Está en la página 1de 194

Lo que te hace falta es un poco de cielo

Hay un proceso natural por el que todos pasamos cuando enfrentamos crisis en nuestra
vida, y es necesario que lo pasemos para poder perseguir, alcanzar y recuperar todo lo que
nos han querido robar. Tienes que pasar de amargura al miedo, y del miedo a la fortaleza.

Para lograrlo, es necesario que reconozcas la existencia y la importancia de tu hombre


interior. Recuerda que esta era la parte que estaba muerta, antes de tú conocer a Cristo, y
esa fue la parte que revivió, cuando tú le entregaste tu corazón al Señor.

Ese hombre interior es tu punto de conexión con Dios. Cuando la presencia de Dios viene
sobre tu vida, tiemblas, lloras, ríes, porque tu cuerpo no resiste la presencia de Dios. Dios
no puede conectarse contigo por el cuerpo. Tampoco puede hacerlo con tu mente. ¿Por
qué? Porque él no cabe en tu mente.

Quizás piensas que nunca has escuchado a Dios, pero es que has estado esperando
escucharlo con tus oídos, cuando realmente a Dios lo escuchas con tu espíritu, desde tu
hombre interior, y no has entendido que es Dios quien te ha estado hablando.

Dios puede dar pensamientos a tu mente, pero no te puede dar todo de sí en tu mente. Él no
cabe ahí.

La necesidad de tu hombre interior es diferente a la necesidad de tu cuerpo y de tu mente.


Tú no puedes renovar tu hombre interior durmiendo, y no puedes hacerlo entreteniéndote.
Tu hombre interior necesita lo que tu mente no entiende, lo que tu cuerpo no comprende.
Tu hombre interior necesita una palabra, tu hombre interior se deleita en la ley de Dios, tu
hombre interior a veces te levanta de madrugada y tu mente pregunta si no podría ser a otra
hora. Pero es que a otra hora tu mente no le prestaría atención a lo que Dios tiene que
decirte, y tu cuerpo estaría de camino a otro lugar.

Tu hombre interior es el que activa el cielo en ti. Cuando es el hombre interior el que
funciona, el que se activa, la eternidad de Dios comienza a fluir, el cielo comienza a fluir,
las respuestas no son respuestas naturales, sino respuestas divinas, son respuestas
celestiales; lo que fluye es directamente del cielo, y en el cielo siempre hay orden, siempre
hay paz, siempre hay victoria.

Lo que le hace falta a tu matrimonio es un poco de cielo; en tus finanzas, lo que falta es un
poco de cielo; en tu mente, lo que hace falta es un poco de cielo; en tu trabajo, lo que hace
falta es un poco de cielo; pero el cielo se manifiesta a través de ese hombre interior que
comienza a recibir y proyectar revelación del cielo.

Cuando es tu hombre interior quien te da la victoria, la victoria es permanente, es eterna,


porque se construye bajo revelación y bajo relación, no bajo emoción. Las cosas son
diferentes.
Tristemente, hay gente que lleva años en la iglesia y están descuidando lo que un día Dios
vivificó. Antes no faltaban a un servicio en su iglesia, pero ahora hay que dormir un poco
más. La excusa es que necesitan más tiempo para su familia, cuando en realidad tu familia
la tienes porque un día tu hombre interior se fortaleció, porque cuando no tenías familia
escuchabas palabra de parte de Dios que te devolvió la familia y ahora estás poniendo en
peligro la familia que Dios te dio, porque tienes trabajo, cuando ese trabajo Dios te lo dio
porque, cuando tú no pensabas nada bueno de ti, cuando tú no tenías autoestima, Dios creyó
en ti.

Si tu hombre interior no está vivificado, ¿con quién se va a relacionar el Espíritu Santo? El


Espíritu Santo no es para que tú lo sientas, y no es para que tú llores o te rías; el Espíritu
Santo está para fortalecer tu hombre interior.

El hombre interior no se fortalece de pie, se fortalece de rodillas, se fortalece leyendo la


palabra, se fortalece adorando a Dios.  

Un nuevo final para tu historia

En 1 de Samuel 30:6, dice que David se angustió mucho porque querían apedrearlo. Y
sigue diciendo que todo el pueblo estaba en amargura de alma, mas David se fortaleció en
Jehová, su Dios.

¿Has tenido una experiencia que te haya llevado a angustiarte mucho? La clave se
encuentra en fortalecernos en el Señor, fortalecer tu hombre interior.

Tu hombre interior es esa parte de tu vida que te da autoridad, te da firmeza, y te pone en el


propósito de Dios. Pero, ¿cómo fortalecer tu hombre interior? Esto es algo que se hace
conscientemente.

Tú necesitas escuchar palabra, llegar a cada servicio de tu iglesia, independientemente del


cansancio porque, aunque probablemente tu mente saldrá más cansada, habrá una palabra
en tu interior que, cuando la necesites, va a fluir de tu interior dándote la fortaleza para
perseguir, para alcanzar y para recuperar todo lo que el enemigo te ha querido robar.

Para fortalecerte en el Señor, tu mente juega un papel muy importante. Aunque la fortaleza
proviene del espíritu, tu mente interrumpe lo que Dios quiere hacer en tu hombre interior.

Nuestra mente tiene dos funciones básicas: la capacidad de memoria, y la capacidad de


imaginación. Todo el tiempo utilizas tu mente para recordar o para imaginar. Tú resuelves
problemas, basado en el archivo de recuerdos que tienes, o imaginando la solución del
problema.
Estas dos cosas están íntimamente ligadas. Tu imaginación, definitivamente, es totalmente
afectada por tus memorias. La razón por la que mucha gente no puede ver un futuro claro es
porque las memorias que tienen no se lo permiten ver. Sin embargo, lo trágico que tú has
vivido, alguien lo puede usar como pasión para imaginar un futuro lleno de victoria, y
sacarle provecho a lo que a ti hoy te deprime.

Montones de personas que han tenido el mismo problema que tú, y se han hecho
millonarios contando el problema de una manera diferente. Han utilizado la tragedia para
proyectarse de otra manera.

Tu proyección hacia el futuro es también indispensable para arreglar tus memorias. Es


imposible borrar de tu mente tus memorias. Dios olvida tu pasado, pero él ha tratado de que
tú te olvides y tú no te olvidas.

Hay quienes dicen que, cuando llegues al cielo, Dios te va a pasar toda una película de tu
vida, pero, para hacer eso, Dios tendría que ir al fondo del mar, donde él echó tu pasado.
Cuando Dios te ve a ti, él no ve nada de tu pasado, él lo que ve es la sangre de Cristo. Es
más, él ni te ve a ti, él ve a Cristo en ti, él te ve a través de Cristo.

Aun así, Dios no ha podido hacerte olvidar tus memorias. Has creído que tú eres tus
memorias, que tú eres tu pasado.

El mundo siempre te va a querer recordar lo que tú eras, pero hay poder en lo que tú eras
porque, cuando se nos menciona en el Nuevo Testamento a Raab, la ramera, lo que se nos
está diciendo es que Dios puede usar a una que era ramera para traer libertad. Así que, de
ahí puede salir algo bueno.

En el Antiguo Testamento, Dios se llama a sí mismo el Dios de Abraham, Dios de Isaac, y


Dios de Jacob. Es curioso que Dios se llamara a sí mismo de esa manera, porque él le había
cambiado el nombre a Jacob por Israel. Dios no dijo que ahora se llamaría entonces el Dios
de Abraham, de Isaac y de Israel. Dios siempre se llamó el Dios de Abraham, Dios de
Isaac, y Dios de Jacob, porque a Dios no le importa identificarse con la peor parte de tu
vida. Él era el Dios de aquel que llamaban ladrón, estafador. Dios nunca tomó en
consideración el nombre que el mundo le puso.

Dios no cuenta tu pasado para tu futuro, pero se le hace muchas veces difícil borrar tu
pasado de tu propia mente. Por esa razón, cuando Dios te habla, te profetiza tu futuro. Él te
profetiza tu futuro para que tú reescribas tu pasado, para que tú puedas reescribir tus
memorias y darle un nuevo final a tu historia.
Reescribe tu historia
“Y Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto,
de la casa de servidumbre, pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto,
no comeréis leudado.”  Éxodo 13:3 

Vemos, en el Antiguo Testamento, cómo los profetas le decían constantemente al pueblo de


Israel que se acordaran de Jehová, y las cosas que él hizo.  Algo curioso de los creyentes es
que se nos hace difícil olvidar el pasado, pero borramos rápidamente lo que Dios ha hecho
por nosotros.  El problema del pueblo de Israel era uno de memoria; ellos se acordaban de
lo incorrecto.  Se acordaban de los peces de balde en Egipto, pero no se acordaban de los
latigazos que les dieron por cuatrocientos años.  Recordaban todo eso, en vez del maná
recordarles que Dios les estaba dando provisión todos los días.  Otro ejemplo es el dinero;
el problema más grande de tenerlo es que a la gente se le olvida quien se lo dio.  Por eso la
palabra dice que te acuerdes de Jehová tu Dios que es quien te da el poder para hacer las
riquezas.  

Hay personas que llevan muchos años convertidos, y de lo único que hablan es de los
problemas que han tenido desde entonces.  Si les preguntan qué cosas buenas han pasado en
todo ese tiempo, pasarían mucho trabajo tratando de recordar.  Tenemos que hacer el
ejercicio de pensar en todas las cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas, y hacer una
lista, si es necesario.  Ante un problema, es muy fácil olvidarse de lo que Dios ha hecho.
Tu memoria es la que mata tu descanso físico, y también daña tus sueños del futuro.
Decide, hoy, que tu memoria no te robe ni un minuto más de tu presente, de tu descanso, y
definitivamente, del sueño que Dios ha profetizado sobre tu vida.  Porque lo que Dios dijo
que haría con tu vida, lo hará en nombre poderoso de Jesús.  

Nuestra memoria es vital en el tiempo de crisis; si aprendemos a reorganizar la realidad en


la que vivimos, entonces podemos crecer en confianza.  Si no eres capaz de reorganizar los
pensamientos en tu mente que han traído crisis, en vez de crecer firme, crecerás perturbado
y anulando tu futuro.  

Cuando vamos a la Biblia, vemos dos hombres que cometieron el mismo error, y tuvieron
dos finales diferentes.  Podríamos preguntarnos quién fue peor entre Judas y Pedro, y
seguramente diríamos que Judas, porque fue quien entregó a Jesús; pero Pedro lo negó.  La
diferencia es que la memoria de Judas no le permitió vivir hasta que Cristo se encontrara
con él.  Judas no pudo vivir ni un día con lo que había hecho.  Pedro lloró amargamente,
renuncio a todo, se fue a las barcas, regresó a donde estaba; pero Pedro no terminó con su
vida, y eso le dio oportunidad a que Cristo se encontrara con él.  Cristo había perdonado a
Judas desde antes de que este lo entregara.  Seguramente, Cristo lo hubiese perdonado, y lo
hubiese hecho uno de los predicadores más grandes del Nuevo Testamento; así lo hizo con
Pedro, a pesar de su error.  Hubiese sido grandioso escuchar a Judas hablar sobre su
testimonio de redención.  Al escuchar un testimonio como el de Judas, sabríamos que nada
de lo que hagamos puede impedir que Jesús nos perdone por nuestros pecados.  Pero, a
Judas, la memoria no lo dejó vivir.  

Pedro cometió el mismo error, pero tuvo tiempo para reflexionar, y tuvo la oportunidad de
reescribir su historia.  Dios quiere darte la capacidad de reescribir tu historia.  En los
momentos de crisis, empezamos a ver nuestra vida pasada, los errores que cometimos, y las
cosas que debimos haber hecho.  Probablemente pienses que lo que estás pasado hoy es por
algún error que cometiste hace años atrás, pero Dios ya te perdonó.  Lo que está sucediendo
es parte de la vida. Quizás sí tomaste algunas malas decisiones, pero de todas ellas Dios te
puede librar y, al igual que a Pedro, Dios quiere darte la oportunidad de reescribir tu
historia.

Dios se acuerda de ti
En Jueces 16:28, se nos dice que Sansón recuperó la fuerza. Sansón clamó a Dios, usando
una frase muy interesante; dijo: Acuérdate ahora de mí y fortaléceme. Y dice la biblia que
Sansón recibió fuerzas.

Todos los grandes hombres de la biblia le acordaban a Dios lo que ellos eran para Dios.
Cuando tú estás en crisis, cuando estás en dificultades, lo que tienes es que recordarle a
Dios lo que tú eres para él y de dónde él te sacó, porque él no te sacó de aquel lugar para
ahora dejarte en donde estás, sino para llevarte más allá.

¿Qué le dijo el preso a Cristo, estando ambos colgados, cada uno en su cruz? Le dijo:
Acuérdate de mí. Y Cristo le dijo: No va a haber necesidad de que yo me acuerde porque
hoy estarás conmigo en el paraíso.

Cuando decimos esta expresión “acuérdate de mí” delante de Dios, en realidad le estamos
dando una orden a nuestro interior de que recuerde lo que nosotros somos para Dios. Por
eso es que tú tienes que acordarte, y decirle: Señor, acuérdate; acuérdate lo que tú me has
prometido; acuérdate de la promesa que yo he hecho; acuérdate.

En 1 Crónicas 16:11, dice que busquemos el rostro del Señor y su poder. ¿Por qué es tan
importante buscar el rostro del Señor? Porque tú estás hecho a la imagen y semejanza de
Dios.

En medio de la crisis, cuando tú miras a tu alrededor tratando de buscar lo que la gente


piensa, lo que la gente opina, y tú tratas de buscar aliento en el rostro de la gente al lado
tuyo, los rostros de la gente a tu alrededor te deprimen más.

Dios envía a Jeremías a predicar, y Jeremías no quería ir. Y, dice la versión en inglés, que
Dios le dice: No mires sus rostros. Dios sabía que la palabra que él les había enviado no iba
a ser de su agrado. De la misma manera, quizás tu vida no es del agrado de muchos, pero, si
es del agrado de Dios, no mires los rostros de los que están a tu alrededor, buscando aquello
que solo podrás encontrar en el rostro de Dios.

Muchas veces buscamos consuelo y fortaleza en el rostro de la gente incorrecta. Cuando tú


vas al rostro del Señor, cuando vas a su presencia, él te dice: Creo en ti, creo que lo puedes
lograr. Entonces, tú comienzas a recibir fortaleza en tu interior, algo dentro de ti comienza a
cambiar; no tan solo comienzas a verte a ti diferente, sino que comienzas a ver la gente a tu
alrededor diferente, porque comienzas a ver a Cristo en la gente.

El rostro de Dios se busca. No se te va a aparecer. Tú tienes que buscarlo. Tienes que irte
en intimidad, en tiempos de oración, en tiempos de reflexión, en tiempos de estudio,
encerrado en tu cuarto, separando tiempo para ver a Dios cara a cara.  

Engañoso es el corazón

Al regresar de grandes victorias, David y sus hombres se encuentran con que su ciudad
había sido saqueada por los amalecitas. Siclag estaba quemada, y se llevaron cautivos a sus
mujeres y a sus hijos. Ante esto, los que estaban con David hablaban de apedrearlo, pero
David se fortaleció en el Señor.

David, después que se fortalece, entonces consulta a Dios. David no estaba consultando
para ver si era la voluntad de Dios que él recuperase a su familia. ¿Por qué consultó David
a Dios?

David había cometido un grande error en su vida que le costó caer en el problema en el que
ahora se encontraba. En 1 Samuel 23:2, David consulta a Dios, preguntando: ¿Iré a atacar a
estos filisteos? Y Dios le dijo que sí lo hiciera, pero los que estaban con él le dijeron que
tenían miedo. Entonces, David volvió a consultar a Dios, y Dios le dijo que descendiera
porque él le entregaría a los filisteos. Ahora, el capítulo 27 comienza diciendo: Dijo luego
David en su corazón. En esta ocasión, David no consultó a Dios.

Engañoso es el corazón.

Lo que vemos en el capítulo 30, el despojo de Siclag, es el resultado de una mala decisión
que tomó David en el capítulo 27. ¿Qué fue lo que dijo David en su corazón? David decide
meterse en tierra de los filisteos, por miedo y por cansancio, huyendo de Saúl.

Más adelante, cuando David va donde los filisteos, comete un grande error. David hace un
pacto con el rey Aquis y, para demostrarle a Aquis que estaba en paz con él, David
comienza a pelear las batallas de Aquis, destruyendo ciudades en nombre de otro ejército
que no era el de Dios.
Lo próximo que quedaba por conquistar era la tierra de Israel. Por el pacto que tenía David
con Aquis, David iba a tener que salir a pelear contra Israel, que era el pueblo que él había
sido llamado a defender, e iba a tener que matar a Saúl, cuando él no había querido matarlo
antes.

En el capítulo 29, a los filisteos les da miedo con David, y le dicen a Aquis que no se
unirían con él, mientras David estuviese con él, porque pensaban que algún día David se
revelaría contra ellos. Aquis, para mantenerse en pacto con los filisteos, libera a David del
pacto, diciéndole que se fuera.

Dios puso esto en el corazón de Aquis, porque Dios sabía lo que iba a pasar. David iba a
tener que ir a pelear y a destruir el lugar que él había sido llamado a reinar. Entonces,
cuando llegan a Siclag, encuentran su ciudad destruida, todo por haber estado peleando las
batallas de otro.

Es entonces que David se fortalece en Dios, y vuelve a hacer lo que tenía que hacer desde
un principio: Consultar a Dios.

¿Cuándo David se mete en problemas? Cuando decide seguir su corazón, sin consultar a
Dios. ¿Cuándo es que tú te has metido en problemas? Cuando has decidido seguir tu
corazón, sin consultar a Dios. Engañoso es el corazón.

David se unió con gente con la que nunca debió haber tenido un acuerdo. David se cansó de
huir de Saúl, tuvo miedo de la muerte. El miedo lo hizo unirse con la gente incorrecta. Tuvo
un poco de descanso, porque logró que Saúl dejara de buscarlo, pero entonces tuvo que
pelear las batallas de otro que él no fue llamado a pelear.

¿Cuántos problemas tú estás peleando que no son tus problemas? Son problemas de otro,
pero se han convertido en tus problemas porque tú te has metido en el campamento
incorrecto.

¿Por qué la gente hace pactos incorrectos? Porque se cansan de los Saúl. Pero es que tú
nunca llegarás a ser rey, si no hay un Saúl detrás de ti. Los Saúl se matan solos. Tú no
fuiste llamado a matar a Saúl; fuiste llamado a matar a Goliat y a los filisteos.
Obtén los resultados que Dios quiere para ti
Al principio de su vida como rey, todo lo que David hacía era consultando a Dios. Sin
embargo, a través de la historia de David, vemos varios eventos donde David comete el
error de no consultar ciertas cosas y, por lo tanto, obtiene consecuencias negativas.

En una ocasión, David tiene la buena intención de regresar el arca del pacto a la ciudad de
Jerusalén. David mandó a preparar carruaje con los mejores bueyes y, a mitad de camino, el
carruaje comienza a tropezar, a tambalearse, se iba a caer, y entonces Uza trata de aguantar
el arca y, en ese instante, Uza muere. Aquello que era un camino de celebración se
convirtió en un camino fúnebre y David decide dejar el arca del pacto en casa de Obed-
Edom.

De la misma manera nos ocurre a nosotros. Pensamos que entonces no fuimos llamados
para esto, que no debimos hacerlo, que fue una mala idea.

A los tres meses de estar el arca en casa de Obed-Edom, su casa y toda aquella ciudad
habían prosperado, por la presencia de Dios que estaba en ese lugar. La noticia de la
prosperidad en la casa de Obed-Edom llegó a oídos de David, quien decide, una vez más,
llevar el arca a Jerusalén, pero, en esta ocasión, decide consultar cómo hacerlo.

Dios dijo que el arca había de ser llevada en los hombros de los levitas, no con bueyes. La
presencia, la gloria de Dios, no fue hecha para ser cargada por los animales. Los animales
no pueden cargar la imagen de Dios. Ningún animal tiene el derecho de cargar la presencia
de Dios, solo los hombres, con todo y nuestras imperfecciones, somos la única especie en
esta tierra que puede cargar la gloria de Dios.

David aprendió. Mucha gente pasa, no solo noventa días, sino años viendo a otros teniendo
los resultados que estaban intencionados para ellos, pero, por no tener la humildad de
consultar, no rectifican su camino.

Consultar a Dios es un acto de humildad, un acto de dependencia, un acto de honor. El


consultar es aceptar que no lo sabes todo, es aceptar que necesitas ayuda, que no conoces
todas las cosas.

El problema del ser humano, en muchas ocasiones, es un problema de orgullo. ¿Por qué hay
gente que no va a la iglesia? Porque se les hace difícil aceptar que necesitan sentarse a
escuchar a otra persona que les diga algo diferente a lo que ya saben.
Cada vez que consultamos a Dios lo que hacemos es someternos. David pudo haber
intentado llevar el arca nuevamente de la misma manera, pero decidió consultar, y se dio
cuenta de lo que había que hacer, y fue lo suficientemente humilde para aceptar que la
primera vez lo había hecho mal.

Una de las razones por la cual ciertas cosas que estaban destinadas para tu casa se han
quedado a mitad de camino es por falta de humildad para aceptar que la primera vez lo
hiciste mal. Has preferido echarle la culpa a otro, a la situación, a la economía, en vez de
aceptar que lo hiciste mal y volverlo a hacer, esta vez, de la manera correcta.

Un hombre murió porque David quiso hacer algo bueno pero lo hizo de la manera
incorrecta. ¿Quién iba a querer cargar esa arca ahora, si el último que la tocó murió? David
tenía que explicar que la primera vez lo había hecho mal.

Lo que hace falta en las familias es esa clase de humildad. Ningún padre es perfecto, y Dios
tampoco pretende que lo sea, pero sí humilde. Una de las cosas que tus hijos deberían
escuchar de ti es que, el día que cometas un error, digas: Perdón, lo hice mal, y lo quiero
arreglar.

Cristo vivía con seguridad, pero no decía ni hacía nada que no consultara con el Padre, sino
que, lo que había visto y oído del Padre, eso hacía. Incluso, Jesús fue capaz de permitir que
Juan el Bautista lo bautizara. Juan no quería bautizarlo, porque decía no ser digno, pero
Jesús, no solo permitió que Juan lo bautizara, sino que dijo que era necesario que así fuera.

HAY UN CAMINO PERFECTO PARA TU VIDA


Hay situaciones en la vida en las que nos basta mirar atrás, mirar hacia nuestras
experiencias, para tomar las decisiones correctas. Pero, ¿qué pasa cuando no hay
precedentes?

En la historia que encontramos en 1 Samuel 30, David no puede mirar hacia atrás para
saber qué tiene que hacer, porque no le habían quemado su casa antes. No hay tal
precedente. ¿Qué hacemos en ese caso?

David consulta a Dios.

David manda a buscar al sumo sacerdote, quien había huido en un momento en el que Saúl
había matado a todos los profetas y a todos los sumos sacerdotes. Este hombre había
escapado con una pieza del sumo sacerdote que se llamaba el efod, pieza que se ponía el
sumo sacerdote para consultar a Dios.

El sumo sacerdote podía entrar en más de una ocasión al lugar santísimo durante el año.
Podía entrar en una sola ocasión para presentar la ofrenda de expiación, que era la ofrenda
por los pecados del pueblo, pero esto no significa que no pudiera entrar para ofrecer otras
ofrendas. El sumo sacerdote tenía derecho a entrar cuantas veces necesitaran recibir
dirección de parte del Señor.

Diferentes grandes hombres de Dios, a través de toda la palabra, consultaban sus decisiones
con el sumo sacerdote, y el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con el efod. Dentro
del efod había dos piedras: el “urim” y el “tumim”. No es que hubiese magia en estas
piedras. Su simbolismo es tan solo sombra de lo que es el Espíritu Santo hoy para nosotros.

La biblia dice que somos piedras vivas. En aquel tiempo, por causa de la condición del
hombre, porque Cristo todavía no había venido a morir por el hombre, Dios se hacía
presente a través de objetos naturales. Por eso veían a Dios en una columna de fuego, en
una columna de nubes, en manifestaciones visibles y tangibles.

Esas manifestaciones del Antiguo Testamento eran simplemente sombras de lo que Dios
quería hacer con nosotros.

“Urim” significa: luces. Tú no puedes consultar a Dios si no hay luz en tu vida. En la


creación, lo primero que Dios hizo fue la luz, porque en medio de un caos lo primero que tú
necesitas es encender la luz.

El problema es que hay mucha gente que no quiere encender la luz en su vida, porque no
quieren ver el reguero que hay en sus vidas, pero no es hasta que tú enciendes la luz y te
enfrentas con la realidad, que entonces puedes tomar decisiones correctas para salir de ese
lugar.

Cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, Dios encendía la luz, para que
ahora comenzara a ver claras las cosas. Tú nunca podrás saber qué hacer en medio de una
crisis, si no se enciende la luz. No es hasta que tú ves las cosas con claridad que puedes
tomar decisiones correctas en tu vida.

Alguien tiene que encender la luz en medio de tu crisis, para tú poder ver lo correcto.

“Tumim” significa: perfección. Lo que representaba era que ahora el sumo sacerdote
conocía la perfección de Dios para poner en orden toda la situación. Dios daba el camino
perfecto para hacer todas las cosas.

En la vida de Josué, se manifestó esta perfección. Después de haber pasado años dando
vueltas y con habladurías en el desierto, Dios utilizó esas mismas vueltas para darle la
victoria al pueblo de Israel, bajo el liderato de Josué, solo que esta vez en silencio y, cuando
abrieran su boca por primera vez después de todo ese silencio, caería el muro y poseerían la
tierra.

Los caminos de Dios son perfectos, no porque te parezcan lógicos a ti, sino porque le
parecen a él inteligentes. Él es el Dios de la perfección. Hay un camino perfecto para tu vid
DIOS TIENE ALGO MEJOR PARA TI
Si vamos a los versos en el capítulo 30 de 1 Samuel, observamos que los amalecitas no
necesariamente estaban buscando la cuidad de Siclag, sino que estaban de camino. Dice el
verso 2, que a nadie habían dado muerte, sino que se los habían llevado al seguir su camino.

Esto fue algo que pasó en el camino. Cuando entraron a la ciudad, se percataron de que no
había hombres en aquella ciudad. Estaban las mujeres, los hijos; era una ciudad indefensa,
porque los hombres estaban peleando en otros lugares.

En su camino, se llevaron todas estas cosas.

Lamentablemente, a través de toda nuestra vida, hay cosas que perdemos, en el camino.
Hay cosas que perdemos en el transitar, en el paso, de la vida. Seguramente, hay tantas
cosas que tú has perdido en el camino de tu vida, que tú no necesitarías dinero nuevo para
hacerte millonario, si recuperaras todo lo que tú has perdido en el camino.

El problema es que, en el camino, se pueden perder muchas cosas. En el camino, se pueden


perder cosas materiales. Por más fiel que seas a Dios, es normal que, en el camino, se
pierdan cosas materiales. Por mejor administrador que seas, es normal que pierdas cosas
materiales, en el camino, por el desgaste normal de las cosas.

En el camino, también hay relaciones que, o se pierden, o se abandonan. Hay relaciones


que son por un tiempo nada más, y tú tienes que entender eso. No puedes pretender llegar al
final de tu vida, cargando con toda la gente con la que comenzaste. Eso es imposible. En el
camino, los intereses cambian, las vidas cambian, los deseos cambian.

Hay gente que hoy no cabe en tu vida y, si tú quieres seguir en el camino, tienes que
caminar con la certeza de que, en el camino, se van a quedar ciertas personas.

Por otro lado, hay gente que Dios ha asignado para que terminen contigo el camino.

Hay tres tipos de relaciones: las de ayer, las de hoy, y las de mañana. Hay gente que tú
debes darle gracias a Dios porque están en tu ayer. Hay gente que son de hoy, y hay gente
que Dios tiene reservada para tu mañana. Y, mientras tú estás tratando de jalar los de ayer
para tu hoy, vas a perder los que Dios tiene para ti mañana, y los que Dios tiene para ti
mañana son diez veces mejor que los que había en tu ayer.
PIERDE LO QUE SEA MIENTRAS NO TE PIERDAS TU
En una crisis, una de las cosas que pasa es que la gente que tú amas, por lo general, se
separa de ti.

En la historia que hemos estado estudiando, en 1 Samuel 30, David estaba sufriendo la
separación de su familia. Cuando tú te separas de la gente que te ama, lo próximo que viene
es que tú te sientes derrotado, porque la gente que te ama, te ama siempre, pero es muy
duro estar en un lugar donde nadie te ama.

La separación puede venir por diferentes razones. A veces, por una mudanza, a veces hay
que trabajar horas extras. Entonces, lo que viene después, es que te sientes derrotado. Es
triste que, en tu momento difícil, no haya alguien que te apoye. Cuando uno pierde a
alguien que ama, entonces, se siente derrotado y, luego del sentimiento de derrota, viene la
soledad.

En esos momentos en que te sientes solo, piensas que nadie te entiende. Entonces,
comienzas a vivir adormecido ante las situaciones. Hay quienes no logran funcionar ya en
este estado, pero hay otros que funcionan en medio de la depresión. El hecho de que una
persona sea funcional, no significa que no esté en depresión. Hay gente que sale a trabajar,
a luchar, porque racionalmente piensan que, si no lo hacen, sería peor, pero dentro de ellos
hay un grito bien fuerte que dice: Me siento solo.

Imagínate cómo se sentía David. David estaba otra vez solo. Seiscientos hombres hablaban
de apedrearlo.

Pero, ante la separación, lo más importante que tú debes entender es que, lo que se pierda
en el camino se puede perder, mientras tú no te pierdas.

Aquel que no aprende a trabajar con la soledad, cae en desánimo porque, si no tienes a los
que amas, ¿por quién continúas? Eso es lo que nos hace pensar nuestra sociedad. Por eso
hay tanto adulterio, tanta fornicación, tanto divorcio, porque la gente quiere evitar el estar
solo, quieren tener alguien que les corresponda, cuando en realidad la marca de una persona
de éxito es la capacidad de levantarse por sí solo, de darse ánimo a sí mismo, de mirarse al
espejo y decirse: Tú eres mejor que esto.

Aunque nadie piense que tú vales nada, tú eres mejor que esto. Y, aquellos que le servimos
a Dios, cuando no hay nadie por quién vivir, hay una persona por la cual tenemos que vivir,
respirar, morir. Dice la palabra que el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
Si nadie te quiere, si todos te abandonan, si nadie piensa bien de ti, hay uno por el cual tú
deberías vivir, porque hay uno que hizo algo por ti que nadie en esta tierra va a hacer, que
fue dar su vida por ti en la cruz del Calvario y, tan solo por ese, es que tú debes vivir. Tan
solo por ese tú debes salir de la tristeza, tan solo por ese debes secarte las lágrimas. Si él
murió por ti en la cruz del Calvario, es porque tú vales algo.

SE ACABO
Ante la destrucción de la cuidad, y la aparente pérdida de su familia, David consulta a Dios
y, al hacerlo, lo que recibe de Dios es una instrucción. La instrucción de Dios para David
fue bien clara. Era una orden, una acción.

Cuando la gente va a la iglesia a consultar a Dios, lo que espera es entrar en un trance


emocional, sentirse en las nubes. La gente ora a Dios, y espera que Dios le pase la mano y
los calme. Lo menos que esperan es que Dios les diga: Persíguelos. Esperan que Dios diga:
Tranquilo, todo va a estar bien. Piensan que lo que necesitan es paz, pero no se puede
encontrar paz en una ciudad quemada.

Lo que la gente espera que Dios le diga contrasta lo que Dios realmente dice. Dios le dice a
David: Persíguelos. Dios le dice que no se quede en ese lugar, que no se quede en la
situación presente, que no se quede en el momento que estaba viviendo, que no se quede en
el problema que estaba viviendo. Dios no le dice a David: Confórmate.

La actitud de retroceder es una actitud que, tanto en el Antiguo como en el Nuevo


Testamento, es condenada y no es bien vista a los ojos de Dios. Todo lo contrario.

Dios le dice a David: Persíguelos, porque ciertamente los alcanzarás.

En el lugar de tu crisis no vas a encontrar paz. Levántate, toma acción, continúa, progresa,
prospera, incrementa en tu vida, desea cosas más grandes, aspira a cosas más grandes.
Entiende que lo que tienes en tu presente no es todo lo que vas a tener.

Aquella persona que no decide perseguir es una persona que, entonces, estará toda su vida
huyendo.

Cuando hablamos de este momento en la vida de David, estamos hablando de un joven que
por trece años ha estado corriendo, huyendo, pero llega un momento en que uno se cansa de
vivir a la defensiva.

¿No te has cansado tú de vivir a la defensiva?

La defensiva no es lo que gana un juego. La defensiva ayuda. Si tienes mala defensiva, no


vas a poder tampoco tener la victoria, pero con defensa no se gana un juego, porque alguien
tiene que anotar. La defensa está para que el otro no anote, pero si tú no anotas estás en
cero y se queda en un empate.
Dios no te llamó a vivir toda una vida corriendo. Dios no te llamo para vivir toda una vida
huyendo. Dios no te llamó para vivir toda una vida mirando por encima de tu hombro a ver
quién te va a perseguir, a ver quién te va a alcanzar, a ver cuándo va a llegar el problema,
cuándo va a llegar la dificultad.

Hay un momento donde tienes que asumir la actitud correcta y decir: Se acabó.

Persigue tus metas, alcanza todo lo que Dios tiene para ti, y no mires atrás.

MIRA HACIA ADELANTE


Toda la gente que admiramos de la biblia fueron personas que aceptaron el llamado de
perseguir algo. Aquellos que se quedaron estancados fueron aquellos que perdieron la
pasión, que se conformaron, que se quedaron en el mismo lugar.

En Filipenses 3, dice la biblia: Dejando lo que queda atrás, me extiendo hacia adelante,
hacia la meta del supremo llamamiento. Dios dice siempre que te extiendas hacia adelante.
En Hebreos 10:39, se nos describe como que nosotros no somos de los que retrocedemos,
sino de los que vamos hacia adelante, de los que vamos hacia al frente, de los que
perseguimos. Somos de los que continuamos.

En los evangelios, en más de una ocasión, Cristo dice que no hay nadie que ponga la mano
en el arado que mire hacia atrás que sea digno del reino de los cielos.

Luego de que tú pongas la mano en el arado, sigue hacia adelante.

Hubo un hombre que fue donde Cristo y le dijo que quería seguirle, y Cristo le dijo:
Sígueme. Pocos hombres recibieron esa invitación directa de Cristo. Pero ese hombre le
dijo que tenía que enterrar a sus padres. Entonces Cristo le dijo: Deja que los muertos
entierren a los muertos. Parece una expresión irrespetuosa, pero lo que aquel joven estaba
diciendo era que seguiría a Jesús el día que sus padres murieran. No es que tuviese un padre
enfermo y fuera a enterrarlo, es que él iba a esperar que sus padres murieran. ¡Quién sabe
cuánto tiempo tomaría eso!

Muchos hijos hoy están esperando que sus viejas generaciones terminen, para ellos decidir
moverse hacia adelante. Cristo le dice que no tendría parte ni suerte con él, porque no estar
dispuesto a mirar hacia al frente, a moverse hacia adelante y por estar pensando en el
pasado, en el ayer.

La conocida historia de Lot y su esposa nos muestra esto mismo. Abraham se mete, con
trescientos dieciocho hombres, a sacarlos de la tierra de Sodoma y, luego que los saca,
luego de arriesgar su vida luchando, peleando, la esposa de Lot, en lugar de mirar hacia
adelante, miró hacia atrás y se convirtió en una estatua de sal.

Todo el que mira para atrás, no va para adelante. Todo el que mira para atrás, pierde su
tiempo.
La gente siempre te va a recordar el pasado, siempre te va a recordar el ayer, pero tú tienes
que decir: Se acabó.

No pierdas toda tu vida mirando hacia atrás.

SORPRENDE A TUS ENEMIGOS


Ante la mayor dificultad de David, Dios le dijo que persiguiera a sus enemigos, porque
ciertamente los alcanzaría y recuperaría todo. De la misma manera, tú no debes esperar que
Dios simplemente te consuele ante la adversidad, sino que debes estar preparado para
perseguir, alcanzar y recuperar todo.

Ahora bien, a la hora de perseguir, debe hacerse por las razones correctas. No debes
perseguir algo por venganza, por coraje, por avaricia, por miedo, o perseguir algo por tus
propias fuerzas. Hay personas que, en un momento de crisis, deciden perseguir algo y
terminan frustradas porque lo persiguieron por las razones equivocadas.

La razón por la que tú debes perseguir algo porque es parte de las promesas de Dios para ti.

En medio de tu crisis, no necesariamente recibas el consuelo que esperas, pero vas a recibir
un buen empujón de Dios, diciéndote: Levántate y sigue hacia adelante, porque la victoria
te pertenece.

La palabra “alcanzarás” en la versión en inglés es la palabra “overtake”. Alcanzar no tiene


la implicación emocional que hay detrás de la expresión original. Alcanzar algo es luchar,
crecer y seguir hasta, algún día, obtenerlo. Eso no es lo que vemos en esta historia.
“Overtake” es sorprender al enemigo, es arrebatar, quitar sorpresivamente al enemigo
aquello que pretendió robarte.

“Overtake” no es algo que toma mucho tiempo, sino que es algo que se hace en un instante.
Hay cosas que cambian nuestra vida en un instante. La vida de una persona puede cambiar
con un diagnóstico médico. Lo que hace falta es que, después de años de matrimonio, un
día, te entreguen la demanda de divorcio, para que tu vida cambie en un instante. Eso es la
expresión “overtake”. Es algo que sorpresivamente cambia tu vida en un instante.

Esto fue lo que le ocurrió a David. Él tenía su vida planificada de otra manera. David estaba
acostumbrado a que, cuando él llegaba de una batalla, su familia y el pueblo lo recibían
cantando. Pero cuando llega a Siclag, encuentra una ciudad quemada, destruida, y eso lo
toma por sorpresa.

Dios lo que le dijo fue que, de la misma manera que, para mal, la vida de David había
cambiado sorpresivamente en un instante, y no había encontrado aquello que esperaba al
regresar, sino que recibió lo contrario, de esa misma manera, por causa de la acción que
David tomaría de perseguir, por causa de su obediencia, su vida cambiaría en un instante.
Cuando tú tienes la tenacidad de levantarte, luego de consultar a Dios, ante un evento que
cambió tu vida sorpresivamente, Dios te va a dar la capacidad para que, de la misma
manera que el enemigo te sorprendió en un instante, de esa misma forma, tú sorprendas a tu
enemigo.

Quizás has sido sorprendido por la bancarrota. Quizás, por problemas en el matrimonio, o
problemas de salud. Quizás, por problemas en tu país, o por un despido, pero tus enemigos
van a ser sorprendidos porque, de un día para otro, no te van a poder reconocer, no van a
saber qué es lo que ha pasado en tu vida, pero tú los vas a perseguir y Dios te va a dar la
victoria

TU PROBLEMA NATURAL LA SOLUCION SOBRENATURAL


Hay cosas en tu vida que no deberían sorprenderte. Pablo dijo, en 1 Corintios 10:13: No os
ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana.

Una de las peores sensaciones que hay es cuando algo nos coge por sorpresa, y tendemos a
pensar que es algo fuera de lo natural. Hay gente que piensa que los problemas son
sobrenaturales, cuando realmente todos tus problemas son naturales, con soluciones
sobrenaturales.

El problema es que, cuando el problema nos sorprende, hacemos de nuestros problemas


algo sobrenatural, y buscamos respuestas naturales.

Hay gente que quiere espiritualizar problemas humanos, sin darse cuenta que la solución no
es elevar tu problema humano a un problema espiritual. Lo que te está pasando a ti no te
debe sorprender porque hay alguien que ya ha pasado eso.

Lamentablemente, querámoslo o no, los problemas en la familia, los problemas financieros,


los problemas en los países, quizás te han sorprendido, pero no es nada que no pase en la
humanidad; son problemas humanos. El problema es que pretendemos espiritualizarlo,
cuando realmente lo que tenemos que espiritualizar son nuestras soluciones.

Si has tenido un problema en el matrimonio, no fue que un demonio se metió. Tienes que
entender que es algo natural a lo que todo matrimonio está expuesto. Tus hijos están
expuestos a problemas. Tus finanzas están expuestas a problemas. No te ha sobrevenido
algo que no sea humano, sino que, por el contrario, como sigue diciendo Pablo: fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida.

Cada vez que llega un  problema a tu vida, Dios no está inventando a ver qué va a hacer,
sino que, junto al problema, ya está la salida.

El problema que tienes es humano, y la salida te la está dando Dios. El problema que tienes
es natural, pero la salida es sobrenatural.
Lo que te mantiene atado, paralizado, es que tú todavía no has visto la salida y, si no la has
visto, no ha sido porque no está, sino porque no la has buscado, porque él la ha prometido
y, dice la palabra: Fiel es Dios.

Ahora, no dice que la fidelidad de Dios te evita el problema, sino que te da la salida. No
juzgues la fidelidad de Dios por el hecho de que estés pasando un problema. La fidelidad de
Dios no te exime del problema, sino que se trata de que tú sepas que, si tienes un problema,
fiel es Dio

COMO RECUPERAR LO PERDIDO


La emoción de obtener algo dura muy poco, pero nosotros los creyentes no vivimos por la
emoción de obtener algo, sino que vivimos por fe. Nuestro impulso no está meramente en
lo que obtenemos, sino en la fe que nos impulsa a obtener las cosas.

Ahora, cuando alguien tiene una pérdida, entonces sí el sufrimiento tiende a ser duradero.

La celebración de la boda y de la luna de miel dura un momento, pero un divorcio trágico


puede marcar la vida de una persona para siempre.

Por alguna razón u otra, el sentido de pérdida marca el corazón del hombre, llevándolo a
pensar que su tiempo se perdió, que sus fuerzas fueron innecesarias, que no hay razón por
la cual continuar. El sentido de pérdida encierra las emociones y detiene la fe del hombre.

Para poder recuperar todo lo externo, para poder recuperar las cosas naturales que has
perdido en tu vida, tienes que recuperar primero muchas cosas en tu interior. Esto le pasó a
David. David tuvo que recuperar primero su interior, para entonces salir a rescatar a los
suyos de manos de los amalecitas.

¿De qué te sirve recuperar algo afuera, si el corazón, adentro, está perdido?

Hay personas que tratan de luchar y salvar un matrimonio, pero ¿de qué te sirve recuperar
al hombre, cuando tu corazón se quedó en la experiencia pasada? ¿De qué te sirve recuperar
a esa mujer, si tu corazón se quedó en la pérdida?

¿De qué te sirve obtener el trabajo o la empresa que quieres, si en tu corazón lo que hay es
un sentido de pérdida? ¿De qué te sirve tener el éxito por el cual habías luchado tanto
tiempo, si la crisis te ha hecho perder tu interior, haciéndote vivir una vida de insatisfacción
total?

Puede que conserves tu matrimonio; tienes a tu cónyuge en la casa, pero en realidad el


corazón se perdió años atrás; es un matrimonio donde no hay pasión. Puede que tengas la
empresa, pero es una empresa sin pasión. Lo tienes pero, como no recuperaste primero tu
interior, ¿de qué te sirve obtener lo que está afuera?
Mucha gente se lanza a perseguir cosas, pensando que si persiguen algo y lo alcanzan y lo
recuperan, quitándoselo de las manos al enemigo, entrarían nuevamente en ese tiempo de
satisfacción, y que regresaría ese sentido de ser un hombre o una mujer completa, cuando
no es así.

La biblia dice que David, antes de salir a perseguir a los amalecitas, se fortaleció en Dios.
Tú no puedes salir a recuperar nada, si primero no te fortaleces, si no consultas a Dios, si tu
interior no está firme para recibirlo.

Esto no significa que no debas luchar por tu matrimonio. ¡Por supuesto que sí debes
hacerlo! Debes recuperar a tu cónyuge, pero primero recupérate tú. ¡Claro que debes luchar
por esa empresa que el enemigo te robó! Pero primero recupérate tú.

Lucha por salvarte a ti mismo primero, lucha por salvar tu corazón primero, lucha por
salvar tu mente primero, lucha por recuperarte, porque nada de lo que busques y alcances
afuera tendrá valor y sentido, si no te recuperas a ti mismo primero.

VENCE LA DESILUSION
Cuando David iba camino a sorprender a los amalecitas, doscientos de sus hombres estaban
cansados y no pudieron seguir. David siguió adelante con los restantes cuatrocientos.

Cuando decides seguir hacia adelante, mucha de la gente que está a tu alrededor ha perdido
la fuerza.

No todo el mundo sabe trabajar con las desilusiones como tú, pero el hecho de que alguien
esté cansado y no pueda seguir, no te debe detener a ti en tu camino. El hecho de que otro
decida quedarse a mitad, no debe hacer que pierdas el deseo, la pasión que hay dentro de ti
para continuar.

Quizás un día saliste triste de tu trabajo o de tu negocio, pero recuperaste las fuerzas y, al
otro día, al regresar, encuentras a los demás desanimados, y has vuelto a caer en desánimo.
Entonces no te recuperaste, porque aquel que verdaderamente se recupera no atiende a los
desanimados.

David no criticó a los que se quedaron, no se quejó, y tampoco los animó para que
siguieran. Tú no puedes estar detrás de la gente todo el tiempo. Cada quien tiene que
levantarse y seguir hacia adelante. David los dejó allí y, cuando obtuvo la victoria, regresó
donde ellos.

Levántate de la desilusión, y deja a la gente que ha decidido quedarse a mitad del camino.
Tú no puedes rendirte porque alguien te haya dejado, porque alguien no quiera continuar,
porque alguien no quiera seguir, porque alguien no quiera luchar.

Quizás hay alguien en tu negocio que aconseja que cierres, pero, si fue el negocio que Dios
te dio, continúa. No todo el mundo trabaja con las desilusiones de la misma manera. Hay
gente que se queda todo el tiempo atrás. Pero tú tienes que seguir. El que no quiera
moverse, que se quede.

Cuando tú quieres recuperar todo lo perdido, tienes que vencer la desilusión de aquellos
que no pueden continuar en el camino.

Hay gente que no va a poder continuar contigo en el camino, pero tú tienes que seguir hacia
adelante. Hay gente que comienza contigo, pero no van a terminar, y tú tienes que seguir
hacia adelante, tienes que continuar.

Saliste con seiscientos, y te quedan cuatrocientos. Vas a tener que tener que pelear la
batalla con menos recursos. David obtuvo las primeras victorias con seiscientos hombres; la
última, con cuatrocientos. Porque, aunque tú tengas menos recursos hoy, cuando tú tienes
menos, cuando cuentas con menos gente, con menos dinero, con menos fuerza y con menos
cosas, no puedes desilusionarte, porque lo grande es que la victoria que Dios le dio a David
se la dio con menos gente, y le dio más de lo que él fue a buscar.

Quizás has salido a pelear con menos recursos, pero, cuando regreses, no tan solo vas a
regresar con lo perdido, sino que vas a regresar con el botín, vienes con recompensa, vienes
con más de lo que esperabas, con más de lo que pensabas.

DIOS PUEDE CUPLIR TU SUEÑO


Definitivamente, todos necesitamos transformar nuestra vida.  Uno de los problemas que
hay en la vida de los hombres es que no entienden la necesidad que tienen de ser
transformados y renovados.  Muchos viven en un estado emocional y espiritual donde
piensan que están bien porque otros están mal; pero el hecho de que te compares con otro y
de que otro este mal no hace que tú estés totalmente bien. 

¿Puedes decir con sinceridad que Dios ha completado su obra en tu vida?  Claro que no;
aun los que llevan años en el evangelio, en nuestro caminar, vamos descubriendo cosas que
Dios desea transformar en nosotros.  Hay gente que puede pasar por muchas cosas y no
aprenden, porque realmente no son las experiencias que se viven las que nos enseñan
necesariamente, a menos que reflexionemos y permitamos que nuestro interior se renueve.  

Lo curioso es que, cuando Dios quiere darle esta experiencia de libertad al pueblo de Israel,
sucede lo mismo que cuando el Espíritu Santo se derrama sobre los discípulos en Hechos 2.
Es curioso que en Hechos 2, cuando Pedro trata de explicarle a la gente lo que está
ocurriendo allí, Pedro dice: Esto es lo profetizado por el profeta Joel, cuando Dios, a través
de él, dijo: Después de estas cosas, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.  

Por lo general, lo que la iglesia reconoce como el bautismo del Espíritu Santo es el hablar
en otras lenguas, porque en Hechos 2, cuando desciende el Espíritu Santo, todos
comenzaron a hablar en otras lenguas.  Cuando vamos al profeta Joel, vemos dos cosas en
particular que son la verdadera marca de lo que es un espíritu despierto.  
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.”  
Joel 2:28  

Dios dice, a través del profeta Joel: Cuando yo derrame mi espíritu sobre los hombres, los
viejos van a soñar y los jóvenes verán visiones.  Según Joel, una de las señales que muestra
que el espíritu de una persona ha sido vivificado, es que los viejos sueñen y los jóvenes
tengan visión.  

Si analizas, a lo mejor se debería ponerse de manera contraria; pensar que los jóvenes
deben soñar y los viejos tener visiones; pero a propósito Dios lo dice así.  ¿Por qué los
viejos van a soñar?  Porque ellos piensan que, porque son viejos, su tiempo se acabó o está
por terminarse, y no tienen grandes sueños.  Pero Dios dice: Si eres viejo y tu espíritu ha
sido vivificado, tú vas a tener sueños.  Los jóvenes no necesitan que el espíritu se avive
para soñar, porque los jóvenes –por ser jóvenes – ya sueñan.  Lo que necesita un joven es
visión, porque el problema de muchos jóvenes es que no la tienen.  No tener visión es no
tener claro lo que se tiene que hacer hoy, en esta temporada, para que el sueño se cumpla.  

El joven que tiene el espíritu vivificado, no tan solo sueña, sino que ahora tiene visiones.
Los ancianos también, ahora comienzan a soñar.  Y, si algo tú debes despertar en tu vida, es
esa capacidad –no importa cuántos años tú tengas – de soñar y de entender que Dios puede
cumplir tú sueño.  

Siempre que se ha hablado de la manifestación del Espíritu, por lo general, se encierra a


hablar en otras lenguas, a caernos o sentir algo.  Pero una de las cosas que dice que tú has
sido vivificado por el Espíritu Santo es que tu mente se abre para soñar, para tener visiones;
tu espíritu comienza a ser vivificado y comienza a tener esperanza, por encima de lo que tú
jamás habías pensado que podías lograr.  

Créele a Dios que esta crisis, esta situación financiera que existe, no va a cancelar tu
corazón, que no te va a impedir tener grandes expectativas; no va a cancelar tus sueños,
visiones, nuevas ideas.  Si algo muestra que el Espíritu de Dios está sobre ti, es que tu
mente y tu corazón sean abiertos a cosas más grandes de las que las circunstancias te
pueden ofrecer.  

ANTES DEL DERRAMAMIENTO


“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.”  
Joel 2:28  

Cuando dice después de esto, significa que antes del derramamiento del Espíritu, tiene que
ocurrir algo primero.  Pero, ¿qué es lo que debe ocurrir primero?  Esto va a ocurrir,
¿después de qué?  En Joel 2:18-22, Dios dice, a través del profeta, que antes de que llegue
el derramamiento del Espíritu Santo, llegará el perdón para el pueblo, habrá provisión de
alimento, no les volverá a poner en deshonra frente a sus enemigos.  Dios dice: Yo voy a
quitar a tus enemigos; todo aquello que te oprimió, yo lo voy a remover de tu vida.  

Dios va a hacer grandes cosas para tu nación; no el gobierno, sino Dios.  Va a hacer
grandes cosas; alégrate y gózate, no te entristezcas por lo que dicen las noticias, por lo que
dicen los periódicos.  Aun los animales no pasarán necesidad porque los pastos, los árboles,
van a producir; la higuera, la vid, van a dar fruto.  

“Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha
dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y
tardía como al principio.”  Joel 2:23 

Dios va a combinar los tiempos.  Todo lo que has estado esperando toda tu vida, va a llegar
al mismo tiempo.  Lo que no pudiste hacer en otras temporada, lo vas a hacer en esta.  No
se perdió la temporada pasada; Dios dice: Voy a unir las temporadas y te voy a dar la lluvia
temprana y la tardía; prepárate, alégrate y gózate, porque lo que no pasó hace cinco años,
no está perdido, está aguantado hasta que llegue el momento de tu liberación.  

“Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los
años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié
contra vosotros. Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el
cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y
conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay
otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.”  Joel 2:24-27 

¿Recuerdas la vergüenza que sufriste cuando perdiste la casa, cuando perdiste el carro? 
Dios dice: Jamás volverás a ser avergonzado.  Aquella vergüenza que sufriste cuando te
rechazaron, cuando te abandonaron, Dios dice: Yo voy a trabajar contigo, te voy a restituir
todo lo que el enemigo te robó, y nunca jamás serás avergonzado de nuevo.  Cuando te
saque de la situación en la que has estado viviendo, Dios dice: Nunca jamás volverás a caer
en vergüenza delante de nadie; esta es la promesa de Dios.  Y entonces dice: Y después de
esto derramaré mi Espíritu.  

Hay mucha gente pidiendo avivamiento para su país, pero piensan que el avivamiento es
solo hablar en lenguas y que se convierta la gente.  Estas cosas son parte del avivamiento,
pero antes de que se derrame el Espíritu de Dios de esa manera, Dios dice: Yo tengo que
restituir todos los años que parecían perdidos; la vergüenza que sufriste, nunca más la vas a
volver a sufrir; vas a caminar con tu frente en alto, y entonces derramare mi Espíritu sobre
ti.  

No puedes creer en la libertad del espíritu, sin creer que Dios te prospera y te bendice; es
imposible.  No puedes creer en todo el plan de Dios para tu vida, si no tienes provisión.
Piensa bien, ¿cómo puedes decir que puedes soñar, si no tienes con que pagar?  

Si te preguntan: ¿Quién es tu Dios, Dios o el dinero?  De seguro contestarías: Dios.  Pero
ahora, antes de contestar esta pregunta, piensa, cuando Dios te pide que hagas algo,
¿piensas primero en cuánto dinero tienes o no tienes para hacerlo?  ¿Le estás pidiendo
permiso a tu dinero para hacer algo que Dios te pide que hagas?  Si es así, el que decide lo
que tienes en tu vida es el dinero, y esto hace que el dinero sea tu Dios.  Mejor escoge
creerle al Dios que va por encima del dinero, el te dice que no tienes que depender de tus
recursos para tener fe; cree que él lo puede hacer, y te puede dar lo que tú pidas; cree que él
te lo puede entregar.  Quizás has renunciado a montones de cosas en tu vida, no porque
Dios no te las quiera o pueda dar, sino porque tú piensas que tienes que pedirle al dinero.
Piensas que tienes que vivir dentro de los recursos que tienes, pero hoy Dios te dice: No
limites tu fe.  

Antes del derramamiento del Espíritu Santo, del avivamiento, es vital que puedas creer en
prosperidad y en libertad económica. Todo lo que quieres hacer y lo que Dios quiere hacer
contigo, requiere dinero, y requiere que creas que el Dios que te sacó, que te libró, que te
salvó, el Dios que te ha prometido el cielo, también te ha prometido prosperarte, bendecirte,
librarte de tus problemas y darte de los sueños que Él ha puesto en tu corazón. 

CON TUS MANOS LLENAS


28 
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.”  Joel
2:28 

Cuando Dios derrama de su Espíritu, no tan solo da otras lenguas, sino que se despierta el
corazón del hombre a las nuevas cosas que Dios tiene para su vida.  Los ancianos tienen
que tener sueños, porque ellos piensan que el tiempo se les acabó, pero Dios no ha
terminado contigo, y Dios te da un sueño más grande de lo que es tu generación.  Los
jóvenes necesitan visión porque ellos de por sí tienen sueños, lo que no tienen es visión,
dirección; y la Biblia dice que, sin visión, el pueblo se desenfrena. 

Cuando el Espíritu viene sobre tu vida, sueños y visiones se activan en tu vida. 

Pero el profeta dijo “y después de esto”… ¿Después de qué?  Dios estaba hablando libertad
sobre su pueblo, y dice que, después de aquello, derramaría de su Espíritu.  Cuando tú no
puedes creer que el Dios que te salva es el Dios que también te prospera, limitas tu
experiencia con el Señor. 

En Salmos 105, Dios, a través del salmista, está narrando la historia del pueblo de Israel y
de cómo los libertó de la esclavitud de Egipto; y añade, en el verso 37, que los sacó con
plata y oro, y no hubo en sus tribus enfermos. 

En Éxodo 3, podemos ver ese momento.  Dios llama a Moisés y le da instrucciones: 

“18  Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el
Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres
días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios.”  Éxodo 3:18 

Dios quiere que tú ofrezcas.  Dios quiere que tú dejes de consumir, y aprendas a ofrecer. 
“21  Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no
vayáis con las manos vacías;”  Éxodo 3:21 

Cuando Dios te liberta de un lugar, transforma tu mente, pero quiere también llenar tus
manos.  Los religiosos hubieran dicho: Basta con que salgan de Egipto.  Pero Dios dice:
No; cuando los liberte de Egipto, les voy a llenar las manos.  ¿Cómo Dios podría pedir que
tú ofrezcas, si no te llena las manos?  ¿Cómo esclavos pueden ofrecer algo, si Dios no les
llena las manos? 

Hoy, Dios te dice que no vas a salir de esa situación con las manos vacías. 

Salimos con las manos vacías de una temporada de esclavitud, cuando estamos huyendo;
pero cuando es Dios quien te liberta y te saca de algún lugar, de una mala temporada, tú
puedes estar seguro que fue Dios quien te sacó, porque sales con las manos llenas. 

Una de las frustraciones más grandes en la vida de una persona es pasar periodos difíciles,
y entrar en una nueva temporada con las manos vacías.  Hay quienes se mudan de país pero
como no fue Dios quien los movió, se van con las manos vacías, a ver qué les pueden
ofrecer, qué les pueden dar.  Cuando es Dios quien te saca de un lugar, nunca te saca con
las manos vacías, sino con las manos llenas, para que en vez de pedir, puedas ofrecer. 

Dios te cambia de ser alguien que pide, que demanda, a alguien que ofrece.  Y es nuestra
tarea como iglesia que aquel que llega pidiendo, salga ofreciendo algo.  Llegas pidiendo
sanidad, pero debes salir poniendo las manos sobre otros y declarando que son sanos; llegas
con la mano extendida, pidiendo un milagro, y debes salir siendo el milagro de otro. 

Dios quiere cambiarte de alguien que recibe a alguien que ofrece. 

Cuando Dios te lleva a un lugar no es para recibir algo, sino para hacer algo.  Tú tienes algo
que ofrecer, y Dios quiere llenarte las manos para que tú puedas ofrecer.  Dios no te llena
las manos para que te llenes de orgullo, sino que todo lo que él pone en tu mano es para que
tú lo puedas ofrecer, para que tú puedas bendecir a otros a tu alrededor. 

Cuando vas a la iglesia meramente a recibir, terminas yéndote, y la excusa es que ya no


estás creciendo espiritualmente.  Pero es que a la iglesia no se va meramente a recibir, sino
que tú vas para contribuir; lo que se hizo por ti, tú debes hacerlo por otro.  Alguien te
atendió un día cuando llegaste a la iglesia, y debe llegar un día en que tú decidas dar por
gracia lo que por gracia recibiste.  Cuando no estás consciente de que tú tienes algo que
ofrecer, pierdes el propósito de tu vida. 

DEJA QUE DIOS TE CONSTRUYA


Dios saca al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto con plata y oro, y les dio además
comida, agua, y todo lo que necesitaran; así que ellos no necesitaban usar aquellas riquezas
para suplir sus necesidades.  Dios suplía sus necesidades, y les dio en abundancia para que
pudieran ofrecer.  Pero ellos eran tan esclavos que hicieron las cosas de manera incorrecta. 
Estando Moisés en el monte, el pueblo había esperado tanto que pensaron que cualquier
cosa pudiera haberle pasado.  Entonces, pidieron a Aarón que les hiciera dioses, y este hizo
un becerro con las prendas de oro que tenía el pueblo.  El pueblo sabía cuál era el propósito
de lo que se les dio, sabían que con aquello tenían que ofrecer.  Lo que pasa es que la
mentalidad de esclavos les hizo ofrecer lo incorrecto y al dios incorrecto. 

Tú puedes hacer lo correcto, con la intención incorrecta, y dañas lo correcto que estás
haciendo.  Una mujer, la madre de los hijos de Zebedeo, se tiró a los pies de Cristo y lo
adoró; y después que lo adoró, le dijo: Maestro, sienta a un hijo mío a la derecha, y otro a la
izquierda.  Y el Señor le dijo, en otras palabras: Hiciste lo correcto, me adoraste, pero lo
hiciste con la intención incorrecta; no me corresponde decidir quién se sienta a mi izquierda
y a mi derecha.  En otras palabras: Si me vas a adorar, adórame por lo que soy, no por lo
que puedo hacer.  Porque lo que él va a hacer está determinado por el Padre. 

Hay quienes hacen las cosas correctas, pero con la intención incorrecta.  El pueblo de Israel
sabía lo que tenían que hacer, pero no lo hicieron de la manera correcta.  Su problema fue el
corazón incorrecto, y su primer error fue la impaciencia.  Si hay algo que te hace construir
dioses erróneos con todo lo que Dios te da, es ser impaciente, es no aprender a esperar por
Dios. 

El pueblo de Israel estuvo cuatrocientos años esclavos, pero ahora ya no podían esperar
más.  Cuando tú pretendes que Dios haga contigo las cosas en tu tiempo, tú comienzas a
construir dioses incorrectos con lo que él te dio, y comienzas a ofrecerle a Dios cosas que
no le son agradables.  La impaciencia te lleva a tomar decisiones de hacer cosas que Dios
nunca pretendió que tú hicieras, solo por no esperar las instrucciones de Dios. 

Sin darnos cuenta, comenzamos a celebrar cosas y gente que no fueron las que nos
sacaron.  El pueblo de Israel comenzó a decir: Estos son los dioses que nos sacaron de
Egipto.  No fue un becerro de oro lo que los sacó de Egipto; quien los sacó de Egipto fue el
Dios Todopoderoso.  Quien te sacó a ti de tu problema, de tu pasado, de tu ayer, no es
cualquier persona; fue el Dios Todopoderoso, que te libertó, que hizo por ti lo que ni tú ni
nadie podían hacer por ti.  ¿No puedes esperar un poco más, hasta que Dios te diga qué es
lo próximo que él quiere hacer contigo?  Si Dios te ha dado recursos para que tengas para
ofrecer, también él te va a dar instrucciones de cómo hacerlo. 

Quizás, por la impaciencia, has invertido en cosas que no tenías que invertir; te has
conectado con gente que no te tenías que conectar; has tomado decisiones a la ligera que no
tenías que tomar.  Espera que Dios te hable y te diga qué es lo que tienes que hacer. 
Cuando Dios comienza a darte instrucciones y tú comienzas a vivir bajo ellas, vas a poder
alcanzar todo lo que él tiene para ti. 

Dios quiere llenarte las manos, pero también te va a dar las instrucciones, te va a dirigir, y
vas a evitar crear delante de ti cosas que te aparten de la voluntad de Dios para tu vida. 

La impaciencia nos pone a tomar decisiones que van en contra del plan de Dios. 
La impaciencia vino por querer construir a un Dios que ellos pudieran ver, en vez de dejar
que Dios los construyera a ellos.  Lo que nos impacienta es querer ver resultados externos,
sin darnos cuenta que Dios tiene que hacer la obra primero dentro de ti.  Se nos hace más
fácil construir dioses, que dejar que Dios nos construya.  Nos desesperamos por tener
resultados tangibles, y no nos damos cuenta que lo más importante es lo espiritual. 

Mientras construyas dioses, no verás lo que Dios puede construir en tu vida.  Cuando Dios
te construye, no importa lo que tengas o no tengas, nadie puede cambiar lo que hay dentro
de ti.  Pero construirte toma tiempo.  Dale el tiempo a Dios para hacer la obra en tu vida. 
Deja que Dios te forme, deja que él te haga todo lo que él quiere que tú seas y, cuando él
termine, tu vida será una obra de arte que nadie podrá igualar, y nadie podrá tomar el
crédito de lo que Dios hará en tu vida. 

La Biblia dice que aquel becerro fue quemado y se hizo polvo, y Moisés se lo dio a beber al
pueblo.  Todo lo que tú construyas como un dios para tu vida, quedará hecho polvo, y te lo
tendrás que tomar, y te va a saber amargo.  Pero, si Dios te construye a ti, aunque un día
estés en cenizas, o estés en polvo, del polvo Dios te levanta, del polvo Dios te saca, del
polvo Dios hace algo grande contigo.  A ti, aun del polvo, Dios te puede levantar. 

TU DESPOJARAS A TUS ENEMIGOS


“Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no
vayáis con las manos vacías; sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huésped
alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y
vuestras hijas; y despojaréis a Egipto.”  Éxodo 3:21-22 

Dios dice: Te voy a dar favor para que pidas, y cuando pidas, vas a despojar.  Despojar es
una palabra de guerra.  Existen tres maneras de despojar a alguien: Engañándola; por la
fuerza, pelando y luchando hasta quitarle lo que esa persona tiene; o con el favor y la gracia
de Dios; esto es, la gente y el mundo dándote a ti lo que te corresponde por la gracia de
Dios sobre tu vida.  En Éxodo 11-13, la Biblia dice que Egipto estaba feliz de que el pueblo
de Israel se fuera y les estaban dando el dinero para que salieran de aquel lugar.  

Las cosas de Dios deben hacerse con un balance.  Mucha gente hace gran énfasis en la
guerra espiritual, en pelear con el diablo, en arrebatar y quitar.  En la vida, hay cosas que
definitivamente se tienen que luchar, que batallar; pero hay muchas otras cosas que Dios te
quiere dar por favor y gracia.  La Biblia muestra el balance de todo.  Hay muchas mujeres
que quieren ser como Débora, guerreras, y quieren que todas las mujeres también guerreen.
Pero, en la Biblia, también hay otras mujeres, como Ester por ejemplo, que llegó a ser reina
simplemente por ser una mujer bella y sabia; su belleza la puso en la posición correcta para
librar al pueblo de Israel.  Dios puede usar tanto a una guerrera como a una mujer sabia y
bella para liberar a todo un pueblo.  Dios puede y usa todas las cosas. 

Cuando se sobre-enfatiza solo un área, se pierde de vista la totalidad de Dios. 


Dios dice: Ustedes van a despojar a sus enemigos de una manera muy diferente; van a ir a
pedir.  Y te voy a dar favor y gracia de manera tal que, cuando pidas, lo que pidas, te lo
darán sin tener que insistir.  

Si te fijas, notas que el despojo viene de adentro de las casas de los egipcios.  Egipto iba a
entregar lo que tenía adentro, para que el pueblo de Dios saliera.  Esto lo que demuestra es
que lo que el pueblo de Dios estaba recibiendo no era una paga por los años de trabajo.
Cuando recibes cosas que son producidas a causa del favor, no es porque las hayas
trabajado, sino porque Dios está sobre tu vida. 

La gente dice que la prosperidad cambia las personas, pero la prosperidad cambia a cierta
gente.  ¿Sabes a quién cambia la prosperidad?  A tus amigos; porque, cuando prosperas, a
ellos no les agrada.  Cuando Dios comienza a bendecirte, a traer favor sobre tu vida, hay
mucha gente que están contigo hoy, que van a comenzar a disgustarse y a cuestionar todo lo
que tienes.  ¿Quieres perder amigos?  Prospera.  

Lamentablemente, en el mundo en que vivimos, te vas a dar cuenta que, tan pronto te
compres un auto nuevo, hay dos o tres que estarán contentos por un tiempo, pero luego se
disgustarán.  Cuando te mudes de urbanización, entonces tus amigos comenzarán a
cuestionar, ¿de dónde sacó este eso?  ¿Qué habrá hecho?  ¿En qué lío estará metido?  ¿Por
qué cree que en los tiempos en que vivimos cuestionan tanto a las iglesias?  Nadie puede
creer que una iglesia tenga un buen templo, que haga las cosas de forma honrada; eso es lo
triste.  El mundo tiene una mentalidad tan corrupta que nadie puede hacer nada, en la mente
de muchos, honradamente.  A todo el que prospera, se le cuestiona por qué ha prosperado y,
muchas veces, hasta se le dice corrupto o ladrón.  A los que prosperan, se les acusa de hacer
algo mal o de que están escondiendo algo.  

La gente no se da cuenta que, el que prospera de manera honesta, permanece.  Entonces,


cuando prosperas y permaneces, se sorprenden y preguntan, ¿cómo pudo alcanzar tanto,
cuando al mundo le cuesta tanto hacer lo que los hijos de Dios hacen?  Pero lo que ellos no
entienden es que los hijos de Dios trabajan en otra dimensión que se llama: Favor y gracia.
Que, mientras otros tienen que extenuarse por alcanzar más, Dios, a sus hijos, simplemente
se los da.  Y, no es que no se trabaje, que no se luche; es que hay muchas cosas que sí hay
que trabajarlas, pero hay otras por las que nunca tendrás que trabajar.  Te preguntarás:
¿Cómo las recibió?  Bien sencillo: Favor y gracia.  

Hoy, te vas a parar frente a esas puertas que están cerradas en tu vida, y les vas a decir:
Necesito lo que tú tienes ahí adentro.  Le vas a decir a Dios: Quiero eso, deseo tal cosa.
Comienza a declarar y creer, comienza a decir que lo vas a hacer, que lo vas a tener, y Dios
simplemente lo pondrá en tus manos; Dios te lo va a entregar.  ¿Cómo lo va a hacer?  Dios
va a tocar el corazón de los egipcios de tu vida para que, cuando pidas, ellos simplemente,
con felicidad, te den lo que has pedido, y puedas salir de ese lugar de esclavitud en el que te
encuentras.  

DIOS TE DA FAVOR Y GRACIA


Cuando una persona piensa que todo lo que recibe en su vida lo tiene que recibir por paga,
esa persona se ha olvidado del favor y la gracia de Dios.  La persona que todo lo que está
buscando es que le paguen, es una persona esclava.  La Biblia dice que un cristiano, un hijo
de Dios, aunque trabaje para un hombre impío, debe trabajar como si estuviera trabajando
para Dios, porque Dios es quien da la recompensa.  

El problema de mucha gente, por lo cual están frustrados, es que piensan que sus sueños
están atados a la paga que reciben.  Cuando tus sueños están atados a la paga que recibes,
has hecho de tu jefe tu Dios.  Es por esta razón que te sientes esclavo, no quieres ir a
trabajar, siempre estás descontento, frustrado, por eso estás buscando como huir.  Pero
aquellos que saben producir, trabajan en lo que sea, cuando sea, como sea, y saben que lo
que un trabajo, un ingreso, no les puede dar, se lo dará el Dios Todopoderoso al que le
sirven, el que ha prometido darles favor y gracia. 

Cuando dejas la mente de esclavitud pendiente a lo que vas a recibir y comienzas producir,
tus jefes te verán y dirán: Yo no puedo salir de ese, porque no sé qué es lo que pasa que,
cuando se mete aquí, las cosas cambian; cuando llega, llegan los clientes, la gente llega, las
cosas se solucionan.  Que tengan que decir: Este tiene resultados diferentes a los demás; eso
se llama favor y gracia, dondequiera que tú vayas.  Eso es lo que Dios quiere hacer contigo.
Tú tienes que creerle a Dios.  El mundo no se va a dar cuenta de cómo puso en tus manos
aquellas cosas que el favor y la gracia de Dios han traído a tu vida.  

Lamentablemente, cuando el pueblo de Dios no cree esto, se limita a lo que le pueden


pagar.  Por esto, es importante que entiendas de dónde viene el favor y la gracia de Dios
sobre nosotros.  ¿Cómo se produce el favor en nuestras vidas?  Con fe.  ¿Fe en qué?  Fe en
las promesas de Dios.  Pero, ¿de dónde salen las promesas de Dios?  Las promesas de Dios
son producto de la gracia de Dios.  ¿Qué es la gracia de Dios?  El deseo de Él hacer algo
por ti, sin que tú hagas nada para merecerlo.  

“Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no
vayáis con las manos vacías…”  Éxodo 3:21 

En Éxodo 3:21, Dios dice que el pueblo de Israel, al salir de Egipto, recibirá de los egipcios
riquezas por gracia, no por lo que hayan o no trabajado; si fuera por paga, entonces la
promesa que Dios le hizo a Abraham sería nula.  Lo que recibió el pueblo de Israel es una
promesa que Dios le dio a Abraham cuatrocientos treinta años atrás; Dios le dijo: Cuando
vayan a salir, saldrán con gran riqueza. 

“Y  Dios dijo a Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una
tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años. Mas yo
también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después saldrán  de allí con grandes
riquezas.”
Génesis 15:13-14 

Esta escritura confirma que Éxodo 3 es solo el cumplimiento de una promesa que Dios le
dio a Abraham.  ¿Producto de qué fue esa promesa?  De la gracia de Dios sobre la vida de
Abraham.  Dios vio algo especial en Abraham; lo llamó, Abraham obedeció, y comenzó a
vivir en la gracia de Dios.  Dios le dijo a Abraham: Te voy a prosperar, te voy a bendecir, te
voy a dar un nombre.  Pero, ¿qué hizo Abraham para ganarse eso? Nada.  Eso es la gracia
de Dios. 

Hay cosas en esta vida que recibirás como fruto de tu trabajo.  Hay otras, que te estás
perdiendo única y exclusivamente porque no entiendes que debes recibirlas por favor de
parte de Dios.  Pero ese favor no lo vas a recibir hasta que no pongas tu fe en las promesas
que son producto de la gracia de Dios sobre tu vida.  Antes de que existieras, antes de que
pecaras, antes de que te redimiera y te salvara, Él ya había dicho que tenía grandes
promesas para tu vida.  Y, si en el día de hoy comienzas a reclamar y declarar esas
promesas, te vas a dar cuenta de cómo Dios comenzará a moverse a favor tuyo de forma
sobrenatural, de forma especial, y cómo vendrá una gran transferencia de las riquezas que
necesitas a tus manos.  

Esta semana declara sobre tu vida que Dios te va a dar favor y gracia, que este año va a ser
diferente porque, al final del año, no vas a recibir y no vas a contar únicamente lo que se
supone que tengas por la paga del trabajo que tienes, sino que el favor y la gracia de Dios
llegarán sobre tu vida.  La gente te preguntará, ¿de dónde salió eso?  Y tú les dirás: ¿Sabes
qué?  Dios me lo dio, porque con el trabajo que tengo no me alcanzaba, pero Dios me lo
entregó.  Dios te va a dar favor y gracia delante de la gente.  

FAVOR PARA PEDIR


Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no
vayáis con las manos vacías; 22  sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda
alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y
vuestras hijas; y despojaréis a Egipto.”  Éxodo 3:21-22 

En Éxodo 3, Dios le dice al pueblo: Vayan y pídanle a los egipcios.  Pero aquel acto de
pedir no era uno de mendigar, sino de demandar, de pedir bajo autoridad, por el favor y la
gracia de Dios que había sobre sus vidas.  Es diferente. 

El problema de la iglesia es que todavía no ha entendido el poder de pedir; no de mendigar,


sino de pedir.  ¿Cómo recibes salvación?  Pidiendo.  ¿Cómo recibes las mansiones
celestiales?  Pidiendo.  Tú confiesas con tu boca que Jesucristo es el Señor, reclamas la
sangre de Cristo sobre tu vida, y lo tienes.  Y, si las mansiones celestiales se obtienen con
tu boca, pidiendo, ¿no crees que sea menos difícil tener algo en esta vida, pidiendo de la
misma manera?  Lo que pasa es que pensamos que nuestra casa natural es más grande que
la casa espiritual, y es todo lo contrario. 

Si Dios te dio todo lo espiritual, pidiendo, ¿no te puede dar lo natural, pidiendo? 

El que no se atreve pedir por lo natural, está haciendo de lo natural algo más grande que lo
espiritual.  Dice la Biblia que, si Dios te dio a Cristo, ¿no te dará con él todas las cosas? 
Así que, lo más grande que tú puedes tener es a Cristo.  Una casa no es nada, comparada
con Cristo, con el Espíritu Santo.  ¿Quieres el Espíritu Santo?  Pídelo.  Y, si el Espíritu
Santo tú lo puedes recibir, pidiendo, ¿cómo no puedes recibir algo natural en esta tierra,
pidiendo?  Lo grande es que el Espíritu Santo tú lo recibes no porque tú lo pides, sino
porque lo pides bajo el favor que te ha dado Cristo, porque tú has sido lavado con la sangre
del Cordero.  Con nuestro pensamiento, con nuestra carne, nosotros no merecemos el
Espíritu Santo; pero no se trata de que tú lo merezcas o no, sino de que tú has sido lavado
con la sangre del Cordero del Hijo de Dios, que te da favor, te da gracia, y te da acceso a
pedir. 

No es pedir por pedir; tú tienes que pedir, basado en tu relación, en el pacto que Dios tiene
contigo.  Tú tienes que pedir, basado en que Dios está cumpliendo una promesa que él nos
dio en Cristo Jesús. 

Cuando alguien no está consciente de algo, o es ignorante de algo, no puede disfrutar de


eso.  El ignorante, cuando ve a otro que ya se ha hecho consciente, lo critica, le da envidia. 
Y esto pasa en el mundo espiritual.  Mientras la iglesia no está consciente del pacto que
Dios tiene con ella, vive bajo la ignorancia de sus circunstancias.  Pero, el día que tú
despiertas y te haces consciente del pacto que Dios tiene contigo, desde ese día, ninguna
circunstancia te limita y te detiene.  Cuando tú aprendes a creer en el pacto de Dios para ti,
entiendes que todo lo que Dios quiere hacer por ti, no es por ti, sino por Cristo que murió
por ti.  El que tú no disfrutes de todo lo que Dios quiere hacer por ti, es limitar que Dios
haga todo lo que le prometió a Cristo. 

En Éxodo 3, Dios está cumpliendo una promesa que le dio a Abraham.  No fue por Moisés. 
Moisés era un peón en el ajedrez de Dios, para cumplirle una promesa a Abraham.  Habían
pasado cuatrocientos treinta años, y Dios estaba buscando cómo cumplir su promesa.  Dios
dijo que había uno en la tierra que creyó como él mismo, a tal grado, que estuvo dispuesto a
dar su hijo.  Abraham estuvo dispuesto a dar a Isaac, a dar lo mejor.  Y Dios estaba
dispuesto a hacer por él lo que fuera; y él iba a cumplir su promesa a Abraham.   Dios
protegió a Moisés, dentro del pueblo de Egipto, lo preparó, lo prosperó; Moisés cometió un
error, y pasó cuarenta años en el desierto, pero Dios le había hecho una promesa a
Abraham, y se la iba a cumplir.  Dios había prometido que libraría al pueblo de Israel de
esclavitud, y que los sacaría con grandes riquezas.  Y Dios fue fiel a aquel pacto. 

De la misma manera, todas las cosas de las cuales hoy tú no estás disfrutando y ni estás
consciente de ellas, Dios te las quiere dar, y no es por ti, sino porque Dios se lo prometió a
Cristo, cuando murió por ti en la cruz del Calvario 2,000 años atrás.  Dios le prometió que,
todo el que creyera, el que le aceptara, el que le confesara con su boca como Señor, él le
prometió que derramaría sanidad, prosperidad.  Él se hizo pobre, para que tú fueras rico.  Si
tú vives por debajo de lo que Dios tiene para tu vida, estás diciendo que lo que él hizo por ti
no valió el esfuerzo.  Dios te quiere prosperar a ti, Dios te quiere dar paz a ti; pero no es por
ti, sino por la gracia de Dios sobre tu vida, por el pacto que Dios hizo con Cristo.  Cada vez
que tú prosperas, Dios le está cumpliendo la palabra a Cristo; cada día que tú vives en
sanidad, Dios le está cumpliendo la palabra a Cristo.  Él no murió en vano; él murió por ti,
para que te hagas consciente de todo lo que él te ha prometido, y te atrevas a pedir, a
reclamar.  Hazte consciente.
ES POR RELACION
Una de las bases del favor y la gracia es la capacidad que tenemos de pedir.  El favor y
gracia no se puede pedir más allá del concepto de relación de una persona.  Al momento de
hacer una petición sobre algo que realmente se quiere o necesita, se busca dentro del grupo
de personas con las que se tiene algún tipo de relación, y entonces a esos es que se pide ese
favor.  Hace falta, entonces, esa conciencia de relación para poder pedir.  

Cuando el pueblo de Israel iba a pedirle a Egipto, no lo iba a hacer basado en sus meritos.
Israel iba a pedirle a Egipto, basado en la relación natural que tenían sus mujeres con
aquellas que eran sus jefas.  ¿Por qué no se enviaron los hombres a pedir?  Porque los
hombres no tenían ningún tipo de relación con sus supervisores, porque los hombres
estaban bajo una esclavitud más agresiva, trabajando afuera, siendo azotados.  

La relación que tenían las mujeres con sus jefas era una más llevadera, en donde había
cierto grado de confianza.  Piensa, ¿dejarías a alguien a cargo de tus hijos y tu casa, si no le
tienes algo de confianza?  Aunque no lo puedas ver así, estas mujeres tenían una relación
cercana porque atendían a los hijos y cuidaban las casas de las mujeres egipcias; y entre
ellas no tan solo había una relación natural, sino una espiritual, basada en el pacto de Dios. 
Esto que estaba ocurriendo y lo que Dios le estaba diciendo al pueblo que hiciera, cumpliría
la promesa que le había hecho a Abraham cuatrocientos treinta años atrás.  Dios le había
dicho a Abraham: Tu pueblo, tus generaciones, van a ser esclavas, pero cuando salgan de
esa esclavitud, los voy a sacar con grandes riquezas.  

Cuando logras entender el pacto que tienes a través de la persona de Cristo, cuando estás
consciente de los beneficios que tienes a través de ese pacto, entonces puedes reclamar el
favor y la gracia de Dios sobre tu vida.  Tienes que entender que el favor y la gracia que
vienen sobre ti, no vienen por ti, sino porque Dios Padre está cumpliendo una palabra que
le dio hace dos mil años a Cristo cuando murió en la cruz del Calvario; Cristo se hizo
pobre, para que tú fueras rico.  

“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las
simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.
Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino
cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la
herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham
mediante la promesa.”  Gálatas 3:16-18 

Esta escritura muestra lo poderosa que es la expresión del pacto de Dios y cómo Dios está
cumpliendo su pacto; se ve que todo es por relación.  Cada vez que Dios te prospera, no lo
hace por ti, lo hace por Aquel que murió por ti en la cruz del Calvario.  Cuando tú aceptas a
Aquel que murió por ti en la cruz del Calvario, Dios le cumple la palabra, no a ti, sino a Él,
porque la relación que tienes con el Dios Padre se debe a Aquel que murió por ti en la cruz
del Calvario, tu intermediario.  
La sanidad de tu cuerpo, no la recibes por ti, sino porque Dios cumple la palabra que le dio
a Cristo.  Jesucristo soportó 39 azotes, cada uno por tus enfermedades, así que cada vez que
eres sano y cada vez que tú reclamas tu sanidad, Dios la cumple en ti, pero es cumpliéndole
la palabra a Cristo.  Por eso es que tienes que estar consciente del pacto que hizo Dios con
Cristo, porque en ese pacto, mientras tengas una relación con Cristo, podrás disfrutar de
todos esos beneficios. 

Dios hace una promesa a Abraham, hace un pacto con él, y comienza a cumplirlo.  Cuando
Jesús viene y muere por nosotros en la cruz del Calvario, en parte, Dios está cumpliendo el
pacto que había hecho con Abraham.  Todo el pacto es por relación, el favor y la gracia de
Dios en tu vida es por relación.  Por lo tanto, mientras estés en Cristo, tienes derecho, no
tan solo a todas las promesas que Dios le dio a Cristo, sino a todas las promesas que Dios le
dio a Abraham.  

Es tu relación la que te permite vivir en ese favor y gracia que te da derecho a todos los
beneficios de Dios; no es por ley, no es por paga, no es por tu esfuerzo.  En esta vida hay
que trabajar, hay que luchar, hay que esforzarse, pero tienes que saber que, por más que te
esfuerces y trabajes, ese esfuerzo nunca podrá darte todo lo que la gracia de Dios te puede
dar. 

TU VIDA COMPLACE A DIOS


Mientras estés en la tierra, tienes que cuidarte y esforzarte.  Debes tener un balance entre la
fe y tu parte.  No todo es hacerlo tú, y no todo es por fe, porque no es que todo lo vas a
hacer por fe y no vas a hacer nada.  Pero, cuando pongas tu esfuerzo, cuando trabajes tu
parte, tienes que saber que, por más que trabajes, hay una parte que tienes que vivir por fe,
y que tienes que recibir por gracia. 

Ten en mente que, por más que trabajes y te esfuerces va a haber problemas económicos en
el país.  Las situaciones económicas ocurren cíclicamente, y no importa cuánto se trabaje o
ahorre, aunque sí es necesario hacerlo, siempre habrá que enfrentarse a circunstancias que
van a estar por encima de nuestras fuerzas.  Pero, si fuera únicamente por fuerzas propias
no se necesitaría la fe; si solo fuera por fuerzas propias, muchos no tendrían oportunidad de
nada.  Lo que nos da oportunidad es la gracia del Dios Todopoderoso que está sobre nuestra
vida, que cuando Dios nos mira, cuando pone su mirada en nosotros, eso nos pone en
ventaja.  

“Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que
hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.   Tú con tu mano echaste las naciones, y los
plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.   Porque no se apoderaron de la
tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro,
Porque te complaciste en ellos.”   Salmo 44:1-3 
Esta declaración dice que no fue por las fuerzas ni por la espada que aquel pueblo alcanzó
la tierra, sino por la gracia de Dios.  Fue porque Dios se complació en ellos, los llenó de
favor, de gracia, y les dio todo lo que ellos poseyeron.  

Declara hoy que estás lleno de la gracia de Dios, que tu vida le complace a Dios.

Tal vez podrás entender la frustración de tratar de complacer a todo el que está a tu
alrededor.  Si has intentado complacer a alguien, sabes cuán difícil puede ser.  Los solteros
o solteras, a veces, preguntan cómo asegurar un matrimonio feliz.  Una de las cosas que
debería hacer un soltero es asegurarse de que la persona con la que se vaya a casar sea una
persona feliz.  ¿Por qué?  Porque la persona que es infeliz en su soltería, muy
probablemente será infeliz en su matrimonio.  Entonces, el intentar hacer feliz a una
persona por el resto de su vida, te hará infeliz a ti también, y estarán infelices los dos.
Tratar de complacer a la gente es un problema. 

Cuando pasas toda la vida intentando complacer a los demás y de tener o tratar de ganarte
el favor de los hombres, no importa todo lo que tú hagas, ni cuánto luches, es imposible
complacer a todos.  Pero da gloria a Dios por su gracia sobre tu vida; Él te ha visto y tiene
placer en ti.  

“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron
abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo
una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.  
Mateo 3:16-17 

La Biblia dice que, cuando Jesús fue bautizado, se abrieron los cielos, y las primeras
palabras que escuchó de su Padre celestial, fueron: Este es mi hijo amado en quien tengo
complacencia.  Jesús aún no había sanado a nadie, no había libertado a nadie, no había
salvado a nadie, pero ya el Padre estaba complacido por Él.  Dios le está diciendo: Tú me
traes placer, no por lo que haces, sino por lo que eres, por lo que yo veo que hay dentro de
ti. 

De la misma forma, esa palabra retumba en el día de hoy en tu vida.  Tú le traes placer al
Dios Todopoderoso.  Él ha visto complacencia en ti, él ha visto en ti favor y gracia, te ha
colmado de bendiciones.  

Ten la seguridad de que tú le sirves a un Dios a quien tú le traes placer.  No es lo que tú
haces, sino lo que tú eres, y no por ti, sino por lo que Cristo ha dicho que tú eres, a través de
lo que Él hizo por ti en la cruz del Calvario.  Así que dale gracias a Dios por eso.  Es la
gracia de Dios la que te sostiene, la que te lleva a esa dimensión, y cuando entiendes eso,
entonces tu vida cambia para siempre.  

PARA QUE TU PRODUZCAS


“2 
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto.”  Juan 15:2 

Estas palabras las dijo Jesús.  O das fruto, o te cortan.  O produces algo, o te cortan.  Y, aun
si llevas fruto, Dios no está conforme; él quiere que tú des más.  Cuando tú tienes una
relación con Dios, tienes que aguantar la presión de que tienes que producir.  El que quiere
servir a Dios, meramente para recibir, realmente no ha entendido el porqué de estar
relacionado con él.  Tú relación con Dios es para que tú lleves fruto. 
“6 
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los
recogen, y los echan en el fuego, y arden.”  Juan 15:6 

En este verso, Jesús hace referencia al infierno.  Él no hace referencia al infierno al tratar
con pecadores; él estaba tratando con sus discípulos, diciéndoles que, si no llevan fruto,
serán echados en el fuego, y arderán.  El que lleva fruto y es limpiado por la palabra, lo que
tiene que asegurarse es de permanecer, porque el que es echado al infierno es el que no
permanece.  Porque los frutos son importantes, pero más importante es la relación que
produce los frutos.  Así que tienes que cuidar tu relación con Dios, para que des fruto. 

Nunca menosprecies tu relación con Dios, pensando que llevas fruto por ti mismo.

¿Por qué es tan importante producir algo, pero al mismo tiempo es peligroso?  Es
importante producir algo porque lo que tú produces trae satisfacción a tu vida.  No es lo
mismo comprar una pieza de ropa, que tú mismo confeccionarla, por ejemplo; es un orgullo
diferente, que le da un valor superior, por tú haberlo hecho por ti mismo.  Por eso es que
Dios quiere que tú produzcas, que tú lleves fruto.  Dios quiere que te sientas feliz,
orgulloso.  Y, cuando llegues a este punto, nunca olvides por quién fue que produjiste,
porque no fue por ti, sino porque estabas en relación con Dios. 

Dios te respalda para tu produzcas.  Tú tienes que producir; y vas a producir, y vas a sentir
orgullo de lo que Dios puede sacar de ti.  Pero, cuando comiences a producir, no te
desconectes de Aquel que te dio la oportunidad de producir, porque entonces te
desconectarás de la fuente que te ha llevado a sacar de ti lo mejor.  Por eso es que Cristo
dice: Al que van a echar al fuego, es al que haya producido, pero no haya permanecido, por
pensar que podía producir por sí solo.  Ese será desechado, y arderá. 

Muchos predican condenación, fuego y ardor para los pecadores, sin entender que los
primeros en fila para arder somos los creyentes que no permanecemos.  Porque el problema
de la gente es que se conectan con Dios y comienzan a producir, pero luego se creen tanto
ellos mismos, que ahora lo que importa es el fruto y no la relación que les dio el fruto. 

Tú tienes que mantener un balance.  Lo peor que puede pasar en tu vida es ser
malagradecido.  Tú no estarías donde estás hoy, si no fuera por la gente con la que Dios te
ha estado conectando, por la iglesia a la que Dios te ha llevado, por la palabra que estás
recibiendo, por el Dios al que tú le sirves, porque tu mente ha estado cambiando.  Y eso hay
que agradecerlo.  Tú no puedes pensar que, por ti mismo, lo hubieras podido hacer, porque
si lo hubieras podido hacer por ti mismo, lo hubieras hecho; pero lo hiciste porque entraste
en una relación, y Dios te ha llevado a dar fruto. 

Dios quiere que tú des fruto.  Deja que tu relación con el Señor comience a producir, te
lleve a dar fruto, para que tú puedas llegar al grado de fe que él quiere que tú llegues.  Pero,
cuando tengas fruto, no te olvides de dónde salió el fruto. 

CRISTIANO O DISCIPULO
“7 
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis,
y os será hecho.”  Juan 15:7 

El que te sea hecho todo lo que tú quieres, viene por permanecer en relación con Dios, pero
tú tienes que pedir.  En una ocasión, Jesús tomó los panes y los peces en sus manos y los
bendijo.  Tú no puedes multiplicar panes y peces, pensando; se multiplican hablando.  No
es porque tú pienses positivo, sino porque tú hables positivo que las cosas van a pasar; es
porque tú hables la bendición de Dios.  Lo que pasa es que la gente no se atreve a hablar,
porque otros oyen y, si no sale lo que tú estás diciendo, piensan que quedan en vergüenza;
pero los que tenemos fe, decimos lo que sabemos que Dios quiere que pase, porque
sabemos que va a pasar, y nos atrevemos a declararlo, sin importar lo que la gente piense, y
nuestra fe está en que, cuando lo hacemos, no tan solo nos comprometemos nosotros, sino
también Dios se compromete en que ese milagro va a pasar. 

Meditar la palabra es necesario, pero para una solo cosa: Para llenar tu boca, para hablar la
palabra, para pedir.  Y por causa de tu seguridad en tu relación con Dios, es que entonces tú
puedes pedir.  El favor y la gracia de Dios que la gente te va a mostrar no vienen por tu
relación con ellos; si no llega a ser por la relación que tú tienes con el Dios Todopoderoso
que los inclina a ellos a hacer algo por ti, no lo haría.  Por eso es que tu relación con Dios es
más importante que cualquier contacto que tú puedas tener.  Si tú tienes una relación con él,
lo que tú pidas, tiene que pasar. 

Tu relación con el Dios Todopoderoso, hace que tus palabras tengan autoridad y poder.
“8 
En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” 
Juan 15:8 

Jesús no vino a hacer cristianos; él vino a hacer discípulos.  Cuando tú no llegas a ser
discípulo de Jesús, solo aprovechas parte del sacrificio que él hizo por ti en la cruz del
Calvario.  Cuando tú no manifiestas tú actitud de discípulo, tu carácter de discípulo, no
vives todo lo que Dios quiere para ti. 

La iglesia, a través de los tiempos, se ha complacido en hacer cristianos, no discípulos.  Y


por eso tenemos muchos consumidores del cristianismo, y pocos discípulos.  Jesús vino a
reclutar discípulos; no pastores, apóstoles, profetas, sino discípulos; y, de entre ellos,
salieron algunos apóstoles, maestros.  Otros, no tuvieron ningún otro título, pero fueron
discípulos, y cumplieron su misión. 
Jesús vino a hacer discípulos, y los discípulos se hacen con relación y con fruto.  Un
cristiano no tiene que llevar fruto; por eso la gente prefiere ser cristiano, y no discípulo,
porque los discípulos buscamos tener fruto.  Y para ser discípulos, tenemos que dar toda
nuestra vida. 
“11 
Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea
cumplido.”  Juan 15:11 

Cuando tú produces y haces discípulos, tu gozo se cumple, y cumples el gozo de Dios. 


“12 
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.  13  Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.”  Juan 15:12-13 

Para llevar fruto, para ser discípulo y hacer discípulos, tú necesitas vivir en amor, necesitas
dar tu vida.  Los cristianos van a la iglesia, los discípulos damos la vida.  Damos la vida por
Cristo, y damos la vida por otros.  Los discípulos dejamos nuestras barcas, y vamos a seguir
al Maestro, sabiendo que, si algún día se vuelven a vaciar, él nos las vuelve a llenar. 

La iglesia está llena de gente como el joven rico, que fue donde Cristo y preguntó qué era
lo que tenía que hacer; pero, cuando Jesús le respondió, no quiso hacerlo, porque Jesús le
dijo: Déjalo todo, y sígueme.  Lo más difícil no era dejar su dinero, sino su posición.  Este
joven tenía un alto puesto en la sinagoga, que le era doloroso tener que dejar, porque todo
lo que él quería era ser más grande que los demás.  Y Jesús le dijo que tenía que dejar todo
eso, y seguirle. 

Las posiciones lo que hacen es llenar tu ego.  Tu fruto es que tú seas un discípulo; y la
gloria que tú le llevas al Padre no es con tu talento, sino con tu amor por los demás,
entregando tu vida para hacer a otros discípulos. 

Pregúntate qué es lo que tú quieres ser, ¿un cristiano, o un discípulo?  ¿Tú quieres llevar
fruto?  ¿A quién tú estás cuidando?  ¿A quién tú le has hablado de Cristo?  ¿A quién tú le
has dado seguimiento?  Dios no está buscando cristianos, sino discípulos.  En eso es que es
glorificado el Padre, en que tú des fruto; y el fruto es ser discípulo, y hacer discípulos. 

DIOS QUIERE QUE TU PRODUZCAS

Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto.   Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he
hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto por
sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”  Juan 15:2-5 
En estos versículos, Jesús dice que tenemos que dar fruto, pero aclara que separados de Él
nada podemos hacer.  En otras palabras, Jesús dice: Mientras tengan una relación conmigo,
pueden pedirle cualquier cosa al Padre, y Él se las dará. 

Si una persona tiene relación con Jesús o no, se mide por sus frutos, por aquello que cada
persona produce.  ¿Por qué es tan importante producir algo?  Es importante porque el
producir provoca orgullo, en el buen sentido de la palabra.  

Por ejemplo, a alguien que sabe coser le trae más placer el poder hacerse un vestido, que
simplemente comprarse uno.  Cuando una persona se hace un vestido, tiene la oportunidad
de escoger la tela, los botones, cada detalle que le va a poner y cuando ve el producto
terminado siente orgullo del trabajo que ha hecho.  Mientras que a aquel que consume para
levantar su autoestima, el comprar un vestido llena su ego.  En la vida, no puedes vivir por
tu ego.  Las personas que consumen por llenar su ego compran cosas de diseñador, las
disfrutan,  pero ese placer dura muy poco.  En cambio, cuando tú produces algo de la nada,
tomar las piezas y darle forma hasta llegar al producto final te llena de un orgullo diferente;
te demuestras a ti mismo que puedes producir. 

El peligro del orgullo de producir, es que puedas llegar a pensar que produjiste por ti
mismo.  Cuando esto sucede, te separas de Aquel que te dio los recursos para que
produzcas, y por esto Jesús hace la aclaración, que separado de Él nada puedes hacer.  Así
que, si estás con Él, llevarás mucho fruto; permanece en Él.  El que no permanece en Jesús
va a ser echado fuera.  ¿Por qué razón?  Porque la gente que lleva mucho fruto en sí se
separa de Aquel que le dio la capacidad de producir esos frutos.  Debe haber un balance;
produce, pero sin olvidar que es el resultado de tu relación con Dios.  

Definitivamente, el deseo de Dios es que produzcas para que puedas ofrecer.  Tú tienes
demasiado que ofrecer, lo que sucede es que aún no lo has descubierto, no lo entiendes, no
tienes esa mentalidad.  Tienes que llegar a ese grado en tu vida donde puedas ver que desde
el comienzo de la creación eso fue una de las primeras instrucciones de Dios para el
hombre. 

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.  
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos…”  Génesis 1:27-28 

Desde el principio, se ve la intención de Dios para el hombre.  Dios no le dijo predica, no le


dijo canta, no le dijo adora; Dios le dijo al hombre fructifícate y multiplícate.  Las primeras
palabras de Dios al hombre son: Te he creado para que seas alguien productivo, para que
des fruto, para que te multipliques, para que crezcas, para que produzcas, para que hagas
algo más grande con tu vida.  El problema es que no se tiene la conciencia correcta del
propósito de Dios para el ser humano, y el producir lo que Él quiere. 

Cuando Dios envió a Moisés de regreso a Egipto, lo primero que Él hizo fue hablar con
Aarón y los ancianos de Israel para mostrarles las señales de Dios para libertar al pueblo de
la esclavitud.  Ellos, al ver todas las señales, adoraron.  En Éxodo 5, después de haberse
reunido con el pueblo de Israel, Moisés y Aarón se presentan ante el faraón a decirle:
Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. (v.
1)  Con corazón duro, el faraón responde que no, como ya Dios había dicho, y termina
dándole más carga al pueblo en vez de cumplir este pedido (Ex 5:4-8).  Para el faraón, ir a
adorar a Dios era simplemente una excusa para dejar de trabajar.  Esto lo hace el enemigo
para detener el plan de Dios en tu vida, para que la gente no quiera hacer sacrificio a Dios.

En aquel tiempo el pueblo de Israel no tenía otra opción más que la de trabajar, por ser
esclavos.  Pero hoy, el mundo quiere que tengas esa mentalidad de esclavo para que
produzcas solo para él y sacrifiques tu tiempo con Dios y lo que en realidad Él quiere que
produzcas.  Así que, sal de esa mentalidad de esclavitud y busca dirección de Dios para que
produzcas lo que Él quiere para ti. 

PARA QUE PUEDAS ADORAR

“Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su
trabajo? Volved a vuestras tareas. Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es
ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas. Y mandó Faraón aquel mismo día
a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus capataces, diciendo: De aquí
en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y
recojan por sí mismos la paja. Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían
antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo:
Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios.”  Éxodo 5:4-8 

Para faraón, ofrecer sacrificio a Dios era vagancia.  Para el mundo, ir a la iglesia es
vagancia.  El mundo preferiría que, en vez de ir a la iglesia, fueras a trabajar, o
simplemente hicieras algo afuera de la iglesia.  Detenerte para hacer sacrificio a Dios, para
el mundo es algo inconcebible; por eso siempre tratan de detenerte.  Fíjate de la forma en
que el faraón trata de detener a Moisés; a él no lo pueden detener directamente, pero le dan
el doble de carga a la gente, para que la gente no quiera ofrecer sacrificio.  

Cada vez que las cosas se ponen difíciles en el mundo la gente tiende a  desquitarse con
Dios.  Cuando tu jefe te da horas extras, no cortas el tiempo del cine, no cortas el tiempo de
otras cosas; cortas el tiempo de adorar a Dios.  Muchas veces, los hijos de Dios tienen la
misma mentalidad de Egipto.  Cuando más trabajo hay, cuando más cuentas hay, muchos
piensan: Dios me va a entender.  La gente dice: No tengo que ofrecer tanto, porque Dios
comprende, pero si comparamos esta situación a un matrimonio, todo el que ha tenido un
matrimonio así, sabe que el matrimonio así no funciona, porque no hay tal cosa como: Mi
esposa tiene que entender, o mis hijos tienen que entender.  No importa lo que se esté
haciendo afuera, se tiene también que hacer lo de la casa. 

¿Qué culpa tiene Dios de que te hayan puesto más impuestos, de que tengas que trabajar un
poco más?  Mira realmente quienes son los responsables de lo que estás viviendo y ofrécele
sacrificio a Aquel que te promete la libertad.  Muchos cristianos, sin darse cuenta, han
comprado el mismo mensaje que el mundo ha comprado: Es Dios quien me está haciendo
vivir esto, es Dios quien está haciendo que yo pase por esto.  Cuando pasan por momentos
difíciles, comienzan a decir: Dios va a entender; y comienzan a dar por sentado las
relaciones, sin darse cuenta que no puede haber relación que se dé por sentado y se
descuide, sin haber consecuencias en la vida. 
El mundo es quien impone las cargas pesadas.  Después que los hombres de faraón acataron
sus órdenes y oprimían al pueblo de Israel para que terminaran las que tenían y las nuevas
en el mismo término de tiempo, los capataces de Israel fueron ante faraón. 

“Y los capataces de los hijos de Israel vinieron a Faraón y se quejaron a él, diciendo:
¿Por qué lo haces así con tus siervos? 16  No se da paja a tus siervos, y con todo nos dicen:
Haced el ladrillo. Y he aquí tus siervos son azotados, y el pueblo tuyo es el culpable. Y él
respondió: Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos y ofrezcamos sacrificios a
Jehová.”  Éxodo 5:15-17 

¿Qué logro faraón con esto?  Logró que el pueblo de Israel le llamara señor.  La batalla que
tenía el faraón era de a quién el pueblo de Israel le iba a sacrificar. 

Pregúntate, ¿por quién vas a hacer sacrificios, por faraón o por Dios?  Faraón pretende que
hagas más ladrillo con menos paja, pero Dios te dice: Yo quiero que me ofrezcas sacrificio,
te voy a llenar las manos.  Para muchos, servir a Dios es lo doloroso, en vez de serlo el
servir al mundo, que es quien pone presión.  Viven única y exclusivamente para su trabajo,
en vez de usar su trabajo para vivir para Dios; le dan a Dios el tiempo que les sobra, en vez
de entender que la razón por la que ellos no quieren que tú ofrezcas es porque ellos saben
que, el día que tú dejas de hacer sacrificios a Dios, la relación se separa, se pierde.  Por eso
es que no puedes permitir que la presión que el mundo te pone se transfiera a tu relación
con Dios. 

No es Dios quien te ha puesto la carga que tienes, es todo lo contrario.  El Dios al que le
sirves te ha estado diciendo: Te he estado preparando, para sacarte del sistema que te ha
oprimido, con las manos llenas, para que puedas tener una relación conmigo.  Voy a hacer
lo que tenga que hacer para que tengas una relación conmigo y puedas ofrecerme
sacrificio. 

Dios no es el culpable de los problemas que estás teniendo.  El mundo sabe que, si te pone
presión, te vas a desquitar con Dios, quitándole las horas de esfuerzo, de trabajo, de amor,
de pasión por tu familia, por las cosas que el mundo te exige.  Mientras más pesada se pone
la carga, más tienes que adorar a Dios.  Él es quien ha prometido llenarte las manos.  Él ha
prometido darte favor y gracia, para que puedas salir de la opresión del mundo y ofrecerle
sacrificio a Dios con libertad. 

DIOS LLENA TUS MANOS DE ABUNDANCIA

Dios saca al pueblo de Israel de Egipto, y les dice que lo hacía para que ofrecieran
sacrificio, y les añade que él les daría favor y gracia para pedir, y todo lo que Egipto le
daría al pueblo, ellos lo pondrían sobre sus hijos.  Uno de los problemas de la sociedad es
que meramente piensa en consumir, en el ahora, sin pensar en otras generaciones.  Los
problemas ambientales que hoy enfrentamos vienen por el consumismo.  No nos damos
cuenta que tenemos que dejarles planeta a otros. 

Todo lo que Dios pone en tus manos es para que tú puedas sacrificar; así que tú tienes que
recibir de parte de Dios, para devolverle a él, y también para pasarle a las próximas
generaciones.  El que vive en abundancia es la persona que sabe que el favor y la gracia que
Dios le da no es para consumirlo todo, sino para poder ofrendar a Dios, y también
proyectarse hacia las futuras generaciones.  ¿Tú quieres más abundancia?  Deja de pensar
en ti, en lo que tú necesitas; comienza a pensar cómo, con todo lo que Dios te da, tú vas a
levantar a las próximas generaciones, cómo impactas la vida de otros; porque, después de
Dios, lo más importante es la gente.  Entiende esto, y tú vas a ver cómo Dios llena tus
manos de abundancia. 

El dinero no es la raíz de todos los males, sino el amor al dinero.  ¿Cómo sabes que alguien
ama el dinero?  Por cómo trata a los demás.  Quien ama más al dinero, siempre busca la
manera de sacarle provecho a la gente, de manipularla.  Cuando amas más a la gente, Dios
se encarga de bendecirte, de prosperarte.  Abraham, tan pronto salió de una grande batalla,
diezmó a Dios, y cuando el rey de Sodoma le dijo: Dame la gente y quédate con el dinero;
Abraham le dijo: No; ya yo diezmé a Dios, y me voy a quedar con la gente; le pago a los
jóvenes que vinieron conmigo, y te devuelvo el resto, porque no me metí en esta guerra
para sacar dinero, sino para sacar a la gente, y Dios se encargará de prosperarme. 

Dios te empodera para poder honrarle a él, y también para poder bendecir a los demás,
pasándole a las próximas generaciones.  Cuando no comprendes esto, te quedas encerrado
en el sistema del mundo, en el duro trabajo, en la presión que el mundo te quiere poner. 

En Éxodo 5, Faraón comienza a poner cargas pesadas al pueblo de Israel, para que no
quisieran adorar, sacrificar a Dios.  El mismo mundo sabe lo importante de sacrificar, de
ofrecerle a Dios lo mejor; y el mundo trata de poner cargas pesadas, de manera que tú no
puedas llegar a ese estado espiritual de ofrecer a Dios lo que le corresponde.  Y cuando
Dios te prospera y te da favor y gracia, lo hace para que tú puedas tener la libertad para
realmente ofrecerle a él. 

Dios le dice al pueblo: Yo los voy a sacar de aquí para que ofrezcan sacrificio.  ¿No podía
el pueblo ofrecer sacrificio dentro de Egipto?  El pueblo de Israel vivía en Gosén, y las
plagas que tocaban a Egipto, no tocaban a Israel.  Si Faraón quiere oprimirlos para que no
sacrifiquen, quiere decir que el pueblo de Israel, en cierto grado, ya ofrecía ciertos
sacrificios.  Pero Dios quería sacarlos de allí para que le ofrecieran fuera de aquel sistema,
para que ofrecieran lo que él quería que le ofrecieran; porque no es ofrecerle a Dios lo que
tú quieras, sino lo que él quiere, como él quiere, cuando él quiere.  Pero, bajo un sistema de
opresión, no podemos hacerlo de la forma correcta. 

La libertad del pueblo era importante para que el pueblo pudiera realmente sentir la total
experiencia de poder adorar a Dios, sin la carga pesada que el mundo ponía sobre sus
vidas.  Dios quiere prosperarte y sacarte del viejo sistema de las deudas, de las presiones
financieras, para que tú puedas adorarle con toda libertad, para que realmente tú puedas
hacer por él lo que tú quieres hacer. 

Hay cosas que, si Dios te las pidiera, no tendrías los recursos para hacerlas.  Y entonces
reclamamos a instituciones, al gobierno, responsabilizándoles de lo que Dios nos ha
mandado a nosotros a hacer.  Dios nunca te va a presentar una necesidad de alguien, o te va
a pedir que hagas algo, si él no quiere darte la provisión para que tú lo hagas.  Pero, como
tenemos mentalidad de esclavitud, transferimos nuestras responsabilidades, para que otro
sea quien lo haga.  ¿Y dónde está tu responsabilidad?  No te quejes de que la iglesia no hizo
tal o cual cosa, de que el gobierno tampoco hizo, ¿cuál es tu responsabilidad como
cristiano?  ¿No será que Dios te mostró a ti la necesidad porque tú podrías hacer algo, pero
eres tan esclavo en tu mente que piensas que no puedes hacer nada, y lo único que haces es
transferir tus responsabilidades a los demás? 

Con la crisis que se vive actualmente, cada uno tiene que aceptar su responsabilidad;
tenemos que producir.  El tiempo de los políticos se acabó, porque los políticos
administraban un viejo sistema que ya no funciona; hoy, se requiere de líderes que tengan
una palabra que inspire al pueblo a producir.  Tu país se puede levantar, pero tienen que
salir del sistema actual.  Dios, cuando quiere hacer algo diferente contigo, te tiene que sacar
fuera, lejos del viejo sistema, para él demostrarte lo que él puede hacer contigo, y lo que él
puede hacer a través de ti.  Dios te va a demostrar quién es el Dios de tu país.  En tu país,
Dios te puede prosperar, él te puede bendecir, y él puede traer respuesta a tu vida. 

CUANDO DIOS LLENE TUS MANOS

En Éxodo 32, vemos cómo el pueblo de Israel comete un grave error.  Sabían lo que tenían
que hacer; Dios los sacó de Egipto para que le adoraran, pero se dejaron llevar por el viejo
sistema, aun estando fuera, e hicieron lo incorrecto. 
“3 
Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los
trajeron a Aarón; 4  y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de
ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron
de la tierra de Egipto.”  Éxodo 32:3-4 

Dicen los judíos que Aarón trató por todos los medios de que el pueblo no hiciera esto.  Él
pensó que el pueblo no le daría el oro cuando él se los pidiera, pero se equivocó.  Entonces,
hizo un becerro, en lugar de un toro; porque si hubiera hecho un toro, hubieran dicho que la
fuerza de aquel toro los sacó de allí, mientras que un becerro es una cría que representa algo
que hay que cuidar.  Aun así, lo adoraron.  Entonces, Aarón dice: Mañana será fiesta para
Jehová.  (Éxodo 32:5b)  Esto, para dar oportunidad a ver si Moisés bajaba.  El problema es
que, al otro día, el pueblo madrugó, y lo que tenían que hacer para Dios, lo hacen con la
imagen incorrecta.  No se trata de excusar a Aarón, sino de mostrar su debilidad al intentar
detener al pueblo de hacer lo incorrecto.  Aarón tenía que decirles: No; tenemos que esperar
a que Moisés baje. 
La razón por la que la gente hace becerros de oro, es por ausencia de liderato.  Cuando no
hay líderes que te dirijan, sabes lo que tienes que hacer, pero lo haces de forma incorrecta. 
El pueblo tenía un líder ausente; no sabía dónde estaba Moisés; y Aarón fue un líder débil.  
Cuando es el pueblo el que gobierna al líder, terminan haciendo un becerro de oro. 

Tú tienes que saber quiénes son tus líderes, los que te dirigen, los que tienen la orden de
Dios para hacerte saber lo que tienes que hacer.  No puedes desesperarte.  Uno de los
problemas de la crisis es la especulación, porque se toman decisiones sin base, haciendo
becerros de oro, sin darse cuenta que lo que tenemos que hacer es esperar que, del monte de
Dios, baje la palabra que va a dirigir tu vida; no vaya a ser que, sabiendo lo que tienes que
hacer, termines adorando un becerro de oro. 

La gente sabe lo que tiene que hacer; lo que no saben es esperar por la dirección de Dios en
los líderes que él ha puesto delante de ellos.  Entonces, buscan líderes que les den lo que
ellos quieren, porque son líderes que no se paran firmes a decir lo que Dios ha dicho. 

La intención del pueblo era correcta: Ofrendar; pero no lo hicieron de la manera correcta. 
Aquel pueblo todavía tenía a Egipto dentro de ellos.  No entendieron por qué Dios los sacó,
y terminaron adorando lo que se supone que sacrificaran; terminaron en libertad, pero
siendo igual que en Egipto.  Y lo peor que puede pasar en tu vida es que Dios te haga libre,
y termines siendo más esclavo de lo que eras cuando estabas dentro. 

Hay quienes son esclavos de la religión, de viejos pensamientos, paradigmas, sin entender
que Dios te sacó de todo eso para que le ofrezcas a él lo que él quiere que le ofrezcas, y
para que no sigas adorando lo que el mundo ha adorado, sino que le ofrezcas a él lo que el
mundo celebra y adora. 

Cuando no tenemos figuras de líderes ante nosotros, que nos hagan ver esta diferencia,
tomamos malas decisiones.  Tú has tomado malas decisiones en tu vida, por la impaciencia.
Te has desesperado porque no ves a Dios haciendo algo.  Pero, si algo tú tienes que
aprender a hacer es a permanecer paciente hasta que Dios te dé la dirección correcta de lo
que tienes que hacer con lo que él ha puesto en tu mano. 

Dios le dio una promesa a Abraham de que iba a tener un hijo.  Abraham se desesperó y se
acostó con la sirvienta, y terminó teniendo un Ismael, pensando que era el hijo de la
promesa.  Moisés pasó cuarenta años en un desierto, porque se apresuró y mató a un
egipcio, cuando Dios no lo mandó a hacer eso.  Llevas cuarenta años esperando, ¿y no
puedes esperar un día más y pedirle dirección a Dios?  Un error puede mandarte al
desierto. 

Quizás has construido becerros de oro, pensando que estás haciendo algo correcto que
agrada a Dios, pero que es producto de tu impaciencia y de no esperar la dirección de Dios. 
Entonces, te vas bajo el sistema de Aarón, que trata de que tú hagas lo correcto, pero no lo
impide, por no atreverse a confrontarte y hacerte esperar en la orden divina. 
Hay iglesias que lo que se dedican es a complacer a la gente, dirigiendo la adoración y el
servicio de acuerdo a los gustos de la gente, sin entender que no se trata de adorar a Dios
como tú quieras, sino como él quiere. 

Dios te quiere llenar las manos, y quiere hacerlo para que tú le ofrezcas a él lo que él te
pida.  Cuando Dios llene tus manos, haz lo que él te ha dicho que tienes que hacer, no lo
que tú piensas que deberías hacer, porque terminarás construyendo un becerro de oro

LAS COSAS VIEJAS PASARON

Una de las cosas que tenemos que lograr hacer en nuestro interior para poder mirar hacia el
futuro, hacia el mañana, y experimentar ese poder y la gracia de Dios sobre nuestras vidas
para nosotros, es aprender a vencer la nostalgia.  

La nostalgia es uno de los enemigos más grandes del futuro que Dios tiene para ti.  

“La gente extranjera que se mezcló con ellos se dejó llevar por el hambre, y los hijos de
Israel también volvieron a sus llantos, diciendo: “¡Quién nos diera a comer carne! Nos
acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los
puerros, las cebollas y los ajos.  ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná
ven nuestros ojos!”  Números 11:4-6 

Cuando Dios saca al pueblo de Israel de Egipto, a pesar de haber salido de allí, Egipto no
salió de ellos.  Salieron de Egipto con provisión, pero además, entre las primeras
experiencias que tienen después de salir de allí, Dios suple su necesidad de alimentarse
dándoles comida, dándoles maná.  Ellos se cansaron de comer maná y comienzan a exigirle
a Dios que les dé carne para comer.  Su pedido lo hacen de manera nostálgica, recordando
lo que ellos tenían para comer en Egipto.  La nostalgia, la manera en que recuerda su
pasado, detiene al hombre de poder obtener las cosas nuevas que Dios tiene para su vida. 

Uno de los fundamentos del evangelio más poderosos que hay en a la Biblia se encuentra
en 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”  

Una de las premisas más grandes del evangelio es dejar la vieja vida para obtener la nueva
vida de Dios.  El problema es que para obtener la nueva vida no se puede caer en el estado
nostálgico de lo que fue, de lo que sucedió en algún momento dado, de aquellos tiempos,
del pasado, del ayer.  Si permites que la nostalgia te agarre el corazón, no podrás ver el
futuro que Dios tiene para ti.  Tienes que mirar hacia el futuro y crear el nuevo futuro que
Dios tiene para ti. 

La nostalgia idealiza selectivamente el pasado.  Hay cristianos que viven pensando que,
desde que se convirtieron a Cristo, las cosas les van mal, que el diablo les está dando duro.
Pero piensa, antes de que te convirtieras, ¿la vida no te daba duro? Este tipo de persona
llega a la iglesia a ver cómo se les puede resolver sus problemas y se molestan cuando la
iglesia no se los puede resolver.  Pero, ¿quién te resolvía los problemas antes de
convertirte? Si te iba tan bien afuera en el mundo, ¿para qué le entregaste tu vida al Señor?
Le entregaste tu vida al Señor porque la verdad es que no te iba tan bien en el mundo. Te
diste cuenta que te iba mal y que el mundo no te podía dar una verdadera solución a tus
problemas; entonces fue que decidiste entregarle tu vida al señor.  Siendo así, ¿por qué
idealizas la vida que dejaste sabiendo que no era buena? 

El problema de la nostalgia es que puede captar el corazón en un instante y llevarte a


idealizar selectivamente ciertas cosas de tu pasado.  A todos les llega el momento de
nostalgia de alguna manera u otra, de tiempo en tiempo, al contemplar el pasado y recordar
ciertos momentos de nuestra niñez, de nuestra juventud.  La nostalgia no es totalmente
mala, pero sí peligrosa. 

La nostalgia, sicológicamente, es la manera de minimizar el estrés por un momento.  El


recordar una buena memoria y experimentar ciertas emociones positivas de cosas vividas
en el pasado, permite que, por un momento, se tenga una escapada del presente.  El
problema es que no se puede escapar toda la vida del presente.  El presente hay que
enfrentarlo, vivirlo y seguir hacia adelante, sabiendo que Dios tiene algo más grande para tu
vida.  

Cuando el pueblo de Israel recordó la comida de Egipto, no estaban pensando en todos los
azotes que recibieron, el calor que pasaron, todo el trabajo que hicieron.  Cuando se
quejaron de lo que no tenían, seleccionaron la mejor memoria de su pasado.  Recordaron
una comida que no era ni tan buena, que eran las sobras, pero lo hicieron simplemente para
quedarse amarrados al pasado.  

Entiende hoy que Dios tiene para ti una nueva vida, tiene para ti algo más grande.
Recuerda que fuiste llamado para ir de gloria en gloria, de triunfo en triunfo, de bendición
en bendición.  Declara hoy lo que Pablo declaró, en Filipenses 3:13-14 ”…una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a
la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” 

LA SOLUCION ESTA EN EL FUTURO

¡Quién me volviese como en los meses pasados, Como en los días en que Dios me
guardaba, Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, A cuya luz yo
caminaba en la oscuridad; Como fui en los días de mi juventud, Cuando el favor de Dios
velaba sobre mi tienda; Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente, Y mis hijos alrededor
de mí…”  Job 29:2-5 

Job se puso nostálgico por los problemas que tenía; se puso a pensar en cosas que ya habían
pasado, y comenzó a declarar aquellos días que había tenido que, según él, habían sido muy
buenos, y comenzó a declarar las circunstancias difíciles que estaba teniendo. 

Cuando se vive de la manera en la que Job estaba viviendo, se menosprecian varias cosas
que se tienen que tener muy presente.  En primer lugar, es fácil echarle a Dios la culpa,
indirectamente, de nuestras circunstancias, en vez de permitir que él corrija el corazón para
poder enfrentar las circunstancias que se tienen que enfrentar.  Cuando oras diciendo y
pensando que el pasado es mejor, le estás echando la culpa a Dios de tu presente.  Cuando
le dices: Señor, si tú me volvieras a aquellos tiempos… en realidad dices: Señor lo que
estás haciendo hoy no es suficiente, así que el responsable de lo que estoy viviendo eres tú,
pero no te lo voy a decir de frente porque, si te lo digo de frente, me vas a hablar como a
Job.  

Cuando Job siguió hablando de esta manera, más adelante en el libro, Dios le dice: Job, se
acabo el lloriqueo, ¿te vas a justificar tú para condenarme a mí?  En vez de hacer lo que
hizo Job, en medio de los problemas, pregunta primero cuán responsable eres de lo que
estás viviendo.  Y, en segundo lugar, pregúntate si tienes el corazón correcto hoy para
trabajar con las circunstancias presentes.  Mejor sería decirle a Dios: Señor, enmienda mi
corazón, para que yo pueda trabajar con la situación presente que estoy viviendo y ver el
futuro que tú tienes para mi vida; antes que seguir diciendo que el pasado era mucho mejor.
Decir esto toma mucha valentía.  

Lo primero que debes recibir es que no puedes estar amarrado a tu pasado, a tu ayer.
Idealizar pequeños pedazos de lo que ocurrió, de lo que sucedió, de las pérdidas que tuviste,
de las ganancias que tuviste, de tener que repetir los mismos momentos felices, es una
falacia, es una mentira.  Hacer esto es tratar de idealizar algo que no va a regresar, en vez
de proyectarte hacia el futuro que Dios tiene para ti. 

En segundo lugar, el recordar el pasado con anhelo, con mayor ilusión, antes que ver el
presente, es menospreciar la sabiduría de Dios.  Por eso, Salomón, cuando escribió
Eclesiastés, dijo: No hay sabiduría en pensar que fue lo que causo que el pasado tuviera
tantos mejores momentos, que supuestamente no se tienen hoy.  Al decir esto, estás
anulando, la sabiduría de Dios.  Si hay algo de lo que se debe depender es de la mano
providente del Dios Todopoderoso, y saber que Dios es más sabio que tú y que yo.  

Hay cosas que no se sabe por qué pasaron, y no te debe interesar saber por qué pasaron.
Solo debes saber que pasaron bajo la autoridad del Dios Todopoderoso, y él se va a
encargar, de alguna manera, de arreglar y sacar lo mejor de todo esto. 

Entiende en el día de hoy que el tú comenzar a vivir pensando en el pasado, en el ayer, es


menospreciar la sabiduría que Dios te quiere dar hoy para este tiempo. 

Tu nación tiene que levantarse, tienes que pensar diferente.  Si sigues mirando hacia atrás,
echando la culpa al pasado, echando la culpa al ayer, mirando a lo que pasó, lo que fue, lo
que no fue, vas a perder de vista la sabiduría que Dios te quiere dar hoy, para llevarte al
futuro que él tiene para ti. 

Hay una solución a tu problema, y no se encuentra en el pasado; la solución se encuentra en


entender que el Dios al que tú le sirves te puede dar sabiduría, una nueva sabiduría, una
nueva inteligencia, para provocar que tus días en el futuro sean mejor de lo que pasaste en
el ayer.  Esa es su promesa, que tú vas a ir de gloria en gloria y de triunfo en triunfo. 

BASTA DE VUELTAS

Nostalgia es idealizar una parte de tu pasado; pero ese no fue todo tu pasado, sino tan solo
un pedazo.  ¿Por qué no mejor idealizar un pedazo de tu presente? 

Cuando Dios saca de Egipto al pueblo judío, lo único que ellos recordaban era el pescado
de balde.  No recordaron todos los azotes que recibieron, o la sobrecarga de trabajo. 
Porque, cuando a uno le da nostalgia, uno recuerda lo que uno quiere idealizar para
contrarrestar el momento presente.  Pero, ¿por qué no idealizaban lo bueno que Dios estaba
haciendo, para de ahí partir hacia el futuro que Dios tenía para ellos?  Por eso es que la
nostalgia puede convertirse en el asesino de tu futuro, y detenerte de entrar a todo lo que
Dios tiene para ti. 
“18 
No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. 19  He
aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré
camino en el desierto, y ríos en la soledad.”  Isaías 43:18-19 
Dios está diciendo: Yo hago cosa nueva, ¿no lo vas a reconocer, no lo vas a percibir?  Hay
quienes, hoy, están asustados por las cosas que están pasando en el mundo.  Queremos
mejoría, pero vemos cambios y nos asustamos.  Dios dice que él está haciendo algo nuevo,
¿no te vas a atrever a recibir lo que Dios tiene para tu vida, lo nuevo de Dios para ti? 

Tú tienes que estar listo para la nueva temporada de Dios para tu vida.  La mano providente
de Dios está sobre ti; él te da la victoria, te lleva de gloria en gloria, de triunfo en triunfo. 
No hay miedo que pueda detener el futuro que Dios tiene para ti; prepárate para recibir lo
nuevo de Dios, confiando en que el Dios al que tú le sirves sabe lo que te conviene, y eso es
exactamente lo que él tiene para ti.  Lo mejor de tu vida está cerca.  Olvida la nostalgia por
tu ayer, lo que el mundo ha pensado, lo que otros hablan.  Tú no necesitas intervención del
gobierno ni de nadie más; tú lo que necesitas es que la mano poderosa de Dios intervenga
en tu vida, porque eso es todo lo que hace falta para asegurar tu futuro. 

Recordar el pasado, el ayer, e idealizarlo más de lo debido, es un problema.  No se trata de


no honrar a aquellos que vivieron en el pasado, o no celebrar a aquellos que se atrevieron a
tomar decisiones en momentos cruciales; pero tú tienes que decir: Llegó el momento de
movernos hacia adelante, hacia el futuro, y no voy a permitir que la nostalgia de lo que fue,
o de lo que pudo haber sido pero no fue, me detenga de lo que Dios tiene para mi vida.  Si
te detienes por la nostalgia, te quedarás en el pasado. 

El pueblo de Israel no entendía lo que Dios le quería decir; ellos querían que Dios hiciera
exactamente lo mismo que hizo en el pasado.  Dios dijo que abriría ríos otra vez, pero no es
que fuera a abrir nuevamente el Jordán, o el mar Rojo.  En Isaías 43, el pueblo de Israel
estaba bajo el cautiverio de Babilonia, un cautiverio diferente al sufrido en Egipto.  En
Egipto fueron esclavos, fueron abusados; en Babilonia eran cautivos, tenían ciertas
libertades, pero eran oprimidos por el gobierno de Babilonia, que gobernaba ciertas áreas
de su vida.  Pero ellos esperaban que Dios los libertara de la misma manera que los libertó
de Egipto.  Pero Dios les estaba diciendo que él haría algo nuevo para ellos.  Aquella
situación no se podía resolver de la misma manera.  Dios tenía que hacer algo nuevo. 

Lo que funcionó para sacar al pueblo de Israel de Egipto, no iba a funcionar para sacar al
pueblo de Israel de Babilonia; pero sí sigue siendo el mismo Dios.  El mismo Dios que te
libertó en el pasado, es el Dios que te va a libertar en esta época. 

Muchas veces, hacemos de los procesos de transición, lugares permanentes.  Toda


transición es difícil, complicada.  Gente entra y sale de tu vida; gente que te critica, te
abandona; gente se une a ti; hay lucha, batalla.  Pero, cuando te amarras a la nostalgia,
permaneces en una transición permanente, convirtiéndola en un proceso de aberración.  Y
entonces comienzas a aceptar cosas que no tenías que aceptar, comienzas a conformarte a
esas épocas, a esos momentos.  El no tomar acción, hace que esas cosas que debieron ser
permanentes, se vuelvan parte de ti.  Por eso es que hace falta una instrucción de Dios que,
desde el cielo, te declare que llegó el momento de salir. 

Deuteronomio 2 dice que Dios le dijo al pueblo: Bastante tiempo han estado dando vueltas
en este monte.  Y tú, hoy, bastante tiempo has estado dando vueltas alrededor de tu
situación, has estado bastante tiempo dándole vueltas al asunto; si vas a levantar una
empresa o no la vas a levantar, si te vas a mover o no te vas a mover.  Has estado pidiendo
señales a ver si te casas o no te casas, si compras la casa o no la compras; esperas cambios
políticos para tomar decisiones, y aceptas cosas que nunca deberías aceptar, esperando los
cambios que el mundo traiga, para ver si te dan permiso a hacer lo que Dios quiere que tú
hagas.  Pues hoy Dios te dice: Ya se acabó eso de estar dando vueltas al mismo monte.
Dios no te hizo para dar vueltas en el desierto tanto tiempo.  Llegó tu momento de moverte
hacia adelante, tu momento de emprender, de alcanzar, de dejar lo que tienes que dejar,
quitar lo que tienes que quitar, y moverte a lo que Dios tiene para tu vida. 

LO QUE TODAVIA DIOS NO HA HECHO

Dios llama a Moisés, hablándole desde una zarza ardiendo; le dice que quite el calzado de
sus pies, porque aquella tierra era santa.  ¿Por qué era santa?  ¿Porque Dios estaba allí? 
No.  Porque Moisés estaba allí, y Dios le iba a dar un cambio a Moisés en aquel lugar. 

“5  Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás,
tierra santa es.”  Éxodo 3:5 

Dios le manda a quitar sus sandalias, que representan su pasado, todo lo que él había
caminado, las vueltas que por cuarenta años había dado en el mismo sitio.  Y Dios le dice
que quitara el calzado de sus pies, porque aquel lugar era santo; y era santo porque Dios le
iba a hablar, le iba a dar una misión, y le pondría en el camino en que siempre debió estar. 

El lugar donde tú recibes palabra es santo, no solo porque Dios esté allí, sino porque allí tú
te quitas los zapatos de tus pies, y recibes la nueva dirección que Dios tiene para ti; porque
puede ser que tú estés dando vueltas en un lugar donde Dios no quiere que tú estés. 

Dios libró a Moisés de la muerte cuando era un bebé; lo mete en Egipto, se asegura de que
recibiera la mejor educación; Dios lo guardó, lo protegió, y una mala decisión lo pone a
vivir en el desierto.  Ese no era el plan de Dios para Moisés, pero todo lo que hacía falta era
que, un día, Moisés dijera: Se acabó, no puedo seguir en este lugar, tengo que moverme
hacia lo que Dios tiene para mí; y volviera entrar en el propósito que Dios tenía para él. 

Dios te dice hoy, que el lugar donde tú estás es un lugar de transición, y ese lugar es santo,
porque es un lugar escogido por Dios para dejarte saber todo lo que él quiere hacer
contigo.  Ha sido difícil, has perdido gente, no tienes los recursos que antes tenías, pero ese
lugar es santo.  Permite que la zarza te hable y te diga que llegó el momento de salir.  Las
cosas no van a volver a la normalidad del pasado.  Lo normal para los cristianos es vivir
bajo la dirección del Espíritu Santo, sabiendo que, donde estás, es por un tiempo, pero de
ahí Dios te va a mover a un lugar más grande.  El lugar en que te encuentras hoy, es santo. 
En ese lugar, hoy Dios te dice que el propósito que él tiene contigo no se ha perdido; no
importan tus errores, el ayer, el pasado; Dios tiene algo grande, algo nuevo para tu vida. 

Tú deberías tomar este mensaje como una visitación de Dios para decirte: ¡Despierta!  Te
salvé de la cárcel, de aquel accidente, de aquellas cosas, no para tenerte aquí donde estás
hoy.  Te puse a estudiar, te cuidé, te guardé, te he dado talentos, no para tenerte en la
miseria que estás viviendo hoy.  Deja de acostumbrarte a vivir en algo para lo cual tú no
fuiste creado.  Vive para todo lo que Dios tiene para tu vida. 

Si metes un pájaro en un balde de agua, serías un abusador, porque fue hecho para el aire, y
trataste de obligarlo a vivir debajo del agua.  ¿Cuál ha sido el abusador que te ha hecho
creer que tú fuiste hecho para vivir en otro ambiente para el que Dios no te creó?  ¿Quién te
tiene a ti debajo del agua, cuando tú fuiste creado para las alturas?  Dios te creó para cosas
grandes, para la abundancia, para la bendición.  Sea quien sea esa persona que te ha tratado
de obligar a vivir por debajo de lo que Dios tiene para tu vida, Dios te creó a ti para algo
grande.  Dios no te ha traído hasta donde estás para dejarte ahí; Dios te dice como al pueblo
de Israel: Bastante has estado dando vueltas en este desierto.  Sal de aquí. 

“6  Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob.” 
Éxodo 3:6 

Cuando Moisés recibe la instrucción de quitar el calzado de sus pies, Dios se identifica
como el Dios de sus antepasados; pero más adelante, Moisés pregunta qué decir al pueblo
cuando preguntara quién le había enviado; a lo que Dios respondió: YO SOY EL QUE
SOY.  Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.  (Éxodo 3:14) 
Esto, porque tú no puedes ir en nombre del Dios que tus padres vivieron; tú tienes que ir en
el nombre del Dios que tú estás viviendo.  Dios no tiene problema en identificarse como el
Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero él quiere hoy ser tu Dios. 

Para salir de donde estás, tú no necesitas revivir las experiencias viejas con Dios, sino
encontrarte con Dios hoy, y tu futuro se abrirá delante de ti.  La pregunta es: El Dios de
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, ¿es hoy tu Dios?  ¿Estás tú en esa lista de nombres?  ¿Has
tú aceptado ese Dios en tu presente? 

Tú no puedes ir a lo nuevo de Dios para ti, pensando en cómo Dios proveyó ayer.  Da
gracias porque Dios hizo provisión ayer, pero el Dios que está contigo hoy, tiene algo
nuevo para tu vida.  Dios nunca había sacado plagas, y él tiene diez plagas para el faraón de
tu vida, que nunca le ha mostrado a nadie, y él está deseoso de enseñárselas.  Y cuando
faraón piense que te tiene, Dios te abre un mar.  Tu Dios ha hecho cosas maravillosas, pero
tú lo que deberías querer ver son aquellas cosas que todavía no ha hecho. 

Dios te quiere mostrar algo que tú jamás has visto, y es lo que te va a dar la libertad que tú
has estado esperando.  Basta de mirar e idealizar tu pasado.  Se desatan en tu vida nuevas
oportunidades, posibilidades.  Eres libre para entrar en todo lo nuevo que Dios tiene para ti.

NO TE ACUERDES

“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas.   He aquí
que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino
en el desierto, y ríos en la soledad.”  Isaías 43:18-19 
Este verso parece, en cierta forma, contradictorio porque hace referencia a algo que ya se
había hecho, pero dice que no te acuerdes de tu pasado.  Cuando dice “otra vez”, significa
que ya lo hizo; pero Dios no dice “otra vez” porque vaya a hacer exactamente lo mismo, lo
que está queriendo decir es que, de la misma forma que hizo algo en el pasado, lo hará en el
presente.  

No hay nada malo en recordar y honrar tu pasado, mientras no interfiera con tu futuro.  

En esta escritura, la expresión de no traer a memoria las cosas pasadas, lo que significa es
que no recuerdes de manera tal que hagas de esas vivencias del pasado tu residencia, tu
lugar de permanencia.  No hagas de esas cosas el lugar donde vas a permanecer el resto de
tus días.  Cuando permaneces en las experiencias del pasado, limitas lo que Dios quiere
hacer en ti.  Debes partir de la premisa, de que todo lo que ha hecho Dios en el pasado, te
ha traído hasta este lugar; pero Él tiene algo nuevo, que debes aprender a recibir.  La
nostalgia, es la lucha de las memorias contra la percepción espiritual.  

A veces, las memorias son más grandes que la percepción de lo que Dios quiere hacer en tu
vida.  No puedes permitir que tus buenas o malas memorias sean las que determinen lo que
Dios quiere para tu vida.  El peor enemigo de lo mejor, no es lo malo, sino lo bueno.
Cuando tienes algo bueno, no necesariamente aspiras por algo mejor.  Entre lo malo y lo
bueno es fácil escoger; donde se hace difícil escoger es entre lo bueno y lo mejor.  

Cuando muchas personas hablan de su vida, siempre lo hacen comparándola con la de los
demás diciendo, “hay otros que están peor”.  La comparación que haces es con lo mal que
están otros, en vez de aspirar a algo mejor.  Es como cuando para un examen, en un salón
de clases, el maestro hace una curva porque la mayoría de los estudiantes no salieron bien.
Cuando esto sucede, si tenías una mala calificación, puede ser que suba a una buena, pero
eso no significa que hiciste lo mejor que pudiste hacer; significa que hiciste mejor que otros
de tus compañeros; el maestro consideró que, comparado a otros, tu nota era mejor.  En la
vida, no debe ser así.  En la vida siempre debes intentar dar tu cien por ciento y evaluarte en
referencia al cien por ciento que tú puedes llegar a alcanzar.  

Para aspirar a lo nuevo, tiene que haber un grado de percepción espiritual, donde puedas
percibir lo que Dios quiere para tu vida.  Para lograr eso, tienes que conocer al Dios que
quiere hacer esas cosas en tu vida.  

“Yo Jehová, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey.”  Isaías 43:15 

Dios se le presenta al pueblo de Israel con tres características: como el Creador, como el
Rey, y como el libertador.  A todos les gusta el Dios libertador, pero no todo el mundo cree
en el Dios Creador, y en el Dios Rey.  En muchas partes, se predica acerca del Dios
libertador, pero tú no puedes experimentar al Dios libertador, hasta que no hayas conocido
al Creador y al Rey.  Pero hoy se predica perdón sin arrepentimiento.  Ciertamente, Dios
perdona, pero hay que arrepentirse.  Arrepentirse no es solo decir “perdón”, es también no
volver a hacer aquello por lo que se está pidiendo perdón.  Muchos creen en el mensaje de
la gracia, pero lo presentan como que todo es tan fácil; se conoce al Dios que liberta, pero
no todo el mundo quiere aceptar al creador y al rey.  No se puede experimentar las cosas
nuevas de Dios, hasta que la mente se abra y pueda percibir la grandeza de Dios.  

Se está viviendo en tiempos muy difíciles, los conceptos de cristiandad han sido trastocados
una y otra vez.  Podemos ver personas de otras religiones que, con solo verlos, sabemos a
cuál religión pertenecen, pero ¿hay algo externo que nos identifique como cristianos?  Hoy
estamos tan mezclados, que no sabemos cuándo alguien es cristiano o no.  Hoy día, los
mismos líderes de la sociedad que firman leyes en contra de la familia, son los que se paran
en un altar o plataforma a cantar canciones cristianas.  Nosotros no podemos cambiar la
mente de esas personas, pero puedes evitar que ellos definan lo nuevo que vas a
experimentar de Dios.  

Aprende a vivir por el Dios que define tu vida, que no es solo tu libertador, sino que
también es tu Rey y tu Creador.  El libertador viene a salvarte de tus enemigos, pero es
cuando conoces y aceptas a Dios como tu Creador y tu Rey, que entonces eres libre de tu
pasado.

QUIEN TE ENSEÑO

“Yo Jehová, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey.”  Isaías 43:15 

Por más buena que puedas creer que fue tu vida, siempre hay influencias negativas
alrededor que te han herido.  

Los padres nos esmeramos cuidando a nuestros hijos, pero la realidad es que, en la vida,
estos pueden ser heridos por algún maestro en la escuela, o por el renombrado “bullying”
de parte de sus compañeros.  Hay personas que están tan atadas a los vicios que, cuando se
les ofrece ayuda, la rechazan porque no pueden ni siquiera imaginar una vida fuera de esa
atadura.  Otras personas no están atadas a las drogas, pero cuando hablas con ellos, te das
cuenta de que están atados en sus pensamientos.  Estas personas no tienen ningún tipo de
aspiración, no esperan que Dios haga nada con ellos.  Por eso es que el mensaje de la
liberación es tan poderoso.  Todas estas personas necesitan experimentar al Dios libertador;
unos más, otros menos, pero todos necesitan conocer al Dios que los salve de su pasado. 

El problema es que uno no puede conocer al libertador de la vida, si no cree en el Creador y


en el Rey. 

Lo difícil de creer que Dios es Creador, es que hay que aceptar el propósito original de la
creación.  No se puede escoger ser lo que uno quiere ser, sino que hay que someterse a lo
que Dios ha creado para nuestra vida.  La cultura de hoy es “sé quién tú quieras ser”, pero
si Dios te creó, tienes que ser lo que Él dice que tienes que ser.  Si vas a creer en el
Creador, tienes que conocerlo, y encontrarte con Él para saber para qué te creó.  Una vez
conoces al Creador, ya no es más lo que tú quieres ser, es lo que Dios dice que tú eres.  
También tienes que conocer a tu Rey, a Aquel que dirige tu vida y determina lo que tienes
que hacer.  Si quieres experimentar las nuevas cosas de Dios, no puedes solo creer en el
libertador, también es tu Creador, y te hizo para algo grande.  

“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?10  Y él respondió: Oí tu voz
en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 11  Y Dios le dijo: ¿Quién
te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?
12 
Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo
comí.” Génesis 3:9-12 

Tienes que saber que, a veces, lo que crees de ti viene de las malas influencias del pasado,
por eso, Dios te pregunta, como le preguntó a Adán en el Edén cuando cayó en pecado:
¿Quién te enseño algo que yo no puse en ti?  Dios te pregunta: ¿Quién puso vergüenza en
ti, cuando te creé para que no vivieras avergonzado?  

Vivimos en tiempos en que la gente no quiere sujetarse al propósito de Dios, ni a su


dirección.  Cuando conoces a Dios como Rey, reconoces que él tiene toda autoridad, y tiene
autoridad sobre tu vida.  Ahora no eres tú quien manda, es él quien manda.  Si tiene
autoridad sobre ti, entonces también tiene autoridad sobre el mundo y lo que te rodea.  

Cuando el mundo te hace injusticia, Él es el que se encarga de hacerte justicia.  Todo lo


bueno de Dios lo vas a poder experimentar, cuando entiendas quién es él en tu vida.  Todo
lo bueno para tu vida tiene que ver con el propósito con el cual Dios te creó.  Él te creó y te
formó para que puedas llevar Su imagen en la Tierra, para que tu vida refleje quien es Él. 

Si tu vida no está reflejando la gloria de Dios en la Tierra, Él quiere transformarte y hacer


algo nuevo.  Olvídate del pasado y del ayer, y comienza a decir: “Señor, tú eres mi Creador;
dime para qué me creaste.”  Si estás haciendo cosas que no tienen que ver con lo que Dios
quiere para tu vida, pídele que te muestre tu propósito, que tome control sobre tu vida para
que haga algo grande y nuevo.  Vuelve al momento en que Dios puso en ti un propósito en
particular, y que te lleve a alcanzar todo lo que te ha prometido.  Pídele que nadie más
gobierne sobre tu vida, que no sean las opiniones del mundo las que gobiernen, sino Dios.
Que sea él quien dirija tus pensamientos y tus pasos, y te lleve a alcanzar todo lo que él
destinó para ti.  

A IMAGEN DE DIOS

En Isaías 43:18, Dios le dice al pueblo de Israel que no se acuerde de las cosas pasadas. 
Sin embargo, en los versos anteriores, 15-17, precisamente Dios está declarando las cosas
que había hecho en el pasado. 

“15  Yo Jehová, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey. 16  Así dice Jehová, el que
abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas; 17  el que saca carro y caballo,
ejército y fuerza; caen juntamente para no levantarse; fenecen, como pábilo quedan
apagados.” 
Isaías 43:15-17 

Dios se revela al pueblo de tres maneras: Como el Dios Creador, como el Rey, y como el
Libertador.  Muchos se enamoran del libertador; y es fácil creer en el Dios que liberta; el
problema es que tú no puedes experimentar la libertad de Dios, sino hasta que tú creas que
él es el Creador y el Rey.  Por lo general, se predica al Salvador, pero no al Rey; porque es
más fácil recibir al Salvador que recibir al Rey. 

Cuando Jesús nació, los pastores anunciaron el nacimiento del Salvador, y todo el mundo
aceptó ese mensaje.  Dos años más tarde, unos reyes van donde Herodes y le dicen que iban
a adorar al Rey, y eso trajo problemas; Herodes quiso matar a Jesús porque lo estaban
proclamando Rey.  Los pastores no ofrecieron nada, no llevaron ofrenda; pero los reyes,
para ir donde otro Rey, saben que tenían que llevar ofrendas, porque no te presentas ante un
Rey con las manos vacías.  No se puede predicar al Salvador y cobrar, porque la salvación
es por gracia; pero al Rey hay que honrarlo.  Por eso es que es fácil recibir al Salvador, pero
recibir al Rey no todo el mundo lo quiere, porque cuesta honra y obediencia. 

A la gente le fascina el Dios que salva, el Dios que tiene misericordia.  Pero, cuando se dice
que Dios es el Rey, que te va a mandar lo que tienes que hacer, entonces hay problema,
porque quieren hacer lo que mejor les parece.  Pero, para ver las cosas nuevas de Dios,
tienes que ver que él es primero tu Creador; de otro modo, harás las cosas para conformarte
a la imagen que tú crees que debes ser.  Por eso la gente vive queriendo expresarse y ser
libre, pero las expresiones de supuesta libertad que hay allá afuera lo que muestran es que
están siguiendo el molde de otro.  Hoy, lo que debería estar de moda es ser cristiano,
porque es lo verdaderamente diferente.  Si tú no crees que Dios es Creador, te conformas a
la imagen de otro, y Dios no puede hacer las cosas nuevas que él quiere hacer en tu vida. 

La primera pregunta en la Biblia, tan pronto el hombre peca, es: Adán, ¿dónde tú estás? 
Dios sabía dónde estaba Adán físicamente; Dios estaba preguntando: ¿Dónde estamos tú y
yo?  ¿Dónde queda nuestra relación?  Y su próxima pregunta fue: ¿quién te enseñó que
estabas desnudo?  Ahora, Adán se conformaría a la imagen que otro quería, y no a la
imagen de Dios. 

Cuando tú entiendes que Dios es el Creador, entonces, aceptas la imagen que él tiene para
ti, y llegas a ser todo lo que él quiere que tú seas, y lo vives al máximo. 

Una de las imágenes más engañadoras que hay en las redes sociales, es la del gatito frente
al espejo, viéndose como un león.  Un gatito nunca será un león.  Meterle en la cabeza a
alguien que puede ser león, cuando Dios lo hizo gatito, es hacerle menospreciar lo que Dios
lo hizo.  Si Dios te hizo gatito, sé el mejor gatito; sé el gatito más fino de la calle, pero
nunca vas a ser león.  Querer ser algo que Dios no quiere que tú seas, no es tener buena
autoestima. 

La gente quiere ver las cosas nuevas que ellos quieren que Dios les dé, y no las que Dios les
quiere dar; pretenden que Dios se conforme a la imagen de ellos, en vez de ellos
conformarse a la imagen de Dios. 
Si Dios te llamó a ser algo, eso es lo que vas a ser.  Te queda embellecer aquello a lo que
Dios te llamó.  En vez de irte en contra de lo que Dios ha dicho, ¿por qué no permitir que,
con las cosas nuevas que él trae a tu vida, se embellezca lo que tú eres?  Para experimentar
las cosas nuevas de Dios, tienes que atreverte a aceptar lo que tú eres y cómo Dios te creó,
y tienes que aceptarlo como Rey. 

Deja que sea Dios quien dirija tu vida, quien te dé dirección.  Hay quienes quieren
experimentar las cosas nuevas de Dios, mientras ellos mismos deciden cómo hacer las
cosas.  Tiene que haber un momento en que tú decidas agradar únicamente al Dios
Todopoderoso.  Y, cuando tú entiendes que él es tu Creador y tu Rey, entonces, él puede
ser tu Libertador.  Él puede abrir caminos donde no hay, puede abrirte puertas, puede darte
cosas nuevas, porque él te va a conformar a Su imagen, y vas a vivir a la plenitud del Dios 
Todopoderoso

PERCIBE LO NUEVO DE DIOS

“18  No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. 19  He
aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré
camino en el desierto, y ríos en la soledad.”  Isaías 43:18 

En otras versiones, dice: ¿No lo puedes percibir?  El problema por el cual la gente no
experimenta las cosas nuevas de Dios, es que estamos muy acostumbrados a las cosas
tangibles, y no nos damos cuenta que el mundo ha cambiado, y hay una nueva dimensión
mucho más grande.  Por ejemplo, ahora existe lo que conocemos como “la nube”, un lugar
intangible donde guardamos documentos, fotos, información, y que podemos acceder desde
cualquier lugar, pero es también un lugar que no vemos y que nos sería imposible explicar
dónde está.  Eso es una nueva dimensión. 

El problema es que, de la misma manera que pasa con la nube, hay quienes piensan que el
acceso a las cosas de Dios debe ser gratuito; tú no tienes que pagar el mismo precio que
pagó Cristo, pero tienes que hacer ciertas cosas, tienes que darle acceso a él a tu vida, para
tú tener acceso a las cosas de él. 

Otros, cuando descargan algo del Internet, sienten que les robaron, porque no tienen nada
tangible; por eso, hay compañías que envían también la caja, aunque lo que se haya
descargado sea un programa para la misma computadora.  En los tiempos que vivimos, la
misma ciencia nos demuestra que las cosas más poderosas no se pueden tocar, pero sí se
pueden experimentar.  De la misma manera, lo más grande de Dios no es lo tangible.  La
misma ciencia nos ha movido a entender que hay unas dimensiones que jamás habíamos
pensado que existían, pero están ahí a nuestro favor.  Desde tu teléfono, puedes acceder el
mundo entero, puedes acceder información que nunca antes habías accedido, buena y mala;
en cuestión de segundos, puedes tener acceso a millones de libros.  Hay tanta información
que ninguno de nosotros podrá leerla toda.  Ahora no se trata de poder acceder información
o no, sino de discernir la información que es buena o mala.  Y así son las cosas de Dios; las
cosas buenas que Dios tiene para ti son más grandes que las cosas tangibles que tú has
estado buscando experimentar en tu vida. 
Lo que Dios quiere hacer contigo va más allá de las cosas que tú habías pensado; pero tiene
que haber un momento en que te muevas a percibir las cosas, en vez de esperar sentirlas,
tocarlas.  Dios te dice: Yo quiero hacer algo nuevo, ¿no lo puedes percibir? 

Abre tu percepción espiritual, no a lo que el mundo dice, sino a lo que Dios te está
diciendo. 

La pregunta es: ¿Qué tú estás percibiendo?  ¿Están tan atados tus sentidos por tus
circunstancias, que no puedes percibir las cosas buenas de Dios?  Dice la palabra de Dios,
en el libro de Job, que aunque se corte un árbol, al percibir el agua, va a reverdecer. 
Cuando tú comienzas a percibir que Dios va a hacer cosas nuevas, comienzas a hacer
preparativos.  Una mujer que está embarazada no espera a dar a luz para hacer
preparativos.  De la misma manera, las cosas nuevas de Dios, tú no puedes esperar a
disfrutarlas cuando las tengas; tú tienes que abrir tus sentidos espirituales, percibirlas y
prepararte. 

Tú lo que tienes que estar es esperando las cosas nuevas de Dios porque, aunque no las veas
tangiblemente, sabes que tú tienes acceso al trono de la gracia, y puedes recibir todo lo
nuevo que Dios tiene para tu vida, hoy. 

EL MISTERIO ESCONDIDO

“6  Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no
de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. 7  Mas hablamos sabiduría de
Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para
nuestra gloria,”  1 Corintios 2:6-7 

Dios tiene cosas ocultas, no de ti, sino para ti.  Si Dios te revelara todas las cosas, no las
creerías; y si las revelara todas, más se levantarían contra ti.  Cuando Dios te crea, te forma,
te predestina, reserva unas cosas que están ahí, ocultas, no porque no te las quiera decir,
sino porque todavía no es tiempo. 

“8  la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido,
nunca habrían crucificado al Señor de gloria.”  1 Corintios 2:8 

Si el diablo hubiera sabido que, crucificando a Cristo, tú quedabas salvo, no lo hubiera


crucificado.  Pero Dios lo escondió, escondió un misterio.  El enemigo crucificó a Cristo y,
cuando abrió los ojos, ya tú eras salvo.  Dios escondió eso, por un tiempo, hasta que se
pudiera manifestar. 

“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en
corazón de hombre,  son las que Dios ha preparado para los que le aman.”  1 Corintios
2:9 

No dice que Dios tiene guardadas cosas que ojo no vio ni oído oyó para los que creen, sino
para los que aman.  El poder más grande que tú tienes no es el de la fe, sino el del amor. 
Cuando tú amas a Dios, por encima de todas las cosas, él tiene para tu vida cosas que ojo
no vio ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre.  Las cosas nuevas de Dios nunca te
llegan de la mente hacia el corazón, sino del corazón a la mente.  Cuando Dios te revela
algo, lo revela al corazón.  Y luego que Dios te preña en el corazón, no hay palabras para
explicar, porque tu mente no puede procesar lo que experimentaste; y cuando crees haber
encontrado las palabras, lo que dices se queda corto ante lo que tú viviste. 

Cuando Dios quiere hacer cosas nuevas, él no busca impresionar tu mente.  Eso es lo que
tratan de hacer los religiosos.  Pero, si tú no entiendes una prédica, que el corazón la reciba
es suficiente, porque lo nuevo que Dios tiene para ti, sube al corazón, y eventualmente lo
vas a ver y lo vas a oír.  Si tu corazón está herido por las cosas del pasado, porque te
hicieron daño, y tú quieres ver cosas nuevas, pídele a Dios que sane tu corazón, porque
Dios no va a hablarte a tu mente, sino a tu corazón. 

Quizás alguien te traicionó, pero los que vengan no te tienen que traicionar; alguien te hizo
daño, pero los que vengan no lo tienen que hacer.  Nunca te abrirás a nuevas experiencias, a
nuevas personas, si el corazón está dañado, porque tú no puedes conocer a la gente con la
mente; los conoces con el corazón. 

Hay cosas que Dios las tiene preparadas, pero que no han subido al corazón de nadie, y
Dios las tiene reservadas para ti.  Y, cuando Dios las revele, será muy tarde para el
enemigo; no te habrán podido detener; pensarán que están haciéndote daño, pero te están
acercando cada vez más a tu victoria.  Por eso, cuando José se descubrió ante sus hermanos,
ellos temieron, pero él les dijo: No se preocupen; ustedes pensaron mal contra mí, pero
Dios lo tornó en bendición.  De la misma manera, cada paso que tú des, te acerca más a la
victoria que Dios tiene para tu vida. 

DECLARA TU BENDICION

Uno de nuestros más grandes errores, y que nos priva de ver la multiplicación de nuestros
recursos, es cuando culpamos a la economía, o culpamos a nuestro entorno de que no
podemos hacer lo que se nos pidió.  Como estamos buscando librarnos de nuestra
responsabilidad, comenzamos a culpar lo que está a nuestro alrededor. 

Cuando observamos el libro de Mateo, en el capítulo 14, hay un detalle muy interesante.
En el verso 19, dice lo siguiente:  

“19  Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los
dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos,
y los discípulos a la multitud.” 

Jesús bendijo los panes y los peces; luego, se los entregó a los discípulos y, mientras ellos
repartían, la comida se multiplicaba.  Jesús, cuando tomó los panes y los peces, lo primero
que hizo, luego de levantar los ojos al cielo, fue bendecirlos.  Cuántos de nosotros, ante un
momento de escasez, no bendecimos lo que tenemos.  Inclusive, desde que comienza el día,
muchas veces, nos quejamos de lo que tenemos en nuestras manos, no necesariamente
maldiciéndolo, pero nos quejamos de lo que tenemos y siempre encontramos una excusa. 
Esto sucede en muchas ocasiones; sin darnos cuenta, comenzamos a utilizar palabras que
marcan nuestro día o nuestros recursos de forma negativa. 

Jesús, para provocar la multiplicación, lo único que tuvo que hacer fue bendecir lo poco
que había.  El declarar una palabra de bendición sobre lo poco, fue lo que causó la
multiplicación.  ¿Cuándo fue la última vez que bendijiste lo poco que tenías?  Aquello que
tienes, pero no te gusta, ¿cuándo fue la última vez que lo bendijiste?  Lo mejor que puedes
hacer para que, lo poco que tienes, se convierta en mucho, es bendecirlo todos los días. 
Aunque no te guste tu casa, bendícela; aunque no te guste tu trabajo, bendícelo; aunque no
te guste tu vehículo, bendícelo; porque, eventualmente, podrás obtener lo que quieres, pero
debes comenzar a bendecir desde ahora para que pueda llegar la multiplicación.  

La gente piensa que bendecir es simplemente decir: Yo bendigo mi hogar, yo bendigo mi


familia, yo bendigo mi trabajo.  Cuando la realidad es que bendecir, en el original, significa
declarar el final desde el principio, sin todavía verlo.  La bendición no espera hasta el final
para decir lo bueno que era o lo bueno que fue; por el contrario, declara un final bueno
antes que suceda.  Pero, lamentablemente, en los momentos de escasez, acostumbramos a
declarar de forma negativa, acostumbramos a ser como la viuda de Sarepta, que con un
poco de harina y un poco de aceite, declara un final de muerte para ella y para su hijo.  Pero
vino el profeta, y cambió el final que ella había declarado, hablando de forma diferente. 
Mientras ella habló de muerte por la escasez, él declaró vida con abundancia. 

El problema de muchos creyentes es que piensan que Dios los bendice pensando, pero no es
así.  Dios bendice hablando.  Dios no bendice a alguien pensando bien; él bendice hablando
bien.  En la historia que vimos en Mateo, Jesús no multiplicó los panes y los peces
pensando bien; él lo hizo hablando bien, declarando un final diferente sobre ellos.  En el día
de hoy, comienza a hablar bien de tu final; habla prosperidad, habla abundancia, habla
amor, hablar paz; declara cosas de bien sobre todas las áreas de tu vida.  Cree, como Jesús,
que declarar bien hoy, es lo que hará que tu final cambie para siempre. 

Cuando Abraham llevó los diezmos a Melquisedec, lo único que el Sacerdote pudo hacer
fue bendecirlos.  No permitas que otros digan cómo será tu final.  Declara hoy que tu final
será diferente a lo que el mundo piensa.  Todo lo que hace falta para que la vida de alguien
cambie, es que se le declare una palabra diferente.  Vemos una historia similar, en el libro
de 2 Reyes, capítulo 4:  
42 
Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de
primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para
que coma.  43  Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero
él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y
sobrará.  44  Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la
palabra de Jehová.”  2 Reyes 4:42-44 

Así como Jehová dijo que aquellos panes de primicias serían más que suficientes, que iba a
dar para todos e iba a sobrar comida, así como sucederá en tu vida.  Declárate fuera de la
situación de escasez y de muerte, y verás cómo tu vida tendrá un final diferente. 
LO OCULTO DE DIOS PARA TI

No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí
que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino
en el desierto, y ríos en la soledad. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los
pollos del avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi
pueblo, mi escogido. Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará.”  Isaías
43:18-21 

La nostalgia no tan solo nos atrasa por causa de recordar o salir de los momentos difíciles o
de los momentos duros.  A veces, lo más difícil para muchas personas, es salir de éxitos y
victorias que han tenido; entonces se vuelven nostálgicos, pensando en lo que tuvieron en el
pasado, cómo tuvieron éxito en el ayer.  En el presente, se mantienen amarrados a aquellas
victorias del pasado y no pueden entrar en las nuevas victorias que Dios les quiere dar.
Dios dice: He aquí yo quiero hacer algo nuevo en tu vida. 

La palabra del Señor hace una declaración muy importante en Isaías.  Dice que las cosas
nuevas de Dios no se pueden percibir, no se pueden entender con nuestra mente natural,
sino que se debe aprender a percibirlas en el mundo espiritual. 

Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no
de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.   Más hablamos sabiduría de
Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para
nuestra gloria,  la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran
conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.”  1 Corintios 2:6-8 

El Señor dice que, si el enemigo hubiese sabido que al crucificar a Cristo estaría
asegurando su sentencia de muerte, nunca lo hubiese crucificado.  Con esto, lo que quiere
decir es que hay cosas que Dios tiene ocultas, no de nosotros, sino para nosotros.  Hay
cosas que Dios tiene escondidas, guardadas para nosotros porque, si alguna gente las
descubriera, intentarían dañar el plan de Dios para tu vida.  Hay muchas cosas que no
conoces hoy, que no has entendido, pero Dios no las está ocultando de ti, sino para ti.
Cuando llegue el momento de ser reveladas, Él te las va a mostrar.  Tienes que aprender a
vivir por fe.  

Tus enemigos no saben todo lo que Dios va a hacer contigo; si lo supieran, te tendrían más
coraje del que te tienen.  Hay quienes son tus amigos porque no saben todo lo que Dios va a
hacer contigo; el día que se revele todo lo que Dios va a hacer, te darás cuenta que algunos
de tus amigos van a cambiar.  Así que Dios guarda y esconde ciertas cosas a través de los
tiempos, no de su pueblo, no de sus hijos, sino para sus hijos. 

“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en
corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.   Pero Dios nos
las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo
de Dios.”  1 Corintios 2:9-10 
Las cosas nuevas de Dios no llegan meramente por fe, sino por amor; están reservadas para
los que le aman.  Los misterios de Dios no se pueden entender con la mente; se reciben con
el corazón.  

La gente cuestiona dónde está Dios.  ¿Usas Internet?  Sí; y existe lo que se conoce como la
nube, un lugar de archivos que no tienes físicamente en tu hogar, pero aun así puedes
acceder a todo lo que guardas ahí desde cualquier dispositivo y parte del mudo.  Ahora,
¿puedes explicar exactamente dónde está esa nube?  La mayoría de las personas no saben
bien cómo funciona, mucho menos dónde está.  Entonces, si no puedes explicar algo creado
por hombres, ¿cómo esperas entender algo espiritual?  ¿Cómo esperas entender a Dios? 

¿Te interesa saber dónde está la nube?  No; a ti te interesa saber que, cuando tú oprimes el
botón en tu teléfono, o en tu computadora, el archivo que necesitas para trabajar o hacer tu
tarea aparece y listo.  Tal vez no puedas entender a Dios, pero debes saber que tan solo con
llamarlo, con orarle, él aparece.  Tal vez no sabes dónde está Dios, o como funciona, pero
acude a Él; sus soluciones funcionan.  Tal vez Dios no se puede explicar, o saber dónde
está, pero lo único que sí tienes que saber es que él está ahí para ti.  Las cosas más grandes
en este tiempo no son intangibles y ahí es donde Dios es experto.  

Dios es experto en lo que el mundo no entiende, en lo que no conoce, en coger lo que el


mundo ha abandonado y transformarlo, en coger lo que el mundo ha menospreciado y
llevarlo a un nuevo nivel de victoria, y darle honor y honra.  Por eso, tienes que saber que,
aunque no puedas entenderlo ni explicarlo, y tu mente te diga lo contrario, cree en eso que
hay en ti que te dice que Dios es real, que algo bueno va a pasar. 

TU ERES PARTE DEL REINO

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro;
porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.   Respondió
Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios.”  Juan 3:1-3 

Nicodemo le dice a Jesús: Te conozco porque las cosas que haces confirman quien eres y
no necesariamente porque sé quién eres.  Pero, lo que dice Jesús, dejó a Nicodemo
maravillado: El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.  Nicodemo pensaba
que su posición le hacía parte del reino.  Con estas palabras, Dios le dice: Para ser parte del
reino, tienes que hacerlo desde otra perspectiva, de otra manera. 

“4  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5  Respondió Jesús: De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, [a] espíritu es. 7  No
te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8  El viento[b] sopla de donde
quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que
es nacido del Espíritu.”  Juan 3:4-8  

Nicodemo cree que, en el estatus que tenía, ya había alcanzado su lugar, pero Jesús le
cambió la perspectiva al decirle que no estaba en donde él creía estar.  Jesús le dice: Crees
que estás en el reino, y no lo estás.  Muchas personas crean ideas sobre el lugar donde se
encuentran en sus vidas cuando, realmente, no lo están.  Muchos muestran su frustración
diciendo, “A mi edad, yo no debería estar pasando por esto”.  Lo que dice esta frase es:
Asumo estar en un nivel, pero las circunstancias y problemas dicen que no lo están. 

Una de las cosas más importantes en la vida es saber dónde se está o no parado, sea que
Dios o la vida te lo digan.  La premisa no debe ser “no debería estar pasando estas cosas”,
sino “¿por qué estoy pasando estas cosas?”  La respuesta a esta pregunta es: Te has creído
que estás en un nivel donde tú no estás, en un nivel a donde aún no has llegado.  Asumes
que estás en un nivel pero las circunstancias y los problemas que tienes te dicen que no lo
estás.  Pero lo mejor es darte cuenta que hay un nivel en el que puedes estar, aunque aún no
lo hayas alcanzado; peor es pensar que ya lo alcanzaste sin ser cierto.  Es mejor que alguien
te traicione hoy, que dentro de 20 años, después de que hayas invertido tantos años de tu
vida en esa persona, que nunca estuvo y que nunca debió haber estado contigo.  El darse
cuenta de esto causa mucho dolor; por eso, muchos prefieren vivir engañados, que sufrir
dolor por un momento y luego poder moverse hacia adelante.  

Cuando abres los ojos, te encuentras con que no sabes dónde estás parado, pero aún sabes
en donde quieres estar.  La pregunta es: ¿Cómo llego a lugar donde pensé que estaba?  A lo
que Cristo te contesta: No es por lo que puedas hacer, es por lo que puedas recibir, porque
en el lugar donde pensaste que estabas, pensaste que estabas allí lo que tú hiciste.  Para
estar en el reino de Dios no es por lo que hiciste, sino por quien recibiste.  

Nicodemo no se acercó a Jesús porque necesitara algo de Él.  Nicodemo le dice: Jesús,
tengo todo lo que necesito, lo que quiero; me acerco a ti, no porque quiero algo, sino
porque dentro de mí hay unas preguntas.  Cuando miras la respuesta de Cristo a Nicodemo,
entiendes cuál era su interrogante, la misma de muchos o el deseo de muchos; si pudiera
nacer de nuevo, haría las cosas totalmente diferentes.  Pero, lo que le molestaba a
Nicodemo de todo esto, era que no sabía cómo empezar de nuevo.  

Lo que les molesta a muchos es ver a dónde han llegado, para darse cuenta que no están
donde deberían estar, y piensan: “¿Cómo arreglo esto?  No puedo dar para atrás al reloj”.
Jesús le dice a Nicodemo: Tienes que nacer de nuevo; pero no es el nacimiento de la carne,
sino del espíritu.  Si es frustrante no poder regresar a arreglar lo hecho, más frustrante aún
es saber que, para arreglar todo, tienes que comenzar de nuevo. 

Muchas cosas en tu vida son producto de la carne, de tus decisiones de la carne, producto
de tu vieja criatura, de tus viejas decisiones.  Tal vez, te volverías loco solo de pensar que
tienes que nacer de nuevo y hacer todo otra vez.  Pero no hay manera de volver a hacer lo
que ya está hecho, lo natural, lo de la carne.  Lo único que puedes hacer para arreglar los
efectos de lo que hiciste en tu pasado, es que lo que hagas de ahora en adelante sea
producto del espíritu y no de la carne. 
Para que las cosas que hagas nazcan del espíritu, no puedes saber de dónde vienen, solo
debes saber que van a llegar.  Mientras más permitas que sea Dios el que obre en tu vida y
comiences a nacer a la realidad del espíritu, te darás cuenta que más grande es el Espíritu
que te gobierna.  Cuando sea Dios el que obre en tu vida, tendrás la tranquilidad de que,
aunque no sepas de dónde vienes ni para dónde vas, tú vas a crecer. 

TU HAS SIDO APROBADO

“5  Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo dentro de no muchos días. 6  Entonces los que se habían reunido le
preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7  Y les dijo:
No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola
potestad; 8  pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
Hechos 1:5-8 

Hay gente que promueve el poder de Dios en ellos, pero no promueven al Dios que les dio
el poder; usan el poder para promoverse ellos mismos.  Como cristiano, tienes que saber
que el poder de Dios se va a manifestar en tu vida.  Cuando Dios utiliza a alguien,
manifiesta su poder a través de su vida.  El problema está en que la gente piensa que este
poder es para un grupo exclusivo, que es solo para los pocos que salen en televisión, que
hacen milagros y que son famosos, pero no es así.  

En Hechos 1, el poder descendió sobre ciento veinte personas.  En aquel momento dado, los
que estaban allí recibieron la promesa.  Todo aquel sobre quien el Espíritu Santo cayó, tiene
la misma promesa.  Esa misma promesa es para ti.  Tú tienes la misma promesa de recibir
poder, de vivir en el poder de Dios, de caminar en el poder de Dios, de moverte en el poder
de Dios.  La idea es que tú y los que te rodean puedan ser testigos y dar testimonio al
mundo de quien es Cristo.  

Si eres cristiano, que se te note.  No se va a notar porque tengas una calcomanía en tu auto
de un pescadito o una crucecita.  El ser cristiano no se te va a notar porque digas “Dios te
bendiga” o porque de vez en cuando digas palabras bonitas; no se va a notar porque tengas
algún título, porque andes con la Biblia en tu mano, o por la ropa que te pones.  Ser
cristiano se demuestra cuando la gente a tu alrededor no puede resistir el poder de Dios que
está dentro de ti y que se manifiesta a través del Espíritu Santo.  El poder que está en tu
vida es lo que hace la diferencia y da testimonio de que Cristo esta en ti. 

Todo aquel que da testimonio de sí mismo y que habla de sí mismo, se pone al frente a sí
mismo.  Algunos cristianos solo hablan diciendo “yo hice”, “yo hago”, “yo soy”, “yo
alcancé”, “yo logré”, “yo pude”, “a través de mí”, todo es yo y yo.  Estos no se dan cuenta
que realmente no hay nada que puedan hacer si Dios no lo hace a través de ellos. 

Por supuesto, para hacer las cosas, se necesita un grado de inteligencia y sabiduría,
estudios, pero al fin y al cabo, cuando lo analizas, todo lo que humanamente se pueda hacer
no es suficiente; eres lo que eres por la gracia de Dios y el poder de Dios que se manifiesta
en tu vida.  Si eres cristiano, no tienes que hablarlo, no tienes que decirlo, pero que se te
note, la gente lo tiene que ver. 

Jesús quería que sus discípulos tuvieran una experiencia con el Espíritu Santo, como la que
Él tuvo para iniciar su ministerio.  Los libros de Juan y de Mateo hablan de cuando Cristo
fue bautizado, cuando fue sumergido en las aguas.  La palabra dice que “…los cielos le
fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. 17 Y
hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia.” (Mateo 3:16-17)  En aquel momento, Jesús tuvo que aceptar la autoridad
de Juan el bautista, tuvo que meterse en aquellas aguas, cumplir con el orden establecido
por Dios, para que entonces el Espíritu Santo se manifestara sobre su vida y pudiera
caminar con la seguridad que solo el Espíritu Santo le podía dar.  No había un instituto
teológico que le diera una credencial, no le llamaron apóstol, profeta o pastor, no le dieron
un titulo, no lo compró en el Internet, no tenía un concilio que lo respaldara, no tenía a
nadie a su alrededor, pero tenía la aprobación del cielo y eso nadie se lo podía quitar.  La
aprobación del Espíritu Santo estaba sobre su vida, y cuando el Espíritu Santo vino sobre él
comenzó a caminar con seguridad.  

Después de haber recibido al Espíritu Santo, lo primero que Jesús hizo no fue hacer
milagros, sino que fue al desierto a ayunar por cuarenta días.  Allí, antes de hacer cualquier
cosa, le dijo al enemigo: Tú y yo tenemos que resolver algo.  El enemigo lo tentó en todas
las cosas y no lo pudo vencer, pero no porque era Jesús, sino porque estaba lleno del
Espíritu Santo.  Jesús pudo enfrentar el mayor problema que podía tener en su caminar; por
eso, cuando sale del desierto, no había nada que lo detuviera, ni demonio que lo paralizara.
No había crítica, problema, dificultad que Él no pudiera resolver.  Si se acababa el vino,
convertía el agua en vino, si había que darle de comer a la gente, multiplicaba panes y
peces, si los pescadores no tenían un día exitoso, en un momento les suplía la provisión del
día.  Dios es capaz de suplir aun para los impuestos, por más injustos que los encuentres;
Dios es capaz de suplir para que tú puedas cumplir todos tus compromisos.  Y, cuando tú
has sido aprobado por el cielo, aprobado por Dios, no hay quien te detenga. 

TU ESTAS LLENO DE PODER


“8 
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 9  Y
habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó
de sus ojos.”  Hechos 1:8-9 

Jesús les dijo a los discípulos: Cuando yo me vaya, viene lo más grande; viene el Espíritu
Santo sobre sus vidas, y recibirán el poder.  El punto de la ascensión de Cristo es vital para
entender ese poder del que hablaba Jesús.  Al igual que los discípulos, los hijos de Dios
tenemos derecho a ese poder; pero, ¿qué es lo que te da el derecho a ese poder?  

Lo que le dio el derecho para descender al Espíritu Santo, fue que Cristo subiera al cielo.
Hoy puedes ser inspirado a actuar en ese poder diciéndote que tienes poder para cambiar
todas las cosas, para transformar el mundo, para caminar con seguridad, poder para hablar
con seguridad.  Pero, ¿de dónde viene ese poder?  Ese poder viene de la ascensión de Jesús
al cielo.  La pregunta es, ¿por qué Cristo tenía que subir?  

Primero, Jesús subió al cielo porque la única manera en que tú podrías experimentar el
Espíritu Santo en tu vida era que físicamente Él ya no estuviera en la tierra.  El no tenerlo
físicamente es lo que te da el derecho de tener al Espíritu Santo en tu interior.  Era promesa
de Jesús para los hijos de Dios que el Espíritu Santo habitara en su interior para que fuesen
investidos del poder de lo alto. 

Segundo, el hecho de que Jesús subiera al cielo y de que esté en el cielo te da el derecho al
poder.  Cuando Jesús sube al cielo, es coronado y Dios le da un nombre que es sobre todo
nombre.  El Espíritu Santo no actúa de su propia parte; por eso, cuando se habla y se ora, se
hace todo en el nombre de Jesús.  

Jesús subió al cielo para presentarse como sacrificio por los pecados, y para que
descendiera el Espíritu Santo.  Jesús sube al cielo y es coronado como el Rey de reyes y
Señor de señores. 

El hecho de que tienes al Espíritu Santo dentro de ti, dice que hay algo, que hay alguien
más grande que el cáncer, más grande que tu deuda.  Hay un nombre bajo el cual toda
rodilla se tiene que doblar, y ese es el nombre de Jesús que está arriba en los cielos. 

La tercera razón por la cual Cristo subió al cielo es para interceder por cada hijo de Dios,
para que tú tuvieras hoy acceso a ese poder. 

Si la gente se diera cuenta de la necesidad que tienen de Dios, sus vidas cambiarían para
siempre.  Aun los cristianos, muchas veces, tienen vidas cotidianas tan sencillas y simples,
llenos de costumbres; solo entran y salen de la iglesia, y se olvidan de su verdadera
necesidad.  Se olvidan de la necesidad que tenían antes de conocer a Jesús y de las cosas
que Él les ha librado, de dónde los ha sacado, de lo que les ha salvado.  El hombre necesita
de Dios, no tan solo para ser libre del infierno eterno, no tan solo para ser libre de ese final,
sino para ser libre de sí mismo.  La peor atadura que tiene el hombre no es una presión
demoniaca, ni los pensamientos negativos que el mundo tiene de ti; la presión que a veces
sienten muchos, sin darse cuenta, es la de sí mismos y no es hasta que Jesús llega a tu vida,
que tú eres libre y puedes vivir una vida plena.  La vida libre no es en el más allá, sino
desde el más acá.  Lo que sucede es que se está tan acostumbrado al diario vivir que se
pierde de vista la real necesidad que existe.  

Por eso, en Hebreos 7, dice que Jesús puede salvar perpetuamente a los que se acercan a Él,
porque él está intercediendo por todo aquel que se acerca a Dios.  Si te acercas a Dios, no
hay nada en la vida que pueda estorbar tu salvación.  Tú estás lleno de poder para cambiar
todas las cosas.  Declara hoy: Yo estoy lleno del poder.  

TU INTERCESOR

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”  Romanos 8:26-27 

Hay alguien que intercede por ti.  ¿Qué significa el que alguien interceda?  Significa que
ese alguien pide a favor tuyo, pone su mano, se pone en acuerdo con la voluntad de Dios
para tu vida.  

Todos, en algún momento, han necesitado que alguien interceda por su vida, en lo natural y
en lo espiritual; que alguien les sirva de intermediario.  Los niños necesitan a sus padres
para que intercedan en alguna situación que ellos no saben o no pueden manejar.  Algunos,
para poder conseguir un empleo, necesitan de alguien que dé una recomendación y dé fe de
su buen trabajo.  En ocasiones, cuando se está pasando por un problema agobiante, las
personas buscan al pastor, a algún líder o hermano de la iglesia, para que interceda por ellos
en oración.  Pero no existe nadie que interceda por nosotros como Jesús, quien
perpetuamente intercede por sus hijos. 

Ahora, ¿por qué te ayuda a bien el que alguien esté intercediendo por ti?  El ser humano ha
llegado a un punto de creerse lo más grande en la faz de la tierra.  Nunca se ha visto que un
delfín quiera aprender a hablar como un hombre, o a un perro que quiera domesticar a un
hombre.  Esto nunca se ha visto porque la mente superior es la que siempre trata de
comunicarse con la mente inferior, nunca al revés.  La conexión que el ser humano ha
podido tener con Dios no ha sido por iniciativa de la humanidad. La conexión que existe
entre Dios y el hombre ha sido porque Dios quiere tener una conexión con la humanidad.
Si Dios no hubiese buscado estar conectado al hombre, hoy no supiéramos quien es Él, ni
tan siquiera se sabría que Él existe.  El hombre nunca hubiese podido encontrar a Dios en
su mente natural.  No eres tú el que trata de comunicarse con Él; es Él el que se comunica
contigo.  Es Él quien te ama, quien te busca, quien te guarda, quien escudriña tu corazón
porque, a veces, ni tú mismo sabes por qué necesitas orar para que esa oración sea efectiva.

Hay muchas cosas por las que no sabes cómo orar, porque en realidad no conoces todo lo
que está sucediendo en el momento para que eso que quieres suceda.  No sabes lo que está
pasando realmente; a lo mejor lo que estás orando no es lo correcto.  Pero gloria a Dios que
existe alguien que intercede por nosotros, que existe alguien que habla a favor nuestro.
Hay alguien que, cuando no podemos entenderlo, Él busca cómo entendernos a nosotros.  

Jesús busca comunicarse y conectarse contigo. 

Dios ha entregado a sus hijos un poder, a través del Espíritu Santo.  Tenemos acceso a ese
poder, gracias a la intercesión de Jesús en la cruz, que va más allá de su muerte y
resurrección.  Así que, cuando pienses que las cosas te van bien, recuerda que no es por ti
sino que es por Él. 

La gente, cuando van a hablar del beneficio de haber recibido a Jesús como Salvador,
dicen  “desde que conocí a Cristo”, pero la realidad es que Él les había conocido antes.
Qué bueno que vives tu vida desde que conociste a Cristo, pero debes entender que lo
conociste porque Él te conoció antes, y te predestinó para que lo conocieras.  

“29  Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30
Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó;
y a los que justificó, a éstos también glorificó.   31¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es
por nosotros, ¿quién contra nosotros?  […]  33¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el
que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.”  Romanos 8:29-34  

¿Quién te puede condenar?  ¿Quién te puede acusar?  Nadie, porque Él es quien te justifica.
¿Quién te puede detener?  Si aprendes a depender de Él, ni tú mismo te puedes detener.  Tú
no eres vencedor por tu fe y porque Dios te amó.  Estás lleno del poder de lo alto porque
Cristo ascendió, y el Espíritu Santo descendió a tu vida; porque Él fue coronado y Dios le
dio un nombre que es sobre todo nombre; y porque en Él tienes a alguien que intercede por
ti, veinticuatro horas al día.  No hay nada que te estorbe, porque Jesús es el que intercede
por ti. 

ACUERDATE

A través de la historia, el aspirar a tener poder ha sido visto por algunos como algo erróneo;
pero, cuando Dios creó al hombre, lo primero que hizo fue darle dominio. 

“28  Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla,
y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se
mueven sobre la tierra.”  Génesis 1:28 

Ahora bien, Dios le dice al hombre que ejerciera dominio, sobre todo aquello que había
fructificado.  Tú no puedes tener dominio y autoridad sobre algo que tú no has fructificado,
multiplicado; de lo contrario, estarías tratando de dominar algo que otro ha hecho.  Tú
tienes que aspirar a tener poder; y es necesario que tú aspires al poder innato de Dios en tu
vida porque, de lo contrario, estarás tratando de vivir controlando las cosas.  Y, cuando
tratas de ejercer control, cometes errores, porque no te das cuenta de que, cuando
“controlas”, el controlado eres tú.  Pero, si tú caminas en autoridad, en el poder de Dios,
tienes control, puedes controlar, pero la finalidad es otra. 

El hombre pierde autoridad, no cuando peca, sino cuando llegan las consecuencias del
pecado, vergüenza, condenación y culpa.  Pero, a aquellos que amamos a Dios, no hay
quien nos condene; tú has sido justificado por la sangre de Cristo; hay alguien que intercede
por ti.  Tú eres libre de la culpa, de la condenación.  Cuando Cristo resucitó, buscó a Pedro,
para quitarle la culpa, la condenación, y que pudiera entrar en el propósito de Dios para su
vida. 

Dios quiere darte poder.  Él quiere remover tu sentido de culpa, de condenación.  No debe
haber en tu mente pensamientos de condenación que te detengan de ser todo lo que Dios
quiere que tú seas y de cargar la presencia del Espíritu Santo.  Deja de escuchar a aquellos
que te condenan, y vive en la libertad a la que Dios te ha llamado.  De lo contrario, no
aspirarás a ser todo lo que Dios quiere que tú seas. 

Hay quienes llegan a la iglesia, entregan su vida al Señor, pero, por la culpabilidad del
pasado, viven por debajo del potencial que Dios ha puesto en ellos.  Esa mentalidad te hace
vivir en frustración.  Entiende que eres salvo, y también puedes vivir tu máximo potencial
aquí en la tierra.  De hecho, Dios siempre ha dicho que el hombre debe aspirar. 
18 
Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin
de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.”  Deuteronomio 8:18 

Dios no da dinero.  Él te da el poder para hacer las riquezas.  Riquezas es más que dinero. 
Las riquezas no se pueden medir única y exclusivamente en dinero.  Riquezas son los
contactos que tienes, las puertas que se abren, es el inventario, son muchas cosas.  Y Dios
dice que Él te da el poder para hacer las riquezas.  Dios te da el poder para que tú puedas
manifestar su abundancia.  Si Dios te da poder, entonces el poder no puede ser malo.  Si
Dios te da poder para dominar, entonces el dominar no puede ser malo.  Si Dios te da el
poder para hacer las riquezas, entonces las riquezas no pueden ser malas, porque el poder
que las produce te lo dio Dios.  En Mateo 6, Jesús dice que las cosas que otros buscan, él te
las va a añadir.  Si Dios te añade las cosas que el mundo busca, entonces esas cosas que el
mundo busca no son malas.  Lo que Dios establece es que tú no las vas a buscar de la
misma manera en que el mundo las busca.  En vez de tú buscar las cosas, las cosas te
buscan a ti, cuando tú buscas primeramente el reino de Dios y su justicia. 

En Deuteronomio 8, Dios dice que es Él quien te da el poder para hacer las riquezas, y dice
específicamente: Acuérdate.  ¿Por qué?  Porque, cuando el hombre prospera, comienza a
pensar: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza.  (Deuteronomio
8:17)  El problema de alcanzar muchas riquezas es olvidar quién fue quien nos las dio.  Y,
lamentablemente, hay quienes olvidan de dónde Dios los sacó y cómo los levantó. 

Tú no estarías donde estás hoy, de no ser por la mano providente del Dios Todopoderoso.
Cuando piensas que tienes lo que tienes porque tu mano lo produjo, entonces piensas que
eres tú quien tienes que impulsarte al próximo nivel; pero el mismo Dios que te trajo a este
nivel, es el que te puede llevar a una nueva dimensión.  Lo único que Él te pide es que te
acuerdes que es Él quien te da el poder. 

El poder proviene de Dios.  Y Dios no tiene problema en darte poder; Él te quiere dar el
poder.  Él lo que no quiere es que tú te olvides quién fue quien te dio el poder.  

EL PODER DEL ESPIRITU

El poder proviene de Dios, y él no tiene problema en darte poder.  El te ha dado poder para
dominar la creación, poder para hacer las riquezas, poder en contra del enemigo, de la
enfermedad.  Y tú tienes que estar consciente del poder de Dios, para evitar entrar en una
batalla de control.  Cuando tú no estás consciente del poder, de la autoridad que tienes,
entonces, tratas de controlar todas las cosas. 

Cuando tú te olvidas de que es el poder de Dios lo que produce resultados en tu vida,


comienzas a tratar de controlar todo a tu alrededor.  Y, cuando algo se sale de tu control,
pierdes la cabeza.  Control no es lo mismo que poder, aunque poder requiere control.  El
poder tiene que controlar, pero una cosa es tener controles desde el poder, y otra cosa es no
reconocer el poder que tú tienes y tratar de controlar, pensando que controlando tienes
poder.  Tú no puedes controlar la vida de tus hijos, porque en la medida en que trates de
hacerlo, te estarán controlando a ti; pero debe estar claro que, quien tiene el poder, eres tú. 
Aunque el poder controla, los padres no controlamos por controlar, sino por cuidar; y
cuidamos para empoderar.  Tiene que haber controles, pero la meta no es el control, sino el
cuidado para empoderar. 

En la medida en que tú usas tu poder adecuadamente, tus hijos de devolverán poder;


porque, mientras vean que usas correctamente el poder, te respetarán y te darán más poder. 
Porque, algún día, tu control no los podrá librar de ciertas cosas, pero tu poder como padre
los puede rescatar de cualquier cosa; y, si te respetan, por el poder y no por el control,
cuando necesiten, te podrán decir, y tú podrás ayudarles, podrás extender tu mano.  Pero el
control y la manipulación lo que crean es resentimiento, y nunca accederán al poder. 

Hay quienes ven a un Dios controlador y manipulador, al cual resienten.  Estos son los que
se centran en lo que, como cristianos, no podemos hacer; no hagas tal cosa, no digas tal
cosa, no te vistas así.  Todos sabemos lo que es pecado; lo que tú necesitas oír es que, el
Dios al que tú le sirves, tiene el poder, no tan solo para perdonarte, sino también para
sacarte de esa situación que tú estás viviendo, y llevarte a vivir lo que él quiere que tú
vivas.  El Dios al que tú le sirves no está tratando de controlarte ni de manipularte, sino que
todo lo que está haciendo es tratar de cuidarte para empoderarte, para que seas todo lo que
él quiere que tú seas.  Cuando no entiendes esto, entonces, vives desesperado, ocupado por
lo que puedes o no hacer, pendiente a que nada se vaya de tu control. 

Tiene que haber un día que entiendas que hay algo más grande que el control, y es vivir en
la autoridad del Dios Todopoderoso.  El día que tú comienzas a vivir bajo el control,
entonces, reduces tu vida al poder del hombre, en lugar de elevarla al poder de Dios. 
“4  y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría,
sino con demostración del Espíritu y de poder, 5  para que vuestra fe no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”  1 Corintios 2:4-5 

Pablo demuestra la manera en la que tú te tienes que acercar a toda situación difícil en tu
vida.  Si tú no estás consciente del poder de Dios, y tratas de controlar, dependes de tus
fuerzas.  Por eso, estás cansado; porque estás tratando de hacer todo con tus fuerzas. 
Tenemos que esforzarnos, trabajar, pero tus fuerzas siempre tendrán un límite.  Tú no
puedes pretender hacer con tus fuerzas lo que Dios tiene que hacer.  Tu lucha no es contra
carne ni sangre; estas son cosas espirituales; tu cuerpo no va a resistir la presión de tratar de
alcanzar algo que solo a través de la gracia de Dios podrás alcanzar.  Y el poder te da la
confianza requerida para alcanzar la victoria que Dios te ha prometido. 

Si vives tratando de controlar, y no logras controlar con tus fuerzas, entonces recurres a tu
elocuencia.  Y Pablo dice que él no trató de manipular con palabras rebuscadas para tratar
de obtener un beneficio, sino que fue en su debilidad, con temor y temblor.  Muchos, tratan
de obtener las cosas en su vida, con palabrerías.  Pero, luego de alcanzar ciertas cosas, la
gente se dará cuenta, y te quitará el poder que hayas podido obtener.  No se trata de que no
usemos palabras inteligentes, sino de que cada palabra que tú digas, tiene que ser dirigida
por el Espíritu de Dios, y no por tu deseo de controlar, de manipular.  Entonces, si lo que
tratas es de controlar con palabras persuasivas, y no lo logras, te quedas limitado. 

Esto te lleva a tratar de depender de tu inteligencia o de tu sabiduría natural, pero tú tienes


que saber que hay momentos en que tu mente no dará para más.  Y gloria a Dios, porque
entonces Dios te podrá hablar.  Cuando tú ya no sabes qué más hacer, qué más decir, ¡gloria
a Dios!  Eso es lo que hace falta; que dejes de hablar, y dejes que sea Dios el que hable. 
Cuando ya no sepas cómo convencer a la gente para alcanzar lo que quieres, ¡gloria a
Dios!  Entonces, podrás caminar en tu debilidad, con temor y temblor, sin fuerzas, sin
palabras persuasivas, sabiendo que, del único que tú puedes depender, es del Dios
Todopoderoso.  Deja que Dios te dé las palabras correctas, en el momento correcto.  El
crédito se lo va a llevar el Dios Todopoderoso, porque él es quien te va a dar la victoria, por
el poder del Espíritu Santo que habita dentro de ti. 

BAUTIZADOS CON EL ESPIRITU

“Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo dentro de no muchos días.”  Hechos 1:5 

Jesús hace esta promesa a los discípulos; Jesús quería que tuvieran una experiencia similar
a la que él tuvo cuando inició su ministerio, en la que recibió la aprobación del Padre.  

Cuando una persona no sabe el poder que tiene, comienza a intentar controlar las cosas,
pero tú no puedes controlar todo, todo el tiempo.  Cuando una persona, que tiene poder,
aprende a actuar en el poder de Dios, no sufre de desgaste físico y emocional; ya no tiene
necesidad de palabras elocuentes, de sabiduría humana, ni de fuerza bruta; se trata de
depender del Espíritu Santo.  No se trata de que seas un tonto o un ignorante, pero no tienes
que poner presión en tu vida pensando en que tienes que ser tú quien tenga las respuestas
para todas las cosas en la vida, sino que sepas que, cuando algo se salga de tu control, el
poder de Dios te da control y dominio sobre esa situación.  

La persona que no tiene esto claro en su mente, trata de controlarlo todo, y eventualmente
termina controlado.  Por ejemplo, los padres tienen que ejercer cierto control sobre sus
hijos, pero esto se hace desde una posición de poder, y se establecen controles para cuidar,
y para empoderar.  Cuando las personas que están a tu alrededor ven que ejerces control
desde una posición de autoridad, no de manipulación o victimización, te responderán
otorgándote poder.  Entonces, el poder se multiplica en tu vida, porque todos quieren estar
cerca de gente que les cuide, y les empodere, no de gente que les manipule.  Cuando
aprendes a caminar en el poder de Dios, te liberas de los controles que intentas de ejercer,
que no son eficientes, para obtener lo que Dios te ha prometido.  

“…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”  Hechos
1:8 

Cuando Jesús habla a los discípulos sobre la experiencia que tendrían con el Espíritu Santo,
la compara con el momento de su bautismo.  El bautismo es una demostración de fe que
establece a cuál grupo me estoy uniendo.  Es como un tipo de iniciación.  La persona que se
bautiza deja a entender que renuncia a otras afiliaciones, y ahora entra en un grupo nuevo.
A través del bautismo, se establece públicamente que te identificaras con dicho grupo.  

“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  En


ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O
no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a
fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva.”  Romanos 6:1-4 

Tiene que haber un momento en tu vida donde recuperes la identidad que perdiste, esa que
has estado buscando en diferentes grupos a los que te has unido.  El bautismo no es lo que
cambia tu vida, sino tu identificación con Cristo.  Cuando vas a las aguas bautismales,
haces simbólicamente lo que Cristo hizo por ti, mueres al pasado y renuncias al ayer.  Con
ese acto, también dices que quieres vivir una vida nueva, y que ya no te quieres identificar
con lo que te identificaba antes.  De la misma manera que Cristo murió en la cruz, con el
bautismo, mueres a tu vieja vida.  

No debes aspirar a mantener la vida que tenías antes.  No debes ser un cristiano que va a la
iglesia para seguir manteniendo la misma vida que has tenido.  Si has aceptado a Cristo,
debes aspirar a la vida que Dios quiere para ti, no la que el mundo quiere, o la que diseñaste
para ti mismo.  El problema de la religión es que te pide que le entregues tu vida a Cristo
con la esperanza de que algún día tengas la vida eterna; pero el bautismo te da una nueva
vida aquí en la tierra.  
Cuando Jesús se bautizó, dejo de ser el hijo del carpintero para cumplir el propósito de su
Padre celestial.  Jesús, desde los doce años, sabía para qué había venido; no se le había
dado el momento de iniciar, pero cuando llegó, renunció a su vieja vida y se entregó
completamente a lo que el Padre quería para Él.  Durante su vida, la gente cuestionaba su
identidad, hasta el enemigo lo tentó en esa área; pero Jesús se mantuvo firme y venció. 

Comparando los dos bautismos, Jesús les dice a los discípulos que ellos fueron bautizados
por Juan, pero que él traería un bautismo diferente, uno que era para otra dimensión.  Dios
te prometió el cielo, pero esta tierra tienes que conquistarla.  Caerán las murallas y tus
enemigos delante de ti; y todo lo que pise la planta de tus pies, será tuyo.  Dios no solo te
bautiza con agua para limpiarte de tus pecados, también te bautiza con el Espíritu Santo
para entrar en la nueva dimensión.  La nueva vida que Dios quiere para ti no la puedes
alcanzar en tus fuerzas. 

INVESTIDOS DE PODER

Hay gente que se encuentra frustrada porque se les abren puertas y no saben cómo alcanzar
eso que están viendo delante de ellos; dudan de su capacidad para poderlo alcanzar.  A
estas personas les falta el bautismo del Espíritu Santo.  El Espíritu Santo es lo que te da la
posibilidad de lo nuevo que Dios tiene para ti.  

Cuando comparas al bautismo del Espíritu Santo con el bautismo que tuvo Cristo en las
aguas, hay varias cosas que hacen una gran diferencia; el bautismo en las aguas es uno
físico, mientras que el otro es espiritual.  La religión quiere verlo todo primeramente en lo
físico, pero una persona puede cambiar físicamente, y su corazón mantenerse igual.  El
bautismo en las aguas se experimenta en una localidad, mientras que el bautismo del
Espíritu Santo no está limitado por el espacio.  

“Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que
tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del
tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo.17  Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y
tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo,
y no la llevarás tú solo.”  Números 11:16-17 

Moisés oró a Dios y este le dijo que pondría a otros a trabajar, a los líderes del pueblo, para
que llevaran junto a él la carga de este.  Para que esto sucediera efectivamente, la Palabra
dice que Dios puso del espíritu de Moisés en setenta líderes, y estos comenzaron a
profetizar.  Eso es lo grande del Espíritu Santo, que no se limita a cuatro paredes.  

El bautismo de Juan era una anticipación, una muestra de lo que vendría.  El bautismo del
Espíritu Santo es el cumplimiento y finalización de lo que Cristo vino a hacer.  Lo que dice
que cargas el Espíritu Santo es que el Padre aceptó la sangre de Cristo, y por ella te
perdonó.  El hecho que tú cargues el Espíritu Santo dice que fue consumada su obra en ti.  

En aquel tiempo, el bautismo con agua era algo simple y externo, pero cuando se recibe el
Espíritu Santo es cuando sucede la verdadera transformación en la esencia.  Cuando recibes
al Espíritu Santo es cuando verdaderamente todo empieza a cambiar dentro de ti porque le
das acceso a aquellas partes de ti que a veces ni tú mismo sabes que están allí.  

Hay muchos cristianos que pasaron por el primer bautismo, pero aún no han permitido que
el Espíritu Santo entre a terminar la obra en ellos.  A veces vemos personas durante el culto
que se tienen que parar o salir, y es que cuando el Espíritu Santo trata de hacer algo, ellos
empiezan a resistirse.  El día que le das acceso, sabes que algo va a cambiar.  Tienen que
haber personas que digan que no están en esto para pasar un rato, sino que digan que están
en esto para que sus vidas cambien por completo.  Una cosa es ser limpio de la vieja vida y
el pecado, y otra cosa es poder caminar con la conciencia y seguridad de que estás investido
del poder de lo alto; que tu naturaleza interior cambió, que eres una nueva criatura, y
caminas en el poder de Dios.  

“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la
carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección
de Jesucristo…”  1 Pedro 3:21 

El bautismo del Espíritu Santo es la experiencia que te saca de tu vieja vida, y la que
también te da acceso a la vida que Dios quiere para ti.  Este evangelio te salva, no porque te
limpia de la inmundicia de la carne, sino porque te da una buena conciencia.  Y la buena
conciencia es necesaria para ver el poder de Dios, porque nunca en tu carne te verás digno
de manifestar el poder de Dios.  Todos tenemos luchas, pero lo más grande es que este
nuevo bautismo te da la oportunidad de ser salvo y te hace aspirar a una buena conciencia,
que solo la puedes obtener a través del Espíritu Santo en tu vida.  

Una de las cosas más grandes que puedes obtener a través del Espíritu Santo es que tus
pensamientos estén claros; que aunque falles, en tu corazón el Espíritu Santo trae paz.  A
pesar de tus dificultades, él te puede seguir utilizando.  La religión ha enseñado que ciertas
personas que se ven de determinada manera son los que cargan el poder, pero son los de
buena conciencia los que tienen el poder.  El bautismo del Espíritu Santo es lo que te
asegura que tendrás la vida que Dios quiere para ti. 

DIOS RECOMPENSA TU CORAZON

“Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo dentro de no muchos días.”  Hechos 1:5 

Los discípulos recibieron la promesa de que recibirían poder.  Jesús asciende al cielo y, por
un momento, los discípulos quedan perplejos.  Los ángeles les exigen a los discípulos que
continúen con las instrucciones que recibieron de parte de Jesús, que se movieran al lugar
profético que Dios había determinado.  Es importante aprender a no desenfocarnos, ni
quedarnos en inercia, sino comenzar a actuar en las instrucciones que Dios nos ha dado. 

“Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el


reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las
sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra.”  Hechos 1:6-8 

Lo importante de esa instrucción lo vemos cuando los discípulos preguntan al Maestro


cuándo iba a restaurar el reino a Israel.  Jesús les exige obediencia sin que ellos sepan las
cosas que van a pasar.  Uno de los problemas de muchos cristianos es que necesitan
demasiada información para moverse en obediencia. Mientras necesites demasiada
explicación para obedecer, no podrás experimentar al Espíritu Santo.  ¿Cómo pretendes
vivir en el Espíritu, si no eres capaz de seguir una instrucción de alguien que ya se probó en
tu vida, y que ya lo viste?  Cristo mismo les dijo a los discípulos lo que tenían que hacer.  

Lo que los tenía turbados eran las interrogantes sobre qué iba a pasar después de que
ascendió Jesús.  Ese estado mental nos detiene de movernos en obediencia por las cosas que
conocemos.  Hay gente que quiere conocer las cosas profundas de Dios, pero fallan en las
simples.  La obediencia vital para nuestra relación con Dios, y es también donde,
lamentablemente, mucha gente constantemente falla.  

A través de toda la Biblia, vemos que una de las cosas que Dios más detestó fue la
desobediencia.  Y lo grande es que, cuando Dios nos da instrucciones, son fáciles de hacer,
pero difíciles de creer.  Por ejemplo, para Naamán era fácil bañarse siete veces en el río
Jordán, pero era difícil creer que haciéndolo quedaba sano.  Tuvo que venir un sirviente a
convencerlo de obedecer las instrucciones que le dieron.  La gente es tan complicada que
cree que, para que Dios se manifieste en su vida, necesitan hacer cosas complicadas.
Olvídate de creer si es posible, mejor obedece.  

En el mundo en que vivimos, estamos tan llenos de información, que necesitamos aún más
información para entonces vivir en seguridad.  Hay mucha gente que dice que no quiere
fallarle a Dios, y que quieren estar seguros de que lo que están haciendo es correcto.  Si
haces cualquier cosa con un corazón de obedecer a Dios, aunque no lo hagas correctamente,
Dios mira el corazón que quiere obedecerle con una fe sencilla, y Él no recompensa el acto,
recompensa el corazón que quiere sinceramente obedecerlo.  

No podemos estar pendientes a los tiempos, ni a las cosas que todavía no han sido reveladas
para nosotros; si no lo han sido, es porque no las necesitamos ahora.  Lo único que tienes
que hacer, es lo que Dios te dijo que tienes que hacer.  Y, mientras cumplas con esas cosas,
te vas a mover al lugar profético de Dios para tu vida.  Los milagros más grandes de tu vida
comienzan cuando tú te mueves.  Dios comienza a posicionarte, y empiezas a ver la mano
de Dios.  Dios te va a posicionar en el lugar correcto.  La provisión y el milagro estarán
cuando entres en el lugar donde Dios dijo que tenías que entrar. 

En la Biblia, todo aquel que aprendió a no cuestionar las instrucciones de Dios, aunque no
las entendiera, fue bendecido.  Si no entramos en esa dimensión, comenzamos a
desobedecer a Dios, y nuestra rebeldía cancela nuestros milagros.  Si Naamán se hubiese
rehusado a meterse al agua, no hubiese quedado sano, y seguramente le hubiese echado la
culpa al profeta o a Dios, diciendo que no funcionó.  
Tiene que haber un momento en que puedas comprender que, para recibir las cosas del
Espíritu, necesitas atreverte a moverte en obediencia sin conocer todas las cosas; eso es
verdadera fe.  Muchas personas le pedirían varias confirmaciones a Dios, o esperarían
sentir algo para decidirse a hacerlo. 

Hay muchas personas esperando grandes cosas del Espíritu, y lo simple no lo pueden hacer.
La instrucción que tienes delante de ti es la que te va a posicionar en el lugar profético
donde se puede manifestar lo que Dios te ha prometido.  No podemos pensar que mientras
más conocimiento tengamos, más grandes seremos en el Señor.  Seremos grandes mientras
más sirvamos, y mientras más creamos con nuestra fe simple y sencilla de que, si esto es lo
que Dios nos pidió que hiciéramos, esto es lo que vamos a hacer.  Dios se encargará del
resto, y cuando llegues, allí estará.  

HASTA QUE SUCEDA EL MILAGRO

“Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés,
Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano
de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con
María la madre de Jesús, y con sus hermanos.”  Hechos 1:13-14 

Se entiende por aposento alto, el mismo lugar donde los discípulos tomaron la cena de la
pascua con Jesús; ellos debían volver a ese mismo lugar.  Pedro tuvo que inspirar a la gente
para que permanecieran en aquel lugar.  Finalmente, quedaron ciento veinte personas, de
muchas más que habían llegado.  Los que permanecieron y perseveraron en aquel lugar,
fueron los que vieron el milagro de recibir el bautismo del Espíritu Santo.  Si difícil es
obedecer sin conocer todas las cosas, a veces es más desesperante el obedecer y no ver
inmediatamente los resultados.  

¿Por cuánto tiempo estás dispuesto a obedecer, sin ver que algo pase?  Debes repetirte a ti
mismo: Aquí es donde dijo Dios, y aquí me quedo.  Pero muchas personas comienzan a
desesperarse e irse.  Pero a ti, que nadie te desmotive, por causa de que ellos no fueron
capaces de esperar.  A veces, en nuestra vida espiritual, renunciamos a nuestros milagros
por dejar de obedecer en el tiempo que es requerido para que la promesa se manifieste.  

La Biblia claramente nos dice que no hay recompensa para aquel que pone las manos en el
arado y mira atrás.  También nos dice que no nos cansemos de hacer el bien porque, a su
tiempo, segaremos, si no desmayamos.  Muchas veces, nosotros mismos hemos cancelado
nuestro milagro porque vemos a los que están a nuestro alrededor desanimados, y no somos
capaces de esperar por aquello que Dios prometió.  Una de las cosas más grandes de la fe
de una persona es su capacidad de esperar, y de permanecer firme, y que su fe no sea
cancelada porque no conoce todo, y no sabe por cuánto tiempo más tiene que esperar.  

A veces, no entendemos que, en el mundo espiritual, las cosas ocurren instantáneamente,


pero en el mundo natural hay ciertos procesos que no podemos obviar, hay cosas que tienen
que ocurrir primero.  Sin darnos cuenta, nos unimos con gente que nos desaniman, porque
comienzan a rendirse.  A Cristo le pasó; sus discípulos se desmotivaron un día cuando Jesús
empezó a hablar de cosas complicadas.  Ellos le dijeron al Maestro que la gente se estaba
yendo, porque no todo el mundo resiste.  Por eso es que tienes que saber que no es tan solo
obedecer a Dios sin saber todo lo que quisieras, es también hacerlo por el tiempo que sea
necesario hasta que se suceda el milagro. 

Tú no has sido llamado a perseverar solo; tienes que hacerlo con un grupo de personas que
esté orando en el mismo sitio en que tú estás.  Por eso, es importante saber a qué grupo te
unes.  ¿Eres de los que persevera, o de los que se rinde?  La gente piensa que esperar es no
hacer nada.  Debes entender que tu tiempo de espera no es por nada, sino que este es un
tiempo de oración, es tiempo de declarar que vas a permanecer firme.  La oración que
estaba haciendo aquel grupo no era para recibir el Espíritu Santo, porque ellos ya habían
tenido la promesa.  La oración que estaban haciendo era para perseverar allí, en el lugar a
donde Dios los había enviado.  La oración era para que nada los sacara de su fe y
convicciones.  Tiene que haber un día en que te puedas unir a un grupo de personas y
puedas perseverar en esa oración y conexión divina, para que nada ni nadie te mueva de lo
que Dios tiene preparado para ti.  

Cuando tu mente te diga que debes renunciar, ahí es cuando tienes que doblar tus rodillas;
cuando tu mente te diga que tus hijos no se van a convertir, ahí es cuando debes perseverar,
orando, para seguir creyendo que se van a convertir.  Dios te promete que, si crees en él,
serás salvo tú y tu casa; tu oración no debe ser que sea salva tu casa, sino que permanezcas
creyendo esa promesa.  Tu mente te va a decir que no lo creas y que no va a ocurrir, te dirá
que renuncies; ahí es que necesitas ponerte en oración y declarar la Palabra del Señor, hasta
que el milagro ocurra.  Y, cuando llegue el día asignado de Dios, de repente, llegará el
milagro, cuando menos lo esperes.  

Hay gente que son capaces de perseverar y decir que lo desean tanto que van a esperar lo
que tengan que esperar y no se moverán del lugar hasta que reciban lo que Dios prometió
que recibirían.  Hay que seguir perseverando hasta el último momento.  La oración en esta
hora es que fe se levante en tu corazón para permanecer firme.  

Desde hoy, atrévete a moverte al lugar que Dios tiene para ti, a pesar de la incertidumbre.
Cuando llegues al lugar que debes llegar, vas a perseverar hasta el momento necesario para
que Dios te dé el milagro.  Solo el que persevera es el que ve el milagro.  Que tu tiempo de
espera no te quite la fe; permanece creyendo hasta que la promesa se cumpla.  Ora para que
tus pensamientos se mantengan en orden, porque la palabra de Dios es firme; lo que Él dijo
que haría, lo hará.  

LA EXPERIENCIA DEL PODER

“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…”  Hechos
1:8 

Nuestro marco de referencia de lo que es recibir poder, es el momento en que, reunidos en


el aposento alto, el Espíritu Santo descendió, y comenzaron a hablar otras lenguas; pero el
de los discípulos era diferente, era lo que ya conocían.  Si no entendemos esto, no vemos la
amplitud de la experiencia que Dios quiere que tengamos.  Las experiencias del pasado que
les daban a los discípulos su marco de referencia, nos pueden dar también a nosotros
revelación de lo que es la experiencia de tener el poder. 

Cuando miramos el Antiguo Testamento, hay muchas ocasiones donde se declara que el
Espíritu Santo descendió sobre alguien.  La Biblia claramente nos dice que el Espíritu de
Dios descendió sobre Sansón, por ejemplo; entonces, Sansón pudo hacer ciertas cosas, en
aquel momento dado, porque el Espíritu descendió sobre él.  Si los discípulos estudiaban la
Biblia, aquel era el marco de referencia que ellos tenían. 

En 1 Samuel 10, el profeta Samuel unge a Saúl como rey de Israel, y profetiza sobre su
vida, narrándole el que sería su camino.  Y añadió: 

“5  Después de esto llegarás al collado de Dios donde está la guarnición de los filisteos; y
cuando entres allá en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del
lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando.

Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás
mudado en otro hombre.”  1 Samuel 10:5-6 

Al igual que en el aposento alto, el derramamiento del Espíritu sobre Saúl no sería una
experiencia a solas, sino que estaban reunidos allí, unánimes, profetizando; y su lenguaje
iba a cambiar, Saúl iba también a profetizar junto a ellos. 

Cuando venga el Espíritu Santo sobre tu vida, varias cosas van a ocurrir.  Te vas a unir a un
grupo de personas, vas a profetizar, y serás mudado a otro hombre. 

“7  Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios
está contigo.”  1 Samuel 10:7 

Cristo les dijo a los discípulos que no fueran a Jerusalén, hasta que descendiera el Espíritu
Santo; porque tú no debes hacer nada hasta que el Espíritu haya descendido sobre ti.  Y la
experiencia de poder de la que Samuel le estaba hablando a Saúl era la de ser transformado
en otro hombre para poder hacer todo lo que llegara a su mano para hacer.  El sería rey,
pero tenía que ser capacitado para hacerlo, tenía que ser cambiado en un nuevo hombre,
para poder cumplir con la encomienda divina.  Saúl no pudo tener esa experiencia de ser
mudado en otro hombre, por desobediencia.  Cuando se iba a consagrar a alguien como rey,
en el Antiguo Testamento, había varios procesos; se ungía, se proclamaba y se confirmaba. 
Saúl nunca fue confirmado por Dios, porque nunca llegó a ser el hombre que Dios dijo que
tenía que ser.  Por otro lado, David fue ungido, fue proclamado rey, y Dios lo confirma
como rey.  Aunque David pecó y falló, como recibió la transformación del nuevo hombre,
llegó a ser el rey que Dios quería que él fuera. 

Una de las promesas más grandes que Dios nos ha dado, por el Espíritu Santo, es que
vamos a ser transformados en nuevos hombres y mujeres, para hacer todo lo que venga a la
mano para hacer.  Tú vas a ser renovado, transformado.  Cuando tú le entregas tu vida a
Cristo, y él entra en tu corazón, ya tú no eres la misma persona de antes.  No pienses que
puedes alcanzar las nuevas cosas de Dios para tu vida, con las mismas viejas actitudes y
pensamientos, con el mismo carácter.  Tiene que haber un momento en tu vida en que seas
transformado, y Dios te prepare para poder cumplir lo nuevo que él tiene para ti. 

Tú no tienes que tenerle miedo a lo nuevo que viene para tu vida, sino que tienes que
pedirle a Dios que te mude al nuevo hombre para que puedas hacer todo lo que tienes que
hacer en esta nueva temporada de tu vida.  Las cosas viejas pasaron, ha aquí todas son
hechas nuevas.  Para trabajar en tu nueva temporada, tú necesitas una nueva mente, un
nuevo espíritu; y el único que te los puede dar es el poder de Dios.  Es él quien te puede
confirmar y establecer para lograr lo que Dios te ha prometido. 

Muchos son ungidos, y son proclamados, pero solo los confirmados permanecen a través de
los tiempos; los que son capaces de transformarse en su interior. 

El poder de Dios quiere venir sobre ti para prepararte para hacer todo lo que venga a tu
mano para hacer.  Dios no le dijo lo que iba a hacer, pero le dijo que le daría el poder para
hacer todo lo que viniera a su mano.  Tú no sabes todo lo que va a pasar en tu país en los
próximos años, pero si estás lleno de poder, lo que tengas que hacer, lo vas a poder hacer, y
nada ni nadie te va a remover del lugar que Dios te ha dado. 

Si tú estás establecido en la palabra de Dios, y el Espíritu Santo está sobre ti, todo lo que
venga a tu mano para hacer, lo vas a hacer. 

MUDA TU CORAZON

“6  Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y
serás mudado en otro hombre.”  1 Samuel 10:6 

El profeta Samuel ungió a Saúl como rey, y Saúl fue proclamado rey por el pueblo, pero
Saúl nunca fue confirmado por Dios porque, por su desobediencia, no llegó al grado de ser
mudado en otro hombre.  La experiencia del poder de Dios podemos verla en dos etapas; y
Saúl tan solo experimentó la primera. 

“9  Aconteció luego, que al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su
corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día.”  1 Samuel 10:9 

Samuel le dice a Saúl que, para poder hacer lo que Dios quería, lo que había sido llamado a
hacer, era necesario que él se convirtiera en otro hombre.  Y Dios muda el corazón de Saúl,
pero mudar el corazón no es lo mismo que ser mudado en un nuevo hombre. 

Más allá de hablar en lenguas, y milagros de sanidad, la experiencia del poder de Dios
comienza con tu transformación.  La gente quiere manifestar el poder de Dios, sin haber
sido mudados en otro hombre.  ¿Cómo quieres manifestar el don de milagros, si sigues
siendo la misma persona?  ¿Cómo quieres que Dios te prospere en tu empresa, si sigues con
la mentalidad de empleado? 
Quizás has fracasado en ciertas cosas para las que Dios te ha llamado, porque no has
esperado el tiempo para que Dios te mude a otro hombre.  Tienes que esperar en lo que
Dios te muda en la persona que tienes que ser para poder hacer todo lo que él va a poner en
tu mano para hacer.  ¿Por qué te desesperas tú, si Dios tiene paciencia contigo? 

La Biblia dice que se le cambió el corazón a Saúl.  ¿Cuál es la diferencia entre esto, y ser
transformado en otro hombre?  ¿Cuál es la importancia de mudar el corazón, para entonces
ser mudado en otro hombre?  Mudar el corazón fue el mejor término que se encontró para
traducir el término hebreo que se refiere a llenarse de fe.  Samuel le dice a Saúl que
encontraría varias personas en el camino, pero era necesario que Saúl tuviera presto su
corazón para reconocer a aquellas personas.  La experiencia de mudar el corazón es la
primera experiencia que Dios te quiere dar para que tú puedas entender las señales
proféticas y divinas que Dios quiere darte para que tú veas el proceso de tu transformación. 
Si Saúl no hubiera recibido aquel corazón nuevo en aquel momento dado, no hubiera
podido tener las experiencias necesarias camino a su transformación.  Lamentablemente,
Saúl al final desobedeció, y no pudo ver su transformación completa; pero vemos que la
primera etapa era que el corazón tenía que despertarse a todas las cosas que Dios iba a
hacer. 

Dios te ha prometido mudarte en otro hombre; tú vas a ser una nueva persona, la gente no
te va a reconocer, ni tú mismo te vas a reconocer, y todo lo que llegue a tu mano para hacer,
tú lo vas a poder hacer.  Te vas a encontrar con gente en tu camino, y si tú no tienes el
corazón mudado, no vas a poder ver lo divino dentro de cada experiencia, para poder ver
cómo cada experiencia te ayuda a la transformación que Dios quiere para tu vida. 

Lo primero que Dios tenía que darle a Saúl era un corazón abierto a las experiencias
divinas, para que entendiera que cada uno de aquellos encuentros era parte de todo lo que
Dios quería que él hiciera.  Cuando tú seas mudado, todo lo que venga a tu mano para
hacer, tú lo vas a poder hacer, porque tu corazón habrá despertado, y podrás ver que lo que
está pasando es parte del plan de Dios para tu vida. 

Lo primero que debe haber en tu vida para recibir el poder y la transformación es un


corazón abierto a todo lo que Dios quiere darte, desde lo más pequeño hasta lo más grande. 
Ensancha tu corazón para recibir de Dios, y en cada paso que tú des, vas a ver a Dios, te vas
a encontrar con gente asignada divinamente para ti, y tú vas a saber que fue Dios quien te
abrió esa puerta, y te vas a dar cuenta que todo lo que ha pasado en tu caminar es parte de
tu transformación. 

Pero muchos caminan y nunca son transformados porque el corazón nunca se les despierta,
o porque no terminan el proceso que deben terminar.  Saúl no lo terminó; desobedeció.  Y
es triste haber perdido todo por desobedecer, pero más triste es vivir toda una vida sin un
despertar del corazón. 

Dios quiere hacer algo contigo, quiere mudarte en otro hombre, y él necesita que tú tengas
el corazón abierto para ver el proceso y darte cuenta que lo más grande que ha pasado en tu
vida no es lo que posees, sino que hoy tú eres un hombre o una mujer totalmente diferente a
lo que eras, y vas en proceso a ser todo lo que Dios quiere que tú seas. 
Pídele a Dios que despierte tu corazón, y ya no perderás una oportunidad más.  Serás
mudado en otro hombre, y todo lo que venga a tu mano para hacer, tú lo vas a hacer.  Dios
tiene ordenado cada paso para tu vida.  Si tú hoy permites que él ponga ese corazón nuevo,
tú vas a ver la mano de Dios obrando en tu vida, y no serás la misma persona. 

CREE CONFIA Y OBEDECE

Cuando Dios te da una palabra, no importa el tiempo que pase, Él la va a cumplir.  Cuando
tu corazón está despierto a las cosas del Espíritu, no descartas la palabra que Dios ha
declarado sobre tu vida.  Pero, ¿cómo llegar a ese nivel de transformación, necesario para
que se cumpla la palabra? 

Hay varias cosas imprescindibles para poder experimentar esa transformación.  Tienes que
tener fe, aprender a creer; y tienes que aprender a confiar, que no es lo mismo que creer. 
Confiar es otro nivel.  De hecho, nadie pierde la fe; lo que la gente pierde es la confianza. 
Y tienes que aprender a obedecer.  Tú obedeces porque confías, y confías porque crees.  Tú
no puedes obedecer porque crees; tú crees, confías y obedeces.  Cuando aprendes a creer
para confiar, para obedecer, entonces tu vida se transforma.  Cuando tú aprendes a confiar
en Dios, en que vas a ver cumplido en tu vida todo lo que Él te ha prometido, y comienzas a
actuar, no meramente en lo que tú crees, sino en lo que confías, entonces eres capaz de
obedecer hasta ver el cumplimiento de lo que Dios ha declarado sobre tu vida. 

El problema de Saúl fue el no obedecer.  Saúl creyó, pero no aprendió a confiar en Dios, y
como no confió, nunca obedeció.  Y esto es lo que pasa a muchos.  ¿Por qué es tan
complicado obedecer a Dios?  Porque para obedecer a Dios, tienes que obedecer a un
hombre.  Entonces, te dan un llamado, una unción, y piensas: ¿Quién es este para que yo le
obedezca, si yo soy llamado y tengo unción?  A Saúl lo ungen rey, y se cree más que el
profeta; pero fue el profeta quien lo ungió; no hubiese llegado a ser rey, si el profeta no lo
hubiera ungido.  Así hay muchos que llegan a la iglesia y se les despierta el corazón, Dios
los prospera, los bendice, pero luego dan la espalda, y ya no quieren obedecer ni confiar,
porque ahora piensan que son sus talentos y sus habilidades los que le dieron lo que tienen. 

Afuera, todo el mundo cree en Dios.  Cualquiera te dice “Dios te bendiga”, aunque sea
ateo.  Pero la pregunta no es si tú crees, la pregunta es si confías; y, si confías, la pregunta
es si ya obedeces.  El problema es que, para obedecer a Dios, es a través de un hombre que
te da instrucciones.  ¿Cómo puedes tú confiar en Dios, si el que te está dando la instrucción
es un hombre que tú menosprecias porque ves más grandes tu talento y tu llamado? 

“22  Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que
se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.”  1 Samuel 15:22 

Saúl presentó una ofrenda, pero no esperó por el profeta, como Dios lo había establecido. 
Tú puedes dar todo el dinero que quieras dar de ofrenda, pero si no prestas atención y no
obedeces, no sirve.  Saúl no entendió que la mejor ofrenda que podía dar era obedecer, para
que, cuando diera su ofrenda, tuviera resultado. 

“23  Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la


obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado
para que no seas rey.”  1 Samuel 15:23 

El problema de Saúl es que era un rebelde y un obstinado.  Hay una gran diferencia entre el
pecado de Saúl y el de David: David pecó contra los hombres; Saúl, contra Dios.  David
adulteró; y, aunque a Dios no le agrada el adulterio y lo condena, el efecto fue hacia sí
mismo, y hacia otro de su misma condición.  El problema de Saúl es que pecó hacia Dios; y
Dios perdona el pecado que cometemos hacia los hombres, pero detesta cuando tú no
obedeces ni confías en él.  Por eso, Dios lo desechó.  Saúl no había matado a nadie, no se
había acostado con nadie, pero había una gran diferencia entre Saúl y David: Todo lo que
Dios le decía a David que hiciera, David lo hacía, y lo hacía porque confiaba.  Pero Saúl se
llegó a creer más que los demás y, lamentablemente, comienza a desobedecer a Dios. 

Cuando buscamos la historia, vemos que Saúl no era nadie, era un cobarde; y Dios lo llama
y le da una posición alta.  ¡Qué problema cuando la gente no se da cuenta que fue Dios
quien los sacó de donde estaban!  Dios te conecta a un hombre, y lo que tienes hoy no lo
tendrías, si no hubieras llegado a ese encuentro con Dios, a través de un hombre.  Pero el
problema es que se creen más.  Saúl pretendió irse por encima de aquel que le estaba dando
la instrucción divina, porque lo veía como que quería decirle lo que tenía que hacer, siendo
un simple profeta.  Y ¡qué difícil se hace obedecer a un hombre de Dios!  Muchas veces
menospreciamos esa relación, sin darnos cuenta que, todo lo que tenemos, es porque un día
tuvimos ese encuentro divino. 

Saúl pensó que podía seguir por sí solo.  Y es que hay gente que no se da cuenta cómo Dios
trabaja.  Dios le quitó la confianza a Saúl, pero no lo sacó del trono inmediatamente.  Y el
problema es que tú piensas que, porque sigues siendo rey, Dios confía en ti.  Entonces,
comienzas a jugar; dejas de ir a la iglesia, dejas de orar.  Pero pregúntate si has visto
resultados después de que has creído, confiado y obedecido.  Si la respuesta es sí, entonces,
¿por qué ahora vas a hacer lo contrario? 

EL PODER DE TUS PALABRAS

El poder de Dios te transforma; y lo primero que Dios comienza a cambiar son tus
palabras.  Pablo decía que, cuando era niño, hablaba, pensaba y juzgaba como niño, mas
cuando ya fue hombre, dejó lo que era de niño.  Y es que Dios transforma tu manera de
hablar. 

“10  Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a
encontrarse con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos.” 
1 Samuel 10:10 

Esto pasó a Saúl, conforme a lo declarado por el profeta.  Cuando tú te unes a tu iglesia, a
un grupo de gente que habla diferente, entonces tú también comienzas a cambiar la manera
en que hablas.  Ya tú no dices las cosas que decías antes, porque el Espíritu de Dios
desciende sobre ti, y comienzas a hablar y a pensar, no como piensa el resto, sino como
Dios quiere que tú pienses para llevarte a ser todo lo que Él quiere que tú seas. 

“11  Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los
profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también
entre los profetas?”  1 Samuel 10:11 

De esta misma manera, hay quienes cuestionan acerca de ti: ¿Qué le pasó a fulano?  ¿Está
yendo a la iglesia?  Porque tu lenguaje comienza a cambiar.  Lo primero que pasó cuando
descendió el Espíritu Santo sobre los discípulos fue que recibieron el don de hablar
lenguas.  Y podemos pensar que fueron lenguas angelicales, pero en realidad fueron
diferentes idiomas, porque el mensaje se tenía que propagar, tenía que llegar a todas partes. 

Una de las primeras historias de la Biblia, nos habla acerca de la confusión de las lenguas. 
La gente comenzó a construir una torre, pensando que se harían un nombre para ellos, y
cuando Dios vio que ellos estaban unidos y que no había nada que los detuviera, descendió
y les cambió el lenguaje; porque, tan pronto hablamos cosas diferentes, nada va a ocurrir. 
Tan pronto comienzas a hablar diferente, hay dispersión y se pierden tus planes.  En tu
matrimonio, tus hijos van a tratar de que tú hables diferente.  Por eso, le preguntan al padre
una cosa, y luego van donde la madre, a ver si alguno les dice lo que ellos quieren.  Y tú
tienes que decir: ¿Qué te dijo tu papá/mamá?  Porque, si tú dices algo diferente, han
encontrado la primera división.  Los matrimonios comienzan a hablar diferente, a mirar las
cosas diferentes.  Antes hablaban de boda, y ahora hablan de divorcio; hablaban de planes
para el futuro, y ahora hablan de sus diferencias; porque tan pronto se separan las lenguas,
llega la división.  Pero, cuando un hombre es transformado, lo primero que Dios le cambia
es su manera de hablar.  Y tú no puedes permitir que los cuestionamientos de la gente te
hagan hablar como la gente con la que antes tú te rodeabas. 

“12  Y alguno de allí respondió diciendo: ¿Y quién es el padre de ellos? Por esta causa se
hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas?  13  Y cesó de profetizar, y llegó al lugar
alto.” 
1 Samuel 10:12 

Ninguno hizo una aseveración; todos lo que hicieron fue cuestionar.  Y, cuando alguien
cuestiona tu transformación, tú comienzas a desconfiar.  El cuestionamiento puede minar tu
confianza, y eventualmente puede llevarte a la desobediencia.  Cuando alguien quiere poner
duda en tu vida, no lo hace diciéndote algo, sino cuestionando algo: ¿Tú crees que Dios va
a hacer eso?  ¿Tú crees que, en esta economía, tú puedes?  El mundo sabe que, si pone un
poco de duda en tu mente, logrará hacerte desconfiar, y por lo tanto no obedecer, y perderás
entonces lo que Dios tiene para tu vida. 

Pídele a Dios que tus palabras comiencen a cambiar.  Únete al grupo de personas que
estamos profetizando bendición y victoria para tu país, a los que estamos diciendo que lo
mejor está por delante.  Cree que hay esperanza para tu país, que tú vas hacia adelante. 
Que nadie te haga cuestionar lo que Dios te ha dicho que tienes que decir.  Dios está
esperando que tú te unas a los que profetizamos, porque el mayor profeta que tú debes tener
para tu casa eres tú.  El mayor profeta que tú debes tener para tus hijos eres tú.  En vez de
estar buscando profeta por todas partes, el mayor profeta debes ser tú.  Dios quiere que te
unas a un grupo de personas que va a provocar que tu lenguaje comience a cambiar, gente
que, con sus palabras, declaren que te vas a levantar, te vas a restaurar. 

Deja que la gente cuestione, que hable, que piense lo que quiera que pensar; Dios quiere
cambiarte en otro hombre, en otra mujer.  Comienza a hablar con tu cónyuge, con tu
familia, el mismo lenguaje, las mismas palabras.  Olvídate lo que otros piensen.  Dios va a
cambiar tu lenguaje de fracaso, de problemas, de frustración; y tú vas a ver el poder de Dios
sobre tu vida, a través de tus palabras. 

La razón por la que Pedro negó a Cristo, es porque, dondequiera que él iba, la gente lo
reconocía por como él hablaba.  Para no hablar como Cristo hablaba, entonces, comenzó a
maldecir.  Porque tus palabras delatan con quién tú estás.  Sé de los que están con los
profetas, con aquellos que creemos que Dios todavía es dueño de todo, que Él es soberano,
y que él nos va a dar la victoria, y cree que Él tiene tu futuro en sus manos.   

TU MILAGRO ESTA EN TU SERVICIO

“5  Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su criado que tenía consigo: Ven,
volvámonos; porque quizá mi padre, abandonada la preocupación por las asnas, estará
acongojado por nosotros. 6  Él le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de
Dios, que es hombre insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá;
quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino.

Respondió Saúl a su criado: Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos al varón? Porque el
pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué
tenemos?   8  Entonces volvió el criado a responder a Saúl, diciendo: He aquí se halla en mi
mano la cuarta parte de un siclo de plata; esto daré al varón de Dios, para que nos
declare nuestro camino. 9  (Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios,
decía así: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le
llamaba vidente.) 10  Dijo entonces Saúl a su criado: Dices bien; anda, vamos. Y fueron a la
ciudad donde estaba el varón de Dios.”  1 Samuel 9:5-10 

Qué bueno cuando se puede reconocer que en una ciudad hay un varón de Dios.  No tan
solo eso, sino que es el siervo de Saúl quien reconoce que hay un varón de Dios.  Saúl y su
siervo estaban perdidos.  El jefe dice: “¿Qué voy a hacer?  Estamos perdidos, se acabó esto;
regresemos sin los resultados que vinimos a alcanzar.”  El sirviente le dice: “No; tenemos
que ir al hombre de Dios; tiene que haber una razón por la cual estamos aquí, y no hemos
encontrado lo que estamos buscando.”  Entonces, él dice claramente: Vamos donde el
vidente, para que nos diga por qué emprendimos el camino.  

Muchos tienen problema con la iglesia, porque solo van a la casa de Dios a buscar lo que se
les ha perdido, sin darse cuenta que los que están perdidos son ellos.  Es curioso que fuera
un sirviente, una persona que quizá no era prominente, que no se sabe quién era, el que
hiciera que Saúl mirase al lugar correcto.  No se sabe quién es ese siervo, pero sí se sabe
que, si no hubiese estado con Saúl, la vida de Saúl nunca hubiese sido la misma.  
La gente pasa por alto a los sirvientes de la Biblia, porque en ella no se les da nombre; pero
los milagros más grandes que ocurrieron en la Biblia fueron por causa de un sirviente.  Por
ejemplo, la sirvienta que le lavaba la ropa a Naamán, que era leproso.  Ella tenía que ver la
carne pegada en las ropas de Naamán, y en vez de delatarlo para que lo mataran, y ser libre
de Naamán, lo envió al profeta para que él le dijera lo que tenía que hacer para ser sano.  Si
esa sirvienta no hubiese enviado a Naamán a donde el profeta, hubiera muerto siendo
leproso.  Si, al igual que la sierva de Naamán, este muchacho no hubiese mandado a Saúl
donde el profeta, Saúl no hubiera sido coronado como rey. 

En el Nuevo Testamento, hay un hombre que va y le pide a Jesús un milagro.  El centurión
romano, dice la Biblia que había dado grandes ofrendas, había hecho una sinagoga
completa, y por eso lo llevan delante de Jesús.  Estando frente a Jesús, pudiendo haber
pedido un milagro para su beneficio, no lo hizo; en cambio, lo que pide es que su sirviente
sea sanado.  La pregunta es: ¿Cuán importante debió haber sido aquel sirviente?  Aquel
centurión usó su única oportunidad de pedirle algo cara a cara a Cristo, para invertir su
petición en su sirviente.  Aquel hombre, aquel sirviente, verdaderamente debió ser
importante para que invirtieran en él de esa manera.  

Cuando encuentras a alguien que sabe servir desde el anonimato, aprendes a amarle e
invertir tiempo en interceder ante el Padre para que esté bien.  Cuando tú eres un servidor,
la palabra que recibes debe tener más efecto en tu vida que la que tienes en cualquier otra
persona.  La gente de autoridad ora por los servidores de la iglesia, porque saben todo lo
que trabajan y lo fieles que son; y todo el que sirve tiene derecho a recibir su milagro
directamente de parte de Dios.  

Cristo oraba por sus discípulos, para que no cayeran en tentación, para que pudieran seguir
hacia adelante.  ¿Por quién oraba Pablo?  No por sí mismo, sino por Timoteo.  Cuando
encuentras gente que aprende a servir desde el anonimato, todo cambia.  Los que sirven
desde el anonimato son la gente que cambia la historia.  Por eso debes saber que no habría
un hombre de Dios si no hubiera un servidor, alguien que desde el anonimato dijera: Hay
un lugar donde puedes encontrar una palabra. 

Hay gente en tu trabajo que está perdida, hay gente a tu alrededor buscando asnas y, cuando
no las encuentran, no saben qué hacer.  Cuando estén perdidos sin saber qué hacer, cuando
piensen en regresar con las manos vacías, lo único que hace falta es alguien como tú, que
diga: Hay un lugar donde puedes recibir una palabra.  Tal vez no logren encontrar las asnas,
pero se encontrarán ellos mismos, y aún más importante, encontrarán a Dios.  

EL PRETEXTO DE DIOS

“6  Él le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre
insigne; todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún
indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino. 7  Respondió Saúl a su
criado: Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos al varón? Porque el pan de nuestras alforjas
se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué tenemos?   8  Entonces
volvió el criado a responder a Saúl, diciendo: He aquí se halla en mi mano la cuarta parte
de un siclo de plata; esto daré al varón de Dios, para que nos declare nuestro camino.”  1
Samuel 9:6-8 

Una de las cosas por las que Saúl no fue confirmado como rey, es que Saúl nunca ofrendó.
En cambio, David era un ofrendante, él no le daba nada a Dios que no le costara algo.
David nunca cogió de un sirviente para darle a Dios, Pero Saúl necesitó de su sirviente que
diera una ofrenda.  Preguntarás, ¿había que dar una ofrenda para comprar una profecía?
No, no se trata de comprar profecías.  La Palabra dice que aquel profeta era un “hombre
insigne”, famoso, muchos lo conocían, y aquella ofrenda no era para comprar su profecía,
sino un símbolo de honra.  

Una de las cosas más grandes que ha hecho la sociedad en estos tiempos es deshonrar a los
hombres de Dios.  Tal vez pensarás: No, el pecado ha deshonrado a los hombres de Dios.
El pecado no es lo que ha deshonrado al hombre porque Dios trabaja con el pecado de
cualquier hombre.  Dios perdonó todos nuestros pecados y Dios no escoge a nadie porque
sea perfecto.  Dios te escoge por la misericordia, la gracia y la obediencia, por encima de
todas las cosas.  Dios dice: Hay alguien que tiene mi corazón, hay alguien que va a hacer
todo lo que yo pida que yo haga.  Eso es lo que Dios mira.

Una de las artimañas del enemigo en estos tiempos es desacreditar públicamente a los
ministros.  La honra es muy importante en la sociedad, es lo que permite que haya respeto a
las autoridades y ayuda a tener orden.  Por ejemplo, los movimientos raciales han
degradado la autoridad de los policías, los han puesto de abusadores en contra de la gente
del color de piel opuesto al suyo.  A causa de esto, no importa si sea un policía abusador o
no, ya todos han sido tildados y la gente no les respeta.  ¿Qué sucedería si la gran mayoría
de un país pierde respeto a los policías, a la autoridad que tienen?  La seguridad de ese país
se vería comprometida.  Por eso es que, si hay algo que se tiene que mantener en la
sociedad es el honor a la gente que honor merece.  De igual manera, debe de haber respeto
y honra a los hombres de Dios.  No puedes recibir una palabra de dirección de alguien a
quien tú no honres. 

Hoy día la gente no sabe honrar; prefieren estar ante alguien que tiene talento y carisma,  en
vez de alguien que les de dirección.  Por eso a la gente no le gustan los profetas y los
pastores, porque más allá de cuidarte, ellos son los que te dan dirección.  

El llevar una ofrenda al profeta, al ungido de Dios, es cuestión de honor.  Cuando usted
diezma y ofrenda, está honrando a Dios.  Cuando siembras en otros para que encuentren su
camino, para que puedan llegar a Dios, estás haciendo como el siervo de Saúl.  Sembraste
en alguien y tal vez no te hiciste “insigne”, tal vez nadie conoce tu nombre, pero Dios sí
conoce tu nombre, y allá arriba está registrada tu semilla.  Dios te honrará.  

En 1 Samuel 9, cuando Saúl está listo para regresar sin las asnas, el sirviente dice: Vayamos
para que se nos diga por qué comenzamos este camino.  Una vez ya están ante el profeta, en
1 Samuel 10, este les dice: Saúl, tranquilo porque las asnas se encontraron.  

Hay personas que, al igual que Saúl, ofrecen su ofrenda para encontrar asnas, pero Dios
tiene un plan más grande para tu vida.  Las asnas perdidas son solo el pretexto para que
llegues ante el profeta.  Aquello que perdiste, es solo un pretexto para que tengas que llegar
ante Dios a buscar dirección y Él te pueda revelar el propósito por el cual comenzaste tu
búsqueda.  

Tal vez llegaste a la iglesia porque necesitas, o necesitabas, algo y no por lo que Dios
quiere hacer contigo.  Pero, si miras la Biblia, te darás cuenta que jamás se trata de que
recibas algo, sino de lo que Dios quiere que seas.  Dios sacó a Abraham de su tierra y su
parentela porque quería hacer de él una nación grande.  Dios llevó a Saúl hasta Zuf
buscando asnas, porque lo quería convertir en rey.  Así que prepárate para honrar a Dios
cuando vayas a buscar dirección, porque Él te sacó del lugar en que te encontrabas con un
pretexto, para hacer contigo y de ti, cosas maravillosas.  

LO NORMAL DE DIOS

“12  De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará
también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 13  Y todo lo que pidiereis al Padre
en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14  Si algo pidiereis en
mi nombre, yo lo haré.”  Juan 14:12 

Una de las promesas más grandes es la promesa del poder de Dios.  Pero ese poder no es
simplemente para tenerlo, para sentirnos bien o para impresionarnos.  Ese poder que Jesús
promete, es el poder que nos da para cumplir una misión, para llevar a cabo una tarea.
Todavía hoy esta promesa está vigente.  Jesús dice que tú harás cosas mayores que las que
Él hizo.  El poder que está en ti es para hacer algo.  Puedes reclamar que en tu vida hay
poder, pero no estás manifestando el poder, si no estás haciendo algo a través del poder. 

Uno de los problemas a través de la historia del cristianismo, del evangelio, es que la gente
llega a Jesús, muchas veces, única y exclusivamente para mejorar un poco su condición o
estatus social, para –según ellos – “vivir una vida normal”.  Muchos, solo quieren tener un
poco de tranquilidad y prosperar para poder pagar sus cuentas. 

¿Qué es normal?  Cuando vienes a Jesús y pretendes que tu vida sea  “normal”, la pregunta
es: Normal, ¿bajo el estándar de Jesús, o bajo tu propio estándar?  Normal para Jesús era,
en una fiesta, cuando el vino se acabara, convertir el agua en vino; para ti lo normal sería
terminar la fiesta.  Normal para Jesús era alimentar a cinco mil personas con cinco panes y
dos peces; lo normal para los discípulos, enviar a todos a sus casas a comer.  

La pregunta es: ¿Te acercas a Jesús para alcanzar la vida normal que tú quieres, o para
alcanzar la vida normal que Él quiere para ti?  La vida normal a la que tú te refieres, no es
otra cosa que trabajar para tener dinero suficiente para pagar deudas, tener una casa
pequeña y aun así siempre estar atrás.  Y esa es la vida normal que mucha gente pide. 

Cuando te acercas a Jesús, él viene a tu vida; pero no lo hagas simplemente para mejorar tu
estatus social.  No se trata de que cuando conoces a Jesús cambiarás automáticamente de
clase baja a clase media o alta.  Tener a Jesús no es un símbolo de estatus.  Es como esperar
que por comprarte un automóvil caro, o una casa en una urbanización más costosa, o vestir,
caminar, de cierta manera, vas a impresionar a los que están a tu alrededor y tener ahora
más autoestima; eso no funciona así.  Jesús no llega a tu vida para mejorar tu condición
actual, sino que llega para cambiar toda tu vida, ahora y para siempre.  

Al recibir a Jesús como Salvador, muchos lo reciben para trabajar un problema presente.
Quieren ser libres de la depresión, quieren que Dios provea.  Pero, cuando le entregas tu
vida a Jesús y Él realmente entra en ti, no te das cuenta que lo que ha ocurrido es un cambio
transformador, un cambio automático.  Si te haces consciente, ese cambio, esa
transformación que has recibido te pone en oposición a todo lo que hay en el mundo.  

No puedes recibir a Jesús como tu Salvador y seguir en un estado de complacencia con el


mundo.  Tienes que entender que, cuando le entregas tu vida a Jesús, automáticamente hay
unas fuerzas que se oponen a lo que recibes de parte de Él, a lo que está dentro de ti.  No
puedes ponerte una camiseta de un equipo del deporte de tu preferencia, y no encontrar
resistencia del otro equipo.  Tan pronto te pones esa camisa a favor de tu equipo,
automáticamente estás en contra del equipo opuesto.  

Cuando te vistes de Jesús hay una fuerza opuesta. 

Cuando te pones la camiseta del equipo de Jesús, habrá gente que te va a critique, que te
señale, que te va a condenar.  No hay tal cosa como ser cristiano y que nadie se oponga a ti.
No hay tal cosa como ser cristiano y seguir en amistad con el diablo.  No hay tal cosa como
ser creyente y seguir visitando los mismos sitios.  No hay tal cosa como ser creyente y que
te sigan gustando las mismas cosas.  Tan pronto aceptas a Cristo como tu Salvador, hay una
oposición.  Dentro de ti, hay algo que se opone a lo que hay afuera.  Por lo tanto, tienes que
aprender a caminar en el poder y la autoridad que has recibido para vencer todo aquello en
lo que antes fluías y a lo que ahora te opones.  

Si vienes a Jesús exclusivamente para que tu vida mejore un poco, entonces estás usando a
Jesús como un amuleto de suerte, simplemente para cambiar una circunstancia
momentánea.   Cuando vienes a Jesús, debes hacerlo para completar la transformación total
que debe haber en tu vida.  Cuando eres cristiano, se te tiene que notar y tienes que saber
que hay cosas espirituales y emocionales que se oponen, pero sobre todas ellas Dios te va a
dar la victoria en el nombre poderoso de Jesús. 

EL PODER DE DIOS EN TI

“45  Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los
que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me
ha tocado? 46  Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido
poder de mí.”  Lucas 8:45-46 

La iglesia, muchas veces, es la que menos consciencia tienen del poder de Dios.  Piensan
que el poder de Dios es exclusivamente para pastores, profetas, los que hacen milagros, sin
darse cuenta que todo el que le ha entregado su corazón a Cristo tiene que caminar en esa
autoridad todos los días.  Definitivamente hay fuerzas espirituales que se oponen a todo lo
que tú vas a hacer.  Si tus hijos te ponen resistencia y tú no sabes quién es el que manda en
la casa, ellos terminan mandando.  Hay resistencia desde pequeños, y tú tienes que saber
quién es el que tiene la autoridad.  Hay padres que dicen: Yo quiero ser amigo de mi hijo.
Pero tu hijo no te necesita de amigo; necesita un Padre con el poder, con la autoridad de
dirigirle, encaminarle y disciplinarle.  Tus hijos, para poder sobrevivir a su niñez y
adolescencia, necesitan a sus padres que les lideren.  

Un equipo uruguayo de rugby sufrió un accidente aéreo en el 1972, donde el avión chocó
con la Cordillera de los Andes.  Uno de los sobrevivientes de este accidente ahora es
conferencista, y en una sus conferencias, cuando habla de los sucesos, dice varias cosas
impactantes.  Él dice que el grupo del equipo que no falleció en el impacto, logró sobrevivir
en aquellas montañas porque ellos sabían que el capitán del equipo de rugby era su líder.
El capitán del equipo no era experto en sobrevivencia, pero era el líder del equipo, así que
no importa las decisiones que él tomara, todos le seguían, sin cuestionar la autoridad del
líder.  Dice aquel conferencista que, el haber hecho eso, les permitió sobrevivir.  En su
conferencia, él dice que, si en ese avión ninguno se hubiese conocido, hubieran perdido las
primeras horas valiosas intentando establecer quién sería el líder.  El capitán no era un
experto en sobrevivencia, pero todos le seguían porque claramente sabían que era su líder. 

Debes entender que, en tu entorno, en todo momento, alguien que está liderando, ejerciendo
poder sobre ti.  Ese líder puede ser cualquiera, incluyéndote a ti mismo.  Pero, si no
conoces la autoridad que hay dentro de ti, será otro, que tal vez no conoce al Señor, el que
te esté liderando, llevándote a diferentes lugares, impulsándote; y entonces no eres tú el que
está tomando las decisiones.  

En el lugar en que estás, eres tú el que tiene que liderar.  Dentro de ti está el poder del
Espíritu Santo y, cuando tú llegas a un lugar, todo, hasta los demonios, tiemblan y todo lo
que está a tu alrededor tiene que respetarte.  Cuando caminas con seguridad, con certeza,
sabiendo la autoridad, el poder, que Dios ha puesto en tu vida, las circunstancias, la
dificultad tiene que temblar.  Jesús sabía que en él había poder y que él cargaba el poder
que el Padre había puesto en Él. 

En Lucas 8, vemos que la mujer del flujo de sangre, tuvo esta condición por 12 años.  Todo
ese tiempo estuvo buscado dónde solucionar su problema, no se rindió; era una mujer que
decía: Este problema tiene que tener una solución.  La Biblia dice que fue a muchos
médicos, gastó todo lo que tenía, y aun le iba peor.  Ella buscó donde pensó conseguiría la
solución, pero no la encontró, hasta que un día se encontró con el Maestro, y dijo: Si tan
solo toco el borde del manto del Maestro, hoy yo voy a quedar sana.  Esta mujer se arrastró,
tocó el borde del manto de Jesús y quedó sana al instante.  En ese momento, Cristo se
detiene en aquel lugar y dice: Alguien me ha tocado porque he sentido que poder salió de
mí.  Los discípulos comenzaron a buscar y decirle: Maestro, tanta gente te toca, ¿cómo
dices que alguien te ha tocado?  Entonces, Jesús les contesta: Alguien sacó de mí lo que
necesitaba para recibir su milagro.  En otras palabras, Jesús dijo: Yo cargo lo que alguien
necesitaba; muchos me tocan, pero alguien sacó poder de mí.  

Pregúntate hoy: ¿Qué está saliendo de ti hoy?  Cuando los que están en tu entorno te tocan,
¿que sale?  Los que están al lado tuyo, ¿salen más deprimidos que cuando llegaron a tu
vida?  ¿O el que está a tu lado puede sacar el poder de Dios para transformar su vida?  ¿Qué
la gente puede sacar de ti?  
Hoy debes entender que Dios te llena de poder, pero no lo hace solo por hacerlo.  Dios te
llena de poder para que todo el que está a tu alrededor pueda sacar de ti lo que no han
encontrado en otro lugar.  La gente no va a encontrar a Jesús en una iglesia, lo va a
encontrar cuando tú camines y puedan sacar el poder de Dios que hay en ti.  Hay alguien
que se tiene que acercar a ti, alguien en el trabajo, en tu vecindario, que sabe que, cuando
tiene un problema, hay algo en ti que puede hacer que las cosas mejoren.  Ese algo es el
poder de Dios en ti, y cuando te toque, el poder de Dios en ti transformará su vida. 

LA REVELACION DE CRISTO

En Mateo 16:13, Jesús pregunta a sus discípulos quién dicen ellos que es él, y Pedro
responde: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.  Y Jesús dijo: Y tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia.  Hay quien piensa que la roca era Pedro, pero Pedro
significa piedra pequeña, y Cristo dijo roca.  Cristo es la roca, la peña de Horeb.  La roca
es la revelación de que Jesús es el Cristo.  Y Jesús dijo que sobre esa roca edificaría su
iglesia, y que nada prevalecería contra ella. 

Nada de lo que el mundo traiga en contra de la revelación de Cristo puede tener victoria;
pero tiene que haber un momento donde tú llegues a esa conclusión en tu vida. 

En versos anteriores, los fariseos pedían señal de que Jesús era el Cristo.  Jesús había hecho
innumerables milagros, pero ellos querían una señal.  Hay gente que, no importa lo que tú
hagas, nunca va a ser suficiente para ellos saber quién tú eres.  No te desgastes tratando de
probarte ante ellos.  Son como dice la Palabra acerca de los fariseos, levadura, que con un
poco dañan el resto.  Hay gente que pone levadura en tu vida, que pone dudas en tu mente
acerca de tu cónyuge, de tus hijos, de tu pastor, de Dios.  Pero tú no puedes dar lugar a
dudas en tu mente, porque los únicos que son transformados, son aquellos que están firmes
en la revelación de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 

En el capítulo anterior, Mateo 15, se nos habla acerca de la mujer cananea, quien no estaba
supuesta a recibir un milagro, pero activó su fe y lo recibió; se nos dice, además, que Jesús
sanó a muchos, y se nos narra la alimentación de los cuatro mil.  Todo esto, y los fariseos
pedían señal de que Jesús era el Cristo.  Por eso precisamente Jesús les había advertido ya a
sus discípulos acerca de los fariseos, legalistas, al principio del capítulo, cuando habló
acerca de lo que contamina al hombre.  Los fariseos cuestionaron por qué los discípulos
quebrantaban la tradición, no lavándose las manos cuando comían el pan; y Jesús les dijo
que no es lo que entra por la boca del hombre lo que le contamina, sino lo que sale de ella. 

Hay varias cosas que siempre preceden a tú recibir la revelación de que Cristo es el Hijo de
Dios.  En primer lugar, vas a tener que enfrentar las tradiciones del hombre.  Las
tradiciones contaminan al hombre, haciéndonos enfocar en el hacer, en vez del ser.  Esto te
limita en alcanzar lo que Dios quiere hacer contigo, fuera de toda tradición.  Jesús rompía
con la tradición constantemente; sanaba a la gente de diferentes maneras, sanaba sábados,
se reunía con los pecadores.  Y, si tú quieres que se manifieste la revelación de quién es
Cristo en tu vida y que las puertas del infierno no prevalezcan en tu contra, tienes que
romper toda tradición religiosa.  Olvídate de encerrar a Dios en un parámetro mental
tradicional, porque Dios siempre te va a sorprender.  Las cosas de Dios no se hacen de
forma tradicional, sino como Dios quiere, cuando Dios quiere.  Tener una idea
preconcebida de cómo debe Dios resolver las cosas, limita la manifestación del poder de
Dios en tu vida. 

En segundo lugar, vas a tener que enfrentar la maldad del hombre, de los tradicionales, de
aquellos que –como los fariseos – lo que buscan no es conocer a Cristo, sino hacerte caer,
que digas algo erróneo.  Hay momentos en tu vida en que cierta gente lo que busca no es
sacar lo mejor de ti, sino lo peor; quieren ver en qué pueden hacerte caer, errar.  Hay gente
mala; y somos cristianos, y debemos tener mansedumbre, pero tenemos que estar alertas,
porque hay quienes lo que buscan es cómo hacerte daño. 

En tercer lugar, otra cosa que precede la revelación de Cristo en tu vida, son tus
necesidades físicas.  Antes de que se manifestara la revelación, había muchos que
necesitaban un milagro de sanidad.  Entonces, Jesús comienza a sanar gente.  Tú recibes la
revelación de Cristo como el Hijo de Dios, cuando tú entiendes que él tiene autoridad para
sanar tu cuerpo, que tu cuerpo se tiene que sujetar a la unción, al poder de Dios. 

En cuarto lugar, algo que precede la revelación del Hijo de Dios en tu vida es el hambre,
que representa el hambre natural, la pobreza, la escasez, y también el hambre espiritual. 
Jesús sanó a muchos, pero eso no satisfizo la escasez de comida.  Tuvo que venir un
milagro de provisión.  Tienes que comenzar a ver al Dios que provee. 

El mundo va a tratar de hacer que tú dudes, va a tratar de poner cosas que contaminan, y
sacar lo peor de ti.  Llegan problemas físicos, naturales, y comienzas a ver cómo Dios hace
la obra en tu vida.  Tienes que comenzar a creer en el Dios que provee; y todo lo que Dios
quiere que tú contrastes es si la religiosidad ha hecho algo por ti, mientras que Él te ha
sanado, te ha prosperado.  Él ha hecho por ti lo que otros no han podido.  Pero gloria a Dios
que tú no dependes de aquellos que no pueden ver la grandeza de lo que Dios ha hecho en
tu vida; tú dependes de Aquel que, cuando ve que estás enfermo, no te deja hasta que
quedes sano.  A la gente que se quedó, le dio hambre porque Jesús seguía predicando y
sanando; y Jesús proveyó también para saciar el hambre de aquellos cuatro mil. 

Vas a conocer al Dios que sana, y al Dios que prospera, y entonces tú también podrás
recibir la revelación y decir quién es el Hijo de Dios.  Dios ha hecho contigo cosas que el
mundo no ha podido hacer.  El Dios al que tú le sirves, cada vez que has estado en
cualquier tipo de necesidad, Él la ha suplido, y solo a Él debes servir. 

TU ERES CIMIENTE DE CRISTO


15 
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?  16  Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”  Mateo 16:15-16 

Jesús no preguntó esto porque necesitara definirse.  Él sabía quien él era, aunque Pedro no
hubiera sabido.  Pero él quería que los discípulos supieran quien él era, para que entonces
ellos pudieran saber quiénes ellos eran, y lo que eran capaces de hacer.  Porque tú no
puedes caminar en autoridad, pensando como hijo de hombre; tú caminas en autoridad,
pensando como hijo de Dios.  Y la única razón por la que tú eres hijo de Dios, es porque
dentro de ti vive Cristo, vive el Espíritu Santo. 

Jesús preguntó primero: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?  A lo que
respondieron: Elías, Juan el bautista, Jeremías.  Pero Jesús, aunque tenía un ministerio
profético, no hizo milagros como los que hizo Elías, por ejemplo.  El ministerio de Jesús
fue diferente; llegaba a multitudes, tocaba a miles de personas.  Muchas de las palabras de
Cristo fueron palabras que él citaba de los profetas anteriores; Jesús no tenía problema en
tomar palabras de los profetas y declararlas para él, para aquel momento.  Él no estaba
inventando; él estaba seguro de quien él era y lo que había venido a hacer.  Pero los
discípulos no lo estaban, y ellos necesitaban recibir aquella revelación.  

Y tú también necesitas recibir esta revelación, porque tú también eres hijo de Dios.  Eres
quien eres, por lo que es Cristo en tu vida.  La Biblia dice que Cristo habita en ti, el Espíritu
Santo habita en ti, y tú tienes la mente de Cristo.  Pero, ¿por qué algunos no piensan como
Cristo?  Por los fariseos, por la levadura, la duda que han sembrado acerca de quien tú eres,
por gente que trata siempre de que tú veas más tu humanidad que lo espiritual de tu vida. 
Y, mientras más consciente tú estés de lo humano, de lo natural, menos podrás moverte en
la autoridad de quien tú eres en Cristo Jesús. 

Lo que cambió la vida de Pedro fue reconocer quién era el Hijo de Dios.  Tú comienzas a
transformar tu vida, cuando entiendes que Jesús es el Hijo de Dios, y que él vino para
hacerte a ti también un hijo de Dios. 

Tus padres no eran necesarios para Dios hacerte quien tú eres.  Tus padres fueron el
vehículo conveniente por el cual Dios te trajo.  Dios pudo haber usado a cualquiera,
cualquier familia, en cualquier lugar.  Honramos a nuestros padres, no es que los
menospreciemos, pero tu naturaleza es más grande que lo carnal.  Fuera cual fuera tu
apellido, lo más importante es que un día tú reconozcas que eres un hijo de Dios, que Cristo
habita dentro de ti.  Y esa es la roca en la que tú te tienes que parar todos los días porque,
como hijo de hombre, siempre estarás enfermo, pero como hijo de Dios, tienes derecho a la
sanidad divina; como hijo de hombre, siempre tendrás hambre, pero como hijo de Dios, si
Él tiene que multiplicar los panes y los peces, Él lo va a hacer.  Dice la Palabra: Nunca he
visto un justo desamparado, ni su cimiente que mendigue pan.  Y tú eres de la cimiente de
Cristo, y él es justo.  No hay razón por la que tú tengas que estar mendigando pan.  Tú no
estás desamparado.  Él es el que provee, el que prospera, el que cambia toda tu vida, el que
te llena, el que te da la victoria. 

Pero estamos más conscientes de nuestra naturaleza carnal, de lo natural, que de lo


espiritual, de lo que somos.  Más que ser una persona natural de tu país, tú eres un hijo del
Dios Altísimo.  No es el hecho de ser de tu país lo que te abra puertas, es que eres un hijo
de Dios.  Es porque Dios está contigo que las puertas del infierno no pueden prevalecer;
podrían prevalecer contra tu naturaleza carnal, pero no contra el Hijo de Dios que está en
ti. 

Si necesitas sanidad, Dios te sana; si tienes hambre, Él te va a proveer, y te va a preguntar:


¿Quién soy yo?  Y tú tienes que decir: Tú eres el Hijo de Dios. 
Tú eres un hijo de Dios; camina en esa autoridad, camina en ese poder.  Los hijos de Dios
no estamos derrotados, no nos rendimos; todo nos ayuda para bien.  No todos van a pensar
bien de ti, no todos te van a querer; haz lo que Cristo dijo: Limpia el polvo de tus zapatos. 
No te lleves nada de aquel que no te recibe; ni su polvo en tus zapatos. 

Tú eres un hijo de Dios.  Cuando tú entiendes esto, esta es tu roca que te para firme. 
Dondequiera que tú vayas, las puertas se tienen que abrir; y las puertas del infierno no
pueden prevalecer contra ti. 

Dios no prometió que el infierno no se iba a levantar contra ti; Él lo que prometió fue que,
aunque el mismo infierno se levante contra ti, no puede prevalecer.  Él no dijo que los ríos
y las aguas no iban a llegar a tu vida; Él lo que dijo fue que, aunque las aguas lleguen,
cuando el río se levante, tu casa va a permanecer, porque está fundada sobre la roca.  Tú no
puedes evitar que vengan los problemas y las dificultades, pero puedes estar seguro que,
como hijo de Dios, algo Él va a hacer, porque nunca he visto un justo desamparado, ni su
cimiente que mendigue pan; y tú le sirves a ese Dios Todopoderoso. 

SUSPENDE TU INCREDULIDAD

“23  Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24  E inmediatamente el
padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”  Marcos 9:23-24 

Jesús le dice estas palabras al padre de un joven endemoniado a quien, desde niño, el
demonio le hacía revolcarse y echar espumarajos.  Luego de que aquel padre le contesta,
“Creo; ayuda mi incredulidad”, Jesús echa fuera aquel demonio y su hijo queda libre.
Entonces, los discípulos le preguntaron por qué no lo habían podido hacer, y este le dijo
“Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.”  Los discípulos habían
intentado sacar el demonio de la vida de aquel joven, pero por causa de su incredulidad, no
pudieron hacerlo.  Pero no es hasta que el padre de este joven comienza a creer, no es hasta
que se suspende la incredulidad de aquel hombre, por un momento, que Jesús pudo hacer el
milagro en la vida de aquel joven.  

La suspensión de la incredulidad es un término que se utiliza para explicar que, para poder
disfrutar alguna escritura, película o videojuego de ficción, se debe poner en pausa, por un
momento, toda duda.  El término sale de un escrito de crítica literaria del 1817, por el
crítico, filósofo y poeta, Samuel Taylor Coleridge.  Suspensión de la incredulidad es lo que
sucede cuando vas al cine a ver, por ejemplo, una película de superhéroes; para poder
disfrutarla, debes olvidar que lo que estás viendo no es real y creer que todo es posible.
Claro, al momento de ver una película en estos tiempos, suspender tu incredulidad es fácil
porque la tecnología permite que te sumerjas en lo que estás viendo, con las experiencias de
cuatro dimensiones.  Por eso es que a la gente le gusta ir al cine, porque, por un momento,
les permite escapar de la realidad y creer, por un momento, que todo es posible.  

Ahora, aplica esto a tu vida con Dios; para poder disfrutar todo lo maravilloso de Dios, la
suspensión de la incredulidad es clave.  Piensa que tu vida es un libreto para una película;
cuando Dios te creó, también creó un mundo infinito de posibilidades.  Ahora, para poder
alcanzar y poder recibir estas posibilidades, tienes que sumergirte en la película, tienes que
creerte la película.  Para poder disfrutar lo que Dios ha hecho para ti, tienes que suspender
toda incredulidad.  

Piensa que existen dos caminos paralelos.  En el camino a tu mano izquierda, está el destino
que Dios diseñó para ti, en el que puedes alcanzar y lograr cosas más grandes de las que
imaginas.  En el camino a tu mano derecha, está el camino que tú decides hacer.  El camino
de tu destino está seguro en las manos de Dios, de manera tal, que ninguna decisión que
tomes cambiará lo que Dios siempre designó para tu vida.  Por otro lado, tus decisiones sí
pueden hacer que vivas toda tu vida fuera del destino de Dios.  Cuando naces, poco a poco
comienzas a tener la oportunidad de tomar decisiones.  Comienzas por, tal vez, escoger la
ropa que usarás para salir a jugar, pero pronto te vez tomando decisiones importantes y
firmes, para poder alcanzar ciertas cosas que quieres alcanzar en la vida.  

Te encuentras transitando el camino que, con cada una de tus decisiones, has formado y, de
momento, por alguna circunstancia o por algo que leíste o escuchaste, decides suspender tu
incredulidad y tienes un momento divino que te permite experimentar aquello que Dios
tiene para tu vida.  En ese momento divino, algo pasó en tu mente, en tu interior, que te
hizo suspender toda duda y creer que algo más grande es posible, permitiéndote pasar del
camino que tú has creado al camino de tu destino.  Por eso es que mucha gente vive
pequeños momentos divinos, en vez de que toda su vida sea divina.  De seguro has tenido
momentos como ese, y han sido tus mejores momentos, en donde has decidido suspender tu
incredulidad y, a pesar de tu realidad, dices: ¿Qué me cuesta creer? 

Dios quiere que, por un instante, le pongas pausa a todas las dudas que te han estado
deteniendo y haciendo caminar por tu propio camino.  Que, como el padre del joven en
Marcos 9, suspendas tu incredulidad, y digas: Creo; ayuda mi incredulidad.  Tiene que
haber un momento donde digas: Dios, sé que lo puedes hacer, pero ayuda mi incredulidad;
Señor, por un momento, quiero ver lo que pienso que es imposible, como posible.  La
incredulidad impide que prosperes, trae insatisfacción a tu vida.  No dejes que la
incredulidad sea más grande que tu fe.  Suspende tu incredulidad porque, definitivamente,
Dios tiene un destino diferente y próspero para tu vida.  Todo es posible, una vida diferente
es posible, caminar en milagros es posible.   

SI TU PUEDES CREER

“20  Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho,
quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. 21  Jesús preguntó al padre:
¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 22  Y muchas veces le echa
en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de
nosotros, y ayúdanos. 23  Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 24  E
inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.”
Marcos 9:22-24 

Parecido a la pregunta del padre del joven endemoniado en Marcos 9, en Marcos 1:40 hay
un hombre leproso que le pregunta a Jesús: Si quieres, puedes limpiarme.  Las dos
preguntas más grandes que la gente le hace a Dios para poder recibir un milagro son si
quieres, o si puedes.  La razón por la cual la gente no recibe sus milagros es por la manera
en que piden.  Estos dos hombres, inconscientemente, están haciendo a Dios el responsable
de lo que están pasando sus familias.  Ellos están pensando: ¿Querrá Dios esto para mi
vida? 

En el momento en que se va a hacer algo, siempre es más fácil decir si tú quieres,  porque
la responsabilidad de lo que suceda a base de cualquier decisión que se tome, se le pasa a
otro.  Así hay mucha gente que nunca viven la vida que Dios quiere para ellos porque su
incredulidad se basa en si Dios puede, si fuera la voluntad de Dios, si Dios quiere.  Así
como Jesús les dice a estos hombres, Él quiere darte tu milagro, pero tu milagro sucederá
cuando creas que Dios te lo dará. 

Con aquellas preguntas, aquellos hombres intentaban transferir su responsabilidad a Jesús.


Ellos le estaban queriendo decir: Si mi hijo no sana, es porque tú no quieres; si no sana, es
porque no puedes.  La contestación de Jesús a su petición de sanidad, en otras palabras, fue:
Yo puedo hacerlo y quiero hacerlo, pero ¿y tú?  ¿Puedes creer que yo lo puedo hacer? 
¿Quieres recibir tu milagro?  Jesús les dice: Viniste hasta aquí para echarme la culpa a mí,
pero tú eres el responsable de recibir tu milagro.  Siempre es más fácil echarle la culpa a
Dios, pero nunca se ha tratado de lo que Dios quiere o puede; se trata de lo que tú crees que
puede pasar.  

Debes saber que tu final no es responsabilidad de Dios, tú eres quien decide.  Lo que tienes
hoy es producto de lo que has creído que puedes tener, que puedes alcanzar, que puedes
lograr.  Sabes que hay cosas más grandes para ti, pero no le puedes echar la culpa a Dios
por no haberlas alcanzado.  No has alcanzado lo que Dios tiene para ti porque no has
querido someterte al proceso en el que Dios quiere transformarte y solo estás preguntando
si puede o si quiere, diciendo: Es cuando se haga la voluntad de Dios.  Dios te va a decir:
Yo quiero darte tu milagro, pero está en ti recibirlo. 

Cuando Jesús le contesta: Al que cree todo le es posible; aquel hombre le contesta: Creo;
ayuda mi incredulidad.  (Marcos 9:24)  La realidad es que siempre es posible creer, a pesar
de las dudas.  El problema es que hay gente que cree que debe eliminar las dudas para
creer, cuando en realidad solo debe suspender las dudas por un segundo. 

Tu vida cambia en un segundo de fe, tu vida cambia en un momento de fe, tu vida cambia
en un momento donde tú crees que todo es posible.  Lo que hace falta es un segundo en
donde, de adentro de ti, salga un: Creo; ayuda mi incredulidad.  Lo único que hace falta
para recibir tu milagro, para hacer que tu vida cambie, es creer.  Todo lo que no ha
cambiado en toda tu vida, puede cambiar, con un simple: Creo; aunque después haya cierta
duda.  Porque, lo que te pone en el lado del destino de Dios para tu vida, es que, por un
instante, te atrevas a creer que todo es posible, que puedas creer que algo puede cambiar en
tu vida. 

Después que Jesús libertó a aquel joven, los discípulos le preguntaron a Jesús por qué ellos
no pudieron hacerlo, y Jesús les responde, en Marcos 9:29: Este género con nada puede
salir, sino con oración y ayuno.  Pero Jesús no se refería a que el demonio saldría con
ayuno y oración; lo que quiso decir Jesús fue que la incredulidad de ellos era la que no les
permitía hacer el milagro y su incredulidad era la se desaparecería orando y ayunando.  
El ayuno y la oración harán que tu incredulidad desaparezca, pero lo que hace que tu vida
cambie es que, por un segundo, suspendas la incredulidad que hay en tu mente y brinques al
lado de lo que Dios tiene preparado para ti.  Hoy, cree, por un segundo, que un nuevo
matrimonio es posible, que es posible una nueva empresa; y luego ora y ayuna para
eliminar la duda.  Solo así, lo que te ha ido secando toda tu vida, se convertirá en el
testimonio más grande de la gloria de Dios en ti.  

POR ESTA PALABRA

En Marcos 7, una mujer se postra a los pies de Jesús, y clama por su hija, quien tenía un
espíritu inmundo.  La mujer era griega, sirofenicia; y el pacto de Dios era con el pueblo de
Israel, por lo que Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien
tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.  Pero aquella mujer rompió los
parámetros, y obtuvo aquello que pidió. 

“28  Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de
las migajas de los hijos.”  Marcos 7:28 

Aquella mujer estaba reconociendo: Es cierto, no merezco el pan completo, pero dame una
migaja.  Hay gente que, con migajas, hacen lo que otros no hacen con el pan completo. 
Aquella mujer creía que, con un pedacito, su hija quedaría sana. 

“29  Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30  Y cuando
llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.” 
Marcos 7:29-30 

No fue Jesús quien dio una palabra.  Cuando él dice por esta palabra, se refería a la palabra
que ella dijo, la que ella declaró.  Jesús vino a los hijos de Israel, aquella era su
encomienda.  Él dijo que todavía no era el tiempo de aquella mujer.  Llegaría el momento
en que el pan estaría accesible a todo el mundo, pero la regla en aquel momento era que ella
no podía.  Pero la fe de esta mujer hizo que la regla se suspendiera por un momento;
aquello que, en el mundo espiritual y natural, impedía que ella pudiera recibir el milagro
que estaba buscando, por un instante, tuvo una pausa, haciéndolo ahora accesible para su
vida. 

Hay cosas que se supone que tú no merezcas, que no se supone que estén para ti en este
tiempo; pero lo que tú declaras cuando te dicen que tú no tienes acceso a lo que tú deseas
alcanzar, tus palabras, hacen un suspenso por un momento, y te dan el acceso que otros
dicen que tú no puedes tener.  ¿Cómo tú reaccionas cuando te dicen que todavía no es tu
tiempo, que tienes que esperar? 

Tu fe suspende toda regla.  Eso es lo que llamamos la gracia de Dios, que es la que te da
acceso a lo que el mundo dice que tú no tienes acceso.  El mundo te juzga; te dice: Tú eres
griego, sirofenicio; tú no puedes hacerlo, no lo puedes alcanzar.  Pero son tus palabras las
que pueden, por un momento, desatar aquellas cosas que quizás realmente no estaban
reservadas para ti para este tiempo, suspendiendo la regla, por un instante, para que tú
obtengas todo lo que tú has estado creyendo y esperando de parte del Señor. 
Cuando Jesús dice a esta mujer que no es bueno dar la comida de los hijos a los perrillos,
Jesús lo que está es buscando que ella le dé una excusa para él poder hacer el milagro.   Ella
no era hija, pero por aquella palabra, su hija quedó sana.  Tu fe suspende tu incredulidad
por un momento, y tu fe suspende también por un momento, aquellas reglas que dicen que
tú no puedes tener acceso a aquello que tú necesitas hoy.  La pregunta es, ¿qué palabra tú
estás diciendo?  ¿Cómo tú estás reaccionando ante estos momentos en tu vida? 

Es vital que, por unos instantes en tu vida, tú puedas suspender tu incredulidad, porque lo
que te da acceso no es lo que el mundo ha dicho de ti, sino lo que tú dices.  Aquella mujer
le dijo a Jesús que aun los perrillos comen de la mesa de su señor; en otras palabras: Tú
eres mi Señor, y yo lo que necesito es una migaja.  Porque hay quienes, con migajas, hacen
más que otros que tienen acceso al pan completo.  No tener los recursos no es excusa para
no hacer lo que tu fe puede hacer.  Aunque otros tengan acceso a cosas que tú no tienes; tú,
con un poco de fe, y con una migaja, deberías hacer lo que otros con todo el acceso no han
podido hacer, porque tu fe te da acceso a todo lo que Dios tiene reservado para ti.  Ese es el
poder de la gracia de Dios. 

La gracia de Dios suspende las reglas que están trabajando en contra tuya.  Es tu fe, son tus
palabras las que te dan acceso.  ¿Qué tú estás diciendo?  ¿Qué tú estás hablando?  Son tus
palabras las que te dan acceso o te limitan.  Tú eres hoy el resultado de todo lo que tú has
dicho, y serás el resultado de todo lo que tú vas a decir.  No son las palabras del mundo las
que te quitan el acceso, sino tus palabras. 

La religión ha querido hacer creer que las mejores cosas están reservadas para un grupo
selecto; pero no.  Tú tienes acceso al favor y la gracia del Dios Todopoderoso.  Tú no
necesitas un contacto que te ayude; tú lo que necesitas es el favor y la gracia de Dios, que te
abren puertas que el hombre no puede cerrar. 

Cuando esta mujer llegó a su casa, el milagro estaba hecho.  Tu milagro depende de que,
por un momento, tú suspendas toda duda, y creas que todo es posible.  Todo lo que Dios ha
dicho que es para ti, es posible.  Habla las palabras correctas, camina en fe, actúa en fe; y,
al igual que esta mujer, cuando regreses, te darás cuenta que todo lo que estaba mal, Dios lo
va a haber arreglado, lo habrá puesto en orden.   

TU PERSPECTIVA DE DIOS

Todos batallamos con cosas que nos hacen dudar de lo que Dios tiene para nosotros; pero tu
vida cambia para siempre, cuando tú eres capaz de, por unos instantes, creer que todo es
posible.  Es entonces que se abre una puerta sobrenatural que te lleva a un lugar más
grande.  Si tú quieres que el poder de Dios se manifieste en tu vida, tú necesitas suspender,
por un momento, tu incredulidad, y ver las posibilidades de Dios. 

A veces, es un tanto complicado experimentar el poder de ciertas revelaciones de Dios en tu


vida, porque nuestro contexto cultural y espiritual nos ha llevado a no poder apreciar ciertas
cosas en particular.  Cuando miramos la Biblia, para poder entender los principios y las
revelaciones que Dios quiso traer, tenemos que entender el contexto cultural y espiritual en
el que el hombre se encontraba.  Cuando Jesús vino a la tierra, todavía el hombre se
encontraba bajo la ley, que no era meramente estar sujeto a los diez mandamientos.  Vivir
bajo la ley era pensar que recibirías cosas de Dios, por lo que hacías; es la ley de las obras. 
Esto era lo que establecía el Antiguo Testamento: Tú tenías que hacer, para recibir.  Pero
nosotros, hoy, no hacemos para recibir, sino que creemos, y porque creemos, es que
entonces actuamos.  Tú muestras tu fe por tus obras, no tus obras por tu fe.  Tú no vas a la
iglesia para ser cristiano, sino que vas a la iglesia porque eres cristiano.  Los cristianos
vamos a la iglesia.  Pensar que, por ir a la iglesia, se es cristiano, es como pensar que
meterte en el garaje de tu casa, te hace un carro. 

El énfasis de la ley era que tú tenías que hacer, para ser; mientras hicieras, entonces podrías
ser.  El periodo de la gracia te lleva a entender que, por fe, tú eres; y como, por fe, tú eres,
entonces puedes hacer.  Y, lo que haces, no lo haces por obligación, sino que lo haces por
tu fe.  Tú no vas a la iglesia por obligación, sino porque tu fe te obliga a ir.  No es la ley la
que te obliga a ir, no es la condenación, el señalamiento del mundo, sino tu fe.  La fe te
provoca orar, leer la Biblia, servir a Dios.  Y eran estos conceptos en los que Jesús estaba
batallando, porque había gente que siempre estaba buscando señalar, culpar a los demás,
porque no todos se mantenían en el renglón de lo que ellos consideraban correcto. 

En Marcos 7, vemos una mujer que rompió estos parámetros, y Dios le dio un milagro.  
Una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, se postró a los pies de Jesús, y pidió por su
hija.  Aquella mujer se nos describe como griega, y sirofenicia de nación.  Jesús no le dijo
que no, sino que todavía no era tiempo; porque Jesús vino a la nación de Israel; él sabía que
tenía que cumplir con ministrar primero a la nación de Israel.  El problema es que,
dondequiera que él iba, la nación de Israel no le recibía, sino que siempre estaban buscando
algo para señalarle.  Entonces, le dice a esta mujer: Deja que yo le dé primero a los hijos. 
Aquello no era un no, sino un todavía; no había llegado el tiempo en que aquellas cosas se
podían manifestar en la vida de aquella mujer, porque no estaba bajo el pacto de Dios. 

“28  Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de
las migajas de los hijos.”  Marcos 7:28 

¿Cuándo vemos a un judío decirle a Cristo: Señor?  Lo primero que esta mujer hizo, fue
hacer a Jesús su Señor, elevándolo a un grado que aun muchos judíos no lo habían elevado. 
Para ellos, Jesús era un gran Maestro, pero no era su Señor.  Tú no puedes recibir milagros
de maestros; tú recibes instrucciones de maestros; pero tú recibes tus milagros, cuando tú
crees que Jesucristo es el Señor. 

Esta mujer, abre una primera puerta, diciendo: Sí, Señor.  En el Antiguo Testamento, vemos
que Abraham cometió dos graves errores.  En un momento de hambre, de necesidad, fue a
Egipto con su esposa Sarah, y el rey puso sus ojos en ella.  Abraham temió por su vida, y
entrega a Sarah diciendo que era su hermana; pero Dios le habla al rey, y le dice que Sarah
es esposa de Abraham.  Lo curioso es que la Biblia dice que, cuando Sarah entró a casa de
Abimelec, ella quedó estéril, y con ella, todas las mujeres que estaban en la casa de
Abimelec.  Así que, el vientre de Sarah se cerró.  Sarah no era estéril, sino que el hecho de
que Abraham la regalara, la hizo estéril; porque, ¿qué mujer quiere concebir algo de un
hombre que la regala?  Y tomó 25 años para que aquel vientre se abriera.  La Biblia dice
que, en un momento dado, cuando Sarah le volvió a llamar “señor” a Abraham, cuando
Abraham se volvió a ganar el respeto de Sarah, fue cuando Sarah abrió su vientre para
poder recibir la semilla de Abraham. 

Tu perspectiva de Dios cierra tu vientre espiritual.  Cuando tú piensas que Dios no te


quiere, que te está diciendo que no, que Él es el que te ha traído los problemas, se cierra tu
vientre espiritual para recibir de Él.  Pero, cuando tú le reconoces como tu Señor, recibes el
milagro que has estado esperando de mano de Dios. 

¿Tú quieres un milagro de parte de Dios?  Reconócelo como tu Señor.  Muchos lo


reconocen como Salvador, pero no como Señor.  Tienes que reconocerlo como Aquel que
tiene autoridad sobre tu vida, como Aquel que no tan solo puede hacer las cosas, sino que
quiere darle dirección a tu vida, a tus pensamientos, a tu corazón.  Cuando tú te abres a
esto, entonces recibes tu milagro. 

ESTA CLASE DE FE

“25  Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo,
diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
26 
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como
muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. 27  Pero Jesús, tomándole de la mano, le
enderezó; y se levantó. 28  Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte:
¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? 29  Y les dijo: Este género con nada puede
salir, sino con oración y ayuno.”  Marcos 9:25-29 

Hay quienes piensan que Jesús estaba diciendo que, de la única manera en que salía aquel
demonio, era con ayuno y oración porque tal vez esa clase de demonio es más fuerte que
otros.  Pero, cuando miras el contexto de la historia, Jesús lo que está diciendo es que, lo
que se va con ayuno y oración, es la incredulidad.  Jesús nunca tuvo problemas con ningún
demonio.  No había nada que detuviera a Jesús.  Si lees el contexto completo, en realidad
Jesús lo que hace es discutiendo con los discípulos por su incredulidad y porque, como dice
el versículo 14, cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud
alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos. 

Es curioso que, en la mayoría de las reuniones de los religiosos, siempre surjan peleas por
teologías y doctrinas.  No piensan que, mientras pelean por sus creencias, la gente está
deprimida, enferma, está preocupada.  Hay muchas iglesias que lo que les gusta es litigar
con la Biblia como herramienta.  Ahora en las redes sociales se pasan buscando a otros
predicadores, opinando sobre qué deben predicar y, cuando vas a sus muros, ni tan siquiera
hacen lo que demandan de otros.  Se pasan criticando a los demás, y se olvidan de los que
en realidad necesitan un cambio en sus vidas. 

Lo que queda es preguntar si con sus grandes títulos y posiciones la gente se ha sanado,
libertado, cuántos matrimonios se han restaurado, cuánta gente puede decir que por oírles
sus vidas han sido cambiadas, transformadas.  Se pasan mirando la paja que está en el ojo
de su hermano.  A Jesús, lo que le ofende es que se pelean por doctrinas, mientras no se
cumple su misión aquí en la tierra.  En esta historia, Jesús esta ofendido con sus discípulos
porque, por estar peleando, entró incredulidad en ellos y no pudieron cumplir la misión que
tenían delante de ellos.  Tú, deja de estar peleando por doctrinas y teologías allá afuera. 
¿De qué sirve teología, mientras tu vida está llena de hambre, tristeza y preocupación?  Lo
que hace falta para que la gente cambie es que tú creas que Jesucristo es el Señor.  

En Juan 14:12, dice: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun
mayores hará, porque yo voy al Padre.   Aquí no dice “el apóstol que cree en mí”, “el
profeta que cree en mí”, “el pastor que cree en mí”; Él dice el que cree, cualquiera que crea
en mí, cosas más grandes hará aquí en la tierra.  Uno de los problemas de la iglesia, es que
no cree.  Entonces, los que no creen, se molestan con los creen. 

Nunca le pases la responsabilidad a otro de lo que no estás dispuesto a creer.  Nunca verás
milagros en tu vida, si no lo puedes creer.  Nunca cargarás la autoridad de Dios, si no
puedes creer, si permites que las peleas y las cosas vanas de la vida te impidan creer. 

Muchos llegan a la iglesia y quieren convertirse en cristianos filósofos.  Estudian teología,


y los estudios comienzan a minimizar su fe.  Todo cristiano debe escudriñar la Palabra,
pero procura que tu fe no se vea afectada.  Se debe escudriñar la Palabra, pero muchos
comienzan a estudiar teología, pensando que la teología les ayudará en su cambio, pero lo
que cambia tu vida es creer.  Muchas veces el conocimiento de más lo que hace es crear
más duda e incredulidad.  Al estudiar, algunos comienzan a guiarse por las experiencias de
otros, en vez de pensar por sí mismos, como Dios quiere.  Aprende a vivir como Dios
quiere que tú vivas.  

Cuando Mateo relata esta historia del joven endemoniado, en Mateo 17:22, dice que,
cuando los discípulos le preguntan a Jesús por qué ellos no pudieron echar fuera aquel
demonio, 20  Jesús les dijo: Por vuestra poca fe…  Así que, todo lo que tienes que tener, es
un poco de fe para cumplir la misión que Dios te ha asignado en la tierra y para recibir tu
milagro.  Todo lo que necesitas para que tu vida cambie es una fe sencilla.  Para el que cree,
todo es posible.  

CON UNA PALABRA

“14  Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos,
y escribas que disputaban con ellos. 15  Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y
corriendo a él, le saludaron. 16  Él les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos? 17  Y
respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu
mudo, 18  el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los
dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.”
Marcos 9:14-18 

Existen varios momentos donde, sin darte cuenta, alimentas tus dudas, tus incredulidades.
Estas cosas te afectan aun siendo creyente, siendo cristiano; son cosas que alimentan tus
dudas y hacen que te pierdas de los milagros de Dios.  

La teología tiene que ver con las conclusiones a las que ciertas personas llegaron en su
pensamiento.  Muchos cristianos que estudian la teología, lo que hacen es estudiar lo que
pensaron varias personas, y muchos comienzan a cuestionar la realidad de la Palabra de
Dios.  No es malo estudiar teología, pero a pesar de lo que piensa o cree cada cual, lo único
que tiene efecto en tu vida y en la vida de los que te rodean es lo que tú crees.  Al fin y al
cabo, saber en qué parte de la Biblia habla de dinosaurios no es lo que trae resultados a tu
vida.  Lo que traerá resultados a tu vida es creer que el Dios que hizo la luz, el Dios que
organizó y llenó la tierra con una palabra, puede organizar tu vida y llenarla de luz, con una
sola palabra.  Si algún teólogo leyera estas palabras hoy, tal vez piense que se está
simplificando la Biblia; pero, en realidad, lo que tú necesitas es al Dios que puede cambiar
tu vida hoy con una palabra.   

Los escribas eran teólogos de aquel tiempo y, cuando Jesús llegó a aquel lugar, la Palabra
dice que encontró a los discípulos discutiendo con ellos.  Cuando Jesús les preguntó a sus
discípulos sobre qué discutían con los escribas, salió un hombre a decirle que no habían
podido libertar a su hijo que estaba endemoniado, y no tuvieron oportunidad de contestar.
Por este motivo, se podría pensar que los discípulos y los escribas discutían sobre los
métodos, sobre los ritos litúrgicos, o maneras en que se debería expulsar aquel demonio, o
tal vez les acusaban por creer tener poderes que no les correspondían.  Pero, a pesar de la
manera en que los escribas pensaran sobre cómo echar fuera aquel demonio, en realidad
todo era tan simple como echar toda duda al lado y emplear el poder que había en ellos. 
Así hubiesen echado fuera aquel demonio, como lo hizo Jesús. 

Los religiosos y teólogos se complican la vida, pensando que las cosas se deben hacer de
una cierta manera o, de lo contrario, no funciona.  Piensan que hay que pararse de cierta
manera, hablar de cierta manera, orar por tanto tiempo, cantar por tanto tiempo para
provocar lo sobrenatural de Dios, para provocar milagros.  Pero cuántos problemas y estrés
te hubieses evitado, o te podrías evitar, si dejaras el empeño de conseguir o seguir alguna
fórmula para alcanzar el resultado que esperas y decidieras simplemente dejar toda duda y
abrir tu boca.  Entonces podrías vivir en lo que Jesús le dijo al padre de aquel joven: Si
puedes creer, al que cree todo le es posible.  (Marcos 9:23) 

Hay gente que viven y tienen una teología profunda, pero aun así sus vidas están vacías, no
funcionan y, sin darse cuenta, lo que comienzan es a llenarse de incredulidad.  Entran en un
círculo que solo el creer en el poder de Dios les podrá sacar.  Además de andar en teologías
profundas que a veces lo que hacen es confundir, entran en teologías erróneas que cancelan
el poder de Dios; teologías, o doctrinas, de pensamientos “cristianos” que cancelan el poder
de Dios.  Comienzan a pensar: ¿Podrá Dios sanar todavía?  ¿Aún se manifestarán milagros?
Se cuestionan si habrá terminado la época de los milagros.  Se preguntan: ¿Seguirá Dios
trabajando de esa manera?  Son aquello que argumentan que, si Dios aún hace milagros y
se supone que hagamos cosas más grandes que Él, ¿por qué no vemos algún mar abrirse
como en el tiempo de Moisés?  ¿Por qué Dios no abre el mar para cruzar a otro país?  ¿Por
qué no hace lo que hizo en los tiempos de la Biblia? 

La realidad es que Dios no está buscando impresionarte a ti.  ¿Por qué repetir lo que ya hizo
para impresionarte?  ¿No crees que cruzar el mar en un pedazo de metal pesado como lo es
un avión, sin que se caiga, es un tipo de milagro?  Aun así, muchos comienzan a cuestionar
y a llenarse de duda: ¿Todavía Dios sanará?  ¿Todavía Dios hará milagros? 
La respuesta clara y básica es que la Biblia dice que Él es el mismo ayer, hoy y por
siempre.  La fe no expira; el que creyó ayer, el que cree hoy y el que cree mañana, puede
ver cosas grandes ocurrir con su vida, puede ver milagros ocurrir con su vida.  Tú no
puedes dejarte llevar por esas doctrinas, por esas ideas, que tratan de cuestionar lo que Dios
quiere y está dispuesto a hacer por ti ahora.  Escoge creerle al Dios que trabaja de manera
sencilla, el Dios que, con tan solo una palabra, hizo la luz, y con esa misma palabra libertó
a aquel joven endemoniado.  Ese mismo Dios, con una sola palabra, ordenará tu vida.  Cree
y recibe todos los milagros que Dios tiene para ti. 

NO TE IMPRESIONES

“18  Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde
aquella hora. 19  Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué
nosotros no pudimos echarlo fuera? 20  Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto
os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí
allá, y se pasará; y nada os será imposible. 21  Pero este género no sale sino con oración y
ayuno.”  Mateo 17:19-21

Una de las cosas que llena al hombre de incredulidad, es la impresión que algo puede
causar.  Mucha gente dice que esto fue lo que pasó con los discípulos, que quedaron
impresionados de lo que el demonio hacía con aquel muchacho.  Aquella circunstancia tan
difícil les había impresionado. 

La manifestación del demonio en aquel joven, fue uno de los momentos más dramáticos de
aquel milagro.  Cuando se manifestaba, aquel joven tenía convulsiones, era tirado de un
lugar a otro, botaba espuma por la boca.  Los discípulos nunca se habían enfrentado algo
así.  Cuando llegó Jesús, dice la Biblia que el demonio sacudió al muchacho y lo tiró de un
lado a otro.  Jesús no reaccionó a la manifestación de aquel demonio, y solo se quedó allí
esperando que terminara.  Jesús, en vez de impresionarse, lo que hizo fue ponerse a hablar
con el papá del joven, mientras terminaba de manifestarse y, cuando terminó, Jesús le
reprendió y paró al muchachito del suelo.  Aquella manifestación no conmovió tanto a
Jesús, se conmovió más bien por la incredulidad de los que estaban a su alrededor.  Cuando
las circunstancias de la vida no te impresionan, cuando no te dejas sacudir por el mundo, al
igual que Jesús, entonces tu fe es suficientemente sólida para vencer cualquier cosa.  

Contrario a la reacción de Jesús ante aquel escenario, los discípulos, cuando vieron aquello,
empezaron a decir: ¿Qué hago ahora?; no me dieron un manual para esto.  La realidad es
que ninguno de los milagros que Jesús hizo, los hizo de la misma manera; todos los hizo
diferentes.  No había un manual para hacer milagros, solo había que creer; los milagros se
trabajaban según la situación que se presentara. 

Varias cosas podrían impresionarte, al igual que a los discípulos, al punto de no poder
experimentar los milagros de Dios en tu vida.  Una de estas cosas es la economía, ver que la
economía se sacude, se sacude el mundo, la gente que está a tu alrededor se sacude por los
problemas.  Ves a la gente irse del país, pero eso no puede sacudir tu fe; no permitas que
eso te haga dudar; el Dios que te prometió prosperarte en tu país, te va a prosperar, te va a
bendecir, te va a abrir puertas. 
Hay cosas que están sucediendo a tu alrededor que pueden sacudir tu fe, pero tienes que
saber y entender que lo que Dios ha puesto dentro de ti es más grande que cualquier cosa
que el mundo y el enemigo quieran traer sobre tu vida.  Tiene que haber un momento donde
ya nada te impresione, a tal grado que, cuando el mundo se sacuda al lado tuyo, tu interior
no se sacuda.  

Últimamente, ¿qué cosas te han impresionado?  ¿Qué problemas han llamado tu atención?
¿Habrá algo que, en vez de llevarte a decir “yo tengo el poder para solucionarlo” te ha
hecho pensar cómo vamos a solucionar esto?  Una de las peores sensaciones que puedes
experimentar es el sentido de impotencia, el no tener el poder de cambiar algo, de no poder
hacer algo.  Los discípulos llegaron a ese momento, cuando vieron aquello que estaba
pasando que nunca antes habían visto.  Tú vas a ver cosas que nunca antes habías visto.  El
mundo va a pasar por cosas que nunca habías visto, dificultades que nunca antes se habían
visto, pero de esa misma manera, el poder de Dios va a hacer cosas que nunca antes se
habían visto.  

Siempre que te preguntes cómo vas a solucionar esto, recuerda que, en etapas pasadas de tu
vida, que te estremecieron y trajeron confusión, tristeza, Dios obró en ti.  Recuerda esto
para que, cuando vuelvan a ocurrir esas cosas, y aún peores, puedas mantenerte firme; para
que, cuando llegue ese pensamiento, puedas decir: No sé como lo voy a solucionar, pero
Dios tiene la solución, al igual que aquella vez.  No permitas que las cosas a las que el
mundo reacciona, te lleven a tener incredulidad.  

Aquel demonio hizo que el joven se sacudiera porque se había encontrado delante de la
presencia de Jesús.  Así que, cuando algo se sacuda en tu presencia, recuerda que, cuando
tú llegas, llega poder, y lo que está a tu alrededor se tiene que estremecer.  Tú cargas un
poder tan grande, que hace que las cosas que están a tu alrededor se estremezcan y, como
Jesús, tienes el poder para hacer que las cosas sucedan. 

NADA TE PUEDE GANAR

La fe nunca opera en el mañana, sino que siempre opera en el presente.  En cambio, la
esperanza opera en el mañana; la fe te hace creer, ahora.  La fe hace que la circunstancia
presente no te detenga, sino que puedas ver, hoy, realizado en tu vida lo que ha de
manifestarse más adelante.  La fe hace que te convenzas, hoy, de algo que se puede
manifestar un tiempo después.  

“Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre
vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación,
vana es también vuestra fe.”  1 Corintios 15:12-14 

Vana es nuestra fe, si no creemos en la resurrección de Cristo.  Tenemos que entender que,
cuando los cristianos hablamos de fe, no estamos hablando de pensar positivo.  Nuestra fe
no está basada en pensar bien, sino que está basada en el poder de Dios, que resucitó a
Jesús de entre los muertos.  Tener fe en esto, te abre un mundo de posibilidades.  Es bueno
tener fe en tus fuerzas, capacidades, y creer que puedes, pero es aún más grande creer que
todo lo puedes en Cristo que te fortalece.  Porque, cuando tus fuerzas no te bastan para
obtener lo quieres, es en las fuerzas de Cristo que puedes alcanzar lo que, con tus fuerzas,
no puedes lograr.  

Pablo habló mucho sobre la resurrección de Cristo, porque mucha gente no creía en ella.
Es importante que creas en la resurrección, porque esa es una de las evidencias de que Jesús
es el Hijo de Dios.  Esto lo creemos por fe; Jesús dijo que bienaventurados serían aquellos
que no vieron, y creyeron; Jesús se refería a nosotros.  No tenemos que ir a Jerusalén a ver
la tumba vacía porque, en nuestro interior, tenemos la convicción de que fue real.  El hecho
de creer en la resurrección de Cristo es lo que nos da la oportunidad de recibir el perdón de
nuestros pecados.  No es la cruz lo que hace que se manifieste el perdón, es la resurrección
lo que nos da acceso a la libertad de los pecados.  Creer en el poder de la resurrección de
Cristo nos da la certeza de que estamos en un reino, bajo un Dios que está vivo.  

La resurrección de Cristo es lo que nos da autoridad sobre el mundo natural.  Cuando


aceptas a Jesucristo como tu Salvador, lo que se soluciona es un problema espiritual, te
reconcilias con el Padre.  Pero, cuando hablamos del poder de Dios, este se manifiesta para
que puedas vencer todo aquello que naturalmente está deteniendo el propósito de Dios en tu
vida.  Ya sea que estés enfermo, o la pobreza, la inseguridad, entre otros, el poder de Dios
se manifiesta para cambiar todas esas cosas.  Si Cristo no hubiese resucitado, significaría
que las fuerzas naturales pudieron más que él.  Pero no fue así; Cristo resucitó, venció al
enemigo, y no hay nada que no podamos vencer.  El problema de muchas personas es que
piensan que la enfermedad es más fuerte que la sangre de Cristo que está en ellos, pero
ninguna enfermedad tiene poder sobre los que fueron lavados con la sangre de Cristo.

Muchas de las cosas que llegan a tu vida, vienen precisamente para oponerse al poder de
Dios que hay dentro de ti.  En el mundo siempre habrá oposición; pero, si entiendes el
poder de Dios, vas a tener la fuerza para oponer todo lo que venga en contra de ti.  No se
trata de que tengas cuidado con el enemigo, se trata de que el enemigo debe tener cuidado
contigo.  

La batalla más grande que debes vencer es la de la fe; porque, si ya tienes fe, el enemigo es
irrelevante.  Todo aquel que está peleando tanto con el enemigo, es porque, en algún área,
su fe ha fallado, o su fe es débil y cree que hay una fuerza más grande que la que tiene en
su interior.  

La resurrección de Cristo es la única posibilidad de que puedas vencer todos los problemas
que haya en tu vida.  La tumba no pudo contener a Cristo, de la misma manera, no hay nada
que el mundo trate de hacerte que pueda contenerte.  Ni siquiera la muerte te puede ganar;
Pablo decía que el vivir es Cristo, y la muerte es ganancia.  NADA te puede ganar.  Cuando
empiezas a caminar bajo esa convicción, tu vida verdaderamente cambia.  

CRISTO PUEDE LEVANTARTE HOY

Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas
también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano
resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le
dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto,
vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo:
Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.” 
Juan 11:21-27 

Esta porción nos muestra que vemos a Dios en el pasado o en el futuro, nunca en el
presente.  Marta dice “si hubieras estado aquí”, a lo que Jesús contesta que Lázaro
resucitaría.  El problema de Marta era su ansiedad, como muchas personas, que nunca
viven el presente.  Cuando siempre vives en el pasado, o en lo que Dios hará en el futuro,
pierdes lo vital de la fe.  La fe te hace creer ahora, lo que ocurrirá dentro de un tiempo.  

Hay muchas personas que tienen miedo a tomar decisiones porque creen que la decisión
que tomen hoy, mañana podría no ser la mejor.  No hay tal cosa como una mala decisión en
el futuro; debes tomar decisiones en base a lo que tienes hoy.  Nadie puede juzgar las
decisiones de tu pasado; en aquel momento, tomaste la mejor decisión que podías tomar,
basado en tus circunstancias.  Por eso es que muchas personas no quieren tomar decisiones,
porque están esperando saber cuál es la mejor para el futuro.  La mejor decisión es la que
puedas tomar hoy; mañana tomarás otra decisión.  Si es malo estar en lo que Dios hizo en el
pasado, peor es estar en lo que no hizo.  

Fíjate que Marta estaba pensando en el pasado, pero luego dice “ahora sé que todo lo que
pidas a Dios, Dios te lo dará”.  Lo que cambia tu vida es lo que sabes hoy.  ¿De qué estás
convencido, hoy?  Marta estaba convencida de que Dios podía concederle a Jesús lo que le
pidiera.  Sea lo que sea que haya ocurrido en tu vida en el pasado, lo que sabes hoy, es lo
que puede cambiar tu vida.  La revelación de lo que tú sabes que Dios puede hacer ahora, es
lo que abrirá la puerta para el milagro que tú necesitas.  No es lo que no pasó, es lo que
sabes hoy que Dios puede hacer.  Hay mucha gente que dice que, si hubieran sabido hace
diez años atrás que Dios los quería prosperar, estarían en otro nivel.  No importa lo que tú
no sabías hace diez años atrás, es lo que tú sabes hoy.  

El conocimiento de muchos está basado en lo que ya pasó.  Si Marta se hubiese quedado en
el pensamiento del pasado, probablemente no hubiese visto el milagro de la resurrección de
su hermano.  Tienes que saber, hoy, que Dios puede sacarte del lugar en donde te
encuentras; tienes que saber que Dios te puede levantar.  Jesús se le quería revelar a Marta
como la resurrección, mientras ella estaba pendiente al mero concepto de la resurrección.
Ella estaba concentrada en toda la teología que le habían enseñado, y no podía ver que tenía
la resurrección en frente.  Pero Jesús empezó a hablarle, y construir su fe en la revelación
de la resurrección, porque Marta no podría ver el milagro en su hermano, si no veía la
resurrección delante de ella.  Nunca podrás ver un milagro en el futuro, si no lo vez hecho
ahora.  Los milagros no ocurren en el futuro, sino que ocurren ahora, cuando ves la
revelación delante de ti.  

Hay momentos en que debes guardar silencio y dejar que Jesús construya la revelación en
tu vida.  Tienes que dejar que Dios vaya construyendo, poco a poco, lo que tú necesitas ver
hoy, para que tu presente cambie.  Lo que creas hoy, es lo que va a construir tu futuro.  
Marta había visto gente resucitada, pero no había conocido a la resurrección.  ¿Cuál es el
Cristo que conoces; el que puede levantarte hoy, o el que lo hará algún día?  Si puedes creer
en que Cristo es la resurrección, todo es posible.  El día que le entregas tu vida a Dios, el
poder de la resurrección vive dentro de ti.  Cuando permites que ese poder reine en tu vida,
puedes vencer todo lo que venga contra ti.  No hay nada que el mundo haga que pueda
vencerte.  

UNA ATMOSFERA DE MILAGROS

“13  porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 14  ¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15  ¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas!”  Romanos 10:12-15 

Nosotros somos responsables de que la gente escuche, y tenemos que buscar que no haya
excusa.  Dios ha escogido, para salvar a este mundo, la locura del evangelio; el evangelio
despierta en ti tu nueva vida, mueres a la vida del pasado, te renueva, activa tu interior; te
saca de muerte a vida.  Es cuando realizas esto que, entonces, lo que tienes, lo puedes vivir,
disfrutar a plenitud.  Por eso es que la gente necesita escuchar el evangelio. 

Lo importante del evangelio no es el mensajero, sino el mensaje; no es que tú convenzas a


alguien.  El mismo Pablo nos advierte, en el libro de Corintios: Yo no vine a ustedes con
sabiduría humana, con palabras persuasivas, sino con el poder de Dios.  Y el poder de Dios
se carga a través de la semilla de la Palabra.  Deposita la semilla y deja que dé fruto porque
ella tiene en sí misma un poder que se va a activar, si cae en el corazón correcto.  Cristo
dijo que el reino de Dios era como un sembrador que salió a sembrar, y la semilla cayó en
diferentes terrenos; en unos creció de una manera, en otros no creció, en otro dio al treinta,
al sesenta, y al ciento por uno.  El problema no era el sembrador, ni la semilla, sino el
terreno.  Pero un terreno malo no puede desanimarte de seguir sembrando. 

Jonás, Dios lo envía a predicar a Nínive, y él no quería.  Eventualmente, termina yendo a


donde Dios le dijo, dentro de un pez grande.  Porque, cuando Dios dice que tú vas para un
sitio, o vas en barco o vas en ballena, pero vas comoquiera; tú escoges.  No se trata de si tú
quieres hacerlo o no.  Jonás llegó molesto, y comenzó a predicar así mismo, molesto, como
para que nadie se convierta; pero todos se convirtieron, porque no es el mensajero, sino el
poder detrás del mensaje. 

Tu vida cambió por la palabra del evangelio.  Quizás todavía no entiendes todo, pero algo
cambió.  Y ahora tú eres responsable de seguir lanzando esta Palabra, de seguir
compartiendo las buenas nuevas, y de permitir que sean las buenas noticias de cambio, de
transformación, de posibilidad, de futuro, de esperanza, las que cambien el corazón de las
personas. 
Cuando el evangelio encuentra terreno correcto, el lugar preciso, comienza a crearse una
atmósfera de milagros. 

“19  Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra
de Dios. 20  Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y
confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.”  Marcos 16:19-20 

Primero iba la Palabra, y luego las señales que le seguían; porque, cuando tú lanzas la
Palabra, comienza a crearse una atmósfera de milagros.  La Palabra no tan solo cambia el
corazón de una persona, sino que cambia la atmósfera, fertilizando el terreno para la
posibilidad de que ocurran milagros. 

No se trata de que discutas teología, doctrina; no discutas con fariseos.  Que si la mujer
puede o no maquillarse, que si circuncisión o no circuncisión.  La gente va a buscar
contienda, y tú tienes que entender que eso se lo hicieron aun al mismo Cristo; todo el
tiempo lo buscando para apedrearle.  Lo criticaban, y él a algunos los enfrentaba, a otros los
ignoraba, pero no permitía, de ninguna manera, que esa gente le sacara del enfoque de
llegar a aquellos que iban a recibir la Palabra, aquellos que eran el terreno fértil.  Cuando
Jesús lanzaba la Palabra, los milagros comenzaban a ocurrir porque, tan pronto cae en el
terreno perfecto, las cosas comienzan a cambiar, la atmósfera se energiza, todo comienza a
transformarse.  Si tú quieres ver milagros, no se trata únicamente de orar; los milagros
comienzan a ocurrir porque Dios tiene que respaldar con señales y prodigios la palabra que
tú lanzas.  Dios no va a dejar que tú quedes en vergüenza. 

Tu país necesita de personas que le dejen saber que su vida puede cambiar, que todo puede
cambiar, a través de lo que Cristo hizo por ellos en la cruz del Calvario.  Cristo dijo: La
mies es mucha, los obreros son pocos.  La gente allá afuera está lista para recibir una
semilla en el corazón que cambie sus vidas para siempre; hay necesidad.  Tu trabajo es
lanzar la Palabra, hablarle a la gente, dejarles saber cómo tu vida ha cambiado, y dejar que
la semilla haga el resto, creando una atmósfera de milagros.  Los milagros ocurren cuando
se lanza la Palabra.  Los milagros más grandes que han ocurrido en tu vida, ha sido porque
has recibido la Palabra, el evangelio; una buena nueva te despertó a un cambio de vida, y
eso es lo que vives hoy.  El poder está en el mensaje. 

TU CONDICION ESTA POR CAMBIAR }

“8  Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo
mismo que a nosotros; 9  y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la
fe sus corazones.”  Hechos 15:8-9 

Cuando el evangelio cae en buen terreno, se produce fe en el corazón.  En los evangelios,


vemos gente que oyó que Jesús estaba haciendo milagros, y fe se levantó en ellos.  Cuando
lanzas el evangelio a la vida de una persona, esta comienza a querer cambiar, a ver y a
hablar diferente, a creer por cosas que antes no creía.  Ese es el poder del evangelio; cambia
corazones escépticos, transformándolos, limpiándolos.  Mientras el evangelio no llega a tu
vida, vives en amargura, no crees en nadie; pero llega la Palabra de Dios, llega el evangelio
con el poder de Dios, y tu corazón comienza a creer y a ser transformado. 
Por supuesto, esta trasformación se da, según creces en tu interior.  El problema de la
religión es que te adoctrina y, al hacerlo, te quita la fe, no dando espacio al poder del
evangelio.  Cuando Cristo te transforma, despierta tu corazón; hay que renovar tu carácter,
dejar tus viejas costumbres, pero no puedes permitir que la fe inocente del corazón se
pierda, porque lo que activa el evangelio es esa fe.  Así que, lo primero que produce el
evangelio, es fe.  Y nuestra vida se va purificando, basado en esa fe. 

Lo segundo que produce el evangelio, es arrepentimiento, que no es meramente pedir


perdón, sino transformar tu vida, cambiar de dirección.  Tampoco consiste en cumplir
dogmas; “No hagas esto, no hagas lo otro, no digas aquello, haz tal cosa.”  Adoctrinar no
hace de nadie una persona arrepentida, transformada.  La renovación y el arrepentimiento
sinceros, se muestran en el deseo de vivir plenamente para Dios. 

El joven rico le dijo a Cristo: Quiero la clase de vida que tú tienes.  Jesús le dijo que
siguiera los mandamientos, a lo que él respondió que todos los había guardado.  El cumplir
los mandamientos le había dado estatus; era un líder de la sinagoga; pero, comoquiera,
siente un vacío.  Jesús le da la clave para seguirlo: Despréndete de todo lo que has obtenido
siguiendo esos mandamientos; pero el joven no quiso hacerlo, sino que su corazón se
entristeció.  No había posibilidad en este joven de arrepentirse, de cambiar de rumbo.  En
contraste, vemos a Pedro, que Cristo le dice “sígueme”, y dejó la barca desbordada de peces
para seguir al Maestro.  Pedro decidió cambiar su vida; el corazón arrepentido le dio la
posibilidad de cambiar de dirección.  Igual Saulo; iba en una dirección, pero tuvo un
encuentro con Dios y comenzó a ver las cosas totalmente diferentes. 

Tú has cambiado, tu carácter ha cambiado; te expones a la Palabra, y comienzas a ver el


amor de Dios por ti, experimentas resultados por causa de lo que Él está haciendo en tu
vida, y surge en ti el deseo de cambiar.  Es el poder del evangelio que te capacita para dejar
la vieja criatura, y vivir en la libertad a la que Dios te ha llamado.  Ese es el verdadero
arrepentimiento.  ¿Tú quieres que alguien cambie?  No le impongas doctrina, predícale el
evangelio, y deja que la misma Palabra provoque ese deseo de transformación.  Cuando se
está lo suficientemente expuesto a la Palabra, se produce verdadero arrepentimiento. 

Tercero, ocurre un cambio de consciencia en cuanto a tu relación con Dios; entiendes que
tu posición ha cambiado y tu condición tiene que sujetarse a tu nuevo estado espiritual. 

“4  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5  aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos), 6  y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús…”  Efesios 2:4-6 

Así como Adán murió espiritualmente al pecar, mas no físicamente, cuando tú aceptas a
Cristo como tú Salvador, tú ahora pasas a lugares espirituales, celestiales, aunque viviendo
en un mundo natural.  Tu posición cambia, y tu condición eventualmente tiene que
sujetarse; no de un día para otro, pero tu condición se ajusta a tu nuevo estado espiritual. 

Tu mente tiene que cambiar, tienes que verte en otro nivel; por eso, lo primero que Dios
hace, es hacerte hijo.  En el momento en que padecía hambre, el hijo pródigo dijo:
¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de
hambre!  Él estaba consciente de que un cambio de posición cambiaba su condición.  Era
hijo, pero fuera de casa, su condición no cambiaría.  Muchos cristianos quieren recibir el
milagro en la porqueriza; pero el hijo pródigo tuvo que salir de allí y, entonces, su
condición cambió. 

El cambio de posición cambia tu condición.  Tu condición está a punto de cambiar, pero


algo en tu mente tiene que cambiar primero.  Esto no es cosa de una vez en la vida. 
Repetidamente vas a tener que enfrentar y atravesar cambios de posición espiritual,
emocional, para que Dios pueda desatar en tu vida toda la bendición que Él ha preparado
para ti.  El día que, en tu corazón y en tu mente, estés en el lugar correcto, el resto se va a
tener que alinear a lo que tú ya eres en tu interior.  Tu cambio es seguro, porque no depende
de un cambio de gobierno; tú estás sentado en lugares celestiales en Cristo Jesús; tú
cambiaste de muerte a vida.  Puede tomar un tiempo, pero el cambio en tu vida es seguro,
porque está sujeto al nuevo cambio espiritual que Dios te ha dado. 

LO QUE TRANSFORMA TU VIDA

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.  Porque en el evangelio la
justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
Romanos 1:16-17 

Pablo establece lo importante y fundamental de predicar el evangelio.  El evangelio no


viene para mejorar tu vida, sino que viene a sacarte de la muerte espiritual en la que estás
antes de conocer a Jesús.  Cuando Adán pecó, Dios le dijo que moriría.  Adán tenía vida
natural, pero estaba muerto en el espíritu.  Esa es la misma condición en la que vive todo
aquel que no ha conocido a Dios; son funcionales en su vida diaria, pero están muertos
espiritualmente.  Lo único que activa ese despertar espiritual es el poder del evangelio.  

Es importante que estemos consientes de lo vital que es compartir el evangelio, y saber que
el poder no está en el mensajero, sino que está en el mensaje mismo.  Hay mucha gente que
no evangeliza porque piensan que para ganarse a alguien para el Señor tienen que tener
mucha sabiduría teológica.  Mientras, Pablo decía que él no venía con sabiduría humana,
sino que venía con el poder del evangelio.  Es por eso que tienes la responsabilidad de
comenzar a compartir la Palabra.  

Debes decirle a las personas que te rodean palabras como: “Cristo te ama”; “Jesús murió
por ti”; “a través de lo que Jesús hizo por ti, estás reconciliado con Dios”; “no hay
enemistad entre tú y Dios”; “no debes sentir más culpa, ni condenación”.  Lo que falta es
que la gente conozca, para que se les active el corazón, y entonces puedan creer por otras
cosas.  ¿Cuándo fue la última vez que le hablaste a alguien del evangelio?  No es invitarlos
a la iglesia, es predicarles el evangelio, hablarles del amor de Dios y cómo ha cambiado tu
vida.  Tu trabajo es depositar esto en el corazón de todos aquellos a los que puedas llegar.  

Cuando hacemos esto, se provoca fe en las personas, se provoca arrepentimiento y la gente


cambia de estado espiritual.  Puede que la condición natural de las personas no cambie
instantáneamente, pero sí cambia su posición, porque Dios los ubica en lugares celestiales.
Y, si cambia la posición, eventualmente cambiará la condición.  

Cuando le entregaste tu vida a Cristo, no fue tu decisión lo que te hizo salvo, fue el poder
sobrenatural de Dios que te hizo creer que podías ser salvo.  El poder de Dios se activó en
tu vida por encima de toda duda, problema o dificultad.  Si no se entiende esto, no se le da
el valor que merece al evangelio, y se puede cometer el error de involucrase en actividades
que verdaderamente no transmiten el poder de Dios.  

El poder de la iglesia está detrás de todas estas cosas.  No es a través de nuestras ideas,
pensamientos, o de lo bonito que se pueda hacer ciertas cosas; es a través de la autoridad de
Jesús en nuestra vida.  

Cuando Cristo vino a evangelizar, aunque el mensaje era para el pueblo de Israel, los
primeros evangelizados fueron los gentiles.  Muchos judíos recibieron milagros, y seguían a
Cristo por los panes y los peces, pero la gente que fue transformada por el evangelio fueron
los gentiles con los que Cristo se encontró.  Jesús hizo milagros a los judíos, pero no
creyeron en él.  A mucha gente le gusta lo que Dios puede hacer por ellos, pero no creen en
él.  Dios, en su infinita misericordia, responde a sus oraciones, pero lo que cambia el
corazón de la gente, es el poder transformador del evangelio.  

El verdadero poder en tu vida se encuentra en hacer lo correcto.  Cuando haces lo correcto a


pesar de que no te sientas bien, o no luzcas bien, ahí es donde tu vida comienza a tomar
valor y comienzas a ver la fortaleza que hay dentro de ti.  Tienes que tener la confianza de
que, lo que cambia la vida de una persona, no es quien lleva el mensaje, sino que es el
poder que hay detrás del mensaje.  La única forma de escoger lo que es correcto es saber lo
que verdaderamente representa el evangelio en tu vida, y su poder transformador.  Tienes
que entender que lo que verdaderamente transforma tu vida, lo que te da la oportunidad de
tener una relación con Dios no es un mensaje de motivación, o una palabra bonita, sino el
poder de la palabra de Dios, el poder del evangelio transformará tu vida para siempre. 

POR LA PALABRA DE DIOS

“8  Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; 9  no por obras, para que nadie se gloríe. 10  Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.”  Efesios 2:8-10 

Toda persona que es salva, lo es por el poder sobrenatural de Dios.  Hay mucha gente que
quiere ver lo sobrenatural de Dios, y creen que eso es simplemente ver a alguien sanarse.
El poder de Dios efectivamente sana a la gente, pero el poder sobrenatural de Dios hace
más que eso porque ese poder es necesario para la salvación.  Lo primero que ocurre de
manera sobrenatural es la salvación de una persona, lo cual conlleva todo lo de Dios. 

Martin Lutero comenzó el pensamiento protestante que se basaba en cinco principios: Solo
la Palabra de Dios, la última y única autoridad es la Palabra; solo por fe, no es por obras,
ni entendimiento; solo por gracia, eres lo que eres por la gracia de Dios; solo a través de
Cristo, la gracia la alcanzas solo por Cristo; y último, solo a Dios sea la gloria.  Todo lo
sobrenatural de Dios, todo lo que tú experimentas en la vida, lo experimentas a través de
estos: La Palabra, y la fe, a través de Cristo; y todo para gloria de Dios.  ¿A través de qué
recibes todo esto?  Es el poder sobrenatural de Dios el que te da todas estas cosas.  

Si algo puede cambiar tu vida, es la Palabra de Dios; solo la Palabra de Dios.  Como único
puedes ser salvo, es solo por fe en Cristo.  Todo lo que tienes y en lo que te has convertido,
ha sido solo por gracia.  La gracia que adquieres, la tienes solo a través de Cristo.  Todo
esto, para gloria de Dios.  

La Palabra te da la oportunidad de confirmar que aquello que deseas va alineado con lo que
Dios desea y tiene para ti.  Mira todo lo que deseas, y confirma si la Palabra dice que tienes
derecho a ello; si está en la escritura, lo tienes.  Ahora entra la fe, luego de que entiendes, a
través de la Palabra, que tienes derecho a lo que tanto anhelas; es la gracia de Dios la que te
permite acceder a lo que tanto quieres; para que Dios se lleve la gloria.  

La casa que tienes, la tienes porque entendiste que en Su Palabra dice que Él va a suplir tus
necesidades, que Él te va a bendecir, que Él te va a prosperar, que si le sirves, Él va a hacer
cosas grandes contigo.  Así que, al fin y al cabo, tienes tu casa no porque tengas crédito o
trabajo, sino porque le creíste a Dios.  Tienes tu casa porque la gracia de Dios te permitió
tenerla, a través de lo que Cristo hizo en la cruz del Calvario.  Todo lo que en realidad
importa es Su sacrificio.  Todo lo que haces, lo haces no para sentirte bien, ni para lucir
bien, sino porque es lo correcto, y lo que tienes, lo tienes, para la gloria de Dios.  Hay poder
detrás de todo eso, y esto es el poder del evangelio.  

El que no vive a la luz del poder del evangelio, al momento de tomar decisiones, opta por
aquellas que le hacen sentir bien y lucir bien, no necesariamente por aquellas que son
correctas, confirmadas por la Palabra.  Por ejemplo, hay personas que fuman porque se
siente bien, o creen que se ven bien haciéndolo, pero no es lo correcto.  Y en tu vida debes
decidir entre hacer lo que te hace sentir bien, lo que te hace lucir bien, o lo que es correcto a
pesar de que no te sientas, ni luzcas bien.  

Lo grande es que el verdadero poder en tu vida se encuentra cuando haces lo correcto,


aunque no te haga sentir bien y aunque no te veas bien, ¿sabes por qué?  Porque, cuando
haces lo correcto, tu autoestima se levanta.  Cuando haces lo correcto, a pesar de todo, ahí
hay verdadero poder, ahí es cuando tu vida comienza a tomar valor, ahí es cuando
comienzas a ver la fortaleza que hay dentro de ti y a ver el fundamento.  Por eso es que, en
tu vida, tienes que saber que sobre todo debes escoger hacer las cosas por la Palabra de
Dios.  

Vive bajo la autoridad de lo que realmente cambió tu vida.  No siempre te sientes bien
orando, diezmando, pero es lo correcto.  No siempre luces bien siendo cristiano porque, a
veces, Dios te pide que haga cosas que el mundo no entiende, pero es lo correcto.  Vive por
la única autoridad en tu vida, lo que te da cada vez más poder.  Pero el día que decidiste
creer en Él, por causa de que Él activo tu corazón y tú comenzaste a hacer lo correcto, a
vivir por la Palabra, por lo que hizo por ti en la cruz del calvario, desde ese día fue que
comenzaste a descubrirte a ti mismo y a caminar en la verdadera autoridad de Aquel que
murió por ti en la cruz del Calvario.  Fue ahí donde descubriste el poder sobrenatural de
Dios y de su evangelio.  

POR ENCIMA DE TU CONDICION

Cristo demostró lo más poderoso que se puede demostrar para ganar el corazón de una
persona, y eso fue el amor de Dios, por encima de la condición en la que estaban aquellos
que se cruzaban en su camino. 

La Biblia nos habla de una mujer que había tenido cinco maridos, y el que tenía, tampoco
era suyo.  Las mujeres no querían estar cerca de ella; todas iban a buscar agua en la
mañana, y esta mujer se encontraba sola buscando agua al medio día.  Ella tenía que seguir
viviendo, pero nadie quería vivir cerca de ella.  Jesús se encontró con ella y, con palabras
de amor, cambió la vida de esa mujer para siempre.  Zaqueo era otro hombre que nadie
quería porque era cobrador de impuestos.  Jesús mismo se invitó a la casa de Zaqueo, y allí
cambió su vida y la de toda su casa.  Así mismo, la gente transformada por el poder de
Dios, lo fueron por el amor que Cristo les demostró.  No fue por el poder milagroso, sino
que fueron transformados por un amor que no se merecían y que provocó que, desde ese
día, decidieran hacer lo correcto.  

Las decisiones que se toman, muchas veces son dirigidas por tres principios básicos:
Porque te hacen sentir bien; porque te hacen lucir bien; o porque es lo correcto.  Cuando
tomas una decisión por sentirte bien o lucir bien ante los demás, lo haces porque quieres
sentirte digno y aceptado.  El problema es que el mundo nunca te hará sentir digno de nada
y, por más que hagas, probablemente nunca te aceptará.  Lo único que te hace digno y
aceptado es el amor de Dios por encima de todas las cosas.  

“Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de


morir.  Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
rogándole que viniese y sanase a su siervo.  Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con
solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y
nos edificó una sinagoga.”  Lucas 7:2-5 

Fíjate que dice “cuando oyó…”, porque tú puedes estar cerca del evangelio, pero eso no es
lo que cambia tu vida; lo que cambia tu vida es el oírlo.  Los ancianos judíos dijeron que el
centurión era digno de que Jesús le concediera la petición.  Estos eran los mismos que
hablaban mal de Jesús, y vivían de hacer sentir a todos indignos; porque, mientras más
culpable te hace sentir la religión, más te manipula.  Por eso es que muchos siguen
predicando el mensaje del juicio, porque así más poder y manipulación pueden ejercer
sobre los demás.  Estos judíos, que no querían a Jesús y hacían sentir indignos a todos,
decían que el centurión romano sí era digno.  ¿Por qué lo consideraban digno?  Porque les
había construido una sinagoga; era el dinero lo que le hacía digno delante de ellos.  Los
judíos querían que se le concediera la sanidad porque había intereses económicos de por
medio.  

“Y Jesús fue con ellos.  Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él
unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi
techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo
será sano.”   Lucas 7:6  

El centurión no se descalificó de recibir el milagro, pero no se sentía digo.  De la misma


manera, el mundo te puede decir que eres digno, y tú sentirte todo lo contrario.  Hay
muchas razones teológicas por las que se cree que el centurión no se sentía digno de que
Jesús entrara en su casa, pero él necesitaba un milagro.  

Aún cuando no te sientes digno de la presencia de Dios, Él viene a buscarte.  Jesús no


trabajó con la dignidad del centurión, sino que trabajó con la fe.  Lo que movía la fe de este
hombre era el amor por su siervo, y lo que movió a Jesús a hacer un milagro para este
hombre no fue su dignidad, ni lo que otros pensaran, sino que fue la fe por encima de la
dignidad.  Muchas veces, mientras más le sirves a Dios, más indigno te sientes; porque
mientras más conocemos su pureza, más vemos nuestros errores.  Si crees que es más fácil
servir a Dios después de veinte años, estás equivocado; porque cada vez que te acercas más
a él, ves lo indigno que eres.  Pero esa es la grandeza de Dios, que no te salvó porque fueras
digno, sino por tu fe en Cristo.  

Hoy, no importa si te sientes digno o no, lo que puede cambiar tu vida es la misma fe que te
transformó y te hizo una nueva criatura.  Si quieres que tu vida verdaderamente cambie, haz
del amor de Dios por ti, el centro de tu vida.   

DIOS LLENA TU NECESIDAD

Todos buscamos, de alguna manera, ser aceptados.  Queremos ser parte de un grupo, o ser
parte de algo para sentirnos aceptados.  Muchas personas dirán que no les importa lo que
digan las otras personas, pero en realidad importa.  Y, aunque a veces queremos dar por
menos las cosas que piensan de nosotros, la realidad es que el ser aceptado es una
necesidad que está en nuestro interior.  Es por eso que el evangelio es la mejor solución
para nosotros satisfacer la necesidad de ser aceptados.  

“Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de
Dios.  8Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la
verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,  9y para que los gentiles
glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito…”  Romanos 15:7-9 
El mensaje de Pablo constantemente hablaba a un grupo de personas que los judíos decían
que no tenían derecho a las promesas de Dios.  Él estaba constantemente enseñándoles a los
gentiles que eran aceptados; cuando le predicaba a los judíos, les decía que los gentiles
habían sido aceptados.  Pablo sabía que el hecho de que una persona fuera aceptada por
Dios, y que esa persona lo entendiera, cambiaría su forma de actuar y de ver la vida para
siempre.  El evangelio tiene el poder de transformar tu corazón, con la seguridad de que has
sido aceptado por Dios.  Eres parte del cuerpo de Cristo y, como la Biblia dice, aquellos
miembros que no tienen tanta belleza, Él los decora con más belleza.  Cuando miras la
Palabra de Dios, está la constante intención de hacerte sentir parte de todo y aceptado.  

A través de los tiempos, se ha dicho que lo más grande que Dios le dio al hombre, cuando
lo hizo en el Edén, fue el libre albedrío; esto es, la capacidad de decidir.  Pero realmente
eso no es lo más grande que tienes, porque antes de que le diera libre albedrío, le dio algo al
hombre que, sin eso, no hubiera servido para nada.  Antes de dar el libre albedrio, Dios hizo
al hombre un alma viviente.  El regalo más grande que Dios te dio fue darle vida a tu alma
para hacerte consciente.  Hay personas que dicen que, si pudieran ver a Dios, e hiciera un
milagro en frente de ellos, entonces creerían en Él.  Pero todo aquel que basa su fe en lo
que ve, realmente está obligado a creer por causa de lo que vio.  Por eso Cristo dijo que
bienaventurados son aquellos que no vieron y creyeron.  La prueba de verlo te quita el libre
albedrío, porque ya tienes que creer.  Por eso, tu alma viviente tiene que gobernar tus
decisiones; porque, si no la tuvieras, serías igual a un animal, que está obligado a actuar
bajo los instintos.

Cuando Dios hace al hombre, sopla de su Espíritu y le da un alma viviente.  Entonces, el


libre albedrío sí tiene función, porque tu espíritu despierto es lo que controla tus decisiones.
Tú tuviste libre albedrío cuando le entregaste tu vida al Señor porque, cuando se te predicó
el evangelio, eso despertó tu corazón.  No vino de una decisión que hiciste, fue el poder del
evangelio lo que te dio la capacidad de ver lo que antes no había visto, y ahora poder creer.
Antes de entregarle tu vida a Dios, pensabas que estabas haciendo uso del libre albedrío,
pero realmente no decidías tú, lo hacían otros por ti.  Antes decidía tu cuerpo, tu ego, y
hasta otras personas, pero no tú.  Pero, cuando Dios despierta tu corazón, ahora es que
puedes decidir hacer lo que te haga sentir bien, lo que te haga lucir bien, o hacer lo
correcto.  

El problema de Adán fue que, cuando decidió mal, no aceptó su responsabilidad, sino que
enseguida comenzó a responsabilizar a otros de su error.  Cuando permites que el pecado se
meta dentro de ti, empiezas a responsabilizar a los demás, no aceptas que te equivocaste ni
pides perdón por tu error.  Tienes que entender que, a pesar de tu error, eso no hace que
Dios te rechace; ahí es donde recibes tu redención.  Si Adán hubiese aceptado su culpa y
hubiese pedido perdón, muy probablemente Dios lo hubiera perdonado.  Ahora, aquel
hombre que tenía un alma viviente, mata su alma él mismo y no se da cuenta.  Entonces,
ahí pierde su libre albedrío y comienza a ser gobernado por sus mismos instintos, lo que
provoca que busque la manera de ser aceptado.  

Adán cose unas hojas de higuera para cubrirse, para ocultar su vergüenza, pero lo grande de
Dios, en su misericordia, es que Dios le hizo un vestido de pieles para cubrirlo completo.
Lo hizo para dejarle saber que, comoquiera, Él lo aceptaba y, aunque no había aceptado la
responsabilidad de sus actos, Dios iba a buscar la manera de rescatarlo.  Algún día tienes
que entender que, a pesar de tus errores, sigues siendo aceptado y amado por Dios.  Todo
esto te dará la oportunidad de tomar autoridad en tu vida, y tener libertad en tus
pensamientos. 

El poder del evangelio viene cuando no dependes del mundo para sentirte amado y
aceptado, porque Dios llena esto en tu vida; viene cuando eres capaz de admitir tus errores,
y puedes entonces recibir el perdón, y el aliento de Dios entra nuevamente en ti para darte
vida.  El evangelio es lo que te da libertad para vivir fuera de las opiniones, y saber delante
de quién debes rendirte, porque sabes quién te aceptó a pesar de tu condición.  Ese amor es
el que te da vida, para que, desde hoy en adelante, puedas usar tu libre albedrío bajo el alma
viviente que despertó tu vida, que fue la Palabra de Dios.  

TU EXPERIENCIA DEL AMOR DE DIOS

“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua
para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus
cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No
ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo
que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le
perdona poco, poco ama.  48Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.” 
Lucas 7:44–48 

Algunos piensan que Dios no está pendiente a lo que tú das, pero Jesús reclama a Simón lo
que no dio.  Jesús le reclama esto, por lo que estaba pensando Simón en el corazón.  Si él
hubiese estado pensando bien de la mujer, si hubiese visto bien aquel acto, probablemente
Jesús no le hubiera dicho nada.  Jesús no le reclamó al momento en que Simón no hizo
estas cosas, sino cuando comenzó a condenar a una que sí estaba haciendo algo. 

Como la gente comenzó a decir “quién es este que perdona pecados”, Jesús le dijo a la
mujer que había sido su fe la que la había salvado.  Jesús explica una verdad, pero detrás de
esta, hay verdades más profundas.  Él explica que, al que más se le perdona, más ama,
porque entiende de dónde Dios lo sacó.  Cuando entiendes todo lo que Dios ha hecho por ti,
tus ojos se abren y ves cuán muerto estabas, y cuánto Dios te amó a pesar de tu condición;
y, definitivamente, tu respuesta es vivir en agradecimiento, expresando tu amor a Dios por
haberte sentido aceptado.  

Lamentablemente, tenemos más gente como Simón que como la mujer.  Una persona que
tiene un accidente y es librado del mismo, por lo general, tiende a vivir agradecido; pero
más agradecidos deben ser los que no han pasado por el accidente, porque no han tenido
que vivir tal experiencia para despertar sus mentes a la realidad de la magnitud del amor de
Dios, que los ha librado.  Es el amor de Dios lo que despierta tu mente, y te da autoridad
para tomar tus decisiones, sin tener que pasar por lo que otros pasan, entendiendo que, a
pesar de todo lo que tú has vivido, Dios te ha amado.  El problema es que muchas personas
no entienden lo amados y aceptados que son, porque no han pasado por experiencias como
esa.  Tienes que darle gloria a Dios de que tú has sido librado de tantas cosas de las que ni
te has enterado.  

Hay muchas personas que, en su mente, tienen que pasar por muchas cosas para
experimentar el amor de Dios.  Si se hubieran sentido aceptados desde el primer día, si
hubieran sentido el amor de Dios a pesar de sus errores, y hubieran aceptado sus
responsabilidades de los errores que han cometido, entonces, hubieran recibido el perdón
sin tener que pasar por todas esas experiencias.  Tú no necesitas pasar por un accidente para
entender que Dios es quien te ha dado vida; no necesitas pasar por un problema para
entender que el amor de Dios te ha guardado, que ese amor te despertó, y es lo que te da la
oportunidad, hoy, de escoger lo correcto, de vivir una vida clara para tomar las decisiones
correctas, y no tener que pasar por las cosas que otros han pasado.  

La mujer de la cual se habla en esta porción bíblica, estaba dando gracias por el perdón que
recibió, a pesar de que la gente la juzgaba.  Aunque el perdón y el amor son muy buenos, es
aún mejor no haber tenido que pasar por eso.  Hubiera sido mejor que recibiera el amor
desde el principio, para que no tuviera que ir a buscarlo en otra parte en la manera
incorrecta.  Entonces, podría vivir agradecida de que no tuvo que pasar por todas esas cosas
para experimentar el amor que se recibe por revelación.  

Eso es lo que hace el evangelio; te despierta en tu interior, despierta tu corazón para que te
sientas una persona amada y aceptada por Dios.  Aunque el mundo te rechace, te deje, y
haga cosas en contra de ti, ya tú no comienzas a echar culpas.  Ahora tú aceptas tu
responsabilidad sobre los errores que cometiste, y entiendes que no tienes que pasar por
diferentes situaciones para entender que, a pesar de tus errores, tienes amor y aceptación de
parte de Dios.  

Hoy eres libre y aceptado, Dios te ha hecho digno, y te hace vivir una vida plena.  Por causa
de que tienes una mente clara y tienes tu espíritu despierto, hoy puedes usar tu libre
albedrío como no lo usaste antes.  Hoy puedes tomar las decisiones correctas, y dejar de ser
gobernado por tus emociones.  En el nombre de Jesús, desde hoy, te sientes aceptado,
amado y digno del amor de Dios; y, desde hoy, amarás a las personas que están a tu
alrededor, de la misma forma en que Cristo te amó.  

Pero ahora con Fe

Tu experiencia de Dios va a estar íntimamente ligada a todo lo que has hecho a través de tu
vida para sobrevivir y tener el estatus que tienes hoy.  Tu experiencia de la fe está basada
en los conceptos que has creado en tu mente los que te han ayudado a sobrevivir.  Estos
conceptos que has usado sin Dios, los que te han traído hasta donde estás hoy, Dios los va a
usar para que recibas el milagro que estás esperando.  En la Biblia, hay tres historias donde
cada uno recibió su milagro de manera diferente, y que se pueden comparar para explicar
este punto; la historia de Jairo, la historia de la mujer del flujo de sangre y la historia del
centurión romano.  

Jairo le dice a Jesús: Ve a mi casa y toca a mi hija, y ella sanará.  La mujer del flujo de
sangre, dice: Si yo toco el borde del manto del Maestro, voy a ser sana.  El centurión dice:
No tienes que venir a mi casa, ni tienes que tocarlo; solo manda la palabra, y sanará.  Jairo,
“si tocas a mi hija”; la mujer, “si yo toco”; y el centurión, “solo di la palabra”.  

En Mateo, Jesús le dice a la mujer del flujo de sangre “tu fe te ha sanado”, pero la fe de ella
no es la misma que tiene Jairo, y no es la misma que tiene el centurión.  ¿Por qué la fe de
estos tres es diferente?  Porque la manera en que ellos habían sobrevivido toda su vida, era
diferente; pero lo que hace que los tres obtuvieran el milagro es que, al oír la palabra de
Cristo, usaron lo que ellos sabían para sobrevivir, pero ahora lo hacían con fe.  Y Jesús dijo,
en Marcos 9:23: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 

La mujer del flujo de sangre, había buscado la solución a su situación en diferentes


doctores.  Ella siempre estaba en una búsqueda constante, pensando en esto; pero, cuando
agarró del borde del manto del Maestro ¿hizo ella algo diferente a lo que había hecho en los
pasados doce años?  No.  Lo único diferente era que ella había oído que Él la podía sanar y
ahora buscó la solución a su situación, pero con fe.  ¿Qué fue lo que maravilló a Jesús del
centurión romano?  Que este le dice “manda la palabra, porque mi siervo sanará”.  Pero eso
no salió porque él era el más espiritual de estos tres.  Su pedido a Jesús salió de que él era
un hombre de autoridad en el ejército romano; cuando él pedía que se hiciera algo, se hacía,
así que él le pidió a Jesús.  El centurión hizo exactamente lo que había hecho toda su vida,
lo único que ahora lo hizo con fe de que obtendría el resultado que esperaba.  

En la iglesia, tu fe no es la misma que la del que está a tu lado, porque tu experiencia de


Dios no es la misma experiencia que tienen los demás.  El problema de los religiosos es que
quieren crear una religión basada en las experiencias de un particular, quieren crear la
religión de los que Jesús toca, otra de los que tocan a Jesús y otra de los que piden a Jesús.
Entonces, comienzan a predicarte que, para recibir tu milagro, tienes que hacerlo a su
manera; por eso siempre hay una pelea entre religiones, porque intentan obligar a todos a
ver a Dios bajo un mismo concepto.  Pero la fe que hace falta que se libere en tu vida no es
la del concepto que piensan los demás a tu alrededor, sino la de tu propio concepto, ligada
con la misma Palabra de Dios. 

No todo el mundo tiene que experimentar a Dios de la misma manera para obtener su
milagro.  Piensa en lo que tú has hecho toda tu vida que no te ha dado resultado, ¿qué has
hecho para sobrevivir?  Lo único que tienes que hacer hoy es añadir tu fe en todo lo que has
hecho para tu sobrevivencia; lo único que hace falta en esta hora es fe para que se libere tu
corazón.  

No importa si tú eres de los necesita un toque o no para caerte, lo único que hace falta es un
corazón vivo despierto y dispuesto a la posibilidad de que Dios puede cambiar tu vida, te
toque o no te toque.  
Hoy se va despertar en ti un corazón nuevo y todo lo que has hecho para sobrevivir que no
ha provocado tu milagro, en un día, tu corazón despierta creyendo que el Dios
Todopoderoso envió a su Hijo para que muriera por ti en la cruz del Calvario.  Murió para
que tu corazón se vivifique a la posibilidad de que todo puede cambiar.  Ahí es cuando tú
vas a recibir tu milagro, ahí es cuando tú vas a ver que tu vida va a cambiar, ahí es cuando
vas a recibir todo lo que estabas esperando de parte de Dios.  Desde ahora, declara que tu
corazón comienza a despertar, que esta palabra comienza a despertar tu corazón porque
Dios va a trabajar contigo de acuerdo al concepto de tu experiencia, de tu vida.  Tu corazón
despierta hoy para recibirlo.

Todo comienza por una palabra

Cuando David fue ungido como rey, él no fue a ejercer su reinado, sino que regresó a hacer
lo mismo que siempre había hecho, cuidar las ovejas.  David fue a hacer lo mismo de
siempre, la única diferencia era que ahora estaba ungido.  Antes, él era un simple pastor,
pero ahora es un pastor ungido como rey.  A través de la palabra que le había llevado
Samuel a David, su corazón había despertado al hecho de que un día sería rey, y ahora
peleaba en contra del oso y del león como nunca antes para cuidar sus ovejas. 

Cuando recibes la Palabra, tal vez al día siguiente tienes que regresar a hacer lo que
siempre has hecho, pero con un corazón despierto.  Ahora todo lo que hagas te servirá de
preparación hasta que un día se pueda ver la manifestación completa de lo que Dios te
prometió, de tu milagro.  Todo comienza con una palabra que levanta tu corazón y tu
espíritu para poder alcanzar todo lo que Dios tiene para tu vida.  

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.   Este era en el
principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho.  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”  Juan 1:1-5 

Si tu corazón no ha despertado aún, tienes que despertarlo.  ¿Cómo?  A través de la palabra.


Tu corazón solo despierta, solo recibe vida, por el poder de la Palabra.  Cuando despierta tu
corazón, tienes que corregir tu vida.  El Señor le dijo a la mujer que fue encontrada en el
acto de adulterio: No…te condeno; vete, y no peques más. (Juan 7:11).  Aquellas palabras
de Jesús trajeron vida, despertaron, a aquella mujer, pero para mantenerse despierta, su vida
tenía que cambiar.  No podía regresar al mismo lugar en que estaba.  Cuando la Palabra
despierta tu interior, tienes que producir ese cambio, empezar a mirar a través de tu fe. 

Por la fe, tu vida va a ir siendo transformada, tu carácter va a ir siendo transformado.  No te


van a gustar las cosas que te gustaban antes, porque si sigues haciendo lo que hacías antes,
seguirás atado a los viejos instintos y no estarías despierto.  Lo peor que le puede pasar a
una persona es no creer, llegar a pensar que nada de lo que haga traerá cambios en su vida.
La gente frustrada piensa: Nada de lo que hago tiene o tendrá un impacto.  Una persona
frustrada piensa que su vida no va a cambiar; con esto, lo que está diciendo es: Todo lo que
hice para llegar hasta aquí es más fuerte que lo que tengo que hacer para llegar a donde
quiero llegar.  Cuando esto sucede, tu vida se detiene, y por eso es que hay muchos
deprimidos y tristes.  Tal vez piensas que no hay nada que puedas hacer para que tu
situación cambie.  Tal vez pensarás que nadie te entiende, que es muy difícil.  Cuando estos
pensamientos vengan a tu mente, piensa en la mujer del flujo de sangre.  Ella se mantuvo
en la búsqueda de su cura por doce años, fue persistente.  Tal vez, en algún momento de
esos doce años tuvo un momento de frustración, pero ella estaba tan segura que la
encontraría, que dio todo lo que tenía en el proceso. 

Aunque creas que nada de lo que hagas tendrá algún efecto, inténtalo.  No importa de la
manera en que creas que Jesús marcará tu vida para recibir tu milagro, continúa creyendo
hasta que Él haga algo.  Continúa haciendo, aunque en algún momento te vaya peor de
cuando empezaste, no limites tu fe porque te vaya peor.  Tu fe se va a expandir porque,
delante de ti, está el Señor, que ha prometido cambiar tu vida.  Si tienes que persistir un
tiempo más, hazlo, porque no sabes si en ese mil y un intento está tu oportunidad, la que te
va a cambiar.  Vuelve a intentarlo una y otra vez.  Persiste, no porque seas positivo o por
que puedas creer en tu mente, sino porque el poder de la Palabra despertó tu corazón y te ha
mostrado las posibilidades que Dios tiene para tu vida.  Ya no vives bajo las
imposibilidades que tenías, sino bajo las posibilidades del Dios Todopoderoso, que puede
cambiar tu vida y darte todo lo que esperabas y más. 

Por la gracia de Dios

Es frustrante pensar que, hagas lo que hagas, tu vida no va a cambiar; pero tú eres libre de
esta frustración, cuando entiendes que la transformación de tu vida depende de varios
factores.  En 1 Corintios 15, Pablo nos habla acerca de la obra de la gracia de Dios en su
vida, y de cómo él, por esa gracia, también trabajó más que los demás: 

“9  Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado
apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10  Pero por la gracia de Dios soy lo que soy;
y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero
no yo, sino la gracia de Dios conmigo.”  1 Corintios 15:9-10 

La gracia de Dios no te exime del trabajo que tú tienes que hacer; pero una cosa es trabajar
por gracia y con gracia, otra, trabajar sin gracia.  En una ocasión, Jesús sanó al siervo de un
centurión, un oficial romano; al igual que Pablo, el centurión no se sentía digno de que
Cristo fuera a su casa, pero comoquiera obtuvo su milagro.  Esto podría dar la impresión de
que tú puedes vivir tu vida como mejor te parezca, y a Dios no le va a importar; pero en
ninguna manera esto es una aprobación al libertinaje.  Jesús no tomó en cuenta lo indigno
del centurión, como tampoco trabajó de primera intención con el pecado de la mujer que
fue encontrada en el acto del adulterio; Jesús trabajó con la condenación que ella recibió. 
Él la liberó de la condenación de quienes la acusaban, para entonces dejarle saber que no
tenía que pecar más.  El problema es que la religión quiere que le digamos a la mujer lo
pecadora que es – que nos hace igual a los que la condenaron – para que entonces ella
reciba el perdón y, al ella sentirse perdonada, entonces sea libre de su pecado.  Pero Jesús
no trabajó con el pecado de aquella mujer, sino hasta después de que le quitó la
condenación.  Él le dijo: No hay quien te acuse, y yo tampoco; ahora vete, y no peques
más.  Si ella pecaba otra vez, volvía a caer donde estaba; pero Jesús eliminó la condenación
de la mente de ella, para que pudiera recibir el perdón y, de ahí, cambiar su vida. 

La gente piensa que el mayor problema de Dios es el pecado, pero Él trabajó con tu pecado
dos mil años atrás, en la cruz del Calvario.  El mayor problema de Dios es tu mente, y cómo
tú te sientes contigo mismo y con Él, por causa del pecado.  Por eso, Jesús primero te
libera, y luego te dice que no peques más.  Jesús lo que mira es la fe, pero eso no significa
que Jesús apruebe aquello incorrecto que tú estés haciendo.  Lo que pasa es que Jesús no
limita su poder de hacer un milagro por lo que tú pienses, en tu condición pecaminosa.  Eso
es lo que los religiosos hacen, condicionan el poder de Dios a lo que tú piensas o a lo que
ellos piensan de ti.  Ellos quieren determinar si tú eres o no digno; pero, si tú tuvieras que
verte digno para recibir el milagro, ni podrías ser salvo; porque, para tú ser salvo, tiene que
activarse la fe, por encima de tu pecado, para que tú creas que Él te perdonó.  Y, luego de
recibir el milagro por fe –que es lo que se llama ser justificado por fe – entonces, tu
santificación es también por fe. 

De la misma forma que el evangelio activa tu fe para creer por encima de tu condición, el
evangelio provoca fe para cambiar tu condición.  Y una cosa es tú cambiar tu condición
bajo una premisa religiosa obligatoria de cumplir con unos requisitos para cumplir con los
estándares de cualquier persona, y otra cosa es cambiar tu condición, tus acciones, y
santificar tu vida por la fe provocada por el evangelio. 

La persona que trata de santificarse, si lo hace sin fe, lo hace para sentirse bien o quedar
bien; pero esto no es lo correcto.  Tú no necesitas la aprobación de otros para que Dios haga
contigo lo que Él quiere hacer.  Tú eres lo que eres, por la gracia de Dios y porque – como
Pablo – por esa gracia, trabajas. 

Tú tienes lo que tienes por la gracia de Dios y porque, por esa gracia, trabajas más que
todos los demás; y tu meta debe ser cada vez santificarte más, no para que otros te vean
más santo, sino porque no te queda más remedio porque tú quieres presentarte como lo
mejor, delante de Aquel que te despertó por su Palabra y te dio vida.  Tú tienes derecho a
todo lo que tienes, aunque –como Pablo – tú pienses que no.  Pablo dijo que él era el más
pequeño, como un abortivo, pero dijo también que él era lo que era por la gracia de Dios, y
no tan solo por la gracia, sino porque él había trabajado en esa gracia. 
Tu santificación, tu pureza es necesaria, pero es necesaria después de que tú recibes tu
justificación por fe; y eres santificado por la misma fe que te justifica, porque con esa
misma fe es que tú trabajas en tu vida, para poder ser todo lo que Dios quiere que tú seas. 
El problema es que la religión quiere trabajar con la santificación, para creerse justos; y así
no funciona el evangelio.  El evangelio despierta primero tu corazón para que tú creas que
eres justo, y entonces te hace santo, y trabajas desde ahí. 

Cuando entregas tu vida al Señor, tratas de ser mejor; pero tu santificación, aunque
necesaria, no es por obligación, sino por fe.  Mientras más crezcas en el Señor, más puro
debes presentarte ante Él; y más poder viene a tu vida, cada vez que lo haces.  Dios te ama
comoquiera, pero cuando vives por fe, vas ante el Señor a presentar lo mejor de ti, aquello
en lo que tanto has trabajado y por lo que tanto te has esforzado, mostrando lo que, por fe,
has aprendido; y Dios se complace de que estés haciendo algo por agradarle a Él. 

Tu experiencia de la gracia de Dios

¿Por qué razón el evangelio provoca la santificación en tu vida?  Lo primero que produce la
Palabra de Dios en tu vida es sentido de gratitud a Dios.  Debes vivir tan agradecido de lo
que Dios hizo por ti, por su infinita gracia, que no te importe lo que la gente piense, y hagas
tu mayor esfuerzo de vivir para agradarle a Él.  

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
Romanos 12:1 

Pablo nos invita a presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, que es nuestro culto
racional.  Esto es producto de un corazón agradecido.  Pero, ¿cómo puedes estar
agradecido, si no sabes de dónde Dios te sacó?  

El que sale de pecados, vicios y de una vida dura, cuando Dios lo libera, es agradecido.  El
problema es que hay montones de personas que no han vivido ninguna de esas cosas y no
saben de lo que Dios los libró.  A una persona que ha tenido problemas en la vida, pero no
han sido situaciones graves o delicadas, se le dificulta fluir bajo la gracia de Dios, porque
no reconoce de lo que fue librada.  Pero la gracia no se experimenta solo por la liberación
de grandes problemas. 

Cuando Jesús fue a casa de Simón, una mujer se postró derramando un frasco de alabastro a
los pies de Jesús.  Simón, en su mente, decía que, si Jesús supiera qué clase de mujer era
esa, la echaría fuera.  Pero Jesús le preguntó a Simón que quién amaba más, si al que se le
perdonó más, o al que se le perdonó menos.  A lo cual Simón contestó que al que se le
perdonó más.  Jesús aprobó su respuesta y le reclamó que Simón no había tenido ningún
tipo de atención con él, en cambio, la mujer no había parado de besarlo.  

La persona que es librada de un accidente automovilístico, aprecia más su vida que aquellos
que nunca han pasado por un accidente, pero no debería ser así.  Los que nunca han pasado
por un accidente, deberían estar agradecidos porque nunca lo han pasado.  El problema es
que tu mente funciona al revés; tienes que pasar por la situación, para después agradecer
que fueras librado, en vez de agradecer sin que hayas pasado.  Es un error pensar que te
gustaría pasar por lo que otros pasaron para amar a Dios como ellos lo aman; deberías amar
a Dios aún más porque no tuviste que pasar por todo eso.  

Debes agradecer que la gracia del evangelio te despertara a tiempo, antes de que tuvieras
que pasar por montones de situaciones.  Vives enfocado en el problema que tienes hoy, en
que no tienes la casa que quieres, o no tienes el carro que quieres, sin darte cuenta de que el
evangelio te despertó, y te ha librado de cosas que ni imaginas.  Lo único que tienes que
hacer es darle gracias a Dios y servirle cada vez más, ser mejor, y hacer todo lo posible para
presentarte delante de él santo y puro, por agradecimiento de que llegó a tiempo a tu vida.  

El evangelio despierta tu corazón para mostrarte quién eres; te muestra cómo Dios te ama
por encima de todas las cosas, te enseña tu identidad en Cristo Jesús.  Cuando se te predica
el evangelio, Dios te muestra que eres coheredero con Cristo, que eres real sacerdocio y
linaje escogido.  Cuando comienzas a ver tu vida como Dios la ve, entonces comienzas a
tratar de vivir bajo el estándar de como Dios te ve, no como el mundo te ve.  Eso era lo
importante para la mujer que encontraron en el acto de adulterio; si no había nadie que la
condenara, ya ella no tenía que hacer nada para satisfacer la mente de aquellos que estaban
listos para lanzarle las piedras.  Ahora podía vivir en completa libertad de quien era ella
delante de Dios.  

Tu santificación y deseo de mejorar, de vivir una vida sin pecado, de cuidarte y guardarte
para Dios, no viene para que te veas bien delante de la gente; viene porque, finalmente, has
descubierto quién eres.  Cuando descubres quién eres realmente, no tienes que vestir como
lo hacías antes, porque has descubierto quién eres por la gracia de Dios, y te vistes de la
manera en que Dios quiere que vistas.  Dios no te obliga a vestirte, hablar, caminar o actuar
de una manera, sino que lo haces porque Él te ha demostrado que eres su hijo.  Camina,
hoy, basándote en lo que Dios dice que eres, y no en lo que el mundo dice que eres.

Cuando recibes la Palabra de Dios, comienzas a cambiar y mejorar, porque Dios te justifica
y, por medio de la fe, te santifica.  Luego, comienzas a entender de qué Dios te libró.  Te
das cuenta de lo muerto que estabas, y que ahora estás vivo, y agradeces a Dios que cambió
tu vida.  Tu santificación es por fe, provocada por el evangelio.  Todo intento que hagas
para complacer al hombre, siempre quedará limitado, siempre traerá dolor y amargura
porque nunca podrás cumplir con los estándares de los hombres.  Pero cada esfuerzo que
hagas para mejorar tu vida y santificarte para Dios, hará que tu vida sea totalmente
diferente.  
Tu esperanza es para tu ahora

Una de las cosas que debe producir el evangelio en ti, es esperanza.  La palabra que oyes,
produce fe para justificación y salvación, pero esa misma fe debe producir en ti esperanza.
Para muchos, esperanza es tener la idea de un buen futuro, es el creer que tendremos algo
mejor en el mañana.  Pero el evangelio no produce ese tipo de esperanza. 

“La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo
cumplido.”  Proverbios 13:12 

A todo el que se mantiene en espera por mucho tiempo, se le aflige el corazón, y mientras
más espera, más difícil es; pero, cuando la esperanza se cumple, produce vida.  Cuando
hablamos del evangelio de Cristo, lo que para ti es el presente, para las personas del pasado
era su esperanza.  La esperanza que produce el evangelio en ti, debe ser vida y no tortura en
el corazón.  Esta esperanza no es sobre algo que se está esperando ocurra, sino que es para
el presente. 

En Génesis 3:15, se habla la primera profecía de que Cristo vendría, y de que moriría por la
humanidad en la cruz del Calvario.  Dios le dice a la serpiente que, de la simiente de la
mujer, saldría uno que le aplastaría la cabeza.  Tan pronto el hombre peca, ahí Dios envía
una palabra de esperanza que tardó cuatro mil años.  Esta gente esperó mucho, así mismo
los que estuvieron cuatrocientos años en cautiverio en Egipto.  Diez generaciones murieron
en Egipto, todos esperando que se levantara uno que salvaría al pueblo de la cautividad.  Y,
cuando Dios levantó a Moisés, este comete un error y tiene que huir al desierto, y la
esperanza se atrasa cuarenta años más.  Por eso, cada vez que Israel estaba a punto de
alcanzar una promesa, muchos no lo creían, por todo el tiempo que habían esperado.  Lo
mismo pasa hoy; hay personas que han esperado tanto, que prefieren quedarse en la espera
porque eso les da más paz que la transición que conlleva recibir lo que tanto esperan.  

Y así mismo pasó con Cristo; el pueblo de Israel llevaba muchos años esperando al Mesías;
hasta la mujer samaritana, que no pertenecía al pueblo de Israel, estaba esperando al
Mesías.  Los que vieron a Jesús como que el Mesías prometido, no fueron los judíos que
tenían la esperanza de la promesa, porque después de haber esperado tanto, no lo podían
creer.  Por eso, ellos se cuestionaban si verdaderamente podía salir algo bueno de Nazaret.
Los que realmente vivieron en este poder del evangelio, en el Antiguo Testamento, fueron
unos pocos: Abraham, que por la fe fue justificado; Isaac, que en él se vio a Cristo cuando
su padre estuvo dispuesto a sacrificarlo; Moisés, a quien Dios le mostró el camino, o sea
que tuvo una experiencia con Cristo.  

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se
llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.  Lo
dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo
de Jehová de los ejércitos hará esto.”  Isaías 9:6-7 

Así como esta profecía, hay muchas más anunciando al Mesías.  El pueblo de Israel leía
estas profecías que les daban esperanza y fuerza para soportar un día más.  Esperanza que
tendía a demorarse cada vez más y por eso es que el pueblo caía en tentación.  En múltiples
ocasiones, adoraban a otros dioses, negaban a Dios, porque la espera trae tormento al
corazón; pero el que tiene esperanza cumplida, tiene vida.  El evangelio es el cumplimiento
de esa promesa a nosotros.  La esperanza que tienes hoy, no es la esperanza de lo que viene,
sino que es la esperanza de Cristo en ti.  Lo que te da esperanza no es un mejor mañana,
sino lo que se había prometido desde que el primer hombre pecó y que ya se cumplió en tu
vida, el Cristo que vive en ti.  Tu mejor futuro vino aquí y ahora, cuando le entregas tu vida
a Cristo.  

El mejor día de tu vida, es el día que Cristo entra a tu corazón.  El preso que estaba al lado
de Jesús en la cruz le dijo que se acordara de él cuando viniera en su reino, pero Jesús le
dijo que, de cierto, ese mismo día estaría con Él en el cielo.  Ese hombre recibió en un solo
día, lo que muchos habían estado esperando por muchos años.  Así mismo ocurrió con la
mujer samaritana; mientras ella hablaba de la promesa del Mesías, Jesús le dijo que eso se
cumpliría en ese mismo momento.  Eso mismo fue lo que cambió el miedo de Marta,
cuando Cristo le dijo que su hermano resucitaría, y ella le dijo que sabía que su hermano
resucitaría en el día postrero, pero Jesús le dijo que Él era la resurrección en ese mismo
momento. 

El mejor día de tu vida no es mañana; tu mejor día es el día que le entregaste tu vida al
Señor; ese día recibiste liberación a tus problemas, y la promesa de victoria sobre toda
circunstancia.  Por supuesto que hay que tener fe, y hacer planes para mañana, pero el
mejor día de tu vida es cuando, lo que se había prometido por cuatro mil años, se metió
dentro de ti.  Lo que la gente esperó por muchos años, el día que le entregaste tu vida al
Señor, se hizo real esa esperanza en tu vida.  Lo que te da esperanza no es lo que viene,
sino lo que ya está dentro de ti, porque Cristo en ti es la esperanza de gloria.  

CERTEZA PARA TU HOY

Lo más grande que te ha pasado es que le entregaras tu vida al Señor.  El hecho de que
estás despierto espiritualmente, que conociste a Cristo y pasaste de muerte a vida, es lo que
asegura que realmente tu vida natural será transformada.  Muchas personas piensan que el
evangelio es una forma fácil de obviar los problemas, pero las circunstancias en este mundo
simplemente no son las perfectas.  Ahora bien, a pesar de esto, dentro de ti, se cumplió todo
lo que se había profetizado el mismo día en que abriste tu boca y dijiste que creías que
Jesucristo es el Señor de tu vida.  Ese fue el mejor día de tu vida, y eso debe producir vida
dentro de ti.  Lo que te hace mirar al futuro alegre y lleno expectativa, es el saber que Cristo
está en tu corazón. 
El Apóstol Pablo decía que todo lo que él padecía era por el evangelio.  Lo que él predicaba
le produjo azotes, estar en prisión y montones de dificultades.  Los cristianos de hoy deben
darle gracias a Dios que no han tenido que pasar ese tipo de experiencias por el evangelio.
Puede ser que, en estos tiempos, recibas crítica y oposición por servirle a Dios porque las
reglas por las cuales se rigen los cristianos son diferentes a las del mundo, pero lo hacemos
por eso mismo, por la esperanza que hemos recibido.  Tienes que entender que los
problemas no deben acabar con tu vida, no deben ser fuente de desánimo ni de tristeza,
porque la esperanza que te produce vida es que tienes a Cristo dentro de ti.  Así que,
mientras estés vivo y tengas a Cristo dentro de ti, los problemas no pueden acabar contigo.
Cuando te atreves a pararte firme en eso, Dios se manifiesta en tu vida.  

Los jóvenes hebreos que fueron llevados cautivos a Babilonia le dijeron al rey
Nabucodonosor que no se postrarían delante de él, aun corriendo el riesgo de ser echados al
horno de fuego.  Aquellos jóvenes se mantuvieron firmes en su palabra y convicción de
adorar solamente a Dios y fueron echados en un horno tres veces más caliente de lo
acostumbrado.  Ellos sabían que Dios los iba a librar, y dijeron que, si no los libraba,
comoquiera no se postrarían delante del Rey.  Dios libró a estos jóvenes; la seguridad de
ellos no estaba en lo que Dios iba a hacer, sino en el Dios en que ellos habían creído.  Ellos
no temían al horno, no porque creían que no pasarían por él, sino porque su fe estaba en el
Dios al que habían recibido en su interior.  

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por


ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido
el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se
veía.”  Hebreos 11:1-3 

La fe de los cristianos no es en el futuro, la fe de los cristianos es en el presente.  Tu


esperanza está basada en tu fe, no de que vas a tener, sino que ya tienes.  Tu esperanza debe
estar basada en que ya eres, y en que ya Dios hizo.  Puede que tome un tiempo en
manifestarse, pero ya está hecho.  Dios no te va a sanar en el futuro, Él ya lo hizo.  Lo que
te debe dar paz y tranquilidad hoy no es la esperanza de que mañana serás sano, es saber en
tu interior que Dios ya te sanó.  El problema del mundo es que rápidamente cede ante el
problema, porque esperan que algo mejor ocurra, sin darse cuenta que ya lo mejor ocurrió;
cualquier cosa los hace salirse de la relación con Dios.  

El Evangelio no te da certeza para mañana, sino para hoy.  Cristo oró por sus discípulos,
específicamente por Pedro; oró para que la fe no le faltara y no para que no pasara por
problemas, porque la fe da la certeza de lo que esperas.  En realidad, lo que esperas ya es
cierto dentro de ti, por fe.  La esperanza que te da el mundo no tiene certeza, pero la que
Cristo te da, sí la tiene.  Todo esto lo puedes recibir en tu corazón a través del Evangelio.
Esto no se puede explicar porque se entienda, sino porque se cree.  La fe que hay dentro de
ti hoy es lo que te debe dar la certeza y seguridad de que tu mañana va a cambiar.  

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de
su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad,
imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”  Judas 1:24-25 
Cuando tienes la seguridad en tu corazón de que Cristo está en ti, él te guarda de que caigas
para presentarte sin mancha delante de Dios con alegría.  Recibe ese verso en tu interior,
porque esta es la fortaleza que debe haber en tu corazón para no ceder ante los problemas,
ante las presiones que el mundo trata de poner.  Esto es para no perder el gozo que debes
tener cada día.  Las circunstancias no pueden ser tu fuente de gozo, la vida cómoda no
deber ser la fuente de tu gozo, ni la gente a la que amas.  Tu fuente de gozo es el Dios al
que le sirves y el amor que puedes dar por lo que Él ha hecho y hará por ti.  

CREER NO ES SUFICIENTE

Si somos relevantes para el reino de Dios, la sociedad será tocada, transformada.  Hay gente
que sacrifica lo que es el principio del reino de Dios, el vivir para Dios, para complacer al
resto del mundo, pero la iglesia tiene una misión que cumplir.  

“19  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mateo 28:19-20 

Una de las misiones más grandes de todo cristiano es hacer discípulos.  Hacer discípulos es
una tarea difícil que cuesta trabajo y que, a nivel de reconocimiento o fama, no trae grandes
beneficios.  A pesar de esto, tú, como creyente, tienes que saber que parte de tu tarea como
miembro del cuerpo de Cristo es ver la transformación de aquellos que están a tu alrededor
al ser discípulos del Maestro, transformados para imitar y actuar como Jesús actuaba, para
vivir bajo sus enseñanzas.  El problema de mucha gente en la iglesia es que siguen a Cristo
para su propio beneficio, para satisfacer sus necesidades personales, pero no están
realmente comprometidos con la misión de Jesús, de discipular a las naciones.  

¿Qué significa hacer discípulos?  Un discípulo es una persona que sigue las enseñanzas de
otra persona o una persona que acepta la forma de vida que otra persona está enseñando.
Hoy día hay mucha gente que cree en Dios, gente que ha hecho confesión de fe, pero no
necesariamente son discípulos.  Creer en Jesús no es suficiente para convertirse en su
discípulo; para ser un discípulo, tienes que aceptar y vivir bajo sus enseñanzas, modelar la
vida de Jesús.  

Tú eres una parte muy importante, pero debes recordar siempre que, al hacer discípulos,
Jesús es la figura central.  El maestro definitivamente debe ser honrado, pero no se debe
perder de vista que se le está enseñando al pueblo a seguir a Jesús.  Pablo decía: Sed
imitadores de mí, como yo lo soy de Cristo.  Como maestro, y para dirigir a las personas al
lugar correcto, tienes que conocer a Cristo, tienes que tener una relación con Él.  Cuando
conoces a Jesús, a través de tu relación, puedes imitarle, y así los que te vean sabrán que
ellos también pueden hacer lo que tú estás haciendo.  Entonces, se convierte en un cadena
porque la gente te conocerá a ti, podrán imitarte y a través de ti conocerán al Dios que tú
conoces, y comenzarán a cultivar su relación con Cristo de la misma manera que tú lo has
hecho.  Cuando esto suceda, la responsabilidad de conocer a Cristo se transfiere del maestro
al estudiante para que cada cual cultive su relación con Cristo.  

Mientras menos protagonismo alguien tenga en tu vida, más protagonismo tiene Jesús.
Aunque es importante honrar a los que nos enseñan, la meta no es ganar adeptos para tu
iglesia, ni para el pastor de tu iglesia, sino discipular a la gente para que viva la vida que
Cristo quiere que ellos vivan, para que al fin y al cabo sea Él quien se lleve toda la gloria.
Más que de alguna iglesia en especifico, tú eres de Cristo, quien entregó su vida por la tuya.
Para poder hacer discípulos, tienes que vivir bajo el ejemplo de Él.  Tu meta es que la gente
imite a Jesús, de la misma manera que tú lo haces, para llevarlos a esa relación de adoptar a
Jesús como estilo de vida.  Ahora, debes saber que no se puede discipular a alguien que no
ha despertado a la verdad de Cristo.  ¿Por qué?  Porque sería como intentar cambiar el
carácter de alguien que está muerto.  

Lo primero que Jesús hizo fue despertar el corazón de sus discípulos para que le siguieran,
y luego, poco a poco, trabajaba con su conducta.  Pedro comenzó y terminó con Jesús,
siendo el mismo que se molestaba fácilmente, pero aun así Dios lo usó porque su corazón
había despertado a la voz de Jesús.  Pedro reconocía que Jesús era el Hijo del Dios viviente
y, por eso, Jesús lo pudo discipular.  Mucha gente se convierte a causa del evangelio de
terror que le han predicado, pero cuando les pasa el miedo vuelven a ser quienes eran antes.
Hacer discípulos no se trata de utilizar palabras para persuadir a las personas, se trata de
que cuando se predique el evangelio, sea el evangelio el que haga la obra.  Luego de que el
evangelio haga su trabajo, cuando ellos despierten a la realidad de Cristo, entonces es el
tiempo de la iglesia para discipular.  

Cuando tu vida ha despertado, ha despertado a algo nuevo, a otras posibilidades, te das


cuenta de todo lo que Dios ha hecho por ti, y es entonces que tu vida puede cambiar.  

DESPIERTA A LA REALIDAD DE DIOS

26 
Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque
no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón. 27  ¿Crees, oh
rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28  Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me
persuades a ser cristiano.”  Hechos 26:26-28 

Pablo, retenido por las autoridades de aquel tiempo a causa de los religiosos, se encontraba
defendiéndose ante el Rey Agripa; le contaba quien él fue y en quién se había convertido,
dando testimonio de la transformación que había recibido a través de Cristo.  Agripa, al
escuchar el testimonio de Pablo, le dice que por poco le persuade a ser cristiano.  Pero,
¿cómo por poco sucede esto?  No con palabras de manipulación, sino con su testimonio. 

Una cosa es ser persuadido porque fuiste conmovido por el testimonio de alguien e
imagines lo que podrías recibir, y otra cosa es tener un encuentro con Cristo, como le pasó
a Pablo.  Cuando tienes un encuentro con Él, despiertas; y una vez despiertas a la realidad
de Cristo, nunca más vuelves a ser la misma persona.  
Pablo, que al igual que Agripa, perseguía a los cristianos; en su encuentro con Cristo, Cristo
le dice: ¿Por qué me persigues?  En otras palabras: ¿Por qué peleas en contra de lo que yo
quiero hacer con el mundo y contigo?  En aquel momento, Pablo se dio cuenta e internalizó
lo que estaba haciendo, lo que provocó su despertar para ejercer su propósito en Cristo.  Lo
mismo sucede con todos los que han alcanzado ese despertar en Cristo; despiertan cuando
se dan cuenta que siempre han estado peleando contra Dios.  Cuando despiertas, te das
cuenta que toda tu vida, en vez de estar peleando contra Dios, debiste haber estado a su
favor.  Todo lo que hacías en el mundo era por rebeldía a lo que Dios quiere que tú seas, y
ahora despiertas a que tienes que hacer lo que Dios quiere que tú hagas.  

Muchos tienen este despertar, al igual que Pablo, con un encuentro directo con Cristo, y
otros lo tienen al momento de casi perder su vida en algún accidente.  Se dan cuenta que la
vida es corta, y buscan vivir una mejor vida acercándose a Dios, quien les libró de perderla.
Es triste que aquellos que no han tenido un encuentro con la muerte o la vida en Cristo no
logren tener su despertar.  No se dan cuenta que mucho más grande que ser librados de la
muerte en un accidente, es que Dios no haya permitido que pasaran por uno.  Despertar
antes de que te suceda cualquier cosa, te permite disfrutar tu vida en la realidad de que Él
fue el que te dio la vida.  Pero no importa la manera en que hayas despertado, lo importante
es que estás despierto.  Ahora puedes ser discipulado para que aprendas a trabajar con tu
vida y vivas la vida plena que Dios tiene para ti. 

Jacob tuvo que encontrarse en el desierto para tener su despertar; cuando despertó, pasó de
ser un engañador, a un hombre trabajador, que luchaba por lo que amaba.  Cuando vives
dormido, terminas en el desierto, donde encuentras a Dios, despiertas, tu vida cambia y te
conviertes en un hombre honesto y trabajador, dispuesto a dar todo su tiempo por lo que
amas.  El hijo pródigo, dormido, se llevó su herencia, la desperdició y, cuando llegó el
momento difícil, despertó y dijo:  Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti.  Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a
uno de tus jornaleros. (Lc. 15:18-19)  El padre le dio su herencia porque sabía que él no
entendería si intentaba hablar con él y hacerlo cambiar de parecer.  No fue hasta que volvió
en sí y regresó a su casa, que entonces el padre pudo enseñarle quien él es.  Porque para que
un hijo pueda comprender y ser discipulado, hay que esperar que despierte. 

La misión de la iglesia es discipular, pero no te puedes frustrar intentando discipular a gente


que no está despierta.  Para poder discipular a los que están a tu alrededor, primero debes
orar para que despierten.  Algunos despertarán porque se encontrarán con Dios o con la
muerte, otros despertarán en el desierto, otros en la porqueriza.  Mientras esto sucede, solo
te queda orar y esperar que Dios los despierte.  Pero está listo porque, cuando despierten, es
tu trabajo recibirlos, educarlos, para que, con paciencia y compromiso, puedan cambiar sus
vidas y vivir la vida que Dios tiene para ellos.  

Hoy, declara que despiertas a la realidad de lo que Dios tiene para tu vida, que no tienes
que pasar por todos esos problemas para despertar y entender que Dios tiene un plan
contigo que no se cumplirá, sino hasta que despiertes.  Una vez despiertas, puedes ser
discipulado y discipular a otros.  Si entiendes que ya has despertado, dale gracias a Dios
porque, aunque no eres perfecto, un día te encontraste con Él y despertaste. 
EL VALOR DE UNO

Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
19 
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén.”  Mateo 28:18-20 

Discipular es trabajo de toda la iglesia.  Tú debes darte a la tarea de discipular a una


persona; predicarle la palabra y tomar el tiempo de enseñarle hasta que madure y viva como
Jesús quiere que viva.  Más importante que llenar una iglesia es discipular a todo el que
llegue.  Lo más grande que hizo Jesús no fueron las multitudes, ni los milagros de sanidad,
sino cuidar de doce.  Caminó con ellos tres años y medio, sabiendo que uno le robaba, y lo
soportó; después que Jesús los escogió, no los descartó.  Él tuvo paciencia con ellos y,
cuando las multitudes se fueron, solo algunos discípulos, como Juan, quedaron cerca de
Cristo, y eventualmente, cuando resucitó, Jesús no buscó a la multitud, sino que él fue a
buscar a sus doce.  Con ellos se encerró a puerta cerrada, y les explicó cosas profundas,
porque él sabía que, si él se iba a perpetuar en la tierra, no era por la cantidad de las
multitudes que le seguían, porque las multitudes siguen a Jesús por los milagros, los
discípulos le seguimos y le servimos por nuestro compromiso con él, haya milagros o no. 
Ya sea que Dios haga algo por ti hoy o no, si tú eres discípulo, tú sabes que, lo más grande
que Cristo iba a hacer por ti, ya lo hizo en la cruz del Calvario dos mil años atrás. 

Él te ha dado ya más de lo que tú merecías, y tu compromiso con él va más allá de lo que él


te pueda dar hoy.  Aunque él quiere darte todas las cosas, tu compromiso con él es que su
mensaje, a través de ti, va a permanecer a través de los tiempos. 

Si estás enfermo, comoquiera predica que Él es el Dios que sana, que él murió por nuestras
enfermedades.  Tu compromiso va más allá de tu condición, más allá de tu situación; los
que seguimos a Cristo, sabemos que vamos a tener persecución, que no nos van a entender,
que nos van a señalar; pero nuestro amor por Jesús es tan grande que, por lo que él ya hizo
por ti en la cruz del Calvario, no te queda más remedio que seguirle, servirle y hablar de él
dondequiera que tú vayas. 

Las multitudes se van cuando ya no hay panes y peces, pero los discípulos siguen al
Maestro.  Y, cuando Cristo resucitó, él también los buscó a ellos, a sus doce; y los
empoderó, y les dijo: Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra; ahora ustedes
vayan en esa autoridad, en ese poder, y hagan discípulos a las naciones.  Y la pregunta es:
¿A cuántos tú has discipulado? 

¿Por qué la gente no discipula?  Porque no fueron discipulados.  Quizás tú has permanecido
fiel en tu fe, tan solo con la palabra que recibes desde un altar, pero no todos logran esto; el
discipulado es necesario.  No discipulamos porque es más fácil hacer programas,
congresos, actividades, que discipular.  En este tipo de eventos no se vela por la
transformación a largo plazo de la vida de una persona.  Y esto es más fácil que dedicar el
tiempo que requiere discipular a alguien. 

Tú tienes que discipular a alguien.  Enseña a alguien, dale seguimiento a alguna persona;
cuida de alguien hasta llevarle a la madurez en Cristo Jesús. 

No discipulamos porque nos impresionamos con las cantidades, y no vemos el valor de


uno.  Noé tuvo fe para construir un arca para llenarlo de animales y solo ocho personas se
salvaran.  Trabajó cien años en el proyecto más grande de su vida, y solo ocho creyeron en
el mensaje y entraron, y era su familia.  Pero tú tienes que estar dispuesto a hacer todo el
trabajo, por difícil que sea, aunque solo ocho entren, porque con ocho se puede llenar el
mundo otra vez. 

Si en tu país solo se salvaran ocho, con esos ocho se asegura que no se pierda el mensaje. 
Pero muchos no discipulan porque cuesta mucho discipular a pocos.  ¡Ojalá tuviéramos la
fe de Noé!  Ojalá estuviésemos dispuestos a trabajar, predicar, aun sabiendo que solo unos
pocos responderán al mensaje; pero, por esos pocos, si es necesario trabajar cien años, con
esos pocos se llena el mundo otra vez.  Aunque las generaciones se pierdan, con ocho,
tenemos un nuevo comienzo.  Por eso, no podemos descansar en hacer el arca, sin importar
todo el esfuerzo porque, aunque entren solo ocho, habremos asegurado que la Palabra no se
va a perder, que el evangelio va a continuar y, eventualmente, habrá una nueva generación
que tendrá que mirar el arca como el lugar que Dios usó para salvar sus vidas y regenerar a
toda la humanidad. 

Haz un compromiso con Dios de discipular a alguien porque, lo que cambia la vida de una
persona no es ir a un concierto cristiano, sino que, semana tras semana, día tras día, le
lleves de la mano, ores por esa persona, y que eventualmente, esa persona lo haga por
otros.  Y es ahí que debería estar nuestra verdadera satisfacción como creyentes, porque esa
fue la instrucción que recibimos de Dios. 

NIEGATE A TI MISMO

Tú no puedes discipular a nadie, sin primero tú ser un discípulo.  No es que seas perfecto
para poder hablar y enseñar a otro; Pedro nunca fue perfecto, pero Dios lo usó para
discipular.  Lo grande es que, aun Pedro, no quería hacerlo.  Dios lo envió donde Cornelio,
y Pedro no quería porque, para él, Cornelio era un impío.  Y Dios tuvo que obligarlo, tuvo
que decirle tres veces.  Pedro le dijo a Cornelio: Vine tan pronto Dios me dijo que viniera. 
Pero eso no fue así.  Dios tuvo que luchar con Pedro, para que le enseñara a Cornelio. 

Discipular toma esfuerzo, toma tiempo, requiere trabajar con gente que tú no quieres
trabajar, con los que Dios nos ha llamado a rescatar.  Pero no lo puedes hacer, si primero no
eres un discípulo de Jesús.  Y para ser discípulo de Jesús, tú tienes que aceptar la demanda
que se pone sobre tu vida.  Cada nueva etapa en toda relación, requiere de un compromiso
mayor.  Y tú no puedes aceptar una relación más íntima y profunda con una persona, si esa
persona no está dispuesta a aceptar la demanda.  Muchas relaciones no funcionan porque le
damos los beneficios a gente que no está dispuesta a aceptar la demanda.  Pensamos que
dando el beneficio primero, algún día aceptarán la demanda. 

No te relaciones con alguien por quien tú no estés dispuesto a aceptar la demanda.  No


entres en una relación, si no estás dispuesto a aceptar la demanda; porque tú no puedes
disfrutar de los beneficios, si no aceptas la demanda de la relación. 

Lo mismo pasa en la iglesia.  Una cosa es una visita, otra, un miembro de la iglesia.  Un día
fuiste visita, pero el día que aceptaste ser miembro, dejaste la libertad que tenías como
visita.  Los miembros son discipulados, y hacen discípulos.  Tienes que aceptar la
demanda.  El día que decides ser líder en tu iglesia, dejas la libertad que tienes como
miembro, para liderar, y ahora la demanda es mayor.  Tú no puedes aceptar una relación, un
nuevo nivel de relación, sin aceptar la demanda. 

“23  Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame.”  Lucas 9:23 

Niégate a tus sueños, a tus ideas, a tus pensamientos, a tu pasado estilo de vida, niégate a ti
mismo.  Esto es lo que demanda Jesús para seguirle.  Y él debe ser tan importante, tan
valioso para tu vida, lo que él hizo por ti es tan grande, que vale el esfuerzo.  El problema
es que la gente quiere relación, sin aceptar la demanda. 

Cuando Adán comió del fruto prohibido, se entiende que no lo hizo porque fuera engañado;
Eva fue engañada por la serpiente, pero Adán comió porque era la única manera en que Eva
sería salva.  Si Adán no comía de aquella fruta, no se habría activado el plan de redención
para rescatar a Eva del error que había cometido.  Así que Adán comió por amor, de la
misma manera que Dios te amó tanto que se hizo hombre y murió por ti en la cruz del
Calvario.  Él comió del pecado por voluntad propia. 

“16  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”   Juan 3:16

Cuando tú quieres una relación con Dios, tienes que negarte a ti mismo.  Tienes que negarte
el tiempo que pensabas que era para ti, tienes que negarte ciertas relaciones, hay cosas que
tienes que cancelar, cosas que tienes que dejar, que olvidar.  Tú no puedes pretender
discipular a otro, si tú no estás dispuesto a negarte a ti mismo y seguir con tu
responsabilidad, con tu cruz, y hacer lo que Dios quiere que tú hagas. 

Cuando tú aceptaste amar a Jesús, aceptaste amar a la gente a quien él ama, y hacer por
otros lo que otros no harían. 

Cada relación pone en ti una demanda.  Servir a Cristo va a demandar de ti, de tu tiempo,
de tu esfuerzo, va a demandar que hagas lo que otros no quieren hacer.  Servir a Dios y
discipular a otros va a demandar que construyas un arca, y la gente se burle de ti, pero que
tú sigas construyendo creyendo que alguno se va a salvar.  Y, aunque se salven tan solo
unos pocos, valdrá el esfuerzo porque, con esos pocos, se llena el mundo una vez más. 
Todo lo que hacemos vale el esfuerzo.  Y, todo lo que tú puedas hacer, hazlo.  Niégate a ti
mismo, para que puedas seguir a Cristo, porque no podrás entrar en un nuevo nivel de
relación con Dios, sino hasta que aceptes la demanda que Él pone en ti.  Acepta la vida que
Dios quiere para ti, entendiendo que no tan solo tienes recompensa en el más allá, sino en el
más acá.  Cristo le dijo a sus discípulos que no hay nadie que haya dejado casa, padre,
madre e hijos, que no reciba cien veces más, aquí y ahora, y en el más allá la vida eterna. 

No hay nadie que haya dejado algo por Dios, que Dios no le dé recompensa.  Cada hora que
tú dedicas al servicio de Dios, Él te la va a recompensar.  Él va a redimir tu tiempo en tu
trabajo, en tu empresa; Dios se encarga de darte fuerzas y de que veas resultados que otros
no obtienen.  Tú vas a ver cómo Dios va a recompensar cada sacrificio que tú haces por Él. 
Él no pretende que tú hagas esto por nada, sino porque le amas y sabes que, a través de esto
perpetuamos su sacrificio en esta tierra, sabiendo que no hay nada que tú hagas que quede
sin recompensa.

ID Y HACED DISCIPULOS

Por causa de la dinámica eclesiástica, se les ha quitado el poder a los miembros de la iglesia
de hacer ciertas tareas.  En vez de empoderar a los miembros y en vez de decirle a la
congregación la capacidad que tienen, lo único que hacen es tratar de enfocar toda la
atención al altar, a la institución como tal, a través de actividades, de proyectos.  No se dan
cuenta que el perpetuar la verdadera transformación de una persona se logra cuando se
empodera a los miembros de la iglesia a hacer el trabajo que tienen que hacer. 

Según las estadísticas, tres de cada cuatro personas que le entregan su vida a Cristo
permanecen en los caminos del Señor, si fue cuidado y discipulado por un pastor o líder de
la iglesia.  Ahora, si los miembros son los que enseñan y cuidan a un nuevo convertido,
ocho de diez permanecen en la iglesia.  Así que se tienen mejores posibilidades de mayor
impacto, si sabemos que la tarea de los miembros de la iglesia es amar y cuidar de las
personas nuevas que entran a la congregación. 

¿Por qué razón la gente no discípula?  Una de las razones por la cual muchos no tienen el
deseo de discipular es porque ellos mismos no fueron discipulados.  Muchos, tal vez
incluyéndote a ti, le sirven al Señor por voluntad propia y la fuerza del Espíritu en ellos.
Llegaste a la iglesia, te convertiste, se despertó la Palabra en ti, y tu propia motivación te
permite caminar en los caminos del Señor.  Pero, con toda honestidad, ¿cuántos tienen el
carácter para hacer por sí mismos lo que tú has hecho?  Muy pocos.  Si dependemos de que
el evangelio siga creciendo únicamente con aquellos que tengan el carácter que tú has
tenido, crecerá más lento y no se perpetuaría como es debido.  No entiendes el valor de ser
discipulado o de discipular a alguien porque no fuiste discipulado.  Pero, si alguien te
hubiese cuidado, si alguien te hubiera guardado, si alguien te hubiera llamado, te hubiera
dado seguimiento, seguramente en agradecimiento tú estuvieras haciendo lo mismo.  

Aunque nadie tuvo el cuidado de discipularte, hazlo tú con alguien.  Ahora que has pasado,
has perseverado y has salido victorioso de muchas de las dificultades de servirle al Señor,
discipula a alguien.  Hay gente que necesita de ese cuidado para perdurar en el Señor.
Comienza a relacionarte con otros porque, para discipular a alguien, es necesario que te
comiences a relacionar con otros. 

Cuando comiences a relacionarte, tienes que tener en cuenta que las relaciones ponen una
demanda en tu vida.  Cada vez que deseas un nuevo nivel de relación con otra persona, esa
demanda aumentará y obtendrás mayores beneficios.  El problema de mucha gente, y por lo
cual muchas relaciones se atrofian, es que le dan beneficios a la otra persona en la relación,
sin que hayan aceptado la demanda que requiere ese beneficio.  Se le atrofia el corazón a la
persona porque está brincando etapas.  El ser amigos tiene beneficios, el ser novio, estar
casado, ser padre también tiene sus beneficios.  Mientras más se va creciendo en la
relación, se va adquiriendo mayor intimidad y beneficios.  

Lo mismo pasa en el Señor.  Cuando visitas una iglesia, tienes unos beneficios y unas
libertades.  El día que decides ser miembro de una iglesia, dejaste las libertades de ser visita
y aceptaste la demanda de un miembro.  El día que decides ser voluntario de una iglesia,
dejaste la libertad de un miembro y aceptaste la responsabilidad de un voluntario.  Cuando
eres voluntario no puedes llegar a la hora que quieres, sino a la hora que se te asignó para
trabajar en la iglesia.  El día que, de voluntario, pasas a ser líder de la iglesia, entregas unas
libertades y aumenta tu compromiso; lo mismo cuando llegas al pastorado.  Mientras sigues
creciendo, la demanda de cada una de estas etapas aumenta, y también sus beneficios.  El
problema es que la gente está en ciertos niveles y quieren que se les mida como personas
que están en otro; sin haber aceptado la demanda, quieren tener los beneficios. 

“19  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mateo 28:19-20 

En Mateo 28, Jesús está poniendo una demanda a sus discípulos –y, por supuesto, a todo el
que quiera ser discípulo suyo – de hacer discípulos, de discipular.  Si tú quieres hoy entrar a
este nuevo nivel, en esta nueva dimensión de relación con Dios y crecer, tienes que aceptar
esta demanda.  Cuando aceptes la demanda de Jesús para tu relación con Él, obtendrás lo
que tanto deseas y ganarás el beneficio de que Él estará contigo “…todos los días, hasta el
fin del mundo.”  Acepta moverte a ese nivel, acepta la demanda. 
EL GRAN EJEMPLO

El concepto de discipular existía en el Antiguo Testamento aunque no se le conocía bajo el


mismo término.  El concepto de discipular comenzó antes de Cristo, pero comenzó a
evolucionar en Cristo y después de Cristo.  Mucha gente piensa que no existe la
responsabilidad de discipular porque Pablo no utiliza el término.  Pero, aunque Pablo no
utiliza el término discipular, sí habla de ser instructor, de tener pupilos, de tener obispos, de
enseñar, de gente que modele, todos sinónimos de discipular.  Con el tiempo, los hombres
con la religión desvirtuaron el discipular en un momento dado.  ¿Cómo lo desvirtuaron? 

Mateo 5 comienza con el Sermón del Monte, en donde Jesús les dice a sus seguidores en
qué manera deben dirigirse, comportarse.  Se muestra a un Jesús que comienza a cuidar de
sus discípulos y a darles la cultura que Él quiere que ellos imiten, la cultura que Él quiere
que ellos tengan.  Les dice: Este es nuestro modelo, así es que vamos a actuar y a mirar la
vida.  

Entre Mateo 5 y los capítulos 6 y 7, Jesús comienza a hacer contraste entre sus enseñanzas
y lo que sus discípulos habían aprendido.  En Mateo 5, después de las bienaventuranzas,
Jesús les dice: “Vosotros sois la sal de la tierra…” (v.13), “…la luz del mundo…” (v.14),
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar,
sino para cumplir. 18  Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (v.17-18)  Y
continúa hablando de la ira, el adulterio, el divorcio, los juramentos, el amor, los enemigos,
la limosna, la oración, el ayuno, de los tesoros en el cielo.  En Mateo 7:13, te habla de la
puerta estrecha, de los dos cimientos.  En todos estos, Jesús está comparando y diciendo:
Esto es lo que dice la ley, esto es lo que hace el mundo, pero nosotros vamos a actuar de
otra manera, nosotros viviremos de manera diferente.  Ustedes deben escoger cómo van a
vivir, en dónde se van a fundamentar, por dónde vas a entrar, si por la puerta estrecha o por
la ancha; ¿a quién vas a seguir?  

¿Dónde estaba la perversión de la religión y cuál era la diferencia del llamado de Cristo?
Muy sencillo, todos los maestros de la ley enseñaban al hombre a seguir la ley, mientras
que Cristo les enseñaba, a que no miraran la ley, sino que lo siguieran a Él.  Les enseñaba:
Mírame a mí, mira como yo lo hago, sed mansos como yo soy manso.  

La diferencia de estas dos maneras de enseñar es que Jesús buscaba que sus discípulos
aprendieran por su modelaje y los maestros simplemente buscaban poner culpa y
condenación en el momento que no pudieran seguir la ley.  El ser humano aprende por
modelaje; enseñar algo que no eres capaz de modelar no tiene el efecto que deseas en tu
estudiante.  Los padres que le dicen a sus jóvenes “haz lo que yo te digo, no lo que yo
hago” lo que hacen es enviarle a sus hijos un mensaje confuso.  No pueden hacer lo que
dices, porque ellos aprenden de lo que están viendo que tú haces.  

Tú, como creyente, tienes que saber que tu meta para ser discípulo de Cristo no es seguir la
ley, sino imitarlo a Él.  Para tú imitarlo a Él, para ser y hacer discípulos, la meta es
enseñarle a la gente lo que la Biblia dice y ha hecho en tu vida, no es solo decirle lo que
tienen que hacer, sino: Mira cómo yo hago lo que dice la Palabra que tenemos que hacer.
Es decirle a otros: Mira cómo actúo, camino, mira cómo yo lo hago.  Si no enseñas de esta
manera, caerás en el mismo juego de los religiosos que señalan a la ley, a las reglas,
simplemente para juzgar, condenar, para hacerte sentir mal, para ponerte un estándar que ni
ellos pueden seguir.  El Señor, el Todopoderoso al que le servimos, no vino a señalar la ley,
sino a decirte: Mírame a mí, y hazlo como yo lo hago.  

Entiende que Jesús vino, no a ser la gran excepción, sino a ser el gran ejemplo.  Y tú estás
en este mundo para modelarlo y para que la gente, a través de ti, vea realmente qué es lo
que tienen que hacer.  No tienes que ser un experto en Biblia para hacer discípulos, pero sí
debes enseñarle a los que te rodean, lo que has aprendido de la Palabra, y cómo lo has
aplicado a tu vida.  Tú debes enseñarle a todos el resultado de lo que Dios ha hecho
contigo.  Que a dondequiera que tú vayas, la gente pueda ver que tu forma de vivir trae
buenos resultados, para que, cuando te vean, quieran y te puedan seguir y seguir al Dios al
que tú sigues.  

NO ES POR TUS FUERZAS

3  14 
Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a
doce, para que estuviesen con él…”  Marcos 3:13-14 

Jesús llamó a estos doce para que estuvieran con Él, para que aprendieran de Él, para que le
conocieran a Él.  Todos los evangelios lo confirman cuando, en ellos, Él habla diciendo:
Conózcanme, miren como yo lo hago.  Hay gente que quiere recibir al Salvador, pero no lo
quieren conocer, no quieren invertir el tiempo de conocerlo a Él.  Pero, para poder cumplir
con el llamado de conocerle, tienes que seguirle; y, para poder seguirle, tienes que desear
tener una verdadera relación con Él.  

La pregunta es, ¿quieres tener ese encuentro para conocer realmente a Jesús?  ¿Tienes la
pasión verdadera de seguirlo y servirle?  Pablo, aunque no lo conoció físicamente, tenía esa
pasión de perseguirlo; él decía: Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está delante, 14  prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13-14)  Pablo decía: Yo quiero
conocerlo a Él; por eso, eventualmente, cambió todo su lenguaje de “yo y Cristo” a “ya no
soy yo, sino Cristo”.  Por eso es que decía: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es
ganancia.” (Fil 1:21)  

El primer llamado de Jesús es siempre para conocerlo a Él.  Cuando le entregas tu vida,
estás aceptando su llamado, oíste su voz y tú espíritu se despertó para que te apasiones por
Él, camines y le conozcas a Él.  Sal de lo que te dijeron y encuéntrate con Jesús cara a cara,
para que puedas tener esa experiencia sobrenatural que tu corazón desea.  Jesús quiere que
llegue el momento donde tú y Él sean verdaderamente uno, y nada ni nadie los pueda
separar.  Dios siempre ha querido una relación contigo.  Cuando comiences a cultivar esa
relación, te va a pasar como dice la Biblia: De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te
ven.  No es nada fácil el estilo de vida que Él pide; lo que demanda de sus hijos no se puede
hacer con tus propias fuerzas.  La única manera en que puedes cumplir con ese llamado de
seguirlo, de imitarlo a Él, es a través del poder de su gracia, poder que te fortalece.  

No se trata de esfuerzos humanos, se trata de la dependencia que puedas tener, del poder,
de la gracia de Dios en tu vida para poder cumplir con todo lo que ha pedido.  Cuando
intentas hacerlo por tus propias fuerzas es cuando fracasas, cuando te torturas, donde
intentas hacer cosas con buenas intenciones y después fracasas.  Solo la gracia y el poder de
Dios sobre tu vida te pueden ayudar a vivir como Él quiere que tú vivas.  El estándar de
Jesús es muy alto para pensar que con tus fuerzas lo puedes hacer.  

Jesús, cuando se sentó en la cena con los doce discípulos, Él sabía que Judas lo entregaría
y, aun así, se sentó a comer con él y le lavó los pies.  ¿Tendrías tú la valentía para lavarles
los pies a tus enemigos?  Jesús trabajó con la misma humanidad que tú y yo trabajamos.  En
el Getsemaní, en un momento de extrema angustia, le pidió al Padre que fuera otro el que
pasara por el Calvario que Él pasó.  Allí Jesús demostró que era tan humano como los
demás, pero tuvo que buscar las fuerzas para cumplir su propósito, para que tú puedas vivir
como Él quiere que vivas.  Jesús modeló que, en esta naturaleza humana, se pueden tener la
victoria y el control.  Te ha acercado a Él para que, a través de su gracia, veas que si lo
puedes hacer.  

Sal con la consciencia de que Él te llamó para Él y por Él y, en tu interior, está lo que te
hace falta para tú poder vivir como Él quiere que tú vivas.  Has intentado muchas veces,
por tus propias fuerzas, cambiar tu vida, controlarte, para poder mantenerte haciendo ciertas
cosas, pero hoy tienes que decir: No más.  Tienes que decirte: Voy a depender del poder, de
la gracia en mi vida; voy a depender de Dios para ser todo lo que Él quiere que sea.  Ese
poder que estaba dentro de Él, es el Poder del Espíritu Santo que está dentro de ti para
hacerte caminar, en medio de esta tierra, con la autoridad que tienes que caminar, viviendo
por Él y para Él. 

Hoy, de tu interior, fluye esa fuerza, ese poder para que puedas ser todo lo que Dios quiere
que seas.  Sal claro hacia donde Dios te dirija y encontrarás, en tu interior, las fuerzas
necesarias para vivir como Jesús quiere que vivas.  Se acabó la frustración de intentarlo;
vas a decir como Dios le dijo a Pablo: Bástate en mi gracia porque mi poder se perfecciona
en medio de tu debilidad; y, cuando más débil tú has sido, más fuerte Dios se muestra en tu
vida y te da la victoria que esperas, en el nombre de Jesús. 
LEVANTANDO GENERACIONES

Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu


padre, a la tierra que te mostraré. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y haré de ti una
nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” 
Génesis 12:1-3 

Dios quería hacer valer la fe cristiana en las familias de la tierra a través de Abraham.
Cuando Dios salva a Jacob, y le dice que no lo dejaría, Dios no le promete prosperidad para
que Jacob pensara que lo estaba haciendo por él.  Dios le promete prosperidad y cuidado
para la simiente de Jacob, que estaba en la línea que Dios había escogido por medio de
Abraham.  Dios cuida a Jacob para que la semilla se guarde porque de ahí vendría el linaje
de Cristo.  Así que Dios bendice a Jacob para asegurarse que la semilla llegara a donde
tenía que llegar.  Lo que Dios hace por ti, no lo hace por ti meramente, es por la semilla que
está dentro de ti, que Él quiere que dé fruto a largo plazo. 

Cuando miramos estos versos, vemos que la meta de Dios no es levantar a un hombre, sino
generaciones completas.  El problema de la iglesia es que tienen “súper estrellas”, pero
Dios no está interesado en eso, Él está interesado en generaciones completas.  Una nación
no cambia porque haya un buen predicador, lo que cambia una nación es que haya personas
en cada casa y en cada lugar, que modelen el mensaje de Cristo.  En el Antiguo
Testamento, vemos que hay “superhéroes”, hay un Abraham en toda una época.  Más atrás,
había millones de personas, solo había un Noé, y solo se salvaron ocho personas.  Entre
todos los judíos que estaban en Egipto, se levantó un solo Moisés, y de esa generación, solo
dos entraron a la tierra prometida.  Admiramos a Josué y Caleb por haber podido entrar a la
tierra prometida, pero la promesa no era solo para ellos, era para todo el pueblo que había
salido de Egipto.  El problema es que el pueblo de Israel no fue discipulado, nadie se tomó
el tiempo de enseñarles.  

En la Biblia, el juez Gedeón tenía un ejército de treinta y dos mil hombres, versus un
ejército enemigo de ciento treinta y cinco mil.  Dios le dice a Gedeón que tenía demasiados
hombres.  Gedeón se queda con solo diez mil hombres, pero Dios aún le dice que tiene
demasiados.  Dios le dice a Gedeón que solo los hombres que, cuando fueran a beber al río,
llevaran el agua a su boca con la mano, esos serían sus soldados.  Se quedó con solo
trecientos hombres, pero estos estaban despiertos, alertas.  Ese grupo era el que haría que la
nación completa cambiara.  

Tienes que entender, hoy, que el discipulado no es para superestrellas, sino que es para
gente que entiende que tienen que cambiar a las personas uno a uno.  Va a tomar tiempo,
pero la nación cambia, no cuando hay uno reconocido, sino cuando en todo lugar haya
gente que predique el evangelio.  Nuestro trabajo no es levantar superestrellas, sino levantar
generaciones completas que prediquen la Palabra del Señor, gente que no se avergüence de
caminar como un cristiano.  Se necesitan personas que sean reales, que tengan sus
imperfecciones, pero que sepan pedir perdón y creerle a Dios.  El Señor está buscando
cambiar generaciones completas, y ese es tu trabajo.  Tienes que levantar gente que pueda
vivir de la manera que Dios quiere.  Estás aquí para cuidar la simiente de nuestro Señor
Jesucristo, lo que hizo en la cruz del Calvario, y su estilo de vida.  Esa es la forma en la que
nos aseguramos que la confusión que hay en el mundo no entre en sus vidas. 

Hay personas que no se motivan a trabajar por nada, no se motivan a leer la Palabra de
Dios, ni siquiera a ir a la iglesia.  ¡Tienes que despertar!  Si estás comprometido con tu
sociedad y con lo que Dios ha dicho que tienes que hacer, vas a invertir lo que sea por las
almas.  El problema de mucha gente es que dicen que son cristianos, pero no financian las
cosas correctas.  No están dispuestos de pagar el precio que requiere ganar a alguien y
transformarlo.  Y después se quejan de cómo están las cosas.  Hace falta una iglesia que
sepa que tiene que cambiar generaciones.  

Tiene que haber una iglesia que se meta en todo lugar, que invierta para ganar almas, que
discipule y haga despertar generaciones.  Hace falta una iglesia que despierte y se levante a
cambiar generaciones.  Una iglesia que deje de creer lo que dice la prensa y que tomen las
decisiones correctas.  Paga el precio, créele a Dios, motívate a hacer algo.  Personas que se
puedan levantar de las drogas y de sus pecados; personas que puedan trabajar y producir.
Tienes que traer personas que puedan tener un encuentro con Dios, después discipularlos y
enseñarles para que puedan prosperar, crecer y vivir la vida correcta.  

VIVOS EN EL ESPIRITU

Para poder discipular, lo primero que debes ser es discípulo, y lo importante es


primeramente ser discípulo de Jesús.  Ser discípulo requiere disciplina.  El problema es que,
a través de los tiempos, hemos hecho más fácil el evangelio.  Tratamos de alcanzar más
gente, bajando el estándar, pero nada en la vida se alcanza, si no hay disciplina.  No podrás
alcanzar cosas en la vida, si no puedes aguantar tus deseos, tus pasiones, y controlarte para
alcanzar un propósito mayor.  Si no tienes algo por lo cual sacrificar y esforzarte, entonces
vives sin rumbo, dejándote llevar por los sentimientos.  Ese tipo de personas son las que
nunca tienen control, que no se aguantan para nada y las que siempre están errantes.  

Como creyentes, debemos ser las personas más disciplinadas.  Debemos ser personas que
sepamos que, para todo lo bueno, hay que pagar un precio.  Hay personas que quieren ser
cristianos y recibir la salvación, pero también quieren vivir una vida desordenada; pero tú
has sido llamado a influenciar tu sociedad.  Si quieres influenciar a tu familia, ellos tienen
que ver disciplina en ti.  Los cristianos tenemos fe y creemos, pero igual tenemos que
trabajar, administrar, tenemos que ser sabios en las inversiones, no podemos estar pidiendo
todo gratis, tenemos que hacer lo que tengamos que hacer para que nuestra vida cambie.  

Nuestra vida debe ser completamente entregada a Dios, y no debemos salir de esta tierra sin
haber alcanzado el cien por ciento de nuestro potencial espiritual.  No debes morir
pensando lo que pudiste haber hecho, o lo que pudiste haber alcanzado.  Tenemos que ser
como Cristo que, en tres años y medio, cumplió con todo lo que vino a hacer.  Debemos ser
como Pablo que, en un momento, dijo que estaba listo para irse porque había acabado su
carrera.  Dios no te va a dejar tranquilo hasta que saque de ti el cien por ciento, pero tiene
que haber un compromiso de tu parte y entregarle tu vida completa al Señor. 

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. De
manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía,
úsese conforme a la medida de la fe; No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.”  Romanos 12:1 

Sacrificio es algo que está muerto, y Pablo dice que presentemos nuestros cuerpos vivos
como si estuvieran muertos.  Antes de recibir a Cristo, estabas vivo por fuera, pero muerto
en el espíritu.  Pero, cuando llegas a Cristo, el papel se cambia, entonces estás vivo en el
espíritu y muerto por fuera.  Siempre en nosotros hay una parte que está muerta, pero tú
puedes escoger: Vive tu cuerpo, o vive tu espíritu.  Los cristianos decidimos morir a la
carne y presentarnos como sacrificio vivo delante de Dios.  

Las personas toman sus decisiones por tres razones: Porque se siente bien, porque se ve
bien, o porque es lo correcto.  Esas tres cosas controlan todas las decisiones que tomas.
Cuando haces lo correcto, no necesariamente te sientes bien, o te ves bien, pero es cuando
verdaderamente tienes poder en tu interior. Muchos han experimentado la satisfacción de
saber que pudieron haber hecho algo, pero no lo hicieron. Hay más satisfacción y poder en
no haberlo hecho, que en haberlo hecho. Por eso cuando haces las cosas por verte o sentirte
bien, eventualmente te ves y te sientes mal. Todo lo que haces por esos principios
eventualmente te denigra. Preséntate delante de Dios haciendo el sacrificio que tienes que
hacer, dejando las cosas que tienes que dejar. Ahí es cuando realmente estás vivo. Lo que te
da vida es haber tomado las decisiones correctas,  te puedes parar delante de él con la
conciencia limpia, y adorar libremente, ese es tu culto racional.

El culto inteligente es cuando te presentas delante de Dios y le dices las cosas que has
dejado, y las cosas que has podido lograr, entonces ahí es cuando más vivo estas. Antes
encontrabas tu vida en el mundo, ahora la encuentras en agradarle a Dios y servirle. Cuando
eres capaz de presentarte delante del Señor con decisiones firmes, de ahí sale tu poder y
autoridad. De ahí es que recibes la verdadera autoestima, y realmente comienzas a ver
como todo lo que Dios te ha prometido se comienza a manifestar en ti, porque ese poder se
multiplica.

Te han hecho creer que el ser humano es débil, pero débil es el que no puede pararse en la
Palabra de Dios, y aquellos que estamos en Cristo, todo lo podemos porque él nos fortalece.
Tiene que haber un día en que digas que eres completamente de Cristo,  que te pares firme,
y que desde ahora en adelante tu vida cambie para siempre.  

QUEMA TUS BUEYES


Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho
así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49  Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50 
Más ellos no entendieron las palabras que les habló.”  Lucas 2:46-50 

José y María en una ocasión perdieron a Jesús, cuando era niño, después de haber ido a
unas fiestas en Jerusalén.  Buscaron en todo lugar y, al final, le encontraron en el templo.
Al igual que José y María en aquella ocasión, la sociedad está desesperada y ansiosa,
porque toda su vida buscan lo que se les ha perdido en todos lugares, menos en la casa de
Dios.  ¿Por qué de primeras no buscan lo que se les ha perdido en el lugar correcto?  Van al
templo después haber perdido tiempo y todas sus fuerzas.  

Jesús le pregunta a María: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi
Padre me es necesario estar?  En aquellos tiempos, era un honor que un  hijo fuera
llamado al ministerio, pero toda madre sabía que la familia perdía a su hijo el día que eso
sucediera.  La familia debía renunciar a tenerle en su negocio, de la misma manera que el
joven tenía que renunciar a todo su pasado.  Todo lo que Jesús construyó, levantó, todo lo
que hizo junto a José, Jesús lo entregó el día que fue bautizado por Juan el bautista y se
movió hacia lo que Dios tenía para su vida.  

Para ser discípulo de Dios, hay que dejar y renunciar a todo aquello que te ha sostenido
emocional, mental, financieramente, todo lo aprendido en el pasado.  No quiere decir que
dejes de trabajar, sino que abandones todo pensamiento que te ha atado al pasado y digas:
De ahora en adelante, voy a prosperar a la manera de Dios.  Si haces lo que Dios quiere que
hagas, no te faltará nada.  A Cristo nunca le faltó nada; así mismo, Dios se va a encargar de
proveer para cada paso que tú tomes.  

“19  Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas delante de
sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto.
20 
Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me
dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he
hecho yo? 21  Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes
coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y
le servía.”  1 Reyes 19:19 

Eliseo, que era un empresario, se encontraba en el campo arando cuando Elías pasó por allí.
Este hombre era de una familia próspera, trabajando en el negocio de la familia cuando fue
llamado al ministerio.  Antes de ir tras Elías, se despidió de su familia y del pueblo,
matando dos bueyes para decirles a todos: Salgo de este lugar, y renuncio a todo lo que esto
representa en mi vida.  ¿Serás capaz de dejar todas tus posiciones y logros para servir en la
casa de Dios?  Es poderoso cuando una persona puede decir: Renuncio a todo lo que
emocionalmente me ha sostenido hasta el día de hoy, solo para vivir en sacrificio para Dios.
Después de muchos años de servicio a Elías, Eliseo recibió lo que tanto deseaba –una doble
porción de la unción de Elías – cuando Elías ascendió al cielo.  Lo curioso es que hay gente
que espera la doble unción de otro, sin haber renunciado a su pasado para servir.  Todo lo
que se quiere y se obtiene de Dios, tiene un precio que debes pagar.  El precio de renunciar
a ciertos sueños, a amistades e incluso a familia.  Es imposible obtener lo de Dios, sin
quemar tus bueyes.  

Así como Elías dejó a su pueblo y familia, Jesús dejó a María y José, para comenzar la
preparación de su ministerio en el templo, sin temor a tener falta de provisión.  Sirviendo en
la casa de Dios, encontrarás provisión de todo lo que tú necesitas.  Toma la decisión de
dejar tu pasado y servirle; el Señor se encargará de cubrir tus necesidades, abrir puertas,
hacer milagros, de darte favor y gracia y llevarte a lugares que jamás pensaste llegarías.
Hay un futuro muy grande para tu vida, si eres capaz de renunciar a toda atadura emocional
del pasado.  

Toma hoy la decisión firme en tu vida de seguir a Cristo, de ser su discípulo, y espera que
sea Él quien te dé la recompensa.  No hay nadie que haya dejado casa, madre, padre, que no
reciba cien veces más aquí y ahora, y en el más allá, la vida eterna.  No se ha visto a nadie
que le sirva a Dios y no haya recibido su recompensa.  Sirve al Señor desde el lugar en que
te encuentras, modela su carácter, su vida.  Cuando haces esto, el favor y la gracia de Dios
vendrán sobre ti de manera sobrenatural, y vas a alcanzar mucho más de lo que jamás
habías pensado.  Declara que, desde hoy, Dios te da la fortaleza y la fuerza que necesitas
para renunciar a todo lo que en tu pasado te ha querido atar para alcanzar el futuro que Dios
tiene para ti, en el nombre poderoso de Jesús.  

ESFUERZATE EN LA GRACIA

Es importante estar comprometido con Jesús.  Es importante que la iglesia pase de ser
fanática de Jesús, a estar comprometida con Jesús; porque un fanático no necesariamente es
un discípulo.  Nicodemo era fanático de Jesús, pero lo buscaba de noche, a escondidas, sin
que nadie lo viera.  Iba y le preguntaba acerca de sus dudas; Cristo le dijo que tenía que
nacer de nuevo, y Nicodemo se fue más confundido todavía.  Nicodemo era un fanático; le
gustaba lo que veía, lo que oía, pero no estaba comprometido. 

Los fanáticos confunden admiración por devoción; pero es muy diferente vivir una vida
devota a Dios, que vivir admirando a Dios.  Hay gente que admira, pero no tienen
devoción.  La gente fanática confunde el conocimiento de Jesús, con lo que es tener
intimidad con Jesús.  Hay gente que conocen de Jesús, pero no tienen intimidad con él; son
dos niveles muy diferentes.  Y las dos son importantes.  Tú debes conocer de Jesús, pero
más que conocer de él, tú tienes que conocer a Jesús, tener intimidad con él. 
Los fanáticos piensan que sus buenas intenciones sobrepasan su fe; pero tú puedes tener
buenas intenciones, y no tener fe.  Los cristianos verdaderamente comprometidos no
vivimos por buenas intenciones, sino por nuestra fe. 

Hay muchas cosas que hacemos pensando que realmente nuestro estilo de vida demuestra
nuestro compromiso con Jesús, pero no es así.  Esto pasa por la insuficiencia de nuestra
mente de entender nuestra capacidad espiritual para cumplir con la meta de vivir como
Jesús vivía.  En un momento dado, Juan dijo que no era digno de desatarle el calzado a
Jesús, queriendo decir que él no podía cumplir con la tarea que se le había encomendado,
porque Jesús era demasiado grande para él. 

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.  2  Lo que has oído de
mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar
también a otros.”  2 Timoteo 2:1-2 

Pablo le da dos instrucciones a Timoteo: Que se esfuerce en la gracia, y que discipule, pero
no a cualquiera, sino a gente fiel y apta para enseñar.  No se le puede confiar el evangelio a
cualquiera, porque no fue dado para uso personal, sino para ser enseñado; y tu fidelidad es
demostrada por tu capacidad de compartir con otros lo que Dios ha hecho en tu vida.  El
esforzarse en la gracia, es esforzarse por entender que el poder para cumplir con la obra
proviene del Dios Todopoderoso. 

Una de las razones por la que la gente se queda en las gradas, por las que permanecen
siendo fanáticos, es porque piensan que no tienen la capacidad espiritual de entrar en esa
otra dimensión.  Hay gente que no estudia la palabra porque piensa que se requiere de
estudios teológicos para que Dios le hable.  Tú no necesitas de estudios teológicos para que
Dios te hable.  Es más, mientras más estudios teológicos, más se te daña la cabeza; porque
te ponen cuanta interpretación hay de frente; pero si tú tienes una experiencia directa con la
palabra del Señor, Dios te puede hablar a ti directamente; y el esfuerzo que tú haces en la
gracia que Dios te ha dado, de poder recibir de Él, es más que suficiente que cualquier
estudio que tú puedas hacer afuera.  Pero no es hasta que un hombre tiene la consciencia de
que esto no se hace… t se hace… tú no vas a alcanzar vivir la vida que Jesús quiere que tú
vivas, bajo tus propias fuerzas, bajo tu esfuerzo, sino bajo el poder de la gracia de Dios,
caminando bajo el poder del Espíritu, viviendo todos los días en el Espíritu, pidiendo al
Espíritu Santo que todos los días te dé la fortaleza para hablar correctamente, para caminar
correctamente, para actuar correctamente.  Tu carne es débil, tu mente es débil; el único que
te puede dar la fortaleza es el Espíritu Santo que está dentro de ti, que camina contigo; y es
la única manera que tú podrás vivir haciendo la obra que Dios quiere que tú hagas. 

Hasta que no entiendas esto, estarás frustrado por todos los ataques, por los problemas, por
las dificultades.  Pablo estaba motivando a Timoteo, diciéndole: Acuérdate que esto es por
la gracia.  Lo que se te ha encomendado que hagas, hazlo por la gracia de Dios.  Esfuérzate
en la gracia de Dios, no en tus propias fuerzas.  ¿Cómo?  Confiando en que, cuando llegues
donde tienes que ir, Dios te dará las palabras correctas, Él te va a guiar, te va a dirigir, te va
a dar la fortaleza, la fuerza, el ánimo.  Ten confianza de que, cuando llegues al lugar que
Dios quiere que vayas, algo dentro de ti va a pasar, y vas a saber qué decir, qué hablar,
cómo actuar.  Tú no te vas a quedar en las gradas por miedo a no poder cumplir con las
expectativas del Dios que te llamó.  Dios te llamó, y Él te ha dado la capacidad que tú
necesitas para vivir la vida que Él quiere que tú vivas, y alcances la plenitud en Cristo
Jesús.  Y todo esto se hace única y exclusivamente por la gracia de Dios.   

TU CAPACIDAD NO LIMITA A DIOS

Mucha gente se cohíbe, porque no entiende el poder de la gracia de Dios en su vida.  La


religión enfatiza los estudios, la teología, el empoderarse de afuera hacia adentro.  Tenemos
que estudiar, prepararnos, pero tu vida no depende de esa educación; tú has llegado a donde
estás por la gracia de Dios.  El discipular no es una tarea que hagamos por fuerza humana. 
Si intentaras hacerlo así, no lo lograrías, te volverías religioso.  Los más grandes hombres
en la Biblia, no eran gente muy educada, sino gente de fe, que habían tenido experiencias
que les daban convicción. 

“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del
templo, y los saduceos, 2  resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la
resurrección de entre los muertos.”  Hechos 4:1-2  

Acabando de sanar a un cojo a la entrada del templo, Pedro estaba predicando, y los
sacerdotes estaban resentidos.  Cuando predicamos el evangelio, los religiosos se resienten. 
Pedro se ganó cinco mil hombres, y fue apresado, y le cuestionaron en nombre de quién
habían ellos –Pedro y Juan – sanado a aquel cojo. 

“8  Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos
de Israel: 9  Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre
enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, 10  sea notorio a todos vosotros, y a todo el
pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis
y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.
11 
Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser
cabeza del ángulo. 12  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”  Hechos 4:8-12 

Estas expresiones no eran de pescadores, sino de gente letrada; vocabulario de otro nivel. 

“13  Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras
y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.”  Hechos
4:13 

¿Puede la gente reconocer que tú has estado con Jesús?  La gente sabe del barrio que tú
saliste, pero al ver cómo hablas y cómo vives, ellos deben saber que solo Dios puede obrar
en tu vida para llevarte a ese nivel.  Dios posiciona gente delante de gobernantes, delante de
gente importante; y tú vas a necesitar las palabras correctas, en el momento correcto; y la
gente debe ver a Jesús en ti.  El Espíritu Santo te capacita para pararte y decir lo que tienes
que decir, de manera apropiada, y cumplir tu misión. 
Deja de temer por tus limitaciones, porque ninguna de ellas importa, si tú estás cerca de
Jesús, sino que cada una de ellas será obviada, quedará a un lado; lo que no sirve, Dios lo
convierte en algo que Él pueda usar; lo que la gente menosprecia, Dios lo convierte en algo
que maraville a la gente.  Cuando tú hables, aquellos que saben de dónde tú vienes, se van a
maravillar, y tú tendrás que decir: Es que yo he caminado demasiado tiempo con Jesús. 

Dentro de ti está el poder del Espíritu Santo, y eso es lo que hace la diferencia en tu vida. 
Tus capacidades no son limitación para lo que Dios quiere hacer contigo. 

Estudia, prepárate, cumple con lo que el mundo exige en ese aspecto, pero aprende porque
tú disfrutas de aprender, porque tú no puedes depender de nada de eso.  Lo que te hace a ti
capaz no es de dónde saliste, no es saber hablar; lo que te hace sobresalir es tu confianza de
que, cuando tengas que hablar, el Espíritu Santo que está dentro de ti se encargará de
decirte lo que tienes que decir, y la gente se va a maravillar. 

Quizás, tú has creído que, hasta que no cumplas con ciertas cosas, no podrás ver resultados
en tu vida, y te has limitado, y has limitado el poder de Dios en ti.  Deja que la gente se
maraville, no porque tú hayas salido de la mejor universidad, sino porque tú has caminado
con Jesús.  Que no seas tú el que hable, sino el Dios Todopoderoso a través de ti, hablando
las palabras correctas, en el momento preciso.  Que sea el Espíritu Santo quien te mueva. 
¿Cómo pasa eso?  Eso solo pasa.  No hay un truco detrás de esto.  Lo que tienes que hacer
es caminar con la confianza de que, el que está en ti, es más grande que el que está en el
mundo, que el mensaje que tú tienes que llevar es más poderoso que lo que cualquiera
pueda decir, que cualquier cosa que el mundo quiera hacer en contra tuya, Dios te dará la
salida.  Dios te dará la sabiduría para hablar de la forma correcta y, cuando tú caminas con
confianza, no en tus capacidades, sino en el Dios que las puede utilizar, tu vida cambia para
siempre.  Porque, cuando tú no dependes de tus capacidades, sino del Dios que puede
usarlas para su grandeza, vas a ver resultados que tú jamás en tu vida habías visto. 

Que el miedo desaparezca de tu vida, de tu mente, de tu corazón.  Camina, no en tus


capacidades, sino en las capacidades de Dios para ti, demostrándole al mundo que tú has
estado cerca de Jesús, que has caminado cerca de él.  Que la gente se maraville, porque lo
pueden ver a él en ti. 

SAL EN OBEDIENCIA

Cuando miras la palabra del Señor, se muestra que todo el desarrollo del hombre tiene que
ver con cuán capaz es de obedecer, y su respuesta hacia las órdenes divinas.  El primer
problema ocurrió en el Edén, cuando el hombre desobedeció el mandato de Dios.  Al igual
que Adán en el Edén, Abraham tiene que obedecer, saliendo de su tierra y de su parentela.
Los resultados en la vida referentes a familia, conexión espiritual, mente interior, finanzas,
y todo lo que se haga en la vida, va a depender y está íntimamente ligado a la capacidad
que se tiene de obedecer, de reaccionar inmediatamente a la palabra de Dios.  
Los hombres y las mujeres admirables de toda la palabra del Señor son aquellos que fueron
capaces de reaccionar inmediatamente y obedecer la voz de Dios cada vez que Él pedía que
hicieran algo.  La religión y la iglesia han demandado de Dios que responda sus peticiones
inmediatamente, cuando aún no tienen la capacidad de responder ellos mismos a lo que
Dios pide.  Muchas veces, cuando Dios responde una petición, lo hace en forma de
instrucción; te dice: Haz esto, para que puedas recibir lo que estás pidiendo.  Así que te
tardas en obtener lo que quieres, y piensas que Dios no te lo quiere dar, porque Dios te ha
contestado con una instrucción que aún no has respondido en acción.  

La pregunta es: ¿Cuán rápido reaccionas a la palabra de Dios en tu vida?  Cuando oyes la
palabra de Dios, ¿qué pasa en tu interior?  ¿Qué pasa en tu corazón?  ¿Hay duda, hay
temor; o eres capaz de posponer todos tus planes y reaccionar?  Entiende que, en el
momento en que obedeces su voz, es que verás las promesas de Dios manifestadas sobre tu
vida. 

“19  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20  enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mateo 28:19-20 

Estos versos de Mateo 28 no son una sugerencia.  Aquí no está diciendo: Quizás puedes
hacerlo, o hazlo el día que tú quieras.  Mateo 28 es una instrucción donde Jesús dice: Toda
autoridad me ha sido dado en el cielo y en la tierra; ahora ve y haz discípulos.  

Cada hombre y mujer de Dios de la Biblia, son el ejemplo que Dios nos da, y a través de los
cuales nos enseña que, a pesar de sus debilidades, fueron capaces de obedecer a Dios.
Aquellos que no obedecieron inmediatamente, aunque sufrieron grandes consecuencias, se
ve cómo Dios ordena sus vidas nuevamente para volverlos a entrar en el camino hacia su
propósito para ellos.  Cuando reaccionas inmediatamente a su Palabra, a lo que Él te ha
pedido que hagas, Él no te descarta; Él no es como el mundo, que te abandona.  Dios,
cuando se empeña en hacer algo con alguien, lo va a cumplir, y de alguna manera u otra te
va a hacer entender que no tienes mejor opción que obedecerle a Él. 

Todos los hombres de la Biblia fueron provocados en obediencia a comenzar un nuevo


viaje en su vida.  De la misma manera, la vida en Dios es una trayectoria que requiere que
salgas de tu entorno, de lo que ya conoces, y que puedas empezar a caminar por lugares
desconocidos.  

Hay tres palabras que marcan toda la historia de la Biblia, y que debes recordar por el resto
de tus días: Sal, sígueme, y ve –del verbo ir.  Cuando Adán peca y se activa el proceso de
redención, estas tres palabras son las que marcan el proceso del cumplimiento de la
promesa de Cristo.  Cuando Dios profetiza a Eva y le dice “de ti saldrá uno que le aplastará
la cabeza al diablo”, Dios comienza a trabajar para que llegue esa generación, el linaje de
Jesucristo, y esas tres palabras son las que marcan las diferentes etapas del plan de Dios.
Cada una de esas palabras tiene una promesa amarrada a ella y establecen el proceso del
desarrollo de la persona de Cristo y lo que se debe estar haciendo en el día de hoy.  Estas
tres palabras son también las que deben marcar tu vida, tras madurar en el Señor, para que
puedas alcanzar todo lo que Él te ha prometido. 

La palabra sal se ve en Génesis 12, donde Dios encuentra un hombre llamado Abraham, y
lo primero que Dios le dice es “Sal de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te voy a
mostrar”.  En otras palabras, Dios le dijo a Abraham: Comienza otro viaje para un nuevo
lugar, obedéceme en esta hora, y atrévete a creer que hay más allá de aquello que tú
conoces, de aquello que te han enseñado.  Le dice sal de tus amistades, hasta de tu familia,
de los dioses a los que tu familia sirve; obedéceme.  Dios le dice a Abraham “sal y,
dondequiera que tú vayas, yo te voy a bendecir; haré tu nombre grande, te voy a prosperar,
de ti saldrán muchas naciones.  Dios te dice “sal, porque hasta que no te muevas en
obediencia, no recibirás la promesa que estás esperando.  

Cuando sales, en obediencia a Dios, Dios te muestra el camino y, dondequiera que tú vayas,
Él te va a bendecir.  

SAL, SIGUEME Y VE

Hay tres palabras a las cual todos debemos reaccionar: Sal, sígueme, y ve.  Mientras más
rápido reacciones a ellas, más rápido verás la promesa de Dios en tu vida.  

Cuando analizas la Biblia, la palabra sal se ve a lo largo del Antiguo Testamento: Sal de
Egipto, de Babilonia, de tu tierra, salgan de allí.  Cuando sales, lo haces hacia una palabra
de promesa, a pesar de que, naturalmente, no tienes nada claro porque no sabes cómo Dios
cumplirá su promesa.  Ahora, la palabra sígueme se ve en el Nuevo Testamento a través de
Cristo.  Cuando llega Cristo, no se trata de salir del lugar de corrupción –que era Roma –
para ser libres, sino de seguirlo a Él.  Cuando sigues a alguien, tienes claro hacia dónde
debes caminar, y en esta ocasión era Jesucristo, el autor y consumador de la fe.  

Puestos los ojos en Jesús, ahora se tiene un modelo, alguien que se puede compadecer de
nosotros porque vivió en nuestra carne.  Seguir no es lo mismo que salir, porque requiere
compromiso, obediencia y reacciones inmediatas.  Seguir a Jesús requiere obediencia
inmediata y requiere renunciar a muchas cosas; es por esto que hay mucha gente que
confiesa a Jesús como su Salvador, pero no puede seguirle.  En la Biblia, al joven rico,
Jesús le dijo: Deja la vida que tienes, y sígueme; pero el joven no lo hizo porque tendría
que vender todos sus bienes y darle las ganancias a los pobres.  A otros que les dijo
sígueme, no pudieron hacerlo porque pensaron en sus padres y familiares.  Para poder
seguirle, la respuesta de estos debió ser inmediata y automática, debió ser: Te seguiré.
Cuando Jesús decía sígueme era una instrucción inmediata para la cual no había tiempo de
hacer arreglos. 

Jesús estaba buscando gente que entendiera que, el que le siguiera, recibiría cosas más
grandes de las que ellos jamás habían experimentado.  Los doce discípulos, hombres que
decidieron seguirle, dejaron todo, olvidaron lo que tenían y siguieron al Maestro, siguieron
su ejemplo.  Aquellos doce hombres recibieron grandes promesas, pero tuvieron que
entregarlo todo y renunciar a todo.  En aquellos tiempos era un honor que un rabí te llamara
para ser su discípulo, y papá y mamá sabían que, el día que eso sucediera, tenían que
renunciar a su hijo porque todo lo demás pasaba a un segundo plano. 

El problema de la iglesia hoy, es que quieren que sus hijos sirvan completamente al Señor,
mientras trabajan a tiempo completo con otros intereses.  Esta vida de seguir a Cristo
requiere que se renuncie a todo lo que hay afuera.  Cuando te atreves a seguir a Jesús por
encima de todas las cosas, ahí es cuando puedes alcanzar las promesas que jamás habías
alcanzado.  La promesa de los que siguen a Cristo, de los que dejan a su tierra y a su
parentela es que Dios los bendice en el camino por donde van.  Cada instrucción de Dios
tiene una recompensa para tu vida.  Todo el que se atreve a salir puede creer en la
bendición, puede creer que, en esta vida, recibirá cien veces más de lo que dejó.  

“Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer,
o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”
Mateo 19:29 

Al que sale, Dios lo bendice; al que sigue, Dios le multiplica; y al que va, Dios le promete
ir con él.  Cuando Jesús se transfiguró ante sus discípulos, aparecieron Elías y Moisés.  A
causa de aquella experiencia, los discípulos quisieron permanecer allí, pero Jesús les dijo:
Ya tuvieron esta experiencia, ahora vayan porque hay un mundo que ganar, y algo más
grande que quiero hacer con ustedes.  

Recibe estas palabras que Dios hoy te está diciendo: Sal, sígueme y ve.  Atrévete a
renunciar a cosas que hay en tu vida, para salir, seguir a Cristo, e ir.  Cristo te dice: Entrega
todo, deja todo lo que tú has creído que no podías hacer, y sígueme, y yo te aseguro que no
hay nada que dejes en esta tierra por mí que yo no te lo pueda devolver al ciento por uno.
Te dice: Si tú vas en este camino conmigo y te atreves a ir en la autoridad que yo te he
dado, a dondequiera que vayas mi presencia irá contigo.  Cuando sales a predicar y ganas
almas con autoridad para transformarles, ahí es que Dios aparecerá y verás milagros, verás
cómo Dios entrará en tu vida, cómo te dará favor y gracia, te abrirá puertas.  La presencia
de Dios irá y te dará descanso de los problemas y de las dificultades, de lo que el mundo
quiere hacer en contra tuya.  

La presencia de Dios es prometida para aquellos que salen a hacer discípulos; el descanso
de Dios es prometido para aquel que se atreve entrar en el viaje y caminar, sabiendo que lo
van a rechazar a abandonar, que no te van a recibir.  Tienes que entender y recibir en tu
corazón que la presencia de Dios va contigo dondequiera que tú vayas.  Sal, gana almas
para Cristo, transforma familias una a la vez, empéñate en ganarte a uno, en enseñarle la
Palabra con tu ejemplo.  Dios va a ir contigo, vas a ver el favor y la gracia, verás cómo te
abre puertas.  Tendrás descanso y tranquilidad en tu vida, y recibirás tu promesa,
simplemente por obedecer cuando Él te dice: Sal, sígueme y ve.  

DIOS TE MUDA A OTRO HOMBRE

“Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás
mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a
la mano, porque Dios está contigo. Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces
descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días,
hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer. Aconteció luego, que al volver él la
espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales
acontecieron en aquel día.”  1 Samuel 10:6-9 

En los versículos anteriores, el profeta Samuel le advierte a Saúl unos acontecimientos que
se darían como señal de que Dios estaba con él.  En el verso 6 de 1 Samuel 10, se le
profetiza a Saúl que el Espíritu de Jehová vendría sobre él con poder, y profetizaría junto
con los profetas, y sería mudado en otro hombre.  Pero luego, en el verso ocho, el profeta le
dice a Saúl que tiene que esperar por él, porque este le enseñaría lo que tenía que hacer.

Hay personas que han sido llamados para algo, pero aún no se han convertido en la persona
que tienen que ser para poder hacerlo.  El hecho de que Dios te haya mandado a hacer algo,
no significa que tú sepas cómo hacerlo.  Tú puedes tener una posición, y no ser capaz de
manejarla.  La gente puede pensar que en el versículo 9 ocurrió lo que Dios dijo en el verso
6, pero hay una gran diferencia entre ambos versos: Primeramente, Dios dice que haría de
Saúl un hombre nuevo; en el verso nueve, dice que lo que mudó fue el corazón.  La
expresión de “mudar el corazón” significa que se prepara para nuevas experiencias.

El ser “mudado en otro hombre” es la experiencia que Dios nos promete en su Palabra.  Él
nos dice que seremos nuevos en Cristo Jesús, y tú necesitas ser nuevo para ser todo lo que
Dios quiere que tú seas.  Para ser transformados en las personas que Dios quiere que
seamos, necesitamos mudar el corazón, porque si el corazón no despierta, no podemos ver
todas las señales para alcanzar la transformación.  Si tu corazón despierta, entonces puedes
ver todas las cosas que Dios está haciendo contigo para acercarte a ser la persona que debes
ser.  Pero eso es solo el inicio; por eso hay mucha gente cristiana que su corazón se
despertó, pero no han llegado a transformarse completamente.  El problema es que la gente
no quiere ser cambiada, quieren todas las cosas grandes, haciendo lo mismo de siempre.

Necesitarás gente que te ayude dentro de todo ese proceso, porque una cosa es lo que
puedas tener y otra es lo que puedas hacer.  Y el poder del Espíritu Santo para tu vida, más
que para hacer, es para que seas.  Cuando te transformas, aunque no tengas, siempre serás
una persona transformada.  Hay gente que tiene mucho dinero, lo pierden, y vuelven a
levantarse, porque el que ya es próspero, no se trata de lo que tiene, se trata de lo que es, y
dondequiera que lo pongas, algo va a hacer, algo va a pasar y va a volver a levantarse.  Es
esa transformación que se requiere de nosotros.

En la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor va donde el padre, y le reclama,


diciéndole que nunca le había dado nada, a lo cual el padre le respondió que todo lo que él
tenía era del hijo mayor, pero nunca había pedido.  El hijo pródigo tenía la fe para pedir,
pero no el carácter para sostenerlo.  El otro, no tenía la fe para pedir, y por eso nunca
disfrutó de nada.  Y así hay gente en la iglesia, gente que tiene fe para pedir, pero no
permiten que Dios desarrolle su carácter, para poder sostener lo que Dios le quiere dar; y
tenemos los que se quejan porque otros piden.  Dios le da a los que piden, porque el que
pide, recibe.  Hay gente que se queja por las ofrendas que dan otros.  Nadie debería meterse
con las ofrendas de los demás; esas personas son los hermanos mayores que se pasan
hablando de lo que otros se atreven a hacer, para ellos criticar.

Nosotros tenemos que saber que el poder de Dios no está solo para hacer, sino también
para que nosotros seamos, porque cuando seas, todo lo que Dios ponga en tu mano para
hacer, lo harás.  Dios siempre ha querido cosas buenas para ti, pero también quiere que seas
transformado por el poder del Espíritu Santo. Si tu corazón se ha despertado para ciertos
sueños, visiones, metas, y no te han salido en el pasado, es porque a lo mejor has tratado de
hacer, sin primero ser.
Tienes que saber que el poder del Espíritu Santo no es solo para hacer, sino también para
ser.  Cuando seas de la manera que Dios quiere, todo lo que él ponga en tu mano para
hacer, lo podrás completar.  Hay cosas que has estado tratando para hacer, y como no te
han salido, piensas que Dios no las quiere para ti, pero el problema es que no has permitido
que él te haga la persona que debes ser.

Permite que el Señor te transforme en la persona que él quiere que tú seas, y sabrás que
Dios está contigo, y podrás hacer todo lo que Él ponga en tu mano.

ESCOGE LA VOZ DE DIOS

Y aconteció que cuando todos los que le conocían antes vieron que profetizaba con los
profetas, el pueblo decía el uno al otro: ¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también
entre los profetas? 12  Y alguno de allí respondió diciendo: ¿Y quién es el padre de ellos?
Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas? 13  Y cesó de
profetizar, y llegó al lugar alto.”  1 Samuel 10:11-13  

Cuando Saúl comenzó a escuchar los comentarios de la gente, dejó de hacer lo que Dios, a
través del profeta Samuel, le dijo que hiciera.  Esto le llevó a querer agradar más a la gente,
que hacer lo que él tenía que hacer.  La gente comenzó a decir: “Pero, ¿este no es el
mismo?  Está hablando diferente; ¿qué hace Saúl allí, con los profetas?” Saúl había
comenzado a hablar como los profetas porque había despertado e iba en camino hacia una
transformación.  

El hecho de que la gente a tu alrededor no pueda entender que Dios está transformando tu
vida, no te debe hacer renunciar a todo lo que Dios quiere que tú seas.  Para la gente que te
conoce, siempre seguirás siendo el mismo que ellos han conocido, aunque decidas ser
mejor.  Pero, cuando decides que solo vas a ser el hombre y la mujer que Dios quiere que
seas, entonces haces cosas diferentes de las que siempre has hecho, para que Dios pueda
hacer contigo lo que siempre ha querido hacer contigo.  

Un día tendrás que escoger entre complacer al mundo, continuar hablando con las voces
que el mundo habla, o hablar lo que Dios ha dicho, lo que se ha despertado en tu corazón.
No se le puede tener miedo absolutamente a nada.  Lo que tienes que hacer es dejar que
Dios haga de ti lo que tienes que ser, para que puedas hacer lo que tienes que hacer, con lo
que la vida traiga para ti en este tiempo.  

No importa lo que venga, lo que ocurra, lo que suceda, lo que eres, o lo que Dios quiere que
seas, tienes que dejar que Él sea el que haga y no tú, ni el mundo.  No le puedes tener
miedo al futuro, lo que tienes que decir es: Señor, ¿qué es lo que tú quieres que yo sea?  Y,
cuando llegue el momento de ejercerlo, puedas hacerlo, porque Dios está contigo.  Lo
podrás hacer porque Él te habrá hecho un hombre nuevo, te habrá transformado en una
nueva persona. 

La clave se encuentra en esperar.  Espera en las instrucciones de Dios; Él sabe lo que se


tienes que hacer para llegar a transformarte.  El problema más grande de la gente que se le
despierta el corazón es que ya se creen que no necesitan que alguien les diga lo que tienen
que hacer.  Cuando se despierta tu corazón no significa que automáticamente eres el
hombre o la mujer que Dios quiere que tú seas.  Cuando se te despierta tu corazón, aún
tienes que esperar por instrucciones.  ¿Por qué razón?  Porque no es tu fe la que te confirma
como rey, es tu obediencia la que te establece como rey.  El problema de Saúl fue que
desobedeció.  

Un líder no puede creer que se lo sabe todo.  Un líder ungido, como lo fue Saúl, y aun en el
día de hoy, no puede encerrarse en hacer lo que cree que tienen que hacer, simplemente
porque fue ungido.  Un líder es líder porque se atreve a oír opiniones, recibir consejos,
recibir dirección.  Cuando un líder recibe su llamado, ha sido ungido para ser quien debe
ser pero aún no ha sido confirmado.  Puedes haber sido ungido para ser rey, pero, como
David, tal vez tienes que esperar varios años para ser confirmado a tu reinado.  

Hoy, debes saber varias cosas.  Primero, aprende a esperar.  El hecho de que se despertó
hoy en tú corazón quién eres y lo que debes hacer, no quiere decir que hoy tienes que hacer
lo que quieres hacer.  Espera a recibir la dirección de Dios; eres ungido, pero ahora tienes
que esperar el momento en que seas confirmado.  Deja que todo se vaya alineando poco a
poco, deja que Dios te vaya enseñando.  Segundo, aprende, se enseñable, entiende que hay
gente que Dios ha asignado para tu vida, gente para enseñarte, para decirte, para hablarte.
Siempre serás rey, pero nunca menosprecies a los profetas que Dios puso en tu vida para
hablarte.  Los problemas comienzan cuando se les da la espalda a los profetas.  Por último,
no escuches las voces de los que están a tu alrededor cuestionando la transformación que
Dios está haciendo en ti.  No renuncies a lo que Dios tiene para ti. 

Para poder ser un buen líder, necesitas el poder y la dirección de Dios.  Dios ya ha dicho
quién eres, pero no para que tú comiences a hacer, sino para que primero tú seas, para que
comiences tu transformación y te alinees con la mentalidad de quien Dios dijo que eres y
así puedas hacer todo lo que Dios te diga que hagas.  La pregunta es: ¿Te atreves a hacer?
Para hacer, tienes que ser mudado, cambiado en otro hombre.  No obtendrás el beneficio,
sin la transformación.  Sé transformado y permite que Dios te dé la instrucción de lo que
debes hacer.  

TU HAS SIDO ENVIADO

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación.11  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
12 
Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es
rico para con todos los que le invocan; 13  porque todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo. 14  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”
Romanos 10:10-14 
Pablo explica en estos versos el proceso de lo que tiene que ocurrir para que alguien reciba
una transformación en su vida.  La salvación se manifiesta en la vida de alguien no porque
simplemente entre a un programa de rehabilitación, porque meramente decida cambiar su
vida, o porque solamente tenga pensamientos positivos, sino porque alguien le da una
palabra que cree cierta para sí con todo su corazón.  Lo que ocurrió contigo, que le
entregaste tu vida a Cristo, fue que alguien te predicó el evangelio, de alguna manera u otra
esa palabra cayó en tu corazón y allí se activó la fe necesaria para creer que todo puede
pasar.  Ahora, la pregunta es: ¿Cómo puede pasar eso en la vida de todos, si no hay un
mensajero que lleve el mensaje y active el corazón?  Tiene que lanzarse la Palabra.  

“15  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los
pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!   16Mas no todos
obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?”
Romanos 10: 15 -16 

Usando versos de Isaías, Pablo continúa reclamándole al pueblo porque había mucha gente
hablando en contra de la predicación de la Palabra a los gentiles.  Pablo había sido llamado
a predicarles a los gentiles, y los judíos creían en un momento dado que el evangelio era
exclusivamente para ellos.  Muchos usan este verso bíblico para hablar solamente de ser
enviados, pero Pablo lo que está diciendo es esto: Aquellos a quienes se les predicó, no
tienen excusa para seguir viviendo como están viviendo; si no se les hubiese predicado,
entonces, tal vez tendrían excusa. 

Los judíos no tenían excusa porque se les había predicado, pero los gentiles ahora era que
estaban recibiendo lo que los judíos no quisieron.  Es el contexto histórico de lo que Pablo
está diciendo, lo que nos lleva a entender dos cosas.  Número uno, lo que activa el poder de
salvación en la vida de alguien no es un deseo de cambio, no es un deseo de dejar la vieja
vida, es que alguien le predique la Palabra y se active el corazón para querer la salvación y
esa transformación.  Número dos, Dios está buscando que nadie tenga excusa.  

Tú pudiste haber escogido una peor vida; no importa lo que te haya pasado, cualquier cosa
pudo haber sido una excusa para justificar una mala vida.  Los que han decidido cambiar, es
porque se activó en ellos la fe necesaria, por una palabra que alguien les dio, por el
evangelio que llegó a sus vidas y les dio una mejor vida, la vida que Dios tenía preparada
para ellos.  

Te darás cuenta que hay mucha gente hoy a tu alrededor que tienen siempre una buena
excusa para no salir de donde están; y tú, como hijo de Dios, eres también responsable de
que nadie tenga una buena excusa, porque los hijos de Dios son los responsables de llevar
el mensaje que active el corazón de las personas, responsables de llevar la Palabra de tal
manera que se active el corazón de aquel que está alrededor.  El problema está en que se
piensa que es trabajo de la iglesia, sin darse cuenta de la necesidad y responsabilidad que
tiene cada cristiano, como creyente, de dar una palabra de aliento, de bendición, de
estimulo, algo que active la fe de las personas para salir del lugar en que se encuentran.
Son tristes todas las circunstancias y situaciones por las que la gente vive y pasa, pero no
hubiese ninguna excusa si hubiera una iglesia que estuviera activa hablando, compartiendo
de lo que Cristo hizo por ellos en la cruz del Calvario.  
Hoy, lo primero que debes entender es que tú también eres responsable de que nadie tenga
una excusa para seguir viviendo la vida que están viviendo.  Todos pueden tener
circunstancias difíciles, duras por las cuales podrían justificar su manera de vivir.  Esas
excusas desaparecen cuando alguien le presenta el evangelio a esa persona y su corazón se
activa a la posibilidad de un cambio.  Dale gracias a Dios porque un día alguien te mostró
el evangelio y tu vida no terminó como los demás.  Aunque hoy no vives una vida perfecta,
vas en camino a una mejor vida porque alguien se atrevió a ir donde ti a hablarte del Señor.
Así que, tú, date a la tarea de hacer lo mismo por alguien.  Sé el instrumento de
transformación que los que están a tu alrededor necesitan.  ¡Háblales de Cristo!  Que ellos
también puedan experimentar lo importante que es para sus vidas el poder transformador
del evangelio.  

MIRA LA MUNDO CON COMPASION


Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el
pueblo. 36  Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37  Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad
la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe
obreros a su mies.”  Mateo 9:35-38 

La iglesia de hoy, cuando ora, pide todo lo contrario; la gente ora para que haya un
avivamiento y la cosecha de almas llegue por su cuenta a los caminos del Señor.  Pero Jesús
oraba, no para que se convirtieran las almas, sino para que hubiese obreros que recogieran
la cosecha de almas.  La oración de Jesús era para que hubiese un grupo de personas que
atendiera a la multitud que necesitaba de Jesús.  

La cosecha de almas ya está lista, pero no hay obreros suficientes para recogerla.  ¿Cuál
cosecha?  La gente que está desamparada y dispersa allá afuera, gente que va de lugar en
lugar.  Si hubiese obreros, la cosecha de almas salvas sería innumerable.  Pero la iglesia
quiere dejarle todo el trabajo a Dios, pidiéndole que traiga a la gente a la iglesia. 

La base para que haya más obreros es la compasión.  A través de la compasión, podrás ver
al mundo y lo mucho que necesita de Jesús.  Cuando mires al mundo con compasión,
dejarás de pelear, batallar, chismear, y recibirás la capacidad de mirar a un mundo más allá
de tus necesidades, y verás cuánto necesitan de Jesús.  

Tener poder sin compasión es abuso; evangelizar sin compasión es tratar de adoctrinar;
discipular sin compasión es tratar de cambiar el comportamiento de alguien, obligándolo a
ser algo que no es.  Tú gozas de tu fe en Cristo porque Él se compadeció de ti, te amó y se
entregó en la cruz del Calvario.  Muchos cristianos, para establecer sus puntos, lo que
demuestran es un coraje interno en vez de usar la compasión.  No hay arma más grande que
desarme el corazón de alguien que el poder del amor.  No hay nadie que se resista a una
expresión de amor, al poderoso amor de Jesús. 

La clave de la compasión es lograr mirar al mundo con la conciencia de que a ellos les falta
algo que ya tú has encontrado.  En los pasados cinco a diez años, el grado de compasión en
la sociedad ha disminuido a más de 50%.  Gracias a las redes sociales, las personas han
tendido a comparar la compasión con la simpatía, pero estas son muy diferentes.  Las redes
sociales son un tributo al ego porque, en vez de conectar a las personas, se han convertido
en un instrumento para dejarle saber a todos lo que está pasando en sus vidas.  Cuando
piensas solo en ti, comienzas a pensar y a ver que el mundo se torna en tu contra, lo que no
te permite ponerte en los zapatos de los demás.  En ocasiones, el evangelio lo utiliza de esta
misma manera.  Viven pensando que el mundo gira alrededor de ellos, que todo lo que
sucede y hacen los demás lo hacen por ellos.  No se dan cuenta que, cuando se es hijo de
Dios, se está en la tierra para mirar a la gente con los ojos de Cristo, supliendo su
necesidad, para que sepan que verdaderamente importan para alguien y que se les ama.  

Pendiente a la opinión de los demás, en referencia a tu persona, comienzas a perder la


sensibilidad del corazón hacia los demás.  Debes crear realmente un corazón de compasión,
que puedas mirar a todos alrededor y pedirle al Señor que abra tus ojos espirituales para que
puedas ver lo que le está pasando a tu hermano, a tu amigo.  Que puedas entender que,
cuando alguien tiene coraje, no es porque tenga una mala actitud, sino que también puede
provenir del cansancio porque no ha dormido bien por los problemas que pueda tener.  En
vez de juzgar y criticar a tu hermano por cómo actuó, intenta ponerte en sus zapatos y suplir
su necesidad.  Actuando de esta manera, puedes provocar que quizás tenga un mejor día y
que su actitud cambie.  

¿Cómo tu vida cambiaría si sintieras el dolor del mundo?  Se está tan encerrado en los
problemas propios que se pierde de vista que el evangelio se tiene que hacer a través de la
compasión.  Jesús desató su poder por la compasión; por compasión, hizo lo que hizo.
Todo lo que Él pide es gente como tú, que entienda que el trabajo de evangelizar y ganar
almas no es para llenar un templo, sino porque solo Él puede hacer la diferencia en la vida
de todos.  El día que puedas sentir el dolor de otros, de seguro tu vida cambiará para
siempre.  Tu vida cambiará para siempre, cuando puedas ver lo que están viviendo aquellos
que están a tu alrededor.  Proponte, desde hoy, ver al mundo entero con compasión. 

APACIENTA MIS OVEJAS

“15  Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas
más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis
corderos. 16  Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le
respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 17  Le dijo la
tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la
tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús
le dijo: Apacienta mis ovejas.”  Juan 21:15-17 

Pedro estaba frustrado porque se sentía fracasado en la misión de ser un buen discípulo por
haber negado a Jesús, aun cuando su intención había sido defenderlo.  Por eso, después de
haber caminado con Jesús y haber recibido la revelación de que Jesús era el Cristo enviado
por Dios, decidió volver al lugar de donde Dios lo había sacado, las barcas.  Pero aquí se ve
cómo Jesús trabaja con Pedro, liberándole de la culpa y provocando que, en su confesión de
amor hacia Él, Pedro cancelara el haberle negado tres veces.  

En el Nuevo Testamento, existen tres expresiones de amor, eros, fileo, ágape.  Eros es el
amor erótico, fileo es el amor entre hermanos, entre amigos, y el amor ágape es el amor de
Dios.  A simple vista, las tres preguntas que le hizo Jesús a Pedro son iguales, pero en el
texto original, vemos que no lo son.  Las primeras dos veces que Jesús le pregunta a Pedro
si lo amaba, se refería al amor ágape, el amor perfecto de Dios; en otras palabras, le
pregunta: ¿Me amas con amor inconmovible?  A lo que Pedro contesta: Tú sabes que te
amo; refiriéndose al amor fileo, por lo que en otras palabras, Pedro le dice a Jesús: Tú sabes
que te amo como mi hermano, como mi amigo.  Jesús, por tercera vez, le pregunta a Pedro:
¿Me amas?  Pero, esta vez, utiliza el término fileo, a lo que Pedro le contesta: Señor tú
sabes que te amo como un hermano, como un amigo, fileo.  

Jesús intentaba llevar a Pedro a entrar a una dimensión más grande, pero por lo pasado,
Pedro no cree que pueda amar a Jesús de la manera en que Él lo amaba.  Pedro no se atrevía
a decir que amaba a Jesús con amor ágape, por la frustración que había experimentado de
haberle fallado.  Por eso, después de dos intentos fallidos de llevar a Pedro a declarar amor
ágape por Jesús, Jesús decide preguntarle según su capacidad actual para amar,
preguntándole: ¿Me amas con amor fileo?  Pedro le contesta: Tú sabes todas las cosas, y
hoy lo único que puedo expresarte es que te amo con amor fileo.  Lo cual demuestra la
frustración de Pedro de querer volver al pasado por sus errores y olvidar el verdadero
llamado de Jesús. 

En contestación a las confesiones de amor de Pedro, Jesús le dice: Hazte cargo de mis
ovejas.  Hay gente que dicen amar a Dios, pero no se han hecho cargo de nadie.  Aquí Jesús
te habla de tres niveles en el desarrollo espiritual: Corderos, ovejas y, aunque vuelve a
hablar de ovejas, en el texto original se muestra que es un tercer nivel de desarrollo.  Jesús
le dice a Pedro: Si en realidad quieres demostrar que me amas, vas a tener que apacentar a
personas en todos los niveles; desde el más pequeño, hasta el más grande.  Pero tu amor por
mí lo vas a expresar en tu disposición de apacentar y pastorear a una persona.              

Apacentar y pastorear una oveja es procurar que tenga descanso, que tenga qué comer, que
esté protegida de todo aquello que pueda venir en contra en un momento crucial de su vida.
Ese trabajo no es únicamente del Pastor institucional de la iglesia; ese trabajo es de todos, y
se hace únicamente a través de la compasión.  Puedes decir que amas a Dios con todo tu
corazón, pero ¿a cuántos estás cuidando, guiando, protegiendo para que el enemigo no se
meta en su cabeza?  Si verdaderamente amas a Dios, cuida a alguien.  
La razón por la que muchos no cuidan de alguien es porque, al igual que Pedro, lo único
que ven son sus imperfecciones.  Piensan que, para cuidar a alguien, hay que ser perfectos
y, por cometer un solo error, quieren regresar al mundo.  Tu amor a Dios debes demostrarlo
con tus acciones; es tu responsabilidad.  Jesús cuidó a doce para que, de la misma manera,
ellos cuidaran a otros a través de la compasión.  Esto no se trata de perfección, sino de
demostrar tu verdadero amor por Dios, a través de tus acciones para cuidar a otros.  

Comienza a cambiar tu perspectiva para que puedas ver a todos con compasión; sé
diferente.  Todo lo que hagas, hazlo desde la compasión, y recuerda que este mundo está
desamparado, como ovejas que no tienen pastor.  Dios busca a obreros que se encarguen de
cuidar a sus hijos.  Hace falta que despiertes para que veas la necesidad que tiene cada uno
allá fuera y que te des a la tarea de cuidarlos, guardarlos, enseñarlos, de tomar el tiempo
necesario para llevarlos a la verdad de Cristo.  Desde hoy, se despierta tu corazón, en el
nombre poderoso de Jesús. 

NO SEAS INSENSIBLE
n estos tiempos de redes sociales, ha mermado la compasión.  Hay quienes comparten sus
problemas en las redes, y otros reaccionan dándole “like” o “me gusta”, y con esto piensan
que ya se identificaron contigo y resolvieron el problema, ya cumplieron.  Pero la realidad
es que, con eso, no hacemos absolutamente nada. 

En las redes sociales, te expones, y el mundo ve lo que está pasando contigo; pero no
necesariamente al tú ver lo que está pasando con tus amigos, reaccionas correctamente. 
Lamentablemente, la compasión, la base de todo lo que hacemos para el Señor, se ha
perdido.  Vivimos pendientes a nuestros intereses y necesidades, al punto que, aun servir a
Dios, es algo que hacemos si Él resuelve nuestros problemas como y cuando queremos,
olvidando que el problema más grande que pudo resolver, lo resolvió dos mil años atrás. 
Y, entonces, no vivimos en compasión. 

Hay que establecer un balance entre ser compasivo y seguir viviendo en la verdad.  Hay
para quienes ser compasivos es aceptarles su inmoralidad; pero eso no es compasión.  La
iglesia tiene que ser compasiva, pero sabiendo que hay unas cosas que están bien, y otras
que están mal.  Ahora bien, el hecho de que haya cosas que estén mal, tampoco debe
volvernos insensibles al dolor de otros.  Y a veces la iglesia falla en demostrar la verdad,
con la sensibilidad suficiente de diferir, pero sin dejar de lado que el amor de Dios es más
grande, cubre multitud de pecados y puede cambiar la vida de una persona. 

Con la verdad en tu mano, y con compasión, verás la verdadera transformación en la


sociedad.

“34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como
ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.”  Marcos 6:30 

Jesús tuvo compasión de la multitud, porque los vio como ovejas que no tenían pastor.  No
se compadeció, en ese momento, por la necesidad que tuviera la multitud.  Hubo otras
ocasiones en las que Jesús se compadeció de algún enfermo, los leprosos, por ejemplo, y
los sanó; se movió por compasión e hizo el milagro que ellos necesitaban.  Pero la finalidad
de la compasión de Jesús no era únicamente suplir una necesidad particular; eso era
secundario.  Y es que muchos confunden benevolencia con compasión. 

Todos tenemos que ser benevolentes, tenemos que ayudar al necesitado; pero compasión va
más allá, es identificarnos con la condición de otro.  Compasión es tener el deseo y tomar la
acción de quitar el sufrimiento de la vida de una persona.  Benevolencia te quita la
necesidad, proveyendo para cubrirla, pero no te quita el sufrimiento, que es peor que la
necesidad. 

Cuando Jesús vio la gente, entre los enfermos y el hambre, él vio más profundo; vio que no
tenían pastor, alguien que los guíe, los dirija, los lleve por el camino correcto, que vaya a la
raíz del problema y lo solucione.  Y Jesús comenzó a enseñarles, porque lo que elimina el
sufrimiento de tu vida no es un milagro, sino traer a tu corazón la revelación de Aquel que
sufrió por ti en la cruz del Calvario, para que tú no tengas que sufrir ni un día más. 
Muchos, sí tienen qué comer, son prósperos, pero provocan más compasión que otros que
no tienen, porque la compasión no tiene que ver con la eliminación de un problema natural,
sino con la raíz que hace que una persona viva desconectada.  Hay gente que Dios les ha
dado tanto, y todavía sufren; y eso lo que provoca es compasión.  Esos son peores que los
que no tienen, porque al que no tiene, tú le das, y resuelve algo, pero ¿qué tú le das a aquel
que tiene, si va a seguir sufriendo?  Aunque le des más, su sufrimiento viene de otro lugar;
y eso solo lo puede sanar el Dios Todopoderoso, a través de la persona de Jesús. 

LO QUE QUITA EL SUFRIMIENTO

Vivimos envueltos cada uno en lo suyo; muchas de las cosas que hacemos como iglesia no
demuestran nuestra compasión, nuestra sensibilidad hacia el mundo.  Pablo decía: No nos
cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos.  Mira al mundo con
compasión.  Tú no te puedes cansar de hacer el bien.  No puedes permitir que tu situación,
tu dificultad, te haga perder la sensibilidad ante aquellos a tu alrededor que están en
necesidad.  Hay gente que necesita de un pastor, necesitan del Buen Pastor.  Jesús dijo: Yo
soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas.  La gente necesita saber que
hay alguien que está dispuesto a darle más que un plato de comida, alguien que estuvo
dispuesto a dar su vida por ellos en la cruz del Calvario, y que ese alguien se hace presente,
a través de tu vida, para dejarles saber que no hay necesidad de vivir en ese sufrimiento, en
esa amargura que han estado viviendo.  Tú tienes que abrir tus ojos. 

El problema de nuestra sociedad es que cada uno quiere que se abran los ojos a sus
problemas, a sus necesidades, queremos que nos entiendan a nosotros.  Pero, aunque es
importante lo que tú estás pasando, la diferencia es que tú ya has conocido a Aquel que no
tan solo ha puesto un plato de comida en tu mesa, te ha prosperado, te ha bendecido, y lo
que no te ha dado, te lo va a dar; tú has conocido a Aquel que eliminó el sufrimiento de tu
vida.  Lo tuyo se resuelve poco a poco.  Ten un corazón sensible a las cosas de Dios. 

Todos enfrentamos la toma de decisiones y, si no lo hacemos desde la perspectiva correcta,


no tendremos los resultados que esperamos.  Compasión no es una acción, sino un estado
espiritual.  Si tomas una acción bajo la premisa incorrecta, no es compasión.  Jesús dijo que
no oremos como los hipócritas, que oran para ser vistos, porque ya tienen su recompensa. 
Si tu intención al orar es que te oiga el que está a tu lado, entonces, en cuanto te oye, ya
tienes tu recompensa, se cumplió el propósito de tu oración, esa oración no llega más allá. 

A veces, realizamos actos de compasión, pero con la intención incorrecta; para ser
respetados por otros, por ejemplo.  Pero más da quien da de su sustento, que un rico que,
cuando hace alguna donación, tiene que publicarlo, hacer un comunicado de prensa y
entrevistas con los medios.  Tú no necesitas el aplauso de la gente.  No hagas las cosas para
ganarte el respeto de nadie.  El mundo, comoquiera, no respeta a los creyentes; ellos creen
que tienen menos, porque nosotros tenemos más.  Pero lo que tú tienes no salió de la nada,
sino de tu fe, de tu trabajo, de tu esfuerzo; te lo ganaste, lo luchaste, le creíste a Dios por
ello.  El Dios al que tú le sirves te ha honrado con lo que tú tienes.  No hagas cosas buenas
para ganarte el respeto de nadie, porque por más que hagas, nunca será suficiente. 

Compasión no es dar para no sentirte culpable de que tú tienes, mientras otros no.  Deja la
envidia; gózate con la bendición que Dios le dé a otro, sin hacerle sentir culpable.  Nadie
tiene que hacer nada por ti, nadie tiene que ayudarte a nada; y tú tampoco te sientas
culpable por lo que Dios te dé.  Tú no eres un ladrón; tú diezmas, ofrendas.  Hay familiares
que quieren hacerte sentir culpable; te compras una buena ropa, y dicen: Y yo necesitando
ayuda.  Pues que trabajen como tú, y se compren su buena ropa.  Compasión no es hacer
algo para eliminar tu culpabilidad, o por miedo a lo que otro vaya a hacer.  Si no lo puedes
o tienes que hacer, o no es correcto hacerlo, entonces, no lo debes hacer. 

Compasión es un estado espiritual, donde tú ves la necesidad de otro, pero más allá de eso,
entiendes que su sufrimiento es porque todavía no ha recibido la verdad de Cristo en su
vida.  Porque, si algo quita el sufrimiento de tu vida, es saber que ya no hay nada que te
separe de Aquel que te amó por encima de todo y envió a su Hijo a morir por ti en la cruz
del Calvario.  Por eso, compasión es un estado espiritual que te mueve a llenar la necesidad
que otro tiene de que se le predique el evangelio. 

DALES TU DE COMER

Compasión es un estado espiritual, donde tú ves la necesidad de otro, pero más allá de eso,
entiendes que su sufrimiento es porque todavía no ha recibido la verdad de Cristo en su
vida.  Cuando caminas en ese estado espiritual, entiendes que la compasión no se demuestra
meramente dando, sino de enseñando. 

Dondequiera que Jesús iba, enseñaba; luego, hacía milagros, alimentaba, ayudaba.  Él sabía
que lo que él vino a hacer fue proclamar el evangelio de Dios, el evangelio de
reconciliación; y, si algo quita el sufrimiento de tu vida, es saber que ya no hay nada que te
separe de Aquel que te amó por encima de todo y envió a su Hijo a morir por ti en la cruz
del Calvario.  Si algo remueve tu sufrimiento, es saber que no tienes que vivir como vives,
que puedes ser feliz, que puedes cambiar, que te puedes levantar porque hay alguien que se
entregó por ti.  Cuando tú recibes esto, el sufrimiento se va. 

Cuando recibes la Palabra del Señor, cuando prestas atención a estos mensajes, tus
problemas pueden seguir igual, pero tú ya no los sufres como antes; ahora tienes esperanza
de que pronto saldrás de ellos, porque tú te has agarrado del Dios Todopoderoso. 

Hay líderes políticos, por ejemplo, que han expresado no creer en Dios.  Esto es muy
lamentable, porque le quita a la gente lo único que les queda para salir de su situación;
porque, si tú no te hubieras agarrado de Dios, no estarías donde estás hoy, tu vida no
hubiera cambiado, estarías tomando pastillas.  Pero un día llegaste a la iglesia, y se te dio
más que un plato de comida, se te enseñó la Palabra, se te dijo cómo puedes salir de eso,
que puedes ser libre, fuiste discipulado, se te dio un verso bíblico, y tu vida cambió para
siempre, no por lo que se te dio, sino por lo que se te enseñó; y hoy tú eres libre por causa
de esa Palabra, que fue la que cambió tu vida.  Si tú entiendes esto, vives en
agradecimiento.  Y lo más grande que tú puedes hacer es enseñarle a alguien a creer, a tener
fe, enseñarle para que se ponga sobre sus pies. 

Cuando Jesús hablaba a las multitudes, la gente tenía hambre porque él enseñaba y
enseñaba, tanto, que a la gente se le pasaba la hora.  Hoy, en los servicios, tenemos que
ofrecer los panes y los peces para poderte enseñar por quince minutos; hay que buscar
atractivos para la gente.  Pero lo que cambia tu vida no son los panes y los peces, sino que
se te enseñe, a través de la proclamación del evangelio, quién es Cristo para tu vida. 

Nunca debes, por tus limitaciones, pasarle a otro tu responsabilidad.  Tú eres responsable. 
Los discípulos quisieron despachar la multitud, que fueran ellos a buscar su comida; pero
Jesús les dio a ellos la instrucción: Dadles vosotros de comer.  La gente siempre dice
“fulano debería hacer tal cosa”; pero, ¿y tú?  ¿Qué tú estás haciendo?  “El gobierno
debería…”  pero, ¿y tú, qué estás haciendo? 

No eches la culpa de tus problemas a nadie; nadie es responsable, nadie te tiene que salvar
ni sacar de nada.  Ya hubo uno que hizo por ti, dos mil años atrás.  Con los pocos panes y
peces que tú tienes en tus manos, dale de comer a miles.  Deja que Dios multiplique aquello
que tú tienes en tu mano, poniéndolo al servicio de Dios. 

Tus recursos son limitados en tus manos, pero en las manos de Dios, se pueden multiplicar,
y pueden darle de comer a miles.  Que tu corazón se abra a las posibilidades de lo que Dios
puede hacer contigo.  Sal de ti mismo, y mira este mundo como un que necesita de
Jesucristo y de alguien que tome responsabilidad. 

Lo que cambia tu vida no es el día que se te da una ayuda, sino el que la iglesia haga lo que
le corresponde hacer, que es predicarte la Palabra de Dios, que te despierta para que tú
puedas tomar autoridad sobre tu vida, y tú mismo resuelvas tus problemas. 

NO ENTURBIES EL AGUA
 
Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas
que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.”  Marcos 6:34 
Jesús tuvo compasión de la gente, no por su necesidad física, o su necesidad de un milagro,
más bien tuvo compasión porque los vio como ovejas que no tenían pastor.  Cuando Jesús
usaba la palabra pastores, se refería al pastor de ovejas de aquellos tiempos y no a los
pastores institucionales de hoy día.  El pastor de ovejas protegía a sus ovejas de las fieras
cuando salían a pastar, se encargaba de curarlas cuando se rompían una pata o tenían algún
dolor, se encargaba de constantemente buscar nuevos lugares en donde alimentar el rebaño.
El pastor tenía la responsabilidad y la paciencia de buscar la oveja que se perdiera y
restablecerla al redil.  Pero, ¿por qué pasar tanto por ovejas?  Porque el éxito de un pastor
se medía por cuán unida y cuidada se encontraba su manada.  

Al ver a la multitud Jesús se da cuenta que no hay nadie que haga con estas personas lo que
un pastor haría con sus ovejas.  No veía a alguien que buscara al que está perdido, que
sanara al herido, que los llevara a los pastos correctos a recibir el alimento que necesitan.
Esto sucede cuando existe un grupo de personas que están centradas en sus propios
problemas, dificultades y situaciones, pierden el corazón para cuidar a otros.  Se pierde el
anhelo de asegurarse que el que esté alrededor esté en la condición correcta y sea parte de
lo que Dios quiere hacer.  La responsabilidad de estas personas tiende a caer en las
instituciones, cuando en realidad es responsabilidad de cada miembro de la iglesia el
hacerse cargo del que está a su lado. 

Existe un grupo de personas que dicen seguir a Cristo que no han tenido el cuidado que
deberían tener con los demás.  Hoy la gente ama a Dios, pero a causa de este grupo, la
gente se encuentra herida con la iglesia como institución.  La Biblia hace referencia sobre
cómo también las mismas ovejas de Cristo han aportado a esta problemática. 

“17  Mas en cuanto a vosotras, ovejas mías, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo juzgo
entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos.18  ¿Os es poco que comáis los buenos
pastos, sino que también holláis con vuestros pies lo que de vuestros pastos queda; y que
bebiendo las aguas claras, enturbiáis además con vuestros pies las que quedan? 19  Y mis
ovejas comen lo hollado de vuestros pies, y beben lo que con vuestros pies habéis
enturbiado.”  Ezequiel 34:17-19 

Dios habla de un  problema institucional y cultural donde el líder y los miembros se


encuentran ensimismados y no tienen cuidado del que llega a la congregación, del que
necesita.  Por esto, el llamado a compasión no es tan solo al liderato de la iglesia, sino a sus
miembros.  Los líderes tienen que mirar con compasión al que necesita corrección,
enseñanza y dirección, pero de la misma manera las ovejas deben procurar no ensuciar el
agua que otras van a tomar con sus malas actitudes, porque con la mala actitud del corazón
se dañaría lo que Dios puede hacer en la vida de otra persona.  Encerrados en costumbres y
pensamientos propios, olvidan que, en el lugar donde se encuentran, hay muchos más que
también tienen que comer, que necesitan la verdad.  

Hoy, en las iglesias, la gente es herida y lastimada por algunos pastores, pero también por
algunos de los miembros de las iglesias, con el chisme, la pelea, el señalamiento y la
acusación constante.  Esto sucede porque cada uno se encuentra pensando que solamente
ellos se merecen y necesitan atención, pero tiene que haber un momento donde todos
entiendan que, como iglesia, su mentalidad tiene que cambiar.  La iglesia tiene que
comenzar a ver a cada uno de los que entran al templo con los ojos correctos, sabiendo que
tienen una necesidad y que Cristo también murió por ellos.  La iglesia tiene que ver que
esas personas también requieren y necesitan de un corazón correcto, que no ensucie el agua
que Dios ha preparado para que la puedan beber.  Pero, sin darse cuenta, mientras se señala
y condena, lo que se hacen es dañar el camino que Dios ha estado creando para poder
alimentar y cuidar de aquellos que Él vino a rescatar.  

Entiende que esto no es meramente un problema del liderato, sino del sistema en que se
vive donde, lamentablemente, son pocas las personas que tienen consideración de los
demás.  Por eso, tiene que haber un momento donde tu corazón se sensibilice y, como parte
de la iglesia, entiendas que no se trata de religión, sino del verdadero amor de Cristo en
todo lo que haces y proyectas como iglesia para que, al tratar a otros, a través de la
compasión, des testimonio del amor de Cristo para restaurar, sanar y levantar a los que
están a tu alrededor.  

LO QUE DIOS ESCOGE

En estos tiempos, muchos países han estado pasando por diferentes tipos de problemas.  La
ciudadanía le echa la culpa de la situación del país a sus respectivos gobernantes,
acusándoles de corruptos.  No se dan cuenta que los que están en estas posiciones han
salido de sus propias comunidades, de sus escuelas.  Estos gobernantes, durante su
desarrollo y crianza, pasaron por manos de maestros y líderes en sus comunidades que no
supieron protegerle para que, cuando llegaran a ser los gobernantes del país, pudieran tomar
las decisiones necesarias con un corazón sano.  De seguro, aquellos maestros y líderes
desconocían que tal vez algún día ese niño o joven gobernaría.  Tal vez menospreciaron sus
sueños y dudaron de sus capacidades.  Por la falta de compasión, aquellos líderes y
maestros no cuidaron del corazón de sus gobernantes durante su desarrollo, y hoy sufren las
consecuencias de esos frutos.  Ahora gobiernan desde la posición de un corazón que está
dañado.  

Precisamente, Dios escogió a David para ser rey, porque vio en él un buen corazón.  Dios
necesitaba un hombre que, cuando llegara al reinado no tuviese un corazón dañado.  Dios
escogió a David porque sabía que, en su proceso hacia convertirse en rey, su corazón no se
dañaría.  La realidad es que, en tu caminar a través de las temporadas, no debes permitir
que tu corazón se dañe.  No importa lo que el mundo diga o haga, no importa la traición, el
dolor o cuánto daño hayan intentado hacerte, guarda tu corazón y párate firme en lo que
sabes que Dios te ha prometido.  Si Dios prometió, lo va a hacer dondequiera y
comoquiera, no importa lo que el mundo haga.  Lo que Dios tiene preparado para ti, nadie
te lo puede quitar, pero procura llegar a ese lugar con el corazón correcto.  Dios quiere, a
través de ti, poder ayudar, servir, sanar el corazón de otros, y cuidar que no pasen por esa
misma experiencia; por eso, sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de el
mana la vida.  Si hay algo que tienes que evitar, es que alguien toque tu corazón para
dañarlo.  
En el sistema cultural actual, por la naturaleza humana, siempre habrá líderes que no harán
lo correcto.  Todos, de alguna manera u otra, han sido tocados y afectados por alguien de
autoridad que no utilizó su posición de la forma correcta, que no hizo lo que tenía que
hacer, y causó una herida en el corazón.  Esto es muy importante porque el recuerdo y el
dolor de esas heridas a veces se ven más grandes que las promesas de Dios para tu vida.  Es
lamentable que, a veces, pueblos completos se vean afectados, lastimados, heridos, con
poca esperanza y capacidad de ser sensibles, porque simplemente hubo una experiencia que
limitó lo que Dios quería hacer con ellos. 

Para volver a la sensibilidad del corazón, tienes que entender que, por más errores que se
cometan, Dios siempre levanta una nueva generación con el corazón correcto para dirigir al
pueblo a los lugares que Él quiere.  En ocasiones, no estarás de acuerdo con la persona o su
estilo de hacer las cosas, pero no puedes confundir estas cosas con el llamado de Dios en la
vida de una persona.  La falta de un corazón sensible, a causa del dolor y la angustia,
elimina la fe en que Dios pueda levantar nuevos líderes para cumplir su plan.  La falta de
sensibilidad te hace cuestionar: ¿Podrá Dios levantar a alguien que lidere de la forma
correcta?  ¿Podrá Dios realmente darme un maestro, un mentor en los negocios, que
realmente busque el bienestar de mi vida?  A causa de las malas experiencias del pasado,
cierras la posibilidad de lo que Dios puede hacer en el futuro.  Abre tu corazón a la
posibilidad de que no importa cómo otros líderes te hayan marcado, Dios puede traer a
alguien a tu vida para dirigirte al lugar que tú necesitas y que Él tiene destinado para ti.  Si
no lo haces, no podrás ver todo lo que Dios tiene para tu vida.  

“15  Entonces respondió Moisés á Jehová, diciendo: 16  Ponga Jehová, Dios de los espíritus
de toda carne, varón sobre la congregación, 17  Que salga delante de ellos, y que entre
delante de ellos, que los saque y los introduzca; porque la congregación de Jehová no sea
como ovejas sin pastor. 18  Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el
cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; 19  Y ponerlo has delante de Eleazar el
sacerdote, y delante de toda la congregación; y le darás órdenes en presencia de ellos. 20  Y
pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le
obedezcan.”  Números 27:15 

Dios contestó la oración de Moisés y puso a Josué, quien tenía un espíritu diferente a los
demás.  Entiende, hoy, que Dios siempre va a levantar gente para dirigirte al lugar correcto.
La promesa de Dios para ti se va a cumplir, en la medida que tengas líderes que te guíen en
el desierto y te lleven hasta tu tierra prometida.  No fuiste hecho para morir en el desierto,
no fuiste hecho para seguir dando vueltas en el mismo lugar.  Dios escucha y contesta tu
oración, Él pondrá gente en tu vida que te dirija con el corazón correcto. 

SE UN BUEN SAMARITANO

En Lucas 10, un intérprete de la ley le pregunta a Jesús, para probarle: Maestro, ¿haciendo
qué cosa heredaré la vida eterna? (v.25)  A lo que Jesús contesta con otra pregunta: ¿Qué
está escrito en la ley? ¿Cómo lees? (v.26)  El intérprete le contesta que debe amar a Dios
con todo su ser, y a su prójimo como a sí mismo.  Entonces, Jesús le dice que eso es lo que
debe hacer para heredar la vida eterna.  Jesús no era tonto, sabía que todo lo que aquel
hombre quería era acusarlo a base de su respuesta, por eso responde su pregunta con otra
pregunta.  Cristo no tenía que pelear con la gente y tratar de convencerlos, Él no iba a
perder tiempo, por eso hizo que aquel hombre contestara su propia pregunta.  

“Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?


Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34  y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura,
lo llevó al mesón, y cuidó de él.”  Lucas 10:29-34 

Tres personas pasaron por el lugar en donde se encontraba aquel hombre mal herido, y solo
uno de ellos fue movido a misericordia.  La gente que mira a los demás con compasión,
cuando ve la mala condición de alguien a su alrededor, se mueve a misericordia.  Aquel que
no tiene compasión, puede ver al necesitado y, como si nada, pasa de largo.  El ver la falta
de alguien te responsabiliza de su condición, pero lo que demuestra si tienes compasión o
no, es tu reacción a lo que has visto.

Esta historia, Jesús la cuenta para enseñar sobre cómo debe vivir el hombre en la tierra para
heredar la vida eterna, y no únicamente para hablar de benevolencia.  Las acciones de este
buen samaritano muestran su compasión al haberse movido a misericordia; aquello no fue
simplemente benevolencia.  La benevolencia se puede mostrar en un acto de un día o en un
momento.  La misericordia y compasión se demuestran cuando se toma el tiempo, el
esfuerzo necesario para cuidar de alguien y sanar sus heridas.  Y todo hijo de Dios ha sido
llamado a ser compasivo y misericordioso.  

¿Cómo se aplica esta historia a la actualidad?  ¿Cuánta gente vez en tu trabajo, en la calle,
que están siendo despojados?  Gente que están perdiendo su familia, sus hijos, gente que
están perdiendo todas sus cosas.  ¿Cuánta gente has visto y por cuántos te has movido a
misericordia?  ¿Te has tomado el tiempo para atenderlos?  El samaritano llevó a aquel
hombre a un mesón para continuar su cuidado, pero antes, le dio primeros auxilios.  De la
misma manera, antes de traer a alguien al mesón, a la iglesia, a ti te toca darle los primeros
auxilios, curar sus heridas para que no se infecten, te toca bajarte de tu cabalgadura,
ponerlos en ella y caminar a su lado.  Luego de que te hayas tomado el tiempo para trabajar
con ellos, entonces, los traes a la iglesia, donde se continuará la obra que tú comenzaste. 

Con tus diezmos y tus ofrendas, das a la iglesia lo necesario para que en ella puedan cuidar
de cada persona que ha sido atropellada por los ladrones.  Le das a la iglesia lo necesario
para permanecer abierta por largo tiempo, para que puedas traer a las personas a ser
atendidas y tú puedas seguir tu camino.  Para un buen samaritano, para un hijo de Dios, no
hay nada más importante en el momento en que es movido a misericordia que sanar a esa
persona para que, en algún momento, pueda regresar al camino y completarlo.  
Afuera, hay muchos que necesitan de un samaritano que tome un momento para que, con
las palabras correctas, le pueda sanar.  ¿Conoces a alguien que tenga el corazón herido e
infectado?  Si no, mira los comentarios de la gente en las redes sociales, las barbaridades
que ponen te muestran que tienen el corazón totalmente dañado.  Hace falta que alguien se
pare en el camino para darles la ayuda que necesitan.  Tú fuiste llamado para ver al
necesitado con compasión, y que tu prioridad sea siempre suplir la necesidad y sanar el
sufrimiento de alguien.  Aunque tengas que desviarte por un momento de tu camino,
recuerda que una vez tú necesitaste que alguien se detuviera a darte primeros auxilios, y
Dios puso al que menos esperabas, te cuidó hasta que pudiste ponerte sobre tus pies.  Así
mismo, procura tú también hacer lo mismo por otros, que puedas pagar para que reciban
cuidado extendido y tú puedas seguir tu camino. 

MUEVETE A MISECORDIA


Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo
lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36  ¿Quién, pues, de estos tres te
parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37  Él dijo: El que usó de
misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”  Lucas 10:35-37 

Este samaritano tomó a un hombre que encontró mal herido en el camino y lo llevó a un
mesón.  En aquel mesón, continuó cuidando de él, después de haberle curado las heridas en
el camino.  El cuidado que el samaritano tuvo con aquel hombre no fue de solo un
momento, ni tan siquiera de un día, sino que tomó tiempo.  No se sabe cuánto tiempo
estuvo con él en el mesón, pero sí sabemos que fue más de un día.  Luego, cuando tiene que
partir, deja dinero en aquel lugar para que cuiden de este hombre por largo tiempo. 

Esta historia Jesús se la cuenta, en Lucas 10, a un intérprete que le preguntó qué debe hacer
para heredar la vida eterna.  Los principios que se muestran en esta historia tienen que ver
con lo que otros te han quitado, la salvación, el cuidado y el dinero; todos estos son pieza
clave en la recuperación en la vida de las personas.  La recuperación de una persona que ha
sido despojada por ladrones y agolpeada toma un tiempo, no sucede de un día para otro. 
Piensa en tu experiencia.  En el camino, fuiste despojado de tu familia, tus hijos, trabajo, tu
mente; y, cuando te presentaron a Jesús, no recuperaste todo lo perdido de un día para otro,
sino que te invitaron a la iglesia, y allí, poco a poco, comenzaste a recibir el cuidado que
necesitabas para recuperarte a ti y todo lo que habías perdido.  El largo tiempo de tu estadía
en la congregación lo que ha hecho es que te puedas levantar al lugar donde te has
levantado en el día de hoy, y así debes hacer con el que te encuentres malherido en el
camino.  Tal vez pienses que no tienes el tiempo para cuidar de alguien pero Dios te va a
prosperar de tal manera que tú también puedas pagar para que las personas tengan cuidado
por largo tiempo y tú puedas seguir tu camino.

Lo que Dios te ha dado y lo que te dará no es tan solo tuyo, sino que es un vehículo de
bendición para poder restaurar a otros, para que puedas demostrar verdadera compasión.
Dios prospera, no a aquel que lo que tiene lo usa solamente para sí, más bien Él próspera al
que sabe que lo que tiene es para ponerlo a disposición de otros, para cuidar, guardar y
sanar.  

Tienes la tarea de sanar el corazón de alguien.  Para hacerlo, debes quitar todo odio, todo
coraje de tu corazón, quitar toda excusa que no te permite amar a aquel que esta a tu
alrededor y tener compasión. 

Muchos se pasan buscando una excusa para no hacer algo por Dios, o para que alguien más
sea el primero en que haga las cosas.  Pero Dios le dijo al intérprete de Lucas 10: Lo que
tienes que hacer es amar a Dios sobre todas las cosas, y amar a tu prójimo como a ti
mismo.  Buscando excusas para no tener que hacer lo que fue llamado a hacer, el intérprete
le pregunta: ¿Quién es mi prójimo?  Él no hizo aquella pregunta porque sinceramente
quería saber, sino porque las palabras de Jesús le hicieron reflexionar en que no estaba
cuidando de alguien.  

Uno de los problemas más grandes que tiene la sociedad, y aun la iglesia, es que reacciona
por condiciones: Te amo, si me amas; te quiero, si me quieres; te ayudo, si me ayudas; te
sirvo, si estás conmigo, si no, no.  Tiene que haber un momento en donde, lo que Dios te
dio, lo que ha puesto en tu vida, lo hagas y lo des a todo el que encuentres en el camino.
Dios te mueve a misericordia, a través de la compasión, para que pongas los recursos que
Él te ha dado para rescatar y sacar a tu prójimo del lugar en el que se encuentra. 

Hoy, ama sin excusa, con compasión; agradece a aquel que te dio la mano.  Pídele a Dios
que tú también puedas ser esa persona compasiva.  Cuida a todo aquel que el Señor te
ponga en el camino; bájate de tu cabalgadura, sana sus heridas, móntalo en tu cabalgadura,
camina con él y llévalo al mesón.  Paga para que lo cuiden, haz lo que tengas que hacer
para restaurarlos y ponerlos en el camino, sin excusa, no importa la raza, el color, lo que
cree o no cree; si Dios te mueve a misericordia, no busques una excusa más.  

Dios te prospera cuando eres capaz de no dañar su corazón y sabes que lo único que te
puede sostener es el poder del amor de Dios en tu vida.  Dios quiere poner en ti una nueva
perspectiva para que, cuando salgas y veas a la gente en el camino por lugares difíciles,
puedas cuidar de ellos.  Esa es la razón por la cual Dios quiere prosperarte.  Mueve tu
corazón a la compasión genuina y serás prosperado. 

ASUME EL RIESGO DE AMAR


Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y
acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura,
lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al
mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando
regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de
los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz
tú lo mismo.”  Lucas 10:30-37 

Esto parece un acto de simple benevolencia, pero es algo un poco más profundo que eso.
Esta historia no se trata de un cuidado temporero, sino del tiempo que toma restaurar la
vida de una persona.  El samaritano no solo sanó las heridas de aquel hombre, sino que se
encargó de él hasta que estuviera completamente recuperado.  El samaritano vendó sus
heridas, le puso aceite y vino para que no se infectaran.  Lo llevó al mesón, pagó su estadía
y lo dejó al cuidado de otro.  Muchas veces, en la iglesia, no entienden esta dinámica.  

Hay personas que ofrendan y diezman para que el mesón esté abierto para recibir a otros,
pero el esto no te exime de la responsabilidad de vendar y sanar a alguien.  Tampoco se
trata solo de vendar; en algún momento, tendrás que pagar para el cuidado extendido de una
persona.  El cuidado que tuvo el samaritano por aquel hombre, fue extenso; eso es
compasión.  Cuando te sales de tu camino, no solo para suplir la necesidad momentánea de
una persona, sino que también sanas sus heridas, y haces todo lo necesario para que esa
persona pueda ponerse sobre sus pies algún día, eso es compasión.  

Muchas veces, no te detienes a expresar tu compasión hacia otra persona, por miedo a las
consecuencias de detenerte.  Puede que tengas miedo a ser herido o decepcionado.  La base
de todas las cosas es el amor, pero el amor tiene diferentes grados.  Ninguno de nosotros
pudo haber nacido sin el amor eros, que es el amor erótico, el cual es necesario para la vida,
pero no cuida ni protege a nadie.  Muchas de las heridas que puedes tener son porque no
has tenido personas que te hayan cuidado con un amor más grande que aquel amor que te
trajo a la Tierra.  El dolor que tiene mucha gente es que fueron traídos a esta Tierra por un
amor, pero hace falta un amor más grande para que las heridas sean cuidadas y guardadas,
para que puedas madurar, y haya alguien que te cuide, te proteja y te enseñe.  

Dios quiere elevarte a otro nivel; no sigas reduciendo el amor, al buscar beneficio por lo
que hagas.  Dios va a poner gente en tu camino por los cuales estés dispuesto a dar la vida,
cuidar y guardar.  Cuando nuestra sociedad pueda experimentar ese tipo de amor, ese amor
es el que va a transformar todas nuestras vidas.  Esto no es fácil, pero tampoco fue fácil
para Dios.  Imagínate crear el huerto del Edén, hacer lo más bello, darle todo a Adán, para
que luego este le fallara.  Muchas veces, no puedes dar ese tipo de amor, porque tu banco
de amor está agotado.  El banco de Dios nunca se agotó contigo, a pesar de lo que hiciste;
Dios siempre te ha amado, y siempre tuvo de dónde sacar amor.  
Cuando miramos la historia del buen samaritano, hay cosas que demuestran verdadera
compasión.  El samaritano no estaba pendiente a una recompensa; el que ama y da
verdaderamente no está esperando recompensa por sus acciones.  Tu recompensa siempre
viene de Dios.  Si haces cosas por la gente esperando que ellos te recompensen, te
decepcionarás.  Dios se encargará de recompensar las obras de tus manos.  Una de las
decepciones más grandes es que la gente se muestra compasiva con los demás, teniendo
altas expectativas de recompensa; pero, si tienes grandes expectativas de las personas,
prepárate para grandes decepciones.  Por eso, que tus expectativas siempre sean de ti
mismo.  ¿Qué tanto puedes hacer, sin que tú depósito de amor se agote?  

El samaritano no estuvo pendiente al riesgo que estaba tomando, ni puso la responsabilidad


en otras personas.  Hay personas que dicen que la iglesia debería ayudar más, pero no
piensan en cuánto ellos están ayudando.  Muchas veces, lo que hacen es hablar, pasarles la
responsabilidad a otros, y no hacer nada.  Un verdadero cristiano no le pasa la
responsabilidad a otro, sino que, silenciosamente, hace lo que tiene que hacer y sigue
caminando.  Al samaritano no le importó el sacrificio que estaba haciendo.  El sacrificio
requiere de ti que cambies tus prioridades.  El samaritano no escatimó en el costo, no pensó
cuánto se atrasaría en lo que quería hacer si daba aquellos denarios.  

¿Hay suficiente amor en ti del que puedas sacar para tener compasión?  ¿La gente te ha
decepcionado tanto que, dentro de ti, no hay lo suficiente para poder sacar aún más, y poder
bendecir?  Pídele a Dios que tu corazón no se dañe, a pesar de ver la verdadera humanidad
de la gente.  No limites todas tus relaciones al amor más simple; de lo contrario, no llegarás
al verdadero amor de Dios, que es el que transforma la vida de una persona. 

A PESAR DE LA DECEPCION

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es
amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha
perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues
como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el
perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que
teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el
que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su
hermano.”  1 Juan 4:16-21 

Como iglesia, no podemos perder la sensibilidad del corazón, sino que, a través de la vida,
es necesario que enfatices el poder la compasión.  Pídele a Dios que te dé ese corazón para
poder hacer por otro.  Este es uno de los mensajes necesarios para la iglesia, para poder
mantenernos en la perspectiva correcta de lo que tenemos que hacer como cristianos.
Muchas veces, la gente va a la iglesia para ver qué ellos pueden recibir, cómo pueden
solucionar sus problemas, y definitivamente debes ir buscando lo que Dios tiene para ti,
pero muchas veces lo que Dios tiene para ti es poder para usar tu vida y transformar la vida
de otra persona.  

Cuando se habla de lo que Jesús hizo en la cruz, se habla de que fue por amor, no por
justicia o juicio.  Jesús no vino a pasar juicio sobre nosotros, sino sobre el pecado, por amor
a nosotros.  El prójimo es aquel que es recipiente de la misericordia de una persona.  Cristo,
en un momento, tomó a sus discípulos y les dijo que ya no los llamaría siervos, sino
amigos.  Ahora los llevaría a otro nivel, y los cuidaría como amigos.  Jesús los iba a amar
con un amor diferente.  Lo que daña las amistades es el amor eros, porque muchos lo
confunden con el amor fileo.  La gente está tan pervertida que, si tienes un amigo de tu
mismo sexo, piensan que eres homosexual; si ven a un chico saliendo con una chica, ya
piensan que son pareja.  Lamentablemente, la perspectiva que tiene la sociedad es que no se
puede expresar un amor más grande, porque lo único que conoce es el producto de amor
eros.  Dios quiere llevarte a madurar poco a poco, para que puedas llegar a otra dimensión.  

Jesús dijo a sus discípulos que ellos serían sus amigos, y sabrían lo que es tener un amigo
que los cuida, los protege, que daría la vida por ellos.  Ese fue el amor que perfeccionó a los
discípulos durante todo ese tiempo.  Fue un amor que no puso reglas, que no juzgó, que no
condenó, sino que lo que hizo fue proteger, cuidar; un amor que, aunque fue negado, Jesús
comoquiera los fue a buscar.  ¿Cuantas personas conoces que están dispuestos a hacer eso
por ti?  Lamentablemente, hay una gran separación en nuestra sociedad; no experimentaste
ese compromiso de amor de una persona hacia ti, y por eso no lo haces con otros.  Lo único
que experimentamos en nuestra sociedad es la connotación sexual de las cosas.  

Mucha gente no experimenta el amor que tuvo David por Jonatán; hay gente que dice que
ellos eran homosexuales, pero no hay razón para reducir el tipo de amor que ellos tenían al
amor eros.  ¿No puede ser que haya una verdadera conexión de amistad, un amor más
poderoso que sepa que Dios los puso en el camino para protegerse y cuidarse?  Cuando
Jonatán vio a David, lo primero que hizo fue quitarse su espada y su capa.  David iba a ser
quien remplazaría a Jonatán en el trono.  Por causa del pecado de Saúl, Jonatán perdió la
posición del reinado, pero Jonatán amó tanto a David que, cuando lo vio, dijo que él era el
ungido de Dios.  En vez de hacerle daño a David, lo que hizo fue cuidarlo.  Cada vez que
Saúl hacía un plan para matar a David, ahí estaba Jonatán advirtiéndole del peligro.  Por
todo aquello, cuando Jonatán murió, David se hizo cargo del hijo de Jonatán, porque un
verdadero amigo también se hace cargo de las próximas generaciones.  

La pregunta no es cuánto amor tú puedes recibir, sino cuánto depósito de amor hay dentro
de ti, de donde puedas sacar para dar.  ¿Cuánta paciencia hay dentro de ti que, a pesar de las
sorpresas que el mundo te traiga, puedas seguir amando?  Ese es el verdadero amor.  A
todos nos han ocurrido decepciones, fracasos, traiciones, o te has dado cuenta que solo eres
para las personas alguien a quien se le puede sacar algo; pero, el que ama a Dios, y
permanece en él, tiene la fuente completa y perfecta de donde siempre puede sacar amor.  
Cuando miramos estos versos, vemos la dimensión a la que debemos llegar.  Debes estar en
ese nivel de compromiso y de amor; un nivel en el que puedes, constantemente, sacar
amor.  Nada ni nadie debe sacar esa capacidad de tu vida, y vaciar ese depósito tan
poderoso.  Si tienes hijos, entiende esto: Tus hijos serán siempre tus hijos, y no hay nada
malo que hagan que te quite la capacidad de amarlos.  Pero lo grande no es amar a las
personas que tienes que amar, sino cuando haces algo por las personas que Dios te ha
puesto en tu camino.  Grande es cuando no escatimas el costo porque, dentro de ti, hay
demasiado para dar.  Todos tenemos decepciones en la vida, Jesús también las tuvo, pero
Dios se encarga de reconocer y recompensar lo que tú has hecho.  

CUANDO ESTAS EN EL HOYO

En Génesis, se nos narra la historia de José, un joven amado por su padre y envidiado por
sus hermanos, quienes lo vendieron, haciéndole pasar por muerto ante su padre.  Además
del amor de su padre, los sueños de José despertaban la envidia de sus hermanos, quienes le
criticaban; pero José soñaba, cada vez con algo más grande. 

“18…conspiraron contra él para matarle.  19  Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el
soñador.  20  Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos:
Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños.”  Génesis 37:18b-20 

Durante todo el proceso que vivió en los años siguientes, José mantuvo presentes el sueño
que Dios le dio, y el corazón correcto.  Sus hermanos lo venden a los ismaelitas, quienes lo
llevan esclavo a casa de Potifar.  Allí prosperó, pero fue engañado y encarcelado.  Aun así,
su actitud seguía siendo la correcta; todavía tenía la expectativa de que Dios haría algo.  El
corazón de José era el correcto, a pesar de que las circunstancias eran las incorrectas. 

En la cárcel, estaban con él el copero del rey y el panadero.  Cada uno de ellos tuvo un
sueño que José interpretó.  El copero sería restituido a su puesto, y José pidió que, cuando
esto sucediera, se acordara de él para sacarlo de la cárcel.  En cambio, el panadero sería
colgado en la horca.  Y la Biblia nos dice que sucedió a ambos conforme a lo que José dijo. 

Definitivamente, Dios tenía algo especial para José.  Aquellos a su alrededor solo pensaban
en el problema que era para ellos aquellos sueños que él tenía.  Quisieron acabar con su
vida, pensando que, al hacerlo, acababan con el sueño.  Al no matarlo, el sueño siguió vivo;
pero ellos pensaron que el sueño moriría; ellos dijeron: Veremos qué será de sus sueños. 

El problema no es que el mundo piense así; el problema es cuando eres tú quien sueña, pero
por tus circunstancias, piensas: ¿Qué será de mis sueños?  Reflexionas en el ayer, en todo lo
que te detuvo en tu camino, y comienzas a cuestionarte qué será de todo aquello que tú
querías alcanzar.  Y, sin darte cuenta, no tan solo cedes tus sueños, sino que comprometes
tu carácter, tu fe, y se daña tu corazón, extendiendo así tu tiempo y tus procesos más allá de
lo debido.  Y pasa lo peor, caes en la cárcel del olvido.  Tus circunstancias, tus dificultades,
te hacen sentir olvidado por el mundo y por Dios. 

José tuvo la oportunidad de acostarse con la esposa de Potifar, y no lo hizo.  Si José hubiera
pensado que no había esperanza para su sueño, quizás habría hecho lo contrario,
comprometiendo sus principios.  Pero José, en medio de todo, permaneció; aun estando en
un lugar cada vez más profundo, donde parecía que había sido olvidado por su familia,
olvidado por Dios, y donde parecía que su sueño había sido olvidado, José nunca olvidó su
sueño, sino que siempre mantuvo el corazón correcto. 

Tú tienes que tomar nuevas decisiones en tu vida.  Tus decisiones son vitales, y tienes que
decidir si las vas a tomar basadas en tus frustraciones, o basadas en tu fe.  Quizás hiciste
ciertos planes que no se han concretado, y te has comenzado a cuestionar en tu corazón:
¿Qué será de mis sueños?  Has pensado que has sido olvidado por la gente y por Dios, y has
comenzado a ceder en ciertas áreas de tu vida.  Pero el sueño de Dios para tu vida se va a
cumplir.  Dios quiere cumplir tu sueño.  El problema es que, cuando Dios cumpla tu sueño,
puede que tengas que cargar con las consecuencias de malas decisiones que hiciste en el
camino, por haber pensado que Dios se había olvidado de ti.  Ninguna falta, ningún error
que tú cometas cancela el propósito de Dios para tu vida; pero, cuando entras a lo que Dios
tiene para ti, puede que cargues con cosas innecesarias por tomar malas decisiones,
pensando que Dios se había olvidado de ti, que ya no se iba a cumplir el sueño.  Y entonces
tienes equipaje de más porque, cuando caíste en la cárcel, pensaste que Dios se olvidó de ti,
y ahora tú te olvidas de tu sueño y del Dios que te lo dio. 

Tú no puedes permitir que las circunstancias te hagan cancelar tu fe de que Dios va a


cumplir en tu vida el sueño que él te dio.  La envidia, el celo de aquellos a tu alrededor te
va a llevar a circunstancias que te van a hacer sentir olvidado por Dios; pero, aun en medio
de tu proceso, Dios no se ha olvidado de tu sueño, y tampoco se ha olvidado de ti. 

Cuando los hermanos de José planearon matarle, Dios trajo una caravana de ismaelitas. 
Cuando tú estás en el hoyo, Dios tiene gente que viene de camino; cuando tus hermanos no
dan un centavo por ti, hay gente dispuesta a pagar para llevarte a un nuevo lugar.  Cuando
tus hermanos hablan de matarte, siempre hay alguien que habla a favor tuyo.  Aun en la
cárcel, Dios te pone ante la gente correcta.  La pregunta es si tú, a pesar que estás en la
cárcel del olvido y te has sentido olvidado por Dios, no te has olvidado de tus sueños ni del
Dios que te los dio.  Si tú mantienes esto claro en tu mente, no comprometes tus principios,
y no cedes tus sueños por cosas que, eventualmente, te van a afectar, cosas que tendrás que
cargar y trabajar, innecesariamente. 

Cuando estés en la cárcel del olvido, recuerda el sueño de Dios, y recuerda que Dios nunca
se ha olvidado de ti.  Del lugar donde estás, Dios te va a sacar.  Él va a obrar a tu favor.
MANTEN TU SUEÑO Y TU CORAZON

o interesante de la vida de José no es tan solo su capacidad de continuar soñando, sino el


que podamos ver en este joven cómo no permite que su corazón se dañe.  Hay dos cosas
que tú debes mantener siempre en tu vida: Un grande sueño, y un corazón limpio.  Mucha
gente tiene grandes sueños, y aquellos que tienen fe y perseverancia los alcanzan.  El
problema de muchos es que, cuando los alcanzan, el corazón está tan dañado, que no
pueden disfrutar de haber alcanzado el sueño. 

“He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo
quiero.”  Hechos 13:22b 

Lo que hacía que Dios dijera que David tenía un corazón conforme al suyo, según esta
Escritura, es que Dios sabía que David estaba dispuesto a hacer todo lo que Él le pidiera. 
Esto es lo que Dios ve en un corazón correcto.  Cualquiera puede creer que Dios puede
hacer cualquier cosa; la pregunta es si Dios podrá creer que todo lo que Él te pida tú lo vas
a hacer, porque es esto lo que te hace conforme a su corazón. 

Dios escoge personas que, en medio de los procesos, su corazón no se dañe.  Dios no busca
gente perfecta, gente que no peque; Él no está buscando santos para su obra.   Dios está
buscando gente dispuesta a luchar en contra del pecado, dispuestos a agradarle a Él; gente
que, en medio del proceso, su corazón no se dañe.  David, cada vez que era amonestado por
Dios, se arrepentía, lloraba ante la presencia del Señor, pedía perdón, enmendaba.  Cuando
alguien tiene su corazón dañado, cuando peca, huye de Dios.  Cuando tú tienes el corazón
correcto, y fallas, corres hacia Dios. 

El corazón de José era el correcto.  Cuando miramos la interpretación de los sueños del
panadero y del copero, vemos que José se conecta con el copero.  En la vida, tú debes saber
cuáles son los sueños de los que están a tu lado, para saber con quién tienes futuro y con
quién no.  Tu sueño va a levantar envidia, y no todos lo van a entender; pero, si tú
interpretas los sueños de los que están a tu alrededor, tú sabes con quién tienes futuro.  José
le pide al copero que se acordara de él, porque él sabía que el copero saldría de allí.  Pero,
¿cómo saber con quién relacionarse, sin oír siquiera los sueños?  La gente se casa sin oír los
sueños del otro.  Tú tienes que ver si tú cabes en el sueño del otro. 

El copero, el panadero y José tenían algo en común: Los tres eran servidores.  José servía a
Potifar, mientras que el copero y el panadero servían a Faraón.  Sabemos que José fue
encarcelado injustamente, pero no sabemos qué hicieron el copero ni el panadero para
ofender a Faraón y que los pusieran allí para darles una lección.  Del mismo modo, a veces,
haces cosas que ni sabes, y Dios te pone en espera, en lo que tu vida se arregla, para
entonces ver cómo será tu salida.  A veces, caes en la casa del olvido porque, sin darte
cuenta, de alguna manera has ofendido al Rey, a Aquel a quien sirves; tus sueños se
detienen porque algo ha pasado en tu vida que no ha sido del agrado de Dios.  Cuando
entras en estos periodos, piensas que es lo último, que tu vida se va a acabar; pero no es
así.  A los hijos que Dios ama, Él los corrige.  Si Potifar hubiera querido acabar con José,
tenía la excusa perfecta para matarlo, pero Potifar sabía que José no había hecho nada malo,
por lo que lo puso en aquel lugar.  Mientras se dilucidaba el futuro del panadero y el
copero, allí estaban estos tres hombres –el panadero, el copero y José – tres servidores. 
Tres hombres con las mismas características: Servían a alguien importante. 

Lo interesante es que, contrario al panadero, en su sueño, el copero todavía se veía


sirviendo a Faraón, se veía exprimiendo las uvas.  El panadero, todo el pan que hacía, las
aves se lo llevaban; no se veía cerca del Faraón.  Cuando tú caes en la casa del olvido, lo
único que tú nunca puedes perder es el deseo de servir al Rey.  Lo que te saca de la cárcel
del olvido no es que se pruebe o no tu inocencia, sino tu deseo de servir al Rey, a pesar de
tus circunstancias.  La gente que Dios restaura, que Dios levanta, no son los que no pecan,
los santos, los perfectos, sino aquellos que, cuando se sienten olvidados por el mundo y por
Dios, cuando parece que el sueño no se va a cumplir, todavía tienen el corazón correcto
para decir: Algún día saldré de aquí y, cuando lo haga, voy a servir al Rey. 

El problema con la gente en la iglesia es que, cuando su sueño no se cumple como


pensaban, pierden el deseo de servir a Dios.  Y lo peor que tú puedes hacer es permitirte
perder el deseo de servir, de adorar al Rey; porque lo que te saca de la cárcel es tu deseo de
servir.  José estaba allí injustamente, pero le dijo al copero que se acordara de él cuando
estuviese ante el rey, porque él saldría también a servir al rey.  A pesar de lo que haya
pasado, aunque estés en la cárcel del olvido por alguna injusticia, comoquiera, tú debes
servir.  Sigue haciendo tu trabajo como antes, y que tu deseo sea algún día salir de tu
situación actual para poder servir al Rey. 

Hayas perdido lo que hayas perdido, no pierdas nunca tu gran sueño ni tu corazón.  Si
tienes un sueño, y tienes corazón, tu vida va a ser diferente, en tres días saldrás de la cárcel,
y podrás servir al Rey.   
DIOS ORDENA TU VIDA

Una de las peores sensaciones que tú puedes tener es la de sentirte vacío.  Una de las peores
cosas que puedes ver con tus ojos naturales es cómo tu cuenta de banco se vacía, cómo tu
refrigerador se vacía, ver cómo las cosas van desapareciendo de tu vida.  Todo esto crea
una sensación y una situación muy difícil.  La sensación de que, sin importar lo que tú
hagas, nada puede llenar esos vacíos, puede provocar que tomes las peores decisiones de tu
vida.  Pero, ¿cómo llenar tu vida de la manera correcta? 

Tú puedes provocar en tu vida la multiplicación divina, para vivir el plan de Dios, y nunca
más volver a experimentar ese vacío que hay en tu interior. 

El estar vacío provoca desesperación en tu corazón, y tu primera reacción es buscar algo


con qué llenar ese vacío.  Pero, luego de intentar llenar ese vacío con cualquier cosa, te
sientes peor.  Por ejemplo, sabes que debes comer bien, pero en un momento de estrés,
buscas calmar tu ansiedad comiendo de más, y después te sientes peor, porque la comida no
tan solo no cumplió con llenar el vacío en tu interior, sino que ahora te sientes todavía más
vacío que antes.  Un vacío no necesariamente se llena ocupando ese espacio con algo.  Un
vacío no es provocado necesariamente por la falta de algo.  Los vacíos espirituales y
emocionales, según la Palabra del Señor, son provocados por una condición espiritual de
desorden.  El desorden provoca vacío en tu vida.  Si tú eres capaz de comenzar a poner
orden en tu vida, los vacíos, eventualmente, se van a llenar. 

Tu vacío no es producto de la falta de algo.  El vacío es producto del desorden.  En el libro


de Génesis, la Palabra nos muestra la condición de la tierra, cuando nos dice que la tierra
estaba desordenada y vacía, y las tinieblas cubrían la faz de las aguas.  Primero hay
desorden, luego viene el vacío, y lo próximo son las tinieblas.  El desorden provoca vacío. 
Dios no puede comenzar a llenar la tierra, sino hasta que primero la ordena.  Primero
experimentas desorden, lo que provoca vacío y, si no se llena correctamente ese vacío y
permanece por mucho tiempo, entonces vienen las tinieblas.  Las tinieblas representan
depresión, amargura, estados de confusión.  Pero Dios quiere traer llenura a tu vida, y esos
vacíos van a desaparecer.  Ese círculo vicioso en el que cayó la tierra en un momento dado,
se va a eliminar de tu vida. 

Quizás estás experimentando tinieblas, y has tratado de llenar tus vacíos con cosas
incorrectas, y hoy estás viviendo tinieblas en tu mente, tus pensamientos son errados.  Pero,
en el nombre poderoso de Jesús, ese ciclo acaba en tu vida, las tinieblas desaparecen, son
eliminados los vacíos, Dios comienza a poner orden en tu vida, y todo comienza a cambiar
para ti. 

La fórmula del enemigo es traer desorden a tu vida, que provoca vacío, y luego trae
tinieblas.  Pero Dios tiene una fórmula correcta, que es la que tú tienes que usar para poder
llenar los vacíos, y poder experimentar el destino de Dios para tu vida.  Dios quiere hacer
contigo, como hizo con la tierra; Él quiere traer orden, para llenarte de bendición y para
mostrar su gloria sobre ti. 

La fórmula de Dios es, primero, traer orden; en segundo lugar, Dios llena; luego, bendice;
y, entonces, multiplica.  Dios multiplica para que el vacío nunca vuelva a existir, para que,
aquello con lo que Él llenó, sea lo que ocupe lo que antes estuvo vacío. 

El problema es que la gente no entiende que no se puede llenar, sino hasta que, primero, se
traiga orden.  Cuando hablamos de ordenar, hablamos de separar.  La Biblia dice, en
Génesis, que Dios separó la noche, del día; Él no hizo el sol y la luna primero, sino que
hizo la luz y las tinieblas.  Dios separó las aguas de arriba, de las de abajo; luego separa las
aguas, de la tierra.  Y, luego que separa todas las cosas, entonces, Él puede comenzar a
llenar.  Puso el sol, en la luz; la luna, en la oscuridad; los pájaros, en el aire; los peces, en el
agua.  Dios no podía llenar la tierra, sin primero traer orden, y el orden viene cuando tú
separas.  Los vacíos en tu vida vienen porque tú no has separado cosas que tienes que
separar, cosas que tienes que ubicar.  Tú tienes que aprender a ubicar las cosas en el lugar
correcto.  ¿Cómo Dios iba a poner peces, si estaba todo mezclado?  ¿Cómo poner animales
en la tierra, si estaba mezclada con las aguas?  Si no hay orden en tu vida, si no has
separado, ubicado las cosas en los lugares correctos, no la puedes llenar con nada. 

Tus vacíos no se llenan tratando de poner algo, porque pudieras poner algo que es
incorrecto, algo desubicado, que lo que va a provocar es más vacío en tu vida.  Pídele a
Dios que traiga orden a tu vida.  Si tú comienzas a ordenar tus pensamientos, a separar tus
relaciones, tus negocios, a ubicar las cosas en el lugar correcto, entonces Dios podrá traer
bendición a tu vida, para que tú puedas vivir la vida que Él tiene para ti, una llena de paz y
gozo, una vida plena. 

Dios quiere traer orden a tu vida.  Tus vacíos van a desparecer. 

LLENA TUS VACIOS

Cuando el ser humano experimenta esa sensación de vacío en su interior, intenta todo lo
humanamente posible para llenarlo, sin darnos cuenta que, luego, nos sentimos peor;
porque el vacío no es resultado de la falta de algo, sino que es resultado del desorden. 

La Biblia dice que la tierra estaba desordenada y vacía.  El desorden es lo que produce el
vacío en la vida de una persona.  Por eso, la fórmula de la multiplicación de Dios es traer
orden, para entonces llenar, luego bendecir, y finalmente multiplicar, para que los vacíos
nunca vuelvan a aparecer, ya que, con la multiplicación, Dios se asegura de que todo se
mantenga lleno. 

El vacío que tú estás sintiendo en tu vida hoy, es producto de que algo está fuera de orden. 
Hay algo que tienes que ordenar en tus pensamientos, en tus relaciones. 
La Biblia nos muestra dos momentos de creación.  El primero, en Génesis 1, cuando Dios
mismo utiliza esta fórmula, trayendo orden para entonces llenar, bendecir y multiplicar.  El
problema es que, cuando el hombre peca, entra el pecado a la tierra, y el hombre comienza
a multiplicar, pero lo que se comenzó a multiplicar era el pecado.  La maldad comenzó a
crecer al tal grado, que Dios tuvo que volver a traer orden.  Por eso, en Génesis 8, vemos
cómo Dios usa a Noé para hacer uso, una vez más, de esta fórmula, y así comenzar una
nueva tierra.  Noé halló gracia ante los ojos de Dios, fue el escogido.  Dios no interviene en
la tierra directamente, sino a través de un hombre.  En la primera creación, es Dios llenando
todas las cosas; pero en Génesis 8, Dios usa a un hombre para que sea él quien recree y
complete toda la obra.  Pero Noé tiene que añadirle un nuevo detalle a la fórmula, para
vencer el pecado que estaba provocando que la tierra se encontrara llena de maldad. 

El pecado no quita la capacidad que tiene el hombre de multiplicarse, o de utilizar sus


talentos.  El error de muchos es pensar que, como pueden seguir haciendo ciertas cosas, aun
estando en pecado, el pecado entonces no está teniendo consecuencias; pero, si tú estás
pecando, lo que estás multiplicando es el pecado que hay dentro de ti y, eventualmente,
experimentarás vacío, dolor.  Pero Dios quiere cambiar todo esto. 

En Génesis 8, vemos cómo se experimenta el diluvio, que no es otra cosa que la forma de
Dios de volver a traer orden.  Dios trajo juicio, trajo orden, desatando las aguas de arriba y
las de abajo, las que perdieron sus límites, para limpiar, que no es otra cosa que poner
orden.  Pero ahora el proceso de llenar le toca a Noé, quien tuvo que prepara un arca, y
llevar allí aquello que, eventualmente, Dios usaría para llenar la tierra. 

Pero, en este capítulo, vemos también que Noé fue al altar de Dios.  Tan pronto salió del
arca, Noé fue al altar y, entonces, Dios bendijo y multiplicó.  La fórmula nueva es:
Ordenar, llenar, ir al altar, bendecir y multiplicar.  El acto de ir al altar lo que hace es
detener toda maldición del pasado, para abrir paso a la bendición, y eventualmente la
multiplicación.  Esta es la fórmula de Dios, y es la que tenemos que aprender a aplicar en
nuestra vida, si queremos eliminar los vacíos que hay en nuestro interior, si queremos evitar
que se siga multiplicando la maldad en nuestras vidas.   

Quizás, ya tú estás cansado de vivir en maldición, en problemas, y de que lo único que se


multiplique en tu vida sea la maldición, la dificultad.  Tiene que haber un momento donde
rompas con esto, y digas: Dios tiene que poner orden en mi vida.  Dios te va a dar dirección
para que, entonces, puedas llenar, trayendo aquellas cosas que Él va a multiplicar. 

En Génesis 8, Noé tiene que crear primero un vacío.  ¿Cuál es ese espacio que crea Noé? 
El arca.  Noé estuvo cien años creando un espacio que él llenaría con aquello que Dios iba a
multiplicar.  Noé construyó el arca, y la llenó con los animales y con su familia, que eran
ocho, número que representa un nuevo comienzo.  En medio de la crisis, cuando Dios
pondría orden, antes de que Dios trajera juicio, Noé tuvo que comenzar a crear un espacio
vacío, que él llenaría con lo que Dios usaría para, eventualmente, multiplicar. 

Lo que tú estás poniendo en tus espacios vacíos, es lo que Dios va a usar para multiplicar y
traer bendición sobre tu vida.  Lo que tú depositas dentro del arca, es lo que Dios va a usar
para recrear tu tierra, para darte un nuevo mundo, una nueva esperanza.  Por eso, tu vida no
puede estar llena de cualquier cosa, de cualquier persona; tú tienes que ser selectivo.  Hay
cosas que tienes que separar del mundo y guardarlas, para que sean las que Dios use; y Dios
te va a dar dirección de cuáles son esas cosas que tú tienes que llevar en tu interior, para
que Él las pueda multiplicar en el nuevo mundo que Él te va a dar. 

Quizás tú has estado viviendo un tiempo de caos, las cosas se han puesto difíciles.  Prepara
un arca, comienza a reservar aquellas cosas que tú quieres que Dios multiplique en tu vida. 
Deja atrás aquellas cosas que tienen que quedarse en esta etapa de tu vida, para entonces tú
moverte hacia adelante.  Viene un tiempo de multiplicación para ti y para todos los tuyos.

EDIFICA TU ALTAR

Después del diluvio, cuando Noé sale del arca, él va al altar para consagrar su nuevo
comienzo.  Noé tenía una página en blanco, no tenía nada a su alrededor, todo había sido
renovado y transformado.  Noé se da cuenta de que necesita que Dios vaya con él en este
nuevo camino, y de que necesitaba que no se multiplicara el mal en su vida.  Él quiso entrar
en una nueva relación con Dios, y para eso tuvo que ir al altar.  Créele a Dios que, desde
hoy, deja de multiplicarse cualquier maldición que esté amenazando tu vida, viene un
nuevo tiempo para ti, y en el nombre poderoso de Jesús, Dios te va a dar una página en
blanco en la que podrás construir el nuevo futuro que Dios ha preparado para tu vida, en el
cual Dios irá contigo.  Esta es una nueva temporada; Dios va a terminar con ese vacío que
has sentido en tu interior.  Dios va a poner orden, va a llenar, te va a bendecir, e iras al altar.

En el caso de Noé, Dios trae orden con el diluvio; Noé tiene que crear el vacío del arca y
llenarlo con los animales.  Y cuando Noé se baja del arca, presenta una ofrenda al Señor en
un altar.  Luego de esto, Dios bendice su vida, y le dice que fructifique.  Dios le dijo a Noé
que pusiera en el arca siete parejas de animales limpios, porque Él no iba a recibir en el
altar un animal impuro.  Por tanto, Dios manda a Noé a tomar más de los animales puros
para que pudiera sacrificar, y los que quedaran pudieran multiplicarse.  Es maravilloso ver
que la reacción de Noé, ante esa nueva oportunidad, es presentarse delante de Dios en aquel
altar.  Noé reconocía que lo que lo había traído a ese momento fue la multiplicación del mal
antes que él.  

“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de
los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.”  Génesis 6:5 

Vemos en este versículo que la maldad se había multiplicado, y es muy triste cuando en
nuestra vida estamos creyéndole a Dios por fe, pero a nuestro alrededor todo lo que se
multiplica es el mal.  Cuando Dios le dice a Noé que comience a construir el arca, pasa
mucho tiempo, y ¿crees que las cosas se pusieron mejor en ese tiempo?  Por supuesto que
no; la situación se ponía peor.  Esa es la vida del creyente, que sigue teniendo fe aunque vea
que las cosas a su alrededor se ponen peor.  Después de que Noé tiene el acto de fe de
construir el arca, su primera reacción cuando sale de ella es presentarse delante de Dios.
Sabemos que Dios recibió su ofrenda como olor fragante, y le dio un pacto a Noé: Puso un
arco iris en el cielo como señal de que nunca más Dios destruiría la tierra con un diluvio,
para que supiera había visto su acción de creer, y que entraba en una relación con él.  

Cuando te presentas delante de Dios en el altar, no es solo dar tus ofrendas, el altar es
presentar tu vida completa.  Allí presentas tus pensamientos, tu corazón, tus acciones.  El
altar es el lugar de sacrificio; muchas personas piensan que hoy no hay que hacer
sacrificios, y sí hay que hacerlos.  Tu mente quiere hacer muchas cosas, y tienes que
obligarla a servirle a Dios.  Tu cuerpo quiere hacer unas cosas, pero tienes que obligarlo y
sacrificarte para presentarte delante del Señor.  Tienes que hacer sacrificio vivo, que
conlleva todas las áreas de tu vida, incluyendo las finanzas.  Lo que Dios ve en el altar es lo
que utiliza para poder hacer contigo lo que ha prometido.  Dios conoce tus imperfecciones,
pero cuando él ve tu esfuerzo de ir al altar con todo tu ser, incluyendo tus ofrendas, Dios ve
lo que presentas sin tomar en consideración el mal que hay dentro de ti.  Entonces, hace un
pacto contigo; Él quiere que se detenga toda maldición en tu vida.  

No se puede cometer los mismos errores del pasado; probablemente, Dios te dio la
oportunidad de comenzar de nuevo, y lo volviste a dañar.  Una de las razones por la cuales
pasa eso es porque, muchas veces, el hombre no considera a Dios en ese nuevo camino.
Muchos piensan que las cosas salieron de la nada.  Cuando miramos la Palabra del Señor, y
vemos a hombres que alcanzaron grandes éxitos, nos damos cuenta de que siempre
pusieron a Dios primero en sus caminos.  Moisés le dijo a Dios que, si su presencia no iba
con ellos, prefería que no los sacara de donde estaban.  Hay personas que se preguntan si el
negocio que tienen se los habrá dado Dios, porque lo que ven es fracaso a su alrededor.  La
pregunta es, ¿pusiste a Dios en ese negocio desde el principio?  ¿Estás sacrificando en el
negocio por Dios, o estás sacrificando a Dios por el negocio?  Dios te da un negocio para
abrirte puertas, pero cuando lo tienes, no puedes ir a la casa de Dios por el negocio.  

Con esta revelación, Dios te dará un nuevo comienzo.  Dios quiere traer orden a tu vida,
quiere llenarla, pero tienes que saber que debe haber un proceso donde vayas al altar de
Dios, y te presentes delante de él para que reciba tu vida.  Muchas veces tendrás que hacer
sacrificios, tendrás que seguir de corrido del trabajo a la iglesia, con todo y tus hijos, pero
así les enseñas el esfuerzo, y que servirle a Dios cuesta.  Tus hijos tienen que ver que hay
que poner a Dios primero en todas las cosas. 

Prepárate porque los cambios que le has estado pidiendo a Dios están en camino, y lo que
Dios quiere es darte una nueva oportunidad.  Créele a Dios por un milagro financiero,
declara que Dios trae multiplicación, aumento e incremento sobre tu vida.  Declara que vas
a tener una nueva temporada.  
DIOS BENDICE TUS RECURSOS

La fórmula original de Dios es traer orden, llenar, bendecir y multiplicar.  Pero, luego, Noé
tiene que actuar en fe, construir el arca, y añade un nuevo elemento a la ecuación.  Dios
traería orden, trayendo el diluvio, mientras que Noé llenaría el arca; pero antes de Dios
bendecir aquello que luego multiplicaría, Noé va al altar.  Ahora la fórmula es: Ordenar,
llenar, ir al altar, bendecir y multiplicar. 

Si fue aterrador el que Dios le dijera a Noé que vendría un diluvio, complicado debió ser
salir de aquella arca junto a su familia, mirar alrededor y no ver nada, solo árboles, y nada
más.  Pero Noé fue al altar, y recibió la bendición de Dios, para ahora poder caminar con la
seguridad de que Dios estaba con él. 

Tú puedes vivir en la bendición de Dios. 

En Génesis 8, vemos que, cuando Noé sale del arca con su familia y con los animales, Dios
les instruye a multiplicarse.  Entonces, Noé hizo un altar; y es entonces que, en Génesis 9,
Dios les dice: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra.  Al salir del arca, Noé recibió
una instrucción; al ir al altar, Noé recibió una bendición. 

¿Necesitaba Noé la bendición de Dios para multiplicarse?  Naturalmente, no.  Pero una
cosa es hacer lo que tú puedes hacer por tus propias fuerzas; otra, hacerlo con la bendición
de Dios.  Es ahí donde muchos fallan.  Todo lo que tú has estado tratando de hacer, lo has
estado intentando hacer en tus propias fuerzas, por tu talento; pero tu talento te lleva hasta
un nivel.  Una cosa es poder alcanzar resultados por tus fuerzas; otra, alcanzar resultados
con la bendición de Dios.  Cuando Noé va al altar, lo hace es meter a Dios en el asunto; y
recibe la bendición de Dios, y comienza entonces a vivir en una temporada de poder. 

Dios siempre ha contado contigo, la pregunta es si tú has con Dios. 

El negocio que Dios te quiere dar, la abundancia que Dios quiere traer, esos nuevos
proyectos que hay en tu vida, muchos de ellos, puedes lograrlos sin que Dios esté contigo;
pero vas a quedarte limitado.  Una cosa es saber lo que Dios sabe que tú puedes hacer; otra,
que aunque sabes lo que Dios sabe que tú puedes hacer, no lo hagas si Él no te bendice.   En
esta nueva etapa, no puedes depender de tus talentos; tienes que depender de la bendición
de Dios. 

Dios les dice: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra.  Luego, dice el verso 2:

“2  El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave
de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en
vuestra mano son entregados.”  Génesis 9:2 
Cuando hablamos de caminar en la bendición de Dios, es saber que caminamos en esta
tierra, con autoridad.  La creación te tiene que respetar.  Cuando hablamos de ser
bendecido, no hablamos de ser rico, de tener dinero en tu cuenta de banco; aquellos que
vivimos por fe, nunca tenemos suficientes finanzas en nuestras cuentas para hacer todo lo
que Dios quiere que hagamos.  Si dependiéramos de las finanzas que tenemos para hacer lo
que Dios dice que tenemos que hacer, entonces, el dinero sería nuestro Dios, sería el dinero
lo que determinaría nuestra fe, lo que podemos o no hacer.  Nunca tenemos suficiente
porque siempre estamos adelantados; lo que sí sabemos es que caminamos en esta tierra
con seguridad, con firmeza; no hay temor en nuestra vida. 

Dios le dice a Noé que caminaría en esta tierra con seguridad, que la creación le respetaría;
eso es caminar en bendición.  Cuando tú vas al altar, delante del Señor, eso es caminar en
bendición; Dios comienza a bendecir tu vida, y tú comienzas a caminar con una seguridad
poderosa, sobrenatural; el temor desaparece de tu vida. 

Tú vas a comenzar a caminar con seguridad, en el nombre que es sobre todo nombre, y
Dios te va a dar una victoria poderosa.  El miedo desaparece, el miedo al fracaso, a los
problemas, desaparece; caminas en esta tierra con seguridad y la gloria de Dios se va a
mostrar en ti, de manera sobrenatural. 

Quizás, tú has estado caminando con temor; no sabes qué va a pasar con tu vida, y has
estado preocupado.  Créele a Dios que, hoy, todo eso va a cambiar.  Quizás, Dios te ha
dado una nueva oportunidad, pero todavía hay miedo en tu vida.  La bendición de Dios, una
de las cosas que hace, es darte seguridad para caminar en esta tierra.  Tú puedes caminar
seguro en esta tierra, caminar con la seguridad de que Dios va contigo.  A pesar de los que
tú puedas ver a tu alrededor, puedes estar seguro que Él camina contigo.  Créele a Dios que
tú vas a comenzar a caminar con seguridad. 

VIENE MULTIPLICACION PARA TU VIDA

El concepto de la multiplicación se ve desde Génesis 1 en cómo Dios quiere que el hombre


se multiplique y fructifique.  En Éxodo, el pueblo de Israel mostraba que Dios estaba con
ellos cuando se multiplicaban y se hacían más fuertes en tiempos de opresión y dificultad.
En el Nuevo Testamento, después de la resurrección, el milagro de la multiplicación fue de
los grandes y más poderosos.  Se ve cómo Jesús multiplica los peces en la barca de Pedro.
También cómo se multiplicaron las almas después que el Espíritu Santo desciende; se
convirtieron miles de personas y la iglesia crecía y crecía.  Siempre ha sido el deseo de
Dios que lo bueno, las bendiciones, se multipliquen, pero muchos no saben cómo hacerlo.  

Mucha gente quiere multiplicar, sin poner primero orden en su vida, lo que les lleva a vivir
con una gran frustración.  Si hay desorden en tu vida, las cosas que se van a multiplicar son
las incorrectas.  
“Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no
pocas. 4  Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una
esté llena, ponla aparte. 5  Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos;
y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. 6  Cuando las vasijas estuvieron llenas,
dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó
el aceite. 7  Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y
paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.”  2 Reyes 4:3-7  

Esta mujer estaba casada con un hombre que era hijo de profeta, ungido, siervo de Dios y
de Eliseo, y al fallecer le dejo a ella y a sus hijos endeudados, con poco o nada para saldar
sus deudas y vivir.  Este hombre, a pesar de ser un profeta, tomó malas decisiones y no
había hecho las provisiones necesarias.  No es que haya dejado a su esposa sin dinero, más
bien poco a poco se fue acabando.  Las decisiones que tomó aquel hombre sacaron su vida
y la de su familia de orden.  Aquel desorden provocó que la vida de su familia se
comenzara a vaciar, al grado de que su viuda perdería a sus hijos.  

Aquella mujer fue donde el profeta porque, antes de que hubiera multiplicación, ella debía
organizar su casa, poner todo bajo el orden de Dios; hacer lo que Dios decía que debía
hacer.  El vacío que ella estaba experimentando, no fue llenado de afuera hacia adentro,
sino que fue llenado y multiplicando de lo poco que ella tenía.  

Muchos, en estos tiempos, viven viendo que el refrigerador poco a poco se vacía y las
cuentas de banco también, sin saber de dónde más sacar dinero para pagar y vivir.  Si no
hay orden en tu vida y tomas malas decisiones, no importa que seas cristiano, inteligente o
que ores ocho horas al día, lo que se multiplicará son los problemas, la maldad, las
complicaciones, y se producirán vacíos en tu vida.  Así que, lo primero que tienes que hacer
para multiplicarte, es poner todo en orden con el Señor.  

Como aquella mujer, no te lamentes por el pasado; acepta las malas decisiones, y busca
ayuda divina.  Ella no estaba degradando a su marido al decir que él había cometido
errores; ella solo estaba aceptando que necesitaba ordenar su vida para poder experimentar
la multiplicación.  Cuando pones tus pensamientos, tu familia, tu vida en orden, comienza a
haber multiplicación.  

Sin embargo, hubo algo en lo que sí falló aquella mujer; ella menospreció lo poco que
tenía, falló al ver que, aunque poco, aun así tenía algo.  En tu vida, de seguro tienes algo de
aceite, algo que Dios puede usar para multiplicarlo en tu vida.  Tienes una ventaja, y es que
eres hijo de Dios.  Dios va a ordenar tu vida, para llenar tus vacíos, y te usará para llenar los
vacíos de otros.  Dios usará lo poco que hay en tus manos para multiplicarlo, bendecir tu
vida y la de otros.  

Hoy, deja de ver lo poco que tienes y comienza a ver lo que Dios quiere hacer con lo que
tienes.  Prepárate para recibir; hay un nuevo tiempo de multiplicación.  Viene un tiempo
sobrenatural para tu vida, en el nombre de Jesús.  Los vacíos se llenarán, por el poder de su
Palabra.  Viene multiplicación y aumento de forma sobrenatural, en el nombre poderoso de
Jesús. 
TIENE QUE HABER ALGO MAS

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida,
y para que la tengan en abundancia.”  Juan 10:10 

La palabra vida se presenta en la Biblia en tres palabras “bios”, “anástrofe” y “zoe”.  La
vida “bios” es la vida biológica, la vida natural que se obtiene cuando los progenitores se
unen.  En esta vida, todo es impuesto: Los genes, el lugar de nacimiento, la circunstancias;
ninguno pidió tenerla, simplemente fue dada.  La vida “anástrofe” es la que surge como
resultado de un comportamiento confundido.  En esta vida, no se tiene en claro la identidad,
los valores, ni la moral y, a causa de la confusión, se tiende a perder el control de la vida y
la mente.  Y la vida “zoe”, es la vida abundante de Dios, aquella a la que se debe aspirar
para vivir totalmente realizados y satisfechos, dentro del propósito divino.  

El joven rico de Lucas 18 deseó la vida “zoe”, cuando le pregunta a Jesús qué debería hacer
para heredar la vida eterna.  Este joven tenía dinero, posición, tenía lo que toda persona
pudiera desear, y lo había alcanzado a una corta edad.  Aun teniendo todas estas cosas, se
dio cuenta que todavía le hacía falta algo; él sabía que tenía que haber algo más.  

Así como el joven rico sabía que había algo más, hay algo dentro de ti que te dice: Tiene
que haber algo más.  Ese sentimiento que te lleva a pensar que existe algo más poderoso
para tu vida es lo que puede provocar que tengas un encuentro con Dios.  Tiene que haber
algo más grande que ti mismo, algo para lo que fuiste llamado, algo que traiga verdadera
satisfacción.  Este sentimiento es lo que mantiene despierta en las noches a la gente que
tiene propósito.  Este joven llevó ese deseo delante de Cristo, lamentablemente, de la forma
incorrecta, sin darse cuenta que la vida de Dios no se obtiene haciendo, sino por
revelación. 

La vida de Dios no la obtienes por lo que tú puedas hacer, sino por fe, para que sea por
gracia.  Ese algo más que tú sabes que tiene que haber lo encuentras cuando te das cuenta
que, más allá que hacer algo, tú puedes ser alguien.  Lo que puedes ser está ligado a
conocer al Todopoderoso que puede llevarte a realizar tu máximo potencial.  Cuando el
joven rico decide no seguir a Cristo y vuelve a su vieja vida, vuelve a una buena vida, pero
era lo único que conocería.  Es triste volver a tu pasado, a lo único que conoces, en vez de
disponerte a conocer lo nuevo que Dios tiene para tu vida.  Todo tu futuro es incierto, pero
cuando conoces al Rey de reyes y Señor de señores, Él te lleva a alcanzar más de lo que
hubieses alcanzado por tu cuenta.  

Tiene que haber un punto en tu vida donde te des cuenta que hay algo más que seguir
pagando las cuentas, algo más que simplemente vivir de cheque en cheque, algo más que
simplemente tener tu diploma de estudio.  Tiene que haber algo más grande para tu vida.
Dios está llamando tu atención, hoy, para decirte que hay algo más que Él quiere que tú
hagas, hay algo más para ti.  Dios te dice: Solo acércate y déjame hablarte, para dejarte
saber que todo lo que has pasado fue un pretexto para traerte hasta este lugar.  Dios siempre
ha querido llamar tu atención, para que puedas entender que hay algo más par a tu vida.  
¿Qué es lo que va a tomar para que entres en esa dimensión y despiertes en tu corazón  y
entiendas que hay algo más grande, más poderoso para tu vida?  Hay algo más grande que
Dios tiene, y no lo podrás recibir, sino hasta que tengas esa revelación.  Mucha gente
conoce la iglesia, conoce de Jesús, pero pocos conocen a Jesús.  Esto no se trata de ir a la
iglesia se trata de una relación.  Cuando entiendes esto, tu vida cambia para siempre.  

La vida “zoe”, la vida abundante de Dios, no se obtiene por lo que haces, se obtiene por lo
que crees, y eso cambia toda tu perspectiva, tu forma de ver las cosas.  Es por quien tú
conoces, es la relación que tienes con Él; pero todo comienza con esa búsqueda de “tiene
que haber algo más”, “tiene que haber algo que no conozco todavía, algo que yo tengo que
alcanzar”.  Cuando dejas de pensar de esa manera, ahí es cuando comienzas a conformarte
con todo lo que está a tu alrededor, y comienzas a morir por dentro.  

Tal vez te encuentras cómodo, como el joven rico, pero despierta ya a la realidad de que
tiene que haber una vida más grande, que es la vida de Dios.  No se trata de lo que hiciste ni
de lo que puedes hacer, sino de a quién puedes conocer, que puede cambiar tu vida para
siempre.  No es religión, no es un templo, es una relación con el Dios de la vida abundante.

DIOS DISEÑO TU DESTINO


Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados.  29  Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos.”  Romanos 8:28-29 

¿Te has puesto a pensar cómo tu circunstancia te puede ayudar, cuando piensas que es todo
lo contrario?  Por lo general, la gente habla de alcanzar su destino, pero más que destino, la
biblia habla de alcanzar tu predestino.  Antes de que comenzaras a construir lo que crees es
tu destino, ya Dios había construido otro, desde antes que nacieras.  

Cuando logras conocer, crecer y vivir en la vida abundante de Dios, como dice Romanos 8,
todo lo que hayas experimentado en tu vida natural, en tu vida “bios”, Dios lo usará para tu
bien, para que alcances ese destino que ya Él tiene para ti.  Aunque no puedes cambiar tu
apellido, ni las decisiones de tus padres, ni las circunstancias, ni el país en el que naciste, si
has escogido vivir la vida abundante de Dios, Él va a usar todo eso a tu favor.  No permitas
que tu vida “bios” sea la que determine lo que vas a hacer.  No te conformes con lo que tu
vida natural te ha ofrecido hasta hoy. 

Tus padres no fueron perfectos, así que no pudieron llevarte a ver todo lo que Dios quiere
para tu vida; más bien, te enseñaron a vivir a través de sus experiencias y sus conceptos de
lo que es correcto para ti.  Por esto, comienzas a vivir una vida donde está la lucha entre lo
que eres, lo que te enseñaron, lo que debes hacer y lo que estás llamado a hacer.  Muchos se
conforman con lo que son ahora, y viven la vida tanteando para llegar a lo que ellos creen
es su destino.  Pero aquellos que dicen “hay algo más para mí” son los que despiertan a la
realidad de que fueron predestinados para algo y que no tienen que crear su destino porque
ya Dios se encargó de eso.  Todo lo que has vivido y todo lo que te ha pasado, no ha sido
por casualidad, sino que todo, aunque no haya sido tu decisión, al fin y al cabo te
encaminará al predestino de Dios para tu vida.  

Cuando te atas a tu vida “bios”, comienzas a resentirte con los que están a tu alrededor,
cuestionando lo que todos te han hecho; lo que hicieron o no hicieron tus padres, tu esposo,
tu esposa, tu jefe, por ti.  Cuando comienza a haber resentimiento, buscas a gente que calme
ese sentimiento, pones presión en la vida de esas personas y te vuelves sensitivo.  ¿Por qué
tú cónyuge es tan sensitivo contigo?  ¿Conoces gente que por todo lloran, que no les gusta
que se le hable de cierta manera?  Son así porque están resentidos por lo que les tocó vivir.
El problema es que, cuando pones esa presión en otros, no lograrás alcanzar tu predestino.
Ellos nunca podrán satisfacer tu necesidad, y ahora te vuelves en alguien escéptico.
Analizas a todo el que se te acerca, y preguntas: ¿Qué quiere?  ¿Me irá a herir?  Esto te
detiene de recibir lo mejor de todo aquel que se te acerca y, eventualmente, llegas a tener
todo aquello negativo que esperas, cerrando el ciclo de vivir una vida plena y abundante en
el Señor.  

Entiende, hoy, que Cristo vino y murió por ti en la cruz del Calvario.  Dios tiene algo más
para tu vida, algo más poderoso; lo que estás viviendo, no es pura casualidad.  Cuando
aceptaste a Jesús como tu Señor y Salvador, él te prometió algo más poderoso para tu vida. 

Cuando entiendes que ya Dios diseñó tu destino, entiendes que todo lo que te pasó es parte
del plan, y lo que no era parte, ahora lo es.  Aquello que te hirió se convierte en tu mayor
pasión; lo que pensabas que te iba detener, se convierte en tu mayor testimonio.  Aquel
abuso de tu niñez, se convierte en la pasión que te impulsa.  Pero todo esto pasa solo
cuando hay una persona despierta que puede mirar su vida y darse cuenta que hay algo más
poderoso que su pasado.  

Así que, hoy, tienes que decidir cómo vas a ver tu pasado.  Todo problema que pasaste, será
ahora tu testimonio.  Cuando lo recuerdes, dirás: Esto hizo Dios en mi vida, y lo puede
hacer con la tuya.  Lo que te causó tanto resentimiento es lo que va a hacer que puedas
tener la pasión para ayudar a la gente con la misma situación que tú tuviste.  Cuando
conoces que no fuiste destinado por tu cuerpo físico ni por sus circunstancias, entiendes que
estás vivo porque Dios todavía quiere cumplir lo que Él dijo iba a hacer en tu vida.  

Comienza a creer que hay algo más para ti, y pronto te darás cuenta que tus peores
problemas van a ser tus mayores bendiciones, que tus peores dificultades se van a convertir
en tus mayores oportunidades.  Comienza a rebuscar en tu pasado, no con resentimiento,
sino para que puedas ver todos los escalones que Dios va a usar para llevarte al lugar que Él
tiene para tu vida.  Todo aquello que fue de maldición se va a convertir en la mayor
bendición para ti y para todos los tuyos.  Vas a resurgir; Dios lo va a hacer. 
TU HUMANIDAD NO TE LIMITA

”Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada
uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis
rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un
cordero sin mancha y sin contaminación.”  1 Pedro 1:17-19 

La Palabra nos dice que tiene que haber un momento en que nos desconectemos de la vana
manera de vivir que aprendimos de nuestros padres.  Tenemos que saber que, por más
buenos que hayan sido los padres, ellos condicionan la vida de sus hijos basado en las
experiencias que ellos han tenido.  Tú tienes que honrar a tu familia y bendecirla, pero la
verdad es que tiene que llegar un momento en que experimentes nuevas cosas.  La
salvación no se hereda, eso es algo que se experimenta por individual.  Tú, como padre,
puedes enseñarles los principios de Dios a tus hijos, pero en algún momento ellos tienen
que experimentar por su cuenta el poder de la salvación; aun la enseñanza que les das a tus
hijos se puede convertir en algo vano para sus vidas, porque no es lo que Dios quiere
mostrarles a ellos.  Tienes que tener la capacidad en tu interior de poder vivir más allá,
tener tu propia experiencia, y vivir la vida satisfactoria que Dios quiere que tú vivas.  

Una de las percepciones erróneas que se nos ha creado a través de la historia, tanto en la
religión como en el mundo, es respecto al valor de nuestro cuerpo.  Nunca podrás
experimentar tu divinidad hasta que aceptes tu humanidad.  Es la experiencia de ser
humano la que te puede llevar a ser divino.  Una de las peores cosas que ha hecho la
religión es hacernos creer que el cuerpo no tiene valor y está lleno de pecado.  Por ejemplo,
el deseo sexual es parte de ser hombre o mujer, no es malo, es parte de tu humanidad; lo
que tienes que pedir es dominio propio, y pedir tener verdadera autoestima para que sepas
que eso no es todo en la vida; que sepas que, mientras tú domines el deseo, y no que el
deseo te domine a ti, podrás en algún momento disfrutar de ello a la máxima expresión, y
tener verdadera intimidad.  Pero no es quitar el deseo, porque quitarlo sería pretender quitar
lo que eres como humano, y quitar algo glorioso que Dios mismo puso dentro de ti.  

Es como la persona que no quiere experimentar miedo en su vida, pero cómo puedes tú
experimentar fe, si nunca tienes el contraste de tener miedo.  Todos tenemos temor en algún
momento dado, eso es lo que nos hace humanos.  Tener sentimientos es parte de la
experiencia humana; el mismo Jesús lloró, tuvo hambre, y disfrutó de su humanidad.  Jesús
rió, se molestó, él era todo humano y todo Dios, esa es la grandeza de Jesús.  Y eso fue lo
que cambió nuestra vida para siempre, porque nos enseñó que podíamos vivir lo divino en
medio de nuestra sensibilidad humana.  Pero, para que puedas vivir lo divino, tienes que
apreciar tu parte humana.  Jesús no vino a quitar tu humanidad, él vino a quitar la brecha
que había entre Dios y el hombre, para que dentro de tu humanidad puedas experimentar
una relación con Dios que te lleve al máximo.  

Cuando Cristo murió por ti, él no vino a sacarte de tu carne; él vino a quitar el pecado que
ata tu carne, para que puedas experimentar la relación con Dios.  Jesús no vino para que
dejes de ser humano, ni dejes de ser quien eres; lo que Dios quiere es usarte y sacar de ti lo
que nadie espera.  La gente siempre te va a limitar en tu condición humana, pero hay algo
más grande cuando puedes entender el valor que Dios le ha dado a quien tú eres.  Tienes
que saber que él no vino a cambiar tu condición de humano, sino que debes aceptar tu
humanidad y tu debilidad, para que te des cuenta de lo mucho que vales para Dios y que, a
pesar de todas esas cosas, Cristo vino y murió por ti, y resucitó para darte vida, y dártela en
abundancia.  Él vino para que supieras que, en medio de tus limitaciones, hay algo grande
que Dios puede hacer, y llevarte a un nivel más grande que nunca habías pensado, si sales
de la vana manera de vivir.  

David fue un hombre que pudo experimentar todas las cosas del Señor.  David logró vivir
dentro de la presencia de Dios; cuando él trajo el arca, no hizo recamaras, solo puso cuatro
cortinas alrededor del arca, y allí estaba la presencia de Dios.  La Biblia nos deja saber de
los defectos y malas decisiones que tomó David para que veamos su humanidad, y también
veamos lo que Dios hizo con él.  No es que no quieras cambiar tu humanidad, es que tu
humanidad no es límite para lo que Dios quiere hacer contigo.  

Con esto tampoco debes pensar que puedes vivir en pecado y haciendo lo que quieras.  La
realidad es que la Palabra dice que todo te es lícito, pero no todo te conviene.  Así que,
deberías no pecar, no porque no puedas, sino porque no te conviene.  Cuando aprendes lo
que no te conviene, nadie tiene que obligarte a hacer o no hacer.  Te das cuenta que, cuando
puedes tomar autoridad de tu cuerpo, es cuando realmente estás vivo, y experimentas la
vida de Dios en ti.  

CON TUS IMPERFECCIONES

Cuando miras lo que Jesús vino hacer al mundo, fue a eliminar esa separación que había
entre Dios y el hombre, para que el hombre pudiera ir delante de la presencia de Dios, a
pesar de su humanidad.  Algo poderoso que tienes que entender es que, cuando Dios le
pidió a Moisés que hiciera el tabernáculo, le dijo que lo hiciera en tres dimensiones: Los
atrios, el lugar santo, y el lugar santísimo.  Dios lo hizo en tres espacios para que el hombre
siempre quisiera desear más.  Si alguien se estaba gozando en los atrios, tenía que pensar
que en el lugar santo tenía que estar mucho mejor.  Pensaría qué tenía que hacer para cruzar
esa cortina y entrar en otro nivel.  Ya entando en el lugar santo, se daría cuenta de que era
maravilloso, se preguntaría qué habría en el lugar santísimo, y aspiraría a entrar. 

Cada vez que cruzas de una cámara a otra, hay un requisito mayor; el hombre tenía que
limpiarse y sacrificar para poder entrar.  El sumo sacerdote tenía que presentar sangre en
aquel lugar para tener acceso, y eso es lo que representa la sangre de Cristo en ti.  David
decía, en los salmos, que prefería un día en los atrios, que mil fuera de ellos; si la
experiencia en los atrios era tan maravillosa que prefería estar un día en ellos que mil fuera,
cuánto más maravilloso sería estar en el lugar santísimo.  El problema de la iglesia de hoy
es que le gusta solamente los atrios, solo le gusta la celebración y la música, pero en el
lugar santo, y el lugar santísimo es otro nivel, es otra cosa.  Al lugar santísimo solo se entra
con confianza de que tienes acceso al trono de la gracia, por lo que Cristo hizo por ti. 

Cuando Jesús vino, rompió el velo que nos privaba del acceso al lugar santísimo.  Eso no
quiere decir que todo el mundo lo alcanza, porque aunque ya no hay tres velos que nos
separan, no todo el mundo aspira a entrar en esa dimensión.  Por eso, en tu relación con
Dios, siempre tienes que pensar que hay algo más grande.  Ya no hay nada que te impida
entrar en esa dimensión.  No tienes que esperar a que alguien entre por ti, porque ahora
puedes ir tú directamente.  ¿Estás dispuesto a caminar un poco más profundo?  Lo que pasa
es que piensas que eres muy humano, que estás mal, que no te estás portando bien.  Pero lo
que tienes que hacer es buscar a Aquel que te va a dar vida, a pesar de que no te estés
portando bien, porque con Él es con el único que tienes acceso al lugar santísimo.  Como
cristiano, debes tener la aspiración a tener más, y hoy tienes la libertad para alcanzarlo. 

“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un


hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y
compra aquel campo.”  Mateo 13:44 

No puedes obtener el tesoro, si no compras el campo; y, si le dices a la gente el tesoro que


está en ese campo, no te lo venden.  Pero, si el tesoro está escondido, y lo quieres, no vale
solo comprar el tesoro, tienes que comprar el campo.  Y tú nunca podrás comprar el tesoro
que hay dentro de ti, hasta que no compres el campo en el que está.  El problema de
muchos es que no se aman tanto como Dios los ama.  Cuando Cristo murió por ti, él no
compró el tesoro, él compró el campo, para entonces tener el tesoro.  El problema es que
nosotros queremos el tesoro, sin el campo; por eso es que muchos matrimonios fracasan.
Muchos se enamoran del tesoro, pero no quien comprar el campo.  ¿Cuánto das por ti
mismo?  ¿Cuán valioso es para ti tu cuerpo?  ¿Realmente aprecias tus emociones y tu
carácter?  

Probablemente, cuando te miras, lo primero que ves son tus defectos y todo lo que
cambiarías.  Si tú mismo no te compras, no puedes pensar que alguien lo hará.  Lo
importante de esta historia es que, Aquel que quiere el tesoro está dispuesto a comprar el
campo, y vende todo lo que tiene para comprarlo.  Lo grande de nuestro Señor Jesucristo es
que él vendió todo lo que tenía, dejó todo lo que él era, sabiendo el tesoro que hay dentro
de ti.  Seguramente, quieres que los demás vean el potencial que hay dentro ti, pero nunca
has visto lo valioso de donde está el potencial.  Con tus defectos, problemas y situaciones,
tienes que aprender a disfrutar de quien eres realmente.  Eso no significa que no hay cosas
que cambiar y mejorar, pero tienes que aprender a verte como Dios te ve, como su imagen
y semejanza.  El problema del pueblo de Israel es que nunca se vieron como Dios los veía,
Dios les decía que eran linaje escogido, un tesoro especial, pero ellos querían ser como los
demás pueblos.  
Aun con tus imperfecciones y problemas, sigues siendo valioso para Dios.  Quizás no vales
para los religiosos ni para el mundo, pero Dios no pagó el precio solo por tu tesoro, Él pagó
el precio por el campo.  Dios pagó el precio por aquello que nadie pensaba que tenía valor,
porque Él sabía lo que estaba comprando.  Por eso, compra tu campo, compra tu mente y
cuerpo, compra tu vida, no entregues eso tan valioso a cualquiera.  Entrégale todo a Dios,
que fue quien pagó el precio.  Con lo que tienes hoy, Dios puede hacer algo grande y
maravilloso. 

DIOS ESCRIBE TU HISTORIA

Un abuelo se encuentra escribiendo un cuento, y su nieto le pregunta: ¿Estás escribiendo un


cuento acerca de mí?  El abuelo le contesta: Posiblemente, pero más importante que el
cuento, es el lápiz con el que lo escribo, y quiero que vivas tu vida como este lápiz.  El
lápiz no tiene nada especial pero tiene cinco cosas que debes aprender.  Primero, aunque
parece solo un pedazo de madera, lo que le da su valor como lápiz es el carbón que se
encuentra dentro; así que, el exterior no es tan importante como el interior.  

Segundo, para mostrar el carbón, hay que cortar la madera, lo externo; cuando suceda,
habrá dolor, pero mientras más te corten, mejor afilado estarás.  Esto sucederá con cada
proceso de vida que, aunque doloroso, sacará lo mejor de ti y utilizarás lo aprendido para
escribir algo nuevo en tu vida.  Cuando desaparezca ese carbón, tendrás que ser cortado
nuevamente para exponer una vez más tu punta afilada y continuar escribiendo.  

Tercero, no siempre escribirás de forma correcta, pero la borra te dará la oportunidad de


borrar para volver a escribir.  Cuarto, entiende que, ya sea con el carbón o con la borra,
siempre harás una marca; así que, antes de dejar al mundo, procura hacer una marca.  Por
último y sobre todas las cosas, debes recordar que un lápiz, sin una mano que lo dirija, que
le guíe, es nada.  Finalmente, el abuelito dijo: Yo quiero que entiendas que, al igual que
este lápiz, tú sin la mano de Dios que te dirija, eres absolutamente nada.  

La grandeza de tu vida no está en ti mismo, ni en encontrar el gran potencial que tú puedes


tener.  Tu grandeza se encuentra en Dios, que controla cada trazo que se dé con tu vida.  Él
quiere darte una vida abundante, llevarte a hacer cosas más grandes de las que jamás habías
pensado.  Él comenzó ese deseo que está en ti, y solo se puede completar cuando tú
aprendes a dejarte dirigir por la mano de Dios.  

“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan
vida, y para que la tengan en abundancia.”  Juan 10:10 

Jesús, en Juan 10:10, se compara con un ladrón, con algo negativo, para hacer entender
quien es él y que él vino a hacer todo lo contrario de lo que hace un ladrón.  Se compara
con aquel que te quita, que te roba, para que puedas identificar y entender que él vino a
hacer todo lo contrario.  
Para dejarte dirigir por la mano de Dios, tú necesitas entender quién es Dios para tu vida;
entonces, entenderás que su mano está siempre obrando a tu favor.  El día que entiendes
quién es Dios, podrás entender quién eres, por tu relación con Él.  La gente sabe quién eres
por la calidad de tus relaciones, como padre, como madre, esposo, esposa, como pastor,
como maestro; pero, en ninguna de ellas podrías dar tu máximo, si no conoces que eres hijo
de Dios.  

Porque eres hijo de Dios, eres padre, madre; porque eres hijo de Dios, eres pastor, eres
maestro.  Eres el conglomerado de todas esas cosas que han influenciado en tu vida, pero lo
más que tiene que influenciar es tu conciencia de quién eres, y saber quién es Dios para ti.
Cuando sabes quién eres y quién es Dios para ti, entonces, tu vida cambia, tu forma de
caminar, de comportarte como esposo cambia.  Tú forma de comportarte como hijo, como
pastor cambia, cuando entiendes que Dios es el dueño de todo; cuando entiendes que la
congregación son ovejas suyas, tu manera de comportarte, cambia.  Cuando sabes quién es
Dios, sabes quién eres, y sabes cómo conducirte en todas las áreas de tu vida.  

Cuando sabes quién eres en Dios, sabes identificar a los que están a tu lado, quiénes son tus
amigos, tus enemigos, quiénes pueden contigo y quienes no pueden contra ti.  Empiezas a
definir con quién es que debes andar, y no eres manipulado fácilmente porque, ahora, pones
en duda lo que te dice la gente, no lo que Dios ha dicho.  Tu relación con Dios debe poner
en duda a todo el mundo.  Cuando Dios dice que te va a prosperar y otros comienzan a
cuestionarlo, piensa: ¿Será que ellos no quieren que yo prospere?  No tengas miedo de
poner en perspectiva quién es cada persona a tu lado, porque mayor es quien está contigo.
No tengas miedo, porque Él es quien maneja el lápiz de tu vida. 

Cuando una persona define quién es Dios, su vida cambia; ahora, sabe quién es.  Cuando
sabes quién es Dios en tu vida, ahora tu autoestima no viene de lo que piensan los demás,
sino de Aquel que escribe tu vida.  Él es quien maneja tu vida, quien saca lo mejor de ti,
quien escribe tu historia.  Ahora sabes quién eres, sabes quiénes son los que te rodean, y
ahora conoces que ninguna circunstancia puede detenerte de alcanzar aquello que Dios ha
predestinado para tu vida.  

LO QUE DIOS HA PUBLICADO DE TI

Muchos tienen a Dios como un Padre castigador, que no quiere que te vistas de cierta
manera ni que hagas ciertas cosas.  Pero, en realidad, Dios es un Padre amoroso, que lo que
quiere hacer es darte vida en abundancia, cuidarte, protegerte y guardarte.  Él no quiere que
lo culpes por cosas que, en realidad, Él no ha dicho ni hecho. 

Los hijos, muchas veces, piensan que lo que sus padres le dicen, lo dicen porque quieren
fastidiarlos, pero no es así.  Cuando los padres dicen algo a sus hijos, lo hacen para
cuidarlos y protegerlos del mal que ya ellos, por experiencia, conocen.  Los padres le dicen
a sus hijos: Si entendieras que lo que hago y digo es para protegerte, porque te amo.
Alguna vez, como hijo, tú te sentiste de esa manera; para ti, todo lo que tus padres te decían
era por fastidiar, para que no pudieras vivir tu vida.  Pronto aprendiste que no es así, que
ellos solo querían guardarte, cuidarte y protegerte.  Te corregían porque te aman, porque
querían que tomaras las mejores decisiones para que pudieras vivir una vida feliz.  

A veces, ves lo que Dios hace de manera incorrecta, como veías a tus padres cuando hacían
algo por tu bien y no lo entendías.  Ves al Dios que te dice “no hagas esto, no te vistas así,
no vayas a este lugar”, proyectándolo como un Dios controlador, sin darte cuenta que es
todo lo contrario.  Todo lo que Dios ha hecho, lo ha hecho para cuidarte, guardarte; cada
cosas que te ha dicho que hagas, es porque va a redundar en bien para tu vida.  Él no te
quiso quitar ni robar nada, Él no ha querido controlar tu vida, Él solo ha querido darte lo
mejor de lo mejor.  En ocasiones, Dios quiere que le entreguemos algo, porque Él quiere
darnos y tiene la capacidad de darnos mucho más de lo que tenemos y de lo que esperamos.

“Oíd esto, casa de Jacob, que os llamáis del nombre de Israel, los que salieron de las
aguas de Judá, los que juran en el nombre de Jehová, y hacen memoria del Dios de Israel,
mas no en verdad ni en justicia; 2  porque de la santa ciudad se nombran, y en el Dios de
Israel confían; su nombre es Jehová de los ejércitos. 3  Lo que pasó, ya antes lo dije, y de mi
boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad.”  Isaías 48:1-3 

Dios dice: Yo he dicho y he publicado lo que va a suceder contigo para que, cuando lo
compares con tus circunstancias, te des cuenta que la realidad que se va a manifestar no es
la que el mundo ha publicado, sino la que yo ya he establecido.  

Dios lo que está diciendo es que, cuando enfrentas una circunstancia en tu vida, lo que
tienes que mirar es lo que Dios ha publicado, que es lo que ha escrito.  Cuando miras lo que
Dios ha dicho y establecido para tu vida, sabes que la dificultad que estás viviendo tiene
que acabar, porque la Palabra de Dios se tiene que cumplir.  No es tu circunstancia la que
escribe tu final, no es tu circunstancia la que escribe dónde vas a acabar.  Lo que define
hasta dónde tú vas a llegar, es la Palabra que Dios publicó, lo que ya Dios escribió, lo que
ya Dios declaró acerca de ti.  Lo que se va a hacer realidad no es lo que el mundo ha dicho
de ti, ni lo que las circunstancias han dicho de ti, sino lo que Dios ha publicado de ti.
Cuando miras la Palabra, ves que lo que Dios ha publicado dice que tú eres un más que
vencedor y que no hay circunstancia que pueda paralizarte.  Pronto verás la realidad de lo
que Dios dijo, de lo que habló; prepárate porque, en este tiempo, tú vas a ver todo lo que
Dios ha estado planificando para escribir en tu vida. 

Entiende que un lápiz no puede hacer nada por sí solo, si no tiene una mano que lo dirija.
Pon tu vida en la mano de Aquel que ya escribió hacia dónde vas y cuál es tu fin. 

Dios ha escrito cuál es el fin de la iglesia y, aunque afuera se vea el ataque contra ella,
aunque la gente cierre templos, la iglesia nunca será destruida.  Cristo dijo: Yo vine a
edificar mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.  A Cristo no hay
quien lo destruya; Cristo ya lo dijo y lo público: No importa lo que la gente haga, lo que el
mundo haga, la iglesia no desaparecerá.  Si piensas que la iglesia no ha crecido, que está en
persecución, piensa en esto: La iglesia lleva más de dos mil años siendo perseguida, y ahora
somos más de los que comenzaron.  La iglesia sí ha crecido, y sigue creciendo; cuanto más
intentan esconder la iglesia en las diferentes partes del mundo, cuanto más la gente se
convierte.  

Hoy, se hace claro en tu vida la mano que ha escrito tu final.  Aunque el gobierno, la
bancarrota, el mundo, te hayan amenazado que van a terminar contigo, tu final lo ha escrito
Dios.  Declara, hoy, que Dios ya ha publicado tu final.  La Biblia dice que tú eres un más
que vencedor, en Cristo Jesús.  Te han robado, te han quitado, pero Él vino para darte vida,
y vida en abundancia; Él lo ha dicho, y Él lo va a cumplir; se va a hacer realidad, en el
nombre poderoso de Jesús.  

NO TE FALTA NADA

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado;
glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad
sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y ésta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”  Juan
17:1-3 

La vida eterna no es extender nuestros años, sino que es un conocimiento, una revelación.
La sociedad está obsesionada en extender los años, y busca todo tipo de medicina para
extender la vida.  Toda la vida, el hombre ha buscado la manera de inmortalizarse, ya sea
por la ciencia, o por sus grandes legados.  Y es que la humanidad no ha entendido el
concepto de eternidad, que no es la vida en el más allá, sino que es en esta vida conocer a
Dios y conocer a Jesucristo.  Eternidad es cuando se tiene esa relación.  Ese conocimiento
es lo que te permite vivir una vida plena y despierta a todas las realidades de Dios; pero
hasta que el hombre no llega a ese entendimiento, jamás podrá vivir en la libertad que debe
vivir.  

Hay muchas cosas que impiden esa revelación.  La necesidad de alcanzar la vida plena en
Dios viene por el sentimiento de que debe haber algo más.  En la Biblia, el joven rico, a
pesar de sus riquezas, fue a donde Jesús porque sabía que había algo más.  El problema es
que no estuvo dispuesto a hacer lo que se requiere para alcanzar ese algo más.  El deseo lo
hizo buscar en el lugar correcto, pero no aceptó el reto para alcanzarlo.  En el caso del hijo
prodigo, cuando perdió todo lo que tenía, se dio cuenta que tenía que haber algo más que
las algarrobas que comía.  Sin embargo, el hijo pródigo entiende que todo lo que él
necesitaba estaba en la casa de su padre.  Cuando busca la relación con su padre, no solo se
restaura la relación, sino que se restauran todas las cosas.  Fue el sentimiento de que tiene
que haber algo más grande y poderoso lo que lo movió.  Cuando una persona entiende eso,
persigue esa vida en Dios. 

Cuando Dios mandó al pueblo de Israel a que construyera en Tabernáculo, hizo que lo
construyeran en tres compartimientos: Los atrios, el lugar santo, y el lugar santísimo.  No se
hizo así para separar a Dios del hombre, sino para que el hombre siempre tuviera el deseo
de ir más profundo.  Cuando experimentas lo que hay en los atrios, quieres saber lo que hay
en el lugar santo; cuando experimentas lo que hay en el lugar santo, quieres entrar al lugar
santísimo.  

Nuestra vida con Dios siempre tiene que ir marcada por el deseo de profundizar cada vez
más.  Ya, hoy, no están las tres divisiones; tenemos acceso directo al trono de la gracia,
pero teniendo acceso directo, hay gente que no busca.  Aunque tengas acceso directo, si no
tienes el deseo de profundizar más, nada va a pasar.  Aunque Dios removió las tres cortinas
que nos separaban, Él siempre ha deseado que el hombre quiera buscarle cada vez más.
Ese deseo tienes que tenerlo porque, si no, nunca podrás alcanzar la vida plena de Dios. 

El hombre pierde su vida, no cuando aspira a algo más, sino cuando siente que le han
robado y que le falta algo.  No podemos confundir el querer algo más con sentir que te falta
algo.  Todo el que piensa que le falta algo está buscando quién se lo robó.  No es lo mismo
estar agradecido por tener todo lo que tienes, y aspirar a algo más, que tener mucho y tener
una conciencia de que te falta algo y que alguien te lo robó.  El problema es que nunca
encuentras quién fue el que te lo robó.  El problema de la sociedad no es lo que tiene, sino
el sentimiento de que le falta algo; piensa que alguien lo robó, y se acusa a la persona
incorrecta.  Cuando vives así, tu vida es amargada, llena de frustración y desesperación.
Cuando tienes que entender que lo más grande de tu vida no es lo que posees, sino a quien
conoces.  Lo más grande que puedes tener es la revelación que te lleva a una relación con
Aquel que te transformó y dio su vida en la cruz del Calvario por ti.  No tienes que esperar
a llegar al cielo para poder experimentar el poder de la vida eterna, sino que, estando en la
Tierra, puedes vivir, hoy, la eternidad.  Puedes extender tu mente más allá de todas tus
limitaciones.  

Es lamentable cuando en tus pensamientos lo que existe es la idea de que alguien te robó.
Una cosa es tener el pensamiento de que alguien te robó, y otra muy diferente es aspirar a
más.  Dios te dice que quiere que vayas de gloria en gloria.  Dios te va a dar la victoria, y
vas a ir por más.  Aunque vengan los problemas, y pase lo que pase, tienes que seguir
trabajando en tu fe.

TUS PLANES O LOS DIOS

El problema de Eva fue que, cuando estaba frente al árbol, la serpiente le dijo que Dios
sabía que el día que comiera de ese fruto sería igual a Él; le dijo que Dios no quería que
comiera de ese árbol.  Eva no sabía que ella ya era igual a Dios; pensaba que le faltaba
algo.  La trampa de la serpiente fue hacerle creer que Dios estaba guardando algo bueno de
ella, y que no se lo quería dar.  Cada vez que piensas que Dios esconde algo bueno de ti, tú
piensas que es Dios quien te está robando.  Uno de los problemas que hay en nuestra
sociedad es la creencia de que Dios les quita a unos para darles a otros.  El hecho de que
alguien tenga poco, no es porque otros tienen mucho.  
El Dios al que le servimos no tiene que quitarte a ti para darle a otro.  No puedes molestarte
cuando Dios prospera a uno, porque eso no quiere decir que Dios te dejó de lado, y que Él
no puede darte una bendición.  Los que tienen niños pequeños de edades semejantes,
entienden esto; no se le puede dar un regalo a uno, sin darle regalo al otro también.  Los
niños pequeños no entienden eso; ellos lo que único que ven es que le regalaron a uno, y al
otro no, pero eso es para los niños inmaduros.  

Tienes que cambiar tu manera pensar sobre Dios.  Tienes que revolucionar la manera en
que lo ves para que puedas plantarte en el lugar correcto.  Necesitas eso para que puedas
tener una verdadera conciencia de quien eres, y quien es Él.  

“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora
pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el
mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos
eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas
que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las
recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,” 
Juan 17:4-9 

Más adelante en el texto, en el versículo 15, Jesús dice que le ruega al Padre que no saque a
los discípulos del mundo, sino que los cuidara.  Hay muchas personas, hoy, que en lo único
que piensan es en irse de este mundo.  Jesús está poniendo en la perspectiva correcta lo que
es vivir la vida eterna aquí en la Tierra.  Es vivir en el mundo, sabiendo que no somos de
este mundo.  Es tener un sentido de eternidad que otros no tienen, y poder tomar decisiones
sabias en tu vida, sabiendo que tu vida es más que el momento presente que estás viviendo.

La gente sabia y creyente sabe que todas sus decisiones tienen un impacto en la eternidad.
El mundo no comprende esto; ellos toman decisiones sin pensar, para cambiar ciertas cosas,
sin darse cuenta de que todas las decisiones que toman tienen efecto en la eternidad.  Tienes
que conocer a Dios para entonces poder identificar tu vida, y poder tomar las decisiones
correctas, sabiendo que esto es más grande que tú.  Hay un propósito eterno que Dios
quiere cumplir a través de ti; por eso, tus decisiones deben estar enmarcadas en esa
revelación.  

Un día, Abraham entró a Egipto, y regaló a su esposa.  La hizo pasar por su hermana; el
faraón iba a tener intimidad con ella, y Dios mismo la hizo estéril, cerró la matriz de todas
las mujeres, incluyendo la de Sara.  Dios hace esto por una sola razón; Él no le había dado
tantas cosas a Abraham por capricho; Él lo había hecho porque tenía un plan con Abraham.
Si Sara quedaba embarazada del faraón, se dañaba el plan.  Los planes de Dios eran más
grandes que los de Abraham.  El día que entiendes eso, tu vida cambia.  Tu meta debe ser
conocerlo a Él, y su plan para tu vida en la eternidad.  Tienes que reconocer que los planes
que haces pueden ser buenos, pero mejores son los planes de Dios.  Cuando conoces a
Dios, y sigues sus planes para tu vida, desde ahí comienzas a vivir la eternidad.  

Vida eterna es conocer quien es Cristo, quien eres en él, y que entiendas que eres parte de
su plan eterno.  Cuando entiendas que lo grande no es alcanzar tus planes, sino que es
encontrarte en los planes de Dios, tu vida cambiará para siempre.  Cuando entiendas que
Dios te prospera, no porque quiere prosperarte a ti, sino porque Él tiene un plan con la
prosperidad que te da, la vida es bien diferente.  Si entiendes que Dios te guarda por un plan
más allá, tu meta entonces no es vivir una vida de satisfacción, sino viendo cómo el plan de
Dios se cumple en tu vida.  La frustración de muchos es que sus planes no se han cumplido,
la pregunta para ti es: Los planes que tienes, ¿son tuyos, o son los planes de Dios?  Tienes
que entrar en la voluntad de Dios.  

QUE TU VIDA AGRADE A DIOS

“9  Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente
evangelio del que habéis recibido, sea anatema. 10  Pues, ¿busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo.”  Gálatas 1:9-10 

Habrá gente a los que no les caerás bien, cuando sepan que eres cristiano y que le sirves a
Dios.  El que le sirve a Cristo, no está enfocado en agradar ni ganarse el respeto de los
hombres.  El enfoque es vivir una vida interior que sea plena, vida que solo se encuentra en
el conocimiento y la búsqueda de cómo agradar a Dios.  

El problema es que muchos cristianos piensan que todo el mundo les va a ver de manera
correcta, y que, lo que son, hará que ganen el respeto de todos.  La realidad es que no todo
el mundo te va a querer.  La gente va a hablar mal de ti, te van criticar, te van a hacer daño.
Por eso, tú tienes que aprender a caminar en esta vida, sintiéndote cómodo con quien tú
eres.  Tienes que vivir por encima de lo que el mundo piense y haga porque, al fin y al
cabo, la palabra que cuenta es la Palabra de Aquel que salvó tu vida, Aquel que murió por
ti.  Tienes que agradarle solo a Él, y vivir solo para Él.  Hasta que, claramente, no entiendas
esto, mirarás tus circunstancias y, cuando te falte algo, pensarás que solo los que están a tu
alrededor pueden sacarte de aprietos. 

Un joven fue donde un sabio porque se sentía despreciado y que nadie lo comprendía.  El
sabio, sin contestar su dilema, lo envió a vender un anillo por no menos de una moneda de
oro.  Después de haber intentado vender el anillo, sin cumplir su cometido, el joven regresó
donde el sabio, preguntándole cuál es el verdadero valor del anillo, porque nadie lo quería
comprar, y mucho menos por aquel precio.  Entonces, el sabio lo envió al joyero que creó el
anillo, para que verificara su valor.  El joyero le dijo que el anillo costaba 58 monedas de
oro y, dentro de una semana más, valdría 70 monedas de oro.  El joven se volvió loco, no
entendía, y le llevó el mensaje al sabio.  El sabio le dijo: Ahí está la respuesta a tu
problema; vas donde gente que no sabe el valor de lo que tienes, por eso no te hacen caso;
solo los expertos saben y entienden el valor de lo que tú tienes.  
¿Por qué buscas la apreciación de gente que no te creó?  Solo el que te formó, aun con tus
imperfecciones, conoce tu verdadero valor.  Ni tu madre, ni tu padre te aman tanto como
Aquel que te vio en el vientre de tu madre, que te formó, que te predestinó.  ¿Por qué,
entonces, te pierdes en la opinión de los que no pueden ver tu verdadero valor?  No es que
ellos sean malos, es que no saben el anillo que tienen en las manos, no saben lo preciado
que tienen en las manos.  Deja de venderte por mucho menos de lo que vales.  Entiende
que, al único que tienes que agradar, es al Rey de reyes y Señor de señores; por eso, no
puede haber pecado en tu vida.  

Se acabó; deja de estar pendiente a los malos comentarios de la gente en las redes sociales,
a aquel que te critica, a aquel que dejó de seguirte o de ser tu amigo.  Mejor es así, para que
no vean todo lo que Dios va a hacer contigo.  Algún día se enterarán; Dios les mostrará el
lugar a donde te ha llevado.  Deja de estar buscando que te aprecien en todo lugar, cuando
solo los expertos saben lo que tú vales, lo grande que tú eres; solo los joyeros saben el valor
de la joya que eres.  Solo el que conoce tu valor, dará mucho más de lo que otros están
dispuestos a dar por ti, mucho más de lo que tú podrías imaginar.  

Dios quiere que entiendas que solo tienes que agradarle a Él porque, al fin y al cabo, Él es
el que sabe cuál es tu verdadero valor.  Si lo que buscas es agradarle a cualquiera, no
estarás en las manos del joyero correcto, y tasarán tu valor por debajo de lo que es correcto.
¿No encuentras quien pague por ti lo que tú sabes que vales?  Intenta a Jesús; cuando estás
en sus manos, estás en las manos correctas, dándole y sirviendo a Aquel que dio su vida por
ti en la cruz del Calvario.  Él pago el precio más alto que alguien pueda pagar.  

Así que, olvídate de lo que la gente hable de ti, y de aquellos que te han menospreciado.
No se trata de hacer todo lo necesario para agradarle a la gente; se trata de hacer lo
necesario para servir y agradar a Dios, al que dio a su Hijo por ti.  Esto no es cuestión de
popularidad, sino de cumplir con el llamado de Dios para tu vida, y saber que, aunque no
quieran comprarte, aunque no te elijan entre los demás anillos en vitrina, solo Dios pagó
por ti, y Él te llevará y te pondrá en el lugar correcto para cumplir su voluntad en tu vida.
Lo que hagas, hazlo para agradar a Dios.

ES TU FE LOQUE AGRADA A DIOS

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”  Hebreos 11:6 

La Biblia dice, claramente, que sin fe es imposible agradar a Dios; por eso es que agradar a
Dios no es igual que agradar a los hombres.  Agradar a los hombres requiere modificación
de conducta, requiere que seas lo que el hombre quiere, dejando de ser quien Dios dice que
eres.  A veces, para mantener una relación con una persona, se tiende a modificar lo que se
hace, pero no deberías cambiar quien eres.  Cuando se modifica la conducta para agradarles
a los demás, terminas sintiéndote mal porque sabes que va en contra de quien eres.  
Cuando se habla de agradar a Dios, no se habla únicamente de modificación de la conducta.
Para agradar a Dios, debe haber un cambio interior donde comiences a creer que, a pesar de
lo externo, de tus deficiencias y pecados, la fe es la que le agrada a Él.  Tu fe es la que
llama la atención de Dios.  Por causa de tu fe, el pecado se va; vas eliminando de tu vida
aquellas cosas que a Él no le agradan.  Es la fe la que provoca el cambio en ti, que tu vida
sea mejor.  La fe es la que te permite creer que Dios no te va a dejar, que no va a terminar
contigo, que a pesar de que cometas un error, Él no va a acabar con tu vida.  Es tu fe y su
amor por ti, lo que hará que seas totalmente transformado y cambiado. 

Tu única meta debe ser agradar a Dios, por encima de todas las cosas.  Enoc, a pesar de que
la tierra se había llenado de maldad y pecado, alcanzó agradar a Dios, a través de su fe.
¿Qué es lo que tienes que hacer?  ¿Cuál es el estándar?  

“…Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? 7  En que ofrecéis sobre mi altar
pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de
Jehová es despreciable. 8  Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es
malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu
príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.”
Malaquías 1:6-8 

Dios dice: Piensa bien; si le presentas, a los que están a tu alrededor, lo mismo que me das
a mí, ¿se agradarían de ti?  Lo que haces para Dios, debe estar en el mismo nivel de lo que
haces para agradar a otros.  Para agradarle a Dios, debes vivir una vida de cuidado y fe,
dándole lo mejor a Dios.  Al trabajo, tienes que ir presentable y dedicarle 40 horas de tu
semana, ¿cuánto más deberías de darle a Dios?  A Dios, no es aceptable darle cualquier
cosa, no es aceptable que le des lo último de tu tiempo, de tus finanzas, de tu vida.  Tiene
que haber un domingo donde vayas a la casa de Dios, y digas: Esta semana, me porte bien,
no hice nada indebido, tuve control de mis acciones y continuaré haciéndolo.  Dios no va a
bajar el estándar.  Cuando le das lo mejor a Dios, ahí es que se demuestra tu fe; le agradas,
cuando arreglas tu vida.  

¿De qué sirve esto?  Génesis 4 habla de dos jóvenes que fueron a darle una ofrenda a Dios,
Caín y Abel.  Dios miró a Abel y a su ofrenda con agrado.  Miró primero a Abel, porque
Dios siempre te mira a ti primero para ver la calidad de tus acciones.  Te mira a ti primero
porque no puedes comprar a Dios con tu ofrenda.  Lo que hace que a Dios le agrade tu
ofrenda, es que tú le agrades primero.  Del otro lado, está Caín; Dios no se agradó de él, a
pesar de que llevaba una muy buena ofrenda.  Y Dios le dice: ¿Por qué te entristeces?  “Si
bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” (Gen 4:7)  La ofrenda, tal vez, era buena, pero Dios no
encontró agrado en Caín.  

Hay recompensa en agradar a Dios.  Procura que, cuando Dios te mire, lo haga con agrado;
que le puedas decir: Señor, aquí esta lo mejor de mí, y aquí te traigo mi mejor ofrenda.  Si
te arreglas para conquistar a un  hombre o a una mujer, ¿cuánto más debes arreglarte para
Dios?  Que, cuando la gente te vea y pregunte para dónde vas, les puedas decir: A
encontrarme con Aquel que cambió mi vida; voy a la casa de Dios, a servirle; solo a Él es
que tengo que agradar.  
Cambia tu enfoque porque solo Dios puede darte una vida abundante.  Mientras no
entiendes esto, siempre estarás buscando el agrado de los demás, del mundo.  Cuando
tomes la decisión de agradarle, tienes que saber que te va a costar amigos, gente que está a
tu lado, pero te va a quitar una presión de encima.  La carga que el mundo te pone, nunca se
comparará al amor que sentirás y recibirás, por agradar a Dios.  En este momento, di: Mi
vida va a cambiar, voy a seguir hacia adelante, voy a buscar agradar a Dios, voy a agradarle
solo a Él. 

También podría gustarte