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LA HUMANIDAD EN CUESTIÓN: DIVERGENCIAS Y CONVERGENCIAS

ENTRE EL IMPERATIVO CATEGÓRICO DE KANT Y LA VOLUNTAD DE


VIVIR DE SCHOPENHAUER

Laura Chivatá1

“Seguramente, un hombre puede hacer lo que quiere hacer;


sin embargo, no puede determinar lo que quiere”

Arthur Schopenhauer.

Introducción:

Immanuel Kant propone una ética del deber fundamentada en el imperativo categórico,
ética cuyo fin es apartarse de lo sensible para lograr determinar los conceptos morales en sí
mismos, y además afirma que la guía mediadora que subyuga la voluntad, y por tanto las
acciones, es el raciocinio que todo ser humano posee y que le permite comprender la ley
moral. Pero, ¿es posible determinar la moral sin vínculo alguno con la experiencia?, ¿acaso
es suficiente mediar las acciones por medio del raciocinio para la comprensión del
imperativo categórico planteado por Kant?, es así que la pregunta que pretendo responder
es: ¿La noción de humanidad que subyace a la lectura del imperativo categórico
corresponde totalmente a la vida real y concreta de los individuos?

Para dar respuesta a estos interrogantes realizaré una crítica a la noción de humanidad que
subyace al imperativo categórico kantiano. Esta crítica será formulada a partir de la
filosofía de Schopenhauer, centrándome en su ética y en la categoría de “voluntad de
vivir”; categorías en la filosofía del mismo que traen la forma en la que se comporta el
hombre a un plano material. Su ética de la compasión basada en un acto con el otro, y un
término pilar en su teoría: voluntad, que se objetiva mediante el cuerpo; y que es el móvil
para llevar a cabo acciones que para él, no basta determinarlas a través de el raciocinio,
permiten hablar de una ética que no está únicamente fundamentada en abstracto.

1
Estudiante de cuarto semestre de Licenciatura en Filosofía y Lengua Castellana de la Universidad Santo
Tomás.

1
Cabe aclarar, que esta recensión no tiene como propósito reducir lo dicho por Kant, pues
también ha de ser observado que el problema filosófico de la época para ambos autores era
distinto; sino exponer un lado de la moneda, un posible complemento, que parece ser, se le
ha olvidado al filósofo ilustrado y que Schopenhauer viéndose influenciado por esta
filosofía, retomará. Para ello, voy a dividir el texto en tres momentos y finalmente daré
algunas conclusiones sobre la cuestión.

En el primer momento, expondré la ética kantiana a partir de la primera formulación del


imperativo categórico y la noción de humanidad que subyace a este, caracterizada
principalmente por dos principios: a) una humanidad que actúa regida por una moral
alejada de la experiencia, y, b) una humanidad que posee un absoluto raciocinio accionando
por y para el deber. Luego, en el segundo momento, me acercaré a la ética de
Schopenhauer y a su concepto fundamental de “voluntad de vivir”, que me permitirán
comparar los dos anteriores elementos mencionados con lo dicho por el filósofo de Danzig.
De esta manera abordaré el tercer momento, en el que mencionaré algunos puntos de
convergencia que pueden tornarse problemáticos, pero sobre todo, puntos de divergencia
entre los dos filósofos, que me permitirán hacer la crítica según lo planteado por
Schopenhauer a la noción de humanidad suscitada en el imperativo categórico. Me voy a
basar, principalmente en las obras Fundamentación de la metafísica de las costumbres de
Immanuel Kant y El Mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer.

I. Cuerpo: El imperativo categórico kantiano

El filósofo ilustrado Immanuel Kant quien intentó responder al problema gnoseológico de


la época moderna ¿cuál es la fuente del conocimiento humano?, ¿cómo y qué conoce el
hombre? (debate racionalismo-empirismo), a través de su obra Crítica de la razón pura, no
solamente se queda en el plano de investigación del problema del conocimiento humano,
sino que además explora y critica la práctica, la moral del hombre respecto de sus acciones,
por lo que en Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres propone una ética

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cimentada en el regimiento de una máxima superior de moralidad, del deber, el imperativo
categórico.

Ahora bien, siendo la primera fórmula del imperativo categórico descrita como “obra solo
según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”
(Kant, 2007, p. 43), la lectura de humanidad que es posible hacer tiene las siguientes
características: a) la fundamentación de la moral de los hombres es netamente abstracta, b)
la universalización de la ética del deber, puesto que todos como seres racionales tendríamos
la capacidad de comprender una ley moral. Esta lectura parte del fundamento del
imperativo categórico expuesto por Kant, analizaré entonces, de manera “propedéutica”, el
porqué de los puntos anteriormente señalados.

En la Crítica de la Razón Práctica donde Kant acoge la primera formulación del imperativo
categórico, expuesto a su vez en la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres,
cuyo fin es limitar la práctica a un nivel puramente teórico, de manera que su intención es
determinar conceptos morales en sí mismos, sin relación alguna con lo sensible.

En primer lugar, Kant señala los principios prácticos que son reglas generales que
determinan las acciones. Estos principios prácticos se dividen en dos: máximas e
imperativos. Las máximas son principios subjetivos, establecidos por la persona que aspira
a cierto fin y para ello se propone ciertas reglas, sería entonces la propuesta de: “si quiero,
entonces debo”, mientras que los segundos, -los imperativos- son objetivos, válidos para
todos en cuanto que son deberes que manifiestan la necesidad de la acción objetiva; lo cual
significa que, si la razón determinase por completo a la voluntad, la acción sucedería
inevitablemente de acuerdo con dicha regla, puesto que todos somos seres racionales y de
volición. Los imperativos pueden ser hipotéticos o categóricos. Los hipotéticos suponen un
fin subjetivo, que puede ser objetivo si se quisiera que esa máxima que rige este imperativo
fuese universal. Mientras que cuando se trata de imperativo categórico, lo dirige la ley
moral que no conoce de condiciones para el ser que posee razón y está sujeto a la volición.
Esta ley –moral- determina la voluntad no para obtener un fin, sino para precisarse por sí

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misma (como voluntad), sin importar el propósito que se quiere, sino más bien el valor del
deber por el deber; pero ¿qué es ley moral?

Según Ferrater Mora, la ley moral de la que Kant habla es: “la expresión de un imperativo,
es decir, de un principio objetivo y válido de legislación universal, a diferencia de la
máxima, que es el principio subjetivo, y del precepto, que se aplica a un acto único”
(Ferrater, p.47). En otras palabras, la ley moral es un principio en función del deber
(imperativo) que la razón asigna por sí misma y que determina a la voluntad, cuyo
fundamento es el de la libertad, es decir, somos nosotros con nuestra voluntad y raciocinio
quienes nos asignamos la ley a nosotros mismos, lo que le otorgaría al sujeto la libertad,
rompiendo con un carácter determinante –dado por la ley de causalidad-, y atribuyendo así
responsabilidad en las acciones determinadas por la voluntad. En cuanto a la voluntad, esta
es designada según su intención, por eso Kant la apreciaría como buena voluntad que debe
ser autónoma.

De modo que, el autor de las críticas, fundamenta que las categorías que conducen a
asignar valor moral e incluso, esta última en sí misma, son a priori, independientes de la
experiencia, pues ni la buena voluntad, la libertad, el deber o la ley son categorías que
estén subordinadas por la experiencia (de allí la metafísica de las costumbres); esto con el
fin de que una acción con valor moral se aleje de cualquier acto por inclinación, con interés
alguno, y por lo tanto de la experiencia, además de que es así lo que Kant denominaría un
plano puramente filosófico in abstracto: “en realidad, es absolutamente imposible señalar
por experiencia con completa certeza un solo caso en el que la máxima de una acción,
conforme por los demás con el deber, haya descansado exclusivamente en fundamentos
morales y en la representación del propio deber” (Kant, 2007, p. 31), pero, ¿cómo se puede
hablar de moral si lo llamado bueno o malo, si la intención de una acción llevada a cabo, si
la libertad o el deber, son términos asignados a actos, a hechos, que provienen de la
experiencia, de la realidad concreta de los individuos? Bien, pues Kant se quedaría en un
plano de la forma; es decir, de la formulación del imperativo en términos ideales,
excluyendo así un contenido que sea absolutamente realizable en la vida real y concreta. Lo

4
que pretendo expresar es que hay una ley del deber establecida, pero mientras no sea
condicionada no habría obligación de cumplir con ella. En conclusión, en el imperativo
categórico el valor moral de la humanidad está comprendido en un nivel puramente
abstracto, como señala el autor: “porque cuando se trata de valor moral no importan las
acciones, que se ven, sino aquellos íntimos principios de las mismas, que no se ven” (Kant,
2007, p. 32).

En segundo lugar, con lo expuesto anteriormente se resaltó el supuesto de Kant al decir que
el imperativo categórico es válido para todos, en cuanto a que todos somos poseedores de
raciocinio, y que esto determina la voluntad, se designa entonces el segundo carácter: una
humanidad que, en tanto poseedora de raciocinio puede determinar su voluntad, de tal
manera que es regida por el imperativo categórico. El filósofo, al parecer, olvida que el ser
humano posee también una irracionalidad -que no necesariamente es sinónimo de carencia
de razón, sino de oposición a ella-, que la voluntad no conoce de moralidad, y que a veces
nos impulsa a cometer actos calificados como irracionales, algunos de ellos que, por el
contrario son demasiado racionales, pero son valorizados como su opuesto, por ejemplo: el
holocausto nazi, el genocidio de Ruanda, o algo tan sencillo, como un puño o una palabra
cargada de ira. Estas acciones son únicamente representadas dependiendo de las
condiciones subjetivas, motivadas, reales y concretas del hombre, pues su móvil no es
únicamente la razón, el ser humano es pasional por naturaleza, posee sentimientos y
pulsiones que manifiesta mediante su cuerpo, cuerpo que está imbuido en una realidad
material.

II. Schopenhauer: compasión y voluntad de vivir

Para realizar la crítica a los dos elementos de la lectura de humanidad que suscita el
imperativo categórico, se debe hablar, principalmente, de la fundamentación de la ética
Schopenhaueriana porque de allí podré contrastar lo que ha de ser acotado. El filósofo de

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Danzig quien bebe notablemente de la filosofía budista y de la kantiana, propone una ética
basada en el otro, alejándose de una fundamentación netamente in abstracto; una ética de la
compasión. Para hablar respecto de su ética, y por ende, de la concepción de humanidad
que subyace de ella, tendré que retomar uno de los principales pilares de su filosofía, la
categoría de voluntad. Schopenhauer intenta darle respuesta a todos los enigmas que le
atañen al mundo por medio de dos términos: representación y voluntad – cosa en sí –,
(fenómeno y noúmeno kantianos), me enfocaré en el segundo de ellos. El primero, hace
referencia a las cosas tal y como se nos representan, a ese velo de Maya 2 que no nos
permite ver el trasfondo de cada representación, en estos términos el filósofo afirma que
“El mundo es mi representación” (Schopenhauer, 2010, p.27). Así entonces, el trasfondo
que la representación no nos permite ver como explicación fundamental de los fenómenos,
es la cosa en sí o voluntad, el autor añade que: “… el cuerpo, tiene con aquello que no es
representación sino algo toto genere distinto de esta: voluntad.” (Schopenhauer, 2010, p.
186) . La voluntad – segundo término-, para Schopenhauer es un impulso que, en últimas,
ha funcionado como motor de todo lo que conocemos, es un querer insaciable que rige
también a la naturaleza generando la lucha de orgánicos: las especies más fuertes devoran a
las débiles, dándose así la cadena alimenticia. El ser humano como el orgánico más fuerte
se apropia de todo lo demás perteneciente a la naturaleza; inorgánicos y orgánicos. Es una
lucha que como resultado obtiene que la especie más fuerte es quien sobrevive, es decir; la
voluntad es un impulso que tiende a vivir, es una voluntad de vivir. Aun así, ¿funciona
igual la lucha entre los seres humanos?, ¿un sujeto asesina a otro para lograr sobrevivir sin
alguna consciencia de ello?

Podría resultar una contradicción la de aniquilar al otro para lograr vivir, llamándose esta
voluntad de vivir. Pues bien, Schopenhauer sopesa esto con su ética de la compasión.
Todos somos partícipes de una voluntad, así lo expresa al decir que: “Ese otro eres tú",

2
La doctrina del velo de Maya señala que este mundo visible es un hechizo provocado, una apariencia
inconsistente y al sueño. Maya es “el velo de la ilusión”, que envuelve la conciencia humana, provocando la
disociación y dispersión de lo idéntico en multiplicidad, y velando y distorsionando la unidad de la esencia
común al hacer que aparezca a nuestra vista como diversa y desigual. Estudio introductorio del El Mundo
como Voluntad y Representación.

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basado en las Upanisad, textos de la filosofía hindú. Este pensamiento manifiesta que
todos, sean animales, plantas, fuerzas universales y seres humanos, somos el otro porque
compartimos su esencia, una esencia magna que es la que nos impulsa a todo, esto
objetivado mediante nuestro cuerpo. La compasión, entonces, toma un papel cuando mis
actos no se miden según la dignificación como hombre/mujer, sino que me compadezco del
sufrimiento del otro porque él o ella, también soy yo. En Parerga y Paralipómena el
filósofo describe el fundamento de su ética así:

“Cada vez que entres en contacto con un hombre,…, no tomes en


consideración la maldad de su voluntad ni la limitación de su entendimiento ni
lo absurdo de sus conceptos; porque lo primero podría engendrar odio, y lo
segundo, desprecio hacia él: antes bien, ten a la vista únicamente sus
sufrimientos, su necesidad, su miedo, sus dolores; entonces te sentirás a fin a
él, simpatizarás con él, y en lugar de odio o desprecio, sentirás por él aquella
compasión que es la única ágape.” (Schopenhauer, 2009, 222)

En este sentido, hay un reconocimiento del otro, pero este, así como la compasión, solo se
dan por medio de la experiencia pues no se trata de lo que el ser humano piensa o media
moralmente mediante su razón para determinar un valor de la acción del mismo talante,
sino lo que hace en concreto para que pueda ser reconocido y compadecido por sus
circunstancias, y así determinar un valor moral a algo ya ocurrido. Los sufrimientos del
otro, las necesidades, sus miedos y sus dolores no pueden sino ser evidenciados en una
realidad cruda, que es la que percibimos fenoménicamente en simultaneidad con el motor
de la voluntad.

El valor moral para Schopenhauer, al igual que para Kant, recae en las acciones que se dan
desinteresadamente. Para el filósofo pesimista, este desinterés equivale a los hechos dados
sin motivación alguna (la motivación como uno de los grados de manifestación de la
voluntad)3; esto con el fin de que no sean actos cargados de una conveniencia egoísta, pero
3
“El motivo es la causalidad que ha pasado por el conocimiento, y la causa en el sentido más estricto”.
(Schopenhauer, 2010, p.150)

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¿qué acto no es motivado?, lo que determina verdaderamente un acto con valor moral no es
que no tenga motivo, ya que esto es imposible; más bien, es aquel que no tiene un motivo
egoísta, aquella acción que se realiza pensando en el bien común, entonces el asesinar a
otro, no es una acción verdaderamente moral debido a que esto es motivado pensando en
un yo sin el otro.

La noción de humanidad que sugiere la ética de Schopenhauer se caracteriza, al igual que


la de Kant por tener un carácter universal, en tanto que todos somos partícipes de la
voluntad; además la ética mencionada está fundamentada en un sentir por el otro, es allí
donde se aparta de la base abstracta de la moral kantiana. La compasión que pueda sentir
por el otro se da porque me identifico con lo que le ha ocurrido, y, de manera sincrónica, el
mismo acto compasivo también sucede mediante la experiencia, es así como podría ser
calificado el acto moral. Encima, la voluntad hace del ser humano alguien que sufre
constantemente porque el deseo insaciable provoca un ciclo insatisfactorio en el sujeto. La
noción de humanidad de la ética de Schopenhauer también permite determinar que los
actos volitivos no son únicamente irracionales, sino que la conciencia hace parte de la
mediación entre voluntad y razón. Así entonces, la concepción de humanidad de la ética de
la compasión que suscita la lectura de la misma es que: la voluntad es universal en tanto
que toda la humanidad la comparte; se fundamenta por medio de la experiencia, ya que su
cimiento es la compasión por el otro que también sufre; y, por último, aunque la voluntad
no pueda ser determinada por algo extrínseco a ella, el impulso puede ser controlado por
medio de la consciencia.

Para finalizar este apartado, cabe hacer algunas precisiones respecto de la categoría
voluntad. La primera de ellas es la importancia que tiene el cuerpo para este autor, pues
cumpliría la función de objetivar la voluntad, de tal manera que: “Todo verdadero acto de
su voluntad es al mismo tiempo e indefectiblemente también un movimiento de su cuerpo:
él no puede querer realmente ese acto sin percibir al mismo tiempo que este aparece como

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movimiento del cuerpo.” (Schopenhauer, 2010, 133); por lo tanto, no hay acto volitivo que
no suceda empíricamente. La segunda precisión es que, para Schopenhauer, la voluntad no
conoce de razón, de moralidad, pues todo está subordinado a ella, mas no está subordinada
a algo (en este caso, a la razón), es en sí misma, nada la determina más que ella sola, no
basta con cualificarla como buena, pues sin importar la acción llevada a cabo, sea como sea
calificado el facto, el valor moral está determinado por lo ocurrido, no por lo que la impulsó
a llevarla a cabo, es decir, la voluntad. En este sentido, siendo la voluntad objetivada y
“vista” en concreto, y adicional a esto, siendo ella en sí misma, daría paso para pensar
porqué el deber del imperativo categórico olvida la condición real y concreta de los
individuos.

III. Kant y Schopenhauer: racionalidad y realidad

Aunque Kant y Schopenhauer comparten la teoría metafísica como componente del mundo
(noúmeno), y de alguna forma determinan en su ética lo que se debe hacer y no cómo se
debe hacer, y además, exponen una concepción de ética que termina por caracterizarse
como universal (válida para todos), el punto a tratar es que Schopenhauer se acerca más a
determinar cómo el ser humano se comporta verdaderamente.
Por una parte, el ser humano no está obligado a actuar bajo el deber incondicionado que
sostiene el imperativo categórico. El deber incondicionado que sostiene Kant es
inconcebible, pues en el deber está contenido implícitamente un: “si no cumplo con ello,
entonces tendré estas consecuencias”, sin embargo, sin conocimiento del efecto de tal
incumplimiento o cumplimiento no tendría que haber un sometimiento a este deber.
Adicional a ello, el imperativo categórico kantiano funciona como uno de los
mandamientos establecidos en el Decálogo del cristianismo, es decir, el estar regido por
reglas tales como “no matar”, “no robar” o “no mentir” no significa que esto no se realiza
en nuestra realidad por más que el sujeto en su razón identifique esto como deber, esto

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significa que el acto volitivo no está sujeto a la razón. En términos de la máxima básica de
la ética kantiana, por ejemplo, yo no engañaría porque no desearía que todos lo hiciéramos,
pero ¿por qué no sería conveniente para mí engañar y que todos engañáramos si de allí
podría obtener beneficio alguno (y el propósito podría ser bien intencionado)?

Reitero, el valor moral – en este ejemplo, del engaño- solo sería otorgado hasta que el
hecho ocurra, además se da a conocer que el deber podría ser tan relativo como la moral,
pues la/s persona/s que engañan, en este caso, solo tiene/n en cuenta sus condiciones
subjetivas y motivadas para obrar de tal manera, pues esa es su creencia de deber.
Por lo tanto, no podría darse un valor moral absolutamente independiente de la experiencia,
pues este se determina a partir del facto, hecho que es motivado por las circunstancias
subjetivas, emocionales y relativas del individuo. La propuesta del filósofo pesimista
respecto de la fundamentación puramente abstracta de la moral es: “¡qué diferente sería este
de aquellas universales formas del conocimiento que él demuestra en la Crítica de la Razón
pura como existentes a a priori en nuestra conciencia, conciencia gracias a la cual podemos
expresar de antemano un tener que incondicionado, válido para toda experiencia posible!”
(Schopenhauer, 2000, 128)

Por otra parte, Schopenhauer reconoce que es bastante arriesgado que como seres
racionales determinemos la voluntad, y por ende, accionamos por y para el deber. El
filósofo de Danzing propone que el ser humano no es una composición neta de
racionalidad, también posee una irracionalidad que lo lleva a realizar actos, y, aclara que
los actos mediados por la Razón4 son asociados a la nobleza, mientras que si lo son
mediante su opuesto son relacionados con la maldad. Pero los actos de nobleza y de
maldad, pueden ser tan relativos que hacen que determinar su origen (racional o irracional)
sea realmente complejo, y en algunos casos contradictorio; por lo que Schopenhauer
reafirma que el meollo no es la razón, sino la conciencia que mide los actos a llevarse a
4
“Yo he definido la Razón como la facultad de los conceptos. Es toda esa clase particular de representaciones
generales y no abstractas que se simbolizan y fijan con palabras, lo que diferencia al hombre del animal y le
otorga dominio sobre la tierra” (Schopenhauer, 2000, 124)

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cabo porque esta no nos conlleva a accionar según un deber absoluto, sino un tener que, que
es incondicionado. Así hace mención el filósofo pesimista de Rousseau: “En todas las
cuestiones difíciles de la moral siempre me he sentido bien resolviéndolas por el dictamen
de la conciencia más que por las luces de la Razón” (Schopenhauer, 2000, 123).

Conclusiones

Es innegable que la filosofía de Schopenhauer está influenciada notablemente por la de


Kant, así entonces, a pesar de pertenecer a períodos históricos distintos, hay convergencias
cuyo fin prueba que está presente un hilo conductor entre el pensamiento del filósofo
pesimista y el del ilustrado. Puntos de encuentro tales como: una ética de carácter universal,
y, el fundamento de la composición del mundo en los términos: fenómeno y noúmeno,
generan un diálogo interesante entre los dos autores metafísicos. Aun así, Schopenhauer le
da un sacudón, enciende una alarma en la filosofía kantiana: por una parte, en cuanto a
filosofía, el fenómeno no es solo la representación de las cosas tal y como se nos presentan,
sino que es una apariencia; no es únicamente ver una flor, sino que hay algo tras ella que es
la razón por la que brotó, aquello que no se nos representa es la cosa en sí, la voluntad; y
por otra parte, la ética se caracteriza como universal para Kant en tanto que todos somos
seres racionales, para el filósofo de Danzig posee ese carácter porque es una ética
compasiva que, considero yo, pretende que mi constante sufrimiento sea compartido con el
otro, reafirmando entonces: que “ese otro eres tú”. De manera que, aunque ambos sean
metafísicos y dialoguen entre la Modernidad y la Contemporaneidad, también presentan
divergencias evidenciadas en la lectura de noción de humanidad que subyace al imperativo
categórico de Kant a partir de la teoría de Schopenhauer.

Ahora bien, la noción de humanidad que sugiere el fundamento de la ética de Kant, posee
las características; primero, de ser fundada alejada de la experiencia; y segundo, de que

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todos como seres racionales comprendamos adecuadamente el imperativo categórico, es
decir, la ley moral. En primer lugar, el imperativo categórico nos ofrece un accionar por y
para el deber incondicionado, que es contradictorio, puesto que un deber está condicionado,
es decir, a tal acción le corresponde una recompensa o un castigo, por lo que no se sabría,
en últimas, a qué tendría entonces que subordinarse la voluntad (en términos de Kant) –
haciendo la acotación de que esta no se subordina a nada porque simplemente es voluntad
en sí misma- . Este es un deber que está fundado de modo a priori, y que por consiguiente,
el valor moral de las acciones se determina de esta misma manera, puesto que nuestra
Razón siempre tendrá la intención de obrar según el deber. Y en segundo lugar, para Kant
el ser humano actúa guiado por el raciocinio lo que determina su voluntad, pero parece ser
que el filósofo olvida que los hechos mediados por la racionalidad contienen también
cargas emocionales, creencias subjetivas que hacen de las acciones planeaciones
magníficas que terminan por ser historias atroces; así son las estrategias de estrategias de
guerra, por ejemplo.

En paralelo la ética de Schopenhauer cuyo fundamento es el acto compasivo no puede


alejarse de la realidad concreta porque allí mismo se da el acción impulsada por el motor de
la voluntad. La voluntad es el pilar fundamental para la ética de la compasión, no como
individuada, sino como colectiva; tampoco puede ser subyugada porque ella es voluntad en
sí misma nada la determina, pero el motivo sí puede ser controlado, no bajo el raciocinio
como lo afirma Kant, sino por medio de la consciencia lo que conlleva a una acción que es
objetivada por medio del cuerpo. El filósofo pesimista afirma que puede hallarse una
contradicción al determinar los actos por medio de la razón, y opta al igual que Rousseau
por determinar el motivo según la conciencia.

Finalmente, Schopenhauer rescata esa parte pulsional y pasional que constituye la


naturaleza del hombre, pues debe decirse que estos factores que son tan propiamente
humanos hacen una realidad diferente para los individuos, ya que no hay únicamente un
deber en abstracto y mediado por la Razón que componga las acciones del hombre, al otro

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lado de la moneda también se encuentra esa irracionalidad impulsada por la emoción, por la
alegría, la tristeza, la ira o la venganza, que puede ser influyente al momento en el que la
consciencia me diga que tengo que hacer desinteresadamente y no que debo (en términos
del imperativo categórico); en ese sentido: “Seguramente, un hombre puede hacer lo que
quiere hacer; sin embargo, no puede determinar lo que quiere”, Schopenhauer.

Referencias Bibliográficas:

Ferrater, J. (2001). Diccionario de Filosofía K-P. Barcelona: Ariel.

Kant, I. (2007). Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. Buenos Aires:


Porrúa.

Schopenhauer, A. (2000). Crítica a la Filosofía Kantiana. Madrid: Trotta.

Schopenhauer, A. (2010). El Mundo como Voluntad y Representación. Madrid: Gredos.

Schopenhauer, A. (2009). Parerga y Paralipómena, Madrid: Trotta.

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