El hecho de no contener restos de productos químicos y de haber madurado en la
naturaleza ya es un beneficio de por sí solo, ya que como hemos visto tienen un enorme valor nutricional. Esto se nota, por ejemplo, con los antioxidantes. Estas frutas nos ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares, reducen el colesterol malo, mejoran la circulación sanguínea y también tienen algunas propiedades anticancerígenas. Aunque todas las frutas del bosque son ricas en antioxidantes, los arándanos son los que presentan una mayor concentración. Otro de los beneficios de los antioxidantes de las frutas silvestres es que, junto a la vitamina C, refuerzan el sistema inmune, actuando en algunos casos incluso como antibiótico. Combaten a los radicales libres, los culpables del envejecimiento celular y que muchas veces están asociados con el cáncer.
De vuelta a su crecimiento en la naturaleza, lejos de la mano del hombre, hay que
destacar que son genéticamente naturales mientras que algunos frutos cultivados sí que se han manipulado para conseguir ciertas finalidades. Las únicas hibridaciones que se producen en la naturaleza son naturales, entre plantas semejantes. Nuestro sistema digestivo también se beneficiará de las frutas silvestres. Como todas las frutas son ricas en fibra, lo que además de prevenir el estreñimiento nos ayuda a sentirnos saciados antes por los que también comeremos menos. Los flavonoides nos ayudan a tener el cerebro activo y sano, retrasando así también el envejecimiento o la aparición de problemas como el Alzheimer. Un último beneficio de las frutas del bosque es que ayudan a bajar las inflamaciones o a combatir la artritis. Ya tienes la excusa perfecta para ir de excursión al bosque en busca de unas frutas silvestres que puedes consumir tanto de forma natural como en zumo.