Está en la página 1de 3

Democracia en la Usach

Antecedentes

La situación de la Universidad chilena “el negocito”, (según Carlos Pérez Soto, en “Lo
esencial”)

Nadie va a privatizar las universidades estatales. Lo que se ha hecho es convertirlas en


centros de pequeños negocios académicos y de consultorías, administrados de manera
privada, bajo el amparo institucional, por una elite de profesores de jornada completa, que
obtienen salarios extra y ganancias a costa de las instalaciones y de la marca
institucional.​ Una elite académica que no mueve ni un dedo para evitar la progresiva
externalización de los servicios (aseo, casinos, salas cuna, centros culturales), que resultan
una nueva fuente de buenos negocios relacionados para las autoridades universitarias de
turno.

Una elite que no se ha interesado en absoluto en revertir la externalización de la propia


función docente, que va quedando en manos de académicos contratados a honorarios, por
jornadas parciales, sin estabilidad laboral, sin beneficios sociales, sin más opción de hacer
una carrera académica que la de integrarse a los equipos al servicio de los académicos con
más poder.

Y, nuevamente, la mala izquierda cree que con la “gratuidad de la educación” ha ganado


una batalla, ha logrado implementar una “política social”. Una vez más los arbustos del
populismo electoralista logran tapar el frondoso bosque de la profundización neoliberal.

La democratización universitaria, como una más de las tareas del movimiento popular
(Gaudichaud, Franck; Capitalismo neoliberal, trabajo y alternativas radicales)

programa, la derogación real del código laboral del 1979 y su reemplazo por uno redactado
con los trabajadores y sus organizaciones; la (re)nacionalización del cobre (con
participación de los mineros) y la inversión de sus beneficios en los servicios públicos con
perspectiva de constitución de una transición hacia una economía post-extractivista
sustentable; el fin de las AFP (fondos de pensión) y la recuperación de un sistema de
previsión y de pensión solidario, por repartición, controlado por sus usuarios; ​el retorno a
una educación de calidad 100% pública (con democratización comunitaria)​; y -a
mediano plazo- la creación de una Asamblea Constituyente originaria popular, son entre
otros cuatro puntos que, nos parece, podrían servir de base a la discusión colectiva (sin
olvidar la recuperación del agua y de la energía como bien común).

Intervención

De lo anterior se sigue, la democracia en la universidad, no como una consigna o un ideal


ético (que perfectamente puede serlo) sino como una necesidad política en la
transformación de las relaciones y fines de la universidad. Vale decir, queremos democracia
en la Usach, no porque la democracia sea correcta o justa, simplemente, osea como
consigna moralizante, No, queremos democracia como una forma de gobernar, de participar
en la toma de decisiones que nos afectan al interior de la universidad.

Y en segundo lugar, debe ser inscrita esta transformación, en el paraguas más amplio de la
transformación general de nuestra sociedad. La universidad no tiene la obligación de ir a la
vanguardia, tenemos derecho además a sospechar del vanguardismo de académicos y
universitarios, aquí nadie está ungido ni nos va a mostrar el camino. Pero así como no tiene
la obligación de ser vanguardia, No tiene derecho a quedar a la saga de las
transformaciones que la sociedad lucha hoy por levantar. Y honestamente, sería una
vergüenza que la universidad quedase sustraída y progresivamente convertida en bastión
conservador.

Y entonces, democracia en el trabajo:

“Frente al trabajador, la producción de su trabajo se vuelve un poder ajeno; en general su


trabajo, en cuanto no es facultad, sino movimiento, es trabajo real; el capital, a la inversa, se
valoriza a sí mismo mediante la apropiación del trabajo ajeno” (pág. 215, cuaderno 1,
grundisse) pág 248, tomo I, Grundisse, siglo XXI, 1953)

“Al ceder su trabajo al capitalista, el obrero obtiene un derecho sobre el precio del trabajo, y
no sobre el producto de este trabajo, ni sobre el valor que ha añadido” (pág. 215, cuaderno
1, grundisse) pág 248, tomo I, Grundisse, siglo XXI, 1953)

Reflexiones análogas, en un plano filosófico, se encuentran en los manuscritos respecto de


la crítica de la enajenación

Esto es el fundamento de la desproporción en el intercambio de valor entre el empleado y el


empleador, es este el mecanismo de la explotación y la razón por la cual la empresa debe
ser -o tiende por la cohersión de las fuerzas de la competencia- a ser un espacio autoritario.
Mi hipótesis, es que el modelo de “management” impuesto en la esfera productiva, tiende a
ser imitado en el resto de las áreas de la economía y sociedad. Ocurre que en toda partes
hay que bajar los costos y aumentar la eficiencia del gasto.

Por supuesto el pobre financiamiento y el uso cuestionable de estos recursos, es el marco


institucional puesto desde el modelo social, totalizante, del “neoliberalismo”: Donde todo
está al servicio de la ganancia privada.

(Todas, todos los que hemos pasado por suficiente número de trabajos hemos tenido la
experiencia, de lo que significa la falta de democracia en el trabajo; discrecionalidad, abuso
de poder, clientelismo, y como consecuencia la generación de un ambiente enrarecido,
desagradable, falso.)

Colectivamente, democráticamente, decidir qué hacer con el resultado de su trabajo, ser “su
propio jefe” de manera colectiva. La transformación del lugar del trabajo, a través de la toma
de decisión colectiva; esto cambia la organización a nivel micro, mina el clientelismo, la
discrecionalidad arbitraria, el abuso, etc.

También podría gustarte