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Siempre tenían los ojos bien abiertos durante el día, pero ha sido por la noche
cuando han visto la Luz. Esta noche, los ojos de esos sabios, brillan al
mirar al cielo, al unísono con la estrella que contemplan. Sin embargo,
a diferencia de muchos, no es de la estrella de quien se han hecho fan. Sin duda,
saben algo más para interpretar que esa señal del cielo les está revelando, que,
en una tierra remota, minúscula y –casi se podría añadir- dejada de la mano de
Dios, ha nacido el Rey de reyes.
Pero, ¿quiénes son realmente estos sabios? La demás gente les tiene por
algo excéntricos, cuando menos por poco convencionales. En realidad les llaman
magos. Quizás sea por esos artefactos tan raros con los que miran el cielo,
quizás porque saben demasiado de plantas y brebajes o quizás por sus
enigmáticas conversaciones. Lo más probable, es que, al fin y al cabo, sean
magos después de todo, pues a partir de esa noche desaparecieron, se
esfumaron sin una explicación razonable… y todavía algo más inaudito: al cabo
de un tiempo volvieron siendo reyes, aunque solo ellos saben si de un reino
terrenal o celestial.
Y fueron tan magos y sabios, que nadie supo nunca cuántos eran, pero al
parecer, su sabiduría empezó a transmitirse a partir del S. VI, pues se dedujo
popularmente, que ya que habían llevado tres regalos, sin duda, deberían haber
sido tres. Puestos a desvariar, en realidad, siguen siendo tan magos, que una
tarde al año puedes verlos simultáneamente en miles de lugares a la vez, en
paseo triunfal ante multitudes de pequeños fans, para que por la noche, en toda
casa que simule ser un abrevadero de camellos, un bazar de dulces ó una mini-
taberna, sea fielmente visitada para que esos magos, provistos ahora de regalos
incontables, puedan ir dejando todo el peso que les asedia, ya se pueden
imaginar.
Pero no es mi intención comentar nada acerca de este tipo de magia, sino
considerar el pasaje que ha acostumbrado apenas a adornar nuestras reuniones
navideñas hurañas con un poco de colorido sobrenatural. El único texto
bíblico que tenemos acerca de los magos, lo encontramos al inicio
del segundo capítulo de Mateo. Es un texto muy conocido; escuchado,
cantado y escenificado como si se tratara de una vieja película de obligada
reposición navideña. Yo solía leerlo como uno de esos textos que suelen leerse
de carrerilla, los puntos y las comas casi me parecían ofensivos realizarlos. Pero
cuando te aventuras a desvestir de sus atuendos folklóricos la historia de los
magos de oriente, surgen esencialmente enigmas. Enigmas ante los cuáles
todavía la magia del texto bíblico aún es capaz de darnos alguna señal, cuando
dejamos de ver simplemente en el cielo una multitud admirable de estrellas.
Los magos de oriente son unos personajes atípicos -¡y aún dentro del relato
bíblico!-. Que no provinieran del contexto judío en si mismo ya es curioso, pero
el hecho de ser magos resulta cuanto menos paradójico, sino incómodo, por la
prohibición expresa de Moisés y los profetas, hasta el punto, que algunas de
nuestras versiones, traducen el término de mago como sabio, que, sin duda, lo
eran también. Los comentaristas se apresuran a añadir que eran astrónomos,
que no astrólogos. Pero esa distinción, dada la época, es incierta. ¡La verdad
es que el pasado de esos magos sigue envuelto en un halo esotérico
indescifrable!
Quizás prestaban sus servicios a reyes, aunque provistos de mayor dignidad que
la de Balaam, quien recibió oráculo de Dios y contempló de lejos la estrella de
Jacob. Quizás eran sacerdotes, algunos dicen que eran zoroastristas. Otros
abogan que eran sucesores en la escuela medo-persa. Las teorías se disparan y si
los magos conocían la profecía de las setenta semanas de Daniel, es solo una
conjetura. Posiblemente eran una especie de druidas o bardos de la antigüedad,
en versión oriental, que aglutinaban conocimientos en diversas artes y
especialidades, incluida la astronómica. Filósofos, científicos, artistas, podían
serlo todo o sencillamente gente sencilla con mente para recurrir a la ciencia o
magia en su afán de búsqueda al Dios no conocido.
1Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, vinieron del
oriente a Jerusalén unos magos. Que eran magos y venían de oriente lo saben
hasta los niños, que Herodes, el grande, había reinado más de tres décadas y
que estos hechos ocurrieron en el último año de su reinado no lo saben muchos
grandes. Pero, Herodes, no tuvo el sobrenombre de ´El grande´, por su edad
sino por promover una política cultural de grandes construcciones: fundó
antiguas ciudades, erigió torres y la mayor de sus empresas fue, como muchos
sabréis, la reconstrucción del templo en Jerusalén. F.F. Bruce señala que
desplegó un genio político poco común. Pese a su ascendencia edomita, supo
moverse aceptablemente bien entre la perspicaz clase religiosa judía. En teoría,
gobernaba como rey independiente, pero de hecho, estaba obligado a respetar la
voluntad del pueblo romano en todas sus directrices, pues de otra manera se
hubiera encontrado inmediatamente sin corona. Más él, asimiló muy bien la
situación y llegó a servir a dos emperadores que combatieron entre sí. Pero
como había ayudado al perdedor, fue preso de temores. Así que paulatinamente
se mostró muy suspicaz por perder el reinado y caer asesinado, tanto, que mató
a madre, una de las esposas y a varios hijos por ese miedo conspiratorio.
Cuando en su etapa final se tropieza con los magos y éstos alegremente le
preguntan a él, el rey oficial: (v2a.)¿Dónde está el que ha nacido Rey de los
judíos? la paranoia alcanza el punto más álgido en Herodes. La pregunta tiene
tela, y de la mejor, de seda. Estos orientales o se hacen los tontos o son más
sabios de lo que pensamos: los reyes no nacen reyes, como mucho siendo
príncipes, son coronados. Solo el Mesías podía tener esa condición.
Posiblemente la primera aparición solo sería vista desde una longitud oriental,
que podríamos llamar pagana. Eso explicaría porque Herodes no la habría visto
antes, aunque no podemos estar seguros ¿Y por qué, de todos los orientales, sólo
viajaron los magos? Quizás, para la mayoría, esa estrella pasaría desapercibida,
enfrascados en sus tareas cotidianas no tenían tiempo ni voluntad de mirar al
cielo, que no fuera para buscar su propia estrella ó simplemente para saber si en
el día de mañana llovería. Para otros pocos, aún viéndola, esa estrella errante
solo corroboraría su particular teoría del caos, algo muy de moda siempre.
Alguno, quizás, con bagaje astronómico, intuiría algo divino, pero no estaría
dispuesto a pagar el precio de ir tan lejos para comprobarlo. Quizás esos magos,
después de todo, era necesario que volviesen a oriente.
Así que Herodes envía a los magos a Belén con la intención de sacar tajada de
ello, persuadiendo a los magos a retornar a Jerusalén para conocer de primera
mano donde encontrar al niño y adorarle. Pero una vez se ponen en camino
surge de nuevo la estrella y uno se pregunta ¿era necesario que se detuvieran en
Jerusalén? Deducimos que si la estrella les hubiera guiado desde buen principio
hasta el final, Herodes nunca habría conocido acerca del niño y ningún
infanticidio hubiera ocurrido en Belén. Yo no estoy seguro si es que la estrella
apareció de nuevo o simplemente fue que el cielo había estado tapado y no podía
verse nada. Pero la lección es, que cuando no encontramos orientación
porque las estrellas han dejado de brillar, confiar en la potestad de
este mundo puede tener consecuencias nefastas, aún con todo, fue el
primer testimonio a Jerusalén, y cuando menos lo esperaban, Dios todavía les
iba a confirmar la revelación de las Escrituras.
9bY la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que,
llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.Y de nuevo, la estrella…
Hemos tratado de soslayarla hasta ahora, pero ¿qué pudo ser
realmente? A pesar que yo no sería capaz de encontrar el zoo guiado
por la osa mayor, voy a hablaros astronómicamente de la estrella de
las estrellas, la llamada estrella de Belén… si es que realmente fue
una estrella.
Otra hipótesis más plausible, es que fuera un cometa. Pueden ser visibles por
semanas, y no es difícil imaginarlo con su estela como un dedo cósmico
conduciendo a los magos hacia Palestina en una especie de GPS virtual
avanzado. Sin embargo, no hay constancia que por esas fechas fuera visible
ningún cometa y menos aún, uno tan sofisticado que al final dice: "Ha llegado a
su destino". El cometa Halley pasó hacia el año 11 ó 12 a.C. y parece improbable
que otro gran cometa pasara en la fecha y no fuera registrado.
Otra hipótesis de mayor calado es que fuera la explosión de una estrella, una
nova o mejor aún, una supernova. ¡Qué mejor que un gran fuego de artificio
para el nacimiento de un Rey.! Pueden desprender tanta energía como miles de
millones de bombas de hidrógeno, y generan tanta luz como la de una galaxia
entera. Así que pueden ser visibles incluso durante el día. Sin duda, una nova
sería digna del nacimiento de un rey, pero aunque su nombre implique nueva
creación o nacimiento, paradójicamente es la muerte de la estrella y la luz
reflejada es solo el destello de su destrucción. Solo han habido cuatro
supernovas en el último milenio. Según registros chinos en la primavera del año
5 a.C. un objeto de tales características fue visto durante 70 días, pero aún así no
podría ser conectado con el nacimiento de un rey en Israel pues las novas
permanecen fijas y no se mueven a los ojos del espectador.
Así que la última de las hipótesis apunta a una agrupación de planetas ya dentro
de nuestro pequeño sistema solar. Una triple conjunción además se daría
cuando se viese el fenómeno, dejase de verse y volviera de nuevo a
contemplarse, como podría ser el caso. Júpiter, Marte y Saturno pudo ser vista
en el 6 a.C. en la constelación de Piscis ¿qué mejor que el pez como símbolo del
inicio del cristianismo? Han sido apuntadas otras conjunciones de planetas en
esa década, así en la constelación de Leo pudo también ser vista otra y la
sugerencia al León de Judá queda manifiesta, otros la buscaron en Aries, el
Carnero y también dicen encontrarla, otros en Tauro, el macho cabrío, y todavía
otros, los que ya sabéis, la buscaron en Virgo, la Virgen.
Albert Einstein, destacado físico y astrónomo, dijo: "solo hay dos cosas
infinitas, el universo y la estupidez humana y de lo primero tengo
mis dudas". Johannes Kepler, matemático y astrónomo, y quien más ha
contribuido en las leyes sobre el movimiento de los planetas, creyó que la
estrella de Belén fue, ante todo, un milagro. Si no lo hubiera sido, ¿podría
haberles traído gozo?
10Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Es confortable ver
que unos sabios, los cuáles podrían estar aparentemente más interesados en la
sabiduría, se regocijan grandemente al ver la estrella. Es una emoción
difícilmente explicable y no pocos hombres y mujeres de ciencia también lo han
experimentado.