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ARTÍCULO DE PRENSA

EJEMPLO DE UNA DE LAS CAUSAS DE LA DESTRUCCÓN DEL PATRIMONIO: INCENDIOS

TÍTULO: LOS INCENDIOS DEL TEATRO DE MURCIA

“Al joven Antonio Garríguez le costó la vida una manta. Y no contendrían los
calendarios suficientes días para que sus desolados padres llegaran a comprender por
qué demonios decidió regresar al infierno del Romea cuando ya estaba a salvo en la
plaza. Antonio fue la única víctima del segundo incendio del teatro, acaecido el 10 de
diciembre de 1899. El primero, el 8 de febrero de 1877, sucedió de madrugada. Pero
ambos arrasaron el edificio.

La orquesta, al mando de Mirete, continuó interpretando una pieza. Este acierto evitó
una trágica desbandada, que ya nadie logró detener cuando una lengua de fuego
comenzó a devorar una bambalina. El caos fue absoluto. Las llamas se extendieron por
el escenario mientras el humo inundaba todo el teatro, complicando la salida de los
espectadores, entre los que se encontraban muchos niños.

Las campanas de las parroquias, como era costumbre, tocaron a fuego. Y la descripción
en la prensa de la época es terrorífica. El 'Diario de Murcia' explicaría que «inmensas
llamaradas de fuego y humo se elevaban en horribles oleadas que, empujadas por el
leve viento de Poniente, desprendían carbonizados fragmentos y una espesa lluvia de
brasas llegaron hasta las calles Zambrana y San Lorenzo».

La ciudad en pleno se dirigió al teatro, creyendo encontrar «un montón de llamas y


cadáveres». No era para menos. La magnitud del incendio fue memorable. Los
cronistas describieron que la torre de la Catedral se iluminó por las llamas y desde la
estación de Orihuela «viajeros procedentes de Alicante creyeron que ardía la
población de Murcia entera».

La destrucción, pese a la gravedad del suceso, no fue total. La parte delantera del
edificio, el salón de espejos y otras dependencias, no sufrieron daños. En cambio, el
techo del patio se desplomó sobre las butacas y solo se mantuvieron en pie las
columnas de hierro que sujetaban los diferentes pisos.
La compañía eléctrica se apresuró a señalar que la causa del incendio debió ser «una
cerilla o una punta de cigarro», aunque los testigos insistían en que las llamas
surgieron como consecuencias de un extraño relámpago que iluminó la escena. Un
fallo eléctrico, al parecer, desencadenó el siniestro”.

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