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Genero Lirico

¿Qué tiene que ver la lira con esta creación literaria?


Era para ser cantada, y en muchos casos lo sigue siendo. Antes se ha dicho que cabe
relacionarla con el tema del amor. De acuerdo con esto, puede decirse que es el “género
de los sentimientos”. La lírica es, por tanto, el género caracterizado por ser el cauce de
expresión de la subjetividad del ser humano; de sus sentimientos y emociones al
observarse a sí mismo y al contemplar el mundo en el que está inmerso (Estébanez
Calderón, 2002: 625).
La lira, atributo del dios Apolo, implica el encuentro entre la música y la poesía. Esta
divinidad, que patrocina las artes, encarna la capacidad creadora de la poesía, el uso de
la razón para la creación artística (en este caso, lingüística, literaria) a la par que para la
habilidad en el manejo de instrumentos musicales. La simbología apolínea es profunda
y compleja, pero sin duda tiene que ver con el género lírico.
No obstante, la lírica tiene algo también de dionisíaco, como veremos a más adelante.
Apolo y Dionisos son símbolos muy completos de la naturaleza humana, de la sociedad
y de las artes y, como bases fundamentales de nuestra psique, son a la vez opuestos y
complementarios.
Hay diez rasgos fundamentales, de acuerdo con la enumeración de Kurt Spang (2011:
58-62) diferenciadores del género lírico, sin que haga falta recordar el carácter ficcional,
como es propio de todo fenómeno literario. Estos rasgos son los siguientes:
La “interiorización”: lo externo se aprehende como interno. La alteridad que
experimenta el poeta produce una fusión con la realidad. Esto es fundamental y es la
clave de lectura de toda poesía lírica tradicional donde haya elementos de la naturaleza.
El decorado exterior va a ser simbólico del estado interior del poeta, de ahí que se
utilice el recurso del símbolo.  Este hecho conlleva que se trate de una expresión breve.
La intensidad de la conmoción lírica no puede expresarse si no es con brevedad, porque
las emociones no se pueden prolongar en el tiempo o, al menos, no cuando son intensas.
Por eso las canciones no pueden ser largas.
No hay “historia”, en cuanto a la combinación de una trama con figuras, tiempo y
espacio. Los textos líricos también presentan figuras, espacios, tiempos, pero solamente
como soportes (casi siempre simbólicos) del tema que se está tratando en el texto. Lo
que importa es la insinuación, no “contar” con principio y fin.
La predilección por la “instantánea”, relacionada con la naturaleza breve e intensa de la
vivencia lírica. El poeta no elabora una trama, como se ha dicho en el punto anterior,
pero tampoco una argumentación, como sería más propio de un ensayo, con coherencia
externa. En la lírica el autor acumula sugerencias hábilmente organizadas para
profundizar en un solo tema central, con la colaboración del lector. (Si encontramos una
trama, es que ya hay hibridación con otros géneros narrativos o dramáticos, que también
da lugar a muy buenas obras. También hay que señalar que, en los distintos grados de
organización de la lírica, hay estructuras argumentativas breves, como en el soneto.)
La profundización en un solo aspecto se vincula con la brevedad y la “instantánea”,
dado que al autor le interesa profundizar en un tema, no un despliegue de muchos. Se
puede decir que en lírica prevalece la verticalidad, frente a la horizontalidad propia de
otros géneros.
Configuración lingüística del texto con predominio de la función poética, es decir, los
sonidos, palabras y oraciones adquieren valor estético por sí mismos, más que como
signos referenciales que aluden a una realidad extraverbal. Prevalece el carácter
connotativo del lenguaje frente al denotativo. En la poesía intimista y monológica se
concentra la potencia sugestiva del lenguaje, con lo que se precisa la colaboración
intensa del receptor.
Métrica: la versificación no es un requisito indispensable de lo lírico, como prueba el
poema en prosa. Sin embargo, la forma métrica es un poderoso elemento estetizador que
eleva el lenguaje por encima de lo cotidiano, le da un carácter individual.
Ritmo: muy relacionado con la métrica, aunque también puede haber ritmo en prosa. El
ritmo es el centro neurálgico de la lírica: no en vano tiene orígenes musicales.
Su carácter oral remite también a dichos orígenes musicales. Suele sobreentenderse que
la percepción auditiva del texto lírico es la forma más adecuada de su recepción. Incluso
en la lectura silenciosa los elementos sonantes resuenan dentro de nosotros. Hay que
señalar que algunos críticos como el profesor Vicente Granados (UNED) sostienen que
ciertas poesías no son para leer en voz alta, porque sus rimas de cierto carácter sutil
ganan cuando se realizan mentalmente, como en caso de Antonio Machado.
La musicalidad sería un rasgo de mayor amplitud que el ritmo, ya que la música no sólo
se fundamenta en grupos de tónicas y átonas, pausas, etc., sino en lo que podríamos
llamar “melodía”, a través de las combinaciones fónicas.
Comunicación lírica, que puede ser directa o diferida: en la lírica de tipo cancioneril la
emisión y recepción suelen ser simultáneas, no dándose grandes problemas de
interpretación, mientras que en la lírica de tipo monológico e intimista suele darse un
espacio temporal, con dificultades de comprensión por su carga subjetiva.
Kurt Spang, como se viene anticipando, distingue dos tipos de lírica(2011: 63-65):
1) Lírica cancioneril o sociable: manifestación más antigua del género, que nace de la
costumbre de cantar o acompañar de música ciertas actividades colectivas. El hecho de
que estas composiciones estuvieran destinadas al canto las adecua a la recepción
auditiva y no visual, incluso favoreciendo la dialogización, probablemente originada en
los coros de la antigua Grecia. En la Edad Media, época floreciente de la lírica, en las
jarchas y cantigas de amigo solía darse el diálogo entre una muchacha y su madre.
Este marcado carácter oral, de recepción auditiva, se daba ineludiblemente en la poesía
de Cancionero, también medieval. El tema prioritario, tanto en la vertiente popular
como culta, es el amor, pero también hay otros temas como el trabajo, el culto religioso,
las fiestas, temas burlescos, etc.
El lenguaje es sencillo, en cuanto al léxico y la sintaxis. Semánticamente no es tan
simple. Pero sí que son inevitablemente breves, al tener ese carácter oral. Abundan
recursos como la repetición, el estribillo…
Todo ello entra en concordancia con su función socializante, para mantener activa la
convivencia, hecho que contrasta fuertemente con el hermetismo del segundo tipo de
lírica.
2) Lírica monológica e intimista: presupone una concepción del mundo más
individualista y subjetivista, con una necesidad de autoafirmación y emancipación de lo
convencional. No raras veces cae en el egocentrismo y sus manifestaciones autolesivas
patológicas, como en algunos conocidos poemas de Cesare Pavere, pero cuya exaltación
trae consigo un afán de originalidad muy renovadora. La adscripción a este tipo de lírica
implica casi siempre innovaciones y el rechazo de lo tradicional. El único rasgo que se
mantiene es la brevedad.
Crece la importancia de lo visual ya que esta poesía es para ser leída, en silencio, en las
páginas de un libro. Por eso también aparecen manipulaciones tipográficas, con valor
también estético, y que culminan en los caligramas.
En cuanto a temas no hay restricciones, de manera que hay desde las reflexiones más
elevadas hasta temas intranscendentes.
El lenguaje en la lírica moderna puede ser desde más o menos convencional hasta el que
acogería osadas innovaciones lingüísticas. La métrica también es enormemente variada.
En esta lírica, la monológica e intimista, que suele ser la más frecuente en la época
actual, conviene resaltar las dos funciones que indica el autor con la siguiente cita
(2011: 64-65):
Género dramático
Algunos teóricos del siglo XX insisten en la diferenciación categórica entre el drama y
el teatro, de los cuales el primero es la versión constituida en lo absoluto por elementos
lingüísticos, formando parte entonces de lo que se considera un género literario, cuya
particularidad es el predominio de la función apelativa del lenguaje, la ausencia de un
mediador (intérpretes, actores) entre el mundo creado (la realidad ficticia) y el lector y
la posibilidad virtual de ser representado.
El teatro es la concreción del drama e incluye la actuación, la música, etc. Es decir,
elementos que no le son propios al drama como realidad lingüística acotada solamente
al discurso. El análisis de un drama puede hacerse desde la crítica literaria, mientras que
el análisis del teatro debe incluir factores como la actuación, la evaluación del
espectáculo, los músicos, la iluminación, etc.

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