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Brizzi, Julieta (Comp) - Poemas de Amor (RTF) (v1.1)
Brizzi, Julieta (Comp) - Poemas de Amor (RTF) (v1.1)
ANTOLOGÍA
EDITORIAL LUMEN
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1055 Buenos Aires
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República Argentina
e PRÓLOGO
Por una mirada
Cantar de los Cantares
Canto cuarto
Francisco de Quevedo
Gustavo Adolfo Bécquer Definición del amor
Los invisibles átomos del aire Miguel Hernández
Sor Juana Inés de la Cruz “Besarse, mujer”
Soneto 184 Gustavo Adolfo Bécquer
Lope de Vega Amor eterno
Varios efectos del amor Federico García Lorca
William Shakespeare La casada infiel
Soneto Garcilaso de la Vega
Luis de Góngora Soneto 31
“La dulce boca que a gustar convida” Charles Baudelaire
Almafuerte Lo gigante
En la ribera Almafuerte
Gustavo Adolfo Bécquer De rodillas
Volverán las oscuras golondrinas Anónimo
Miguel Hernández Romance de la infantina
Ser onda, oficio niña es de tu pelo Sor Juana Inés de la Cruz
Fray Luis de León Soneto 175
“Oh cortesía, oh dulce acogimiento” Gustavo Adolfo Bécquer
William Shakespeare Es un sueño la vida
Soneto 18 Cantar de los Cantares
Sor Juana Inés de la Cruz Canto tercero
Soneto 164 Anónimo
Gustavo Adolfo Bécquer La ermita de San Simón
No has sentido en la noche José de Espronceda
Anónimo Las quejas de su amor
Romance de amor Rubén Darío
Garcilaso de la Vega Yo persigo una forma
“Escrito esta en mi alma vuestro gesto” Francisco Luis Bernárdez
Francisco de Quevedo Estar enamorado
Soneto I William Shakespeare
Francesco Petrarca Soneto 116
“Tan extraviado está el loco deseo mío” Charles Baudelaire
Cantar de los Cantares Los gatos
Canto quinto Gustavo Adolfo Bécquer
Sor Juana Inés de la Cruz Tu aliento es el aliento de las flores
Soneto 172 Rubén Darío
Anónimo Caso
Horas de amor Almafuerte
Gustavo Adolfo Bécquer Intima
Dos rojas lenguas de fuego Garcilaso de la Vega
Anónimo Soneto 38
Romance del enamorado y la Muerte Sor Juana Inés de la Cruz
Francisco Luis Bernárdez Soneto 168
Poesía romántica Juana de Ibarbourou
William Shakespeare Millonarios
Soneto 71 Baldomero Fernández Moreno
Anónimo Setenta balcones y ninguna flor
Romance de rosa fresca Dámaso Alonso
Sor Juana Inés de la Cruz Ciencia de Amor
Soneto 176 Sor Juana Inés de la Cruz
Soneto 165
2
Prólogo
Desde que el hombre está en este mundo, desde que tiene memoria y es Historia,
desde que alguien se alzó con la pluma a esculpir sus sentimientos y compartirlos con el resto
de los mortales, existe la poesía. Es lo mismo, pues, decir: siempre existió la poesía.
Ella ha sido nuestra fiel compañera en momentos de desengaño, de tormento y, por
qué no, de satisfacciones. Estuvo desde un principio, cuando el canto aún era la única forma
del arte literario. Siguió mucho tiempo evolucionando con las demás expresiones de la
civilización. Los hombres y mujeres de todas las épocas escribieron y leyeron poesía para
calmar y hasta curar mal de amores. Hoy, fin del siglo XX, necesitamos como nunca de esa
ancestral expresión tan parecida a la plegaria para descubrir que el Amor aún permanece in-
tacto. El dios Amor. Esa variante tan apasionada del sentir humano.
Apartémonos un momento de nuestro andar cotidiano alienante y regresemos a los
antiguos palacios de amantes legendarios, a alcobas plagadas de suspiros, a balcones y
serenatas interminables iluminadas por la solitaria luz blanca de la luna. Recordemos antiguas
fantasías o antiguas realidades. Vivamos, en definitiva, como se debe disfrutando del
romanticismo eterno
Se dice habitualmente que el lector de poesía es un poco poeta, porque debe participar
del misterio creado en cada verso. Este libro propone continuar ese juego hasta las últimas
consecuencias hasta compenetrarnos tanto que no sepamos diferenciar entre nosotros, el
poema, el amante, el amado, el Amor...
J.B.
3
Gustavo Adolfo Bécquer
Los invisibles átomos del aire...
Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
—¡Es el amor que pasa!
Lope de Vega
Varios efectos del amor
Sucumbir, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso,
William Shakespeare
Soneto 23
Como un torpe actor en medio de la escena,
que, por miedo, olvida el parlamento,
o un iracundo en quien la cólera despierta,
cuyo exceso de enojo le debilita el corazón,
Luis de Góngora
La dulce boca que a gustar convida...
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter suministra el garzón de Ida,
Almafuerte
En la ribera
Ven, sigue de la mano
al que te amó de niño,
ven, y juntos lleguemos hasta el bosque
que está en la margen del paterno río.
Así la primavera,
del trópico vecino
desciende, y canta, repartiendo flores
y colgando en las vides los racimos.
¡Cuán suenan gratamente,
acordes, en un ritmo,
del agua el melancólico murmullo
y el leve susurrar de tu vestido!
¡Ámame, no me olvides,
ámame con delirio,
con el beso de tus labios
como la Esposa del cantar divino!
Yo guardaré el secreto,
lo guardará este asilo.
Donde, ingenuas, se besan las palomas
ante la augusta majestad del río.
Miguel Hernández
Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo...
Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.
William Shakespeare
Soneto 18
¿Si te comparo con un día de verano?
No, tú eres más hermosa y más agraciada
Rudos vientos azotan las flores de mayo
y la pompa de verano dura apenas nada.
Anónimo
Romance de amor
En el tiempo que me vi más alegre y placentero
me encontré con un amigo que me habló y dijo así:
— ¿Adónde vas, caballero? ¿Adónde vas, triste de ti?
Muerta está tu linda amiga, muerta es que yo la vi;
las andas en que ella iba de luto las vi cubrir,
duques, damas y doncellas llorando dicen así:
— ¡Oh triste del caballero que tal dama pierde aquí!
Garcilaso de la Vega
Escrito está en mi alma vuestro
gesto...
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo,
vos sola lo escribistes, yo lo leo,
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
Francisco de Quevedo
Soneto 1
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía,
hora a su afán ansioso lisonjera;
Él
Prométanme, mujeres de Jerusalén,
no interrumpir el sueño de mi amor.
¡Déjenla dormir hasta que quiera despertar!
Anónimo
Horas de amor
¿Te acuerdas? Quise con impulso aleve,
sobre tu pecho colocar mi oído
y escuchar el dulcísimo latido
con que tu blando corazón se mueve.
Anónimo
Romance del enamorado y la muerte
Un sueño soñaba anoche,
sueñito del alma mía,
soñaba que entre mis brazos
mis amores tenía.
William Shakespeare
Soneto 71
No te lamentes por mí cuando esté muerto
y escuches anunciar a la funeral campana,
que abandono el mundo vil por la ribera
que los gusanos volverán la más villana.
Anónimo
Romance de rosa fresca
—Rosa fresca, rosa fresca, tan garrida y con amor,
cuando te tuve en mis brazos, no te supe servir, no;
y ahora que te serviría, no te puedo tener, no.
—Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía no;
enviásteme una carta con vuestro servidor,
y en lugar de cumplir, él me dijo otra razón:
que eras tú casado, amigo, allá en las tierras de León;
que tenías mujer hermosa e hijos como una flor.
—Quién te lo dijo, señora, no te dijo verdad, no;
que yo nunca entré a Castilla, ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño, que nada sabía de amor.
Lo busqué y no lo encontré,
lo llamé y no me respondió.
Me encontraron los guardias
que hacen la ronda de la ciudad;
me golpearon, me hirieron;
¡los que cuidan la entrada de la ciudad
me arrancaron el velo con violencia!
Mujeres de Jerusalén,
si encuentran a mi amado,
prométanme decirle
que me estoy muriendo de amor.
Coro
¿Qué de especial tiene tu amado,
hermosa entre las hermosas?
¿Qué de especial tiene tu amado,
que nos pides hacerte tal promesa?
Ella
Mi amado es trigueño claro,
inconfundible entre miles de hombres.
Su cabeza es oro puro;
su cabello es ondulado
y negro como un cuervo;
sus ojos son dos palomas bañadas en leche,
posadas junto a un estanque;
sus mejillas son amplios jardines
de fragantes flores.
Así es mi amado,
así es el amor mío,
mujeres de Jerusalén.
Coro
¡A dónde se ha ido tu amado,
hermosa entre las hermosas?
¡Iremos contigo a buscarlo!
Ella
Mi amado ha ido a su jardín,
a su jardín perfumado,
a apacentar su rebaño
y cortar las rosas.
Francisco de Quevedo
Definición del amor
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
un breve descanso muy cansado.
Miquel Hernández
Besarse, mujer...
Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.
Garcilaso de la Vega
Soneto 31
Dentro de mi alma fue en mí engendrado
un dulce amor, y de mi sentimiento
tan aprobado fue su nacimiento
como de un solo hijo deseado;
mas luego de él nació quien ha estragado
del todo el amoroso pensamiento:
en áspero rigor y en gran tomento
los primeros deleites ha tornado.
Charles Baudelaire
La gigante
Cuando antes la Creación, de ingenio exagerado
cada día inventaba una criatura monstruosa,
yo hubiese estado con una joven gigante
como al pie de una reina está un gato voluptuoso.
Almafuerte
De rodillas
Discurren los que me ven
mirarte con tanto afán
que mis labios no podrán
expresar mis ansias bien.
Yo no siento que se den
semejante explicación,
pues de tu equivocación
a mansalva considero
descubrir el paradero
de mi pobre corazón.
¡No sé si me lo ha robado
pero sé que lo he perdido,
y que ha de estar escondido
en algún sitio sagrado;
pues, si mi pecho ha dejado,
digo que no pudo ser
tanto sólo por el placer
de olvidarme y libertarse,
sino para refugiarse
en un pecho de mujer!
Yo no lo quiero sacar
de un asilo semejante
porque sé que en el instante
cesará de palpitar,
allí lo debo dejar
para que esté satisfecho
y puesto que tú te has hecho
la santa de su elección,
que siga en adoración.
Anónimo
Romance de la infantina
A cazar va el caballero, a cazar como solía;
los perros lleva cansados, el halcón perdido había,
se arrimó a un gran roble, alto cual maravilla;
en una rama más alta, vio que estaba una infantina,
cabellos de su cabeza todo el roble cubrían.
—No te espantes, caballero, ni tengas tamaña grima,
hija soy del buen rey y de la reina de Castilla,
siete hadas me auguraron, en brazos de una ama mía,
que andase por siete años sola en esta montiña.
Hoy se cumplen los siete años, o mañana de aquel día;
por Dios te ruego, caballero, llévame en tu compañía,
si quisieres, por mujer, si no, sólo por amiga.
—Esperadme, vos, señora, hasta mañana, aquel día,
iré yo a tomar consejo de una madre que tenía.
La niña le respondiera con estas palabras que decía:
—¡Oh mal haya el caballero que sola deja a una niña!
Él se va a tomar consejo, y ella se queda en la montiña.
Aconsejóle su madre que la tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero no la halló en la montiña:
vio que se la llevaba una gran caballería
El caballero cuando la vio, en el suelo se caía;
cuando en sí hubo retornado estas palabras decía:
—Caballero que tal pierde, muy gran pena merecía;
yo mismo seré mi juez, yo me daré justicia:
que me corten pies y manos y me arrastren por la villa.
Me robaste el corazón,
hermana mía, novia mía;
me robaste el corazón
con una sola mirada tuya,
con uno de los hilos de tu collar.
Anónimo
La ermita de San Simón
En Sevilla hay una ermita que llaman de San Simón,
adonde todas las damas iban a hacer oración.
Allá va mi señora, sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya, mantilla de tonasol,
en su boca muy linda lleva un poco de dulzor,
en su cara muy blanca lleva un poco de color,
y en los ojuelos grisáceos lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita relumbrando como el sol.
El abad que da la misa no la puede seguir, no,
los monaguillos que lo ayudan no aciertan a responder,
no por decir "amén, amén", decían "amor, amor"
José de Espronceda
Las quejas de su amor
Bellísima parece
al vástago prendida,
gallarda y encendida,
de abril la linda flor;
empero muy más bella
la virgen ruborosa
se muestra, al dar llorosa
las quejas de su amor.
Suave es el acento
de dulce amante lira,
si el blando son suspira
de noche el trovador;
pero aún es más suave
la voz de la hermosura
si dice con ternura
las quejas de su amor.
Rubén Darío
Yo persigo una forma...
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Charles Baudelaire
Los gatos
Los amantes fogosos, los sabios respetables,
sienten, cuando maduros, igual debilidad hacia los gatos,
orgullo de la casa, que son como ellos
sedentarios y al frío vulnerables.
Rubén Darío
Caso
A un cruzado caballero,
garrido y noble garzón
en el palenque guerrero
le clavaron un acero
tan cerca del corazón
Almafuerte
Íntima
Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
0 acaso el que me roba tus caricias
tiene en el cielo más poder que yo.
Garcilaso de la Vega
Soneto 38
Estoy de continuo en lágrimas bañado,
rompiendo siempre el aire con suspiros,
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;
que viéndome do estoy y en lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;
Juana de Ibarbourou
Millonarios
Tómame la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas.
Con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda del agua.
Baldomero Fernández
Moreno
Setenta balcones y ninguna flor
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor...
A sus habitantes, Señor, ¿qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
Dámaso Alonso
Ciencia de amor
No sé, sólo me llega en el venero
de tus ojos, la lóbrega noticia
de Dios, sólo en tus labios, la caricia
de un mundo en mies, de un celestial granero.