Está en la página 1de 36

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Psicología

Tesis de Licenciatura

en Psicología

✓ Alumna: Ana Menegotto


LU: 22.110.217-0
✓ Tutora: Lic. Carolina Andrea Fiochi
LU: 36.859.244

Tema a desarrollar:

El síntoma del niño como consecuencia del


Otro caído de su función

1
INDICE

Introducción........................................................................................................3

Hipótesis..............................................................................................................3

Objetivo principal...............................................................................................3

Objetivos específicos........................................................................................3

Antecedentes y marco teórico general............................................................4

Metodología.........................................................................................................6

Estado del Arte...................................................................................................7

Desarrollo............................................................................................................8

Apartado 1...........................................................................................................8

1.1 Síntoma en Freud........................................................................................8

1.2 El síntoma antes y después del Edipo......................................................10

1.3 “El Otro” y el síntoma en Lacan................................................................13

Apartado 2.........................................................................................................15

2.1 El tiempo lógico según Lacan...................................................................15

2.2 Los tiempos del sujeto...............................................................................17

2.3 Las funciones del Otro primordial.............................................................19

2.4 La función del Otro de la Ley en la constitución del Edipo.......................22

Apartado 3.........................................................................................................24

3.1 El síntoma fóbico como consecuencia del encuentro con la castración. .24

3.2 El historial de Juanito................................................................................25

Conclusiones....................................................................................................29

Bibliografía........................................................................................................31

2
Introducción

El presente trabajo de investigación tiene como tema principal el síntoma en el


niño y su relación con las funciones parentales. El interés por este tema surge
a partir de la Práctica Profesional “La Clínica en la Emergencia”, y de los casos
clínicos analizados durante mi paso en el Hospital Carlos G. Durand. Tanto
durante las admisiones como en las supervisiones y en las interconsultas pude
observar cómo los llamados “síntomas” en los niños, aquellos por los cuales
padres, juzgados, escuelas se hacían eco obligándolos a iniciar la demanda, se
hallaban de alguna manera conectados a los padres. Cada vez que en los
consultorios externos del hospital se acercaban padres por determinada
problemática relacionada con sus hijos, se podía observar que en aquella
sintomatología existía una huella parental muy definida y que, al mismo tiempo,
tenía la particularidad de permanecer velada para ellos. Esto fue lo que me
llevó a indagar sobre el síntoma del niño y la relación existente con las
funciones parentales.

En “Dos notas sobre el niño” (1969), Lacan postula que el síntoma en el niño
puede responder a dos razones: a lo sintomático en la estructura familiar o a la
posición del niño como objeto en el fantasma materno. Está claro que para
Lacan el síntoma del niño siempre se encuentra en relación con otro, sin
embargo, no relaciona directamente el síntoma con las funciones parentales
fallidas. La hipótesis que se explora en este trabajo es que el síntoma en el
niño puede ser consecuencia del Otro caído de su función.

Hipótesis

 El síntoma en el niño es consecuencia del Otro caído de su función. 

Objetivo principal

 Dar cuenta de qué manera el síntoma del niño está relacionado con la
función del Otro del niño.

Objetivos específicos

3
 Ubicar el concepto de síntoma en Freud y Lacan y relacionarlo con el
Otro.
 Diferenciar el concepto de síntoma antes y después del complejo de
Edipo.
 Describir los tiempos del sujeto y la función parental en cada uno de
ellos.
 Desarrollar el historial de Juanito a la luz de los tiempos lógicos del
sujeto y conceptualizando las funciones parentales fallidas.

Antecedentes y marco teórico general

Esta tesis de grado será abordada desde una perspectiva psicoanalítica con
orientación lacaniana. El texto que guiará la investigación será “Dos notas
sobre el niño” escrito por Jacques Lacan y entregado a Jenny Aubry, psiquiatra
y psicoanalista francesa, en octubre de 1969. El texto fue publicado en el año
1983 en el libro “Intervenciones y textos 2” de Lacan. En él, Lacan aborda el
síntoma del niño desde dos perspectivas: por un lado, nos dice que el síntoma
del niño es el representante de la verdad de la pareja y, como tal, el niño
responderá en función del modo que tengan los padres de relacionarse
dejando al descubierto aquello sintomático en la estructura familiar. Por otro
lado, nos habla de la posición de objeto que el niño ocupa en el fantasma
materno. De esta manera, el niño revelará algo de dicho fantasma y no se
encontrará con su propia castración hasta tanto no opere la función paterna
que proporcione un corte al goce materno. Esta separación es la que propicia
el encuentro con la castración, es decir, con el deseo y con la falta en el Otro.
Es así como nos encontramos con el nudo de la neurosis infantil: el encuentro
del sujeto con la castración. Este proceso tiene un comienzo y un final, siendo
el comienzo el encuentro con la falta en el Otro y su final la salida a través de la
represión. Se trata de pasar de ser el objeto del deseo del Otro materno a ser
sujeto de un deseo propio anudado a la ley, facilitada por la función paterna.

Resulta necesario hacer primero una distinción entre los conceptos de neurosis


infantil y neurosis en la infancia. El primero remite a la neurosis de los adultos,
al armado del fantasma, de la trama edípica constituida en la infancia. Por el
contrario, cuando se habla de neurosis de la infancia se hace referencia a la

4
neurosis de los niños. En el texto “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Freud
establece que ciertas fobias de los niños más pequeños se terminan disipando
a medida que éstos van creciendo, entendiendo así la neurosis de la infancia
como episodios regulares del desarrollo. A su vez, indica que todo niño
atraviesa una neurosis infantil, que será el núcleo de la neurosis adulta. Dado
que no hay ningún significante que dé cuenta de la diferencia de los sexos en
el inconsciente, el encuentro con la castración produce respuestas
sintomáticas. Todo sujeto atraviesa inevitablemente este pasaje y la forma
particular de hacerlo marcará la manera en que más adelante dicho sujeto
responderá a los avatares que se le presenten en la vida. Para comenzar
parece importante definir el concepto de síntoma. En forma general, se podría
decir que para el psicoanálisis un síntoma sería aquello que aparece como
malestar para un sujeto, algo que lo interroga, algo que insiste y se repite más
allá de su voluntad. Adicionalmente, si entendemos al síntoma como una
producción psíquica en la que está implicado el proceso de represión luego de
haber atravesado el complejo de Edipo, cabe entonces cuestionarnos sobre
aquellos síntomas que aparecen en niños más pequeños, ¿se puede hablar de
síntoma antes del Edipo? ¿Ante qué tipo de síntomas nos encontramos? ¿Qué
papel juegan las funciones parentales anteriores al Edipo?

Este planteo nos llevará a repasar en qué momento se puede hablar de sujeto
emergente, a preguntarnos también sobre el surgimiento del inconsciente, y
sobre cuándo es posible hablar de subjetivación en el niño. El sujeto del
inconsciente no se manifiesta de un día para el otro, tampoco aparece de forma
cronológica como podríamos pensarlo desde la biología. El sujeto emerge en
tiempos lógicos. Para cada tiempo lógico hay una función parental específica
para la cual puede pensarse sus consecuencias. La no operación de la función
Nombre del Padre implica una estructura determinada del aparato psíquico, lo
cual no es un síntoma en sí. Esto nos llevaría a concluir que no todas las
funciones parentales están directamente relacionadas con la conformación de
síntomas, motivo por el cual resulta imperativo definir cuáles serían entonces
las funciones parentales que desatan el síntoma en el niño. Una manera de
responder a este interrogante es analizando el caso Juanito: qué función
parental no “funcionó” para que se desatara la fobia. ¿Puede hablarse en

5
Juanito de su síntoma como aquello que no funciona en la pareja, es decir, lo
sintomático en la estructura familiar o como una respuesta a las funciones que
fallaron tanto en la madre como en el padre?

Por su parte, Silvia Bleichmar retoma la hipótesis freudiana por la cual la


represión funda la diferencia entre el sistema inconsciente y el preconsciente-
consciente, lo cual lleva a suponer que el inconsciente tiene tiempos de
fundación. Al mismo tiempo, realiza una redefinición del concepto de neurosis
en la infancia partiendo de la concepción de un sujeto en estructuración.

Las funciones parentales serán abordadas desde la conceptualización de


Mariela Weskamp en su libro “Lecturas de niños en análisis” (2017). Teniendo
en cuenta los tiempos de estructuración subjetiva en el niño, su relación con los
primeros cuidados y la interacción que mantiene con su Otro primordial, se
realizará un recorrido detallado sobre cada una de las funciones que resultan
estructurantes y cuyas fallas pueden tener consecuencias desafortunadas en la
emergencia subjetiva.

Teniendo en cuenta lo expuesto hasta el momento, la pregunta problema que


guiará el desarrollo de este trabajo será revelar si existe relación entre el
síntoma del niño y el otro caído de su función. 

Metodología

El presente trabajo es un diseño de investigación conceptual de tipo cualitativo,


no experimental. Se realizará un rastreo o exploración bibliográfica tanto de la
teoría freudiana como lacaniana sobre los conceptos implicados en el
desarrollo de la pregunta problema.

En el primer apartado se tendrán en cuenta los desarrollos teóricos


conceptuales sobre el síntoma desde la teoría freudiana, realizando un
recorrido que permita identificar los cambios y las reformulaciones que fue
atravesando en la construcción de su teoría. Al mismo tiempo, se planteará la
diferencia entre el síntoma como satisfacción pulsional reprimida y los síntomas
no neuróticos en función de la conceptualización de Silvia Bleichmar.

En el segundo apartado, se abordará el concepto sobre la construcción del


sujeto en tiempos, cuya base se encuentra en los Escritos 2 de Lacan: “El

6
tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, y que
más tarde, Alba Flesler desarrolla con mayor profundidad en su libro “El niño en
análisis y el lugar de los padres”, relacionando dicha construcción con las
funciones parentales.

Más adelante, en un tercer apartado, el desarrollo estará enfocado en ubicar y


describir el historial de Juanito y las funciones parentales fallidas que allí se
logran identificar, relacionando los conceptos de síntoma y constitución
subjetiva.

A lo largo de todo este trayecto conceptual utilizaré teoría adquirida durante


toda mi formación universitaria y tomada de distintos autores contemporáneos,
tales como Jacques-Alain Miller, Silvia Salman, Mario Goldenberg, Mariela
Weskamp, Erik Porge, entre otros.

Estado del Arte

A continuación, se revisarán los desarrollos teóricos de investigaciones


recientes. Algunos de ellos serán utilizados para dar cuenta de la temática
elegida en esta tesis:
 Mario Goldenberg (compilador- 2015) en el libro “La puesta en juego del
síntoma. Clínica con niños y adolescentes”, realiza un análisis de los
conceptos lacanianos basados en el texto de Lacan “Dos notas sobre el
niño”. Hace también un recorrido por los tiempos del Edipo y las
funciones parentales tomando como base el caso Juanito.
 Luciano Lutereau en una conferencia en la Universidad Academia de
Humanismo Cristiano sobre “Lo infantil en nuestra época: síntomas
actuales de los niños” (2017), hace una descripción entre los síntomas
infantiles cada vez más tempranos que se presentan en la clínica.
Realiza a su vez, un recorrido por los distintos tiempos que atraviesa el
niño en su constitución subjetiva.
 Alba Flesler en su libro “En niño en análisis y el lugar de los padres”
(2007), describe la relación entre el síntoma en el niño y las funciones
parentales argumentando, en un marco psicoanalítico, que el sujeto
transcurre en tiempos y que la tarea del análisis consiste en atender a la

7
especificidad de cada uno de ellos para poder intervenir desde el plano
simbólico, real o imaginario.
 Silvia Salman en su libro “Psicoanálisis con niños: los fundamentos de la
práctica” (2005) establece tres modalidades del síntoma en el niño
directamente relacionadas con distintos modos de acción de los padres:
el niño como síntoma de la relación entre los padres, el niño ubicado
como objeto en el fantasma materno y el síntoma del niño como
producción propia habilitado por el mecanismo de represión ya instalado
en el yo.
 Alberto Jerusalinsky en una serie de conferencias mantenidas en Quito,
Ecuador en 2002, que luego fueron publicadas en el libro “Para entender
al niño. Claves psicoanalíticas” realiza una descripción de la relación del
sujeto con el significante como marca diferencial entre la clínica de niños
y la de adultos. En su libro, define a la práctica analítica con niños con el
término “psicoanálisis de niños”, nombre que enfatiza la especificidad de
dicha práctica. Enumera y explica las tres razones para considerar su
especificidad: la relación con el síntoma, la temporalidad y la
transferencia. Los primeros dos pilares serán desarrollados en este
trabajo, dejando para un futuro el desarrollo del concepto de
transferencia.

Desarrollo

Apartado 1

1.1 Síntoma en Freud

En un primer momento, Freud entendía al síntoma como una producción del


inconsciente destinado a lograr que los contenidos reprimidos sean admitidos
en la conciencia. En “Las neuropsicosis de defensa” (1894), postula que el
síntoma es un testimonio del conflicto psíquico a raíz del cual, frente a una
representación inconciliable, la defensa opera mediante el divorcio de la
representación y el afecto (Freud, 1894), ya que ambos tienen destinos
diferentes: mientras la representación permanecerá segregada de la
conciencia, el afecto podrá trasponerse o desplazarse. Más tarde, en el
Manuscrito K (1896), se plantea que una vivencia sexual prematura infantil

8
adquiere eficacia traumática cuando, al atravesar la pubertad, es despertada
como recuerdos inconscientes. Pone el ejemplo del caso Emma, en quien el
síntoma se genera por una vivencia en la pubertad que despertó la vivencia
sexual de la infancia hasta ese momento, traumática.

Más tarde, en “Tres Ensayos para una teoría sexual” (1905), va a redefinir el
concepto de trauma entendido como una vivencia acontecida por factores
externos al sujeto, por el concepto de pulsión. Freud dirá:

“El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una
fuente continua de excitación y de satisfacción sexuales a partir
de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa
persona —por regla general, la madre— dirige sobre el niño
sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y
lo mece, y claramente lo toma como sustituto de un objeto
sexual de pleno derecho” (Freud, 1905, p.203).

Esto nos conduce a pensar que el Otro primordial, es decir, el de los primeros
cuidados, convierte los bordes del cuerpo en zonas erógenas a partir de su
libidinización.

En el mismo escrito, Freud introduce la idea de la fantasía relacionada con la


vida sexual y al servicio del sujeto con el fin de obtener una ganancia de
satisfacción en el momento en que la práctica masturbatoria queda reprimida.
Este concepto echará luz sobre el historial de Juanito, cuya fobia encuentra
sentido en estas prácticas masturbatorias recién mencionadas. En el texto
recientemente citado Freud explica:

“La práctica sexual infantil (sea espontánea o provocada)


marca la dirección que seguirá la vida sexual tras la madurez. …
entre los síntomas y las impresiones infantiles se intercalaban
las fantasías (invenciones de recuerdos) de los enfermos, casi
siempre producidas en los años de la pubertad” (Freud, 1905,
p.266).

En el texto “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” (1908),


Freud toma el ejemplo de la masturbación infantil que, en principio, surge

9
independientemente del fantasear y es posteriormente ligada con esta. En
principio, esta acción presentaba un carácter puramente autoerótico destinado
a conseguir placer de una zona erógena. Luego, el acto masturbador crea una
soldadura entre la evocación de una fantasía, relacionada con los objetos
edípicos, y la satisfacción sexual (placer de órgano).

“Cuando luego la persona renuncia a esta clase de


satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma, de
consciente que era, deviene inconsciente. Y si no se introduce
otra modalidad de la satisfacción sexual, si la persona
permanece en la abstinencia y no consigue sublimar su libido,
vale decir, desviar la excitación sexual hacia una meta superior,
está dada la condición para que la fantasía inconsciente se
refresque, prolifere y se abra paso como síntoma patológico”
(Freud, 1908, p. 143).

Según esta conceptualización, se pueden extraer dos conclusiones: la primera


es que luego de la renuncia a la masturbación infantil aparecen los síntomas y
en segundo lugar que entre la masturbación infantil y el síntoma se intercala la
fantasía.

Años más tarde, en “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Freud señala la


diferencia entre síntoma e inhibición, refiriéndose al síntoma como un proceso
patológico mientras que la inhibición es la limitación de una función que no
llega a desarrollarse por completo.

“Acerca de las inhibiciones, podemos decir entonces, a


modo de conclusión, que son limitaciones de las funciones
yoicas, sea por precaución o a consecuencia de un
empobrecimiento de energía. Ahora es fácil discernir la
diferencia entre la inhibición y el síntoma. Este último ya no
puede describirse como un proceso que suceda dentro del yo o
que le suceda al yo” (Freud, 1926, p. 87).

El síntoma es impedimento y es goce substitutivo, montado a partir de


experiencias vistas y oídas tempranamente por el sujeto en su infancia.

10
De acuerdo con lo desarrollado hasta el momento, y entendiendo al síntoma
como una moción pulsional reprimida, cabe preguntarnos en qué momento del
proceso de estructuración subjetiva en el niño es posible hablar de síntoma.

1.2 El síntoma antes y después del Edipo

Luciano Luteraeu, en la Conferencia sobre “Lo infantil en nuestra época:


síntomas actuales de los niños” (2017), establece que hoy en día en la clínica
muchos padres consultan por síntomas en niños cada vez más pequeños:
chicos que llegan a los tres años sin controlar esfínteres o con problemas de
alimentación, con trastornos del sueño, etc. En muchos de estos casos el niño
no ha atravesado aún el complejo de Edipo, complejo nuclear de la neurosis.

Más adelante en este trabajo, se hará hincapié en la importancia de la función


del Otro primordial en el armado del cuerpo, concepto que está íntimamente
ligado al de la pulsión. En “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915), Freud
define a la pulsión como un “concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático,
como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del
cuerpo y alcanzan el alma” (Freud, 1915, p.108). Al mismo tiempo, establece
cuatro destinos para la satisfacción de la pulsión: la represión, el trastorno a lo
contrario, la vuelta a la propia persona y la sublimación. Lutereau cita algunos
ejemplos para ilustrar el sadismo y el masoquismo de la pulsión. Aquellos niños
que pegan o muerden exteriorizando el trastorno a lo contrario y que, al mismo
tiempo, buscan hacerse castigar deliberadamente, demostrando así la forma en
que la pulsión se vuelve contra sí mismo. La sublimación, por otra parte,
entendida como la conversión en algo socialmente aceptable, puede verse más
fácilmente durante el período de latencia, momento en que las mociones
pulsionales quedan apagadas hasta el nuevo despertar sexual en la pubertad.
Pero ¿qué pasa con la represión? ¿En qué momento comienza a operar en un
niño? ¿Podemos hablar de un niño en proceso de subjetivación que ya cuente
con este mecanismo? Si la represión comienza a operar a partir del
atravesamiento del Complejo de Edipo, ¿es posible hablar de síntomas en la
infancia según la conceptualización freudiana de moción pulsional reprimida?

Para clarificar esta cuestión, se pueden utilizar los escritos de Silvia Bleichmar,
“En los orígenes del sujeto psíquico” (1986). Allí explica las dificultades que

11
encontró en la clínica de niños a principios de los años 70, momento en el cual
se introdujeron lecturas teóricas que hacían cada vez más confusas las
acciones de los analistas, llegando en algunos casos a quedar limitados por
tener más información sobre lo que no se podía hacer y no tanto sobre lo que
sí se podía (Bleichmar, 1986). Por este motivo se vio en la necesidad de
redefinir la neurosis en la infancia partiendo de la concepción de un sujeto en
estructuración ubicando el concepto de represión originaria y su lugar en la
constitución del aparato psíquico. La infancia es un proceso complejo en el que
el aparato psíquico se va estructurando intersubjetivamente, es decir, en la
acción o no-acción de los referentes parentales, dicho con sus palabras: “la
tópica psíquica se constituye en el marco de la tópica intersubjetiva que el
Edipo define con su estructura” (Bleichmar, 1986, p.23), y agrega:

“… el hecho de que el sujeto psíquico que se ofrece al


conocimiento psicoanalítico sea un sujeto en conflicto, marcado
por la escisión, no implica que esto sea así desde los orígenes, o
al menos con las mismas características a lo largo de su
procesamiento” (Bleichmar, 1986, p.23).

Desde esta perspectiva se puede observar la importancia estructurante que


tiene para el niño la relación con el otro y cómo de dicha relación, las funciones
fallidas pueden causar los síntomas infantiles.

Ahora bien, en Inhibición, síntoma y angustia (1926) Freud establece que el


síntoma es

“…indicio y sustituto de una satisfacción pulsional


interceptada, es un resultado del proceso represivo. La represión
parte del yo, quien, eventualmente por encargo del superyó, no
quiere acatar una investidura pulsional incitada en el ello.
Mediante la represión, el yo consigue coartar el devenir
consciente de la representación que era la portadora de la
moción desagradable”. (Freud, 1926, p. 87).

Adicionalmente, y en el mismo texto, Freud señala la diferencia entre síntoma e


inhibición, refiriéndose al síntoma como un proceso patológico mientras que la

12
inhibición es la limitación de una función que no llega a desarrollarse por
completo.

“Acerca de las inhibiciones, podemos decir entonces, a


modo de conclusión, que son limitaciones de las funciones
yoicas, sea por precaución o a consecuencia de un
empobrecimiento de energía. Ahora es fácil discernir la
diferencia entre la inhibición y el síntoma. Este último ya no
puede describirse como un proceso que suceda dentro del yo o
que le suceda al yo” (Freud, 1926, p. 87).

Por otro lado, y refiriéndose a la angustia que también se verá en el historial de


Juanito, Freud agrega que la misma “…no es producida como algo nuevo a raíz
de la represión, sino que es reproducida como estado afectivo siguiendo una
imagen mnémica preexistente” (Freud, 1926, p.90).

Según lo expuesto, cabe entonces preguntarnos si los síntomas infantiles que


ocurren durante la primera parte del proceso de constitución subjetiva pueden
ser puestos al mismo nivel que los descriptos como consecuencia del proceso
de represión.

De acuerdo con la hipótesis freudiana en Metapsicología (1915), es la


represión aquello que separa los sistemas consciente-preconsciente del
inconsciente. Consecuentemente, represión e inconsciente son solidarios. Allí
nos dice que la represión no está dada originariamente como mecanismo de
defensa, sino que surge luego de haberse establecido la separación entre la
actividad anímica consciente e inconsciente; el objetivo es mantener alejado de
la consciencia aquellos elementos que causan displacer. Una de las
consecuencias del proceso de represión serán los síntomas. Anterior a ello, los
otros destinos pulsionales (trastorno a lo contrario y vuelta sobre sí mismo) son
los que pueden actuar como defensa. De esta manera, postula Bleichmar,
“manifestaciones conductuales de los niños no pueden ser entendidas en sí
mismas como síntomas en el sentido psicoanalítico… más bien pueden
identificarse como conductas no neuróticas” (Bleichmar, 1986, p.24/p.37).
Mariela Weskamp esclarece este tema argumentando que el síntoma es

13
aquello que lleva al sujeto a demandar un saber a un analista suponiendo que
éste puede ayudarlo a aliviar su sufrimiento, por lo tanto, se podría decir que

“el síntoma es posible en un tiempo lógico de la


subjetivación que implica haber atravesado la castración, por lo
tanto, es posible situarlo recién a partir de la latencia. En mi
práctica con niños pequeños, encuentro que muchas de las
manifestaciones y de los padecimientos responden a la
inhibición y no son una formación sintomática” (Weskamp, 2017,
p.141).

En el párrafo anterior, se mencionaba el carácter intersubjetivo del aparato


psíquico durante su estructuración, esto es, hasta la salida del complejo de
Edipo, según la constitución subjetiva que se desarrollará más adelante. En “El
psicoanálisis precoz” (1975), Diatkine y Simon plantean que “el concepto de
neurosis y al mismo tiempo el de la cura psicoanalítica supone la
internalización del conflicto, es decir, una contradicción entre el yo, el ello y el
superyó”, es decir que la neurosis es un conflicto intrapsíquico, razón por la
cual no es posible hablar de neurosis infantil hasta tanto no se haya constituido
y estructurado el aparato psíquico en su totalidad, momento al que se llega una
vez atravesado el complejo de Edipo.

1.3 “El Otro” y el síntoma en Lacan

Hasta aquí se ha realizado la distinción del concepto síntoma a partir de la


teoría freudiana, entendiendo al mismo como resultado del mecanismo de
represión. Sin embargo, y por una cuestión simplificadora, se utilizará el
término síntoma indistintamente, ya sea como síntoma propiamente dicho o
como inhibición. Habiendo hecho esta aclaración será necesario abordar el
síntoma desde una concepción lacaniana y con relación al Otro primordial para
luego incursionar en las funciones.

En la teoría lacaniana no se puede pensar al síntoma del niño como algo


aislado, sino como un elemento que guarda estrecha relación con un Otro.
¿Cómo damos cuenta del Otro y de la función vital que tiene en la
estructuración de la subjetividad en el niño? A diferencia de los animales, en

14
los humanos no hay instinto, esto implica que para colmar una necesidad el
sujeto deba pedirlo, y para pedirlo debe hacerse entender. No obstante, al
hacerlo se le presenta el lenguaje como obstáculo. La noción de lenguaje en
Lacan es el punto de entrada a su teoría. Para dar cuenta del significante,
Lacan dará vuelta el signo lingüístico de Saussure (D’Angelo, 2016).

“Nuestra definición del significante (no hay otra) es: un


significante es lo que representa al sujeto para otro significante.
Este significante será pues el significante para el cual todos los
otros significantes representan al sujeto: es decir que, a falta de
este significante, todos los otros no representarían nada.”
(Lacan, 1975, p.779).

Para comprender la lógica del significante en Lacan es necesario definir que la


estructura está formada por significantes articulados de manera tal que, si uno
cambia, cambia también la totalidad de la estructura. Al mismo tiempo, define la
estructura como un sistema abierto en donde siempre hay un elemento que
falta, un real que es imposible de significar. La estructura a la que se refiere es
la del sujeto no en su totalidad. Y agrega: “Si fuéramos totales, cada uno sería
total por su lado y no estaríamos aquí, juntos, tratando de organizarnos”
(Lacan, 1954, p.365). Por el contrario, se refiere a la singularidad que cada uno
encuentra en la posibilidad que brinda el significante. Ahora, los significantes le
son dados al sujeto por su relación con el Otro, entendiendo al Otro como el
tesoro de los significantes, el lugar desde donde le vienen los significantes que
definen al sujeto. Es en la existencia del Otro como lugar simbólico que se
funda al sujeto. “El Otro es precisamente el lugar del tesoro, digamos, de
aquellas frases, incluso de aquellos prejuicios sin los cuales la agudeza no
puede cobrar valor y fuerza” (Lacan, 1957, p.121). El Otro ocupa un lugar
determinante para la existencia del sujeto, por tal razón, el campo del
significante es el campo del Otro. Entonces, de lo que se trata en Lacan es de
la primacía del significante que, a diferencia del signo lingüístico saussureano,
aparece en la parte superior del algoritmo representado por la letra “S”
mayúscula, mientras que en la parte inferior aparece el significado,
representado por la letra “s” minúscula, como aquello a descifrar.

15
Así, retomando lo dicho anteriormente, un sujeto debe hacerse entender para
pedir aquello que necesita estableciéndose un circuito: la necesidad, el pedido
por medio del cual debe hacerse entender, la producción del mensaje y la
sanción del código. La función del Otro como tesoro del significante es
precisamente la sanción del código que deriva de la producción del mensaje
del sujeto.

“Lo dicho hasta ahora nos lleva al Otro de la primera


dependencia: la madre, que es quien primordialmente encarna al
Otro. Es en la madre como función donde el sujeto se encuentra
con el significante -de ahí que se hable de lengua materna-, no
con el código de la madre sino con el lugar del Otro que la
madre encarna. El sujeto más que con la madre se encuentra
con el significante en la madre. En tanto ella encarna al Otro, el
sujeto puede tener la ilusión de una relación intersubjetiva,
cuando en verdad se encuentra con la radical alteridad del
significante”. (D’Angelo, Carbajal, Marchilli, 2016, p.39).

De esta manera, la función del Otro determina la posición del sujeto.

Con respecto al síntoma, en sus primeras enseñanzas, Lacan dice que está
determinado por su naturaleza simbólica. El síntoma es todo lenguaje. Es
también desde esta perspectiva que puede pensarse al síntoma como metáfora
al identificar los desplazamientos significantes que entran en juego. Esta
concepción implicaba que el síntoma en la cura analítica debía ser interpretado
como un mensaje que debía descifrarse. De esta manera, el sentido y la
verdad podían ser encontrados en la historia del sujeto y en las distintas
transformaciones de su desarrollo constitutivo. En el Seminario 11, “Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Lacan establece que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje, concepto que lo llevó a
considerar el síntoma desde el punto de vista de la represión. En una entrevista
concedida al periódico L’Express en 1957, Lacan relaciona al síntoma como
una verdad reprimida que hablará desde otro lugar. Se trataba de considerar el
síntoma como retorno de lo reprimido, al mismo tiempo que ponía en primer
plano la verdad como causa. Lacan también entiende al síntoma como portador
de un sentido que sólo puede interpretarse de forma correcta en función de las
16
primeras experiencias ligadas a la realidad sexual. A partir de esto Lacan va a
sostener que no todo síntoma es descifrable, por cuanto hay una cara de goce,
además de la de sentido. De esta forma, introduce también la dimensión del
síntoma como real. Lo real del síntoma en la enseñanza de Lacan entró con el
cuerpo. Considerar el síntoma como goce exige la presencia del cuerpo porque
el goce no es pensable sin la referencia al cuerpo. Esto podrá verse
ejemplificado en el apartado 3 con el caso Juanito.

Apartado 2

2.1 El tiempo lógico según Lacan

Para dar cuenta de la estructuración del sujeto como tal, Lacan plantea un
problema de lógica en su texto “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre
anticipada. Un nuevo sofisma” (1975). Allí incluye la dimensión temporal
contraponiéndola dialécticamente con el tiempo cronológico. Utiliza la metáfora
de los tres presos y los cinco discos para plantear su tesis. El problema se
presenta de la siguiente manera: El director de una prisión convoca a tres
presos y les plantea un problema de lógica que en caso de resolverlo los
llevará a obtener la libertad. El director les dice que tiene cinco discos: dos
negros y tres blancos. Colocará un círculo en la espalda de cada uno de ellos
de manera tal que todos puedan ver los discos ajenos sin poder ver el propio.
Aquel prisionero que averigüe qué color lleva en la espalda deberá aventurarse
hacia la puerta, el primero en llegar y luego de dar una argumentación lógica
sobre cómo llegó a su respuesta, obtendrá su libertad. Finalmente, los tres se
abalanzan a la salida al mismo tiempo. Sin entrar en la resolución del acertijo,
se procederá a señalar las conclusiones. El razonamiento que dieron los tres
presos para su resolución implicaba tres tiempos. Fue a través de la
observación de las conductas de los otros, que cada uno pudo deducir su color.
La información que los presos utilizaron para resolver el acertijo se generó en
la modulación de tiempos suspendidos, en la duda y en el retraso de los otros
para responder. Por lo tanto, Lacan pone el acento en la estructura temporal
del proceso lógico, dejando a un lado el aspecto espacial o cronológico y
enfatizando su constitución como consecuencia del tiempo de suspensión. Se

17
introducen así tres momentos. Cada uno es un tránsito hacia el siguiente
subsistiendo todos en el último.

Un primer momento es el “instante de la mirada”. Esta es la exclusión lógica, la


que no necesita de ninguna suspensión. Aquí el sujeto es un sujeto noético, es
decir, el sujeto que intuye el conocimiento de forma inmediata. En la primera
deducción, lo dado se transforma en dato, por lo tanto, estamos hablando de
un sujeto impersonal.

En el paso siguiente, se inaugura el “tiempo para comprender”, durante el cual


el sujeto logra objetivar algo más que el dato que se le ofrece. La evidencia de
ese momento supone la duración de un tiempo de meditación que implica
interpretar la acción de los otros dos sujetos. El sujeto en este tiempo ya no es
un sujeto impersonal como en el instante de la mirada. Acá necesitan
reconocerse uno a otro, introduce a un otro recíproco. Es la primera moción
suspendida, es condición esperar la acción del otro para asumir una postura. Al
mismo tiempo, es necesario que el tiempo de comprender tenga una duración
limitada ya que si uno duda mucho los otros dos podrán accionar antes que él.
Así pues, el tiempo subjetivo del comprender tiene que objetivarse como
reciprocidad de los sujetos.

De esta forma nos adentramos en el tercer tiempo, el “momento de concluir” en


donde el movimiento lógico concluye en un juicio sobre uno mismo. Es una
respuesta. El retorno del momento de comprender bajo el cual el tiempo se ha
tambaleado. Ese retraso del tiempo lo precipita en la urgencia del momento
para concluir. “Pasado el tiempo de comprender el momento de concluir es el
momento para concluir el tiempo para comprender” (Lacan, 1989, p. 200).
Arrojarse a la salida es un acto y cuando se actúa ya no se comprende más. El
juicio asertivo se convierte en acto al momento de abalanzarse hacia la salida.

Con este sofisma se puede desprender que la subjetividad se revela como una
función dependiente de las relaciones que cada sujeto mantiene con los otros.
Para la construcción de la subjetividad es necesario el atravesamiento de un
proceso colectivo, en otras palabras, el ser del otro se construye con la
constitución de mi propio ser. O, en palabras de Lacan: “si bien en esta carrera
tras la verdad no se está sino solo, si bien no se es todos cuando se toca lo

18
verdadero, ninguno sin embargo lo toca sino por los otros”. (Lacan, 1989, p.
201).

Se abren entonces algunos interrogantes enlazados por la pregunta problema


que guía esta investigación. Tomando en cuenta los tiempos del sujeto en la
construcción de la subjetividad, y habiendo comprendido que para que dicha
subjetividad se construya es necesaria la acción y la relación con otros, ¿qué
ocurre cuando esas acciones y relaciones son fallidas? Dicho de otra manera,
¿qué ocurre cuando un niño en relación con su Otro primordial no es
anticipado, alojado o libidinizado? ¿Qué consecuencias puede traer aparejadas
estas funciones parentales fallidas?

2.2 Los tiempos del sujeto

Antes de afrontar de lleno las preguntas planteadas en el punto anterior, será


necesario hacer una descripción de las funciones parentales a la luz de los
tiempos del sujeto y de su constitución subjetiva. Como se mencionaba
anteriormente, tiempo lógico y tiempo cronológico no son solidarios, no
obstante, cuando no se producen las operaciones fundantes de la estructura
durante los lapsos esperables, la maduración pone límites a los procesos
psíquicos como consecuencia de la prescripción de su inscripción (Weskamp,
2017). Dicho de otra manera, los procesos psíquicos deben inscribirse para
que la maduración se manifieste.

Según la óptica desde donde se lo estudie, un niño puede ser definido de


distintas maneras. En el ámbito jurídico, por ejemplo, la niñez queda delimitada
en función de la edad; un niño desde lo jurídico es quien no tiene
responsabilidad legal sobre sus actos. Si hiciéramos un recorrido sobre los
distintos ámbitos veríamos que la definición de niño es solidaria con el aspecto
cronológico. El niño va pasando por etapas las cuales están directamente
relacionadas con la edad. El niño del psicoanálisis, un sujeto pleno en ejercicio
de su inconsciente no entra dentro de esta categoría. El psicoanálisis prefiere
hablar de tiempos lógicos y de una estructura que se va transformando en
función del paso de ese tiempo lógico y de las experiencias que van
subjetivando al niño. Tiempo lógico y tiempo cronológico no tienen que
articularse necesariamente de manera simultánea. Como se describiera al

19
comienzo de este apartado, en su texto “El tiempo lógico…”, Lacan incluye la
dimensión temporal contraponiéndola dialécticamente con el tiempo
cronológico. Utiliza la metáfora de los tres presos y los cinco discos para
plantear su tesis.

Esta idea de los tiempos lógicos fue tomada por Alba Flesler, quien en su libro
“El niño en análisis y el lugar de los padres” (2011), hace una extrapolación de
los tiempos lógicos de Lacan -el tiempo de ver, el tiempo de comprender y el
tiempo de concluir- con los tiempos de estructuración subjetiva en el niño.
Ubicó cada uno de ellos dentro de los tres registros: Real, Simbólico e
Imaginario.

En un primer momento, anterior al nacimiento de un niño, es condición


necesaria de existencia que ese niño haya sido pensado o soñado. Es así
como se puede afirmar que el lugar en el deseo del Otro es fundamental para
la constitución subjetiva. Una vez producido el nacimiento, el niño vendrá a
acomodarse a las ilusiones y deseos que el Otro depositó en él. Este momento
corresponde al tiempo de ver, el del sujeto impersonal cuando todavía no hay
un yo constituido, de predominio imaginario, y señalado como “ser o no ser el
falo”.

Inmediatamente después se produce el primer despertar pulsional, la irrupción


de lo real en el cuerpo, el momento de la mirada, cuando el niño descubre la
incompletud en la madre. El niño descubre en la mirada de la madre que la
imagen que él tenía de su cuerpo y el contenido de esa imagen no se
corresponden. Es el momento del espejo. Un cuerpo fragmentado que interpela
ser unificado. Así se abre una nueva etapa: de la alienación a la separación, de
ser el falo de la madre a tenerlo. Nuevamente en el registro imaginario. Para
que este paso se produzca es fundamental que opere el “deseo de los padres”,
que haya un lugar para alojar a ese niño. Si ese lugar se produce, entonces el
niño entrará en el tiempo de comprender o latencia para Freud. También es
necesario que la función paterna propicie la separación para que ese niño no
sea fagocitado por el goce materno. Este momento tiene un gran predominio en
lo simbólico. Es el tiempo de las reglas, de los diques, de lo que se puede o no
se puede hacer. El niño tiene curiosidad por saber, busca respuestas e
investiga (Flesler, 2011).
20
El segundo despertar sexual, cuando lo real irrumpe de manera estrepitosa en
el cuerpo ya adolescente, es el momento de concluir. Es el tiempo del
anudamiento de los tres registros, de enmarcar la orientación del deseo, de la
construcción del fantasma, de evidenciar aquel cúmulo de significaciones
proporcionadas por el Otro que el niño fue incorporando durante todo el
recorrido y que ahora va a ser parte de su realidad psíquica. Si los tres
registros se anudaron de manera tal que cada uno encuentra su límite en el
otro, se puede hablar entonces de una óptima “reorientación y redistribución de
goces en los tiempos anteriores” (Flesler, 2017, p.79).

¿Es posible pensar cuáles serían las consecuencias en el niño si el Otro cae de
su función? Para poder responder esta pregunta será necesario mencionar y
describir cada una de esas funciones esperables del Otro del niño en cada uno
de los tiempos mencionados.

2.3 Las funciones del Otro primordial

Para realizar el recorrido de las funciones más destacadas del Otro de los
primeros cuidados, se tomarán las ideas y conceptos de diversos autores.
Según lo expuesto en el libro de Alba Flesler mencionado anteriormente, la
primera función materna fundamental para que los tiempos del sujeto vayan
estructurándose de manera adecuada, es la de la anticipación. Habilitar el
espacio de la existencia del niño. Imaginarlo. Representarlo como cuerpo
separado del suyo.

En su libro, “Lecturas de niños en análisis” (2017), Mariela Weskamp dice que


la estructura se erige de manera sucesiva y que se inscribe en tiempos lógicos
que se van entramando mientras que al mismo tiempo se van produciendo los
actos psíquicos por medio de los cuales el sujeto adviene, “…la subjetivación
de la estructura es la inscripción del sujeto en un entramado que lo preexiste.
Podríamos decir que, cuando el ser adviene al mundo, el inconsciente del Otro
lo está esperando…” (Weskamp, 2017, p.16). De esta manera, la función de
anticipación cobra un nuevo sentido: no sólo es imaginar ese niño sino también
alojarlo, darle un lugar, hacer espacio para su inscripción en la futura trama
edípica, armar el soporte que funda la posición subjetiva. Para ello, el niño
necesita indefectiblemente el soporte de otros. La diferencia con la cría animal

21
es que el sujeto humano no cuenta con el instinto para poder sobrevivir: si el
bebé no es hablado, si no es alojado, muere. Para que un humano ingrese al
mundo del lenguaje es necesario que el Otro primordial invista a ese real, que
lo nombre, que le dé lugar en su deseo. Quien encarne la función materna
introducirá la música de “lalengua” (“lalangue” en francés) en el infans.

En el Seminario 20 (1972), Lacan lo expresa de manera muy clara:

“Lalengua sirve para otras cosas muy diferentes de la


comunicación. Nos lo ha mostrado la experiencia del
inconsciente, en cuanto está hecho de lalengua, esta lalengua
que escribo en una sola palabra, como saben, para designar lo
que es el asunto de cada quién, lalengua llamada, y no en balde,
materna.” (Lacan, 1972, p.166).

Así, el Otro primordial con su voz dona un lugar para alojar a su hijo. Aloja y
libidiniza. La libido está implicada en la voz, pulsión invocante conceptualizada
por Lacan. Una consecuencia de este alojar es que los bebés que fueron
cantados o arrullados son capaces de cantarse y arrullarse. No es casual ver
niños pequeños meciendo a sus muñecos al canto del arrorró.

Volviendo a la pregunta, pero ahora en sentido negativo, ¿qué consecuencias


pueden evidenciarse en un niño cuyo Otro primordial ha caído de la función de
alojar? Lacan nos convoca a encontrar la respuesta en sus palabras durante la
Conferencia de Ginebra sobre el síntoma en el año 1974:

“Sabemos muy bien en el análisis la importancia que tuvo


para un sujeto la manera en que fue deseado. Hay gente que
vive bajo el efecto del hecho de que uno de los dos padres no lo
deseó. Los padres modelan al sujeto en esa función que titulé
como simbolismo. Lo que quiere decir, estrictamente, no que el
niño sea el principio de un símbolo, sino que la manera en que le
ha sido instilado un modo de hablar no puede sino llevar la
marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres”.

Una segunda función estará asociada a la necesidad de que ese cuerpo, ahora
presente, sea tocado y acariciado, en otras palabras, libidinizado. Fue Lacan

22
quien habló de los dos efectos del lenguaje: la fragmentación y la unificación. El
primero como identificación a los significantes del Otro materno: el cuerpo del
niño queda recortado, no hay un cuerpo, de esta forma el niño queda barrado
por el lenguaje. Para que el niño pueda armar el cuerpo, es necesario que
operen voz y mirada.

“La manera en que los padres introducen un modo de


hablar a un niño, arma un cuerpo que tiene la impronta del lugar
que a ese sujeto se le ha anticipado en el mundo, y produce sus
efectos en la singularidad de las formaciones del inconsciente”
(Weskamp, 2017, p.47).

De esta manera, es posible responder a la pregunta antes planteada afirmando


que, si el sonido no ingresa, el niño no puede armar su cuerpo.

Armar el cuerpo está íntimamente conectado con las pulsiones. Por eso, otra
de las funciones maternas en la constitución subjetiva es la de organizar las
pulsiones. A los objetos pulsionales freudianos del pecho y las heces, Lacan
propone y agrega la mirada y la voz. El pecho es considerado como propio en
el bebé, como una extensión de su cuerpo, aquí no se puede distinguir el yo del
no-yo. Las heces son parte interna del cuerpo del niño que puede otorgar como
regalo o guardar para sí mismo. La mirada emerge del sujeto, pero nunca tiene
acceso a ella sino por la mirada del Otro. La voz será el instrumento de llamado
al Otro. En un principio, estos objetos pulsionales forman parte del organismo
natural y por el encuentro con el Otro, estas partes se separan, el cuerpo
queda fragmentado y fundido en el campo del Otro y del deseo del Otro a partir
de su pérdida. Alberto Jerusalinsky explica de una manera muy ilustrativa la
cuestión del armado del cuerpo en su texto “Para entender al niño. Claves
psicoanalíticas” (2002). Según el psicoanalista, el mapa erógeno es totalmente
arbitrario y lo dibuja en nuestro cuerpo el Otro primordial. El sujeto para poder
lidiar con lo real tiene que hacer de ese real un recorte. Ese recorte es el
“objeto a”. Es lo que le hace falta al cuerpo o lo que hace vacío, por ejemplo, en
los esfínteres, o el sonido en la oreja, o el pecho en la boca, o las heces en el
ano. Cada uno, tiene un mapa erógeno diferente del otro. Lacan dice que, sin
respeto alguno por nuestra anatomía, el gran Otro corta nuestro cuerpo en

23
fetas, como un salame; esto demuestra que las zonas erógenas se dibujan, se
cortan con total arbitrariedad (Jerusalinsky, 2002).

En la pulsión oral se pone en juego la demanda: el recién nacido llora y el Otro


sancionará el código, es decir, interpretará desde su propio fantasma el motivo
de ese llanto, así entonces la demanda de chupeteo, si bien estuvo apuntalada
en la nutrición, no es demanda de alimento sino ganancia de placer en la zona
erógena de la boca. Para que la boca se transforme en zona erógena es
indispensable la función del Otro primordial que se ofrece como objeto de
satisfacción. En este momento de la constitución, el seno materno forma parte
del cuerpo del bebé, por eso la pulsión oral es autoerótica porque, aunque el
objeto sea externo, para el bebé existe en su propio cuerpo. La pulsión anal se
constituye ante la demanda del Otro a retener y a soltar. La pulsión escópica
nace en la mirada y la pulsión invocante, en la voz: “No hay predeterminación
biológica que destine al cuerpo a tomar la forma erecta y caminar, sino que la
mirada del Otro primordial le da consistencia y la palabra lo mantiene en pie”
(Weskamp, 2017, p.39). A partir de las pulsiones que el Otro materno organiza
con su accionar, el niño va armando su cuerpo. Existen muchos cuerpos de
niños llamativamente más pequeños de lo esperable según su edad
cronológica. Existen muchos cuerpos de niños que parecen no tener alma, son
aquellos casos en los que no fueron mirados, no fueron hablados.

En “Introducción del narcisismo” (1914), Freud plantea que para pasar del
autoerotismo al narcisismo y para que este último se constituya, es necesario
un nuevo acto psíquico. Este nuevo acto psíquico es abordado por Lacan a
partir del estadio del espejo en donde el niño se encuentra con una imagen que
reconoce con júbilo como propia, y le permite anticipar una unidad corporal a la
que puede llamar yo mediante la sanción del Otro. Aquí, la función materna
oficiará de espejo, el yo se constituye como objeto investido por la libido
facilitando así la intrincación de las pulsiones. Los destinos de la pulsión se
organizan estableciendo los recorridos y la manera en que deben circular.
Cuando se organizan las pulsiones se protege de lo indeterminado. De esta
forma, se organiza el cuerpo y el mundo.

Ahora bien, sabemos que un momento de la estructuración subjetiva,


sobreviene un período de angustia en el niño. ¿Qué es la angustia y por qué
24
aparece? A partir del estadio del espejo, los objetos pulsionales se convierten
en resto cuando el niño se identifica con la imagen especular facilitada por el
deseo materno. Así obtiene una unificación imaginaria virtual, que a la vez lo
enajena al campo del Otro. El “objeto a” es cuerpo, pero es un pedazo de
cuerpo, no es todo cuerpo. Los objetos pulsionales representan una parte del
cuerpo que se desprende de la totalidad imaginaria. Pero si esos restos se
hacen presente, la imagen se fragmenta y sobreviene la angustia. Dicho de
otra forma, la angustia comienza cuando algo aparece por fuera de la imagen
especular. Este tema será desarrollado con mayor profundidad en el próximo
apartado con el caso Juanito.

2.4 La función del Otro de la Ley en la constitución del Edipo

La función paterna, el Otro del Otro primordial, introduce la castración por vía
de la ley. Es imprescindible que el niño sepa gracias a la nominación del padre
quién es la madre sobre la que recae la prohibición del incesto. Se entiende al
Otro como un significante privilegiado y no atado a la persona que porta dicha
función,

“…es una dimensión que, por supuesto, pertenece


igualmente al orden del significante y se encarna en personas
que soportarán esta autoridad. Que, dado el caso, esas
personas falten, que haya por ejemplo carencia paterna en el
sentido de que el padre es demasiado tonto, eso no es lo
esencial. Lo esencial es que el sujeto, por el procedimiento que
sea, haya adquirido la dimensión del Nombre del Padre.” (Lacan,
1957, p. 159).

Se trata así de lugares, de funciones. Estas funciones se encarnan o no se


encarnan, de ahí surge la posibilidad o no de operar. La introducción del
Nombre del Padre será determinante en la posibilidad de constitución del
sujeto. Según la forma en que esta metáfora intervenga tendrá como
consecuencia la configuración de un tipo particular de estructura psíquica. En el
desarrollo de esta tesis, se tendrá en cuenta la estructura neurótica, dejando a
un lado la psicosis y la perversión.

25
La metáfora paterna introduce la falta en el deseo del Otro. El Nombre del
Padre (“NP”) barra el Deseo de la Madre (“DM”), el resultado de esta operación
es la significación fálica y la separación del goce del cuerpo. Lacan plantea al
Edipo en tres tiempos. En el primero, el tiempo de ver, la función paterna aún
no se muestra. La relación es del niño con el Otro primordial, más
específicamente con el deseo de la madre: con ser o no ser el falo. El niño
queda sometido a la ley incontrolada de la madre. En el segundo tiempo, el
tiempo de comprender, la relación es con el Otro del Otro, con la ley que la
función paterna encarna. Dicha función estará mediada por la madre, quien
permitirá que la función paterna opere o que el niño quede cautivo en el
fantasma materno como goce mortífero. Si la ley opera, el niño pasará de ser el
falo de la madre a tener el falo, de esta manera se identifica con el Otro de la
Ley, operación que terminará de realizarse en el tercer tiempo. En dicho
tiempo, el momento de concluir, es necesario que el padre mantenga lo
prometido: tener el falo y no serlo, es decir, el padre puede darle a la madre lo
que ella desea porque lo tiene, mientras que al mismo tiempo hace de la madre
causa de su deseo.

En “Dos notas…”, Lacan se refiere a la constitución subjetiva de la siguiente


manera:

“La función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo


mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades
resalta lo irreductible de una transmisión […] que es la
constitución subjetiva, que implica la relación a un deseo que no
sea anónimo" (Lacan, 1969, p. 56),

es decir, la constitución subjetiva se estructura en el deseo de los padres. Por


un lado, el deseo materno debería estar implicado para acoger al nuevo ser y
dividido para que los cuidados hacia el niño no la disuadan de desear como
mujer. De la misma manera, el niño necesita que el Otro lo reciba en su deseo
para quedar confrontado a la falta que se le abre en la pregunta “¿qué quiere el
otro de mí?” o, dicho de otra forma, “¿cómo estoy yo implicado en el deseo de
mi madre?”, pregunta crucial para la existencia ya que ese niño depende
enteramente de los cuidados maternos para su supervivencia y constitución
subjetiva. Si el deseo de la madre puede apuntar a otro lugar, no habrá
26
respuesta posible que colme a esa pregunta y el niño deberá inventar una en la
que podrá articular su propio deseo y su propio goce.

Todo sujeto al estar atravesado por el lenguaje se construye en una falta, ya


que cuando el lenguaje entra produce un agujero en lo real del cuerpo, un
agujero que, movido por el deseo, intentará ser colmado. Sin embargo, no hay
objeto que pueda condensar ese deseo. Podría decirse entonces que la
operación fundamental del deseo parental es descubrir para el niño la
imposibilidad de completud.

Apartado 3

3.1 El síntoma fóbico como consecuencia del encuentro con la castración

Tal como se explicitó al comienzo de este trabajo, en este apartado se hará un


recorrido por el historial de Juanito para dar cuenta de las funciones parentales
fallidas.

Antes de abocarnos de lleno a dicha tarea será necesario repasar el concepto


de síntoma fóbico como consecuencia del encuentro del sujeto con la
castración. En la Conferencia 17, “El sentido de los síntomas” (1916), Freud
afirma que los síntomas poseen un sentido y que éste tiene un nexo con la
historia del sujeto que lo padece. En la Conferencia 23 de ese mismo año
agrega que el síntoma es resultado de un conflicto pulsional:

“El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de


satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura
que nace del conflicto, por regla general volcada a una
sensación de sufrimiento y mezclada con elementos que
provienen de la ocasión que llevó a contraer la enfermedad. La
modalidad de satisfacción que el síntoma aporta tiene en sí
mucho de extraño. Prescindamos de que es irreconocible para la
persona, que siente la presunta satisfacción más bien como un
sufrimiento y como tal se queja de ella. Esta mudanza es parte
del conflicto psíquico bajo cuya presión debió formarse el
síntoma. Lo que otrora fue para el individuo una satisfacción está

27
destinado, en verdad, a provocar hoy su resistencia o su
repugnancia” (Freud, 1916, p.333).

Dicho de otra forma, hubo un conflicto con la representación pulsional que


produjo la represión y, como consecuencia, se armó el síntoma como
formación sustitutiva por medio de los mecanismos de condensación y
desplazamiento. Eso significa que hay una representación en lugar de otra, es
decir, la metáfora entra en juego.

Según la experiencia en la clínica,

“los síntomas fóbicos aparecen más frecuentemente


cuando se transitan los últimos tiempos del Complejo de Edipo,
momento en el cual el niño se sitúa con relación al falo, se ubica,
simbólicamente, en correspondencia a un sexo. En esa etapa,
ante el asalto del goce, la fobia cumple un papel estructurante.”
(Weskamp, 2017, p.141).

Lacan sostiene que la fobia es expresión del temor que produce el encuentro
con el goce: “…la verdadera función de la fobia está en sustituir al objeto de la
angustia por un significante que provoca temor” (Lacan, 1969, p.275).

3.2 El historial de Juanito

Juanito era el hijo de un matrimonio cercano a Freud, que presentaba síntomas


fóbicos. En “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” (1909) Freud explica:
“Es cierto que he orientado el plan de tratamiento en su conjunto, y hasta
intervine personalmente una vez en una plática con el niño; pero el tratamiento
mismo fue llevado a cabo por el padre del pequeño” (Freud, 1909, p.7).

El padre del Juanito decide visitar a Freud ante el creciente miedo a los


caballos que desde hacía un tiempo venía padeciendo el niño. Juanito decía
que tenía miedo a que un caballo lo mordiera en la calle, por lo que se negaba
a salir. Antes de que se desatara esta fobia, cuando Juanito aún no había
cumplido los tres años, le pregunta a su mamá si ella también tenía un “hace-
pipí”, a lo cual ella responde: “Desde luego”. Seis meses más tarde Juanito se
toca el pene y la madre lo amenaza con llevarlo al doctor para que se lo corte.
En este momento Juanito no tiene conciencia de culpa, sin embargo, adquiere

28
el complejo de castración. Durante ese período demuestra un creciente interés
por el “hace-pipí” de diversos animales (caballos, jirafas, elefantes). Un tiempo
más tarde nace su hermana. El relato de la cigüeña le generó sospechas, lo
cual corresponde a la primera manifestación de desconfianza. Un tiempo más
tarde aparecen los primeros síntomas de la fobia: temor a que un caballo lo
muerda en la calle. Aparecen también los sueños de angustia diciéndole a la
madre que cuando dormía había pensado que ella estaba lejos y que no tenía
ninguna madre para acariciar.

A esta altura de los hechos, Freud le propone al padre el esclarecimiento


sexual, esto es, decirle a Juanito que las personas de sexo femenino no tienen
pene. Si bien, este esclarecimiento pareció apaciguar la fobia por un tiempo,
los episodios fóbicos continuaron. Juanito los atribuía a las caricias que él
mismo efectuaba sobre su pene. Una noche logra escabullirse a la cama con
sus padres y el motivo para hacerlo fue la fantasía de las dos jirafas:

“En la noche había en la habitación una jirafa grande y una


jirafa arrugada, y la grande ha gritado porque yo le he quitado la
arrugada. Luego dejó de gritar, y entonces yo me he sentado
encima de la jirafa arrugada” (Freud, 1909, p.32).

Al poco tiempo, Juanito le cuenta a su padre otra fantasía que había tenido:
mientras ibas de paseo a ver los carneros se habían colado por debajo de las
cuerdas y el guardia de la entrada los atrapó. Ante esta fantasía el padre le
dice que eso no estaba bien y que los guardias arrestan a los chicos que se
portan mal. Durante esa etapa, Juanito y el padre se presentan en el
consultorio de Freud.

A continuación, se transcribe el fragmento del diálogo y la interpretación de la


fobia:

“Pregunté a Hans, en broma, si sus caballos llevaban


gafas, cosa que él negó, y luego si su padre las llevaba, cosa
que también negó, contra toda evidencia; le pregunté si con lo
negro alrededor de la boca quería significar el bigote, y le revelé
que tenía miedo a su padre justamente por querer él tanto a su
madre. Él no podía menos que creer, le dije, que el padre le

29
tenía rabia, pero eso no era cierto: el padre le tenía cariño, y
podía confesarle todo sin miedo. Que hacía mucho tiempo, antes
que él viniera al mundo, yo sabía ya que llegaría un pequeño
Hans que querría mucho a su madre, y por eso se vería obligado
a tener miedo del padre” (Freud, 1909, p.36).

Analizando el caso del pequeño Juan, lo primero que se podría establecer es


que algo ocurrió en el momento en que su “hace pipí” se hizo sentir, es decir,
en cuanto él sintió sus primeras erecciones. Esa parte de su cuerpo que hasta
entonces servía para hacer pis, se transformó en algo que no podía significar.
Ese goce extraño, del que nada sabía, y al que no pudo situar, provocó la
angustia. Al consultarle a su mamá sobre si ella también tenía, se encontró con
una respuesta afirmativa, lo cual lo llevó a inferir que todos tenían pene, y los
comenzó a separar en categorías: las jirafas y los caballos lo tienen grandes,
mientras que el de él y el de su hermanita eran pequeños.

Puede entenderse este pasaje como el primer intento fallido de anoticiarse de


la falta y de la castración materna. Al mismo tiempo, la pulsión emergente lo
lleva a la investigación y a querer saber. El saber, aquí, como “un modo de
tratamiento de ese goce que irrumpe en su cuerpo” (Goldenberg, 2015, p.62).
En consecuencia, hay un vuelco de la excitación sexual en angustia, motivo por
el cual no quería quedarse solo, necesitaba de su mamá y de sus caricias. Sin
embargo, estar con ella tampoco disipaba su angustia. En su lugar colocó al
caballo, el cual comenzó a producir terror: “…la verdadera función de la fobia
está en sustituir al objeto de la angustia por un significante que provoca temor”
(Lacan, 1969, p.275). Será preciso recordar que el temor al caballo estaba
relacionado al susto de un pene grande, así como también al castigo que
podría recibir por su onanismo, es decir, la amenaza de castración adquiría
cada vez mayor fuerza. La fobia de Juanito se disipó ante la intervención de
Freud, quien interpretó que el temor a lo negro alrededor del caballo,
simbolizaban los bigotes de su padre a quien temía por querer él (Juanito) tanto
a su madre y que por eso sería castigado. El sueño del castigo del guarda al
atravesar la valla así lo demostraba.

En este caso, el caballo cumple la función de significante, es el falo simbólico,


aquella función que debía ser cumplida por el padre y que éste no supo llevar a
30
cabo. Así entonces, la fobia de Juanito como síntoma es un recurso para suplir
la falla de la función carente del padre: la de garantizarle al sujeto una versión
del falo para la madre que no sea el niño. La fobia a los caballos restituye lo
fallido de la metáfora paterna. Juanito encuentra un freno al incesto en ese
mismo lugar donde no encontraba en el padre el freno al deseo de la madre: en
el miedo a los caballos. En gran parte del historial Juanito habla del caballo
como sustituto de la madre: es ella la que tiene un pene igual de grande como
el del caballo. Es a través de la interpretación de Freud que hace pasar el
caballo de la madre al padre, estableciendo la similitud de lo negro de los
bigotes. De esta forma, el lugar de la prohibición queda ubicada en el padre,
como aquel que va a frenar los deseos incestuosos. En la ecuación de la
metáfora paterna, el caballo será reemplazado por el NP, anulando así el DM y
obteniendo para el sujeto la significación del falo, en otras palabras, la metáfora
paterna dona un vacío constitutivo para el sujeto, su incompletud.

Adicionalmente, tanto el padre como la madre de Juanito fallaron en sus


funciones hacia Juanito y hacia ellos mismos: la madre no le atribuye valor
fálico al padre, mientras que el padre no parece hacer de su mujer causa de
deseo. La madre demostraba desinterés respecto de su marido, mientras que
el padre, aunque sabía que el niño no debía ir a la cama con la madre,
aceptaba que lo hiciera. Ante la irrupción pulsional Juanito no encuentra en la
pareja parental un modo de representar el goce de ese objeto de satisfacción.
Se entiende entonces que Juanito tiene “cierto tipo de padre y cierto tipo de
madre”1 que en el ejercicio de sus funciones no pudieron tomar posición frente
a la castración, como así tampoco pudieron simbolizar para Juanito el goce de
sus primeras erecciones, lo perturbador de la pulsión (Goldenberg, 2015).

Por último, se podría señalar una nueva función fallida en los padres de Juanito
y que ha sido suplantada por Freud en transferencia: la del Sujeto Supuesto
Saber. El alivio de la fobia de Juanito estuvo vinculado al hecho de que Freud
pudo ubicar a Juanito y a su padre en los lugares correspondientes. Con
mucha sutileza, Freud lo deja ver en este pasaje: “Pero al ver a los dos así,
sentados enfrente, al tiempo que escuchaba la descripción de su angustia al
caballo, se me hizo la luz…” (Freud, 1909, p.36). Tanto en esas líneas como en
1
Lacan, J. “Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988,
p.128.

31
el sueño del guarda que los castigaba ellos aparecían como pares, y así se
comportaba el papá de Juanito, quien no lograba disipar ni otorgar una
respuesta a las dudas de su hijo. Recién logró hacerlo ante la sugerencia de
Freud.

Erik Porge en su texto “La transferencia a la Cantonade” (1986), establece que


aquellos síntomas de los niños que tanto preocupan o molestan a sus padres
no están más que evidenciando la caída del Otro significativo del lugar de
“Sujeto Supuesto Saber”. Si los padres no aparecen como “buenos
entendedores” frente al padecimiento del niño, el síntoma se torna
incomprensible. En consecuencia, el síntoma del niño podría ser entendido
como la formulación de una pregunta a ese Otro que ha caído de su lugar. De
esta manera, es posible entender al padecimiento del niño no sólo como
consecuencia del Otro caído de su función sino también como la caída del Otro
del lugar de saber.

Conclusiones
A partir del recorrido realizado en este trabajo de investigación, resulta posible
confirmar la hipótesis que guía esta tesis, a saber: el síntoma del niño es
consecuencia del Otro caído de su función.

Al comienzo de este recorrido, se decidió tomar el concepto de tiempos lógicos


de Lacan para demostrar que solo es posible la emergencia subjetiva cuando el
sujeto se descubre en una trama relacional con los otros y cómo éste va
cambiando de posición durante los tres tiempos. En un segundo momento, se
contrastaron estos tiempos del sujeto y las relaciones con su Otro primordial
primero y con el Otro del Otro después, para dar cuenta de que la caída del
Otro de su función trae consecuencias en el sujeto en emergencia, ya sea en
los llamados síntomas, angustias o inhibiciones.

En conclusión, las funciones parentales son aquellas que permiten que el niño
devenga sujeto. Para que esto sea posible hay diferentes actos psíquicos que
se ponen en juego en la interdependencia del sujeto y que marcarán la
posibilidad de integración del yo y del cuerpo. Cuando estas funciones fallan, la
posibilidad de la emergencia del ser vacila.

32
Cabe preguntarnos finalmente, cuál sería el beneficio de conocer los tiempos
del sujeto y las funciones parentales relacionadas con cada uno de ellos (las
cuales fueron descriptas a lo largo de este trabajo). Una posible respuesta es
que el analista podrá orientar sus intervenciones en la clínica con niños
analizando y formulando hipótesis y teniendo siempre presente las
especificidades del acto analítico. Hay una diferencia sustancial para la
dirección de la cura cuando las intervenciones se dan teniendo en cuenta los
tiempos del sujeto y no aplicando técnicas que dependen de la edad
cronológica. Según establece Flesler,

“Cuando ciertas operaciones del origen están ausentes, los


tiempos no realizados en la constitución de la estructura se
aprecian de modo patético en los estancos enclaves de goce
mortificante, en las inhibiciones, angustias o síntomas, versiones
manifiestas del punto en que han quedado detenidas o
impedidas las progresiones de los tiempos de la infancia”
(Flesler, 2007, p. 158).

Por eso el analista debe dirigir la cura atendiendo al niño, pero apuntando al
sujeto y teniendo en cuenta sus tiempos. Dependiendo en qué tiempo de
subjetivación se observe que quedó detenido, se intervendrá desde lo
simbólico, desde lo imaginario o desde lo real. Para ejemplificar lo dicho, basta
retomar el caso Juanito y reconocer que el niño quedó detenido en lo que sería
la entrada en el tiempo de comprender: de ser a tener el falo. Hasta ese
momento Juanito era el falo de la madre, era el objeto que causaba su goce,
era él como falo quien satisfacía el goce materno. Ante la irrupción de lo real en
su cuerpo, la conmoción de la figura imaginaria que tenía de él y el absoluto
rechazo materno: “eso es una porquería”, lo sumen en una agobiante angustia.
No era posible ser quien provee el goce al Otro y a la vez tener un goce propio.
De esta forma, la función materna falla al no permitir el paso del sujeto en
estructuración a un tiempo posterior. Haciendo una lectura lacaniana, Freud
logró unir lo real de la pulsión, y lo imaginario del cuerpo fragmentado con el
registro que no estaba operando: el registro simbólico. Lo hizo invocando el
Nombre del Padre y colocándolo en la posición correspondiente: “Pregunté a
Hans, en broma, si sus caballos llevaban gafas, (…) y luego si su padre las

33
llevaba, (…) le pregunté si con lo negro alrededor de la boca quería significar el
bigote” (Freud, 1909, p.80). Conocer los tiempos del sujeto posibilitará así la
intervención adecuada para que en cada tiempo los registros queden anudados
de manera correcta y recordando que el sujeto al que se dirige el psicoanálisis
es el sujeto de la estructura y del inconsciente.

34
Bibliografía

BLEICHMAR, S (1986). “El concepto de neurosis en la infancia a partir de la


represión originaria”, en “En los orígenes del sujeto psíquico”. Amorrortu
Editores.

D’ANGELO, R., CARBAJAL, E., MARCHILLI, A. (2016), “El significante y la


letra. El algoritmo”, en Una introducción a Lacan. Lugar Editorial. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.

D’ANGELO, R., CARBAJAL, E., MARCHILLI, A. (2016), “El Otro”, en Una


introducción a Lacan. Lugar Editorial. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

DIATKINE, R; SIMON, J. (1975), “El psicoanálisis precoz”, SIGLO XXI Editores.

FLESLER, A. (2011). “Los tiempos del sujeto. Tiempos de lo Real, de lo


Simbólico y de lo Imaginario”, en El niño en análisis y el lugar de los padres.
Cap. 3. 1ª Edición – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós.

FLESLER, A. (2011). “Los padres y la transferencia”, en El niño en análisis y el


lugar de los padres. Cap. 7. 1ª Edición – Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Paidós.

GOLDENBERG, M

JERUSALINKSY, J (2002). “Para entender a un niño. Claves psicoanalíticas”,


en Memorias de un seminario”. Colección Psicoanálisis y Sociedad Nº 1.
Ediciones ABYA-YALA, 1ra edición.

LACAN, J. (1991). “Dos notas sobre el niño”, en Intervenciones y Textos 2,


Buenos Aires, Manantial.

LACAN, J. (1975). “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un


nuevo sofisma”, en Escritos 2. Siglo XXI Editores.

LACAN, J. (1986). “Los escritos técnicos de Freud” en Seminario 1. Buenos


Aires. Paidós, 1999.

LACAN, J. (1968). El Seminario, libro XV: El acto analítico. Inédito.

35
LACAN, J. (1960). El Seminario, libro VIII: La transferencia. Buenos Aires,
Paidós, 2003.

LACAN, J. (1986). “El deseo y su interpretación” en Seminario 6. Buenos Aires.


Paidós, 1999.

LACAN, J. (1958). “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en


Escritos 2. México, Siglo XXI Editores.

LACAN, J. (1972). Seminario 20. Trad. Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y


Julieta Sucre. Argentina: Paidós, 1992.

MILLER, J. (1992). “Puntuaciones sobre La dirección de la cura”, en


Conferencias porteñas 2. Buenos Aires, Paidós, 2009.

PORGE, E. (2001). “La transferencia a la cantonade”. En Revista Litoral 10.


Buenos Aires. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.

RABINOVICH, N. (2012). “Los lazos de Eros y el camino hacia la muerte”, en


Lágrimas de lo real. 2ª Edición – Homo Sapiens Ediciones.

SALMAN, S. (2005) Las modalidades del síntoma en el niño: la acción de los


padres. En Psicoanálisis con niños: los fundamentos de la práctica (pp. 155-
164). Buenos Aires: Editorial Grama.

WESKAMP, M. (2017). “Lectura de niños en análisis”, Editorial Escuela


Freudiana de Buenos Aires.

36

También podría gustarte