Estimado Padre Obispo, con gran respeto y profundo dolor por
la situación actual que la Iglesia y el mundo viven a causa de la pandemia conocida es que me siento obligada a dirigirme a Ud. como oveja del rebaño que Dios le ha encomendado.
Jamás imaginé experimentar que los templos tengan sus puertas
cerradas, que lleguemos al punto en que nuestros pastores deban cerrar los templos porque así el mundo lo exige. Hoy siento que la Iglesia se ha escondido como los Apóstoles, con las puertas bien cerradas, por miedo (Jn. 20, 19). Nos hemos dispersado por miedo al enemigo, en lugar de unirnos para ser más fuertes y clamar misericordia a Dios. En lugar de incrementar las Misas para evitar aglomeraciones, las hemos suspendido para todos los fieles. Hemos dejado de adorar al Señor cerrando todas las capillas de Adoración Perpetua, y todos los fieles hemos sido privados del perdón de nuestros pecados. Nos han sido arrebatados todos los sacramentos por miedo al enemigo que puede matar el cuerpo, y hemos quedado a merced de aquél que puede matar el alma.
Como nos dice el Santo Padre: “esto no es la Iglesia, es la Iglesia
de una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia siempre es con el pueblo y con los sacramentos. Siempre” (Casa de Santa Marta, 17 de abril, 2020).
Durante este tiempo de Cuaresma y de Pascua, hemos quedado
solos, viendo las Misas pero no participando, hemos “viralizado la Iglesia”, hemos sido expulsados de nuestra Casa, el refugio de todos los cristianos. La Santa Madre Iglesia ha sido apartada de sus hijos. Y, ¿por qué? Por obediencia a un poder que es de este mundo, que no viene de Dios. Pues, como lo ha expresado Su Santidad, Dios lo permite, pero no es lo que quiere (Casa de Santa Marta, 17 de abril, 2020).
Nos dicen que hemos expandido la Iglesia, creando una en cada
hogar, sin embargo, por muy romántico y alentador que suene, éstas no son Iglesias domésticas, pues no llevan como centro la Eucaristía (Papa Francisco, Exhort. ap. Amoris Laetitia 318). No, esto no es Iglesia. En la mayoría de las casas hemos convertido la Iglesia en una religión “a la carta”, adaptada a muestros deseos y comodidades. ¿Y cómo no? Se nos han facilitado todos los medios para ello. Con autorización eclesiástica Nuestro Señor es abandonado, humillado y ofendido. Cada día vuelve a elevarse sólo en esa Cruz, porque sus discípulos tienen miedo y se esconden.
Por favor, Monseñor, termine con este padecer. Nuestras almas
tienen sed de Dios, y Él tiene sed de almas. Éstas almas dependen de Ud. para volver a encontrarse con Su Señor. Éstas almas no tienen miedo de un virus invisible, sino al abandono, sino al abandono de sus pastores. La soledad y desesperanza a las que hemos sido sometidos nos ahogan, y con el poco aliento que nos queda le suplicamos, le rogamos y lo alentamos.
No tenga miedo, Pastor nuestro. No ceda ante la tentación del
enemigo, que se goza con una Iglesia asustada y escondida. No olvide que el Señor nos ha dado Su Espíritu para ya nunca tener miedo. Él está con nosotros. Si el enemigo tiene que cazarnos uno por uno, estamos dispuestos a morir por Amor. Somos muchos los que le suplicamos que ya no tema, Nuestro Señor nos acompaña hasta el fin. Nosotros rezamos por Ud. y vamos a hacer todo lo posible para que esto pueda darse. Estamos a su disposición, y vamos a poner todo lo que esté de nuestra parte para que podamos volver a nuestra Casa, para volver a celebrar unidos los sacramentos. Cumpliendo las medidas sanitarias dispuestas, colaborando con elementos de desinfección y realizando la limpieza de los templos luego de cada Misa, respetando la distancia social, y demás medidas. Si debemos limpiar todos los bancos de las Iglesias ahí estaremos, si debemos armar listas para asistir a las Misas en grupos reducidos lo respetaremos, haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudarle, todo lo necesario lo haremos.
Le pedimos, Monseñor, no nos abandone, ya no deje sólo al
Señor en esa Cruz, pues somos muchos los dispuestos a acompañarlo, pero las puertas se nos han cerrado.
Le suplicamos que ya no tenga miedo. Nosotros no tenemos
miedo. El Señor está con nosotros, y “si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8,31). Crea, tenga fe, Cristo está vivo en la Eucaristía. Nada pasará que Él no quiera así, si hemos de morir, será por Su Voluntad. Prefiero morir recibiendo al Señor que sentada en mi casa viendo televisión, esto es demoníaco.
Sustento esta carta además en el derecho canónico: “los ministros
sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (CIC, c. 843 § 1); el 3er mandamiento: “santificar las fiestas”, y pasajes evangélicos: “al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22,21), “me devora el celo por tu templo” (Sal. 69, 10), “adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc. 4,8).
Tengo en conocimiento que Monseñor Víctor Fernández,
Arzobispo de La Plata, en una carta dirigida a la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina pide a los obispos la consideración de retomar la Celebración Eucarística con fieles presentes y manifiesta lo siguiente; cito: “el Concilio Vaticano II enseña que ‘no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la Sagrada Eucaristía’ (PO 6). San Juan Pablo II remarcaba que la Misa ‘antes que un precepto debe sentirse como una exigencia inscrita profundamente en la existencia cristiana’ (DD 81). ). Es comprensible entonces que muchos fieles nos reclamen que busquemos alguna manera de volverla accesible. Nosotros les decimos que pueden experimentar otras formas de oración, y lo hacen, pero ya decía San Juan Crisóstomo: ‘También puedes orar en tu casa; sin embargo no puedes orar igual que en la Iglesia, donde se reúnen los hermanos’ (Contra Anomeos 3, 6).”
En su carta también reflexiona que los fieles reconocen el
valor de la comunión espiritual y que habiendo asumido el principio de la Encarnación no puede bastarnos la comunión espiritual. Y cito: “Precisamente, el Papa Francisco enseña que Dios ‘en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia’ (LS 236)”.
Quiero agregar además que el gobierno civil por su parte
autoriza la realización de actividades “esenciales” que hacen al cuidado del cuerpo, como alimentos y medicamentos, que es lo que le compete. A Ud. como Pastor de la Iglesia de esta diócesis le corresponde asegurar la salud y el cuidado del alma, que es lo más importante, ya que esta vida material es pasajera y el cuerpo morirá, el alma es eterna y le corresponde velar por su cuidado, aún más en tiempo de enfermedad, crisis, miedo, dificultades económicas que aquejan a muchos afectados en su dimensión espiritual, asegurando el servicio más esencial: la Eucaristía.
Por otra parte, ni el Romano Pontífice ha ordenado el cierre de
Iglesias, ni la Conferencia Episcopal Argentina, ya que solo dio una “sugerencia”.
Considero también que si se puede hacer cola de 4 o 5 horas en
cajeros, supermercados, y demás servicios, no veo riesgo en celebrar Misa en distintos horarios, en grupos reducidos, adorar a Cristo en los templos más grandes, etc.
Esperando una respuesta positiva y confiada en Dios, rogando al
Espíritu Santo que le ilumine y le dé el don de la Fe, y ofreciéndole mi colaboración para lo que crea necesario, me despido de Ud. fraternalmente acompañándole en mis oraciones.