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Cruz de plata

Chapter 19: 19 Y los malvados serán


castigados
by Midgardian geek
19

"Y LOS MALVADOS SERÁN CASTIGADOS"…

De repente, como un relámpago, Alucard sintió una chispa de dolor incrustársele de lleno en el
hombro, un dolor áspero y quemante que lo hizo sobresaltar. Ante la mirada estupefacta de
Íntegra, él se tocó el hombro sólo para comprobar que estaba empapado en sangre: -Nos…nos
han hallado- dijo como una sentencia y acto seguido se abalanzó sobre Íntegra arrojándola al
suelo y cubriéndola con su cuerpo como si fuese un caparazón. No bien hubieron terminado de
caer sobre la nieve, cuando una ráfaga de disparos con silenciador salió de todas direcciones
incrustándose en el cuerpo del nosferatu, Íntegra sólo sentía como él se estremecía y escuchaba
su carne crujir.

Pasando ese primer ataque, el vampiro tardó en moverse, sin duda se fingía herido de muerte
para saber quiénes y cuántos constituían el enemigo.

-¡Alucard, Alucard!- lo llamó Íntegra quedamente pero no menos asustada- ¿qué está
sucediendo?…

-Shhhh, quédate quieta, no hagas ruido, no son pocos y nos están rodeando.

Ella hizo lo que el vampiro le dijo, se acurrucó en el pecho de él, ciertamente llena de angustia;
había sido una gran guerrera, aún poseía un temple de acero pero ahora, ahora andaba
desarmada, era una mujer madura y sobre todo; no quería morir, ahora no porque ya tenía
motivos para vivir. Esos minutos para ella fueron infernales; sentía que el frío se hacía más
intenso, y pudo ver que todo alrededor estaba oscuro, como si las luces se hubieran apagado de
pronto; escuchaba los sonidos de las aves de la noche y como gruesas gotas de sangre
provenientes de Alucard, caían a la nieve. De repente, ambos pudieron percibir más cerca y más
claros, los pasos que los habían estado siguiendo, cuchicheos, voces bajas, algunas entendibles:

-Devi ricordare que non possiamo ucciderli…

-No, ma… alla maledetta donna, si

Pronto, sus cazadores estaban a menos de tres metros de donde ellos yacían sobre la nieve,
estaban rodeados, cercados por muchos asesinos de la sede romana; fanáticos religiosos
dispuestos a todo con tal de cumplir su misión y que no se detendrían ante nada, ante nadie;
hombres y mujeres a los cuales les habían aleccionado para no temerle a nada más que al
castigo divino. Alucard en verdad estaba angustiado, no por él sino por su esposa. Pero sabía
exactamente qué es lo que tenía que hacer: protegería la vida de Íntegra a como diera lugar, pero
también tenía que tomar una decisión y tenía actuar al momento, no había otra opción.

-Sarà ferito? – dijo uno de los sacerdotes aproximándose mucho

-Elimini che no!- contestó otro que no bajaba la guardia

-Íntegra escúchame con mucha atención, por favor- le dijo en voz muy queda- no tengo más
opción que enfrentarme a estos bastardos, pero para hacerlo tendré que desprotegerte… ¡por
favor trata de ponerte a salvo, no te alejes de mí!

-Sí, ¡pero acaba con ellos!- le contestó con el mismo tono que en los viejos tiempos, con el mismo
ímpetu del pie de lucha.

-Así lo haré Íntegra- contestó antes de sentir que sus enemigos estaban realmente cerca como
para levantarse de improviso haciendo acopio de su poder dormido durante mucho tiempo pero
de ninguna manera muerto.

Se puso de pie el rey no muerto de un golpe y ante esa visión los romanos retrocedieron.

-¡Esto les costará muy caro, mal nacidos!- gritó con fiera voz el vampiro. Y desplegando su
legendario poder, un campo de fuerza que le protegía y que al mismo tiempo curaba todas sus
heridas. Al fin ambos pudieron ver frente a frente a sus perseguidores, eran doce religiosos: ocho
sacerdotes y cuatro monjas, jóvenes, muy atléticos y armados hasta los dientes, como antiguos
guerreros cruzados, los rodeaban.

-¡Atado de imbéciles! ¡¿A quién creen que se están enfrentando?!- decía con una pose
amenazadora, mostrando sus colmillos y tiñéndosele al rojo vivo los ojos- ¡ahora les haré pagar
por su estupidez!

Inmediatamente, el vampiro se abalanzó sobre el sacerdote que tenía más cerca, tenía deseos de
lucha y de saciar su hambre atrasada, hacia tanto tiempo que no cazaba que estaba seguro que
podría disfrutar de esa sangre. Veloz y ágil como un rayo llegó hasta su blanco y sin que este
pudiera siquiera reaccionar, clavó sus afilados y mortales colmillos en su cuello con tanta fuerza
que le dislocó todas las vértebras cervicales en seguida, tan fuerte que su piel se desgarró
vomitando un grueso chorro de sangre que bañó el rostro y la camisa blanca del terrible rey de los
vampiros, que le llenó la boca a borbotones de un líquido caliente que para él resultaba exquisito
pues estaba aderezado de adrenalina.

Una vez finiquitada la presa y de que el vampiro bebiera toda su sangre para recuperar su fuerza,
como movidos por la misma fiereza asesina, otro de los religiosos encaró al vampiro, quien sonrió
burlesco: - ¡No eres rival para mí!

-¡Dios guía mi espada, bajo su mando no he de perecer!- gritó sacando un sable -¡la hoja de este
sable ha sido bendecida en las misma basílica de San Pedro!

El joven clérigo se abalanzó y asestó el primer golpe que Alucard detuvo con las manos, en su
terrible fuerza no fue difícil parar el ataque y echar para atrás a su enemigo. El joven cayó de
espaldas, semiinconsciente. Al ver esto, otro se fue al ataqué, mientras que una monja tomaba a
Íntegra como rehén aprovechando el descuido del vampiro.

-¡Atrás demonio, tengo a la ramera!- dijo ella poniendo una daga en el cuello de Íntegra que sin
embargo no dio muestra alguna de angustia.

-Grave error, estúpida- contestó la rubia asestando un codazo en el abdomen de la religiosa, acto
seguido le pateó el rostro arrojándola sangrante al suelo para quitarle la daga con que la
amenazó y la espada que llevaba al cinto- ¡desvergonzada mocosa! ¡No te metas con una
guerrera entrenada y con bastante experiencia!

Habiéndose hecho de esas armas y lista para pelear, ella y Alucard esperaban espalda a espalda
el siguiente ataque el cual ya se estaban preparando a responder, fue hasta entonces cuando
notaron que por lo menos tres manzanas a la redonda, todo estaba completamente oscuro,
seguramente habían estado planeando este momento y habían saboteado la vida nocturna de la
ciudad con una falla de energía eléctrica inesperada.

-¡Sólo estoy esperando que vengan bastardos del Vaticano!- gritó Alucard aún con la mirada
incandescente-¿Quién es el siguiente?

-¡Hermanos, acabemos con este demonio y con esta mujerzuela de Babilonia!- gritó uno de ellos
y enseguida todos atacaron espadas y armas de fuego en mano.
-¡Vamos a pelear!…-dijo Íntegra poniéndose en guardia y recibiendo a sus primeros contrincantes
con tremendas estocadas que eran paradas por sus también hábiles movimientos de esgrima.

Alucard por su puesto no necesitaba de tanto esfuerzo, ya que podía divertirse destrozando a sus
enemigos como muñecos de arcilla, procurando especial énfasis en infringirles dolor. Pero esta
vez no podía darse ese lujo pues ponía en peligro la vida de Íntegra, de modo que hizo uso de
sus poderes de magia negra.

-¡Que venga Baskerville!- dijo con tono de sentencia para conjurar su hechicería y traer consigo al
destructivo poder del enorme perro amorfo dispuesto a devorar a quien le enfrentase.

-Baskerville- musitó Íntegra, pues hacía mucho tiempo que no presenciaba el poder de la
invocación- ahora no posees ningún sello Alucard…Millenium los rompió hace más de veinticinco
años, puedes hacer lo que desees…

-Pero no arriesgarme a peligrar tu vida, ¡esto se acaba ahora!

Inmediatamente, el rey no muerto conjuró con el símbolo de sus manos a Baskerville; enorme,
macabro, oscuro y terrible visión de múltiples ojos encendidos por las llamas del infierno que se
cerraban y abrían a voluntad propia. Sus enemigos retrocedieron sin poder evitar el miedo que les
producía ese espectro, sin embargo, sus almas no se dejaban enturbiar, pues habían sido
educados desde pequeños con el ejemplo de los santos. Sin perder tiempo el vampiro lanzó su
destructivo ataque a los contendientes que aún quedaban en pie, los cuales poco pudieron hacer
ante tan terrible poder. Una masacre se había desatado y Baskerville devoró a cada uno de ellos:

-¡Nuevas piezas a mi colección!- dijo Alucard sonriéndose- después de todo, me hacen falta
"familiares".

-Claro que sí- dijo Íntegra no del todo confiada en su triunfo-esto fue muy fácil.

-Demasiado- afirmó él, una vez acabó con el último y sobre la blancura de la nieve dejó esparcida
mucha de su sangre…- pero antes de que esto se convierta en una falsa victoria, vámonos de
aquí…

-Bravo, bravo, e´ molto bravisimo!- dijo una voz grave a las espaldas de ambos, al tiempo que
aplaudía lentamente.

Ambos se volvieron para ver a un sacerdote más, en lo alto de la colina que los circundaba,
rodeado de otros 12 curas; el dueño de la voz era casi tan joven como los que había acabado de
asesinar pero mucho más distinguido, mucho más señorial y con una actitud distinta: era alto, casi
tan alto como Alucard, tenía el cabello castaño, los ojos ámbar, su piel era muy pálida y sus
facciones agradables, llevaba una barba de candado muy cuidada, llevaba puesta una sotana
negra, con un rosario sobre él, abrigo oscuro y guantes blancos de lino: -Me disculpo, rey no
muerto, por llegar tan tarde, pero no es bueno que el general se presente antes que la infantería.

-¿Quién eres tú, cura?- preguntó el vampiro escupiendo desprecio, redoblando la guardia.

- Ah, sí, sí, se me olvidaba presentarme, scusi-decía mientras avanzaba hasta donde ellos
estaban- mi scusi, rey no muerto, soy el padre Augustus Baptista, paladín de la División XIII,
Iscariote del Vaticano…

-Iscariote, ¿no?- contestó Alucard fingiendo sorpresa y sonriendo despreocupadamente- ¡vaya!


Parece que ustedes no aprenden la lección y vienen hasta mí para matarse a ustedes mismos;
¡que suicidio tan patético!
-Jajaja, no mi querido nosferatu Alucard, me temo que esta vez no será así, las cosas…con el
paso de los años cambian; cambiaron en Roma, igual han cambiado aquí y como enviado de la
Santa Sede, debo decir que me complace conocer al fin a mis más acérrimos enemigos y objetos
de mi sagrada misión; yo también se buscar y destruir, ¿verdad, señora Íntegra? Reina…consorte
de los no muertos.- agregó con un mohín de desprecio.

-Me han buscado con ahínco, al fin disfrutan del fruto de su esfuerzo, padre Augustus- contestó
ella muy altivamente.

-De hecho sí, los habíamos estado buscando durante años y últimamente vigilando durante
meses y debo decir que me place mucho este momento, pero no lo hubiéramos logrado sin tu
valiosa ayuda, Alucard. Ahora, el juicio final…ha llegado para ustedes.

- Ríe mientras puedas maldito cura, ¡una vez los destruí a todos, igual será ahora!

-¡Te equivocas demonio! Nosotros, ustedes, nadie somos los mismos, ahora todo es muy
diferente; ¡ni tú eres la misma bestia asesina llena de almas consumidas, ni tú, Íntegra Hellsing,
eres aquella doncella guerrera y ciega de heroísmo! Ahora ambos tienen un punto débil, ahora no
son tan invencibles…

-Sigue diciendo lo que plazcas…- contestó Íntegra

-Claro, Hellsing, pues…una vez fuiste una gran rival para nosotros, en verdad; qué nuestra iglesia
haya puesto tanto empeño en atrapar a una mujer es notable, eras una contrincante digna, ¿pero
ahora? ¿Qué eres Íntegra, he? – Dijo acercándose cada vez más a ella, mientras que sus guarda
espaldas comenzaban a rodearlos- ¿qué se siente ser la traidora de tu propia casta?

-¡No te le acerques!- dijo Alucard interponiéndose.

- Dime que es lo que sientes al no ser ni la sombra de lo que un día fuiste- siguió diciendo
ignorando al vampiro ante los ojos de Íntegra- al haber llenado de inmundicia tu propio nombre y
por tu propia voluntad, ¿qué se siente ser la ramera de este demonio? Y al mismo tiempo haber
engendrado un bastardo doblemente maldito… ¡vaya, que aberración! ¡¿Qué esperas?!
¡Responde, condenada mujerzuela!

-¡Cállate hijo de puta!- exclamó Alucard lleno de rabia ante los insultos y lanzándole al padre un
terrible puñetazo a la cara.

El sacerdote recibió el golpe y cayó girando al suelo con la boca destrozada.

-¡Vas a arrepentirte de tus palabras, vas a desear no haber nacido!-le gritó el vampiro al tiempo
que le propinaba una serie de puntapiés para luego levantarlo por las solapas- ¡y esto es sólo el
principio!

Ante esa ofensiva y ante el hecho de que su escolta de doce se aproximaba, Augustus echó a
reír.

-¡¿De qué te ríes desgraciado?!

-¡Esto es tan sublime!- contestó el padre limpiándose con la manga la sangre de la cara-¡ustedes
no se acerquen!- ordenó a los demás- ¡déjenmelo a mí!

Y sin que el vampiro se diera cuenta estampó un fuerte rodillazo en su abdomen que le hizo soltar
a su contrincante y caer de rodillas.

-¡Alucard!- gritó Íntegra


-No es nada…

-No realmente- agregó el padre- como dijiste, es sólo el principio.

Y se acercó a Alucard sin darle tiempo a reaccionar, dándole un puntapié en plena cara que lo
hizo respingar, para luego sujetarlo por los cabellos antes de que cayera y propinarle una serie de
puñetazos más en el rostro. Íntegra al ver esto, no pudo controlarse y olvidando que para Alucard,
esos golpes, aunque dolorosos no eran letales, se fue contra el sacerdote que ahora le daba la
espalda y con todas sus fuerzas le enterró de arriba abajo la espada que aún llevaba en las
manos.

-¡Muérete!- gritó ella y con maestría de esgrimista enterró la filosa arma justo en medio de los
omóplatos, sintió traspasar la espina dorsal para jalar la espada casi hasta alcanzar el cóccix.

Al sentir el terrible dolor, el padre dejó caer al ensangrentado vampiro al suelo y se volvió contra
Íntegra que retrocedió boquiabierta al ver que el sacerdote no estaba herido de muerte.

-¡Porca miseria! (6) Estúpida necia… ¡deja de importunarme! – grito dándole un gancho al rostro
que la noqueó y la tiró al suelo, al tiempo que el padre se sacada de la espalda el arma blanca.

-¡Íntegra!- gritó Alucard al verla en la nieve, con la nariz y la boca manando sangre-no… ¡no la
toques! ¡Jamás lo hagas mal nacido!- gritó completamente enardecido y a punto de desplegar el
arsenal de sus terribles poderes.

-Jajaja, ¡pones muy al descubierto tu punto débil ante el enemigo!

-¡Te haré pagar por lo que has hecho!

-¡No estés tan seguro!

Convertido en una furia, Alucard se abalanzó hacia el padre con tal fuerza que con la mano le
atravesó el pecho como si su extremidad fuera una cuchilla bien filosa, luego tomó su cabeza y
con un violento movimiento de manos, la giró de tal manera que le quebró el cuello.

-¡Padre!- gritó uno de sus escoltas al verlo caer al suelo con los ojos abiertos e inertes.- ¡maldito
monstruo!- gritó aturdido, sacó el sable de su cinto y trató de atacar a Alucard que de un sólo
golpe le fracturó el cráneo, enviándolo al suelo.

-No…no debiste haber hecho eso, hermano…- dijo Augustus desde el suelo y aún con el cuello
roto, ante los ojos de todos, el sacerdote se levantó reconstituyendo su cuerpo.

-Eres un… ¡eres un resucitador! – Expresó Alucard sin poder evitar la sorpresa- eres como fue
Anderson…

-Así es vampiro- contestó totalmente recuperado- o en parte, veras, poseo el mismo principio de
regeneración del padre Alexander Anderson, pero si él en algún momento conoció la piedad… ¡yo
no!

-Me parece que aun así me las ingeniaré para acabar contigo.

-Eso no, no lo lograrás…pero ¿por qué no estas sonriendo, vampiro? ¿Acaso no te satisface el
haber encontrado al fin un rival digno? No, jaja, mírate nada más; sólo estas allí de pie,
preocupándote y pensando cómo salvarle la vida Íntegra Hellsing; sabes que sí yo gano ella
muere y no soportas la simple idea; vaya decepción…aunque por otra parte; veo muy clara la
manera de destruirte.
-¡Cerdo romano, deja de decir estupideces!- gruñó y una vez más trató de embestir a su rival con
un fiero golpe. Pero ahora el padre desenvainó, desde dentro de su abrigo, una espada corta de
punta afilada y hoja bendecida, para clavársela en el pecho a Alucard y luego sacarla con la
misma fuerza moviendo la hoja para herirlo.

El vampiro se fue para atrás pues el golpe le lastimó: -¡Pelea limpio, bastardo!- exclamó
escupiendo goterotes de sangre y saliva.

-No hables de limpieza en combate…ya que sueles divertirte con tus presas aunque sean más
débiles que tú – contestó el padre mientras en el suelo buscaba una de las armas que habían
dejado difuntos compañeros y lanzándola hasta donde estaba el vampiro tratando de recuperarse
de la terrible estocada- ahora sí estamos en igualdad de condiciones.

Sin decir ni pensar en nada, él tomó la espada y atacó a Augustus cortándole un brazo sólo para
comprobar que en realidad era un resucitador. Pronto la extremidad comenzó a regenerarse.

-Sí, en verdad eres lo que dices…pues parece que tendremos una pelea justa, así que deja a un
lado tu "carne de cañón" y vamos a terminar con esto.

- Con gusto…

Pronto se trabaron en un duelo feroz, en donde se atacaban con lo mejor de su arsenal, en una
batalla brutal donde se destrozaban sólo para volver a embestir, pero algo era seguro: uno de los
dos tenía que ganar, si no la guerra, por lo menos esa batalla.

-¡Esto tiene que decidirse a favor de alguien!- dijo en un momento Alucard para después lograr
una de sus transformaciones amorfas más terribles, esa visión de múltiples brazos con la que
intentaría vencer al cura; destripando y mutilando de una vez a unos cuanto pretorianos que no
pudieron escapar al ataque, apoyando todas sus fuerzas contra el poderoso sacerdote que no
hacía otra cosa más que esquivar y sobrevivir a los golpes.

-¡Inténtalo, sólo inténtalo más!- gritaba mientras se reía.

Entonces, en un momento decisivo, Alucard encendió sus poderes a tal grado que una energía
incontrolable se desprendió de él, embistió, embistió con todas sus enormes fuerzas a Augustus,
lo tomó por el cuello hacia la arboleda que descansaba en la colina y en su enloquecida carrera
como monstruo en metamorfosis, lo estrelló contra cada uno de los más de treinta gruesos
troncos derribándolos todos a su paso, como una hilera de naipes…

-¡Trata todo lo que quieras nosferatu Alucard! ¡Vamos, sin piedad, trata de destruirme y celebra
conmigo esta noche, porque hoy termina tu leyenda!

Sin responder nada, Alucard elevó su poder y como un rayo se elevó varios metros del suelo sin
dejar escapar a su contrincante. Luces rojas y amarillas tiñeron el cielo.

Mientras, Íntegra comenzaba a volver en sí, poco a poco como un sueño fugaz su
adormecimiento y el desmayo se esfumaban. Cuando tuvo los primeros atisbos de conciencia lo
primero que sintió fue un dolor intenso en el rostro…poco a poco abrió los ojos; le costó trabajo
enfocar pero cuando lo hizo vio oscuridad a su alrededor, oscuridad y el sonido lejano de las
sirenas de alarma de patrullas; seguramente vigilando alertas por el imprevisto apagón. Antes de
tratar de incorporarse, se llevó la mano a la boca; se le llenó de sangre, igual la nariz, con una
mezcla patinosa entre fluido nasal y plasma, el producto de ambas heridas se mezclaban desde
las fosas nasales hasta el cuello: "deben de estar rotas", pensó…"y Alucard… ¡Alucard aún está
peleando con ese monstruo!… ¡con ese maldito padre! Yo le herí de muerte, le herí terriblemente,
pero ¿qué pasó? No le hice daño, no cayó al suelo ni nada parecido porque… ¡por qué es un
resucitador! Estoy segura".

Por fin iba a levantar la cara cuando escuchó unos pasos muy cerca de ella y más voces, más
voces con el mismo acento italiano, entonces de súbito volvió a cerrar los ojos y fingió estar
dormida aún.

-Hagámoslo ahora, ¡es nuestra oportunidad!

-Tiene razón, mientras el padre este luchando con ese demonio, nuestro deber es acabar de una
vez por todas con esta mujer.

-Entonces no esperemos más- y sacando una pistola de su abrigo se fue acercando más y más a
ella- hagámoslo a quemarropa, directo al corazón.

-Tienes razón, tú hazlo…yo le daré el tiro de gracia, por sí se le ocurre sobrevivir.

Entonces ambos pretorianos sobrevivientes se dirigieron a ella pistola en mano, ignorando que
Íntegra se fingía inconsciente y lo había escuchado todo. "No Íntegra, no puedes morir, ¡tienes
que defenderte! ¡Tienes que hacerlo, no puedes morir aquí, no puedes morir esta noche, ni en
manos de estos perros!", pensó haciendo acopio de toda su fuerza y tomando de forma discreta
la daga que había arrebato a la monja y que por suerte aún conservaba.

-Muy bien… ¡ahora mismo te mandare al infierno!- dijo uno con una sonrisa, agachándose,
tomándola de un hombro para voltearla boca arriba- arrivederci…

Dijo apunto de encañonar el pecho de Íntegra, pero en ese preciso momento ella abrió los ojos y
con todas sus fuerzas de entrenada combatiente, clavó la daga justo dentro del ojo derecho de su
atacante, usando de apoyo ambas manos.

-¡Arggg, maldita puta!

Chilló de dolor el sacerdote, cuando Íntegra le pateó el pecho con ambos pies derribándolo al
suelo y poniéndose rápidamente de pie porque su otro atacante le disparó, pero estaba tan
nervioso que la bala le pasó rozando un hombro a Íntegra, la cual ya sacaba la daga del rostro del
sacerdote. Ella no se detendría para acabar con el otro romano, de modo que de un certero
puntapié, y sin que supiera como, tiró la pistola de sus manos, con otro le golpeó el rostro y por
último le clavó el arma blanca en el pecho una, dos, tres veces; entonces lo dejó caer al suelo y
antes de que muriera le dijo: -¡Eres demasiado joven y tonto para mí!- dijo lanzándole un
escupitajo sanguinolento.

Entonces, el "ciclope" aún se retorcía de dolor y gritaba. Íntegra tomó la pistola del otro y se
aproximó a él: -Así que… ¿tú le ibas a disparar a quemarropa a una mujer inconsciente, he? Eres
bueno para atacar a quien no se puede defender, ¡bastardo! ¡Pues muere!- dijo disparándole en
un muslo, luego en un brazo, luego en estómago, cuando se cansó de verlo sufrir y de oírlo gritar,
le remató con una bala en el centro de la nuca.

-Malditos sean tú y todos los de tu clase, nunca saben cómo tratar a una mujer.

Entonces de nuevo escuchó el fragor de la batalla que se desarrollaba a uno metros de ella,
arriba de la colina donde se presentara el padre. Con mucho esfuerzo alzo la vista, al hacerlo sus
heridas en el rostro le dolieron mucho más y tuvo que agachar de nuevo el rostro, tratando de
limpiarse con el abrigo de Alucard, ahora a eso, se le sumaba la herida en el hombro que ya
estaba derramando sangre. "Pero tengo que ir hacia allá, tengo que ver que es lo que ocurre…" Y
caminando lentamente se acercó hasta el lugar de la conflagración, ya había visto los árboles
mutilados y el resplandor de poderes, pero cuando llegó más cerca, justo en ese momento vio
caer el cuerpo del padre Augustus a la nieve en un tremendo impacto que incluso desgrano la
tierra y lo hundió como si fuera un asteroide.

-¡En este momento te vas al infierno, maldito cura de Judas!- gritó Alucard que aún trasformado
en un ser un amorfo lo embestía dentro de su recién cavada "tumba". Una vez más el padre salió
por los aires y Alucard lo golpeó, lo golpeó hasta deshacerlo con una terrible furia.

"¿Por qué no puedo absorberlo?" Se preguntó, ya que había intentado hacerlo en cuanto tuvo
ventaja en la batalla pero fue inútil, era como si la misma materia del sacerdote repeliera sus
poderes. "¡No importa! Me basta con vencerlo hoy aquí y poner a Íntegra a salvo". Terminando su
hazaña, Alucard despedazó casi por completo el cuerpo del padre Augustus haciéndolo caer
como lluvia entre la nieve. Íntegra vio a Alucard jadeante por el esfuerzo y recobrando su forma
humana poco a poco, en la nieve había quedado tirado y a medio desgranar, el rosario que el
cura llevaba en el cuello, el vampiro se agachó a recogerlo y lo observó un momento.

-¡Alucard!- gritó Íntegra. El vampiro se volvió y la vio, entonces corrió hacia ella y la abrazó muy
sentidamente.

- Íntegra, tuve mucho miedo por ti, por momentos pensaba que estaba a punto de perderte, sabes
que ellos vienen a matarte.

-Lo sé, debí de haberte creído. Es cierto, Iscariote ha vuelto a la vida.

- No importa, era difícil de creer, ¡pero te han lastimado! - dijo observando detenidamente el rostro
sangrante de la rubia, con la manga de su camisa trató de limpiar la nariz que seguía manando
sangre y al hacerlo ella expresó dolor- está rota, tienes la nariz rota…- sin pedir permiso o
pensarlo pasó su lengua por la cara manchada de ella, estaba herida, pero él aún con hambre;
así que limpió todo lo que pudo con la lengua y los labios con mucha delicadeza para no
lastimarla más; la punta de la nariz, la boca, la barbilla, las mejillas, el cuello, Íntegra cerró los
ojos y no opuso resistencia, tampoco le desagradaba sentir que él se bebiera su sangre- y tú
hombro, también está herido…

-No es nada, tan sólo un rasguño de bala

-¿Quién te disparó?

-Los…los perros de Babtista, trataron de matarme…pero aún me se defender

-¡Maldita sea!- gruñó Alucard sintiendo rabia por permitir que a su esposa le estuviera ocurriendo
eso, estaba tan enfadado consigo mismo- Ya vámonos de aquí antes de que otra cosa suceda.
Dijo él echando a caminar, abrazándola. Ella comenzó a tiritar de nuevo, el frío volvía a
atenazarla, se sentía débil pues perdía sangre cada minuto y después de combatir con sus
agresores, las fuerzas comenzaban a abandonarla.

-¿Qué pasó, Alucard, qué pasó con Baptista?

-Lo detuve por el momento, pero no está vencido, por eso debo ponerte a salvo, por lo pronto
tengo que llevarte a un hospital.

-Es muy cruel el invierno de tu patria, Alucard- dijo ella que ya no escuchaba bien, sólo pensando
en la taladrante extremidad del clima.

-No debí dejar que esto te pasara, nada de esto, ¡perdóname Íntegra! Yo te amo tanto y te traigo
desgracias, mírate: ahora tendrías que estar ilesa, segura y feliz, no herida y medio muerta de
frío, ni huyendo como lo hacemos ahora.
-De nada sirve lamentarse, ahora tenemos que pensar que hacer.

Siguiendo la vereda que se dejaba ver con el brillo de la nieve, la ventisca comenzaba a arreciar
de nuevo. El color azul del cual se iban tornando sus labios y el sopor que se apoderaban de ella,
comenzaban a preocupar al rey no muerto. De repente ella lo vio todo aún más oscuro y estuvo a
punto de desvanecerse, siendo detenida por los brazos de Alucard.

-¡Íntegra!

-Creo que no me estoy sintiendo del todo bien- respondió abrazándose a él- creo que sólo quiero
dormir.

-Aguanta, ¡aguanta!- la estrechó para que no cayera, juntó su mejilla con la de él; su temperatura
seguía descendiendo y seguía perdiendo sangre- ¡sólo un poco más y te pondré a salvo, sólo un
poco más!

Él la iba alzar en sus brazos cuando sin saber cómo, ni donde, ni cuando, ella se le estremeció
aún más, se tambaleó como si fuera un indefenso pez sacado del agua, como si una descarga de
electricidad corriera por dentro; todo pasó tan rápido y la vez tan lento… ¿qué estaba sucediendo
a su alrededor? Alucard estrechaba en sus brazos a su esposa herida que estaba sufriendo una
repentina hipotermia y se debilitaba pues perdía sangre, ante un desvanecimiento suyo, él intentó
tomarla en brazos para buscar ayuda en un hospital, en esa ciudad que aún se movía en la
penumbra…pero todo eso había cambiado en un instante, porque ahora, en esos precisos
segundos, había sucedido algo todavía más espantoso que todo lo que Alucard hubiese
experimentado desde que Dios lo condenara a la oscuridad eterna; sucedió algo terrible y
desolador como esa profunda y espesa noche.

El abrazo de él, el temblor del cuerpo de ella…una, dos, tres, ¡tres veces! Se sacudió su cuerpo,
tres veces que fueron suficientes…

-…sólo un poco más- fue lo último que escuchó Íntegra antes de sentir que un proyectil silenciado
le quemaba, le destrozaba y traspasaba la carne de su espalda; uno tras otro hasta completar
tres que ella recibió abriendo desmesuradamente los ojos.

Alucard lo notó en cuanto acabó de detonarse el último, pero entonces ya no importaba.

-¡Íntegra, Íntegra!- gritó horrorizado comprendiendo al fin lo que había pasado y abrazándose
como un loco de su esposa que ahora perdía la fuerza de su cuerpo. Cayó de rodillas sin dejar de
abrazarla y buscando de un lado de otro al agresor hasta que lo distinguió a unos cuantos metros
de ellos; era uno de los primeros sacerdotes derribados y que no había perecido, herido de
muerte quedó en el campo de batalla cuando vio la oportunidad para ser el héroe finiquitador de
su "sagrada empresa". El desvanecimiento de la rubia, la distracción del vampiro y que ahora
estaba justo frente a él…entonces buscó su arma, la apuntó certeramente y sin titubear le
descargó en la espalda las balas que le quedaban.

Para cuando el sacerdote hubo terminado su "acto de fe suprema", se desvaneció al fin en la


muerte, no sin antes decir sus últimas palabras: - Por el honor y la gloria…amen

Alucard vio como el victimario de su esposa moría y una impotencia gigantesca se apoderó de él,
como cazador y vengador se había quedado sin venganza concreta, sin alguien a quien enviar al
infierno con mil y un tormentos.

-Aluc…Alucard… ¿Dónde…dónde estoy? – preguntó con el último ápice de conciencia que le


quedaba y tratando de enfocar porque todo a su alrededor se le tornaba aún más oscuro.
-Estas aquí, estás conmigo…-decía muy angustiado al ver sus manos empapadas de sangre-
quédate conmigo por favor, Íntegra, quédate conmigo…no vayas a donde no pueda cuidarte…

-Creo que…creo que voy a dormir…-dijo ella al fin, perdiendo el conocimiento.

-¡Íntegra, Íntegra, no!- gritó el rey no muerto, buscándole la muñeca para encontrar signos
vitales…- ¿cómo lo permití Íntegra, como lo permití? Todo es mi culpa… mi Íntegra, ¡todo esto es
mi culpa!

-Oh peccato!- escuchó Alucard una voz a sus espaldas, se volvió y frente a él estaba Agustus
Baptista aun acabándose de regenerar- pero qué lástima… ¡qué escena tan dramática! - decía
con un tono burlón, apenas si conteniendo las carcajadas- ¿lo ves nosferatu Alucard? Ni siquiera
fui yo sino uno de mis hermanos, que Dios lo tenga en su santa gloria (dijo persignándose).

-¡Malnacido, eres un malnacido te enviaré al infierno!- gritó Alucard apunto de derramar lágrimas
y poniéndose de pie, pero sin soltar a Íntegra.

-Jajaja, no, ¡tú no harás nada, vampiro! Esta vez no… a menos que seas lo suficientemente ruin
para hacerlo, ¡al menos que en verdad seas un monstruo aberrante!

-¡Te vas a arrepentir de esto!

-¡Un momento! Sólo espera un momento y te diré que es lo que voy a hacer, usualmente no tengo
piedad por seres como tú, pero está vez voy a ser muy generoso: ¡tienes dos opciones, vampiro!
Dos opciones muy claras; puedes quedarte a combatir conmigo a muerte, obedecer a tus instintos
depredadores y acabar conmigo, disfrutar de la batalla, es probable que pudieras hacerlo ahora
que estoy debilitado por tu ataque, pero si te quedas la pierdes definitivamente…no está muerta,
sólo está herida de gravedad y lo sabes, así que no puedes perder más el tiempo conmigo: o me
vences o la salvas, ¡escoge!- terminó de decir el sacerdote, expectante de la decisión de Alucard.

El vampiro le miraba con una furia terriblemente asesina, lleno de odio y de unas ganas frenéticas
de cobrar venganza allí mismo, pero sabía también que nada era tan importante como salvar la
vida de su esposa, ¡de su Íntegra! Sin atreverse a dar un paso, Alucard agachó el rostro
conteniendo su ira, ¡tragándose su ira! Vio a Íntegra que sin sentido continuaba perdiendo sangre
y al fin… salió de su rictus y le dio la espalda al párroco para empezar a caminar hacia la
carretera.

-Jajaja, ¡eso es vampiro, eso es, márchate demonio vil! Jajaja, ¡lárgate "cazador disminuido"!
Patético demonio domesticado, ave de Hermes… ¡qué bien te han cortado las alas! Ahora ni
siquiera eres un vengador…-decía, gritaba, gesticulaba lleno de satisfacción el sacerdote, le
gritaba todos esos insultos al rey no muerto que apretaba el paso para sacar a Íntegra de allí y
que se alejaba escuchando el escarnio que en otra ocasión se hubiera cobrado muy caro,
mordiéndose los labios y tragándose su orgullo- ¡tú leyenda ha terminado rey no muerto, ha
terminado hoy y para siempre! Ella te ha vencido, ella y nadie más te ha arruinado, y tú también
las has arruinado a ella, ¡la acabaste, la convertiste en una perdida y ella te transformó en un
pusilánime! ¡Pobre nosferatu al que no le importa otra cosa, que no vive otra cosa que para la
suerte de una despreciable meretriz! Así acaba esta historia, Dios tarda mucho pero nunca olvida;
nuestra venganza divina los ha alcanzado, así de debe ser ¡los malvados serán castigados!

La voz del sacerdote se perdía a medida que Alucard avanzaba, a medida que se internaba más
y más en las sombras llevando en sus brazos a su esposa, a la mujer amada, terriblemente mal
herida, inconsciente, sangrante, desdichada, al borde de la muerte. Demoliéndose,
deshaciéndose por dentro en un indescifrable e indescriptible dolor; sabía a rabia, sabía a
impotencia, sabía a angustia, a incertidumbre que aumentaba con cada paso que daba, con cada
paso que se perdía en esa eterna noche de muerte. Bajo la inclemencia de una ya arreciada
tormenta de nieve, el también herido vampiro avanzaba.

Continuará...

Bueno, ya estoy de nuevo por aquí con otro capitulo mejorado de este fic. Muchas gracias a todos
los que me han dejado reviwe (sin sus animos tal vez no tuviera la motivación para seguir
publicando), en cuanto pueda iré contestando a cada uno de uds. Y...bueno, espero que, para los
lectores veteranos, les vuelva a gustar este capitulo, y para los nuevos, que les emocione y les
estremezca, XD

Nos leemos!

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