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Según Beauvoir (2005), el comunismo primitivo estaba caracterizado por ofrecer las mismas

condiciones a los hombres y mujeres, de manera que no existía diferencia entre las tareas que
estos debían realizar, por lo que al tener que enfrentar una mujer el proceso de embarazo y
maternidad, se daba una pequeña interrupción en las labores de caza y recolección de frutas que
realizaba comúnmente con los demás integrantes de la tribu. Sin embargo, las diferencias entre
sexos se empiezan a denotar con el surgimiento de la agricultura, descubrimiento que ha sido
atribuido a la mujer y que reflejó un avance en la organización económica. Las diferencias surgen
también a raíz de la imposición de roles por la división del trabajo, la cual según Vélez (2007)
atribuye a las mujeres las tareas relacionadas con la maternidad, siendo estas aprendidas desde el
nacimiento del individuo al ser este parte de una cultura. Esta cultura es definida por Lewis (1985,
p.41) como un “sistema integral de patrones de conducta aprendidos, característicos de los
miembros de una sociedad”, de manera que la maternidad como otras conductas son adquiridas a
partir de que las m

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