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EL DERECHO PROCESAL: La evolución que tuvieron durante los siglos XIX y XX el concepto y la
importancia del derecho procesal, no puede desvincularse de la que al mismo tiempo fue
adquiriendo el derecho constitucional moderno, especialmente en la delimitación del Estado
de Derecho que actualmente conocemos y fundamentalmente, en su estrecha vinculación con
los derechos y garantías esenciales del individuo. No obstante el orígen americano de nuestra
Constitución Nacional, como nuestra doctrina abrevó fundamentalmente en los autores
italianos, alemanes y franceces, las afirmaciones precedentes resultan contradictorias con
muchas instituciones procesales vigentes en nuestro país, que no pueden ser entendidas
desvinculadas de la vida jurídica europea continental. Es dentro de dicha concepción, que a
fines del sigo XX y pese a nuestra constitución contractualista, encontramos fallos y doctrinas
que parten de la premisa según la cual la finalidad del proceso es "realizar el derecho
material", como si éste fuera un objeto de adoración y la sumición a sus preceptos un
imperativo absoluto. Es más, en tal concepción se subordinan todos los principios procesales a
dicho fin, convirtiendo las reglas formales en una red elástica adaptable a las necesidades de
ese “objeto”. Y tan arraigados están dichos criterios en nuestros tribunales, que se los han
privilegiado sobre la letra expresa de las normas procesales vigentes, aún de raigambre
constitucional, con lo que se ha provocado una permante inseguridad jurídica. La raíz
inquisitiva predominante tuvo mayor incidencia en la medida en que la actividad y el interés
del estado aparecían vinculados a la investigación criminal con la confiscación total del
conflicto. Pero, contra esa corriente cobró impulso la concepción actual del derecho procesal,
primero vinculada a la aplicación del derecho privado, especialmente con el análisis
retrospectivo del derecho romano durante el siglo XIX, cuando la problemática del proceso en
la Europa continental llevó a los autores alemanes e italianos a deslindar el concepto de
“acción”. el análisis de la pretensión como objeto del debate que impone al juez el límite de su
decisión, sumado al concepto del proceso como marco donde se desarrolla la controversia,
con sus propias reglas y contornos, derivó en la formulación de un principio esencial en la
comprensión del tema que nos ocupa: el de la verdad procesal o formal. Este concepto,
consiste en que el conflicto debe tenerse por resuelto con los elementos que se arrimaron al
proceso para conocimiento del juez y el derecho aplicable al caso, aunque la solución no se
ajuste a la realidad histórica. Tal solución será, no obstante, obligatoria para las partes y con
ello se pretende otorgar seguridad jurídica, pues la controversia no podrá ser reeditada. Como
se comprenderá rápidamente, no parece a primera vista compatible con el fin inquisitivo antes
expuesto, que pretendía la aplicación ineludible del derecho de fondo, sino que responde a
otra finalidad del ordenamiento jurídico, cual es garantizar la solución pacífica de los conflictos,
dentro del marco de interés de las partes.
Por otra parte, al reclamar la Constitución Nacional la implementación del juicio por jurados
(arts. 24, 75 inc. 12, 118) indica claramente que el sistema de resolución de conflictos debe
contemplar la forma acusatoria - esto es que la acción debe estar en manos del damnificado
y/o del Ministerio Público- y con intervención directa del pueblo, quien en definitiva juzgará si
el caso en debate deberá someterse o no a las previsiones de la ley de fondo. De tales
principios se desprende, entonces, que el órgano jurisdiccional tiene límites que le impedirán
llegar en muchos casos a la verdad histórica, pues deberá respetar ante todo el sistema de
garantías individuales asegurado por la Constitución Nacional y, al mismo tiempo, que resulta
incompatible con dicho ordenamiento básico cualquier estructura inquisitiva.
el sistema procesal tiene en la Constitución Nacional pautas precisas que no pueden ser
soslayadas y, por ello, su respeto y resguardo es más importante que la "realización del
derecho material". Las normas procesales serán entonces reglamentarias de la Carta
Fundamental, de lo cual se deriva que deben ser interpretadas a la luz de ésta y no pueden ser
sometidas a un fin ajeno a las previsiones constitucionales, como la mera aplicación de una ley
de rango inferior (v.gr. la ley penal). Los argumentos precedentes, permiten explicar el motivo
por el cual resultan obligatorias sentencias que no nos satisfacen por no ajustarse a la verdad
real. Puede ocurrir que las pruebas reunidas no sean suficientes para vencer el estado jurídico
de inocencia, o que quien tenga la carga de probar los hechos (el acusador en sede penal, el
que los alega en sede civil) no pueda hacerlo o pierda las posibilidades procesales para
presentarlas, o que la ley prevea otro resultado para los hechos probados; pero aún en tales
casos la sentencia será obligatoria para las partes involucradas y no podrá ser revisada
agotados los recursos previstos en el sistema procesal. Los principios enunciados, también
explican el motivo por el cual no es posible alterar el sistema de garantías procesales en favor
de una mayor “eficacia” en la investigación. Generalmente, la “eficacia” suele ser un
argumento que con mayor o menor claridad encubre un pensamiento totaliario o un interés
político coyuntural para violar la Constitución, pues se lo invoca ante situaciones difíciles
donde es necesario extremar la imaginación para resolver conflictos sin alterar el Estado de
Derecho. Como consecuencia de las premisas sentadas hasta el momento, es posible sostener
que el derecho procesal es el conjunto de normas reglamentarias de la Constitución Nacional,
que tienen por finalidad regular el ejercicio de la acción, la oposición a la pretensión, los
derechos de las partes en el proceso y la actividad de éstas y del órgano jurisdiccional, que sea
necesario desplegar para resolver los conflictos que le sean sometidos.
Cuando los invertirse los roles de las normas en juego, se desnaturalizan tales espectativas, la
credibilidad cede y se pone en crisis el sistema institucional que garantiza la libertad. Así
ocurre actualmente en nuestro país, donde por privilegiar los comunicadores sociales las
normas penales sobre las constitucionales y procesales, se generan en la población
espectativas falsas que, al no ser cumplidas en los procesos ajustados a la ley, se provoca el
descrédito de los órganos jurisdiccionales. Puede citarse en tal aspecto, el desconcepto actual
sobre el estado jurídico de inocencia y sus consecuencias: por un lado se pretende que todo
mero imputado permanezca privado de libertad durante el proceso, violándose con ello
expresas previsiones constitucionales, al punto que los jueces que cumplen con ellas aparecen
disculpándose ante la sociedad por cumplir con su mandato y amprándose en que no pudieron
hacer otra cosa "porque la ley se los imponía", cuando debería ser al revés y pedirse disculpas
por mantener a un mero imputado excepcionalmente privado de libertad. Consecuencia
directa de ello, es que las cárceles están pobladas de imputados y no de condenados, que
agotan en aquella condición el tiempo de detención y no reciben por lo tanto tratamiento
carcelario en busca de la resolcialización, como debería ser conforme el sistema constitucional.
El modo de evitar tales siuaciones y compatibilizar las espectativas de respuesta al conflicto
con los derechos fundamentales, es llegar a un juicio rápido; pero la condescendencia de los
gobernantes con la concepción inquisitiva, permite derivar las asignaciones presupuestarias
hacia otros fines y se entra así en un círculo vicioso, que termina por provocar soluciones
coyunturales que agravan el descreimiento, como leyes que posibilitan la reducción de
condenas para aliviar la sobre carga en los institutos de detención. Buenas estructuras
procesales, que adopten claramente la concepción acusatoria eliminando la inconstitucional y
morosa institución del juez de instrucción, permitiendo al Ministerio Público llevar a juicio
aquellos casos que lo justifiquen o que exista verdadero interés por el damnificado, con
participación del pueblo a través de los jurados en las decisión de los conflictos, con tribunales
de menor cuantía que permitan dar rápidas respuestas a las querellas más comunes, sumadas
a adecuadas estructuras materiales para dar cabida a todos los procesos que se planteen y la
implementación de sistemas alternativos de pena, son en mi criterio las herramientas
adecuadas para que la concepción de la Constitución Nacional no se desnaturalice y se puedan
compatibilizar la seguridad jurídica con el debido proceso.
La ley procesal debe garantizar el acceso a la justicia de todos los habitantes, la imparcialidad
de los tribunales, el sistema acusatorio, la doble instancia, la inmediatez y la publicidad del
judicio. Le corresponderá asegurar a las partes el acceso al sistema de resolución de conflictos.
El código en cuestión no obstante ser escrito y contemplar una etapa sumarial fuertemente
inquisitiva, su aplicación al sistema inquisitivo se profundizo. El plazo breve de duración del
sumario se amplio hasta el limite inconcebibles, con argumentos de que se trataba de un plazo
meramente ordenatorio y el objeto procesla era difuso hasta el momneot de concretarse la
acusación, terminada la etapa de instrucción las partes acusadoras recuperaban la acción y
pedido de sobreseimiento del fiscal solo podía ser revisado por el fiscal de caamara.
El sistema de garantías procesal tiende a proteger a los ciudadanos del poder político,
partiendo de la filosofía iluminista de la división de poderes y considerando el enorme poder
que se otorga a determinadas personas, falibles y mutables como cualquiera , para el ejercicio
de los roles ejecutivos, legisltativos y judiciales.
La invocación del Derecho Natural para la resolución de los conflictos, no debe llevarnos al
extremo de desconocer que éstos deben resolverse conforme el derecho positivo, porque se
corre el riesgo de disolver el marco jurídico hasta el punto de desnaturalizar el plexo de
garantías. Es lo que ocurre cuando en el juzgamiento de delitos muy graves, algunos de lesa
humanidad, se dejan de lado las garantías procesales individuales mediante a una remisión a
principios generales abstractos o a un derecho internacional que no estaba vigente al
momento de los hechos. No se trata de justifica con ello la impunidad, sino de defender un
principio superior y que está contemplado para proteger a todos los habitantes: la seguridad
jurídica y el debido proceso legal. Porque si uno no está dispuesto a que el sistema de
garantías rija aún para el peor ser humano, para el peor enemigo personal o del sistema, no
cree en sus fundamentos.
Serán analizados a continuación, de manera ogánica con lo establecido repecto de cada una de
las garatnías procesales por la Constitución Nacional: 75 inc. 22
También existe el derecho de las personas afectadas por delito a perseguir al culpable en juicio
y en ese marco, la facultad derivada en favor del Gobierno por el pueblo, para que ejerza en su
nombre el derecho a la auto-tutela. Por ello, si la libertad pudiera poner en peligro el normal
desenvolvimiento del proceso, se acepta que se la restrinja para permitir que éste llegue
normalmente a su fin. Ésta es la única finalidad congruente con el sistema, que justifica un
eventual encarcelamiento previo a la sentencia. Las leyes procesales reiteradamente han
previsto la posibilidad de denegar el derecho a la excarcelación, fundándolo en pautas
objetivas como el monto de la pena prevista para el delito imputado o subjetivas como la
peligrosidad del sujeto, la repercusión social del hecho o la imposibilidad de que obtenga una
condena en suspenso.
g) DERECHO A LA DEFENSA EN JUCIO A LA ACCION: esta garantía se vincula tanto con el
derecho de todo habitante a la acción o sea a reclamar la actuación del órgano
jurisdiccional para que resuelva los conflictos y fije los derechos de las partes. Además
se refiere al derecho del imputado a contar con abogado defensor desde el comienzo,
aún de oficio si no designara uno el interesado, a conocer la imputación, a contar con
los medios y el tiempo necesarios para preparar la defensa, a comunicarse libre y
privadamente con el defensor y a ser juzgado en el menor tiempo posible. La
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires contempla expresamente el
derecho al acceso a la justicia (art. 12 inc. 6) y la inviolabilidad de la defensa en juicio
(art. 13 inc. 3), aspectos que fueron específicamente receptados por el Código Procesal
Penal, al garantizar el derecho a la querella y de la mera víctima a promover la revisión
del archivo.
h) INVIOLABILIDAD DEL DOMICILIO, CORRESPONDENCIA Y PAPELES PRIVADOS: esta
garantía significa que solo en el marco de un proceso y en consecuencia con
intervención de un juez, es posible interferir en la privacidad (domicilio, comunicación
y papeles privados) de las personas. Del mismo modo protege la privacidad el articulo
13 inc 8 la constitución de la ciudad autónoma de buenos aires. Este principio general,
sólo puede ceder, obviamente, en una injerencia fundada en estrictas razones de
solidaridad, en circunstancias objetivas de las cuales no pueden inferirse una
intervención de violatoria de las garantías en cuenstion. Contempla entonces que en
una ley establecerá quienes, en que casos y bajo que circunstancias podrá interferir en
tal esfera de reserva. Sólo en el marco de un proceso pueden autorizarse tales
allanamientos y por parte del órgano jurisdiccional interviniente, porque fue previsto
dentro de las garantías vinculadas al sistema procesal y si la ley pudiera autorizar lisa y
llanamente a los funcionarios políticos del Estado a inmiscuirse en la privacidad de las
personas, se borrarían con ello todas las garantías individuales que tan
puntillosamente ha querido establecer la Constitución Nacional.
i) DERECHO A LA UNICA PERSECUCION: Conocido como non bis in idem o ne bis idem
consiste en el derecho a que la persecución procesal tenga fin, en el marco de un
sistema procesal sistemático, y una vez dictada la sentencia final, es decir la que no
admita recurso alguno, la cuestión no pueda ser reeditada. No debe confundirse este
derecho con el principio de preclusión, que impide la vuelta atrás respecto de etapas
del proceso concluídas. Este principio no tiene raíz constitucional sino meramente
procesal y, desde la perspectiva procesal, son admisibles procesos desformalizados
que no lo contengan. En cambio, una vez dictada la sentencia no se podrá reeditar el
conflicto entre las mismas partes y por el mismo objeto, pues la sentencia se
convertirá en una norma jurídica de carácter individual de cumplimiento obligatorio. ,
además de ser superficial, es insatisfactoria; dado que no todos los conflictos llevados
ante los tribunales tienen contenido patrimonial y, además, el mismo art. 17 de la
Constitución Nacional establece que la propiedad puede ser afectada sólo por
sentencia fundada en ley, de manera que en su aplicación lata, una sentencia posterior
podría modificar una anterior y en consecuencia, el principio que nos ocupa cedería
permanentemente. La situación de "cosa juzgada" tiene su orígen en la raíz misma del
sistema institucional, en la naturaleza contractual del proceso que ya fue expuesta y es
una de las aplicaciones más habituales del principio de "verdad formal" antes
mencionado. es posible que los límites impuestos por el respeto a los derechos
fundamentales impidan a los jueces arribar al conocimiento exacto de los hechos
ocurridos y, por lo tanto, deberán limitar sus conclusiones a las constancias
emergentes del proceso, que podrán coincidir o no con la verdad histórica, pero serán
necesariamente el sustento de sus sentencias. Esta será la verdad formal de la cual
derivará la resolución del conflicto. Con el fin de evitar en lo posible que la verdad
formal se aparte de la histórica o real, el sistema debe proveer a las partes de las
mayores posibilidades de defensa en el proceso, para el planteamiento de sus
posturas, el ofrecimiento de pruebas y libertad para sus alegatos. El buen o mal uso
que las partes hagan de tales derechos y facultades tendrá clara incidencia en el
resultado del proceso y sobre sus consecuencias para los sujetos involucrados. Pero lo
trascendente, desde el punto de vista institucional, es que el conflicto tenga respuesta
conforme a derecho. La sentencia justa desde el punto de vista jurídico es aquella que
resulta ser la consecuencia de los hechos probados, conforme las posibilidades
brindadas por la Constitución y las leyes, y el derecho aplicable. Si no se somete a tales
pautas la sentencia será arbitraria, aunque se ajuste a la verdad real. Este concepto es
fundamental para el Estado de Derecho, los jueces no son inquisidores buscadores de
verdades ni la mano vengadora de Dios, sino sujetos que cumplen con un rol en el
marco del Estado de Derecho. Como reiteradamente ha interpretado la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, integra el derecho constitucional de defensa en juicio el de
obtener una rápida resolución del conflicto, si bien el derecho a la acción es
inalienable, debe ser reglamentado de modo tal que se contemple la situación de los
sujetos que pueden verse afectados por ella, quienes no pueden permanecer
permanentemente sometidos a los embates de su titular.
El principio que ampara la situación de "cosa juzgada" deriva de la raíz misma del
sistema Constitucional, pues es una de las consecuencias necesarias y naturales del
pacto social que dio orígen al Estado de Derecho, en el aspecto vinculado a la cesión
de los ciudadanos de su derecho de auto-tutela en favor del Estado.
Una clasificación de la situación de cosa juzgada en forma y materia, según se refiera a
los proceso de conocimiento superficial y a los de conocimiento acabado,
repectivamente. No son más que aspectos de una misma cuestión, puesto que en la
primera de ellas no se podrá discutir nuevamente aquello que fue materia de discusión
en el primer proceso. Habrá, por lo tanto, cosa juzgada cuando exista identidad de
objeto y de sujetos involucrados en el proceso en el que se dictó la sentencia.
j) DERECHO AL HABEAS CORPUS: La constitución nacional establece, el instituto del
hábeas corpus, que se constituye como una acción de amparo, rápida y expedita, para
hacer cesar toda privación arbitraria de la libertad o una amenaza arbitraria de
detención o un agravamiento ilegítimo de condiciones de detención (art. 43 in fine).
Como en cualquier acción de amparo este instituto funcionará en la medida que no
existan otros remedios procesales idóneos, pero tiene un carácter individual o, al
menos, sus beneficiarios deber ser individualizables.
k) DERECHO AL PROCESO ORAL: su inclusión expresa en el plexo de garantías
contitucionales conjuntamente con la imparcialidad, plexo que además reclama la
forma acusatoria del procedimiento, permite afirmar que refiere al derecho a la
subtanciacion del proceso bajo forma especial, que asegura el aconocimiento directo
de la prueba por el órgano jurisdiccional y el control de sus actos por el pueblo a través
de la publicidad. la forma oral del procedimiento con la presencia de las partes
permite un mejor tratamiento del conflicto y lo aleja de las ficciones jurídicas que
generalmente alimentan los procesos escritos, con su carga de lenguaje críptico, la
substanciación innecesaria de articulaciones puramente abstractas por parte de los
letrados y las interpretaciones variables propias de la escritura. La experiencia
demuestra que en las audiencias orales la verdad flota en la sala, las articulaciones
jurídicas tienen más rápida y mejor respuesta y la presencia de las partes permite una
mejor sonlución de las controversias. Esta oralidad en los actos procesales, que surge
de las demandas del sistema constitucional local, deberá respetarse entonces cada vez
que los órganos jurisdiccionales deban resolver situaciones controvertidas en el
proceso.
Llamamos principios procesales, a las distintas concepciones sobre las que se puede
estructurar el proceso o que dan solución a algunos de sus aspectos básicos, cuyo
conocimiento nos permite entender la dinámica de un determinado sistema y la finalidad de
sus instituciones
1) El principio de escritura: Consiste en que todos los actos procesales se realizan por escrito,
tanto los llevados a cabo por las partes como por el órgano jurisdiccional. Puede sostenerse
que el proceso resulta más lento y que se pierde contacto con la realidad, dado que las
constancias escritas resultan impersonales y sujetas a interpretación subjetiva en mayor
medida que los actos presenciados y vividos por las partes en forma directa, además de
posibilitar la delagación de funciones.
2) El principio de oralidad, consiste en que los actos procesales se realizan en audiencias con la
presencia y participación de las partes y el tribunal, planteándose las cuestiones y recibiéndose
las pruebas en forma oral.En la Ciudad de Buenos Aires, este principio aparece demandado por
la Constitución (art. 13 inc. 3), cuando contempla los de inmediación y publicidad, pues es en el
sistema oral donde éstos se pueden cumplir.
1) La simplificación de las formas: el legislador debe tener presente este aspecto tanto cuando
prevé el sistema rituario en general, como para discernir muchos casos en que aún dentro de
la estructura general, pueden ser simplificados. Hay distintos tipos de procesos aún dentro de
la misma materia, según el objeto o la finalidad.
2) Abreviación de los plazos: Dentro de la idea del párrafo precedente, hay casos en que por la
importancia de la cuestión en debate, como por su naturaleza, los plazos procesales pueden
ser más o menos cortos; pero también puede prever la ley, o si ésta no lo contempla aceptar
los tribunales, que las partes en cuyo beneficio ha sido previsto un plazo renuncien a
mantenerlo vigente, cuando han cumplido su objetivo procesal o cuando desistan de hacerlo.
3) Saneamiento: Este aspecto se manifiesta cuando las normas procesales prevén el modo de
salvar, en las distintas etapas del proceso, los vicios en que se hubiera incurrido en los actos
procesales, para evitar que el posterior planteamiento de nulidad haga retroceder todo el
proceso y con ello se incrementen el desgaste y los costos para las partes y el tribunal.
La misma denominación del proceso nos da idea de "actividad" en desarrollo y está claramente
delimitada. Desde esta óptica, cabe entonces analizar los distintos aspectos que hacen a la
dinámica del proceso: la acción, la pretensión, la defensa, la actuación del órgano jurisdiccional
y, dentro de cada uno de ellos, cuales son los sujetos directa o indirectamente involucrados en
la actividad.
A) LA ACCION:
Se trata entonces de una potestad popular que permite provocar la actuación del Poder
Judicial para que, conforme los procedimientos previstos en la ley, se dirima un determinado
conflicto aplicando la legislación sustantiva al caso concreto. Tal potestad no debe ser
confundida con la pretensión, que es el contenido de la acción y donde se delimitan el reclamo
y el objeto del proceso. Especificamente en su art. 18 y en los pactos internacionales con igual
jerarquía según su art. 75 inc., la Constitución Nacional también receptó el derecho que nos
ocupa, al establecer la inviolabilidad de la defensa en juicio de las personas y los derechos.
Con la reforma constitucional de 1994 se incorporó como cuarto órgano del estado federal al
Ministerio Público (art. 120), con la finalidad de promover la actuación de la justicia en defensa
de la legalidad y los intereses generales de la sociedad, es decir que le otorgó el ejercicio de la
acción pública, con independencia orgánica y funcional respecto de los otros poderes. Como
consecuencia de lo expuesto, los jueces no pueden tener facultades para delimitar el objeto de
la decisión - dar contenido a la acción - y disponer de la misma antes del fallo que por vía
natural - sentencia - o anticipada -sobreseimiento -, ponga fin al proceso; porque siendo los
encargados de atender el reclamo y resolver el conflicto, les está vedado asumir el rol de los
sujetos interesados en la petición. No puede ser de otra manera en nuestro contexto
normativo y si se les reconociera el poder de accionar y juzgar, aunque se dividieran las
funciones de los tribunales, se violaría el concepto republicano antes expuesto desde que un
sólo órgano del Estado ejercería los dos roles. Ello es así, desde que las sentencias son
mandatos individuales de cumplimiento obligatorio y en tales condiciones podrían los jueces
imponer su voluntad al resto de la comunidad, sin más posibilidad de oposición que la
desobediencia. En cuanto a la disponibilidad de la accion, es evidente que la pretensión judicial
de provocar la sentencia contra la voluntad de las partes, resolviendo más allá de la pretensión
del acusador, convierte al juzgador en parte interesada. Y, por ende, en un ente repugnante a
la función del Juez en el Estado de Derecho, que no puede ser más que la de resolver el
conflicto en forma imparcial, conforme los hechos alegados y probados y la ley aplicable al
caso. Podrá entonces el tribunal, conforme el sistema procesal que lo contemple, promover el
avance del proceso una vez ejercida la acción por el titular; no podrá suplantar la actividad de
las partes en el cumplimiento de los actos esenciales mencionados en el párrafo que antecede.
En el ámbio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la cuestión quedó definitiva y claramente
zanjada en favor del procedimiento adversarial, al reclamar la Constitución local, en su art. 13
inc. 3, la modalidad procesal acusatoria y contemplar en su art. 81 inc. 2 el juicio por jurados.
3) TITULARIDAD DE LA ACCION: las leyes procesales establecen ciertos procedimientos para
abortar el ejericio de la acción, como la facultad del tribunal de rechazarla desde el principio
cuando es manifiesta la inhabilidad del objeto de la pretensión o la ausencia de facultades del
actor, o por la contraparte a través de defensas específicas en el proceso como la excepción de
falta de acción. Consecuentemente, aún cuando toda persona es titular de la potestad de
accionar, su ejercicio se encuentra reglamentado por el derecho procesal en consonancia con
el derecho de fondo, que regulan la viabilidad de la pretensión. La consecuencia de ello es que
no puede coartarse el acceso a los órganos jurisdiccionales para la resolución de los conflictos
(art. 12 inc. 6 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), pero tal potestad
tiene un importante límite en la razonabilidad de la pretensión frente a las normas
involucradas en la cuestión.
Las acciones privadas son aquellas que exclusivamente corresponden al interesado, por el
contenido de la pretensión. Son casi todas las vinculadas al Derecho Privado (Civil, Comercial,
Laboral) y algunas propias del derecho penal (como los delitos contra el honor), pero que en
realidad protegen bienes jurídicos en los cuales la valoración del perjuicio para buscar la
respuesta jurisdiccional está estrictamente vinculada al alcance que subjetivamente el
ofendido quiera darle (art. 73 del Código Penal).
II) Contenido: También es facultativo del titular de la acción el darle contenido a la pretensión,
o sea fijar el objeto y el límite de la controversia que será planteada frente a la otra parte ante
los tribunales. el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires contempla
que el fiscal debe precisar el objeto de la investigación al comenzar la investigación
preparatoria y luego en el requerimiento de juicio (arts. 92 y 206), sin que los órganos
jurisdiccionales puedan cuestionar los límites que las partes actoras impongan a la persquisa.
III) El impulso: Consiste en la facultad de promover el avance de la acción hacia las distintas
etapas del proceso. Este aspecto puede no ser absolutamente privativo del titular de la acción
y nada obsta a que, por razones de economía y especialmente por el derecho de la contraparte
a obtener una rápida solución del conflicto, sea ésta o el mismo órgano judicial quien impulse
el procedimiento. Es entonces una cuestión que queda librada al modo en que las leyes
reglamenten el proceso.
1)el modo normal de extinción de la acción es la decisión judicial que pone fin al conflicto: la
desestimación de la pretensión, el sobreseimiento o la sentencia definitiva y el archivo del
ministerio fiscal en los procedimientos acusatorios. Los modos anormale son los previstos en el
articulo 62 del código penal. En el supuesto de extinción por decisión jurisdiccional
mencionado opera uno de los principios esenciales del ordenamiento jurídico.
También está claro que se interrumpe la prescripción por la comisión de un nuevo delito. En
esta hipótesis volverá a correr el término íntegramente desde las 24 hs. desde que dejó de
cometerse el segundo delito y así sucesivamente en caso de reiteración delictiva. En este
último caso, el plazo de prescipción correrá independientemente para cada delito y no por
acumulación de penas según las leyes del concurso (art. 55 ibidem), ya que cada acción es
independiente aunque pudieran tramitarse en un mismo proceso.
El concepto en cuestión fue dado para el proyecto de código penal, con la finalidad de evitar
que prescribieran las acciones penales cuando el proceso ya había sido promovido o estaba en
trámite, por consecuencia de las articulaciones de la defensa. La idea era que no podía
prescribir una "acción en movimiento".
La reforma de 1949, al incorporar el concepto de “secuela del juicio”, dio vía libre a una
concepción inquisitiva en sentido puro que permitió desnaturalizar el alcance de la acción
penal, con la única finalidad de castigar al presunto culpable aún en desmedro de las
instituciones fundamentales de la república; puesto que más allá de un código procesal
inquisitivo en su etapa sumarial como el entonces vigente, derivó en el otorgamiento a los
tribunales de facultades intolerables vinculadas al ejercicio de la acción.
Como Alfredo Molinario había predicho, se comenzó por considerar "secuela del juicio" a los
actos de la investigación preparatoria – sumario -, que por su naturaleza preparatoria y
carentes de pretensión propiamente dicha, no pueden considerarse como idóneos para
habilitar la controversia
La cuestión fue zanjada con el dictado de la ley 25.990, modificatoria del art. 67 del Código
Penal, que precisó cuales son los actos procesales que deben consierarse interruptivos de la
prescripción. Establece la norma: "La prescripción se interrumpe solamente por: a) La comisión
de otro delito; b) El primer llamado efectuado a una persona, en el marco de un proceso
judicial, con el objeto de recibirle declaración indagatoria por el delito investigado; c) El
requerimiento acusatorio de apertura o elevación a juicio, efectuado en la forma que lo
establezca la legislación procesal correspondiente; d) El auto de citación a juicio o acto
procesal equivalente; y e) El dictado de sentencia condenatoria, aunque la misma no se
encuentre firme. La prescripción corre, se suspende o se interrumpe separadamente para cada
delito y para cada uno de sus partícipes, con la excepción prevista en el segundo párrafo de
este artículo."
A) Concepto: Como art. 76 bis del Código Penal, se incorporó al sistema argentino
el instituto denominado “suspensión del juicio a prueba”, consistente en la
paralización del ejercicio de la acción con la conformidad del Fiscal, cuando el
imputado lo solicitare ofreciendo la reparación del perjuicio económico que
hubiere causado el hecho delictivo investigado y se someteriere al
cumplimiento de determinadas reglas de conducta, por un lapso de hasta tres
años.
B) Requisitos: * La pena de prisión: La redacción del art. 76 bis del Código Penal
ha generado numerosas controversias en la doctrina y la jurisprudencia, acerca
de si el instituto fue contemplado solamente para los delitos con pena máxima
de tres años de prisión o para todo supuesto de condena de ejecución
condicional, es decir que la sanción mínima prevista no supere los tres años de
prisión. Tal conclusión obedece a que, con criticable técnica legislativa, se
pretendió estructurar el sistema desde sus distintos ángulos en un mismo
artículo y paso por paso, contemplándose primero los aspectos objetivos -
delitos que lo admiten -, luego los subjetivos - pedido de aplicación,
ofrecimiento de reparación del perjuicio -, y luego condiciones mixtas de
procedibilidad. Del art. 76 bis del Código Penal, que originariamente se refiere
a las condiciones mixtas, objetivas y subjetivas, admite una interpretación
autónoma en el sentido que será posible la suspensión del juicio a prueba,
ante cualquier supuesto de condena condicional. Es decir que, como primer
recaudo legal objetivo, es imprescindible que el hecho reprochado admita la
condena condicional.
CAPITULO IX : LA PRETENSION
La Teoría de la Justicia de John Rawls opera aquí en su plenitud, porque los operadores que
establecieron el sistema previeron la hipótesis de la sumisión injusta al proceso SIST- y
privilegiaron la defensa. Es uno de los riesgos de vivir en sociedad, el verse sometido a proceso
en cualquiera de sus formas y el único modo de aventarlo es asegurando el estado jurídico de
inocencia y la defensa en juicio. El derecho de defensa es, entonces, un aspecto esencial de un
sistema y se manifiesta como la oposición a la prentesión, que se ha definido como el derecho
a ser oído. Es decir, la oportunidad de contestar la pretensión en tiempo oportuno para evitar
sus consecuencias y de probar libre y ampliamente lo alegado con tal fin. No es requisito
constitucional que el derecho de defensa en juicio sea utilizado eficazmente, sino que haya
exististido la concreta oportunidad de su ejercicio eficaz. Cabe, sin embargo, distinguir que en
materia penal, donde está en juego la libertad que es el más importante de los bienes relativos
a la dignidad individual, la jurisprudencia ha sostenido en forma pacífica que el estado de
indefensión, por omisión o ejercicio deficiente de la defensa, es inconstitucional y debe ser
reparado para considerar válidos los actos procesales consecuentes. Más allá de las
características del sistema y para que no quepan dudas al respecto, la Constitución Nacional ha
previsto expresamente este derecho (arts. 17 y 18), dando inclusive raigambre institucional al
Ministerio Público de la Defensa, en paridad con el Ministerio Público Fiscal (art. 120 de la
Constitución Nacional, 124 y 125 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires),
dotando a sus mimbros de estabilidad, intangibilidad en las remuneraciones e inmunidades
funcionales. Y los pactos internacionales incorporados por el art. 75 inc. 22 de la Carta
Fundamental, han desarrollado ampliamente el derecho de defensa en juicio, en su aspecto de
oposición a la acción, consagrando las variantes del debido proceso legal que hacen a la
precisión de la imputación, la posibilidad de controlar la prueba de cargo, la doble instancia
para el control de la sentencia condenatoria, denominada en doctrina el “doble conforme” y la
asistencia letrada desde el comienzo del proceso. el modo en que se ejercerá la defensa estará
íntimamente vinculado al sistema procesal, pues difiere substancialmente en el modo escrito y
en el oral. En el primero, caracterizado por una estricta formalidad y dominado por el rigor
lógico del expediente, la defensa se sustenta en la posibilidad de control de los actos
protocolizados y su estrategia suele basarse en la búsqueda de fallas formales tanto como en
la respuesta a la imputación; mientras que cuanto más puro es el sistema oral la defensa
deberá adecuarse a las características del sistema adversarial y a la teoría del caso. La
estrategia de la defensa también es variable según el sistema brinde soluciones alternativas a
la pena, como la conciliación o la composición, y cuanto más amplio o restringido sea el
principio de oportunidad para la extición de la acción. Aunque parezca que la defensa en el
sistema escrito ofrece mayores posibilidades al imputado, la experiencia demuestra todo lo
contrario. No solo por la mayor celeridad del proceso, sino fundamentalmente porque esa
celeridad redunda en la rápida decisión si es inocente – o no reprochable por cualquier motivo
– y en sentencias más adecuadas si fuera culpable, porque los tribunales no se verán
compelidos a justificar los montos de las penas por la demora del trámite, como suele ocurrir.
Por otra parte, la oralidad permite un mejor y más directo conocimiento de las pruebas por el
Juez, desaparece la delegación de funciones y con ello mejora la calidad de la respuesta, al
tiempo que normalmente el proceso escrito, aunque solo fuera en su etapa de instrucción,
termina constituyendo un caso más alejado de la realidad pero con peso propio, que resulta
más difícil desvirtuar. Esto último ocurre porque la recepción de las pruebas, especialmente las
testimoniales, queda tamizada por el operador judicial que las incorpora y la interpretación
posterior resultará contaminada por aquel tamiz, dificultándose la posibilidad de
controvertirlas para las partes. La labor de percepción de la prueba se trastoca en una tarea de
interpretación, con todos los elementos subjetivos que ello conlleva.
DEFENSA OFICIAL: Las normas procesales y la tradición forense en nuestro país, habían
interpetado el derecho de defensa en juicio en forma amplia, asegurando al imputado la
asistencia letrada gratuita en todo proceso penal, aunque no designara letrado particular. Está
claro que la concepción del Ministerio Público de la Defensa no puede tener las mismas notas
de estructura jerárquica que el Ministerio Público Fiscal, porque cada defensor oficial se debe
a los mandatos e intereses de su patrocinado, con lo que deberá cambiar su argumentación,
de ser necesario, conforme las necesidades de cada caso. Por otra parte, la institución debe
asumir un rol protagónico en la defensa de sectores desprotegidos necesitados de respuesta
judicial, como los menores e incapaces desamparados o en peligro material o moral, o los
pobres y ausentes en materia civil, la asesoría en materia familiar, etc., cuestiones estas
últimas que la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y sus leyes reglamentarias
(ley 1903) asignan a la Aseoría General Tutelar. Es decir, que en estructuras sociales complejas,
de gran litigiosidad como ocurre en nuestras grandes urbes y con una función tuitiva creciente
por parte del Estado, al haber adquirido el Ministerio Público de la Defensa la jerarquía
institucional que le brindó el art. 120 de la Carta Fundamental, su desarrollo tendrá en un
corto lapso un carácter trascendente y difícil de precisar, no menor que el del Ministerio
Público Fiscal.