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Propuesta de un occidental del Sur

José Mendívil*
¿Debemos pensar en un gran proyecto
humano para avanzar hacia un nuevo
orden mundial posCovid19? Es sin duda
un deber Kantiano hacia la ansiada Paz
perpetua. ¿Sus perspectivas y
posibilidades estarían pasando de manos
de las principales potencias occidentales
a las potencias de Asia y Eurasia?
Imaginar su posibilidad es una quimera.
La cuestión que interesa es saber si la
vieja democracia occidental podría ser
desplazada por el autoritarismo en el
mundo, y si este se acercará, superada la
pandemia, desde el mismo occidente al
que imaginara George Orwell en su
novela 1984; democracia, por cierto
defectuosa, que defendiera hasta sus
últimos días Norberto Bobbio, su
principal crítico.
¿Ha llegado el fin de la preeminencia
cultural de occidente? La historia nos
dice que los pueblos que han ganado
regional y mundial han sido los que han
expandido sus mercados y desarrollado
ventajas tecnológicas para la producción
y la guerra. Pero no es una ley natural ni
inevitable en las relaciones entre
pueblos. Tampoco es justificable creer
que el mundo no puede moverse de otra
manera, y que siempre habrá
*Docente en la Universidad Ricardo Palma, en
Lima, Perú.

perdedores y ganadores, sociedades con


niveles de vida satisfactorios, y otras en
la miseria más inhumana.
Nos hemos acostumbrado a lo irracional
e inhumano. No solo es una quimera
imaginar un orden social con una
influencia disminuida de la civilización
occidental, sino también uno igualitario,
como Marx soñara, ilusión que se
muestra con la crítica al ‘capitalismo
salvaje’. La sola idea de estos ordenes
como posibles, lleva a perder de vista
que la libertad es un hecho cultural
nacido en occidente, y a restarle fuerza a
la convicción de que la modernidad
occidental, que tiene raíces muy
profundas, viene del haber comprendido
que los cambios en nosotros y en la vida
comienzan desde que somos formados
para tener el valor de enfrentar a tiranías
y dictaduras, y que la libertad viene del
usar siempre nuestra propia razón y no la
dictada por el poder cualquiera sea su
forma o cubierta. Sí, es el Sapere Aude
del que hablaron Horacio y Kant.
Para un orden mundial más justo y que
renueve el sentido humano de la
civilización occidental, tenemos la
obligación de ir un paso delante de las
irracionalidades del poder y la economía
que vienen del orden mundial que se
estableciera desde 1945, y de los
nacionalismos retrógrados y populismos
dispuestos a lo aberrante contra la vida y
la paz mundial; porque este tiempo es un
tiempo para repensar lo social y lo
humano, y para darle sentido a un nuevo
orden mundial, el que puede empezar a
imaginarse a partir de la necesidad de
una Constitución Global, propuesta
hecha por Luigi Ferrajoli, y que ha
reiterado en su libro Constitucionalismo
más allá del Estado. Esta Constitución
debe ser imaginada con la participación
de todos los Estados para podemos
concurrir a la construcción de una vida
más justa. El Papa Francisco le ha
llamado sociedad solidaria.
El tiempo que vivimos no es un tiempo
para las victorias decisivas de un tipo de
derecho, economía o potencia militar. Es
un tiempo para las victorias compartidas.
Lo exige nuestra evolución como sapiens
sapiens. Lo demanda nuestra civilización.
Es un deber para nuestro humanismo.
George Steiner en su libro Lecciones de
los maestros, llamaba nuestra atención
sobre el sentido de lo humano en
occidente, que creo que es bueno tener
en cuenta ahora que el miedo y el dolor
nos devuelven lo mejor de nuestro
humanismo. Recordaba que Friedrich
Nietzsche advirtió: “¡Oh, hombre! ¡Presta
atención! / ¿Qué dice la profunda
medianoche? / «Yo dormía, yo dormía, /
De un profundo soñar me he
despertado: / El mundo es profundo / Y
más profundo de lo que el día ha
pensado. / Profundo es su dolor, / El
placer es más profundo aún que el
sufrimiento: / El dolor dice: ¡Pasa! / ¡Mas
todo placer quiere eternidad! / ¡Quiere
profunda, profunda eternidad!»”.
Lima, 11 de abril del 2020

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