DIOS ES
SANTO
PASTOR JAVIER DOMÍNGUEZ
RESUMEN DEL SERMÓN
En esta serie llamada “Incomparable”, estamos
aprendiendo acerca de los atributos de Dios. El objetivo es
que podamos conocer a Dios, ya que este es el corazón del
nuevo pacto. Nuestro más grande privilegio y necesidad
como seres humanos es conocer a nuestro Creador y
Redentor. Jesús mismo dijo en Juan 17:3 que la vida eterna
consiste en esto: en conocer a Dios.
Hoy estudiaremos un atributo considerado como “la
principal joya de la corona” de Dios. Es un atributo que
hermosea a los demás atributos de Dios: su santidad.
Aprenderemos que Dios es Santo. Respecto a este atributo
Stephen Charnock escribió: “El poder de Dios es su brazo;
la omnisciencia, su ojo; la misericordia, sus entrañas; su
santidad, su hermosura.” Dice el Salmo 96:9: “Adorad a
Jehová en la hermosura de la santidad.”
Todo atributo se hermosea en la santidad de Dios. Por eso
hablamos de un amor santo, una ira santa, de una justicia
santa.
Pero ¿qué es la santidad? ¿qué impresión deja en nosotros?
Responderemos estas preguntas a través de Isaías capítulo
6, un pasaje que nos habla del llamamiento de Isaías para el
ministerio profético; pero es a su vez uno de los pasajes más
importantes acerca de la Santidad de Dios.
I. EN LA RECÁMARA DEL REY
Isaías 6:1: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas
llenaban el templo.”
El rey Uzías había muerto. Fue un rey importante en la
historia de Judá. Amado por el pueblo no solo por sus años
de reinado, sino por las reformas que implementó.
La nación estaba de duelo. Había apatía e incertidumbre
en el pueblo porque un nuevo rey los gobernaría. Eran
tiempos inestables y peligrosos; pero en ese contexto,
Isaías tuvo, en el templo, un encuentro con el Rey
Supremo, Soberano, alto y sublime.
El texto nos dice que los faldones de su manto llenaban
todo el templo celestial. Para la cultura judía el largo del
vestido, la tela y sus adornos, hablaban de la importancia
de una persona.
Cuando dice que las faldas llenaban el templo, lo que nos
muestra es la santidad y supremacía de Dios.
Domingo 26 de abril 2020
Continúa diciendo: Isaías 6:2-3: “Por encima de él había
serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus
rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y se
decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el SEÑOR
Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.»” En el
pasaje no solo vemos al alto y sublime Dios, sino a los seres
espirituales llamados serafines. Esta es la única vez en la
Biblia en que se mencionan y son descritos como seres
ardiendo. Se nos dice que cubrían sus rostros ante el
fulgor, el resplandor y la maravilla de la santidad de Dios.
No podían resistir verlo. No era por su pecado, ellos son
ángeles, seres inocentes; pero ni en su pureza tenían el
poder de ver la santidad de Dios. Pero si de alabarla. Se
decían uno al otro: Santo, Santo, Santo.
En la Biblia vemos que repetir dos veces una palabra es la
forma hebrea de elevarla un concepto al superlativo, pero
aquí se repite tres veces. Es decir que se está elevando a un
nivel super superlativo la santidad de Dios. Este es el único
atributo que se eleva a este nivel. No se nos dice eso de
ningún otro atributo. Esto es tan impresionante que dice
Isaías 6:4: “Al sonido de sus voces, se estremecieron los
umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo.”
Históricamente cuando la iglesia habla de la santidad de
Dios, la mayoría interpreta que se refiere a su pureza
moral, pero su significado es más amplio. La palabra
“santo” significa “apartado”, “sagrado”. Es decir que Dios es
único, diferente, distinto en su esencia a cualquier otra
cosa que exista; por lo tanto, es separado de todo lo
creado, porque no hay nada que se le parezca a Él.
Algo santo es algo sagrado, que se mantiene aparte
porque ha sido separado de lo que es común, ordinario,
profano o impuro. En la Biblia leemos que se menciona:
tierra santa, nación santa, morada santa o cosas santas
(como los utensilios). Cuando se habla de algo santo es
algo fuera de lo común, no ordinario, sino único; y que por
cuanto Dios lo ha apartado para Él es sagrado.
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Ser santo significa que Dios es el único ser puro y limpio
que existe. No es ordinario ni común, sino único en su
categoría divina. Él es majestuoso. Él es Santo porque
existe en sí mismo, nada se le puede comparar. Así, hablar
de la santidad no es hablar de un atributo más, sino de la
plenitud, de la consumación de la perfección de Dios. Decir
que Dios es Santo es exclamar a todos que Dios es
incomparable, majestuoso, el todopoderoso, glorioso y
soberano sobre cielo y tierra.
Al pasar el mar rojo Moisés exclamó: “¿Quién, oh! SEÑOR,
se te compara entre los dioses? ¿Quién se te compara en

grandeza y santidad?” (Éxodo 15:11). Cuando a Ana se le
concedió quedar embarazada de Samuel ella exclamó:
“Nadie es santo como el SEÑOR. ¡No hay nadie como él!”
(1Samuel 2:2) ¡Dios es INCOMPARABLE! Él es Santo, Santo,
Santo. Su GLORIA es única, absoluta, soberana,
majestuosa, trascendente, altísima.
¿Qué es la santidad? No he encontrado una mejor
definición que la que nos da el pastor puritano Joel Beeke:
“La santidad de Dios significa que Él es apartado por su
gloria, para su gloria”. Cuando decimos que es apartado
por su gloria, significa que, porque es Santo, es aparte de
cualquier cosa, único. Y porque es Santo, es Dios.
Ahora bien, decir: para su gloria, se refiere a su rectitud y
pureza moral. Porque Dios es Dios, es Santo en todo lo que
hace, porque está comprometido todo el tiempo en
mostrar quién es.
II. UN ENCUENTRO CON LA SANTIDAD DE DIOS
¿Qué sucedió con Isaías cuando vio la santidad de Dios?
Nos lo dice la Biblia en Isaías 6:5: “Entonces grité: «¡Ay de
mí, que soy muerto! Soy un hombre de labios impuros y
vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no
obstante mis ojos han visto al Rey, al SEÑOR
Todopoderoso!»” Isaías, al presenciar esa escena exclamó:
"Ay de mí”. Él era un profeta, un enviado de Dios para dar
dos tipos de mensajes: buenas nuevas (oráculos de
bendición) o malas nuevas (oráculos de maldición). ¡Ay de
mí! es un aviso de juicio. Aquí el profeta está pronunciando
palabra de condenación y maldición contra sí mismo.
“«¡Ay de mí, que soy muerto!” muerto, significa literalmente
destruido. Cuando el profeta ve su humanidad ante la
santidad, pureza, majestad y esencia divina de Dios; se da
cuenta que no es nada. Vemos aquí a un hombre íntegro,
de cuna de oro, con gran reputación, pero que ante la
santidad de Dios no era nada. Al estar frente a la santidad
de Dios sintió que iba a morir; porque ahí se dio cuenta
que su rectitud humana, su origen reputación, pureza y
apellido, no eran nada.
Isaías supo que debía adorar a Dios. Cuando vio a los
serafines cantando, su impulso fue adorar, pero se dio
cuenta que era pecador, con “labios blasfemos”. No
importaba si delante de otras personas era mejor, estaba
ante el estándar moral y ético, ante el santo, santo, santo,
por tanto, se dio cuenta de que era un vil pecador. No pudo
adorar como los serafines.
Eso mismo ocurre con nosotros. Estar frente a la santidad
de Dios, por un lado, produce un deseo de adorar, porque
esa hermosura llama la atención, queremos acercarnos;
pero a la vez queremos huir de su presencia al darnos
cuenta de cuan pecadores somos, de que no somos santos
como Él lo es.
Esto lo vemos en la Biblia en varias ocasiones: Gedeón dijo:
“¡Ay de mí, SEÑOR y Dios!” (Jue 6:22).
Job, luego de sus pruebas y de reconocer a Dios dice:
“ahora te he visto con mis propios ojos, me retracto de
todo lo que dije” (Job 42:5-6).
Los discípulos, después de que Jesús calmó la tormenta
con solo su palabra, con miedo dijeron “¿quién es este que
hasta los vientos y el mar le obedecen?” (Lc.8:25) Pedro,
DIOS ES SANTO
luego de la pesca milagrosa, después de no pescar nada ni
de día ni de noche; cuando se dio cuenta de quién era
Jesús, al ver el milagro ocurrido, exclamó: ¡Apártate de mí,
Señor; soy un pecador!” (Luc 5:8). Juan, cuando estaba en
la Isla de Patmos, cuando Jesús se le apareció escribe: “caí
como muerto a sus pies” (Apo 1:17). Esta es una impronta
de la santidad de Dios.
La santidad es incompatible, contraria con la impureza,
con la iniquidad, con lo ordinario. Cualquier pecado nos
descalifica para permanecer en la Santa presencia de Dios.
Isaías sintió morir, pero ¿qué hizo Dios? ¿Lo destruyó? ¿le
gritó? No, ese Dios, cuya Santidad es temible, le perdonó
todos sus pecados.
Dice Isaías 6:6-7: “En ese momento voló hacia mí uno de
los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas
tenazas, había tomado del altar. 7 Con ella me tocó los
labios y me dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios; tu
maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado.»”
Dios podía haber hecho cualquier cosa. Isaías no era nadie
frente al Dios Santo, Santo, Santo; pero Él lo perdonó. Dice
la Escritura que uno de los serafines tomó una “brasa del
altar” (probablemente esta sea una figura del altar del
incienso en el cielo). Ni siquiera el serafín, que es un ser de
fuego, pudo tocar el fuego Santo, sino que tomó una
tenaza y con ella tocó los labios de Isaías; pero no para
destruirlo, sino para purificarlo y perdonarlo para siempre
de sus pecados.
En este punto no perdamos de vista algo, los labios son
una parte sensible del cuerpo y fue ahí donde el serafín
puso la brasa para purificarlo; porque el arrepentimiento y
la purificación del creyente son dolorosas.
Esto es lo que vemos con Gedeón, Job, Pedro y Juan; todos
tuvieron miedo por estar frente a la santidad de Dios, pero
vemos que a todos los perdonó, los purificó para Él. Si bien
es cierto Dios es Santo, apartado del pecador; por amor y
misericordia nos purifica para llamarnos a santidad y
ahora podemos gozar de comunión con Él.
Por eso, como iglesia de Jesucristo es que podemos decir:
HERMOSO ES DIOS EN SU SANTIDAD, porque no solo lo
hemos visto en Jesucristo a través de la fe, sino que cada
uno de nosotros ha podido experimentar en nuestra vida
la gracia y la misericordia de Dios. El teólogo Leigh escribió
“La santidad es la belleza de todos los atributos de Dios,
sin la cual su sabiduría no sería mas que sutileza; su
justicia, su crueldad; su soberanía, su tiranía; su
misericordia, su tonta piedad”.
Dios es santo y por su santidad podemos observar cuán
hermosa es su misericordia cada mañana, lo hermoso de
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su justicia, cuan confiable es su soberanía e importante y
auxilio para nosotros es su sabiduría.
III. NUESTRA RESPUESTA A LA SANTIDAD DE DIOS
Sigue narrando el profeta diciendo: Isaías 6:8: “Entonces oí
la voz del Señor que decía: —¿A quién enviaré? ¿Quién irá
por nosotros? Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!” En
esta porción del texto hay varias enseñanzas, pero hay
algo que quiero hacer notar antes de hablar de la
respuesta de Isaías ante la purificación por la santidad del
Señor. Algo hermoso e impresionante que vemos en el
texto es que dice: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por
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nosotros? A qué se refiere el texto con “nosotros” ¿por qué
este único Dios dice: quién irá por nosotros? No se refiere
a los serafines, porque recordemos que Dios no comparte
su gloria con nadie. Lo que estamos viendo es uno de los
textos más importantes para observar la trinidad de Dios y
para afirmar que cada persona de la trinidad, el Dios
Triuno, es Santo, Santo, Santo.
5. Al conocer que Dios es Santo ¿De qué formas específicas te
consagrarás a Él? ¿Qué decisiones y acciones tomarás para
crecer en tu vida de santidad?
6. ¿Cómo es tu vida? ¿Es común o es aparte del mundo? ¿Tu
paternidad, masculinidad, femineidad, tu conducta diaria?
¿Es santa como Dios la determina?

Ahora bien, en este pasaje encontramos importantes 7. ¿Esta tu adoración afectada o relacionada con la santidad
enseñanzas para nuestra vida como creyentes: de Dios? ¿Cómo es tu adoración a Dios?

a) Que nuestro servicio a Dios es una respuesta a su VERSÍCULO A MEMORIZAR

santidad. La santidad de Dios es el combustible de
nuestra ética, la fuerza de nuestro servicio y la pasión de “Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el SEÑOR
nuestra adoración. ¡Sirvamos a Dios! Isaías le sirvió en Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.»”
adoración y agradecimiento a Él por su redención. La (Isaías 6:3).
fuerza de nuestro servicio es la misma santidad de Dios,
de la misma manera que su santidad es nuestra pasión
para adorarlo. No hay otra manera en la que podamos
entender nuestra necesidad de Dios que comprendiendo
que Él es Santo, Santo, Santo y que nosotros no lo somos.
Que si hay alguna virtud santa en nosotros, no es porque
seamos intrínsecamente santos, sino porque el único
absoluto nos ha concedido ser santos.

b) Que nuestra meta debe ser santificar el nombre de

Dios. Es decir, no presentar a un Dios ordinario, común,
como los ídolos del mundo; sino como el único, distinto
y existente Dios Redentor.

c) Que la santificación cristiana es esa transformación de

lo profano a lo santo, de lo común a lo extraordinario, de
lo terrenal a lo celestial y esto solo es posible por el
poder mismo de Dios. Entre más conozcamos a Dios,
cada día nos pareceremos más Jesús. Es en la
hermosura de su santidad que seremos transformados
a su imagen.
La santificación en la vida del creyente es cuando
observamos en la escritura, todo el tiempo, el rostro de
Jesús. No solo estamos llamados a ser santos, sino a
santificarnos cada día.
La vida cristiana es un constante llamado a la santidad.
Debemos ser santos como Dios es santo.

d) Que la adoración de una persona, familia o iglesia será

tan fervorosa como su contemplación de la santidad de
Dios lo sea.

No olvidemos lo que dice el Salmo 29:2 Dad al Señor la

gloria debida a su nombre; Adorad al Señor en la
hermosura de su santidad.

PREGUNTAS DE APLICACIÓN
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1. ¿Cuál es tu reacción al conocer la santidad de Dios? ¿De

qué manera conocer la santidad de Dios confronta tu vida,
confronta tus actitudes, palabras y forma de pensar?

2. ¿Cómo el conocer la hermosura de la santidad de Dios te

lleva a admirar Su gracia?

3. ¿De qué manera el conocer la santidad de Dios te lleva a

comprometerte en servirle?

4. ¿Cómo conocer que Dios es Santo te anima a dar

testimonio al mundo del evangelio?