“(…) El aspecto de Lobgott Piepsam no era de lo más alegre.
No armonizaba con esta risueña
mañana. Incluso tratándose de alguien que iba a visitar la tumba de sus seres queridos, resultaba su aspecto demasiado triste. Sin embargo, si uno consultaba su corazón, forzosamente tenía que admitir que existían suficientes motivos para ello. Piepsam estaba un poco deprimido, ¿cómo diría yo? … - es difícil hacer comprender a personas alegres como vosotros una cosa parecida-, era un poco desdichado, había sido un poco maltratado por la vida. ¡Mas ay!, si he de decir la verdad, no lo era sólo un poco, lo era muchísimo. Era muy desgraciado, sin exageración”