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Si bien tiende a entenderse que sismorresistente y

antisísmico son una misma cosa, hagamos la diferencia


estricta entre ambos conceptos.
En un post anterior hablábamos de por qué los edificios colapsan ante un sismo, de
cuál es la razón final que incide en que el sismo pueda o no derribar una edificación. Y
explicábamos que el factor fundamental es la relación entre la frecuencia propia del
edificio y la frecuencia de la onda sísmica.

Si estaban muy próximas, la aceleración del sismo se amplificaba en la edificación. Si


eran muy distintas -sobre todo si la del sismo era mayor que la propia del edificio-, la
aceleración que sufría el edificio podía fácilmente ser menor que la que el sismo
transmitía, mejorando considerablemente las posibilidades de que el sismo no
derribase la construcción. Este efecto de transmisión de la aceleración del sismo a la
aceleración del edificio se conoce como transmisibilidad.

Estructuras sismorresistentes y estructuras antisísmicas no son lo mismo, aunque


tengan la misma intención. Sismorresistente significa que debe resistir los esfuerzos
provocados por un sismo, lo cual afecta a toda edificación en zona sísmica y se ciñe
estrictamente a que cuando suceda un terremoto el edificio no colapse, sea cual sea
su naturaleza. Así, por ejemplo, en la norma sismorresistente española se aplican
reglas y limitaciones a las estructuras de edificios según sus tipos estructurales y, muy
importante, su configuración geométrica.

Por otro lado, antisísmico significa que está específicamente pensado no ya para
resistir el sismo, sino para mitigar su efecto. Es decir, para que el sismo le afecte lo
menos posible. También habrá de ser sismorresistente, pero en tanto su diseño mitiga
el efecto del sismo, los esfuerzos provocados por éste serán menores. Esta es la
diferencia fundamental: hacer que el efecto del sismo sobre la edificación sea el menor
posible.

Pues el diseño antisísmico se basa fundamentalmente en conseguir que la frecuencia


propia del edificio sea baja en relación a la del sismo, aparte de otras estrategias que
permiten que el efecto del sismo se disipe y provoque menos esfuerzos en la
edificación. Estas otras estrategias suponen aligerar el peso propio cuanto sea posible
-puesto que la fuerza sísmica es proporcional a la masa en movimiento-, hacer diseños
simétricos en dos direcciones ortogonales en planta y otros basados en la tipología
estructural, donde lo básico es que la estructura resulte dúctil, es decir, que pueda
deformarse considerablemente sin que los esfuerzos en ella aumenten.
Para lo que se refiere a controlar el efecto del sismo por separación de la frecuencia
propia de la estructura respecto de la del sismo, se consigue actualmente mediante
amortiguadores o disipadores dinámicos. Es decir, haciendo que en la transmisión de
la aceleración sísmica al edificio se interpongan elementos que absorban parte de la
energía del sismo o mediante masas que puedan moverse y que induzcan una
vibración contraria a la que el sismo provoca.

Por tanto, la diferencia entre estructuras sismorresistentes y estructuras antisísmicas


es que las estructuras antisísmicas son las pensadas para que el efecto del sismo sea
el menor posible y las sismorresistentes son las que hayan de soportar los esfuerzos
de sismo, mayores cuanto menos antisísmicas sean en su diseño.

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