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K
arl Kraus
Estaba convencido de que cualquier pequeño error, aunque su importancia estuviera aparentemente
limitada en el tiempo y el espacio, muestra los grandes males del mundo y de una época. Así, podía ver en
el fallo de una coma un síntoma de aquel estado del mundo que permitiría una guerra mundial. Uno de los
puntos principales de sus escritos era mostrar los grandes males inherentes a lo que aparentemente eran
pequeños errores.
La lengua era para él la más importante reveladora de los males del mundo. Vio en el tratamiento
descuidado de sus contemporáneos hacia la lengua un signo de descuido del mundo en general. Kraus
procuró su pureza más absoluta, y advirtió la íntima y riesgosa relación entre palabra y acto: [la frase y la
cosa son una y la misma. Con este lacónico aporte a la lingüística de su tiempo, Kraus coloca a la lengua
en el centro de sus preocupaciones. Para él la lengua es la madre, y no el aya del pensamiento, y sólo así
se puede entender la dimensión moral de su causa, porque jamás una frase entera pudo salir de medio
hombre. No es raro entonces que la prensa se transformara en el blanco de su crítica. Vio en ella a la gran
moldeadora de conciencias que a través de subterfugios prosísticos legitimó una guerra.
Pero, sobre todo, su gran obsesión fue reclamar la precisión estética y moral en el uso del lenguaje; su
propia escritura es notable testimonio de este esfuerzo, en particular, sus diversas colecciones de
aforismos. Sus obras son en ocasiones visionarias y apocalípticas, producto de una especial lucidez que le
convirtió en una referencia crítica fundamental en los últimos días de la cultura austriaca, a las puertas de
la catástrofe.
¿Que el lenguaje es la madre del pensamiento? ¿Que éste no es un mérito del pensador? Oh, sí, ya que
tiene que gestarlo.
El lenguaje es la varita de las virtudes que encuentra las fuentes del pensamiento. El pensamiento provoca
el lenguaje. Una palabra da otra palabra. Sólo en el gozo de la creación lingüística se hace del caos un
mundo.
Confucio en Die Fackel: "Si los conceptos no son correctos, las palabras no son correctas; si las palabras
no son correctas, los asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral ni el
arte, la justicia no acierta; si la justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las
palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que importa".
Las instrucciones lingüísticas deberían escribirse de manera ilegible para infundir al locutor un respeto
parecido al que el paciente siente por la receta médica. Nos bastaría si solamente se sacara esto: antes
del uso de la lengua agítese la cabeza, porque con la duda, que es el mejor maestro, ya hubiéramos
ganado bastante: mucho quedaría sin decir.
He extraído del lenguaje no pocas ideas que no tenía y que no sería capaz de apresar en palabras.
Mi lenguaje es la prostituta universal a la que convierto en virgen. La idea viene porque la tomo por la
palabra. Quien no tiene ideas piensa que sólo se tiene una cuando se tiene y se la viste de palabras. No
entiende que en realidad sólo la tiene quien tiene la palabra en la que la idea va creciendo.
Aparentar tiene más letras que ser. Hay imitadores antecedentes a los originales. Cuando dos tienen una
idea, no pertenece ésta al primero que la tuvo, sino al que la tiene mejor.
Hay dos tipos de escritores: los que lo son y los que no lo son. En los primeros el fondo y la forma van
juntos como el alma y el cuerpo; en los segundos el fondo y la forma van juntos como el cuerpo y el hábito.
Los verdaderos agitadores de una causa son aquellos para quienes la forma es lo más importante. El arte
obstaculiza el efecto inmediato en favor de un efecto superior. Por eso sus productos no son vendibles.
Quien vive del tema, muere antes que el tema. Lo que vive en el lenguaje, vive con el lenguaje.
El que expresa opiniones no debe dejarse sorprender en flagrante delito de contradicción. El que tiene
pensamientos piensa también entre contradicciones.
El objetivo de este análisis es lograr un acercamiento a la postura del periodista Karl Kraus y poder
articular este saber con algunas posturas del movimiento romántico.
En una primera instancia, se expone una breve reseña sobre el romanticismo y su reivindicación del mito y
la palabra como sustentadora de sentido.
En un segundo momento, se intentan plantear los puntos más significativos en torno a Karl Kraus y su
postura respecto a la defensa del lenguaje.
Como conclusión, se trata de trazar una relación entre el pensamiento romántico y el periodista Karl Kraus
con respecto a la reivindicación y defensa del lenguaje y la importancia atribuida a la individualidad.
La palabra romántica
En el siglo XVIII, las flamantes ideas ilustradas de libertad, igualdad y fraternidad estuvieron acompañadas
por el desarrollo de una confianza ciega en la ciencia y en la técnica y, ligado a esto, la búsqueda de la
verdad se orientó en ese sentido: hacia la firme creencia y eficacia en la razón. Las "luces" de la razón
guiarían al hombre (en sentido abstracto, como idea de humanidad) hacia la felicidad.
Sin embargo, en las postrimerías del siglo XVIII comienzan a hallarse cambios en la orientación general de
la cultura hasta ese momento. En ese tiempo tiene sus orígenes una nueva visión que rechaza al
optimismo generado por la razón de base científico – técnica.
El movimiento romántico coloca en primer plano a la palabra, al lenguaje como sustentador de sentido y
como forma de construcción de un saber humano genuino, verdadero. En la Grecia Clásica, la palabra, en
tanto palabra mítica, que habla de las causas y los porqués, de los orígenes y el principio, expresa la
verdad. El mundo es representado a través del lenguaje de la naturaleza divinizada. Y este lenguaje, el
mythos, transmite el pasado del mundo, que es un relato de verdad. El encargado de cuidar de esas
palabras es el poeta y, por lo tanto, es el "guardián de la verdad".(1)
El romanticismo rescata la búsqueda de la verdad a partir este tiempo mítico y, sitúa la validez de la
palabra y la poética como narradoras del mundo por sobre el uso de la razón en busca de un progreso
ilimitado. El poeta pone al mundo en palabras. Un importante exponente de este período es el poeta
alemán Novalis que, en relación a esto, dice: "la poesía es la representación del alma. El sentido poético
está en comunión con el sentido místico. Representa lo irrepresentable. El poeta es literalmente insensato.
El sentido poético está vinculado con lo profético y con lo religioso. Las palabras del poeta están
santificadas por algunas maravillosas reminiscencias. Necesita librar a las palabras su sentido habitual,
general, para conferirles otra significación única, evocadora."(2) El romántico busca las historias
fantásticas y la superstición y venera el mito, que los ilustrados ridiculizaban proclamándolo fuente de pura
falsedad y generador de explicaciones irracionales.
Este movimiento favorece la supremacía del sentimiento frente a la razón y es así como incluye en el
tratamiento de la verdad al orden de lo poético, "una nueva mitología". De esta manera lo expresa el
teórico Friedrich Schleger: "La mitología es una creación esencial y voluntaria de la fantasía, debe estar,
pues, fundamentada en la verdad. Lo fabuloso, por tanto, no ha sido tan sólo tenido por verdadero, sino
que, en cierto sentido, es verdadero"(3). Es una verdad más humana, que tiene en cuenta al individuo y a
su sensibilidad, al hombre particularizado en oposición a la homogeneización iluminista. Jean-Jacques
Rousseau fue quien estableció el culto al individuo y celebró la libertad del espíritu humano al afirmar
"Siento antes de pensar".
Kraus redacta y publica su revista casi sin colaboradores, escribe de noche y duerme de día, vive para su
obra y organiza su vida en torno a ella. "Rara vez ha existido una identificación personal tan completa
entre un escritor y su obra (…) Sólo un hombre con una personalidad muy diferente a la ordinaria podía
consumir casi cuarenta años de su vida de esa manera"(6).
Kraus denuncia la hipocresía de la época y polemiza fuertemente contra la gran prensa. Contra la prensa
liberal que manipula las conciencias y moldea pensamientos según sus intereses. Kraus prevé la
formación de la sociedad de masas, y lo ve a través del gran medio de masas de ese momento, el diario.
En tiempos que tenían tiempo, se podía resolver algo con el arte. En un tiempo que tiene periódicos, la
materia y la forma se han escindido en favor de una comprensión más rápida. Como no tenemos tiempo,
no les queda a los autores otro remedio que decirnos con todo género de detalles lo que se hubiese
podido expresar brevemente.
¿Es la prensa un mensajero? No: es el acontecimiento. ¿Un discurso? No: es la vida. No sólo plantea la
exigencia de que el verdadero acontecimiento lo constituyan sus noticias sobre los acontecimientos, sino
que provoca también esa siniestra identidad por la cual, en apariencia, se informa de los hechos antes de
que se hagan realidad. [...] La prensa no es un mozo de equipajes. Es el acontecimiento. De nuevo el
instrumento nos ha superado. Hemos colocado al hombre, que debe comunicar la existencia de un
incendio y que debería jugar el papel más subalterno dentro del Estado, por encima del mundo, del
incendio, de la casa, de los hechos y de nuestra imaginación.
El periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor. ¡Tienen la prensa, tienen la
bolsa, y ahora tienen también el subconsciente!
Se prohibe, con razón, toda sátira que entienda el censor. La distorsión de la realidad en el informe es el
informe verídico sobre la realidad.
¡Ay, ay de la prensa! Si Cristo viniese ahora al mundo, tan cierto como que vivo que no les señalaría la
paja en el ojo a los fariseos, sino a los periodistas.
En la primera mitad del siglo XX, en la Viena atravesada por los ecos de la primera guerra mundial y los
ideales políticos y estéticos de la modernidad. Kraus, pensador, dramaturgo y ensayista, reaccionó contra
la creciente degradación de la palabra literaria ante el avance de la masificación y la levedad del verbo
periodístico. Kraus, en su obra, buscó, con valor y tenacidad preservar el poder de la palabra romántica y
la fantasía. El texto que sigue a continuación nos sumerge en algunos de los méritos del creador del
periódico La antorcha de la obra teatral, Los últimos días de la humanidad.
Para Kraus, los periodistas escriben porque no tienen nada que decir y, a su vez, tienen algo que decir
porque escriben, es decir, en realidad, hablan por hablar. Lo real ya no es representado por las palabras
sino que esto se invierte y ahora son las palabras las que le dan origen al mundo. Dice Kraus "el mundo
pasa por el tamiz de la palabra para ser mundo"(7). El medio de masas va a formar y moldear la realidad a
su antojo, va a dar origen al mundo y lo real pasa a formar parte de un segundo plano, ya no es
importante, lo realmente importante es lo que se escribe, lo que la prensa produce y luego es convertido
en mundo. Las noticias que da el medio sobre los acontecimientos se constituyen en los verdaderos
acontecimientos.
Kraus ve a la prensa cada vez más lejos de su función primordial, la de informar los hechos y referir
objetivamente en las noticias los hechos que suceden. De manera creciente los medios masivos se ven
contaminados por los intereses económicos y las influencias políticas. Kraus denuncia la doblez y la
falsedad de la gran prensa de ese tiempo nombrándola como un ejemplo de la sociedad de la época. La
crítica que hace a la manera en que la gente usaba el lenguaje en su sociedad era, pues, crítica implícita
de esa sociedad. Este vicio se convierte en una amenaza contra la sociedad ya que la prensa adquiere,
cada vez más, un papel fundamental en la manipulación de las conciencias.
Kraus ve a la prensa como el principal agente de la homogeneización de la conducta: proclama los valores
a seguir, la educación patriótica, el progreso, la ganancia. La metrópoli es ese lugar donde los individuos
se disuelven en la masa. Por ello, Kraus renuncia a formar la opinión pública y funda La Antorcha como
ejemplo de antiprensa. A tal punto se convirtió en opositora de la gran prensa que, llegado el momento que
esperaban los editores de los diarios más importantes para aumentar su cantidad de ventas, el escritor
deja de sacar La Antorcha. Se rebela ante las atrocidades que están ocurriendo y descubre que la forma
de hacerlo es no hacer hablar a la palabra cuando no tiene nada para decir. Kraus va a decir: "No esperen
de mí una palabra, tampoco podría decir nada nuevo. En la habitación donde estoy hay un ruido horrendo:
carros de guerra, ediciones de la prensa voceada como batalla ganada, quienes nada tienen que decir
ahora, porque de hecho tienen la palabra, continúan hablando. Quien tenga algo para decir, que de un
paso adelante y calle para siempre"(8). De esta manera, Kraus va a teatralizar su acción, a llevarla hasta
los límites de lo posible, haciendo callar a la palabra para protegerla. Es una forma de poner en acto su
pensamiento, de implicarse él mismo, comprometerse y darse a sí mismo como prueba, con toda su
persona y con todos sus actos.
Para Karl Kraus la lengua constituye la identidad de la persona, revela su ser. En el lenguaje se ponen en
juego sus pensamientos, sus ideales, sus principios. Su posición es en defensa de la lengua, de la palabra
que significa y que remite a cosas ciertas, lejos de la fraseología. El lenguaje en sí incluye todos los signos
necesarios para entender las cualidades morales o éticas de una declaración y de quien la hizo. Por esto,
es preciso leer cuidadosamente la declaración para atender a todas sus cualidades lingüísticas, a fin de
llegar a descubrir la verdad. Kraus se sumerge en una lucha por la verdad en tanto era una lucha ética por
la pureza del lenguaje. Kraus se interesa por el lenguaje, en su complejidad textual y su profundidad
filosófica. Esto se puede ver en los juegos de palabras que incluye muy a menudo en sus textos, esto tiene
su consecuencia en los escasos volúmenes traducidos del autor, debido a que muchos de estos textos
resultan intraductibles.
"Temo el abismo que se abre debajo del lugar común, de la información cliché. Yo trabajo sobre los
escombros del lenguaje". Utiliza un original recurso para mostrar el poder que ejercen las palabras. Kraus
da a conocer aquellos chismes, murmullos inverificables, que tradicionalmente no se dan a conocer para
no identificar a los protagonistas, declarándose personalmente fiador y responsable de su autenticidad.
Este recurso es inmediatamente denunciado y, de esta manera, se señala su importancia: rompe la
relación de complicidad que une a todos los participantes del juego de "encubrimientos mutuos" en el que
habitualmente ganan todos (aunque, en realidad, todos –esta vez, la sociedad en general- salen
perdiendo). Según Kraus, cada vez necesitaba menos esfuerzo para exponer aquella duplicidad existente
de lo corrompido del lenguaje, entonces, muchas veces realiza una trascripción textual de lo dicho por
algún personaje contemporáneo y, el contexto de su revista hacía el resto para poner al descubierto la
verdad. La sátira perfecta es aquella a la cual no cambia las declaraciones satirizadas sino que las
muestra para dejar ver su hipocresía inherente. Así, mediante la "citación objetivante", se produce una
"paradoja de la objetivación": "y aun si no hice otra cosa, cada día, que recopilar y transcribir textualmente
lo que dicen y hacen, me llaman detractor". La citación y el collage producen el efecto de voltear contra los
periodistas una operación que ellos hacen cotidianamente. Kraus utiliza ese poder y nos muestra su
eficacia. Objetiva a los detentores del poder de la objetivación pública y demuestra que éstos son los
poseedores del monopolio de la "difamación legítima". Son ellos los que deciden la agenda, quienes
deciden el destino de cada noticia (según su importancia: la noticia saldrá publicada o no, saldrá en un
destacado o en un pequeño recuadro, etc.). Es el poder periodístico volteado contra él mismo, ese poder
que el periodismo ejerce cotidianamente. "Yo domino tan sólo la lengua de los demás. La mía hace de mí
lo que quiere".
Kraus trabaja "sobre los escombros y la ruina del lenguaje", sobre la palabra del otro, sobre la mentira de
la palabra del otro. Y esto lo hace porque es la única manera que encuentra de ser optimista ya que, aquel
que trabaja sobre las ruinas del lenguaje es el único que tiene la posibilidad de recuperación de lo humano
en el lenguaje. Y por esto es por lo que lucha Kraus constantemente.
Karl Kraus toma de Paul Engelmann la idea de una "separación creadora" entre, por un lado, la esfera del
discurso de los "hechos" (la razón) y, por el otro, de la artisticidad literaria (la esfera de los "valores", la
fantasía). Así, Kraus diferencia al periodista ("el mercenario de la pluma") del artista (el poeta, por
ejemplo). Y lo hace no en cuanto a su determinada habilidad sino, en relación a su talla moral: el artista es
aquel que es sincero, que con sus metáforas no busca asegurar la reproducción de un significado útil,
instrumental; "artista es el que no pretende que haya razones para que sus balbuceos sean los elegidos
por el sentido para producirse". En cambio, el escritor que no hace más que manipular palabras, "es
inmoral en proporción a su talento, ya que carecía de integridad". La característica distintiva de todo
cuanto es moral y artístico era, para Kraus, la integridad (integridad era lo que les faltaba a tantos de sus
contemporáneos y era por esto que Kraus justificaba sus ataques). La lengua tiene para ambos un
significado distinto: para el periodista (o un científico, por ejemplo) el lenguaje constituye un instrumento;
en cambio, para el artista, el poeta el lenguaje es un fin en sí mismo, trabaja sobre el lenguaje y no con el
lenguaje.
Kraus plantea a la lengua como la única sustancia humanizante, es lo que nos hace presente el mundo.
"La lengua es la vuelta a los orígenes. Cuanto más cerca observamos una palabra, tanto más atrás se
remonta ella". Kraus dice que hay que "volver a las palabras antiguas" como un gesto de recuperación de
la palabra como verdad, que expresa un principio, una posición; la palabra por encima de la fraseología.
El escritor está interesado no en los temas, sino en el lenguaje. "El artista da forma al día, a la hora, al
minuto. Por muy restringido y condicionado en lo local y lo temporal que pueda ser su tema, en esa misma
medida crece su obra más libre e ilimitada una vez arrancada a éste. Envejece en un parpadeo:
rejuvenece en décadas. Lo que vive del tema muere de él. Lo que vive en el lenguaje vive con él". Kraus
defiende la importancia del lenguaje no desde un punto de vista teórico sino que, a través de todos sus
escritos, de su propia construcción de los textos lleva a la práctica lo que dice. El lenguaje nos representa
y por esto es de suma importancia protegerlo.
Conclusiones
Se puede establecer un paralelismo entre el pensamiento romántico y las concepciones de Karl Kraus en
relación al sustento de verdad que ambas concepciones plantean. Además, Kraus comparte con el
movimiento romántico la importancia otorgada al lenguaje, al arte.
Los románticos critican el hecho que el iluminismo ha minimizado la importancia de los mitos, los
sentimientos y las tradiciones frente a la razón ilustrada como forma de construcción de un saber válido.
Retoma la concepción clásica del mito como contenedora de la verdad y al poeta como guardián de este
saber. Lo real se pone en palabras a través del poeta, se habla del mundo a través del poeta. Se busca
aquella realidad que escapa a lo racionalizable. En este sentido, se produce una evolución de la idea de la
mimesis: mimesis como idea de imitación a los sentimientos. En el contexto en el que se halla Kraus,
puede decirse que esta concepción está invertida. Es decir, el mundo ya no es el principio del cual se
habla, deja de ser el origen para convertirse en un aspecto secundario: lo real ya no da inicio a las
palabras sino que, son las palabras las que se convierten en mundo. Y no a través del poeta como
guardián de la verdad sino todo lo contrario, el mundo que es contado es el mundo de los medios de
masa, de la prensa. Y es esto lo que critica Kraus.
El románico se rebela ante el efecto homogeneizador que dejaron las ideas iluministas burguesas y
revaloriza al hombre como individuo, como genio creador. El romanticismo significa una explosión de la
individualidad, de la exhibición de lo más íntimo del alma del escritor. El escritor romántico va a exponer
su yo a la contemplación de los demás sin vergüenza ni pudor. Este movimiento realza la importancia de
las tradiciones, de la originalidad de la lengua. En su tiempo, Kraus comienza a ver los indicios de una
sociedad de masas y se rebela contra ella. Busca valorizar la lengua como representante y exponente de
la persona, como constitutiva de la identidad. La singularidad es la característica distintiva del artista
verdadero, operativa de la verdadera "fantasía". (*)
(*) Fuente: Sabrina Andrea Díaz Virzi, "Karl Kraus: el mundo en el lenguaje o el lenguaje en el mundo",
trabajo realizado en el contexto de la materia Principales corrientes del pensamiento contemporáneo de la
Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, en 2005.