terapia con
los pacientes, me ha impresionado que mencionen, como un incidente crítico
en su terapia, algún suceso que para los otros parece trivial o sin consecuencias.
Además, ningún grupo de terapia con una jefatura adecuada puede ser de­
masiado tranquilo ni puede dejar de ofrecer disonancia a sus miembros debido
a que éstos invariablemente entran en conflicto con la tarea del grupo. Lograr
tener confianza, revelar algo de sí mismo, fomentar la intimidad, examinarse
uno mismo, enfrentarse a los otros, son tareas discordantes para los que cróni­
camente han tenido problemas en sus relaciones interpersonales.
El grupo homogéneo improductivo de individuos orientados hacia la persona,
del cual se informó en una investigación de grupos T, no es relevante para la
terapia de grupo debido a la probabilidad excesivamente pequeña de que este
grupo de individuos busque ayuda psiquiátrica. Tengo la impresión de que los
miembros de un grupo homogéneo, colocados juntos debido a un síntoma o
a un problema común, que permanecen en un nivel superficial, restringido,
constituyen un fenómeno iatrogénico: una profecía de autorrealización que hace
el terapeuta.
Dado el actual estado de nuestros conocimientos, propongo que la cohesión
sea nuestra guía básica para componer los grupos de terapia. I.a disonancia
esperada se desarrollará en el grupo, siempre que el terapeuta funcione con
eficacia en la orientación preterapéutica de los pacientes y (luíanle las piimeias
reuniones de grupo. La integridad del grupo debe sei una pieocupm ion básica,
y tenemos que seleccionar a los pacientes procurando que haya la nur. !>a|n
COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA 2H1

probabilidad de que abandonen prematuramente al grupo. Los pacientes con


una elevada probabilidad de ser incompatibles con la cultura del grupo I».
valeciente o de ser muy incompatibles con otro miembro no deben ser incluí don
en el grupo. Obsérvese que la cohesión del grupo no es sinónimo de li anqiuili
dad o comodidad en éste. Todo lo contrario; sólo en un grupo cohesivi ) el
conflicto puede tolerarse y transformarse en trabajo productivo.
Un marco de referencia cohesivo para la composición del grupo de ninp lina
manera es inconsistente con la idea de la heterogeneidad demográfica. Sin em
bargo, le fija límites al grado de heterogeneidad. La terapia de grupo .u l.ii a
las relaciones interpersonales dentro del grupo y hace que los miembro-, las
trasladen a sus vidas externas. El buen sentido aconseja suponer que cmilililí
más se aclare el campo de las relaciones interpersonales en el grupo, la n ío imas
amplio será el traslado al exterior. Algunos pacientes con un medio antlm lili
social restringido obtienen un gran beneficio interactuando con los indi vid in i-.
que provienen de diferentes estratos culturales, económicos o educativo-, ( o
nocer y aceptar a alguien previamente considerado extraño o innccptabli en
una fuente de gran beneficio terapéutico. Sin embargo, la variedad demogni l ii a
debe concebirse dentro del campo general de la cohesión; una variación d.
masiado extrema produce desviación y mina la cohesión.
En resumen, parece que el terapeuta de grupo sólo tiene guías los* a . In n a
das en el principio de la cohesión, para la composición del grupo. Su pina ipal
tarea es formar un grupo que tendrá coherencia. El tiempo y las i n< ip.r ilia-.
ladas en formar y equilibrar delicadamente un grupo no se jusliln .m d ai !•1
nuestro actual estado de conocimientos. El terapeuta hará mejoi en mvi iiu
tiempo y esas energías en hacer una selección cuidadosa de paciente-, p a i. 1 la
terapia de grupo y en su preparación preterapéutica (que examinaicmo- en
el próximo capítulo). Sin duda la composición afecta radicalmente (-1 nun i i* i
del grupo, pero, si éste se mantiene unido, y si el terapeuta aprecia los la* \<n1 n
curativos y es flexible en su papel, puede sacar provecho terapéutico di . 1 nal
quier situación (excepto una falta de motivación) que surja en el guipo.

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288 COMPOSICIÓN DE LOS GRUPOS DE TERAPIA

59 Ibid., pp. 331-332.


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83 J. Frank, “ Some Valúes of Conflict in Therapeutic Groups” , Group l'.svchoíhn , n
142-151, 1955.
IX. CREACIÓN DEL GRUPO: EL LUGAR, EL TIEMPO
EL TAMAÑO, LA PREPARACIÓN

La u b ic a c ió n f ís ic a

A ntes de citar al grupo, el terapeuta debe tomar algunas decisiones impon.m


tes acerca de su ubicación. Debe conseguir un lugar apropiado para las reunió
nes y establecer una política acerca de la duración del grupo, la admisión <1.
nuevos miembros, la frecuencia de las reuniones, la duración de cada .> 1 0 1 1 ,
y el tamaño del grupo.
Las reuniones de grupo pueden realizarse en cualquier lugar, siempn <|n.
la habitación ofrezca intimidad y no haya distracciones. Algunos terapcnias pn
rieren que los miembros se sienten alrededor de una gran mesa c irc u í.n ( m u
mesa rectangular es inadecuada, ya que los miembros no pueden verse m ui n i
mente). Otros prefieren que no haya obstáculos en el centro para que lod.i . I
cuerpo del paciente quede visible y sus reacciones no verbales o sus postula
puedan observarse con mayor facilidad.
Si la sesión de grupo debe grabarse en una cinta magnética o algunos . ,m
diantes deben observarla a través de una celosía, debe obtenerse el prim eo d. I
grupo de antemano y ofrecerle una amplia oportunidad para disculn csi. po<
cediiniento. Un grupo que es observado continuamente parece olvidai la u'lm 1 . 1
después de unas cuantas semanas, pero, a menudo en el contexto del .mulisi
de los problemas de la autoridad con el jefe, los miembros recuerdan eslo mn
renovado interés en forma periódica durante el curso de la terapia. Si solo lm\
uno o dos estudiantes observando, es preferible que permanezcan en la liahila
non, fuera del círculo del grupo. Esto resulta ser, a la larga, una dislimvlnii
menor que la celosía, y les permite a los estudiantes observai mejoi lo, mu
luuientos del gru|>o, que de alguna manera inexplicable con íreeueiu 'a 1
quedan atrapados en la celosía. Si deben guardar silencio los observadon
deben advertirles que lo hagan; el grupo a menudo intenta alraerloN. v una
1 / que lian hablado, les resulta cada vez mas difícil guurdai silencio,

Los URUPON Allí ti Uros Y IOS (JKUI’OS ( I K K ADOS

I p* oh nn p r in c ip io Ion giupoN son d iseñ ad o s por sus jeles co m o .ib in t o s o


n u d o s : lili g u ip o i r m id o , después de que e ilip ic /il 1 Intbajtu l i m a sus puc 1

la no m epUl nuevos im e m b io s , y r.e le iin c g e u e ia ln ie n S (lu ía n le un m in íe lo

2N0
290 CREACIÓN DEL GRUPO

predeterminado de sesiones; un grupo abierto mantiene un tamaño constante


reemplazando a los miembros a medida que abandonan al grupo. Un grupo
abierto también puede tener un lapso de vida predeterminado; por ejemplo,
puede planearse que los grupos de estudiantes universitarios de psiquiatría sólo
se reúnan durante nueve meses del año académico. Por lo general, los grupos
abiertos continúan en forma indefinida, aunque cada dos años pueden cambiar­
se a los miembros del grupo en su totalidad e incluso al jefe. He conocido
grupos de terapia de centros de entrenamiento psiquiátrico que han durado
veinte años; los cuales han sido heredados cada dos o tres años por un estu­
diante recién llegado de un terapeuta a punto de titularse.
Un grupo cerrado con miembros que tienen una estabilidad total es muy
recomendable, pero las exigencias de la práctica con los pacientes no hospita­
lizados hacen que esto no sea posible. Invariablemente los miembros abando­
nan al grupo, se mudan de casa o se enfrentan con una incompatibilidad
inesperada de horarios; deben incorporarse nuevos miembros en estas ocasio­
nes si no se desea que el grupo desaparezca por atrición. Sin embargo, un grupo
cerrado puede ser práctico en un ambiente que ofrezca una gran estabilidad,
como una prisión, una base militar, un hospital psiquiátrico, u ocasionalmente
un grupo analítico de pacientes no hospitalizados en el que todos sus miembros
acuden al mismo tiempo a un análisis individual con el jefe del grupo. Por lo
general la gran mayoría de los grupos de pacientes no hospitalizados son
abiertos.

L a d u r a c ió n y la f r e c u e n c ia de las r e u n io n e s

Hasta mediados de la década de 1960, la duración de la sesión parecía fija


en la psicoterapia; la terapia individual de cincuenta minutos y la sesión de
terapia de grupo de ochenta a noventa minutos formaban parte de la sabiduría
folklórica común en este campo. La mayoría de los terapeutas de grupo están
de acuerdo en que, hasta en los grupos bien establecidos, se necesita un periodo
de por lo menos sesenta minutos para el intervalo de “ calentamiento” y para
analizar los principales temas de la sesión. También hay cierto consenso entre
los terapeutas en que después de unas dos horas se llega a un punto en que
disminuye la eficacia; el grupo se vuelve aburrido, repetitivo c ineficaz. Adema'..
muchos terapeutas parecen funcionar mejor en lapsos de ochenta a noventa
minutos; las sesiones más prolongadas a menudo producen fatiga, lo que vuel
ve al terapeuta menos eficaz durante el resto de las sesiones de ese día.
La frecuencia de las reuniones varía de una a cinco veces a la semana Yo
prefiero hacer reuniones dos veces a la semana. Por lo general es difícil leinni
con más frecuencia a los pacientes no hospitalizados. Un piogiama de una ve/
a la semana es el tipo mas común de leiapia pata los pacientes no hospitaliza
CREACIÓN DEL GRUPO 2‘H

dos, pero según mi experiencia el grupo a menudo sufre por este intervalo pío
longado entre las reuniones. Con frecuencia ocurren muchas cosas en la vida
de los miembros que no pueden ignorarse, y el grupo se aparta del modo in
teraccional y se dedica a resolver crisis. Cuando el grupo se reúne más de mu
vez a la semana, aumenta su intensidad, las reuniones tienen más continuidad
el grupo sigue analizando los temas que surgieron en la semana anterior, y lodo
el proceso adquiere el carácter de una reunión continua.
Recientemente se han hecho considerables experimentos con la variable d< i
tiempo. Estos experimentos o reacciones ante los modos convencionales de la
terapia a veces han sido tan extremos que han llegado a la anarquía en lm
procedimientos. Se ha informado que algunos grupos se reúnen con regularidad
en sesiones de cuatro, seis y ocho horas. Algunos terapeutas deciden reunii al
grupo con menos frecuencia, pero durante periodos más largos; por ejemplo
una reunión de seis horas cada dos semanas; algunos hospitales psiquiaim .>■
han instituido una terapia de grupo intensiva semanal, durante la cual los pa
ricntes se reúnen en pequeños grupos ocho horas diarias durante cinco día-
consecutivos; otro programa ofrece una terapia de grupo de ló lunar. » ada
lin de semana durante 16 semanas.
Un nuevo tipo, el grupo de “ maratón” ha recibido mucha publicidad y l"
lian descrito en muchas revistas y periódicos populares estadunideiiM ■. y . n
relatos ficticios.1- 2’ 3 El grupo de maratón, como lo llamó Bacli," se muir . n
una sesión prolongada, quizá de 24 a 48 horas de duración, y a los iiiicmhn.
sólo les permiten dormir muy poco o nada. Les exigen a los participnnti qui
permanezcan juntos durante todo el tiempo designado; los alimcnlor. -.non
tu la habitación, y duermen, si lo necesitan, haciendo breves siestas dunmn
la sesión o duermen durante breves periodos programados. El grujió lim e ni
l.cas en la revelación de sí mismo, en la confrontación interpersonal mlcinh i.
V en la participación afectiva.
I a sesión de terapia prolongada tiene varias raíces. Sin duda la jysieoh i apta
. tuvo influida por el campo del entrenamiento de la sensibilidad y su u n
lifcuenlc en talleres residenciales intensivos en que los pailicipantcs viv« n
juntos y se reúnen en grupos durante varias horas diariamente poi vaiios din .
(véase el capítulo xiv). Olía influencia proviene del reciente desai rollo en el
ir.o ti lapeiilico de la comunidad psiquiátrica de pacientes hoN|>il;lliz.idos I os
. hincos han llegado a consideiai cada vez más al hospital psiquialiico un giujiu
putcncinl de Iciapia de 24 horas al día, y han buscado malicias de movlh/ai
la> vigorosas fuerzas inler|ieisolíales pata oblcnci beneficios terapéuticos I as
i. ■mi as de la terapia lamillai intensiva también pueden liabei ayudado a crcni
i. rseeuaiio; Mlietbegoi, cu 10(1.', dcsciibio un modo di Iciapia de npii
i t i o i i n ni11ipb 1 cu la que un equipo de p s i q u i a t r a , dedica toda su atención a

una lamilla o dos diñante tu s illas mleios


m CREACIÓN DEL GRUPO

I ,a terapia de grupo prolongada se ha usado en la práctica clínica de distin-


i<> modo. Los pacientes que están o no en otro tipo de terapia pasan un fin
de semana en un grupo de maratón con un jefe, del cual los pacientes han te­
nido noticia por medio de un amigo o un anuncio profesional. Si se encuentran
i n li rapia, ocasionalmente su terapeuta individual puede recomendarles este gru­
po Algunos terapeutas de grupo envían a todo su grupo durante un fin de
srinuna con otro terapeuta o, más comúnmente, ellos mismos realizan una
irunioii de maratón con su propio grupo en el curso de la terapia. A menudo,
los hospitales o las instituciones correccionales preparan un grupo de mara-
toh como parte de un grupo en funcionamiento o como una experiencia dis­
tinta.
I os partidarios de la terapia de grupo prolongada han declarado que este pro-
i ( dmiiento tiene varias ventajas:4- 6i 7- 8| 10’ 11 El desarrollo del grupo peque­
ño -.( acelera mucho; los miembros tienen una experiencia emocional más
ini* it.a; lodo el curso de la terapia puede durar sólo 24 a 48 horas. Se afirma
•|ii* el microcosmo social del grupo se desarrolla más rápidamente si los pa-
..... es tan en el grupo como están en el mundo; el grupo reproducirá con
mu v i lapide/ ¡d mundo real, si los pacientes comen, duermen, lloran y viven
innltis continuamente en un ambiente donde no hay sitio para esconderse. La
lulipa que produce la falta de sueño sin duda contribuye al abandono de las
tai liadas sociales. (Como afirmó un jefe de grupo de maratón: “ La gente cañ­
ada es mas sincera; no tiene energías para hacer juegos” . Una sesión de
noventa minutos no basta para obligar a la gente a “ quitarse la máscara” .)"
I os resultados de la terapia de grupo de maratón (de los cuales se ha in­
humado en los medios de comunicación para las masas y en las publicaciones
científicas) han sido tan extraordinarios que abruman la mente. El 80 por
i u nto di- los participantes lograron un cambio significativo como resultado de
mu sola reunión;10 36 horas de terapia han mostrado ser equivalentes a varios
.utos de sesiones de terapia convencional de grupo semanal de noventa minu
los;" ()0 por ciento de los cuatrocientos miembros de grupos de maratón con
nielaron la reunión “ una de las experiencias más significativas” de sus vidas.1"
I n terapia de grupo de maratón representa un gran avance en la práctica
psicolciapéutiea.111 El grupo de maratón se ha convertido en un agente singulai
del cambio que permite un aprendizaje rápido y adoptar nuevos patrones de
conduela. |() que no ocurre en los grupos tradicionales, etc.1 “ Si todos los
nliiltos hubieran estado en un maratón, no habría más guerras; si lodos los ado
I* .u ntes hubieran estado en un maratón, no habría mas delincuencia juvenil” ,
elíd ela 11
l a I . i I i .i di objetividad V la aceptación indiscriminada de la ultima moda
(i i apelille,i son caí aclei Islicas del (ampo de la psicoleiapia en gcueial, y de
la Iciapía di guipo en paila iilai Ihu'loll, al disculii la declinaciones de los
CREACIÓN DEL GRUPO 293

terapeutas de grupo de maratón, afirmó: “ Tan pronto como aparece en la


escena un pregonero de un grupo de terapia, numerosos practicantes ofrecen
sustentar su luz débil y vacilante con el grito de apoyo ‘ ¡Creo en ti!’. ” 7
Los resultados, hasta la fecha, se basan en su totalidad en informes anecdó­
ticos de varios participantes o en cuestionarios distribuidos poco después de
terminar la reunión, un enfoque excesivamente poco confiable en la evaluación.
De hecho cualquier estudio de los resultados basado enteramente en entrevistas,
testimonios, o en cuestionarios autosuministrados por el paciente y obtenidos
al final del grupo tienen un valor cuestionable. En ningún otro momento el
paciente es más leal, ni se siente más agradecido, ni es menos objetivo acerca
de su grupo que cuando termina la terapia; en ese momento hay una poderosa
tendencia a recordar y a expresar sólo los sentimientos positivos y afectuosos.
Experimentar y expresar sentimientos negativos acerca del grupo en ese mo­
mento sería improbable por lo menos por dos razones: 1) hay una fuerte
presión del grupo al terminar la terapia a dar testimonios positivos; muy pocos
individuos, como Asch lo mostró, pueden mantener su objetividad ante la evi­
dente unanimidad del grupo; y 2) el individuo rechaza los sentimientos críticos
hacia el grupo en ese momento para evitar caer en un estado de disonancia
cognoscitiva. El paciente ha decidido invertir considerable emoción y tiempo en
el grupo, y a menudo ha desarrollado vigorosos sentimientos positivos hacia
otros miembros. Cuestionar el valor.o las actividades del grupo sería caer en
mi estado de disonancia.
El tipo de grupo de encuentro es especialmente adecuado para la investiga­
ció n controlada, pero no hay pruebas para documentar muchas declaraciones
extravagantes. En un repaso amplio de más de doscientos artículos sobre la
pi ¡íctica y la investigación del maratón,11 no se ofrece ninguna investigación
aceptable de los resultados; los intentos se refieren a un conjunto de pacientes
no hospitalizados, carecen de controles convenientes, o emplean mediciones
imprecisas de los resultados, que fácilmente incurren en prejuicios.
I;n Ió67 mis colaboradores y yo15 probamos la hipótesis de que una sesión
di grupo prolongada acelera el ciclo de vida del grupo. Especialmente explo-
■amos el efecto de una reunión prolongada de seis horas* sobre el desarrollo
1le la cohesión (opéracionalmente definida como la relación entre un miembro
otro, y mi miembro y el grupo) y sobre el desarrollo del modo de comuni-
>ación interactiva en el aquí y en el ahora.
Se estudiaron durante sus primeras 16 sesiones a seis grupos recién formados
' o un departamento psiquiátrico para pacientes no hospitalizados. La primera

' I 1 |)<)nII>Ic <|iu' miiii in in ió n de seis Iioiiin puciln icnci un efecto totalmente distinto
•|U‘ mui ieunión ti'- ’ l lim in Sin rmbnruo, iiiiic Iiiin de Iiin declinaciones citadas antes
l i i lililt'io n clliilcori <111•■ dli Ijílrion m iuoiicn •I< jíih |>o dr mui alón más breves en clínicas
l'il.i |iMI lililí ti lio lios|illnli/iulofi "
?,V4 CREACIÓN DEL GRUPO

sesión de tres de estos grupos duró seis horas, mientras que los otros tres
lnvii ron en la decimoprimera reunión una sesión de seis horas. Durante sus
primeras 16 reuniones, cada grupo realizó una sesión de seis horas y quince
ouniones de duración convencional (de noventa minutos). Las grabaciones
de cintas de las segunda, sexta, décima, decimosegunda y la decimosexta reunio-
iii '., se analizaron para clasificar la interacción verbal.* (La reunión de seis
limas no se analizó, ya que básicamente nos interesaba estudiar sus efectos
•n i'l curso de la terapia subsiguiente.) En estas mismas reuniones se llenaron
i ín",Molíanos de posgrupo para medir la participación del grupo y la relación
de un miembro con otro.
Los resultados mostraron que la reunión prolongada no injluyó en los
pailones de la comunicación en una dirección favorable en las reuniones sub-
■■ip,lítenles a la sesión de maratón. De hecho hubo una tendencia en la dirección
«> 1 *u> sia. o sea, los grupos, después de la reunión de seis horas, parecían dedi-
• o m minos a la interacción en el aquí y en el ahora. La influencia de la
o mu* mi de seis horas sobre la cohesión fue muy interesante. En los tres grupos
i'i. iiivieion mía reunión inicial de seis horas, hubo una tendencia a disminuir
la •1•111 sion en las reuniones subsiguientes. Sin embargo, en los tres grupos que
o ali/.mui en la reunión decimoprimera una sesión de seis horas, hubo un
iiimiaito significativo en la cohesión en las reuniones subsiguientes.
I a Implicación de estos resultados es que debe tomarse en consideración el
liempo. le; muy posible que, en el momento adecuado en el curso del grupo,
una se.ion prolongada pueda ayudar a aumentar la participación de los miem-
luos cu el grupo. Los terapeutas de los seis grupos, cuando fueron interrogados,
no -a sentían impresionados con ningún cambio significativo en el desarrollo
drl guipo que pudiera atribuirse a la reunión prolongada.
Sin embargo, es ingenuo suponer que la investigación futura influirá mucho
en la corriente de interés en el grupo de maratón: creo que éste formará parte
del escenario psicoterapéutico estadunidense durante algún tiempo. Con la
continua publicidad persistirá floreciendo la esperanza de una terapia instantá
nra, y los teiapculas de grupo, sin duda, serán presionados por muchos de sus
giupos para que les ofrezcan la experiencia de un maratón. El deseo de una
leíapiii lápida y de una intimidad instantánea está muy de acuerdo con la ten
ileneia estadunidense a lo prefabricado. Hoy día en nuestra cultura surgen de
piiinlo rasas y ciudades instantáneas sin cimientos; los romanees y los malí i
m om os los produce una computadora casamentera, las verdades intemporales
de la icligion se obtienen en un servicio religioso en un drive inn o en un

' Se mu ( I m rl ocio M a in / de hitrf'iU'Clún 11II 11,l pula ciilll leni lu ía lri iieelnn ( ,utu
111 i ni n mlmilii'i ili lu irimlt'iii Ion rVIlluitmil N iN lriiiiilirum iiilr ilio i iililu iiilun riilii'iiiulon
ijllo mi i i i i i i h lint i l iln i ih> ilrl (vilmlln,
CREACIÓN DEL GRUPO 295

servicio de oraciones que se obtiene marcando un número telefónico. La tra­


dición nace plenamente formada, vestida, y con pedigrí como el Puente de
Londres que compró y transportó piedra por piedra un promotor de bienes
raíces estadunidense para que se pudiera atravesar un canal artificial en una
ciudad veraniega construida recientemente.
No es sorprendente que el maratón sea una invención estadunidense. Pero
nuestra impaciencia incontenible, nuestra mentalidad de “ programa de emer­
gencia” tan eficaz en la investigación nuclear o del espacio, puede llegar a des­
truir la psicoterapia. El paso del tiempo puede ser esencial para el proceso
psicoterapéutico, y experiencias como la participación, la responsabilidad, la
intimidad y la confianza no pueden comprimirse sin distorsionar grotescamente
su naturaleza.
La evaluación objetiva del tipo de terapia prolongada se ha visto confundido
por la tendenciá de muchos investigadores a considerar equivalente a la reper­
cusión emocional o la “ potencia” y la eficacia terapéutica. Mi experiencia como
participante y jefe de grupos de maratón me ha enseñado que la experiencia
intensa, prolongada, sin marbetes, puede ser poderosa y conmovedora. Hay
pocos ambientes en nuestra cultura en los que se pueda liberar tan abierta­
mente las emociones reprimidas, revelarse a sí mismo, llorar y expresar un amor
y un odio intensos. Después de terminar la sesión hay interminables testimo­
nios: “ Sentí que caminaba en las nubes” , “ nunca me había sentido tan cerca
de mí mismo y de los otros” , “ la gente es hermosa” , “ me siento más fuerte que
nunca” , “ mi vida ha cambiado” , etcétera.
Sin embargo, debemos preguntar: ¿Qué relación tiene esto con la terapia?
De nuevo debemos recordar la diferencia que hay entre una experiencia emo­
cional y una experiencia emocional correctiva. Sobre todo debemos considerar
las cuestiones del tiempo en la terapia: ¿Un cambio en la conducta del indi­
viduo en el grupo invariable y simultáneamente significa un cambio en nuestra
villa exterior? ¿Qué tan duradero es el cambio que ocurre en una experiencia
breve? Los clínicos desde hace mucho saben que el cambio en la sesión tera-
pciilica no equivale a una terapia con éxito. Se requiere transformarla en rela­
ciones y en esfuerzos ¡ntcrpersonales exteriores importantes. A pesar de nuestra
impaciencia, el laborioso proceso del traslado exige cierto segmento temporal
c irreductible de la vida.*1

1 I o n 17 revisó la inveslilación clínica pertinente sobre la intensidad y la duración


del Iriiliimicnlo, y concluyó: “ l a duración del tratamiento es un parámetro más in-
IInvenir ipie el miníelo de li al.milenios |. | I I cambio parece requerir el paso del tiempo,
l o s /n,v//,'/uv ni * ponen en piaclicu en la vida cotidiana Deben probarse continua-
nn nii nuevas mnnmui de irnerlnmu inlei peísonalmenle en el ambiente natural antes de
i|iii ni toiiNolidi el api endbu)e l a pilleba di ensayo y eiroi parece set un requisito
picvlo pina el profeso di di .aiiollo y de i am blo"
296 CREACIÓN DEL GRUPO

( ’onsidérese al paciente que, debido a sus primeras experiencias con un padre


•mloritario, indiferente y severo, tiende a considerar que todos los otros va-
1 1 mes, en especial los que poseen autoridad, tienen defectos similares. En el
j’i upo puede tener una experiencia emocional totalmente distinta con un tera-
Itenia y quizá con uno de los miembros masculinos. ¿Qué ha aprendido? En
I>iinu't lugar que no todos los hombres son degenerados aterrorizadores; por lo
menos uno o dos no lo son. ¿Qué valor duradero tiene esta experiencia para el
paciente? Probablemente muy poca, a menos que su experiencia se generalice
, n las situaciones futuras. Como resultado de la terapia de grupo, el individuo
i|hriulc que por lo menos puede confiar en algunos hombres que tienen auto-
i m I.u I. Pero ¿en cuáles? Debe aprender a distinguir a la gente para no percibir

indos los hombres de una manera predeterminada. Necesita un nuevo reper-


toiío de habilidades de la percepción. Después de que pueda hacer las discrimi-
imi iones necesarias, debe aprender cómo hacer relaciones en una base de
ipiuldad. libre de distorsiones. Al individuo cuyas relaciones interpersonales han
id,, i nipobieeidas y están mal adaptadas, le espera una tarea formidable y
l m,, 1 , 1 1 1 ;•.>«I•> que a menudo requiere la prueba continua y el refuerzo disponible
, n |,i iclm ion terapéutica. Cuando se programa una reunión prolongada du-
i.uiic ( I m iso de un grupo de terapia largo, es importante que el jefe ofrezca la
|icispccliva adecuada, El maratón no ofrece un cambio, sino una arena para
l„ intciaccion emocional intensa y obtener los datos que el grupo y cada miem-
l,i(> n e c e sit a r a n para trabajar en las sesiones futuras. Si los pacientes tienen
ande, esperanzas injustificadas en el grupo, pueden empezar a “ acumular”
m a i r i i . i l p.n.n el maratón, y después sufrir desilusión y desaliento.
I*,,i r i l o , nos preguntamos si el grupo de maratón excluye el uso de la terapia
l„oh,ngada; no negamos su repercusión. Es una experiencia humana absorben-
i, Oui/,á es el más complejo y atractivo de todos los juegos del adulto. Su
p o t e - n e i a l psicoterapéutico aún se desconoce. Evidentemente no puede desechar
,r en forma sumaria basándose en cualquiera de las objeciones que he expuesto,
llir.i.i cierto punto debe escucharse a los pacientes que declaran, meses después
dr una sola sesión prolongada, que experimentaron un cambio terapéutico
dmablr e importante. También debe escucharse a los psiquiatras que informan
que algunos de sus pacientes de terapia prolongada que realizaron una sesión
de guipo prolongada de pronto se sintieron estimulados y que la psicoterapia
p o s l e i i oi s e facilitó mucho. Sin duda a medida que nuestra experiencia aumente,
y que la investigación se rculicc y evalúe, la reunión prolongada se colocará
, m m u i posición apropiada en nuestro arsenal terapéutico. Creo que la reunión
pnilongiula puede lenei un potencial consideiable corno un procedimiento para
l.i, dii,ii ( I i luso de la templa, y no como un procedimiento aislado I I peligro
cu |,i actualidad es, como con ctialquiei nueva técnica, la tendencia a consi
,|,i.n|n mu puma ea elic.i/ pina lodos lo:, paciente', en cuulquiei momento
CREACIÓN DEL GRUPO 297

El tam añ o del grupo

Mi propia experiencia y el consenso de la literatura clínica sugieren que el


tamaño ideal de un grupo de terapia interaccional aproximadamente es de siete
individuos, con una fluctuación aceptable de cinco a diez miembros. El límite
inferior del grupo lo determina el hecho de que se necesita una masa crítica
para que un conjunto de individuos se convierta en un grupo de interacción.
Cuando un grupo se ve reducido a cuatro o tres individuos, a menudo deja
de operar como tal; la interacción de los miembros disminuye, y el terapeuta
con frecuencia se dedica a una terapia individual en el grupo. Muchas ventajas
de un grupo (la oportunidad de una validación consensual amplia, la oportu­
nidad de interactuar y analizar la propia interacción con una gran cantidad de
individuos) se ven comprometidas cuando disminuye su tamaño.
El límite superior lo determinan evidentes principios económicos; a medida
que el grupo aumenta de tamaño, hay cada vez menos tiempo disponible para
analizar cualquier problema individual. Aunque la mayoría de los terapeutas
de pacientes no hospitalizados fijan un límite superior de ocho a nueve miem­
bros en sus grupos, los grupos de entrenamiento de la sensibilidad común­
mente incluyen más miembros, por lo general de 12 a 16. Es posible dirigir
un grupo cara a cara con este número (cada miembro puede interactuar de una
manera significativa con cada uno de los otros miembros); sin embargo,
faltará tiempo para analizar con amplitud las áreas de problemas que se iden­
tifican. Estos grupos grandes pueden ofrecerles una experiencia terapéutica
a los miembros que deciden aprovechar la oportunidad, pero su tamaño impide
el trabajo psicoterapéutico intensivo con cada uno de los miembros. Hay
grupos más grandes que van de veinte a ochenta individuos en Alcohólicos
Anónimos y Recovery, Inc. y en las comunidades terapéuticas. Sin embargo,
se apoyan en factores curativos diferentes; Alcohólicos Anónimos y Recovery,
liu-. usan la inspiración, la guía y la supresión; en cambio la comunidad tera­
péutica se apoya en la presión del grupo y en la interdependencia para alentar
la prueba de la realidad, para combatir la regresión y para infundir un senti­
miento de responsabilidad individual hacia la comunidad social.
Hasta cierto punto el tamaño óptimo del grupo está en función de lo que
•luie la reunión; cuanto más prolongada sea ésta, mayor será el número de
I»a< lentes que pueden intervenir y sacar provecho del grupo. Por ello, muchos
y.iupos de terapia de “ maratón” incluyen hasta 16 miembros. Innumerables
vniiaciones del tamaño del grupo y de la duración de las reuniones están siendo
■"'ploradas tln terapeuta de California, poi ejemplo, adoptó el procedimiento
di nnali/ai a lodos sus pacientes individuales ( y a sus esposas) en una reunión
i 111 >111aI de seis lioias. r o n cineurnla miembros Olios i n f o r m a n h a b e r tenido
gllipuN d< h i s p í a intensiva b i e v e s (¡lie te nía n de u 'le n la a mil nueiubios. 1 1
,'VH CREACIÓN DEL GRUPO

Pocas investigaciones se han hecho para explorar la relación entre el tamaño


V la eficacia del grupo. Castore1 8 investigó la relación entre el tamaño del
guipo y el número de relaciones verbales iniciadas entre un miembro y otro
(o sea, el número de miembros a los que cada individuo les dirige por lo
menos algunas palabras, una medición de la extensión de la interacción inter-
personal en el grupo) en 55 grupos de terapia para pacientes hospitalizados,
que tenían de cinco a veinte pacientes cada uno. El resultado indicó una
marcada reducción en las interacciones entre los miembros cuando el tamaño
d> I grupo alcanzaba a los nueve miembros y otra reducción importante cuando
I / n mas miembros estaban presentes. La implicación de esta investigación es
i|iir, m los ambientes de pacientes hospitalizados, los grupos de cinco a ocho
mii mi iros ofrecen más oportunidad para la participación total del paciente.
Vale la pena señalar una observación que hizo Asch . 1 9 La presión del grupo,
........ lo liemos observado, puede ponerse al servicio de la terapia. Las creencias
, la . ai mudes muy apreciadas pero contraproducentes pueden vacilar y depo-
ii. . . anir mía mayoría disidente. Asch investigó cuántas personas formaban
la aiayinía y su influencia en la presión del grupo, y descubrió un mayor gra­
da ni. i nii. una mayoría de dos y de tres (o sea, un grupo de cuatro miembros
. a/'iiificalivamente más capaz de influir que un grupo de tres miembros);
pi lo un aumento de la mayoría de cuatro, ocho y hasta 16 individuos no
Ih•idiii i mayores efectos que una mayoría de tres.
V a n o s estudios sugieren que, desde la perspectiva del miembro del grupo,
los j'i upos de cinco miembros son los más armoniosos para resolver proble-
m . r. " O l i o s estudios muestran que a medida que el tamaño del grupo aumenta
liaV una tendencia correspondiente a que se formen camarillas y subgrupos
p. i luí liado res. 1 : 1 Una comparación entre grupos de doce y de cinco miembros
pai.i resolver problemas indica que los grupos mayores son más insatisfactorios
v muestran menos consenso . 2 2 A medida que el grupo aumenta de tamaño,
la investigación también muestra que sólo los miembros más vigorosos y
agresivos pueden expresarse; en cambio los menos vigorosos no pueden expresar
ais ideas ni sus capacidades. 2 8
Y a (¡ue debe preverse que uno o, posiblemente, dos pacientes abandonarán
il grupo en el curso de las reuniones iniciales, es aconsejable empezar con un
guipo ligeramente más numeroso que el tamaño que se prefiere. Por ello, para
iibtenei un guipo de siete miembros, muchos terapeutas inician un nuevo grupo
i mi ni lio o nueve.

I.a im u íp a k a c ió n cara i ,a t i .r a i m a di (¡ r o p o

Hay una gian variedad de piaellea clínica irlativa a la enlievisl.i de Ion pai ten
les milis de la templa de guipo. Algunos terapeutas, después de reeibli al
CREACIÓN DEL GRUPO 299

paciente en una o dos entrevistas de selección, no se reúnen de nuevo con él


en forma individual. En cambio otros terapeutas continúan las sesiones indivi­
duales con el paciente hasta que inician la terapia de grupo. A menudo, se
requieren varias semanas para reunir a siete pacientes para un grupo y, para
evitar perder a los primeros candidatos, el terapeuta debe continuar reuniéndose
con ellos periódicamente. El principal propósito de las entrevistas posteriores
a la selección y anteriores a la terapia de grupo es, según creo, preparar a los
pacientes para la experiencia de grupo próxima. Estoy de acuerdo con Foul-
kes2 4 en que tienen muy poco sentido en la terapia las entrevistas anamnésicas,
ya que cualquier material en verdad relevante surgirá en el ambiente del grupo.
Tiene algún valor considerar las sesiones individuales de pregrupo como una
oportunidad para crear rapport con el paciente, lo que puede resultar útil para
mantenerlo en el grupo durante los primeros periodos de desaliento y desvincu­
lación en el curso de la terapia. Tengo la impresión clínica de que cuanto
más a menudo se vea a un paciente antes de la terapia, será menos probable
que abandone al grupo prematuramente. Con frecuencia, el primer paso en el
desarrollo de los vínculos entre los miembros es su identificación mutua con
un objeto común compartido: el terapeuta.
El proceso preparatorio de la terapia de grupo tiene varios aspectos: el
terapeuta aclara ideas irróneas, temores y esperanzas irreales; ofrece apoyo;
prevé, y así disminuye los problemas de la terapia de grupo; y ofrece a los pa­
cientes una estructura cognoscitiva que les permitirá participar más eficazmente
en el grupo.

Las ideas erróneas acerca de la terapia de grupo

( ¡crias ideas y temores erróneos acerca de la terapia de grupo ocurren con


lanía regularidad que el terapeuta puede, con un grado razonable de certi­
dumbre, dar por supuesta su presencia; y si no las menciona el paciente, él
debe mencionarlas como problema potencial. A pesar de la reciente presenta-
i ion favorable que han hecho los medios de comunicación para masas, aún
hay una extendida creencia entre los posibles pacientes de que la terapia de
r.mpo es de segunda clase; que es una terapia barata que les ofrecen a los
que n o pueden pagar la terapia individual; que es una terapia diluida porque
■ ida paciente sólo cuenta con doce a quince minutos del tiempo del terapeu­
ta i a d a semana; que solo existe debido a que el número de pacientes supera
mucho a la cantidad de terapeutas.
I ,ias ideas erróneas pueden crrni un conjunto de perspectivas tan desfavo-
inblt". pma la leiapla de guipo que se vuelve poco probable un resultado
positivo May pincha*, convincentes de investigación de que las esperanzas
liiiiiali • di I paciente y la b en la leiapla y en el leí úpenla están positiva y
100 CREACIÓN DEL GRUPO

■agMili cativamente relacionadas con su permanencia en el tratamiento y con


un resultado favorable en última instancia. 2 3 , 2 6 ’ 2 7
Además de las ideas erróneas de evaluación, los pacientes por lo general se
sienten abrumados por el peso de las ideas erróneas sobre el procedimiento y los
li m ó l e s ¡nterpersonales irreales. Muchos de éstos son evidentes en el sueño que
una paciente informó haber tenido después de su segunda sesión individual
de pregrupo poco antes de que asistiera a su primera reunión de grupo.

Soné que le habían pedido a cada miembro del grupo que llevara algunas galletas
i la reunión. Fui en compañía de mi madre a comprar las galletas que debía
II' viu Tuvimos gran dificultad para decidir cuáles serían apropiadas. Mientras
lanío, me daba cuenta de que se me hacía tarde para llegar a la reunión, y me
•iiiia cada vez más angustiada por la idea de no llegar allí a tiempo. Finalmente
ili i iilimos cuáles galletas debíamos comprar; nos dirigimos al grupo. Yo pregunté
. or no podía llegar a la habitación donde el grupo se reuniría, y me dijeron que
• liaba icunido en la habitación 129-A. Caminé de arriba abajo a lo largo de
un pa ullo en el que las habitaciones no tenían números consecutivos y en el
qin no podía encontrar una habitación con la letra A. Por último descubrí que
. I niuneio 129-A estaba detrás de otra habitación y me dirigí al grupo. Cuando
' i dia lin a ando la habitación, encontré a mucha gente de mi pasado, a mucha
(u nir qur había ido junto conmigo a la escuela y a la que yo había conocido
ii.n i.i varios años. El grupo era muy grande: unas cuarenta o cincuenta personas
' •.lidian l aminando en la habitación. Los miembros del grupo incluían a miembros
do mi lamilia: más específicamente, a dos de mis hermanos. A cada miembro del
pnipo Ir pidieron que se parara enfrente de un gran público y que dijera cuáles
oí an sus problemas, por qué estaba allí y cuáles eran sus dificultades. Todo el
■.m no lite muy angustioso, y el hecho de llegar tarde y que hubiera una gran
cualidad do gente era muy perturbador.

Aunque el espacio no nos permite hacer un análisis intensivo de este sueño,


v a n o s temas son muy claros. La paciente esperaba la primera reunión del
guipo ton mucho miedo. Su preocupación por llegar tarde reflejaba un temor
,i ni i excluida o rechazada por el grupo. Además, dado que estaba empezando
n lenipiu en un grupo antiguo (que ya se había reunido durante varias
semanas) temía quedarse atrás, porque los otros habían progresado más que
rila ( N o podía encontrar un cuarto marcado con una “ A ” .) Soñó que el
guipo lema cuarenta o cincuenta miembros. La preocupación por el tamaño
d< I guipo es común; los pacientes temen que su individualidad se pierda a
ilu did.i que se convierten en parte de la masa. Ademas, los pacientes de un
m odo <i l o n c o aplican el modelo tic la distribución económica de bienes a la ex
peiienci.i leí np éulica del guipo, y suponen que la cantidad de gente es iuveisa
un ule p io p o n tonal a los bienes que recibe cada individuo
CREACIÓN DEL GRUPO 301

La imagen del sueño de cada miembro confesándole sus problemas al grupo


refleja uno de los temores más básicos y profundos de los que entran a la
terapia de grupo: la perspectiva de tener que revelar y confesar transgresiones
y fantasías vergonzosas a un público extraño. Una mayor investigación revela
que esperaba una reacción crítica, de burla y humillación por parte de los otros
miembros. Esta experiencia la imaginaba como un juicio apocalíptico ante
un tribunal severo, sin compasión. El sueño también sugiere que la expectativa
anterior a la terapia de grupo hacía que se agravara la angustia vinculada con
varias de las primeras experiencias de grupo en la vida de la paciente, incluso
las de su escuela, la familia y los grupos de juego. Era como si todo su sistema
social, toda la gente y los grupos significativos que ella conoció en su vida,
estuvieran presentes en ese grupo. (En un sentido metafórico esto es cierto. En
el grado en que ella había sido modelada por otros grupos y por otros indi­
viduos, en el grado en que ella los había internalizado, los llevaba dentro de
sí a la terapia de grupo, ya que formaban parte de la estructura de su carácter.
Además, ella, mediante las distorsiones paratáxicas, reproducía en la terapia de
grupo sus primeras relaciones significativas.)
Es evidente por la referencia a la habitación 129 (un aula antigua en su
vida) que la paciente asociaba su experiencia de grupo inminente con una
época de su vida en que pocas cosas eran más críticas que la aceptación
y la aprobación por parte de un grupo de iguales. Creía que el terapeuta sería
como sus antiguos maestros: un evaluador indiferente, frío.
Se relaciona estrechamente con el miedo a la confesión obligatoria la preocu­
pación acerca de lo confidencial. La paciente creía que no habría fronteras
en el grupo, que cualquier intimidad que ella revelara la conocerían todas las
personas significativas de su vida.
Otras preocupaciones comunes, no evidentes en este sueño, incluyen el miedo
:il contagio mental, a enfermarse más por el contacto con otros pacientes
psiquiátricos. A menudo, pero no exclusivamente, esta preocupación es propia
de los esquizofrénicos o de los pacientes que están cerca de la esquizofrenia,
lín parle, esta preocupación es un reflejo del desprecio que sienten por sí
mismos los pacientes psiquiátricos y que proyectan sobre los otros sus sen­
timientos de insignificancia y su imaginada proclividad a contagiar a los otros
r o n los que se relacionan. Esta dinámica está en la base de la pregunta que se
linee con frecuencia: “ /(o r n o puede un ciego guiar a otro ciego?” Convencidos
de que no tienen nada de valor para ofrecer, los pacientes consideran incon-
cebihle la idea de beneficiarse con otros que son como ellos. Otros pacientes
temen su propia hostilidad; que, si se libera su ira, ésta los devorará a ellos
V a los olios I a idea de un g u i p o en el que se expresa libremente la ira es
•iteiia d o r a pata ellos, ya que p i e n s a n en silencio; "Si solo supieran
I as enpeelalivas incales, sin eoiiltol, de qiii se provocará lili lechazo o la
102 CREACIÓN DEL GRUPO

destrucción de la terapia de grupo pueden desvanecerse con la preparación ade­


cuada del candidato. Antes de exponer el procedimiento de preparación consi­
deraremos algunos problemas que se encuentran comúnmente al principio del
curso de la terapia que también pueden amortiguarse con una preparación
anterior.

La previsión de los problemas del grupo

tina temprana e importante fuente de desconcierto y desaliento para los pacien-


i i e n el curso de la terapia es la incompatibilidad de la meta percibida. A
menudo no podrán discernir la congruencia entre las metas del grupo (la inte-
i'iidml, crear un ambiente de confianza, y un enfoque de confrontación interac-
i i n n a l ) y sus metas individuales (alivio del sufrimiento). Se preguntan: ¿Qué
i d a . mu l i e n e con sus síntomas de angustia, depresión, fobias, impotencia o

lie..minio discutir con los otros miembros las reacciones interpersonales?


t lúa elevada deserción en las primeras etapas de la terapia de grupo es,
. unió ya liemos visto, el principal impedimento para desarrollar un grupo
di i. i apta d icaz. El terapeuta, desde sus primeros contactos con el paciente, debe
iIc.ali nlai la asistencia irregular y el abandono prematuro del grupo. Este
piobli ma es más crítico que en la terapia individual, donde las ausencias
y la impuntualidad pueden investigarse con provecho y analizarse. En las
. lapa', iniciales de la terapia de grupo, la asistencia irregular produce un grupo
d. ,•.alentado y desunido; hay tantos problemas apremiantes que el grupo como
un ludo debe resolver la resistencia expresada por medio de la ausencia física,
la cual es especialmente destructiva.
"El subagrupamiento y la socialización fuera del grupo” , que se ha considc-
i mío el “ talón de Aquilcs de la terapia de grupo” , es un problema que puede
a p a i c c c i en cualquier etapa del tratamiento. Este problema es tan complejo

que lo consideraremos más tarde en detalle en el capítulo xi. En este mo­


na nio hasta señalar que el terapeuta puede empezar a modelar las normas de
guipo relativas al subagrupamiento en sus primeros contactos con los pacientes.

Un sistema de preparación

tic llegado a emplear un procedimiento de preparación sistemática de los


pin leales di terapia de grupo diseñado para enírentai a cada una de las idea',
equivocadas, las expectativas erróneas y los problemas iniciales de, la terapia
de guipo las ideas y las expectativas erróneas deben explorarse en dclulle
c o n los pacientes y eoiicgirlns no haciendo declarut iones vacías, sirio con un

einiiifii completo y exacto de cada lililí I os píllanos problemas cu la terapia


CREACIÓN DEL GRUPO 303

puede predecirlos el terapeuta en la sesión preparatoria, y ofrecerles a los


pacientes un marco conceptual y una guía clara para la conducta eficaz. La
preparación de cada paciente debe individualizarse de acuerdo con las quejas
que presenta y su nivel de conocimientos del proceso de la terapia, y he
descubierto que es de valor considerable una entrevista preparatoria que siga
los lincamientos generales que ofrezco a continuación.
A los pacientes se les ofrece una breve explicación de la teoría interpersonal
de la psiquiatría, empezando con la afirmación de que, aunque cada individuo
manifiesta sus problemas de manera diferente, todos los que buscan ayuda
en la psicoterapia tienen en común el problema básico de la dificultad de
establecer y mantener relaciones íntimas y satisfactorias con los otros. Se le.
recuerda que muchas veces durante su vida sin duda han deseado aclarar una
relación, ser realmente sinceros acerca de sus sentimientos positivos y negu
tivos con alguien y obtener una retroalimentación recíprocamente sincua
Sin embargo, la estructura general de la sociedad a menudo no permite una
comunicación totalmente abierta; los sentimientos son heridos, las relaciom .
se rompen, surgen malos entendidos; y, posteriormente, cesa la comunicación
La terapia de grupo se describe como un microcosmo especial en el que cste
tipo de exploración interpersonal sincera con los otros no sólo está permitida,
sino que se alienta. Si los individuos entran en conflicto por sus método', d<
relacionarse con los otros, obviamente una situación social que alienta la espío
ración interpersonal sincera puede ofrecerles una clara oportunidad de aprendí i
muchas cosas valiosas acerca de sí mismos. Se hace énfasis en que anali/ui
sus relaciones de un modo directo con los otros miembros del grupo no m i .i
fácil. De hecho, esto puede ser muy angustioso, pero es crítico, porque m el
individuo puede comprender y analizar completamente sus relaciones con I"
otros miembros del grupo, esto constituirá un avance enorme. Así se eneou
trarán caminos para tener relaciones más satisfactorias con la gente que aluna
es significativa en sus vidas y con gente que aún no conocen, lil teiapeula
hará énfasis en que el grupo terapéutico no actúa mediante una descarga de
“ revelación sincera” ; sino que ofrece un nuevo contrato social que alienta
la revelación y la responsabilidad de una comunicación continua a pesai de la
vergüenza y la angustia.
Se les advierte a los pacientes que la manera en que pueden ayudarse nnr,
a '.i mismos es set sinceros y directos con sus sentimientos en el grupo ni ese
momento, en especial con sus sentimientos con los otros miembros del guipo
V con los leí úpenlas. Se hace énfasis muchas veces en este punto, y se le llama
id núcleo de la leiapia di- guipo” Si les dice que pueden, a medida que ten
g,iu eonlian/a en el guipo, levclni aspectos íntimos de si mismos, peto qin el
guipo n o es un couh domino oblígalono y que ia . peisome. tienen distintos
i iiiiui', p.ii.i d< .a1 1 1 )|Io i la lOiillan.a y levelaiNi ‘>< aigliie qm se coiislden al
304 CREACIÓN DEL GRUPO

grupo un foro para correr riesgos y que, a medida que progrese el aprendizaje,
podrán ensayar nuevos tipos de conducta en el ambiente del grupo.
Pueden predecirse ciertas obstrucciones. A los pacientes se les advierte de
antemano acerca de los sentimientos de desconcierto y desaliento que se produ­
cen en las primeras reuniones. A veces no es evidente cómo analizar los proble­
mas del grupo y las relaciones entre el grupo pueden ser valiosas para resolver
los problemas que los impulsaron a buscar la terapia. Se les dice que este
desconcierto debe esperarse en el proceso típico de terapia, y que es muy
necesario que permanezcan dentro del grupo y que no deben seguir su tenden­
cia a abandonar la terapia. Es casi imposible predecir la eficacia posterior del
grupo en la primera docena de reuniones, y se les debe pedir que no hagan
juicios, y que participen por lo menos en doce reuniones antes de que intenten
evaluar la utilidad real de la terapia de grupo. Se les dice que muchos pacientes
encuentran muy difícil revelarse directamente o expresar sentimientos posi­
tivos o negativos. Se examina la tendencia de algunos miembros a permanecer
fríos emocionalmente, a ocultar sus sentimientos, a permitirles a otros que
expresen sentimientos por ellos, a formar alianzas ocultas con los otros. Las
metas terapéuticas de la terapia de grupo son ambiciosas, porque deseamos
cambiar la conducta y las actitudes que se han creado durante muchos años.
El tratamiento, por consiguiente, es gradual y prolongado; no ocurrirán cambios
importantes durante meses, y por lo menos se requiere un año de tratamiento.
Y o examino con ellos el probable desarrollo de sentimientos de frustración y de
enojo con el terapeuta, y que ellos esperarán respuestas que el terapeuta
no podrá darles. La fuente de ayuda a menudo serán los otros pacientes, aunque
quizá será difícil para ellos aceptar este hecho.
Después se les cuenta la historia y el desarrollo de la terapia de grupo:
cómo la terapia de grupo pasó de una etapa durante la segunda Guerra Mun­
dial, cuando resultó valiosa debido a sus características económicas (les permi
tió a los psiquiatras tratar a una gran cantidad de pacientes) a su presente
posición en el campo, en el que se considera claramente que tiene algo único
que ofrecer y que con frecuencia es el tratamiento que se elige. Se citan los
resultados de los estudios psicoterapéuticos que muestran que la terapia de
grupo es tan eficaz como cualquier tipo de terapia individual.-s- 2 9 ' 3 0 Mis obsei
vaciones en esta área están enfocadas a infundir fe en la terapia de grupo
y en eliminar la falsa idea de que la terapia de grupo es “ de segunda clase” .
A los pacientes se les dice que lo confidencial es básico en la terapia de
grupo como en cualquier otra forma de relación entre un paciente y un m edico;
para que los miembros hablen libremente, deben tener confianza en que mis
palabras permanecerán dentro del grupo. En mi experiencia de tuapia de guipo,
difícilmente puedo recordar una sola ruptura seria del secreto, y poi coica
guíente puedo darles seguridades a los pacientes sobre r .lu m aten.i con eonside
CREACIÓN DEL GRUPO un

rabie convicción. En forma ocasional, los miembros pueden preguntni i


pueden discutir aspectos de la experiencia de la terapia de grupo con su esposa
o con un confidente. La mejor política que puede seguir el terapeuta es n o
“ prohibir” nada, sino ofrecerle bastante información al paciente para que
participe en la creación de las guías de los procedimientos. A menudo loma
la decisión de permitirle al paciente compartir sus experiencias con otros, pro»
mantener las experiencias de los demás, y sin duda sus nombres, en eslía i.,
secreto.
El problema de la socialización fuera del grupo puede enfocarse con tn<i<.
y eficazmente en las sesiones preparatorias desde dos puntos de vista

1. El grupo ofrece una oportunidad de conocer los propios problemas m la


relaciones sociales; no se trata de hacer una reunión y amistades sociales. \ !<■
terapeutas por experiencia saben que si se usa de esta manera el guipo j>in «I«
su eficacia terapéutica. En otras palabras, la terapia de grupo ensena cómo ./. .<
rrollar relaciones íntimas prolongadas, pero no ofrece estas relaciones.
2. Sin embargo, si por casualidad o voluntariamente, los miembros s< n i.....
fuera del grupo, tienen la responsabilidad de discutir los aspectos ¡mpoil.mli
la reunión dentro del grupo.

Es en especial inútil que los terapeutas establezcan reglas que piolaban I <
socialización fuera del grupo; casi invariablemente en el curso de la leí ipi i
los miembros del grupo se dedicarán a la socialización fuera de •sl< \ . n
vista de las prohibiciones, pueden resistirse a revelar esto en el guipo < .......
lo expondremos en el siguiente capítulo, las relaciones fuera del guipo no mui
dañosas per se (de hecho pueden ser extremadamente importantes en el ....... ..
terapéutico). Lo que obstruye la terapia es la conspiración de silencio ipil a
menudo rodea estas reuniones. Además, estas reglas pueden llevai a los pai i. n
tes a una discusión improductiva sobre la violación de las reglas, y si el tempi uta
afirma que por experiencia sabe que esta actividad obstruye la terapia, p od ía ,
con mayor provecho, enfrentar a los pacientes al problema de poi que a< luán
pttra sabotear su propia terapia. Repito, es aconsejable ofrecerle una m lm
inación amplia al paciente y no hacer declaraciones ex cátedra. Poi ejemplo,
el terapeuta puede explicar que la amistad entre ciertos m icm lu o H d r l guipo
puede impedirles hablar francamente entre sí en el grupo, que los n u e m b io
pueden dcsnrrolhu un sentimiento de lealtad en una relación d ia d a a qin c u tía
en conflicto con la sinceridad y el eand o i que son tan esenciales en el p o i t i s n
terapéutico.
liste procedimiento piepni atol lo consistí en algo mas que en la sola h uí s
misión <lc inloi macion del p 1 1 al miembro I I pionvio en qm se basa i|
contenido lianraullc un mensaje mili mas Impoiliillb il Iciapruíu o spela el jul
306 CREACION DEL GRUPO

ció y la inteligencia del paciente; la terapia es una empresa que se realiza


en colaboración; el terapeuta es un especialista que trabaja sobre una base
racional y que desea compartir sus conocimientos con el paciente.

Las pruebas de la investigación

En 1966 mis colaboradores y yo 3 1 probamos la eficacia de una sesión prepa­


ratoria con un experimento controlado. De una muestra de sesenta pacientes
que esperaban recibir terapia de grupo, la mitad asistieron a una sesión pre­
paratoria de treinta minutos; en cambio la otra mitad asistió durante un periodo
de tiempo igual a una entrevista convencional dedicada básicamente a conocer
su biografía. Se organizaron seis grupos de terapia (tres de pacientes prepara­
dos, tres de pacientes no preparados) y los dirigieron terapeutas de grupo
que no sabían que había una manipulación experimental. Un estudio de las
primeras doce reuniones mostró que los grupos preparados tenían más fe en la
terapia (que a su vez tuvo una influencia positiva en el resultado) 2 5 , 2 6 , 2 7 y
se dedicaron a una interacción interpersonal y de grupo más significativa
que los grupos no preparados,* y esta diferencia era tan marcada en la reunión
decimosegunda como en la segunda. El diseño de la investigación reque­
ría que se diera una preparación idéntica a cada paciente; podemos suponer que
si la preparación hubiera sido más completa e individual para cada paciente,
su eficacia podría haber sido mayor. Aunque la información impartida puede pa­
recer elaborada, debe observarse que el procedimiento de preparación es simple,
y fácilmente puede realizarse en una sola entrevista.
Heitler3 2 usó una “ entrevista de socialización anticipada” 3 3 para preparar
pacientes de clases bajas para la terapia de grupo interaccional. La muestra
experimental consistió en 55 pacientes que entraron en un programa de terapia
de grupo V .A . Los pacientes alternativamente asistieron a una entrevista
preparatoria o a una entrevista inicial tradicional. Unos observadores entrena
dos calificaron a los grupos (que se reunieron diariamente) durante dos se­
manas, y concluyeron que los pacientes preparados participaban en un grado
mayor, eran más activos, y se dedicaban más a la conducta de explorarse
a sí mismos. El terapeuta del grupo calificó a los pacientes preparados como
más interesados, más cerca de su ideal de modelo de pacientes de terapia
de grupo, y que mostraban más iniciativa en los esfuerzos de exploración de si

* La interacción de los grupos se midió clasificando cada afirmación durante la reunión


en una matriz de 16 células. (Matriz de Interacción llill.) 1,1 I a calificación la ienli/o
un equipo de calificadores que no conocían el diseno experimental I .i IV en la Inapia
se probó con cuestionarios de posgrupo suniinr.tiados poi el paciente
s'
C

CREACIÓN DEL GRUPO a¿ Mt*/ (

mismos. Aunque los controles no eran rigurosos en este experimento, y d«.s


semanas es un tiempo demasiado breve para afirmar en forma definitivo qm |.(
preparación mejora significativamente el resultado, hay pruebas de que se l.u i
litó mucho la fase inicial de la terapia de los pacientes. Sentimos más confian/a
en estos descubrimientos al observar que hay pruebas convincentes coriobo
radoras relativas a la eficacia de la entrevista preparatoria en la literaluia d.
investigación de la psicoterapia individual.33’ 3 4

El fundamento teórico de la preparación para la terapia de krapo

Deliberadamente he dedicado considerable espacio a la preparación del pai ■<ut<


porque creo que es una función crítica, pero a menudo descuidada p o i d i. i a
peuta. Consideraremos con brevedad la base teórica del proceso p r e p a i a i m i o
L a primera docena de reuniones del grupo de terapia son precarias y al m i M i m
tiempo vitalmente importantes: muchos miembros se sienten innecrsaiiamem,
desalentados y abandonan la terapia; el grupo está en un estado m u y f l u i d o \
reacciona en grado máximo a la influencia del terapeuta, quien, si es s e n a M i
puede aprovechar esto para influir en el grupo para elaborar las n o r m a s n i a
péuticas. Las primeras reuniones son una época de considerable a n g u s t i a p n >
el paciente; hay una angustia intrínseca inevitable y una angustia e x i m í s . . i
innecesaria.
La angustia intrínseca surge de la misma naturaleza del grupo; un individuo
i|ue lia encontrado dificultades muliladoras durante toda su vida en ir o la. m
nes intcrpersonales, invariablemente se sentirá angustiado por un grupo d< I.
iapia que no sólo le exige que intente relacionarse profundamente con los •*ii.•
miembros, sino que examine estas relaciones con gran sinceridad. De lieelio.
iiinio hemos señalado sobre la investigación de grupo citada en el capí
lulo viil,30, 37 la angustia parece ser una condición esencial para mu mi un
i ambio. En una terapia de. grupo, la angustia no sólo surge del enulllrlo
miel personal, sino de la disonancia que origina el deseo de peimaneeei en el
i Hipo, mientras que al mismo tiempo se experimenta una incompatibilidad
iimi la larca del mismo.
Hay un conjunto imponente de pruebas3”- 3U' 1 0 que muestra que en la leiaplu
Imy limites pura la utilidad de la adaptación que ofrece la angustia t ln nivel
itlei nado de angustia fomenta el estímulo y la observación, peí o un giutlu
, icctivo de angustia obsliuiia la habilidad paia rnfienlaisr a la tensión Wlilh
i ti i vil, en su revisión magisti.il di las p in c h a s que apoyan el concepto di
mi im p u lso exploraba l o , q u e la nnguslia y el lemoi se oponen a la exp ío
l,i. Ion de| medio ambiente lel.udan el apo ndt/aji y piodui ni lilla dailllilim Imi
>|, |,i conduela di e xp|gi ación yn un gi ado i oí o l.u Inundo con la intensidad di I
IOH CREACIÓN DEL GRUPO

temor. En la terapia de grupo una cantidad de angustia mutiladora puede


impedir la introspección, la exploración interpersonal y ensayar nuevas conduc-
ias i|ue son tan esenciales para el proceso de cambio.
(irán parte de la angustia que experimentan los pacientes al principio en la
tciapia de grupo no es intrínseca a la tarea del grupo, sino innecesaria, extrín­
seca, y a veces iatrogénica. Esta angustia es una consecuencia natural de estar
ni una situación de grupo en la que la conducta esperada del individuo, las
metas del grupo, y su importancia para las metas personales son excesivamente
osc uras. La investigación con grupos de laboratorio muestra que si las metas
ile I grupo, los métodos para alcanzar las metas, y las conductas de los papeles
i ■perados son ambiguas, éste tendrá menos cohesión, será menos productivo, y
•ai', miembros se mostrarán más defensivos, angustiados, frustrados y tenderán
¡i abandonarlo.41' 42,43, 4 4 , 4 5 Una preparación eficaz para la terapia de grupo
iedueiia la angustia extrínseca que surge de la incertidumbre. Al aclarar las
metas del grupo, al explicar que las metas de éste y las personales coinciden,
ul |*1 1 m ntai guías no ambiguas para desarrollar una conducta eficaz, al ofre-
. i il. d pac iente una formulación exacta de los procesos del grupo, se reduce
la ini ei tidumbre y la angustia extrínseca que la acompaña.
i in.i preparación sistemática para la terapia de grupo de ninguna manera
implica una estructuración rígida de la experiencia de grupo. No propongo
un níoque didáctico, dirigido para la terapia de grupo, sino, al contrario,
’ iigieio una técnica que fomente la creación de un grupo autónomo que interac-
l ui con libertad. Al evitar la conducta prolongadamente ritual en las primeras
n)iu". y al disminuir la angustia inicial que surge de la ambigüedad, el gru-
p.» puede dedicarse a su tarea más rápidamente. Creo que la angustia que causa
la ambigüedad deliberada no es necesaria para impedir que el grupo se sienta
demasiado tranquilo socialmente. Los pacientes, por definición, se sienten en
gi.m conflicto con sus relaciones interpersonales, y los grupos que tienen
una tasa creciente de interacción interpersonal continuamente tendrán confron­
ta iones interpersonales de desafío y angustiosas. Los grupos de terapia que
se sienten demasiado tranquilos evitan la tarea de la confrontación directa
mtei ixisonal.
Aunque una consideración sistemática del proceso preparatorio es rara (la
mayoría de los textos sobre la terapia de grupo omiten hacer mención de esto),
todos los terapeutas de grupo intentan aclarar el proceso terapéutico y la
conducta que esperan de los pacientes; la diferencia entre los terapeutas o entre
las escuelas terapéuticas es en gran parle una diferencia del momento y del
estilo de la preparación. Algunos terapeutas de grupo inicialmente preparan
al nuevo miembro ofreciéndole material escrito acerca de la terapia de guipo,1"
o haciéndole ou una cinta giabluía de un modelo de reunión de tiabajo de teta
pta de guipo4 7 o haciéndole asisto a una leuuión (le pincha1" o con una proion
CREACIÓN DEL GRUPO 309

gada serie de conferencias introductorias individuales o un programa instrumen­


tado para facilitar la terapia y el insight. 4 0 - 3 0 Sin embargo, hasta los terapeutas
que en forma deliberada evitan la preparación y la orientación iniciales del
paciente, tienen en mente las metas y los métodos preferidos del procedimiento
de grupo que más tarde le son transmitidos al paciente. Con refuerzos sutiles
y no verbales y verbales subliminales, hasta el terapeuta menos directivo intenta
persuadir a su grupo para que acepte sus valores de lo que es importante y de
lo que no lo es en el proceso de la terapia de grupo. 3 1 - 5 2 En este ejemplo
clínico, considérese esta declaración transcrita literalmente que hizo en la se­
gunda reunión un analista de grupo británico no directivo* que no ofrecía
ninguna preparación anterior a la terapia.

¿Han hecho algo que valga la pena durante los últimos treinta o cuarenta minu­
tos? Después de ese silencio intranquilo, y después de que yo comenté eso,
ustedes empezaron a comentar las maneras como han enfrentado los problemas
aquí [ . . . ] Fue casi como si ustedes hubieran mirado y visto la situación de una
manera más realista después de eso, porque podría decirse que desde ese momento
han estado explorándose mutuamente. La señorita H comenzó a preguntarle a la
señorita A muchas cosas acerca de ella, y con esto mostró que quizá ustedes
pueden decir algo acerca de sí mismos y que los demás no se mostrarán hostiles.
Por ello, ustedes podrán explorar sus actitudes mutuas de una manera que les
resultará útil. Éste es un cambio asombroso después de lo que hicieron durante
los primeros minutos; es como si ustedes hubieran empezado un proceso. Quizá
puedan sentir algo mutuamente, quizá puedan pensar algo unos de otros, qui­
zá aun podrán mirar el interior de los pensamientos y los sentimientos de cada
uno de los otros de tal manera que podrán conseguir algo. Sin duda han explo­
rado mucho sus propias actitudes. Esto lo hicieron de una manera convencional
hasta cierto punto, pero quizá también con el fin de indicar dónde se halla cada
uno en relación con los otros, para ser más personales acerca de sus problemas.

luí esta declaración el terapeuta del grupo hizo algo más que resumir
lo,-, sucesos de los anteriores treinta minutos. Ignoró ciertas actividades, reforzó
'■lias, sugirió la conducta que sería deseable en las sesiones futuras.
Algunos terapeutas se oponen tercamente a preparar al paciente, y sos­
ia n. n que la ambigüedad del papel del paciente y del terapeuta es una situación
deseable en las primeras fases de la terapia. 3 3 , 5 4 Argumentan que el desarrollo
V la solución posterior tle las distorsiones de la transferencia entre el pacien-
u y el terapeuta es un factor curativo básico en la terapia, y que debe inten­
tara-, en las piimeias etapas de la terapia, fomentar el desarrollo de la
lian-.lei eiiein. líl enigma, la ambigüedad, la ausencia de bases cognoscitivas,
v la íruHlincibu de Ion de-.eos enn-sienles e inconscientes facilitan una reacción

' (i)ll('n in (til ilm luí I i i I iii Slllllri lullll, < llmi .i I u v I nI ih Ii , lu m lio h
uo CREACIÓN DEL GRUPO

regresiva ante el terapeuta y ayudan a crear un ambiente favorable para


desarrollar la transferencia. Los terapeutas desean alentar estos fenómenos
regresivos y que surjan impulsos inconscientes para que puedan identificarse
y analizarse en la terapia. 5 3
( 'orno he hecho hincapié en el capítulo vi, no niego la importancia de la
transferencia en la terapia de grupo. El problema es de prioridad y de técnica,
l a transferencia es un organismo robusto; enraíza y florece, aunque se prepare
el suelo o no, y no se reunirá si se hace una preparación adecuada para la
ir rupia. Además, como hemos insistido a menudo, resolver la transferencia
V rl aprendizaje interpersonal no son los únicos caminos terapéuticos de la
Inapia de grupo. No debe sacrificarse la oportunidad de facilitar el desarrollo
dr olios factores curativos bajo el supuesto dudoso de que esto impediría la
)ti minación de la transferencia.
Son pcitinentes dos observaciones prácticas acerca de la preparación. Prime-
i" 'I terapeuta debe repetir y subrayar deliberadamente los puntos esenciales
d, l.i pieparación. Los pacientes, en parte debido a los altos niveles de angustia
•|ih Ii.i\ inmediatamente antes de la terapia, tienen una tendencia increíble
.i ion.>iai de un modo selectivo, o a comprender mal los aspectos básicos de
al;.... a1, afirmaciones iniciales del terapeuta. Algunos de mis pacientes olvidaron
.|ii. I. . había dicho que algunas personas observarían al grupo a través de una
. ( lo na di*.frazada de espejo; otros, a los que les pedí que permanecieran en el
grupo por lo menos durante doce sesiones antes de intentar evaluar la terapia,
cieyeion que les había dicho que toda la terapia de grupo duraría doce
reuniones. Los terapeutas que realizan una terapia individual de tiempo limitado
,i menudo descubren que el paciente, hacia el final de la terapia, niega que el
iriúpenla le haya fijado un límite a las sesiones.
I a segunda observación es que los terapeutas de grupo con frecuencia se
sienten presionados por encontrar miembros para el grupo. Una repentina
peí dida de sus afiliados puede hacer que los terapeutas se dediquen activamente
u reconstruir el grupo, a menudo haciendo una selección de miembros no
adecuados, mal preparados. El terapeuta entonces tiene que asumir la posición
de convcneei al paciente de que es bueno el grupo, una posición que gene
i .límenle es obvia para el paciente. Es preferible que el terapeuta continúe la
leiapia de grupo con pocos miembros, seleccione los reemplazos con mucho
•tildado, y después presente al grupo de tal manera que aumente mucho el
deseo del paciente de unirse al mismo. De hecho, las investigaciones1' 0 indican que
( tianlo mas difícil es el proceso de admisión y cnanto mas desea el individuo
nuilr.*- al guipo, mayoi sera el atractivo subsiguiente de este Es el piin
tipio geuciul que fundamenta los ritos de iniciación de las Iraleiuidades o la
•.elección y los ciileiios di admisión estlíelos de muchas oigam/aciones I I
ie,púnale t m oa i|in si i s muy difli il uuir.e al guipo. < .te debe .m muy valioso
CREACIÓN DEL GRUPO 3 11

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X. LA INICIACIÓN

E l t r a b a j o del terapeuta de grupo empieza mucho antes de la primera reunión


del grupo. Desde luego, como ya hemos hecho énfasis, el resultado positivo del
grupo depende en gran parte del desempeño eficaz del terapeuta en sus tareas
anteriores a la terapia. En los capítulos precedentes he examinado la impor­
tancia crítica de la selección del grupo, de la composición, del ambiente y de la
preparación adecuados. En este capítulo consideraré el nacimiento y el desarro­
llo del grupo: primero describiré la historia natural del grupo de terapia, y
después los problemas de la asistencia, la puntualidad, la deserción de los
miembros del grupo y la incorporación de nuevos miembros, que son problemas
importantes en el desarrollo del grupo.

E tapas de f o r m a c ió n del grupo

Introducción

Cada grupo, con su conjunto único de caracteres, que interactúan compleja


y mutuamente,-tiene un desarrollo muy individualizado. Cada miembro empieza
a manifestarse interpersonalmente y a crear su propio microcosmo social; en el
momento oportuno, si el terapeuta realiza su labor, cada uno empezará a anali­
zar su estilo interpersonal y posteriormente a experimentar una nueva conducta.
Considerando la complejidad y la riqueza de la interacción humana que se com­
bina con el agrupamiento de varios individuos con estilos mal adaptados, es
obvio que el curso de la terapia, durante muchos meses o años, será com­
plejo y, en alto grado, impredecible. Sin embargo, hay fuerzas masivas que
operan en todos los grupos, que influyen ampliamente en el curso del desarrollo
y que nos ofrecen un esquema tosco pero sin embargo útil de las fases del
desarrollo.
Hay razones urgentes para que el terapeuta se familiarice con la secuencia
del desarrollo de los grupos. Si el terapeuta debe realizar su tarca de ayudar
al grupo a establecer normas terapéuticas y a prevenir el establecimiento de
normas que obstruyan la terapia, obviamente deberá tener un concepto claro
del desarrollo natural, óptimo, del grupo de terapia. Si debe diagnosticar una
obstrucción del grupo e intervenir de tal manera que le permita a éste proseguir,
debe tener una idea de qué es un desarrollo favorable o defectuoso. Además,
un conocimiento amplio de la secuencia de desarrollo le oíreceia al terapeuta un
LA INICIACIÓN ti

sentimiento de dominio y de dirección en el grupo, e impedirá i|ii. .....


confusión y angustia, que sólo le infundirá sentimientos similares a los p.u i. m.
Nuestro conocimiento del desarrollo del grupo proviene de unas . i ......
investigaciones sistemáticas con grupos de trabajo de laboratorio y mu< I..
estudios de observación de grupos de terapia y de encuentro. I I U-n^uo)• i
criptivo, desde luego, varía, pero hay una consistencia consideiablt i. Im
a las fases básicas del desarrollo inicial del grupo. En términos gnu mi. i.
grupos viven una etapa inicial de orientación, caracterizada por una I".
de la estructura y las metas, una gran dependencia del jefe, y una pin.. u|.....
por las fronteras del grupo. Después los miembros encuentran una . lapa ti
conflicto, a medida que el grupo se enfrenta con el problema del d..i.....
interpersonal. Luego, el grupo comienza a preocuparse cada ve/ m .r p. .• 1
armonía y el afecto entre los miembros mientras que las dil'cieiu nr •••"
éstos a menudo se ocultan en bien de la cohesión del grupo. Más tai di mu •
grupo de trabajo totalmente maduro, que se caracteriza por una pian «•>1 >• m.
una considerable investigación interpersonal e intrapersonal, y una pl< n.> p ••
ticipación en la tarea básica del grupo y la de cada uno de los mniiibn •

La primera reunión

La primera sesión de terapia de grupo invariablemente es un éxito l i


vientes (y los terapeutas principiantes) por lo general esperan la n um
inicial con un temor tan intenso que siempre lo calma el suceso real Algún
terapeutas deciden empezar la reunión haciendo una declaración intiodu. i<ai
breve acerca de la finalidad y del método de la terapia de grupo (en esp* ■ 1
si no han preparado de antemano a los pacientes); otros seneillameul. m> ••
eionan una o dos reglas básicas: por ejemplo, la sinceridad y la de . o . i.'ui
Id terapeuta puede sugerir que los miembros se presenten a si mismos, o piu-t
guardar silencio. Invariablemente algún miembro sugerirá que deben pies.nlai
mutuamente, y por lo general en los primeros minutos, en los grupos . sluduul
densos, se establece la norm a de tratarse de tú. Después de esto, se ..... .
mi silencio muy profundo que, com o la mayoría de los silencios cu la p i> "
terapia, parece eterno, pero en realidad sólo dura unos olíanlos segundo
l’oi lo general, un paciente destinado a domimii en las primeras etapa, d. I
terapia de grupo rompe id silencio y dice " Empezaré a liabliu", o algo po

1 l ’iir.lc Imitific iiiiii lilla I. >)!111 ion tu p im lítu ilrl |inicoiulilllsls Hay mili lili* i n .ai*
|Ui10 <|ii< r| iiniilislii m 1111111ti 111 o i lu la llili'lltr 1m i l.r. Iii'.i s 1I1 ilr .ai liillu tl« I pita • '
1111111ít t i 11¡ i|ll|/á i i i i i i «!• la. la / o n n i m a • lin p oi la u li s < . <|in .1 t u ik h lin lr iilo liiiglili u "
•I aiialnila t r Hita M'iilliiileMln'i m p |u i I|v iin c o tao la rnoliaeléi), <1 H. ..i 10 111<>. la lo. \ •
il. i. mu i. i 11 •
316 LA INICIACIÓN

el estilo. Usualmente luego relata sus razones para haber acudido a la tera­
pia, lo que a menudo hace que otros pacientes formulen declaraciones simi­
lares. Un curso alterno de los sucesos ocurre cuando un miembro (quizá
estimulado por la observación del terapeuta acerca de la tensión del grupo
durante el silencio inicial) comenta su intranquilidad social o su temor a los
grupos. Esto con frecuencia estimula a que otros pacientes hagan comentarios
similares acerca del primer nivel de la patología interpersonal.
Como hice énfasis en el capítulo v, el terapeuta voluntaria o involuntaria­
mente empieza a modelar las normas del grupo desde el principio. Además,
es más eficaz esta tarea cuando el grupo aún es nuevo. La primera reunión, por
consiguiente, no es el momento adecuado para que el terapeuta permanezca
inactivo. Hay muchas técnicas, algunas descritas en el capítulo v, disponibles
para una intervención temprana y eficaz.

La etapa inicial: orientación, participación dudosa,


busca de significado

Los miembros se enfrentan a dos tareas en un grupo recién formado: primero,


deben determinar un método para realizar su tarea básica: la finalidad por la que
se unieron al grupo; segundo, deben atender sus relaciones sociales en el grupo
para construir un abrigo que no sólo les ofrecerá la tranquilidad necesaria para
lograr su tarea básica, sino también la satisfacción adicional del evidente
placer de pertenecer al grupo. En muchos grupos, como en los equipos depor­
tivas, en las clases universitarias, y en el trabajo, la tarea básica y la tarea
social son muy distintas; en los grupos de terapia, aunque esto no lo aprecien
al principio los miembros, las tareas coinciden: un hecho que complica bas­
tante la experiencia de grupo de los individuos socialmente ineficaces.
En las reuniones iniciales se presentan varias preocupaciones simultáneas.
Los miembros, en especial los que no están preparados, buscan la razón de la
terapia; pueden sentirse muy confundidos acerca de la relevancia de las activi­
dades del grupo con sus metas personales en la terapia. En las reuniones
iniciales a menudo abundan las preguntas que reflejan esta confusión, y aún me­
ses más' tarde los miembros preguntan en voz alta: “ ¿Cómo me ayudará esto?
¿Qué tiene que ver esto con mis problemas?”
Al mismo tiempo, los miembros se valúan mutuamente y al grupo. Mascan
un papel viable para sí mismos y se preguntan si los querrán y los respetarán
o los ignorarán y los rechazarán. Es obvio que los pacientes acuden a la lera
pia de grupo en busca de un tratamiento, pero las fuerzas sociales son de
tal naturaleza que emplean la mayor parte de sus energías buscando la npro
bación, la aceptación, el respeto o el dominio. Para algunos, la aceptación
LA IN IC IA C IÓ N II /

y la aprobación parecen tan improbables que defensivamente rechazan o d<


deñan al grupo despreciando en silencio a los otros miembros y recordando
que el grupo es artificial e irreal, o que son demasiado especiales para i

miembros de un grupo que les pide sacrificar una parte de su apreciada indi
vidualidad. Los miembros se preguntan qué implica ser miembro de un guipo
¿Cuáles son los requisitos de la admisión? ¿Cuánto deben revelar o cedí i d.
sí mismos? ¿Qué tipo de compromiso deben hacer? En un nivel consumí. ,,
casi consciente intentan responder preguntas como éstas y mantienen una bus. a
vigilante de los tipos de conducta que el grupo espera y aprueba.
Si un nuevo grupo se muestra intrigado, ensaya y duda, también sera dt p. n
diente. Abierta y ocultamente los miembros observan al jefe para buscai un .
estructura y respuestas, y también aprobación y aceptación. Muchos ........... .
ríos en el grupo se dirigen al terapeuta o a través de éste; los m ie m b ro |,
dirigen miradas subrepticias en busca de aprobación, cuando mucsiian un .
conducta que en el pasado obtuvo la aprobación de la autoridad. Los pnm.
comentarios del jefe son examinados cuidadosamente buscando guias p.., ,
la conducta deseable o indeseable. Los pacientes se comportan como u la ,|
vación dependiera única o básicamente del terapeuta, de dcscubrii lo 1 )1 1 . , |
desea que ellos hagan. Hay pruebas considerablemente realistas que apoV¡,M
esta creencia: la identidad profesional del terapeuta como médico, su pap. I ,i,
anfitrión al ofrecerle un lugar de reunión al grupo, su prepai ación . 1 . 1 ,.
pacientes y cobrarles cuotas por sus servicios refuerza las expectativas «I. I.. ,,,
cientes de que el terapeuta los atenderá. Algunos terapeutas alientan meous. 1 . ,,
teniente esta creencia con una conducta que ofrece promesas de ayuda .p,,
no pueden cumplir.
Sin embargo, la existencia de la dependencia inicial no puede cxplle.nl,,
totalmente la situación, la conducta del terapeuta o la dependencia nimbo,,,
de los pacientes. Examinamos en el capítulo vi las muchas fuentes j11m 1, •
nales de los sentimientos poderosos de los miembros del grupo liaciu el 1. ,,,
peuta. Entre los más vigorosos se encuentra la necesidad del hombre d. tem ,
un padre omnipotente, omnisciente y que se encargue de todo, que junio con ,,
infinita capacidad de decepcionar crea un anhelo de tener y de eren en un ,
superior. En los nuevos grupos las fantasías de los miembros funcionan ,|,
acuerdo con lo que L'reud llamó “ la necesidad de set gobernado p<>i una lu. 1 ,,
ilimitada | . . . | la pasión extremada por la autoridad |. . | la sed de obedi. ncl,,
del guipo ,1 (Sin embargo, ¿quién es el Dios de Dios? A menudo ln p. M
sudo que la tasa exlraordiniiriumente elevada de suicidios que hay • nli. |,,N
psiquiatras" es el liagieo comentario de este dilema l o s psieoleiapealas .p„-
se sienten profundamente deprimidos, los niales saben qm deben s n
propios seles superiores, su propios uiedladoi.H, tienden a eaei en la desespe
1.1. ion total
318 LA INICIACIÓN

El estilo del contenido y de la comunicación en la fase inicial es relativa­


mente estereotipado y restringido. El código social se parece al de un coctel
o al de las reuniones sociales transitorias similares. Los problemas se enfocan
racionalmente; los aspectos irracionales del paciente que tiene un problema
se suprimen al servicio del apoyo, la cortesía y la tranquilidad del grupo. Sem-
rad3 sugiere la expresión “ temas de copa” para referirse a la primera cpmuni-
cación del grupo. Esta analogía se refiere al proceso de tomar una copa de
coctel en una fiesta y a usarla simbólicamente para observar y evaluar a los
otros invitados. Así, al principio, los grupos pueden discutir infinitamente
tópicos de evidente poco interés sustancial para cualquier participante. Sin
embargo, estos “ temas de copa” sirven como vehículos para los primeros
intentos exploratorios interpersonales. Un miembro descubre quién le responde
favorablemente, quién parece pensar igual que él, a quién debe temer, a quién
respetar; gradualmente empieza a tener un panorama del papel que desempeñará
en el grupo. Estos “ temas de copa” en los ambientes sociales incluyen temas
tan candentes como el clima: “ ¿Conoces a fulano?” y “ ¿De dónde es usted?”
En los grupos de terapia de descripción de los síntomas es el tema favorito,
junto con experiencias previas de terapia, medicamentos, etcétera.
Un proceso común de los grupos nuevos es buscar similitud. A los pacientes
les atrae la idea de que no están solos en su desgracia, y la mayoría de los
grupos emplean muchas energías en demostrar que sus miembros son similares.
A menudo este proceso les ofrece considerable alivio a los miembros (véase
el examen de la “ universalidad” en el capítulo i) y ofrece una parte del fun­
damento sobre el que se levantará la cohesión del grupo.
Dar y recibir consejos es otra característica del grupo nuevo. Los pacientes
le presentan al grupo los problemas de tratar con sus cónyuges, hijos, patrones,
etc. El grupo intenta ofrecer algún tipo de solución práctica. Como lo examina­
mos en el capítulo i, esta orientación rara vez tiene un valor funcional, pero sirve
como vehículo con el cual los miembros expresan interés y atención mutuos.
Muchas de estas preocupaciones son tan características en la etapa inicial
de la terapia que pueden usarse para calcular la antigüedad del grupo. Por
ejemplo, si se observa un grupo en el que se dan y se buscan muchos consejos,
se buscan similitudes, se describen síntomas, se busca el sentido de la terapia,
y se présentan “ temas de copa” , puede concluirse que el grupo es muy jo
ven, o es un grupo antiguo con una grave obstrucción de su madurez.

Segunda etapa: conflicto, dominio, rebeldía

Si la primera preocupación medular del grupo es eslai “deulro o lun,i" del


mismo, la siguiente consiste en estai “arriba o abajo” en el grupo .1 i \ h dr .pin ■,
LA INICIACIÓN

de preocuparse por la aceptación, la aprobación, el compromiso con el giupu


las definiciones de la conducta aceptada, y la busca de orientación, estrucium
y significado cambia y se preocupa por el dominio, el control y el podrí | i
conflicto característico en esta fase es entre los miembros o entre éstos y el jHr.
Cada miembro intenta fijar su cantidad preferida de iniciativa y poder, y pía
dualmente se va estableciendo una jerarquía de control, un orden s o c ia l.....
flictivo.
Los comentarios negativos y las críticas entre los miembros soií más fie. n, M
tes; a menudo los miembros parecen sentirse con derecho a hacer un anale.r
un juicio unilateral de los otros. 5 Como en la primera etapa, se dan coir.. .
pero en el contexto de un código social diferente; se abandonan las comen
ciones sociales, y los miembros se sienten con derecho a fonnulai . un. .
personales sobre las actitudes o las conductas de los que se quejan S. lia. . ..
juicios de las experiencias y de los estilos de vida pasados y pi<•.. ni* , ,i
momento de los “ deberías” y “ debes” en el grupo, el momento en que ..........
la “ corte de iguales” , como la llamó Bach . 5 Los miembros hacen supcn-m i,. ..
dan consejos, no como una manifestación de aceptación y de compon.......
(sentimientos que surgirán después en el grupo), sino como parte del |u... .
de competir por una posición.
La lucha por el dominio forma parte de la infraestructura de iodo . I..
grupos: siempre está presente, a veces en forma tranquila, a veces tiubiilenia
a veces en plena conflagración. Si hay miembros con una fuerte necesidad d.
dominio, éste puede ser el principal tema en las primeras reuniones. I a lu. lia
silenciosa por el dominio con frecuencia se vuelve más abierta cuando ••
integran nuevos miembros al grupo, en especial cuando éstos no " c o n o . . n
su lugar” y, en vez de obedecer a los miembros antiguos conforme a ai anii
giiedad, hacen vigorosos esfuerzos prematuros por dominar.
Id surgimiento de la hostilidad contra el terapeuta es inevitable en la '.cenen
cía de la vida del grupo. Una gran cantidad de observadores han hec ho cubra',
en que hay una etapa temprana de ambivalencia ante el terapeuta junio .
una resistencia a examinarse y a revelar algo de sí mismo.5, 7' H 1 n un liabui"
de investigación previamente descrito (en el capítulo v ). I ¡chuman" m íen lo ,
por medio del refuerzo social, apresurar el desarrollo terapéutico del guipo.
Decidió refor/ai dos tipos de conduelas, y cada una reflejaba una latea “ amplia
mente aceptarla'' poi el nuevo grupo, l a “ expresión de hostilidad con el jet»
lile tilia de las dos conduelas elegidas pata el icfuci/.o. ( I a olía fue la expo non
de preocupación y aceptación de los miemhios, que vetemos en m u s t i o . 1
un n de la siguiente etapa )
I as fueille'. de h ostilidad con el jete son ob vias c u a n d o leeottl.tinos los a lo
blllos i n c a l e s , desde luego m ágicos, qiu los pacientes en s e e ir lo l> alt
al leiapeU lll Slls e i p r c t n l iv a s son tan Ilim itad as que. sin lil t p o i la i la elipticidad
320. LA INICIACIÓN

del terapeuta, él los desilusionará. Poco a poco, a medida que se vuelve evi­
dente el reconocimiento de sus limitaciones, se inicia el proceso de liberación.
De ninguna manera este proceso es claramente consciente; los miembros pueden
abogar intelectualmente por un grupo democrático que se apoye en sus propios
recursos, pero sin embargo pueden, en un nivel más profundo, anhelar la
dependencia e intentar primero crear, y luego destruir al representante de la au­
toridad. Los terapeutas de grupo se niegan a desempeñar el papel de auto­
ridad tradicional: no dirigen de la manera ordinaria, ni ofrecen respuestas
y soluciones, le piden al grupo que explore y que use sus propios recursos. Sin
embargo, este deseo de los miembros perdura, y por lo general sólo después
de varias sesiones el grupo llega a comprender que el terapeuta frustrará
sus anhelos de que se comporte como un jefe al estilo “ antiguo” .
Otra fuente de resentimiento con el jefe* se deriva del reconocimiento gradual
de cada miembro de que no será su hijo favorito. Durante la sesión anterior a la
terapia, cada miembro alberga la fantasía de que el terapeuta es exclusiva­
mente suyo, y está muy interesado en los detalles mínimos de su pasado, de su
presente y en el mundo de sus fantasías. Sin embargo, en las primeras reuniones
del grupo, cada miembro empieza a comprender que el terapeuta no se siente
más interesado en él que en los otros; así se siembran las semillas de la riva­
lidad, de la hostilidad con los otros miembros. De alguna manera, no clara, se
cree que el terapeuta es decepcionante.
Estas expectativas irreales sobre el jefe y la consiguiente desilusión de
ninguna manera son propias de la mentalidad infantil o de la ingenuidad
psicológica. Por ejemplo, ocurre el mismo fenómeno en los grupos de psicote
rapeutas profesionales. De hecho la mejor manera para que el estudiante
aprecie la proclividad del grupo a exaltar y a atacar al jefe es que experimente
estos sentimientos como miembro de un grupo.
Algunos investigadores1 0 que han tomado la obra de Freud Tótem y tabú"
demasiado literalmente consideran el patrón de las relaciones del grupo con
el jefe una repetición de la horda primigenia parricida. Freud, desde luego,
sugirió en algún lugar que el moderno fenómeno de grupo tiene su analogía
prehistórica en los sucesos antiguos y nebulosos de la' horda primigenia: “ Asi
el grupo se nos da como un renacimiento de la horda primigenia. Justamente
como el hombre primitivo sobrevive potencialmente en todo individuo, asi
la horda primigenia puede surgir una vez más en cualquier congregación qui­
se forma al azar; ya que los hombres habitualmcnte están bajo la influencia
del grupo, reconocemos en éste la supervivencia de la horda primigenia” . 1 1 l a
horda primigenia, como el coro de Edipo rey de Sófocles, puede liberarse lit­
ios vínculos restrictivos que inhiben el desarrollo y lograr una existencia mas
satisfactoria sólo después de que el terrible jefe lia sido eliminado.Iy 111
Los pacientes no realizan un ataque unánime eontia el teiupruta, mvniia
LA INICIACIÓN

blemente surgirán en el grupo algunos que lo defenderán. La división rulo


atacantes y defensores puede ser una guía valiosa para comprenda las i. n
dencias del carácter útiles para el futuro análisis en el grupo. Por lo gcneial,
los líderes de esta fase, aquellos miembros que son los primeros y los mas
ruidosos en su ataque, tienen un conflicto mayor en el área de la dependen, i i
y se enfrentan a sus anhelos de dependencia intolerables mediante una ir á n ion
Estos individuos, a veces llamados contradependientes, 1 4 se sienten inclinado
a rechazar prima facie todas las afirmaciones del terapeuta y a tener la lanía-.ia
de destituir y de reemplazar al líder.
Por ejemplo, en la primera reunión de un grupo pregunto a los m in n ln o
aproximadamente a las tres cuartas partes de la sesión, sus impresiones sola,
la reunión: ¿Qué les ha parecido? ¿Se han sentido desilusionados? ¿ S o i p o n
didos? Un miembro que tomaría la dirección del grupo durante las sigua ni. .
semanas comentó que se había sentido precisamente como esperaba; de lia lio
la sesión había resultado como lo había previsto. Añadió que el m.r. lueii.
sentimiento que había tenido hasta entonces era el de ira conmigo, p o iq in \..
a través de una pregunta había hecho llorar a uno de los miembros l-iiiou
ces él había pensado: “ Nunca me maltratarán de esa manera” . Sus .......i .
impresiones prefiguraron su conducta futura. Se esforzó por no verse ,<npu u
dido, por dominarse y controlarse todo el tiempo. No me cornada nlu un
aliado, sino un adversario, y fue suficientemente vigoroso para impulsa) il
grupo a hacer mayor énfasis en el tema del control durante los primeios m. ■
Si se desea que la terapia tenga éxito, los miembros contradependimli . u
cierto momento deben cambiar, reconocer y analizar sus profundos d* .«»
de dependencia.
Hay otros miembros que de inmediato se ponen de parte del lerapnila i I
debe ayudarles a investigar su necesidad de defenderlo a toda costa, sin impoi
lai el tema que se trate. Los pacientes a veces defienden al terapeula, poiqu.
lian tenido una serie tic objetos poco confiables, y lo han percibido anuo
un ser extraordinariamente frágil. Otros necesitan conservarlo, porque liem n lo
lanlasía de hacer con el una alianza posterior contra oíros poderosos míembio
del grupo. El terapeuta debe advertir esto so pena de transmito de un modo
inconsciente señales ocultas de problemas personales a los cuales sin salva
dores responden apropiadamente. Muidlos de estos scnlimienlos eunlln Ileo
se eiisluli/an en el lema del nombre del jefe. ¿Deben llamarlo poi ai Ululo
piolesional (doeloi Iones, o. aun mas impcrsouulmeute "doctor") o debui
lialailo de tú? Algunos pacientes le hablui/m de In al leiapeuln o liaslu poi
ii piimei uoilibie, antes de pieguuliule m i pieleieucia ()lios aun después d<
que el Iriapeuln .ilii 1 1 in i|ii< le agiada qin I. liaMcu de tu, no pueden lom eta
0 stll liiCVCietU'ill V c o n t i n ú a n alejándose di el u s a n d o el peso de lili Ululo
piolciuomi)
322 LA INICIACIÓN

Aunque hemos señalado que el desencanto y la ira con el jefe son una carac­
terística ubicua en los grupos pequeños, de ninguna manera este proceso es
constante en su forma o en su grado en los grupos. La conducta del terapeuta
puede fomentar o mitigar la experiencia y la expresión de la rebelión. Así,
un prominente sociólogo quien durante muchos años ha dirigido grupos de
entrenamiento de la sensibilidad de estudiantes universitarios informó que inevi­
tablemente hay una poderosa insurrección contra el jefe, que culmina cuando
él es expulsado físicamente por los miembros de la habitación del grupo. 1 3 Por
otra parte, he dirigido grupos similares por más de una década y nunca he
presenciado una rebelión tan radical que indujera a los miembros a expulsar­
me físicamente de la habitación. Esto sólo puede deberse a las diferencias
de los estilos y de la conducta de los jefes. Producen reacciones más negativas
los terapeutas que son ambiguos o deliberadamente enigmáticos, o autoritarios,
pero que no les ofrecen a los pacientes una estructura ni guías, y que al
principio de la terapia ocultamente le hacen al grupo promesas imposibles
de cumplir.
Esta etapa a menudo es difícil y personalmente desagradable para los
terapeutas de grupo. Sin embargo, el terapeuta principalmente debe recordar
que él es esencial para la supervivencia del grupo. Los miembros no pueden
darse el lujo de eliminarlo y él siempre será defendido. Sin embargo, para su
tranquilidad, debe aprender a distinguir entre un ataque a su persona y un ata­
que a su papel en el grupo. La reacción del grupo ante el jefe es similar
a la distorsión de la transferencia en la terapia individual; la transferencia no se
relaciona directamente con su conducta, sino que su fuente en el grupo debe
entenderse desde el punto de vista de la psicodinámica individual y de la diná­
mica de grupo.
Los terapeutas que son amenazados en especial por un ataque del grupo
se protegen de varias maneras. Una vez me pidieron que actuara como asesor
de dos grupos de terapia (cada uno había realizado aproximadamente 25
sesiones) que habían tenido problemas similares: ambos grupos parecían haber­
se estancado, y aparentemente no habían tratado nada nuevo durante varias
semanas, y los pacientes parecían haber perdido el interés en sus grupos. Un
estudio de las reuniones recientes y de los registros pasados reveló que los
dos grupos no habían discutido directamente ningún sentimiento negativo
hacia los terapeutas. Sin embargo, la razón de esta inhibición era muy diferente en
dichos grupos. En el primero, los dos coterapeutas (que dirigían por primera
vez un grupo) habían sacrificado sus cabezas, por decirlo así, al grupo; y por
su obvia angustia, incertidumbre y por haber evitado los problemas cargados
de hostilidad se habían mostrado débiles. Además, ambos deseaban sei queridos
por todos los miembros, y en todo momento habían sido tan benévolos y solí
vitos que un ataque di' los pacientes habría parecido indigno e inginlo
LA INICIACIÓN 3? \

Los terapeutas del segundo grupo habían impedido de un modo muy difcren
te ser atacados: se habían comportado como figuras olímpicas, indiferente.,
y sus intervenciones escasas eran como oráculos por su ambigüedad y su
aparente profundidad. Al final de cada reunión hacían un resumen de los tema',
que habían predominado y de las contribuciones de cada miembro. Atacarlos
habría sido peligroso, impío e inútil. Según las palabras de un paciente: "lia
bría sido como mostrarle el puño a la cumbre de una montaña elevada” .
Estas actitudes inhiben al grupo. Suprimir los sentimientos ambivalentes
importantes hacia el terapeuta causa la formación de un tabú contrnprodu
ccnte que se opone a la deseada norma de sinceridad interpersonal y de
expresar emociones. Además, se pierde una importante oportunidad para esta
Mecer modelos; el terapeuta que soporta un ataque sin ser destruido o des
truir en represalia, y que reacciona intentando comprender y analizar las fuend .
y los efectos del ataque, le muestra al grupo que la agresión no necesaiia
mente es letal, y que puede expresarse y comprenderse perfectamente denlo,
del grupo.
Una de las consecuencias de suprimir la ira contra el terapeuta en los dos
ginpos en cuestión, y en la mayor parte de los grupos, fue el surgimiento de
una agresión desplazada a un blanco indirecto. Por ejemplo, un grupo in s is t ió
durante varias semanas en atacar a los “ doctores” . Las experiencias anteiioo
desafortunadas con los médicos, los hospitales y los terapeutas iiulividuali
. describieron detalladamente; a menudo hubo un considerable consenso . 1 . I
guipo sobre la injusticia y la inhumanidad de la profesión médica. En un gm
po, un miembro atacó al campo de la psicoterapia al presentar un articulo
•n el que Eysenck se proponía mostrar que la psicoterapia es ineficaz O l í a s
v.-ees se referían en forma similar a la policía, a los maestros y a otros m
piesenlanl.es de la autoridad.
Usar como chivos expiatorios a otros miembros es una manera «le le u e i
mi "blanco indirecto” . Esto puede alcanzar tales proporciones que, a menos
•11 o ínlervenga el terapeuta para dirigir el ataque contra él, la víctima pmpi
. . l i o n a quizá abandonará al grupo. Otros grupos ocultamente nombran en
0 lilas a un jefe para reemplazar al terapeuta; este proceso es insalislm ioiio
dejii al grupo y al jefe-paciente desalentados y confusos, lo s grupos de
•iio ii.milenio (le la sensibilidad poi lo general resuelven este problema del!
Hiendo el papel del jefe como el de un miembro especializado con elude.
liabllldadeH leen ¡cus Se espera que el guipo aprenderá a cvaluai las eonlnbu
1 . del (empellía pm su valoi intrínseco, y a no aceptarlas poi la auloiidud
>!1 1• le. i espalda lo s grupos de templa no lesuelvcn el problema dumuti
•mu líos meses o anos, una y olía vez el guipo vuelve a Imliu esle problema
. medida (pie los Ulleftlblos con un olmo dlfemile, según el grado de su
.•lililí lo de dependencia, poco a [loco analizan sus ai tllud. i anle el (empenta
124 LA INICIACIÓN

lis esencial, si desea realizarse esta tarea, que el grupo se sienta con derecho
di enfrentarse al terapeuta, quien no sólo debe permitir, sino alentar, este en-
Irentamiento.

La tercera etapa: desarrollo de la cohesión

I ¡i tercera fase ampliamente reconocida del grupo en formación consiste en


desarrollar la cohesión del mismo. Después del anterior periodo de conflicto,
rl guipo poco a poco se transforma en una unidad con cohesión. Muchas
expresiones variadas con connotaciones similares se han usado para describir
esta etapa: conciencia dentro del grupo ; 1 4 - 1 0 meta común y espíritu de gru­
po.17' ,H acción consensual, cooperación y apoyo mutuo de grupo; 1 7 - 1 0 integración
v mutualidad de grupo; 2 0 - 2 1 - 2 2 - 2 3 unidad de conciencia de grupo; 2 4 rivalidad
• xienui.'' y apoyo y libertad de comunicación . 2 3 En esta fase hay un aumento
d> l r-.piiilu, de la confianza mutua y de las revelaciones. Algunos miembros
n velan la razón “ real” de por qué acudieron al tratamiento; pueden com-
Iui tu-.(• los secretos sexuales; las antiguas transgresiones ocultas durante mucho
tu m p o \on desenterradas públicamente. Pueden hacerse reuniones sociales
di - |uu -. ile la terapia; la asistencia mejora y los pacientes muestran conside-
ial>le preocupación por los miembros que faltan.
I I grupo se preocupa principalmente por la intimidad y la unión. Schutz, 4
.dii mió que la preocupación de los pacientes en la primera fase es “ estar dentro
o luna” del grupo, en la segunda fase es “estar arriba o abajo” en el grupo, y
n i la (creerá fase es “ estar cerca o lejos” del grupo. La angustia básica la
causa no ser apreciado o no estar bastante cerca de la gente, o no tener sul'i
cíenle intimidad.
Puede haber mayor libertad para revelar algo de sí mismo en esta fase,
peni también puede haber otro tipo de restricción en la comunicación: con fie
ciieneia el grupo suprime todas las expresiones de afecto negativo en bien de la
cohesión. En comparación con la anterior etapa de conflicto del grupo, todo
es dulzura y luz, y el grupo goza del resplandor de su unidad recién dcscu
Incitn I os miembros, en cierto sentido, se unen contra el resto del mundo,
luy un gran apoyo entre los miembros, mucho orgullo de pertenecer al grupo,
y se condena a los adversarios de los miembros que están fuera de éste. Sin
embargo, posteriormente el brillo palidece y la unión del grupo parece un ni<>
m menos que se permita smgii la hostilidad en él. Solo cuando todos los alecto:,
pueden expresarse y analizarse constructivamente en un grupo con cohesión,
este se vuelve un grupo de trabajo maduro, uu estado que dura el reslo de su
e xt-.Inicia, con peí iodos coitos de regle-,¡on a cada una de las etapas auli
iloies l ’aia -.ubiayiii eslu liansicioii, algunos lian sugerido dividii isla etapa en
dos una di cohesión (el guipo colilla el inundo exlcilio) \ una lase di l ia b a
LA INICIACIÓN 325

jo de grupo avanzado o un verdadero equipo en que Ja tensión se establece


entre el “ trabajo” , o el progreso, y la regresión a una etapa anterior.8

Las etapas del desarrollo: revisión

Ahora que ya hemos trazado las primeras etapas del desarrollo del grupo,
consideraremos una serie de condiciones restrictivas para que el principiante
no tome demasiado literalmente la secuencia de desarrollo propuesta. Las
fases de desarrollo rara vez están bien delineadas; hay una considerable yuxta­
posición y las fronteras entre éstas, en el mejor de los casos, son imprecisas.
Las pruebas sobre las etapas de desarrollo de los grupos de terapia surgen
de los estudios de observaciones clínicas no sistemáticos; casi no hay inves­
tigaciones controladas que apoyen esta secuencia de desarrollo. La investigación
del desarrollo del grupo en los grupos de entrenamiento de la sensibilidad ha
sido rudimentaria, y no se ha llegado a hacer conclusiones. Por ejemplo, Bennis
ct al.26 en un estudio de seis grupos de entrenamiento de la sensibilidad, pusie­
ron a prueba la hipótesis de que los grupos pasan por dos fases de desarrollo:
una preocupación básica por la autoridad, y después una preocupación
básica por la intimidad. De estos seis grupos estudiados, sólo uno mostró esta
secuencia; los otros cinco se enfrentaron una y otra vez a estos dos problemas.
Pruebas más convincentes surgen de la investigación sobre los grupos de
trabajo. Por ejemplo, Runkel et a l,27 estudiaron a doce grupos pequeños que
tenían la tarea de diseñar y ejecutar algún proyecto sobre la relación entre
las condiciones sociales y el aprendizaje en una universidad. Los resultados
indic aron que los grupos progresaron cíclicamente a lo largo de las etapas de
luekman:0 1) ensayo y dependencia; 2 ) conflicto entre el grupo; 3) cohesión
del grupo, y 4) funcionamiento relacionado con el papel (un grupo maduro
'|uc* resuelve problemas).
Para vez el grupo supera permanentemente una fase. Al describir el desarro-
l!" drl grupo, Schutz4 usó la adecuada metáfora de apretar las tuercas una
<ia-. otra lo suficiente para que la rueda quede fija; después el proceso se
" pite; cada tuerca es ajustada a su vez, hasta que la rueda queda totalmente
1r"ia De manera similar, las etapas de un grupo surgen, predominan, y luego
" lioeeden, sólo para que el grupo más tarde se enfrente a los mismos pro-
1•!. nui*. con mayoi detenimiento. Quizá debido a estas consideraciones, sería
«na , i suelo hablni de tareas de desarrollo, y no de etapas o de una secuencia
di I mismo llambuip."' sugieie el término “ ciclolerapia” para referirse a este
piuc i' mi de icgiesm a los mismos problemas, pero cada vez desde una pers-
P'ith u diferente. v cada vez con mayoi pío! undulad A menudo, el grupo de
•■i .•|iln emplnua mucho tiempo discutiendo un problema las cuotas, los es
326 LA INICIACIÓN

tudiantes que observan al grupo, la relación entre los coterapeutas, y luego,


meses más tarde, volverá a tratar el mismo tema, pero desde una perspectiva
totalmente distinta. Por ello, al principio los observadores pueden considerarse
una amenaza para el secreto; más tarde pueden ser atacados por considerarlos
agentes de los terapeutas que gozan de su confianza; más tarde el grupo
puede sinceramente considerar cómo los miembros pueden beneficiarse con los
conocimientos, con la experiencia o la atalaya especial de los observadores.
Determinar la historia natural del grupo de terapia se vuelve aún más com­
plejo cuando se considera que los jefes pueden prever cierta fase del desarrollo
y, sin saberlo ellos mismos, guiar con firmeza al grupo a lo largo de las
etapas previstas. Lieberman29 mostró que el jefe de un modo inconsciente
llena este vacío en el grupo. Formó un grupo T del cual sistemáticamente
se excluyeron a todos los individuos con una necesidad de conducta de aparéa­
me nto y se comparó su desarrollo en un laboratorio de relaciones humanas
timante tres semanas con el de un grupo de control, compuesto natural­
mente.
I neontró que los jefes del grupo de control examinaron la misma cantidad de
< omínela de apareamiento en el curso de la terapia de grupo. Sin embargo,
. I |ele del grupo experimental expresó cinco veces más conducta de aparea-
niit uto en la tercera semana que en la primera. Evidentemente intentaba
aii'.laeei la necesidad de afecto que se había desarrollado en el grupo experi-
ntciil.il. Si no hay un control de la conducta del jefe que es muy influyente,
k ■.tilla muy difícil determinar la secuencia de desarrollo “ natural” .
t ln estudio realizado por Psathas y Hardert30 ilustra las dudas que tienen
lo\ investigadores. Recogieron las declaraciones de los jefes de grupo que los
miembros habían considerado más significativas en la etapa inicial, en la Ínter
media y en la última en un grupo de entrenamiento de la sensibilidad, y
descubrieron que las declaraciones relativas a la aceptación eran mucho mas
liet nenies en las etapas finales que en las primeras.* Sin embargo, interpretar
estos resultados es problemático. Quizá los miembros estaban intrínsecamente
inris interesados en el afecto al final del curso de la terapia de grupo, y las
declaraciones de los jefes acerca de la intimidad sencillamente eran un reflejo
de esta tendencia. Sin embargo, también es posible que los jefes hubieran
determinado de antemano que la intimidad debía tratarse en la última parle

* Se estudiaron siete grupos de entrenamiento de dos semanas en un laboratorio «le


irliieloncN Inunanas; todas las sesiones se «rabaron, v a los miembros al final «le emlu
•h-.ion les pidieron que recordaran las afirmaciones «Ir los jefes que les parecían mAs
’tlunllicallvas. I sla declaración verbal se transcribió «l<- una «anta mat¡n6ll«a v se entalouó
do mundo con una lisia de doce cntcyoiíus «Ir normas srlei« tonadas de la liteialiiut
I n la pilmria etapa v rn la intciinrilia "la aceptación" ocupó el « mu l o lunar; en cambín
« u tu etapa ilnnl « a u p ó el p i l mn luuui de las doce « ol« pollas
LA INICIACIÓN 327

de la terapia de grupo e influyeron en el mismo haciendo una gran cantidad dé


declaraciones en este sentido.
La repercusión de los pacientes en el desarrollo del grupo. La secuencia
de desarrollo que he expuesto quizá describa exactamente el desarrollo de los
sucesos en un grupo de terapia teórico, sin gente. Este esquema de desarrollo
es muy parecido al tema principal de una sinfonía ultramoderna, ininteligible
para los oídos sin entrenamiento. En el grupo, la ofuscación se deriva de la
riqueza y de lo impredecible de la interacción humana, lo que complica el curso
del tratamiento, pero sin embargo contribuye al interés y al desafío del gru
po de terapia.
Por lo general, el curso de los sucesos en las primeras reuniones está muy
influido por el miembro del grupo que tiene la patología interpersonal “ más
ruidosa” . Por “ más ruidosa” no me refiero a la gravedad de la patología,
sino a la que se manifiesta más inmediatamente en el grupo. Por ejem
pío, la proclividad a monopolizar, el exhibicionismo, las revelaciones pro
miscuas, expresar ira con facilidad, criticar, o una inclinación incontenible a
ejercer dominio. No es raro que estos pacientes reciban un aliento oculto del
terapeuta y de los otros miembros del grupo. Los terapeutas aprecian a estos
pacientes porque constituyen un foco de irritación en el grupo, estimulan la . *
presión del afecto, y fomentan el interés y la excitación de la reunión I
otros pacientes a menudo inicialmente aprovechan la oportunidad de <■•.*. m
derse detrás del protagonista, mientras examinan con dudas el terreno,
En un estudio sobre los que abandonaron la terapia en nueve guipo
de pacientes no hospitalizados,31 descubrí que en cinco los paciente', um un
patrón muy característico de conducta abandonaron al grupo de teiapu ■n
las primeras doce reuniones. Estos pacientes ( “ provocadores prematurn-, >
diferían entre sí dinámicamente, pero desempeñaban un papel similai en , |
grupo: lo tomaron por asalto, lo sacudieron vigorosamente y después dc.apao
cicron. Los terapeutas describen este papel en el grupo con términos como
“ catalizadores” , “ blancos” , “ intérpretes hostiles” , “ el único sincero” , etc. Algu
nos de estos provocadores prematuros eran activamente contradcpcndienles
y pronto desafiaron al terapeuta en el grupo. Por ejemplo, un pacienlr <|n<
preguntó en la tercera reunión por qué la sesión debía terminar cuando el lúa
peutu lo decretaba, intentó interesar a los miembros en una leunión sin |i h
o, medio en broma, en investiga! los problemas personales d e é s t e . Olios m
pularon d o su sinceridad y franqueza, y no ahorraron palabras paia d a l l e s i
los otros miembros una iclroaliinenlacion banca, mientras que olios, que ir
ní11 1 1 un gravo conflicto de intimidad, que la buscaban y la temían, se drdi
emon a liacei considerables i evoluciones y exhorlnion al g u ip o a nnitmlu
I os piovoeadoo s po ni.limos cu genual a f lim a b a n que eian insensibles a l.i
opiniones y a las evaluaciones di los demás, p u o de hecho lis importaban
328 LA INICIACIÓN

mucho, y en todos los casos lamentaron profundamente que no hubiera sido


viable el papel que crearon para sí mismos en el grupo.
El terapeuta debe reconocer este fenómeno al principio de la terapia de
grupo y, explicando e interpretando este papel, ayudarles a los pacientes a im­
pedir que cometan un suicidio social. Quizá, lo que es más importante, debe
reconocer y dejar de alentar ocultamente esta conducta. No era raro que al te­
rapeuta le asombrara que el provocador prematuro abandonara al grupo;
apreciaba tanto la conducta de estos pacientes que él no podía advertir la
angustia y dependencia de ellos para mantener vivo al grupo. Es útil que
el terapeuta tome nota de sus reacciones cuando faltan varios miembros de su
grupo. (Si algunos pacientes nunca faltan, él puede imaginar que están ausentes
y pensar cuál sería su reacción ante esto.) Si teme la ausencia de cierto
paciente, si cree que no habrá vida en el grupo ese día, entonces es probable
que el grupo le ha dado demasiada importancia a ese paciente y recibe tanta
satisfacción secundaria que el paciente no podrá realizar su tarea básica en
la terapia.
El desarrollo de un grupo también puede estar muy influido por la presencia
de miembros que son pacientes experimentados en la terapia de grupo. Por
ejemplo, un grupo que había quedado reducido a tres miembros se recons­
truyó después de unas vacaciones de verano de tres meses, añadiendo cuatro
nuevos miembros (ninguno de éstos había estado antes en un grupo de
terapia) y un nuevo coterapeuta. Los tres miembros eran poderosos porta­
dores culturales que le permitieron al grupo y a los nuevos miembros avanzar
muy rápidamente, dejando a un lado las primeras etapas del desarrollo, como
la descripción de síntomas, dar sugerencias y consejos, y buscar una estructura.
A pesar de estas fallas, la secuencia propuesta de desarrollo es muy reco­
mendable. El sentido común decreta que primero un grupo se enfrente a su
raison d'étre y a sus fronteras, después al dominio y a la sumisión, y más tarde,
a medida que aumenten las experiencias compartidas, a los problemas de la
intimidad y de la unión. Hace algún tiempo en un taller de terapia de grupo
de dos semanas tomé parte en un ejercicio entre los grupos en el que a los
sesenta participantes les pidieron que formaran de la manera que desearan
cuatro grupos, y después estudiaran la relación que había entre los mismos.
Los sesenta participantes, casi con pánico, salieron corriendo de la gran habi
tación hacia los cuatro cuartos destinados a los cuatro grupos pequeños. I I
pánico, una parte inevitable de este ejercicio,:t~ probablemente surge del lemoi
primitivo a ser excluido del grupo. En el grupo en que participé, las primólas
palabras que se dijeron después de que aproximadamente 16 miembros habían
entrado al cuarto fueron: “ Cierren la puerta. No permitan que nadie mas enin-"
El primer acto del grupo fue nombrai un portero oficial Después dr que
se definieron las fronteras del grupo y su identidad fíenle al mundo ■\lriuo. i!
LA INICIACIÓN l.m

grupo dedicó su atención a regular la distribución del poder, antes de <|iii


los múltiples esfuerzos por obtenerlo pudieran inmovilizar al grupo, y rápida
mente eligieron a un jefe. Sólo más tarde el grupo experimentó y d iscu tió
los sentimientos de confianza y de intimidad.
Después de que el terapeuta conoce la secuencia de desarrollo es más capa/
de mantener su objetividad y de apreciar el curso que el grupo sigue a pcsai d«
las considerables desviaciones. Puede observar que el grupo no progresa in.r.
allá de cierta etapa o que omite otras. A veces, los terapeutas pueden pedii
algo para lo que el grupo no está aún preparado. Por ejemplo, a algunos
terapeutas principalmente les disgusta advertir que algunos miembros del g u ip o
no parecen preocuparse por los demás. Un estudiante de terapia comparó a lo-
miembros de su grupo con los 38 testigos silenciosos™ que, hacía varios altos
en la ciudad de Nueva York, permanecieron indiferentes cuando atestiguaban
cómo era asesinada una joven mujer. Lo que no apreciaba era que la leus....
y la preocupación mutuas se desarrollan más tarde en el grupo; al p rin eip m .
los miembros más bien se consideran mutuamente intrusos o rivales qm
tratan de conseguir el favor del terapeuta.

Los M IE M B R O S D E L G R U P O : D E S E R C IO N E S , F A L T A S D E A S IS T E N C IA .
IM P U N T U A L ID A D , A G REG A D O D E N U E V O S M IE M B R O S

La secuencia inicial del desarrollo del grupo de terapia está muy mllm.l .
por los problemas de ser miembro. La deserción, la impuntualidad y las Lili«t
de asistencia son hechos de la existencia del grupo en desarrollo, y a menudo
amenazan su estabilidad e integridad. Las faltas de asistencia considci ablcs pin
den desviar la atención y las energías del grupo de sus tareas de d e s a u o ll o al
problema de conservar a los miembros. La tarca del terapeuta consiste •u
desalentar la asistencia irregular y, cuando es necesario, reemplazni a los qm
han abandonado al grupo añadiendo nuevos miembros.

D esercion es <lel grupo

I n id cu rso n o rm a l de los sucesos, de 10 poi cien to a D poi ciento de he.


m iem b ros a b a n d o n an al grupo en las p r im e ia s doce o veinte reu nion es; si uno o
dos m iem b ro s iibnudon.in al g u ip o , generalmente se anm leu nuevos n ú r m b io s .
. a m en ud o un p oreenlaje s im iliii de estos in d iv id u o s agiegm los a b a n d o n an a!
g u ip o en las p u n i r í a s doce l e u n ío iii s S ó lo de .pin s de esto, t i g u ip o si i o n
olida y em p ieza a dedil use ,i o l í a s m alí lia s que no roñ en 1 1te u a la i .la b ilid a d
di I grupo l'oi lo geuei al. i lia n d o los pacientes lian peí m anéen lo en el g u ip o
130 LA INICIACIÓN

unas veinte reuniones, han hecho el compromiso necesario a largo plazo. En un


estudio sobre la asistencia43 de cinco grupos de pacientes no hospitalizados
hubo una considerable deserción de sus miembros durante las primeras doce
reuniones, hubo estabilidad entre la decimosegunda y la vigésima reuniones,
y una asistencia casi perfecta, con excelente puntualidad y ninguna deserción,
entre la reunión vigésima y la cuadragésima quinta (el final del estudio).

Asistencia y puntualidad

A pesar de que el terapeuta al principio alienta la asistencia y la puntualidad


reg ú lales, generalmente surgen problemas en las primeras etapas de la terapia
de grupo. A veces el terapeuta, abrumado por innumerables excusas (pro-
Ilientas de cuidar a los niños, vacaciones, dificultades de transporte, emergencias
( n el Ir aha jo, invitados del exterior, etc.) se resigna ante la imposibilidad de
ai ii ion i/,a r los horarios de siete individuos muy ocupados. No debe conformarse
m u i .la situación. La impuntualidad y la asistencia irregulares por lo general
sig m lie a n resistencia a la terapia, y deben considerarse de la misma manera
....... o se batan estos fenómenos en la terapia individual. Cuando varios miem-
lu os con frecuencia llegan tarde o faltan, debe buscarse la fuente de la resis-
i, ni ia a la terapia de grupo; por alguna razón, la cohesión se ve limitada y el
guipo zozobra. Cuando un grupo se vuelve cohesivo y que trabaja bastan-
i, . din ante muchos meses puede tener una asistencia y una puntualidad per­
lerías.
Otras veces, la resistencia es individual y no de grupo. Continuamente me
asombra la transformación que ocurre en algunos pacientes que durante
lingos periodos llegan tarde debido a contingencias absolutamente inevitables:
poi ejemplo, asuntos de negocios periódicos, cambios de horario de clases,
eme ip,rucias por carecer de alguien que les cuide a los hijos. Estos pacientes,
después ile reconocer y analizar la resistencia, pueden volverse los miembros más
puntuales durante los meses siguientes. Un miembro que llega tarde periódica
Míenle dudaba de participar en el grupo porque le avergonzaban su impotencia
v s u s fantasías homosexuales. Después de que reveló estas preocupaciones y
analizó su sentimiento de vergüenza, descubrió que los compromisos de negó
dos a los que les daba una prioridad crítica y que eran responsables de su
impuntualidad (compromisos que, cuando más larde los reveló, consistían en leei
el coiieo do la larde) de pronto dejaron de existir.
Cualquiera que sea la base de la resistencia, la conducta debe, poi vanas
iii/ones, modifieaise antes de que pueda comprendeise y unali/aisc Noble
lodo la asistencia uiegulai resulta deslindóla pina el grupo; en Cirilo sentido
í■, contagiosa y pioducc desaliento en el guipo y más ausencias, obviamente, e*i
LA INICIACIÓN 331

imposible analizar el problema en ausencia de los pacientes interesados; hay


pocas actividades más inútiles que dirigirse a individuos no interesados deplo­
rando la asistencia irregular con los miembros del grupo que están presentes,
los individuos puntuales que asisten con regularidad.
Varios terapeutas han adoptado diversos métodos para influir en la asistencia.
Muchos hacen énfasis durante las entrevistas anteriores a la terapia sobre la
importancia de la asistencia regular. Los pacientes que probablemente tendrán
problemas de horarios o de transporte es preferible enviarlos a terapia indi­
vidual, igual que a los que deben marcharse de la ciudad cada cuatro semanas
o a los que, unas cuantas semanas después de que comience la terapia de
grupo, planean tomar unas vacaciones largas fuera de la ciudad. Cobrar cuotas
completas, aunque falten a las sesiones, es una práctica común, a menos que
haya una excusa extraordinaria para la ausencia y que se la comuniquen al tera­
peuta de antemano. Muchos terapeutas de grupo les cobran a los pacientes
una cuota mensual, la que no reducen por las faltas de asistencia, sin importar
la razón.
Es muy importante que el terapeuta esté totalmente convencido de la impor­
tancia de la terapia de grupo y de la asistencia regular. Si es así, si actúa de
acuerdo con esto, le transmitirá estos valores a los pacientes. Por ello, llegará
con puntualidad, le concederá al grupo una elevada prioridad en su propio
horario y, si debe faltar, tomará en serio su ausencia y le informará de esto
al grupo con varias semanas de anticipación. La importancia que le con­
ceda a la asistencia puede manifestarse en sus reacciones ante diversas situa­
ciones en la terapia de grupo. Por ejemplo, en un nuevo grupo, un miembro,
Dan, constantemente llegaba tarde o faltaba. Cuando el terapeuta examinaba
su asistencia, era evidente que Dan tenía excusas muy válidas: su vida y sus
negocios estaban en tal crisis que constantemente surgían circunstancias inespe­
radas que le impedían asistir a la terapia. El grupo como un todo no se había
consolidado. A pesar de los esfuerzos del terapeuta, otros miembros del grupo
a menudo llegaban tarde o faltaban, y había una considerable actitud de
evasión durante las sesiones. En la reunión decimosegunda el terapeuta decidió
que era necesario hacer algo decisivo, y le pidió a Dan que abandonara al
grupo, explicando que su horario era de tal naturaleza que la terapia no podía
servirle mucho. Le sugirió a Dan que acudiera a una terapia individual, la
que le ofrecería una mayor flexibilidad en el horario. Los motivos del terapeuta
no eran punitivos, fue claro en su explicación, y le ofreció arreglar su traslado,
pero su acto fue impopular. Dan se sintió profundamente ofendido y, furioso,
••e mau lló a la mitad de la reunión. Los otros miembros, sintiéndose extrema­
damente am enazad o s, apoyaron a Dan al grado de poner en duda la autoridad
del li i a p e iila para pedirle a un m ie m b r o que abandonara al grupo.
A p e . .11 di la l e . u e i o i ....... n a l del g u ip o , pronto fue evidente que el terapeuta
t 12 LA INICIACIÓN

Imilla tomado la decisión adecuada. El terapeuta le habló por teléfono a Dan,


l<> recibió individualmente durante algunas sesiones, y después lo envió a
una terapia a largo plazo. Dan pronto advirtió que el terapeuta no había
a. (nado en forma punitiva, sino en bien de sus intereses. Su asistencia irregu-
11 m a la terapia de grupo no le habría permitido recibir un tratamiento eficaz.
H grupo reaccionó de inmediato. La asistencia mejoró repentinamente, y se
v olvió i así perfecta durante los siguientes meses. Los miembros, después de que
•a i< cobraron de su miedo a ser despedidos en forma similar, poco a poco
i «posaron su aprobación al acto del terapeuta, y su gran resentimiento con
Dan. y, en menor grado, hacia algunos de los otros miembros por haber puesto
•n peligro al grupo de esa manera altiva.
Oíros terapeutas intentan aprovechar la presión del grupo, por ejemplo,
n. g a lillo ’.e a iniciar la reunión hasta que está presente un número predetermi-
iiii.lii .1. miembros (por lo general 3 o 4 ). Aunque no siempre se utiliza de
' ’.ia maneia, la presión ejercida por los otros miembros es la palanca más
. íi. a/ pina presionar a los miembros irregulares. El grupo a menudo se siente
lo e . nado y molesto por las repeticiones y las salidas en falso que se hacen
ana . por la asistencia irregular. El terapeuta debe alentar a los miembros
> • h1 1 1 e:.ai m i s reacciones ante los que llegan tarde o faltan. Pero recuérdese
>1 1 1 , la pieornpnción del terapeuta por la asistencia no siempre la comparten los
..luis miembros; a un grupo joven o inmaduro con frecuencia le agrada una
0 unión pequeña, considerándola una oportunidad para recibir una atención
niífi individual del jefe.
<'.uno cualquier suceso en el grupo, las ausencias o las llegadas tarde son
l o i m a s de la conducta del individuo que reflejan los patrones característicos
.le i n m o este se relaciona con los demás. Si llega tarde, ¿se disculpa? ¿Entra
. n la h a b i t a c i ó n d e una manera exhibicionista e interrumpe? ¿Pide que le
« in iii. u qué ha sucedido en la reunión? ¿Su relación con el grupo es de tal
n n i u i a l e / a que los miembros le ofrecen una recapitulación de lo sucedido?
Si tall a, ¿ h a b l a por teléfono de antemano para comunicárselo al grupo? ¿Ofrece
c u u s a s muy elaboradas y complejas, aunque esté convencido de que no 1c
. i . r í a n ? N o es r a r o que la psicopatología del paciente sea responsable de su
u u ii iicin irregular. Por ejemplo, un paciente que acudió a la terapia debido
a mi i i m o i mutilante a los símbolos de autoridad y a una profunda inca-
p u r i d a d p a r a afirmarse en las situaciones interpersonales, frecuentemente llegaba
luí .Ir porque no podía rcunii el valor necesario para interrumpir una conversa
1 i.ni n una ic t m ió ii con sus socios co m erc iales.
I r«| ii co n d u e la fon na parte del m ic r o c o s m o social del paciente y, si se
m im r ju en to m ín a d ecu ad a , puede a p r o v e c h a r e p ara la co m p re n sió n do Ni mis
m u. p e m en hit n riel g u ip o y del in d iv id u o debe corregirse antes lie set m alí
,u d a I I pueieiiU que taita no puede un n in gu n a in lc ip r e t a c ió n l)c hecho el
LA IN IC IA C IÓ N 333

terapeuta debe esperar el momento oportuno para hacerle comentarios después


de que regresa el paciente. A menudo los pacientes que han estado ausentes o
que han llegado tarde regresan a la reunión con un sentimiento de culpa
defensivo, y no se encuentran en un estado óptimo de receptividad para apre­
ciar las observaciones sobre su conducta. Es como si sufrieran un recrudeci­
miento de su preocupación arcaica acerca de llegar tarde a la escuela y esperan
ser reñidos o castigados. El terapeuta con frecuencia actúa bien si primero
atiende el mantenimiento y el establecimiento de normas para el grupo y, más
tarde, en el momento oportuno y cuando disminuye la actitud defensiva, intenta
ayudar al paciente a explorar el significado de su conducta.
Es útil para el grupo que los pacientes le hablen por teléfono al terapeuta
de antemano, y le avisen que faltarán a la reunión o que llegarán tarde; sin
esta notificación el grupo puede gastar considerable tiempo expresando curiosi­
dad o preocupación por el miembro ausente. A menudo, en los grupos avan­
zados, las fantasías de los pacientes acerca de por qué un miembro está ausente
le ofrecen al grupo un material valioso para el proceso terapéutico. Sin em­
bargo, en los grupos nuevos las especulaciones con frecuencia son superficiales
e infructuosas.
Sin embargo, ocasionalmente la ausencia de los miembros puede producir
ciertos cambios importantes de la conducta, y surgen y se expresan sentimientos
que facilitan la terapia.

Por ejemplo, un grupo compuesto por cuatro mujeres y tres hombres se reunió
en su octava sesión un día cuando dos de los hombres no pudieron asistir. Albert,
el varón restante, previamente se había mantenido apartado y sumiso en el grupo.
En la reunión en que estaba solo con las cuatro mujeres ocurrió una dramática
transformación: Albert de pronto entró en actividad, habló acerca de sí mismo,
interrogó a los otros miembros, habló en voz alta y vigorosamente, y en un par
de ocasiones desafió al terapeuta. Su conducta no verbal estaba saturada de actos
casi galantes dirigidos a los miembros femeninos: por ejemplo, con frecuencia
se acomodaba el nudo de su corbata y se arreglaba el pelo de sus sienes. Más
tarde en el curso de la reunión el grupo comentó el cambio de Albert, y él com­
prendió y expresó el temor y envidia que sentía por los dos varones ausentes,
quienes eran agresivos y se afirmaban. Él desde hacía mucho había percibido su
profundo sentimiento de impotencia social y sexual que se había visto reforzado
poi el sentimiento de que nunca había provocado un efecto significativo en un
grupo, y en especial en un grupo femenino. En las semanas subsiguientes Albert
real izó un análisis valioso do estos problemas, los que no habrían sido accesibles
(luíanle muchos meses, sin la ausencia ocasional de los otros dos miembros.

( 'lililímili ule pu lirin ili ni.o la asistencia pm lo d o s estos medios, pero no


( .111 inipoitiii (lililí p e q iu n o .ra i l g u i p o ) i .nu i l.u la sesión I icnc un consi
334 LA IN IC IA C IÓ N

derable valor terapéutico que los pacientes sepan que el grupo siempre está
allí, estable y confiable. A la larga esto fomentará la constancia en la asistencia.
Además, he tenido muchas sesiones de grupo con pocos miembros, a veces
hasta con uno solo, que han resultado críticas para los pacientes que par­
ticipan. El problema técnico de las reuniones pequeñas, en especial en las de
tres o menos miembros, es que el terapeuta puede enfocar el proceso intrapsí-
quico a la manera característica de la terapia individual, y abandonar su enfoque
de los problemas interpersonales y de grupo. Tiene más consistencia tera­
péutica y es más fácil técnicamente enfocar con profundidad al grupo y los
procesos interpersonales aun en las sesiones más pequeñas. Considérese el
siguiente ejemplo clínico de un grupo que tenía diez meses de existencia:

Por varias razones (vacaciones, enfermedades y resistencia) sólo dos miembros


(y el terapeuta) asistieron: Mary, una mujer de 38 años deprimida, al borde de
la esquizofrenia, quien en dos ocasiones había necesitado ser hospitalizada, y
Edward, un esquizoide de 23 años, psicosexualmente inmaduro, con una colitis
ulcerante de mediana gravedad.
Mary empleó gran parte del inicio de la reunión en describir la profundidad
Je su desesperación, que en la semana pasada había alcanzado tales proporcio­
nes que se había sentido tentada a suicidarse y, ya que el terapeuta del grupo
estaba fuera de la ciudad, había acudido a la sala de emergencia del hospital.
Allí, ella subrepticiamente leyó su hoja clínica y descubrió una nota de consulta
escrita el año anterior por el terapeuta de grupo, en la que había diagnosticado
que estaba al borde de la esquizofrenia. Ella dijo que había previsto este diag­
nóstico y que deseaba que el terapeuta la hospitalizara. Edward entonces recordó
un fragmento de un sueño que había tenido varias semanas antes, pero que no
lo había examinado: el terapeuta estaba sentado junto a un gran escritorio y lo
entrevistaba. Él, Edward, se levantó y miró el papel en el que el terapeuta estaba
escribiendo. Allí vio escrita con grandes letras una palabra que abarcaba toda la
página: impotente. El terapeuta les ayudó a examinar sus sentimientos de miedo,
de dependencia impotente, y su resentimiento con él, y también su inclinación a
no aceptar la responsabilidad y a proyectarle sus sentimientos negativos.
Mary procedió a hacer énfasis en su insignificancia describiendo su torpeza
para cocinar y su descuido para pagar deudas, que era tan extremado que temía
que la policía la persiguiera. El terapeuta y Edward comentaron su resistencia
persistente en comentar sus realizaciones positivas: por ejemplo, su continuo
desempeño de alto nivel en su profesión de maestra. El terapeuta preguntó si la
presentación que hacía de sí misma como una mujer indefensa no estaba ilesti
nada a producir una reacción de atención y preocupación en los otros miembros
y en el terapeuta, y que ella creía que no podía producirla de ningún otro modo.
Edward entonces mencionó que había acudido a la biblioteca médica el din
anterior a leer algunos artículos profesionales del terapeuta I n respuesta a las
preguntas del terapeuta acerca de lo que él realmente deseaba enconliai. I dwiud
LA IN IC IA C IÓ N in

respondió que creía que en realidad deseaba saber lo que el terapeuta pen;.alt:i
de él, y más tarde describió, por primera vez, su deseo de recibir en loiiin.
exclusiva la atención y el afecto del terapeuta.
Más tarde el terapeuta expresó pena porque Mary hubiera leído su ñola « n
la hoja clínica. Ya que había un elemento real en la angustia de la paciente al \a
ber que su terapeuta había diagnosticado que estaba “al borde de la esqui/oh.
nia” , el terapeuta examinó, con sinceridad, su propia molestia por haber tenido
que usar marbetes de diagnóstico en los registros del hospital y le comunicó . 1 la
paciente la confusión que rodea la terminología nosológica psiquiátrica; recoi dó
lo mejor que pudo sus motivos para usar ese marbete y sus implicaciones.
Mary entonces comentó la ausencia de los miembros y preguntó si ella l<>
había alejado del grupo (una reacción común ante la ausencia de los miembros)
Ella insistió en su sentimiento de insignificancia, y, a sugerencia del terapeuta,
hizo un inventario de sus características negativas, citando su desidia, egoísmo
codicia, envidia y sus sentimientos hostiles con los que se encontraban en o
ambiente social. Edward apoyó a Mary y estuvo de acuerdo con ella e ¡denliln •>
muchos de estos sentimientos en sí mismo. Examinó qué difícil le había .alo
revelar algo en el grupo. (Edward había revelado muy pocas cosas sobre él ,mi.
en el grupo.) Más tarde examinó su temor de embriagarse o perder el eon im l
de otra manera; podría volverse indiscreto sexualmente. Edward entonce'. . ...
minó, por primera vez, su temor al sexo, su impotencia, su incapacidad pan» i> n< ■
una erección, y sus negativas de último momento para aprovechar he. opoiiuul
dades sexuales. Mary simpatizó profundamente con Edward y, imuqu. . lia
durante algún tiempo había considerado aborrecible el sexo, expresó un linih
sentimiento: le gustaría ayudarlo entregándosele sexualmente. Edwanl rutón»,
describió su vigorosa atracción sexual hacia Mary, y más tarde él y Mary »-hmil
liaron sus sentimientos sexuales hacia los otros miembros del grupo. I'.l teinpeui.»
observó, lo cual mostró posteriormente ser de gran importancia terapéutica pan»
Mary, que su interés en Edward y su deseo de entregársele sexualmente ni-galin
muchos elementos de su inventario: su egoísmo, su codicia, y su hostilidad ubi» un
con los otros.

Los aspectos de esta reunión, relevantes para el presente examen, son rvidi u
h '. por sí mismos. Aunque sólo estaban presentes dos miembros, se ........io n
como mi grupo, y no como dos pacientes individuales. Se discutió a los olio*
imcmbios ¡n absentia, y se manifestaron y analizaron senlimienlos inlcipci
•olíales no expresados previamente enlre los dos pacientes y hacia el Iciupciila
l íic una sesión valiosa, profundamente significativa pura ambos pailicipaulcs

/.</ tn< o r / i o i i i i i o n de nuevas m ie n ih io s

( lia n do rI n u m e ro .1. los iiile g iim h i del g u ip o drselrnd» n nivelen b a j o 1,


( mi g e m í al t i m o m n i u b i. r, o i n c u o 1, ) el leí apcubt d» be iip ir g n i nuevos mi. m
336 LA IN IC IA C IÓ N

bros. Esto puede ocurrir en cualquier momento durante el curso del grupo,
pero, a menudo hay momentos críticos en éste cuando se le incorporan
nuevos pacientes: durante las primeras doce o veinte reuniones (para reem­
plazar a los que abandonan pronto al grupo) y aproximadamente después de
un año y medio (para reemplazar a los miembros que han mejorado y que
ya no necesitan recibir terapia).

El momento oportuno. El éxito de esta operación depende, en parte, de


que se realice en"el momento adecuado; hay momentos favorables y desfavo­
rables para incorporar nuevos miembros al grupo. Por lo general cuando un
grupo está en crisis, o se dedica activamente a una lucha cruenta, o de pronto
entra en una nueva fase de desarrollo, es un momento inadecuado para acep­
tar nuevos miembros. Con frecuencia rechazará a los recién llegados o evadirá
enfrentarse al problema crítico del grupo y en vez de esto dirigirá sus ener­
gías hacia los miembros que llegan. Un ejemplo podría ser un grupo que, por
primera vez, se enfrenta a los sentimientos hostiles hacia un paciente domi­
nante, monopolizador, o un grupo que recientemente ha desarrollado tal
cohesión y confianza que un miembro, por primera vez, comparte un secreto
muy importante con el grupo. Algunos terapeutas posponen agregar nue­
vos miembros aun cuando los integrantes del grupo se reduzcan a cuatro o
cinco miembros, si el grupo está funcionando bien. Y o prefiero no demorar
esto y rápidamente empiezo a seleccionar a los posibles candidatos. Los grupos
pequeños, aunque sean muy cohesivos, posteriormente se volverán más peque­
ños por las ausencias o los miembros que terminan la terapia y pronto el grupo
carecerá del necesario juego de la interacción para realizar un trabajo eficaz.
El periodo más adecuado para incorporar nuevos miembros es durante una
fase de estancamiento del grupo. Muchos grupos, en especial los antiguos,
perciben la necesidad de nuevos estímulos, y activamente alientan al terapeuta
a admitir algunos miembros.

La reacción del grupo. Una caricatura en el Punch citada por Foulkes,'11'


representa a una mujer fatigada y a su hijo tratando de abrirse paso en un
carro del tren abarrotado de gente. El niño mira a su madre y le dice: “ No le
preocupes, -madre, en la siguiente parada será nuestra oportunidad de odiai
Esta similitud con los nuevos pacientes que entran al grupo es mordaz. I .1
hostilidad con el recién llegado es evidente hasta en un grupo que le ha rogado
al terapeuta que admita nuevos miembros. Un análisis del contenido de la
sesión en que entra un nuevo miembro o miembros revela varios problema',
que difícilmente están de acuerdo con una hospitalidad benévola. I I grupo
de pronto emplea mucho más tiempo que en las reuniones auleiiores hablan
tío de “ los viejos buenos tiempos” Son recordados ávidamente los mu uibios di I
LA IN IC IA C IÓ N 117

grupo que partieron hace mucho y los sucesos de las reuniones pasadas, y a
los nuevos miembros les recuerdan insidiosamente, para que no la olviden, ai
condición de novatos.
En forma similar, los miembros pueden expresar el parecido que ndvii i
ten entre el nuevo miembro y alguno que ya no está presente en el pi u|>•*
Una vez observé una reunión en la que entraron dos nuevos miembros II
grupo observó una similitud entre uno de ellos y Matthew, un paciente <po
(el recién llegado lo supo pronto) se había suicidado un año antes; al oim
paciente lo compararon con Roger, un paciente que había abandonado ni
grupo, desalentado y sin mejorar después de tres meses de terapia. Obséivi •
que estos grupos no advertían la acritud de sus recepciones y conscicntenu un
creían que les estaban dando la bienvenida a los recién llegados. Id guipo
también puede expresar su ambivalencia discutiendo, en la primera icmiioit
ile los recién llegados, problemas amenazadores que ponen a prueba mi mui
fianza. Por ejemplo, en la sesión decimoséptima (en la que entraron dos
nuevos miembros) un grupo discutió por primera vez la capacidad de lo\ •ot<
lapeutas. Señalaron que éstos se encontraban registrados en el hospital «•mo•
estudiantes residentes y que sospechaban que podrían estar dirigiendo su ........ i
grupo. Sin embargo, este tema, válido e importante, que debía discutir.. •i .
muy amenazador para los nuevos miembros. Es interesante observai qm . i i
información ya la conocían varios miembros del grupo, pero no la liabíun nm i
do hasta esa reunión.
Desde luego, hay sentimientos simultáneos de bienvenida y apoyo puta I"
nuevos miembros que son muy evidentes si el grupo ha estado Iu i m undulo
Los miembros pueden mostrar una gran amabilidad y paciencia al (intuí .1
temor inicial o la actitud defensiva de los novatos. De hecho el guipo pued.
comportarse de diferentes maneras para aumentar su atractivo para el uriru
llegado. A menudo los pacientes ofrecen testimonios espontáneos y desenlien
las diversas mejorías que han conseguido. En un grupo, un recién llegado I.
pieguntó a una paciente defensiva, malhumorada, acerca de sus piogieso1
antes de que ella pudiera responder, otros dos miembros, creyeron qm ella di
ulgiuiía al grupo, la interrumpieron para describir sus propios piogie.n'
Aunque los grupos pueden descaí inconscientemente dcsalentai a los m i. n
llegados, parecen prefeiii hacer esto nmcua/andolos o estableciendo mo
di iniciación severos; los miembros no desean disuada a los nuevos di pu
•luíalo tanto a su guipo que los candidatos ya no quieran uniisc a esb

/ói.amev ¡uno lo iciuiion >lrt >;mi>o llay vanas in/ones para la u>an ion
lU iibiva len lc del grupo ante los nuevos Algunos de mis m ie n ib io s . que evalúan
Milicho la Molidaiidad v la i ola si oi i del guipo, pueden consuleiai i uulqulia
•amblo pioptiesto una uilli lltl/a pata el \hfltl ifUd, O l i o s pueilcu iin a g u iai <|i|i
MH LA IN IC IA C IÓ N

los nuevos miembros son rivales en potencia de la atención del terapeuta y del
guipo. Perciben que está en peligro su papel imaginario de hijo favorito. Otros
miembros, en especial los que tienen conflictos en el área del control y del
dominio, pueden considerar a los nuevos pacientes una amenaza para su posición
en la jerarquía del poder.
I I sueño que tuvo un grupo es bastante ilustrativo. George era muy narci-
sisia y había estado en el grupo durante 16 meses. Era un miembro de grupo
con experiencia, capaz de hacer comentarios perspicaces, útiles, a los otros
miembros, que lo trataban con mucho respeto. Tenía un vigoroso sentimiento
de que el terapeuta lo prefería a los otros pacientes del grupo. Cuando éste
(•lo tenía cinco miembros, dos nuevos pacientes masculinos entraron (ambos
inteligentes y vigorosos) y de inmediato desafiaron el papel de George en el
i tupo, l a noche posterior a la reunión en que entraron los nuevos miembros,
(íroige sonó:

Yo en un grupo con tres mujeres, un hombre y el terapeuta. Uno de los


estábil
liombie s estaba escribiendo a máquina y el terapeuta lo despidió. (N. B.: uno
de los nuevos miembros era periodista.) Intenté hablar con los otros, pero no
me escucharon. Después traté de hablarle al doctor. .. pero él también me ignoró.
Me levante, le dije al grupo que me retiraría, y salí de la habitación. Nadie trató
de (leltMieimc. Cuando llegué afuera no sabía qué hacer. Me asomé al interior,
peí o aún me ignoraron. Partí con el sentimiento de estar completamente solo.

I)( modo similar, en otro grupo al que entró una nueva paciente, las dos
miembros femeninas del grupo desesperadamente protegieron su posición,
i mplcuioii muchos artificios para aumentar su prestigio, incluso recitaron poc-
i.r. ( liando John Donne es citado en un grupo de terapia como parte del rito
de iniciación, es difícil que esto tenga un fin estético.
Una preocupación común del grupo es que, aunque necesite nuevos miem-
bnr.. éstos retrasarán al grupo. El grupo teme que el material conocido deba
n-peiirse para los recién llegados, y que el grupo deba reciclar, por decirlo
a-.l, y icvlvii las etapas de introducción social gradual y el protocolo ritual.
I .la peispectiva es irreal. Los nuevos pacientes que entran en un grupo en fun
i lonumicnlo por lo general avanzan con rapidez al nivel de comunicación que
picvfllcce en el grupo, y no pasan por las primeras fases de prueba carae
Iciíslicas de los miembros de un grupo recién formado. Una fuente adicional
ile ambivalencia ante los recién bogados, pero menos frecuente, es la amenaza
que plantean estos individuos a los pacientes del grupo que han mejorado y que
trinen veise en los recién llegados como se encontraban al principio de su tria
pía l'ara cvltai exponerse de nuevo a los dolorosos periodos pasados de su
vida. I’ireuu nteinenti eluden a los nuevos pacientes que paireen una icencai
muiou de m i yo ailtnioi
LA INICIACIÓN 339

El bautismo de fuego que sufrió una nueva paciente en un grupo ilustra


muchas de estas dinámicas. Katherine, una mujer de 55 años de edad, deprimi­
da por la enfermedad mortal de su madre, entró en un grupo de seis miembros,
todos entre los 25 y los 35 años de edad. El grupo había estado muy sexua-
lizado, y dos miembros sostenían una relación sexual (véase el capítulo xi, donde
se encuentra una descripción más detallada de este grupo) y los otros parti­
cipaban profundamente en los temas sexuales que evocaba esta relación. Al
terapeuta le preocupaba que el grupo permaneciera en esa zona estrecha,
genital de la vida, y que las oportunidades del aprendizaje se vieran gravemente
en peligro. Él en forma deliberada admitió a una paciente con un conjunto
distinto de preocupaciones vitales con la esperanza de introducir, de golpe,
problemas en el grupo, como la vejez, la muerte, los padres y las pérdidas.
El grupo recibió a Katherine con una barrera de fuego continuo; antes de
que terminara su primera reunión, algunos miembros le habían gritado y otros
dieron un ultimátum: ella o ellos tendrían que partir del grupo.
El análisis de la conducta del grupo, en las siguientes reuniones, descubrió
varias causas de su reacción. Gran parte de ésta era ira desplazada contra el
terapeuta. El grupo se sentía traicionado; los miembros creían que el terapeuta,
al llevar a Katherine, estaba condenando y controlando sus conductas. Habían
considerado que el grupo era suyo y se sentían resentidos por no haber sido
• insultados en la selección del nuevo -miembro. Parte de esa ira se basa en la
tiansferencia, ya que los miembros irrealmente reaccionaban ante Katherine co­
mo si ella fuera una vieja que los rechazaba y desaprobaba. Sin embargo,
t M' enojo lo había provocado Katherine; entró agresivamente en el grupo, no
• .perú a que le preguntaran por qué estaba allí, y les dio muchos consejos
i los otros miembros. En general, se espera que los nuevos miembros “ obser-
' - n el terreno” para descubrir las normas del grupo antes de aventurarse en
• le l .os nuevos miembros que desafían o ignoran esta convención a menudo
no encuentran una recepción favorable.

I <i\ unías terapéuticas. Los nuevos miembros que entran en un grupo ya for-
.....lo necesitan que el terapeuta los prepare para la experiencia terapéutica.
N•l< m e. de preparar a estos pacientes de la manera común (véase el capí-
•nlo i s ) , también debe intentar ayudarlos a enfrentarse a la tensión singular
*|*i. .a onipaña el ingreso a un grupo establecido. Yo prefiero anticiparles a los
i..... ni» -, los sentimientos de exclusión y asombro que tendrán al entrar
t n mui cullma poco común que ellos no han contribuido a crear. Debe dár-
i l< m jmiiidmlrs que les peimitiian eiilriu y pítrlicipai a su propio paso. Los
.... mis pacientes que riilrun a guipo*, establecidos pueden sentirse atemorizados
I".| Io complejidad, la Mineetklud, la facilidad de la comunicación Interpersonal
i la oiidiK la d( ios miembros mas expt ilmentiidn*.; lamban pueden Mentirse
.140 LA INICIACIÓN

asustados o temer el contagio, ya que de inmediato se enfrentan con pacientes


que revelan aspectos más “ enfermos” que los que se revelan en las primeras
i enmones de un nuevo grupo. Estas contingencias deben discutirse con el
paciente. Por lo general, es útil describirles a los pacientes nuevos, los princi­
pales sucesos de las últimas reuniones. Si el grupo ha vivido algunos sucesos par-
lieularmente intensos, tumultuosos, es conveniente preparar aún más al nuevo
paciente.
Muchos terapeutas prefieren introducir a la vez a dos nuevos miembros.
I la práctica puede tener ventajas para el grupo y para los recién llegados.
I I grupo ahorra energía y tiempo asimilando a la vez a los dos pacientes; los
nuevos pacientes pueden aliarse, y por ello sentirse menos extraños. La intro­
d u c c i ó n e n pares no produce una tasa estadísticamente más baja de deserciones

del guipo,'11 y ocasionalmente si un paciente se integra al grupo con más


l.u iliilad que el otro, puede ser contraproducente y crear aún mayor intranqui­
lidad en el otro recién llegado; sin embargo, es recomendable introducir en pa-
i e*. ¡i Ins miembros.
I I numero de nuevos pacientes que entran al grupo influye profundamente
e n el i lempo d e la absorción. Un grupo de seis o siete miembros en general
pnedi absorber a un nuevo miembro con poco alboroto; el grupo continúa su
I I nlu|o haciendo sólo breves pausas y rápidamente impulsa al nuevo miembro.

l*oi o l í a parle, un grupo de cuatro miembros que se enfrenta a tres nuevos


iiumibios con frecuencia hace un alto brusco en el que todo el trabajo cesa,
V el guipo dedica todas sus energías a la tarea de incorporar a los nuevos
mu minos. Los antiguos pacientes se preguntarán cuánto pueden confiar en los
nm vos. ¿Se atreverán a seguir con el mismo grado de revelación de sí mismo
V <lr correr riesgos? ¿Hasta qué grado su grupo familiar, tranquilo, cambiará
p.iiu siempre? Los nuevos miembros buscarán guías para su conducta. ¿Qué
rs aceptable en este grupo? ¿Qué está prohibido? Si su recepción no es agrada­
ble, ellos pueden buscar la tranquilidad inherente en una alianza entre los
ie< ién llegados. El terapeuta advertirá frecuentemente que se afirma “ nosotros”
v “ellos” , o “ los antiguos miembros” y “ los nuevos miembros” . Debe observar
fríos signos de cisma. Hasta que se realiza la incorporación, sólo se hace muy
poco n abajo terapéutico. A menudo surge una situación similar cuando los
leriipculas intentan amalgamar a dos grupos cuya cantidad de miembros se lia
i educido. IVligo la impresión clínica do que este procedimiento no es conve
mente; con mucha frecuencia el choque de culturas y la formación de cama
lillas que siguen los lincamientos de los grupos anteriores puede persistí i
<Imtinte un periodo notablemente largo.
lina interesante variación estratégica del proceso de añado nuevos miembios
consiste en incluii al guipo en la decisión de la selección l’ oi ejemplo, el
li'iapcilln puede peimilu que lodo el guipo entreviste a los aspo antes y, des
LA INICIACIÓN 341

pués de que parten los candidatos, se vota su admisión. Esto puede parecerle
una prueba amenazadora al nuevo paciente, pero no necesariamente lo es. El
terapeuta, en una sesión de selección individual inicial, puede preparar al
paciente para la entrevista de grupo. Puede presentar el procedimiento desde
la perspectiva de encontrar la “ adaptación” adecuada entre el paciente y el
grupo. Además, este procedimiento puede tener dos objetivos: el candidato pue­
de evaluar al grupo y también ser evaluado por los miembros. Desde luego, si
el grupo decide no aceptar al paciente (esto ocurre rara vez), los terapeutas
asumen la responsabilidad de enviar al paciente a otro grupo. Este procedi­
miento es complicado y requiere mucho tiempo; sólo debe usarse en un grupo
que ha madurado y se ha vuelto un grupo de trabajo maduro. Sin embargo,
tiene varias ventajas para el paciente y para el grupo. Que el paciente haya
tenido que superar obstáculos para unirse al grupo hace que llegue a valuarlo
más. ¿No es éste el principio de las iniciaciones de las fraternidades, del estu­
dio de noviciado en la masonería, y del aprendizaje largo y costoso en las
organizaciones como las sociedades psicoanalíticas? Los miembros del grupo,
por otra parte, después de desempeñar un papel activo en el proceso de tomar
decisiones, asumirán la responsabilidad de su decisión y emplearán considera­
bles energías en ayudar al nuevo miembro a formar parte del grupo. ¿No
es éste el principio que se encuentra detrás de todas las formas del proceso de
grupo democrático?
Introducir nuevos pacientes puede, si se considera adecuadamente, fomentar
el proceso terapéutico de los antiguos miembros que pueden reaccionar con
r si ¡los muy idiosincrásicos ante los recién llegados. Un principio importante
«le la terapia de grupo, que ya hemos examinado en ocasiones anteriores, es
que cualquier estímulo importante que se le presenta al grupo produce varias
i> acciones en los miembros del mismo. La investigación de las razones que
.< encuentran detrás de estas diferentes reacciones por lo general es una busca
hm iñosa que aclara aspectos de la estructura del carácter. Observar que los
•tiros reaccionan ante una situación de una manera marcadamente distinta,
• . una experiencia impresionante que puede ofrecer un considerable insight
Iun . 1 la propia conducta. Esta oportunidad no existe en la terapia individual,
peí o constituye una de las principales fuerzas de la terapia de grupo. Un
•|. mplo clínico ilustrativo puede aclarar este punto.

Un nuevo miembro, Alice (una divorciada de 40 años de edad) fue presentada


mi ln reunión decimoctava tlel grupo. Los tres hombres de éste la recibie-
idii de muñeras asombrosamente distintas.
I’elei llegó quince minutos tarde, y pm consiguiente no estuvo en la presen-
i ii ion Durante ln siguiente lioin estuvo activo en el grupo, discutió problemas
•1 1 1 . Iiiiliinii quedado pendienlri cu ln leimión iinlerloi, y también los sucesos que
142 LA INICIACIÓN

1c habían ocurrido durante la semana pasada. Ignoró completamente a Alice,


evitó aun mirarla, una formidable hazaña en un grupo de seis personas en una
gran proximidad física. Más tarde, en la reunión, cuando los otros intentaban ayu­
dar a Alice a participar, él, aún sin presentarse con ella, le hizo preguntas como
si lucra un fiscal. Peter, un devoto católico, de 28 años de edad, padre de cuatro
hijos, había acudido a la terapia porque, como lo había dicho, amaba demasiado
u las mujeres y había tenido una serie de aventuras fuera del matrimonio. En las
siguientes reuniones el grupo usó los sucesos de la primera reunión de Alice para
ayudarle a Peter a investigar la naturaleza de su “amor” por las mujeres. Poco
n poco llegó a reconocer que usaba a las mujeres, incluso a su esposa, como
objetos, apreciando sólo sus órganos genitales y permaneciendo insensible al
inundo de sus sentimientos y de sus experiencias.
Los otros dos hombres del grupo, Brian y Arthur, por otra parte, se sintieron
preocupados por Alice durante su primera reunión. Arthur, un homosexual de
'•I irnos de edad, que había acudido a la terapia para intentar cambiar su orien-
Ineión sexual, reaccionó vigorosamente ante Alice, y descubrió que no podía
miiarla sin experimentar una fuerte sensación de embarazo. Su intranquilidad y
o sonrojo fueron evidentes para los otros miembros, quienes le ayudaron a ex-
ploiai más profundamente que antes su relación con las mujeres del grupo. Arthur
linbia desexualizádo a las otras dos mujeres del grupo al establecer en su fantasía
una 1 1 'Ilición fraternal con ellas. Alice, que era sexualmente atractiva, divorciada
v * .laha “disponible”, y al mismo tiempo tenía suficiente edad para infundirle
•« niimlenlos filiales muy afectuosos, le presentó un problema especial a Arthur,
quien pi oviamente había permanecido en un nicho demasiado cómodo en el
grupo.
Ib mu, por otra parte, traspasó a Alice con su mirada y le dirigió una sonrisa
amplia y constante durante toda la reunión. Brian, un hombre extraordinaria­
mente dependiente de 23 años de edad, había acudido a la terapia debido a una
depresión que tuvo luego de una ruptura amorosa. Después de perder a su
nuulro en la infancia, lo habían educado una serie de institutrices, y sólo había
tenido contactos ocasionales con su padre, poderoso e indiferente, que lo aterro-
ii/nhn. Sus aventuras románticas, que había tenido con mujeres considerablemente
mayores que él, en forma invariable habían fracasado debido a las exigencias
Insaciables que hacía en sus relaciones. Las otras mujeres en el grupo en las
ultimas reuniones similarmente se habían alejado de él, y con una sinceridad
progresiva le hicieron ver, según sus palabras, que se portaba como un perrito
tablero. Brian le dio la bienvenida a Alice, esperando encontrar en ella una nueva
Iliento de ayuda. Alice en las reuniones posteriores resultó ser muy útil para
Brian, ya que ella reveló que durante su primera reunión se sintió muy molesta
con su sonrisa implorante y tuvo el persistente sentimiento de que una relación
con Brian la dejaría totalmente vacía.

I'íi los siguientes lies capítulos examinaremos las ultimas etapas de la terapia
l'ieml una ve/ comparó la psiuoteiapia con el ajedrez, porque se lia escrito y
LA INICIACIÓN 343

se conoce más acerca de las aperturas y de los jaques que del juego intermedio.
Según esto, las etapas iniciales y de la terminación de la terapia pueden exa­
minarse con cierta exactitud, pero el gran conjunto de la terapia no puede
describirse sistemáticamente. Por ello, en los siguientes capítulos me referiré de
una manera más general a los temas y a los problemas de las últimas etapas
de la terapia y a algunas técnicas especializadas de la misma.

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144 LA INICIACIÓN

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XI. EL GRUPO AVANZADO

D espués de que el grupo ha sobrevivido los primeros meses, ya no es posible


describir separadamente las etapas de su desarrollo. Cuando un grupo logra
cierta estabilidad, comienza el prolongado proceso de análisis, y los principales
factores curativos que describí en los anteriores capítulos operan con creciente
fuerza y eficacia. Cada miembro, a medida que se integra con mayor profundi­
dad al grupo, le revela a los otros y a sí mismo los problemas que tiene en su
vida. No carece de límites la riqueza y la complejidad que puede caracterizar
a las sesiones de grupo.
Nadie, pues, puede ofrecer una guía de procedimiento específica para cada
contingencia. Por lo general, el terapeuta debe esforzarse por alentar el desarro­
llo y el funcionamiento de los factores curativos. La aplicación de los principios
básicos del papel y la técnica del terapeuta en los sucesos específicos del
grupo y en la terapia de cada paciente (que examiné en los capítulos v y vi)
constituyen el arte de la psicoterapia, y en éste no hay sustituto de la expe­
riencia, la revisión y la intuición.
Sin embargo, ciertos temas y problemas ocurren con suficiente regularidad
y necesitan discutirse. En este capítulo considero el fenómeno del subagrupa-
micnto, la revelación de sí mismo, el conflicto y la terminación de la terapia, y
en el capítulo xn “ Los pacientes problemáticos” , me referiré a ciertas formas
concurrentes de la conducta que representan un desafío para el terapeuta y
para el grupo.

El s u b a g r u p a m ie n t o

I a fragmentación (la división en subunidades) ocurre en casi todas las orga­


nizaciones sociales. El proceso puede ser transitorio o duradero, útil o dañoso,
para la organización matriz. Los grupos de terapia no son una excepción; la
formación de subgrupos es inevitable y a menudo perturbadora en la vida
di I gi upo; allí también este proceso, si se comprende y se aprovecha adecua-
dameute, puede favorecer el trabajo terapéutico.
I i formación de un subgrupo en el grupo terapéutico surge de la creencia
•Ir dos o más miembros ríe que pueden encontrar más satisfacción en una rela-
' i....... mina que de la relación con lodo el grupo. La socialización fuera del
guipo con frecuencia es la primera elupu del subagrupamiento. Una camarilla
di lies o m a llo miembros puede empezai a visitarse mutuamente en sus
>a ..i'., a m >slc iici piolougada , convcis aciones telefónicas, o a realizar empresas
i onieiciali". con lo . o lio 1, t u ocasione, los imrmhtos se relacionan sexual
346 EL GRUPO AVANZADO

mente. Sin embargo, la formación del subgrupo puede ocurrir completamente


dentro de los límites de la habitación de la terapia de grupo, cuando los miem­
bros que perciben que son similares forman coaliciones. Puede haber cualquier
cantidad de vínculos comunes: un nivel educativo semejante, valores, edad,
estado civil o status de grupo similares (por ejemplo los originales miembros
“ antiguos” )- En las organizaciones sociales, en especial en las que son más
grandes que un grupo de terapia, característicamente se desarrollan facciones
opuestas (dos o más subgrupos en conflicto), pero no sucede lo mismo en los
grupos de terapia, en los que se forma una camarilla, pero el resto de los miem­
bros del grupo, excluidos de ésta, a menudo no forman un segundo subgrupo.
Los miembros del subgrupo pueden identificarse por una regla general
de conducta: están de acuerdo entre sí, sin importar los temas que se traten, y
evitan enfrentamientos entre sus miembros; pueden intercambiar miradas de in­
teligencia cuando habla un miembro que no es de la camarilla; pueden llegar
y partir juntos de la reunión.

Efectos del subagrupamiento

El subagrupamiento puede tener un efecto extraordinariamente perturbador


en el curso de la terapia de grupo. En un estudio1 de 35 pacientes que en
forma prematura abandonaron la terapia de grupo, descubrí que once (31 por
ciento) la abandonaron debido a problemas relativos al subagrupamiento. Sur­
gen complicaciones ya sea que el paciente esté incluido o excluido del sub­
grupo.

Inclusión. Los que están incluidos en una diada o en un subgrupo mayor


a menudo descubren que la vida en el grupo es mucho más complicada y menos
satisfactoria. Cuando un paciente traslada la lealtad de las metas del grupo a las
metas del subgrupo, ésta se convierte en el principal problema. ¿Debe obedecer
las reglas de procedimiento del grupo de una discusión libre y sincera de los
sentimientos si, al hacerlo, traicionará la confianza establecida secretamente con
otro miembro? Por ejemplo, dos miembros de un grupo, Christine y Jcrryt
con frecuencia se reunían después de la sesión de terapia y tenían prolongadas
e intensas conversaciones. Jerry había permanecido alejado del grupo y lia
bía buscado a Christine, porque, como le informó a ella, creía que sólo ella
podía comprenderlo. Después de obtener su promesa de guardar secreto,
él pronto pudo revelarle a ella sus obsesiones homosexuales y sus relaciones
pederastas ocasionales. Al regresar al grupo, Christine se sintió atada poi su
promesa y evitó interactuar con Jerry, quien más tarde abandonó al guipo mu
tener una mejoría. Irónicamente, Christine era una paciente muy sensible
en el grupo y podría haberle sido en especial útil a Jerry alentándolo a pm
EL GRUPO AVANZADO M7

ticipar en el grupo si no se hubiera visto contenida por las normas antitcia


péuticas del subgrupo: su promesa de guardar secreto. Otro ejemplo de mi
conflicto entre las normas de un grupo y las de un subgrupo lo citan Lindi
y Sherman:2

Un hombre más viejo, paternal, ofreció llevar en su automóvil a dos pncienii .


a sus casas, y en el camino los invitó a ver televisión en la casa de el. I <>. vm
tantes atestiguaron una discusión entre el paciente más viejo y su esposa, v en
una sesión de grupo posterior le dijeron que creían que maltrataba a su ■ |.....
El paciente más viejo, que evidentemente se sintió traicionado, consulen. u
enemigo al grupo y no su amigo; pareció desarrollar sentimientos do rccha/", \
abandonó el tratamiento.

Problemas similares y muy graves ocurren cuando los miembros del guipo
tienen relaciones sexuales: a menudo temen “ manchar” (com o un p;u a ni.
afirmó) una relación íntima al discutirla en público. Freud, quien no pi.niio.
la terapia de grupo clínica, escribió en 1921 un ensayo visionario sobre la p .n..
logia de grupo,3’ 4 en el que subrayaba la incompatibilidad entre una rclm....
sexual y la cohesión del grupo. Podemos no estar de acuerdo con su argmm m.,
medular (que los instintos sexuales inhibidos contribuyen a la energía coln n a
del grupo), pero sus conclusiones son decisivas: ningún vínculo de guipo ya
sea raza, nacionalidad, clase social, o creencias religiosas, puede ...................
intacto ante la importancia abrumadora que se otorgan en forma mullía •I..
enamorados. Obviamente los vínculos de la terapia de grupo no son una . -. . (.
eión. Los miembros de un grupo de terapia que tienen relacione', umnm.a
sexuales casi invariablemente llegan a valuar más su relación diada a qm u
i elación con el grupo. Sacrifican su valor mutuo como compañeros en el gmp...
se niega a traicionar la confianza; en sus esfuerzos por agradarse umltinmcnii
adoptan posiciones falsas en el grupo; actúan el uno para el olio y m olvi
dan de los terapeutas, de los otros miembros del grupo, y, lo que es nía
Importante, de sus metas básicas en la terapia. Con frecuencia los olios mu m
I k on del grupo advierten débilmente que algo importante está oeunirndo qu>
se evita en forma activa en las discusiones del grupo: una situación que usual
na ule produce una inhibición general en el grupo.
l‘oi casualidad obtuvimos algunas pruebas empíricas para fundamenlai . i.,
i iiiiiriitiuios. lln equipo de investigadores" estudiaba estrechamente a un gmp"
d. leiapia en el cual dos miembros desarrollaron una relación sexual Ya qm
.I estudio comenzó meses antes di’ que ocurriera la relación, hay dUpmiIbli
bia nos dalos básicos Vaiios observadores (y también los pacientes mismos en
I,, i ni slionaiios poSleiíoies al guipo) calila .non cada leimlóll en uno cm ala
.1. u le puntos cantidad de alecto expicsada, « anudad de levclaeion di i
mi ano y el valoi g e n i tal de la sesión Ademas, se icgislio la coincuU di I
348 EL GRUPO AVANZADO

sistema de comunicación consignando la cantidad y a quién dirigía sus afirma­


ciones cada paciente en una matriz que indicaba quién le había hablado a
quién. En el curso del periodo de observación dos pacientes, Bruce y Geraldine,
sostuvieron una relación sexual que, como supimos más tarde, se le ocultó
al terapeuta y al grupo durante tres semanas. En estas tres semanas hubo un
descenso pronunciado en la calificación de la calidad de las reuniones, también
hubo una expresión especialmente limitada de afecto y una disminución de la
revelación de sí mismo. Además, la actividad verbal total del grupo disminuyó
y apenas se registró un intercambio verbal entre Geraldine y Bruce. La pareja
resolvió el problema decidiendo que uno de ellos abandonaría al grupo (ésta
es una forma común de solución). Geraldine abandonó al grupo, y en la
siguiente reunión Bruce discutió todo el incidente con alivio y gran sinceri­
dad. (Las calificaciones de los pacientes y los observadores indicaron que esta
reunión fue valiosa, y hubo una fuerte expresión de afecto, una elevada revela­
ción por parte de los otros y de Bruce, y una corriente de interacción activa.)

Exclusión. Ser excluido del subgrupo también complica la vida del grupo.
El individuo siente una angustia asociada con sus experiencias de exclusión
anteriores lo que, si no se elimina mediante el análisis, puede alcanzar niveles
muy perturbadores. A menudo a los miembros les resulta excepcionalmentc
difícil comentar sus sentimientos de exclusión; pueden no sentirse inclinados
a entrometerse en una relación o arriesgarse a provocar la ira de los miembros
participantes al discutir al subgrupo en la sesión.
Los terapeutas tampoco son inmunes a este problema. Recientemente, uno de
mis supervisores descubrió a dos de sus pacientes de grupo (ambos casados)
que caminaban tomados del brazo por la calle. El terapeuta se sintió incapaz
de comentar esto y ofreció varias racionalizaciones: el terapeuta no debe mos
trarse ante el grupo como un espía o un padre que desaprueba; el terapeuta no
tiene derecho a presentar material no relacionado con el grupo; los miembros
participantes, cuando estén psicológicamente preparados, discutirán el problema.
Sin embargo, éstas son racionalizaciones; no hay un problema más importante
que la interrelación de los miembros del grupo. Si el terapeuta no desea
presentar todo el material sobre la relación de los miembros, difícilmente
puede esperar que éstos lo hagan. Si el terapeuta se siente atrapado en un
dilema (por una parte, necesita presentar estas observaciones y, por la olía,
le disgusta parecer un espía) con frecuencia el mejor enfoque es comparlii
con el grupo sus observaciones, su inquietud y su resistencia a discutirlas. I I
terapeuta puede preguntar por qué es el único responsable de presen!.m i esta1,
observaciones tan importantes para la terapia: ¿Por qué las parles in ic ie
sadas han eludido esta responsabilidad en su propia terapia?
Un grupo de estudiantes universitarios tenía un numero despropoieionada
EL GRUPO AVANZADO I4Y

mente elevado de deserciones en su grupo. Por varios factores, incluso mu


mala selección y complicaciones de subagrupamiento, cinco de los ocho miem
bros originales abandonaron al grupo. Los miembros restantes muy conmoví
dos por la amenaza a la existencia del grupo, se unieron y excluyeron ;i vano
recién llegados, quienes abandonaron al grupo después de unas cuantas reunió
nes. Como Frank6 señaló, ésta es una forma de suicidio del grupo, ya qiu .
si esto continúa, el grupo perecerá de atrición. Muchos grupos en esta situaeiuii
elaboran ritos de iniciación. En este grupo los ritos eran especialmente sevcne.,
los nuevos miembros se sentían excluidos y atacados. Un paciente señaló; 11
grupo me recibió como preguntándome: “ ¿Quién demonios eres tu? Senil
que era una comunidad cerrada y que yo era un intruso” . La cultura que .1
grupo original había establecido era burlonamente hostil: contenía mu. ha
bromas, sarcasmos y pocas expresiones de apoyo o sentimientos positivo1, \
los nuevos miembros que no habían tomado parte en la creación de la culiuia,
el ambiente les parecía excesivamente amenazador y destructivo. Estos Ir.......
y sentimientos de aislamiento se acentuaron mucho al saber que los mirmbio
originales se juntaban socialmente en reuniones informales en las que no . i.m
admitidos los nuevos miembros.

Las causas del subagrupamiento

1(1 subagrupamiento lo causan las fuerzas del grupo y las individuales, Algi....
grupos (y algunos terapeutas) tienen una incidencia despropon ioimdnuu ni.
elevada en el subagrupamiento. Algunos individuos invariablemente paita ipuimi
(ai un subagrupamiento en cualquier grupo al que pertenezcan.
1(1 subagrupamiento puede ser una manifestación de una gran hostilidad n.>
descargada en el grupo, en especial contra el jefe. En su clásica investiría l.m
-.obro los tres estilos diferentes de jefatura, Wliitc y Lippit7 observaron qm .1
guipo que más probablemente desarrolla facciones perturbadoras dentm di I p n
po y fuera de éste es el que tiene un jefe autoritario y restrictivo. I os mi. m
I k o n , incapaces de expresar su ira y frustración tic* un modo directo con «I ¡«I.
liberan estos sentimientos indirectamente uniéndose y rebelándose o v o h .....I*.
. Iiivos expiatorios a uno o más miembros.
I n mi examen de la tarea primaria y de la satisfacción seeundmia (cu el
. o|título v) ya la- presentado una di las principales dinámicas que suhyan u
m i el Niibagiupamienlo. ('liando los pacientes violan las noimas di I guipo
haciendo alianzas sceietas, pieílcicu Nallslacei sus necesidades que bien .o un
.amblo peí sonal, o sea, mi la/ón básica pina esliu en el guipo la lili.lia
i Ion de las necesidades octun piemaluiamenti mi I.i templa l'ni ejemplo, lo
paeleulos qui tienen luciles nrci sidades di intimidad, dependencia, conquista
V50 EL GRUPO AVANZADO

sexuales o de dominio pronto pueden percibir la imposibilidad de satisfacerlas


'•n el grupo y a menudo intentan colmarlas fuera del grupo formal. En
cierto sentido, estos pacientes están acting out, ya que, fuera del ambiente
di l;i terapia, desarrollan una forma de conducta simbólicamente determinada y
organizada que alivia sus tensiones interiores. Es excepcionalmente difícil dis-
imgiiir, excepto en retrospectiva, el acting out del actuar o participar en la
l« tapia de grupo. El curso de la terapia de grupo es un ciclo continuo de acción
v .malisis de ésta. El concepto del microcosmo social depende de que los pa-
« a ules desarrollen sus patrones habituales de conducta, y que después los exa-
miue el paciente y el grupo. El acting out, como una forma de resistencia a
la inapia, sólo ocurre cuando el paciente se niega a examinar su conducta
v inmpoco permite al grupo que lo haga. La conducta fuera del grupo que
M" la examina éste, se vuelve una forma' de resistencia muy potente; en cam-
l 1 1 1 1 la conducta fuera del grupo que subsecuentemente es presentada y anali-
/ mía en éste puede ser de importancia terapéutica considerable.

Consideraciones terapéuticas

l ». ninguna manera el subagrupamiento, con socialización o sin ésta fuera


del guipo, invariablemente es perturbador. Si las metas del subgrupo están de
ai nenio con las metas del grupo principal, el subagrupamiento en última instan-
. ia puede fomentar la cohesión del grupo; por ejemplo, una reunión en el café
n un equipo de boliche pueden operar positivamente dentro de una organiza-
i ion mh ul más grande. En los grupos de terapia, algunos de los incidentes más
agiiilu alivos ocurren por algunos contactos que hacen los miembros fuera
d. I grupo y que luego son plenamente analizados en la terapia. Por ejemplo, dos
miembros (un hombre y una mujer) que fueron a comer juntos discutieron
lie. nuevas observaciones y los conjuntos de sentimientos que surgieron en el
ambiente social. Ella se mostró más coqueta, y abiertamente seductora, de
lo que había sido antes en el grupo. Además, gran parte de esto era una con-
dúctil “ ciega” , fuera de su conciencia.
<>t i o grupo planeó ofrecerle una fiesta a un miembro que terminó su terapia.
Poi desgracia, éste tuvo que dejar la ciudad inesperadamente y la fiesta se
ca n e c ió I I miembro que actuaba como secretario social les avisó a los otros
di la cancelación, pero por error olvidó comunicarse con un miembro, Jim
I .i noche de la fiesta Jim esperó, en vano, en el lugar de la cita durante
dos liólas experimentando de nuevo muchos sentimientos de rechazo, exclusión y
auutign soledad, l a discusión de estas reacciones y que Jim no hubiera sentido
disgusto o lia, que hubiera pensado que sei excluido era imtiual, algo espetado,
como debeiht set” , le permitió luuei un fructuoso trabajo terapéutico Cuando
EL GRUPO AVANZADO 351

por fin se realizó la fiesta, el grupo produjo muchos datos. Los miembros
mostraron diferentes aspectos de sí mismos. Por ejemplo, el miembro que era
menos influyente en el grupo debido a su aislamiento, inhabilidad o a su falta
de voluntad para revelar algo de sí mismo, asumió un papel muy diferente
debido a su ingenio, a que contó muchos chistes, y a su agradable trato social.
Otro, que era un paciente de grupo experimentado, volvió a sentir miedo a las
situaciones sociales, no pudo sostener una conversación intrascendente, se refu­
gió detrás del papel de anfitrión, y se dedicó en forma activa a llenar las
copas vacías.
En otro grupo un ejemplo dramático de subagrupamiento eficaz ocurrió
cuando los pacientes se preocuparon por una paciente que estaba tan desespe­
rada que pensaba suicidarse. Varios miembros del grupo organizaron rondas
de vigilancia telefónica durante una semana, lo que resultó benéfico para
la paciente y para la cohesión de todo el grupo.
El principio es claro: cualquier tipo de contacto fuera del grupo puede ser
de considerable utilidad siempre que no se abandonen las metas del grupo
principal. Si estas reuniones se consideran parte del ritmo de la conducta del
grupo y de la comprensión de éste, el grupo puede obtener mucha información
valiosa. Para que esto ocurra, los miembros que participan deben informarle
al grupo todos los sucesos importantes que ocurran fuera de éste. Si no lo
hacen, se producirán los efectos perturbadores sobre la cohesión, que ya hemos
descrito. El subagrupamiento per se no es destructivo para el grupo; sino la
conspiración de silencio que generalmente lo rodea.
En la práctica, los grupos que sólo se reúnen una vez a la semana muy a me­
nudo sufren más los efectos perturbadores del subagrupamiento y no sus benefi-
t ios. Gran parte de la socialización fuera del grupo no la conoce directamente
este, y la conducta de los miembros participantes no puede analizarla el gru­
po Por ejemplo, el grupo no conoció la relación fuera de éste (que describí
antes ) entre Christine y Jerry, en la que Jerry reveló en forma confidencial
ti conducta homosexual. Christine le reveló este incidente un año más tarde
i nn psiquiatra investigador que la entrevistó para hacer un estudio de resulta­
dos psicotcrapéuticos.
H (empenta debe alentar la discusión abierta y el análisis de todos los con-
i o los fuera del grupo y todas las coaliciones dentro de éste. En la preparación
iiulei ior al grupo puede hacer hincapié en que el paciente tiene la responsabili­
dad dr comunicarle al grupo los contactos que se hacen fuera de éste. Si el
i. ntprulu supone por las mil atlas que intercambian tíos miembros en el grupo o
Im1 1 1 1 1 u pasean pililos luna tic este que existe una relación especial entre ellos,
no debe dudai contarle mis scnlimientoN al guipo listo no implica ninguna
■niii .i o acusación, ya que la investigación y la eonipiensión de una relación
.1 1. i diosa iiiln dos inicnibioN punir sci lan beneficiosa terapéuticamente como
.152 EL GRUPO AVANZADO

¡mali/ar un problema de hostilidad. El terapeuta debe intentar negar el concepto


falso de que la psicoterapia tiene un espíritu reduccionista, que todas las
experiencias se reducirán a algún motivo (y base) fundamental. Además, otros
miembros deben ser alentados a discutir sus reacciones ante la relación, ya
sea de envidia, celos, rechazo o una satisfacción vicaria.
Una advertencia práctica: los pacientes que tienen alguna relación fuera
del grupo y que no quieren discutirla en la terapia pueden pedirle al terapeuta
una sesión individual, y que el material discutido no se lo divulgue al resto del
giupo. El terapeuta que promete guardar secreto pronto descubre que se encuen­
da en una colusión insostenible, de la cual le es difícil liberarse. Y o sugiero
que el terapeuta de grupo no ofrezca guardar el secreto; sólo debe asegurar-
l< s a los pacientes que se guiará por su juicio profesional y que actuará en su
beneficio terapéutico.
Eos miembros del grupo terapéutico pueden establecer relaciones sexua­
la s. peí o esto no sucede con gran frecuencia. El grupo de terapia no es lasci-
vo, I os pacientes tienen graves conflictos sexuales que producen problemas
..... . impotencia, frigidez, alienación social y sentimientos de culpa sexuales.
l , iobal)le in ente hay muchas menos relaciones sexuales en un grupo de terapia
que en un grupo profesional o social con una duración similar.
El (empenta no puede, por decreto, impedir la formación de relaciones
■ 1 xnales m ninguna otra forma de subagrupamiento. Estoy de acuerdo con
Woll, quien afirmó:

| | I .os hombres y las mujeres que llegan a relacionarse así lo hacen compul­
sivamente, y por lo general esto se convierte en una familiaridad física, ya sea
q u e el médico lo prohíba o no. Después el terapeuta se enfrenta al sentimiento de
miga de los pacientes, a la tendencia a ocultar algunos aspectos y a un desafío
secreto q u e complica y oscurece la importancia del acto. Además, los pacientes
q u e se acuestan juntos también lo hacen con otras gentes fuera del grupo. En el
niiibienle terapéutico, la repetición del acto sexual tiene la ventaja de someter
la promiscuidad compulsiva a un examen bajo el microscopio.*

Considérese el ejemplo clínico (descrito en el capítulo n) de la señora Cape,


('luirles y Louis. Recuérdese que la señora Cape sedujo a Charles y a Louis
como parlé de su lucha por el poder con el terapeuta del grupo. El episodio
fue, en cierto sentido, perturbador para el grupo. El marido de la señora Cape
se enteró del incidente y amenazó a Charles y a Louis, quienes, junto con
olios miembros, desconfiaron tanto de la señora Cape que parecía inminente
la disolución del grupo. La crisis se resolvió cuando el grupo expulsó a la
mui a a ( 'upe (que continuó la terapia en otro grupo). A pesar de estas eompli
i aciones, se obtuvieron algunos beneficios El episodio se examino totalmente
( i i ( I guipo y los pailuipuntes obluvieion una cmr.idciahl< ayuda pura mi
EL GRUPO AVANZADO 353

patología sexual. Por ejemplo, Charles, aunque tenía un historial de relaciones


donjuanescas con las mujeres, al principio negó tener responsabilidad en este
asunto. Se lavó las manos respecto al incidente señalando que la señora Cape
le había pedido que se acostaran juntos, y, como él lo dijo: “ No desdeño un
dulce cuando me lo ofrecen” . Louis también tendió a negar la responsabilidad
por sus relaciones con las mujeres y por costumbre las consideraba objetos
o “ nalgas” . Charles y Louis se enfrentaron a las poderosas evidencias de las
implicaciones de su acto (los efectos en el matrimonio de la señora Cape
y en su propio grupo) y así percibieron la responsabilidad personal de sus actos.
La señora Cape, por primera vez, comprendió la naturaleza sádica de su
sexualidad; no sólo empleó el sexo como arma contra el terapeuta, sino, como
ya lo hemos descrito, como un medio para despreciar y humillar a Charles y
a Louis.
Si el terapeuta no puede prohibir el subagrupamiento, tampoco debe alen-
la rio. He descubierto que es muy útil aclarar mi posición en este problema
explicándosela a los pacientes en las sesiones preparatorias o iniciales. Les digo
que, según mi experiencia, la actividad fuera del grupo a menudo obstruye
la terapia y, si es necesario, les describo algunas de las complicaciones que he
examinado aquí. Hago énfasis en que si hay reuniones fuera del grupo, fortuitas
0 planeadas, es responsabilidad de los miembros y del grupo mantener plena­
mente informados a los otros. El terapeuta debe ayudarle al paciente a com-
prender que la experiencia de la terapia de grupo le ofrecerá las habilidades
necesarias para establecer relaciones duraderas, pero no le ofrecerá estas rela-
■iones. Si los pacientes no transfieren su aprendizaje, obtienen su satisfacción
i>ri;il exclusivamente en el grupo de terapia, ésta se vuelve interminable.
Según mi experiencia, no es conveniente incluir a dos miembros en un grupo
■le pacientes no hospitalizados que ya tienen una relación especial prolongada:
mi . ii ido y mujer, los compañeros de habitación, los socios, etc. Es perfectamente

po'uble enfocar la terapia de grupo en mejorar una relación prolongada, pero


il<> implica un tipo de terapia de grupo (grupo de esposos, terapia de toda la
1(mili,i. terapia de sistemas sociales) distinta a la que he descrito en este libro.
I n los grupos de psicoterapia para pacientes hospitalizados, el problema
nuil mas complejo, ya que los miembros del grupo viven todo el día en una
•■i......i eslieclia. l*oi ejemplo, en un grupo de un hospital psiquiátrico para
d. 11111 nenies, un problema de subagrupamiento había creado grandes divisiones.
I m n iie n ih io s del grupo que eran con m u ch o los más inteligentes, unidos, y
mi. jiu i din ados, h ab ían hecho una am istad íntim a y pasaban gran parte del día
¡ 111111 * I as sesiones del g u ip o se caí a c t o i / a b a ii por una e x tr a o rd in a ria cantidad
I. a n .mu v h ostilidad, y gran paite de esta se d in g ia contra estos dos hombres,
i mi. 11> . en esa e p o i a hablan p o d i d o sus identidades se p a ia d a s y básicam ente
1 i i m a íd o aban, y se cornudo aban, una d iada (han paite del ataque era
<54 EL GRUPO AVANZADO

contra un blanco indirecto, y el trabajo terapéutico del grupo había llegado


;i ensombrecerse en el intento de destruir esta diada. A medida que la situación
progresó, el terapeuta, con un buen efecto, le ayudó al grupo a analizar varios
problemas. Primero, el grupo debía considerar que los dos miembros apenas
podían ser culpados por su subagrupamiento, ya que todos tenían una oportu­
nidad igual de establecer este tipo de relación. Se presentó el tema de la
( nvidia, y gradualmente los miembros discutieron sus propios anhelos y su
incapacidad de hacer amistades. Además, discutieron sus sentimientos de infe­
rioridad intelectual ante la diada, y también sus sentimientos de exclusión y
lechazo por parte de ellos. Sin embargo, los dos miembros habían contribuido
.1 aumentar estas reacciones con sus actos; ambos, durante años, habían man-
ii nalo su estima propia mostrando su superioridad intelectual en todas las
neaMones que les era posible. Cuando se dirigían a los otros miembros, delibe-
i adámente usaban palabras complicadas y mantenían una actitud de conspira-
. mu ipie acentuaba los sentimientos de inferioridad y rechazo de los otros.
Am bos se beneficiaron con la descripción del grupo de los sutiles desaires y
b u lla s que ellos les prodigaban y llegaron a comprender que los otros habían
.nimio los penosos efectos de su conducta.

Un ejemplo clínico ilustrativo

h i minaré éste examen con un ejemplo clínico extenso. Este relato clínico
es el más largo que hay en este libro, y lo incluí porque no sólo ilustra profun
damente muchos temas implicados en el subagrupamiento, sino también otros
aspectos de la terapia de grupo que hemos examinado en otros capítulos,
incluso la diferencia entre la tarea primaria y la satisfacción secundaria, y el
problema de aceptar la responsabilidad de la terapia.
I I grupo (de pacientes no hospitalizados dirigido por dos coterapeut as
varones) se reunía dos veces a la semana. Los pacientes eran jóvenes, en
tic los 25 y 35 años de edad. En la época en que nos unimos al grupo,
dos mujeres recientemente habían terminado su terapia; sólo quedaron euu
lio pacientes masculinos (y, desde luego, los dos terapeutas). Uno de los
hombies era liill, el varón más importante en el drama que se desarrolló, Ihll
un dentista divorciado, de 32 años de edad, alto y guapo, bahía estado en <l
guipo unos ocho meses sin lograr progresos significativos. Originalmente acudió
a la teiapia debido a su angustia crónica y a sus depresiones periódicas Social
mentí- n a consciente del punto al que los actos simples, poi ejemplo, despedinn
cu iimi fiesta, le causaban gran tormento. Si pudiera haberle pedido que l<
i uinplleia un deseo a una hada I e i úpenla a buena, habita sido "sel tilo" Se sen
lia Misal isba lio c olí mi liahujo, tío tenia amigos valones y se iela< a m a b a ( olí la
EL GRUPO AVANZADO 355

mujeres con un patrón donjuanesco. Había estado viviendo con una mujer
durante varios meses, pero no tenía ningún compromiso con ella y consideraba
su relación muy superficial.
El grupo, que esperaba a nuevos miembros, se reunió durante varias sesiones
sólo con cuatro miembros, y creó una subcultura viril, de sábados por la noche.
Algunos temas que rara vez habían surgido mientras las mujeres estaban en el
grupo ocuparon el centro del escenario; los hombres discutían prácticas de mas­
turbación, fantasías, peleas, sentimientos de cobardía, preocupación por el as­
pecto físico, pensamientos acerca de los grandes senos de una ex miembro del
grupo, y las fantasías del grupo de violar todos uno tras otro a la poseedora
de esos grandes senos.
Dos mujeres entraron al grupo; nunca he visto una cultura bien establecida
desintegrarse tan rápidamente. La camaradería del tipo “ sábados por la noche”
la barrió una corriente de conducta de dominio masculino. Bill, audaz y resuel­
tamente compitió no sólo por una, sino por ambas mujeres. Los otros hombres
en el grupo reaccionaron en la primera reunión ante las dos mujeres de acuerdo
con sus patrones dinámicos. Uno de ellos, un estudiante universitario de 25
aiíos de edad, llegó a la reunión con unos pantalones cortos (lederhosen), la
única vez en ocho meses de terapia que se había vestido así, y en la reunión
se apresuró a discutir, en detalle, sus tendencias homosexuales. Otro hombre
.i|K‘ló al instinto maternal de las dos nuevas pacientes al presentarse como un
ave con un ala rota. El miembro restante se eliminó de la competencia afir­
mando, después de los primeros cuarenta minutos, que no deseaba unirse a los
otros en el tonto juego de competir por el favor de las mujeres. Además,
va había observado a las nuevas pacientes, y había concluido que no po­
dían ofrecerle nada valioso.
t ina de las mujeres era Jan, una divorciada atractiva, de 28 años de edad,
•|in (cnía dos hijos. Era una maestra de inglés que había acudido a la terapia
|m.i muchas razones: depresión, promiscuidad, obsesiones infanticidas, senti-
niii utos de soledad. Se quejó de que no podía decirle “ no” a ningún hombre
inactivo. Los hombres la usaban sexualmente: la visitaban en su casa para
ti m i i elaciones sexuales durante una hora o dos en la noche, pero no deseaban
iu> los vieran con ella a la luz del día. Ella también participaba activamente
mi . ,io se jactaba de haber tenido relaciones sexuales con la mayoría de los
J. I. de Ins departamentos del colegio donde enseñaba. Debido a su mal crite-
mm ii nla dificultades económicas. Había girado varios cheques sin fondos y
■ i ti* i conien/ando a coquetear con la ¡dea de la prostitución: si los hombres
I» hablan venido explotando sexualmente, ¿poi qué no cobrarles los favores
*1 1 1 • le* Iwu la?
i ii las Mellones piepurnloilus y en las entrevistas de selección anteriores a la
i i■•|tía di guipo, Iom (eiapeiilas coiiipieiidltion que su gian promiscuidad
356 EL GRUPO AVANZADO

la convertía en una candidata probable para el acting oul sexual autodestruc-


tivo en el grupo. Por ello, se esforzaron mucho más que de costumbre en
hacer énfasis en que la participación social en el exterior con otros miembros
del grupo no la beneficiaría a ella ni al grupo.
Después de que entraron las dos mujeres, la conducta de Bill en el grupo
cambió radicalmente: reveló menos de sí mismo, desempeñó un papel encan­
tador, seductor, y se volvió mucho más deliberado y consciente de sus actos.
En resumen, al buscar una satisfacción sexual secundaria,' pareció perder todo
sentido de por qué se encontraba en la terapia de grupo. En vez de agradecer
los comentarios que le hacían los terapeutas, le molestaban: creía que lo
hacían quedar mal con las mujeres. Rápidamente echó a pique su relación
con los hombres en el grupo y en adelante los trató en forma hipócrita. Por
ejemplo, en la primera reunión, cuando uno de los miembros dijo que creía
que las mujeres no tenían nada valioso que ofrecerle, Bill se apresuró a elogiar­
lo por su sinceridad, pero su sentimiento básico en ese momento era de alegría,
porque el otro había levantado su tienda y lo había dejado como dueño único
del campo de las mujeres. En esta etapa Bill se resistió a cualquier interven­
ción. Los terapeutas trataron muchas veces durante esas semanas de mostrarle
su conducta, pero les parecía que estaban intentando encender un fósforo en
medio de una tormenta.
Después de unos tres meses Jan le hizo una proposición sexual franca a Bill,
de la que los terapeutas se enteraron de una manera curiosa. Bill y Jan por
casualidad llegaron temprano a la habitación del grupo, en su conversación
Jan invitó a Bill a su departamento a ver unas películas pornográficas que
había conseguido recientemente. Los observadores que miraban al grupo a
través de un falso espejo también habían llegado temprano, escucharon la pro­
posición, y le contaron esto a los terapeutas después de la reunión. Los terapeu
tas, sintiéndose intranquilos por parecer hermanos mayores, presentaron este
incidente en la siguiente reunión, pero Jan y Bill negaron que se tratara de una
invitación sexual. La discusión terminó cuando Jan partió furiosa a la mitad de
la reunión. En las semanas siguientes, después de cada reunión ella y Bill se
encontraban en el estacionamiento y sostenían largas conversaciones y se abra
zaban. Jan contó estos incidentes en la reunión, pero Bill se enojó por sentirse
traicionado. Posteriormente, Bill le hizo una franca proposición a Jan, quien,
apoyándose en el gran trabajo realizado en el grupo, decidió que esto la peí
judicaría. Por primera vez le dijo “ no” a un hombre atractivo, interesado,
atento, y recibió un gran apoyo del grupo por su actitud,
(Recuerdo un episodio que una vez me contó Víctor lúankl sobie un pa
dente que fue a consultarlo la víspera de su boda. I .o había invitado a luu i
relaciones sexuales una mujei extraordinariamente bella, la me¡<u amiga de u
prometida, y creía que no porlía pasai poi alto la invitiu ion, , ( liando m Ir pn
EL GRUPO AVANZADO 137

sentaría otra oportunidad como ésta? Insistió en que era una oportunidad
única en su vida. Creo que muy elegantemente el doctor Frankl le señaló <|m ,
desde luego, tenía una única oportunidad, y que no se volvería a preseniai
la oportunidad de decir “ no” en beneficio de su responsabilidad consigo me.mo
y con la compañera que había elegido.)
Mientras tanto, la vida de Bill se volvió cada vez más compleja en el guipo
No sólo perseguía a Jan, sino también a Carrie, que había entrado al guipo
junto con Jan. Al final de cada reunión Bill luchaba con problemas tales . «uno
salir solo del grupo con cada una de las mujeres al mismo tiempo. Lm \
Carrie, al principio, eran amigas muy íntimas, casi se abrazaban para 11 ;m«|uih
zarse cuando entraron a un grupo de puros varones. Bill se beneficiana m |m
separaba, y de varias maneras intentó hacerlo. No sólo practicó una estiai. ru
de “ dividir y seducir” , sino que también encontraba intrínsecamente pl......
tero el proceso de dividir. Había tenido una larga historia de divida \ «i,
seducir a compañeras de cuarto y, antes de eso, de dedicar sus energía1, a nu< i
ponerse entre su madre y su hermana.
Carrie había superado, con la ayuda de mucha terapia anterior, un pe.... i..
de promiscuidad similar al de Jan. Seguía necesitando ayuda, estaba ma . mi.
rosada en la terapia que Jan, y además estaba comprometida pain rn.ai .
Por consiguiente, no deseaba establecer una relación sexual con Bill, .........
medida que el grupo progresó, se sintió muy atraída por él y dividió Imm
mente que si él no podía ser de ella, tampoco lo sería de Jan. IJn din •n . i
grupo Carrie inesperadamente anunció que se casaría dentro de tres •.« inmi.i
c invitó al grupo a la boda. Describió a su futuro marido como u n indlvldu..
pasivo, dependiente, bueno para nada; pero unos meses más tardr el guip..
supo que era un matemático brillante que estaba considerando varias nlm.i
de empleo en importantes universidades. Carrie, también, a menudo bu.« .b,
una satisfacción secundaria y no realizaba su tarea primaria. F.n su eslía i •«> p..«
mantener a Bill interesado y en competir con Jan describió mal su lelmlnu
con otro hombre, restándole importancia a la seriedad de su compromiso Imm .i
(|iio su boda la obligó a hacerlo. Aun entonces ella describió a su Itituio
marido de una manera fraudulenta, desfavorable, para darle esperan/as .1 llill
de que aún tenía una oportunidad de establecer una relación con ella Al It.u . i
. lo, Carrie sacrificó la oportunidad de analizar su relación con su piomeildn
una larca muy urgente poi la que había acudido a la terapia.
Después de estar varios meses en el grupo, Jan y Bill decidieron trun un í
lelación sexual y le contaron al guipo los planes que realizarían «los Nrniiiua
man linde I .os miembios del guipo leaccionaion vigniosninrnle I as do
miijeic1. (otra había enliado al guipo en esa ó poca) se monliaion disgusiadas
i uní se sintió Nccielamnitr h« rida poi « I ie« lia/o de Bill, en la leunlóu e spirnií
mmlia ha porque ello‘« Hineuii/ahan la Integridad «leí guipo I a nueva pitclenli
358 EL GRUPO A VANZADO

que tenía una relación con un hombre similar a Bill, se identificó con la amiga
de Bill. Algunos de los hombres participaron vicariamente; percibían a Jan
como un objeto sexual y le aplaudieron a Bill. Otro dijo (y cuando el tiempo
pasó este sentimiento se oyó muy a menudo en el grupo) que deseaba que
Bill se diera prisa y que se acostara con ella para que pudieran hablar de otra'
cosa en el grupo. Era un individuo angustiado, tímido, que no había tenido
experiencias heterosexuales; la actividad sexual en el grupo estaba, como él
lo manifestó, tan lejos de su campo que no podía participar de ninguna manera.
Rob, otro hombre en el grupo, silenciosamente deseaba que la preocupación
heterosexual del grupo fuera distinta. Sentía una creciente preocupación por
sus obsesiones homosexuales. Sin embargo, había propuesto discutir esto en el
grupo durante muchas semanas debido a su sentimiento de que el grupo
no atendería sus necesidades y que perdería el respeto de los miembros que le
concedían tan extraordinario valor a las hazañas heterosexuales. Sin embargo,
posteriormente discutió estos problemas con cierto alivio. (Es importante obser­
var que Bill, aparte de consejos y solicitud, le ofreció muy poco a Rob. Unos
diez meses más tarde, después de que Rob dejó al grupo y después de que se
analizó la relación de Bill y Jan, Bill reveló sus propias preocupaciones y
fantasías homosexuales. Si Bill, a quien Rob admiraba mucho, las hubiera
compartido en el momento apropiado, esto le habría ayudado considerable­
mente a Rob. Sin embargo, Bill en esa época no reveló nada que pudiera
obstruir su campaña para seducir a Jan, otro ejemplo de satisfacción secun­
daria que volvió menos eficaz al grupo.)
Después de que comenzó su vinculación sexual, la relación de Jan y Bill se
volvió aún más inaccesible para el examen del grupo y para el trabajo tera­
péutico. Ellos empezaron a hablar de sí mismos diciendo “ nosotros” , y se
resistieron a todas las exhortaciones de los terapeutas o de los otros miembros
de que se conocieran a sí mismos y que analizaran su conducta. Al principio
fue difícil saber qué estaba sucediendo entre los dos aparte de su poderosa
lujuria. Los terapeutas sabían que el sentimiento de valor personal de Jan se
basaba en cosas exteriores. Para mantener a otros interesados en ella, neccsi
taba, según lo creía, dar regalos, en especial sexuales. Además, había un
aspecto de venganza: ya había vencido a hombres importantes (a los jefes
de departamento y, antes de eso, a su padre) mediante la seducción sexual.
Parecía probable que Jan se sintiera impotente en su trato con los terapeutas;
su principal moneda interpersonal (el sexo) no le daba una influencia siguí
ficativa sobre ellos, pero le permitió lograr una victoria indirecta por medio de
Bill. Más tarde supimos que ella y Bill alegremente se acostaban juntos en la
cama saboreando el pensamiento de que les estaban causando problemas a los
terapeutas. Bill no sólo recapituló en el grupo la scxuali/.ación de sus iclacioncs,
sus esfuerzos repetidos poi piolan su potencia poi medio de olla seducción, •,im»
EL GRUPO AVANZADO IV)

que encontró particularmente decisiva la oportunidad de obtener el dominio


edípico: quitarle las mujeres al jefe.
Bill y Jan, dentro de un panorama rico de conducta, mostraron su dina mi
ca y recrearon su ambiente social en el grupo. El narcisismo de Bill, y mi
modo falso de relacionarse con Jan se mostraron claramente. A menudo m i
nuaba que su relación con la muchacha con la que vivía se estaba deteriorando,
y así plantaba una semilla de esperanza matrimonial en la imaginación de lim
Las insinuaciones de Bill se coludían con la enorme capacidad de Jan j>.u *
engañarse; era la única de los miembros del grupo que consideraba este malu
monio una posibilidad seria. Cuando los otros miembros intentaron ayudarla
a oír el mensaje básico de Bill (que ella no era importante para 61, que - .ó lo
era un objeto sexual y otra conquista) reaccionó defensivamente y con u.<
Poco a poco la incongruencia entre las afirmaciones que Bill hacía en p i i v a d o
y las interpretaciones del grupo de las intenciones de Bill crearon tañía inli.m
quilidad que Jan pensó abandonar al grupo. Los terapeutas le recordmon .1
Jan que esto era precisamente lo que le habían advertido antes de que rnti.ua
al grupo; si ella abandonaba la terapia, todo lo que había sucedido en el giup<>
sería inútil. Ella había tenido muchas relaciones breves y poco satisíacloii.r
en el pasado; el grupo le ofrecía una oportunidad única, la oportunidad di
continuar con una relación y, por una vez, actuar en el drama hasta el ím.d
lan decidió quedarse, quizá para probar que los terapeutas estaban eqiuvin mi.,
o por cualquier otra razón que servía a su ego.
La relación de Jan y Bill era exclusiva: no se relacionaban de nuifuiiM
manera significativa con nadie más en el grupo; sólo Bill intentaba mauti u. •
abiertos los canales eróticos hacia Carrie ( “ para mantener abierta nii <ii. ni .
en el banco” , como señaló). Carrie y Jan continuaban teniendo una cnemhind
Implacable, tan extrema, que ambas tenían fantasías homicidas mutuas (< muido
( arrie se casó, invitó a su boda a todos los del grupo, menos a lan >l<•
eiinndo los otros amenazaron con un boicoteo, le hizo una fría invitación
lan.) La relación de Bill con los terapeutas había sido muy importante pitia
el antes de que entrara Jan; durante los primeros meses de su relación con
lan, parecía haber olvidado su presencia. .Sin embargo, poco a poco icvlvlo
11 Interés por ellos. Por ejemplo, un día contó un sueno en el que los tan
i», utas acompañaban a todos los miembros, excepto a 61, a un grupo d< pospi..
.lo avanzado, ftl, Bill, so veía degragado y enviado a un grupo elemental,
Infeí lor.
l a relación de Jan y Bill consumió enormes cantidades de energía y tiempo
.1.1 guipo. Relativamente pocos problemas no relacionados con oslo st an.ili
«ion en el guipo, pero torios los iniomluos analizaron problemas personal. 1
i|tn n< 1 elacionaban con el aparcamiento el sexo, los celos, la envidia, el !< m<«
« l« competencia, el lutrrós en el utnielivo físico Hubo un nivel ( levado y
360 EL GRUPO AVANZADO

sostenido de emoción en ei grupo. La asistencia fue excelente: durante más


de treinta reuniones no hubo una sola ausencia.
Gradualmente su relación empezó a deteriorarse. Jan había afirmado que
todo lo que deseaba de Bill era su sola presencia física: sólo necesitaba que le
dedicara una noche al mes. Entonces se vio obligada a comprender que deseaba
mucho más. Se sintió presionada en su vida; había perdido su empleo y se
sentía abrumada por las preocupaciones económicas; había renunciado a la
promiscuidad, pero sentía presiones sexuales y empezó a preguntarse: “ ¿Dónde
se encuentra Bill cuando realmente lo necesitó?” Se sintió deprimida, pero, en
vez de analizar la depresión en el grupo, le dio poca importancia. De nuevo
les dio prioridad a las consideraciones secundarias sobre las consideraciones
primarias (las terapéuticas), porque se resistía a darle a Carrie y a los otros
miembros la satisfacción de verla deprimida: meses antes le habían advertido
que la relación con Bill en última instancia sería destructiva.
Y ¿dónde estaba Bill? Esta pregunta nos llevó al problema esencial en la
terapia de Bill: la responsabilidad. A medida que Jan se deprimía más profun­
damente (una depresión acentuada por una tendencia a sufrir accidentes, por
ejemplo, sufrió un accidente automovilístico y un accidente en la cocina donde
ella se quemó), el grupo le formuló a Bill una pregunta terrible: si de ante­
mano hubiera conocido el resultado de su aventura, ¿habría hecho algo dife­
rente? Bill dijo que no lo habría hecho y replicó: “ Si no busco mi placer,
¿quién lo hará?” Los otros miembros del grupo y Jan también lo criticaron
por su complacencia consigo mismo y su falta de responsabilidad con los otros.
Bill reflexionó sobre esto, pero sólo ofreció una serie de racionalizaciones en
la siguiente reunión. Él no era un irresponsable; era atrevido, alegre, un Peer
Gynt amante de la vida. La vida ofrecía muy pocos placeres; ¿por qué no te­
nía derecho a tomar lo que pudiera? Insistió en que los miembros del grupo y
los terapeutas, vistiendo falsamente las vestiduras de la responsabilidad, de
hecho estaban tratando de robarle su libertad.
Durante muchas sesiones el grupo trató los temas del amor, la libertad y la
responsabilidad. Jan, con una creciente franqueza, se enfrentó a Bill; lo sacudió
en la reunión de grupo preguntándole exactamente cuánto le importaba ella
Él apenas pudo responder; insinuó su amor por ella y su falta de deseo poi
establecer una relación duradera con una mujer. De hecho descubrió que él se
apartaba de cualquier mujer que deseara tener una relación prolongada. I \i»»
me recordó una actitud semejante ante el amor en la novela La raída, de
Camus, en la que el autor expresó la paradoja de Bill con una claridad esto
mecedora.

No es verdad, después de todo, que yo minen haya amado ( 'oneehí poi lo m eno-
un gran amor en mi vida, del cual yo siempre fui el objeto | | sólo la sniMin
EL GRUPO AVANZADO Vil

lidad dominó mi vida amorosa [.. .] En cualquier caso, mi sensualidad (p u .


limitarme a esto) era tan real que aun por una aventura de diez minino-.
habría repudiado a mi padre y a mi madre, aun cuando lo lamentara ¡ m u i r
mente. Desde luego, en e sp e cia l por una aventura de diez minutos, y aun mu*
si estuviera seguro de que ésta no continuaría.

El terapeuta del grupo, si deseaba ayudar a Bill, debía asegurarse <Ir qm


habría una continuación.
Bill no deseaba cargar con la depresión de Jan. Él tenía mujeres en vana-,
ciudades en el país que lo amaban (y su amor lo hacía sentirse vivo), m
embargo, para él estas mujeres no tenían una existencia independiente l’n lena
pensar que estas mujeres cobraban vida sólo cuando él aparecía. De mu vi.
Camus dijo esto para él:

Podría vivir feliz con la condición de que todos los individuos en la lima, ,I
mayor número posible, se volvieran hacia mí, eternamente en suspenso, piivu.l..
de su vida independiente y dispuestos a contestar a mi llamado en cualquii i
momento, condenados a la esterilidad hasta el día que yo me dignaia ¡.mu,. , ,
los. En resumen, para que yo fuera feliz sería esencial que las crialina-. qm \..
eligiera no vivieran. Ellas deberían recibir su vida, esporádicamente. •■»l.. (
mi mandato.

Jan lo presionó implacablemente. Le dijo que había otro hoinhn- ipn


sentía seriamente interesado en ella, y le rogó a Bill que fuera Maneo. qm tu, i ,
sincero con sus sentimientos hacia ella, que la dejara libre. Inloiai ii.ll
estaba totalmente seguro de que ya no deseaba a Jan. (De hecho, como I,.
supimos más tarde, él poco a poco había aumentado su compromiso .....
la muchacha con la que vivía.) Sin embargo, no podía peí mil ii qur . 1 . 1
palabras pasaran por sus labios. Era un extraño tipo de libertad, como Bill gm
dualmente llegó a comprender: la libertad de tomar, pero no la libcitad .1.
i enunciar. (Camus escribió: “ Créanme, para ciertos hombres poi lo nu no-, un
tomar lo que no desean es lo más difícil del mundo” .) Él insilió rn qm
lo dejaran en libertad de elegir su placer. Sin embargo, como llegó a mlv, i
lirio, no tenía libertad para elegir; su elección casi invaiiablemcnlr Inula
que pensara menos bien de sí mismo, y cuanto más grande era su o d i o poi a
mismo, tanto más compulsiva, tanto menos libio, era su busca ii'ieflc m \m d.
conquistas sexuales que le ofrecían sólo un bálsamo evanescente
También era evidente la patología de Jan lilla le cedió la libeitad a Mili
(una paradoja lógica); solo el podía duvolvctlc la libertad l os lempeiila
la eidienlaron con su pioíuudii negativa a aeeptai -ai hbeilad /jan q m no
podía de. ni. " n o " a mi hoiubii-7 ,1 o-, bombo no podían u-.aila sexualinenh
. imnoH qm illa deeidieia qm la ii.aian? l a m b a n eia evidente qill ella . e,
U*2 EL GRUPO AVANZADO

libaba a Bill de una manera ineñcaz, autodestructiva: los accidentes, la depre-


■ion, sus lamentaciones de que ella había confiado en un hombre que después
la traicionó y que ella quedaría arruinada para toda su vida.
Bill y Jan giraron alrededor de estos temas durante meses. De tiempo en
tiempo reanudaban su antigua relación, pero siempre con algo más de sobrie­
dad y algo menos de engaño. En un periodo de estancamiento los terapeutas,
percibiendo que el momento era adecuado, los enfrentaron de una manera
enérgica. Jan llegó tarde a la reunión quejándose del desorden de sus asun­
to*; económicos. Ella y Bill se rieron cuando Bill comentó que su irrespon-
•.ubilidad con el dinero la volvía más encantadora. El terapeuta dejó asombrado
id guipo al señalar que Jan y Bill estaban realizando muy poco trabajo tera-
pc-utico, y preguntó si tenía sentido que continuaran en el grupo. Jan y Bill
m usaron al terapeuta de supermoralismo. Jan dijo que durante semanas sólo
Imbia acudido al grupo a ver y a hablar con Bill después de la terapia; si él
dc|alu la terapia, ella no continuaría. Lx)s terapeutas le recordaron que el grupo
un na una agencia de citas: había tareas más importantes que ella debía
M di/, a Id terapeuta continuó diciendo que Bill no desempeñaría ningún pa-
pi I en el gran panorama de su vida, y que en breve se desvanecería de su
1 . 1 m ido Mili no tenía un compromiso con ella y si fuera sincero se lo diría,
huí irplieo que Bill era el único en el grupo que de verdad se interesaba en
i lia I I terapeuta no estuvo de acuerdo, y dijo que el tipo de atención que Bill
Ir prestaba evidentemente no la beneficiaba.
Bill salió de la reunión furioso con los terapeutas (en especial por su comen-
tano tic que pronto se borraría del recuerdo de Jan). Durante un día tuvo
la lantasia de casarse con Jan para mostrarles que estaban equivocados, pero
i egresó al grupo para dedicarse al análisis serio. A medida que aumentó su
síneeiiilad consigo mismo, a medida que se enfrentó a su importante sentimiento
de vacío que el amor de una mujer siempre había llenado en forma temporal,
c ayó en una depresión penosa, pero al analizarla la superó. Jan se mostró
ginvemenle abatida durante dos días después de la reunión, luego tomó impor­
tantes decisiones acerca de su trabajo, del dinero, de los hombres y de la
(•lupia.
I I guipo entonces entró en una fase de análisis productivo que se profundizó
mu*, c'iunclo el terapeuta introdujo a una paciente mucho más vieja que aportó
mui líos temas descuidados en el grupo: los padres, la muerte, el matrimonio,
el deleiioro físico. Jan y Bill dejaron de amarse y empezaron a examinar sus
ii lut iones con los otros en el grupo, incluso con los terapeutas; Bill dejó
di mentir, piinicio a Jen, después a ('arrie, luego a los otros miembros y, final
mi nie, a sí mismo. Jan continuó en el grupo seis meses más, y Bill otro ano
lo s insultados terapéuticos do Jan y Bill fueron asombrosos, sin ¡inpoilai
la severidad del criterio de resultados que se use Un entrevllilas que les hieic iou
EL GRUPO AVANZADO 363

nueve meses después de terminar su terapia, ambos mostraron cambios impre­


sionantes. Jan ya no estaba deprimida, ni se mostraba destructiva consigo
misma ni era promiscua. Entabló una relación prolongada, estable y satisfacto­
ria con un hombre, como nunca la había tenido. Desaparecieron sus obsesiones
infanticidas (sólo hizo una leve mención a éstas durante todo el curso de la
terapia). Emprendió una carrera profesional diferente y, para ella, más satis­
factoria. Bill, después de que comprendió que había transformado su relación
con su amante en algo muy tenue para poder buscar lo que realmente no
deseaba, pudo tener sentimientos más profundos, y se casó poco después de dejar
al grupo. Sus depresiones angustiosas, su torturada conciencia de sí mismo, su
profundo sentimiento de vacío fueron reemplazados por sus respectivas contra­
partes vitales.
No puedo resumir en estas páginas todo lo importante en la terapia de Jan
y de Bill. Obviamente, hubo mucho más, incluso muchas interacciones impor­
tantes con los otros miembros y los terapeutas. Creo que el desarrollo y el
análisis de sus relaciones fuera del grupo no fueron una complicación, sino
una parte indispensable de su terapia. Es improbable que Jan hubiera tenido es­
tímulos para permanecer en la terapia si Bill no hubiera estado en el grupo.
Es improbable que, sin la presencia de Jan, los problemas principales de Bill
hubieran surgido claramente, y que se hubieran vuelto tan accesibles para la
terapia. Sin embargo, el grupo pagó un precio enorme. Jan y Bill consumie­
ron grandes cantidades de tiempo y energías del grupo. A otros miembros los
descuidaron, y no se tocaron muchos problemas importantes. Es muy probable
que un nuevo grupo o un grupo que se reuniera con menos frecuencia de dos
veces a la semana pudiera haber soportado pagar ese precio.

E l conflicto en la terapia de grupo *

I I conflicto no puede eliminarse de los grupos humanos, ya sea que se trate de


diadas, grupos pequeños, macrogrupos o megagrupos, como las naciones y los
Moques de naciones. Si el conflicto se niega o se suprime, invariablemente
. manifestará de maneras indirectas, corrosivas y a menudo feas. Aunque
mu .lia asociación de ideas inmediata con el conflicto sea negativa (destrucción,
u n . ii gu ra, guerra, violencia) un momento de reflexión nos hace tener asocia-
..... . de ideas positivas; el conflicto produce el drama, el estímulo, el cambio,
. I di .airollo de la vida y las sociedades humanas. Los grupos de terapia no son
mía . xerpción. El conflicto es inevitable en el curso del desarrollo del grupo;

■ i a. i Kitmon ni* I' iinii en j(nin piule en los ensayos de Jerome Frank8 y de Cari
|!. .jji I ti 10
364 EL GRUPO AVANZADO

su ausencia, de hecho, sugiere algún defecto en la secuencia de desarrollo.


Además, el conflicto puede aprovecharse en beneficio del grupo; los miembros
de éste pueden, de varias maneras, aprovecharlo siempre que su intensidad
no exceda su tolerancia, y siempre que se hayan establecido las normas de
grupo apropiadas. En esta sección consideraré el conflicto en el grupo de tera­
pia, sus fuentes, su significado y su valor en la terapia.
Hay muchas fuentes de hostilidad en la terapia de grupo. Hay rivalidades ba­
sadas en el desprecio mutuo, el cual surge del desprecio que el paciente siente
por sí mismo. Desde luego, a menudo pasan meses antes de que algunos pacien­
tes realmente empiecen a escuchar y a respetar las opiniones de los otros
miembros; tienen tan poca consideración por sí mismos que al principio es
inconcebible que otros, en iguales circunstancias que ellos, puedan ofrecerles
algo valioso.
La transferencia o las distorsiones paratáxicas con frecuencia generan hosti­
lidad en el grupo de terapia. Un paciente puede reaccionar ante los otros, no
basándose en la realidad, sino en la imagen distorsionada del otro por sus pro­
pias relaciones pasadas y sus actuales necesidades y temores interpersonales.
Los pacientes pueden ver en otros individuos aspectos de las personas significa­
tivas en sus vidas. Si la distorsión está cargada negativamente, puede iniciarse
con facilidad un odio mutuo.
La “ reacción de espejo” 11 es una forma distorsión paratáxica y una fuente
particularmente común de hostilidad en el grupo de terapia. Los individuos
pueden haber suprimido, durante años o durante toda su vida, algunos rasgos
o deseos de los que se avergüenzan mucho; cuando encuentran a otra persona
que tiene estos mismos rasgos, en general la eluden o experimentan una rivali­
dad vigorosa pero inexplicable. El proceso puede estar muy cerca de su con
ciencia y ser reconocido con facilidad por la guía de los otros, o puede estar
profundamente enterrado y sólo puede comprenderse después de muchos meses
de investigación. Por ejemplo:

Un paciente, Vincent, un estadunidense descendiente de italianos que había cu­


tido en los barrios bajos de Boston y había obtenido una buena educación con
grandes dificultades, desde hacía mucho tiempo se había apartado de sus raíces
Ya que sentía gran orgullo por su intelecto, hablaba con cuidado para eviini
cualquier matiz que revelara su pasado. De hecho, aborrecía su humilde origen
y temía que fuera descubierto, que los otros a través de su aspecto vieran -.n
esencia, que él consideraba horrible, sucia y repugnante. En el grupo Vineent
experimentaba un gran odio por otro miembro, también un descendiente di
italianos quien, en sus valores y en sus gestos faciales y de sus manos, conseivn
ba su identificación con su grupo étnico. Mediante la investigación de su odlu
por el otro, Vincent llegó a tener muchos inxights importantes acerca de nI
mismo.
EL GRUPO AVANZADO WA

Frank9 describió una reacción similar de espejo doble:

■[. ..] en un grupo se desarrolló un prolongado pleito entre dos judíos; uno di
ellos pregonaba su judaismo, mientras que el otro trataba de ocultarlo, ('¡uln uno
finalmente comprendió que estaba combatiendo en el otro una actiliul «|n< 1 1
reprimía en sí mismo. El judío militante por fin comprendió que se senda |><i
turbado por las muchas desventajas de ser judío, y el hombre que ocultaba n
origen confesó que secretamente sentía cierto orgullo de éste.

En un grupo de residentes psiquiatras, un miembro, Pat, se atormcnlab;i ron


la decisión de cambiarse a otra residencia más orientada académicamente. I I
grupo, dirigido por un miembro, Louis, sentía poca simpatía por su probl. nu
Los miembros lamentaban el tiempo que le quitaba al grupo, lo regañaban poi
su debilidad y su indecisión, insistían en que “ se quedara o se fuera” . C’uaiuln . I
terapeuta guió al grupo a explorar las fuentes de su ira contra Pal, mucha'
dinámicas se volvieron evidentes (varias de éstas las examinaré en el i api
lulo x v ). Una de las fuentes de odio más vigorosas la descubrió Louis, qm< n
examinó su indecisión paralizadora. Un año antes, se había enfrentado a la me
ma decisión que Pat e, incapaz de tomar una decisión activa, había rr.uello <I
dilema tomando la resolución pasiva de no decidir y suprimir así lodo el po>
Mema. La conducta de Pat le evocaba todo el problema doloroso a 1 our a
quioq le molestaba Pat no sólo por perturbar su somnolencia intranquila, m-
también por luchar con el mismo problema con más sinceridad y une. vaha
que él.
La identificación proyectiva es un mecanismo íntimamente relacionado con
la reacción de espejo. Es un proceso inconsciente que consiste en proyci im
algunos de nuestros atributos (repudiados) en otro, por quien uno posa
..... lente siente una atracción misteriosa: repulsión. La identificación pioyecdva
poi lo general es más autónoma que la de espejo: el otro individuo no nen ••Mu
pi mollificar estrechamente nuestros aspectos proyectados. Sin embargo, la dih
n mía sólo es relativa; la vasija en que uno se proyecta debe ser un iceipícnli
qaopiado. Un ejemplo literario claro de identificación proyectiva aparece cu la
nuiiación ile pesadilla de Dostoicvski, I d d o b l e , en la que el protagonista
■ni uenlia a un hombre que es su doble físicamente; sin embargo, encama lodo
u aspectos odiados, percibidos débilmente. Id cuento describe con iisoniluo.o
11 -*u la misteriosa adacción, el honor y el odio que se desarrollo culo *1
I<1 1 iiagouista y su doble
I i nvalidud puede ser olía lueiilr de conflicto, a medida que los paciciih .
inpllcii mui llámenle cu el grupo, pueden eomprlii poi alraei la mayoi puh
d> la alela ion di I leí.iperita o poi algún papel paitlclilai si i la peí una m *
g.nli rosa, icspelada. sensible, pt*i lili batía o nei i alada del guipo
366 EL G RU PO A V A N Z A D O

En la reunión quincuagésima una nueva miembro, Ginny, se integró al grupo. En


muchos aspectos ella era muy similar a Douglas, uno de los miembros fun­
dadores: ambos eran artistas, místicos en su enfoque de la vida, a menudo estaban
sumidos en fantasías y se encontraban muy familiarizados con su inconsciente.
Sin embargo, no tenían afinidad, y se desarrolló una rivalidad entre los dos.
Ginny de inmediato desempeñó el papel que ella invariablemente asumía con los
otros; se comportó de una manera espiritual, irracional y desorganizada en el
grupo. Douglas, que consideró que su papel del miembro más enfermo y más
desorganizado era usurpado, reaccionó ante ella con menos tolerancia y com­
prensión que ante cualquiera de los miembros “burgueses” del grupo. Sólo
después de que se hizo una interpretación activa del conflicto por el papel, y
que Douglas desempeñó un nuevo papel ( “el miembro más aliviado” ) los dos
miembros se aliaron.

Ocasionalmente también puede desarrollarse el antagonismo por diferentes


puntos de vista basados en distintas experiencias vitales. Los miembros de dife­
rentes generaciones pueden discutir acerca del tema de los alcaloides o el nuevo
código sexual. Los liberales y los conservadores pueden acalorarse mucho dis­
cutiendo los derechos civiles o los temas políticos.
A medida que la terapia de grupo progresa, los miembros pueden sentirse
cada vez más impacientes y disgustados con los pacientes que no han adoptado
las normas de conducta del grupo. Por ejemplo, si un miembro continúa ocul­
tándose detrás de una máscara, el grupo puede coaccionarlo, intentar persua­
dirlo, y finalmente con disgusto exigirle que sea sincero consigo mismo y con
los otros en el grupo.
Es obvio que ciertos pacientes debido a la estructura de su carácter invaria­
blemente participarán en el conflicto y engendrarán conflictos en cualquier
grupo al que pertenezcan. Considérese a un paranoide.12 En su mundo ficticio
supone que hay peligro en el medio ambiente. Eternamente sospecha y per
manece vigilante. Examina todas las experiencias con prejuicios extraordinarios
mientras busca claves. No advierte lo obvio en su busca de señales de peligro
oculto. Está tenso, listo para una emergencia. No juega ni se permite el aban
dono, y mira con sospecha estas conductas en los otros. Obviamente, poi
tener estos rasgos, el paciente paranoide no les agrada a los otros miembros
del grupo; tarde o temprano la ira surge a su alrededor, y cuanto más sever:i
y rígida sea la estructura de su carácter, más grave será el conflicto.
En el capítulo x examinamos otra fuente de hostilidad en el grupo: el en­
ciente desencanto y la desilusión con el terapeuta por frustrar las esperanzas
irreales del paciente. Si el grupo no es capaz de enfrentarse directamente al leía
peuto, puede buscar un chivo expiatorio, lo que aumentará más el nivel geneial
del conflicto en el grupo.
Sin importa! su fuente, la dlseoulia, después de que empieza, establece tuin
EL G RU PO A V A N Z A D O U ./

secuencia predecible. Los rivales creen que tienen razón, y que los otros están
equivocados, que ellos son buenos y los otros malos. Además, aunque no lo
reconozcan en ese momento, estas creencias característicamente las sostienen
con igual convicción y certidumbre cada una de las partes contendiente:;
Cuando existe esta situación de creencias opuestas, tenemos todos los ingre­
dientes para una tensión profunda y continua.
Por lo general se produce una ruptura de la comunicación. Los dos rivales
cesan de escucharse y no muestran comprensión. A menudo, si la situación so
cial lo permite, los dos rivales rompen por completo sus relaciones en ese
momento, y así permanentemente impiden corregir los malos entendidos.
La analogía con las relaciones internacionales es demasiado obvia.
No sólo los rivales dejan de escucharse, sino que también pueden distorsiona!
inconscientemente sus percepciones mutuas. Las percepciones se filtran a ti ave.
del cedazo del estereotipo. Las palabras y la conducta del rival se modelan j>;n.i
que se adapten a la idea preconcebida que se tiene de él. Las evidencia-,
contrarias se ignoran o distorsionan; los gestos conciliatorios pueden percibirá
como trucos engañosos.
La desconfianza es la base de esta secuencia; los rivales consideran sus an i<>
nes sinceras y razonables, y la conducta de los otros falsa y mala. Si se petmih
que esta secuencia, tan común en los sucesos humanos, se desarrolle en los
grupos de terapia, habrá muy pocas oportunidades para el cambio y el api< n
dizaje para los miembros del grupo. Deben establecerse pronto en la vida di I
grupo el ambiente y las normas de grupo que pueden impedir esta secueia m
La cohesión es el requisito previo básico para manejar con éxito el confia
lo. Los miembros deben desarrollar un sentimiento de confianza y de i espeto
mutuos, deben llegar a considerar al grupo un medio importante de xnllslnii i
ais necesidades personales. Los pacientes deben comprender que tienen qm
mantener la comunicación si desean que el grupo sobreviva; todas las paite,
deben continuar tratando directamente con las otras, sin importar lo disgustado
que se sientan. Además, todos deben tomarse en serio; cuando un grupo tinta
a un paciente como a una mascota cuyas opiniones e ira son tomadas a la h
gen», la esperanza de un tratamiento eficaz para ese paciente se ha abandonado
aunque no oficialmente. Además, la cohesión del grupo se verá en grave pcll
gio, ya que otro miembro periférico tendrá razones para temer un trato slmllai
1(1 grupo cohesivo en que lodos son tomados en seiio pronto claboia nonnas
y obliga a los miembros a superai el terreno de los insultos. Cada mioiuhto
debe buseai y explora! los maihetCN despectivos; debe deseai buscai ro n mayoi
piofimdldnd dentro de él ¡rara comprendo su rivalidad y para haeci expllcl
los los aspei los de Ion o lio s que le disgustan Deben estable» eise luiiiii.m
qin aelnien que los miembros d* l guipo están allí pina i oinprrndciNe, y no pa
n i veueei o ndieuli/ai a los o lio s
W>8 EL G R U P O A V A N Z A D O

Después de que un miembro comprende que los otros lo aceptan y están


Ilutando de comprenderlo, encuentra menos necesario aferrarse con rigidez
. 1 sus propias creencias, y puede desear explorar aspectos suyos que antes nega­

ba. Poco a poco puede desarrollar insighís estimulantes. “ Llega a reconocer


que tiene otros motivos que los que ha proclamado, y que algunas de sus
actitudes y conductas no están plenamente justificadas como él ha sostenido
ante su rival y ante el mundo.” 10 Cuando se da este paso, puede lograrse un
avance, y el individuo cambia sus percepciones de la situación y comprende
que el problema puede considerarse de más de una manera.
I a empatia es un elemento importante para resolver conflictos y facilita la
humanización de la lucha. A menudo, la comprensión del pasado desempeña
un papel importante en el desarrollo de la empatia; después de que un individuo
evalúa los aspectos del pasado de su rival que han producido su actitud actual,
la p o s i c i ó n del otro no sólo adquiere sentido, sino que hasta puede parecer
• o n e c í a . Vouí comprenclre, c ’est tout paráonner.
A m e n u d o es imposible resolver el conflicto cuando hay un blanco u hosti­
l i d a d indirectos. Por ejemplo:

i n un grupo una paciente empezó la sesión pidiendo y obteniendo el permiso


del Innpeuta para leer una carta que estaba escribiendo sobre un documento de
la corle sobre su inminente divorcio, que incluía considerables asuntos sobre sus
propiedades y la custodia de sus hijos. La lectura de la carta consumió conside-
iable tiempo, y posteriormente fue interrumpida por el terapeuta y luego por los
pacientes, quienes discutieron su contenido. Las interrupciones del grupo y
los contraataques defensivos de la protagonista continuaron hasta que el am­
biente del grupo reventaba de irritación. El grupo no logró un avance construc­
tivo hasta que el terapeuta analizó con los pacientes el proceso de la reunión. El
leí apeóla se sentía disgustado por haber permitido que se leyera la carta y con
In paciente por haberlo colocado en esa posición. Los miembros del grupo se
sentían disgustados con el terapeuta por haber dado su permiso y con la paciente
por emplear mucho tiempo y por relacionarse con ellos de una manera imper­
sonal y frustrante: leyendo una carta. Después de que la ira se retiró del blanco
mdiicelo (el contenido de la carta), y se dirigió a los blancos apropiados (el
ln úpenla y la mujer que leyó la carta), pudo hacerse algo pora resolver el con
Mielo.

Debe observarse que la abolición permanente del conflicto no es la niela


lin.d del guipo de terapia; el conflicto se producirá conlinuamenle en el grupo
■mi impoiliu que se hayan resuello los conflictos pasados y sin imporlai que
h.iy.i ic , p e l o y cumio mullios consideitibies. Sin embargo, exprcsai sin resine
i iiiin . la ii.i tampoco es la niela del guipo de leiapia I I uso Iciapcuticn di I
conflicto, como di todas las olías conductas, es un proceso di dos pasos la
EL G R U P O A V A N Z A D O 369

experiencia, y la integración de ésta. De varias maneras el terapeuta les ayuda


a los pacientes a percibir y a comprender el conflicto.
Casi invariablemente, dos miembros de grupo que sienten considerable riva­
lidad, en potencia son de gran valor mutuo. A cada uno obviamente le preocupa
cómo lo mira el otro. Por lo general hay mucha envidia y proyección, y así tie­
nen oportunidad de descubrir partes ocultas de sí mismos. En su ira cada uno
le dirá importantes verdades (aunque desagradables) al otro. La estima propia
de los rivales puede aumentar con el conflicto. Cuando una persona se enoja con
otra, esto en sí puede considerarse un indicio de que son importantes el uno
para el otro, y que se toman mutuamente en serio. En otros momentos los pa­
rientes aprenden que, aunque los otros pueden reaccionar negativamente ante
algún rasgo, modalidad o actitud, los consideran valiosos.
Para los pacientes que no han podido expresar su ira, el grupo puede servir
como un campo de prueba para correr riesgos y aprender que esta conducta
no es peligrosa ni necesariamente destructiva. En el capítulo n describí varios
incidentes que los pacientes consideraron críticos en su terapia; la mayoría de
i los incidentes implicaban la expresión, por primera vez, de un afecto negativo
vigoroso. También es importante para los pacientes aprender que pueden so-
Iloriar ataques y presiones de los otros. Los pacientes francamente agresivos
Imeden aprender algo de las consecuencias interpersonales de la afirmación
•lega de sí mismo. Por medio de la retroalimentación, evalúan su repercusión
■n los otros, y poco a poco llegan a comprender el patrón contraproducente
'ir ai conducta. Para muchos, los enfrentamientos acompañados de ira pueden
"licccr oportunidades valiosas de aprendizaje, ya que los miembros del grupo de
i. tapia aprenden a mantenerse en un contacto útil mutuo a pesar de su ira.
I <i,s pacientes pueden ser ayudados a expresar su ira más directa y fran-
amento. Hasta en un conflicto total hay reglas tácitas de guerra que, si se
m ían, vuelven imposible una solución satisfactoria. Por ejemplo, en los grupos
.1. teiapia los combatientes a veces usan la información revelada por el otro
>|iir dio con un espíritu de confianza, y más tarde la utilizan para burlarse o
I..... ¡liarlo. O pueden negarse a examinar el conflicto, porque declaran que les
Importa tan poco el otro que no desean desperdiciar su tiempo en él. Estas
liiudrs requieren intervenciones vigorosas de los terapeutas. Uno de los
mmlos más comunes de lucha, indirectos y contraproducentes, es el que usó Jan
n lo descripción clínica que hicimos antes en este capítulo. lista estrategia
slgi que el paciente, de una forma o de otra, se dañe a sí misino con la espe
. ni.-,i do eaiisiu sentimientos de culpa en el otro: es la estrategia de “ ves lo
<|u. me lias hecho". 1 * 0 1 lo general, se requieie mucho análisis terapéutico
ji.tiii i .iiuluni este pailón, poi lo eonmn esta piolimdumenic empollado y tiene
, ,||i i q ue se i c m o n l a n a la ma s lenipiauii ¡llíaneia ( E n tu o l e s e la Lint asín
m| .uní i o iiiu ii de m t e s l f o luneinl tni . i gi nni l o ni el qm apnieeeii niiestloN pildrei
370 EL GRUPO AVAN ZAD O

angustiados y otros individuos que nos atormentaron que se golpean el pe­


cho con un sentimiento de culpa infinita.)
Al no estar de acuerdo, cada paciente puede aprender más de las razones de
su posición, y puede, de hecho descubrir razones nuevas y más válidas. También
puede comprender que, sin considerar la fuente de su ira, se expresa de mane-
i as contraproducentes y mal adaptadas. Mediante la retroalimentacáón algunos
pueden aprender que los hábitos muestran desprecio, ira o desaprobación. Nues-
11 1 1 sensibilidad a los gestos y a los ademanes supera nuestra sensibilidad pro-
piioceptiva:13 sólo con la retroalimentación aprendemos que comunicamos algo
que no deseábamos o, en este aspecto, que no percibíamos conscientemente.
lis común que haya pacientes que no experimenten ira, y son un desafío en la
terapia. Aprenden que los otros en su lugar sentirían ira; aprenden a leer
n propio lenguaje corporal ( “ mis puños están cerrados, así que quizá estoy
•nojndo” ) ; aprenden a amplificar y no a suprimir los primeros conatos de ira;
apiruden que expresar ira es seguro, está permitido y les beneficia sentirla.
I I alecto vigorosamente compartido puede aumentar la importancia de la
i< |,n Km I n el capítulo ni describí cómo la cohesión del grupo aumenta cuando
lo miembros del mismo tienen juntos experiencias emocionales fuertes, sin
mi|>0 1 1 . 1 1 la naturaleza de la emoción. Como afirma Frank: “ De este modo, los
miembros de un grupo de terapia con éxito son como los miembros de una
lamilla íntimamente unida que pueden pelearse, y sin embargo obtienen mucho
apoyo en su lealtad familiar.” 9 Una relación diádica que ha soportado mu­
tila tensión puede ser especialmente satisfactoria. Es de gran valor terapéu-
tico una experiencia entre dos individuos en la terapia de grupo que sienten
un odio mutuo intenso, y luego, por medio de los mecanismos que ya hemos
descrito, resuelven el odio, y llegan a la comprensión y al respeto mutuos.

La r e v e l a c ió n de sí m is m o

Kevelai algo de sí mismo (temido y valuado por los participantes) es una parte
integial de todas las terapias de grupo. Culbcrt14 ofreció la siguiente definic ión

Kevelai algo de sí mismo significa que un individuo explícitamente da a una


0 más personas información personal tpie él cree que no podrían obtener a menos
qilo el mismo se las revelara. Además, esta información debe ser "poisonalmenli
privada''; esto os, debe ser de tal nutumlc/.a que no sea algo que el individuo li
1evelai la a cualquiera que se lo preguntara.

I I c ontenido de la revelación d(* sí mismo puede incluí i sucesos pasados o


m ín a le 1, de imeNtíit vida, mnteiinl de íitnbtsíns o sueltos, espeinn/as o ttspiia
EL G R U P O A V A N Z A D O 371

dones futuras, y sentimientos actuales hacia otros individuos. En la terapia de


grupo la última categoría (sentimientos hacia los otros miembros) a menu­
do tiene más importancia.

Riesgos

Obviamente, revelar algo de sí mismo requiere por lo menos la presencia de


otra persona, y debe examinarse en el contexto de esa relación. Cualquier
revelación implica algún riesgo por parte del que revela un secreto. El grado
del riesgo depende de varios factores:14

1. La naturaleza y la intensidad del material revelado. Si la revelación es de na­


turaleza muy personal, cargada de emoción y antes no revelada, obviamente el
riesgo es mayor. Las revelaciones que se hacen por primera vez (la primera vez
que el individuo ha compartido esta información con alguien) están especialmen­
te cargadas de emoción.
2. La probabilidad de que el confidente reciba la revelación como lo desea
el comunicador. El riesgo disminuye si el que revela algo está seguro de que el
confidente comparte algunos intereses similares y es sensible a las necesidades
del comunicador.
3. La probabilidad de que el que recibe la confidencia reaccione como lo
desea el comunicador. El que revela algo de sí mismo siempre tiene esperanzas
y expectativas de producir algún tipo específico de reacción en el que recibe la
confidencia. Cuanto más familiar sea el que recibe la confidencia, cuanto más
frecuentemente se hayan tenido transacciones similares en el pasado, menor será
el riesgo. Si el que recibe la confidencia es vulnerable en relación con el que
revela algo, entonces, también el riesgo es menor. Por ejemplo, el confidente
puedo haber revelado previamente algo al comunicador de la confidencia; en
este caso el comunicador de la confidencia tiene cierta ventaja, y puede, con
poco riesgo, actuar en forma recíproca.

La secuencia de la revelación de sí mismo

i ti las i elaciones sociales convencionales, en las que un participante se inclina


i h.uei revelaciones, comunmente se produce una secuencia predecible. El que
lince la confidencia empieza por liacci revelaciones menores. El que recibe
lo confidencia v que tiene una relación duradera con el que revela la confi­
dencia (y no sólo es un conocido t uMial en una fiesta) probablemente con
«Id. i.uá que tiene cintas icsponsahilldadcN V obligaciones con el que revela
dgo l'm lo geueinl m u . lona anl. la irVfluoinn haciendo algún comentario
372 EL G RU PO A V A N Z A D O

apropiado, según la naturaleza de ésta, y luego actuará en forma recíproca


haciendo alguna revelación. El confidente entonces, igual que el que reve­
ló algo originalmente, se vuelve vulnerable, y por lo general la relación
se vuelve profunda y los participantes hacen revelaciones cada vez más francas
e íntimas hasta que alcanzan un nivel óptimo en su relación.

Funciones adoptadoras de la revelación

Revelar algo de sí mismo es un requisito previo para establecer una relación sig­
nificativa interpersonal en una situación diádica o en un grupo. A medida
que se hacen revelaciones en el grupo, los miembros gradualmente aumentan
su nivel de participación, de responsabilidad y de obligación mutuas. Si el mo­
mento es oportuno, no hay nada que comprometa más a un individuo con
un grupo que recibir o revelar algún material secreto íntimo. No hay nada
más satisfactorio para un miembro que revelar por primera vez algún mate­
rial que ha estado oprimiéndolo durante años y ser comprendido y plenamente
aceptado. Si, como han afirmado los interpersonalistas, como Sullivan y Rogers,
la aceptación de sí mismo debe ser precedida por la aceptación de los otros,
entonces el individuo, si desea aceptarse, poco a poco debe permitirles a los
otros que lo conozcan como en realidad es.
Las pruebas de la investigación validan la importancia de la revelación en la
terapia dé grupo. En el capítulo m describí la relación entre revelar algo de
sí mismo y ser popular en el grupo. La popularidad (determinada por medicio­
nes sociométricas) se correlaciona positivamente con el resultado de la tera­
pia;15 los pacientes que hacen muchas revelaciones en las primeras reuniones, a
menudo logran una gran popularidad en sus grupos.16 Peres17 mostró que los
pacientes tratados con éxito en la terapia de grupo habían hecho casi el doble
de revelaciones personales en el curso de la terapia que las que hicieron los
pacientes tratados sin éxito. Truax y Carkuff18 también descubrieron que el
éxito de los pacientes en la terapia de grupo se correlacionaba con su transpa­
rencia en el curso del grupo. Lieberman, Yalom y Miles10 descubrieron que,
en los grupos de encuentro, los individuos que tenían resultados negativos ha­
bían revelado menos de sí mismos que los otros participantes.
El concepto de trasladar es vital aquí; no sólo los pacientes son recompen­
sados por los otros miembros del grupo por revelar algo, sino que la conducta,
así reforzada, se integra a las relaciones del individuo fuera del grupo, donde
es similarmente recompensado. Corrientemente, antes de revelar algo al cónyuge
o a un amigo íntimo potencial se hace “ la primera” revelación en el grupo de
terapia.
EL GRUPO A V A N Z A D O i

La revelación mal adaptada

Revela algo de sí mismo se relaciona con una adaptación social y p\n ni..,,
óptima de un modo curvilíneo: hacer muchas revelaciones o muy pm .e. .i.mi,
tener una conducta interpersonal mal adaptada.
Revelar muy poco por lo general significa tener muy pocas opoitumdnd.
probar la realidad. Si un individuo no puede revelar algo tic m miMim
una relación, en general pierde la oportunidad de obtener una relio.............. .
válida. Además, impide que la relación crezca más. Sin recipmehl.nl I. ...
liarte desistirá de hacer otras revelaciones o romperá enteramcnic ln o i .• .
El que no revela algo de sí mismo en el grupo tiene poca ..............i . ¡
ser aceptado genuinamente por los otros miembros, y por ello h< ... r. •
oportunidades de aumentar su estima propia. Vosen mostró este pimío ,
mentalmente. En su estudio afirmó: “ Percibir que no se hacen o .i . . .
de sí mismo reduce la estima propia.” 20 Si a un individuo lo au pi ... p. .
imagen (falsa) que intenta proyectar, no hay un aumento duradeto <1. u p.. ,
estima; además, es probable que en esta situación se dedique mcn..- , i......
velaciones de sí mismo válidas, ya que corre el riesgo extra de p< i .Im i .
(ación que ha ganado con la falsa presentación de su yo.14
Algunos individuos temen revelar algo, no básicamente poi ..m ..
temor a no ser aceptados, sino porque tienen un grave colilla i....... , i
del dominio: para ellos revelar algo es peligroso, porque lo-, . ............
liles al dominio de otros. Cuando los otros en el grupo se vu« l\. m .
mente vulnerables a causa de que revelan algo, entonces y sólo culón.. ,i
¡minar en forma recíproca.
Los obstáculos de la revelación les estorban a los mieinbio. indi ..I..
v también a los grupos. Si alguien tiene un secreto importante y i m- .
.ti ievo a revelárselo al grupo, sólo podrá participar en un nivel muy ,n|........
pniquc no sólo debe ocultar el secreto, sino también debe oculi.u i-
he, posibles pistas del secreto. En el capítulo ix examiné en detalle como, . n
punieras etapas de la terapia, el terapeuta puede tratar mejoi al pin lt i
. |tii- lime un gran secreto. Resumiendo, es bueno que el terapeuta l< i , ,
¡I paciente que debe, si desea beneficiarse con la terapia, comparth ai m u .
..... el grupo. El ritmo y la oportunidad los determinará el paciente p.i.
i. tápenla puede ofrecer facilitarle esto, como lo desee el paciente A \. ■
I a lapeuta, inconscientemente, desalienta la revelación. 1.1 secreto mu . 1. 1
|.|, que lie conocido lo poseía una paciente de un grupo reeién formado, dlilgi
,...i un leiapcula principiante, l a paciente, un ano antes, había asesinado *
liiju di dos anos de edad y después fracasó en un intento de suicidio i
.ni. la declinó loca y la libeló con la condición de que acudiera a la n tupi
1 1 , puft de cnIui enton e semanas en terapia, la paciente no sólo no lial
374 EL GRUPO AVANZADO

dicho nada de sí misma, sino que al adoptar activamente estrategias de negación


y de supresión (com o tablas astrológicas y sectas místicas antiguas) había obs­
truido a todo el grupo. A pesar del consejo de su supervisor, el terapeuta de
grupo no pudo descubrir ningún método para ayudar a la paciente (o al grupo)
a avanzar en la terapia. El supervisor después observó algunas sesiones del
grupo, y advirtió que la paciente le ofrecía al terapeuta una gran cantidad
de oportunidades para ayudarla a examinar su secreto. En una sesión de super­
visión productiva se analizó por qué el terapeuta evitaba el problema de la
paciente: sus sentimientos acerca de su propio hijo de dos años, su horror
(a pesar de sí mismo) de este acto, se coludían con el sentimiento de culpa de
la paciente para que guardara silencio en el grupo. En la siguiente reunión
una pregunta amable del terapeuta bastó para que la paciente hablara y para
cambiar el carácter de todo el grupo.
En algunos grupos (descubro esto frecuentemente en los grupos de profe­
sionales de la salud mental) revelar algo de sí mismo se ve desalentado por
un ambiente general de crítica. Los miembros se resisten a revelar aspectos
“ vergonzosos” por el temor a que los otros dejen de respetarlos. En los gru­
pos de profesionales de la salud mental este problema es aún más crítico. Ya
que nuestro principal instrumento profesional es nuestra persona, se corre el
riesgo de perder el respeto personal y profesional. Por ejemplo, en un grupo
una psiquiatra residente discutió su homosexualidad, y otro examinó su falta
de confianza como médico y su pánico cuando se veía en situaciones de vida o
muerte. B'ob, otro miembro, afirmó que los temores de ellos de revelar este ma­
terial estaban bien fundados, ya que él había dejado de respetarlos y dudaba
si debería, en el futuro, enviarles pacientes. La reunión continuó, y los otros
miembros condenaron a Bob por su actitud crítica y sugirieron que se resistirían
a enviarle pacientes. Así la serpiente puede continuar mordiéndose la cola ad
injinitum a menos que el terapeuta intervenga en el proceso.
También debe distinguirse entre una necesidad saludable de intimidad y el
secreto compulsivo neurótico. Algunos individuos, que a menudo no acuden
a la terapia de grupo, tienen un aislamiento bien adaptado: comparten su inti
midad sólo con unos cuantos amigos íntimos y les estremece la idea de revelarse
en un grupo. Además, gozan con las actividades privadas de la contemplación
de sí mismos. Esto es muy diferente del aislamiento que se basa en el temor, la
vergüenza o en las inhibiciones sociales mutiladoras. De hecho, como Mnslow "1
sugirió, resolver la soledad neurótica puede ser un paso previo esencial para
establecer un deseo saludable de intimidad. Muchos pacientes que no revelan
nada al mismo tiempo temen estar solos y participan en muchas relacione-,
dependientes insatisfactorias: temen tanto la soledad que ya no pueden sentu
el placer de la intimidad. Su sentido del yo se encuentra tan poco desarrollado
que el mundo sólo toma realidad cuando lo peiciben a ti aves de l.i cq ieih n cia
EL GRUPO AVANZADO 171

de los otros. Por ello, no pueden gozar solos de una película o una obra de tea
tro o un evento deportivo; esperan leer la reseña del periódico o las rcaccio
nes de los otros para percibir la realidad del suceso. Pueden ser tan sensibh
al rechazo o al abandono que la experiencia de estar solos los llena de miedo
Otros son tan dolorosamente conscientes de sí mismos que se torturan mientia.
están solos meditando qué pensarán de ellos los demás: ¿los otros creen qm
ellos están abandonados, solos, son dignos de lástima, etcétera?
Una revelación de sí mismo excesiva puede ser algo tan mal adaptado como
hacer pocas revelaciones. La revelación de sí mismo indiscriminada no es l.i
meta de la salud mental ni un camino hacia ésta. Algunos pacientes cometen
el grave error de creer que si la revelación es benéfica, entonces la revelación
total y continua debe ser mejor. Pero, como señaló Goffman22 la vida urh.m.i
sería insoportablemente complicada si todo contacto entre dos individuos mi
plicara compartir preocupaciones y secretos personales. Obviamente el np<>
de relación que hay entre el que revela un secreto y el confidente debe ser . I
pnncipal factor para determinar el patrón de la revelación de sí mismo. V a l i a s
investigaciones han mostrado esto: los individuos revelan diferentes tip o s \
<.unidades de material, dependiendo de si el confidente es una madre, un pmln
1 1 mejor amigo, la mejor amiga, un socio o un cónyuge.23- 24- 2 B
Sin embargo, algunas personas que revelan algo en forma mal adaptada m>
l o m a n en cuenta al confidente, y por ello ponen en peligro su relación con <-.1 .
I I individuo que en sus revelaciones no puede distinguir entre sus aml}-o
futimos y sus conocidos más distantes, deja perplejos a sus compañeros I .1 ...
a j-uro de que todos hemos experimentado un sentimiento de confusión o inn
. Ion al saber que un material supuestamente íntimo que se nos conlió lo lian
......partido muchos. Además, una gran cantidad de revelación de si mismo pu<
di asustar a un confidente no preparado. En una relación rítmica, fluida, una
p. nonti lleva a la otra a hacer revelaciones, pero nunca hay un abismo muy
i iande entre las dos.
I n la terapia de grupo, los miembros que revelan algo premaluia y pío
un í. uamente a menudo abandonan pronto la terapia. Los pacientes deben . 1 1
di atados a correr riesgos en el grupo; este cambio de la conducta prodin i
•mío irtronlimentación positiva, refuerza y alienta más el acto de corroí 1 icsgos
l*< 1 0 ni icvelan demasiadas cosas y demasiado pronto, pueden exeedei su
i ilinmeia sienten tanta vergüenza que cualquier satisfacción Intel|XMNonul
• a n u la Adunas, pueden asusltu a los otros que desean apoyarlos, p u o qm
•un no están preparados pura portarse en forma recíproca, l'l que revela a l g o
• t oloui en una posición tan vulnerable en el guipo que con liceueuelu
d. <ide liun
I mía-i e-.tas obsi ivm iones siigieu u que leveltu algo pcisonal es un ac to
•i iial ruinplr|o. que eslA viiu litado a la situación y al papel Nada lia. 1
376 EL GRUPO AVANZADO

revelaciones en la soledad; siempre deben considerarse el momento, el lugar y


la persona. Por ejemplo, una revelación apropiada en un grupo de terapia,
puede ser desastrosamente inapropiada en otras situaciones (este fracaso en des­
lindar fronteras — y la consiguiente vergüenza que se siente en adelante— es
característico de muchos individuos que han tenido una experiencia breve agra­
dable en un grupo de encuentro [véase el capítulo x iv l).
Una revelación apropiada en una etapa de la terapia de grupo puede ser
inapropiada en otra etapa. Estos puntos son en especial evidentes en el caso
de la revelación de los propios sentimientos ante otros miembros ( “ retroali-
mentación” ). Creo que el terapeuta debe ayudar a los miembros para que se
guíen por la responsabilidad con los otros y por la libertad de expresión. He
visto algunos sucesos malos, destructivos, que ocurren en los grupos con el pre­
texto de la sinceridad y de la revelación de sí mismo. “ Usted nos dijó que
debíamos ser sinceros al expresar nuestros sentimientos, ¿no es así?” Pero
de hecho siempre revelamos selectivamente nuestros sentimientos. Hay capas de
reacciones que rara vez compartimos: sentimientos acerca de los atributos
que no cambian, las características físicas, las deformidades, la mediocridad
profesional o intelectual, la clase social, la falta de encanto. Para algunos,
revelar sentimientos hostiles con franqueza es “ sencillamente. .. sinceridad”
¿Qué sucede con los sentimientos metahostiles subyacentes, los sentimientos
de envidia, culpa, preocupación, empatia, fraternidad, el placer sádico d<
triunfar vengativamente?
En él capítulo vi examiné algunos de los papeles característicos vinculados
con las revelaciones de sí mismo que hace el jefe del grupo. Éste primero del>*
hacer otras consideraciones. El general que, después de haber tomado m u
importante decisión táctica, se pasea retorciéndose las manos y expresaml..
verbalmente su incertidumbre, sin duda rebaja la moral de todas sus tropas '
El jefe del grupo de terapia no revela los sentimientos que minarían la etica. i .
del grupo: su impaciencia con el grupo, su deseo de estar en casa para com< i
su preocupación por el paciente o el grupo que ha visto antes ese día. n
lista de favoritos en el grupo, y otras muchas preocupaciones profundaim m
personales.

La t e r m in a c ió n

La terminación significa más que terminar la terapia; es una parte inte}',tal d '
proceso de la terapia y, si se comprende y se maneja adecuadamente, pin di
ser una fuerza importante para instigar al cambio. I’oi lo menos luí y n
formas comunes de terminar en la terapia de grupo: I) la terminación di m
paciente sin éxito; 2) la terminación de un paciente con éxito, y t) la iinm
EL GRUPO AVANZADO »77

El paciente sin éxito

Por lo general los pacientes sin éxito abandonan la terapia de grupo m las
primeras veinte reuniones; la investigación ha indicado que hay poca:. di •.< i
ciones del grupo entre la reunión vigésima y la quincuagésima, y los paeii ni<
que permanecen en el grupo más de cincuenta reuniones tienen una el* \.»*L<
probabilidad de mejorar (el 85% en un estudio).15
Las razones para la terminación prematura ya las hemos examinad*» » n
otra parte de este libro. Por lo general provienen de problemas causado', pm
la disidencia, el subagrupamiento, los conflictos con la intimidad y la ñ o l a
ción, el papel del provocador prematuro, la tensión externa, las complica* ¡oues
de una terapia concurrente individual y de grupo, la incapacidad paia .......
partir al jefe, la preparación inadecuada y el contagio emocional. Mn la I» » »
de todas estas razones se encuentra el hecho de que hay mucha angusliu al
iniciarse la terapia de grupo: los pacientes que tienen patrones ínter p< i amali
mal adaptados se ven expuestos a exigencias desacostumbradas de siiurn d id
c intimidad, y a menudo se sienten confundidos por el procedimiento, supoiii n
que las actividades del grupo tienen poca relación con sus problema:., y hmd
mente, reciben muy poco apoyo en las primeras reuniones para maúlen* i u
esperanza.
Los principios generales para impedir la deserción del guipo los lamí»
examinado en los capítulos ix y x. Un enfoque importante para liacn di mmuli
la lasa de deserciones del grupo es, en la preparación antcrioi a la n tapie,
pievci las principales preocupaciones y problemas del grupo. Lisia piivhiim
li m iara al paciente que es posible que sufra periodos de desalíenlo en . I pn»
>*'.o de la terapia. Los pacientes se sienten menos inclinados a neulet la ion
ihin a en un terapeuta que parece tener un conocimiento previo qtn \mgi di
la experiencia.
I ti algunos grupos hay miembros experimentados que desempeñan algim »
d. i .las funciones de predicción. Por ejemplo:I

I n mi gu ip o habían term inado con éxito su terapia varios m iem bios, p cio luililm i
■ i •i* iludo lie s antiguos m iem bros, y el grupo se reconstruyó con cinco mim .»
mi» Milu os. I n las prim eras dos reuniones los antiguos miembroN les lilr lr in n un
o lumen a los nuevos de lo que se habla tratado en el grupo P u llo otra infoi
mui Ió ii , les dijeron que en la sexta o en la «óptima leunión algún partenl* de
• (•lilla niai i I m i se. y e n t o n c e s el g u i p o " l e n d i í a q u e dejüi el a n á l i s i s d u i a u b un
i >i d< i< u n i o n e s p a t a p e r s u a d i d o de q u e se q u é d a l a " lo s antiguos m le inhlos
»!• pn» pied ljeio n < nal di lo s n u e v o s S e lla el p i u n e i o en d e e ld li a b a ild o U iU I"
(••lupia Isla l o l l l l a de piedtccli'ilt es lilla m a n i l a e llia . ile n a g u i a i qta lu m<
•II» •Ióii no se, •lim pia
378 EL GRUPO AVANZADO

A pesar de una preparación ardua, muchos pacientes considerarán abando­


nar al grupo. Cuando un paciente le informa al terapeuta que desea salirse del
grupo, el recurso tradicional es pedirle que acuda al grupo para discutir esto
con los otros miembros. Esta práctica se basa en el supuesto de que el grupo
le ayudará al paciente a analizar su resistencia, y por consiguiente lo disuadi­
rá de abandonar la terapia. Sin embargo, este procedimiento rara vez tiene
éxito. En un estudio1 sobre 35 deserciones que hubo en nueve grupos de tera­
pia (que originalmente tenían 97 pacientes), descubrí que a cada uno de
los desertores les habían pedido que fueran a otra reunión; ni una vez resultó
eficaz esto para impedir la deserción prematura. (Además, ninguno de los
que continuaron en el grupo y amenazaron abandonarlo, se salvó con esta
técnica.) Cuando el paciente acudió a su última reunión, no dio más razones
para dejar al grupo, porque ya no se sentía comprometido con éste ni con
sus normas; por lo general, se comunicaba de una manera defensiva, reserva­
da, y ni él ni el grupo se beneficiaron con esto.
Por lo común los terapeutas hacen bien si les piden a los desertores poten­
ciales que acudan a una serie de breves entrevistas individuales en las que se
discuten las fuentes de la tensión en el grupo. Que el terapeuta haga una in­
terpretación muy penetrante puede ser muy eficaz para que el paciente conti­
núe en la terapia.

Por ejemplo, un esquizoide alienado anunció en la reunión octava que creía que
no estaba logrando nada con la terapia de grupo y que había decidido abando­
narla. En una sesión individual el paciente afirmó algo que no se había atrevido
a decir en el grupo: que había tenido muchos sentimientos positivos hacia dos
miembros del grupo. Sin embargo, insistió en que la terapia era ineficaz y
que deseaba una forma de terapia más rápida y relevante. El terapeuta interpre­
tó correctamente que la crítica era una racionalización intelectual que el paciente
le hacía a la terapia de grupo; de hecho estaba huyendo de la intimidad que él
había sentido en el grupo. El terapeuta de nuevo le explicó el fenómeno del mi­
crocosmo social y le aclaró al paciente que en el grupo él estaba repitiendo su
antiguo estilo de relacionarse con los otros; él siempre había evitado o huido
de la intimidad, y sin duda haría lo mismo en el futuro, a menos que dejara de
huir y tuviera una oportunidad de analizar en vivo sus problemas interpcrsonales.
El paciente regresó a la terapia de grupo y posteriormente logró hacer considera­
bles avances en ella.

El terapeuta de grupo sin experiencia a menudo se siente muy atemorizado


cuando un paciente amenaza abandonar al grupo. Con frecuencia en el según
do o el tercer mes de terapia varios pacientes en forma simultánea deeiden
abandonar al grupo; en ese momento el terapeuta principiante puede h u I'i í i
una intranquilidad considerable e imaginar que se quedará solo en el guipo v
EL GRUPO AVANZADO »/<>

que todo se hundirá bajo sus pies. Con el tiempo sabrá que inevitablemeni.
ocurren deserciones prematuras en el grupo,* pero que esto no significa un
fracaso personal. Si el terapeuta siente pánico y ejerce una presión indebida
en el paciente para que continúe en el grupo, éste por lo general advertirá que I.
están pidiendo que haga algo no por él mismo, sino por el terapeuta o pin
el grupo, y casi seguramente abandonará la terapia.
Algunos terapeutas de grupo muy experimentados rara vez tienen deseivionr-,
en su grupo. No sólo son más hábiles para realizar el proceso de selección, mm <>
que tienen tanta confianza en el grupo que, de varias maneras, se la Imsmiit n
a los miembros. Pueden predecir, aun después de unas cuantas sesione., >1 1 1 .
pacientes no podrán trabajar en el grupo y, en vez de esperar a que se produ/. , 1
la deserción, que es desmoralizadora para los pacientes y el grupo, le informan ,il
paciente que (según ellos creen) la terapia de grupo no le será útil, y qu.
debe considerar asistir a otra forma de terapia. Este método de rcducii las <l>
l iciones no es una forma fraudulenta de llevar una contabilidad (convnin
las “ deserciones” en “ expulsiones” ) análogo al procedimiento que usan alguno',
hospitales para inflar la tasa de supervivencia mediante varios procedinm n io.
quirúrgicos (transferir a los pacientes moribundos a instituciones afiliadas). I ,u
método refleja una actitud del terapeuta que aumenta el compromiso pata lia
bajar y el valor del grupo.
Cuando un paciente, a pesar de los mejores esfuerzos del terapeuta, di. ni.
diqar al grupo, el terapeuta debe volver esta experiencia lo más eon-diu. iiwi
que sea posible. Estos pacientes por lo general se sienten muy desunuali/.i
dos y tienden a considerar la experiencia de grupo “ un fracaso más” . Auuqu.
•I paciente niegue este sentimiento, el terapeuta debe suponer que e.M\i<
mi una entrevista privada con él debe ofrecerle métodos alternos pmn
.....-aderar esta experiencia. Por ejemplo, puede presentarle la idea d. nn
■>.iai “ listo” o no ser “ adecuado para el grupo” . Algunos pacientes solo pu< di n
Imncliciarsc con la terapia ele grupo después de un periodo de lempa indi
Idn.il; otros, por razones que no advertimos con claridad, no pueden iiut>.q,u
mi 1 lieaeia en los grupos de terapia. También es enteramente posible qm . I
pu n n ic tenga un curso de terapia benéfico en otro grupo, y debe esplín,u ,
•iia posibilidad. De eualquiei modo, al paciente deben ayudarlo a compo n

' Di- Mocho es esencial que huya mili nnlidii .le rscnpo cu la torupln <lc yuqui 1 ,iu
i' p. m illo a algunos paciente* lim o mi prlmei eompiomiso piovisionnl con el ¿pupo
n.P J. la I o i i p i itlyiin nn-umiMiio ilr i I c m ompi 1 nioii los i - i 101 os en el pión so de m I. m I i .ii
"i Im vIlal'lciN, y ( h iii 011 htn eso* uiospi-dulos en la vnla il< los nuevos m lrm llio ., •n
•"oiiu iiupiovisin se ilesai tolla la i ih om palil)l|lilail en el mupo Algunas o-iillloni , «|.
' •I....ilmlo'i ile 1 elaciones Iniman ii’i il> una m mima que ,1 o nli/an m i un loial |>i’<>pi oIi
1 lili aislado m í o - i e n il. esta salida d< e .eape y en Viu i.... Misiones lie o h s n vado
• I0111 < p .U iilk ir. qm mui ge n poi la pin man. ni la obligada mi un guipo |neiifnpi|||hli
380 EL GRUPO AVANZADO

der que no ha fracasado, sino que, debido a varias razones posibles, ha fra­
casado una forma de terapia.
El terapeuta puede usar la última entrevista para revisar detalladamente
la experiencia del paciente en el grupo de una manera útil para el paciente.
En ocasiones los terapeutas no están seguros de la utilidad o la conveniencia
de confrontar a los pacientes que abandonan la terapia. Por ejemplo, ¿deben
confrontar a un paciente negador que atribuye su deserción del grupo a sus
dificultades para oír, cuando de hecho se ha comportado en forma muy di­
sidente y claramente lo ha rechazado el grupo? Como principio general, es
útil considerar al paciente desde la perspectiva de toda su historia en la te­
rapia. Si es muy probable que pueda entrar de nuevo a terapia, una confron­
tación constructiva, a la larga, le permitirá aprovechar más su siguiente tera­
pia. Por otra parte, si hay pocas probabilidades de que el paciente asista a una
terapia orientada dinámicamente, tiene poco sentido ofrecerle una interprc
tación final que el paciente no podrá aprovechar o ampliar; tiene poco sen
tido minar las defensas, hasta las contraproducentes, si no podemos ofrecer
un sustituto satisfactorio.

Terminación de la terapia del paciente con éxito

En todo este libro he hecho énfasis en que la terapia de grupo es un proceso


muy individual. Cada paciente entrará, participará, usará y experimentará l;i
terapia de grupo de una manera muy personal. Terminar la terapia no es
una cuestión menos individual. Sólo pueden hacerse suposiciones muy gene
rales sobre la extensión y las metas totales de la terapia. La mayoría de lo*,
pacientes necesitan aproximadamente de 12 a 24 meses para lograr cambio*,
sustanciales y duraderos, pero es posible resolver la crisis y lograr alivi.n
los síntomas en lapsos más breves. Las metas de la terapia nunca se han
expresado más brevemente que en las palabras de Freud: “ ser capaz de am .n
y de trabajar” . Hoy día algunos añadirían una tercera condición: “ jugar” ; y
otros también esperan que el paciente pueda amarse, permitirle a los o l o ­
que lo amen, ser más flexible, buscar y confiar en sus propios valores. Algo
nos pacientes pueden lograr mucho en unos cuantos meses; en cambio oto-
requierén años de terapia de grupo. Algunos pacientes tienen metas mas am
biciosas que otros; no sería exagerado afirmar que algunos, satisfechos n - n
su terapia, terminan aproximadamente en el mismo estado en que olio. I-
comienzan. Algunos pacientes pueden tener metas muy específicas en la I- m
pia y debido, en gran parte, a que su psicopatología es cgosintónica, d - •id- --
limitar la cantidad de cambio que desean reali/.ai Otros pueden v e r a ol-
truidos por circunstancias externas importantes en sus vidas, lodos lo*. i-
rápenlas han tenido la experiencia de a y u d a i a un paciente a m e jo ia i l i r i a
EL GRUPO AVANZADO IKI

un punto en que lo empeoraría cambiar más. Por ejemplo, un paciente puede,


si cambia más, superar, por decirlo así, a su cónyuge; continuar su t e r a p i a
significaría romper una relación irreemplazable a menos que el cónyuge tu
viera cambios concomitantes. Si esta contingencia no es posible, el terapeuta
actúa bien si se conforma con los cambios positivos que han ocurrido, a u n q u e
sea muy evidente el potencial personal para un desarrollo mayor.
Terminar el tratamiento profesional sólo es una etapa en la carrera di 1
desarrollo del individuo; la terminación no equivale a estáncamiento. L o s
pacientes continúan cambiando, y un efecto importante de la terapia con
éxito es que se les permite usar constructivamente estos recursos eu , 1 1
medio ambiente personal. He observado, en entrevistas de rastreo hecha', a
muchos pacientes que tuvieron éxito, que no sólo siguieron cambiando des pin
de terminar su terapia, sino que, luego que dejaron al grupo, recordaron mrsi
más tarde una observación o una interpretación que hizo otro miembro o t i
Irrupeuta que de pronto adquirió significado. Otros no sólo logran d e s u n o
liarse, sino que sufren retrocesos después de la terminación; muchos pu
vientes tratados con éxito padecerán una angustia excesiva al enfrentar.t . 1
la vida, y necesitarán ayuda temporal. Además, todos los pacientes sido 1 1
angustia y depresión después de partir de la terapia de grupo; un peí iodo di
l listeza es algo inevitable cuando se termina la terapia.
I I tiempo oportuno de terminar la terapia es una cuestión tan incxai la r m
dlvldual como los criterios de la terminación. Algunos terapeutas eicrn qu.
tenninar la terapia de grupo es menos problemático que terminal u n a t< m
pí a individual prolongada, en la que los pacientes a menudo se vuelven t an

dependientes de la situación terapéutica que se resisten a dejarla. Los p a e n n


c de la terapia de grupo por lo general tienen más conciencia de q u e e s t a
n o es un modo de vida, sino un proceso que tiene un principio, un medio

un Im. En el grupo ele terapia hay muchos recordatorios vivientes de la se


> ii « iiein terapéutica. Los pacientes ven a los nuevos miembros e n t i a i a la
1 « 1 apía, y ven terminarla a los miembros que mejoran; observan cómo el
1 1 qu illa comienza el proceso de nuevo para ayudar a los principiantes e n
l-i etapas difíciles de la terapia. Con esto comprenden el hecho a g n d u l e e
di q u e . si bien han tenido una relación real y significativa con el terapeuta.

•t. también es un profesional debe dedicarle su atención a otros no e-,


mui lítenle continua y sin fondo de satisfacción
U n es Miro que el g r u p o ejerza u n a p re sió n sutil en un m i e m b r o p ata qu<
a., a b a n d o n e la terapia los miembros que se q u e d a n n o s ó l o lo ee h ata n n el
1! m en o s, sino ta m bié n a s u s cotlli ¡lu iciones Sin ilu d a los pin temes que lian
1 ■ 1m am 'i id o en un g u i p o di te m pla (lili.Hile m u c h o s m eses o a n o s a d q u i e i e u
lid.ilid aile s Intel peí solíale s y de g u i p o que lo. v u e lv e n 11111y valio sos, ( ( 'ic o
|.i> 1 lo puede Hl'i lina de las d i l e i i u e l u s < HtílitfMi CíM linp oi lililíes Clllli el
382 EL GRUPO AVANZADO

resultado de la terapia de grupo y el de la individual. Quizá podría demostrar­


se esto haciendo pruebas con los pacientes mostrándoles películas o videotapes
de fragmentos de sesiones de grupo, y preguntándoles qué observaron en el
proceso subyacente.)
Por ejemplo, un paciente que estaba a punto de terminar la terapia señaló
en su última reunión que en cuatro de las últimas cinco sesiones Albert había
iniciado la reunión hablando, pero que rápidamente el grupo le había dedi­
cado su atención a Dave, que era más simpático y participaba más. Después
de esto, señaló que Albert, además de sus intervenciones ocasionales, se
sumía en el silencio durante el resto de la sesión. También observó que otros
dos miembros no se comunicaban directamente entre sí, sino que usaban
como mediador a una tercera persona. Una paciente en su última reunión ob­
servó que había notado los primeros signos de que terminaba una colusión
prolongada entre dos pacientes, porque cada uno, en efecto, había convenido
no decir nada que fuera desagradable para el otro. En la misma reunión ella
regañó a los miembros del grupo que pidieron se les aclarara las reglas bá­
sicas acerca del subagrupamiento: “ Contesten ustedes mismos. Es su terapia.
Ustedes saben lo que quieren obtener del grupo. ¿Qué significa éste para us­
tedes? ¿Les sirve o no les sirve?” Todos estos comentarios son muy comple­
jos y dignos de cualquier terapeuta de grupo con experiencia.
El terapeuta puede apreciar tanto las contribuciones de estos miembros
que a veces comparte la resistencia del grupo a permitirle al paciente que
termine la terapia: no hay, desde luego, justificación para esta actitud, y el
terapeuta debe analizar esto francamente tan pronto como lo advierta. Entre
paréntesis, he observado que ocurre una succión del papel en estos casos
Después de que parte el miembro antiguo, otro avanza a una posición en la
que puede ejercer las habilidades que ha adquirido.
Algunos pacientes socialmente aislados pueden posponer terminar el traía
miento debido a que utilizan al grupo de terapia como un grupo social, y no
como un medio para desarrollar habilidades para crearse una vida social
en su medio ambiente. El terapeuta en este caso debe enfocar la transieren
cia del aprendizaje y alentarlos a correr riesgos fuera del grupo. Otros p u e d e n
prolongar indebidamente su estancia en el grupo, porque esperan algún t i p o
de garantía de que no tendrán dificultades en el futuro: pueden surgii qm m
quedarán en el grupo unos cuantos meses más hasta que comiencen a ii.i
bajar en un nuevo empleo, o se casen o se gradúen en la universidad \i
la base de la mejoría parece segura, las demoras por lo gcneial son ¡nuce» •m
rias; nunca podremos estar seguros, y siempre habrá riesgos,
No es raro que los pacientes sufran una breve u ra n ia en sus s í n t o m a
originales poco antes d e leiminai la terapia I •'u ve/ d e prolongai ai p r i m a
neneia en el grupo, el teiapeula debe ayudarlos a compieudei este h« <lio ai ¡u
EL GRUPO AVANZADO IH l

titud e s .. . una protesta contra la terminación de la terapia. Un paciente, tres


reuniones antes de terminar su terapia, sufrió de nuevo depresión y no Ir
encontraba sentido a la vida, lo que lo había impulsado a asistir a la templa
Los síntomas desaparecieron con rapidez cuando el terapeuta hizo la inteipo
tación de que el paciente estaba buscando razones para no salirse del guipo
Esa noche el paciente tuvo un sueño, y lo contó en la siguiente rnnunii
“ Usted [el terapeuta] me ofreció un lugar en otro grupo en el que yo ivolu m
entrenamiento como terapeuta. Y o pensaba que lo había engañado y <|n<
usted creía que yo estaba mejor.” El sueño representaba una ingeniosa
estrategia para posponer la terminación de la terapia: ofrecía dos posibilidad» •.
la primera era que el paciente iría a otro de los grupos del terapeuta en » I
que recibiría entrenamiento como terapeuta; la segunda era que había ñipa
ñado al terapeuta y que realmente no había mejorado (y debía continuai >n
el grupo). De cualquier manera que se interpretara el sueño, el paeienlc n<»
tendría que terminar la terapia.
Algunos pacientes mejoran gradual y constantemente durante su prima
nencia en el grupo. Otros actúan sin un ritmo y mejoran en diversos moim u
tos. He conocido a muchos pacientes que, aunque están comprometido;....... .
el grupo y trabajan arduamente, no hacen progresos evidentes en sn-., d o ..
y hasta 18 meses, luego de pronto en un breve lapso parecen translonnni .
(¿Qué les diremos a nuestros alumnos? Que no deben buscar satislu.clon,
inmediatas en sus pacientes, sino que, si construyen fundamentos tnii¡•»■uta».
sólidos, profundos, sin duda se producirá un cambio. Tan a menudo prn a
inos que esto es un consuelo, una trivialidad destinada a elevar la moml .1.
los terapeutas, que olvidamos que es una verdad.) Para ciertos pm uní. •
esto es especialmente verdadero; pueden sentirse en especial abandonado’
tienen poca estima propia y sienten que su única moneda en sus liansaccion.
con el terapeuta y el grupo, es su enfermedad. Si mejoran, el terapeuta Ion
abandonará; por ello, deben menospreciar u ocultar sus progreso1. I)» •ule
luego, sólo hasta mucho más tarde descubren la clave de esta paradoja absm
»la después de que realmente mejoran, ya no necesitan al terapeuta
Un indicio útil que sugiere que el paciente está preparado puní teimlmu
I » Iciapla es que el grupo comienza a parecerle menos importante Una pa
mente que estaba a punto de terminar su terapia comentó que los lunes y lo
pieves (los días de las reuniones del guipo) I»' parecían como cualquíri olio
di.i de l.i semana ('muido ella comenzó la teiapiu de guipo, vivía espetando
los lunes y los jueves, y el resto de los «lias, entre las leunloncs, eran intuís
II ni lentes.
tengo la eosluinlue de griibtli la piimcra enlievlsta terapéutica con <1 pa
i lelilí ( 'oii liecUffucia estas ( lulas inagnell» as son ullle'l pina deeldii «liando
leimluai la tenqna Al escuchai, iuu< loe. mcies une. luid» , su sesión inicial, el
384 EL GRUPO AVANZADO

paciente puede tener una perspectiva más clara de lo que ha logrado y de


lo que aún le falta hacer. Los terapeutas que utilizan sesiones alternas infor­
man que cuando la conducta de un paciente en una reunión sin jefe es idéntica
a su comportamiento en presencia de un terapeuta, puede estar próximo el
momento óptimo para terminar su terapia.
Los miembros del grupo son una fuente valiosa para ayudarse mutuamente
a decidir cuándo terminarán la terapia, y a menudo resulta prematura una
decisión unilateral que toma un paciente sin consultar a los otros miembros.
Por lo general cuando una decisión de terminar la terapia está bien planeada
se discute unas cuantas semanas en el grupo, y entonces el paciente analiza sus
sentimientos relativos a dejar al grupo. No es raro que los pacientes tomen
la decisión abrupta de dejar de pertenecer de inmediato al grupo; he descu­
bierto que a estos pacientes les parece difícil expresar gratitud y sentimientos
positivos, por ello intentan abreviar el proceso de separación lo más que
pueden. Debe ayudarse a estos pacientes a comprender y a corregir su mé­
todo brusco y poco satisfactorio de terminar las relaciones. Ignorar esta fase
de las relaciones interpersonales significa descuidar un área importante de las
relaciones humanas. Terminar es, después de todo, una parte de casi cual­
quier relación, y durante toda su vida el individuo debe, en muchas ocasiones,
despedirse de gente importante.
Muchos pacientes que terminan su terapia intentan amortiguar la repercu­
sión que tendrá su partida creando puentes con el grupo que podrán usar en
el futuro. Desean que les aseguren que podrán regresar, apuntan los números
telefónicos de los otros miembros, o planean reuniones sociales para man­
tenerse informados de los sucesos importantes del grupo. Estos esfuerzos
deben esperarse, sin embargo, el terapeuta no debe aceptarlo de tal manera
que niegue con su actitud que ha terminado la terapia. A l contrario, debe
ayudar a los miembros a analizar esto al máximo. El paciente se marcha de
verdad, y en realidad no puede regresar, el grupo se alterará irreversible­
mente, nuevos miembros lo reemplazarán, el presente no puede congelarse, el
tiempo pasa cruel e inexorablemente. Estos hechos también son evidentes
para los miembros que se quedan; no hay mejor estímulo que la partida de
un miembro para alentar al grupo a enfrentarse a problemas como la separa
ción, la pérdida, la muerte, la vejez, las contingencias de la vida y el paso
del tiempo. Terminar la terapia no es un suceso ajeno al grupo, sino la
representación microcósmica de algunos de los problemas más críticos y do­
lorosos.
El grupo puede necesitar algunas sesiones para analizar la pérdida del
paciente y enfrentarse a muchos de estos problemas de la terminación De-,
pués de que un miembro parte del grupo, por lo general no es conveniente
introducir a nuevos pacientes en éste sin liocei una pausa de una o mus
EL GRUPO AVANZADO »83

reuniones. A menudo la partida de un miembro es el momento apropiado


para que los otros hagan un inventario de sus progresos en la terapia. I os
miembros que entraron al grupo junto con el paciente que ha terminado su
terapia pueden sentir alguna presión para avanzar con mayor rapidez. Olía
reacciones están en función de las áreas conflictivas. Algunos miembros pueden
creer que la partida de un miembro fue forzosa y pueden sentir la necesidad
de reafirmar un lugar seguro en el grupo, por medios regresivos si es na e
sario. Otros miembros con espíritu de competencia pueden darse prisa pata
terminar la terapia prematuramente.
El terapeuta también debe observar sus sentimientos en el proceso de leí
minación de la terapia, porque ocasionalmente sin darse cuenta y en fumín
innecesaria demora la terminación de la terapia de un paciente. Algunos lei.i
peutas perfeccionistas pueden esperar irrealmente que sus pacientes logieu
demasiados cambios, y pueden negarse a aceptar algo que no sea imn icen
peración total. Además, no tienen fe en la capacidad del paciente para con
i imiar desarrollándose después de terminar la terapia formal. Otros pacieiili
nos hacen sentir el orgullo de Pigmalión; nos parece difícil alejarnos de ni
guien que es, en parte, nuestra creación; decirles adiós a algunos pacientes .
despedirnos de una parte de nosotros mismos. Además, es una despedida
permanente; si el terapeuta ha realizado su trabajo en forma adecuada, el pi
dente ya no lo necesita, y rompe todo contacto. Desde luego, lampino .1
leínpeuta está exento de los sentimientos de pérdida y desamparo. Hay min le.
miembros con los que ha hecho una amistad íntima. Los echara de nu no
\ « líos a él. Para el terapeuta y también para el paciente, la terminación de la
limpia es un recordatorio violento de la crueldad inherente al proceso psno
1 . 1 apéutico.

La terminación del grupo

i " gnipos se acaban por varias razones. Algunos terapeutas fijan un limiti
■i. tiempo al principio de la terapia tic grupo. A menudo las cireunslam tu
'i' iii .is determinan el fin del grupo; por ejemplo, los grupos en una cllnli a
i. diid mental universitaria por lo general duran de ocho a nueve mam -s. y
ili .blindan al iniciarse las vacaciones de verano. Otros grupos teimlnan
inundo il terapeuta deja la localidad, aunque esto no es inevitable, ya qui
• I . iili tttpeula, si está presente, puede continua» la terapia, o el grupo puedi
.1 o ni .lriido a otro terapeuta (quien puede ayildai en la transición asís
......lo i las ultimas icunioneN del terapeuta original). Ocusiontilmenti <1
. . -1 mnii puede decido li inuiuu una leiapia di guipo deludo a que la pian
....... óa di lo-, pacientes podían Iniiiinaila aproximadamente al misino tiempo
' n lu í licítela el guipo evita la latea diIo 1 1 y di apiadadle de liiiumai
386 EL GRUPO AVANZADO

la terapia ignorando o negando sus intereses, y el terapeuta debe recordár­


sela. La desaparición del grupo es una pérdida real; los pacientes poco a poco
llegan a comprender que éste nunca podrá reunirse de nuevo, y aunque ellos
continúen teniendo relaciones con un miembro o una parte del grupo, éste
desaparecerá para siempre.
El terapeuta a menudo debe llamar la atención de los miembros sobre
la terminación de la próxima terapia. Si este tema se evita mucho (por ejem­
plo, hay un aumento de la tasa de faltas de asistencia) el terapeuta debe
enfrentar al grupo con su conducta. Usualmente si se trata de un grupo ma­
duro, el mejor enfoque es el directo; a los miembros puede recordárseles
que es su grupo, y ellos deben decidir cuándo desean que termine. A los
miembros que asisten en forma irregular deben ayudarles a comprender su
conducta. ¿Creen que su ausencia no les importa a los otros, o faltan por
temor a expresar sentimientos positivos en el grupo, o quizá sentimientos
negativos con el terapeuta por terminar la terapia, y por esto evitan la con­
frontación? La pena por la pérdida del grupo, en parte, se maneja compar­
tiendo las experiencias del pasado; se recuerdan los sucesos importantes
e interesantes del pasado del grupo; los pacientes se recuerdan mutuamente
“ como eras entonces” ; invariablemente se escuchan elogios personales en las
reuniones finales. Es importante que el terapeuta no entierre demasiado pronto
al grupo, de otra manera éste tendrá varias sesiones ineficaces y “ frustrantes” .
Debe encontrarse una manera de tratar el problema de la terminación de la
terapia ante el grupo, y que sin embargo éste siga funcionando hasta el último
minuto.
El terapeuta facilita el trabajo del grupo si revela sus propios sentimientos
acerca de la separación. El terapeuta, no menos que los pacientes, echará do
menos al grupo. Para él también ha significado angustia, conflictos, temor, y
también ha sido algo muy bello; algunos de los momentos más conmovcdo
res y verdaderos de la vida ocurren en el microcosmo pequeño y sin embargo
ilimitado del grupo de terapia.

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< lili.. 11, op. cit.
XII. LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

El m o n o p o l ist a

L a béte noire de muchos terapeutas de grupo es el acaparador habitual, un


individuo que parece sentirse obligado a charlar en forma incesante. Estos
pacientes experimentan angustia si guardan silencio; si otros toman la pala­
bra, el monopolista interviene usando varias técnicas: se apresura de un
modo grosero a llenar el silencio más breve, responde a cualquier afirmación
que se hace en el grupo; de un modo continuo advierte similitudes entre los
problemas del que habla y los suyos, diciendo recurrentemente: “ Y o también
soy así.” El acaparador puede persistir en describir, con detalles intermina­
bles, sus conversaciones con otras personas (a menudo desempeñando varias
partes en la conversación) o contando relatos de periódicos o historias de
revistas que sólo tienen una relación leve con el problema del grupo. Algunos
monopolistas toman la palabra para desempeñar el papel de interrogadores,
y aun otros se apoderan de la atención de los miembros atrayéndolos con
material sexualmente obsceno o grotesco. He conocido a algunos pacientes
que monopolizaban la atención asombrando a los otros: describían episodios
raros, extraños, de despersonalización o de déjá vu, con frecuencia omitiendo
mencionar detalles importantes de aclaración como una angustia precipita
dora grave. Los individuos muy histéricos pueden monopolizar la atención
del grupo con métodos de crisis: regularmente presentan ante el grupo pertm
baciones vitales importantes, que parecen exigir una atención urgente y proion
gada. Otros miembros guardan silencio, ya que sus problemas en comparación,
parecen triviales. ( “ No es fácil interrumpir el drama de Lo que el viento \e
llevó” , como dijo uno de mis pacientes.)

Efectos sobre los grupos

En las reuniones iniciales el grupo puede aceptar y quizá alentar al motín


polista, pero el estado de ánimo rápidamente cambia y se vuelve de trust i ¿i
ción e ira. Los miembros de un grupo nuevo a menudo no se atreven a eallm
a un miembro por temor de tener que llenar el silencio. Se hace la obvia
réplica: “ Muy bien, me quedaré callado, habla tu.” Desde luego, no es pn
siblc hablar con facilidad en un ambiente tenso y reservado. A menos que « I
grupo tenga algunos miembros muy seguros, quizá no se enlienlaia (Iberia
mente al monopolista timante algún tiempo, en ve/ de esto, puede pmnuin a ri
388
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

tranquilo o hacer ataques indirectos hostiles. Por lo general los ataques indi
rectos al acaparador sólo agravarán el problema y crearán un círculo virio
so. La conversación compulsiva del monopolista es un intento por cnírenim
a la angustia; a medida que percibe la creciente tensión y el resentíinicn(«>
del grupo, su angustia aumenta y su tendencia a hablar compulsivament,
aumenta en forma correspondiente. Algunos monopolistas en estas ocasione ,
se dan cuenta de que lanzan una cortina de palabras para distraer al guipo
y que éste no lo ataque directamente.
Más tarde esta fuente de tensión sin resolver tendrá un efecto depiiinenti
en la cohesión, y se manifestará con signos de perturbación en el grupo, c o m o
atacar a un blanco indirecto, ausentismo, deserciones y subagrupamiento
Cuando el grupo se enfrenta al monopolista, a menudo lo hace de una mann a
explosiva, brutal; el portavoz del grupo usualmente recibe un apoyo un...... .
(Lo he visto recibir aplausos.) El monopolista entonces puede enojarse, puní
dar un silencio total durante una reunión o dos ( “ veremos lo que liaecn m
mí” ) o dejará al grupo. En cualquier caso, se logra poco avance teiapei.....,

Consideraciones terapéuticas

la larca principal del terapeuta es interrumpir el patrón de conducía di I


monopolista de una manera terapéuticamente eficaz. A pesar de las Imit,
¡'invocaciones y de la tentación de gritarle al paciente o de liaceilc ¡ni.ml ,u
silencio mediante una orden, esta acometida tiene poco valor cxccplo ........
una catarsis temporal para el terapeuta. El paciente no recibe ayuda, ni loj-ua mi
ipn-ndizajc; persiste la angustia subyacente del monopolista que habla m huma
■'impulsiva, y surge de nuevo en otras descargas monopolistas o, si no he,
mui Milicia disponible, este paciente se verá obligado a abandonai al guipo
tampoco el grupo recibe ayuda; sin considerar las circunstancias, los olio
"■ Mienten amenazados cuando id terapeuta obliga a guardar silencio, de una
...... ni brusca, a uno de los miembros. La terapia se percibe como polen
i límente peligrosa, y una espina de precaución y temor se clava en la uu un
di nula miembro por temor a correr una suerte similar.
■In embargo, la conducta monopolista debe i drenarse, y poi lo pe mi >1
•l iiiapeiita debe hacerlo. A menudo, razonablemente, el leiapeuta lima bien
»-n • 1 1 n i ni que el grupo maneje un problema del grupo. Sin embaigo, el pn
■ un monopolista es un probleniu que el grupo, en especial si es nuevo, ion
n u, m o uo puede lesolvei II paciente monopolista paieec amena u ,|
i ’ ■illn liento básico del gi upo a los pm lentes de guipo los alientan a habla i
i, ni emhmgo, a ese paciente <¡Iie habla mucho le piden que pinole si
1 ■ a- I I leí apeala debí enl'ieulai peí sonalmeiile , t , pioblema, debe imp.
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 390

dii que se elaboren normas que obstruyan la terapia. Además, debe intervenir
para evitar que el paciente monopolista cometa un suicidio social. Un enfoque
de dos facetas es más eficaz; el terapeuta debe considerar al paciente mono­
polista y al grupo que ha permitido que lo monopolicen.
Desde el punto de vista del grupo, el terapeuta debe tomar en cuenta el
piincipio de que, por definición, ningún paciente monopolista puede existir
ni el vacío; siempre está en un equilibrio dinámico con un grupo que per­
lina- o alienta su conducta. El terapeuta puede preguntar por qué el grupo
pe 1 1 1 1 ile o alienta que un miembro cargue con el peso de toda la reunión.
I la pregunta puede asombrar a los miembros, quienes sólo se consideran
vn limas pasivas del monopolista. Después de que se analizan la protestas
Iniciales, el grupo puede, con provecho, examinar cómo explota al monopo-
li-.la por ejemplo, los miembros pueden haberse sentido aliviados por no tener
qih participar verbalmente en el grupo. Pueden haberle permitido al paciente
liaiei ludas las revelaciones, o hacer el ridículo, o servir de pararrayos para la
na dil grupo, mientras ellos asumían poca responsabilidad sobre las metas
ii i ipeiilii as del grupo. Después de que los miembros revelan y discuten las
i i a mi", de su inactividad, aumenta su compromiso personal con el proceso
ii i a p e l l i n o . Por ejemplo, pueden examinar sus temores de afirmarse, o de
dnii.ii al monopolista, o que los ataque en represalia algún miembro especí­
fico o el terapeuta, pueden desear evitar atraer la atención del grupo por
leinoi a que se vea expuesta su codicia; pueden disfrutar secretamente el
pi nhlema del monopolista y de ser un miembro de la mayoría sacrificada
\ que acusa. Que un paciente que hasta entonces no había participado revele
cualesquiera de estos problemas significa un progreso y mayor participación
t u la terapia.
I I enfoque del grupo a este problema debe completarse con el trabajo del
paciente monopolista. El principio básico es^simple: el terapeuta no desea
silenciar al monopolista; no (lesea oír menos a este paciente, sino oírlo más. l a
apárenle contradicción se resuelve cuando consideramos que el monopolista
a oculta detrás de su charla compulsiva. Los problemas que le cuenta al
guipo no reflejan preocupaciones personales sentidas profundamente; los elige
poi olías razones: entretener, atraer la atención, justificar su posición, presen
tai quejas, etc. Así el monopolista sacrifica la oportunidad de curarse de m i
Insaciable necesidad de atención y dominio, Cada terapeuta hará su mlri
vención según su propio estilo, pero el mensaje esencial al monopolista debe
sei que. con su charla compulsiva, mantiene a distancia al grupo e impidi
a los otros i chichinarse de un modo mas significativo con el No lo recha/a
sino que lo invita a piulicipai mas plenamente en <1 grupo Si el Iciapeula solo
Ilene la Miela única de i.ill.u al pncicnle. entonces, en electo, ha libandonaili■
la na la leinpeuliin y debí acal al paclenli del guipo
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 391

Además de su conducta toscamente disidente, el monopolista sufre un im­


portante deterioro en su sistema sensorial social. Parece en particular incons­
ciente de su repercusión interpersonal y de la reacción de los otros ante él.
Además, no tiene la capacidad o la inclinación a simpatizar con los otros en
su medio ambiente social. Los datos de un trabajo de investigación explora­
torio1 apoyan esta conclusión. A los pacientes y a los estudiantes observadores
les pidieron que llenaran cuestionarios al final de cada reunión de grupo. Una
de las áreas exploradas fue la actividad; a los participantes les pidieron que
calificaran a los miembros del grupo, incluso a sí mismos, por el número total
de palabras expresadas en la reunión. Mostraron una excelente confiabilidad
las calificaciones de la actividad que hicieron los pacientes y los observadores,
con dos excepciones: 1) las calificaciones de la actividad del terapeuta que
lucieron los pacientes mostraron grandes discrepancias (una función de la
transferencia; esto lo examiné en el capítulo v i), y 2 ) los pacientes monopo­
listas se calificaron mucho más abajo en la actividad que los otros miembros,
que a menudo en forma unánime calificaban al monopolista como el miem­
bro más activo de la reunión.
Id terapeuta debe, pues, ayudar al monopolista a observarse, alentando al
grupo a que le ofrezca una retroalimentación continua; sin el aliento del jefe,
«i grupo puede, como hemos mostrado, ofrecer la retroalimentación sólo de
una manera disgregada, explosiva,, que sólo produce una actitud defensiva.
I .t.i secuencia tiene poco valor terapéutico, y sólo repite el drama en el que
■i paciente ha actuado con mucha frecuencia. Por ejemplo, en su entrevista
mirial un monopolista se quejó de la relación con su mujer, quien, él afirmó,
. menudo abruptamente recurría a “ tácticas de golpeo” : lo humillaba públi-
. míenlo o lo acusaba de infidelidad enfrente de sus hijos. La actitud de
i'.lpro no afectaba mucho a este paciente; después de que se curaba sus
li. lid.r., el y su mujer de nuevo empezaban el ciclo. En las primeras reuniones
■l. I guipo se desarrolló una secuencia similar: debido a su conducta monopo-
ii i i. ( tilica c incapaz de oír las respuestas de los miembros, el grupo lo
g,.|p( .i <nda vez más y más fuerte hasta que finalmente, cuando fue obligado
( . ¡iiiili.n, el mensaje fue cruel y destructivo.
i I i. i.ipetila debe ayudar a aumentar la sensibilidad del paciente a la retro-
iinm niui ion. Puede tener que actuar vigorosa y enérgicamente, diciendo por
. g mpln "Mark, creo que sería mejor que guardaras silencio, porque hay
.iii'unir. M iilimientos importantes acerca de ti en el grupo que creo que te
iii Im muy ubi conocer.” El terapeuta también debe ayudar al grupo a revelar
.i i. i. . aun-, .inte Mark, y no hacer interpretaciones de sus motivos. Es más
uní ai i plnble una afirmación como ésta: “ Cuando hablas de ese modo
.... ' y no "Te porlas de ese modo porque. . .” El paciente a menudo puede
. Mtiiliiai que son acusaciones las iulcipielaeioilcs de sus motivos, pero
392 LOS PACIENTES PROBLEMATICOS

difícilmente puede rechazar la validez de las reacciones subjetivas que los otros
tienen ante él.
Con mucha frecuencia confundimos o cambiamos los conceptos de la ma­
nifestación, la reacción y la causa interpersonales. La causa de la conducta
monopolista puede variar mucho de un paciente a otro: algunos hablan para
dominar a los otros, muchos temen tanto ser influidos por los otros que com­
pulsivamente defienden cada una de sus afirmaciones; otros evalúan en forma
tan excesiva sus ideas que les es imposible retenerlas y deben expresar de
inmediato todos sus pensamientos. Por lo general la causa de la conducta
del monopolista no es bien comprendida hasta mucho más tarde en la terapia,
y la interpretación de la causa ayuda poco en el manejo inicial de los patro­
nes de la conducta perturbadora. Es mucho más eficaz concentrarse en la
manifestación del yo del paciente en el grupo y en las reacciones de los otros
miembros ante su conducta. Amable pero en forma repetida, al paciente deben
confrontarlo con la paradoja de que, aunque desea mucho ser aceptado y
respetado por los otros, persiste en su conducta que sólo produce ira, rechazo
y frustración.
Un ejemplo clínico de muchos de estos problemas ocurrió en un grupo
de terapia en un hospital psiquiátrico, en el que estaban encarcelados los
delincuentes sexuales:

Ron, que había estado en la terapia de grupo durante siete semanas, se dedicó
a hacer un elogio prolongado y familiar a la notable mejoría que había tenido.
Describió con exquisitos detalles cómo su principal problema había sido no com­
prender los efectos dañosos de su conducta en los otros, y que entonces, después
de lograr esta comprensión, podría dejar el hospital. El terapeuta observó que
algunos miembros se mostraban inquietos; uno suavemente golpeaba su puño
contra su palma, mientras que otros adoptaban una postura de indiferencia y
resignación. Detuvo la conversación del monopolista y le preguntó al grupo cuán
tas veces habían oído hacer este relato a Ron. Los miembros del grupo estuvieron
de acuerdo en que lo habían oído en todas las reuniones; de hecho habían oído
hablar a Ron de esta manera en la primera reunión a la que había asistido. Ade
más, no habían oído hablar a Ron de otra cosa, y sólo lo conocían como un
“ relato” . Los miembros discutieron su disgusto con Ron, su resistencia a atacarlo
por temor de dañarlo gravemente, de perder el control de sí mismos, o sufi ii umt
represalia penosa. Algunos dijeron que ya no creían poder relacionarse con Ron
y que él se relacionaba con ellos sólo como si fueran figuras hechas de fósforo*,
sin carne ni profundidad. Otros mencionaron su terror a hablar y a revelaisr en
el grupo; por ello les agradaba el monopolio de Ron. Unos pocos miembro*,
expresaron su total falta de interés o de fe en la terapia, y poi consiguiente debí
do a su apatía no interrumpían a Ron.
Así el proceso estaba muy limitado; una multitud de factores éntrela/,míos pío
(lucían un equilibrio dinámico llamado monopolio. Al delenei el proceso de .
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS l‘> t

cape, descubriendo y analizando los factores subyacentes, el terapeuta obtuvo un


máximo de beneficio terapéutico de un fenómeno de grupo potencinlnu nt<
mutilador. Cada miembro participó más'en el grupo; a Ron ya no le permita-ion
ni lo alentaron a participar de un modo que no podía ser útil para él ni pina el
grupo.

Es esencial volver al paciente un aliado en el trabajo terapéutico. Deben


darle algunas razones para que desee cambiar sus patrones monopolista-., . u
especial ya que no acude a la terapia por este motivo. Por ejemplo, puní'
ser ayudado a considerar la secuencia de los sucesos en el grupo. Cuando <I
entró al grupo, ¿qué tipo de reacción esperaba de los miembros de éste? , ( ,)u»
sucedió realmente? ¿Cómo se explica esta discrepancia? Debemos ayudarlo . 1
generalizar más allá del grupo. Él puede menospreciar la importancia de -..ib. i
cuál es la reacción del grupo ante él, o sugerir que el grupo esta humado
por personas perturbadas. Puede protestar: “ Es la primera vez que nn Im
sucedido algo semejante.” Si el terapeuta ha tenido suficiente coniiol paia
impedir que existan chivos expiatorios, entonces esto siempre es falso. . I
paciente se encuentra en un lugar muy familiar. . . frente a los otros. I o d!l<
rente en el grupo es la presencia de normas que les permiten a los olio,
comentar francamente la conducta de este paciente. El terapeuta tendí.i una
posición más fuerte si puede ayudar al paciente a examinar y diseuiu u
problemas interpersonales (el hecho de que se sienta solo, que no tenga amigo,
íntimos, que nadie lo escuche, que sea eludido sin razón, etc.). Dcspiu d*
que se aclaran estos factores, se puede, más convincentemente, moslinili d
paciente la importancia y la relevancia de examinar su conducta en el guipo
Es necesario actuar en el momento oportuno; no tiene sentido intentai liani
este trabajo con un paciente muy defensivo en medio de una lluvia de luego
Se requieren intervenciones repetidas, amables y razonadas.

E l p a c ie n t e e s q u iz o id e

I a condición esquizoide, la enfermedad de nuestro tiempo, quizá explica pm


que entran más pacientes de este tipo a psicoterapia que de cunlquiei o lía
configuración psicopatológica. listos pacientes se sienten obstruidos em o clo
ualinenle, aislados y distantes y a menudo buscan la terapia de guipo debido
,i un vago sentimiento de- que algo Ion hace falla; no pueden icntir, m amnt
ni jugar, ni lloini Son especiadm e-, de m mismo*., no habitan en sin pmplo
cuerpos, no sienten sus cxpciicnciiis
Sai tic en I ti tultul dt‘ lü ni.o/i vividamente describió la experiencia di un
In d iv id u o de este tipo
394 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

[...] Cerró el periódico y empezó a leer la noticia del corresponsal especial en


la página del frente. Cincuenta muertos y tres heridos han sido contados, pero ése
no es el total; hay sin duda cadáveres bajo los escombros [. ..] Miles de hombres
en Francia no habían podido leer sus periódicos esa mañana sin sentir que un
cuajaron de ira les subía por la garganta, miles de hombres habían apretado sus
puños y murmurado: “ ¡Puerco!” Mathieu apretó sus puños y murmuró: “ ¡Puer­
co!” y se sintió aún más culpable. Si por lo menos hubiera podido descubrir en
sí mismo una emoción leve de que estuviera vivo verdaderamente, aunque en for­
ma modesta, y consciente de sus límites. Pero no; estaba vacío, se enfrentaba
a una gran ira, a una profunda ira; la veía y casi podía tocarla. Pero estaba
inerte; para que pudiera vivir y encontrar expresión y sufrirla, él debía prestarle
su propio cuerpo. Era la ira de otra gente. “ ¡Puerco!” Apretó sus puños, caminó,
pero nada sucedió: la ira continuó siendo una cosa externa a él [. . .] Algo estaba
en el umbral de la existencia: una tímida aurora de ira. ¡Al fin! Pero decayó
y desapareció; él se quedó en la soledad, caminando con el paso mesurado y
decoroso de un hombre que camina en la procesión de un funeral en París [...]
Se enjugó su frente con su pañuelo y pensó: “No pueden forzarse los propios
sentimientos profundos.” Más allá había una situación terrible y trágica que
debería despertar nuestras emociones más profundas [.. .] “Es inútil; el momento
no llegará.”

El paciente esquizoide a menudo se encuentra en un predicamento similar


en la terapia de grupo. En casi todas las reuniones de grupo el paciente, a
menos que selectivamente no le preste atención a las actividades, tiene una
prueba confirmatoria de que la naturaleza y la intensidad de su experiencia
emocional difiere considerablemente de la de los otros miembros. El paciente
puede sentirse asombrado por esta discrepancia, puede concluir que los otros
miembros son melodramáticos, excesivamente inestables, falsos, que están muy
preocupados por la trivialidad, o que sencillamente tienen un temperamento
distinto. Sin embargo, más tarde los pacientes esquizoides empiezan a preocu­
parse por sí mismos; como el Mathieu de Sartre, advierten que en alguna parte
dentro de ellos hay grandes depósitos de sentimientos que no pueden alcanzar.
De una manera o de otra, por lo que dice o por- lo que no dice, el paciente
esquizoide les comunica su aislamiento emocional a los otros miembros. En
el capítulo II describí a un paciente que no podía comprender la preocupa
ción de los miembros por la partida del terapeuta del grupo o los temores
obsesivos de una paciente de que su novio hubiera muerto. Él veía a la gente
como si fuera intercambiable. Necesitaba un mínimo de afecto diario (según
parecía, sin preocuparse por la fuente del afecto). Le “ molestaba” la partida
del terapeuta porque demostraría su terapia. ¡So sentía enojado consigo mismo
por no haber aprovechado mejor al terapeuta. Pero no compartía el senlinmm
to expresado por los otros: pena por la pérdida del leiapeula como pcisomi
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS m

En defensa de sí mismo, afirmó: “ No tiene mucho caso sentir gran emoción


por la partida del terapeuta, ya que nada puedo hacer.” Otro pacienle, que
fue regañado por el grupo debido a su falta de empatia con dos miemluo.
muy afligidos, respondió: “ Bien, se sienten afligidos. Hay millones de peí
sonas afligidas en todo el mundo en este instante. Si me sintiera mal por lodo1,
los que están afligidos, tendría una ocupación de tiempo completo.” I•n oli.r
palabras, a los sentimientos les otorgan prioridad según los dictados de l.i
razón; deben estar justificados pragmáticamente; si no sirven a ningún lin
¿para qué tenerlos?
El grupo con frecuencia está profundamente consciente de que hay tina
discrepancia entre las palabras del paciente, su experiencia y su icaecion
emocional. Un paciente, que había sido criticado por no darle información al
grupo sobre su relación con una amante, fríamente preguntó: “ ¿ L e s gusiaiia
traer su cámara y meterse en la cama con nosotros?” Sin embargo, cmuidi.
le preguntaron, negó cualquier sentimiento de ira y no pudo explicai su lim o
sarcástico. En otros momentos el grupo descubre las emociones del paco m<
esquizoide por las claves de su postura o su conducta. Desde luego, el pl(
cíente puede relacionarse de una manera similar y unirse a la i n ves ti gaci ón
comentando, por ejemplo: “ Mi corazón está latiendo aprisa, por ................ i,
debo estar asustado” , o “ Mis puños están apretados, por consiguiruic (Irlo,
estar enojado” .
La reacción de los otros miembros es característica y va desde la mu lo i
dad y el asombro hasta la incredulidad, la preocupación, la ira y la lm o .
cion. Muchas veces le preguntarán al paciente: “ ¿Qué sientes poi ?" •.1..
mucho más tarde llegan a comprender que le estaban pidiendo que ,ipo n
diera rápidamente a hablar una lengua extranjera. Pronto los miembros si
vuelven cada vez más activos ayudándolo a resolver lo que ;il principio pao
ció un problema menor. Empiezan a decirle lo que debe sentí i y lo qm ,7/,,
sentirían si estuvieran en su lugar. Más tarde sienten frustración l I gmpi,
líala de ayudarlo aun más, casi siempre sin resultados perceptibles Los niiem
luos pronto usan un enfoque de golpeo a medida que tratan de íoi/ailo a ,(n,
i< nga una reacción afectiva aumentando la intensidad de los estímulos l a
o uniones pueden volverse muy predecibles y desalentadoras. A veces el guipo
convierte al paciente en su mascota: se vuelve una fuente de divci.ion (II, mi
llt igNoir' creyó que un aspecto importante de la situación cómica eia el hoiu
lm que actúa como máquina. Parece liabei algo intiinsecamente conuco <n
,1 espectáculo de un hombre que actúa de una malicia niliuiina y imaaulca
|poi ejemplo, la muyoríii de la comicidad chapliliesca o las Inoinas de I mío I
, 11tu dy | Creo cpie esta dimensión lleva al grupo a rncontini eomico lo <1 1 o
nula una «I tuación linda divertida )
I I le r iip u it li debí' evltin Union a la busca di un "avnm c " Y o mini a ln
396 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

visto a un paciente esquizoide cambiar significativamente debido a un inciden­


te dramático;, el cambio es un proceso prosaico y difícil, de pequeños pasos
repetidos, y el progreso es casi imperceptible. Es tentador emplear algunas
técnicas activadoras, no verbales o de Gestalt para apresurar la mejoría del
paciente. A veces estos enfoques pueden apresurar el reconocimiento y la
expresión del paciente de sentimientos que surgen o están reprimidos; pero
el terapeuta no debe perder de vista el precio que debe pagar como resultado
de un trabajo excesivo, de persona a persona; el grupo puede volverse menos
potente, menos autónomo, más dependiente y más centrado en el jefe. (Exa­
minaremos mejor estos problemas en el capítulo xm .) En el capítulo v des­
cribí varias técnicas para activar el aquí y el ahora que son útiles para
trabajar con el paciente esquizoide. Deben alentarlo a distinguir a los miem­
bros; a pesar de sus protestas, no siente precisamente lo mismo por todos los
miembros del grupo. Deben ayudarlo a descubrir los sentimientos que consi­
dera intrascendentes. Cuando admite: “ Bien, quizá me siento algo disgustado
o algo herido. . debe sugerírsele que conserve esos sentimientos; nadie ha
dicho que sólo necesite examinar sus sentimientos fuertes. “ Coloca un lente de
aumento frente a tu herida, y describe exactamente cómo es.” Debe tratar
de eliminar los métodos acostumbrados de huida: “ Creo que te has alejado de
algo que parecía importante. ¿Podemos regresar a donde estábamos hace cinco
minutos? Cuando le hablabas a Julie, me pareció que estabas a punto de
llorar. Algo sucedió en tu interior.” Debe ser alentado a observar su cuerpo;
a menudo puede no sentir afecto, pero se dará cuenta de los equivalentes
afectivos autonómicos: tensión en el estómago, sudor, contracción de la gar­
ganta, sonrojo, etc. Gradualmente, el grupo puede ayudarle a traducir estas
manifestaciones a su significado psicológico. Los miembros pueden, por ejeni
pío, observar el momento en que ocurren sus reacciones y su aparición junto
con algún suceso en el grupo.
El terapeuta también debe tener cuidado de no evaluar los sucesos sólo de
acuerdo con el mundo de sus experiencias. Como hemos mostrado antes, los
pacientes pueden percibir el mismo suceso de maneras totalmente distintáis;
un suceso en apariencia trivial para el terapeuta o para un paciente puede
ser una experiencia muy importante para otro. Un ligero síntoma de ira en
un paciente esquizoide reprimido puede representar para él un avance im
portante; puede ser la primera vez en su vida adulta que haya expresado íia
y esto puede permitirle ensayar nuevas conductas en el grupo y fuera de- éste
En el grupo, el paciente esquizoide es un riesgo elevado, pero es un pn
cíente muy satisfactorio. Si puede perseverar, continuar en el grupo y no
sentirse desalentado por su inhabilidad para cambiar rápidamente su estilo
de relacionarse, sin duda obtendrá un beneficio considerable de la expnien
cia de la terapia de grupo.
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

El p a c ie n t e s il e n c io s o

A la inversa del monopolista, el miembro silencioso es un problema men<>,


perturbador, pero a menudo igualmente difícil para el terapeuta. ¿El pac u n
te silencioso siempre es un problema en el grupo? Quizá obtenga bcnclicio.
de un modo silencioso. Un relato, probablemente apócrifo, que Circuló cuín
los terapeutas de grupo durante años, se refiere a un paciente que asistió a un
grupo durante un año sin hablar una palabra. Al final de la reunión qum
cuagésima, le anunció al grupo qua ya no regresaría; sus problemas ya 1
habían resuelto, se casaría al día siguiente, y deseaba agradecer la ayuda
que le había brindado el grupo.
Algunos pacientes circunspectos pueden beneficiarse participando de un
modo vicario en el tratamiento al identificarse con los pacientes activos qm
tienen problemas similares. Es posible que poco a poco ocurran cambio-, di
la conducta y que corran riesgos en su relación fuera del grupo uurniiu
permanecen silenciosos y aparentemente no han cambiado en éste. I I Im
bajo de investigación de un grupo de encuentro que realizaron I sebn inan,
Yalom y Miles4 indicó que algunos participantes que cambiaron muí lio p.i
recían tener una habilidad especial para obtener el máximo beneficio de u
oportunidades de aprendizaje en un grupo de terapia breve (un total de .......
lloras) participando vicariamente en la experiencia de grupo de lo-, oi n>
miembros. Era evidente que en general cuanto más activo y muy inllu\<ntt
era el m iem bro en el grupo matriz, tenía más probabilidades de beneficiar.,
I.undgren y Miller5 mostraron en los grupos T, que, sin imporlm lo qm
dijera el participante, cuanto más palabras hablaba, mayor era el cambio
posilivo en su panorama personal.
May mucho consenso clínico en que en la terapia prolongada, el pin nun
delicioso no obtiene beneficios del grupo. Cuanto mayor sea la pai ticipaelou
veibul, cuanto mayor sea el sentimiento de participación, tanto más el pa
líe nte será valuado por los otros, y en ultima instancia por si mismo Y u
II}1, e i ula, pues, que no debemos dejarnos engañar por la historia a p o e n la
del paciente silencioso cpie se curó. Un paciente silencioso es un paeieuh

I n iib le m a lic o ; rara vez se beneficia con la terapia de grupo.


lo s pacientes pueden sei silencio sos poi v a l ia s razones. A lg u n o s pin d. u
■ -<p e r im c n ln i un temoi p ro fu n d o a ic v c ln i algo de sí m ism o s; cie e u qm
•mía p n la b ia puede c o n ip io m c t c il o s a luicei progresivamente mas revcliun*
in (Jiro s pueden teuei tal co nflicto con la a g iesió n que no pueden i c u ll / n i
la allí nuiclón de sí m ism o s inherente al neto «le huirla i , O l i o s que se i h I
> n la peí leí i ion g u u id iin silencio poi Icm o i a oquivot a ra e iian d o lia b la n , en
am blo otros se m a n lie iie n alejados en io elo lialuu ule di I g u ip o u -,e ingenian
p an *
1 1)01 l o l i u l o lu a u le n ie n d o un silencio tu liv o A lg un o * pin ienles m sienten
1«>K LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

ni especial amenazados por un miembro determinado del grupo, y habitual-


mentc sólo hablan cuando está ausente ese miembro. Otros sólo participan
i d pequeñas reuniones o en reuniones alternas (sin jefe). Algunos tienen miedo
di mostrarse débiles, y guardan silencio por temor a desmoronarse, rogar
n llorar. Otros pueden caer en silencios taciturnos periódicos en un intento
poi castigar a los otros o por obligar al grupo a prestarles atención.
I.o importante es que el silencio nunca es silencioso; es una conducta y,
como todas las otras conductas en el grupo, tiene un significado en el marco
i Ir I aquí y del ahora, y es una muestra representativa de la manera típica de
1-01110 el paciente se relaciona en su mundo interpersonal. La tarea terapéu-
1 1 » a, por consiguiente, no es sólo cambiar la conducta (esto es esencial si el
p a r i e n t e desea permanecer en el grupo), sino ayudarlo a aprender algo de

el mismo por medio de su conducta.


I I manejo adecuado depende en parte de la dinámica del silencio, que
i| leí apeala descubre por medio de las entrevistas individuales anteriores al
siiipu y por las claves no verbales del paciente, y también por sus pocas
■niiiiilmeiones verbales. Debe seguirse un curso intermedio entre hacer una
l'n aun indebida al paciente y, por otra parte, permitirle desempeñar un papel
. .o. m.al.míenle aislado. El terapeuta puede permitirle a cada paciente que
modele mi propio grado de participación, y sin embargo hacer participar
peí índicamente al paciente silencioso comentando su conducta no verbal cuan
dii, con un gesto o un ademán, manifiesta interés, tensión, tristeza, aburrí
míenlo o alegría, A menudo puede apresurar la participación del miembro
alentando a los otros a que reflexionen sobre las percepciones que tienen de
el, y después pidiéndole al miembro silencioso que valide estas percepciones
I-i posible evitar que el paciente se vuelva un objeto pasivo, aunque sea
neeesaiio incitarlo, adularlo c invitarlo continuamente, mediante confronta
nones repetidas en el proceso: “ ¿Deseas ser estimulado en esta reunión?
¿Cómo le sentiste cuando IVlike te puso en aprietos? ¿Fue demasiado lejos?
Avísanos cuando te molestemos. ¿Cuál es la pregunta ideal que podemos
hacerle hoy para ayudarte a participar en el grupo?” De esta manera y de
olías puede convertirse al paciente en un colaborador activo en la campana
eonlia su silencio . Si un paciente se resiste a estos esfuerzos, y su participa
non co'nlintía siendo muy limitada aun después de tres meses de reuniones,
s e gú n mi experiencia, el pronóstico es Irisle, El grupo se sentirá cada ve/ m.r
I m i s I i .h I o y asombrado ante la coacción, el aliento o el desalío inútiles pañi
q u e participe el paeicnle silencioso que se siente obstruido. Ante el desaliento
y la desaprobación del guipo, su posición en esle se vuelve menos viablt , \
.uní mas leinota la probabilidad de que participe, i as sesiones i n d i v i d u a l '
c o n c lu ie n t e s pueden sei uliles pata ayutlai al paciente en ese nioiiu uto, 'a
r.lo falla, el Iciapeulit debe coilMileiai seiiuincntc lelnai al paclenli del guipo
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 399

El p a c ie n t e p s ic ó t ic o en el grupo

El grupo de terapia se ve en un grave peligro cuando un miembro desarrolla


una psicosis en el curso del tratamiento. La suerte del paciente psicótico, la
reacción de los otros miembros, y las opciones eficaces disponibles para
el terapeuta dependen, en parte, de cuándo ocurre la psicosis en la existencia
del grupo. Por lo general cuanto más antiguo sea el grupo y el miembro
afectado esté más arraigado, tanto más tolerante y eficaz será el grupo de
terapia en la crisis.

El paciente psicótico en las primeras jases del grupo

En el capítulo vn ( “ La selección de los pacientes” ) hice énfasis en que el


paciente evidentemente psicótico debe ser excluido del proceso de selección
inicial de la terapia de grupo interaccional para pacientes no hospitalizados.
Si, por accidente o en forma voluntaria, a este paciente gravemente enfermo
lo incluyen en el grupo, éste y el paciente casi en forma invariable sufren.
El progreso del grupo se ve frenado como lo ilustraremos en breve; el
paciente pronto desempeña un papel disidente en el grupo, y más tarde in-
i. irnmpc el tratamiento, a menudo sintiéndose más enfermo por esta expe-
i inicia.
A veces, a pesar de la selección cuidadosa, un paciente, debido a una tensión
un prevista por las circunstancias de su vida o por el grupo, se vuelve psicó-
Imo en las primeras etapas de la terapia. En estos casos los problemas que
. le presentan al grupo recién formado son muy numerosos. En este libro
ln unr. hecho énfasis repetidamente en que las primeras etapas del grupo son
iin.i época de gran movilidad e importancia. Un grupo nuevo se ve influido
..... facilidad, y las normas que se establecieron al principio a menudo son
iimiv din ables. Una secuencia intensa de sucesos ocurre cuando, en unas
i •.emanas, un conjunto de extraños desconfiados y asustados se convier-
i . n nn grupo mutuamente útil e íntimo. Cualquier suceso que, en la primera
i i|< i di la terapia de grupo, consuma una cantidad extraordinaria de tiempo
\ > 1 1 1 1 dir.liaiga energías de la tarea de la secuencia de desarrollo, es poten-
. i ......... destructivo para el grupo. Este ejemplo clínico ilustra varios pro-
Mi ni.r. iclevanles:

li'iin, un lima <le casa de 17 años de edad, que varios años antes había estado
h>>i|illali/adii, y huida sido ludada con terapia electroconvulsiva para curarla de
o ilepiculón, acudió a la leiapin de grupo poi instinociones de su terapeuta
individual, quien cioyó que a ella l> ayudada a mejorai su relación con su
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esposo comprender sus relaciones interpersonales. En las primeras reuniones de


terapia actuó como una miembro activa que tendía a revelar detalles más íntimos
de su pasado que los otros miembros del grupo, En ocasiones manifestaba ira
con otro miembro, y luego se dedicaba a dar disculpas excesivamente amplias,
y expresaba desprecio hacia sí misma. En la sexta reunión su conducta se volvió
más inadecuada. Por ejemplo, expuso en forma prolongada los problemas urinarios
ilc su hijo, y describió, con detalles intrincados, la operación quirúrgica que le
habían hecho para curarlo de su estrechez uretral. En la siguiente reunión co­
mentó que el gato de la familia también padecía un bloqueo del tracto urinario.
Después presionó a los otros miembros del grupo para que hablaran de sus
animales caseros.
I n la octava reunión, Joan se desorganizó completamente. Se comportó de una
manera irracional y grotesca: insultó a los miembros del grupo, coqueteó abier­
tamente con los miembros masculinos al punto de acariciar sus cuerpos, y por
último se dedicó a hacer asociaciones equívocas y sin sentido, y a reír y a llorar
•-in motivo. Uno de los terapeutas la acompañó fuera del cuarto, le habló por
telefono al esposo de Joan, y arregló que la internaran de inmediato en un hos­
pital psiquiátrico. Joan permaneció un mes en el hospital en un estado psicótico
Inpomauiaeo, y después poco a poco se recuperó.
Eos miembros en esta reunión obviamente se sintieron muy intranquilos; sus
srniimiriitos iban del asombro y el miedo hasta el enojo. Después de la partida
«lo loan expresaron sentimientos de culpa por haber provocado, de alguna ma­
licia desconocida, su conducta. Otros hablaron de su temor, y uno recordó a
o lía persona que Jhabía actuado de una manera similar; pero, además, había em­
pínenlo una pistola.
I n la siguiente reunión, los miembros examinaron muchos sentimientos rela­
cionados con el incidente. Un miembro expresó su convicción de que no podía
confiarse en nadie; había tratado a Joan durante siete semanas, pero su conducta
iestilló totalmente impredecible. Otros afirmaron que se sentían muy alivia
dos, porque, en comparación, ellos estaban psicológicamente sanos; otros, por su
Icmoi de perder el control en forma similar, fueron considerablemente negadores
y se abstuvieron de discutir estos problemas. Algunos expresaron el temor de
que loan regresara c hiciera pedazos al grupo. Hablaron de su falta de fe en los
efectos ile la hospitalización. Preguntaron; “ ¿Para qué puede servirle el hospital
a loan?’’ Otros afirmaron que había disminuido su fe en la terapia de grupo
Un miembro pidió que los hipnotizaran, y otro llevó a la reunión un artículo de
i i i i i i revista científica, en el que se afirmaba que la psicoterapia era ineficaz. Ea

pndidn de la fe en los terapeutas se expresó en el sueno de un miembro, en el


que el leiapeula se encontraba en el hospital y era rescatado pot el paciente.
I n las siguientes reuniones todos estos temas se ocultaron, y se volvieron
m elles, superficiales e intelectuali/.adtis. I a asistencia decayó, y el guip o patéela
n signado poi su im portancia I u la leunión decim ocuarta los leiapeutas iinu ii
lia ro n que loan liahia nie|orado y que ic g n s a iia la semana siguiente I .tu
p m d lljo una discusión luajo in d ti v vlgouiMn lo s m iem bios leudan qui
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1. Ellos la trastornarían; una reunión intensa la volvería a enfermar, y por


consiguiente el grupo se vería obligado a avanzar lenta y superficialmente.
2. Joan era impredecible; en cualquier momento podría perder el control y
mostrar una conducta peligrosamente amenazadora.
3. Joan, debido a su falta de control, no era confiable; lo que ocurría en el
grupo no podría guardarse en secreto.

Al mismo tiempo los miembros manifestaron mucha angustia y sentimientos


de culpa por desear excluir del grupo a Joan; pronto reinó la tensión, y se pro­
dujo un silencio profundo. La reacción extrema del grupo persuadió al terapeuta
de posponer unas cuantas semanas el reingreso de Joan (que asistía concurren­
temente a terapia individual).
Cuando Joan entró de nuevo al grupo, la trataron como un objeto frágil, y la
interacción del grupo fue reservada y defensiva. En la reunión vigésima, cinco
de los siete miembros ya se habían marchado del grupo, y sólo habían quedado
Joan y otro miembro.
Los terapeutas reconstruyeron al grupo añadiéndole cinco nuevos miembros.
Es interesante observar que, a pesar de que sólo dos de los antiguos miembros
y los terapeutas continuaron asistiendo al grupo reconstruido, persistió la antigua
cultura del grupo: los nuevos miembros trataron a Joan tan delicada e indirec-
I¡miente que el grupo progresó con lentitud, y se tropezaba con su propia cortesía
y sus convencionalismos sociales. Sólo cuando los terapeutas abordaron franca­
mente este tema y examinaron en el grupo sus temores de perturbar a Joan y
de hacer que recayera en la psicosis, los miembros pudieron enfrentarse a los
sentimientos y a los temores que ella les causaba. Entonces el grupo avanzó con
más rapidez; Joan permaneció un año en el nuevo grupo y logró hacer adelantos
definitivos en su capacidad de relacionarse con los otros y en su estima propia.

p a c ien te q u e se v u e lv e p s ic ó tic o en e l c u r s o d el g r u p o

\ menucio se presenta una situación totalmente distinta cuando un paciente


|in lia participado como miembro activo del grupo sufre un empeoramiento
>IM-ni ido y grave en su estado clínico. Los otros miembros pueden preocu-
> básicamente por el paciente y no por sí mismos o por el grupo. Ya
iu< ¡mies han conocido y comprendido al paciente que se vuelve psicótico,
•n l'rrriienein reaccionan con gran preocupación c interés. Es menos pro-
i iible q u e consideren al paciente u n objeto extraño y aterrorizador que debe
>i evitado El estereotipo populai de la persona insana tiene un poderoso
límenlo de diferenciación; la apatieneia y la conduela del paciente parecen
‘>i dan u le distintos a cualquiei co sa que el observador h; ya sentido en su
un rint *

• l'm H 'in p lo , Mitón y Y u lou i" iilii'ilimuM i|tu lio inliulliiiiti'i >l> mrdlclnu que |iui
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La similitud percibida puede aumentar la capacidad de los otros miembros


para continuar relacionándose con el paciente perturbado, pero también les
causa trastornos personales a algunos miembros, porque empiezan a temer
que también pueden perder el control y caer en un abismo similar. Es muy
importante para el terapeuta prever esta reacción y permitirles a los otros
analizar sus temores.
Muchos psiquiatras, cuando se enfrentan a un paciente psicótico en el grupo,
recurren a su antiguo modelo médico, y simbólicamente “ eliminan” al grupo, e
intervienen vigorosamente en forma personal. De hecho le dicen al grupo:
“ Éste es un problema demasiado serio para que lo manejen ustedes.” Sin
embargo, esta maniobra a menudo es antiterapéutica; el paciente se asusta y el
grupo se siente castrado.
Según mi experiencia, un grupo maduro puede enfrentarse perfectamente
a una emergencia psiquiátrica y, aunque puede cometer errores, el grupo
podrá considerar cualquier contingencia y realizar cualquier acción que el
terapeuta podría haber pensado. Considérese el siguiente ejemplo clínico:

En la reunión cuadragésima quinta Rhona, una divorciada de 43 años de edad,


llegó varios minutos tarde, venía despeinada y muy perturbada. En las anteriores
semanas poco a poco había entrado en una depresión, pero evidentemente el
proceso se había acelerado. Se mostraba llorosa, desalentada y sufría de lentitud
psicomotora. Al principio de la reunión lloró continuamente y expresó sentimien­
tos de gran soledad, desesperanza e incapacidad de amar, odiar o tener emocio­
nes muy profundas. Afirmó que sentía una gran indiferencia por toda la gente,
incluso por el grupo; y cuando se lo pidieron, examinó sus intenciones suicidas.
Los miembros del grupo reaccionaron ante Rhona con gran simpatía y preocu­
pación. Le preguntaron sobre los sucesos que había vivido la semana pasada, y le
ayudaron a examinar dos importantes hechos que parecían relacionados con su
crisis depresiva: 1) durante meses había ahorrado dinero y había planeado viajar
en el verano a Europa; su hijo de 17 años de edad, la semana anterior, había de
cidido rechazar un empleo que le habían ofrecido en un campamento de verano
y se negaba a buscar otro, un giro de los sucesos que, según Rhona, ponía en
peligro su viaje; 2) después de meses de dudar había decidido asistir a un baile
para personas divorciadas de mediana edad que para ella resultó un fracaso: na
die la invitó a bailar y se marchó a su casa abrumada por sus sentimientos di
insignificancia total.
El grupo la ayudó a analizar sus relaciones con su hijo: por primera ve/ ella

pirmera vez fueron enviados a trabajar a una sala psiquiátrica consideraron a los paeleuli u
psicóticos muy peligrosos, aterrorizadores, impredeciblcs y diferentes a ellos. I n .
de trabajar cinco semanas, estas actitudes sufrieron un cambio considerable, los ■ sin
(liantes se sintieron menos aislados y temerosos de sus pacientes, a medida que eomiuen
dieron que “los psicóticos" sólo eran seres humanos que se sentían confundidos v uno
angustiados, y que se parecían uuis a ellos de lo que i leían
L O S P A C IE N T E S P R O B L E M Á T IC O S tu i

expresó ira con él porque no se interesaba en ella. Con la ayuda del p.i u p o mii u
tó deslindar los límites de su responsabilidad con su hijo. A Rhona le cía di!a il
discutir lo sucedido en el baile debido a la gran vergüenza y humilla, ion .pu
sentía. Otras dos mujeres en el grupo (una soltera y otra divorciada) Miup.iii.- i
ron profundamente con ella y compartieron sus experiencias y reacción. mi.
la escasez de hombres. El grupo también le recordó a Rhona que nuiclur, .... .
ella, durante las sesiones, cualquier desprecio pequeño lo había censida .ido un
rechazo y una condena totales. Por último, después de ofrecerle mucha ai. n. i..n
cuidados y cariño, uno de los miembros le señaló a Rhona que su cspen.....
en el baile estaba siendo negada por el grupo: varias personas que la ........ tan
bien se habían sentido profundamente preocupadas y se habían interesado . n . II .
Rhona rechazó esto, y declaró que el grupo, a diferencia del baile, cía una m i.
ción artificial, irreal, en que la gente seguía reglas de conducta aiiilicinl. i...
naturales. Los miembros rápidamente señalaron que lo contrario a a \ a d . d
el baile, un conjunto artificial de extraños, era la situación artificial, y la d. I
grupo era real, porque allí a ella la conocían verdadera y plenamente
Rhona, abrumada por la convicción de su insignificancia, se reprocho ai m
capacidad de sentir cariño e interés recíprocos por los miembros del guipo lhi..
de éstos rápidamente interceptó esta maniobra, señalando que ésta a a la punía
familiar y repetida que ella mostraba: tenía sentimientos hacia los o l i o s ........
bros, y eran evidentes por su expresión facial y las posturas de u . unp..
pero entonces ella recurrió a los “ deberías” y se torturó insistiendo ai ipi. ,|,
hería” sentir más, “debería” sentir más cariño y más amor que cuiilquin p. i.,... ,
TI efecto neto fue que sus sentimientos reales los extinguieron con mpid< I..
vientos de sus exigencias imposibles.
En resumen, Rhona reconoció poco a poco la discrepancia que h.ihi.i . m..
su estima pública y su estima propia (esto lo describí en el capítulo m) \i im.d
de la reunión, Rhona reaccionó echándose a llorar durante v a n o s mumios i |
grupo se resistió a abandonarla, pero los miembros se marcharon cuando ..
vencieron de que ya no pensaba seriamente suicidarse. Toda la sanana slgulail.
el grupo mantuvo una vigilancia informal; todos le hablaron poi lelélono poi |..
menos una vez.

Desde el principio de la sesión el terapeuta comprendió la impoiiniul.i


dinámica que operaba en la depresión de Rhona y, si se hubiera decidido,
l'o.liia liaba hecho las interpretaciones adecuadas para peímiliili s ¡i I.t p ,
taiir y al grupo lognu con mas rapidez una comprensión cognoscitiva (I. |
l""blaun; pero esto habita implicado pata la piotugonislu y los olios un. m
b'oi piigm un costo elevado saailiiai la impoitaiuin y el vuloi de la i. unión
Aui. lodo, el grupo se habita visto pnvailo de la opoilimidad di expriman
t u u potencia; cada sin eso miníenla la cohesión del grupo y lomeni.i I,.
nina piopia de cada mienihio Ihua algunos leiapriihr . . dihnl ha.it . a,,
di i . llihiugo, es esencial que aplciidin a iili.uai ai .ahiillli til llny niiuiirii
-104 L O S P A C IE N T E S P R O B L E M Á T IC O S

los en que es una tontería mostrar la sabiduría, y es de sabios guardar si-


Irncio. El terapeuta debe encontrar otras maneras más productivas para satis-
laccr su necesidad de reconocimiento público.
A veces, como en este episodio clínico, el grupo elige la acción apropiada
y la realiza; otras veces, el grupo puede decidir que actúe el terapeuta. Debe
distinguirse entre una decisión apresurada que surge de la dependencia infantil
y de una evaluación irreal de los poderes del terapeuta y, por otra parte, una
división basada en una investigación de la situación y una evaluación madu-
ni de la experiencia del terapeuta.
Estos aspectos nos llevan a un importante principio de la dinámica del
fi upo, que está apoyado en muchas investigaciones. Un grupo que toma una
decisión autónoma basada en una exploración total de los problemas pertinen-
ii . empleará todos sus recursos en apoyar su decisión; a un grupo al que
l< imponen una decisión probablemente se resistirá a acatarla, y aun se mos-
ti.iin menos capaz de tomar decisiones válidas en el futuro.*
Iln estudio ampliamente citado que realizaron Coch y French8 es relevan-
ii 1 1 1 1 1 1 í Eos autores hicieron un estudio en una fábrica de pijamas en la que se
i, di.-.iban cambios periódicos en los empleos y en las tareas para mejorar la
tu uologia Durante muchos años los empleados se resistieron a que se intro-
•Iii)( mu cambios; con cada cambio aumentaba el ausentismo, las renuncias,
lus ngii ,¡iones a la administración, y disminuían la eficacia y la producción. Se
i. nli/o un experimento para probar varios métodos para superar la resisten-
. m dr los empleados al cambio. La variable crítica estudiada fue el grado de
pmticipjición de los miembros del grupo (los empleados) en la planeación
dil c.mibio. Dividieron a los empleados en tres grupos y se probaron tres
vninuiles: I) la primera variante implicaba que los empleados no participa
mu en la planeación de los cambios, pero se los explicaban; 2) la segunda
v.tii.iiiic implicaba que participaran algunos representantes elegidos por los
1 1 abajadores en el diseño de los cambios que se introducían en el trabajo;
h la tercera variante consistía en que todos los miembros del grupo parlici
I>ni un en el diseno de los cambios. Los resultados mostraron definitivamente
que. n i Indas las medidas estudiadas (agresión a la administración, faltas dr
uniíiiencin, eficacia, número de empleados que renunciaban a su trabajo), el
ruto del cambio era directamente proporcional al grado en que participaban
los miembros del grupo.
I ns implicaciones para la terapia de grupo son evidentes: los miembros
di nn guipo que personalmente participan en planear una actividad se sienten
huís comprometidos en la aplicación del plan. I’ or ejemplo, se dedicarán mu .

' 1•111 ptlm lpln no rs muy moderno l'homiiN Irl'IWnon mm v r/ U lt i m ó "cd goblri no
niAn turril' * m m jiirl d< l l|tu lodos u r r u foriiiftl |uiil( " '
L O S P A C IE N T E S P R O B L E M Á T IC O S 405

plenamente al cuidado de un miembro psicótico si reconocen que también es


su problema, y no sólo del terapeuta.
A veces, como en el ejemplo clínico citado antes, toda la experiencia es
benéfica para desarrollar la cohesión del grupo; compartir experiencias emo­
cionales intensas por lo general vigoriza los vínculos entre los miembros. El
peligro para el grupo se presenta cuando el paciente psicótico gasta una gran
cantidad de energía durante un lapso prolongado. Entonces otros miembros
pueden abandonar al grupo, y éste puede tratar al paciente perturbado de una
manera cautelosa, disimulada o intentará ignorarlo. Todos estos métodos
agravan más el problema. En estas situaciones críticas, una opción importan­
te del terapeuta es tratar al paciente perturbado en sesiones individuales du­
rante la crisis. (Veremos esto más ampliamente en el examen de la terapia
individual concurrente.) Sin embargo, en este caso el grupo también debe
analizar totalmente las implicaciones y compartir la decisión.
Una de las peores calamidades que puede sucederle a un grupo de terapia
es tener un miembro maniaco-depresivo. Un paciente en medio de una crisis
grave hipomaniaca quizá es el problema más perturbador para un grupo. (En
cambio, una persona que sufre una crisis maniaca intensa es un problema
menor, ya que la decisión es evidente: es necesario hospitalizarla.)

Uno de mis grupos de terapia intentó tratar durante más de un año con una
paciente maniaco-depresiva. La mayor parte del tiempo la paciente fue extraor­
dinariamente valiosa, participó plenamente en el grupo: era perspicaz, sensible
y estimulante. Cuando se deprimió, el grupo se sintió muy preocupado por ella;
temía que se suicidara, y dedicó muchas horas a apoyar su estima propia y la
disuadió de rendirse y suicidarse. Cuando se agravó su estado maniaco, dominó
id grupo; no podía abstenerse de responder a cualquier comentario que se hacía
en la reunión: interrumpía continuamente a los otros miembros, y también pro­
curó una gran preocupación en los otros, quienes se sintieron alarmados por las
mudias decisiones, tontas e impulsivas, que ella tomaba en su vida personal y
•n sus gastos. Poco a poco los episodios depresivos y maniacos se volvieron más
icveios y el intervalo de lucidez entre los episodios fue más breve. Posterior-
niriilr se necesitó hospitalizarla, y ella dejó al grupo sin que éste recibiera ningún
lu’inTicio do su experiencia.

I ¡i pinchas clínicas indican que el paciente maniaco-depresivo clásico


i.... . tintarse mejor farmacológicamente, y es probable que sea impermeable
i un lintimúento psicológico, aun cumulo la terapia la realicen los clínicos
.......ip riiiuculiulns.1' Obviamente no conviene permitirle al grupo emplear
>.Mi(l (lempo t u una terapia que lien tan pocas probabilidades de éxito. En
.... l. iik . i rNtr paciente, poi NU piopio brucln 10 y tan duda poi el bien ele los
<• nilenibioN, d eb e n m ic iii Io del g u i p o I I p io b l e m a , desdi luego, esta en su
406 LO S P A C IE N T E S P R O B L E M A T IC O S

ber cuándo ha llegado ese momento; por lo general, sólo estamos seguros cuan­
do consideramos la situación en forma retrospectiva. Sin embargo, el caso del
paciente maniaco-depresivo es más evidente que otros. Esta decisión también
debe compartirla el grupo, pero el terapeuta debe tomar la iniciativa activa­
mente. Es importante que el terapeuta se encargue de arreglar el futuro tra­
tamiento del paciente. De otra manera, los otros pacientes pueden sentirse muy
amenazados por la perspectiva de verse abandonados en forma similar.

E l p a c ie n t e n a r c is is t a

Un amor saludable a sí mismo es esencial para desarrollar la estima y la con­


fianza propias; un grado excesivo de narcisismo consiste en amarse uno mismo
excluyendo a los otros, e ignorar que los otros son seres conscientes; que tam­
bién tienen un ego, que construyen y que perciben su mundo único. En re­
sumen, el narcisista es un solipsista que cree que el mundo y los otros sólo
existen para él.
Diferentes estilos de personalidad pueden estar injertados en la estructura
del tronco narcisista. Por ello, no puedo describir el peregrinaje típico del pa­
ciente narcisista en la terapia de grupo. A pesar de algunos problemas que sur­
gen del corazón de la posición narcisista asumen una forma similar en el grupo.
El paciente narcisista por lo general sufre más en la terapia de grupo que
en la individual. De hecho la última le ofrece tanta satisfacción que el
problema principal surge mucho más lentamente: se escuchan todas las pala
bras del paciente, se examinan todos sus sentimientos, fantasías y sueños; le
dan todo, y le exigen poco. En cambio, en la terapia de grupo se espera que
el paciente comparta el tiempo, comprenda, simpatice y ayude a los otros
pacientes, que establezca relaciones, que se interese en los sentimientos de
los otros, que reciba una retroalimentación que a menudo puede ser crítica.
Una paciente, Hazel, con frecuencia criticaba la terapia de grupo y comenta
ba que prefería la terapia individual. A menudo apoyaba su posición citando tai
ticas de la literatura psicoanalítica al enfoque de la terapia de grupo. L e d i\
gustaba compartir su tiempo con el grupo. Por ejemplo, un día a las tres cu a rb r,
partes de la reunión, el terapeuta señaló que advertía que Hazel y John estaban
muy tensos. Ambos admitieron que necesitaban y deseaban ayuda del g ru p o,
después de un momento de indecisión John cedió, y dijo que cre ía que mi
problema podía esperar hasta la siguiente sesión. Hazel o cu p ó el ic s lo d d
tiempo y, en la siguiente sesión , co n tin u ó donde se lia lu a q u ed ad o ( o d i o
parecía que intentaba usar todo el tiempo de la re u n ió n , uno de los m ie m b n r
co m ento que lo lm se h ab ía "q u e d a d o co lg ad o " en la sesión pasada IV t o no
hubo una tra n sició n llícil, ya que, t o m o el Ic ia p e u lu señalo, solo ||a,e| podía
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 407

decidir qué haría el grupo, y no daba señales de hacerlo amablemente. (Hazel


guardó un silencio malhumorado.) A pesar de todo, el grupo le dedico su
atención a John, que sufría una importante crisis vital. John expuso su situación,
pero no pudo realizarse un buen análisis. Al final de la reunión Hazel comen
//) a llorar en silencio y el grupo, pensando que lloraba por John, se volvió
hacia ella. Pero ella dijo que lloraba por el tiempo que no había podido tisai,
y que habían desperdiciado en John. Lo que Hazel no pudo apreciar, poi lo
menos durante un año en el grupo, era que este tipo de incidente no apoyaba
su petición de recibir terapia individual. Todo lo contrario; el hecho de que
estas dificultades surgieran en el grupo, era precisamente la razón de que la
terapia de grupo fuera en especial indicada para ella.
Otra paciente narcisista, Ruth, que acudió a la terapia por su incapacidad
para mantener relaciones profundas, participaba en el grupo de un modo mu\
peculiar: insistía en atiborrar a los miembros cada semana con detalles niinu
. l u s o s de su vida, y en especial sobre sus relaciones con los hombres: su pin
Mema más crítico. Muchos de estos detalles eran irrelevantcs, pero ella
insistía (com o en la fase “ mírenme” de la primera infancia). Además de "mi
iaila” , no parecía que el grupo pudiera relacionarse con Ruth de otra mam ia
in que se sintiera profundamente rechazada. Ella insistía en que la amistad
. .insistía en compartir detalles íntimos de la propia vida. Sin embargo, supinm
pin medio de una entrevista de rastreo que se le había hecho a una pucieuh
qiit había terminado la terapia de grupo, que Ruth con frecuencia la visitaba
. n las noches, pero ya no podía soportarla debido a su propensión a u .ai
i ais amigos de la misma manera que se podría usar a un analista como un
oblo siempre paciente, solícito y dispuesto a escuchar.
\lgunos pacientes narcisistas que tienen un profundo sentimiento di . i
p..iales creen que no sólo merecen la atención máxima del grupo, sino qtu
d* huí ofrecérsela sin que ellos hagan ningún esfuerzo. Esperan que el guipo
|n cuide, que los ayude a pesar de que ellos no ayudan a nadie; cspcian
M.lbli légalos, sorpresas, cumplidos, aunque ellos no den nada; espeinn tu
i.o aunque ellos no se interesen; esperan poder expresar ira y builaise, peni
i Inmunes a la represalia; esperan ser amados y admirados, porqiu sem i
..........ti están allí, lie visto que esta actitud es en especial pronunciada en lo
....|. i es bellas que fueron ninas bonitas y cpie han sillo elogiadas toda su vida
■i. 1 111 1 1 1 n ule poi su apariencia y presencia
ai falla de Ínteres o simpatía poi los otros se vuelve muy obvia en la
. i opio de guipo. Después de valias reuniones los miembros empiezan a oh
.i ai que, aunque c.h piiclcnli puede esloi/aise poi el en el grupo, mima
i lime piegimlas. ni apoya, m ayuda a Ion olios, I hi mlembio uo iludo m
, >lii ilili llámenle que lo liniisliiu tan di I guipo I >. pm s di oí lio un a habla
. ., i ado iipei.u mili luis de m i . piolilriii.i. di liuiidi , habla conocido lo que
408 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

los otros miembros pensaban de él, y entonces sintió que estaba llegando a un
punto en que disminuían los beneficios que obtenía en la terapia de grupo;
en gran parte ya había obtenido todo lo que podían darle los otros miembros.
Este miembro no le había dado virtualmente nada al grupo, ni aun información
sobre sí mismo. El grupo a menudo observaba su reticencia; los miembros
decían que él no les hablaba, sino que les enviaba telegramas verbales emplean­
do el menor número posible de palabras. El grupo analizó este rasgo, haciendo
que el paciente observara con profundidad su mundo ficticio narcisista. Cuan­
do el grupo lo enfrentó al hecho de que sólo una madre podría continuar dando
sin recibir nada a cambio, él se sintió profundamente conmovido y, acep­
tando esto, confesó que acostumbraba enviarle cartas de unas cuantas líneas
a su madre, y a cambio recibía varias páginas generosas que tenían frases que
se desbordaban hasta* los márgenes. Este rasgo se presentaba también en su
trabajo académico, ya que nunca podía escribir un ensayo colorido y exube­
rante; en vez de esto, escribía unas cuantas líneas escuetas, y le asombraba
que su profesor no apreciara sus esfuerzos.
En el anterior capítulo describí, en el largo relato sobre la relación de Bill
y Jan, muchas de las maneras narcisistas de Bill para relacionarse con las
otras personas. Gran parte de su fracaso de no poder ver el mundo desde el
punto de vista de los otros se resumió en una afirmación que hizo sobre la
“ otra mujer” en el grupo, Carrie, después de 16 meses de estar juntos. Una
vez él dijo en forma pensativa que lamentaba que “ no hubiera sucedido nada
realmente” entre ellos. Carrie agudamente lo corrigió: “ Quieres decir nada se
xual, pero muchas cosas me han sucedido. Trataste de seducirme. Por prime
ra vez en mi vida me negué. No me enamoré de ti ni me acosté contigo.
No me traicioné a mí misma ni a mi marido. Aprendí a conocerte, y a intere
sarme en ti profundamente con todos tus errores y tus aciertos. ¿Así qiu
nada ha sucedido entre nosotros?” Varios meses después de terminar l.i
terapia, le pedí a Bill, en una entrevista de rastreo, que recordara alguno
de los sucesos más importantes o críticos en su terapia. Describió una sesión
tardía en la terapia cuando el grupo veía un videotape de la sesión previa
Bill se sintió asombrado al enterarse que había olvidado completamente la
mayor parte de esa sesión; sólo recordaba los pocos momentos en los qu<
había participado en forma importante. Su egocentrismo se le reveló de una
manera vigorosa, y confirmó lo que el grupo había estado tratando di d e r u l i
durante meses.

E l p a c íé n t i: a b u r r id o

Rara vez alguien acude a la terapia porque se siente aburrido Sin em h m j'o
de una manera levemente disfrazada no es u ro que se haga esta queja I ••
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS «10'J

pacientes se quejan de que no tienen nada que decirles a los otros, qm


quedan solos en las fiestas, que ningún miembro del sexo opuesto los .nlnii.i
más de una vez, que los otros los usan sólo por su sexo, que se sienten m
hibidos, son tímidos, socialmente torpes, están vacíos o son débiles.
En el microcosmo social del grupo de terapia estos pacientes pico nim
estos problemas, y los miembros del grupo (y los terapeutas) los c n c u e n l i . m
aburridos. Las señales son obvias: después de las primeras veees que I i .i M h i i .
no hay ningún interés claro en ellos; el terapeuta teme asistir a una |>. >(1 1 ,
ña reunión en la que sólo dos o tres miembros aburridos estarán pn-.t nn
si se marchan del grupo, sencillamente parten sin dejar huella.
El aburrimiento es una experiencia muy individual. No todos se alai......
en la misma situación, y no es fácil generalizar. Por lo general el p.u (1 up
aburrido en el grupo de terapia es alguien que se siente terriblcmein» mln
bido.
Carece de espontaneidad, nunca se arriesga, sus palabras son .lempo
“ seguras” (y siempre predecibles), es amable y evita cuidadosaninit. .......
cualquier signo agresivo; a menudo es masoquista (se apresura a mullí alai •
antes de que alguien intente agredirlo); dice lo que cree que exige la pngm i
tic sociales: examina el campo social para determinar lo que debe i I< m i
sofoca cualquier sentimiento contrario que se produzca en su interna i | . n i,,
social particular de este individuo varía considerablemente: algunos pin d« n . ■
silenciosos, otros pedantes e hiperracionales, otros tímidos y aulodeslim lo ..
otros dependientes, exigentes o plañideros.
Los miembros del grupo con frecuencia aumentan sus esfuerzos p<n nim
la espontaneidad del paciente aburrido. L e piden que comparta sus Inniasin
con los miembros, que grite, que maldiga, para obtener algo impiedn iblc ih
este paciente.

Una de mis pacientes, Nora, desesperaba al grupo con sus constantes ilhhi's
■ais expresiones de desprecio por sí misma. Después do estar muchos me • mi
ol grupo su vida exterior empozó a mejorar, pero cada informe de éxito ln m mu
paliaba con el inevitable autodesprccio neulrali/ador. l a aceptó ......... a dad
profesional honoraria (ella comentó que era bueno, porque era un club di I •ito
n o podían expulsarla); recibió su título universitario (pero comentó qin di lila
liabcilo obtenido antes); ella había obtenido sólo buenas calililaciones (pito
dijo que era infantil que si* jactara de esto en el grupo); pincela mc|oi listín
mente (replicó que sólo era una muestiu de lo que podía hacei una buena liim
pma de sol), habla salido con varios hombres (solo cía suelte); habla o bhuldo
un Inieti 11abajo (le habla tocado poi casualidad), habla tenido su pilinei oiga. uto
v agin al (se lo nlnhuyó a la lililí iguana)
I I guipo intentó culieiilai la con u desvaloi ación de si misma un Ingeníelo
stiguló lia n un timbo c ln t ll t o al guipo y tiuailo i tula ve/ que N oia si mal
4 10 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

tratara. Un miembro, tratando de conmoverla para que tuviera una actitud más
espontánea, hizo un comentario sobre su portabustos: dijo que él creía que podía
mejorarlo. (Era Ed, del que hablamos en el capítulo n, que generalmente sólo
se relacionaba con las partes sexuales de las mujeres.) Le dijo que le traería un
regalo, un nuevo pórtasenos, la próxima reunión. En la siguiente sesión llegó con
el regalo, una caja enorme, y Nora dijo que prefería abrirla en su casa. Así que
la dejó allí destacándose en el grupo y, desde luego, nadie pudo hablar de otra
cosa. Le pidieron a Nora que por lo menos adivinara qué contenía, y ella se
aventuró a decir: “Un par de postizos.” Por último, la convencieron de que
abriera el regalo y lo hizo muy lentamente y con un enorme sentimiento de
vergüenza. La caja sólo contenía desperdicios de hule espuma. Ed explicó que su
idea era decirle a Nora que no debía usar portabustos. Nora rápidamente se dis­
culpó con Ed (por haber creído que le había regalado unos postizos) y le agra­
deció las molestias que se había tomado. Este incidente les ofreció mucho ma-
lerial tic análisis a ambos miembros. (Aquí no examinaré la historia de Ed.) El
guipo le señaló a Nora el hecho de que ella había sido humillada y que la habían
luí lio sentirse molesta; sin embargo, había reaccionado disculpándose con Ed.
( <>i le .mente le había dado las gracias a alguien que no le había regalado nada,
i I ni. iilente creó el primer indicio vigoroso de observación de sí misma en Nora.
Inició l;i siguiente reunión diciendo: “Acabo de establecer la marca mundial de
.igi ,nIr. iiinenio. La noche pasada recibí una llamada telefónica obscena y le pedí
perdón al hombre.” (Ella le dijo: “Lo siento, debe haberse equivocado de nú­
mero.")

I . 1 dinámica subyacente del paciente aburrido varía enormemente de un


individuo a otro. Muchos tienen una posición profundamente dependiente, y
temen tanto el rechazo y el abandono que evitan hacer cualquier observación
.ign ava que pueda producir una represalia. Por desgracia confunden erró
iic.miente la afirmación propia saludable con la agresión, y al negarse a crecer,
n piescotarse como individuos plenamente diferenciados con sus propios deseos,
Inleiescs y opiniones, hacen que se produzca (aburriendo a los otros) el
reí lia/,o y el abandono que esperaban evitar. Algunos parecen atrapados en una
dicotomía de vida o muerte: por una parte, temen la autonomía con su soledad
v mi libertad terribles; por otra parte, temen la dependencia con su estanca
míenlo y su permanencia.
Lo importante para el terapeuta es recordar que, como el silencioso, el
mui r.islu egoísta o el monopolizado!', el paciente aburrido debe sei lomado
i- ii sedo, lis un problema importante para el paciente, ya sea que lo eoie.i
d< u o no un problema No es indicado aplicai una técnica ingente de "nvnu
ir " ,| terapeuta tiene mucho tiempo, ya que el grupo l u i r í a al parlenli
. 1 1mi i tillo iiim lio mejoi que al pariente ron leudeiieias ngusivas, nnirb.r.la
u mnuopolislas De IteC'lio, el grupo, debido n que llega a conocerlo mu
maym piolmulídml, lo i ni urtili.i mimos alnmido que mi medio .mihlt tih mu tul
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 411

exterior. Por último, recuérdese que la tarea no es inspirar al paciente, in­


fundirle calor, espontaneidad, riqueza sino, en vez de esto, preguntarle por
qué ha sofocado todos sus aspectos infantiles creadores, vitales, y alentarlo
a que exprese estas cualidades, que se encuentran en todos nosotros.

El que se queja y rechaza la ayuda

El que se queja y rechaza la a y u d a , "• 1:{- 14 una variante del monopolista,


fue identificado por primera vez y bautizado por Frank10 en 1952. Desde
entonces, este patrón de conducta lo han reconocido muchos clínicos de grupo,
y este epónimo aparece frecuentemente en la literatura psiquiátrica. En esta
sección examinaré al extraño paciente que se queja y rechaza la ayuda, ple­
namente desarrollado. Sin embargo, este patrón de conducta no es un síndro­
me clínico totalmente claro. Los pacientes pueden llegar a este estilo de in­
teracción por varios caminos psicodinámicos y pueden manifestar en forma
persistente esta conducta en alto grado sin ninguna provocación externa;
otros sólo muestran una huella de este patrón; en cambio otros pueden vol­
verse pacientes que se quejan y que rechazan la ayuda sólo en momentos
de tensión especial.

Descripción

El que se queja y rechaza la ayuda (que en adelante llamaremos q r a ) tiene


un patrón de conducta claro en el grupo: implícita o explícitamente le pide
ayuda al grupo y le presenta problemas o quejas: después rechaza la ayuda
que le ofrecen. Continuamente le expone al grupo problemas somáticos o del
medio ambiente y a menudo los describe de una manera que los hace parecer
insuperables; de hecho el q r a parece sentir orgullo de lo insoluble de sus
problemas. Con frecuencia le dedica toda su atención al terapeuta en una
* .impaña incansable para obtener medicamentos o consejos. Con claridad su
conducta indica que no necesita aprobación o respeto, sino ayuda. Parece
ignorar la reacción del grupo ante él y aparentemente está dispuesto a hacer
■I lidíenlo en Pinto que le permitan persistir en buscar ayuda. Basa su rela-
• ion con los otros m iem bros en la singular actitud de m ostrar que él necesita
m.e. ayuda que ellos El i .i k a rara ve/ compite en algún área, excepto cuando
o li o m ie m bro compile pin la atención del g u ip o o del terapeuta presentan­
do un piobleinn; en rst momento a m enudo intenta desvalorizar las quejas
d> los o lio s eo u ipa ia ñiló la ’, de lavoiahli iuenlc con las suyas t ln paciente de
' ti tipo allí tilo en h u m a i'pliuli Mi piuría un desperdicio de tiempo
' eiicliai le, y¡i ipn mi. problem a' ou de vida o u lile i ti y los tuyos paireen
412 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

muy leves.” 12 El q r a parece enteramente centrado en sí mismo, porque sólo


habla de sí y de sus problemas. Sin embargo, de hecho sus problemas no son
formulados con claridad al grupo o a sí mismo; son oscurecidos por su
propensión a exagerarlos y echarle la culpa a otros individuos de su medio
ambiente y con frecuencia a los símbolos de la autoridad de los que él depende
de alguna manera.
Cuando el grupo y el terapeuta responden a su súplica, se crea una situa­
ción asombrosa, ya que el paciente rechaza la ayuda que le ofrecen. El rechazo
es inequívoco, pero puede asumir muchas formas variadas y sutiles; a veces
rechaza los consejos en forma abierta, a veces de un modo indirecto, a ve­
ces puede aceptarlos verbalmente, pero nunca los sigue o, si los sigue, inevitable­
mente no resuelven el problema del paciente.

Los efectos en el grupo

Los efectos en el grupo son obvios: los otros miembros se aburren y molestan,
después se sienten frustrados y confundidos. El q r a les parece un remolino
sediento que absorbe todas las energías del grupo. Peor aún, no se advierte que
el q r a disminuya sus demandas. La fe en el proceso del grupo decae a medida
que los miembros experimentan un sentimiento de impotencia, y a medida que
se desesperan por lograr que sus necesidades sean apreciadas por el grupo.
La cohesión se v'e minada a medida que los pacientes faltan a la terapia o se
subagrupan en un esfuerzo por excluir al qra .

La dinámica

El patrón de conducta del q r a parece ser un intento por resolver sentimientos


muy conflictivos relacionados con la dependencia. Por una parte, el q r a se
siente indefenso e insignificante y se percibe como un ser totalmente depen
diente de los otros, en especial del terapeuta, para tener un sentimiento de valoi
personal. Si el terapeuta lo atiende y ayuda, aumenta su sentimiento de
importancia y de estima propia. Toda su identidad llega a estar intrincadamenle
entrelazada con su petición de que deben atenderlo por sus sufrimientos; sólo
puede sentirse vivo e importante cuando actúa como un “ creador de c i is i s "
Sin embargo, por otra parte, su posición dependiente es m uy confusa poi
su desconfianza profunda y su enemistad con los símbolos de autoridad Se
produce un círculo vicioso, en el cual ha girarlo gran parle de la vida del paelcu
te; consumido por la necesidad, le pide ayuda . 1 una figura que él pieve que no
desea (o no puede) ayudarlo; poi pievci una negativu miopía ai estilo de pedo
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 41 l

ayuda para que su profecía se cumpla, y acumula pruebas para justificai la


supuesta maldad del protector potencial.
El patrón característico de la conducta del q r a en el grupo expresa c intima
resolver este predicamento. El q r a al mismo tiempo manifiesta y niega su de
pendencia exagerando su impotencia, y culpa a los otros de sus dificultades; sólo
pide ayuda de un modo indirecto por medio de una interminable presentación de
problemas y evita suplicar francamente. Luego presenta estos problemas de luí
manera que impide que le presten una ayuda eficaz, y por ello niega su ¡ñipo
tcncia frustrando a sus protectores potenciales.3 Desde luego, esta victoria es
pírrica, ya que el q r a frustra a los otros frustrándose primero a sí mismo
Berger y Rosenbaum,12 quienes informaron sobre varios casos, en especial
hicieron énfasis en la motivación latente del q r a para frustrar al grupo y al
terapeuta. Sus casos de q r a estuvieron sujetos a graves privaciones cu los
primeros años de su vida; sus padres estaban ausentes o gravemente peilm
hados. A menudo era evidente que tenían una marcada tendencia depresiva
y una necesidad profunda de privar a los otros del placer del cual habían
.ido privados. Si un q r a realiza algún cambio positivo, con frecuencia se lo
ocultará al grupo durante varios meses.

Guías para el manejo

Un q r a grave es un desafío extraordinariamente difícil, y muchos de esto,


pacientes fracasando en la terapia han frustrado al terapeuta y al grupo *.« na
presuntoso y erróneo intentar prescribir un plan terapéutico cuidadoso, 'un
<mbargo, pueden señalarse ciertas guías generales. Sin duda el terapeuta
•univoca si confunde la ayuda pedida con la ayuda requerida. MI q u a n o
lila ila consejo por su valor potencial, sino para rechazarlo; en última instan
•la los consejos, la guía y los medicamentos del terapeuta serán rechazado',
olvidados o, si los usa, serán ineficaces o, si son eficaces, lo manteadla cu
•virio. Tampoco es conveniente que el terapeuta descargue su Irustiación
\ n sentimiento crecientes en el paciente. La represalia sólo completa el u n u
lo vicioso. M.l temor del paciente a ser maltratado o abandonado suigc di
nuevo, y justifica su ira. Nuevamente puede decii que nadie lo compiende
, Uní- debe hacer el terapeuta? Un clínico sugirió, quizá desespeiado, qui
•I ti lapcula debía rornpci el círculo vicioso afumando que él "no sólo com
|ui tule sino que compurle los gcnlimienlos del pudente de desesperanza im m i
•ti m situación, negándose asi a perpetual su paiticipación cu una i clarión
m n lir , 1" Aunque, cti el caso desculo, cita estrategia hizo que el <>ua aban
•I Moio la Iciupiit, se Mligilló qiu d paciente en un enlucí/,o poi mostriu qm
I m cdlio estaba equivocado, tuvo una coilsidciable mejoría
414 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

Sin embargo, por lo general el terapeuta debe intentar aprovechar los


factores curativos importantes para beneficio del paciente. Después de que
se ha formado un grupo cohesivo y el paciente, por medio de la universali­
dad, la identificación y la catarsis, llega a considerar valioso ser miembro
del grupo, el terapeuta puede alentar su aprendizaje interpersonal enfocando
continuamente la retroalimentación y el proceso, en gran parte de la misma
manera como lo describí en el examen del paciente monopolista. Después de
que el paciente se interesa en la repercusión interpersonal que causa en los
otros miembros, deben ayudarlo a que reconozca su forma característica de
relacionarse. Un terapeuta, después de identificar el proceso, le llamó la
atención al grupo sobre esto y canturreó la canción “ Nadie sabe los proble­
mas que he tenido” 10 cuando el q r a se dedicaba a su conducta típica. Eric
Berne,15 que consideró el patrón del q r a el más común de todos los juegos
sociales y de la psicoterapia de grupo, lo llamó: “ Por que no. . . Sí, pero.”
El uso de estos marbetes descriptivos muy accesibles a menudo vuelve el
proceso más transparente y aceptable para los miembros del grupo.

Un ejemplo de un incidente crítico que creó una espiral de adaptación ocurrió


en la reunión decimosexta de un grupo de terapia. La señora Gaul, una paciente
que se quejaba y rechazaba la ayuda, era un ama de casa de 37 años de edad,
mal vestida y obesa. Al principio se había portado como monopolista en el
grupo, pero en forma gradual había cambiado este aspecto de su conducta.
Su participación, aunque más constructiva, aún era del tipo q r a .
En las dos reuniones anteriores el grupo había analizado arduamente la re­
sistencia de la señora Gaul a aceptar ayuda, una discusión que se había ini
ciado cuando ella rechazó ambivalentemente uno de los chicles que un miem
bro le ofreció a todo el grupo. Cuando la presionaron finalmente aceptó, pero
insistió en sólo tomar media barrita de chicle. En la reunión la señora Gaul
empezó a relatar de nuevo los malos tratos que le daba su marido (otra ve/
había amenazado con abandonarla) y su rara anormalidad metabólica que le
impedía perder peso y abstenerse de comer compulsivamente a la medianoche
Por último, el señor Grady, un aliado suyo en ocasiones anteriores y que eia
el miembro del grupo que más le agradaba y respetaba, explotó, y dijo que ella
le producía sentimientos de inutilidad y desesperación. Se puso de pie, y con mi
marcado acento irlandés le dijo: “ Usted, señora Gaul, con su conducta me lian
sentir impotente, y me dan ganas de alejarme de usted.” Luego de hablar salió
de la habitación, aunque la reunión no había acabado. Después, la conduela ,
también el aspecto de la señora Gaul cambiaron mucho, y ese incidente singulai
pareció consolidar gran parte del análisis previo del grupo. Sin iluda id cono pi"
del microcosmo social se volvió muy claro. Era demasiado obvio el parecido qia
existía entre el señor Grady y el esposo de la teñora Gaul, que lam inen la lia
bía amenazado con abandonarla y que, entre paréntesis, lam inen se sentía mi
potente.
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 411

Sin embargo, por lo general, el tratamiento de un paciente que tiene mi


patrón de conducta marcadamente q r a es una tarea muy difícil y ¡un-»»
satisfactoria. Si es posible, estos pacientes no se deben incluir en un grupo d<
terapia. Por desgracia, predecir este patrón de conducta de grupo es dih. il
con las técnicas de selección preterapéutica estándar. En ocasiones, e-.iu
pacientes pueden reconocerse por la conducta que muestran en el grupo ,m
terior a la terapia, o por los registros de sus experiencias en un grupo •l>
terapia anterior, y ser enviados a terapia individual. Si el patrón q r a c m s u
pero es menos extremado y fijo, el paciente puede recibir terapia de g u ip o
aunque, como sugirió Frank,10 debe entrar en un grupo de terapia antiguo, un
grupo avanzado podrá ofrecerle al paciente más comprensión y aceptación \
al mismo tiempo se verá menos perturbado que un grupo nuevo en dcsanollo

El m o r a l is t a p u r it a n o

El moralista puritano ( m p ) que describieron por primera vez Rosenllial


Frank y Nash,16 muestra un patrón de conducta evidente en las ....... o
reuniones del grupo. La característica más sobresaliente del moralisla pin i
laño es que necesita tener razón y mostrar que los otros están equivocado
en especial cuando se trata de una cuestión moral. Sus motivos inlci peí muu
les difieren de los pacientes que muestran otros patrones de cómbala qu. , n
liemos examinado. El monopolista desea dominar a los otros poi viin.r. ia ."
ues. El que se queja y rechaza la ayuda desea pedir ayuda y después lin ii.u
a su benefactor. AI moralista puritano, por otra parte, no le preocupa n la
tivnmentc ser agradable o aceptado; sobre todo, desea tener razón, sei n *.|»»
lad o por su integridad moral, e imponer sus valores a los otros.
I u la primera reunión comúnmente el mi » se presenta como una per una
calmada y segura, y tiene una actitud de superioridad. A menudo guarda i
Inicio al principio hasta que puede aclarar la posición del grupo o de nlgim
miembro. Después en general se convierte en la figura clave en la disensión
debido a la solidez de sus convicciones y a su propensión a insisiii inlullga
lili mente en su punto de vista. En forma característica se niega a cedí i i
>1 1 11 1 1 iIii ctialquiei error o a modificar sus afirmaciones originales 1,1 < mudo
"iros discuten algunos problemas, él parlieipa intentando fortalecei MU sitúa
•Ion ITiede seiíalai que ha sobrevivido a grandes (elisiones del medio un
blenle, que lia continuado triunfando a pesai de los múltiples obstáculos. \
qia ais soluciones pueden servil de modelos pata oíros, Id grupo puede seulli
simpatía poi el cuando leíala poi piñuela vez m i s problemas, peio la empalia
pionlo Ne liinisfoima en disgusto cumulo l« m ie m b io s eompieudtn »|iie el
iuiiies básico del moialisla puní.mu ts logim una posición de supeiíoildad
416 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

moral, y no compartir las experiencias. Si otro miembro intenta asumir una


posición de superioridad en el grupo, el moralista puritano se siente desafiado y
lucha con el entrometido intentando demostrar que está equivocado. También
desafía al terapeuta, aunque a menudo sólo en forma indirecta; este paciente
puede expresar dudas acerca de la terapia y citar las opiniones de otros
expertos en el campo, o de autoridades famosas en otros campos. Cuando
se siente muy amenazado, desafía los valores morales del terapeuta.
Los pacientes que tienen este patrón de conducta se sienten profundamente
perturbados por sentimientos de culpa e ira. Rosenhal et a i 1G informaron
que sus cuatro pacientes sufrieron la pérdida prematura del padre del sexo
opuesto, que les produjo privaciones y pérdida del status social. La culpa de
estos sucesos se le atribuyó al padre del mismo sexo, pero los pacientes, por
temor a una represalia, no podían expresar su ira. Cada uno reaccionó in­
tentando parecerse al padre del mismo sexo asumiendo y desempeñando
“ correctamente” el papel de éste. Sin embargo, en vez de gratitud de las partes
interesadas, los pacientes recibieron indiferencia y hostilidad. Así, poco a
poco, como lo manifestaron en el grupo, llegaron a percibirse como figuras
difamadas que se habían sacrificado por los otros. . . Esta vida de sacrificio
<xplica el fracaso del m p en lograr un status y le da un punto de vista especial
de la vida. “ Adopta una actitud de indignación puritana, su aspecto es el de
alg u ien que ha sufrido noblemente. Busca ser reconocido por la nobleza de su
iMiaetei y no por sus logros.” 10 Sin embargo, el reconocimiento previsto
no se materializa, hecho que sólo refuerza la idea del paciente de que él ha
ailiido mucho y no ha recibido recompensa. El orgullo, por su noble carácter,
\e ve reforzado y lo proclama más vigorosamente en sus relaciones interperso-
ii.ile'.. Por ello, el proceso vicioso se vuelve un círculo cerrado.
Reconocer el papel que desempeñan la vergüenza y la poca estima propia
en la dinámica de estos pacientes, es importante para formular un plan
leí apéutico. A menos que el terapeuta intervenga, el moralista puritano causa
lanío resentimiento que pronto lo obligan a abandonar al grupo. El paciente
no sólo debe ser protegido, sino que tiene que ayudar al grupo a manejar
la conductii provocadora del m p . La vergüenza quizá es el concepto clave en
un enfoque terapéutico con éxito. Si se logra ayudar al grupo a percibir la ver
giu n/a subyacente en las polémicas iracundas y puritanas del paciente, su reac­
ción ante el será constructiva. El terapeuta, después de comprender el profundo
sentimiento de fracaso y vergüenza del paciente, reaccionará según esto, y no
caerá en la misma secuencia interpersonal catastrófica que el paciente crea
con su manera acostumbrada de relacionarse con el mundo.
Sm embargo, a menudo antes de que el terapeuta reconozca plenamente
este patrón, toda esta secuencia nociva se desarrolla y alcanza un punto ine
veruble, el guipo al pinuipío leacciona ante el moialisla piultuno con pu
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 417

ciencia, después con enojo, a veces con una indiferencia estudiada, y final­
mente con furia. El paciente con frecuencia se defiende y racionaliza el hecho
de no haber logrado el respeto que deseaba, desvalorizando al grupo y con­
venciéndose de que la opinión de éste es poco importante.
Muchos de estos principios se ilustran en este bosquejo clínico:

Stewart, un hombre de 29 años de edad, acudió a terapia debido a las urgencias


sexuales intensas que le producían las adolescentes, y de inmediato adoptó un
patrón moralista puritano en el grupo. Estableció su superioridad moral con
una maniobra ingeniosa: subrayó que podía llevar una buena vida cristiana a
pesar del obstáculo de sus impulsos sexuales extraños a su ego. Su conducta en
el grupo se apegó estrechamente al patrón descrito antes, y en especial reñía al
grupo y a los terapeutas por no seguir la ética cristiana. La reacción del grupo
ante él, en especial cuando los miembros señalaron que su desprecio por ellos
no sólo era insultante, sino muy poco cristiano, aparentemente no la tomó en
cuenta. Los sentimientos de los miembros hacia él degeneraron al terreno de los
insultos, y tres miembros expresaron sentimientos profundos, ingobernables,
de odio hacia Stewart.
Stewart mostró poca preocupación por las opiniones de los paganos y, en la
reunión vigésima, cuando la situación se volvió insoportable, abandonó al grupo.
Rara el observador casual la experiencia de este paciente en el grupo no sólo no
fue útil, sino catastrófica. Sin embargo, él de inmediato empezó una terapia en
un grupo de matrimonios y se mostró más sensible cuando recibió la misma
[(‘troalimentación de su esposa y de otros matrimonios. Las entrevistas de rastreo
confirmaron que había aprendido mucho en el grupo, pero en forma instintiva
so había limitado a tener una relación con éste que le impedía ensayar una nueva
conducta. Sin embargo, su conducta en las reuniones iniciales del segundo gru­
po fue muy diferente de su proceder en el primero.

liste bosquejo ilustra una idea que he expuesto en otra parte de este texto
In terapia no se acaba cuando termina el grupo. Los pacientes que tienen éxito
i u l.i terapia pueden continuar desarrollándose c integrando nuevas expericn
i i.r. (lu ía n le el resto de sus vidas. Los pacientes sin éxito en la terapia que,
debido a un “ papel cerrado” , descubrieron que su posición en el grupo no
■ i ,i viable y que no podían cambiar (o admitir el cambio), en ocasiones lo

i'iiiion beneficiarse con su experiencia y aprovechar más una terapia posteiioi

l'.l IIOMOSI'XUAI IN l l (JRIII'O +

lid r'i m uy coherente ¡n< lu li una sección sobte el lio iitO N eiual co m o m i p a e ie iili
p in h li m a llín , ya que lin a de las p in a ipalen Idi as ipu deseo t ip o n c i es qu< el

‘ I a a ,i i i a ni >ii i i l i i i i m in I i n 11a nía i ?i lii'ii va id |iiu a tía liuati '-i i uní a n m alia n > a
418 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

homosexual puede ser tratado con éxito sólo cuando él y el grupo ya no consi­
deran a éste un problema especial. Cuando la persona surge del “ homosexual”
el problema especial ya no existe. Sin embargo, hay tantos estereotipos acerca
del homosexual que estos pacientes encontrarán ciertos problemas predecibles
en el grupo de terapia, problemas generados por las reacciones fijas de los
otros miembros y de igual manera por la propia imagen del paciente muy es­
tilizada.

Criterios de inclusión

I*n el capítulo sobre la selección para la terapia de grupo, afirmé que la


homosexualidad no es un criterio de exclusión de ésta; tampoco es un cri-
i< iio para la inclusión. Se describe en forma incompleta a un individuo des-
< rila e n d o sólo su conducta sexual, y el mismo criterio debe aplicarse al
h om osexual como a cualquier candidato a terapia: el estilo interpersonal, la
.< ti'.ih ilu lad psicológica y la motivación para la terapia. Según mi experiencia
- ' t i una gran cantidad de pacientes, los que tienen problemas homosexuales
I mu «I.-ii h a la rs e muy eficazmente en un grupo heterogéneo de pacientes no
In> 1 »iia11 / .icios. One un homosexual que acude a la terapia desee cambiar o
mi ai o í icntución sexual y “ cambiar” a la heterosexualidad, es irrelevante
p a ia el proceso de selección. Sin embargo, los que están muy comprometi­
do'. con nn estilo homosexual de relaciones sexuales pueden beneficiarse mucho
m u i la terapia de grupo. De hecho un homosexual que tiene una orientación
M-xual d e fin id a , pero que es marcadamente sintomático, es un candidato más
t o n v e n ie n le que un individuo tranquilo que desea cambiar su orientación
■hnal debido a las presiones que le hacen las agencias del exterior. Otros
o i api ulas no están de acuerdo con esto,17 y rara vez recomiendan que un
paeienle homosexual sea tratado en un grupo predominantemente heterose
kiiuI Creen que el grupo constante, sutil, a menudo inconscientemente, inva
lilla la identidad del paciente homosexual, y sugieren que si este paciente
puede h a h a j a r en un grupo “ no desviado” , también puede tener un fuerte
apo yo homosexual en los miembros que concurren a otros grupos de terapia
o a liñ es,
111 1 candidato en especial inadecuado es un individuo asintomático cuyo
iMiln de vida homosexual es egosintónico, y que busca la terapia para ul’irmui
la inmutabilidad de sus patrones de vida: o sea, tiene la idea de asislii a la
li mpia pina satisfacer su superego y no dejar ninguna piedra sin icmovci en

lio }' 1111mi de Ir*i ii pi ii lirlri i ij'.niri in. MI c h|ic orín Iu HUI piieirillfi luilllii’.c imilr-i IruumiHo
•n lii l< i n|•In d< |¿||i|i<> f i lili) limil.nl.i i|lii un veo iiblljiiido a guaiilm nlli’ iii lo niln<
i ib I rm a
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 419

su intento de adaptarse. Este paciente obtiene mucha satisfacción de su estilo


de vida; por ello frustrará su terapia. Quizá el más inadecuado de todos los
candidatos es el que ha sido procesado legalmente por algunos delitos sexua­
les y debe acudir a la psicoterapia como condición para quedar en libertad
bajo palabra. Aunque hay excepciones, estos pacientes por lo general no
reciben ayuda en un grupo de terapia heterogéneo para pacientes no hospi­
talizados.
Los individuos proclives a la homosexualidad pueden acudir a la terapia
con el mismo amplio espectro de quejas y tensiones que los pacientes no
homosexuales. Sin embargo, hay ciertas situaciones recurrentes que provienen
de las características de sus estilos de vida. Por lo general estos pacientes
sienten angustia y depresión que provienen de una confrontación entre su
homosexualidad y su medio ambiente social. Se quejan con frecuencia de
<|iic su “ busca” compulsiva se ha vuelto tan indiscriminada y evidente que
están a punto de ser descubiertos y de que corre peligro su vida social y pro-
h sional. Otros buscan ayuda después de que, al ser descubiertos, se ha
. 1 1 ruinado su vida profesional, y si están casados, su vida familiar. Otros asis-

i.n al tratamiento en un estado excesivamente perturbado después de un


rompimiento o de una amenaza de rompimiento de una relación amorosa. Los
homosexuales maduros a menudo buscan ayuda por un profundo sentimiento
(|i vacío e inutilidad; la principal moneda de algunos en el mundo homosexual
i . la belleza y la juventud. Cuando éstas se acaban, los individuos se sienten
■ii bancarrota e incapaces de reunir otra vez un capital para hacer una inversión
mili personal. A veces prevalece un sentimiento de que “ sólo queda una hoja
. ii el árbol” ; que el paciente comprenda su esterilidad biológica aumenlu su
desesperación.
C om o regla general, cuanto más agudos son los síntomas, más clara es la
i. unIó ii ;
y cuanto más el paciente homosexual considera que su salvación cslá
i ii manos de otros, tanto tríenos será un candidato adecuado para la terapia de
el upo. La tensión aguda rápidamente se desvanece; la angustia que surge de la
iiiplura de una relación amorosa desaparece con el retorno del amante
ii con la adquisición de otro; la humillación y la pena de ser descubieito
lm«>iii<» disminuyen, igual que las presiones sociales y familiares para aeudn
.i lu teiapia. Cuando estas fuerzas, c|Ue una ve/, impulsaron al paciente a l.i
limpia, piciden su vigor, también desaparece el compromiso del pacieuti
nm la letapia Poi otra parte, si la decisión del paciente de enlrni a la terapia
Im nido deliberada, si tiene un claro sentimiento de responsabilidad peisonal
I,, 11 el origen v la soliieio'n de su piedli anieillo vital, tu llene sentimientos di
. 1 1 1 1 tu. si se odia y le pieoetipa qm u vida luya i aupado a su eontiol cutis
.lente, el paiioiama cn mas Invmabh
420 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

El paciente en el grupo

La primera tarea importante para el paciente homosexual es revelar algo de


sí mismo. Para volverse un miembro que participa y que actúa en el grupo
de terapia, debe revelarle algo de sí mismo a los otros miembros, y de pre­
ferencia debe hacerlo al principio del curso del grupo. De otra manera, es
muy probable que el paciente abandone al grupo en los primeros meses de
terapia, ya que sólo estará recapitulando las relaciones sociales muy insin­
ceras, insatisfactorias que ha tenido fuera del grupo.
El buen trabajo de las relaciones públicas en los últimos años ha fomen­
tado una actitud menos crítica ante la homosexualidad. (Por ejemplo, hubo
mucha información de prensa favorable sobre la decisión que tomó en 1974
la Asociación Norteamericana de Psiquiatría de quitarles el marbete de “ des­
viado sexual” a los individuos que tienden a la homosexualidad.) A pesar
de la creciente aceptación pública, el homosexual continúa siendo rechazado
en el mundo “ no desviado” . A menudo considera la homosexualidad la
matriz de su identidad; sin embargo, debe ocultar ese aspecto suyo a su familia,
a los profesores, a los socios y a muchos amigos y amigas “ superficiales” . Por
consiguiente tiene un sentimiento de impostura y engaño por la forma en que
presenta su yo; por temor a que surja su “ yo real” , debe mantener una vigi­
lancia constante y suprimir su espontaneidad. La consiguiente fatiga y tensión
mentales las soporta estoicamente el homosexual secreto hasta que éstas al­
canzan tales proporciones que se vuelven una sintomatología. Algunos homo­
sexuales francos obtienen una liberación periódica en compañía de otros
homosexuales en el mundo social “ alegre” (El término “ alegre” está bien
elegido, porque es un mundo alegre en el que las cadenas del convencionalismo
son arrancadas con un espíritu de desenfreno indiferente. Uno de mis pacien­
tes describió así el mundo homosexual: “ un mundo de hadas maravilloso y
mágico en el que las cartas secretas, los amores, las citas y las intrigas se en­
cuentran por todas partes. Es como comerse siempre el merengue de un pastel;
sólo que no debe notarse que no hay ningún pastel abajo” .)
El grupo de terapia les ofrece a estos individuos una oportunidad para
enfocar de nuevo su medio ambiente. Sencillamente ser conocido y aceptado
plenamente por los representantes del mundo “ no desviado” tiene un gran
valor terapéutico para muchos homosexuales. Muchos sienten desprecio por
el mundo no desviado, pero desean ser aceptados por éste. A menudo la
aceptación del grupo es un tipo nuevo de aceptación para el homosexual,
que no se basa en la juventud, ni en los atributos físicos ni en los logros de
un yo falso.
El grupo de terapia le ofrece al paciente homosexual una opoilunidad
valiosa (que no existe en otra parle) de anali/ai .ir, actitudes y sus tela
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 421

ciones con las mujeres. No es raro que muchos de estos pacientes tengan uiim
fobia heterosexual de tal magnitud que en su vida adulta han evitado virtual
mente cualquier contacto íntimo con las mujeres; el grupo de terapia, con mi
interacción heterosexual obligatoria, al principio le puede parecer amenazadoi
en este aspecto. Un sueño del cual informó en la reunión decimosegunda un
paciente homosexual, ilustra este conflicto con claridad:

Yo estaba en un autobús Greyhound con otras personas, pero no sabía quiénes


eran. Había dos choferes guapos. Yo no sabía por qué eran dos. Estábamos vin
jando. Al principio viajábamos por un lugar muy bello; había océanos a añilar,
lados y bellos árboles con musgo. De pronto llegamos a una isla en la que había
una gran cantidad de gente atrapada. Había algunos vampiros, y tuvimos que
expulsarlos. Aplastamos algunos de éstos con los pies, al aplastarlos crujían
También había una mujer que estaba tejiendo y tenía un niño; se parecía a Aun
(una mujer del grupo); tenía lepra, y no podía acercarme mucho a ella.

El sueño era un tesoro terapéutico y el paciente hizo muchas asocincio


nes de ideas relevantes: los dos choferes del autobús se parecían a los dos
eoterapeutas (varones), los viajeros del autobús se parecían al grupo de li­
mpia; el viaje era como el curso de la terapia que al principio, con su agía
dable sabor dulce de aprobación y aceptación, parecía idílico; pero de proutu
se volvió cada vez más amenazador y por último se percibió como un h no
lífico confinamiento en una isla. La mujer que tejía, claramente ei.i un í
miembro del grupo que a menudo llevaba su tejido a la reunión. (I I u |ul..
también evocaba la asociación de Mme. La Farge.) Los vampiros le i m n
daban a otra mujer en el grupo que parecía cáustica y entrometida. T o d o -
estos fantasmas primitivos (un vampiro que chupa sangre, una bruja lepiosn,
podrida, contagiosa, una necrófila aficionada a la guillotina) habían e o n iii
buido a tenerle fobia a las mujeres.
Con frecuencia el paciente homosexual debe ser presionado para diseuiu
•as sentimientos hacia las mujeres del grupo. Por lo general el temor hncln
ellas al principio no es consciente, sino que experimenta repulsión, iiidilVicu
i ia, o una leve molestia. Sólo a medida que se relaciona íntimamente con
varias mujeres en el grupo y reconoce su individualidad, su similitud con 1 1
ii propio deseo de aceptarse y de ser aceptado por otros, podrá llbcnusi
do estos estereotipos irracionales.
Algunos pacientes homosexuales impulsivos pueden, cuando se sienten
muy angustiados, reaeeionai con un iictln,g out sexual compulsivo, promls
ruó a menudo visitan los locales homosexuales comunes, como los lunes di
homosexuales, los excusados públicos o cicitox patques públicos Después
de icpelidos c ic lo s de OUt, el Irinpcul.i y el guipo poco a poco llegan a
422 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

comprender la angustia y la secuencia posterior de sucesos; es frecuente que,


con una intervención interpretativa vigorosa, el grupo puede interrumpir este
cielo al empezar su desarrollo. Por lo general esta secuencia se inicia con
nlgún suceso que produce un intenso sentimiento de alienación, soledad u
odio hacia sí mismo. El paciente reacciona buscando una refutación inme­
diata; se demuestra a sí mismo que, corporalraente, es amado, admirado, y
está “ en contacto” con otros. Esta seguridad es muy breve, ya que su con­
ducta sólo es una caricatura de la intimidad y del amor; en realidad se
aciite invadido por una vergüenza y por una enajenación mayores a medida
que sus facultades críticas y observadoras del ego reaccionan ante el abis­
mo que hay entre su conducta real y su conducta idealizada. La vergüenza y la
enajenación adicionales de nuevo le causan los mismos patrones fijos de
tictlnR out, y así se perpetúa el círculo vicioso.

Jal, un hombre de 22 años de edad, que había estado en el grupo durante un


ano, y que no había ido de farra durante varios meses, asistió a un banquete
«lt- graduación universitaria la noche anterior a la sesión del grupo. En el curso
•Ir la noche sintió un deseo abrumador de irse de farra y dejar pronto la cena
Imi a emprender una busca frenética y sin sentido de contacto sexual. Cuando
luí describió sus muy recientes sentimientos, los miembros del grupo le ayuda-
i •m a analizar el suceso precipitador: el banquete para celebrar la graduación,
i I iccordó sus sentimientos de gran soledad y de insignificancia cuando obser­
va!).i cómo la “gente buena” de su clase se relacionaba amable y mutuamente;
•etlexiono sobre las oportunidades de intimidad desperdiciadas, y se sintió abru­
mado por el abismo que creyó que había entre él (el paria) y sus compañe­
ros de clase. El grupo le ayudó a Jed cognoscitiva y emocionalmente. Le
‘“ Haló que su busca frenética de un hombre, cualquier hombre, era un intento
Por aliviar sus sentimientos de estar excluido y de odio a sí mismo; le recordaron
que él había pasado por secuencias similares previamente en el grupo. Además,
hi descripción de Jed de toda su clase, excepto él, como un círculo íntimamente
vinculado de hermandad era una ilusión; el grupo le recordó la universalidad
de muchos de sus sentimientos de alienación y singularidad. Que el grupo mos
liara interés, afecto y respeto por él durante la reunión, le permitió negar el
mismo sentimiento que lo había impulsado a la compulsión de la farra. Ln
1( unión tuvo el efecto de restarle energías a la compulsión y permitirle a Icd
recobrar el control voluntario de su conducta.

La reacción del ffrupo

I " 1' pin u nte*, con problemas homosexuales varían tanto en la presentación
1,1 luí yn como los heteiosexuules, y la icaeeion del guipo ante ellos es igual
lili’ tilo Vanada Sin einbaigo, hay cintas inacciones eimictciIslii ie, del guipo mili
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 423

el problema de la homosexualidad. La reacción inicial de los miembros ante un


paciente que revela que es homosexual invariablemente produce simpatía y
aceptación. Con mucha frecuencia intentan calmar al que hace la revelación
confesando sus propias fantasías y experiencias homosexuales; de hecho, los
miembros del grupo a menudo aprovechan la oportunidad de descargar su
mente.
A veces se desindividualiza al paciente: el grupo examina a sus mejores
amigos que son homosexuales, y el “ problema homosexual” en la sociedad.
El voyerismo es otra forma de desindividualización; algunos miembros in­
terrogan al paciente no porque sientan interés en él, sino para observar la
vida y las prácticas sexuales del homosexual. Al principio de la terapia de
grupo, la presencia de un homosexual con frecuencia estimula a los miembros
a “ descifrarlo” . La psicodinámica homosexual parece en especial clara y
atractiva, y los miembros del grupo pueden iniciar una investigación de los
sucesos de su temprano desarrollo psicosexual. Esta exploración curiosamen­
te tampoco parece relacionada con el paciente, y a menudo representa una
huida de los sentimientos más inmediatos por parte del grupo.
Un grupo de terapia rara vez hace una condena moral o intenta hacer juicios
normativos sobre el paciente homosexual; sin embargo, no renuncia con faci­
lidad a la meta de “ convertir” al paciente a un patrón heterosexual. El grupo
parece aceptar la meta del paciente de lograr un mejor ajuste homosexual,
pero los miembros, a menudo, meses o años más tarde, expresan desilusión,
porque no admiten algo que no sea un cambio a la orientación heterosexual.
Los miembros individuales, de acuerdo a su dinámica, pueden tener reac-
i iones extremas ante un paciente homosexual en el grupo. Algunos pacientes
varones que sienten muchas dudas sobre su adecuación sexual, pueden sufrir
una intranquilidad particular en presencia de un homosexual. Evitan la inter-
aeeión con él en el grupo por temor de verse confrontados con sus propios
I» inores secretos de que ellos también sean homosexuales. Desde luego, muy
pocos hombres se libran de esta incertidumbre. Ovesey,18 en su ensayo sobre
"la scudohomosexualidad” , sugiere las razones de que prevalezca esta incerti-
ilumbre: con mucha frecuencia en nuestra cultura erróneamente creemos que
l.i homosexualidad equivale a una conducta no agresiva, a huir ante el sexo
..puesto o a usar los órganos genitales para satisfacer impulsos no sexuales,
, orno la dependencia o el poder. Un paciente homosexual le dijo a un miembro
.pie dudaba ele su identidad sexual, que su ropa y su arreglo eran leve-
mi ule femeninos. El paciente meditó sobre esto durante dos días, y luego lo
•ti sccho al iccoidai que debía “considerar quién lo decía”. M ás tarde en el
i*i upo se descubrió .1 sí misino murmurando audiblemente: “Maricón maldi-
1,1" t iitlit ve/, que hablaba el paciente homosexual. 1.1 paciente con los cori-
llo inri uui'. graves, aunque no lecouocidos, de identidad sexual responde
424 LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS

muy adversamente ante el homosexual descarado. De hecho, el paciente


homosexual puede ser muy útil para el grupo en este aspecto; puede ayudar
a los miembros masculinos del grupo a reconocer y a enfrentarse a su homo-
fobia: evitar los sentimientos positivos y el contacto físico con cualquier tipo
de hombre.
Una de las principales tareas del terapeuta consiste en reindividualizar al
paciente que tiene una orientación homosexual. Los pacientes no buscan la
terapia debido a que sean “ homosexuales” , sino por sus problemas profun­
dos para relacionarse con los otros, reflejados, en parte, en su orientación
sexual. A medida que la terapia avanza y el grupo y el mismo paciente dejan
a un lado el marbete de “ homosexual” , los problemas múltiples del paciente
de dependencia, desprecio de sí mismo y temor a la competencia se vuelven
evidentes y accesibles para la terapia. El mismo tipo de esquematización opera
a medida que otros miembros piensan profundamente si ellos son o no homo­
sexuales; a medida que comprenden la universalidad de la llamada conducta
perversa, empiezan a comprender que los marbetes son irrelevantes y deshuma-
nizadores. Por ello, de esta manera el paciente con una orientación homosexual
a menudo alienta y le da profundidad al grupo.

R eferencias bibliográficas

1 I. D. Yalom y P. Houts, datos inéditos, 1965.


2 J. Sartre, The A g e o f R eason , trad. Eric Sutton (Nueva York: Alfred A. Knopí,
1952), p. 144. © 1947, Eric. Sutton.
3 H. Bergson, Laughter (Garden City, N.Y.: Doubleday, 1956).
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Basic Books, 1973).
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10 J. D. Frank et al., “ Behavioral Patterns in Early Meetings of Thcrapeulic Groui»r.
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11 J. D. Frank et al., “Two Behavior Patterns in Thcrapeulic Groups muí tlu-ii Appiu
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13 S. Brody, “Syndrome of Ih. Trcalmcnl Rcjceling Pulirnt.** l’.\yclioantil H< \ , •l
75-84, 1964.
LOS PACIENTES PROBLEMÁTICOS 42.5

14 Correspondencia Dr. Derbolowsky, Group Ancilysis, 1: núm. 1, 13-16, 1967


15 E. Berne, Games People Play (Nueva York: Grove Press, 1964).
16 D. Rosenthal, J. Frank, y E. Nash, “The Self-Righteous Moralist in Early Mi <i
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17 Donald Clark, Ph. D., comunicación personal, 1975.
18 L. Ovesey, “ The Pseudohomosexual Anxiety” , Psychiatry, 18: 17-25, 1955.
XIII. TÉCNICAS DEL TERAPEUTA:
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES
DEL PROCEDIMIENTO

La fo r m a estándar de terapia de grupo en la que un terapeuta atiende de


seis a ocho pacientes a menudo se complica por otros factores: el paciente
puede asistir a una terapia individual concurrente; puede haber un cotera-
peuta en el grupo; ocasionalmente el grupo puede reunirse sin el terapeuta;
de hecho algunos grupos funcionan completamente sin la presencia de un
terapeuta. En este capítulo examinaremos estas contingencias. Además, des­
cribiremos algunas técnicas especializadas y enfoques que, aunque no esen­
ciales, a veces pueden facilitar el curso de la terapia.

La terapia individual concurrente y la terapia de grupo

Pueden realizarse muchas combinaciones diferentes con la terapia de grupo y la


individual. N o hay datos sistemáticos que permitan llegar a conclusiones
firmes sobre la eficacia de cualquiera de estas combinaciones. Las guías deben
formularse con el juicio clínico y con el razonamiento deductivo basado en los
factores curativos antes expuestos. Mi experiencia clínica me lleva a concluir
que no es necesaria ni útil la terapia individual concurrente, excepto en ciertos
casos. Si los miembros se seleccionan con cierto cuidado, la reunión de un
grupo de terapia una vez a la semana o, de preferencia dos veces, es una
terapia amplia, y puede ofrecer beneficios a la gran mayoría de los pacientes.
Las combinaciones óptimas en orden de mi preferencia personal son: I )
todos los pacientes están exclusivamente en terapia de grupo; 2) todos los
miembros del grupo asisten a una terapia individual concurrente con el tera
peuta del grupo; 3) todos los miembros o algunos están en terapia indi vi
dual concurrente con otros terapeutas; 4) algunos miembros asisten a una
terapia individual concurrente con el terapeuta del grupo.
Las realidades de la práctica clínica son de tal naturaleza que la forma
ideal para el paciente no siempre es ideal ni aun factible para el terapeuia
Los psicoterapeutas en la práctica privada generalmente deben formar los grupo*!
con sus pacientes individuales, y algunos o la mayoría continúan en teiapin
individual. Los grupos de terapia en las clínicas o en las prácticas cooperativas
son, debido a la gran disponibilidad de pacientes, mucho más fáciles de l'onnai,
y por consiguiente mucho más comunes. Sin embargo, los clínicos ocupados y
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO -I .'/

abrumados tienen otras exigencias: a menudo los terapeutas disponen de muy


poco tiempo para realizar una selección y una preparación cuidadosas de l<>
pacientes, para dar sesiones individuales en momentos de crisis, y paia icnei
grupos que se reúnan más de una vez a la semana.
Ocasionalmente se requiere la terapia individual para mantener a un mieio
bro en el grupo: el paciente puede ser tan frágil, estar tan angustiado, o m u
tirse tan amenazado que es muy grande el riesgo de que abandone :d guipo

Por ejemplo, Ginny,* una joven próxima a la esquizofrenia, que participaba . u


su primer grupo, se sentía considerablemente amenazada en las p r i m a . r. m i n io
nes. Se había sentido cada vez más alienada debido a que su mundo de l.min i .
y grotescos sueños parecía muy alejado de la experiencia de los otros m iembn.
En la cuarta reunión ella atacó a uno de los miembros, y a su vez fue olio .t.ln
por éste. Durante las noches siguientes ella tuvo pesadillas terribles; los puní ip i
les temas de éstas fueron: 1) su boca sangraba (lo que parecía relación.ulo .....
su temor de agredir verbalmente debido a sus fantasías destructoras del m u n d o ),
2) caminaba a lo largo de la playa y era devorada por una gran ola (lo qm m
relacionaba con su temor de perder sus límites y su identidad en el guipo) \
3 ) era levantada y luego sujetada por varios hombres mientras el tn a p c u ia l>
practicaba una operación en el cerebro; sin embargo, las manos de éste tu. guia
ban los hombres que la sostenían (lo que obviamente se relacionaba •mi o
temor a la terapia y a que el terapeuta fuera dominado por los micmhnn)
Su contacto con la realidad se volvió más tenue, y parecía poco probnbli .pu
ella pudiera continuar en el grupo sin un apoyo extra. Se arregló que italMám
a una terapia individual concurrente con otro terapeuta; esto le pmiuiió p« i
manccer en el grupo y obtener luego mucho apoyo.

Algunos pacientes pueden sufrir graves crisis vitales que requieren un apoyo
temporal individual considerable además de su terapia de grupo. Ocasional
mente se requiere la terapia individual para que el paciente pueda ir.ai lu
leinpia de grupo; un paciente puede estar tan obstruido por la angustia o <I
temor de la agresión que no puede participar eficazmente en el proceso Irni
péulico del grupo. Puede necesitarse una intervención activa paia uyudm il
pudente a que ocupe una posición terapéutica en el grupo; «le otra iiuiiii
ni, puede quedar atrapado en un papel limitado y, como algunos onludioi'
tigicien, encontrará la experiencia de la terapia de grupo poco mitislm loin»
y aun dañosa.
l a terapia individual confuí rente puede complican de varias nianenn la
vida en el grupo de terapia ('liando hay una dileieneia m a n a d a en il tillo
que básico del tciupeiilu individual y el del leiapeiila del guipo, las dos (tía

* '>< lía la il< < Um iy I II m ( |ni in lu iilin ii), lo'i <lu*< h iiim m » i i i i I i i I ím alai liliin tt.iv / >o\
ovo ii l ililí' i ’htu'i ( H rii Ic l l o n k i , I '* / * >
428 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

pias pueden trabajar con finalidades opuestas. Por ejemplo, si el enfoque


de la terapia individual está orientado hacia la comprensión de la causalidad
genética e investiga profundamente las experiencias pasadas, mientras que el
grupo enfoca básicamente el material del aquí y del ahora, el paciente puede
sentirse confundido y juzgar un enfoque basándose en el otro. Por lo general
los pacientes que empiezan la terapia de grupo se sienten desalentados y
frustrados por las reuniones de grupo iniciales, que les ofrecen menos apoyo
que su terapia individual, donde sus necesidades narcisistas se ven satisfechas
por la atención exclusiva que reciben del terapeuta y por la exploración de
detalles mínimos de su vida pasada y presente, de sus sueños y fantasías. A
veces estos pacientes, cuando son atacados o sometidos a tensión por el grupo,
pueden defenderse comparando desfavorablemente al grupo con su experiencia
individual; este ataque al grupo invariablemente produce otros ataques al indi­
viduo y mayor deterioro de la situación. Más tarde en el curso de la terapia,
los pacientes a menudo cambian su evaluación comparativa de los dos
tipos. Algunos terapeutas3 han observado que, a medida que progresa la
terapia, los pacientes pueden suspender su terapia individual y apoyarse sólo
en la de grupo. Además, al concluir la terapia, los pacientes, cuando revisan
su experiencia terapéutica, a veces afirman que hubieran deseado empezar
antes la terapia de grupo, o que gran parte de su terapia individual fue in­
necesaria.
Otra complicación de la terapia concurrente se presenta cuando los pa­
cientes usan su terapia individual para obtener afecto del grupo. El paciente
puede interactuar como una esponja en el grupo, tomando la retroalimenta-
ción y reaccionando ante ésta en el dominio más seguro de su terapia indi­
vidual. El paciente tiene una poderosa racionalización con la que puede
apoyar esta resistencia: proclama altruistamente: “ Les permitiré a los otros
usar el tiempo de la terapia de grupo; yo tengo mi propia hora de terapia.”
Cuando este patrón es pronunciado, el terapeuta de grupo, en colaboración con
el terapeuta individual, puede insistir en que se suspenda la terapia de grupo
o la individual. He conocido a varios pacientes cuya participación en el
grupo se aceleró dramáticamente cuando suspendieron su terapia individual
concurrente.
Si sé cumplen dos condiciones, la terapia individual y la de grupo pueden
complementarse. Primera, el terapeuta de grupo y el individual deben eslni
en comunicación frecuente; una condición a menudo reconocida, pero que
raramente se cumple, debido a las presiones del tiempo que hay en la prácti
ca clínica. Segunda, el terapeuta individual debe complementa! el enfoque del
grupo orientándolo hacia el aquí y el ahora y apoyando el trabajo del guipo
Los pacientes del grupo pueden aprovecha! bien su hora de terapia individual
para analizai profundamente sus sentimientos Inicia los miembros del grupo y
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO 42«i

hacia los incidentes y los temas de las reuniones. Este análisis puede suvn
como un terreno de pruebas para fomentar la participación en la vida del
grupo. Con frecuencia el paciente puede examinar una relación molesta, luí
bulenta, en la terapia individual mucho antes de que pueda tratar este pío
blema en el grupo. El terapeuta individual puede, con gran beneficio, haca
énfasis en la transferencia del aprendizaje, o ayudarle al paciente a aplii ai
lo que ha aprendido en el grupo a las nuevas situaciones; por ejemplo, . 1 |.(
relación del paciente con el terapeuta individual y también con los individuo-,
importantes en su vida exterior. También es obvio que los terapeutas del». n
evitar minar el otro tipo de terapia. El esfuerzo del terapeuta individual p<n
analizar la experiencia del grupo en la hora de la terapia individual, lo con
siderará el paciente un voto de confianza al grupo.
Muchas de estas complicaciones potenciales pueden evitarse si el tciap.iiln
del grupo al mismo tiempo sirve como terapeuta individual. Entonce.’. <l.u.i
mente controla la terapia individual. Del mismo modo un grupo en el qu.
todos los miembros asisten a una terapia individual concurrente con .1 p i.
del grupo, por lo general, es un grupo estable y hay pocas deserciones Sm
embargo, esto tiene sus complicaciones inherentes. Algunos terapeutas se sim
ten confundidos por el problema de guardar el secreto: se les hace nula vi
más difícil recordar quién dijo una cosa determinada y en qué momenlo , l i
terapeuta puede repetir en el grupo un material íntimo que le fue irvelad..
en una sesión individual? O ¿debe hacer su observación en un lengun|c i|u.
sólo pueda identificarlo el paciente interesado? Por regla general no es mu
veniente comprometerse a guardar secreto sobre lo que se dice en las •,<-a.,
nes individuales; el terapeuta debe conservar el privilegio de presentid . nal
quier material individual en el grupo, según su criterio profesional.
Examinaremos el trabajo de los coterapeutas en la siguiente sección Al.... .
deseo señalar que la terapia se complica si dos terapeutas dirigen al guipo \
algunos pacientes consultan a un terapeuta individualmente, algunos al nim.
V otros a ninguno de los dos. En el grado en que haya una relación espía i,q
exclusiva y el material de grupo sea sacado del centro de éste, en la iuimiui
medula el grupo se volverá menos potente y eficaz.
A veces las facciones y la rivalidad entre compañeros son pronunciadas ■ n
un grupo en el que los miembros consultan al jefe en una terapia individual
i oía ni tente; el lesenlimieiilo entre los miembros puede set en especial exliemo
a algunos de estos no asisten a una terapia eoliamente, porque lio pueden
pagniln. Ocasionalmente puede sei neeesaiio que el leiapeula vea din.mi.
algunas sesiones individuales a un miembro .1. I guipo que esta en crisis l'm
ejemplo, los pa< a ni. , que e.luu muy angustiados poi una podida (como la
muelle, la sepaiaelon o c| divínelo) o p.u alguna olla tensión d< I medio
unbi.nl. iiupoi lililí (como un lia. a.o académico o en ai liabajo) o están a
430 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

punto de abandonar al grupo pueden necesitar apoyo, guía o medicamentos


temporales. La atención individual que el paciente recibe en este caso, rara
vez produce rencor en los otros miembros, en especial si han compartido la
decisión de que es necesaria la ayuda extra en ese momento.
La terapia individual y de grupo concurrentes puede causarles algunos
problemas especiales a los terapeutas de grupo principiantes. A algunos les
parece difícil atender al mismo paciente en los dos tipos de terapia, ya que
por costumbre adoptan un papel diferente en cada una de ellas; en el grupo
tienden a ser más informales, abiertos, a participar más activamente con el
paciente; en la terapia individual son más impersonales, más fríos, y asumen
una actitud de confianza omnisciente. A menudo los terapeutas en entrena­
miento prefieren que los pacientes tengan una experiencia de tratamiento
“ pura” , o sea, que sólo estén en terapia de grupo y no en una terapia indi­
vidual concurrente con ellos o con otro terapeuta. Esto probablemente es una
preocupación realista, ya que les permite tener una base para saber qué
pueden esperar de los efectos de cada tipo de terapia.

Los C O T E R A P E U T A S

Algunos terapeutas de grupo deciden atender solos a un grupo, pero la ma


yoría prefieren trabajar con un coterapeuta.4 No se ha hecho ninguna investí
gación para determinar la eficacia relativa de los dos métodos, y los clínicos
difieren en sus opiniones.4’ 5 Mi experiencia clínica me ha enseñado que el en
foque de la coterapia puede ofrecer algunas ventajas especiales, pero también
peligros potenciales.
Un arreglo de coterapia que no sea entre dos terapeutas con un nivel com
pletamente igual, según mi experiencia, no es aconsejable. Algunos propia
mas de entrenamiento han utilizado un tipo de aprendizaje en el que un
terapeuta principiante participa como terapeuta novato en un grupo dirigido
por un clínico experimentado. Sin embargo, un status diferente a menudo pío
duce tensión y confusión en los terapeutas y en los pacientes sobre el papel
del jefe. Si los terapeutas tienen niveles marcadamente distintos de e.xpmrn
cia y codirigen a un grupo, es importante que ambos sean maduros y m c i i I hi
una confianza mutua, tranquilos en sus papeles de colaboradores, como iiinenin.
y aprendiz. El jefe enseña modelando y alentando a su cotcrapeui.. ,i p.n
ticipar de todas las maneras posibles. El estudiante se esfuerza poi evii.u i.
competencia destructiva y no tener una actitud servil y no al'irmnliv.t
Una pareja en que los dos terapeutas tienen uominalmenle un igu il
pero que en realidad difieren ampliamente en su capacidad y sen ubdidnd
casi en forma Invariable le pioduce giavcN dificultades al guipo, IL ¡m. di
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO I il

unas cuantas reuniones los miembros advierten con claridad cualquier tensión
que haya entre los dos jefes y ésta, si es marcada, produce un grupo tenso,
inhibido. Por consiguiente, es muy importante que los terapeutas se sientan
tranquilos y sean francos el uno con el otro.
Elegir a un coterapeuta es, pues, un paso importante y no debe darse a la
ligera. He visto a muchos psiquiatras residentes que eligen coterapeutas y h<
tenido oportunidad de seguir el progreso de estos grupos. Estoy convencido
de que el éxito o el fracaso últimos de la terapia de grupo dependen en gi.m
parte de lo acertado de esta decisión. Si los coterapeutas no trabajan en ai
monía, si se muestran cerrados, competitivos y difieren ampliamente en el
estilo y la estrategia (y si estas diferencias no se resuelven con la supervisión),
es muy poco probable que su grupo pueda convertirse en un grupo de tral>.tp>
eficaz. Los consultores o los supervisores a los que llaman para ayuda i a un
guipo que no está progresando satisfactoriamente a menudo prestan un <i
vicio si observan la relación entre los coterapeutas. (Examinaré esto .un
pliumente en el capítulo x v ).
La elección del coterapeuta no debe hacerse a ciegas; no debemos ncepiui
. odit igir un grupo con alguien que no conocemos bien. No debemos loiimi
. ,i.i decisión porque no podemos negarnos a una invitación. Esta n i,.......
i muy importante y vinculadora.* Si los terapeutas se encuclillan cu un
guipo de experiencias, tienen una oportunidad ideal de observar !;i eondiuiu
.1. I otro en el grupo, y yo les sugiero a mis estudiantes que demoren la di <i
nuil de elegir un coterapeuta hasta después de terminar esta terapia de guipo
| conveniente seleccionar a un coterapeuta, en el que sintamos couliun i.
p. io que sea diferente a nosotros: este complemento enriquece la expciinicia
d. guipo. Como lo examinaré, hay algunas ventajas en un equipo l'ounado
i .1 un hombre y una mujer, pero es más conveniente dirigir a un grupo con al
, mi. a compatible del mismo sexo que con un colega del sexo opuesto con
igii. ii no se trabaja bien. El esposo y la esposa con mucha frecuencia codiu
g. ii a un grupo de parejas matrimoniales (en general breve y dedicado «
mi |. a ai las iclaciones diádicas); sin embargo, la cojcfatura de un guipo d<
„ li. o., pmlongado requiere una relación matrimonial muy estable y uiaduia
i. a» onsejo a los terapeutas que participan en una relación intensa iccien
i i iii.i.L» romántica o de otro tipo, que no dirijan juntos a un grupo; *
. a 'lililí esperai hasta que la relación sea mas estable y permanente
i • a ni lili que los eoteiapculas pasen algún tiempo juntos, aunque sea

' I l<t iiluit llt l( J i'x lh ‘i n l I h 'v l x l t t ,1 ilr l'vidyn W iii ih I i ," ni pm(ii|{onl||ii, eiiiuiiln |niillii
ii
i tu 'i 'ni i 'O i i i i -i iiim i ti i'*iliiilii m i In mil vri «til mi, un |mil 11 Ii .ii iii im |u i |i i < M iiii
i i i I i i i li i 111 in|ii i Ii i. mui |iiitir i m i’ilili i nlili ilil >u t>iiiulu alio ilc uiilvn níi I oi I In ■ ti I >•
> 1 Ii II Ii lll «lililí II -II lie |lHi nml)!M'i lililí n lililí . Ijne 11il 11til lili lio «lili o111■ rl 11| lililí
432 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

quince minutos, al final de cada sesión, para examinar ésta y sus reflexiones
acerca de la conducta del compañero. Si el grupo es supervisado, ambos te­
rapeutas deben asistir a la sesión de supervisión.
Si los coterapeutas pueden expresar abiertamente su desacuerdo o no en
la sesión del grupo, es un problema controvertido. Generalmente he encon­
trado que el desacuerdo entre los coterapeutas no es útil para el grupo en
las primeras reuniones; en ese momento el grupo es demasiado inestable y no
tiene suficiente cohesión para tolerar una división de la jefatura. Sin embargo,
más tarde el desacuerdo entre los terapeutas puede contribuir mucho a la
terapia. En un estudio7 les pregunté a veinte pacientes que habían concluido
una terapia a largo plazo, sobre los efectos del desacuerdo entre los terapeu­
tas en el curso de la terapia de grupo y en su propia terapia. Los pacientes
unánimemente afirmaron que eran benéficos. Fue una experiencia que esta­
bleció modelos para algunos pacientes: observaron que los individuos que
ellos respetaban estaban francamente en desacuerdo y resolvieron sus dife­
rencias con dignidad y tacto. Otros encontraron esto muy útil para analizar
algunos de sus sentimientos acerca de los símbolos de la autoridad; observaron
que los terapeutas cometían errores, diferían de sus colegas, y experimentaban
intranquilidad, sin dañarse permanentemente. En resumen, los terapeutas son
percibidos como seres humanos que, a pesar de sus imperfecciones, intentan en
forma genuina ayudar a los pacientes. Este proceso de humanización se opone
al estereotipo irracional, y los pacientes aprenden a diferenciar a los otros de
acuerdo con sus atributos individuales, y no por sus papeles.
Algunos pacientes se sintieron intranquilos por el desacuerdo de sus cote
rapeutas y lo relacionaron con la observación de un conflicto entre sus padres.
Sin embargo, esto vigorizó la sinceridad y la potencia del grupo. En muchas
ocasiones he observado que los grupos estancados han recobrado la vida cuando
los dos terapeutas se muestran como individuos ante los miembros.
La división es otro fenómeno que ocurre a menudo en los grupos dirigidos
por coterapeutas. Algunos pacientes reaccionan ante los sentimientos de un
potencia y desamparo que les causan los adultos intentando dividir a los te­
rapeutas, igual que pudieron haber intentado, en su familia primaria, divida
a sus padres. Ellos pueden intentar de varias maneras minar la relación de lo-
terapeutas; y entrometerse con ellos. Algunos pacientes son muy sensible-. .1
las tensiones que hay en la relación de los terapeutas y, de una manera do.
tructiva, influyen en estas tensiones. Por ejemplo, si un terapeuta viejo -a
siente amenazado por su coterapeuta más joven, un miembro puede plam ai
ser influido por el terapeuta joven y no escuchar las conliíbuciono, del olio,
sin importar el contenido de éstas. Este proceso debe sei observado e iiiIm
prelado; por lo general es un indicio di- actitudes muy conflictiva-, c o n la
personas que son símbolos de autoridad
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO III

Algunos grupos se dividen en dos facciones, y cada coterapeuta tiene mi


“ equipo” de pacientes con los que tiene una relación especial. A veces esta
división tiene su origen en la relación que el terapeuta y esos pacientes esta
blecieron antes del inicio del grupo, cuando él los recibió en una leiapin
individual anterior o en consulta. (Por esto es aconsejable que ambos leía
peutas entrevisten al paciente, de preferencia en forma simultánea, en la •.<■
lección anterior al grupo. He observado que algunos pacientes han continuado
teniendo un vínculo especial en todo el curso de su terapia de grupo con i I
miembro del equipo de coterapeutas que primero los entrevistó.) Otros p.,
cientes se alian con uno de los terapeutas debido a sus características p e r . ,
nales, o porque creen que es más inteligente, más viejo, más atractivo sexual
mente, o más similar a ellos ética o personalmente. Sin importar las ra/one
del subagrupamiento, este proceso debe ser observado y discutido con lian
queza. Las distorsiones de la transferencia pueden volverse muy evidcnti
cuando varios pacientes discuten con amplitud sus distintas pcrcept mu.
sobre los dos terapeutas. Una investigación sobre una muestra de letap. m,,
do grupo muy experimentados reveló un consenso considerable en que la . .,t,
rapia alentaba el desarrollo y el análisis de la transferencia.'
lín la mayoría de los equipos de coterapia, deliberada o, más a m< mui,,
inconscientemente, se dividen los papeles: un terapeuta desempeña un |. ((,. i
mas provocador (más semejante al tábano socrático), mientras que <*| nihl
ofrece más apoyo y sirve como un individuo que armoniza en la tciapia (|,
guipo.* Cuando los coterapeutas son de distinto sexo, por lo geneinl I.., ■M l
peles (pero no invariablemente) se desempeñan de acuerdo a esto. l i a , ,,,,
p i a n acuerdo entre los clínicos4 en que un equipo de coterapeutas Im m.ul,,
poi un hombre y una mujer tiene algunas ventajas singulares; la imagen .1. |
guipo como una familia primaria puede evocarse más vigorosamente
pioducen muchas fantasías y malos entendimientos en los miembros del guipo
Hinca de la relación entre los dos terapeutas, y esto puede anali/aisc con
pmvecho para el grupo. Muchps pacientes pueden beneficiarse con el mmi, i,,
,1, una pareja formada por un hombre y una mujer que trabajan en inl.d<o
un uní, con respeto mutuo y sin una competencia destructiva, sin d isp oiin

' lista división está tic licúenlo con los hidlii/.go.x hechos por Robci't Hules en u|iM||to
i •, *ll|jiu iones bien conocidas sobre la jel'nluia del niiipo.H Hules estudió alguno. t.. n■,,,
l, lint.,i|" de luhoi uloi io de <'slndiiitil(’s 11ni ve i mi I ot ios que disciilinn algiiii piohlemn ,1.
i Iones Iniiuuiuis. < usi iuvnrliihleiurntc dos tipos de leles (delei inuuidos pin . ni i 11, ,,
. ...... , .1, l.i mllvldud y medición., soi loniei i n ns) siugieion ende los mlfllnhlos |) ( |..
|, I • |d, Induljo ejecutivo), el m irm h io más activo que eslililldubn id g u ip o \ ,,,,, |,
o i|,hll,II .1 I en 11/III Sil luí *'.i |i| lllllll lll, y ) lili jet, MH lili eiliOl llllllll que ni, inl |.i I,
i . ild ni le-i ei ñoclo ludes del gi upo y i edm ln tu o n u 11 ni i o I* > -adíele ni, io n io pitia peí uillli |i
•i .111 /,n ,d gllip o
434 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

sin explotación, o sin una sexualidad profunda que con mucha frecuencia los
pacientes asocian con el apareamiento hombre-mujer.
Un equipo de coterapia de padre-hijo (ambos psiquiatras) fue descrito con
resultados interesantes.9 Los terapeutas concluyeron que la presencia de un
padre y un hijo trabajando juntos en armonía era una demostración viviente
para los pacientes de una solución favorable a los conflictos entre los padres y
los hijos. Los pacientes al principio distorsionaron de varias maneras e inter­
pretaron mal la relación: las observaciones benignas que hacía el padre las
interpretaron como críticas o ataques al hijo; se negaban a creer que el hijo
hacía interpretaciones independientes en el grupo; creían que tenía que “ acla­
rarlas” primero con su padre. Sin embargo, analizar estos temas les ayudó a los
miembros a comprender su propia relación con sus padres y las imágenes de
éstos.
Basándome en mis observaciones en más de sesenta grupos de terapia
dirigidos por terapeutas principiantes, considero que la coterapia le ofrece ven­
tajas especiales al terapeuta principiante. Sobre todo, la presencia de un
coterapeuta disminuye la angustia inicial y le permite al terapeuta tener más
ecuanimidad y objetividad en sus esfuerzos por comprender la reunión. En el
repaso posterior de ésta, los coterapeutas pueden ofrecerse mutuamente una re
troalimentación valiosa de su conducta. Hasta que el terapeuta obtiene bastante
experiencia para ser razonablemente claro en la presentación de su yo en el
grupo, esta retroalimentación de un coterapeuta es vital para permitirle distin
guir entre lo real y una distorsión de la transferencia de las percepciones que
el paciente tiene de él. La presencia de un coterapeuta a menudo aumenta la
utilidad de la sesión de supervisión (véase el capítulo x v ). Con frecuencia,
el terapeuta logra un gran desarrollo personal y profesional (a menudo
con la ayuda del supervisor) analizando su relación con su coterapeuta.
Para el terapeuta principiante es en especial difícil mantener su objetividad
ante una gran presión del grupo. Por ejemplo, un grupo le prescribió imam
memente a un joven miembro masculino, en un esfuerzo por analizar su ti mi
dez sexual, que aprovechara varias oportunidades sexuales casuales. En realidad
el consejo era destructivo para el paciente, quien, con gran dificultad, ana11
zaba su relación con su esposa con la que se había casado recientemcnle. Sm
embargo, incapaz de oponerse a la corriente del grupo, el terapeuta estuvo d<
acuerdo con el consejo que el grupo le dio al paciente: un consejo que liahn i
sido inconcebible si hubiera estado atendiendo al paciente en terapia individu.il
En esta situación la presencia de un coterapeuta puede ser un eslal>ili/ndm
excelente.
U n a de las tarcas más desagradables y difíciles para el terapeuta pi ineipimili
es sortear un ataque del grupo y ayudarle a hucei un uso constructivo de i u
C uando es atacado, puede sentirse demasiado amenazado paia anidi/.u el a i n q n .
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO II,

o para alentar otro ataque sin parecer defensivo o condescendiente. N o hay


nada más desconcertante que un individuo, cuando se ve atacado, diga i
realmente bueno que ustedes me ataquen. Adelante.” Un coterapeuta puní,
ser muy valioso en este momento; puede ayudar a los miembros a expn n
y a analizar su ira y al mismo tiempo alentar una exploración mayor di- iodo
los sentimientos hacia el terapeuta.

Los grupos sin jefe

Los grupos sin jefe se han usado en la psicoterapia de grupo en dos íoim.r.
piincipalmente: 1) reuniones sin jefe ocasional o programadas con regulai id.id
que sirven como un auxiliar en la terapia tradicional dirigida por el terapeuta
V 2 ) el grupo autodirigido, que se reúne durante toda su existencia s i n un i< I,
designado.

L a r e u n ió n s in jefe

i u 1949 Alexander Wolf, un precursor del desarrollo de la terapia de guipo.

nug.ili ó que se realizaran reuniones “ alternas” regularmente programadas m u , I


i< mpeuta.10 A sus grupos, que se reunían tres veces a la semana, les pidi,,
.pie se juntaran otras dos o tres veces sin él en la casa de un miembro Di d.
niimees, otros terapeutas han informado que usan reuniones alternas < 0 1 1
•11 ' ■1 sos arreglos temporales: algunos sugieren dos reuniones con el leiapeiiia
tilín reunión alterna semanal; en cambio otros, incluso yo mismo, pu lí, 1 ,,
> ,|.i una reunión ocasional sin jefe. Aunque algunos terapeutas se lian opm a,,
1,1 «insinúente a las reuniones sin jefe, describiendo el acting out caólieo v la
1 1 luí luiciones que esto puede causar,11' 1- el consenso clínico general r. qu,
i. is i* mines no tienen fundamento.
mu filamos seguros de la eficacia de las reuniones alternas que se icah . , 1 1 1
,,, ludo el curso de la terapia, pero sin duda los sucesos y las reaccione*, que
1 ,. iM.le.m lidien importantes implicaciones para comprender la dinámica d< I,,
1 . mui entre el jefe y el miembro. Por lo general los miembros inicialmeult
.........p la n con gusto la sugerencia de asistir a una reunión sin jefe *a p ro
!.. 1 1 mm líos temores irreales y se temen las consecuencias de su ausencia
i ....... . ludio7 les pregunté a vuiios pacientes que habían estado en leinpln .1,
M pui lo menos ocho meses: "/.(Jue sucedería en el grupo si los lempeiitas
1,111 ama nlesV" ( folla es otra malicia de piegimlai que función desempi
n m l |.| apetibi.s en el p u p o ) I as ir. piles las Ilición vanadas U lit is Clllllllir
',,', 1, 111, o pondieioii que les iigriuluhii la idea de Iisislu 11 las lemuoin s ,111
I > |., fu la mayoila cipusn, en oiden de 11edil lililí, eslas pi eoeup.l. Ion.
436 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

1. El grupo se apartaría de su tarea primaria. Se produciría un ambiente de


fiesta, los problemas se evitarían, se producirían silencios prolongados, las dis­
cusiones se volverían cada vez más irrelevantes. “Terminaríamos fuera del cami­
no sin tener un médico que nos guiara.” “No podría expresar mi rivalidad si no
me alentara el terapeuta.” “Lo necesitamos para que las cosas marchen.” “¿Quién
más podría hacer participar a los miembros silenciosos?” “ ¿Quién establecería
las reglas? Nos pasaríamos toda la reunión tratando de hacer las reglas.”
2. El grupo perdería el control de sus emociones. La ira sería irrefrenable, y
nadie rescataría a los miembros maltratados ni ayudaría a los agresivos a do­
minarse.
3. El grupo no podría integrar sus experiencias ni hacer un uso constructivo
de éstas. “El terapeuta mantiene el control y relaciona las cosas.” “Él ayuda a
adarar las cosas señalando dónde se encuentra el grupo.” Fue considerado por
los miembros como el coordinador: es el historiador del grupo que ve los patro­
nes de la conducta longitudinalmente y que señala que lo que un miembro hizo
hoy, la semana pasada, el mes pasado encaja en un patrón coherente. Los micro­
bios dicen, de hecho, que podrían realizar una gran cantidad de actos y partici­
par sin el terapeuta, pero no podrían aprovechar esto.

I a mayoría de las preocupaciones son claramente irreales y reflejan una


actitud dependiente e infantil de los miembros. Por esto una reunión sin jefe
puede desempeñar un papel importante en el proceso de la terapia. Les ayuda
a los miembros a percibirse como adultos autónomos, responsables e inteli
gentes que pueden beneficiarse con la experiencia del terapeuta, pero que tam
bien pueden dominar sus emociones, realizar la tarea primaria del grupo, e
in t e g r a r sus experiencias. En cierto sentido, la razón teórica es idéntica a la que
fundamenta a la comunidad terapéutica. Jones,1'5 Daniels,14 y muchos otros
h;in señalado que el hospital para enfermos mentales tradicional vinculado a la
autoridad no sólo no contrarresta los sentimientos de desamparo e inutilidad
que sienten los pacientes hospitalizados, sino que, por su estructura de atención
total autoritaria, refuerza estas mismas características. Por ello, se piensa que
deln- establecerse un nuevo sistema social deliberadamente dirigido a los pa
i lentes que aliente el desarrollo personal de éstos y su capacidad para tomín
decisiones.
M u y pocos llevarían la analogía en la terapia de grupo a la conclusión de qm
debería sei excluido permanentemente el terapeuta, Ll grupo de terapia puní
pac iente s no hospitalizados, a diferencia de la comunidad terapéutica, no consi
den» que asumo la responsabilidad sea la meta suprema en la teiapia, ya qu*
lodos los pacientes no hospitalizados asumen suficiente lesponsabilidad p.n i
ni.inh ner.e, poi lo menos, lucra de un hospital Sin embargo, < .lo iniillnun
siendo tema Impoiiante pero meiioi en el tratamiento de muchos paeieult s, qm
es subrayado poi las icaceioues di I paciente ante la ausencia del leiapeula
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO 437

Si se desea que la reunión sin jefe sea una experiencia constructiva, es impor­
tante que no se cumplan las predicciones irreales de los pacientes acerca de su
impotencia. Actuar en el momento adecuado es importante en las reuniones
constructivas; los terapeutas deben asegurarse que el grupo de terapia haya
desarrollado cohesión y haya establecido normas productivas antes de sugerir
que se considere efectuar reuniones alternas.
La reunión sin jefe no sólo fomenta un sentimiento de autonomía y respon­
sabilidad, sino que tiene otras ventajas. Surgen problemas en las reuniones
alternas que producen imights importantes acerca de la relación del paciente
con los terapeutas. Algunos pacientes se sienten liberados y son mucho más
activos y se muestran desinhibidos en ausencia del terapeuta; otros, por primera
vez, pueden criticarlo; aun otros muestran desprecio por sus compañeros
(y por ello, desprecio por sí mismos) al negarse a participar, alegando que
sólo es posible obtener beneficios del terapeuta.*
Aunque muchos terapeutas temen que ocurrirá un intenso acting out sexual
en las reuniones sin jefe, la experiencia ha mostrado que este temor es in­
fundado. Sin embargo, es muy común que los grupos adopten un carácter más
festivo (a menudo con un matiz sexual) en ausencia del jefe. Con frecuencia
l;i i ransformación asombra por su carácter abrupto; como cuando tan pronto el
maestro deja el aula, la clase se dedica a un juego alegre sin restricciones. Un
/■ulpo planeó una fiesta en una cercana playa nudista, otro propuso hacer una
lirsta de natación nudista, otro (un grupo de alcohólicos) habló de reali-
,»i una fiesta con mariguana, otro se burló de los modales, de la barba y de
1,1 manera de arreglarse y vestirse cuidadosamente descuidada del terapeuta.
A! evaluar los posibles peligros de las reuniones sin jefe, debemos recordar
11 disiinción entre el actuar y el acting out. El acting out, por definición, es
0 r.iencia a la terapia; es una acción que se oculta al ojo analítico del grupo;
l*. pacientes por medio de la acción descargan los impulsos que deberían
i disentidos y examinados en la terapia. Actuar es muy diferente; como afirmó
1 i. Imunan: “ Por actuar debe entenderse ensayar, probar la realidad, practicarla;
i * disiinción es clara.” 1*” Todos los cambios deben ser precedidos por la acción,
v i*.das las acciones en las reuniones de terapia que están disponibles para
i , ■i minio analítico del grupo pueden ser útiles en el proceso del cambio,
l-.das las experiencias que se comprenden y se aceptan correctamente, son
huHins. y las más amargas son las mejores de todas.” 111

I i. n iimon allcnm se vuelve un elemento de división si no asisten todos los mi


*.i im paciento en forma continua se mena a asistir a las reuniones sin jefe, esta
,, alón i •! sluiulieallvn V i n n r i e muclui atención del m 'lipn. Si esto no puede resolverse
, a l i■i ii | o-111ii eula lli iiienie nli InleieNado en clet lint! leimiones alternas de Hi'upo,
1 i, , , muitlii ni lin iud e il i a r il e p ac irnlr a o l m yn ip o . llene m u y poc as o po iln iii d iu lc s
i ni, )i a mi en un g u i p o en el iplo sólo piulli'lpu |m||a lilimente
438 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

A menudo es muy interesante observar cómo el grupo decide comunicarle al


terapeuta los sucesos de la reunión alterna. ¿Intenta ocultar o distorsionar
la información o compulsivamente le cuenta todos los detalles? A veces la
habilidad para ocultarle información al terapeuta es en sí un signo alen­
tador de la madurez del grupo, aunque por lo general los terapeutas se
sienten intranquilos al verse excluidos. En el grupo, como en la familia,
el individuo no sólo debe esforzarse por lograr la autonomía, sino que el jefe
debe permitirle hacerlo. Frecuentemente la sesión sin jefe y los sucesos subsi­
guientes le permiten al terapeuta percibir y comprender sus deseos de dominio
y sus sentimientos de ser amenazado cuando sus pacientes se apartan de él.

Los grupos autodirigidos

La sesión alterna tiene dos metas básicas: aumentar el sentido de responsabili


dad personal y de autonomía del grupo y de los miembros, y apresurar el
surgimiento de varios temas importantes para el subsiguiente análisis con la ayu
da del terapeuta. El grupo autodirigido funciona bajo otro principio: las fuerzas
curativas básicas son inherentes a éste, y pueden ser evocadas y aprovechadas
sin la presencia de un jefe formal. En parte, el grupo autodirigido existe poi
la escasez de profesionales; en parte, es reflejo de la tendencia humanista qui­
no considera necesaria una estructura autoritaria, restrictiva y que inhibe el
desarrollo.
Aunque no hay un inventario formal de grupos autodirigidos, sin duda
éstos son un movimiento de considerable magnitud; Mowrer17 en 1961 informo
de la existencia de 265 grupos autodirigidos en Estados Unidos. Alcohólico-
Anónimos tiene una gran cantidad de miembros en sucursales que se reiím u
virtualmente en todas las ciudades importantes del mundo. Otros grupos l>i< n
conocidos son Synanon (adicción a las drogas), Mattachine, Las Hijas de Ihli
tis y los grupos de Liberación Homosexual (homosexualidad) t o p s y Weiplii
Watchers (obesidad); grupos de desarrollo, Esquizofrénicos Anónimos, Neuo-
ticos Anónimos, Recovery, Inc. (enfermedades mentales), etc. Han surgido •n
todo el país grupos para crear conciencia en las mujeres; tienen, adem.i-. d>
sus preocupaciones sociales, políticas y económicas, un objetivo de de-,¡m o lí,
personal, y muy probablemente aumentarán aún más en el futuro. Los giup<*
autodirigidos son heterogéneos; muy pocos, en realidad, no tienen jefe, ...........
apoyan en los jefes que salen de las filas de los miembros antiguo1'; poi ep •
en Synanon, en Alcohólicos Anónimos o Recovery, Inc. Puede c o i i m i Ii i ,u
que algunos nominalmente no tienen jefe, como un grupo autodirigido d< t,>•
fesionales de la salud mental o un grupo para ereai conciencia en he. mugí,
sin embargo, los guía un jefe natuial surgido de su-, Ida-.
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DI I PR()( I I )IMI1N I () I \' i

Una de las empresas más interesantes en la investigación de la aelivid.nl , M, ,


campo de los grupos autodirigidos la realizaron Berzon y sus cola huí i<l.,,, ,
Su trabajo empezó con grupos de incapacitados física o psiqiiiálrieanicnh ,|M,
les envió la División de Rehabilitación Vocacional y con grupos de sujeto., ,i,
la comunidad o de las universidades que se ofrecieron voluntariamente p.M , ¡ ,
experiencia de la terapia de grupo. Sus métodos más tarde se adaptaron
usarse con grupos en hospitales, en prisiones, en instituciones educativ.i
en grupos de individuos que buscaban el desarrollo personal.1"
Berzon al principio organizó grupos a los que, sin otras instrucciones, le-
día que se reunieran durante una serie de doce a dieciocho reuniones (Se , , ,
caba un timbre en el centro de la habitación que podía ser usado para llani.u ,
un jefe de grupo cuando el grupo deseaba ayuda. El timbre no se usaba a m,
nudo y más tarde se suprimió.) Pronto fue evidente que los grupos m i,
necesitaban más dirección, y se preparó un folleto de instrucción piogi.nuad ■
para el uso del grupo. Más tarde se cambió por una serie de cintas guliadi,
Las cintas se diseñaron para ayudar a los miembros del grupo a alean/..........
tus metas: alentar la participación, enfocar la atención en el aquí y en el .ih. i ,
y alentar la conducta de ofrecer ayuda.
La obra de Berzon aclaró el papel del jefe en el grupo eliminándolo, o iii
/ando sus funciones artificialmente, y usando otras técnicas i n g e n i o s a s i ,
ejemplo, en un programa de diez sesiones18 se propusieron tres etapas ham, ,
I ) Establecer el grupo (las primeras cuatro sesiones); 2) inlcnsiln ai I.. , ,,
limientos (de la quinta a la novena sesiones); y 3) la separación (la nliim ,
sesión). Se asignó una tarea y un ejercicio, por medio de una unta pnh.nL
pina cada sesión conforme a los principios del desarrollo del grupo. I)rs|....... .
» ada ejercicio el grupo empleaba el resto del tiempo en examinar sus n a . . iou

Sesión I: Se proponen actividades que les dan conciencia a los participante di


los límites del grupo. Por ejemplo, los miembros se colocan en un cacillo \ •mía
uno, por turno, sale del círculo y después trata de entrar al grupo.
Sesión 2: Se presenta al grupo la regla básica de examinar el aquí y el alimn
l n una cinta que muestra a dos grupos, uno actúa de acuerdo con este principa-
V el otro no. Se le pido al grupo que se divida en parejas para pimía m . ti
upo tic participación.
Sesión I; Se instituye otra norma; se explica el principio de l.a Hitar ln i<
lioallmcnlaeión, y a los miembros les piden que la practiquen recomendó .1
olívalo.
Sesión 'I tina sesión «Ir revisión, los miembros evalúan los progresos qin
han logrado al umpleai los principios del grupo que hasta entonces han
pi emulado,
S.'liun I jeielclo del neciclo Importante (lo «IcNuihí en el capitulo i)
'. ihiIó 1 1 O los mlfi libios loiillaii un fin tilo, y un mienihlo colmado «n .1
440 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

centro intenta romperlo y salir de él. Debe considerarse que el grupo se opone
a la libertad del paciente. Cada miembro intenta esto, y después examina los
sentimientos que le causó este ejercicio.
Sesión 7: Cada miembro recorre al grupo y describe a los otros miembros
metafóricamente, como un animal, un mueble, un automóvil, etcétera.
Sesión 8: Cada miembro del grupo, por turno, emplea tres minutos contán­
dole sus cualidades al grupo, y durante cinco minutos recibe retroalimentación
sobre sus cualidades.
Sesión 9: El grupo selecciona a los tres miembros que se han mantenido más
alejados de los otros. Cada uno de éstos, por turno, se coloca en el centro del
grupo, y después cada miembro expresa, en forma no verbal, sentimientos posi­
tivos relacionados con él. La tarea se recomienda como un ejercicio para recibir
sentimientos positivos.
Sesión 10: Después de una serie de ejercicios breves, se discuten los cambios
ocurridos en los miembros. Se atienden los asuntos pendientes, y los miembros
se despiden.

Berzon informó sobre varios estudios evaluativos de las versiones de este pro­
grama. Estos estudios indican que los miembros de los grupos de terapia
autodirigidos llegan a ser más sensibles interpersonalmente, se aceptan a sí mis­
mos, y confían en sí más que los controles que no reciben tratamiento. En
un estudio18 se comparó a 75 sujetos en grupos autodirigidos con 44 sujetos
similares que no habían tenido una experiencia de grupo. La estima propia (me­
dida con una escala de calificación diferencial semántica)20 fue significativa­
mente más elevada al final de las diez reuniones en los miembros del grupo
que en los controles después de un lapso similar. No ocurrieron cambios
en la otra medición: “ eficacia personal” (un instrumento de elección obligato
ría de cinco puntos).21 En 1965 se realizó un estudio evaluativo18 para com
parar los resultados de los grupos dirigidos por profesionales (N = 3 4), grupos
autodirigidos (N = 2 9 ), y grupos de control (sin experiencia de grupo, N 20)
Todos los sujetos eran pacientes de rehabilitación vocacional. Se aplicó un
programa autodirigido de 18 sesiones similar en su concepción al programa
de las diez sesiones que describimos antes. Los grupos dirigidos por profesio
nales y los grupos autodirigidos, pero no los miembros del grupo de contiol.
mostraron un aumento significativo de su estima propia. Los miembros de l<•
grupos dirigidos por profesionales y de los autodirigidos mostraron un aumento
significativo en las calificaciones que hicieron los consejeros de rehabililaimu
vocacional. Un año más tarde persistían los cambios positivos en los guipo
dirigidos por profesionales, pero no en los grupos autodirigidos. l íi una <m ala
de ambiente terapéutico (que mide la exploración de si mismo y la elii acia d. I¡i
conducta) los grupos dirigidos por profesionales, pero no los g,nipos nuioili
rígidos, mostraron un aumento en las ullimas nueve sesiones de guipo I i
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO -MI

tasa de deserción fue ligeramente superior en los grupos autodirigidos. l’ unl,


decirse que los grupos dirigidos por profesionales y los grupos autodirigidos
mostraron cambios positivos, pero que los cambios en los grupos dirigido:, poi
profesionales fueron más marcados y duraderos.
Lieberman, Yalom y Miles22 estudiaron los resultados de un grupo de encuen
tro programado de diez sesiones, sin jefe, de estudiantes universitarios norm.di •
En todo el proyecto se estudiaron 17 grupos; quince dirigidos por jcli-s qm
pertenecían a varias escuelas ideológicas (véase el capítulo )uv) y dos guipo,
dirigidos por el “ Programa de cintas de encuentro” . De los 22 micmbios que
empezaron en estos dos grupos sin jefe, uno abandonó al grupo y otro tuvo mi
resultado negativo, trece (el 6 0 % ) no cambiaron, cinco (2 2 .5 % ) luvieiou
un resultado positivo; y dos (el 9 % ) un resultado muy positivo. Estos n-.nl
lados, en el mejor de los casos, son modestos y no son aceptables pai.i la
mayoría de los terapeutas de grupo; pero los dos grupos se compararon Invoia
lilemente con los dirigidos por un jefe en el proyecto. (Un rastreo de seis nn .
situó a los dos grupos en el tercero y octavo lugar entre los más eficaces di |..s
17 grupos.) Sin embargo, recuérdese que fueron grupos breves (treinta horas <ti
total) de pacientes no hospitalizados; la extrapolación de estos resultado’
con los logros del grupo de terapia es difícil.
La impresión de los dos grupos que tuve por mi observación de las reunión,
y mis entrevistas con los miembros fue que eran grupos seguros, que oluuaii
apoyo y eran tranquilos.
El tipo de aprendizaje disponible era muy selectivo, porque habla po. a
oportunidades de investigar las actividades ante el conflicto o la autoridad l'm
ejemplo, en una reunión una paciente se disgustó mucho con otro y sallo lio
unido de la reunión. Regresó a la semana siguiente; la cinta ofreció la ug. mía
para esa reunión, y el incidente quedó olvidado en forma permanente N o
había ningún jefe para insistirle al grupo en el tema; nadie se hacía icsponsuhli
di asegurar que el grupo no sólo resolviera el conflicto, sino que lamí.....
iipinidiera algo de éste. Similarmente nadie ocupaba una posición de jclc d< Mg
mulo, y por ello no pudo realizarse ninguna investigación en el alea di la
mioi ¡dad.
Un grupo en el que al jefe lo reemplaza algún artificio mecánico es mi Upo
i.a límente distinto de guipo sin jefe como los de Alcohólicos Anónimos o IU
<i •ve i y, liie., en los que no se elimina la autoridad, sino que, al eonliiiilo
"bilí lien su fueiZü de una tradición muy nlunli/ada en la que esta empollada
U animidad Poi ejemplo, en las piimeias dos de las doce etapas de Alcohola n-
\mínimos, les piden a los mienihros qut leeono'/cun que están mdeli uso’
tilín ti alcohol, y que Se Nonielan a un podrí supeitoi n ellos Muchos guipo*.
T ayuda de .1 mismos dllicieu tanto i ai he. melle, y en lo-, mei'iine.iiloN di
•amblo empleado’, que hay muy pora pe.lilh ai Ion pata eonsidiuii los un movi
442 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

miento de grupo sin jefe. El jefe automatizado que se encuentra en una graba­
dora es un desarrollo particularmente curioso, que de hecho surgió de una
tradición cuyo espíritu es muy vital y antimecanicista. Considero que esta ten­
dencia es una mutación grotesca del movimiento psicológico humanista. Uno de
los miembros de un grupo dirigido por una cinta grabada manifestó con claridad
esta paradoja cuando dijo: “ Es curioso que una maldita máquina me enseñe
a ser más humano.”

Los SUEÑOS

El número y los tipos de sueños que los pacientes presentan en su terapia en


gran parte están de acuerdo con la conducta del terapeuta. Su reacción ante
los primeros sueños narrados por los pacientes influirá en la elección de los
sueños que le presenten más tarde. La investigación intensiva, detallada,
personal de los sueños que se practica en una terapia individual orientada analí­
ticamente es muy poco factible en la terapia de grupo. Para los grupos que se
reúnen una o dos veces a la semana esta práctica exigiría una cantidad de
tiempo enorme para emplearla en un paciente; este proceso, además, sería muy
poco útil para el resto de los miembros que serían sólo espectadores.
¿Qué papel útil, pues, pueden desempeñar los sueños en la terapia de grupo?
En el análisis individual o en un tratamiento orientado analíticamente, al tera
peuta por lo común le presentan una gran cantidad de sueños y fragmentos
de éstos. Él nunca se esfuerza por analizarlos en su totalidad. (Freud sostuvo
que un análisis total de un sueño debería ser materia de una investigación,
y no un esfuerzo terapéutico.) En vez de esto, el terapeuta, de varias mam-
ras, decide analizar los sueños o algunos aspectos de éstos que considera mas
pertinentes para la fase vigente de la terapia. Puede ignorar algunos sueños,
pedir que se hagan extensas asociaciones de ideas con otros, puede hacei
asociaciones de ideas con un sueño anterior o un tema en la terapia. Por lo
general, el terapeuta usará los sueños para insistir en el tema vigente en la leía
pia individual: por ejemplo, si un paciente que analiza su preocupación poi mi
identidad sexual cuenta un sueño en el que aparecen figuras dobles varón
mujer, y también un tema parricida muy disfrazado, el terapeuta por lo ge­
neral seleccionará el primero para analizarlo, e ignorará o pospondrá el srguml..
para un análisis posterior. Además, el proceso es reforzador; es bien sábulo
que los pacientes que participan profundamente en la terapia sonarán o im n
darán sueños complacientes; o sea, que tendrán sueños qne coi robot ai.m <1
impulso existente en la terapia y reforzarán el marco teórico del t c iu p r u ia
(Freud los llamó sueños de “ seguimiento” .)
Como el “ trabajo de grupo” sustituye al “ trabajo individual", asi el li i ■
peuta de grupo puede usar cxuctumenle los sueíios, InvoNligai algunos .......
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO Mi

acelera el trabajo terapéutico de grupo. Los más valiosos son los sueños d<
grupo (los que incluyen a éste como una entidad) o los que relie jan lo-,
sentimientos del que sueña hacia uno o más miembros del grupo. Ciinlc.qiin ■ ,
de estos tipos puede aclarar no sólo las preocupaciones del que suena, .un.
las de los otros miembros que hasta entonces no eran plenamente conscienii ,\
veces el sueño introduce, en forma disfrazada, material consciente, pero qta lo
miembros, por varias razones, se han resistido a examinar en el grupo, i M
ambos casos, el sueño puede usarse en beneficio de la tarea primaria del guipo,
y para explorar las relaciones interpersonales del aquí y del ahora de los micm
bros de éste.
Algunos ejemplos ilustrativos de sueños de miembros en la terapia d< guipo
pueden aclarar estos puntos:

En la sexta reunión de un grupo, una paciente relató un fragmento de un .......


“Nosotros [el grupo] nos encontrábamos en una gran habitación cxtiulin. «.Un
rían que nos desvistiéramos. Todos se quitaron sus ropas. Yo me sentí tan antis
tada que salí corriendo de la habitación.”

Al examinar su sueño, la paciente, que hasta entonces había sido una pn< i. m,
casi completamente silenciosa, mencionó sus grandes temores a revclai .»Ip-• <1.
sí misma y su sentimiento de que una vez que empezara a participai ni el gm
po de cualquier manera, la humillarían al obligarla a desvestirse cumple tuno ni.
Cuando el grupo la alentó a explorar con mayor profundidad su\ leiiion . Ilu
mencionó su temor especial a uno de los coterapeutas y a uno de lo . ....... . >i...
dominantes del grupo. Temía en especial que desaprobaran sus iielivldnd.
sexuales extramaritales. El sueño le permitió participar en el grupo y ndv. i
lirio a éste acerca de su gran sensibilidad y vulnerabilidad a la etílica

En la reunión vigésima una paciente relató este sueño: “ Yo estaba p.m .m.i,,
junto con mi hermana menor. A medida que caminábamos, ella se volvía nía»
pequeña. Finalmente tuve que cargarla. Llegamos a la habitación del guipo doml.
los miembros estaban sentados y bebían té. Yo tenía que mostrarle a mi la una
na al grupo. Pero entonces ella era tan pequeña que cabía en un paqm n i o
desenvolví, pero sólo quedaba de ella una pequeña cabeza de brome "

InvcNligai este sueño aclaró varias preocupaciones antes ineons» imli n di la


pmieule. I.a que sonó, la señorita Sumís (véase el capítulo 1 1 ) antes luihln
»iilo extraordinariamente solitaria, y de inmediato había participado c o n piolun
tildad en la teiapia de guipo; de hecho, eta su único mundo s o c i a l Impoibin
li Sin embaí po, a la ve/ temía una intensa dependem ía de este, se habla vtn lio
m u y importante pata ella, habla modificado i apabúllenle mi conducta pata
oI(alatli las i xige líelas del grupo y. al lúa i i lo, habla peí di do de vista sus un i
444 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

sidades y su identidad. La hermana que se había achicado con rapidez era un


símbolo de ella que se volvió más infantil, más indiferenciada, y por último
inanimada a medida que se sacrificaba en su busca frenética de la aprobación
del grupo. Una parte del contenido manifiesto del sueño se vuelve más clara si
consideramos el contenido de la reunión anterior al sueño: el grupo había
empleado mucho tiempo discutiendo su cuerpo (ella era moderadamente obesa),
y por último una paciente le ofreció una dieta que había leído hacía poco en
una revista. Por ello, la preocupación por perder su identidad personal apareció
en el sueño en la forma de la idea de reducir su tamaño.

Poco tiempo después en el mismo grupo otro paciente contó este fragmento de
sueño. “Traje a mi hermana para presentársela al grupo. Ella era bonita, y yo
deseaba alardear con los miembros.”

El paciente,, el señor Farr (capítulo n ), había tenido muchos sueños en los


que aparecían los miembros de su familia, los cuales habían muerto en Ausch-
witz; pero nunca antes había tenido un sueño en el que apareciera el grupo.
Su estilo de vida donjuanesco durante muchos años le había servido para apoyar
su propia estima permitiéndole poseer a bellas mujeres que otros hombres de­
seaban. El sueño le ayudó a descubrir esta dinámica que operaba en el micro­
cosmo del grupo. Él soñaba con ganar el respeto y la admiración de los
miembros mostrándoles su posesión, su bella hermana (muerta); detrás de
este deseo estaba la convicción de que él tenía muy poca sustancia personal
intrínseca por la que pudieran apreciarlo los otros miembros.
El siguiente sueño ilustra cómo el terapeuta puede cambiar el material, y
enfocar selectivamente los aspectos que mejoren el trabajo del grupo:

Mi marido me dejó fuera de nuestra tienda de abarrotes. Me sentía muy preocu


pada porque las mercancías perecederas se echarían a perder. Él había conse­
guido un empleo en otra tienda, donde estaba muy ocupado limpiando la basura
Él estaba sonriendo y le gustaba hacer esto, pero era evidente que se portaba
como un tonto. Allí había un empleado joven, atractivo, que me guiñaba un ojo
y nos marchamos a bailar juntos.

La paciente era una mujer de mediana edad que había entrado a un grupo «l«
miembros más jóvenes, en el que dos miembros, Jan y Bill (véase el capitulo s i )
tenían relaciones sexuales. Desde el punto de vista de su dinámica personal,
el sueño era muy significativo. Su esposo, un individuo indiferente, dedicado ,d
trabajo, la había echado fuera de su villa; ella tenía el tuerte sentimiento de que
su vida se desperdiciaba por no usarla (las mercancías que se echaban a peí
der). Se había referido a sus propias fantasías sexuales como "husuiu” sentía
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO TU

mucha ira con su esposo, pero no podía darle salida (en el sueño ella había
presentado una absurda imagen de él). Sin embargo, el terapeuta d e c i d i ó
abstenerse de comentar estos fragmentos tentadores del sueño y, en ve/, de esto,
enfocó las partes que tenían mayor relevancia para el grupo. A ella le pico
cupaba mucho ser excluida del grupo; se sentía más vieja, menos atractiva y
muy aislada de los otros miembros. De acuerdo con esto, el terapeuta e n f o c o
el tema de quedar “ afuera” , y su deseo de recibir más atención de los h o m b i c
del grupo (uno de éstos se parecía al empleado que la había llevado a bailai ul
final del sueño).
El siguiente ejemplo es un sueño que aclara un hecho antes no revelado ele l.i
conducta interpersonal de un paciente.

Una paciente soñó: “Fui a un recital de danza que dio Joyce (uno de los niirm
bros). Jim estaba allí; me acerqué a él en el intermedio, y le pregunté «lon.l.
estaba sentado. Él tartamudeó y dudó. Esto me hizo sentir intranquila y Imi

Jim, un homosexual, reaccionó ante este sueno comentando que e r a p i o l e n . ..


si hubiera visto a cualquier miembro del grupo en una reunión social se l i a b n . i
sentido tan avergonzado de que lo encontraran con alguno de sus amigos h o m o
sexuales que habría hecho cualquier cosa por evitar que lo vieran los m i e m h i o ’.
del grupo. El sueño de otro miembro así le permitió a Jim enfrentarse al ti m u
eincial de la vergüenza y a su necesidad de ocultarse continuamente del i n u n d o
no desviado.
L o s tres sueños siguientes ilustran cómo el material consciente, p e r o e v i t a d o ,
puede, por medio de los sueños, presentarse en el grupo para ser examinado

"Había en mi casa dos habitaciones contiguas con un espejo. Creí que habla un
ladrón en el otro cuarto. Pensé que podía correr la cortina y ver a una peí •ama
con una máscara negra que me robaba mis pertenencias.’’

I .le sueno lo presentaron en la reunión vigésima de un grupo de leiapia que


* ni observado por los estudiantes terapeutas a través de un espejo simulado
\piule de unos cuantos comentarios en la primera reunión, los mieinbios di I
¡ tupo no habían hablado ni examinado sus sentimientos acerca di' los <>1 i vo
don -, Examinar este sueno impulsó al grupo a hacer un valioso examen
d. la relación del terapeuta con el grupo y ron sus alumnos. ¿I os observado
0 i le estaban "robando” algo al guipo? ¿El terapeuta sentía tina lealtad brtslt n
1oh mis alumnos, y a los miemluos del guipo sólo los utilizaba pata pu
> n liii una buena exhibición o espectáculo para c II o n ?

t oí el m o m e n t o de In sesión, V ésta se i nill/ nhll mi i iii gom .m ulo de lindo


n/lll, eolito el del l eoqi eul n I .1nbnttins sentado', dod.d.n di In linn de bul l o,
446 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

formando un círculo, y teníamos los pies en el agua. Todos teníamos los zapatos
puestos, por ello el agua en la tina de baño estaba muy sucia. Abrimos la llave
para limpiar el agua. Alguien sugirió que debíamos quitarnos los zapatos. Algu­
nos aceptaron, pero otros no. Me sentía avergonzado porque mis pies eran feos,
y estuve de acuerdo con los que deseaban quedarse con los zapatos puestos.
Para resolver el problema, alguien trajo algunas esteras de madera para ponerlas
bajo nuestros pies, pero había muy pocas esteras y empezamos a discutir y a
pelearnos. En ese momento desperté lleno de angustia.”23

El grupo escuchó este sueño e informó que después de la reunión anterior,


cuatro de los siete miembros habían acudido a una cantina y habían formado
dos parejas heterosexuales. Para ellos el cuarto de baño representaba al grupo,
en el que los miembros depositaban sus .sentimientos sucios (los cuatro miem­
bros participantes tenían una historia de problemas homosexuales). Más tarde
en la sesión uno de los miembros afirmó que nunca podría sacar provecho de las
sesiones, porque cada vez que hablaba, alguien lo interrumpía. El grupo comen­
zó a examinar cómo varios miembros usurpaban el tiempo de los otros, y
recordaron varios episodios ilustrativos de las reuniones recientes. La imagen
del sueño de los miembros que luchaban por unas esteras de madera del tera­
peuta, reveló los sentimientos latentes de rivalidad y competencia por atraer
la atención de éste.

Un paciente en otro grupo presentó un fragmento de sueño similar: “Todo el


grupo estaba sentado alrededor de la tina de baño y se lavaba los pies. La mugre
lentamente se iba por el caño.”

Éste era el grupo que, dos sesiones antes, había expulsado a la señora Cape
(véase el capítulo n) porque ella, rompiendo la regla del secreto, había pertm
bado mucho al grupo. La reunión inmediata anterior al sueño fue una sesión
agitada en la que todos los miembros, incluso los terapeutas, se habían sentido
muy culpables por haberla expulsado. El sueño, con su simbolismo cruel y
claro, “ lavar la mugre del grupo” , les recordó a los miembros que no debían
sentirse abrumados por sus sentimientos de culpa; había habido una razón
muy válida para su drástica acción.

Fantasías

Los ensueños o las fantasías pueden desempeñar un importante papel en «I


proceso terapéutico. Hay una gran cantidad de material exactamente abajo d*
la conciencia y, si se vuelve accesible al proceso de la leiapia, e m iq u c c e i.i mu
ello el análisis. Al)’,unos (empentas con icgiilaiidml pillen que se exponen >1
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO 447

material de las fantasías. Alientan a los miembros a examinar las fantasías que
han tenido acerca del grupo o de los miembros en el intervalo desde la reunión
anterior. Por ejemplo, pueden pedirles a los miembros que compartan las lan
tasías acerca del grupo que han tenido ese día en el camino a la reunión.
Otros pueden guiar la formación de fantasías durante la sesión. Por ejemplo, i
dos miembros tienen una relación muy profunda, el terapeuta puede aclnrni
la relación preguntándoles no por sus sentimientos mutuos (a menudo éstos no
son claramente conocidos), sino por una fantasía en la que hacen algo en foima
conjunta. Un miembro masculino le dijo a una mujer de 28 años de edad que
a él sencillamente le gustaría pasear con ella en el bosque con su cabeza redi
nada sobre su hombro. Ya que uno de los problemas básicos de ella era que no
podía atraer a los hombres, le resultó muy útil descubrir cómo se había mam
Testado maternal y no sexualmente con el otro miembro.

E l uso de “ videotape ” en la terapia de grupo

I a tecnología científica moderna, que tanto ha contribuido a la deslnmi.mi


/ación de la sociedad actual y, por consiguiente, a la necesidad de que. exista la
li mpia de grupo, al mismo tiempo ha creado un instrumento (el videotape)
que tiene un potencial benéfico considerable para la enseñanza, la praclii a y d
conocimiento de la terapia de grupo.
I timar videotapes ha resultado valioso en la enseñanza de todas las Tomín
de la psicoterapia. Los estudiantes y supervisores pueden observar la sesión con
un mínimo de distorsión. Importantes aspectos no verbales de la conduela de lo-,
i ludíanles y de los pacientes que pueden pasar completamente inadvertidos
. u ln forma tradicional de supervisión, se vuelven accesibles al estudio. I I . -,iu
liante terapeuta tiene una gran oportunidad de observar cómo presenta su yo
ai lenguaje corporal. Los aspectos confusos de la reunión pueden observara*
mías veces hasta que logra percibirse algún orden. Las sesiones valiosa-, de
. ii'a iian/n que claramente ilustran algunos principios básicos de la teiapin pin
■i. ti aichivar.se, y formarse una filmoteca de videotapes para la cnsnum/a
i i r. caiaeleríslicas sugieren que los videotopes son un adelanto signilícnlivo
.■bu los métodos antiguos de observación, como las cintas grabadas, la lele
i ion di circuito cerrado o los espejos falsos.
I evidente el potencial benéfico de esto para el paciente de la terapia d<
Hipo ,'.Deseamos que los pacientes tengan una visión mas exacta de su con
laiii? , Muse.unos métodos pina almlai la obscivncion propia y volví i rl
p. . lo ic llfd v o d c l aquí y del ahora lan sobo,saliente como el aspecto d< la
-I" llénela?
I io-i brurlicios potenciales paiccen lonnldable . pelo aun no s. han delei
448 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

minado el papel y la aplicación adecuados de esta nueva técnica en la terapia


actual. Algunos terapeutas consideran la filmación de videotapes un elemento
importante y, en cierto modo, estructuran al grupo alrededor de éste; otros,
incluso yo, consideramos valiosa esta técnica, y periódicamente la usamos como
auxiliar en el proceso terapéutico; otros, frustrados por los problemas mecánicos
y desilusionados porque la técnica no ha satisfecho sus esperanzas (a menudo
irreales), han abandonado por completo el uso de videotapes.
Muchos clínicos hacen énfasis en la importancia de proyectar inmediatamente
el videotape; hacen arreglos para que los pacientes los vean tan pronto como
sea posible después de la experiencia. Esto requiere tener una gran variedad de
aparatos; una cámara fotográfica, reproductor de cintas y un monitor deben es­
tar en la habitación del grupo, y la cinta preparada en el mismo lugar para que
los miembros la vean y la comenten. Obviamente ciertas partes del videotape
deben seleccionarse para este tipo de proyección ( “ retroalimentación selec­
ta” ) ; 24' 25 esto puede hacerlo el grupo o el terapeuta. Algunos terapeutas tienen
un terapeuta auxiliar cuya principal tarea es manejar la cámara y los otros
aparatos y seleccionar las partes convenientes para proyectar. Otros terapeutas
prefieren él método menos complicado de filmar en el videotape toda la reunión,
y dedicar la siguiente sesión a ver el videotape y observar las reacciones ante
éste. Algunos terapeutas programan una reunión extra en la que se proyecta la
mayoría del videotape; otros filman la primera mitad de la reunión, y proyectan
la cinta durante la segunda mitad.
La reacción de los pacientes depende de que se actúe en el momento opoi
tuno. Bergerft2> 27 señaló que la reacción del paciente en la primera sesión en
que se proyecta el videotape es diferente de su reacción en las sesiones poste
riores. En la primera proyección los pacientes observan básicamente su imagen
y se sienten relativamente menos interesados en el proceso del grupo. Mas
tarde pueden observar más sus maneras de reaccionar y de relacionarse con
los otros. Por esto, es más eficaz, posteriormente en la terapia, selección.n
algunos fragmentos importantes para observarlos en vez de ver, indiscrimina
damente, toda una sesión.
A menudo la imagen del paciente muy estimada por él se ve puesta en duda
radicalmente cuando se proyecta el primer videotape. No es raro que el pacicnh
recuerde y acepte la anterior retroalimentación que le han ofrecido los o l i o
miembros. Con frecuencia de un modo dramático comprende que el grupo lia
sido sincero, y hasta demasiado protector en las confrontaciones antenote
Ya no considera al grupo un tribunal destructor o crítico, y el pudente pued.
volverse más accesible a las interpretaciones futuras, l a retmalimenim mu
que nos ofrecen sobre nuestra conducta es importante, pero no icsulia tan
convincente como la información que descubrimos nosotros misinos, i I vid, . */.</ .
ofrece una retroalimentación en la que no interviene una segunda pcrauiu
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO lia

Frecuentemente hay una profunda confrontación consigo mismo; el individuo no


puede ocultarse de sí mismo, y más tarde los pacientes pueden abandonai la-
poses defensivas e incongruentes. Mis reacciones iniciales ante la proyección
del videotape se relacionan con la presencia o la ausencia del atractivo sexual
en las mujeres y de la masculinidad en los hombres.26 En las siguientes senio
nes de proyecciones de videotapes los pacientes observan su interacción con l<>
otros, su actitud reservada, su preocupación por sí mismos, su hostilidad o -ai
indiferencia. Pueden observarse mejor y ser más objetivos que cuando paila i
pan realmente en la interacción del grupo.
He descubierto que en ocasiones filmar videotapes es extraordimu ium< un
útil en situaciones críticas. Por ejemplo, un paciente alcohólico llegó e m b o a
gado a la reunión del grupo y se portó en forma monopolista, insultaun \
brusca. Cualquier análisis que se realiza en una reunión como ésta es inútil,
ya que el estado mental del paciente le impide retener las ideas c integiailn-.
Sin embargo, la reunión se filmó en un videotape, y más tarde proyectada
fue extraordinariamente útil para el paciente. Le habían dicho, peí o mi
realidad no se había dado cuenta, que era muy destructivo el alcohol pata rl
y para los otros. En otra ocasión en un grupo de alcohólicos, un pacicnh 11<po
embriagado y mostraba una profunda desesperación. Perdió el sentido y ..
acostó en un sofá, mientras el grupo, rodeándolo, discutía qué podría Iuum
por él. Más tarde el paciente vio el videotape y le causó un efecto profundo
A menudo le habían dicho, sin que le causara efecto, que se estaba destiuyrndo
con el alcohol y que lo usaba para matarse. Verse él mismo acostado, como .1
. .tuviera en un féretro, le reveló con fuerza innegable su modo de vida -mli lila
v mi muerte. Berger-’6 describió un episodio similar. Una paciente peínala a
l i a nte maniaca, que nunca había aceptado que su conducta era poco u s u a l,

tuvo oportunidad de verse en un estado particularmente desorganizado I u


Mida uno de estos ejemplos proyectar el videotape ofreció una expciiemia
p o d e ro s a para observarse a sí mismo, lo que constituye un primer puso m u
mió en el proceso terapéutico.
Muclios terapeutas se niegan a imponerle una cámara de televisión al guipo,
m i mi que inhibirá la espontaneidad de éste y que le molestara, aunque no
a. . i ,.nlamente en forma abierta, la intromisión. Creo que esta situación t vn
hollínenle idéntica a la que hubo cuando se introdujo la grabadora de imlni
magnéticas en la psicoterapia cu la década de l ‘)S(), La persona que p.nen
mi>•11o1111se mas es el terapeuta. Si considera que la cámara es una inliiruon
v íiliiiu su conducta poi esto, obviamente esta técnica obstruirá la leiapin
Min líos teia|H'iitas que se han acostumbrado a usai los vldcotapes inhuman
jii. después «le la adaptación inicial, lio S e aliñ a el proceso di' la l e m i i o n
- Mío* li mpí alas icbulcn este punto Afuman que el mido, la piesencia d< los
i|..iiuliti. y «le mi «nmaiogialo, las luleirepelones qta .alie el guipo, y lenci
450 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

que sentarse en forma poco natural (si sólo se emplea una cámara, el grupo
debe, para que todos salgan en el videotape, sentarse en forma de herradura) es
una interferencia para el grupo. Los pacientes, en especial si van a ver la
proyección, casi siempre aceptan la sugerencia de que se filme un videotape.
Sin embargo, con frecuencia les preocupa que no se guarde el secreto, y nece­
sitan que les den seguridades. Si la cinta la verán otras personas que no son
miembros del grupo (por ejemplo, los estudiantes o los supervisores) el tera­
peuta debe ser muy explícito acerca de la finalidad de mostrar el videotape
y de la identidad de los espectadores, y debe obtener permiso por escrito de
todos los miembros. Esta técnica es tan nueva que durante algún tiempo no
podremos evaluar toda su importancia en el proceso de la psicoterapia. Podemos
esperar, como sucede con cualquier nueva técnica, que produzca elogios exage­
rados. Este proceso será reforzador, ya que el entusiasmo de los innovadores
tendrá un efecto saludable en los resultados de la terapia. Sin duda el hecho
de observarse tiene un papel importante en el proceso de la terapia. Sin em­
bargo, esto es una condición previa para el cambio terapéutico, y no sinónimo
del cambio. Filmar videotapes sólo es una técnica, y sólo debe emplearse cuando
facilite el funcionamiento de los factores curativos básicos. Puede complementar
el entrenamiento clínico sólido, pero no es una alternativa.

Los RESÚM ENES ESCRITOS

Durante los dos últimos años mis colegas y yo hemos experimentado una técnica
que le ofrece al paciente un panorama detallado (desde la perspectiva del
terapeuta) de cada reunión. Esta técnica aún está en sus primeras etapas. (La
he usado aproximadamente en doscientas reuniones de grupo); pero creo
que tiene suficientes implicaciones teóricas y prácticas para ameritar una bre
ve descripción. (La describí más plenamente en otra parte.)2i) Esta técnica
es simple. Al final de cada reunión el terapeuta escribe un informe sobre ésta,
y le agrega algunos comentarios editoriales. Los resúmenes son mccanogra
fiados y se los envían por correo a los miembros del grupo antes de la siguienii
sesión. La redacción de los resúmenes (de tres a siete páginas a doble espacio)
requiere aproximadamente de veinte a treinta minutos del tiempo del terapeuta
Los resúmenes se usaron por primera vez en un grupo de pacientes aleóla■
licos. Cuando mi coterapeuta y yo llevamos a los miembros a un enfoque inti i
accional, se elevaron los niveles de angustia a tal grado que Iraeasaion lo
métodos para reducir la angustia mal adaptada (aumentó el alcoholismo, he. I d
tas de asistencia, la negación masiva, etc.), buscamos técnicas para inlmli
la angustia; aumentar la estructura, usar una agenda (esctila) en cada teunmn
proyectar video tapes y distribuii icsúmcncs c \t utos di pues «le i uda iruuiim i >
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO m

última técnica resultó con mucho ser la más eficaz, y pronto reemplazó . 1
las otras. Posteriormente, he usado los resúmenes en otros grupos, incluso
en un grupo de neuróticos no hospitalizados, muy sofisticado, que se reunía do-
veces a la semana. El resumen pronto desempeñó varias tareas: ofrecía rom
prensión de los sucesos de la sesión, observaba y recompensaba los logros del
paciente, predecía (y así prevenía) los desarrollos indeseables, hacía participa!
a los miembros silenciosos, aumentaba la cohesión (subrayando las similitudi . \
las atenciones del grupo, etc.), ofrecía interpretaciones (repeticiones de las iutci
prefaciones hechas en el grupo o nuevas interpretaciones que se le ocuuuu
más tarde al terapeuta), y les daba esperanzas a los pacientes (ayudándoli .
a comprender que el grupo era un proceso ordenado y que los terapeutas triiinu
una idea coherente del desarrollo a largo plazo del grupo).
Los resúmenes deben ser muy francos acerca del proceso de la terapia Sun
•asi idénticos a los resúmenes que hago para mi propio archivo (del que tom.
la mayor parte del material clínico para este libro) y se basan en el supuesto di
que el paciente será un firme colaborador en el proceso terapéutico, y qn.
la psicoterapia se ve fortalecida, y no debilitada por la desmitificación
Los resúmenes desempeñan varias funciones. De hecho pueden usaise paiu
ampliar todas las tareas del jefe del grupo en éste. Las reacciones del pnclent.
ante los resúmenes (obtenidas de los cuestionarios y de las entrevistas) suluuvau
varias de estas funciones. Cuando sea conveniente, presentaré extractos ilir.na
livos de los resúmenes.

Revivificación

1 iv. irstimones constituyen otro contacto con el grupo; la reunión se vigon/aia.


I guipo probablemente tendrá continuidad; en cada reunión se contiumu.i el
i. nía de la anterior.

Meditación

V ayuda a los pacientes a percibir de nuevo y a asimilar los sucesos importantes


d* una letmión. A menudo las sesiones de grupo pueden sei tan amemi/mloia*, o
1 1I111Ixulouis que los miembros adoptan una actitud defensiva, de supci viveiu ni
> tu utas larde (frecuentemente con la ayuda del resumen) pueden reviNui l«
■mi m significativos y convertidos en una experiencia de aprendizaje coits
••n. Iba I as ínterprelaelones del (empenta (en especial las eomplejux) que si
e n i n m edio de una lucha cotí líecuencia no son escuchadas ( 'muido
1. pilen dichas inleipiclaciolies en el insumen .1 menudo son ntllcho mu i
•=(!• ••••'!, ya que el p a c ie n te puede estudiadas a distancia, lejos <I « I Cltini de la
batalla
452 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

Modelado de las normas de grupo

Hemos usado los resúmenes para reforzar implícita y explícitamente las normas.
Por ejemplo, en el siguiente extracto se reforzó la norma del aquí y del ahora.

La relación de Phil con su jefe es muy importante y difícil para él en este mo­
mento, y es, sin duda, un material para el grupo. Sin embargo, los miembros
no conocen al jefe, ni saben cómo es, qué piensa y qué siente; por ello, tienen
limitaciones para ofrecer ayuda. Sin embargo, están empezando a conocerse y
pueden estar más seguros de sus reacciones en el grupo. Pueden dar más re-
troalimentación exacta acerca de los sentimientos de cada uno por el otro, en vez
de tratar de adivinar lo que puede pensar el jefe.

O considérese el siguiente extracto en el que se alienta a los pacientes a hacer


comentarios del proceso y a tratar al terapeuta en forma igualitaria. (En el
extracto Irv es el terapeuta.)

Jed hizo hoy algo muy diferente en el grupo: formuló una observación acerca
del problema que tenía Irv. Observó, muy correctamente, que Irv tenía un pro­
blema: no deseaba que se dejara de hablar de Dinah debido a la resistencia de
Irv a que Dinah se sintiera rechazada o abandonada en el grupo; pero, por otra
parte, Irv deseaba mucho descubrir lo que le estaba sucediendo a Pete, quien
obviamente hoy se sintió ofendido.

El apoyo terapéutico

El terapeuta puede, en el resumen, recordarle al paciente su tarea primaria,


puede recordarle por qué acudió a la terapia o procurar repetir las afirma
ciones de los pacientes que ofrecerán apoyo en el futuro. Por ejemplo:

Lucille empezó a llorar en ese momento, pero cuando Ed trató de consolaila.


ella exclamó: “ No seas tan amable. No lloro cuando me siento mal, sino enantlu
me encolerizo. Cuando me consuelas o me haces sentir dependiente por mi llimfu.
me impides analizar mi ira.”

Nuevos pensamientos

A menudo el terapeuta comprende un suceso después di- que se lia lealuailo


En otras ocasiones no es el momento oportuno pina que haya una olr.ri v,u mu
para aclarar algo; demasiada cognición podría sofoca i la expciiencia ............ iul,
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO -I' '

o sencillamente no tiene tiempo para intervenir en el grupo, o el paciente f ia


en una actitud tan defensiva que rechazará cualquier esfuerzo para alguna
aclaración. Los resúmenes son un excelente medio para que el terapeuta haga
sus observaciones.

La transmisión de la perspectiva temporal del terapeuta

Más que cualquier miembro del grupo, el terapeuta tiene una perspectiva lem
poral a largo plazo. Conoce los cambios sutiles que ocurren durante meses en ■I
grupo y en todo el curso de la terapia de cada miembro. Muchas veces mi
estas observaciones les da esperanza, apoyo y sentido de las cosas a los nunu
bros. Por ejemplo:

Seymour habló con mucha franqueza en el grupo hoy acerca de cómo lo habían
ofendido Jack y Burt cuando dejaron de hablar de él. Nos asombró que pudh m
discutir fácilmente estos sentimientos. Recordamos con claridad que gu¡udaba
un silencio pasivo y rencoroso en situaciones similares en el pasado. I s im p n
sionante cómo ha mejorado su capacidad para expresar sus sentimientos mu
ceramente.

O también:

Dolores describió su desesperación. Parecía casi idéntica a la clase de ilrM-qn i a


( ion que describió al principio cuando entró al grupo: hablaba de su noli dml
do que creía que no había nadie en el mundo que se ocupara de ella, que sinupo
tenía que pedirles a las personas que permanecieran y que hicieran eosas ion
ella, y que nadie nunca le había pedido que salieran a pasear juntos. Sin embaí
jm), la importante diferencia que hay ahora es que hace varios meses Doloi< •
hablaba de esto como si así fuera el mundo; y en realidad que en el mundo uadii
le hiciera caso. Ahora tiene una actitud mucho más realista. Comprende que o
tu m an e ra como está pensando ahora. Se siente mal y disgustada poiqut saín
que lo queda mucho trabajo por realizar. Se siente perturbada porque el e e ntio
di su estima propia no está en su interior, sino que aún se encuentra luna di
•Mu; y porque permite que los otros la definan, que le digan si ella es valiosa
o no, v consecuentemente porque no tiene un sentimiento estable de estima propia
Interior,

l i». Ksumenc» también oficien, de olía numera, una perspectiva lempoial


I , ¡üm lentes cata mvaiiabh nu ule lotittervan y ¡m liivnn los íníoiincs; asi linm i
..na Inloinmelóu amplia de sus progirso* en el guipo y pueden, con gian beneti
i oiisullarla en ri lulum
4S4 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

La revelación de los terapeutas

l os terapeutas, en beneficio de la terapia de los pacientes, pueden usar el resu­


men como un medio para revelar una gran cantidad de sus sentimientos sobre
el aquí y el ahora (de asombro, desaliento, disgusto, placer) y sus puntos de
vista sobre la teoría y el significado que fundamentan su conducta en el grupo.
Considérese estos extractos ilustrativos (Irv y Louise son los terapeutas).

Irv y Louise sintieron mucha tensión en la reunión. Estábamos atrapados entre


el ilesoo de continuar atendiendo a Dinah, pero también sentíamos una gran preo­
cupación porque obviamente Al se había molestado en la reunión. Por ello, aun
. 1 riesgo de que Dinah creyera que la abandonábamos, sentimos el fuerte impulso

«le atender a Al antes de que terminara la reunión.


Nos preocupaba mucho Seymour. Había guardado silencio en la reunión.
Deseábamos firmemente que participara en el grupo y ayudarle a hablar, en
especial porque sabíamos que había abandonado su grupo de terapia anterior
porque creía que a la gente no le interesaba lo que él decía. Por otra parte, hoy
decidimos resistirnos al deseo de hacerlo participar, porque sabíamos que si
Iniciamos esto continuamente, lo estaríamos tratando como a un niño, y tarde
o (emprimo sería mucho mejor que él hiciera esto por su cuenta. Irv se sintió
muy insatisfecho con su conducta en la reunión de hoy. Creía que había domi­
nado demasiado, que se había mostrado muy activo, había dirigido demasiado.
Sin duda esto se debió en gran parte a su sentimiento de culpa por haber faltado
a las dos reuniones anteriores, y deseaba enmendar esto hoy, trabajando lo más
quu lo era posible.
I .ouise preguntó si el hecho de que Sarah fuera a abandonar al grupo sólo se
debía a su nuevo horario de trabajo o si quería dejar al grupo porque había
mejorado considerablemente. Es asombroso que Louise haya dicho esto sólo
unos cuantos segundos antes de que Irv fuera a decir lo mismo. Los terapeutas
siempre buscan indicios de que sus pacientes se sienten mejor.

Llenar los vacíos

Uno función obvia c importante de los resúmenes es llenar los vacíos para los
pacientes que faltan a las reuniones por enfermedad o vacaciones. Los resúme
oes los mantienen al día sobre los sucesos y les permiten ponerse al corriente con
mas i apide/, en el grupo.

Los pudentes nuevos

I I ingleso de los nuevos pacientes puede faeililar.se ofreciéndoles los irsúmenes


de unas cuantas leuniones indemnes
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO 455

Nuestras impresiones iniciales son que esta técnica facilita la terapia. Los
pacientes han sido unánimes en su evaluación positiva: la mayoría leen y es­
tudian los resúmenes muy seriamente; muchos los releen varias veces, casi
todos los archivan para usarlos en lo futuro, su perspectiva y su compromiso
terapéutico se profundizan, la relación entre el paciente y el terapeuta se vigo­
riza, y no hay complicaciones graves de transferencia. Como cualquier cosa en
el grupo, los resúmenes producirán varias reacciones. Por ejemplo, los pacientes
que tienen fuertes impulsos de dependencia adorarán cada palabra, los que
tienen actitudes graves de contradependencia pondrán en duda cada palabra o,
en ciertos casos, no podrán desperdiciar su tiempo en leer todos los resú­
menes; a los pacientes obsesivos les preocupará el significado preciso de las
palabras, y los pacientes paranoides buscarán significados ocultos en éstas.
Por ello, aunque son convenientes para la aclaración, no impiden que se formen
las distorsiones tan necesarias para la terapia.

Los EJERCICIOS ESTRUCTURADOS

l Jsaré el término “ ejercicio estructurado” para denominar cualquier gran número


de actividades en las que el grupo obedece algún conjunto específico de órdenes.
Lste ejercicio por lo común lo prescribe el jefe, pero ocasionalmente lo hace
algún miembro con experiencia. La razón teórica precisa del procedimiento
varía, pero por lo general se cree que este ejercicio sirve para acelerar el
proceso; intenta acelerar el proceso del grupo con procedimientos de “ calenta­
m ientos” que evitan los primeros pasos dudosos, difíciles del grupo; estos ejerci­
mos aceleran la interacción asignándoles tareas a los individuos que interactúan
•vitando la conducta social introductoria, ritual, y aceleran el trabajo individual
i mi técnicas destinadas a ayudarles a los miembros a avanzar rápidamente para
ponerse en contacto” con sus emociones reprimidas, con las partes desconoci-
ilns de sí mismos y con su cuerpo.
I lo ejercicio estructurado puede requerir sólo unos cuantos minutos o puede
..... iimii todo el tiempo de la reunión; el ejercicio puede ser predominantemente
mi procedimiento verbal o no verbal (sin embargo, casi todos los proce­
dimientos no verbales incluyen un componente verbal; por lo general el
j< o n io produce datos que son discutidos más tarde). E l ejercicio puede
ini lim a todo el grupo como grupo (por ejemplo, le pueden pedir al gru-
po que construya algo o que planee un paseo) o a un miembro frente al
i inpo (nn miembro peimaneee, con los ojos cerrados, en el centro y se deja
i peí ñutiéndole al /pupo qui lo sostenga y luego lo meza y arrulle) o a
im.|o i l guipo co m o individuos ( i cada miembro li pueden pedii “ (pie recorra
•I g u ip o " y que de sus i m p l e - , iones u n c ia le s, espontaneas de lod os los del
456 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

grupo) o a todo el grupo como diadas (caminar a ciegas; el grupo se divide en


diadas, y en cada pareja un miembro camina con los ojos vendados, guiado
por el otro) o a una sola diada particular (a dos miembros que luchan les
piden que, por turno, cada uno derribe al otro y luego lo levante) o a cada uno
de los miembros del grupo independientemente (al miembro pueden pedirle
que imagine que es un pequeño microbio que entra a su cuerpo, que viaja por és­
te y que percibe todas las partes de su propio cuerpo) o a un miembro
particular (a un miembro que trabaja en la “ silla caliente” le piden que sostenga
un diálogo interno expresando verbalmente dos o más fuerzas conflictivas que
dialogan dentro de él).
Los ejercicios estructurados por primera vez fueron descritos en el trabajo
de grupo en los grupos T en la década de 1950, y se volvieron aún más
comunes y variados con la evolución de los grupos de encuentro (véase el capí­
tulo x iv ). En recientes años el campo de la terapia Gestalt ha sido una fuente
adicional de procedimientos estructurados. El uso de éstos ha aumentado tanto
que muchos programas de entrenamiento para jefes de grupo están orientados
a la técnica, y los principiantes dirigen grupos sólo con un conjunto de arti­
mañas a las que recurren cuando fallan los procedimientos. Muchos artículos
y textos recientes para jefes de grupo les dedican un espacio desproporcionado a
los ejercicios de grupo; de hecho algunos textos sólo son un compendio de pro
cedimientos estructurados para “ la realización de sí mismo” 30t 31
Esto es muy desafortunado y es un tosco aborto de la intención de los
enfoques que originalmente produjeron estas técnicas. El campo de los grupos T
creó ejercicios destinados a mostrar los principios de la dinámica del grujió
(de intergrupo y de intragrupo). También se diseñaron auxiliares para acelera!
el proceso; ya que el grupo T típico se reúne durante un lapso muy limitado,
los adiestradores buscan métodos que hagan que el grupo rápidamente supere la
reserva inicial y las conductas rituales sociales tradicionales. Su intención eia
que los miembros percibieran lo más posible la secuencia de desarrollo de mi
grupo pequeño. Con la hipertrofia de estas técnicas dentro del laboratoi n■
se produjo una reacción contra esta práctica en muchos jefes muy expcriineii
tados. Por ejemplo, Argyris3- ha afirmado durante muchos años que las mu
ductas del jefe prescritas le impiden al grupo asumir estas íuncioni
producen un ambiente de aprendizaje improductivo. Por consiguiente, ilui . m i •
la década pasada, en muchos laboratorios de grujios T se hizo menos enl.isi
en las experiencias estructuradas para los grupos, y se apartaron del modelo d<
aprendizaje en paquete.
La terapia Gestalt, otra de las principales fuentes de los ejercicios cstiin
turados, es un enfoque terapéutico basado firmemente en las raíces existím m Ii
Las transcripciones de las sesiones de l iitz Perls con sus jineienles111 11 y btni
bién sus ensayos teóricos11 muestran que Perls básicamente s< inicie aba mi I"
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO lo

problemas de la existencia, de la conciencia de sí mismo, de la rcspon-.a


bilidad, de la contingencia, de la totalidad dentro de un individuo y dentro del
universo físico y social del individuo. El enfoque de Perls era nuevo, peni u
concepción del dilema básico del hombre la comparte con un gran numen>
de filósofos de la vida que existieron desde el inicio del pensamiento. Paradoja .1
mente la terapia Gestalt ha llegado a ser considerada por algunos una tciapi.i
rápida, empaquetada, que tiende a las artimañas cuando de hecho oíieei un
enfoque terapéutico basado en las verdades más profundas y más desagradaba
A diferencia de las terapias breves, ésta intenta penetrar en los sistema-. .1.
negación y darles a los pacientes una nueva perspectiva de su situación u n í
mundo. Más que estar basada en la técnica, básicamente se opone al rníoqu.
dcsindividualizado, en paquete y técnico. Sin embargo, algunos discípulo- .1.
la terapia Gestalt no han superado la técnica, ni comprenden los supuc-.io
teóricos en los que debe basarse cualquier técnica.
¿Por qué tantas personas han confundido la sustancia con la esencia •l. I
enfoque Gestalt? La piedra angular del error la colocó, involuntarinmeni. . . I
fundador de la terapia Gestalt: Fritz Perls, que tenía un virtuosismo cic.h|,»i
técnico y que actuaba tan de acuerdo con su inclinación al exhibicionismo
que hizo que muchos confundieran el medio con el mensaje. Perls tuvo qu,
luchar contra el hincapié h'perintelecíual del antiguo movimiento analítico, , u
menudo reaccionó en forma excesiva y exageró su oposición a la leona "Ym 1
vele loco y entra en razón” , proclamó Perls. Por consiguiente, no csuihi,.
mucho, y enseñó con ejemplos, confiando en que sus alumnos descubroian -ai
pmpias verdades por medio de la experiencia, y no con el pensamiento miele.
1 1 1 1 1 I Sin embargo, en sus pocos ensayos de exposición38 es evidente qta IVil
leyó y pensó profunda y extensamente. Gran parte de su obra se apoya en . I
opuesto básico de pensadores como Husscrl, Hcidcggcr y Sartre. Los nunTu.
tálleles de medio día o de todo el día realizados por los gestaltisias (pie con
I-,leu en una sarta fastidiosa de ejercicios para los asistentes ( ‘'Terminen la
fiase 'Me doy cuenta d e . . . ’ ” “ Recuerde una decisión que no tomó, expía ,
la liiei/as opuestas, y deje que estas voces dialoguen” ) sólo perpetúan el punto
. b vista cnóneo de que la terapia Gestalt es una serie de ejercicios cstruelmadte.
, ()ué -.abemos sobre los efectos de estos procedimientos en el proceso y en l<1 .
,1 tillados del grupo? En la obra sobre los grupos de encuentro'' (véa-.. .|
. .p linto \ i v p itia d e ta lle s ) de I ie h e im a n , Y a lo m y M ile s , se estud ia la i. p. 1

,
111 1 1 *1 1 de los e je rc ic io s CNlrueluindON m u y p ro fu n d am en te, y se llega a |,th
i, ni* un , co n clu sio n e s. L o s jefes que 11 r.1t1 0 1 1 g rátales ca n tid ad e s de e je icitT o .
tu, m u p o p ú la le s en su g u ip o lo s m ie m b ro s los c o n s lile ia ro ti m ás com pe
1 Mi* cllcn c e s y sensib les que a los p l . s qm u saban poco estas Icvnhitft
‘Un ' u ib a ig o , los m lc m b in s de los guipo-, qu. iis a io n mu. lio-, e jc n icio s liiv lr io n
i. Mili, niIvttlnenie m enos te s iilla d o s qu. los m letllhioN de lo-, g iu p o s que usab an
458 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

pocos ejercicios. (En los grupos que utilizaban muchos ejercicios cambiaron
menos personas, y menos individuos cambiaron positivamente, y más individuos
cambiaron negativamente. Además, los individuos que cambiaron mucho en los
grupos que usaron muchos ejercicios era menos probable que conservaran
el cambio al transcurrir el tiempo.) En resumen, la moraleja de esta historia es
que si deseamos que los miembros del grupo crean que el jefe es competente
y que sabe lo que está haciendo, debe usar muchas intervenciones estructu­
radas; al hacer-esto, al “ dirigir” , al ofrecer guías explícitas, al asumir funciones
ejecutivas totales, el terapeuta satisface las fantasías de los miembros sobre
lo que un jefe debe hacer. Sin embargo, el resultado de la experiencia de
grupo no será mejor para los miembros: de hecho hay pruebas de que estas téc­
nicas son menos eficaces que los enfoques menos estructurados.
En esta investigación se observaron otras diferencias entre los grupos que
usaban muchos ejercicios y los que empleaban pocos. No hubo diferencias en la
cantidad de revelación de sí mismo, ni en el ambiente emocional entre los
grupos que usaban muchos ejercicios y los que utilizaban pocos. Hubo varias
diferencias en el énfasis que se hacía en los temas: los grupos que hacían
muchos ejercicios enfocaron la expresión de los sentimientos positivos y nega­
tivos; los grupos que hacían pocos ejercicios tenían un campo mayor de preocu­
paciones temáticas: el establecimiento de las metas, la selección de los métodos
del procedimiento, la intimidad versus el alejamiento, la confianza versus la
desconfianza, lo genuino versus lo falso, el afecto y el aislamiento. Parece, pues,
que muchos témas comunes que deben tratar los grupos sencillamente no se
consideran en los grupos que realizan muchos ejercicios; el enfoque activo
del jefe establece estos temas para el grupo. Los ejercicios parecen impulsar
a los miembros con más rapidez a un grado mayor de expresión, pero el grupo
paga un precio elevado por su velocidad; pasa por alto muchas tareas de
desarrollo del grupo y no acrecienta un sentimiento de autonomía y potencia.
A los clínicos de grupo no les resulta fácil evaluar el uso de las técnicas
estructuradas. En este estudio de grupos de encuentro casi todos los jefes habían
usado algunos ejercicios estructurados. Algunos de los jefes más competen les
le atribuyeron su éxito en gran medida a estas técnicas. Para citar sólo un
ejemplo, muchos jefes usaron la técnica de la “ silla caliente” (un miembro
ocupa la “ silla caliente” y el jefe, en particular, y los otros miembros enfocan
su atención en ese miembro exclusiva y exhaustivamente durante largos pe rio
dos). Sin embargo, este enfoque era igualmente apreciado por los jefes ineom
petentes y por los competentes. Es obvio que otros aspectos de la conducta del
jefe explicaban el éxito de los jefes competentes, pero si ellos le atribuían
de un modo erróneo su eficacia a los ejercicios estructurados, entonos les
daban un valor que no merecían, (y desafortunadamente' les bailan cien a
los estudiantes que ésta era la eaiaeleríslica esencial del pioecso del cambio)
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO i v>

El trabajo de grupos de encuentro de Lieberman, Yalom y Miles tumbn u


mostró la importancia central de las fuerzas psicosociales en el proceso di l
cambio: el cambio se vio muy influido por el papel del individuo en el »»*
(el centralismo, el nivel de la influencia, la congruencia del valor, la actividad)
y por las características del grupo (la cohesión, el ambiente de intensidad y
armonía, la estructura de las normas). En otras palabras, los datos no pudieron
apoyar la creencia del jefe en la importancia de su centralismo, en la necesidad
de una interacción terapéutica directa con cada miembro.
Estos datos provienen de los grupos de encuentro breves, pero tienen nun lia
relevancia para el grupo de terapia. Primero, considérese el concepto de “ arele
ración” . En el grado en que evitan las primeras etapas “ lentas” de la interna mu
del grupo, en el grado en que impulsan a los miembros más rápidamente a
expresar sentimientos positivos y negativos, los ejercicios estructurados, de-.di
luego, “ aceleran” la interacción. Pero ¿aceleran el proceso de la templa ’
Creo que, por lo general, no lo hacen. En los grupos T breves a menudo .
legítimo emplear técnicas que evitan ciertas etapas difíciles, para ayudmli
al grupo a avanzar cuando cae en un estancamiento. En los grupos de templa
a largo plazo “ evitar” los obstáculos es menos conveniente; el jefe con ma
frecuencia desea guiar al grupo a través de la angustia, a través del estaiu anm u
to o de las etapas difíciles, y no evitarlas. La resistencia no es un im|K-dliiu uto
para la terapia, sino la materia de la terapia. Los primeros psicoanalista-,
concibieron el procedimiento analítico como un proceso de dos etapa. . I
análisis de la resistencia, y después el “ verdadero” análisis (que coi .1 i. i n
desenterrar las raíces inconscientes infantiles de la conducta). Más tarde nun
prendieron que el análisis de la resistencia, si se realizaba totalmente, lamialui
en sí mismo. La terapia de grupo interaccional, como he indicado en lodo .
libro, funciona en forma similar; se consigue más experimentando y auali/ando
una gran timidez o una gran suspicacia, o cualesquiera del gran número di he.
dinámicas que fundamentan la reserva inicial del miembro que ofreeieudoli
un medio que lo impulse, aunque no quiera, a una mayor revelación o e x p n s io ii
I . 1 aceleración que produce un material forzado y fuera de tiem po puede m i
contraproducente si el contexto adecuado del material aún no se ha eslabli
■alo Para ilustrar este punto, considérese la siguiente intervención en un guipo
de terapia (Jcstnlt:00

U n estudiante de medicina en un grupo subrayaba casi c u a li|u íci a lm n a c lú n


(que hacía con una vo/, m uy intensa) sacudiendo su cab e/a Inicia la deieeha
I e pedí a otro estudiante que se colocara di lu ís de él y que le s o s lu v lria la en
be/a io n l iic i/ a Después de un m inuto o (los el m ovim iento di la u d u . ii
drillptiieeió, y el CNludlnilti co n ie n /ó a sacudí! su pullo d cie c lio llg ciim ti'lili
di ip iles de rada i oim nial lo O lio estudlimtl le NOHtUVo el puno l'io n lo una
i onti ai i ióu iilliy visible de| Ilu m in o t l r i i i lio apareció y i m n p l a / o el aniel loi
460 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

movimiento. Entonces le pedí que exagerara mucho la contracción, que la con­


virtiera en todo un movimiento de su cuerpo. En un minuto o dos, pudo expresar
este movimiento con palabras, diciendo: “ ¿A quién le importa?” Éste era un
contrapunto orgánico en miniatura de su interés, abiertamente expresado, en lo
que yo estaba diciendo.

Parece que el jefe aceleró el surgimiento del sentimiento de indiferencia o


cinismo, y el surgimiento de estos sentimientos se citó como una validación de la
técnica. Sin embargo, yo afirmaría que si este paciente hubiera estado en un gru­
po de terapia en que hubiera normas adecuadas (las normas de confianza,
correr riesgos, una exploración interpersonal libre) entonces sin duda estas
actitudes habrían surgido de varias maneras sin la ayuda de un partero disfra­
zado. Además, a medida que pasara el tiempo, que profundizara su interacción
con cada uno de los miembros, y cada uno se volviera más importante para
él, la expresión “ ¿A quién le importa?” se volvería aún más significativa.
Debido a que el paciente participa en un grupo durante semanas o meses antes
de que estos sentimientos surjan plenamente, no puede concluirse que estas
semanas o meses sean tiempo desperdiciado. Al contrario; pueden ser un tiempo
esencial, un tiempo que se emplea en crear un contexto social e interperso­
nal, que hace que sea “ terapéutico” su surgimiento y su análisis subsiguiente.
Por otra razón recomiendo precaución en el uso de los ejercicios estruc­
turados en los grupos de terapia. El jefe que prescribe tareas estructuradas
para su grupo puede pagar un precio elevado por su enfoque. Puede correr el
riesgo de establecer normas que impidan que el grupo se vuelva una fuerza
terapéutica poderosa. Los miembros empiezan a creer que la ayuda (toda la
ayuda) proviene del jefe, aguardan su tumo para trabajar con él, se vuelven
menos hábiles, no aprovechan la ayuda ni los recursos disponibles en el grupo.
Olvidan su responsabilidad. Éste es un resultado curioso, ya que Perls tenía una
conciencia muy profunda de la necesidad de que cada individuo asumiera la
responsabilidad de sí mismo y de su terapia. Gran parte del modus operandi
de Perls estaba, de hecho, explícitamente dirigido a este fin. Sin embargo,
debajo de la técnica, debajo del imperativo de asumir la responsabilidad, el
terapeuta de la corriente Gestalt crea una paradoja asombrosa: por una parle
le pide al paciente que sea, que haga, que actúe por sí mismo, mientras que
por otra parte, le dice, con su tipo de jefatura: “ Y o me encargaré de todo, y te
dirigiré. Dependes de mí para tener energías y técnicas ingeniosas.” lu í el gru p o
la paradoja es aún más notable: cuando los miembros esperan su tumo p ara lia
bajar, pierden la oportunidad de ser un grupo autónomo y de sei útiles mutua
mente. En resumen, el grupo se vuelve infantil, y en vez ele un gru p o de le ia p iu
se convierte en una congregación de individuos, y cada uno re aliza una h m
pia individual en presencia de los otros suplicantes.
FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO K.1

Para el terapeuta de la corriente Gestalt esto no constituye un problema, ya


que no intenta usar al grupo como agente terapéutico; Perls siempre hizo inapia
individual en un grupo: los miembros acudían uno por uno a ocupar la " alia
caliente” y a trabajar con él. ¿Para qué, pues, se molestaba en tener un grupo '
Perls lo empleaba como un coro griego omnipresente; cuando los individuos lia
bajan en presencia de los otros lo hacen con mayor seriedad y se sienten mas
comprometidos. Y así el grupo es usado como una presencia, como un cquiv.i
lente simbólico del ojo vigilante de toda la comunidad humana. A veces i;uul>i< n
los miembros que observan hacen una labor interna silenciosa y significativa, Mi­
tigada por algunos aspectos del trabajo de otro paciente. Las interno mué-,
de grupo ocasionales son alentadas, lo que el terapeuta del movimiento (íc .inli
puede usar para recoger datos sobre el individuo. A veces otros miembro', pm
den hacer observaciones o comentarios útiles, pero a menudo el jefe espi <ilt. .1
mente les pide que no intervengan en el “ trabajo” . (Este concepto de leí api 1
Gestalt formal de “ terapia individual en un grupo” , explica que no c k . iiiiui .
ampliamente la terapia Gestalt en este texto.* Estoy de acuerdo con min Im
de las metas y los supuestos subyacentes de la escuela Gestalt, pero creo que •u
técnica de terapia de grupo está mal fundada y hace un uso cxtraonlmann
mente ineficaz del potencial terapéutico del grupo.)
He exagerado al expresar estas objeciones al uso excesivo de ejm iciic. . ,im.
turados. Sin duda hay un terreno medio entre, por una parte, permíllih il
grupo tropezar y atrasarse sin beneficio en alguna secuencia no prodm liv.i, ,

* Por esta razón no he examinado ampliamente la terapia de grupo iinnlllk' 11 11 iiii'ini


donal, que también usa un modelo de terapia individual en un grupo. Si el ai (nunllsU
liansaccional), se compara con la terapia Gestalt, es un movimiento menos nuevo mi
nos original en la psicoterapia. De hecho, su preocupación básica, su conccplo ilrl Imiu
bro, sus metas, y su enfoque terapéutico son convencionales; sin excepción, lodo m in ip i,.
Importante del a t aparece en la literatura psicológica tradicional desde los ulilmon tiin iu i
la anos, I.o más novedoso y más útil acerca de la metodología del a t es su voiabnlnii..
ai terminología lúcida, atractiva, para conceptos tales como transacciones inieipeis.......
I "juegos” ), constelaciones internas conflictivas de motivos e impulso ("estados 1 1•I .y .,
adulto, infantil y de las padres"), metas y compromisos de la terapia ("co u liato "). 1 mi ..
ilrfoi tullíanles genéticas de las restricciones del ego ( “decisiones nrcaieas"). fln ln iu
guindolas, estilo de vida ("guiones"), superego, expectativas paternas ( " m á n d a l o s pa
(riñon"), el< lín el grado en i|ue este vocabulario ha hecho posible que los 11 obo | mi.......
ile la salud mental (y en especial los que tienen por a preparación pioleslon al) logi.n
una comprensión rápida y mas incisiva di- las transacciones ¡niel peí Nonales . lulinpei
.olíales, el ai lia hecho una contribución muy slglilfllaliva a este campo, Sin embaír..,
■ n el gim ió en que lia I c-.l 1 iilgldo la (o in p i elisió n . poi ejemplo, i ediu •leudo loilm. I,.
. ompl. |ldml. i de la con du e la huiuliun a lili n iim eiii lu ntlad o «le juego-., estudio .1.1 ego
i g.iloia s, y en el gr ad o en <|ll< lia lie. lio un Cubea-i ■ n esivo en la le la clon de ayuda
■nlii. .1 jel. y el mi enduo y lia di ..cuidado mili líos o l i o . Im loa , «uillllvo1. mi Iii Im .i
pin i |i g. upo, .1 i nloipa d. I a i no lia sido pi odi al l vo
462 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

por otra parte, asumir un papel estructurado de jefe frenéticamente activo.


El estudio sobre los grupos de encuentro22 de Lieberman, Yalom y Miles
llegó a esta conclusión. Mostró que el grado en que los jefes asumían una
función administrativa, “ ejecutiva” , se relacionaba con el resultado de un modo
curvilíneo, o sea, demasiado y muy poco se correlacionaba negativamente con
el buen resultado; una función demasiado ejecutiva creaba los tipos de proble­
mas que he discutido en la sección anterior (grupos dependientes, centrados en
el jefe); demasiado poco (un enfoque de laissez-faire) produce grupos torpes,
poco enérgicos, que tienen muchas deserciones.
Desde luego, muchas de las técnicas que describí en el capítulo v, que el jefe
emplea para establecer normas, para activar el aquí y el ahora y para iluminar
el proceso tienen una cualidad prescriptiva. ( “ ¿Con quién en el grupo se siente
usted más vinculado?” “ ¿Puede usted mirar a Mary cuando le habla?” “ Si usted
fuera a ser calificado por su trabajo en el grupo, ¿qué calificación recibiría?”
etcétera). La cuestión es, pues, de grado, acento y finalidad. Puede ser valioso
sugerir usar intervenciones estructuradas diseñadas para ayudar a modelar a un
grupo que funciona autónomamente, o para impulsar al grupo al aquí y al
ahora, o para explicar el proceso. Si se usan, debe hacerse en el momento
adecuado; nada es tan desconcertante como expresar la idea adecuada en el
lugar inadecuado y en el momento inoportuno. Es un error usar ejercicios para
llenar los vacíos emocionales, o sea, hacer algo interesante cuando el grupo
parece perder sus metas. Un grupo de terapia adecuadamente dirigido no debe
necesitar recibir*energías del exterior; si parece que el grupo no tiene suficientes
energías, si las reuniones parecen desanimadas, si una y otra vez el terapeuta
cree que debe infundirle voltaje al grupo, muy probablemente, hay un problema
de desarrollo significativo que sólo complica el uso creciente de artificios acele­
radores. En vez de esto, deben analizarse las obstrucciones, la estructura de las
normas, la actitud pasiva de los miembros ante el jefe, la relación de cada
miembro con su tarea primaria, etc. Según mi experiencia, si el terapeuta
prepara a sus pacientes en forma adecuada, si modela activamente normas de
expresión, interaccionales, de revelar algo de sí mismo, como lo describí en el
capítulo v, no habrá carencia de actividad y de energías en el grupo.

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464 FORMAS ESPECIALIZADAS Y AUXILIARES DEL PROCEDIMIENTO

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XIV. LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Los t e r a p e u t a s de grupo que desean estar al día en su campo y asistir a las


principales reuniones educativas de las organizaciones de terapia de grupo pro fi­
siónales encuentran un asombroso conjunto de oportunidades de entrenamiento
Los nombres de los talleres que realizaron la Convención Anual de Psicu
terapia de Grupo Norteamericana nos ofrecen una muestra de las corriente-,
actuales:

Terapia de grupo de medios múltiples de maratón.


Análisis transaccional y terapia de contrato en grupos.
Técnicas Gestalt de encuentro en la terapia de grupo analítica.
Gestalt no verbal y juegos de encuentro en la terapia de grupo.
Análisis Transaccional-Gestalt combinado en la terapia de grupo.
Terapia de grupo de maratón nudista.
Movimientos del cuerpo en la terapia de grupo.
Contacto corporal en la terapia de grupo.
Y uno (mi favorito) del que su director afirmó:
“ Uso métodos Gestalt experimentales y conceptos kleinianos dentro tic un num •
de análisis transaccional estructurado.
¿Y cuál utilizan ustedes?”S i

Si cada uno de estos nombres representa una tendencia nueva, sustituí tal
r importante, en la tecnología de la terapia de grupo, parecería que la lei.ipla
de grupo goza de un renacimiento y que, aun apresurándose lo más posible, no
.e puede estar al día en todos los nuevos desarrollos.
Pero ¿estos desarrollos son nuevos? ¿Estas nuevas tendencias representan
mi impulso intelectual coherente hacia el futuro? ¿Estos cambios son inipnilan
ii •. en su sustancia, igual que en su forma? Creo que no, y en este capitulo
iigrnró que más bien que un renacimiento estamos en medio de un peno
do munierista que hace un énfasis indebido en la técnica y en el estilo Si
• lo es verdad, se plantea la interesante pregunta de por qué el ¡oven y lolmslo
•ampo de la terapia de grupo se dirige tan rápidamente a una fase muy hiuroi a
I >( todas las influencias actuales en la práctica de grupo, ninguna es tan obvia
. orno el movimiento de los grupos de encuentro, como se advicile pm los
nomines de los talleres citados antes la tarea en este capítulo es exailúnm
In liupoilanle relación entre los grupos de encuclillo y el campo de la Iciupiu di
nipo Piimcro, necesitamos exanumu. con la nuiyoi piecisión posihli . los giupos
di eiii iiciilio ¿Orlé son? ¿Guien le.ísli a estos? ¿Que tan eticares son? ( l >i
dpiidi pi ovienen?
4M
466 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

¿Q ué es un grupo de encu entro ?

El “ grupo de encuentro” es un término genérico inexacto, aproximado, que abar­


ca a una gran variedad de formas. Consideremos algunos de sus muchos nom­
bres: grupos de relaciones humanas, grupos de adiestramiento, grupos T, grupos
de sensibilidad, grupos de desarrollo personal, grupos de maratón, grupos de
potencial humano, grupos de conciencia sensorial, grupos Gestalt, Synanon,
grupos de encuentro básico, karate psicológico, laboratorios de la verdad, gru­
pos de experiencias, grupos de confrontación, etcétera.
El plumaje nominal es deslumbrante por su diversidad, pero hay varios deno­
minadores comunes que comparten todos estos grupos. Su tamaño varía entre
ocho y veinte miembros; son suficientemente grandes para alentar la interacción
de persona a persona, y sin embargo bastante pequeños para permitirles interac­
tuar a todos los miembros; en general son de tipo limitado, a menudo funcio­
nan durante horas o días; enfocan en alto grado el aquí y el ahora; superan
las convenciones y alientan la eliminación de las poses sociales tradicionales;
aprecian la sinceridad interpersonal, el análisis, la confrontación, la expresión
emocional vigorosa, y la revelación de sí mismo. Las metas del grupo con
frecuencia son vagas. En ocasiones se hace énfasis sólo en ofrecer una experien­
cia (alegría, “ actividad” , entretenimiento), pero más a menudo implícita o
explícitamente se esfuerza por lograr algún tipo de cambio: de la conducta, de
las actitudes, de los valores, del estilo de vida, del grado de realización de sí
mismo, el cambio de la relación de un individuo con los otros, con la nalu
raleza, con el propio ser físico, o cambiar la manera de ser-en-el-mundo.
A los participantes por lo general no les llaman “ pacientes” ; la experiencia
no se considera terapia, sino “ desarrollo” .

¿Q u ié n acude a ello s ?

Nadie sabe cuántos individuos han participado en los grupos de encuentro. I I


ambiente (informal, no institucionalizado, no registrado, y a menudo recreativo)
y la definición y las fronteras imprecisas hacen imposible realizar un cnr.o
exacto, pero los expertos estiman que cinco millones de individuos en los I •.i •
dos Unidos han participado en una u otra forma en los grupos de encuentro du
rante los últimos quince años Un estudio de las instituciones que» oíieern
experiencias de grupo de encuentro da una idea de la magnitud de este moví
miento. No pasa más de una semana sin que reciba en el correo una nolilu .......
de alguna nueva organización que ofrece una experiencia de grupo o adié.lia
miento en los métodos de grupo. Una organización, Synanon (que origintllmenli
se estableció para tratar a los drogadictos, pero que posteriormente oliecm ayu
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 4<S7

dar a crear un nuevo estilo de vida a cualquier individuo con problema.),


realizó, en 1970, grupos semanales en su sucursal de Oakland para iii.r. .1.
1 500 individuos no adictos, que no eran clientes habituales de Synanon ("upo
común” ).
El mejor conocido de los centros de desarrollo, Esalen en Big Sur, ( 'alil.n
nia, empezó a funcionar en 1960 ofreciendo reuniones de grupos ocasiónale, l..s
fines de semana. Cada año ha crecido la cantidad de participantes, y en l ó / i
más de 5 300 individuos1 participaron en alguna de las muchas actividad,
de grupo de desarrollo personal patrocinadas por los grupos de encuendo d.
Esalen. En 1969 por lo menos otros 75 centros de desarrollo, muchos mod.
lados a la manera de Esalen, estaban funcionando en todo el país.
¿Ya ha llegado a su apogeo el movimiento de los grupos de ciiciicnd..1
Sólo podemos hacer conjeturas. En 1975, en comparación con 1967, los gmp..
de encuentro parecían menos visibles: los tableros para boletines en las univ. i
sidades y los periódicos underground no los anunciaban tan ruidos,mi. ni.
algunos centros de desarrollo han cerrado sus puertas, mientras que los .|u.
sobreviven pregonan otras mercancías: Rolfing, m t (meditación trascendí m . ih ,
Tai Chi, Bioenergética, Arica, Sufi. Mi opinión es que no han nuieilo, y <ju.
continuarán existiendo mucho tiempo; pero su plumaje ha palidecido, son m< in­
visibles, se han convertido en una parte común del panorama. Id guipo d.
encuentro ya no es una novedad; ya no atrae la atención. Sin embargo, no lu ,
pruebas de que durante los últimos años haya asistido menos gente a los guipo
de encuentro. Aunque es verdad que muchos centros de desarrollo lian .- n.i.l--
■ais puertas, esto puede ser sencillamente otro reflejo de lo ubicuo de los gm
pos de encuentro; la gente no necesita dejar su casa para enconlrailor. I ..
cn lros de desarrollo que no cambian, que continúan ofreciendo sólo d mismo
programa, rápidamente pierden su clientela. (Desde luego, el i n a , I .ulmi ui.n lo
Nacional de Adiestramiento, el fundador y el campeón del movimiento de los
gi iipos T, ha continuado usando una forma de grupo que no lia cambiado,
v iceicntementc ha pasado momentos difíciles.) Los centros do desai rollo <|u.
loiilinúan funcionando han sido los más creativos e innovadores en la mito
.luición de nuevas formas atractivas. (N o deben confundirse estos papones d.
c - meas de desarrollo cambiantes con el progreso lógico basado en el .mínenlo
I. los conocimientos o en una evolución técnica; la explicación si luisa en
la. imes económicos: la novedad es esencial para la solvencia.) lisio no slgnllii a
•iM. I o n grupos de encuentro no estén presentes en los cenóos de desnnollo.
i**o. no les dan gran importancia; I on lian incorporado a olios tipos, y la <iillum
-I- los giiipos de encuentro se lia convelíalo en parle del ambienli de los
. ah os del desiu rollo gene i al
I I guipo dr eiicuenlio no piuco destinado como la diiméllcu y el Dada a
I lililí se a si mismo. Via diana ni. no loinui piule di la iiilluia evflnruruli
468 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

de los jóvenes de California. Los participantes, en su mayoría, provienen del


sector de la población influyente, de mediana edad, de la clase media superior,
bien educada. De ninguna manera los grupos se limitan a California; se encuen­
tran casi en todas las grandes áreas urbanas, en las universidades de los Estados
Unidos y en muchos países europeos (en especial en Alemania Occidental;
Holanda, los países escandinavos y Gran Bretaña). Desde luego, el movimiento
de los grupos de encuentro, si podemos llamarlo así, parece tan robusto que
Carlos Rogers se refirió a éste afirmando: es “ uno de los fenómenos sociales
que crecen más rápidamente en los Estados Unidos [. . .] quizá es el invento
social más significativo de este siglo” .
La proliferación y la tenacidad de los grupos de encuentro sugiere que no se
los han impuesto a la sociedad, sino que surgieron en respuesta a una necesidad
cultural urgente. Hablaré de esto más adelante. En un campo más estrecho este
fenómeno ha tenido profundas implicaciones en el campo de la salud mental.
Aunque algunos participantes pueden asistir buscando estímulo, novedad, “ ex­
pansión de la mente” , contactos sexuales y sociales, una gran cantidad de
personas asiste para obtener ayuda para sus problemas psicológicos graves
y antiguos.3

¿D e d ó n d e p r o v in ie r o n ? A n t e c e d e n t e s y e v o l u c ió n de

D E LO S G R U P O S D E E N C U E N T R O

El “ grupo de encuentro” 4' 3- G' 8 es el término reciente que se usa para un


grupo de experiencias y lo acuñó Cari Rogers en la década de 1960. El término
más común anterior a éste fue el grupo T* (adiestramiento en relaciones huma­
nas).** El primer grupo T, el antecesor de los más modernos grupos de ex
periencias, se estableció en 1946.

El primer grupo T

En 1946 Frank Simpson, el director ejecutivo de 1a. Comisión Interracial di


Connecticut (que se había creado para implantar la nueva Ley de Práclie;r.
de Empleo Justo de Connecticut) le pidió a Kurt Lewin que le ayudara a adii \

* “T ” es la inicial de training (adiestramiento). fT.]


** En este capítulo usaré los términos “grupo T ” y “grupo de encuentro" inlm .im
biándolos libremente. Como lo examinaré, este campo es tan amplio <|iie usa.......
término es enteramente insatisfactorio. Como yo lo usaré conservará un malí/ d. «lili
rencia. Lo denominaré “grupo T ” cuando quiera acentual el aspecto d< |,r, n lailn u i i
humanas tradicionales, y lo llamaré “grupo de encuentro” cuando quina aunlm ii .1
aspecto menos convencional del desarrollo peí sonal
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 4fi'i

trar dirigentes para que pudieran enfrentarse eficazmente a las tensiones enin
los grupos. Kurt Lewin en esta época era director de la Comisión de Intem l.i
dones Comunitarias, patrocinado por el Congreso Judío-Norteamericano, v
también era director del nuevo Centro de Investigación para la Dinámica il<
Grupo del Instituto Tecnológico de Massachusets. Simpson le pidió que le avu
dara a entrenar a una amplia gama de dirigentes de la comunidad (comri
ciantes, líderes sindicales, maestros de escuela) para que se enfrailaran nía
eficazmente a las tensiones entre las razas y para que usaran sus conocimiento
para cambiar las actitudes raciales en otras personas.
Kurt Lewin organizó un seminario en junio de 1946 en New Brilain, ( oinna
ticut, en el que tres jefes de grupo, Leland Bradford, Kenneth Benne y Konald
Lippit (destinados a ejercer gran influencia en el naciente campo del ada-siin
miento en las relaciones humanas) dirigieron grupos de diez miembro:, c.id.i
uno. Kurt Lewin encabezó a un pequeño equipo de psicólogos sociales que inv«
ligaron el proceso y los logros de esta experiencia. Los pequeños grupos ..........
dirigidos a la manera tradicional de la época; eran básicamente grupos de de.
cusión que analizaban los problemas “ domésticos” que presentaban los me m
bros del grupo. Se usaron algunas técnicas para desempeñar pápele-, p.im
diagnosticar los aspectos de la conducta en los problemas y para ulili/.u i»<m< ■
allanas para resolver problemas.
Un observador investigador (cuya tarea era registrar y codificai las mi. i.u
eiones de la conducta y las secuencias) se asignó a cada uno de lo*. gnip...
pequeños. Se realizaban reuniones en las noches, en las que los jefes del p u g
v los observadores investigadores se reunían e intercambiaban sus obseivm mn.
nobie la conducta del jefe, de los miembros y del grupo. Pronto algunos puní
.ipanles se enteraron de estas reuniones nocturnas, y pidieron peinusn pma
asi.(ii a éstas. Lewin aceptó, pero los otros miembros del personal al piimiptn
se lesisiicron a permitirles a los miembros escuchar las discusiones privadas d. I
peiHonal sobre la conducta de aquéllos; el personal temía que sus de léelos qu>
.Im án al descubierto y, además, se sentían muy inseguros acerca del rleein
.pie les causaría a los miembros escuchar comentarios directos neeic.i d. m
. Minluela. Pinalmente a manera de ensayo les permitieron a los miembros asi iii
n las reuniones abiertas. Todos los observadores que escribieron meten de i n
•ipriimenlo informaron que el efeelo en los participantes y en el penoiinl
tu. ’Vlceltieo’V' lira gidvanizanle alcsliguai una discusión profunda sobie h
i<i. •pi 11 conduela. Pronto la forma de las reuniones nocturnas se amplió pma
p. iiitlliilcN a los pailieipanteM contestai las observaciones, y poco tiempo de
I.ni Indos pai lie ipil ion en el análisis y en las iniel prc Iliciones de sus iulei no lo
... Pocas mulles después lodos los pailielpauli s asisllemn a las reilliioni .
..... luí mis, qui a mentido se piolongaion basta lies luna, hubo un amplio
titu lo tu 11 u< las ic n n in ili l< . ofiei lan a los p a it liip a illi lilla comprensión
470 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

nueva y rica de su conducta. El personal de inmediato comprendió que, de


alguna manera accidental, había descubierto una técnica poderosa para la edu­
cación en las relaciones humanas: el aprendizaje de experiencias. Los miembros
del grupo aprendieron más eficazmente estudiando el sistema internacional
en el que ellos mismos participaban. Obtuvieron enormes beneficios al enfren­
tarse, de una manera objetiva, con la observación directa de su conducta y
de los efectos de ésta en los otros: pudieron aprender algo de sus estilos inter­
personales, de las reacciones de los otros ante ellos, y acerca de la conducta
y el desarrollo del grupo en general.
Después de esto el grupo T, como técnica educativa, ha tenido cambios con­
siderables. Este desarrollo puede comprenderse más plenamente si primero
estudiamos por qué a Kurt Lewin le pidieron que realizara esta tarea y por qué
aceptó.

La influencia de Kurí Lewin

Aunque murió sólo unos cuantos meses después de la experiencia de Connec-


ticut, Kurt Lewin a través de sus alumnos y de sus ideas, ejerció una poderosa
influencia en el futuro desarrollo de los grupos T y en el campo de las relaciones
humanas. Lewin, un psicólogo alemán, bien conocido en el campo de la teoría,
visitó Estados Unidos en una gira de conferencias antes de la segunda Guerra
Mundial. Después de que salió de Alemania advirtió con mayor claridad la
inminente tragedia nazi y, después de ayudar a escapar a su familia de Alema
nia, se quedó a residir permanentemente en los Estados Unidos. Lewin aceptó
el puesto de profesor visitante en la Universidad de Harvard durante breve-
tiempo y, mientras estaba allí, dio conferencias en el Colegio Springfield, donde
conoció a Lawrence Hall, quien estaba dando un curso de trabajo de grupo, y l<
ofreció a Lewin su primera introducción al campo de los grupos pequeños. ( lu
esta época Lewin también tuvo algunos breves contactos con Samuel Slavson.
uno de los pioneros de la terapia de grupo.) Cuando, poco tiempo después.
Lewin aceptó un puesto de profesor en la Universidad de Iowa, fue acom
pañado por Ronald Lippit, alumno de Hall, cuyo principal interés eran lo-,
grupos pequeños.
En esa misma época Lewin se sintió más interesado en la dinámica del guipo
(un término que él acuñó) y se dedicó cada vez más al cambio de la condui la
Gran parte del impulso de sus actos surgió de su observación de la Alema
nia nazi, que estimuló un profundo interés en problemas como la iceducai mu
de la juventud hitleriana y el cambio de las actitudes antisemitas Su inteiés en el
efecto del ambiente social sobre las actitudes individuales lo impulsó .» Iim ■i
investigaciones, como el experimento elásieo, (pie Iñ/o junto con I ippil \
Wllile, sobre los electos de tres tipos de jrlalma la m i t o i l U H l a . la dcinot i atli n
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS <1/1

y la de laissez-faire,9 Durante la época de la guerra exploró métodos para cam


biar las actitudes ante los alimentos, e intentó, por medio de los métodos d<
grupo, persuadir a los individuos a aumentar su consumo de los alimento-,
disponibles, como los sesos y los riñones.10 Se sintió interesado por rcmlrn ai
a los individuos que, por ejemplo, eran jefes de grupo ineficaces, autoritario1.,
para que pudieran realizar su tarea más eficazmente. Advirtió que este recnlfi­
namiento podría producir un amplio cambio en el carácter, pero nunca investigo
esta posibilidad,5 ni tampoco hizo serias consideraciones sobre la posibilidad
de que los rasgos del carácter autoritario estuvieran presentes desde la infancia
y causaran una resistencia al cambio. Hacia el final de su carrera Lewin y u
alumnos se mudaron al Instituto Tecnológico de Massachusets, donde el <ln ipi« •
el Centro de Investigación de la Dinámica de Grupo. Después de la m u e lle d>
Lewin, sus alumnos, entre los que se contaban muchos psicólogos sociales *mi
temporáneos prominentes,* se mudaron al Instituto para el Estudio de la Dina
mica de Grupo, situado en la universidad de Michigan.
Las investigaciones de Lewin lo condujeron a varias conclusiones accu-.i d< I
cambio de la conducta, conclusiones que se instrumentaron en el laboiatmn.
de Connecticut. Él pensaba que las creencias antiguas sólo podían cambial .
mando los individuos podían examinarlas personalmente, y concluii que •i.m
insatisfactorias. Los métodos para cambiar las actitudes, o el reenlienanu» ni••
pues, son eficaces si los interesados tienen la oportunidad de deseiibm !•>
electos dañosos que les causa su conducta habitual a sí mismos y a los oh..'.
Por ello, al individuo deben ayudarlo a observar como lo ven los o lio s Solo
mando él mismo descubre estos hechos, cambiarán sus actitudes y su eomlin la
posterior. Como Lewin señaló: “ Este resultado se obtiene cuando los lia lio
m- convierten realmente en los hechos del individuo (y no son los hecho*. d<
olía gente). Un individuo creerá en los hechos que él mismo desculan igual
que cree en sí mismo.” 0
La dedicación de Lewin a la acción y a la investigación, y su principio di
ninguna investigación sin acción, ninguna acción sin investigación” , dejuion unu
Impresión indelebic en todo el desarrollo de los grupos T. Desde el piim iplo
tomo se ejemplificó en el laboratorio de Connecticut, la investigación se i nlie
lo.*» en la actividad de los grupos T. No sólo me refiero a la investigación
1 . 1 1 1 1 1 1 1 1 , sino a la actitud de investigación por parte del jefe; el y los miembro*

.I. I guipo colaboran en una investigación destinada a permitirle a cada paillil


paule experimentar, comprendei y cambiar su conduela. Usía caracleiisla a. ¡un
i., i on el concepto del grupo T como una técnica educativa, es esencial, i unió lo
mi. li litemos en bieve, pata distíngan al guipo I y al guipo de terapia Sin

iiilii!. i i i m lnliit I i o iii 11. I >iii Win < iii I wi iglil, \l* i Mi i v i Iii i Uiiniild I 1111 >11, U I
M li, Irm i I rüliniiii
472 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

embargo, fue un principio que gradualmente se abandonó en la metamorfosis


posterior del grupo T en grupo de encuentro.

Desarrollo del laboratorio nacional de adiestramiento

Después del seminario de Connecticut, Leland Bradford, Ronald Lippit y Ken-


neth Benne, quienes comprendieron plenamente las importantes implicaciones
de esta experiencia, hicieron planes para realizar un laboratorio similar de tres
semanas en el siguiente verano en la Academia Gould en Bethel, Maine. Sesenta
y siete participantes y 37 miembros del personal participaron en un laboratorio
donde se hizo mucha investigación. El plan del laboratorio consistía en realizar
pequeños grupos de discusión en la mañana, y en la tarde y en la noche grandes
reuniones de grupo y sesiones de teoría. Los pequeños grupos de discusión, el
antepasado del grupo de encuentro, se denominaron “ grupos de entrenamiento
de habilidades básicas” (que se abrevió en 1949 en “ grupo T ” ) y se reunían
con un jefe, llamado entrenador, y un observador. La primera parte de la
reunión se dedicaba a discutir algún tema sustancial o un problema “ domés
tico” , la segunda parte era una sesión de retroalimentación en la que el observa
dor le informaba al grupo sus observaciones del proceso y dirigía la discusión
posterior. Este laboratorio tuvo tanto éxito que se realizaron laboratorios simi
lares en 1948 y en 1949. Los grupos T pronto se convirtieron en la función
predonlinante y principal del laboratorio. Poco a poco se alteró su forma: el
proceso de retroalimentación se volvió menos formal y más integrado a la matriz
del grupo T, y el observador de la retroalimentación se convirtió, correspon
dientemente, en un asistente del entrenador.
En 1950 la organización patrocinadora, el Laboratorio Nacional de Adiestia
miento ( l n a ) , se estableció dentro de la Asociación Nacional de Educación
( a n e ) como una organización permanente durante todo el año. Leland Miad
ford, que en esa época era jefe de la división de Educación de Adultos y V ete
ranos de la a n e , se convirtió en director ejecutivo del l n a , y lo guió en mi
desarrollo desde que era un instituto recién creado que patrocinó el laboialoii..
de verano en 1947 para 67 participantes, hasta su apogeo en la década de I •>»»(>
cuando empleaba a 65 profesionales y administradores de tiempo co m p leto, \
tenía una red de seiscientos jefes adiestrados en el l n a , y sólo en 1967 n .ih/. •
laboratorios de relaciones humanas para más de 2 5 0 0 participantes. Desde ain
primeros días de estudiante, Bradford se había sentido profundamente inh íe s.id .,
en los métodos educativos. Como ayudante de profesoi en la década de l'M u
hizo un uso eficaz del grupo de discusión informal e intentó dismiinin la <11
tanda emocional entre el maestro y el estudiante i I sieinpic c o n s id e io I..
grupos I parte de la tecnología de la educación
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS -VI \

En los primeros laboratorios de Bethel pronto fue evidente que el grupo I


estaba excesivamente cargado de tareas: no sólo le pedían que les euseiuu >
a los miembros acerca de su conducta interpersonal, sino también que explii ¿no
la teoría de la dinámica del grupo, que discutiera los problemas que teiu;m lo
miembros en sus propias organizaciones, que les ayudara a desarrolla! habili
dades para la jefatura, y que les ayudara a transferir el aprendizaje del guipo i
a la situación “ doméstica” . Por ello al entrenador le pedían que desemperno i
muchos papeles diferentes. Los laboratorios de relaciones humanas del n u
en la década de 1950 (y en cierto grado hasta hoy día) se caracterizaron poi
sus esfuerzos por quitarle trabajo al grupo T para que pudiera realizar su pmpu
sito principal más eficazmente. La jornada del laboratorio por lo geneial .»
dividía entre el grupo T y otras funciones. Por ejemplo, los grupos A (guipo
de acción) compuestos de individuos de la misma ocupación se orientaban
sociológicamente y se dedicaban a los problemas y a las metodologías di l . .un
bio en los sistemas sociales más grandes. A menudo les distribuían a los mli ni
bros de los grupos A material de lectura complementario, les daban eonleren< u
breves, y se presentaban casos del exterior para analizarlos. Se crearon guipo
de aplicación que intentaban crear puentes entre el aprendizaje del guipo i
y los ambientes “ domésticos” . Con mucha frecuencia los miembros del guipo
T se sentían abandonados y desilusionados cuando intentaban aplieai su apo n
dizaje del grupo T a la situación de su trabajo; el grupo de aplicación se «nb. nio
al “ fenómeno de reentrada” y a problemas como mejorar las reunión» . del
personal, aumentar la influencia y la moral de los subordinados, e ...... ...
cambios constructivos en una organización.
El problema con los grupos A, los grupos de aplicación, los grupos de
teoría, etc., era que los miembros intentaban volver todas estas sesiones en gni
pos T adicionales. El impulso del grupo T era de tal magnitud que tendía a
apoderarse de todo el laboratorio de relaciones humanas, y poi ............... ...
el personal frecuentemente se enfrentaba al problema de que no se Ignoiaiau
otros tipos de aprendizaje.
A principios de la década de 1950 la mayor parte del personal de adlc.lia
miento estaba orientado clínicamente, y la terminología de las inlerpre Inclnm
V de las aclaraciones poco a poco se volvieron menos lewinianos y mas rogi na
nos y freudianos. I .os fundadores de este campo expresaron la preocupación
•n ese momento de cpie el grupo I se volviera un grupo de terapia I lu ición
» nlasis en el hecho de que los participantes deseaban Icnci una expeiienela
educativa en iclai iones humanas y no de psicoterapia, y que además no habla
¡iilidenle tiempo en el lahoialono pata icsolvei problemas leí apéul icos m i.
profundos,"
l*oi lo general, los luhoratoiioN de lelaeiones humanas di I i n a se han cuiat
ll tizado pin Mi gt'nll n> xlbllldud y mi il< •o de |nv> ittgai un pmpiii . ,u livldades
474 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

y de usar los descubrimientos de estas investigaciones* para modificar los labo­


ratorios posteriores. En 1952 se invitó a algunos sociólogos a estudiar el
desarrollo de la organización social de toda la comunidad del laboratorio. Más
tarde se instituyó un gran grupo experimental en muchos laboratorios, y se
estudiaron ampliamente las diferencias en la dinámica entre el grupo grande
y el grupo T pequeño. En 1957 se introdujo la tarea de intergrupo: se desarro­
llaron una serie de ejercicios en que los grupos T competían o interactuaban
mutuamente; los investigadores y los participantes estudiaban las relaciones
entre los grupos y las repercusiones de estas relaciones dentro de estos mismos
grupos.12

Desarrollo del grupo T


f

Mientras evolucionó la naturaleza de todo el laboratorio de relaciones humanas,


sucedió lo mismo con el carácter del grupo T. A medida que se desarrollaron
otros ejercicios para realizar las, funciones cognoscitivas y de transferencia
del aprendizaje, el grupo T enfocó cada vez más la conducta interpersonal,
Obviamente el carácter del grupo dependía en gran parte de las técnicas de sus
entrenadores, de los factores de la composición, de la raison d’étre del grupo.
Por ejemplo, a partir de fines de la década de 1950, varias organizaciones,
como las empresas comerciales, las instituciones educativas, los departamentos
del gobierno a menudo les pedían a los adiestradores que fueran agentes del
cambio; y coñ frecuencia dirigían grupos en la unidad de trabajo de la insti
tución consultora. Los grupos T compuestos de grupos de compañeros de
trabajo o de toda la estructura jerárquica de una unidad de trabajo obviamente
diferían de los grupos T compuestos de extraños que no tenían contacto después
de que terminaba el grupo. La meta de éste podía variar mucho; por ejemplo,
una institución podía interesarse básicamente no en la conciencia de sí mismo,
sino en crear equipos humanos y en mejorar las relaciones interpersonales en
una unidad de trabajo para obtener mayor productividad.
Por lo general el grupo T hacía mayor énfasis en la retroalimentación, en la
sinceridad interpersonal, en la revelación de sí mismo, en el descongelamienlo
y en la participación observante. Se desalentaba la discusión del in a te ii.il
exterior ( “ allá y luego” ) incluso de los problemas comunes “ domésticos” o tl<
la historia personal pasada; en cambio se apreciaba mucho el material riel aquí
y del ahora.
Retroalimentación,** Este término, que se pidió prestado a la in g e n ie ría ele*

* Véase Stock ( 1964)1*. donde so encuentra un roNumen do una guin piule <1. In<i
investigaciones que se icidi/aron n i el i n a
* * E n olía parlo lio examinado la iutpoilum ia di la lolioitliinenliu ion, »1*1 dmiougi'ln
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 471

trica, lo aplicó primero a las ciencias de la conducta Lewin (no es un accidenit


que estuviera dando clases en esa época en el i t m ).13 L os primeros adicslia
dores comprendieron que un importante defecto de la sociedad era que lo-,
individuos tenían muy pocas oportunidades de obtener una retroalimentación
exacta de sus relaciones cercanas: sus jefes, sus compañeros de trabajo, su-,
esposas, sus maestros, sus alumnos, etc. La retroalimentación se convirtió cu un
ingrediente esencial de todos los grupos T; sin ésta el enfoque del aquí y di I
ahora tenía poco sentido o vitalidad. La retroalimentación parecía más eficaz <n
el grupo cuando surgía de las observaciones del aquí y del ahora y cuando
rastreaba el suceso generador lo más estrechamente posible. Además, la relio
alimentación debían comprobarla otros miembros del grupo para estableen
su validez y reducir la distorsión de la percepción.
Descongelamiento * Este término también adoptado de la teoría del cambio
lewiniana, se refiere al proceso de negar el anterior sistema de creencias de un
individuo. Debe prepararse al individuo y estimularlo al cambio antes que <si«
pueda ocurrir. Deben ayudarlo a reexaminar muchos supuestos ele sí misma
que él estima y de su relación con los otros. Lo familiar debe converlusi . n
extraño;34 muchos apoyos comunes, convenciones sociales, símbolos del \i,nu\
V reglas de procedimiento ordinarias se eliminan del grupo T, y se ponen en du
da los valores y las creencias del individuo. Esto puede crear un estado «le gmu
intranquilidad en el individuo, un estado que sólo puede tolerai en r ie iin
condiciones: debe considerar al grupo un refugio en el que está seguí o, en el
que puede tener nuevas creencias y experimentar nuevas conducías sin in n u i
a sufrir una represalia.
I,a participación observante.** La mayoría de los adiestradores consideiaiun
la participación observante el método óptimo de intervenir todos los míe
l'iantes del grupo. Los miembros deben participar emocionalmente en el guipo
v observarse, y también observar al grupo objetivamente. A menudo esta tan a
es difícil y a los miembros les molestan los intentos del adiestradoi de sonu
tii al grupo a un análisis objetivo. Sin embargo, esta tarea dual es rsciu iaI
paia el aprendizaje; la acción o el escrutinio intelectual solos tienen un bajo
0 ndimiento en el aprendizaje, ( ’amus escribió: “ Mi deseo más gratule cousei
vanno lucido en el éxtasis.” 11' Por ello, el grupo T (y el grupo de templa)
« mas eficaz cuando sus miembros pueden aunai la evaluación eognofu ilivn
a la expeiiencia emocional,
I víalas cognoscitivas. Las guías cognoscitivas ahedcdoi de las cuale s los
1mii til apantes (o delegados, como comunmente los llaman) del grupo I pueden

Mil* ii|i> (l,« (IInoiiiuu'Iii, el «uiillli l«>I V «Ir Iu pin Ili ípiu ióll nltm i viuili (tu nhllllitlr/it thml
I*I mgil y ilil «itiiii > iii i l li lililí|u iiVIhi/ ihIo ilrl luiipn «ti Iri liplii
1 Ví' ich- In iiiitn HI pir iti pA|tIun nutrí loi
* *
476 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

organizar sus experiencias, con frecuencia las presenta en breves “ cursillos”


el jefe del grupo T u otro miembro del personal. Un ejemplo de esta guía
cognoscitiva es la ventana Johari,* un paradigma de la personalidad de cuatro
celdillas que aclaran las funciones de la retroalimentación y de la revelación
de sí mismo:
Lo que Lo que
conoce desco-
el yo noce el yo
Lo que los otros
conocen A B
Lo que descono­
cen los otros C D

La celdilla A “ lo que conoce el yo” y “ lo que conocen los otros” es el área


pública del yo; la celdilla B, “ lo que no conoce el yo y lo que conocen los otros”
es el área ciega; la celdilla C, “ lo que conoce el yo y lo que no conocen los
otros” , es el área secreta; la celdilla D, “ lo que no conoce el yo ni conocen
los otros” , es el yo inconsciente. El adiestrador sugiere que las metas del gru­
po T son aumentar el tamaño de la celdilla A al disminuir el de la celdilla B
(los puntos ciegos por medio de la retroalimentación y, disminuir la celdi­
lla C (el área secreta) por medio de la revelación de sí mismo. En los grupos
T tradicionales, se consideró que estaba “ fuera de los límites” la celdilla I)
(el inconsciente).
El uso de estas ayudas cognoscitivas, conferencias, tareas de lecturas y sesio
nes de teoría mostraron que el interés básico del grupo T era el aula y no el con­
sultorio. A los participantes los consideraban estudiantes; la tarea del grupo
T era facilitar el aprendizaje de sus miembros. Diferentes adiestradores hicieron
énfasis en distintos tipos de aprendizaje. Algunos enfocaron básicamente la
dinámica del grupo y ayudaron a los miembros a comprender el desarrollo
del grupo, las presiones del mismo, el papel del jefe, las tensiones y los obs
táculos comunes del grupo; otros hicieron énfasis en el aprendizaje personal,
enfocaron el estilo interpersonal y la comunicación entre los miembros, lisio-,
dos énfasis se polarizaron más hasta que se hizo una distinción formal en la
planeación del laboratorio entre los grupos con un proceso de grupo (que se
interesaba más en las cualidades del grupo, en el funcionamiento del mismo,
y, en mayor escala, en el desarrollo de la organización) y los grupos de desai i o
lio personal. Seguiré la evolución del grupo T que estaba más inteiesado en <I
desarrollo personal, ya que es la forma de grupo T que mas se pairee al g u ip o
de terapia y que ha producido muchas variedades de grupos ele e n c u c l il l o

+ So denominé UNÍ en lionoi u loe I lili y de llimy I n r i . mi, <|iiioio i poi |ulmi'in ■.. /
ilONi’i ihlcion rrm vnili in n 1,1
L A T E R A P IA D E G R U P O Y LOS N U E V O S G R U P O S 477

D el grupo T a l grupo de en c u en tro

La terapia de grupo para personas normales

En la década de 1950 el l n a estableció varias sucursales regionales, y cada una


de éstas poco a poco hizo su propio énfasis en el grupo T. En la Costa O ca
dental y en California del Sur se buscó el modelo del “ desarrollo personal
más vigorosamente. Un artículo de 1962 que escribieron los adiestradores del
sur de California17 que presentó un modelo de un grupo T como “ leiapia
de grupo para personas normales” , con claridad señaló el cambio en el mía
sis de la dinámica del grupo a la dinámica individual, y del énfasis en el d.
arrollo de las habilidades interpersonales a un mayor interés por el desai m
lio personal. El grupo de experiencias aún se consideraba un insltin m -n f<*
para la educación, y no para la terapia. Sin embargo, se propuso una definición
más amplia y humanista de la educación. Ellos afirmaron que la educación no
es el proceso de adquirir habilidades de aprendizaje, interpersonales, y de jrln
turas, ni comprender el funcionamiento del grupo y de la organización, sum
sólo descubrirse plenamente a sí mismo, explorar los recursos escondidos y
desarrollar nuestro potencial pleno.

Las tensiones de la normalidad

Estos jefes de grupo trabajaron con miembros sanos y normales de la sociedad


desde luego eran individuos que por las normas objetivas más comunes Inihi.m
logiado mucho éxito. Sin embargo, aprendieron que interiormente, en profundo
•onliastc con su éxito externo, los miembros del grupo vivían en un estado
•mil limo de tensión, inseguridad y conflicto de valores.
En la mayoría de los aspectos parece que estamos adaptados a mu .na.
■<llvldades cotidianas. Parece que nos comportamos apropiadamente en relación
•mi la*, demandas que nos hacen nuestras familias, nuestros amigos y nu< -.i ••«
■uipleo. Sin embargo, esta apariencia es engañosa. Las dudas interna', y rl
i *pliclsmo persisten. Ya que no hay ningún medio de aprendizaje eonveníeiiti
Im i i la persona “ pseudosana” , las tensiones abajo de la superficie debilitan la
o dl/aeióu de las capacidades potenciales, entorpecen la creatividad, infunden
le iilid,id en una amplia gama de los contados humanos y con frecuencia pío
•lio •ii problemas psieosom.ilieos muliladores.17
Mía luí', científicos de la condiu la han observado que la cullura esladunideiiM
Míe coui|K'lilíva alienta la utlli/nción de las pose. I I hombie que m i *, cumpa
a, ion coiiNldeitui ipil tiene éxito, ..........nidia l o e i i e n d a se esl uei . a poi pío
, i a toda costa mi im agen p u b lica Si lu ni d ild ie l n cpicn de su capai id ad , lili.
478 L A T E R A P IA D E G R U P O Y LO S N U E V O S G R U P O S

elimina y mantiene una vigilancia constante por temor a que surja cualquier
incertidumbre o intranquilidad personales. Este proceso es tan aislante y muti-
lador que impide la comunicación no sólo con los otros, sino consigo mis­
mo. Gradualmente para eliminar un estado perpetuo de recriminación propia, el
individuo con éxito llega a creer en la realidad de sus poses, y por medios
inconscientes intenta impedir los ataques internos y externos contra su imagen
propia. Así logra un estado de equilibrio, pero a un precio elevado: se invier­
ten considerables energías en mantener .la separación interpersonal y la intra-
personal; energías que podría haber usado para realizarse. La creatividad y el
conocimiento de sí mismo los sacrifica el individuo a medida que vuelve su mi­
rada al exterior en una busca interminable de una validación de sus compañeros;
las relaciones interpersonales son superficiales y poco satisfactorias; el individuo
ahoga su espontaneidad para que sus poses estudiadas se mantengan intactas;
evita revelar algo de sí mismo, y se abstiene de enfrentar a los otros por temor
a ser desafiado de un modo similar.

El grupo T como un oasis social

El grupo T se creó como un respiro de este “ juego cultural” .17 Ofrecía un oasis
en el que muchas de las normas restrictivas, descritas antes, eran innecesarias,
y de hecho no se permitían; las ropas que en el mundo exterior simbolizaban el
éxito y la normalidad debían depositarse en la puerta del grupo T. Los indi­
viduos no eran recompensados por su éxito material, por su posición jerárquica,
por su aplomo tranquilo, por su eficiencia, o por su habilidad en el área de su
especialidad, sino que se veían expuestos a los valores totalmente diferentes del
grupo T, y eran recompensados por la sinceridad interpersonal, por revela i
dudas de sí mismo y las debilidades observadas. Poco a poco descubrían qui­
en el grupo T su pretensión de satisfacción propia no sólo era innecesaria,
sino un estorbo. Durante años los individuos habían actuado bajo el supuesto
de que tendrían que pagar un elevado precio si disminuían sus poses; imaginaban
que el precio que debían pagar era la humillación, el rechazo y la pérdida di l
status social o profesional. Su experiencia en el grupo T los ayudó a pom-i
en duda estas suposiciones y les permitió ensayar la franqueza y distinguí!
entre su costo real y su costo falso. Obviamente hay algunos peligros reales i u
revelar todos nuestros pensamientos y sentimientos: “ Las realidades de la vida,
la estrategia y las tácticas, interpersonales sensibles, claramente nos u c o u m -jan
que es conveniente mantener algunas cosas como parte de nuestro yo privado "
Pero se descubren muchos costos falsos. Reducii las poses no pmduee un i<
chazo: de hecho los miembros descubren que son mas plenamente aceptado' \ i
que son aceptados por una revelación plena del yo. y no poi la imagen I d
L A T E R A P IA D E G R U P O Y LO S N U E V O S G R U P O S -I7‘>

sa que proyectan. Además, su profundo sentimiento de soledad se ve m itig a d o ,


ya que cada quien se vuelve consciente de la universalidad de sus dudas y de :ae.
temores secretos. Estos procesos son reforzadores, ya que la experiencia tic la
universalidad alienta a revelar aún más de sí mismo. Los miembros que a n li .
habían considerado las relaciones interpersonales automáticas o amenazado! e.
pueden conocer la riqueza inherente y la profundidad de la intimidad h u m a n a
A medida que la comunicación se vuelve más abierta en el grupo y los miem
bros “ se nivelan” , compartiendo sus percepciones positivas y negativas, se lamí
liarizan más con su “ yo ciego” , con los aspectos de su personalidad de lo-,
que antes no eran conscientes. Por lo general cuanto más un individuo e v i t a
las confrontaciones interpersonales sinceras, más graves serán sus puntos ciegos
A menudo este proceso es penoso y amenazador; pero después de que un
miembro comprende que los otros no lo criticarán y que desean una reí malí
mentación recíproca, disminuye su actitud defensiva.
Por ello, el grupo T buscaba invertir los efectos restrictivos y enajenantes del
“ juego cultural” . La separación interna y la externa se eliminó a medida ipa
los individuos aprendieron a relacionarse sinceramente consigo mismos y con lo
otros. Cuando la meta del grupo cambió de la educación, en el sentido mas
tradicional, al cambio personal, el nombre del grupo T (adiestramiento >n lie-
relaciones humanas) o grupo de adiestramiento de la sensibilidad (adiesti.i...... i
lo de la sensibilidad interpersonal), cambió por otro que estaba más de a cia ido
con el impulso básico del grupo. Se propusieron varios nombres: G u ip o -. d<
Desarrollo Personal, Grupos de Potencial Humano, Grupos de Dcsai ro llo Mu
mano, Grupos de Encuentro Básico. El “ grupo de encuentro” , que hace cnlasiN
en un encuentro auténtico básico entre los miembros (y entre el jete y lo.
miembros, y entre las diferentes partes de cada miembro), ha tenido más vigen
ció y se ha convertido en el nombre más popular para el grupo de cxpei ¡en cía-
moderno, oscilante, que tiene la actitud de “ échalo todo fuera” , que atoa
i muchos individuos profundamente perturbados y que tiene parecido con el
/pupo de terapia.
Olios factores, que entonces prevalecían en la contracultura de ( ’alll'oiiiln.
mlluyí'ion mucho en la forma del grupo de encuentro. El anliinlclcclunli-.mo,
la amarga desilusión y la oposición a la tecnología científica produjoon un
maicado énfasis en el ensayo y en la expresión de los sentimientos, un hilen
o novado en (-1 conocimiento intuitivo, en la sabiduría del cuerpo, en el iiiínII
. hiño, y una marcada desconfianza en la secuencia inductiva; los m i e m l u o n
npudiahau los “ sueños de opio" y las “ tolderías intelectuales” .
l l anliautoritaiismo si' aunó al imliinlcleelunlismo. la s han eras ntualer-
ti adicionales se deiiibaron con un espliilu de “ rualquiei cosa es válida" I a
novedad He evaluó poi sí misma, y aun más si constituía un tiiuufo soltie el
lijo orden Mu amigo mío, un cillico de inte-, visito poi primera ve/ el sin di
480 L A T E R A P IA D E G R U P O Y LOS N U E V O S G R U P O S

California. Cuando le pregunté sus impresiones, me describió su visita a un pues­


to de hamburguesas en Los Ángeles. Le dieron una pequeña bolsa de plástico
llena de salsa de tomate. En todas partes en el país estas bolsitas tenían una
línea punteada con la instrucción: “ Rompa aquí.” La bolsita de California
no tenía líneas, sólo la inscripción: “ Rómpala en cualquier parte.”
La “ tercera fuerza” en psicología (tercera después del análisis freudiano y
del conductismo watsoniano-skinneriano) que hacía énfasis en un concepto ho-
lístico, humanista de la persona, le dio impulso y forma al grupo de encuentro
desde otra dirección. Los psicólogos como Maslow, Allport, Fromm, May,
Perls, Rogers, Bugenthal (y los filósofos que estaban detrás de ellos: Sartre,
Tillich, Jasper, Heidegger y Husserl) se rebelaron vigorosamente contra el mo­
delo mecanicista del conductismo, el determinismo psíquico y el reduccionismo
de la teoría analítica clásica; preguntaron* “ ¿Dónde está la persona? ¿Dónde
está la conciencia, la voluntad, la decisión, la responsabilidad y el reconoci­
miento y el interés en las dimensiones básicas y trágicas de la existencia?” .
Estas infuencias produjeron grupos que tenían una meta más amplia y vaga;
nada menos que “ el desarrollo total del individuo” .17 Se dedicó tiempo en el
grupo para reflexionar en silencio, para escuchar música o poesía; alentaron
a los miembros a expresar sus preocupaciones más profundas: a reexaminar los
valores básicos de la vida y la discrepancia entre éstos y sus estilos de vida,
para enfrentarse a sus muchos yos falsos, para explorar, por ejemplo, sus partes
femeninas más delicadas, desde hacía mucho ocultas en ellos.
La colisión con lu psicoterapia ahora se vuelve cada vez más evidente. Los
grupos declaran que ofrecen terapia de grupo para personas normales, aunque
también la normalidad es falsa hoy día, que todos somos pacientes; la enfei
medad es una tecnocracia tránsfuga deshumanizada; el remedio es volver n
enfrentarse con los problemas básicos de la condición humana, y el vehículo
del remedio es el grupo de experiencias. El modelo médico ya no puede apli
carse a las enfermedades mentales. La diferencia entre enfermedad mental y
salud mental se ha vuelto tan vaga como entre el tratamiento y la educa
ción. Los jefes de los grupos de encuentro al mismo tiempo declaran que :.n
pacientes es algo ubicuo y que “ el individuo no necesita estar enfermo pm.>
mejorar” .

¿Q ué t a n e f ic a z e s e l g r u p o d e e n c u e n t r o ?

En sus primeros días el grupo T se investigó mucho. Los psicólogos soci.dt


y los sociólogos asociados con el Laboratorio Nacional de Adieshamieni..
hicieron una enorme cantidad de investigación vigorosa del proceso y di l>>
resultados del grupo T. A medida que el grupo T se convirtió cu el giupn
de encuentro, declinó gravemente la cantidad y calidad de la investigación I i
L A T E R A P IA D E G R U P O Y LO S N U E V O S G R U P O S '1HI

razones de esto son muchas: los jefes del grupo de encuentro a menudo pío
vienen de un medio no académico, la investigación y la cuantificación se opon, n
al espíritu humanista, con frecuencia antirracionalista de los grupos de encurntio
(Los jefes y los miembros no han querido cooperar con la investigación )
Muchas metas del grupo de encuentro (conciencia de sí mismo, realización
de sí mismo, realización del potencial, estar en contacto con el yo) a m entid.,
son tan subjetivas que desalientan la investigación.
La primera investigación controlada en gran escala sobre la eficacia de !<>
grupos de encuentro la realizaron Lieberman, Yalom y Miles en 1973. Ya <pi.
he expuesto algo de este estudio en varias partes de este libro, describiré el di
seño y el método antes de informar los resultados. Este trabajo e s e x t e n s o
y complejo, y sólo puedo referirme a las principales características r e l e v a n
tes para nuestro presente examen; los lectores interesados pueden consulta i , I
texto donde se describe todo este trabajo.18
Ofrecimos una experiencia de grupo de encuentro como un curso que valla
por un trimestre de crédito en la Universidad de Stanford. Doscientos di.
participantes (todos estudiantes no graduados, cuya edad variaba entre los l,K v
22 años) se inscribieron en el curso y fueron distribuidos al azar (sin lo m a i . ..
cuenta el sexo, la raza y la experiencia anterior en un grupo de encuentro) en lo».
IK grupos, cada uno de los cuales duraría un total de treinta horas dtu.uiii
doce semanas. Sesenta y nueve sujetos, similares a los participantes, pem <|u<
n o tenían experiencia de grupo, se usaron como control y les aplicaron l o d o ,
los instrumentos de investigación de los resultados.

Los jefes

\ i que la principal intención del estudio era investigar el efecto de la técnicn del
|. Ir en el resultado, buscamos diversificar su estilo empleando a jefes de vana-
.Muelas ideológicas. Seleccionamos representantes de diez de estas escuelas y,
.mies del experimento, esperábamos ciertas cosas del estilo de cada jele

I t radicional i .n a (grupos T ). Esperábamos que el jefe ayudara a los mlemhiox a


comprenderse a sí mismos y a los otros dentro del proceso del grupo y poi medio
del estudio «le éste. Esperábamos que los jefes ayudaran ¡i los miembro* a npi. u
tlei algo sobre la dinámica .le grupo, incluso de la disli ibución del po.l. i y .1. I
ti abajo, la cohesión, la piesión del grupo, las actitudes ante la |elatma, .1
nubagiupamieiito y los chivos expiatorios
( i n i f K i . v de c /k n c r i l / o (( o upo ríe d e sn iio llu p. iso n a l) Espetábamos .pn
el Jefe enloeiua lemas Intel peí solíales < Inlrapei solíales, qu. d iv in a un modelo «l<
d is a iio llo peí sonal llh n a d o i, que s< .s t o i/a in poi a u m iitla i <1 d e sa iio llo peí
Notiiil de . ada ma nda o
482 L A T E R A P IA D E G R U P O Y LOS N U E V O S G R U P O S

3. G r u p o s Gestalt. Esperábamos que el jefe trabajara, básicamente en un nivel


intrapsíquico, con cada uno de los miembros por turno, que no atendiera al
grupo como tal ni (en gran medida) la dinámica entre los miembros, porque
procuraría trabajar individualmente con los miembros.
4. G r u p o s d e c o n c ie n c ia sen soria l (grupos Esalen). Esperábamos que el jefe
usara muchos ejercicios estructurados, que hiciera énfasis en las experiencias y
profundizara en las relaciones interpersonales, que alentara a los miembros a li­
berarse de las inhibiciones musculares y sociales, para que percibieran sus cuerpos
de una manera más rica y diferente, que hiciera énfasis en los actos, y que no
hiciera énfasis en la integración intelectual de la experiencia.
5. G r u p o s a n a líticos tra n sa cd ó n a les. Esperábamos que el jefe trabajara indi­
vidualmente con cada uno de los miembros del grupo, que pasara por alto la
dinámica del grupo, para enfocar en cierto grado la interacción interpersonal
(“los juegos” ), pero haciendo mucho énfasis en el aprendizaje intrapsíquico. (AI
análisis transaccional le interesa más las transacciones entre los estados del
ego — del padre, del hijo y del adulto— d en tro de un individuo que las transac­
ciones entre los individuos.)
6. G ru p o s d e p sicod ra m a . Esperábamos que estos jefes usaran muy liberalmen
te las técnicas del psicodrama: desempeñar papeles, imitar, invertir los papeles,
etcétera. El psicodrama en los grupos de encuentro no se emplea en su sentido
más clásico, como lo usó Moreno, sino que es una técnica para acelerar y pro
fundizar la intensidad emocional de la experiencia de grupo.
7. S y n a n o n . Esperábamos que el grupo Synanon funcionara con un estilo muy
distinto: que hiciera un énfasis total en los ataques verbales. Por turno a cada
miembro le toca jugar el “juego” y el grupo lo ataca con mucha vehemencia,
probablemente creyendo que si el individuo es atacado mucho en sus áreas míe.
débiles, se volverá fuerte en éstas. El grupo Synanon puede ser una experiencia
trastornadora; imagine lo peor que podría sucederle en una reunión: tener mi
propia batalla campal; Synanon trata que esto se convierta en una realidad
en cada sesión. Los jefes no están entrenados profesionalmente; provienen d<
las filas de Synanon; son los jugadores del juego más inteligentes y más indes
tructibles. Aunque el grupo es muy agresivo, formalmente está enmarcado ( ij-'intl
que el “juego” ) en el programa, y el ambiente terapéutico de Synanon ulm >
considerable apoyo durante el resto del día.
8. G r u p o d e e x p e r ie n c ia s o r ien ta d o p sico a n a lítica m en te. Esperábamos qut .1
jefe hiciera énfasis más bien en el conocimiento que en la experiencia, qii< <ni..
cara la dinámica del individuo desde la perspectiva de su desarrollo lu.i.......
personal, que se esforzara por lograr el dominio intelectual de la dmamn a .1. i
grupo y de las fuerzas intrapersonalcs c interpersonales que opeian en ■ i.
9. G r u p o s d e m a ratón . Esperábamos que el jefe trabajara duiaule I t u »n |«
riodos de tiempo, que se esforzara por obtener una intensidad, una p.ulieipa. ». m
y expresividad elevadas. Esperábamos un alio grado de eidienlaiuienlo >, i.
lación de sí mismo (similai al modelo rogeriano de des.mullo pei .onal, p. i
inducido por una gran fatiga física)
LA T E R A P IA D E GRUPO Y LO S N U EV O S G R U PO S lll l

10 . Grupos de cintas de encuentro. Se realizarían dos grupos usando rl |>o«


grama de “cinta de encuentro” de Bell y Howell (véase d capítulo m u )
usaría una audiocinta diferente en cada reunión; y con ejercicios e s lr ucluía«l««
conferencias, ejemplos de otros grupos, se intentaría crear un ambiento d«- ap«>\..
cohesivo, en que los miembros pudieran correr riesgos, revelar algo de t mi*
mos, dar y recibir retroalimentación y explorar la dinámica in le r p c is o n a l .
intrapersonal.

Se eligieron a dos jefes expertos que representaban a cada uno de eslos « id,,
Todos tenían mucha experiencia, eran jefes veteranos, muchos con icpui.u i««u
nacional y poseían títulos profesionales clínicos en psicología social, o p\i< <>I•,<•i.i
clínica o psiquiatría (excepto los jefes Synanon, y el jefe del guipo de . ,«n
ciencia sensorial; desde luego también había jefes no profesionales en los guipo
de cinta de encuentro). Había un total de 18 grupos (un grupo oiieniiulo
psicoanalíticamente, un grupo de conciencia sensorial, y dos de cada uno d« U
oíros ocho tipos). De los 210 sujetos que empezaron en los 18 guipo,, «un
renta abandonaron antes de asistir a la mitad de las reuniones, y 170 toiinniot«>n
la experiencia de grupo de treinta horas.

¿Qué medimos?

Estábamos más interesados en un examen intenso de los resultados y cu la i. la


cion entre el resultado, la técnica del jefe y las variables riel proceso d« guipo
l’ara evaluar los resultados, se suministró tres veces una amplia bulciia «l«
instrumentos psicológicos a cada sujeto antes de empe/.m el grupo, inm< «lia
lamente después de terminar éste, y seis meses después de terminado
( ’on estos instrumentos autosuministrados se intentó medii cualquiei cambio
que pudiera pensarse que se efectuaría en el grupo de encuentro, poi « g niplo
la cslima propia, la discrepancia del yo ideal, las actitudes i n l e i peisonalt , y I.,
valoies de la conducta, los mecanismos de defensa, la expresión dr e n m e l o
ues, los valores, los patrones de la amistad, las decisiones impoilanlcs d« la
ida, ele. (Véase F n cou n tcr G rou p s: First donde se encuclillan di i.dl«
d« cómo se realizó la investigación.)
be recogieron muchas evaluaciones de los resultados hechas pm una li o n a
I" isonu las evaluaciones de los jefes y de oíros miembros del guipo, y «I, una
« ni de conocidos personales del sujeto, I I insultado de la evaluación bu asniii
bios.míenle similiu al de un pioyeclo de psii'olciapia, peto con una impoiialili
dlh leneia ya que los HujctoM no eian paciimles, sino individuos evldmili nieiib
iuio-i qiu buscaban el des.uiollo. uo si* evaluaion los " .miomas di I objetivo
•a la "quejas piim ipah s"
484 L A T E R A P IA D E G R U P O Y LO S N U E V O S G R U P O S

Equipos de calificadores adiestrados estudiaron el estilo del jefe, que se obser­


vó en todas las reuniones, y se codificaron todas las conductas de éste, me­
diante grabaciones de cintas y transcripciones escritas de las reuniones en las
que se registraron todas las afirmaciones del jefe y se analizaron, y median­
te los cuestionarios que contestaron los participantes.
Los datos del proceso los recogieron los observadores y también se tomaron
de los cuestionarios que contestaron los participantes al final de cada reunión.

Los resultados: ¿qué descubrimos?

Primero, el testimonio de los participantes fue muy elevado. Al terminar el


curso del grupo, de 170 sujetos que terminaron los grupos, los consideraron
satisfactorios (el 6 5 % ), constructivos (el 7 8 % ), una buena experiencia de
aprendizaje (el 6 1 % ) y una “ experiencia trastornadora (el 5 0 % ). Más del 90
por ciento creyó que los grupos de encuentro debían ser una parte regular
del plan de estudios optativo de la universidad. Seis meses más tarde el entu­
siasmo se había desvanecido, pero aún era muy positiva la evaluación general.
En otras palabras, al final del curso del grupo, por cada participante que
consideró la experiencia negativamente, 4.7 participantes la percibieron como
productiva; seis meses más tarde la proporción aún era positiva, pero había
descendido de 2.3 a 1.
Por último, en cuanto al testimonio, estos resultados reflejaron la impresión
cotidiana de que los participantes del grupo de encuentro por lo general se indi
naron positivamente en favor de la experiencia y creyeron que había sido útil
para ellos. ¿Qué sucedió con la medición de evaluación en la batería má*.
objetiva y general? El resultado de cada participante (a juzgar por todas la*,
mediciones de evaluación) fue calificado y colocado en una de estas seis catego
rías: aprendieron mucho, cambiaron moderadamente, no cambiaron, cambiaron
negativamente, sufrieron daños (descompensación psicológica duradera y siguí
ficativa por haber estado en el grupo), y desertores. El resultado de los .’()(>'
sujetos de la experiencia y de los 69 sujetos de control puede resumirse en el
cuadro 3. “ A breve plazo” significa que la entrevista se hizo al terminar el gm
po, y “ a largo plazo” es el rastreo que se hizo seis meses después.
El cuadro 3 indica que aproximadamente una tercera parte de los puitnl
pantes al terminar el grupo y a los seis meses de rastreo habían lenido un
cambio positivo considerable o moderado. (La población de control, <|ii< .
estudió con los mismos instrumentos, mostró muchos menos cambios, <> m a

* Ix>s datos de las entrevistas informaron <|tie cuntió participantes hnl»luu «le-)ml«> <l
grupo por razónos “físicas" (o sea, conflictos tic lionuio)
L A T E R A P IA D E G R U P O Y LO S N U E V O S G R U P O S 4Hi

C uadro 3

Cambio Deser- No cam- Cambio Aprendie-


Dañados negativo tores biaron moderado ron mucho Total
A breve plazo
Participantes 16 ( 8% ) 17 ( 8% ) 27(13% ) 78 (38%) 40 (20%) 28(14% ) MU,
Controles 16(23% ) 41(60% ) 9 (1 3 % ) 3 ( 4 % ) <>'■>
A largo plazo
Participantes (% 0 l)9 I 1 3 ( 8% ) 27(17% ) 52 (33%) 37 (23%) 15 ( 9% ) I6<»
Controles 7 (1 5 % ) 32 ( 68% ) 5 (1 1 % ) 3 ( 6 % ) 17

F uente: Encounter Groups: First Facts, de Morton A. Lieberman, Irvin IV Vid»mi


y Matthew B. Mils, Nueva York: Basic Books, Inc. 1973.

en la columna de “ no cambiaron” , hubo menos cambio negativo o positivo


El grupo de encuentro, pues, claramente influyó en el cambio, para bien o p*»«•»
mal.) El mantenimiento del cambio fue elevado: de los que cambiaron positiv ,i
mente, el 75 por ciento conservaron su cambio por lo menos seis me-.. ■■
Dicho de una manera crítica, se podría afirmar que el cuadro 3 indica que *1.
lodos los sujetos que empezaron el grupo de encuentro de treinta horas, ilm pn l"
por un experto reconocido, aproximadamente las dos terceras parles con ,ale
inron que era una experiencia no satisfactoria (los desertores, los dnu.nlie
los que tuvieron un cambio negativo o que no cambiaron).
Considerando los resultados con mayor generosidad, podríamos decido »l'
olía manera: “Se trataba de un curso universitario. No se esperaba que l»>
estudiantes que abandonaran el grupo se beneficiaran. Por consiguienle, se deb»
eliminar a los desertores de los datos. Si hacemos esto (véase el cundió I)
» ni»mees parece que el 39 por ciento de todos los estudiantes que siguienm •I
<iuso universitario de un trimestre obtuvieron algún cambio personal p ositivo

CUADRO 4. ín d ic e d el c a m b io d e los q u e term in a ron el g ru p o

(N 179 a breve plazo, 133 a largo plazo)

( 'amblaron
í 'arabio No moderada A pt eralleí on
Dallados negativo entablaron mente m u ch o

( breve ploro 9 % 10 % 44% 22% 16 %


1 luígii ploro 12 % 10 % 19 % ?H % 1 1%

I ' i i i i n iii / m o u n t P i titon / n l i n t l i n t * »l» M o i l o i i \ I li I mm iltiui, livin l> Y 1


11 « >111

M u l lli o w II Milu, Niu»vi» Yt»i k llimli llunlot, lm l ' i/l


486 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

importante, que persistió por lo menos seis meses. No es un porcentaje malo


para un curso de treinta horas que duró doce semanas.”
Sin embargo, si se considera que el vaso está lleno en una tercera parte y no
vacío en dos terceras partes es difícil no llegar a la conclusión de que, en este
trabajo, los grupos de encuentro no parecieron ser agentes muy potentes del
cambio. Además, debe observarse que hubo un factor de riesgo muy significa­
tivo: 16 (el 8 % ) de los 210 sujetos sufrieron daños psicológicos que conti­
nuaban presentes seis meses después de haber terminado el grupo.
Sin embargo, debe tenerse mucha precaución en la interpretación de los resul­
tados. Sería violentar los datos concluir que los grupos de encuentro per se
son ineficaces o incluso peligrosos. En primer lugar, es difícil determinar el grado
en que podemos generalizar estos descubrimientos a otro conjunto de individuos
que no sea una muestra de estudiantes universitarios no graduados; pero, lo que
es más importante, debemos tomar nota de que estos resultados son globales: los
datos se manejaron como si todos los sujetos hubieran estado en un solo grupo
de encuentro. No se hizo una experiencia de grupo de encuentro estándar;
hubo 18 grupos diferentes, cada uno con cultura distinta, cada uno ofreció ex­
periencia diferente, y cada uno tuvo resultados muy distintos. En algunos grupos
casi todos los miembros tuvieron algún cambio positivo y no sufrieron daños
psicológicos; en otros ni uno solo se benefició, y uno no tuvo ningún cambio.
La siguiente pregunta es obvia: ¿qué tipo de jefe obtuvo los mejores resul­
tados y cuál los peores? ¿El jefe del grupo T, el del Gestalt, el de a t , el jefe
de psicodrama, etc.? Sin embargo, pronto comprendimos que la pregunta, plan
teada en esta forma, no tenía sentido. La conducta de los jefes, que registraron
cuidadosamente los observadores, varió mucho, y no se adaptó a nuestras
expectativas anteriores al grupo. La escuela ideológica a la que pertenecía el
jefe nos reveló muy poco de su conducía real. Encontramos que la conducta
del jefe de una escuela, por ejemplo la de análisis transaccional, no se parecía
más a la conducta de otro jefe de a t que a la de cualquier otro de los 17
jefes. En otras palabras, la conducta del jefe no puede predecirse porque perte
nezca a una escuela ideológica determinada. Sin embargo, la eficacia del grupo
estuvo, en gran medida, en función de la conducta del jefe. Lo que necesitamos,
pues, para contestar la pregunta: “ ¿Cuál es el estilo de jefatura más cfica/.V.
es una taxonomía del jefe más exacta, empíricamente derivada. Un análisis del
factor de una gran cantidad de variables de la conducta del jefe (calificada
por los observadores) produjo cuatro funciones de jefatura básicas:

1. Estímulo emocional (desafío, enfrentamiento, actividad, modelado intrusivo


haciendo que se corran riesgos personales y que se revele mucho de si mismo)
2. ('uidado (ofrecer apoyo, afecto, elogios, protección, carillo, aceptación, mi
tenticidad, interés).
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS <IH /

3 . Atribución de significados (explicar, aclarar, interpretar, ofrecer un inmm


cognoscitivo para el cambio, traducir las experiencias y los sentimientos en ideas |
4 . Función ejecutiva (fijar límites, dar reglas, normas, metas, distribuii el
tiempo, marcar el ritmo, detener, interceder, sugerir procedimientos).

Estas cuatro funciones de jefatura tienen una relación clara y asombrosa <mi
el resultado. El cuidado y la atribución de significados tienen una relación lint d
con los resultados positivos. Cuanto mayores sean el cuidado y Iíi afrihiu /■>n
de significados, mayores serán los resultados positivos. Las otras dos l'uiinom
estímulo emocional y funciones ejecutivas tienen una relación curvilínea cmi
los resultados. Aquí se aplica la regla de la mediocridad dorada: demasiado <<
demasiado poco de estas conductas de los jefes produce un resultado positivo
más bajo. Por ejemplo, demasiado poco estímulo emocional del jefe piodu<<
un grupo sin vitalidad y sin energías: demasiado estímulo (en especial con una
atribución de significados insuficiente) produce un ambiente muy cargado . un>
cionalmente, y el jefe presiona porque se realice más interacción emocional d<
la que los miembros pueden integrar. Demasiado pocas funciones ejecutiva
(un estilo laissez-fetire) produce un grupo atropellado, aturdido; un cus o d>
funciones ejecutivas produce un grupo arrítmico, autoritario, muy cstiuctui .uto
<|iie no logra desarrollar en el miembro un sentimiento de autonomía o uim
secuencia interaccional libremente fluida.
El jefe con más éxito, pues, era el que ofrecía una cantidad de- estimulo \
una función ejecutiva moderada, y ofrecía mucho cuidado y atribución di iij-nl
lii ados. El cuidado y la atribución de significados parecían críticos, pt io n i n g u n o
do éstos, solo, bastaba para asegurar el éxito.
Usando estas cuatro dimensiones, Surgieron de los datos varios tipos di
estilos de jefe:

I. Vifiorizador (mucho estímulo emocional, mucho celo, carismátieo, mui elevada


Iunción ejecutiva, mucho apoyo y ataques). Estos jefes sólo tuvieron un <nio
moderado y produjeron una gran cantidad de miembros que deserliumi v I"’
individuos más dañados psicológicamente.
2 . Proveedor. (Ofrece dos cosas básicas: significado y cuidado.) I sios )eh ■■
fueron con mucho los más eficaces en lograr resultados positivos elevados, eun
poco riesgo.
1. Ingenieros sociales. (Una elevada atribución de significado, orientados al
pioeeso de grupo, impnsolíales, un apoyo moderado.) Estos jetes luvieiou un
insultado equilibrado Imho un número moderado de individuos que apiendleinn
mucho, equilibrado esto con unos cuantos desertores y algunos individuos dalla
dos psicológicamente
I Im p erson al ( I d í m u l o s agieslvos distantes, poco cuidado v luncloiies r|i
tul I von, muchos estímulo') emocionales ) I .los |e|i . luv ieiou malos n .tilla d o
mugmi nuem luo apo otilo uua lio. y luv ieiou (m in ie* llevados tlt ilesgo
4K8 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

5. Laissez-faire. (Bajas funciones ejecutivas de cuidado y estímulo emocional,


una elevada atribución de significados.) Malos resultados; una tasa elevada de
desertores, un factor de riesgo moderadamente alto.
6. Administrador. (Sólo hubo un jefe de este tipo: era muy diferente de los
olios jefes debido a sus calificaciones extremadamente elevadas en su función
ejecutiva. Empleó un gran número de intervenciones estructuradas.) El resultado
luc excesivamente pobre: ningún miembro se benefició con la experiencia de
grupo. El factor de riesgo fue moderado.
7. Cintas de encuentro. Desde luego, estos grupos no pudieron compararse
ron los otros en términos del estilo del jefe. Su resultado fue bueno con un
cambio positivo elevado y un factor de riesgo extremadamente bajo.

Parece que estos descubrimientos en los grupos de encuentro corroboraron


\llorosamente las funciones del terapeuta de grupo como las examinamos en el
, ,i|ululo v. El estímulo emocional y la estructuración cognoscitiva son esenciales.
I .»•, I.u (ores rogerianos de empatia, autenticidad e interés positivo incondicional
l».iick ii incompletos. Debemos añadir la función cognoscitiva del jefe. La in-
\ i .lig ació n no nos aclara qué tipo de atribución de significado es esencial. (Pa-
iriiii uliles el proceso del grupo y la aclaración de la dinámica interpersonal.)
P.i i i k importante el proceso de explicación que, de varias maneras, le per-
mito ,il participante integrar su experiencia, generalizar con ésta, y trasladarla a
o lí.1 % situaciones de la vida.*

La r e l a c ió n en tre el grupo de encu entro

Y E L G R U P O D E T E R A P IA

Ya lie (razado el desarrollo del grupo de encuentro hasta un punto donde em­
pieza a entrar en el terreno de la psicoterapia, y ahora me referiré a la evolución
del grupo de terapia para levantar el escenario para el inevitable encuentro
(o choque) de las dos disciplinas.

Evolución del grupo de terapia

I ,i historia de la terapia de grupo se lia descrito abundantemente en otros tex


a i "■ vo para te.nei que repetirla aquí. Una rápida revisión nos revelará las

' I ti importancia de l»i lili ¡luición del Hlgiúl iemlo irelbp un pndnoHo apoyo tlr otin
l u n i k ( tímido Icn pldlcion u Ion mienihiUH que inlormnntn (id l'lnnl de emlu hcníi'iii )
d niU’ c k » llliiN nitfllil iciil ivo de tu i r i iiikiii y In k i / óii de mi inlpül tutu Iii, dr'ti ulu iniON que
Iiin mleiiil'iON 11 no olili i i I iiii I h mi In íon de In cKpri iría in m mullan mili lio nuoi Im llllmloN
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 489

tendencias básicas. Joseph Hershey Pratt, un internista de Boston, generalmente


reconocido como el padre de la terapia de grupo contemporánea; en 1905
emprendió el tratamiento de una gran cantidad de pacientes con tuberculosis
muy avanzada. Reconociendo la relación entre la salud psicológica y el curso
físico de la tuberculosis, Pratt emprendió el tratamiento de las personas y no de
la enfermedad. Señaló un régimen de tratamiento que incluía visitas a la ca­
sa, que los pacientes llevaran un diario, y una reunión semanal o clase para
aproximadamente 25 pacientes tuberculosos. En estas clases se inspeccionaban
los diarios, se registraban públicamente en un tablero las ganancias de peso,
y se daba testimonio de los pacientes que tenían éxito. Se fomentó hasta cierto
grado la cohesión y el apoyo, lo que pareció útil para combatir la depresión
y el aislamiento tan comunes en los pacientes tuberculosos.
Durante las décadas de 1920 y 1930 varios psiquiatras experimentaron
con los métodos de grupo. Adler empleó métodos de grupo en Europa debido
a que se daba cuenta de la naturaleza social de los problemas del hombre, y
porque deseaba ofrecerle ayuda psicoterapéutica a la clase obrera.23 Lazell24 en
1921 dirigió grupos de pacientes esquizofrénicos en el Hospital St Elizabeth
en Washington, D. C., y dio varias conferencias sobre la esquizofrenia. Marsh25
unos años más tarde, usó a los grupos en un campo más amplio de los proble­
mas clínicos, incluso para la psicosis, para la psiconeurosis, para los desórdenes
psicofisiológicos y para la tartamudez. Empleó varias técnicas, incluso métodos
didácticos, como conferencias y tareas para la casa y ejercicios destinados a
promover una interacción considerable. Por ejemplo, les pedía a los miembros
que “ se trataran” , o les pedían a todos que discutieran algunos temas como los
primeros recuerdos, los ingredientes de su complejo de inferioridad, los sueños
nocturnos y los ensueños. Wender26 en la década de 1930 usó métodos analíticos
de grupo con pacientes no psicóticos hospitalizados, y Burrows27 y Schilder28
aplicaron estas técnicas al tratamiento de psiconeuróticos no hospitalizados.
Slavson,20 que trabajó con grupos de niños perturbados y jóvenes adolescentes,
i |cició una considerable influencia en este campo con sus enseñanzas y escritos
i ii una época en que la mayoría de los investigadores no consideraban la terapia
di guipo un enfoque terapéutico eficaz. Moreno30 quien por primera vez usó el
i < i mino “ terapia de grupo” , empleó los métodos de grupo antes de 1920, pero

diora lia sido básicamente identificado con el psicodrama, que introdujo en


I lados lJnidos en 1925.

. iiilomitti dr iiK'itlniilci» cjiir im plicab an una integración cognoscitiva. (Hasta una acti-
viilnd tan cNliinm ln rom o la involución tic sí m ism o tenía poca relación con el cambio
• m nio» «¡iic tur in nrompanmlii <l< un Inlrloctlllil.) la profundidad y el vigor
a< i nli dría ubi im ioiito Ira lilipi i slommli r Inrupn itdo (m u n ió cu los g m p o s de ene lien
lio ijin* trufan lili cupllllii h ft'ile am rnlr u iillln lrlri tmd )
490 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Estos primeros intentos de usar la terapia de grupo se aceleraron mucho


en la segunda Guerra Mundial, cuando una gran cantidad de pacientes psiquiá­
tricos militares y el pequeño número disponible de psiquiatras entrenados vol­
vieron impráctica la terapia individual y exigieron que se usaran métodos de
tratamiento más económicos.
Durante la década de 1950 el principal esfuerzo en el campo de la terapia
de grupo tomó un camino diferente: aplicar la terapia de grupo a diferentes
ambientes clínicos y a distintos tipos de problemas clínicos. Los teóricos (freu-
dianos, sullivanianos, homeyianos y rogerianos) exploraron la implicación de su
marco teórico a la teoría y la práctica de la terapia de grupo.
Como hemos visto, el grupo T se derivó de la tradición educativa. Hasta
mediados de la década de 1960, el l n a , portavoz de este campo, a menudo hizo
énfasis en que la experiencia del grupo T era educativa, y no terapéutica. Por
ejemplo, en 1967 Leland Bradford, director del Laboratorio Nacional de Adies­
tramiento, escribió lo siguiente en una carta que le envió al editor del New
Yorker:

En contra de lo que se dijo en el artículo que se publicó en el número del 15


de abril de 1967, “El Grupo del Jueves”, escrito por Renata Adler, el Labora­
torio Nacional de Adiestramiento no realiza sesiones de terapia de grupo en sus
programas educativos. Realizamos experiencias basadas en programas de apren­
dizaje sobre la dinámica del grupo, pero estos programas no están diseñados ni
intentan impartir psicoterapia ni son sustitutos de la misma. Creemos que esta
aclaración es importante, ya que las personas que lean el artículo mencionado
podrán equivocarse y buscar ayuda psiquiátrica en nuestros programas que no
están diseñados, ni lo intentan, con este propósito.31

El grupo T y el grupo de terapia surgieron de diferentes disciplinas, y


durante muchos años las dos, cada una generando sus propias teorías y icí­
nicas, continuaron como corrientes paralelas del conocimiento, aunque al
gunos jefes recorrieron ambos campos y, en distintos ambientes, dirigieron
grupos T y de terapia. El grupo T estaba muy ligado con la investigación y
continuó identificándose con los campos de la psicología social, la e d u ca ció n ,
la ciencia de la organización, y la administración industrial. Desde luego, mu
chos de los principales entrenadores tenían puestos académicos en escuela*,
comerciales para graduados. Por consiguiente, la literatura sobre el g u ip o I'
aparecía en las revistas de estas disciplinas, y era rclativamenle in a cce sib le pata
los clínicos de la terapia de grupo. Hasta principios de la década de I9(>(), lin-.ia
donde sé, ninguna revista clínica había publicado mulerial so b o la p ia e ll. a
o la teoría de los grupos T.
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS •DI

Los grupos de terapia y los grupos de encuentro:


primeros intercambios

La evolución del grupo T en el moderno grupo de encuentro mostró una con


vergencia totalmente diferente entre los dos campos. Hablar de terapia de guipo
para normales y al mismo tiempo sugerir que, debido a la angustia inherente a
nuestra cultura, la condición de paciente era ubicua, sólo puede causal un pío
fundo cuestionamiento de las diferencias entre las metas de los grupo-, <l<
encuentro y de terapia.
En la década de 1960 comenzó a haber un intercambio considerable rulo , i
grupo de encuentro y el grupo de terapia. Muchos profesionales de la \alui!
mental participaron en algún tipo de grupo de encuentro durante el ailit--.lia
miento y posteriormente dirigieron grupos de encuentro o aplicaron técnica- d.
encuentro en sus trabajos psicoterapéuticos o hicieron ambas cosas. Poi oh a
parte, los jefes de grupos de encuentro creyeron con firmeza que los paila ¡pan
les del grupo tenían una experiencia terapéutica y que en realidad no linlmi
diferencia entre el desarrollo personal y la psicoterapia (entre la “ expansión d,
la mente” y la “ psiquiatría” ). Además, se volvió evidente que había una lia
yuxtaposición entre los individuos que buscaban la psicoterapia y los que lar.
caban la experiencia del encuentro. Por ello, muchos jefes de grupo de em u< n
lio concluyeron que estaban practicando la psicoterapia (desde luego, una
psicoterapia más rápida y eficaz) y en este sentido anunciaron sus seivu u>-
La reacción en el campo de la salud mental tradicional ante esta usuip.u Ion
fue de gran preocupación. Los psicoterapeutas se sintieron alarmados ,mi< la
audacia de los nuevos grupos y los posibles riesgos que corrían los paila ipauli
Se sentían igualmente preocupados por los problemas éticos: la falla de adu - lia
miento clínico de los jefes de los grupos de encuentro; los anuncios que s u g e i i. m
que meses y hasta años de psicoterapia podían condensarse en una sola se m a
un de trabajo intenso; la irresponsabilidad de muchos jefes. Pronto om in o una
, oriente polarización, y en muchas áreas los profesionales de la salud m e nta l
init mron campañas pidiéndoles a los gobiernos locales que aprobaran un a legi •
l o io n para regular la práctica del grupo de encuentro y liacei le g.ilm cn li
o pon-, ables a los jefes de los efectos desfavorables.
I ii parle, la vigorosa reacción de los profesionales de la salud mental fue m u
o nilón iiiaeional ante lo que consideraron una invasión a su (endono l o
I«i ole-aoniilfs se suilioion umcna/ndns poi una nueva y exliann metodología
i•m i'ionai oii protegiendo su teniloiiO Desde luego, había una litiga lindiclón
>1 n n iloi ¡ahilad en la piole-,ion Diñante décadas la piolesion psiqiiinlilin
I•• ida médieaiiienti lucho poi impedii que los liahajadoies sociales y los psico
lego pi atliem un la psu oliiipiu llar,la hoy lo-, eiilemisinos como "i ".ludio
,t i soila" y "liabajo di guipo" ah siIgiiun la tenacidad di esto-, cslin i/o-.
492 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Sin embargo, en parte esta reacción se justificaba por ciertos excesos en


algunos sectores del campo de los grupos de encuentro. Estos excesos provenían
de una mentalidad de programas de emergencia, que tienen éxito en empresas
como la exploración espacial y la industrialización, pero causan una reductio
ad absurdum en el campo de las relaciones humanas. Si algo es bueno, más es
mejor. Si la revelación de sí mismo es buena en los grupos, entonces la revela­
ción total, inmediata, indiscriminada al desnudo debe ser mejor. Si participar
es bueno, entonces la participación prolongada, continua, de maratón debe ser
mejor. Si expresar sentimientos es bueno, entonces golpear, tocar, sentir, besar
y fornicar debe ser mejor. Si una experiencia de grupo es buena, entonces es
buena para todos, en todas las etapas de la vida, en todas las situaciones
de la vida. A menudo estos excesos son ofensivos para el gusto del público y
pueden ser peligrosos para algunos participantes.
El tema del peligro es representativo de la naturaleza polémica de esta discu­
sión. Muchos jefes de grupos de encuentro y de centros de desarrollo niegan
la existencia de cualquier riesgo, declaran que no han advertido ningún efecto
desfavorable en el grupo de experiencias. Un amplio examen de la literatura
en 1970 concluyó “ tiene pocas bases la preocupación extendida entre los grupos
de laicos acerca de los efectos traumáticos del entrenamiento de grupo” .32
Sin embargo, el estudio de Lieberman, Yalom y Miles mostró que había un
factor de riesgo significativo.18 Además, nuestro estudio reveló que los jefes con
frecuencia no advertían que algunos miembros habían sufrido consecuen­
cias negativas con las experiencias de grupo. La recepción que tuvo este as­
pecto del estudio es notable. El artículo que describía los daños psicológi­
cos fue tan ampliamente reimpreso que decidimos negarnos a otras peticiones
de incluir el artículo en nuevas antologías. Los medios de comunicación citaron
ampliamente este estudio (por ejemplo, Selecciones publicó un artículo sobre
esto titulado “ El Grupo de encuentro es peligroso para su salud” ). Recibimos
miles de peticiones para reimprimirlo. Creo que muchas eran de investigadores
que se alegraron de ver confirmados sus temores. (Es interesante observar (pu­
yo también escribí un capítulo sobre los que “ aprendieron mucho” 10 [los miem
bros de grupos de encuentro con mucho éxito] y hasta ahora no me han hecho
ninguna pregunta sobre este aspecto del estudio.) Los descubrimientos del
estudio sobre los daños estaban de acuerdo con muchos prejuicios, por lo ((lu­
los grupos de encuentro per se, y como resultado del estudio, entonces los des
cribieron como más peligrosos de lo que yo, el principal investigador del estudio
sobre los daños, creo que son. Considero que si el jefe está adiestrado (cli
nicamente y en la dinámica de grupo), si es responsable, si elige a sus miembro*,
antes o durante el curso del grupo, si ofrece suficiente información a los oliei
tantes para que se retiren ellos mismos, y les permite actual a su piopio paso,
la experiencia de grupo muy probablemente sera seguía y satislai loiia
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS *I'J \

Los excesos cometidos por algunos jefes de grupo de encuentro han producido
una creciente ola de críticas dirigidas en forma indiscriminada contra lodo H
campo de los grupos de encuentro. Varias compañías industriales importanii
han abandonado sus programas de relaciones humanas, los inspectores de i
cuelas han hecho campaña y han ganado elecciones basándose en gran |>.u i•
en un programa contrario al adiestramiento de la sensibilidad. Algunos progi.i
mas de relaciones humanas que se necesitaban mucho, muy bien pensados,
para las escuelas recientemente integradas, fueron rechazados por razones muy
irracionales (por ejemplo, algunos padres temían que los estudiantes fumín
obligados a revelar secretos de la familia en sus clases). El Congressional K<
cord incluyó un ataque feroz de treinta mil palabras contra el adiestramiento
de la sensibilidad, al cual se le puede comparar con un lavado de cerebro bol
chevique.33
Sería desafortunado que los profesionales de la salud mental no pinlimm
distinguir entre los grupos de experiencias dirigidos responsablemente y lo*. *...
tores del campo que cometen estos excesos. Este fracaso en la disci .............. ..
pondría en peligro el reciente intercambio constructivo que hay entre los guipo*,
de terapia y el campo del entrenamiento de la sensibilidad. Los invesligadoo
clínicos han aprendido mucho de la metodología de la investigación del guipo l
Los grupos T por lo común se usan ahora en el adiestramiento de los temp< m i
de grupo.34,35, 36
Los grupos T han sido usados en los hospitales psiquiátricos en pmp.im i
de tratamiento de pacientes crónicos hospitalizados;37 algunos clínicos e n v i n o .
sus pacientes de terapia individual a un grupo T para que se “ abran", y Imal
mente, los clínicos han adoptado algunas técnicas de los grupos T, produciendo
mi cambio gradual en la práctica de la terapia de grupo. Por ejemplo, t i . o
cíente énfasis en el aquí y en el ahora, el concepto de la rctroal imentación,
la mayor transparencia del jefe, el uso de ejercicios estructurados de guipo
(verbales y no verbales) y las reuniones prolongadas han sido parle di la
herencia del grupo T a la terapia de grupo.
Hay una considerable confusión en la actualidad, y esto so debe a que lo
clínicos están en ambos lados de la controversia; muchos psicotcrapcufus. <o
m í o hemos afirmado, participan en los grupos de encuentro, los dirigen, I o n u m u i

en el adiestramiento y en la consulta, y adoptan las técnicas de encuclillo a mi


psicoterapia.
Desde luego, huyendo entre estos tíos pilares tambaleantes se encía nó .i el
pudente confundido: poi una parle,, por la proclamación en los medios di
mtiulciición de la ginn eficacia de los grupos de encuentro, y poi olía piule, poi
lo . piole*.ion.ilrs de la salud un nial tpa liui/an advcitenelns de graves peligios.
mii lililí*, c|lie ellos mismos olieccn a la ve/ una profusión de tipos de guipo, y
lililí líos de estos no s< distinguen de los enfoque*, del guipo de eiu iieulio
494 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

El grupo de terapia y el grupo de encuentro:


propiedades y preocupaciones comunes

A partir de un punto de origen totalmente distinto, los recientes cursos del


grupo de encuentro y del grupo de terapia han mostrado una convergencia a tal
grado que hay una considerable interferencia entre los dos campos. Desde lue­
go, hay tantas similitudes que muchos observadores se preguntan si hay una
diferencia intrínseca entre estos dos tipos de trabajo de grupo.

I I desarrollo de las potencialidades positivas del individuo. Las tradiciones


de las que se han derivado han sufrido una considerable evolución, y esto ha
producido un cambio importante en las metas, la teoría y la tecnología del gru­
po, La educación de las relaciones humanas, como ya se ha indicado, ha cam­
inado su énfasis de adquirir una teoría específica y habilidades interpersonales
a la aclual meta del grupo de encuentro: el total desarrollo del individuo. La
i dm ación de las relaciones humanas ahora significa que el individuo se educa en
ai. i elaciones con los otros y también en sus varios yos internos. En el campo
ile la psicoterapia ha habido una evolución gradual del modelo del desarrollo de
la peí anualidad, basado en las transmutaciones de la libido individual y las
i ungías agresivas al énfasis actual que se hace en la psicología del ego. Mu-
i liif. teóricos han planteado la existencia de un impulso adicional positivamente
v.ilidado que debe permitirse que se desarrolle, y no que se inhiba o se sublime,
como el “ instinto del dominio” de Hendrick,3S el “ impulso exploratorio” de
Itci lync,!H> la “ autorrealización” de Horney,40 “ la motivación de la eficacia”
de White," la “ energía neutralizada” de Hartmann,42 la “ autodeterminación” de
Ang.yal1'1y la “ autorrealización” de Goldstein, Rogers y Maslow.44 El desarrollo
del individuo implica más que la inhibición o la sublimación de las fuerzas
instintivas potencialmente destructivas. Además, debe realizar su potencial crea
dm ; el terapeuta debe esforzarse por lograr esta meta. Horney40 afirma que la
larca del terapeuta debe ser ayudar a eliminar los obstáculos; en circunstancias
favorables el individuo realiza su propio potencial, “ así como la bellota se con
vertirá en roble” . Similarmente, Rogers se refiere al'terapeuta como un indi vi
dúo que facilita las cosas.
Una tendencia íntimamente relacionada en la psicoterapia, empezando con
bioimn, Reichmann, Erickson, Lindermann y Hamburg, ha sido la estrategia
de creai fuerzas en el paciente. Por ejemplo, los psicotcrapcutas han llegado
.1 npirciai la idea de que los individuos pueden tener una gran tranquilidad cu
licitas coyunturas en el ciclo de la vida, y no debido a las pocas fuerzas do su
ego, sino poi sus oportunidades inadecuadas para tener un aprendizaje relevante
pma que lianscuiia sin problemas esa etapa de la vida, la psieoleiopia puedi
dedicarse a l'ncilitai este apiendi/aje llamluug, en especial, luí explotado
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 49*»

los métodos de adaptación para enfrentarse a los desafíos severos de la vida,


y ha sugerido estrategias de psicoterapia basadas en facilitar este enfrenta­
miento.45 Este cambio en la orientación de la terapia ha unido más estrecha­
mente a los terapeutas de grupo y a los jefes de grupo T. El jefe del grupo T
siempre ha abogado por la meta de adquirir capacidades; siempre ha creído
que reforzar las energías no es menos vital que corregir las deficiencias.

Las metas de los resultados. Los cambios esperados, que ocurren en el indi­
viduo como resultado de su experiencia en el grupo T se parecen mucho (a
pesar de las diferencias del lenguaje) a los cambios que los terapeutas de grupo
desean que ocurran en sus pacientes. Por ejemplo, un estudio de los resultados
de un grupo T46 investigó las siguientes quince variantes; enviar comunicación,
recibir comunicación, facilitar la relación, correr riesgos, aumentar la interde­
pendencia, flexibilidad funcional, control de sí mismo, conciencia de la conduc­
ta, sensibilidad al proceso del grupo, ser sensible a los otros, aceptar a los
otros, tolerancia con la nueva información, confianza, tranquilidad, insight del
yo, y el papel. El criterio de los resultados que usaron Lieberman, Yalom y Mi­
les en su investigación sobre los grupos de encuentro18 también se parece
mucho al criterio de los resultados de la psicoterapia, con la única excepción
obvia de los síntomas del objetivo ( “ quejas principales” ).

El enfoque supraindividual. Una importante diferencia entre los grupos T


y los de terapia que había en sus primeras fases, pero que ahora ha disminuido,
era que el grupo T a menudo tenía metas supraindividuales; en cambio el gru
po de terapia se interesaba sólo en las metas personales de cada miembro imi ivi
dual. Por ejemplo, el primer grupo T descrito antes tenía la meta de facilillo
la aplicación de la Ley de Prácticas de Empleo Justas de Conneclicul. Olios
grupos T con frecuencia tenían la meta supraindividual de aumcntai l.i eficacia
«le las empresas contratantes. El grupo de terapia, por otra parte, sólo lema la
niela de aliviar el sufrimiento de cada uno de sus miembros.
Ambas disciplinas han alterado sus posiciones originales. Los grupos l u
menudo consisten de extraños, cada uno de los cuales tiene metas muy peí so
nales; en cambio muchas de las metas supraindividuales se han eliminado del
grupo T y se han asignado a otras actividades de los laboratorios de relacionen
humanas. La psicoterapia, por otra parte, gradualmente ha llegado a leuei
mas conciencia de la importancia ele las metas supraindividuales. Slanlon v
Sehwart/.17 poi primera vez señalaron en I*>54 que en un gran sistema social, el
hospital psiquiátrico, la mejoiia o el ileteiioro del paciente individual «'.taha
en liliu ion de la:, plopicdades esliuctllililes del guipo grande 1*01 ejemplo, :ii el
grupo glande ha desarrollado iioimas que impiden icsolvei los eonlln los enln
el peisouill, los pacienten piohahlrnieiili tendían lecaídaN psa ninas Se han
496 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

hecho observaciones parecidas en ambientes militares, en comunidades y en


prisiones. Poco a poco se ha desarrollado un importante principio en la inter­
vención psicoterapéutica. Un enfoque supraindividual (la cohesión y las normas
del grupo grande) puede facilitar el logro de las metas individuales de cada
miembro. A menudo de hecho hay muy poca oportunidad de elegir. Por ejem­
plo, la gran mayoría de los terapeutas están de acuerdo en que el tratamiento
individual de esos adolescentes no privilegiados que consumen alcaloides es una
tarea inútil si no participa su grupo social. El grupo de terapia pequeño, que
funciona basándose en este principio, lo describimos plenamente en el capítu­
lo m, cuando examinamos la cohesión como un factor curativo en la psicote­
rapia de grupo.

La composición del grupo. La composición del grupo de encuentro y la del


grupo de terapia se han vuelto cada vez más similares con el transcurso de los
años. Los psicoterapeutas ya no sólo tratan a los individuos con problemas
de salud mental graves. Un número creciente de individuos bien adaptados con
problemas menores en la vida está buscando la psicoterapia. Varios factores
son responsables de esto: la aceptación pública y la comprensión creciente de la
psicoterapia, la curiosidad que han despertado los medios de comunicación con
sus descripciones de la psicoterapia, y la creciente riqueza y el tiempo libre
que hay como resultado de un cambio en la jerarquía de las necesidades. Pero
muchos pacientes han llegado a considerar los grupos de encuentro, y en especial
la variedad de maratón de los fines de semana, programas de psicoterapia
de urgencia. Lieberman y Gardner3 estudiaron a los participantes de varios
centros de desarrollo, e informaron que el 81 por ciento había recibido psicotc
rapia en el pasado o estaba en ese momento en terapia. Además, usando el
criterio de la cantidad de angustia, la sintomatología, y las razones para bus
car ayuda, encontraron que el 70 por ciento se parecía mucho a los nuevos
pacientes que solicitaban ayuda en las clínicas psiquiátricas para pacientes
no hospitalizados. Desde luego, como señaló Rogers,48 un nuevo síndrome elí
nico (el adicto al grupo) ha surgido recientemente; estos individuos pasan cada
fin de semana en algún grupo de encuentro, buscándolos en todos lados en la
costa Occidental.

El mal social común. Los grupos de encuentro y los grupos de terapia apo­
dan mucho la revelación de sí mismo, y el contenido de lo que se revela es
notablemente similar en todos los grupos. La soledad, la confusión y la aliena
ción obsesionan por igual a los grupos T y a los grupos de terapia, l a mayoría
de los individuos, pacientes y no pacientes, comparten una enfeimedad común,
que está profundamente empotrada en el carácter de la moderna sociedad oct i
dental. En las dos últimas décadas en gran parte de Estados t lindos se ha
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS 4 97

atestiguado una descomposición inexorable de las instituciones sociales qii<


ordinariamente ofrecen intimidad humana; vivir en una familia grande, el malí i
monio para toda la vida (uno de cada dos matrimonios en California termin.i
en divorcio), el grupo de trabajo estable, pequeño, y la comunidad dome:.lie.i
con frecuencia forman parte del pasado nostálgico. La religión organizada se ha
convertido en algo irrelevante para muchos jóvenes, y a menudo significa solo
el “ tedio del domingo en la mañana” 49 y el comerciante de la localidad y el
doctor de la familia están desapareciendo rápidamente.
La práctica médica moderna es un ejemplo. Estimulado por los avances de la
tecnología médica, el médico se ha convertido en un científico eficiente, ¡h m
a qué precio! El presidente de la Asociación Médica Norteamericana a f u m o
recientemente:

En el futuro, el doctor de la familia se convertirá en un dodo casi extinlo. Cuan


do usted se sienta herido o enfermo, acudirá al hospital más cercano a Imim o
un tratamiento de emergencia, suministrado por médicos especialmente ciiln im
dos en estos procedimientos. Usted quizá no verá al doctor en su visita mu mi
Su historia clínica la tomarán los ayudantes y hasta, quizá, las computadla ir.
Los ayudantes entrenados podrán hacer algunos de los exámenes prchuuuan
El amable viejo caballero con sus buenos modales era maravilloso en si p , di >
pero la sociedad ya no puede darse este lujo. El médico moderno es unr, ■i•
cíente, más científico, y está menos expuesto a cometer errores. Poi <l< ........ .
a menudo es más impersonal. Pero la gente ya está empezando a ampón ■ lo
como está comenzando a aceptar los cambios en todas las áreas tic los s n v l i io.
personales.
Esto es una parte de la tendencia normal en la sociedad. Ein todos los snvli lo
humanos hay menos interés en el individuo. Ya no nos atienden tan bien mino
estábamos acostumbrados en las tiendas y en los restaurantes. La relación «Milu
el público y los que prestan los servicios se está deteriorando, y no es posihl.
que esto vuelva a ser como antes.50l

l ii resumen, las instituciones que ofrecían intimidad en nuestra cultura m han


aliol'iado y sus sustitutos (el aparato de televisión, los supermercados, el scivh lo
di oraciones a través del teléfono, y los centros informales de convcisnclóu
i .ponlaneas son los atavíos de la multitud solitaria. Sin embaígo, pcr.r.h
la necesidad humana de intimidad, y los esfuerzos poi fomentada, como
. n el guipo de encuentro, se han multiplicado a un ritmo c.i'u asironomno
>hiiaillo lo:, últimos anos, I ti el liiliuo quiza sea necesaria una inmeision ’.ncbd
pi Módica una estación de ichunmui/nción ( I)¡os no lo quínn ) si desenlute
nblevlvii a la mincha dcshumani/adoia di una tecnología eienlílica mu miníenle
i lega
I I Ilumine modi ino i sin ala nado p cio lia l y sin lallin ule, r la ,« patado di su
498 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

propio yo y busca a tientas un sentimiento de identidad personal. El proceso de


modelado por medio del cual los niños establecen su identidad personal y sexual
se ha visto perturbado. Los hogares rotos, el papel confuso de la mujer como
“ madre-ama de casa-profesional” , el padre cuya ocupación es invisible o incom­
prensible para el hijo, la máquina de enseñanza por televisión, la ausencia de
una parentela numerosa, todo contribuye a la confusión de la identidad. La
actual generación es la primera en la historia del mundo que no tiene nada
que aprender de sus abuelos; de hecho el ritmo del cambio es tal que los niños
apenas pueden aprender de sus compañeros que tienen cinco años más. Sólo
podemos, de paso, imaginar los efectos que esto causa en las figuras de identi­
ficación no usadas. ¿Qué significa para el padre no poder proyectarse en el
futuro a través de su hijo?*
El aumento del número de la gente alfabeta, de la educación, de los medios
de comunicación, del tiempo libre han hecho al hombre moderno (al paciente
y al no paciente) más consciente de la discrepancia entre sus valores y su con­
ducta. Muchos individuos ilustrados que consideran que los valores de su vida
son humanitarios, estéticos, igualitarios, o intelectuales descubren que, al exami­
narse, sólo los alaban falsamente, y basan su conducta en los valores del en­
grandecimiento: “ el triunvirato filisteo” 52 de la riqueza material, el prestigio
y el poder. La conciencia de esta discrepancia puede producir una angustia
profunda, una anulación de sí mismo, un sentimiento de vacío que a menudo
produce un intento constante de evitar pensar dedicándose al trabajo y a la
diversión en forma compulsiva.
Se percibe otra discrepancia entre el trabajo y el sentido de la creación;
la gran mayoría rara vez siente orgullo, plenitud, o eficacia en su trabajo.
I I abismo entre el trabajador y el producto terminado, que originalmente era
una maldición de la revolución industrial, continúa ampliándose a medida que el
remolino tecnológico vuelve al hombre un autómata anónimo. Estos desaíro
líos producen un creciente sentimiento de ineficacia personal. El individuo pue
de obtener un sentimiento de orgullo por los logros de su megagrupo, pero
poi lo general el sentimiento de valor personal es inversamente proporcional
al tamaño y al poder de las megamáquinas, para usar el término de Muml'ord,hl
en las que el individuo está inmerso.
+ ¿La rapidez del cambio ha impedido el tipo de relación (pie el Odiseo de Kitzanl/nkls
tuvo con Telémaco? El que ha engendrado un hijo no muere; el padre volvió la viola v
■ai corazón errante golpearlo por el mar se llenó de orgullo. / Le agradó el cuello di
mi hijo, mi pecho y sus costados, / la ágil articulación de sus coyunturas, sus venas
icgiii.s / que palpitaban desde sus altas sienes hasta sus tobillos ágiles, / Como un rom
pnuloi de caballón con rápidas lidiarlas contempló / con alegría la buena estampa
las formas esbeltas de su hijo / "Istoy ante mi propio esqueleto descallado mis labio
sm afeltiu, mi corazón ¡uiu cubínlo con un suave vello mis penas aun no Doler en
mi' gui'iias son claveles / y mis viajes lejanos, débiles aleteos >n mi lo ule ' 1'1
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Cualesquiera de estas preocupaciones puede ser más importante para mi


miembro del grupo que para otro, pero cada una probablemente tiene algún
significado real para todos, ya sean pacientes, estudiantes, delegados, adicsti.i
dores o terapeutas. Todos estos factores, pues, indican que hay una cnomn
yuxtaposición entre los grupos de encuentro y los de terapia. Ambos tipo',
de grupo tienen metas similares, puntos de vista similares sobre el homlm
se apoyan en mecanismos de cambio o factores curativos similares, tienen tegl.c.
básicas similares (el aquí y el ahora, la sinceridad interpersonal e intrapeison.il.
la retroalimentación, admitir la debilidad y la incertidumbre, sentir una con
fianza mutua, comprender y analizar la conducta) y comparten prcocupacium
similares. Obviamente los grupos con tantas propiedades comunes seguirán un
proceso parecido, y deben tenerlo.

Los grupos de terapia y los grupos de encuentro:


ambientes de aprendizaje similares

La investigación de grupos de encuentro que realizaron Lieberman, Ytilom y Mi


les sugirió que no sólo los grupos de encuentro y los de terapia se parecen en n
forma, sino que tienen reglas similares de aprendizaje y de cambio que apli
can en ambos enfoques. Cuando los resultados (en el nivel de grupo o e n - I
nivel individual) se correlacionaron con el curso de los sucesos durante la > s»•.
tencia del grupo, surgieron varias conclusiones que tienen obvia inipoilain 1 . 1 p i
ra el proceso del cambio en la terapia de grupo. Por ejemplo, el e .lu d io
concluyó que si se desea que los grupos de encuentro sean medios elieaec, del
cambio personal, necesitan formularse nuevamente de la siguiente m a licia vana
máximas básicas de los grupos de encuentro:I.2

I. “ Sentir y no pensar” debe cambiarse por “sentir sólo cuando se piensa''.


2. “ Revélenlo todo” se formula mejor así: “ revelemos más que de orduuuio.
si nos sentimos bien en el grupo, y si podemos pensar lo que esto sígndna
Revelar algo de sí mismo, expresar emociones (de sentimientos positivos y iu
tuitivos) no basta en sí para cambiar.
I. "Liberarse ele la ira es esencial” debe cambiarse poi “ puede set Inicuo
liberarse de la ira, pero no hacerlo continuamente” Una elevada explosión «l<
la ira era contraproducente: no se asociaba con un elevado aprendizaje, y gene
mímente aumentaba el riesgo.
I "Per'inane/.can en el aquí y en el alu n a" debe cambiarse poi “el aquí y el
ahora no basta; añada el personal alia y entonces" lo s grupos mas pioducllvns
• i.ni los que tenían I m u t e i a s mas llexihles. I I aquí y el a lu n a era esencial, p e m
tus ampos que eian llru b lc s y peim íllan o lio n ialcilal peisonal ( piem npiu lina .
usuales, material de sueltos. .euluuientn,i di orgullo, di Iclicnlad, eh ), el au
más p>iidtii tiv os
500 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

5. “No hay grupo, sólo personas” por “el proceso de grupo es importante en
el aprendizaje, ya sea que el jefe advierta esto o no” . El aprendizaje se veía muy
influido por las propiedades de grupo, como la cohesión, el ambiente, las nor­
mas, y el papel que desempeñaba en el grupo el miembro individual.
6. “Un elevado rendimiento requiere un riesgo elevado” por “el riesgo en Ios-
grupos de encuentro es considerable y no se relaciona con un resultado positivo” .
Los grupos que corrieron riesgos, los que produjeron muchos daños, al mismo
tiempo no produjeron individuos que aprendieran mucho. Los grupos productivos
eran seguros. El grupo que tiene un rendimiento elevado debido a que corre
muchos riesgos es, según nuestro estudio, un mito.
7. “Puede ser que ustedes no sepan ahora lo que han aprendido, pero cuando
lo comprendan. . . ” por “aprovecha ahora, no esperes para después” . A menudo
se cree que los individuos pueden ser conmovidos ( “descongelados” ) en la ex­
periencia de grupo, pero que más tarde, después de que termina el curso del
grupo, integrarán las experiencias que tuvieron en éste y se volverán más fuertes
que nunca. En nuestra investigación los individuos que habían tenido un resul­
tado negativo al terminar el grupo, no mostraron resultados positivos cuando los
estudiamos seis meses más tarde.

Similitudes en el desarrollo ideológico. Los campos del grupo de terapia y de


los grupos de encuentro tienen otra característica común: su reciente desarrollo
barroco, la diversidad exuberante de escuelas ideológicas y tecnológicas de
los jefes. (Recuérdese la lista de los nombres de los talleres con que empezamos
este capítulo.) El estudio sobre los grupos de encuentro de Lieberman, Ya-
lom y Miles nos ayudó a comprender el desarrollo examinando los métodos
con que los jefes normaron y evaluaron su conducta. Por ejemplo, considérese
el uso de los ejercicios estructurados. Cada jefe en el proyecto hizo algunas
intervenciones estructuradas; algunos en un grado muy elevado. Descubrimos
que cuanto más ejercicios usaba el jefe, los miembros de su grupo lo consi­
deraban más competente, eficaz y comprensivo. Además, los miembros de los
grupos que usaban muchos ejercicios se dedicaron a hacer proselitismo activo:
les pedían a otros que se unieran a los grupos de encuentro. Sin embargo, el re­
sultado a largo plazo de los miembros de estos grupos fue malo; cualquici
cambio que ocurrió parecía transitorio (probablemente debido a que los micm
bros no percibían que lo que sucedía en el grupo era producto de su propia
actividad). Sin embargo, los jefes de estos grupos no podían conocer el dele
rioro de los resultados; sólo conocían el entusiasmo de los miembros con sus
procedimientos.
Debemos hacer una generalización obvia acerca de las bases con las qtie el
jefe se evalúa. El jefe del grupo comúnmente se equivoca al eonsideiai igual,
la “ potencia” y la “ eficacia” . May un consenso general de que el guipo de .n
cuentro es “ potente” , porque casi invariablemente ofrece una esprín nein mi. n a,
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GKIII’OS Mil

cargada de emociones. Los miembros casi siempre se sienten afectados ,|, , n


bren que la experiencia del grupo de encuentro es conmovedora. (I). h ,. Im
ésta es una propiedad inherente al grupo de experiencias, y se requirn mi p n
particularmente inepto o que le guste interferir, para que esto no suceda ) \ni
embargo, com o hemos visto por los resultados de este experimento, |<ni< m< '
no significa eficaz; los grupos más “ potentes” (más intensos, más emoi n>iul. . 1
no eran necesariamente agentes vigorosos del cambio.
El jefe del grupo de encuentro con frecuencia cree que su grupo <•■. . lu i,
cuando no lo es, y aun cuando tenga éxito, a menudo le atribuye eqmvm ,
damente su éxito a otros factores. En general los jefes de grupo de em nenio•
(los que tienen éxito y los que no lo tienen) valúan demasiado m m .uhi
buciones directas; su repercusión inmediata en cada uno de los miemhio' d. I
grupo, sus técnicas especializadas, su habilidad para estimular, desaliai <>|.......
insights, para ayudar a los miembros a tener conciencia de sus seniimieiii"
a expresar sus emociones, a ponerse en contacto con sus cuerpos. Sin <iub m -
muchos factores psicosociales importantes influyen profundamente m l«. n ni
tados y a menudo funcionan sin que el jefe tenga conciencia di esto, i ..
jefes eficaces deben, en algún nivel, apreciar estas fuerzas y ponerlas al .. ........
de la terapia. Por ejemplo, considérese el papel que desempeña el miemhi...... .. i
grupo. Un papel en el que el miembro es muy activo c influyente y qui i I"
ojos de los otros miembros, muestra .una conducta de acuerdo con los \ d<<o «
del grupo que se correlaciona mucho con los resultados positivos, ( )lio pap< l - i
del disidente (com o lo define la sociometría), se correlaciona mucho *mi i-
resultados negativos: un miembro al que los otros consideran, aun al pim< ip>
del curso del grupo, que está “ fuera” del grupo, virtualmente no tiene opm hi
nidad de beneficiarse con éste y tiene muchas posibilidades de sul'rii dai'm- l I
¡efe con éxito aprecia estos factores y actúa de acuerdo con éstos: irliiei a ln
actividad de cada miembro y su participación en la creación de las uoimi
busca maneras de hacer volver al disidente al grupo, y desalienta el de ..u mil"
de chivos expiatorios y de una actitud muy crítica.
I ,as propiedades del grupo son igualmente relevantes. El jefe con éxito mi
sen que lo sepa o no, crea un grupo con una cohesión elevada, con un ainbá nh
umonioso y con un perfil de normas que favorece el desarrollo positivo t•i
•nulrol más bien lo ejercen los miembros y no el jefe, éste tiene limites di p in
1 1 dlmientos flexibles, de expresión, y se abstiene de hacer críticas, etc )

l’eio si los jefes confunden la potencia con la eficacia o si equivocadami un


li aliibuyen su éxito a otros lactoics, no es difícil comprendei pin qué ln
métodos de la jefatura en el guipo de encuclillo lian pasado tan lapidanu nn
i I i lase barroca que di si ubi al piilli ipio de este capitulo Y a que hay lici •sldad
di entienai a los Jcles de guipo, los ¡el'rs con éxito v bien dotados u menudo
. t itile* i ii Iiisl Hitos de adieslmmli uto, en los que, i un iiliu lia liecuem íll •ice
502 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

ñan las técnicas que aprecian, pero que sólo tienen las características de su
conducta idiosincrásica y que son irrelevantes para el proceso del cambio. El
jefe con éxito quizá no pueda transmitir sus apreciaciones intuitivas y el uso
de las fuerzas psicosociales potentes en el grupo. Por ello, surgen muchas escue­
las ideológicas basadas en la técnica que hacen énfasis en su singularidad y no
aprecian ni hacen énfasis en el grado en que los jefes con éxito usan estrategias
básicas similares en su trabajo.
Hay mucha yuxtaposición y muchas similitudes entre los grupos de encuentro
y los de terapia, pero no debemos cometer el error de creer que son iguales.
Creo que hay algunas diferencias fundamentales entre éstos.

Los G R U PO S D E T E R A P IA Y LOS GR U PO S D E E N C U E N T R O :
LA S D IF E R E N C IA S

Debo hacer unas cuantas definiciones antes de examinar estas diferencias. La


naturaleza del grupo de encuentro o del grupo de terapia depende de las metas
y de las técnicas del jefe. Ciertos jefes de grupos de encuentro y terapeutas, en
especial los que ejercen en ambos campos, pueden dirigir a sus grupos de un
modo tan similar que las diferencias entre los dos se borran; en cambio otros
actúan de una manera tan distinta que hasta un observador sin práctica puede
enumerar fácilmente las diferencias fundamentales. En otras palabras, las dife­
rencias en el campo del grupo T y del grupo de terapia pueden ser mayores
que las diferencias entre los dos campos. Segundo, hay diferencias extrínsecas
e intrínsecas. Las diferencias extrínsecas o de los procedimientos son intercam­
biables y surgen de las distintas costumbres, ambientes y tradiciones de los dos
campos, en los que se originaron los dos tipos de grupo, y no son índices valió
sos para comprender los principios básicos de los grupos. Las diferencias
intrínsecas, por otra parte, son esenciales y surgen de las diferencias vitales
en las metas y en la composición de los dos tipos de grupos. Sin embargo,
aun aquí debemos reconocer que hay una yuxtaposición; muchos jefes de grupos
de encuentro y terapeutas de grupo impugnarán las distinciones que haré.

Diferencias extrínsecas

El ambiente. El grupo de encuentro difiere del grupo de terapia en su (amano,


en su duración y en su ambiente físico. Por lo general consta de diez a dieciseis
miembros que pueden ser totalmente extraños o estar relacionados en el trabajo
No es raro que el grupo de encuentro se reúna como parle de un lahoialoiio
mayor de relaciones humanas de residentes que dura de- una a dos semanus
LA TERAPIA DE GRUPO Y I.OS NUEVOS GUUPO.N MI l

El grupo, en este ambiente, por lo general se reúne en sesione:, de do-, ,,,


horas, una o dos veces al día. Los miembros usualmentc pasan lodo , i *ii.i
juntos y el ambiente del grupo de encuentro se extiende a todas las m lividinl*
A menudo, la reunión de los grupos de encuentro, como la de los giup.. ,i,
terapia, se realiza en sesiones más breves espaciadas en un lapso mayor. Sin
embargo, casi siempre es corta la existencia del grupo de encuentro
A diferencia del espíritu del grupo de terapia, el del grupo de encuendo ( ,l,
informalidad y diversión. Con frecuencia el ambiente físico se parea* al de un ln
gar de esparcimiento, y le dan más importancia a buscar diversiones l.i M ,
oye más frecuentemente en el grupo de encuentro; a menudo el jelr puedt . mi
tar chistes para explicarles ciertos temas al grupo, y algunos jeles .11 ..........
claramente que consideran importante que los miembros del grupo pasen mi mi"
agradable. No sólo el grupo se divierte más en las reuniones, sino que li d, ,h,
más atención al papel que ocupa la diversión en las vidas de caria uno di |,,
miembros. Para los miembros del grupo de encuentro razonablemenl. ln. n
adaptados, la capacidad de jugar y de gozar del ocio que da la riqueza . un
tema de considerable importancia. Para el paciente psiquiátrico mas oiieiii.nl..
a la supervivencia, la diversión ocupa una posición menos crítica y m.r. I. Mn .
en la jerarquía de sus necesidades.

El papel del jefe. Por lo general hay una distancia mayor entre el p i, .i
miembro en el grupo de terapia que en el grupo de encuentro, lisio es i. uli
de la conducta del jefe y de las características de los miembros z \ mi q u , , i
miembro del grupo de encuentro puede, como ya hemos afirmado, vnlmu di m .
siado al jefe, por lo general tiende a verlo más realistamente que los p.u i. n
les psiquiátricos. Los miembros del grupo de encuentro, en parle debido ¡i u
mayor estima propia y también por su mayor oportunidad de rclncionar.e , ni.,
las reuniones con el jefe, lo perciben más parecido a ellos, excepto poi u
capacidad y por sus conocimientos superiores en un área especializada (han
parte del prestigio que tiene el jefe en el grupo lo obtiene por sus conliilnieiom
Mas tarde empieza a participar de una manera similar a los otros miembios, \
eon el tiempo llega a ser plenamente un miembro del grupo, pero su <apa. i
dad técnica continúa aplicándola y es apreciada.
Una parte de la tarea del jefe del grupo de encuentro no es sólo liasmiiii u
. unoeimientos, sino también sus habilidades; espera que los miembros del guipo
ipn udan métodos para diagnoslieni y resolvía los problemas inlerpeisoimli .
\ menudo explícitamente se comporta com o un maestro INu ejemplo puedi
•orno un agregado, cxplicai algún aspecto leoiieo y puede dai algunos e|i u i.u ,
d. guipo, verbales o no verbalcN, com o un experiincnlo para que lo cNtudh c|
. tupo No es taro que los miembros del guipo d. em lleulio busquen lenei tila
-i eouoi límenlo soble las i elaciones húmame, y posta ioi mentí volverá jc|»
504 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

ellos mismos. (A veces esto ha tenido repercusiones desafortunadas que produ­


cen excesos, ya que algunos miembros, sin las capacidades ni los conocimientos
necesarios, han considerado que una o dos experiencias como miembros de
un grupo bastan para entrenarlos y emprender una nueva carrera como jefes
de grupo.)
Los terapeutas de grupo son percibidos de una manera mucho más irreal por
los miembros de su grupo (véase el capítulo v i). En parte, la conducta mistifi­
cada y deliberadamente enigmática del terapeuta genera estas distorsiones.
Desempeña papeles de conducta enteramente distintos de los de los otros
miembros del grupo; rara vez es transparente o revela algo de sí mismo, y con
mucha frecuencia sólo muestra su aspecto profesional. Es raro el terapeuta
que establece relaciones sociales y más que tome café con los miembros del
grupo. Sin embango, en parte la distorsión está dentro de los pacientes y surge
de la esperanza de tener una figura omnisciente que intercederá en su favor.
No ven al terapeuta sólo como un individuo similar a ellos excepto que tiene una
habilidad profesional especializada; para bien o para mal le atribuyen la habi­
lidad arquetípica y los poderes del curandero. A menudo los miembros del
grupo y el terapeuta conspiran juntos para definir su papel: el jefe frecuente­
mente decide, por razones técnicas, ser percibido de manera irreal, y los miem­
bros del grupo, por razones de supervivencia, no permiten que surja su
personalidad real. A medida que el grupo avanza, el papel del terapeuta puede
cambiar tanto que se comporta más como un miembro, pero nunca se con­
vierte en un miembro pleno del grupo; casi nunca presenta sus problemas
personales al grupo; sus afirmaciones y sus actos continúan siendo percibidos
como poderosos y sabios sin importar su contenido. Además, al terapeuta no le
interesa enseñar habilidades a los miembros del grupo; rara vez un miembro
de terapia usa su experiencia en un grupo para iniciar una carrera como tera­
peuta de grupo.

Diferencias intrínsecas

Más allá del mal social común. La mayoría de las diferencias fundamentales
entre los grupos de encuentro y los de terapia se derivan de las diferencias de su
composición. Aunque puede haber una gran yuxtaposición, el grupo de encuen­
tro por lo general está compuesto de individuos que funcionan bien, que buscan
tener mayor capacidad y desarrollo; en cambio el grupo de terapia consla
de individuos que a menudo no pueden enfrentarse a las tensiones cotidiana',
menores sin intranquilidad; desean aliviar su angustia, su depresión o libera na­
de la infelicidad que les causa su existencia interpersonal o inlrapeisonal in:,a
tisfactoria. Al principio en este capítulo describí un mal social común que en un
grado mayor o menor afecta a todos los individuos. Sin embargo (este punto
L A T E R A P IA I H ( i U I H 'O '> I < >'. N MI \ ()% ( , l<11l’i )*• Mil

en general lo pasan por alto los jetes di- grupo de encuentro (|iie im ln n. n .ulu
tramiento clín ico), los pacientes psiquiátricos tienen, ademas un i <>n|inn<• d>
preocupaciones más crítico. La enfermedad social connín esta cutida, id.i en la
tela de su personalidad, pero no es sinónimo de su psicopalologia
Por ejemplo, considérese el concepto de alienación de si m ism o , ....... . I.
los resultados comunes del “ juego cultural” que describimos ante'. I a l<......... la
ción de Horney, para usar una de las varias teorías disponibles de la peí s on . di
dad, también postula una alienación del yo com o el problema pnneipal di
muchos individuos. (Ella define la neurosis com o “ la perturbación de mu .o .
relación con el yo y con los otros ”.) 40 Sin embargo, mientras que el ........pi­
de “ juego cultural” describe la alienación propia com o un fenómeno ............
que emana de usar poses en forma ritual en el mundo adulto, llorncv des. nb.
la alienación propia com o una maniobra defensiva que ocurre lem p iau o mi la
vida del individuo com o una reacción ante la angustia básica que smpe d. un .
grave carencia de armonía en la relación del hijo con los p a d re s | | bu-
confronta el problema de tratar a sus padres que están muy inmmsos mi su
propios conflictos neuróticos para concebirlo y tratarlo com o un m d i' u b i-
separado que tiene sus necesidades y potencialidades propias. C om o uu uu . .
nismo de supervivencia, el hijo dedica sus energías, que ordinal iamrni. dr.li
caria a la tarea de realizar su yo real, a la construcción y a la icali/m a-u
de un yo idealizado; el yo que el individuo cree debería llegar a sm p .u .i pod. .
sobrevivir. Horney entonces procede a delinear el desarrollo com plejo d. I indi
viduo en términos de la relación entre el yo ideal, su yo potencial y mi w o il
(la persona que él percibe que e s ); pero esta necesidad no nos míen sa uli.u.i
I,o importante es que esta división ocurre temprano en la vida <• inl¡uv< pi.'lmi
damente en todos los aspectos del desarrollo posterior. El individuo uib ubi
durante toda su vida modelarse según un yo idealizado (inalcanzable), di '..mu
lia un sistema de orgullo de gran alcance basado en características idealizad.
invalida las tendencias opuestas que tiene dentro y siente odio poi si un mu
cuando la discrepancia entre el yo idealizado y el real parece pai liculai mentí
gi imle, y crea una red profunda de demandas al medio ambiente y de drm.mdu
0 sli¡divas a sí mismo. A la luz de las amplias consecuencias de estos d e s m o l í lo
de la persona neurótica, parece que puede obtenerse muy poco b e n e f i c i o di un

guipo de encuentro breve, com o un grupo de doce horas (seis leiinioiu s di


dos horas) que se anunciaba en el periódico ,1' 1 y que se llamo "A lie v n .
n sei Kcal” , y que planeaba “ |. | enfrentarse a problemas tales com o cono
. . i la diferencia entre lo falso y lo verdadero en nosotros y en los demás | I
Volviendo al lema piim ¡pal, el hecho de que los pacientes y los no pai u nb
. otnpiiitan muchos inteieses comunes no debe oscmecei el hecho de qm lo
1•:11 lentes tienen, poi definición, una base adiciona! y mas pioftmdu pata u
iilleiuu ion y mii disloi la
506 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Orientación hacia el aprendizaje. Una de las tareas básicas del grupo de en­
cuentro (adquirir capacidades interpersonales) requiere un grado de habili­
dad interpersonal que la mayoría de los pacientes psiquiátricos no poseen. Los
jefes del grupo de encuentro generalmente hacen ciertos supuestos acerca de los
miembros del grupo; deben poder enviar y recibir comunicación de su propia
conducta y de la de los otros miembros con un mínimo de distorsión; deben, si
desean transmitir información exacta y ser sensibles a la retroalimentación,
tener un grado relativamente alto dé conciencia de sí mismos y de aceptación
propia. Además, los participantes deben desear el cambio interpersonal. Deben
ser bien intencionados y constructivos en sus relaciones con los otros miem­
bros, y deben creer que los otros tienen una actitud constructiva básica si
desean que haya un grupo cohesivo y que confíe mutuamente. Los miembros
deben desear, después de recibir retroalimentación, cuestionar sus creencias
antes muy apreciadas acerca de sí mismos (descongelarse) y deben desear
experimentar nuevas actitudes y conductas, que puedan reemplazar a sus modos
de conducta antiguos, que tenían menos éxito.
Los participantes deben transferir estos modos de conducta más allá de la
situación del grupo a situaciones interpersonales en su vida “ doméstica” . Tam­
bién es necesario generalizar el aprendizaje modificador, por ejemplo, Argy-
ris55 afirma:

[...] Si el individuo aprende a expresar sus sentimientos de ira o amor más since­
ramente, también puede desarrollar nuevas capacidades para tratar a los individuos
que se sienten amenazados con esta franqueza. Por ello, es importante para el
individuo aprender cómo expresar estos sentimientos de tal manera que reduzca
al mínimo las probabilidades de que su conducta haga que otra persona se vuelva
defensiva, y por consiguiente se establezca un medio ambiente potencialmentc
amenazador.

Estos requisitos previos intrapersonales e interpersonales que la mayoría de los


jefes del grupo de encuentro dan por sentados en los miembros de su grupo son
atributos que escasean mucho en los pacientes psiquiátricos, que por lo general
tienen bajos niveles de estima propia y de conciencia de sí mismos. La niela
del grupo de lograr una capacidad interpersonal creciente, a menudo es peí
cibida como incompatible con las metas personales de los miembros de ulivini
sus sufrimientos. Su reacción inicial ante los otros con frecuencia se basa en la
desconfianza y no en la confianza y, lo que es más importante, está muy deleiio
rada su capacidad para poner en duda sus sistemas de creencias y arriesga i si- a
ensayar nuevas formas de conducta. De hecho, la incapacidad de aprendía algo
de las nuevas experiencias es muy importante para el problema básico del n e n i o
tico. Ilustraremos esto con un ejemplo clásico: considérese el estudio le Anua
Freud sobre Patrick, un niño que rimante los bombardeos a I ondies en l'M i
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS MI /

quedó separado de sus padres y desarrolló una neurosis oosesivo-compuls¡v;i ln


el centro de evacuación permaneció solo en un rincón y murmuraba continua
mente: “ Mi madre vendrá y me pondrá mi abrigo y mis botas, me ccrnna mi
cremallera, me pondrá mi sombrero,” etc.56 En consecuencia, Patrick, a lili
rencia de los otros niños, no pudo aprovechar las oportunidades de aprcndi/a|r
en el centro. Permaneció aislado de los adultos y de los niños y no hizo olía,
relaciones que pudieran haberlo liberado de su temor y haberle permitido t on
tinuar creciendo y desarrollar sus habilidades sociales. La conducta compulsiv a
congelada le ofreció cierto solaz a Patrick al impedirle caer en el pánico, p< i->
redujo tanto sus energías que no pudo apreciar la situación y realizar mu mu
va acción adaptadora.
Las defensas neuróticas no sólo impiden ensayar y resolver el c o l i l l a
to principal, sino que también, característicamente, se generalizan e indio-n
una esfera cada vez más amplia del espacio vital del individuo. La gcncinli a
ción puede ocurrir directa o indirectamente. Puede operar de un modo di
recto, como en las neurosis traumáticas o de guerra en que l a situación
temida se vuelve cada vez más amplia. Por ejemplo, una fobia que se lmiii.il- >
a un tipo específico de vehículo, puede generalizarse hasta abarcai lod.r. ln
formas de transporte. Indirectamente el individuo sufre ya que, como le mu i du­
al pequeño Patrick, la inhibición le impide explorar su medio a m b i e n t e ............
interpersonal y desarrollar su potencial. En personas con estos padivimieni.-
se establece un círculo vicioso, ya que las técnicas interpersonales m.il .id.li­
tadas producen más angustia y hasta pueden impedir la formación de rcl.n i--m
satisfactorias.
Lo importante es que el individuo con defensas neuróticas se ve congelado
en una posición cerrada; no está abierto para aprender, y generalmente bus. a
su seguridad y no desarrollarse. Argyris55 expresa esto convenientemente cuando
distingue entre una “ orientación de supervivencia” y una “ orientación de cmn
petencia” . Cuanto más esté orientado un individuo a la competencia, sei.i ma
ireeptivo y flexible. Se convierte en un “ sistema abierto” , y en el iiien mi. i
pnsonal podrá usar su experiencia para desarrollar más su capacidad de mm|«
Inicia interpersonal. Por otra parte, un individuo puede sentirse mas míen .ulo
en protegerse para sobrevivir. Usando los mecanismos de defensa, se aleja
distorsiona o ataca al medio ambiente.

I'.nIo, a su vez, empieza a hacer que el individuo se vuelva más cerrado y ni eno
susceptible a las influencias, ( liando más cerrado se vuelve el individuo, sus
loaeciones de adaptación seiún más controladas poi -ai sistema inician l ' e m
ya que su sistema inician esta compuesto de muchos mecanismos -le delensa su
conducta no tendera a sci Itmeional o económica la conducta después puedt
vol vei sc compulsiva, lepctiliva estimulada mlci iiamcnlt \ es obvio que distila
- iuii.it II individuo se i >-i i vi *i i > >ii un ms Ii ma mas -cundo'
508 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

El individuo orientado a la supervivencia no da ni acepta una retroalimen-


tación exacta; si lo dejan que se valga de sus propios recursos generará tipos
de experiencia que fortalecerán su posición defensiva. Puede, por ejemplo,
mostrarse particularmente atento a la retroalimentación que confirma la racio­
nalidad de tener que estar cerrado. De un modo similar la retroalimentación
que da a los otros puede estar muy influida por su orientación a la superviven­
cia; puede sentirse más interesado en producir en los otros ciertas actitudes
ante él que en darles una retroalimentación exacta.
Los individuos no están totalmente abiertos ni cerrados; pueden estar cerrados
en algunas áreas específicas y abiertos en otras. Como hemos afirmado, tam­
poco todos los miembros del grupo de terapia están más cerrados que todos los
miembros del grupo de encuentro. Considérese durante un momento el amplio
campo y la diversidad de la terapia de grupo; por ejemplo, es posible que
los miembros ricos de un grupo analítico en Manhattan estén tan integrados
y sean tan congruentes como los miembros de un grupo de encuentro promedio.
El marbete de “ paciente” a menudo sólo es arbitrario, y es una consecuencia
de la petición de ayuda, y no de la necesidad de ayuda. (Es posible que después
de que el terapeuta ha calificado al individuo como paciente, él cumple una pro­
fecía autorrealizada: al esperar y reforzar sin querer la conducta de paciente él
produce una conducta cerrada y no abierta). Por lo general, el grupo de terapia
está compuesto de individuos con una orientación a la supervivencia y no com­
petitiva, y que no pueden con facilidad aprovechar las oportunidades de apren­
dizaje interpersonal del grupo. Los miembros del grupo de terapia no pueden
fácilmente seguir la sencilla regla del grupo de encuentro de estar abiertos,
ser sinceros y confiar ya que experimentan profundos sentimientos de sospecha,
temor, desconfianza, ira, odio a sí mismos. Debe realizarse una gran cantidad
de análisis para superar estos casos de mala adaptación interpersonal para qui­
los pacientes puedan empezar a participar constructivamente en un grupo. Je
rome Frank se aproximó mucho a la esencia de esta cuestión cuando dijo: “ los
grupos de terapia están tan interesados en ayudar a los pacientes a olvida i
sus viejos patrones como en ayudarlos a aprender otros nuevos” .57 Según esto,
en los grupos de terapia la tarea de adquirir una capacidad de competencia
interpersonal va acompañada (y a veces se queda muy atrás) de la tarea de
eliminaf las defensas mal adaptadas.

Las diferencias antes y después. Hay dos diferencias intrínsecas entre los gm
pos de terapia y los grupos T, que emanan de la composición y de las meta',
del grupo. Primero, los miembros del grupo de terapia tienen una disposición
muy diferente para aprender. Segundo, aunque comparten muchos .r.|>« i i. •.
de un mal social común con los miembros del grupo de encuclillo, licúen dil>
rencias muy personales que sólo se explican basándose en la lie.lona del piupi<>
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

desarrollo. Cada miembro debe ser ayudado a comprender la forma, la ii nicio


nalidad y las implicaciones de su conducía mal adaptada. Este tipo de expío
ración sólo puede realizarse después de que se ha formado un grupo .... .
cohesivo que confía mutuamente, con normas terapéuticas muy elevadas I n
cierto sentido, este trabajo empieza en el momento en que muchos p,i tipo-
de encuentro terminan. La mejoría de la sensibilidad interpersonal y la comtmi
cación que puede ser la meta del grupo de encuentro, es un medio paia un
fin del grupo de terapia intensivo. Frank, aunque reconoció que hacía tierna
siado énfasis en este punto con el fin de explicarlo, advirtió: “ El grupo tic In.i
pia alcanza su utilidad máxima en el momento en que el grupo T cesa di
ser útil.” 57
El grupo de terapia difiere del grupo de encuentro al principio y al final
Difiere al principio porque empieza más penosa y laboriosamente. Los ........
bros del grupo de encuentro pueden empezar el curso de un grupo con tu pt
daciones; se enfrentan a una situación desconocida en la que les pedirán que -n
expongan y que corran riesgos. Sin embargo, en general están respaldado , p.n
una estima propia relativamente elevada y una reserva de éxito profesional -
interpersonal. Los pacientes psiquiátricos, por otra parte, empiezan un pu p o
de terapia con miedo y sospechas. Revelar algo de sí mismo es inl'iuilann un
más amenazador en vista de que se cree en la propia insignificancia y maldad
básicas. El ritmo es más lento; el grupo debe enfrentarse a un problema mi. i
personal penoso una y otra vez. El grupo de encuentro, después de iodo i
menudo no tiene que enfrentarse al problema de un paciente paranoide lia
cundo, o a un deprimido con tendencias suicidas, o a un paciente negadm qii<
le atribuye todos los problemas de su vida a su cónyuge, o a un individuo
frágil al borde de la esquizofrenia, o a los miembros que se desalientan con
tanta facilidad que en forma constante amenazan con dejar al grupo. I I inu
peuta, a diferencia del entrenador, continuamente debe moderar la cantidad
de confrontación, de revelación de sí mismo y la tensión que el guipo puedt
tolerar.
I I grupo de terapia difiere más tarde por tener un momento de lernumuíón
diferente para cada uno de sus miembros. A diferencia del grupo de encuclillo,
que invariablemente termina como una unidad, y por lo general en un mu
lucillo determinado de antemano, el grupo de terapia continua hasta qiit t tillo
miembro alcanza su meta. I>e hecho, como I'Yank señalo, una razón de qiu el
j tupo de terapia sea tan amcna/adoi es que su tarea ( “ una amplia modilicm Ion
I» i'lonnl” ) apenas tiene limites, y además, no hay icsliiccioncs a lo qui se
l'iirdi y quiza se dehe exnmmai h7 Con lieeuencia m i un grupo de ent ilen
l i o es Nulificóle que csli iceouo/cn V Mtipeie cierla mea di problemas, no
nenie lo mismo en el guipo d. leiapla, en el qu< las meas problemáticas déla u
- p l o i n i se piofuiidumeule ptoa toda uno di' los mleiuluoh que parla Ipa
510 LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS

Por ejemplo, en un grupo de encuentro (en su sesión decimosegunda) de


profesionales de la salud mental, que una vez dirigí, los miembros (que tam­
bién eran mis alumnos) tuvieron grandes dificultades para relacionarse con­
migo. Se sintieron amenazados e inhibidos por mí, rivalizaban por obtener
mi atención, me dirigían preponderantemente sus comentarios, valuaban dema­
siado la sabiduría de mis observaciones, y abrigaban esperanzas irreales en mí.
Reaccioné ante este problema ayudando a los miembros del grupo a reconocer
su conducta, distorsiones y esperanzas irreales. Después les ayudé a apreciar los
efectos de sus actitudes irreales y dependientes ante mí en el curso del grupo,
y les señalé las implicaciones de este fenómeno en su futuro papel como tera­
peutas de grupo. Luego, discutimos algunos de los sentimientos de los miembros
hacia los miembros más dependientes del grupo: por ejemplo, qué sentían
cuando alguien evidentemente les hablaba, pero al mismo tiempo fijaba su
mirada en el jefe. Después de que se realizaron estas tareas, creí que era impor­
tante que el grupo superara este obstáculo y procedí a enfocar otras facetas
de la experiencia del grupo, porque era muy evidente que el grupo podía
dedicar todas sus sesiones restantes a intentar resolver plenamente su lucha
con el problema de la jefatura y la autoridad. Le ayudé al grupo a enfocar su
atención en otros problemas vigentes, pero que no se habían tratado; por ejem­
plo, su sentimiento hacia tres miembros silenciosos y que aparentemente no
participaban, la jerarquía del dominio en el grupo, y el problema general de la
competencia y la capacidad entre los miembros, que es un espectro que siempre
aparece en los grupos de encuentro de profesionales de la salud mental.
En un grupo de terapia el jefe debe enfocar el mismo problema de un modo
diferente teniendo distintos objetivos en mente. Debe alentar a los pacientes en
especial perturbados en esta área a discutir con profundidad sus sentimientos
y fantasías hacia él. Más bien que considerar las maneras para ayudar al grupo
a avanzar, debe ayudarlo a enfocar este problema para que cada miembro pue
da comprender su conducta abierta hacia él, y también su conducta evitada y los
efectos adversos e imaginarios de esta conducta. Aunque debe, con cierta canil
dad de transparencia, ayudarles a los miembros en su prueba de la realidad, debe
intentar buscar el tiempo oportuno para esta conducta para permitir la forma
ción y la exploración plena de sus sentimientos hacia él. (Véase el capítulo vi,
donde aparece un detallado examen de este problema.) La meta de acelcrai las
otras facetas de la dinámica del grupo es, desde luego, irrelevante pata el
grupo de terapia; la única razón para cambiar el enfoque del grupo es que
el problema vigente ya no es el mas fértil para el trabajo terapéutico: el guipo
ya ha examinado lo más posible estas áreas o algún otro problema mas ingenie
ha surgido en él.
E n resumen, la diferencia intrínseca básica entre los grupos de encuclillo v
los grupos de terapia surge de la diferencia de la composición (y poi eolia
LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS II I

guíente de las metas) de los grupos. Por regla general, los pacientes psi(|m¡i
tríeos tienen distintas metas, relaciones interpersonales e intrapersonales m.r
profundamente perturbadas, y una orientación diferente (cerrada, basada en la
supervivencia) para el aprendizaje. Estos factores producen varios pioiv,..-,
y procedimientos diferentes en las primeras etapas y en las últimas del anali-a
del grupo.

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34 L. Horwitz, “Training Groups for Psychiatric Residents” , Int. J. Group Psychother.,
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35 L. Horwitz, “Transference in Training Groups and Therapy Groups” , Int. J. Group
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36 S. Kaplan, “Therapy Groups and Training Groups: Similarities and Differences",
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37 R. Morton, “The Patient Training Laboratory: An Adaptation of the Instrumental
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38 I. Hendrick, “ Instinct and the Ego During Infancy” , Psychoanal. Quart. 11: 33 SK,
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39 D. E. Berlyne, “The Present Status of Research on Exploratory and Relatcd lie
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40 K. Horney, Neurosis and Human Growth: The Struggle Toward Self-Realization
(Nueva York: W. W. Norton, 1950).
41 R. White, “ Motivation Reconsidered” , Psychol. Rev., 66: 297-333, 1959.
42 H. Hartmann, “ Notes on the Psychoanalytic Theory of the Ego” , Psychoanal
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43 A. Angyal, Foundations for a Science of Personality (Nueva York: Commonwr■<lil■
Fund, 1941).
44 K. Goldstein, Human Nature in Light of Psychopathology (Cambridge, Mav.
Harvard University Press, 1940).
45 G.V. Coelho, D. A. Hamburg y J. E. Adams (eds.), Coping and Adaglatltni (Mu. v>•
York: Basic Books, 1974).
46 D. Bunker, “The Effect of Laboratory l'ducalion IJpoti Individual Itelwivuu . ..
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47 A Stanton y M. S. Nchwml/, The Mental Hospital (Nueva Yml llaiii Ibn.l
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LA TERAPIA DE GRUPO Y LOS NUEVOS GRUPOS U 1

48 C. Rogers, comunicación personal, 1967.


48 J. D. Rockefeller, “In Praise of Young Revolutionaries” , Saturday Review of I iin
ature, 51: 18-20, 1968.
50 D. Wilber, Palo Alto Times, 24 de octubre de 1968.
51 N. Kazantzakis, The Odyssey: A Modern Sequel (Nueva York: Simón and ScImimi ■
1958), Libro Primero, I, 135-145, p. 6. © 1958, Simón & Schuster, Inc.
52 I. Sarnoff, Society with Tears (Nueva York: Citadel Press, 1966), p. 17.
53 L. Mumford, The Myth of the Machine: Techniques and Human Devclofnnt m
(Nueva York: Harcourt, Brace and World, 1967).
54 Palo Alto Times, 12 de octubre de 1968.
55 C. Argyris, “Conditions for Competence Acquisition and Therapy” , J. Appl. li.linv
Sci., 4: 147-179, 1968.
56 A. Freud y D. Burlingham, War and Children (Nueva York: Medical Wai H«*•••
1943), pp. 99-104.
57 J. Frank, “Training and Therapy” , en L. P. Bradford, J. R. Gibb, y K. O Hrmn
(comps.), T-Croup Theory and Laboratory Method; Innovation in Educntion ( Nu< vn
York: John Wiley and Sons, 1964).
XV. EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA
DE GRUPO

E l adiestramiento del terapeuta de grupo es un problema especial de nuestra

época: no sólo la práctica creciente de la terapia de grupo ha producido una


necesidad mayor de clínicos de grupo, sino que, como hemos visto en el
capítulo xiv, el movimiento en este campo ha producido una considerable falta
de claridad en los procedimientos de adiestramiento eficaces.
En este capítulo presentaré mis opiniones sobre el adiestramiento de la terapia
de grupo, no m lo mediante recomendaciones específicas para un plan de
estudios de adiestra dentó, sino también en la forma de consideracoines genera­
les relativas a la filosofía subyacente del adiestramiento. El enfoque a la terapia
descrito en este libro se basa en la experiencia clínica y en una evaluación de
las principales pruebas de investigación disponibles. En forma similar, en el
proceso de la educación, « na orientación hacia la investigación y la clínica
están estrechamente interrelía onadas: adquirir una actitud de investigación o de
escrutinio ante el propio tr. a y ante el trabajo de los otros es necesario
en el desarrollo de un erapev maduro.
la salud mental se basa i en ei modelo de la terapia individual, y no ofrecen en-
La mayoría de los programas de adiestramiento para los profesionales de
trenamiento de terapia c e grupo o la presentan como una parte optativa del pro­
grama. De hecho, no es raro que los estudiantes reciban una supervisión de
terapia individual int isa y excelente, y luego, al principio de su programa,
les pidan que dirijan grupos de terapia sin una guía especializada. Los di­
rectores del programa aparentemente esperan que el estudiante pueda, de alguna
manera, traducir su adiestramiento de terapia individual en una habilidad de
terapia de grupo.
Por fortuna muchos educadores han reconocido la tontería de este enfoque,
y los programas de adiestramiento de salud mental aprecian cada vez más la
necesidad de que haya un programa bien organizado de adiestramiento de grupo.
Lentamente, muy lentamente, hemos llegado a reconocer que la psicoterapia
individual no basta para satisfacer las críticas y presionantes necesidades de
salud mental que hay en este país. Es muy claro que, a medida que el tiempo
pase, utilizaremos cada vez más el enfoque de grupo, y creo que cualqiiin
programa de adiestramiento psicotcrapéutico que no reconozca esto, y que no
espere plenamente que los estudiantes sean tan eficaces en la terapia de grupo
como en la terapia individual, no cumple su responsabilidad en este campo
La siguiente sección no pretende sei una guía completa pina un pioginm n de
%)A
E L A D I E S T R A M I E N T O l »I I 11 KA111 111.\ i »i U N l l l ' o i

adiestramiento de psicoterapia de grupo; pe ro examina l«>. i u.iim ( un ipali i


componentes que considero esenciales para un progi.una di .uln .o unn m..
amplio. Creo que el alumno que estudia para terapeuta de grupo *.c beiuli. m i i
observando el trabajo de los terapeutas de grupo con experiencia, ’ ) con mu
supervisión clínica estrecha de sus primeros grupos; 3) con una i . ..........
personal de grupo; 4) con una psicoterapia personal (o exploración di
mismo).

, O bservación de los clínicos con e x p e r ie n c ia


*
Los aiemros que estudian para terapeutas obtienen enormes beneficios oh . i
vando el trabajo de un terapeuta de grupo experimentado. Al p rin c ip io !•>
clínicos se sienten considerablemente intranquilos ante la idea de sci oh ,. i\ id.
pero después de que ha empezado el proceso no sólo se vuelve tiaii(|iuli/ ni...
sino satisfactorio para todos los que intervienen: los estudiantes, los i n a p . ..
las y los miembros del grupo.
La forma de observación depende, desde luego, de las circunstancias Ihn .
Yo prefiero usar un espejo falso, pero si los horarios de los estudiani. m> i
permiten estar presentes en el grupo, la reunión puede lomarse en un r/</.
v exhibirse en un seminario con el terapeuta. Este procedimiento, de s di h.- .
irquiere que el terapeuta dedique mucho tiempo y tiene inconvenicni. p... . r
miembros debido a la presencia de la cámara de televisión. Si solo Im .....
o dos observadores pueden sentarse en la habitación del grupo sin di n . . i •
demasiado; pero sugiera que aquéllos permanezcan fuera del círculo d« I gnu
Sin importar cómo se haga, los miembros del grupo deben sei plenaim im
Informados sobre la presencia de los observadores y la finalidad de la oh . i
v.u ion. líe encontrado que las reflexiones y la rctroalimcntncion de los oh . . .
dores, sin importar su nivel de experiencia, me son personalmente mil.
hunbién para el funcionamiento del grupo. Les informo a los miembro1. .1.1
. ñipo estos hechos con la esperanza de que lleguen a considerar que la oh', i
nú ion es benéfica para ellos y también para los pacientes desconocido*., a los
que los estudiantes observadores tratarán en el futuro.
I I tiempo que los estudiantes observan a un grupo, por desgracia, en gen. tul
I., determina la rotación del servicio y del adiestramiento. Si el propia...... .
i.a (ante flexible, yo sugiero que la observación continúe poi lo menos dinani.
.natío meses, lo que poi lo general es un lapso suficiente paia que ocunaii
nublos en el desanudo drl grupo, en los patrones Inlei'iiccionalcs y cu el di
oí tollo Inli apersonal percibido lina forma que lio usado salislaetoi ianii ni.
que mi', alumnos obscivcn a un guipo que se rcimc dos veces a la semana
‘«I I.., horaiios les impiden leaslu a mas di lilla leumóll semanal, cscilbo lili
, aína n detallado di i ada una d< i lla, y se Ins dislilbliyo a mis alumno', anh
516 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

de la siguiente reunión. De esta manera pueden seguirle los pasos a un grupo


que tiene dos sesiones semanales, lo cual da una mayor oportunidad de observar
los progresos.
Una discusión posterior a la reunión es una necesidad de adiestramiento
absoluta, y el mejor momento para que el jefe del grupo se reúna con sus
alumnos observadores es inmediatamente después de la reunión del grupo.
Prefiero reunirme durante unos treinta minutos y usar este tiempo de varias
maneras: para oír las observaciones de los estudiantes, para contestar preguntas
acerca de las razones subyacentes de mis intervenciones, para compartir con
ellos mis sentimientos hacia el grupo. Son necesarias algunas sesiones didácticas
básicas, pero creo que gran parte del material fundamental que presento en este
libro puede examinarse con los estudiantes relacionándolo con el material clínico
relevante que surge en el transcurso de varios meses de un grupo en obser­
vación.
La relación entre los observadores y el terapeuta del grupo es importante;
hay ocasiones en que una cantidad extraordinaria de crítica ( “ ¿por qué no
hizo usted esto. ..? ” ) le causa intranquilidad al terapeuta y le impide ser eficaz.
Desde luego, algunas veces he dirigido discusiones posteriores al grupo en las que
se enfoca más el proceso del grupo observador que el del grupo de terapia.
No es raro que los observadores se quejen de aburrimiento y que el terapeuta
sienta presión para aumentar el cociente de amenidad del grupo. Según mi
experiencia, por lo general, el aburrimiento es inversamente proporcional a
la experiencia; a medida que los alumnos obtienen experiencia y conocimientos,
llegan a apreciar, en mayor grado, las muchas capas sutiles subyacentes que hay
en cada transacción.

La s u p e r v is ió n

Una experiencia clínica supervisada es un sine qua non en la educación del


terapeuta de grupo. En este libro se hace un enfoque general de la terapia,
delineando amplios principios de técnica y, en especial, cuando se examinan
las etapas preliminares y las últimas de la terapia, se sugieren algunas táctica',
específicas. Pero el complejo proceso del análisis que comprende el cuerpo
principal de la terapia no puede ser descrito totalmente en un texto; surge un
número infinito de situaciones, y cada una puede requerir un enfoque r i c o ,
imaginativo. Precisamente en estos puntos el supervisor hace una conlubu
ción valiosa y única a la educación del terapeuta estudiante.
El primer grupo del terapeuta principiante es una experiencia muy a m e n a / . i
dora; sin un clínico experimentado como guía, el alumno puede sentir.e i.m
ansioso que no puede aprender; y buscará la seguridad de un enfoque cllni
co muy estructurado. Mis colegas y yo1 una vez estudiamos a d o r e Individuos n o
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO .1 1 7

profesionales que dirigían grupos en un hospital psiquiátrico. La mitad de- lo


jefes recibieron una supervisión constante y también un curso de adiestramiento
intenso para jefes de grupos; los otros no recibieron ninguna enseñaza. Alguno*,
observadores neutrales calificaron a los terapeutas al principio de sus grupo:., v
seis meses más tarde. Los resultados indicaron que no sólo los terapeutas adir
trados mejoraron, sino que los terapeutas sin adiestramiento, al final de los ser.
meses, eran menos hábiles que al principio. La experiencia sola, en apnriem ia,
no basta. Sin una supervisión y evaluación constantes, los errores originales
pueden verse reforzados por la simple repetición.
La supervisión de la terapia de grupo en muchos aspectos es más difícil qu.
la supervisión de la terapia individual. Memorizar el reparto de los personaje*,
es, en sí, una tarea formidable. Además, hay tal abundancia de datos q u e . I
estudiante y el supervisor a menudo deben ser muy selectivos en sus enfoqui *.
liaré unas cuantas recomendaciones prácticas. Una hora de supervisión poi
sesión de terapia de grupo es, según mi experiencia, una proporción óptima
Ll supervisor debe observar al grupo periódicamente no sólo para conocei muy
bien a los miembros, sino también para observar el ambiente real del guipo
Los videotapes pueden servir con este fin; y también las audiocintas, uuin|ui
.on menos satisfactorias. Es conveniente realizar la sesión de supervisión i.m
pronto como sea posible después de la sesión del grupo, de preferencia al din
iguiente. Una forma excelente, si los.horarios lo permiten, es observai lo*, nhi
mos treinta minutos de cada reunión, y realizar la sesión de supervisión mm<
dialamente después. Si transcurre mucho tiempo entre la sesión de guipo y 11
de supervisión, los sucesos de la reunión se olvidan y los estudiantes deben
lomar notas después de la sesión para fijar sus recuerdos. Cada tern|>euiu
tiene su propio estilo para tomar notas. Y o prefiero registrar los temas pina i
pales (generalmente de 1 a 3) de cada sesión, la transición entre los temas, la
contribución de cada miembro a la reunión, las intervenciones del terapeuta
v sus sentimientos hacia el conjunto de la reunión y hacia cada uno di I"*,
miembros.
Una sesión de grupo de noventa minutos ofrece mucho material. Si los eslu
.liantes hacen una narración de la reunión, examinan las contribuciones ve iba
It y no verbales de cada paciente y también su propia participación, y explotan
pioliuulaincntc sus sentimientos reales y la conlralransfcrcncia hacia cada uno
>1. los miembros y hacia su coterapeula, debe habei material impoilanle di
•tina para ocupar el tiempo do la supervisión. Si no es así, si los esludianlt
i. oi m con lapide/, el material, y si el supervisoi se descubre buscando mnneia.
i, , i 1 1 1 1 1 , r;t.i sucediendo algo muy giavr en el pioeeso de la supervisión I u
t i ot asIoneN el supeivisot debe obsoivai su iclueión con los estudiante
I., alumnos se mueslian ali m loso s ’ , I >< anuí nulos? ¿Trinen mustiara ante
m upetvnoi? ¿Son . aulelo,o*, poi lelllOl a la it usina di I suptivi .oi o temen
518 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

ser controlados y que les haga presiones para que manejen al grupo de una
manera ajena a ellos?
La sesión de supervisión es un microcosmo igual que el grupo de terapia, y
el supervisor debe poder obtener mucha información sobre la conducta del
terapeuta en su grupo de terapia observando su conducta en la supervisión. Si
los alumnos en equipos de coterapia dirigen grupos (por las razones expresadas
en el capítulo xm, yo recomendaría esta forma para los terapeutas principian­
tes), un enfoque del proceso en la supervisión es en particular útil. ¿Los cotera-
peutas se muestran abiertos y confían mutuamente y en su supervisor? ¿Quién
informa de los sucesos de la reunión? ¿Quién posterga a quién? ¿El supervisor se
siente asombrado por los dos puntos de vista muy diferentes que tienen los
coterapeutas sobre el grupo? ¿Hay una gran competencia por atraer su atención?
¿Hay un sentimiento de gran tensión en la sesión de supervisión? La relación
entre los coterapeutas tiene una importancia crucial para el grupo de terapia
y, con frecuencia, el supervisor puede ser muy eficaz si observa esta relación.
Por ejemplo, recientemente supervisé a dos residentes cuya relación personal era
tensa. En la sesión de supervisión, cada uno se esforzaba por atraer mi
atención; la hora de terapia era arrítmica; ninguno seguía la dirección del otro,
sino que cada uno exponía diferente material, o el mismo material desde un
aspecto totalmente distinto. La supervisión era un microcosmo del grupo, ya que
en las sesiones de terapia ellos competían intensamente entre sí por hacer
interpretaciones brillantes y por atraer a los pacientes a sus respectivos “ equi­
pos” . Ellos no complementaban el trabajo del compañero siguiendo el tema que
el otro había expuesto; en vez de esto, cada uno guardaba silencio, esperaba la
oportunidad para formular preguntas diferentes. El grupo, desde luego, pagaba
un precio elevado por la mala relación de trabajo de los terapeutas; no se
realizaba un buen trabajo, había mucha inasistencia, y la desmoralización
era evidente. En este caso la supervisión se enfocó casi enteramente a la relación
de los coterapeutas y se ocupó de muchas características de la terapia diádica.
Por ejemplo, uno de los jefes contó el siguiente sueño:

Yo organicé un grupo de pacientes, pero creía que había hecho una mala selcc
ción. Jack y yo tratábamos de dirigir al grupo, pero los pacientes estaban cierna
siado distraídos y sólo se dedicaban a hacer ruido. Finalmente, con frustración,
yo brinqué al centro del grupo y le grité una interpretación a Jack, que él no
pudo oír. Me desperté con un sentimiento de gran frustración.

La supervisión influía en su deseo competitivo de impresiona! al supervi


sor. Uno de ellos acaba de ser transferido de una residencia a olía y senda
una fuerte presión por mostrar su capacidad. I I olio acia que habla eomclido
un gran error al aceptar a ciegas a un coteiapeuta. y se senda ahupado « •i
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO M'i

la relación. Pensaban disolver el equipo, pero posteriormente decidieron qm


había pocas oportunidades de persuadir a los pacientes para que analizaran mi
relaciones si los terapeutas se negaban a hacer lo mismo. Si en la relación
de los coterapeutas hay problemas, es muy recomendable un enfoque d. mi
pervisión. No sólo el supervisor facilita la terapia al mejorar la relación cuín- lu
jefes, sino que también modela eficazmente un enfoque del proceso para resol' m
los problemas de relaciones humanas.
En el trabajo continuo de supervisión es obviamente importante que el mijh i
visor analice la conducta del terapeuta estudiante en el grupo. ¿Sus intervem i
nes, verbales y no verbales, son congruentes con sus sentimientos y contiilmv n
a establecer el tipo de normas de grupo que él considera útiles para este ’ Al
mismo tiempo el supervisor debe evitar que el estudiante sea tan con-a-ieni.
de sí mismo que ahogue su espontaneidad. Los grupos no son tan liag.il"-. <|ii>
una sola afirmación influya notablemente en su dirección; lo que cucnla <-. d
Geslalt total del terapeuta. Todo supervisor, a veces, le dice al estudiante -upi i
visado lo que debería haber dicho en algún momento determinado en el p.iu|»■■
Esta es una parte útil y quizá esencial del proceso de modelado. Sin cml'nip.
muchos estudiantes terapeutas se sienten inclinados a repetir los comciii,ui<>-
(leí supervisor en un momento inadecuado en la siguiente reunión del p.i u|>•» l ■
■••.•urente sesión de supervisión generalmente empieza con las pal.ibi.i-. II" • lo
i|i ■ usted me dijo, p e ro .. .” Por ello, cuando, a veces, le digo i un i.*,tu»li*mi*
lo que deberá haber dicho, acompaño mis comentarios con rna advci........
i q cmfiea: “ N o digas esto en la siguiente reunión. . .”
Muchos profesores, con buenos resultados, han convertido Ja lima di M i p » »
.ÍMÓn en un seminario continuo para varios estudiantes terapeutas l os )• !•
d'* grupo por turno presentan a sus grupos a toda la clase. Ya que • n« « •
ala tiempo para asimila* los datos de todos los miembros del guipo, pi« .......
"iie un grupo sea presentado durante cuatro o seis semanas antes de canil mu >
iiro. Así pueden analizarse en un año tres o cuatro grupos.

U na exim io ncia de grupo para estudian es

l n ex p e rie n cia de g ru p o p is mal l n llegado a aceptarse a m p liam e n te cm iio umi


p iu le mtcg.iml de. un p r o g r i i 1 1 el" a d ie slram ien to . Poi ejem p lo. "I cornil" di en
dllos di la A so e ia e io n d I a e o le ia p ia de C l n ip o N o r le a n u s lu a n a I" » xlge 'd
i •1 1 1 «11 a 1 1 1<* un 11 ii 11 i 1 1 1 <> h - c illa horas c o m o participante en un g u ip o I la
• i" i leía m puede ofo 11 i nim líos tipos de n p ie m li/n jc <|iie no e u . l e n i u
o lla pml> l'l i ’.lu ilin m e pti d a p ie n d e i ,i un nivel em o cion a lo qu uid
qtil/it -tolo -.aluii inlelcc mi im ni peít ||n- i | poilei d r l grupo, ai pode i d- daiu u
o di cuno, tipo lulc qui |u p i | i míe es -ni aceptado poi el g u ip o aph míe
520 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

lo que realmente implica revelar algo de sí mismo, qué difícil es revelar el pro­
pio mundo secreto, las propias fantasías, los propios sentimientos de vulnerabi­
lidad, hostilidad y ternura; aprecia sus propias fuerzas y también sus debilidades;
aprende acerca de su papel preferido en el grupo; y quizá, lo más asombroso
de todo, aprende acerca del papel del jefe a medida que advierte su dependencia
y su evaluación irreal del poder y de los conocimientos del jefe.

¿Qué tipo de grupo?

Algunos programas, por ejemplo, el del Instituto Británico de Análisis de Grupo,


exigen que los candidatos participen como pacientes en un grupo de terapia
para pacientes no hospitalizados dirigido por un clínico veterano, y compuesto,
además de uno o dos estudiantes, de personas no profesionales que buscan
la terapia. Otras instituciones, la mía incluso, ofrecen un grupo T compuesto
por todos los estudiantes del programa. Algunos programas ofrecen un grupo
breve que dura aproximadamente doce sesiones. Y o prefiero continuar el
grupo de uno a tres años que dura el programa de adiestramiento. Algunos
programas combinan estos enfoques: ofrecen un grupo T breve de adiestra­
miento, y, además, les recomiendan a sus estudiantes que empiecen una terapia
en otro grupo.
He dirigido grupos de internos de psicología y residentes psiquiátricos desde
1961 y, sin excepción, he advertido que esta técnica de enseñanza es muy va­
liosa. Desde luego, muchos estudiantes, cuando revisan sus programas de adics
tramiento, han calificado al grupo T como la experiencia más valiosa en sus
planes de estudios. Una experiencia de grupo con los propios compañeros
es muy recomendable; no sólo hace que los miembros obtengan los beneficios
de una experiencia de grupo, sino que si el grupo es dirigido adecuadamente,
facilitará tanto la relación y la comunicación en la clase de adiestramiento que
toda la experiencia de adiestramiento se verá enriquecida. Los estudiantes
aprenden mucho de sus compañeros, y cualquier esfuerzo que active este proceso
aumenta el valor del programa.
¿Una experiencia de grupo tiene desventajas y también ventajas? En el pa
sado, a menudo se oían graves advertencias sobre los posibles efectos destine
tivos que tenían los grupos de experiencias en los profesores o los estudiantes
Creo que esto se basaba en premisas irracionales; por ejemplo, que e n o i m c s
cantidades de hostilidad destructiva se producirían después de (pie el guipo
abriera las compuertas de la represión, o que los grupos constituían una in v a
sión enorme a la intimidad, ya que por la fuerza les serian arrancadas ennb
siones a todos los estudiantes desventurados. Ahora sabemos que los g i u p o s
dirigidos responsablemente facilitan la comunicación y la lelacion dt t i a b a j o
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO v i

constructiva. Desde luego, hay tantas pruebas de que una mala relación enlo
el personal produce un mal resultado de terapia que el director de un progia
ma que continúa actuando como si la comunicación franca fuera destruel ivn,
según creo, necesita considerar con gran profundidad las fuentes de su con
vicción.

¿Los grupos deben ser voluntarios en un programa de iadiestramiento?

Un grupo de experiencias es más eficaz si los alumnos participan voluntada


mente, y si los miembros consideran al grupo no sólo un ejercicio de adu-s
tramiento, sino una oportunidad para obtener un desarrollo personal. Desdi
luego, prefiero que los estudiantes empiecen un grupo expresando lo qui
desean obtener de la experiencia personal y profesionalmente. Con este fin i
importante que el grupo sea introducido y descrito a los estudiantes de u l
manera que consideren que está de acuerdo con sus metas profesionales \
personales. Y o prefiero enmarcar al grupo dentro de la carrera de a d i e s h i
miento de los estudiantes pidiéndoles que se proyecten a sí mismos en el campo
deI futuro. Después de todo, es muy probable que los profesionales de la s a l í n I
mental empleen una cantidad creciente de su tiempo en los grupos, c o m o |. h
de grupo de terapia y como miembros y jefes de equipos de tratamiento, pu ■
ser eficaces en su papel, los clínicos del futuro sencillamente tendían «|it< i
bcr cómo manejar a los grupos. El estudiante tendrá que apremln mino
funcionan los grupos, y tendrá que saber, en el sentido más profundo po.ihlt
cómo funciona él en los grupos.
Después de que un grupo de experiencias se vuelve una parte regulai ilrl
programa de adiestramiento, y después de que los profesores confían en tpn
. I grupo es un auxiliar valioso del adiestramiento, no es muy difícil ‘Yonvm
. *i ” de esto a los estudiantes que ingresan. De hecho mi experiencia en vium
piogramas de adiestramiento es que los estudiatnes no sólo buscan al guipo
mu mucho interés, sino que sienten una fuerte desilusión, y hasta indignación,
i por algún motivo no pueden aprovechar la oportunidad de tenei una i ipi
i leticia de grupo. Si un estudiante se niega repetidamente a entrar a un guipo
de adiestramiento o a cualquier otro tipo de grupo de experiencias, cieo qtn
. aconsejable investigar su resistencia. En ocasiones esta negativa piovieuc di
Im prejuicios acerca de los grupos en general, o es un reflejo de algún piofi .m
iiiiliguo y respetado que tiene prejuicios negativos contra los grupos, peni i
la negativa se basa en un temoi profundo o en una desconfianza de las sitúa
i Iones de guipo, v si el cNludlitnle no tiene flexibilidad paiu anah/.u esto en
la i< inpia individual o en un guipo que olo te apoyo, eieo que hay una Milu
díala di sí es eonvenleuti qui Mga la i uncía di’ psnnlciapetltu
522 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

¿Quién debe dirigir al grupo de experiencias de los estudiantes psicoterapeutas?

Una advertencia para los directores de programas de adiestramiento: deben


seleccionar con gran cuidado al jefe. En primer lugar, la experiencia de grupo
es un suceso que influye extraordinariamente en la carrera de adiestramiento
de los estudiantes; a menudo el jefe servirá como un importante modelo del
papel que deben desempeñar los estudiantes. Por consiguiente debe tener las
más elevadas normas profesionales posibles y una amplia experiencia clínica
y de grupo. Lo principal son las cualidades personales y la capacidad del jefe.
El título profesional (si el jefe, es un trabajador social psiquiátrico, psiquiatra
o psicólogo clínico) es una consideración muy secundaria.
Creo que también la primera experiencia de grupo del estudiante no debe
de ser de un tipo muy especializado' (por ejemplo, a t o Gestalt). En primer
lugar, como lo examiné en el capítulo xm, en muchos de estos enfoques espe­
cializados se realiza más bien un trabajo de persona a persona dentro del
grupo, y no le ofrecen al estudiante el fundamento básico de la dinámica in-
teraccional y de grupo sobre el que puede basarse para acomodar cuales­
quiera de los enfoques especializados. Además, ya que el grupo de experiencias
es una empresa importante y delicada, puede ser inconveniente cargarlo con
un peso ideológico adicional innecesario. He visto cómo los estudiantes no
pueden beneficiarse con un grupo de experiencias no porque no puedan
aceptar el enfoque de grupo, sino debido a su rechazo (o su rechazo al su­
pervisor o del modelo del papel) del enfoque especializado.
Otra razón por la que al jefe deben seleccionarlo con gran cuidado es que
los grupos de profesionales de la salud mental que continuarán trabajando juntos
en todo su adiestramiento son muy difíciles de dirigir. El ritmo es lento, es
común la intelectualización, y son mínimos los niveles de revelación de sí mis­
mo y de correr riesgos. El terapeuta principiante comprende que su principal
instrumento profesional es su propia persona; por ello, cree que revelar algo
de sí mismo lo coloca en un doble peligro: corren riesgo no sólo su capacidad
personal, sino su capacidad profesional.

¿El jefe debe ser un miembro del personal o de profesorado


del programa de adiestramiento?

Según mi experiencia, el jefe que desempeña dos papeles complica el problema


aún más para los miembros del grupo; se sienten restringidos por la presencia
de alguien que en el futuro desempeñará un papel de evaluador en sus cuín-
ras. Sólo asegurarle al grupo que el jefe guardará un secreto estricto o neuli.i
lidad no basta para calmar la preocupación real de lok miembros.
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO " i t

En muchas ocasiones he desempeñado este doble papel y he enfrentado >I


problema de varias maneras, pero sólo con un éxito limitado. Un e n f o q u e
consiste en presentarle el problema muy enérgicamente al grupo. Les digo
que en realidad tengo que desempeñar un doble papel, y aunque intentan- en
todos los aspectos ser sólo un jefe de grupo, y aunque me liberaré de c ua l
quier deber de evaluador administrativo, quizá no pueda librarme de todos l"
vestigios inconscientes del segundo papel. Y así trato de una manera l u á n
el problema que tiene el grupo. Pero, a medida que el grupo avanza, t a m b ié n
trato el hecho de que cada miembro se enfrenta a un problema idéntico Sin
embargo, cada uno puede reaccionar de una manera muy diferente: algún. >-
sienten tanta desconfianza del jefe que deciden permanecer escondidos en a
lencio; algunos buscan su favor; algunos confían en él completamente y |*.nti
cipan con plena confianza en el grupo; otros de un modo persistente lo d. ,
fían. Todas estas actitudes ante el jefe reflejan actitudes básicas nm. h.
autoridad y son un buen grano para el molino, siempre que haya una v o h n u .i.l
genuina de trabajar. Un enfoque adicional que el jefe odiado por deseni|« mu
un doble papel puede utilizar es revelar mucho de sí mismo; dar mas . 1 I..*,
miembros que lo que recibe de ellos. Al hacer esto el jefe implanta un mo.l. 1 .,
de sinceridad, muestra la universalidad de los problemas humanos y l.i .....
probabilidad de que adopte una actitud crítica con los estudiantes.
Según mi experiencia, aun usando las mejores técnicas, el jefe qm- .............
es administrador trabaja con una desventaja grave, y su grupo p r o b a b lc u ic u t .
se volverá restringido y reservado. El grupo se vuelve un medio mucho m ,
eficiente para el desarrollo personal y para el adiestramiento si lo dmg. un
jefe del exterior de la institución y que no desempeñará un papel en la e v a lú a
don de los alumnos. Cualesquiera que sea su posición administrativa, m. un
portante que el jefe, al inicio del grupo, afirme explícitamente que b a j o n m
gima circunstancia ofrecerá cartas de recomendación (ya sean fnvoiuhlr o
desfavorables).

¿Es el grupo un grupo de terapia?

Ningún otro tema se usa con tanta frecuencia al servicio de la resistencia <1. I
guipo como la cuestión de si el grupo es o no de terapia, lis conveniente i|n.
el jefe formule con claridad su posición al inicio del curso del guipo Yo .n
mi. n/o pidiendo que los miembros hagan ciertos compromisos con el guipo
deben Icnei conciencia de los icquisilos que se necesitan pañi sei miembro
l.'iiei voluntad de enlieguisc emoclonulmcntc al guipo, descubrii sus sentí
mi. utos hacia el y Inicia lo-, o l i o s micmbios, y cxploiai las n i c a s .11 he. qu>
lis gustarla icah/.ii algunos cambios peisonales Debe haccise una distinción
uiil cilio un guipo di templa y un guipo iciapCutlco 11n guipo de ¡idle-lm
524 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

miento, aunque no es un grupo de terapia, es un grupo terapéutico, porque


ofrece la oportunidad de realizar un trabajo terapéutico. Algunos miembros
.iprovechan esta oportunidad y tienen una excelente experiencia terapéutica.
Sin embargo, de ningún modo se espera que todos los miembros realicen un
análisis extenso de sí mismos.
La finalidad básica del grupo, de hecho, su raison d’éíre, es el adiestramien-
io y no la terapia. En gran medida estas metas se yuxtaponen. El jefe no puede
ofrecer un modelo mejor de terapia de grupo que el de un grupo terapéutico
. lit a/,. Además, cada experiencia de grupo intensa contiene un gran potencial
terapéutico; los miembros no pueden participar en un grupo interaccional
i ln a/, ni pueden desempeñar plenamente el papel de miembro, sin un trabajo
leíapéutico. Sin embargo, éste es diferente del grupo de terapia que se reúne
con la finalidad de realizar un cambio terapéutico extenso en cada miembro.
I n un grupo de terapia, la experiencia de grupo intensiva, la expresión y la
mii ('rac ión del afecto, el reconocimiento del proceso del aquí y del ahora, son
. oiradn aciones esenciales, pero secundarias, para la meta primaria del cambio
i<-i.ipc-utico individual. En un grupo de adiestramiento de profesionales de la
'talud mental lo opuesto es verdadero.

Temas de grupo comunes

r n el gi upo de-adiestramiento de profesionales de la salud mental se tratan


iodos los temas comunes que surgen en los grupos de experiencias, pero, de­
ludo a su composición poco común, también tiene algunas características sin­
gulares. lin ningún otro tipo de grupo la preocupación por el problema de la
competencia y la capacidad desempeñan un papel tan importante. Los miem
Iti os del grupo a menudo se perciben mutuamente como competidores: com
pe tutores en el trabajo futuro, competidores en la posición profesional o, aún
i i i . is comunmente, se consideran mutuamente modelos profesionales con los

que deben compararse. Su capacidad está en función de su integración perso


mil; por consiguiente, temen que revelar debilidades o errores producirá un
juicio profesional negativo en sus compañeros. Es verdad que algunos miem
Inte, del grupo se preguntan en secreto si le enviarían a un paciente a otro
•Ir los miembros que es rígido, o insensible, u homosexual, o que siente pn
meo cuando se enfrenta a una emergencia, o que es muy deprimido, (lepen
diente de las drogas alcaloides, o que padece más insomnios o angustias que
mis pacientes.

lis difícil para los miembros del grupo escapar, aunque quieran, .1 los pm
Memas de la competencia P 01 ejemplo, pueden participui en olías icuniom-.
más acadéniieuh donde lie. dileieneias tle la capacidad intelectual son <lm.i
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO 525

mente obvias; alguno de ellos puede haber sido nombrado residente principal;
alguno puede decidir cambiarse a un programa más “ avanzado” ; otros, debido
a su desempeño superior, les pueden ofrecer un puesto de empleado o profesor
en el instituto de adiestramiento matriz.
Los grupos reaccionan ante esta tensión de varias maneras; la más común
es hacer un pacto tácito o franco de igualdad; el grupo niega cualquier dife­
rencia entre los miembros, y con frecuencia se une contra la amenaza de la
evaluación del mundo exterior hostil. A menudo hay mucho resentimiento
común contra los administradores que los juzgan tiránicamente o contra las
juntas calificadoras que evalúan a los candidatos. Por ejemplo, en un grupo
de adiestramiento un miembro estaba tan enfermo debido a una grave depre­
sión que había faltado varios meses a su adiestramiento. El grupo unánime­
mente condenó a la administración por negarse a otorgarle el crédito de adies­
tramiento correspondiente a ese periodo; ninguno se atrevió a considerar que
el acto de la administración estaba obviamente justificado.
La solución de igualdad del grupo tiene el efecto de nivelar o restar capa­
cidad a los miembros. Todos los miembros pueden haber tenido una experien­
cia como jefes de grupo o terapeutas individuales, pero no se sienten capaces
de ejercer estas habilidades en el grupo. Este grupo, aún más que la mayo­
ría de los grupos de pacientes, a menudo depende del jefe para hacer las
preguntas más simples y naturales.
Algunos otros temas que comparte el grupo de adiestramiento incluyen mu­
chas preocupaciones comunes que surgen de la experiencia profesional: la
confusión sobre los límites de sus responsabilidades, el desaliento por sus fraca­
sos o, si esto ocurre, su angustia por el suicidio de uno de sus pacientes. Una
preocupación muy importante es que los miembros con mucha frecuencia
se sienten abrumados por sus pacientes; sienten un deseo vigoroso de recibir
atención y se desesperan al no encontrar una oportunidad de expresar esto o
a una persona que la satisfaga. A medida que se aproxima el fin del adiestra­
miento, cuando los estudiantes se preparan para romper sus últimos vínculos
confortables con su condición de estudiantes institucionalizados, el grupo a
mrnudo emplea mucho tiempo tratando las emociones que surgen de esta
liunsición final y verdadera a la condición de adulto. Los sentimientos acerca
de ser “ grande” , ser respetados, ser una de las “ gentes grandes” , actuar por sí
misino, surgen una y otra vez.

L a tr c n ic a d el je f e

I I |e!t di mi guipo de utlie .l i .mui uto de p i olesi<males de la salud mental


lime una tillen picsioiiuiilr no solo debe ofieeei lin modelo de papel al niode
luí y al duigli ¡ m i guipo i liin . m u i • lim ilue ii hiten iin l. e . iliodilieueiones
526 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

técnicas para satisfacer las necesidades educativas específicas de los miembros


del grupo.
Sin embargo, el enfoque básico no se desvía de las guías que trazamos al
principio de este libro. Por ejemplo, el jefe debe retener un enfoque interac-
cional en el aquí y en el ahora. Es un error, según mi opinión, permitirle al
grupo usar un tipo de supervisión en el que los miembros describen los pro­
blemas que tienen en su trabajo terapéutico con sus pacientes. Esto debe tra­
tarse durante el tiempo de supervisión. Cuando el grupo se dedica a discutir
algo que puede examinarse igualmente en otro ambiente formal, creo que no
se aprovechan las propiedades singulares y todo el potencial del grupo. En
vez de esto, los miembros pueden examinar los problemas relacionados con el
trabajo de maneras relevantes y más beneficiosas para el grupo; por ejemplo,
pueden examinar qué sentirían al ser el paciente de un miembro determina­
do. El grupo también es un excelente lugar para que dos miembros que traba­
jan juntos en grupos de terapia, o de terapia familiar o matrimonial, analicen
sus (elaciones.
I I jefe puede usar de muchas maneras la experiencia profesional de sus
m iem b ros al servicio del trabajo del grupo. Por ejemplo, a menudo hago afir­
ma, iones del siguiente estilo al grupo de adiestramiento: “ Hoy el grupo ha
a v a n /a d o muy lentamente. Cuando les pregunté me dijeron que tenían ‘pereza’
0 que había pasado muy poco tiempo después de la comida para poder traba-
jai Si ustedes fueran el jefe de un grupo y oyeran esto, ¿qué pensarían? ¿Qué
hallan?” o “ No sólo John y Stewart se han negado a analizar sus diferencias,
a n o que otros los han apoyado. ¿Qué opciones tengo como jefe?” , etc. En
un grupo de adiestramiento me inclino, mucho más que en un grupo de terapia,
a . xplicar el proceso del grupo. Si en los grupos de terapia no hay una ventaja
leí apétitica en aclarar el proceso del grupo, no veo razón para que se haga esto.
1 os grupos de adiestramiento siempre tienen la meta superior de la educación.
< o n frecuencia los comentarios del proceso combinados con el punto de vista
del jefe son particularmente útiles. Por ejemplo: “ Les diré lo que siento hoy
r o m o jefe del grupo. Hace media hora me sentí intranquilo con el gran aliento
v el apoyo que todos le dieron a Tom. Esto ha sucedido antes, y aunque era
iilciilmlor, no creo que haya sido realmente útil para Tom. Me sentí tentado
,i intervenir para investigar la tendencia de Tom a producir esta conducta en
el grupo. Pero decidí no hacerlo, en especial porque últimamente me lian
( l i n e a d o mucho por no ofrecer apoyo. Así que guardé silencio. (Veo que tome
lo división correcta, pues me parece que la reunión se desarrollo de una nía
m ni m u y productiva y algunos tic ustedes profundizaron en sus sentimientos
de ncccsilui atención y apoyo, ¿I I resto de ustedes que opina de lo que xuve
dio hoy?”
D e b id o a la meta xupcrloi d. la educación, el jefe del guipo de a d ie slia
EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO 527

miento tiene un alto grado de libertad. Él cree en un grado mucho mayor


que un terapeuta de grupo, que todo lo que sucede en éste, dentro de ciertos
límites, está bien en tanto que los miembros puedan aprender algo. Por ello,
el jefe puede sentirse completamente tranquilo si los miembros quieren experi­
mentar algún enfoque de grupo; por ejemplo, dedicar cada reunión a un solo
miembro o usar ejercicios estructurados, siempre que después de un lapso
los miembros evalúen los efectos de estos procedimientos en el trabajo del
grupo. En breve examinaré la conveniencia de inculcarles a los estudiantes
una orientación de investigación (o “ escrutinio” ) hacia su propio trabajo clí­
nico, pero me anticiparé señalando que el jefe del grupo de adiestramiento
tiene una oportunidad espléndida de modelar esta actitud usando continua­
mente al grupo como una fuente de datos acerca del proceso y del progreso
del mismo. Por ejemplo, puede preguntarle a un miembro afligido cuán útil
le resultó la reunión, o qué parte de la sesión o qué líneas de investigación le
parecieron útiles, y cuáles le parecieron improductivas o aun restrictivas.

L a psicoterapia personal

El grupo de adiestramiento rara vez basta para ofrecer toda la terapia perso­
nal que necesita el estudiante. Aunque no podemos fijar guías firmes para un
proceso tan individual, muy pocos negarán que una exploración amplia de sí
mismo es necesaria para que madure el terapeuta de grupo. La incapacidad
de percibir las reacciones de contratransferencia, de reconocer las distorsiones
personales y los puntos ciegos, de usar sus propios sentimientos y fantasías
en el trabajo limita la eficacia de cualquier terapeuta. El terapeuta que carece
de insight de sus propias motivaciones puede, por ejemplo, evitar conflictos
en el grupo debido a su tendencia a ocultar los sentimientos; o puede alentar
una confrontación indebida para sentirse animado. Puede mostrarse muy in-
lerosado para probarse a sí mismo o hacer constantemente interpretaciones
luiliantes, y así castrar al grupo; puede tener la intimidad e impedir la expre­
sión abierta de los sentimientos haciendo interpretaciones prematuras. Puede
hacer lo opuesto: hacer demasiado énfasis en los sentimientos, hacer muy
pocas asociaciones de ideas, y así estimular demasiado a sus pacientes para
que se queden en un torbellino agitado. Puede necesitar tanta aceptación que
es incapaz de d e sa lia r al grupo y, como los miembros, puede dejarse arrastrar
poi la c o r iie n le que prevalece en el grupo; puede sentirse tan destruido por
mi utuque o sei tan poco claro en la presentación de su yo que es incapaz
de di'dlngtiii los aspectos leales de los de la ti ansie i encia en un ataque. Un
olisi rvmlo i s u p e iv ls o i, un i olí i úpenla, o la p i o y e c i i o n de un \'¡iln puede
o f ic e r ril n l i o i i l i i i i r u l i u lóii al i c i a p c u l u del g r u p o de i sludlanlON, lo que puc
528 EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO

de ayudarle a descubrir muchos de estos puntos ciegos. Sin embargo, por lo


general se necesita algún tipo de guía de exploración de sí mismo para lograr
una plena comprensión y corrección.
Las experiencias de adiestramiento que hasta ahora he descrito (observar
a un clínico con experiencia, la supervisión de la terapia de 'grupo, participar
en un grupo de experiencias, y la terapia personal) constituyen, según creo,
los componentes esenciales mínimos de un programa para adiestrar a los tera­
peutas de grupo. (Supongo que el estudiante previamente ha tenido adiestra­
miento o está siendo adiestrado de un modo simultáneo en las áreas clínicas
generales: las entrevistas, la psicopatología, la teoría de la personalidad y
otras formas de psicoterapia.) La secuencia de las experiencias de adiestra­
miento de la terapia de grupo puede depender de las características estructura­
les del instituto de adiestramiento. Y o prefiero que la observación, la terapia
personal y el grupo de experiencias empiecen al principio del programa de
adiestramiento, y unos cuantos meses después se forme un grupo y haya una
supervisión constante. Creo prudente que los estudiantes tengan una experien­
cia clínica en la que se relacionen con la dinámica interaccional y de grupo
básico en un grupo sin límite de tiempo de pacientes no psicóticos, muy moti­
vados, antes de que empiecen a trabajar con grupos de metas limitadas con
un conjunto de pacientes muy especiales o con uno de los nuevos enfoques
de terapia especializada.
Desde luego, el adiestramiento es un proceso que dura toda la vida. Es im­
portante que los clínicos mantengan contacto con sus colegas, ya sea de
manera informal o por medio de las organizaciones profesionales. Para que
continúe el desarrollo se requieren nuevos y continuos insumos. Hay muchas
formas de continuar la educación, incluso lecturas, trabajar con diferentes co
terapeutas, dar clases, participar en seminarios profesionales y en discusiones
informales con los colegas.

M Á S A L L Á D E L A T E C N IC A

El programa de adiestramiento de terapia de grupo no sólo tiene la tarea d<


enseñarles a los estudiantes cómo actuar, sino también cómo aprender. No
debemos transmitir un sentimiento de certidumbre en nuestras técnicas o en
nuestros supuestos básicos acerca del cambio terapéutico; este campo es (lema
siado primitivo para que los discípulos tengan una fe inconmovible C o n esi<
fin creo que es muy importante que enseñemos y modelemos una orientación
de investigación básica para continuar la educación en este campo l’oi una
orientación hacia la investigación no me refiero a una eficiencia solida, «l«
lumbrante, precisa, sino a una actitud de investigación antoeiilie.i, abierta ant.
las pruebas de investigación y clínicas y ante las conclusiones es ucee-.a n o
E L A D IE S T R A M IE N T O D EL TERAPEUTA DE GRUPO

tener una posición ante la experiencia consistente con un enfoque clínico Im


manista y sensible.
Necesitamos ayudarles a los estudiantes a evaluar su propio trabajo di- un
modo crítico y a mantener suficiente flexibilidad (técnicamente y en las actnu
des) para que puedan reaccionar ante sus propias observaciones. El terapeut ■
maduro es un terapeuta en evolución, un terapeuta que considera a cada p.i
cíente, a cada grupo y, desde luego, toda su carrera una experiencia de api ni
dizaje.
Es igualmente importante entrenar a los alumnos en la evaluación di l.i
investigación sistemática de la terapia de grupo y, si es conveniente, paia <1 1 1 .
adapten las conclusiones de la investigación a su trabajo clínico. P0 1 d io 1
muy deseable incluir lecturas y seminarios sobre la metodología de la i1 1 vi . 1 1
gación clínica. Aunque sólo unos cuantos clínicos tendrán el tiempo, d dun m
y el apoyo institucional para dedicarse a una investigación en gran es. ala
muchos clínicos podrán dedicarse a una investigación intensiva de 1 1 1 1 m •l<>
paciente o de un solo grupo, y todos los clínicos deberán evaluar la investiga
ción clínica. Si deseamos que el campo de la terapia de grupo se dcsai mili
de una manera coherente, debemos aceptar la investigación responsable . Im n
ejecutada, relevante y confiable; de otra manera, la terapia de grupo coiiiinu 1
rá su curso caprichoso, desordenado, y la investigación se volverá a...........
un ejercicio inútil, estéril.
A manera de ejemplo, consideraré cómo el estudiante puede sei intiodu. 1 •I.•
a un problema de investigación importante: evaluar los resultados l'm>li n
dedicarse algunos seminarios a considerar la voluminosa literatura existí un
sobre los problemas de la investigación de los resultados. (Hay varios ensayos
recientes magníficos,-- 4 que pueden servir de base para la discusión.) A di
más de los seminarios, los estudiantes pueden practicar la investigación c u ín
vistando a los pacientes que, por una razón u otra, recientemente han h i m in ad o
la terapia de grupo. De hecho muy pocas horas de adiestramiento pueden em
picarse con más provecho. Es un ejercicio muy valioso para el esludiann
intentar evaluar el grado del cambio, la naturaleza del mismo, los ntecaniMiio
por los cuales la experiencia del grupo produjo ese cambio, y la contribución
ile otros factores en el medio ambiente del paciente. Este ejercicio se vuelva
mas completo si el estudiante cuenta con una cinta grabada di- la cnlievi .1 1
inicial que puedan csc u c h a i el y el paciente.
D esp u és de que el estudiante se lia d ed ica d o aun en form a lim itad a a rvn
luai el c a m b io , se vuelve mas sensible y c r itic o a la investigación de los lesul
lados (Y son estos los que c o n lin u iiii siendo el ú nico gran p rob lem a en la
investigación de la terapia de g u ip o ) I I p ro b le m a, c o m o el estudiante lo eoin
p ré n d e la , ex qu< lo- enfoques co n v e n c io n a le s de la investigación co n tin ú an
perpetuando el m i o i del dísono u np lio , y no lo g i.m ev n llia i los resu ltad o .
530 E L A D IE S T R A M IE N T O DEL TERAPEUTA DE GRUPO

individuales. Los clínicos no pueden creer ni tomar en cuenta una investiga­


ción en la que los resultados se miden por cambios antes y después de la tera­
pia con un m m p i o algún otro instrumento estándar, y tienen razón, porque
abundantes pruebas clínicas y de investigación indican que el cambio significa
algo distinto para cada paciente. Algunos pacientes necesitan experimentar
menos angustia u hostilidad; para otros pacientes la mejoría estará acompañada
de una mayor ansiedad y h o stilid a d ." Aun los cambios en la estima propia
necesitan ser individuales. Se ha demostrado" que una elevada calificación en
la estima propia en los cuestionarios tradicionales autosuministrados puede
reflejar una consideración genuinamente saludable de sí mismo o una posición
defensiva en que el individuo mantiene una alta estima propia a expensas de
su conciencia de sí mismo. Estos últimos individuos como resultado de un tra­
tamiento con éxito deberían tener una estima propia más b a ja (pero más
exacta) según las medidas de los cuestionarios.
En resumen, es importante para los clínicos y para los investigadores reco­
nocer las graves limitaciones de los enfoques tradicionales estándar (nomoté-
ticos) de los resultados. No puedo señalar una alternativa, excepto un enfo­
que complejo individual (ideográfico) de los resultados. Shapiro,* Phillips,’'
y Kellam y Chassan1" mostraron que es posible aplicar una escala de resulta­
dos individual para cada paciente. Malan" propuso una estrategia de los
resultados en la que cada paciente es entrevistado antes de la terapia y esto
se complementa con un juicio hecho por clínicos experimentados de qué tipos
de cambio ocurrirán si ese paciente mejora con la terapia. Al concluir la te­
rapia el paciente es entrevistado de nuevo, y se examina cada una de las pre­
dicciones. Mis colegas y yo'- mostramos la factibilidad de este enfoque indivi­
dual usando entrevistas filmadas en videotape hechas antes y después de la
terapia.
No sólo debe alterarse la estrategia general de la evaluación de los resulta­
dos, sino que el criterio de los resultados también debe formularse de nuevo.
Podría ser un error usar, en una investigación de terapia de grupo, criterios
diseñados originalmente para los resultados de la terapia individual. Sospecho
que, aunque la terapia de grupo y la individual pueden ser iguales en su el i
cacia total, cada modalidad puede afectar distintas variables y tener diferente,
resultados. Por ejemplo, los egresados de la terapia de grupo pueden volvcrsr
más hábiles interpersonalmente, más inclinados a unirse en momentos de eri
sis, más capaces de sustentar varias relaciones significativas, o ser mas empn
ticos; en cambio los pacientes de terapia individual pueden ser mas aulosu
ficientes, introspectivos y estar más de acuerdo con sus procesos interiores.
Durante años los terapeutas de grupo han considerado la terapia un laboia
torio multidimensional para vivir. Ya es tiempo di que se reconozca esto en
la investigación de los resultados ( orno un pnuluelo de la terapia alguno'.
E L A D IE S T R A M IE N T O DEL TERAPEUTA DE GRUPO "i i I

pacientes alteran su jerarquía de valores en la vida para minar los valore1. <1.
la riqueza y el poder materiales, y hacer énfasis en los valores humanista' <.
estéticos; otros pueden tomar importantes decisiones que influirán en el nn ..
de sus vidas; otros pueden ser más sensibles interpersonalmente y más eap.i
ces de comunicar sus sentimientos; otros pueden volverse menos mezquin*.
y tener intereses vitales más elevados; otros pueden tener un mayor st*ninI..
de participación con otros individuos o proyectos; otros pueden cxpeiimciu.n
un mayor flujo de ideas y un mayor nivel de energías; otros pueden llrg.u ,
aceptar de una manera más significativa su condición mortal; otros pued* n
descubrir que son más audaces, más sensibles a las ideas y a las expeiiriu n
nuevas.
Una orientación a la investigación demanda que el terapeuta a lo hii j*.» <l<
su carrera continúe siendo flexible y sensible a las nuevas evidencias; lambí* n
se requiere que el terapetua tenga cierta incertidumbre, lo que no i . un *
exigencia pequeña. La incertidumbre que surge de la carencia de un nm *
miento definitivo produce angustia. Trabajar con individuos profundnnn m
perturbados, ansiosos, también produce angustia. Muchos profesionales bus. m
tranquilidad escuchando las sirenas de los sistemas de creencias ortodoxas
comprometen con una de las muchas escuelas ideológicas que no sólo ...........
un sistema de explicaciones amplio, sino que también eliminan los hecho1 di
roldantes y, desprecian las nuevas evidencias. Este compromiso poi lo g* m mi
implica un aprendizaje y una iniciación prolongados. Después que esta dcniio
del sistema el estudiante encuentra difícil liberarse; primero, en gencial n alba
un aprendizaje tan prolongado que renunciar a su escuela equivale a n imia m i
i una parte de sí mismo; segundo, es muy difícil abandonar una posición d>
*undumbre por una de incertidumbre. Sin embargo, claramente csi¡i posición
de certidumbre es antitética al desarrollo y en especial impide el desanollo
del estudiante terapeuta.
May ciertos peligros potenciales en renunciar a la certidumbre. I'oi c|i m
pío, hay pruebas de que el terapeuta con un firme sentimiento de conviicion
*ii m i s creencias es más eficaz.1:1 También hay el peligro de que el esludhuiii
iilm un nihilismo terapéutico y que se niegue a dominar cualquiei iccnha d.
lu.ipía organizada. Hl maestro, con su ejemplo personal, debe ol'rccci un ino
til lo alterno: mostrai que las mejores pruebas disponibles lo lian llevado i
leu que un sistema particulai es eficaz, y que a medida que haya mima
Inhumación espera mcjoiai su enfoque Además, siente orgullo de íonum pain
l> un campo 1 1 ue hítenla piogresai, y es baslimlc sinceio pata teconoci i an
llmilm a mes.
Mu una o i i e i i l a c i o n a la In v c slig a c ió n con la cu al puedan c v a lu a n .i los ime
mi di .ai i o l i o s . d pi o|i sioiial c . l a en u na sil n ació n d i l lc i l l'oi i -je tupio, , co m o
o a» d o l l l l l á ante los m llh lie s di In n o v ac io ne s l u Ienles en d cam po'/ l ’oi d< M
532 E L A D IE S T R A M IE N T O DEI TERAPEUTA DE GRUPO

gracia en la actual situación la adopción de un nuevo método está en función


del vigor, la persuasión y el carisma de su proponente, y algunos nuevos enfo­
ques terapéuticos han tenido un éxito extraordinario en obtener rápidamente
fama y partidarios. Muchos terapeutas sin un enfoque consistente y crítico,
manifiesto, se han mostrado irrazonablemente poco sensibles a todos los nuevos
enfoques o, al contrario, se han dejado arrastrar por la corriente de la moda
y luego, insatisfechos con sus limitaciones, han pasado de una técnica a otra.
El problema crítico que enfrenta el campo, pues, es de equilibrio. Un sector
tradicional, conservador, es menos sensible al cambio de lo que sería deseable;
un sector innovador, desafiante, es menos sensible a la estabilidad de lo que
sería deseable. El campo se mueve con la moda, pero debería ser influido
por las evidencias. La psicoterapia es una ciencia y también un arte, y no hay
lugar en la ciencia para una ortodoxia sin sentido crítico ni para las innova­
ciones sólo por ser innovaciones. La ortodoxia ofrece seguridad a sus parti­
darios, pero conduce al estancamiento; el campo se vuelve insensible al Zeitgeist
y se queda rezagado cuando el público se dirige a otra parte. Las innovaciones
ofrecen entusiasmo y una salida fácil, aparentemente creadora para sus par­
tidarios, pero, si no son evaluadas, producen un campo caleidoscópico sin
sustancia, un campo “ que corre locamente en todas direcciones” .14

R eferencias bibliográficas

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EL ADIESTRAMIENTO DEL TERAPEUTA DE GRUPO “l \l

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Works of Stephen Leacock (Nueva York: Dodd Mead, 1954).
■ * í>:

. vii :

. '

ín d ice ;

Reconocimiento a la primera e d ic ió n ........................................................... Ó


Prefacio................................................................................................................ 11
Prefacio a la primera e d ic ió n ........................................................................ 1ó

1. Los factores curativos en la terapiade g r u p o .....................................21

Infundir e sp e ra n za .......................................................................................23
La u n i v e r s a li d a d ...................................................................................... 25
Impartir i n f o r m a c i ó n ................................................................................26
El altruism o....................................................................................................30
La recapitulación correctiva del grupofamiliar primario . . . 31
Desarrollo de las técnicas de so cia liz a ción .........................................33
La conducta de im ita ció n ......................................................................... 34
Referencias b ib lio g r á fic a s ......................................................................... 34

11. Aprendizaje in terp erson a l........................................................................ 36

La importancia de las relaciones interpersonales..................................36


La experiencia emocional c o r r e c ta ............................................................ 42
El grupo como microcosmo s o c ia l............................................................ 46
La persona y su ambiente de grupo:la interacción dinámica . 52
El reconocimiento de los patrones conductuales en el microcosmo
s o c i a l .......................................................................................................... 54
Repaso . . . . . .....................................................56
Re ó - '..cías b ib lio g r á fic a s ......................................................................... 60

NI. La cohesión del g r u p o ................................................................................ 62

Definición de la c o h e s ió n ......................................................................... 63
La cohesión como un factor terapéutico en la psicoterapia de
g r u p o ................................................................................................ 64
Las e v id e n c ia s ............................................................................................. 66
Resumen de lo an terior................................................................................69
Los mecanismos de la a c c i ó n ...................................................................70
Introducción. 70: La estima propia, la estima pública y la cohesión de
grupo: las evidencias, 76: La cohesión del grupo y la asistencia. 78; l a
cohesión del grupo y la expresión de hostilidad, 80; La cohesión del gru­
po y otra terapia: variables relevantes, 81
R esum en.......................................................................................................... H4
Referencias b ib lio g r á fic a s ......................................................................... K‘>
IV. Factores curativos; panorama g e n e r a l.............................................. 88
Valores comparativos de los factores curativos: los puntos de vis­
ta del tera p eu ta .......................................................................................89
El valor comparativo de los factores curativos: el punto de vista
del p a c ie n t e ............................................................................................. 91
Factores curativos: cuestionario de elección, 95; Entrevista, 98; Resultados,
99; Catarsis, 100; Factores existenciales, 101; La comprensión de sí mismo,
108; La conducta de imitación, 112; La revalidación de la familia, 114
Factores curativos: fuerzas m odificadoras............................................. 115
Referencias b ib lio g rá fica s........................................................................119

V. El terapeuta: tareas y técn ica s................................................................. 121

P r im e r a P a r t e

Creación y mantenimiento del g r u p o .................................................... 121


La elaboración de la c u lt u r a ................................................................. 122
La elaboración de normas, 124; ¿Cómo modela las normas el jefe?, 126;
¿Cuáles normas? Ejemplos de normas de grupo de terapia, 132
El aquí y el ahora: la activación y la iluminación del proceso 137
Introducción, 137; Las tareas del terapeuta en el aquí y en el ahora, 144;
La activación del aquí y del ahora: técnicas, 149; La iluminación del pro­
ceso: las técnicas, 156
El comentario del proceso: un repaso t e ó r ic o ................................ . 1 6 9
Sólo yo puedo cambiar el mundo que he creado para mí, 173; No es peli­
groso cambiar, 174; Para lograr lo que realmente deseo, debo cambiar, 175;
Puedo cambiar, soy potente, 175
El uso del p a s a d o .................................................... 179

Segun da Pa r te

El comentario del proceso masivo de g r u p o .................................183


Normas de grupo antiterapéuticas, 188
Interpretaciones masivas de grupo: consideraciones generales 189
El concepto del grupo, 189; El momento oportuno de intervenir en el gru­
po, 190
Intervenciones totales de grupo: otras perspectivas . . 191
Referencias b ib lio g rá fica s....................................................................... 203

VI. El terapeuta: transferencia y tra n sp a ren cia ...................................... 206

La transferencia en la terapia de grupo . . . . . 200


La psicoterapia y la transparencia........................................................... *10
La transparencia del tcrnpoiitii y mi rícelo m ln triupiu ilr yiupo
Los peligros que implica la transparencia del terapeuta . . . ’ .’ M
Referencias b ib lio g r á fic a s ........................................................... . '

VII. La selección de los p a cien tes..........................................................M


*• •
’* o! - • •. jí s •* I
Estudios sistemáticos: razones para el fracaso en la terapia de grupo, 217
Criterios de in c lu s ió n ........................................................................
Una revisión del procedimiento des e le c c ió n ..........................................'*> i
K• .
¿El grupo satisface las necesidades personales?, 254; Satisfacción de la re
lación entre los miembros, 255; Satisfacciones de la participación en las
actividades del grupo, 256; Satisfacción por el orgullo de pertenecer al gm
po, 256
R esum en.................................................................................................. }.v/
Referencias b ib lio g r á fic a s ........................................................................ >V/

VIII. Composición de los grupos detera p ia ..................................................... 'r.o

La predicción de la conducta de g r u p o ..............................................'(ti


El valor de predicción de las entrevistas de diagnóstico estándar, 261; Vnloi
predictivo de las pruebas psicológicas estándar, 263; El valor de predicción
de los procedimientos de diagnóstico especializados, 263
Principios de la composición del grupo . . . ... . . , :/ :
Observaciones clínicas acerca de la composición del grupo, 274; Estudios
temáticos de la composición del grupo, 278
Repaso de la composición del grupo . . . . . . .'id
Referencias b ib lio g r á fic a s ....................................... ...... ’ H*'
/'
IX. Creación del grupo: el lugar, el tiempo, el tamaño, la preparación ’.Hb

La ubicación f í s i c a ................................................... , , , ,’ H'J


Los grupos abiertos y los grupos cerrados . . . . . .’ M'J
La duración y la frecuencia de las reuniones . . . . . ">o
El tamaño del g r u p o .............................................. ...... 2ó /
La preparación para la terapia de grupo . . . . . . .M7N
I ns 'ideas erróneas acerca de la terapia de grupo, 29‘7; 1.a previsión tle los
problemas del grupo, 302; Un sistema de preparación, 302; i gt, piuclmi de
la investigación, 306; II fundamento teórico de la preparación para la n
tapia de grupo, 307
Referencias b ib lio g rá fic a s ....................................... ...... »11

\ I u iniciación MI
I
jTX

Etapas de formación del g r u p o .....................................................314


Introducción, 314; La primera reunión, 315; La etapa inicial: orientación,
participación dudosa, busca de significado, 316; Segunda etapa: conflicto,
dominio, rebeldía, 318: La tercera etapa: desarrollo de la cohesión, 324;
Las etapas del desarrollo: revisión, 325
Los miembros del grupo: deserciones, faltas de asistencia, impun­
tualidad; agregado de nuevos m i e m b r o s .................................329
Deserciones del grupo, 329; Asistencia y puntualidad, 330: La incorpora­
ción de nuevos miembros, 335
Referencias b ib lio g r á fic a s ........................................................... .. . 343

XI. El grupo a v a n za d o ...............................................................................345


El subagrupamiento.................................................................................... 345
Efectos del subagrupamiento, 346; Las causas del subagrupamiento, 349;
Consideraciones terapéuticas, 350; Un ejemplo clínico ilustrativo, 354
El conflicto en la terapia de g r u p o .............................................. 363
La revelación de sí m is m o ....................................................................... 370
Riesgos, 371; La secuencia de la revelación de sí mismo, 371; Funciones
adoptadoras de la revelación, 372; La revelación mal adaptada, 373
La term in ación ........................................................................................... 376
El paciente sin éxito, 377; Terminación de la terapia del paciente con éxi­
to, 380; La terminación del grupo, 385
Referencias b ib lio g r á fic a s .................................................................. 386
XII. Los pacientes p r o b le m á t ic o s .................................................................388

El m o n o p olista ........................................................................................... 388


Efectos sobre los grupos. 388; Consideraciones terapéuticas, 389
El paciente e sq u iz o id e ............................................................................ 393
El paciente s ile n c io s o .............................................................................397
El paciente psicótico en las primeras fases del grupo, 399; El paciente que
se vuelve psicótico en el curso del grupo. 401
El paciente n a rcisista .............................................................................406
El paciente a b u r r i d o ............................................................................ 408
Eí que se queja y rechaza la a y u d a ................................................... 411
Descripción. 411: Los efectos en el grupo, 412; La dinámica. 412; Guías
para el manejo. 413
El moralista p u r it a n o ........................................................................ 41 ’<
El homosexual en el g r u p o ....................................................................... 417
Criterios de inclusión. 418; Fl paciente en el guipo. 420; la ielación drl
grupo. 422
Referencias bibliográficas

T Técnicas del terapeuta: formas especializadas y auxiliares del pro


cedí m i e n t o ...........................................................................................-l '(i

La terapia individual concurrente y la terapia de grupo . . . 'Qo


Los c o t e r a p e u t a s .................................................................................... <1 '<>
El grupo sin jefe, 435
La reunión sin j e f e .................................................................................... d i‘>
Los grupos autodirigidos, 438
Los sueños ..................................................... ,.......................................TL'
Fantasías, 446
El uso de “ video-tape” en la terapia de grupo . . . . TI !
Los resúmenes e sc r ito s........................................................................ T«<>
Revivificación, 451: Meditación, 451; Modelado de las normas do grupo,
452; El apoyo terapéutico, 452; Nuevos pensamientos, 452; I.a transmisión
de la perspectiva temporal del terapeuta, 453; La revelación do los tora
peutas, 454; Llenar los vacíos, 454; Los pacientes nuevos, 454
Los ejercicios e s t r u c t u r a d o s .............................................. I ■•
Referencias b ib lio g r á fic a s ........................................................... !(».’

XIV. La terapia de grupo y los nuevos g r u p o s .......................... ln‘

¿Qué es un grupo en en cu en tro?.............................................. Im .


¿Quién acude a e l l o s ? .................................................................. Im .
¿De dónde provinieron? Antecedentes y evolución de los grupos
de e n cu e n tro ..................................................................................... 4 Mi
F.l primer grupo T, 468; La influencia de Kurt Lewin, 470; Desarrollo «l< t
laboratorio nacional de adiestramiento, 472: Desarrollo del grupo I , 4/4
Del grupo T al grupo de e n cu e n tro ....................................... MI
La terapia de grupo para personas normales. 477; Las tensiones de la noi
malidad, 477; I I grupo I como un oasis social, 478

¿Que tan eficaz es el grupo de en cu en tro?.................................4Ho


lo s jefes, 481; ¿Qué medimos?, 483: lo s resollados: ¿que descubrimos'/, 48 1

I a relación entre el grupo de encuentro y el grupo de lerupiit IHM


I volución del grupo de terapia, 488, I os guipo* do leiapia y los i»,tupos d<
encuclillo pi inicios Inii icambios, 4VJ. I I guipo di iciapui y el guipo di en
i urniio pi opiedades v pi coi iipiu iones loniiiucs 4,)>|, los giiipos de Iplupbi
V los gmpos de ciMiienlio iinibieales ib upiciidi/up smiilaic. ■ !'>’>
o

Los grupos de terapia y los grupos de encuentro: las diferencias 502


Diferencias estrínsecas, 502; Diferencias intrínsecas, 504
Referencias b ib lio g r á fic a s ....................................................................... 511

XV. El adiestramiento del terapeuta de g r u p o ....................................... 514

Observación de los clínicos con ex perien cia ........................................515


La su p e r v isió n ...........................................................................................516
Una experiencia de grupopara estu d ia n te s....................................... 519
¿Qué tipo de grupo?, 520; ¿Los grupos deben ser voluntarios en un progra­
ma de adiestramiento?, 521; ¿Quién debe dirigir al grupo de experiencias de
los estudiantes psicoterapeutas?, 522; ¿El jefe debe ser un miembro del per­
sonal o de profesorado del programa de adiestramiento?, 522; ¿Es el grupo
un grupo de terapia?, 523; Temas de grupo comunes, 524; La técnica del
jefe, 525
La psicoterapia personal ........................................................................527
Más allá de la t é c n ic a ..............................................................................528
Referencias b ib lio g r á fic a s ....................................................................... 532
OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN'

H IS T O R IA

BakeweJL 1\ j. Minería y sociedad en el México colonial.


Benítez, Femando. L á z a ro C á rd en a s y la R e v o l u c i ó n M e x ic a n a . ( p ’J
jirismo). i.
Bcnííez, Fernando. L á z a ro C á rd en a s y la R e v o lu c ió n M ex ic a n a . (L\
Caudillismo). II.
Benítez, Fernando. L á z a ro C á rd en a s y la R e v o lu c ió n Mexicana. (J]¡
Cardenismo). III.
Brading, D. A. Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-
1810).
Bi audcJ, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la ¿[ni­
ca de Felipe //. (2 vols.)
Cardailiac, Louis. Moriscos y cristianos.
Corti, Egon Caesar Conte. Maximiliano y Carlota.
Costeloe, Michael P. La primera república fe d e r a l d e M é x ic o ( 183 I
1835).
Cumberland, Charles Curtís. La Revolución Mexicana.
Curtís, Lewis Perry. El taller del historiador.
Duby, Georges, y Robert Mandrou. Historia de la civilización francesa-
Dulles, John W . F. Ayer en México,
Fagen, Patricia W . Transterrados y ciudadanos.
Gaos, José. Historia de nuestra idea del mundo.
García Cantú, G. Utopías mexicanas.
Gerbi, Antonello. L a n a tu ra lez a d e las In d ia s N u ev a s .
Gómez Ciriza, Rolierto. M é x i c o a n te la d ip lo m a c ia va tica n a .
Gooch, George. H is to r ia e h is to r ia d o r e s e n el s ig lo xi.x.
l íadley. P. A. M in e r ía y s o c ie d a d e n e l c e n t r o m in e r o d e Sarita Aíd M n ,.
C h ih u a h u a ( 1709-1750).
Ilainnett, Brian R. R e v o lu c ió n y c o n tr a r r e v o lu c ió n en M é \ ie o \ el I'1' " 1
Uanke, L e w i s . C u e r p o d e d o cu m e n to s d e l s ig lo x i i .
Ilannu, Alíred Jaekson y kalhryn. Na¡roleón ¡ U y M é x i c o ,
I f i r z i n g a , J o b a n . E l c o n c e p t o de. la h isto ria .
Israel, J o n a lb u n I. R a z a s , cla ses s o cia le s y v id a p o lític a en el M e »<<;<’
co lo n ia l.
jaldiin, Uní. I n tr o d u c c ió n a. la h isto r ia u n iv e rs a l.
knhler, l'.iicli. I h s t o i i a a n n e i s a l (Ji'l h o m b r e .
I.nlayc, .|iiia|iirs. ()iot.tul<:óntl y (-uudalnpu, l a loinntiion de /■ n ’"
cirnria naeiomd. <ii Mr uro.
ÍMm nnr, J r < .li-i 11*.-»* \Y l.l esta d a d e \li¡ >((!<* i i i I •di'i in-toii n o «ii ana
ininil.ulom
teoríayprácticadela
psicoterapia de¿rapo
Al hablarse de “ terapia de grupo” se hace, de acuerdo con Ir-
vin Yalom, una simplificación excesiva, puesto que existe una
gran diversidad de corrientes en este campo, así como un asom­
broso conjunto de enfoques que van de los llamados “ grupos
de psicodrama” a los grupos de “ terapia Gestalt” , pasando por
los de “ encuentro de Maratón” y los de “ terapia nudista” . Y
es que la terapia de grupo cubre un campo sumamente amplio
que puede incluir lo mismo una reunión de señoras embaraza­
das que analizan sus experiencias en una clínica prenatal que
las juntas de Alcohólicos Anónimos.
Así, el ánimo con que el autor emprendió el presente trabajo
es componer un libro que pueda ser de utilidad para todas las
escuelas de terapia de grupo, tanto en la práctica como en la
comprensión. Por eso se pone mayor interés en lo que en len­
guaje técnico se denomina “ núcleo” , esto es, el mecanismo esen­

Ilustración de la portada: Alberto Castro Leñero


cial del proceso psicológico, el también llamado “ factor
curativo” , que en el “ frente” —las técnicas, el lenguaje especiali­
zado, la aureola de cada una de las escuelas de terapia de grupo—,
pues, dice Yalom, a medida que el “ frente” se hace más com ­
plejo puede convertirse en una fachada que, como la iglesia de
la Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, no tiene interior.
Teoría y práctica de la psicoterapia de grupo refleja los ante­
cedentes ideológicos eclécticos del autor, desde su fundamenta-
cióñ en la teoría y técnica freudianas hasta la influencia de la
psicología social y el trabajo de los más rigurosos psicólogos de
la conducta. Aparte de arrojar luz sobre una psicoterapia que
se halla en plena expansión y en grado creciente de complica­
ción, el presente libro sugiere una base científica para el método
de la psicoterapia de grupo y una sistematización para facilitar
el adiestramiento de los estudiantes.

fondo de «litara económica

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