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Y entonces me veo tirada en la cama de una habitación lejana que contemplo con la
angustia de mi viejo hogar. Mi cuerpo yace inerte como mi alma, no tienen ganas de nada
más que rodear mi pecho con las manos y sollozar. ¿Qué gano con todo esto? El miedo me
había abandonado hace un par de semanas y un vacío intenso se abría paso hacia mi
corazón abrumado. Solo negrura de noche. No me llamaba el viento, me hacía temblar con
solo imaginar que sus silbidos sonaran como la voz que antaño me acunaba… ahora sentía
el frío al estar sola.
Sola. Mi cabeza retumbaba como si una bomba estallase dentro de ella y de pronto ahí
estaba de nuevo sentada comiéndome las lágrimas, apretando los dientes y repitiendo que
no me podía permitir llorar de ese modo si el mundo seguía girando allá afuera, pero…
¿cómo era posible que allá, detrás de mi ventana, y de todas las ventanas, la vida siguiera su
curso. Hoy podía morir y claro está que mis cercanos sufrirían mucho, pero ¿lejos en otra
cuidad alguien notaría el cambio? ¿Notarían que uno menos hay? Que el mundo siga
girando, no lo entiendo, no comprendo cómo hoy no me permite respirar la lluvia de mi
dolor…. Y yo aquí
Encendió el motor de partida, la casa quedó abierta y adentro, una mujer tirada en una cama
decía en voz alta: cómo he de escribir una histeria de amor…