El hombre, en cuanto histórico, está afectado intrínsecamente por una
relación social, unido a sus semejantes.
Una y otro, «civitas» y «coetus», son formas que los individuos
tienen de relacionarse entre sí. ¿Cómo debe entenderse, desde el punto de vista filosófico, la relación social que afecta intrínsecamente al hombre en cuanto ser histórico?
El sujeto personal de la historia
De todo esto se desprende que el sujeto de la historia no puede ser
el individuo aislado; tampoco la esencia específica humana en cuanto transmisible por generación.
Desde el punto de vista entitativo, tiene una esencia común
participable por muchos individuos: un sólo individuo no agota la esencia hombre; desde este punto de vista, cada hombre está transcendentalmente relacionado con los demás por su comunidad ontológica.
Además, desde el punto de vista operativo, tiene una
comunidad de orientación o destino, un bien común, al que tienden las facultades superiores –el entendimiento y la voluntad– que brotan de la sustancia humana.
La voluntad sigue siempre al entendimiento, el cual
le propone el bien y, en última instancia, el último fin.
Por tanto, una cosa es la «exigencia de
tener» una relación social y otra cosa es el «modo de tenerla»: nótese que siempre y necesariamente tiene que tener el hombre una relación social
De manera que, aunque sólo se pueda
entender el cambio histórico a través de las acciones de personas concretas, ninguna de esas acciones humanas se produce en el vacío, sino en un conjunto de circunstancias dadas.
De todos modos conviene advertir
que lo social no es, sin más, lo histórico. Lo que hay de histórico en lo social es la actuación de las posibilidades dentro de la convivencia humana. Como advierte Zubiri, lo social es la simple forma en que los individuos quedan afectados y dispuestos por su convivencia con otros.
Ensimismamiento puro La primera dificultad que se presenta viene de aquellos que afirman que esa red de relaciones que llamamos sociedad, no es más que una ficción.
podremos decir lo siguiente: hay substancias, de un lado, y
relaciones entre esas substancias, de otro lado; lo substancial es lo que descansa en sí, y no tiene necesidad de otro para existir; lo relativo es lo que necesita de otro, lo que se vierte a otro.
Así, la sociedad, como red de relaciones, sería una pura
creación humana, sin dimensiones reales que obligaran a respetar posibles vecciones normativas que partieran de ella, como las de la ley natural.
En el aspecto filosófico, el ensimismamiento puro
se apoya en un optimismo exagerado; piensa que el hombre es bueno por naturaleza
Alteración pura
Si se exagera la unidad entre los hombres, concibiéndola como
universal real que engloba a los singulares, estaremos en el polo opuesto: en la pura alteración.
La unidad relacional deja de ser ficción para convertirse en un
Saturno que devora a sus hijos.
Los individuos aislados son puras abstracciones, entes
fingidos.
El individuo es un medio e instrumento de la
sociedad, la cual se manifiesta como fin único.
No existe primero el sujeto y después la
relación social advenediza. Primero es el todo social, la relación sistemática, la estructura unitaria; después viene, como apéndice recambiable, el individuo. Lo sustancial es el todo
La historia, desde la óptica de la
alteración pura, no está hecha por hombres concretos, irrepetibles e inintercambiables, sino por ideas supraindividuales, por conjuntos impersonales.
Personalismo
¿Qué es lo real, el individuo o la sociedad? ¿Cuál es el fin y cuál
el medio, el todo o el individuo? Si volvemos los ojos al esquema aristotélico de las categorías, podremos obtener una solución a las cuestiones planteadas.
Porque realidad en sí y por sí es sólo la sustancia, el
individuo; en cambio realidad respectiva o referencial es sólo la relación, porque precisamente descansa en los individuos.
En primer lugar conviene aclarar que lo social es una
relación; dicho de otra manera: la unidad social es una unidad de orden o relación.
Pero siendo relativa esta unidad, ¿será necesaria e
intrínseca al hombre? Por desgracia es frecuente interpretar tal relación como una realidad tangencial al sujeto mismo.