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FUNDAMENTOS METAFÍSICOS

DEL ARTE ISLÁMICO [1]


Hasan Bize
“Dios es Bello y ama la Belleza”
Profeta Muhammad

Cualquiera de nosotros puede admirar la belleza serena y profunda de una


mezquita, o detenerse asombrado ante la prolija y complicada ejecución de un arabesco
decorativo, o evaluar el hermoso equilibrio que se desprende de una composición
caligráfica. Pero algo muy importante se nos escapa en esas consideraciones estéticas
generales: el espíritu, la esencia subyacente en esas manifestaciones artísticas, el
significado que encierran.

El Islam es una cosmovisión, un modo de vida completo, y como no podía ser de


otro modo, el arte es un órgano vivo e interactuante de ese todo. El Islam es uno en los
elementos fundamentales de sus manifestaciones estéticas, sea en una grácil mezquita
magrebí, erigida sobre un bosque de finas columnas, como en una sólida mezquita de estilo
mogol en el centro de la India. Comprender, entonces, el arte islámico significará entender
el Islam, penetrar en los sentidos de su Libro, el Sagrado Corán, evaluar la jerarquía
metafísica del Profeta.

Belleza y perfección

Arte es belleza. Pero, ¿qué es la belleza? ¿Es algo universal común a todos los
hombres, o algo particular y subjetivo de cada individuo? Es decir: ¿Es un principio
absoluto o algo relativo que varía con las condiciones culturales y con las épocas?

La opinión más común actualmente es que la belleza es un valor relativo


que depende, en primera instancia, de la cultura en que se manifiesta, y luego de
cada ser en particular, de su valoración subjetiva. Lo que es arte y belleza para una
cultura –sostienen– puede ser algo trivial o aún desagradable para otro pueblo. Reducida a
este valor relativo, la belleza no pasa de ser un valor ligado a lo sensual, a lo meramente
exterior. No hay una belleza suma, absoluta, sino una belleza relativa cuya medida es el
hombre, cada hombre.

Para el Islam, en cambio, la Belleza es un atributo divino: Allâhu yamîl ua


iuhibbu-l-yamâl (“Dios es Bello y ama la Belleza”). La Belleza divina se manifiesta en la
perfección y belleza de la creación [2] , y he aquí un elemento en donde se demuestra que
hay una percepción de la belleza de la que participan todos los hombres: cuando admiramos
una flor, un paisaje natural, el rostro de un niño pequeño, la maravillosa hechura de todo lo
que nos rodea, percibimos algo bello y, casi sin variantes, todo eso es hermoso tanto para
un occidental como para un oriental, para un chino o un hindú. No hay barreras ni
diferencias culturales al momento de apreciar la perfecta armonía de lo creado (que no sea,
desde luego, alguna enfermedad del alma individual) [3] . Dice el Sagrado Corán: “No
encontrarás imperfección alguna en la creación del Más Misericordioso. ¡Mira otra vez!
¿Adviertes alguna falla? Mira otras dos veces, tu mirada volverá a ti cansada, agotada
[incapaz de descubrir una imperfección]” (67:3-4)

¿Qué es lo que nos aúna en esta percepción de la belleza de lo creado?


Evidentemente, no es sólo su belleza externa sino sobre todo su perfección, su armonía, y
descubrimos en esto una percepción y evaluación intelectual de la belleza. Son las señales,
los signos de la Belleza divina lo que apreciamos en la creación, Belleza inteligible que
sugiere la Sabiduría y Omnipotencia del Creador y nos trae reminiscencias de nuestro ser
verdadero que no habita en este plano en donde está de paso, pues, como dice una tradición,
“el hombre es la bestia del Paraíso” [4] . Dice el Sagrado Corán: “Por cierto que en la
creación de los cielos y de la tierra, y en la alternancia de la noche y el día hay signos para
los dotados de entendimiento, los que recuerdan a Dios parados, sentados o acostados, y
reflexionan profundamente en la creación de los cielos y la tierra” (3: 190-191).
Perfección y belleza son conceptos equivalentes en la doctrina islámica y su
concepción estética. Dijo el Profeta: “Dios ha prescripto la bella perfección (al-ihsân ) en la
(hechura de) cada cosa...” Y dice el Sagrado Corán: 

“El (Dios) es Quien perfeccionó y embelleció (ahsana) la creación de cada cosa, e


inició la creación del hombre de arcilla...” (32:7). 

“El es el Creador (de la nada), el Creador (providente), el Formador, a Él


pertenecen los Nombres más Bellos (husnâ‘)...” (59:24).

“Bendito sea Dios, el más Perfecto (ahsanu) de los creadores”. (23:14).

La raíz árabe hasuna , que aparece en todos estos versículos coránicos y en el


hadíz del Profeta, expresa a un tiempo la idea de bien, belleza y perfección [5] . Lo
realmente bello es perfecto y bueno, y viceversa. Dios ha querido manifestar Su belleza en
todo lo creado, y diseminó Sus signos en toda la creación, incluso en la creación misma del
hombre: “...y os conformó, perfeccionó y embelleció (ahsana) vuestras formas.” (40:64). El
hombre fue conformado según la Forma divina, pues dice el hadíz del Profeta: “Dios creó a
Adán según Su Forma (‘alasuratihi)”, y en la interpretación de los sabios del Islam, el
término “forma” se refiere al ser metafísico, y significa que Dios estableció en el hombre de
Sus Atributos elevadísimos, el principal de los cuales es el Conocimiento.

En conclusión, la verdadera belleza es aquella que percibe como tal nuestra fitrah
(esencia primordial), como algo que “resuena” simpáticamente con nuestro espíritu y
realidad interior. La otra “belleza” es solamente la que satisface nuestros deseos,
costumbres y apetencias, y como tal es algo relativo y cambiante. Esto tiene una
implicancia nada trivial: captamos algunas manifestaciones de la verdadera belleza, como
cuando admiramos la belleza de todo lo creado, pero somos ciegos para otras, como si
nuestro ojo interior fuera deslumbrado por su luz, no permitiéndonos ver. En otras palabras:
debemos cultivar con esmero lo depositado en nuestra esencia primordial para apreciar la
verdadera belleza que, siendo un Atributo divino, no se aprehende sino es desligándose del
lastre de nuestras pasiones. “Un siervo no puede tener dos señores”, y el Señor no entra en
un corazón que alberga otro que Él.

Nuestra relación con la verdadera belleza es, al mismo tiempo, esencial y lábil,
debemos cultivarla y fortalecerla. En cambio, la influencia en nosotros de la “belleza”
relativa es poderosa y tiránica. El Sagrado Corán llama a esa belleza relativa zínah al-
dunia, los “adornos del mundo” que son un “goce transitorio”.

Sensualidad versus significado

La verdadera belleza se dirige al espíritu y al intelecto; la simple belleza formal


apunta al alma y la seduce, cautiva y alucina con sus oropeles. En el primer caso prima el
intelecto, la intuición espiritual que, apoyándose en ese Atributo divino, asciende a la
comprensión de principios a los que no podría acceder sólo por la razón; en el segundo, es
el alma con sus pasiones la que se ve seducida y conmovida y, desde luego, esa conmoción
del alma es como un sabor dulce al principio (que luego puede convertirse en amargo), que
no alimenta la verdad.
Un paralelismo entre estas dos manifestaciones del arte y la belleza que hemos
contrapuesto podría resumirse así: 1º) La belleza meramente exterior y sensual tiene un
efecto fuerte pero pasajero; la verdadera belleza, la que resulta del espíritu que se expresa
en la obra de arte, tiene un efecto más sutil pero permanente y profundo. 2º) La verdadera
obra de arte resiste el paso de los siglos porque es intelectual y transmite un significado, en
cambio, el arte sensual es circunstancial y depende de su época y las costumbres y los
gustos de la sociedad que lo animó. 3º) El arte verdadero es universal porque se dirige a la
esencia humana que es una y única, no teniendo su apoyo principal en factores locales o
anecdóticos.

Manifestaciones y características del arte islámico

Lo que hemos expuesto hasta ahora nos permite comprender algunas


características propias del arte islámico, que son su signo distintivo.
En primer lugar, el arte islámico es principalmente abstracto, y por eso rehuye
ciertas manifestaciones estéticas relegándolas a expresiones menores, privilegiando, en
cambio, otras. Lo abstracto se refleja en la ausencia de figuras y esculturas, en la falta de
interés por imitar o copiar lo que está en la naturaleza. Ello responde a la doctrina del
Tauhîd en que se inspira toda la cultura islámica.

Tauhîd designa a la Unidad divina y al acto de realizarla con el conocimiento y la


comprensión profunda. No es meramente “monoteísmo”, ni tampoco teología, sino el
esfuerzo intelectual por acercarse a la comprensión de lo divino a partir de la Revelación y
la tradición profética [6] . “Intelectual” es para nosotros “espiritual”, y el esfuerzo no es
mera dialéctica racional sino un acercamiento del propio ser  a través de la purificación y la
devoción para poder abarcar algo de la Realidad divina. Diversos pasajes del Libro y de la
tradición enseñan que Dios no puede ser alcanzado por el pensamiento humano ni
representado con figura humana. La Unidad divina trasciende toda figuración y sólo las
formas ideales sugieren la realidad metafísica que las anima.

Estas formas ideales las apreciamos, por ejemplo, en las figuras de plantas, pájaros
y animales que decoran alfombras o iluminan libros. En reproducciones de animales
fantásticos que simbolizan ángeles o potencias del alma humana. O en el arabesco, que es
como un nutrido entrelazamiento de estilizados zarcillos vegetales, flores, hojas y
caligrafía. Dios, lo Uno, ha manifestado lo múltiple, (cuyas variaciones son, después de
todo, ilimitadas) y el hombre debe tratar de mostrar la unidad que subyace en ellas
retrotrayéndolas a sus formas arquetípicas. En este mundo, nuestros ojos están abiertos sólo
a la multiplicidad, lo cual nos lleva a engaño, ¿por qué insistir entonces en alimentar la
ilusión? “Os distrae la multiplicidad, hasta que visitéis las tumbas [e.d.: hasta que muráis].
¡Que va!, entonces comprenderéis...” (Corán, 102: 1-2).

En algunos pueblos islámicos se encuentra como expresión artística la


pintura, especialmente en la forma de miniaturas en la ilustración de libros. En ellas
se evita la perspectiva y la proyección de sombra, quedando toda la imagen como en
un mismo plano, y además los rostros humanos son como estereotipados, es decir, todos
iguales [7] . No interesa en estas pinturas tradicionales un mensaje visual que transmita la
exacta circunstancia o la emoción del suceso y sus protagonistas (como en la pintura
occidental), sino más bien el significado del acontecimiento (generalmente un relato épico
o un pasaje de la historia sagrada). Y esto se logra también con el uso de los colores: tonos
puros intensos y contrastantes, no mezclados, en una policromía que no vemos en la
naturaleza y que dan a estas miniaturas una belleza exquisita. Esto se diferencia netamente
del uso del color en la pintura clásica occidental. 

En cuanto a la música, los sabios musulmanes se han ocupado de ella en aquello


que tiene de ciencia de la armonía, que a su vez se vincula con las matemáticas y la teoría
de los números, especialmente en su sentido pitagórico. Así es como grandes sabios
musulmanes como al-Farabi y Avicena escribieron profundos tratados sobre música [8] .

En el caso de la recitación coránica y la poesía, la música se circunscribe al sonido


de la voz humana, y aquí nuevamente se privilegia el sonido con significado, pues lo que se
declama es la Revelación divina o bien la producción del poeta, que debe aunar la belleza y
elegancia expresiva con la sabiduría del contenido.

La recitación coránica es una verdadera disciplina artística en el Islam, cuyo


dominio requiere de varios años de entrenamiento además de estar dotado con una
excelente voz. Esta técnica es estrictamente tradicional en el Islam y se remonta al Profeta,
quien recibió de su Señor y enseñó  las formas de recitar el Sagrado Corán. Dijo:
“Embelleced vuestras voces con la recitación del Corán”. En todas las épocas ha habido
famosos recitadores del Libro revelado en los diversos estilos [9] , y se realizan certámenes
en donde el pueblo concurre a escuchar a los maestros lectores [10] .

En cuanto a la poesía, ha tenido siempre una pujanza enorme entre los


musulmanes de lengua árabe, pero también se ha manifestado en otras lenguas de pueblos
musulmanes, como el persa y el turco, produciendo obras de soberbia belleza y sabiduría
[11] .
Algunos han creído ver temas sensuales en mucha de esta poesía, sobre todo en
alguna que contiene exaltación del vino y la embriaguez, o que se refiere al amor y la
amada con términos encendidos y sensuales. Lo que ignoran son las claves de esta poesía
mística: el vino no es el embriagante de este mundo que obnubila la razón, sino el vino de
la embriaguez espiritual. La taberna y los bebedores son los aspirantes del amor divino que
se reúnen para el recuerdo de Dios. En cuanto al amor y la amada, frecuentemente presente
en la historia mil veces recreada en la poesía de Maynún y Laila [12] , representa
simbólicamente el tipo de anhelo excluyente del místico sufí que lo convierte en un loco
(maynûn), un abstraído para las cuestiones del mundo, todo el día pensando en su amada y
alabando sus bellezas [13] .

Otras manifestaciones artísticas comunes en occidente, como el teatro y sus


derivaciones, no existen en la cultura islámica [14] . No obstante, ello fue reemplazado
clásicamente por el narrador de historias y cuentos. Estos narradores debían exhibir un
especial talento para cautivar a su auditorio con historias atrayentes que debían decorar con
el solo recurso de su voz, ingenio y expresividad.

El arte islámico por excelencia: la arquitectura

La arquitectura es la expresión más acabada del arte de una cultura como la


islámica. Es la forma principal del arte a la cual sirven las otras manifestaciones estéticas.
El motivo principal de la arquitectura islámica es la mezquita, y sus elementos constitutivos
surgieron en la primera época del Islam, inmediatamente después de la Hégira del Profeta
de La Meca hacia Medina, donde se construyeron las primeras mezquitas, llamadas
al principio baitu-s-salah (casa de la oración) [15] . Toda la mezquita está en realidad
gobernada por una “orientación”; una “dirección” es la que sacraliza el lugar: la
qiblah, la orientación hacia la Sagrada Ka‘abah en La Meca. Esto muestra, en primer
lugar, la profunda comprensión de la Unidad divina que transmite el Islam: un único
templo, la Ka‘abah, y las mezquitas diseminadas por todo el mundo son como los
corazones de los creyentes que se “tornan” hacia el Uno en el momento de la oración.

Esta orientación de la mezquita está marcada por el mihrab, un nicho construido


en la pared orientada hacia La Meca en donde se ubica el imam que conduce la plegaria.
Este nicho tradicionalmente estaba dotado de efecto acústico de amplificación que devolvía
hacia atrás la recitación del imam, para ser escuchado y seguido por los orantes enfilados
detrás suyo. El mihrab es a la mezquita lo que el corazón al hombre. El corazón (en árabe
qalb, de qalaba , “volver”, “voltearse”), deja de fluctuar erráticamente [16] y se “vuelve”
hacia su Señor, orientándose hacia la qiblah. La palabra divina desciende y penetra el
corazón en la concentración de la plegaria islámica.

La mezquita cuenta, además del mihrab, con otros elementos característicos que se
repiten en cualquier rincón del universo islámico: 1) la cúpula, 2) los minaretes, 3) las
columnas o pilares, 4) el minbar o púlpito, 5) un patio central generalmente con una fuente
de agua, 6) las lámparas que iluminan el recinto, 7) la decoración, exenta de imágenes, a
base de caligrafía o motivos geométricos.

La cúpula simboliza al cielo de las realidades metafísicas permanentes. La base del


edificio, generalmente cuadrada o rectangular, es la tierra y el mundo [17] . Entre ambos
suele haber un capitel octogonal, un “mediador” entre el cielo del espíritu y la tierra de la
materia. El octógono representa al Trono divino, y el Trono divino, en la interpretación de
la sabiduría mística del Islam, es el Profeta, evidencia y misericordia para los seres.

El minarete (del árabe al-minâr, derivado de nâra: brillar, lucir) se eleva a gran
altura y puede distinguirse desde lejos. Cuando desde él el muecín llama a la oración, es un 
faro [18] de luz y sonido que permite que los hombres, dispersos en el “mundo exterior”, se
encaminen hacia la mezquita para unirse en la oración al Único. Los minaretes son como
los sabios en la sociedad que, como dijo ‘Ali, “son como las estrellas del cielo que permiten
a los hombres orientarse”.

Las primeras mezquitas del Islam, la de Quba y la del Profeta en Medina, se


construyeron con ladrillos de adobe y troncos de palmera sosteniendo un techo de hojas de
palmera en algunos sectores, estando la mayor parte a cielo abierto. Esos troncos de
palmera han perdurado en el bosque de columnas que caracteriza a las mezquitas. Las
columnas están enfiladas en la dirección de la qiblah , y son los “pilares” de la fe, los
creyentes verdaderos que, al decir del Profeta con como “las paredes de un edificio que se
apoyan unos a otros”. 

El minbar o púlpito es una escalera de madera que conduce a un estrado coronado


generalmente por una pequeña cúpula, todo de madera labrada y decorada profusamente. Es
el lugar donde se ubica los viernes el jatib o disertante, para realizar el sermón o jutbah.
Este único elemento del mobiliario de la mezquita proviene de la época del Profeta. Dado
que todos los asistentes de la mezquita no podían verlo o escucharlo en la disertación de los
viernes, un carpintero de entre sus discípulos construyó un estrado de madera para que se
subiera en él y pudiera ser visto y escuchado por todos.

Buena parte de casi cualquier mezquita está abierta al cielo. En Medina,


originalmente ese patio o sahn era el espacio entre el lugar de la oración y la casa del
Profeta. El patio interior de las mezquitas simboliza el alma humana purificada, abierta a
las mercedes de Su Señor. Es el corazón no cubierto por ningún velo. Y en el centro de ese
patio, como en el de muchas construcciones islámicas, hay una fuente de agua. El agua
simboliza la misericordia divina que desciende del cielo y fluye por los valles (las almas
humanas) según su medida (Cfr. Corán 13:17), vivificando “la tierra después de muerta”
(Cfr. 2:164). El agua es la revelación y el medio de la purificación, la fuente de la vida
(“Hemos creado a toda cosa viva del agua”, 21:30). En la práctica, esa fuente de agua sirve
para la ablución ritual (al-uudû’ ) que purificará al orante antes de la plegaria.

Desde antiguo han competido los artesanos musulmanes en la iluminación de las


mezquitas. Son las mishkauât (sing.: mishkât), lámparas de cristal bellamente decoradas,
cuyo nombre y simbolismo se inspira en el famoso versículo de la luz, que dice: “Dios es la
luz de los cielos y de la tierra, el ejemplo de Su Luz es como en  de un nicho (mishkat) en el
que hay un pabilo, el pabilo está dentro de un cristal, que es como un astro reluciente. Se
enciende (esta lámpara) del aceite de un árbol bendito, un olivo, que no es oriental ni
occidental, y arde aunque no lo toque el fuego...” (24:35). Es la luz de la presencia divina
en todas las cosas y, sobre todo, en el corazón humano.

Un párrafo aparte merece la arquitectura común, la de la casa islámica tradicional,


en la cual también se aprecian signos distintivos de un modo de vida inspirado en los
valores sagrados. La casa típica de los musulmanes no es ostentosa o llamativa hacia fuera,
sino más bien volcada hacia el interior. Las ventanas no se abren hacia fuera, sino
generalmente hacia el patio interior, como en la casa andaluza; casas amplias en donde los
ambientes se abren a un patio interior, o incluso a un jardín, con una fuente o aljibe. Las
ventanas, “ojos del alma”, se abren hacia el cielo interior, el lugar de manifestación de lo
divino. El Islam enseña, por otra parte, el respeto a la intimidad, sin que ello signifique
encerrarse en uno mismo. Por el contrario, la familia musulmana se estructura como un
gran clan, viviendo en una gran casa o en un mismo barrio. El patio y la fuente repiten así
el símbolo ya explicado en el caso de la mezquita.

La caligrafía en el Islam: un arte en sí misma [19]

En general, no se considera a la caligrafía un arte y en el mejor de los casos se la


relega a una artesanía o habilidad particular, sin embargo, los musulmanes la cultivaron
elevándola casi al grado de un arte-ciencia, en donde la belleza va asociada a profundos
significados y a toda una concepción de la vida y la realidad. [20]  

Evolución y estilos.-  

La caligrafía surgió junto con el


Islam y a su sombra, por lo que resulta
impropio hablar de caligrafía árabe. La
caligrafía no era un arte entre los árabes
con anterioridad al Islam, y de hecho la
escritura misma estaba muy poco
difundida. Con el Islam se difunde la escritura y se comienza a incentivar el conocimiento y
la alfabetización de los musulmanes.

Al principio sólo se utilizaba la escritura llamada kúfica (por la ciudad de Kufa, en


Irak). Este estilo se caracterizaba por las líneas rectas y las formas rectangulares. Es el
estilo común en las decoraciones monumentales de frontispicios y paredes de mezquitas y
mausoleos, pues su estructura geométrica permite reproducirla con la alternancia de
cerámicas cuadradas de distinto color.

Luego aparecieron otros estilos, móviles y gráciles, como el zúluz, el nasj ,


o el nasta‘liq o farsí , entre los persas [21] . En cada estilo las letras deben guardar
ciertas estrictas proporciones que están fijadas por la tradición desde antiguo y que
tienen como unidad el punto cuadrado formado con un trazo de la punta del cálamo, de
igual longitud que altitud. El punto (nuqtah ), como unidad de medida de los signos de las
letras, se sustenta en la tradición que dice: “Todo el Corán está contenido en la Fâtiha, y
ésta en la basmalah, y la basmalah está contenida en la ba, y ésta en el punto que está
debajo [22] ”. El punto es a la figura lo que el uno a los números, y por eso simboliza la
Unidad. Lo que dice la tradición es que toda la Revelación se resume, en potencia, en el
punto originador, el “primer trazo” del Corán. La palabra nuqtah (punto) también significa
“gota”, y en este sentido se emplea en el Sagrado Corán con referencia a la insignificante
gota de semen de la cual procede todo ser humano, destacando el poder creador de Dios.

Análogamente, las proporciones de las letras se refieren proporcionadamente a un


círculo, la figura perfecta, cuyo origen es el punto y su diámetro el alif, la primera letra,
símbolo de lo Divino que se manifiesta, pues es un trazo vertical que se escribe de arriba
hacia abajo. El alif es en general también la pauta o norma de cada estilo caligráfico. 

Simbolismo de los instrumentos del calígrafo.-

El principal elemento del calígrafo es el cálamo, la lapicera hecha de caña hendida,


y la tinta, antiguamente de fabricación artesanal, lo mismo que el papel.

El Sagrado Corán menciona el cálamo en varios párrafos, adjudicándole un valor


que excede al de un simple instrumento de escritura. Dice el Libro en la primera revelación:
“Enseñó (Dios) con el Cálamo, enseñó al hombre lo que no sabía [23] ” (96:4-5), y vinculó
de esta forma al cálamo con la Revelación, la Palabra divina y el conocimiento.

El cálamo, entonces, no es en la Revelación meramente el instrumento para


escribir, sino el símbolo de una realidad metafísica que, al decir de los sabios en los
sentidos profundos y ocultos [24] del Libro divino, representa al intelecto como primera
manifestación divina. A través del él se inspira y comprende la Revelación y el hombre
alcanza el conocimiento verdadero, por eso Dios “enseña” con el cálamo. El cálamo es un
símbolo en sí mismo: está hecho de caña, y la caña es hueca. Por ella fluye el viento del
espíritu que da vida, contenido y significado a la tinta informe a través de los signos de las
letras. Pero esto sólo es así con la Palabra divina, y por eso el tema de la caligrafía islámica
es casi exclusivamente la Revelación [25] , la cual es inspirada por Dios en el alma pura,
que es como el “blanco papel” de la esencia humana primordial (fitrah) [26] .

El significado que se oculta.- 

Como ya dijimos, el tema de la caligrafía islámica es fundamentalmente el


texto coránico y los hadices proféticos. Partiendo de un versículo coránico, el artista
compone generalmente una figura: la inscribe en un círculo, o semeja una cara, un
animal o una flor. A menudo, en estas composiciones caligráficas las letras se superponen,
cambian de forma y se estilizan, por lo que resulta difícil desentrañar lo escrito. Se requiere
una observación atenta y, en buena medida, un conocimiento amplio del Corán, para
identificar a partir de una o dos palabras el significado del conjunto.

Es como si la palabra se “escondiera” adrede para que quien contempla desvele el


significado con un  esfuerzo de su espíritu. Algo análogo ocurre con el Sagrado Corán,
cuyos sentidos ocultos deben desvelarse a nuestra visión interior. El sentido es que los
signos de Dios, como las letras de la Revelación, sustentan todas las cosas, pero son
invisibles a una primera mirada.

Esta característica llega a su grado sumo en algunos arabescos, como los


moldeados en estuco de las construcciones islámicas andalusíes, en donde la caligrafía está
totalmente oculta en una maraña de zarcillos y flores. Semeja esto la vida que fluye con
infinitas variaciones y formas, encontrándose sin embargo sustentada en la Palabra divina
creadora, el kun (¡sea!) [27] con que la voluntad del Señor manifiesta todas las cosas. Y lo
mismo puede decirse de las largas citas coránicas reproducidas con comprimida
sobreescritura en franjas circulares en torno a las cúpulas de algunas mezquitas, que no se
alcanza a discernir desde abajo. Pero eso en realidad no importa: la Palabra divina está allí
y obra por sí misma, y el hombre debe saber que sólo elevándose hasta ella podrá descubrir
los sentidos de la creación y de su propio ser.

La caligrafía como disciplina y camino espiritual.-

Lo mismo que en otras manifestaciones artísticas en el Islam, la caligrafía es en


realidad un camino para el conocimiento de uno mismo, de la propia esencia. Los maestros
calígrafos del pasado y del presente sólo llegan a ese grado luego de años de aprendizaje
bajo la tutela de un sheij (maestro) experimentado que le transmite no sólo las técnicas, sino
que va modelando su alma.

El aprendiz no se entrega locamente a la “creación”, sino que se aboca a copiar


innumerables veces los modelos y composiciones de los grandes maestros calígrafos que le
precedieron a fin de domina re interiorizar completamente los principios del arte.
En el caso particular de la caligrafía islámica, hay asociado a su aprendizaje una profunda
ciencia relativa a los significados de las letras, el origen de sus proporciones en los distintos
estilos, la educación espiritual o corrección (adab) en el tratamiento de los textos de la
Revelación, el preciso conocimiento de las reglas de la escritura coránica, etc.

Finalmente, la tarea clave y prueba de fuego para un calígrafo es realizar una copia
completa del Sagrado Corán, o crear alguna composición caligráfica notable por su belleza
y originalidad. La historia del arte islámico conserva los nombres de muchos de estos
artistas calígrafos, autores de notables composiciones, incluso autores de libros sobre el arte
caligráfico, que nos han legado hermosas obras de su arte, como perlas desprendidas de su
alma que, pese a los siglos transcurridos, no cesan de despertar la admiración de quienes las
contemplan.

El artista musulmán

Nos aproximamos ahora, luego de una descripción por cierto somera del espíritu
del arte islámico, a su ejecutor: el artista musulmán.

Ante todo digamos que el arte es en realidad una forma de vida, un camino hacia
la perfección, no sólo de la obra, sino del propio ser del artista, pues una cosa no está
desligada de la otra. Tradicionalmente, el artista musulmán pertenecía a una cofradía o
gremio, una comunidad de colegas común en la sociedad islámica y según la cual se
organizaban no sólo los artistas y artesanos, sino también los comerciantes y los distintos
oficios y ciencias.

Estas cofradías no eran simples agrupaciones, sino que tenían la forma de una
comunidad dirigida por un sheij o maestro y dedicada a la vida espiritual, en donde el oficio
o el arte practicado es un soporte para la purificación del alma y el perfeccionamiento del
ser, y no un fin en sí mismo. Por otra parte, las artes y oficios principales se consideran en
el Islam como derivados de la enseñanza de los profetas o de grandes sabios del pasado, de
los cuales se recibe la técnica por tradición oral o escrita ininterrumpida.

Un aprendiz de artesano o artista comenzaba poniéndose bajo las órdenes de un


maestro experimentado en el oficio, y pasaba con él a veces decenas de años aprendiendo
las técnicas con mucha paciencia. Su educación no era sólo técnica, sino y sobre todo
espiritual. Y cuando el maestro lo consideraba preparado, era admitido oficialmente como
un igual entre los miembros de la cofradía, previamente quizás tras un examen, como la
presentación de un trabajo que diera fe de su maestría.

Este camino era seguido por igual por calígrafos, arquitectos o médicos, e incluso
en todas las artes menores como la iluminación (el decorado de libros y textos con guardas,
figuras y arabescos), la decoración, el tejido de alfombras, la orfebrería, la alfarería, etc.
Aún hoy día este sistema educativos y formador del hombre se utiliza en algunos rincones
del mundo islámico, particularmente en la transmisión de las ciencias de la fe.

Todo verdadero musulmán creyente es, en definitiva, un artista. Un artesano que


moldea su propia alma como a un diamante en bruto, para arrancar de ella sus mayores
fulgores, y lega a sus semejantes bellas obras, sean éstas de arte, de conocimiento, o bien de
mero ejemplo de su conducta.

BIBLIOGRAFÍA

-    Principios y métodos del arte sagrado, Titus Buckhardt.


-    Los calígrafos del oriente musulmán , C. Huart.
-    “Arte islámico: su doctrina y formación”, Dr. Abdel Wahhab, en The
Journal Muslim World League, vol. 7, nº 10. (Panorama del Islam nº 17).
-    “Arte e idea de belleza en el Islam”, Imam Mahmud Husain, en
Panorama del Islam nº 54.
-    Islamic Patterns. An Analytical an Cosmological Approach, Keith
Critchtow.
-    L´art de l´Islam, Georges Marçais.

NOTAS.-

[1] Extracto del artículo aparecido en la revista El mensaje del Islam nº 10, diciembre de 1993. Para
una mayor información sobre el arte islámico y el concepto de arte en el Islam, véase la sección de
arte de nuestra librería. (Nota de la Redacción)

[2] Véase Redacción Alif Nûn, “ La naturaleza sagrada ”, en revista Alif Nûn nº 35, febrero de 2006.
(Nota de la Redacción).

[3] Muy a menudo, en nuestro ámbito, la degradación espiritual en algunas personas ha llegado a
tal grado que ya no pueden apreciar la belleza natural, y prefieren la artificialidad de su mundo. En
este caso estamos en presencia ya de una dolencia grave: la enfermedad del corazón que está
como sellado y ya no percibe, como nos enseña el Sagrado Corán: “Porque los ojos no se ciegan,
sino que se ciegan los corazones que están en los pechos” (22:47). Esto porque, como nos
proponemos demostrar, la percepción de la belleza verdadera es algo primordialmente intelectual,
y no sensual.

[4] Es decir, fue creado para el Paraíso, para una realidad más completa que la del mundo
presente. En el mismo sentido debe interpretarse otro hadiz del Profeta: “Sé para el mundo como si
fueras un extranjero o alguien de paso”; es decir, esta no es tu patria, no te apegues a ella.

[5] El nombre propio Hasan, y su diminutivo Husain, procedentes de la misma raíz hasuna,
significan tanto bondadoso como hermoso. (Nota de la Redaccin)

[6] Tauhîd es el infinitivo de uahhada, “unificar”, “hacer o declarar uno”. Pero ¿qué es lo que debe
ser unificado? Dios no necesita que el hombre declare Su Unidad, pero sí el hombre debe
unificarse a sí mismo para crecer y llegar a su plenitud.

[7] En el caso de los Profetas y los Imames no obstante ni siquiera se reproducen, en general, con
estos rostros estereotipados, sino que se deja en blanco en lugar de la cara, y en otros casos ésta
aparece velada.
En algunos casos, los rostros humanos denotan un gran detalle técnico, y más que representarse
todos iguales, se muestran con una expresión hierática. (Nota de la Redacción).

[8] Véase Roger Garaudy, “La música arábigo-andaluza ”, en revista Alif Nûn nº 50, junio de 2007.
(Nota de la Redacción).

[9] Hay varios estilos tradicionales de la recitación coránica, llamada tayuîd, que se debe ejecutar
siguiendo reglas muy estrictas, que van desde la lectura salmodiada, pausada, hasta la
declamación que es como un canto, favorecido por la musicalidad de la lengua árabe y sus vocales
largas.

[10] Estos maestros recitadores del Corán se llaman muqrî , de qara‘a (leer, recitar). La tradición de
lectura con sus pausas, silencios y estilos se remonta a los primeros tiempos del Islam y la
enseñanza de los primeros maestros en este arte pertenecientes a la primera y segunda
generación después del Profeta.

[11] Para una información más detallada, véase nuestra sección de poesía . (Nota de la
Redacción).

[12] Maynún (el “loco”) y Layla (la “noche”). Layla es la sabiduría a la que aspira el “loco de amor”.
Muchos poetas han retomado el tema de esta leyenda que narra las desventuras de estos dos
enamorados que son separados y anhelan encontrarse, y que constituye todo un símbolo de la
vida espiritual, sus estados y vicisitudes tal cual se entienden en el Islam.
Para más información, véase Jami, Layla y Majnún , Editorial Sufí, Madrid, 2001.  (Nota de la
Redacción)

[13] Si bien es cierto que existe un complejo simbolismo espiritual en relación a todos los términos
citados por el autor, no es menos cierto que varios poetas árabes y musulmanes también han
empleado los mismos términos en un sentido estrictamente literal. Véase Josefina Veglison Elías
de Molins, La poesía árabe clásica , Hiperión, Madrid, 2005. Para una explicación detallada sobre
el simbolismo del vino, la taberna y la amada en el sufismo, véase  Dr. Javad Nurbakhsh,
Simbolismo sufí , tomo I, Ediciones Nur, Madrid, 2003. (Nota de la Redacción).

[14] Sin duda, el autor se refiere a la cultura tradicional en las tierras centrales del Islam, anterior a
la colonización por parte de las potencias occidentales. En cuanto a algunos pueblos musulmanes
de Asia oriental, como los indonesios y los malayos, el teatro siempre ha formado parte de sus
manifestaciones culturales, acompañado en ocasiones por música y danza. Respecto al teatro en
el mundo árabe moderno, véase Saleh Waleed, Siglo y medio de teatro árabe , Universidad
Autónoma, Madrid, 2000. (Nota de la Redacción).

[15] La palabra “mezquita” proviene del vocablo árabe masyid, que significa “lugar de postración”,
en referencia a la postura que se adopta durante la oración ritual islámica. (Nota de la Redacción).

[16] Taqallaba es fluctuar, ser tornadizo y cambiante, y la misma palabra que designa al corazón,
qalb, tiene otra acepción que es “conversión”, “cambio”, “permuta”.

[17] Sobre el simbolismo de la esfera y el cubo, representado, respectivamente, el aspecto más


espiritual y más material de la realidad, véase René Guénon, El reino de la cantidad y los signos
de los tiempos , Ediciones Paidós, Barcelona, 1997, pags. 125-130. (Nota de la Redacción).

[18] Minâr significa también faro y señal en el desierto para orientarse.

[19] Para más información, véase  Ricardo Panizza, “ La caligrafía árabe y su aspecto estético
trascendente ”, en revista Alif Nûn nº 28, junio de 2005. (Nota de la Redacción)

[20] El desprecio hacia la caligrafía como arte es característico de la sociedad moderna, sobre todo
a partir de la invención de la imprenta y de la publicación de obras literarias a gran escala. Por el
contrario, muchas de las sociedades tradicionales alfabetizadas han sentido una veneración
especial hacia la caligrafía, como puede apreciarse en los códices cristianos medievales o en el
arte caligráfico de Japón y China. (Nota de la Redacción).

[21] Para conocer en más detalle los distintos estilos caligráficos, véase Al-khat al-'arabi al koufi ,
Dar al Kalam, Líbano; Al-khat al diwaní , Dar al Kalam, Líbano; Al-khat al koufi , Dar al Kalam,
Líbano; Al-khat al thuluth , Dar al Kalam, Líbano. (Nota de la redacción).

[22] La basmalah es la frase Bismil-lahi rahmâni rahîm (en el Nombre de Dios, el Más
Misericordioso, el Misericordiosísimo) con la que empieza la Fâtiha, primer capítulo del Sagrado
Corán. La primera letra de la basmalah es la ba, escrita como un trazo horizontal curvado en los
extremos con un punto debajo (
‫) ب‬.
[23] Es importante destacar que estas dos aleyas pertenecen a las primeras cinco reveladas del
Sagrado Corán: “¡Lee, en el Nombre de tu Señor que creo (todo). Creó al hombre de un coágulo.
¡Recita, que tu Señor es el Más Generoso! Enseñó con el Cálamo, enseñó al hombre lo que no
sabía.” (96:1-5).

[24] Según la teoría de al-Ghazali, el Corán puede ser interpretado según cinco niveles diferentes:
1.- ontológico-existencial ( dhati), 2.- sensorial o material (hissi), 3.- conceptual ( jayali ), 4.-
intelectual (‘aqli), y 5.- metafórico ( shabahi o majazi). Véase Dr. Vincent J. Cornell, “ Sufismo
práctico (I) ”, en revista Alif Nûn nº 50, junio de 2007. (Nota de la Redacción).

[25] Además del Corán o las tradiciones proféticas, en otras ocasiones la caligrafía reproduce los
versos recitados o escritos por algún santo sufí. (Nota de la Redacción).

[26] Para saber más sobre el simbolismo de las letras, el cálamo y la tinta, véase Martín Lings, “El
simbolismo de las letras del alfabeto”, en Un santo sufí del siglo XX s, Olañeta, Barcelona, 2001,
págs. 143-153. (Nota de la Redacción)
[27] El autor hace referencia al versículo coránico que dice: “Su única orden [de Dios], cuando
decreta la existencia de algo, es decirle ‘sea’ (kun), y es” (36:82). (Nota de la Redacción).

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