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Belleza y perfección
Arte es belleza. Pero, ¿qué es la belleza? ¿Es algo universal común a todos los
hombres, o algo particular y subjetivo de cada individuo? Es decir: ¿Es un principio
absoluto o algo relativo que varía con las condiciones culturales y con las épocas?
En conclusión, la verdadera belleza es aquella que percibe como tal nuestra fitrah
(esencia primordial), como algo que “resuena” simpáticamente con nuestro espíritu y
realidad interior. La otra “belleza” es solamente la que satisface nuestros deseos,
costumbres y apetencias, y como tal es algo relativo y cambiante. Esto tiene una
implicancia nada trivial: captamos algunas manifestaciones de la verdadera belleza, como
cuando admiramos la belleza de todo lo creado, pero somos ciegos para otras, como si
nuestro ojo interior fuera deslumbrado por su luz, no permitiéndonos ver. En otras palabras:
debemos cultivar con esmero lo depositado en nuestra esencia primordial para apreciar la
verdadera belleza que, siendo un Atributo divino, no se aprehende sino es desligándose del
lastre de nuestras pasiones. “Un siervo no puede tener dos señores”, y el Señor no entra en
un corazón que alberga otro que Él.
Nuestra relación con la verdadera belleza es, al mismo tiempo, esencial y lábil,
debemos cultivarla y fortalecerla. En cambio, la influencia en nosotros de la “belleza”
relativa es poderosa y tiránica. El Sagrado Corán llama a esa belleza relativa zínah al-
dunia, los “adornos del mundo” que son un “goce transitorio”.
Estas formas ideales las apreciamos, por ejemplo, en las figuras de plantas, pájaros
y animales que decoran alfombras o iluminan libros. En reproducciones de animales
fantásticos que simbolizan ángeles o potencias del alma humana. O en el arabesco, que es
como un nutrido entrelazamiento de estilizados zarcillos vegetales, flores, hojas y
caligrafía. Dios, lo Uno, ha manifestado lo múltiple, (cuyas variaciones son, después de
todo, ilimitadas) y el hombre debe tratar de mostrar la unidad que subyace en ellas
retrotrayéndolas a sus formas arquetípicas. En este mundo, nuestros ojos están abiertos sólo
a la multiplicidad, lo cual nos lleva a engaño, ¿por qué insistir entonces en alimentar la
ilusión? “Os distrae la multiplicidad, hasta que visitéis las tumbas [e.d.: hasta que muráis].
¡Que va!, entonces comprenderéis...” (Corán, 102: 1-2).
La mezquita cuenta, además del mihrab, con otros elementos característicos que se
repiten en cualquier rincón del universo islámico: 1) la cúpula, 2) los minaretes, 3) las
columnas o pilares, 4) el minbar o púlpito, 5) un patio central generalmente con una fuente
de agua, 6) las lámparas que iluminan el recinto, 7) la decoración, exenta de imágenes, a
base de caligrafía o motivos geométricos.
El minarete (del árabe al-minâr, derivado de nâra: brillar, lucir) se eleva a gran
altura y puede distinguirse desde lejos. Cuando desde él el muecín llama a la oración, es un
faro [18] de luz y sonido que permite que los hombres, dispersos en el “mundo exterior”, se
encaminen hacia la mezquita para unirse en la oración al Único. Los minaretes son como
los sabios en la sociedad que, como dijo ‘Ali, “son como las estrellas del cielo que permiten
a los hombres orientarse”.
Evolución y estilos.-
Finalmente, la tarea clave y prueba de fuego para un calígrafo es realizar una copia
completa del Sagrado Corán, o crear alguna composición caligráfica notable por su belleza
y originalidad. La historia del arte islámico conserva los nombres de muchos de estos
artistas calígrafos, autores de notables composiciones, incluso autores de libros sobre el arte
caligráfico, que nos han legado hermosas obras de su arte, como perlas desprendidas de su
alma que, pese a los siglos transcurridos, no cesan de despertar la admiración de quienes las
contemplan.
El artista musulmán
Nos aproximamos ahora, luego de una descripción por cierto somera del espíritu
del arte islámico, a su ejecutor: el artista musulmán.
Ante todo digamos que el arte es en realidad una forma de vida, un camino hacia
la perfección, no sólo de la obra, sino del propio ser del artista, pues una cosa no está
desligada de la otra. Tradicionalmente, el artista musulmán pertenecía a una cofradía o
gremio, una comunidad de colegas común en la sociedad islámica y según la cual se
organizaban no sólo los artistas y artesanos, sino también los comerciantes y los distintos
oficios y ciencias.
Estas cofradías no eran simples agrupaciones, sino que tenían la forma de una
comunidad dirigida por un sheij o maestro y dedicada a la vida espiritual, en donde el oficio
o el arte practicado es un soporte para la purificación del alma y el perfeccionamiento del
ser, y no un fin en sí mismo. Por otra parte, las artes y oficios principales se consideran en
el Islam como derivados de la enseñanza de los profetas o de grandes sabios del pasado, de
los cuales se recibe la técnica por tradición oral o escrita ininterrumpida.
Este camino era seguido por igual por calígrafos, arquitectos o médicos, e incluso
en todas las artes menores como la iluminación (el decorado de libros y textos con guardas,
figuras y arabescos), la decoración, el tejido de alfombras, la orfebrería, la alfarería, etc.
Aún hoy día este sistema educativos y formador del hombre se utiliza en algunos rincones
del mundo islámico, particularmente en la transmisión de las ciencias de la fe.
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS.-
[1] Extracto del artículo aparecido en la revista El mensaje del Islam nº 10, diciembre de 1993. Para
una mayor información sobre el arte islámico y el concepto de arte en el Islam, véase la sección de
arte de nuestra librería. (Nota de la Redacción)
[2] Véase Redacción Alif Nûn, “ La naturaleza sagrada ”, en revista Alif Nûn nº 35, febrero de 2006.
(Nota de la Redacción).
[3] Muy a menudo, en nuestro ámbito, la degradación espiritual en algunas personas ha llegado a
tal grado que ya no pueden apreciar la belleza natural, y prefieren la artificialidad de su mundo. En
este caso estamos en presencia ya de una dolencia grave: la enfermedad del corazón que está
como sellado y ya no percibe, como nos enseña el Sagrado Corán: “Porque los ojos no se ciegan,
sino que se ciegan los corazones que están en los pechos” (22:47). Esto porque, como nos
proponemos demostrar, la percepción de la belleza verdadera es algo primordialmente intelectual,
y no sensual.
[4] Es decir, fue creado para el Paraíso, para una realidad más completa que la del mundo
presente. En el mismo sentido debe interpretarse otro hadiz del Profeta: “Sé para el mundo como si
fueras un extranjero o alguien de paso”; es decir, esta no es tu patria, no te apegues a ella.
[5] El nombre propio Hasan, y su diminutivo Husain, procedentes de la misma raíz hasuna,
significan tanto bondadoso como hermoso. (Nota de la Redaccin)
[6] Tauhîd es el infinitivo de uahhada, “unificar”, “hacer o declarar uno”. Pero ¿qué es lo que debe
ser unificado? Dios no necesita que el hombre declare Su Unidad, pero sí el hombre debe
unificarse a sí mismo para crecer y llegar a su plenitud.
[7] En el caso de los Profetas y los Imames no obstante ni siquiera se reproducen, en general, con
estos rostros estereotipados, sino que se deja en blanco en lugar de la cara, y en otros casos ésta
aparece velada.
En algunos casos, los rostros humanos denotan un gran detalle técnico, y más que representarse
todos iguales, se muestran con una expresión hierática. (Nota de la Redacción).
[8] Véase Roger Garaudy, “La música arábigo-andaluza ”, en revista Alif Nûn nº 50, junio de 2007.
(Nota de la Redacción).
[9] Hay varios estilos tradicionales de la recitación coránica, llamada tayuîd, que se debe ejecutar
siguiendo reglas muy estrictas, que van desde la lectura salmodiada, pausada, hasta la
declamación que es como un canto, favorecido por la musicalidad de la lengua árabe y sus vocales
largas.
[10] Estos maestros recitadores del Corán se llaman muqrî , de qara‘a (leer, recitar). La tradición de
lectura con sus pausas, silencios y estilos se remonta a los primeros tiempos del Islam y la
enseñanza de los primeros maestros en este arte pertenecientes a la primera y segunda
generación después del Profeta.
[11] Para una información más detallada, véase nuestra sección de poesía . (Nota de la
Redacción).
[12] Maynún (el “loco”) y Layla (la “noche”). Layla es la sabiduría a la que aspira el “loco de amor”.
Muchos poetas han retomado el tema de esta leyenda que narra las desventuras de estos dos
enamorados que son separados y anhelan encontrarse, y que constituye todo un símbolo de la
vida espiritual, sus estados y vicisitudes tal cual se entienden en el Islam.
Para más información, véase Jami, Layla y Majnún , Editorial Sufí, Madrid, 2001. (Nota de la
Redacción)
[13] Si bien es cierto que existe un complejo simbolismo espiritual en relación a todos los términos
citados por el autor, no es menos cierto que varios poetas árabes y musulmanes también han
empleado los mismos términos en un sentido estrictamente literal. Véase Josefina Veglison Elías
de Molins, La poesía árabe clásica , Hiperión, Madrid, 2005. Para una explicación detallada sobre
el simbolismo del vino, la taberna y la amada en el sufismo, véase Dr. Javad Nurbakhsh,
Simbolismo sufí , tomo I, Ediciones Nur, Madrid, 2003. (Nota de la Redacción).
[14] Sin duda, el autor se refiere a la cultura tradicional en las tierras centrales del Islam, anterior a
la colonización por parte de las potencias occidentales. En cuanto a algunos pueblos musulmanes
de Asia oriental, como los indonesios y los malayos, el teatro siempre ha formado parte de sus
manifestaciones culturales, acompañado en ocasiones por música y danza. Respecto al teatro en
el mundo árabe moderno, véase Saleh Waleed, Siglo y medio de teatro árabe , Universidad
Autónoma, Madrid, 2000. (Nota de la Redacción).
[15] La palabra “mezquita” proviene del vocablo árabe masyid, que significa “lugar de postración”,
en referencia a la postura que se adopta durante la oración ritual islámica. (Nota de la Redacción).
[16] Taqallaba es fluctuar, ser tornadizo y cambiante, y la misma palabra que designa al corazón,
qalb, tiene otra acepción que es “conversión”, “cambio”, “permuta”.
[19] Para más información, véase Ricardo Panizza, “ La caligrafía árabe y su aspecto estético
trascendente ”, en revista Alif Nûn nº 28, junio de 2005. (Nota de la Redacción)
[20] El desprecio hacia la caligrafía como arte es característico de la sociedad moderna, sobre todo
a partir de la invención de la imprenta y de la publicación de obras literarias a gran escala. Por el
contrario, muchas de las sociedades tradicionales alfabetizadas han sentido una veneración
especial hacia la caligrafía, como puede apreciarse en los códices cristianos medievales o en el
arte caligráfico de Japón y China. (Nota de la Redacción).
[21] Para conocer en más detalle los distintos estilos caligráficos, véase Al-khat al-'arabi al koufi ,
Dar al Kalam, Líbano; Al-khat al diwaní , Dar al Kalam, Líbano; Al-khat al koufi , Dar al Kalam,
Líbano; Al-khat al thuluth , Dar al Kalam, Líbano. (Nota de la redacción).
[22] La basmalah es la frase Bismil-lahi rahmâni rahîm (en el Nombre de Dios, el Más
Misericordioso, el Misericordiosísimo) con la que empieza la Fâtiha, primer capítulo del Sagrado
Corán. La primera letra de la basmalah es la ba, escrita como un trazo horizontal curvado en los
extremos con un punto debajo (
) ب.
[23] Es importante destacar que estas dos aleyas pertenecen a las primeras cinco reveladas del
Sagrado Corán: “¡Lee, en el Nombre de tu Señor que creo (todo). Creó al hombre de un coágulo.
¡Recita, que tu Señor es el Más Generoso! Enseñó con el Cálamo, enseñó al hombre lo que no
sabía.” (96:1-5).
[24] Según la teoría de al-Ghazali, el Corán puede ser interpretado según cinco niveles diferentes:
1.- ontológico-existencial ( dhati), 2.- sensorial o material (hissi), 3.- conceptual ( jayali ), 4.-
intelectual (‘aqli), y 5.- metafórico ( shabahi o majazi). Véase Dr. Vincent J. Cornell, “ Sufismo
práctico (I) ”, en revista Alif Nûn nº 50, junio de 2007. (Nota de la Redacción).
[25] Además del Corán o las tradiciones proféticas, en otras ocasiones la caligrafía reproduce los
versos recitados o escritos por algún santo sufí. (Nota de la Redacción).
[26] Para saber más sobre el simbolismo de las letras, el cálamo y la tinta, véase Martín Lings, “El
simbolismo de las letras del alfabeto”, en Un santo sufí del siglo XX s, Olañeta, Barcelona, 2001,
págs. 143-153. (Nota de la Redacción)
[27] El autor hace referencia al versículo coránico que dice: “Su única orden [de Dios], cuando
decreta la existencia de algo, es decirle ‘sea’ (kun), y es” (36:82). (Nota de la Redacción).
http://www.librería- mundoarabe.com/Boletines/n
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