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Emiliano Jimenez Hernandez - Decalogo Diez Palabras de Vida PDF
Emiliano Jimenez Hernandez - Decalogo Diez Palabras de Vida PDF
cruzgloriosa.org
A los seminaristas del Redemptoris Mater
de Takamatsu (Japón),
los primeros en escuchar estas palabras,
comunicándome el testimonio de su fe.
INTRODUCCION!........................................................................................1
PROLOGO !.................................................................................................4
1. YO, YAHVEH, SOY TU DIOS!.................................................................................................4
2. ARCA DE LA ALIANZA!...........................................................................................................7
II. D E C A L O G O !..................................................................................38
1. AMARAS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS!...............................................39
1
3. SABADO, SIGNO DE LA ALIANZA!......................................................................................70
5. NO MATARAS!.....................................................................................................89
3. NO MATARAS!.......................................................................................................................93
a) Homicidio!............................................................................................93
b) Aborto!..................................................................................................95
c) Eutanasia!............................................................................................96
d) Suicidio!...............................................................................................97
e) La guerra!............................................................................................97
3. NO ADULTERARAS!...........................................................................................................107
7. NO ROBARAS!...................................................................................................114
3. NO ROBARAS!....................................................................................................................118
3. NO MENTIRAS!...................................................................................................................131
4. CRISTO ES LA VERDAD!...................................................................................................133
a) La castidad!.......................................................................................140
3
Las palabras que os he dicho
son espíritu y vida (Jn 6,63 )
Y este es su mandamiento:
que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y que nos amemos unos a otros
(1Jn 3,23)
4
INTRODUCCION
Nuestra sociedad, pese a sus hondas raíces cristianas, ha visto difundirse
en ella los fenómenos del secularismo y la descristianización. Por ello
"reclama, sin dilación, una nueva evangelización". 1 La Iglesia, que tiene en la
evangelización su "dicha y vocación propia... su identidad más profunda"2, no
puede replegarse en sí misma. Los signos de descristianización que observamos
no pueden ser pretexto para una resignación conformista o un desaliento
paralizador; al contrario, la Iglesia discierne en ellos la voz de Dios que nos
llama a iluminar las conciencias con la luz del evangelio.
Es cierto que el hombre puede excluir a Dios del ámbito de su vida. Pero
esto no ocurre sin gravísimas consecuencias para el hombre mismo y para su
dignidad como persona. El alejamiento de Dios lleva consigo la pérdida de
aquellos valores morales que son base y fundamento de la convivencia humana.
Y su carencia produce un vacío que se pretende llenar con una cultura centrada
en el consumismo desenfrenado, en el afán de poseer y gozar, y que no ofrece
más ideales que la lucha por los propios intereses o el goce narcisista.
3 Todo esto lo dice JUAN PABLO II, Graves consecuencias de excluir a Dios de la vida, homilía de la misa celebrada en Huelva
el
14-‐6-‐1993.
1
En los países desarrollados, una seria crisis moral ya está afectando a la
vida de muchos jóvenes, dejándoles a la deriva, a menudo sin esperanza, e
impulsándolos a buscar sólo una gratificación inmediata... ¿Cómo podemos
ayudarles? Sólo inculcándoles una elevada visión moral puede una sociedad
garantizar que sus jóvenes tengan la posibilidad de madurar como seres
humanos libres e inteligentes, dotados de un gran sentido de responsabilidad
para el bien común y capaces de trabajar con los demás para crear una
comunidad y una nación con un fuerte temple moral... Educar sin un sistema
de valores basado en la verdad significa abandonar a la juventud a la
confusión moral, a la inseguridad personal y a la manipulación fácil. Ningún
país, ni siquiera el más poderoso, puede perdurar, si priva a sus hijos de ese
bien esencial. 4
4 Juan Pablo II, en la Jornada mundial de la juventud, en Denver, 12-‐8-‐1993.
5 Juan Pablo II en la Jornada de la juventud, en Denver, el 14-‐8-‐1993.
6 Juan Pablo II en la Jornada de la juventud en Denver el 15-‐8-‐1993.
2
Para responder a este clamor de nuestra sociedad, necesitada de Dios y de
valores morales, ofrezco este libro sobre el Decálogo, como palabra de vida y
libertad para el hombre. Como teólogo, -escriba hecho discípulo del Reino- he
querido "sacar del arca lo nuevo y lo viejo" (Mt 13,52). En el arca de la alianza
se guardaba el Decálogo. "Estos preceptos son nuestra herencia perpetua, la
alegría de nuestro corazón" (Sal 119,105.111).
Sólo quiero que, como nos recomienda Juan Pablo II, en la homilía con que
comienzo este prólogo, que escuchemos a María, a la Iglesia, que nos dice:
"Haced lo que El os diga" (Jn 2,5). Haciendo lo que El nos diga
experimentaremos el gozo del "vino nuevo y mejor" del Evangelio, que nos falta.
Con él quedará saciada nuestra sed de Dios, de Verdad, de Luz, de Libertad, de
Vida.
3
PROLOGO
Yo, Yahveh, soy tu Dios
que te he sacado del país de Egipto,
de la casa de servidumbre (Ex 20,2).
La primera palabra del Decálogo es el "Yo" de Dios que se dirige al "tú" del
hombre. El creyente, que acepta y vive el Decálogo, no obedece a una ley
abstracta e impersonal, sino a una persona viviente, conocida, cercana, a Dios,
que se presenta a sí mismo como "Yahveh, Dios misericordioso y clemente,
tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares,
que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes" (Ex
34,6-7):
7 El término jàsà' es usado 76 veces para indicar la acción de Dios que saca de Egipto a Israel.
4
mismo tiempo que a todo el pueblo, Dios da a conocer su voluntad a cada uno en
particular.8
El Decálogo, las diez palabras de este Dios rico en amor, son diez palabras
de vida y libertad, expresión del amor y cercanía de Dios. Pero si se omite el
Prólogo se cae todo el edificio del Decálogo, al minar sus cimientos. Por haberlo
hecho así en los tratados de Teología Moral y en los Catecismos o en las Guías
prácticas para la confesión, hechas sobre el esquema de los diez mandamientos,
se ha deformado de tal modo el Decálogo que se ha llegado a prescindir de él.
Separando la vida moral de la fe, la moral cayó en un legalismo, que nada tiene
que ver con el Decálogo, según nos lo ha transmitido la Escritura.
8 Cat.Ig.Cat., nn.2061-‐2063.
5
también su palabra es siempre palabra salvadora, palabra de vida. La actuación
de Dios, tanto en la liberación de la esclavitud como en la donación del
Decálogo, tiende siempre al mismo fin: "a que seamos felices y vivamos como
hasta hoy".
Por ello, en las dos versiones bíblicas del Decálogo, éste está precedido de
la afirmación que le ilumina y da sentido:
Esta visión del Decálogo hace que siga siendo válido hoy para los
cristianos. El nuevo pueblo de Dios es el pueblo de los redimidos por Cristo de la
esclavitud del pecado y de la muerte. Por ello, el cristiano, que ha
experimentado esta liberación, responde aceptando a Dios y su palabra, pues
Dios es siempre el Dios salvador y sus palabras son palabras de vida. La
"voluntad de Dios es vuestra salvación".
6
2. ARCA DE LA ALIANZA
No sucede lo mismo con el arca. Durante siglos enteros podemos seguir sus
pasos. Allí donde se encuentra el arca, Yahveh se halla presente. Cuando el
arca se levanta para continuar la marcha por el desierto, Yahveh se levanta con
ella para ir delante de Israel, y si se detiene de nuevo en un lugar, Yahveh
vuelve a sentarse en su trono (Nú 10,35-36). Como la tienda es el lugar de las
apariciones de Yahveh, el arca es el lugar de su presencia permanente (1Re
8,12).
El arca, con las Diez Palabras, acompaña (Nú 10,33) a Israel desde la
alianza del Sinaí, en su camino por el desierto, en la conquista de la tierra,
hasta quedar fijada en el templo de Salomón (1Re 8). David, rescatándola de los
filisteos, la hace entrar solemnemente en Jerusalén, en medio de explosiones de
alegría manifestadas en cantos y danzas (1Sam 4,4s;6,13.19;2Sam 6,5.14;Sal
24,7-10). Por el arca, el Dios de la alianza manifiesta que está presente en
medio de su pueblo, para guiarlo y protegerlo (1Sam 4,3-8), para dar a conocer
su palabra (Ex 25,22) y para escuchar la oración del pueblo (Nú 14). Con razón
el arca de la alianza es considerada "la gloria de Israel" (1Sam 4,22).
El arca de la alianza es, por tanto, el lugar donde Yahveh habla (Nú 7,89).
Es el lugar de la Palabra de Dios. En primer lugar, porque contiene las dos
tablas de la ley, perpetuando así el "testimonio" del don del Decálogo, expresión
9
Cat.Ig.Cat.,
n.
2058;Cfr.
nn.
2060-‐2062,
donde
se
dice:
"El
don
de
los
mandamientos
forma
parte
de
la
Alianza
sellada
por
Dios
con
los
suyos...Los
mandamientos
reciben
su
plena
signi)icación
en
el
interior
de
la
Alianza.
Según
la
Escritura,
el
obrar
moral
del
hombre
adquiere
todo
su
sentido
en
y
por
la
Alianza...Los
Mandamientos
expresan
las
implicaciones
de
la
pertenencia
a
Dios
instituida
por
la
Alianza.
La
existencia
moral
es
respuesta
a
la
iniciativa
amorosa
del
Señor".
7
de la voluntad de Dios (Ex 31,18) y de la acogida que Israel hizo de las Diez
Palabras (Dt 31,26-27). Así el arca prolonga la revelación del Sinaí.
El Decálogo, por tanto, hay que colocarlo dentro del arca de la alianza,
entenderlo a la luz de la alianza de Dios con su pueblo. Desligado de la historia
salvadora del Exodo y de la alianza del Sinaí, se tergiversa el valor y significado
del Decálogo. "Jamás se puede perder de vista la estrecha conexión entre
alianza y mandamientos. En la teología deuteronomista esta relación entre
alianza y mandamientos es tan íntima que la palabra alianza pasa a ser
sinónimo de los mandamientos. Las 'tablas de la alianza' son las tablas sobre
las que estaba escrito el Decálogo (Dt 9,9.11.15) y la 'tienda de la alianza' se
llama así por contener las tablas de los mandamientos (Nu 10,33;Dt 10,8;Jos
3,3)".11
Así lo entendió Israel. Por ello, las dos tablas del Decálogo las custodió en
el arca de la alianza y constituían una parte central de la liturgia del pueblo
de Dios. La fiesta de la renovación de la alianza era una de las fiestas
principales de Israel y en ella el Decálogo ocupaba el puesto central. "Con tal
celebración cultual, Israel expresaba que el acontecimiento de la revelación del
Sinaí tenía la misma actualidad para todos los tiempos, se renovaba de
generación en generación, era contemporánea a todos"12 :
Moisés convocó a todo Israel y les dijo: Escucha, Israel, los preceptos y las
normas que yo pronuncio hoy a tus oídos. Apréndelos y cuida de ponerlos en
práctica. Yahveh nuestro Dios ha concluido con nosotros una alianza en el
Hored. No con nuestros padres concluyó Yahveh esta alianza, sino con nosotros,
con nosotros que estamos hoy aquí, todos vivos. Cara a cara os habló Yahveh en
la montaña, de en medio del fuego (Dt 5,1-4).
Guardad, pues, las palabras de esta alianza y ponedlas en práctica, para
que tengáis éxito en todas vuestras empresas. Aquí estáis hoy todos
vosotros en presencia de Yahveh vuestro Dios..., a punto de entrar en la
alianza de Yahveh tu Dios, jurada con imprecación, que Yahveh tu Dios
concluye hoy contigo para hacer hoy de ti su pueblo y ser El tu Dios...Y no
solamente con vosotros hago hoy esta alianza, sino que la hago tanto con
10 G. von RAD, Teología del Antiguo Testamento, I, Salamanca 1972.
8
quien está hoy aquí con nosotros en presencia de Yahveh nuestro Dios
como con quien no está hoy aquí con nosotros (Dt 29,8-16).
Y Moisés les dio esta orden: Cada siete años, tiempo fijado para el año de
la remisión, en la fiesta de la Tiendas, cuando todo Israel acuda, para ver
el rostro de Yahveh tu Dios, al lugar elegido por El, leerás esta Ley a oídos
de todo Israel. Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero
que vive en tus ciudades, para que oigan, aprendan a temer a Yahveh
vuestro Dios, y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta ley.
Y sus hijos, que todavía no la conocen, la oirán y aprenderán a temer a
Yahveh vuestro Dios todos los días que viváis en el suelo que vais a tomar
en posesión al pasar el Jordán (Dt 31,9-13).
13 En la época del segundo templo el Decálogo era parte integrante de la liturgia diaria. En el culto judío actual el Decálogo se
proclama
públicamente
tres
veces
al
año.
Y
los
libros
judíos
para
la
oración
privada
presentan
siempre
el
Decálogo
al
)inal
de
la
oración
de
la
mañana.
9
Los judíos han esperado una reaparición del arca al final de los tiempos
(2Mac 2,4-8). Y el Apocalipsis nos ha revelado que el arca se halla en el
Santuario del cielo: "Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el
arca de su alianza en el Santuario" (11,19). Pero ya en Cristo se ha cumplido el
significado pleno del arca de la alianza. Cristo es la encarnación de la Palabra
de Dios entre los hombres (Jn 1,14;Col 2,9). Cristo es la Palabra que guía a los
hombres (Jn 8,12) y les salva (1Tes 2,13), siendo el verdadero propiciatorio
(Rom 3,25;1Jn 2,2;4,10).
10
Desde el momento en que se sella la alianza entre Dios y el pueblo, la
liturgia de Israel la actualiza y la transmite a la nueva generación. 15 En la
celebración se renueva la alianza, haciendo memorial de los hechos salvíficos de
Dios, que fundan la alianza: elección y promesas de Dios a los Patriarcas,
liberación de la esclavitud de Egipto, paso del mar Rojo, acompañamiento y
providencia de Dios por el desierto y don de la Tierra. La alianza, fruto de la
gracia de Dios, que gratuitamente ha elegido a Israel, se sintetiza en la fórmula:
"Yo soy Yahveh, tú Dios, y tú, Israel, eres mi pueblo". Israel, tras las gestas
salvadoras de Dios, es llamado a aceptar a Yahveh como su único Dios, sin otros
dioses frente a El.
Por eso, a la asamblea de Israel, reunida para dar culto a Dios, se le dice
siempre: "¡Escucha, Israel!". La palabra es proclamada en la liturgia para que
penetre toda la vida, para que Israel la tenga presente en toda situación, en
todo tiempo y lugar: "Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si
15
Cfr.
La
celebración
de
la
gran
asamblea
de
Siquen
(Jos
24)
y
la
solemne
celebración
de
renovación
de
la
alianza,
al
encontrar
el
"Código
de
la
alianza",
durante
la
restauración
del
templo
en
tiempos
del
rey
Josías:
2Re
22,3-‐20;23,1-‐3.21-‐23.
Este
"Código
de
la
alianza",
conservado
en
el
templo
de
Jerusalén,
se
leía
regularmente
en
las
celebraciones,
en
épocas
de
)idelidad
al
Señor.
Se
conservaba
en
el
Arca
de
la
alianza
y
en
el
año
1000
a.C.
había
sido
llevado
a
Jerusalén
con
el
Arca.
Josías
la
encuentra
en
el
año
622.
16El hoy litúrgico resuena constantemente en el Deuteronomio: Cfr. 4,2.4.8.20.26.38.40;6,6.24; 8,11.18.19;10,13;11,2.8.13...
11
vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás a tu mano
como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las
jambas de tu casa y en tus puertas" (Dt 6,6-9).
Cada vez que Israel escucha la proclamación del Decálogo, se sitúa ante la
muerte o la vida, invitado por Dios a elegir la vida.18 "En el culto, Israel seguirá
proclamando continuamente las bendiciones o maldiciones que se siguen de la
fidelidad o infidelidad a la alianza, como las dos únicas posibilidades de vida".19
El exilio de Israel no es otra cosa que la consecuencia de la infidelidad a la
alianza. En el exilio se cumple la maldición que Israel mismo había invocado
sobre sí, al momento de sellar la alianza y en su continua renovación en el culto,
en el caso de que la alianza fuera violada.
17 El culto es la actualización renovada de las acciones de Dios. En el rito de la )iesta de la Pascua se insiste en que "en cada
generación
el
hombre
se
considere
como
si
él
mismo
hubiera
salido
de
Egipto".
Cada
celebrante
es
contemporáneo
del
acontecimiento
salvador
que
celebra.
"La
historia
de
la
salvación
se
experimenta
continuamente
como
presente.
Para
la
sensibilidad
judía,
la
salida
de
Egipto
no
es
un
acontecimiento
de
la
prehistoria
o
de
la
historia
antigua,
sino
la
actualidad
inmediata"
:
S.
BEN-‐CHORIN,
Las
tablas
de
la
Alianza.
Las
Diez
Palabras
del
Sinaí,
Tübingen
1979,
p.
43.
19 Cfr. N. LOHFINK, Ascolta, Israele. Esegesi di testi del Deuteronomio, Brescia 1986.
12
Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la
alianza que con juramento concluyó con tus padres" (Dt 4,23-31). 20
Es cierto que el Señor es "un Dios celoso, un fuego devorador" (Dt 4,24),
pero es también el "Dios misericordioso", que se compadece del pueblo y no lo
abandona para siempre. Aunque castiga, corrigiendo a su pueblo como un padre
a su hijo, usa de misericordia. Nunca olvida la elección gratuita de los padres y
las promesas hechas a ellos y a su descendencia (Dt 4,37;Lc 1,54-55). Jeremías
se lo recordará a los exiliados en la carta que les escribe: "Bien me sé los
pensamientos que abrigo sobre vosotros -oráculo de Yahveh-; son pensamientos
de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza. Me invocaréis y
vendréis a rogarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis cuando
me solicitéis de todo corazón; me dejaré encontrar de vosotros... Os recogeré de
todas las naciones y lugares a donde os arrojé y os haré tornar al sitio de donde
os hice que fuerais desterrados" (Jr 29,11-14).
Por ello, la liturgia celebra con júbilo el don de la ley del Señor, "que es
perfecta, recrea al hombre; es segura, hace sabio al ignorante; es justa, alegra el
corazón; es pura, alumbra los ojos; es más dulce que la miel, más exquisita que
un tesoro de oro puro" (Sal 19,8-11;119,12). El orante puede decir a Dios:
"Cumplir tus deseos, mi Dios, me llena de alegría, llevo tus normas en mi
corazón" (Sal 40,9), pues "me muestras el camino de la vida. Ante tu rostro
reina la alegría" (Sal 16,11)...21
20 Cfr. la plegaria de Salomón en la consagración del Templo: 1Re 8,27-‐30.46-‐51.
21
"En
los
salmos
es
donde
encontramos
los
sentimientos
de
alabanza,
gratitud
y
veneración
que
el
pueblo
elegido
siente
hacia
la
ley
de
Dios"
(Cfr,VS,n.44,
con
cita
de
Sal
1,1-‐2;19,8-‐9).
22 Cfr. la estructura del Catecismo de la Iglesia Católica: "Que los sacramentos vengan inmediatamente detrás de la historia
salví)ica
(artículos
del
credo)
y
no
después
de
los
mandamientos,
como
se
hizo
usual
en
la
tradición
moderna,
lleva
consigo
la
superación
de
un
moralismo
y
de
un
legalismo
que
caracterizaron
la
tradición
catequética
de
los
últimos
siglos...
(Sólo)
tras
la
gracia
de
Dios
viene
el
agradecimiento
nuestro
o
la
moral".
O.González
de
Cardedal,
en
El
Catecismo
Posconciliar,
Madrid
1993,
p.
325.
13
¿quién habitará en tu tienda? ¿quién morará sobre tu monte santo?", el fiel se
responde con las palabras del Decálogo: "El de manos limpias y puro corazón,
que no se entrega a la vanidad de los ídolos ni jura con engaño" (Sal 24), "quien
camina sin culpa y obra la justicia, dice la verdad de corazón y no calumnia con
su lengua, no hace daño a su hermano ni agravio a su prójimo, no presta dinero
con usura ni acepta dones en el juicio contra el inocente" (Sal 15;Cfr. Is
33,14-16).
San Agustín fue quien dividió las dos tablas del Decálogo teniendo en
cuenta el mandamiento del amor: en la primera tabla coloca los tres primeros
mandamientos, que se refieren al amor a Dios; y en la segunda coloca los otros
siete mandamientos, que se refieren al amor al prójimo. Esta división de San
Agustín se apoya en el Evangelio (Mt 22,34-40p), se impuso en la Iglesia y ha
llegado hasta nuestros días. Es la adoptada por el Catecismo de la Iglesia
14
Católica. Por ello la seguiré también en este libro. 24Cf. Marc-Alain OUKNIN, Le
Dieci Parole, Milano 2001. A. CHOURAQUI, I dieci comandamenti, Milano
2001.
Pero no se puede afirmar que entre las dos tablas se dé una división. En
realidad el Decálogo presenta la actitud ante el prójimo entrelazada con la
actitud ante Dios. La piedad bíblica en relación a Dios no se reduce al culto,
sino que implica la vida de relación con el prójimo. Para San Pablo, el
"verdadero culto a Dios" (Rom 12,1) se vive en la vida diaria, especialmente en
relación al prójimo. Y la carta de Santiago habla del "culto intachable a
Dios" (Sant 1,27), refiriéndose a la preocupación por los huérfanos y las viudas.
El servicio a Dios y el servicio a los hombres están tan íntimamente ligados que
no puede darse el uno sin el otro: "Quien ama a Dios, ame también a su
prójimo" (1Jn 4,20). El amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo. Y el
amor al prójimo tiene su fundamento y su ilimitada medida y forma en el amor
de Dios, manifestado en su Hijo Jesucristo: "Amaos como yo os he amado". Es,
pues, inseparable la actitud ante Dios y la actitud ante el prójimo.
24 SAN AGUSTIN, Quest. LXXI in Exod.:PL 34,620s. Anteriormente a San Agustín, para presentar la vida moral de los cristianos,
se
prefería
seguir
el
esquema
de
"los
dos
caminos":
el
camino
de
la
vida
y
el
camino
de
la
muerte.
La
tradición
rabínica
y,
siguiendo
a
Calvino,
los
reformistas
y
anglicanos
siguen
otra
división
de
los
diez
mandamientos.
R.
Ishmael,
en
la
Mekilta,
dice
que
las
Diez
Palabras
fueron
escritas
cinco
en
una
tabla
y
cinco
en
la
otra.
Sobre
una
estaba
escrito:
Yo
soy
el
Señor
tu
Dios
y,
en
frente,
en
la
otra:
No
matarás,
indicando
que
quien
vierte
sangre
humana
disminuye
la
imagen
de
Dios
(Gén
9,6).
Sobre
la
primera
tabla
estaba
escrito:
No
tendrás
otros
dioses
y,
en
frente,
en
la
otra:
No
cometerás
adulterio,
pues
quien
sirve
a
un
ídolo
comete
adulterio
en
relación
a
Dios
(Ez
16,32;Os
3,1).
Sobre
una
tabla
estaba
escrito:
No
pronunciarás
el
nombre
del
Señor,
tu
Dios,
en
vano
y,
en
frente,
sobre
la
otra:
No
robarás,
pues
el
que
roba
se
siente
luego
obligado
a
jurar
en
falso
(Jr
7,9;Os
4,2).
Sobre
una
tabla
estaba
escrito:
Recuerda
el
día
del
sábado
para
santiDicarlo
y,
en
frente,
en
la
otra:
No
darás
falso
testimonio,
pues
quien
profana
el
sábado,
olvidando
que
Dios
ha
creado
el
mundo
en
seis
días
y
en
el
séptimo
descansó,
testimonia
contra
el
Creador
(Is
43,12).
Sobre
una
tabla
estaba
escrito:
Honra
a
tu
padre
y
a
tu
madre
y,
en
frente,
sobre
la
otra:
No
desearás
la
mujer
de
tu
prójimo,
pues
el
que
desea
la
mujer
de
otro,
termina
por
engendrar
un
hijo
que
maldice
a
su
padre
y
a
su
madre
y
que
honra
a
uno
que
no
es
su
padre.
15
signo de su amor indivisible al Padre y a la humanidad (Jn 13,1). Tanto el
Antiguo como el Nuevo Testamento son explícitos en afirmar que sin el
amor al prójimo no es posible el auténtico amor a Dios. San Juan lo
afirma con extraordinario vigor: "Si alguno dice «amo a Dios», y aborrece a
su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve" (1Jn 4,20).26
Cuando desaparece la fidelidad y el amor a Dios, es señal de que falta el
conocimiento de Dios. Y entonces brotan, como consecuencia, perjurio y
mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a
sangre (Os 4,1-2).
El amor a Dios y el amor al prójimo son las dos tablas del Decálogo,
inseparablemente unidas. No se ama a Dios sin amar al prójimo; pero tampoco
se ama al prójimo sin amar a Dios. El amor a Dios -el mayor y primer
mandamiento- es la fuente del amor al prójimo. El amor a Dios nos capacita
para amar a los hombres, guardando todos los mandamientos, expresión
concreta del amor:
Amar a Dios es amar lo que Dios ama y, sobre todo, amar a quien El ama.
Amar a los hermanos es ver en ellos el rostro de Dios y, amándolos, amamos a
Dios. El amor inspira la fidelidad en el servicio a Dios y a los hermanos. Esta es
la libertad para la que nos ha liberado Dios. Como dice Santo Tomás: "La
caridad exige que nos sirvamos mutuamente y sin embargo es libre, porque es
causa de sí misma".
26 VS, n.14.
16
La "segunda tabla" del Decálogo, cuyo compendio (Rom 13,8-10) y
fundamento es el mandamiento del amor al prójimo es la expresión de la
singular dignidad de la persona humana, la cual es la "única criatura en la
tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (GS,n.24). En efecto, los diversos
mandamientos del Decálogo no son más que la refracción del único
mandamiento que se refiere al bien de la persona, como compendio de los
múltiples bienes que connotan su identidad de ser espiritual y corpóreo, en
relación con Dios, con el prójimo y con el mundo material. (VS,n.13)28
San Pablo, frente al mundo griego o romano, que exaltan un amor -eros-
sensual y orgulloso, irresponsable y egoísta, fuente de celos y desenfrenos,
contrapone "otro tipo de amor", el cristiano, que es agápe. Un amor humilde
(Flp 2,3) y sincero (Rom 12,9), abierto al servicio y a la disponibilidad (Gál 5,13).
Este "tipo de amor" es "un amor paciente, servicial, no envidioso, no jactancioso;
que no se engríe y es decoroso, que no busca su interés ni se irrita; no toma en
cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad; todo lo
excusa; todo lo cree; todo lo espera; todo lo soporta" (1Cor 13,4-7).
Mientras el Decálogo no sea vivido por amor, aparecerá, como toda ley, bajo
el color de represión, imposición, límite y opresión. Sólo el amor hace de la
obediencia libertad, espontaneidad, creatividad y entrega confiada a Dios y al
28 Cfr Cat.Ig.Cat.,n.2070.
17
prójimo. "El amor es el cumplimiento de toda la ley" (Rom 13,10). Amar es lo
propio, el distintivo de los hijos de Dios, puesto que es lo propio de Dios, que es
amor (1Jn 4,7ss).
En el mundo actual se vive una inquietud cada vez más amplia por hallar
una ética que salve al hombre del caos. El dominio del mundo por medio de la
técnica y de las ciencias naturales no bastan para conseguir un mundo más
humano. Más bien, la ciencia y la técnica, abandonadas a sí mismas, son una
amenaza para el hombre. Sin la sabiduría, que da sentido a la vida, el hombre
ve en peligro la vida misma y, sobre todo, la vida realmente humana. El
cristiano hoy está llamado a dar razones para vivir, a mostrar en su vida el
sentido auténtico de la vida humana. El Decálogo es un camino de vida:
Dios, autor de nuestro ser, conoce mejor que nosotros mismos lo que nos
conviene para ser realmente hombres. "Yo soy tu Dios" significa: yo sé quién
eres, cómo has sido hecho, pues soy yo quien te ha pensado, amado y creado:
"Escucha, pues, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te
multiplicarás, como te ha dicho Yahveh, el Dios de tus padres" (Dt 6,3). Jesús
dirá lo mismo en el Evangelio al legista, que ha resumido el Decálogo en el
amor a Dios y al prójimo: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás" (Lc 10,28).
Israel fue llamado a recibir y vivir la ley de Dios como don particular y
signo de elección y de la Alianza divina, y a la vez como garantía de la bendición
de Dios. (VS,n.44)
18
El Decálogo es el camino de la nueva vida del pueblo liberado. Dios con las
Diez Palabras le indica el camino para no perder esa vida en la libertad, para no
volver a la esclavitud, sino crecer cada día en la libertad como hijos de Dios. Eso
son "las diez palabras" de la alianza que Yahveh, antes de escribirlas en las
tablas de piedra, escribió en el ser del hombre, como una especie de código
genético del espíritu. Pues vivir la verdad del propio ser es, para el hombre,
amar a Dios, encontrándose con el amor que lo ha llamado de la nada a la vida.
"Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón" (Rom 10,8).
El Decálogo del Sinaí, leído a la luz del Sermón del Monte, nos da una luz
para descubrir el camino de la vida, realmente humana, según el designio de
Dios. La vida crece únicamente en la verdad. La verdad es el aire en el que la
persona respira y madura en auténtica libertad. Y el Decálogo traduce la
verdad del ser de la persona en el actuar concreto de cada día. El Decálogo son
las "diez palabras" del pueblo de Dios. Las "diez palabras", que dio a su pueblo
el Dios que antes le liberó de la esclavitud, del Dios Creador y Salvador que
sabe cuál es el bien real del hombre.
El creyente, que susurra día y noche sus palabras, que vive de su palabra,
aspira, no ya a los bienes terrenos, sino a entrar en la intimidad con Dios:
Yo digo a Yahveh: Tú eres mi Señor,
mi bien, nada hay fuera de ti.
Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa,
tú mi suerte aseguras;
la cuerda me asigna un recinto de delicias,
mi heredad es preciosa para mí...(Sal 16).
19
30,15-20).
Jesucristo, camino, verdad y vida, dirá de sí mismo: "Yo soy la luz del
mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la
vida" (Jn 8,12). Esta luz de la vida es la comunión con Dios y con los hermanos,
sellada en la sangre de Jesucristo (Cfr. 1Jn 1,5-7).
Esta es la meta del camino de la vida, que Dios ha trazado para su pueblo.
Si, en un principio, el deseo de Dios y de comunión con El se expresa en el deseo
de sus bendiciones, vistas en la tierra, el bienestar y largos años, Dios, en la
pedagogía de la revelación, termina siendo El mismo el deseado, el esperado,
como única complacencia que llena el corazón del hombre. Las promesas de Dios
son el camino que lleva al Dios de las promesas, a Jesucristo: Emmanuel, Dios
con nosotros.
Todo el Decálogo es una tutela de la vida, que Dios nos ha dado. Ya los tres
primeros mandamientos, prescribiendo dar culto y gloria a Dios, salvaguardan
la dignidad de la vida humana, pues colocan al hombre en relación de amor con
Dios. Introducen al hombre en la comunión con Dios, haciéndole partícipe de su
vida trinitaria de amor. Vivir el Decálogo es alcanzar "la vida eterna" (Mt
19,16-22).
29 "En hebreo Torah no es orden, sino orientación; no es la Ley, sino la Via, el camino... que conduce a una meta": A. NEGER,
30 "El Decálogo se comprende ante todo cuando se lee en el contexto del Exodo, que es el gran acontecimiento liberador de
Dios
en
el
centro
de
la
antigua
Alianza"
(Cat.Ig.Cat.,
n.
2057).
21
Confesar que Dios es el Creador del hombre es afirmar que el hombre no es
un producto del cosmos, sometido a sus leyes mecánicas, a los procesos
naturales biológicos, fisiológicos y cosmológicos. El hombre, creado por Dios,
está en el mundo, participando del mundo, pero no sometido a la naturaleza. Es
siempre un ser singular, irrepetible, que "domina el mundo" (Gén 1,28). La fe en
Dios Creador coloca al mundo en su sitio: el mundo es mundo y no dios, es
creación, criatura y no creador. Esto significa que Dios, al crear al hombre, le da
la libertad sobre el mundo.
Y la fe en Dios, "que da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son
para que sean" (Rom 4,17), libera al hombre de la esclavitud de la muerte, que
aniquila toda libertad y esperanza. Ante la muerte, todo hombre experimenta la
impotencia que hace gritar a San Pablo: "¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de
este cuerpo que me lleva a la muerte?" (Rom 7,24). Sólo Dios, creador de la vida,
puede liberar al hombre de la amenaza permanente de la muerte. Y su fidelidad
salvadora, manifestada en la historia, es la garantía de que su amor no se
dejará vencer por la muerte. Por ello, Pablo grita: "¡Gracias sean dadas a Dios
por Jesucristo nuestro Señor!" (Rom 7,25). Ni las fuerzas de la naturaleza, ni el
progreso humano de la historia pueden liberar al hombre del miedo a la muerte,
"con el que el señor de la muerte, es decir, el diablo, le somete a esclavitud de
por vida" (Heb 2,14-15).
31 "Una libertad que insista en la inocencia del egoísmo natural...no liberará, sino que más bien reforzará aún más la soledad y
la
falta
de
comunicación
de
los
hombres
entre
sí".
Sínodo
de
los
Obispos
alemanes,
Declaración
conjunta
I,
Freiburg
i.Br.
1976,p.93.
22
Si no es válida la interpretación legalista del Decálogo, porque falsea el
designio de Dios, que quiere al hombre libre, tampoco es válida la concepción de
libertad de los libertinos, a quienes no interesa lo más mínimo la libertad de
todos los hombres, sino únicamente su propia exención de obligaciones.
Semejante concepción de la libertad alimenta el egoísmo, la falta de
consideración y la inhumanidad. Es exactamente lo contrario de la libertad
bíblica, que salvaguarda el Decálogo, que se basa en las relaciones personales:
la relación del hombre con Dios y la relación de los hombres entre sí. 32
¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor... Pues lo que era
imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado
a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado,
condenó el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en
nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu
(Rom 7,25-8,4).
32 Cfr. J. M. LOCHMAN, I comandamenti. Segnali stradali verso la libertà, Torino 1986.
33 SANTO TOMAS, In Rom. c.8, lett. L. "Los justos no están bajo la ley porque el instinto del Espíritu Santo es en ellos su propio
instinto,
porque
tienen
una
ley
interior
y
hacen
espontáneamente
lo
que
la
ley
(externa)
manda".
23
gratuito de Dios, con ciudades, casas, pozos, viñas, olivares, que él no ha
construido o plantado. Israel goza de la salvación que Dios, desde mucho tiempo
antes, ha preparado para su pueblo, como había jurado a sus padres. En una
palabra, Israel vive en la gracia. Pero la gracia de Dios no anula la voluntad del
hombre. La gracia de Dios posibilita la respuesta del hombre a Dios, pero el
hombre puede negar esta respuesta a Dios y salirse de la gracia,
experimentando la maldición. Responder a los dones de Dios con justicia es vida
para Israel (Dt 6,24-25).
Al elegir Dios a los más débiles -un puñado de esclavos-, se está afirmando
que "la elección no se debe a los méritos de los elegidos, sino al amor y a la
gracia de Dios, que actúa libre y gratuitamente". 34 La gracia de Dios es algo
previo a toda acción humana de respuesta a Dios. "Dios nos amó primero" (1Jn
4,10). Sin esta experiencia de la gracia, todo intento de cumplimiento del
Decálogo conduce a la autojustificación y, a través de los imperativos morales, a
una crueldad sin misericordia. Es la actitud del fariseo, que se cree justo y
desprecia a los demás (Lc 18,9).
24
sino que orienta la totalidad corpóreo-espiritual del hombre, llevándole a una
existencia nueva en Cristo (Cfr. GS, n.18,22,45). El don de Dios lleva un
dinamismo interior que transforma el corazón del hombre y lo vivifica en
espontaneidad capaz de llevar frutos abundantes.
Sostener, pues, que el hombre puede salvarse con sus propias fuerzas,
observando la ley, equivale a declarar inútil la redención de Cristo: "En efecto,
si la justificación se obtuviera por la ley, Cristo habría muerto en vano" (Gál
2,21). La ley, considerada como medio para alcanzar la justicia, termina por
condenarnos a todos. San Pablo lo ha testimoniado abiertamente en la carta a
los Romanos:
Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al
poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo
que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero,
estoy de acuerdo con la ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien
obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno
habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi
alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino
que obro el mal que no quiero. Y, si hago el mal que no quiero, no soy yo
quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. Descubro, pues, esta ley:
aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta. Pues me
complazco en la ley de Dios, según el hombre interior, pero advierto otra
25
ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a
la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Pobre de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? (Rom 7,14-24)
La ley, santa y buena, don de Dios para la vida, es impotente para salvar al
hombre sometido a la tiranía del pecado. Por ello, lo único que hace la ley es
poner al hombre frente a la verdad y al bien, pero no le da la fuerza de actuarlo,
ya que supera sus fuerzas. De este modo la ley se reduce a acusar al hombre,
transformándose en maldición: "En cuanto sobrevino el precepto, revivió el
pecado y yo morí. Y resultó que el precepto, dado para la vida, me fue para
muerte. Porque el pecado, tomando ocasión del precepto, me sedujo y por él me
mató" (Cfr. Rom 7,9-11), "ya que nadie será justificado ante Dios por las obras
de la ley, pues la ley no da sino el conocimiento del pecado" (Rom 3,20).
36 Cfr VS,n.4.
26
diversos modos -ley nueva manifestada en Cristo, ley antigua expresada en la
revelación del Sinaí, y ley natural inscrita en el ser del hombre- con que Dios
guía a los hombres, no sólo no se excluyen entre sí, sino que se sostienen y se
compenetran recíprocamente. Todos tienen su origen en el eterno designio sabio
y amoroso con el que Dios predestina a los hombres "a reproducir la imagen de
su Hijo" (Rom 8,29). 37
Pero el Decálogo, como todo don de Dios a su pueblo, es válido para todo
hombre. Ya en la elección de Abraham, padre de Israel, Dios mira a todos los
hombres: "En ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra" (Gén 22,18). Y
cuando el pueblo, salvado de la esclavitud de Egipto, llega al Sinaí, Dios le dice:
"Vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es
toda la tierra" (Ex 19,5).
37 Cfr VS,n.45.
38 JUAN PABLO II, Discurso pronunciado en Koszalin, el 1-‐6-‐1991. Ya antes, en Roma, el 14 de marzo de 1982, había dicho: "El
Decálogo,
la
ley
de
Dios
dada
a
Israel
por
medio
de
Moisés
sobre
el
monte
Sinaí,
es
dada
a
todos
los
hombres...
Pues
"los
diez
mandamientos
¿han
sido
únicamente
grabados
en
las
dos
tablas
que
recibió
Moisés
y
que
Israel
conserva
como
la
cosa
más
santa
en
el
arca
de
la
alianza?
No,
estos
mandamientos
están
inscritos
en
el
corazón,
en
la
conciencia
de
todo
hombre.
Dios
nos
ha
dado
su
Hijo
Unigénito
para
que
no
se
borrase
de
las
conciencias
la
incisión
de
los
preceptos
divinos,
para
que,
de
este
modo,
el
hombre
los
conociese
y
practicase
y
así
tuviera
'vida
eterna'".
27
da luz a los ojos. Son más preciosos que el oro, más que el oro acrisolado; sus
palabras, más dulces que la miel, más que el jugo de panales" (Sal 19,8-11).
Este valor universal del Decálogo, lo expresa el midrash afirmando que "el
Decálogo se promulgó en los setenta idiomas de los pueblos. Las distintas
naciones fueron invitadas a aceptar la ley de Dios. Pero cada una, por un motivo
diferente, la rechazó. Las tribus guerreras no la acogieron, pues no les parecía
bien el quinto mandamiento, que dice 'no matarás'; las tribus dedicadas a la
rapiña se negaron a acogerla porque el séptimo mandamiento dice 'no robarás';
las tribus licenciosas hicieron lo mismo a causa del sexto mandamiento que dice
'no cometerás adulterio'. Sólo Israel aceptó la voluntad de Dios, incluso antes de
conocer el contenido del Decálogo, pues cuando Dios les ofreció su ley dijeron:
'Haremos y escucharemos cuanto ha dicho el Señor'(Ex 24,7)".39
39 Cfr. Il dono de la Torah. Commento al Decalogo nella Mekilta di R. Ishmael, Roma 1982, p. 57-‐59.
40 Cfr. E. FLEG, Moisés contado por los sabios, Bilbao 1992.
28
gratuito para todo hombre que viene a este mundo, así también las palabras de
la Torah son un don gratuito para todo hombre". 42
44 Cfr. A. EXELER, Los Diez Mandamientos. Vivir en la libertad de Dios, Santander 1983.
29
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, te vas con él;
te juntas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
y tu lengua trama el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano...
Esto haces, ¿y me voy a callar?
Entendedlo bien los que olvidáis a Dios,
no sea que os abandone y no halla quien os salve.
El que me ofrece sacrificios de acción de gracias,
ése me da gloria, sigue buen camino
y le haré ver la salvación de Dios. (Sal 50)
La "ley de Cristo" es Cristo mismo, que cumplió la gran misión recibida del
Padre de manifestar todo su amor a los hombres. Por ello, Cristo es para
nosotros ley de gracia, en cuanto que habita en nosotros mediante la caridad del
Espíritu Santo y nos apremia interiormente a dar frutos de vida. Vivir en Cristo
30
es vivir bajo la "ley" que nos libera y nos da la vida nueva, vida en la libertad de
los hijos de Dios. De este modo Cristo lleva a la perfección el Decálogo.
45
Cat.Ig.Cat.,
n.2054.
"La
Ley
nueva
o
Ley
evangélica,
perfección
de
la
ley
divina,
es
obra
de
Cristo
y
se
expresa
particularmente
en
el
Sermón
de
la
Montaña.
Es
también
obra
del
Espíritu
Santo,
y
por
él
viene
a
ser
la
ley
interior
de
la
caridad.
La
Ley
evangélica
lleva
a
plenitud
los
mandamientos
de
la
Ley,
extrae
de
ella
las
virtualidades
ocultas,
revelando
toda
su
verdad
divina
y
humana"
Cfr.
Cat.Ig.Cat.,nn.
1965-‐1972.
46 Los escribas y fariseos habían señalado 613 mandamientos, lo que suponía ciertamente una carga insoportable, que daba
47 San Pedro recordará y querrá que los )ieles recuerden siempre cómo Dios Padre ha atestiguado la palabra de Jesucristo, al
darle
honor
y
gloria,
cuando
desde
el
seno
de
la
gloria
le
dirigió
la
voz:
Este
es
mi
Hijo
muy
amado
en
quien
me
complazco.
"Nosotros
mismos
escuchamos
esta
voz,
venida
del
cielo,
estando
con
El
en
el
monte
santo"
(2Pe
1,16-‐18).
32
Por boca del mismo Jesús, nuevo Moisés, los mandamientos del Decálogo son
nuevamente dados a los hombres; El mismo los confirma definitivamente y nos
los propone como camino y condición de salvación. El mandamiento se vincula
con una promesa: en la Antigua Alianza el objeto de la promesa era la posesión
de la tierra en la que el pueblo gozaría de una existencia libre y según justicia
(Dt 6,20-25); en la Nueva Alianza el objeto de la promesa es el Reino de los
cielos, tal como lo afirma Jesús al comienzo del Sermón de la Montaña -discurso
que contiene la formulación más amplia y completa de la Ley Nueva (Mt 5-7)-,
en clara conexión con el Decálogo entregado por Dios a Moisés en el monte
Sinaí. A esta misma realidad del Reino se refiere la expresión "vida eterna", que
es participación en la vida misma de Dios; aquella que se realiza en toda su
perfección sólo después de la muerte, pero, desde la fe, se convierte ya desde
ahora en luz de la verdad, fuente de sentido para la vida, incipiente
participación de una plenitud en el seguimiento de Cristo. En efecto, Jesús dice
a sus discípulos después del encuentro con el joven rico: "Todo aquel que haya
dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi
nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna" (Mt 19,29). (VS,n.
12).
33
lo busca de corazón. (Sal 119,1-2)
48 Cat.Ig.Cat., n.1953.
34
Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de
Dios" (Ex 31,18), la "carta de Cristo" entregada a los apóstoles "está escrita no
con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las
tablas de carne del corazón" (2Cor 3,3).49
De este modo, gracias al don del Espíritu Santo, el hombre vive el primer
mandamiento, pues el Espíritu testimonia a nuestro espíritu que Dios es Padre
y nos hace capaces de invocarlo como Padre (Rom 8,15;Gál 4,6), es decir, nos
abre el camino hacia Dios, posibilitándonos para adorarlo, alabarlo, darle
gracias y servirlo: "Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación,
estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos
obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos
-la comunión con Dios-, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios... Y
la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,1-5).
51 Cfr. J. MOLTMANN, Un nuevo estilo de vida, Salamanca 1981, p.29-‐32.
35
Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible, por la
palabra de Dios vivo (1Pe 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu
Santo (Jn 3,5-6), son hechos por fin linaje escogido, sacerdocio real, nación
santa, pueblo de adquisición, que en un tiempo no era pueblo y ahora es pueblo
de Dios (1Pe 2,9-10).(LG,n.9)
52 Cat.Ig.Cat., n.1695.
53 1Cor 6,10. Cfr. también 1Cor 15,50;Gál 5,21; Ef 5,5;Ap 21,8;22,15.
36
sino a dar cumplimiento. Sí os lo aseguro, el cielo y la tierra pasarán antes que
pase una i o una tilde de la Ley sin que todo se cumpla" (Mt 5,17-18).
37
II. D E C A L O G O
38
1. AMARAS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS
"Dios nos amó primero. El amor del Dios único es recordado en la primera
de las diez palabras. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta
de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios".54
54 Cat.Ig.Cat., n.2083.
39
despliegó sus alas y le tomó y le llevó sobre sus plumas. Sólo Yahveh le guió a
su destino..., le alimentó de los frutos del campo, le dió a gustar miel de la
peña... (Cfr. Dt 32)
55 Con una parábola ilustra el midrash por qué Dios hizo preceder al don de la Torah el misterio de la elección gratuita de
Israel:
Se
puede
comparar
con
uno
que
se
presentó
ante
los
habitantes
de
una
ciudad
y
les
preguntó:
¿Puedo
reinar
sobre
vosotros?
Ellos
replicaron:
¿Y
qué
has
hecho
en
favor
nuestro
para
que
pretendas
reinar
sobre
nosotros?
Entonces
él
construyó
muros
de
defensa
para
la
ciudad
y
canales
para
suministrar
agua
a
sus
habitantes;
después
combatió
por
ellos
contra
sus
enemigos.
Entonces
preguntó
de
nuevo:
¿Puedo
reinar
sobre
vosotros?
Y
ellos
le
respondieron:
ahora,
sí,
puedes
ser
nuestro
rey.
Así
hizo
el
Señor
con
Israel.
Primero
les
sacó
de
la
esclavitud
de
Egipto,
dividió
el
mar
para
que
pudieran
huir
de
sus
perseguidores,
a
quienes
sumergió
en
las
aguas,
hizo
descender
para
ellos
el
maná
del
cielo,
hizo
brotar
para
ellos
agua
en
el
desierto,
les
envió
codornices
y,
)inalmente,
combatió
por
ellos
contra
Amalek.
Entonces
fue
cuando
les
preguntó:
¿Puedo
reinar
sobre
vosotros?
Y
ellos
respondieron:
sí,
sí.
40
En Jesucristo, "resplandor de su gloria" (Heb 1,3), Dios nos muestra
plenamente su gloria: "Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo
único lleno de gracia y de verdad" (1Jn 1,14). Cristo es la shekinah de Dios, la
presencia de Dios entre nosotros. La persona de Cristo y todas sus acciones no
son otra cosa que manifestación de Dios, glorificación de Dios. Y, mediante el
don del Espíritu Santo, "el Espíritu de la gloria" (1Pe 4,14), Cristo asocia a sus
discípulos a su misión glorificadora del Padre: "Y la gloria que Tú me has dado,
yo se la he dado a ellos" (Jn 17,22).
El don del Espíritu Santo forma "los adoradores que el Padre desea, los que
le adoran en espíritu y verdad" (Jn 4,23-24). En este amor de entrega hasta la
muerte en cruz por los hombres, Cristo da gloria a Dios y es glorificado por El
(Jn 12,28). Unidos a Cristo, sus discípulos son invitados a ofrecer su propio
cuerpo como oblación agradable a Dios: "Os exhorto, pues, hermanos, por la
misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva,
santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual" (Rom 12,1).
Lo que Dios, en su amor hacia nosotros, espera por parte nuestra, es que
nos abramos a sus dones y vivamos de ellos. Y sus dones son, en definitiva, El
mismo que se nos dona, haciéndonos partícipes de su misma vida. En
Jesucristo, Dios se ha hecho "Dios con nosotros". Y en el don del Espíritu Santo,
se ha hecho "Dios en nosotros".
41
sentido original a las múltiples y variadas prescripciones particulares, asegura
a la moral de la alianza una fisonomía de totalidad, unidad y profundidad" (VS,
n.66). "Reconocer al Señor como Dios es el núcleo fundamental, el corazón de la
Ley, del que derivan y al que se ordenan los preceptos particulares" (VS,n.11).
"No habrá para ti otros dioses delante de mí" (Ex 20,3). Yahveh exige de
Israel un culto exclusivo, como condición de la alianza. "Al Señor tu Dios
adorarás, y sólo a El darás culto" (Mt 4,10). Este es el primer sentido de la
palabra del Exodo. La negación de la existencia de otros no vendrá hasta más
adelante: "A ti se te ha dado a ver todo esto, para que sepas que Yahveh es el
verdadero Dios y que no hay otro fuera de El" (Dt 4,35).58
En forma positiva, el "no habrá para ti otros dioses delante de mí" significa
creer sólo en El, buscarlo, confiar en El, escucharle, darle culto y acogerlo en la
42
vida. Pero esto como respuesta a Dios que se manifestó primero, ya que El nos
ha amado, ha salido a nuestro encuentro y nos ha hecho gustar su salvación.
Tener, pues, a Yahveh como único Dios significa afirmar, con el lenguaje de
la vida, que existe un solo ser a quien compete el nombre de Dios. "A El sólo
adorarás". Y adorar significa "glorificar a Dios como Dios" (Rom 1,21), "permitir
que Dios sea Dios en toda nuestra vida" (Bonhoeffer). El culto de adoración que
Dios desea es dedicación de toda la vida a su servicio, a su voluntad, que es la
salvación de los hombres. La encarnación de Cristo nos revela totalmente a
Dios. Cristo no busca su propia gloria ni hace su voluntad, sino que busca en
todos sus actos la gloria del Padre, haciendo su voluntad (Jn 8,50;7,16-18).
Cristo, dando la vida para salvación de los hombres, es la glorificación plena de
Dios. Tras las huellas de Cristo, adorar al Padre en espíritu y verdad significa
el culto a Dios y la vida de amor a los hombres. La adoración a Dios como Dios
configura toda la vida del creyente.
"No tendrás otros dioses fuera de mí", Jesús lo comenta, diciendo: "Nadie
puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero" (Mt
6,24). Y San Pablo añade: "Los que quieren enriquecerse caen en la tentación,
en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los
hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el
afán de dinero" (1Tim 6,9-10).
43
La fidelidad a la libertad es fidelidad a Dios, que nos ha liberado: "No
tendrás otros dioses", no te encadenarás de nuevo a ellos, por muy seductores
que se te presenten:
Los ídolos vanos hacen vano al que los da culto: "Como ellos serán los que
los hacen y cuantos en ellos ponen su confianza".59 Dios, por el contrario, es el
"Dios vivo" (Jos 3,10;Sal 42,3), que da vida e interviene en la historia. La
idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación
constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde
el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de
Dios. 60
Isaías identificará los ídolos con las riquezas, el poder y la fuerza, así como
el consultar a los adivinos buscando conocimientos ocultos para asegurarse el
futuro (Cfr. Is 2). Es la tentación del hombre cuando se halla en una situación
de bienestar. Entonces es fácil olvidar que los bienes son "dones" de Dios, pura
gracia (Dt 8,7-20). Entonces, "cuídate de olvidar al Señor tu Dios" (8,11.14.19),
"sino acuérdate de Yahveh, tu Dios, que es el que te da la fuerza para crear la
prosperidad, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus
padres" (8,18).
60 Cat.Ig.Cat.,n. 2113.
61 Cat.Ig.Cat., n. 398, donde cita a S. Máximo Confesor, Ambiguorum liber.
44
de Jesucristo nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo
tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén" (20-25).
62
El
decálogo
usa
el
término
hebreo
pesel,
que
signi)ica
imagen
esculpida;
en
otros
textos
se
habla
también
de
imagen
fundida
(masséka).
Cfr.
el
amplio
comentario
a
esta
prohibición
en
Dt
4,1-‐40.
45
Creador (GS,n.13).
"No te harás imagen alguna..." (Dt 5,8). "Tened mucho cuidado de vosotros
mismos, puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el
Hored de en medio del fuego, no vayáis a pervertiros y os hagáis imagen alguna
de cualquier representación que sea" (Dt 4,15-16). Quien intenta hacerse una
imagen de Dios, ya está sirviendo a otro dios, como en el caso de Jeroboam (1Re
12). Yahveh no es un Dios como los dioses de los otros pueblos, del que se pueda
disponer según el propio capricho. "Maldito el hombre que haga un ídolo
esculpido o fundido, abominación de Yahveh, obra de manos de artífice, y lo
coloque en un lugar secreto" (Dt 27,15), para su uso particular. Servirse de
Dios, en vez de servir a Dios, es una constante tentación, incluso para los
creyentes. A este querer utilizar a Dios para los intereses propios, reduciendo a
Dios a un medio para fines humanos, se suele da el nombre de superstición. 63
En la teofanía del Horeb Yahveh dejó oír su voz, pero no se dejó ver. No
sólo se trata de evitar la idolatría, sino también de no hacerse una imagen de
Dios. En el culto, Israel nunca podrá pretender doblegar a Dios a su propia
voluntad, sino que se someterá a la voluntad de Dios. La oración no es para que
Dios cambie su voluntad por la nuestra, sino para llevarnos a nosotros a entrar
en su voluntad: "Padre, si quieres aparta de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad sino la tuya" (Lc 22,42).
46
Dios se hace accesible al hombre, no mágicamente, 64 sino en la libre
donación de sí mismo en su palabra, en el amor con el que se comunica
gratuitamente al hombre. El rostro de Cristo, voluntariamente entregado a la
muerte por los hombres, es la verdadera imagen de Dios. "La gloria de Dios está
en el rostro de Cristo, que es imagen de Dios" (2Cor 4,4.6). "El es imagen de
Dios invisible" (Col 1,15).
La relación con Dios se da, no a través del ver, sino del escuchar. Israel
ha escuchado a Yahveh que le hablaba desde el monte, pero no le ha visto (Dt
4,15). La palabra es el don de Dios, que le hace presente, sin que nadie puede
apropiarse de ella, sino únicamente acogerla en la fe y seguirla en obediencia.
Aún antes de que Moisés descienda del Monte con las tablas de la Ley, ya
el pueblo ha quebrantado "el mayor y primer mandamiento", fundamento de
todos los demás. La danza alrededor del becerro de oro (Ex 32) es la expresión
del hombre, que se engaña aferrándose a los ídolos. Este acto del "becerro de
oro" aparece en la Escritura en diversas ocasiones (1Re 12,28;Neh 9,18;1Cor
10,7). El salmista se lamenta con burla del comportamiento de los recién
salvados: "En Hored se fabricaron un becerro, se postraron ante un metal
64 "La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de
visión,
el
recurso
a
'médiums'
encierran
una
voluntad
de
poder
sobre
el
tiempo,
la
historia
y,
)inalmente,
los
hombres,
a
la
vez
que
un
deseo
de
granjearse
la
protección
de
poderes
ocultos.
Están
en
contradicción
con
el
honor
y
el
respeto
que
debemos
solamente
a
Dios"
(Cat.Ig.Cat.,
n.2116).
65 Así se expresa el midrash: Desde la salida de Egipto, Moisés preguntaba a Dios cada día: ¿Cuándo nos darás la Torah? Pero
el
Señor
esperó
tres
meses,
hasta
el
mes
de
Siván.
Igual
que
un
rey
de
carne
y
sangre
que,
antes
de
llevar
a
su
prometida
al
tálamo
nupcial,
primero
la
colma
de
regalos,
así
el
Señor
quiso
dar
primero
la
fuente
de
agua
y
el
maná,
antes
de
desposar,
por
la
Torah,
a
la
comunidad
de
Israel.
El
sexto
día
del
mes
de
Siván,
al
amanecer,
Dios
descendió
sobre
el
Sinaí,
cuando
el
pueblo
aún
dormía.
Moisés,
el
único
despierto,
recorrió
el
campamento,
despertando
a
todos:
"Levántate,
comunidad
de
Israel,
iba
gritando.
¡Sacude
tu
sueño!
Tu
Esposo
espera
a
su
prometida
bajo
el
tálamo
nupcial".
Así
Moisés
condujo
a
toda
la
asamblea
al
pie
de
la
montaña,
que
una
nube
cubría
como
dosel
de
un
tálamo
nupcial.
Cfr.
E.
FLEG,
o.c.,
p.83-‐87.
47
fundido y cambiaron la gloria de Dios por la imagen de un buey que come heno.
Olvidaban a Dios que les salvaba, al autor de prodigios en Egipto" (106,19-21).
En realidad hay muchos dioses y muchos señores, como dice San Pablo:
"Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, de forma que hay muchos
dioses y señores, para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del
cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo,
por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1Cor 8,5-6). Es lo
que pide el primer mandamiento: "No habrá para ti otros dioses delante de mi".
Yahveh es un Dios santo, es decir, un Dios celoso, que no tolera que haya otros
dioses con El. El primer mandamiento pide al creyente que se entregue
totalmente a El (Jos 24,19). Es lo que con fuerza proclamará Elías: "Elías se
acercó a todo el pueblo y le dijo: ¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos
pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a ése" (1Re 18,21).
66
Estos
celos
de
Dios
son
la
expresión
del
exceso
mismo
de
su
amor:
Cfr.
Dt
5,9;6,15;32,21;Ex
20,5;34,14;Nú
25,11;Ez
8,3-‐5;39,25;Za
1,14...
48
Dios, en su amor nupcial, para ser el único Dios, "humillará la altivez del
hombre, doblegará el orgullo humano, así en aquel día será exaltado Yahveh
solo y los ídolos serán completamente abatidos" (Is 2,17).
67 El NT repetirá esta imagen. San Pablo proclamará que la verdadera circuncisión, la que hace ser verdadero israelita, es la
del corazón: Rom 2,25-‐29;Cfr. 1Cor 7,19;Gál 5,6;Filp 3,3;Col 2,11;3,11. Igual aparece en He 7,51.
49
su corazón para temerme y guardar todos mis mandamientos y de esta forma
ser eternamente felices, ellos y sus hijos!" (Dt 5,29).
Dios, en su amor sin límites, nos invita a darle culto, a adorarle como
nuestro Dios. Pero, más que de un mandamiento, se trata de un ofrecimiento a
reconocerlo, entrando en comunión con El, en los signos a través de los cuales
nos revela su gloria, su amor fiel. El signo original, sacramento visible de la
presencia de Dios entre nosotros, es Jesucristo. Acoger a Jesucristo, el Enviado
del Padre, es el culto agradable a Dios. Y, con Cristo, la Iglesia, su Esposa y su
Cuerpo, es el signo sacramental en donde Dios se nos comunica y nos salva.
En la Iglesia, constituidos por el Espíritu miembros vivos de ella, es donde
damos a Dios el culto de alabanza, que El desea. La Iglesia, que nos anuncia a
Cristo y, por el bautismo, nos incorpora a su Cuerpo, nos hace participar de la
glorificación de Cristo al Padre, del amor en el que el Padre se complace. En la
Iglesia somos constituidos "piedras vivas" para la "edificación del santuario
espiritual y del sacerdocio santo", donde "se ofrece el sacrificio espiritual, acepto
a Dios por Jesucristo" (Cfr. 1Pe 2, 4-10).
Pero la verdad es que estos ídolos, a los que el hombre actual da culto, no le
dan la seguridad y felicidad que prometen. Lo único que logran es privar al
hombre de la verdadera fiesta que ofrece el culto a Dios. La gratuidad de la fe,
la celebración de la esperanza, el gozo del amor, que celebra la "liturgia inútil"
de la Iglesia, es lo único que puede defender la libertad del hombre. De otro
modo el hombre se sentirá cada vez más encadenado a la máquina de la
producción y el consumo. El ídolo del trabajo, de la producción, la rentabilidad,
la eficacia no dejan cabida a lo gratuito, lo festivo, lo que-no-sirve-para-nada. El
hombre, que da culto a los ídolos, se hace como ellos: nada. Se le esfuma la vida.
70
Mulieris
Dignitatem,
cap.
III:
Imagen
y
semejanza
de
Dios.
Cfr.
mi
libro,
Moral
sexual.
Hombre
y
mujer,
imagen
de
Dios,
Bilbao
1990.
51
Dios invisible (2Cor 4,4), penetra cada día más en el cristiano (2Cor 3,18) hasta
el día en que su mismo cuerpo se revista de ella a imagen del hombre celeste
(1Cor 15,49;Flp 3,21).
Esta gloria a la que Dios destina al hombre justificado por Jesucristo (Rom
8,30), es, al mismo tiempo, "alabanza de la gloria de la gracia con la que Dios
nos agració en su amado" (Ef 1,6). El hombre que vive de esta gracia de Dios,
glorifica a Dios, le rinde culto, le confiesa como Dios, vive el primer
mandamiento del Decálogo.71
Todo cuanto existe, ha sido creado por Dios para el hombre. Nada, pues, es
imagen de Dios, que esté por encima del hombre, y a lo que el hombre deba
someterse. Con esta prohibición, Dios invita al hombre, no sólo a darle gloria,
sino a una siempre "mayor gloria". Y esta "mayor gloria de Dios" es la "mayor
gloria del hombre". El hombre no está sometido a ningún poder mágico, está
siempre por encima de la "obra de sus manos". Y si toda imagen de Dios es
falsificación de Dios, toda imagen del hombre, con la que le definimos, le
limitamos, es una falsificación del hombre.73 La imagen fija del otro, le niega la
libertad, la posibilidad de cambiar. Esta prohibición del Decálogo busca impedir
71 El hombre ha sido creado para la gloria de Dios. Y "la gloria de Dios es el hombre viviente, siendo la vida del hombre la
visión de Dios": SAN IRENEO, Adv.haers. 4,20,7. Cfr AG,n. 2;LG,n. 2).
72
SANTO
TOMAS,
In
duo
praecepta
caritatis
et
in
decem
legis
praecepta,
n.1129;
Cf
Summa
Theologiae,
I-‐I,q.91,a.2;
Cat.Ig.Cat.,n.1955.
73 B.Brecht describe el intento de reducir al hombre a la imagen que nos hacemos de él con esta narración: -‐¿Qué hace, usted,
cuando
ama
a
una
persona?
-‐Me
hago
una
imagen
de
ella
y
trato
de
que
le
sea
del
todo
semejante.
-‐¿Quién?
¿La
imagen?
-‐No,
la
persona.
Citado
por
J.M.
LOCHMAN,
I
comandamenti,
Torino
1986,
p.
63.
52
que Dios y el hombre sean reducidos a una imagen y usados como tales. Por
ello, protege la libertad de Dios y de los hombres. 74
Dios quiere ser nuestro Dios. Quiere que reconozcamos de dónde nos viene
la vida y a dónde se dirige nuestra existencia. Dios quiere ser la respuesta al
interrogante más profundo de nuestro espíritu sobre el sentido de nuestra vida.
Dios, presentándose como nuestro Dios, nos libera de la angustia del
sinsentido de la vida, de la incertidumbre y vacío de la existencia. Al reconocer
a Dios como nuestro Dios, la vida cobra peso y densidad, se carga de valor y
sentido. Sólo reconociendo a Dios, se puede estimar al hombre, confiar en el
hombre, respetar su vida y su dignidad. Sólo la fe en Dios fundamenta la
esperanza y el valor de la vida humana. Sólo si la vida es vista como don de
Dios y se cree que Dios cuida de ella, toda vida vale y merece la pena vivirla. El
primer mandamiento, proponiendo a Dios como nuestro Dios, salvaguarda
nuestra vida de todos los caprichos esclavizantes y destructores de la idolatría.
Amar a Dios supone amar al hombre, creado por Dios a su imagen. Dar
gloria a Dios incluye el respeto al prójimo, protegiendo su honor y su dignidad
de hombre. La gloria de Dios es el hombre vivo. En el Midrash se nos presenta
Moisés como maestro de la Torah, que enseña: "Escucha, Israel, el Eterno es
nuestro Dios, El es uno. Amarás al Señor, tu Dios, con toda tu alma, con todo tu
corazón y con todas tus fuerzas. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo,
porque el hombre es la imagen de Dios. Amar al hombre es amar a Dios". 75
76 Cat.Ig.Cat., n. 2114, con la cita de ORIGENES, Contra Celso, 2,40.
54
2. NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
El nombre, por tanto, habla, expresa el ser de la persona: "En efecto, como
se llama, así es. Se llama Nabal (necio) y la necedad está con él" (1Sam 25,25).
Cuando los padres dan un nombre a sus hijos, les asignan una peculiaridad,
según una situación ya presente o según un deseo futuro. 78 Conocer el nombre
es adquirir un cierto poder sobre la persona. De ahí el que a veces se mantenga
en secreto el nombre o también, por ejemplo, la insistencia de Jacob por conocer
el nombre del personaje que lucha con él en el Yaboq (Gén 32,30).
77
Es
el
pecado
de
servirse
de
Dios
y
de
la
religión
para
nuestras
maldades.
Un
ejemplo
fue
la
condena
de
Jesucristo
en
nombre
de
Dios
y
otro,
por
ejemplo,
el
grito
blasfemo
"Gott
mit
uns",
"Dios
con
nosotros",
con
el
que
los
nazis
justi)icaban
sus
atrocidades.
Cfr.
Cat.Ig.Cat.,n.2148.
78 Cfr. el nombre de Isaac (Gén 21,6), de Esaú y Jacob (Gén 25,25-‐26), de Benjamín (Gén 35,6)... Un signi)icado particular
reviste
la
imposición
del
nombre
por
parte
de
los
profetas
(Os
1,6.6;Is
1,1ss)
y
en
el
caso
de
Juan
Bautista
y
de
Jesús
(Lc
1,13.31.59-‐63;2,23).
55
En un principio, el Dios de Israel, antes de revelar su Nombre a Moisés,
sólo era conocido "como el Dios de los padres", "el Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob". A Jacob, en la lucha del Yaboq, Dios no le da a conocer aún su
Nombre. Así Dios es designado únicamente con adjetivos como Shadday (el de
la montaña), o con expresiones como "terror de Isaac" o "fuerte de Jacob". Pero
un día, en el Horeb, desde la zarza ardiente, Dios reveló su Nombre a Moisés:
El es Yahveh (Ex 3,13-16;6,3).79
El nombre de Yahveh expresa la presencia del Dios del Exodo, "YO SOY el
que te sacó de Egipto, de la casa de servidumbre". El nombre de Yahveh
significa "Yo estaré allí con vosotros"; implica la fuerza para salir de la
esclavitud, para ponerse en camino. El nombre de Dios es Dios actuando,
salvando.
Israel sabe, pues, que su Dios tiene un nombre propio, con el que puede y
quiere ser invocado: "Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me ha enviado a
vosotros. Este es mi Nombre para siempre, por él seré invocado de
generación en generación" (Ex 3,15). Yahveh es celoso de su Nombre (Ex
34,14). No permitirá que Israel invoque el nombre de otros dioses: "ni se oiga en
vuestra boca" (Ex 23,13). 81
79 Yahveh es el nombre del único Dios verdadero, dirán más tarde los profetas: "Antes de mí no fue formado otro dios, ni
después de mí lo habrá. Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador" (Is 43,10-‐11).
80 Cat.Ig.Cat., n.2143.
56
Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh: Yo os libertaré de los
duros trabajos de los egipcios, os liberaré de su esclavitud y os salvaré con
brazo tenso y castigos grandes. Yo os haré mi pueblo y seré vuestro Dios; y
sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré de la esclavitud de
Egipto y os introduciré en la tierra que he jurado dar a Abraham, a Isaac y
a Jacob, y os la daré en herencia. Yo, Yahveh (Ex 6,6-8).
Con las dos tablas nuevas, iguales a las primeras, Moisés sube al monte,
para que Dios escriba en ellas las palabras que había en las primeras, que
Moisés rompió. En el monte Moisés invocó el nombre de Yahveh. Y Yahveh pasó
por delante de él, no dejándose ver, pero sí dejando oír su nombre: "Yahveh,
Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y
fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la
rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes" (Ex 34,1-7).
82 Cat.Ig.Cat., n.203.
57
2. NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
58
Se abusa del nombre de Dios, cuando se le usa "mágicamente", es decir,
buscando el propio interés.85 Tomar el nombre de Dios en vano significa
llamarse creyente y no ponerse a su disposición, sino ponerle a El al propio
servicio, con fines pseudo-religiosos o profanos.86 "Hablan de ti pérfidamente,
abusando de tu Nombre" (Sal 139,20). El Dios de la libertad se transforma en el
dios personal, para uso y consumo personal, interesado. Es hacer de Dios un
amuleto mágico.
El hombre abusa del nombre de Dios cuando lo utiliza para encubrir sus
propios intereses. Y, en consecuencia, cuando se sirve del nombre de Dios para
dañar la vida y la libertad de otros hombres. En el Padrenuestro a la petición
"santificado sea tu Nombre", sigue la petición "hágase tu voluntad". Invocar a
Dios como Padre es desear que se cumpla su voluntad y que su Nombre sea
santificado. Nunca servirse de Dios para que se haga u otros hagan la propia
voluntad.
Hoy, nuestra sociedad, aparte del uso en vano del nombre de Dios,
frecuentemente peca por el lado opuesto, prescinde del nombre de Dios, o lo que
es lo mismo, prescinde de Dios. También a esto responde el Decálogo: "A
Yahveh tu Dios temerás, a El servirás, vivirás unido a El y en su Nombre
jurarás" (Dt 10,20), "Yahweh... es mi Nombre para siempre, por él seré
invocado de generación en generación" (Ex 3,15).
85 Cfr. el culto vano dado a los ídolos, condenado por los profetas, que usan el término sàw': Os 12,12;Jr 18,15;Jon 2,9;Sal 31,7.
Las
artes
mágicas,
como
el
culto
al
ídolo
(vano),
supone
una
profanación
del
nombre
de
Dios,
al
dejar
la
con)ianza
en
Yahveh
para
ponerla
en
lo
que
no
tiene
consistencia.
Cfr.
Cat.Ig.Cat.,n.
2149.
86 Ezequiel usa el término šàw', a propósito de los falsos profetas, como sinónimo de mentira. El falso profeta usa el nombre
59
veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento
compromete, por tanto, el nombre del Señor... El juramento, cuando es veraz y
legítimo, pone de relieve la relación de la palabra humana con la verdad de
Dios. El falso juramento, en cambio, invoca a Dios como testigo de una
mentira.89
Con la alianza del Sinaí, Israel es "el pueblo de Dios", llamado a ser
"nación santa", porque lleva el nombre de Dios: "Sed santos, porque yo, Yahveh,
vuestro Dios, soy santo" (Lv 19,2). Pero el pueblo se separó de Dios y "profanó
su Nombre entre las naciones" (Ez 20,36). Pero, en la plenitud de los tiempos, el
Nombre de Dios Santo se nos reveló en Jesucristo, que ora al Padre por sus
discípulos: "Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean
santificados en la verdad" (Jn 17,19).
Pedir a Dios que su Nombre sea santificado nos implica en "el benévolo
designio que El se propuso de antemano" para que nosotros seamos "santos e
inmaculados en su presencia, en el amor" (Ef 1,9.4).91
89 Cat.Ig.Cat.,n.2150-‐2151.
90 En Lv 24,10-‐23 se narra la lapidación de un hombre que ha blasfemado, maldiciendo el nombre de Yahveh.
91 Cat.Ig.Cat.,n.2807.
60
mundo perdido, pero nosotros pedimos que este nombre de Dios sea santificado
en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el Nombre
divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del
Apóstol: "el nombre de Dios, por vuestra causa es blasfemado entre las
naciones" (Rom 2,24). 93
Jesús, presentándose como Hijo de Dios, revela que el nombre que expresa
más profundamente el ser de Dios es el de Padre (Jn 17,6.26). Dios es Padre:
Jesús es su Hijo (Mt 11,25ss), pero su paternidad se extiende a todos los que
creen en su Hijo (Jn 20,17). Así Jesucristo, revelación plena de Dios, nos ha
dado a conocer el santo Nombre de Dios y nos ha invitado a dirigirnos a El,
llamándole por su nombre: Padre (Mc 14,36;Rom 8,15;Gál 4,6). El respeto del
nombre de Dios no se opone a la invocación de Dios. El temor exagerado puede
llevar a ver a Dios distante, inaccesible, indiferente al hombre. En Jesucristo,
Dios se manifiesta cercano, como Padre. Jesucristo nos impulsa a la osadía de
invocarle con la misma ternura y confianza de un niño pequeño en relación a su
padre.
93 SAN PEDRO CRISOLOGO, Sermón 71, citado en el Cat.Ig.Cat. n. 2814.
94 Se cuenta que San Francisco de Asís pasó toda una noche repitiendo: "Mi Dios y mi todo".
61
Pero, para dirigirnos a Dios y llamarle Padre, necesitamos recibir el
Espíritu de hijos, el Espíritu Santo: "En efecto, todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos
para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos
que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre!" (Rom 8,14-15). O, como dice la carta a
los Gálatas, es el mismo Espíritu del Hijo quien clama en nuestros corazones:
¡Abba, Padre! (Gál 4,6). 95
95
La
Iglesia,
en
la
Eucaristía,
la
oración
del
Padrenuestro,
la
introduce
con
la
monición:
"Fieles
a
la
recomendación
del
Salvador
y
siguiendo
su
divina
enseñanza
nos
atrevemos
a
decir:
Padre
nuestro".
96 Cat.Ig.Cat.,n. 432.
98 SAN GREGORIO DE NISA, Sobre el perfecto modelo del cristiano: PG 46,286.
62
adherirse a Jesucristo confesándole como Hijo de Dios, que es al mismo tiempo
confesar a Dios como Padre.
Jesús, como Hijo, pide al Padre que glorifique su Nombre (Jn 12,28) y, al
mismo tiempo, invita a sus discípulos a pedirle que lo santifique (Mt 6,9). Y
Dios glorifica su Nombre manifestando su gloria y su poder (Rom 9,17;Lc 1,49) y
glorificando a su Hijo (Jn 17,1.5.23). Pero quiere que los cristianos lo reconozcan
y alaben el nombre de Dios (Heb 13,15) y cuiden de que su conducta no lleve a
blasfemarlo (Rom 2,24;2Tim 6,1).
Los cristianos se reúnen en el nombre de Jesús (Mt 18,20), acogen a los que
se presentan en su Nombre (Mc 9,37). Dan gracias a Dios en el nombre del
Señor Jesucristo (Ef 5,20;Col 3,17), viviendo de modo que el nombre de
Jesucristo sea glorificado (2Tes 1,11s). En la oración se dirigen al Padre en
nombre de su Hijo (Jn 14,13-16;15,16;16,23-24.26).
Los apóstoles se sienten gozosos por haber sido "juzgados dignos de sufrir
por el Nombre" (He 5,41). "Por el Nombre se pusieron en camino" (3Jn 7) para
la evangelización. El Apocalipsis está dirigido a los cristianos que "sufren por el
Nombre" de Jesucristo (2,3), al que se adhieren fielmente (2,13), sin renegarlo
(3,8). Al vencedor en el combate contra el maligno, con la corona de gloria, se le
concede "un nombre nuevo", pues Cristo "grabará en él el nombre de Dios" (Ap
3,12).
99 He 4,17-‐18;5,28.40;8,12;10,43...
63
Cristo, como buen Pastor, conoce a cada una de sus ovejas por su nombre
(Jn 10,3). Los nombres de los elegidos están inscritos en el cielo (Lc 10,20), en el
libro de la vida (Filp 4,5;Ap 3,5;13,8;17,8). Entrando en la gloria, reciben un
nombre nuevo e inefable (Ap 2,17); participando de la existencia de Dios,
llevarán el nombre del Padre y el de su Hijo (Ap 3,12;14,1). Dios los llamará sus
hijos (Mt 5,9), pues lo serán en realidad (1Jn 3,1). Desde el bautismo el cristiano
quedó santificado por la invocación del nombre de Jesús sobre él. Con ese
nombre recibido de Dios en la Iglesia, cada cristiano es conocido personalmente
por Dios (Is 43,1;Jn 10,3). En el Reino de los cielos, cada uno llevará marcado en
su frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre (Ap 14,1).
64
3. SANTIFICARAS LAS FIESTAS
Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás
todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu
Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni
tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en
seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y
el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo
santo. (Ex 20, 8-11)
Según la narración del Génesis, la creación del mundo y del hombre está
orientada al sábado, la "fiesta de la creación". El sábado es el distintivo bíblico
de la creación. Dios Creador es el Dios que reposa, que hace fiesta, que se
regocija con su creación y, por ello, corona la creación con el sábado. Invitando
al hombre a celebrar el sábado, le está invitando a participar de su reposo, a
hacer fiesta con El, a festejar la creación y al Creador. El hombre, como imagen
de Dios, ha sido creado para el sábado, para reflejar y alabar la gloria de Dios,
que penetra en la creación. El hombre puede llamar al sábado "delicia", pues el
que lo celebra "hallará en Dios sus delicias" (Is 58,13ss).
65
Šabbat pertenece al corazón de la ley de Israel. Observarlo es corresponder a la
sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación.100
Esto mismo se puede decir afirmando que "el hombre ha sido hecho para el
Sábado", para el descanso, para la fiesta, para el culto a Dios, y no para la
opresión del trabajo y de la diversión despersonalizadora.
102 Ya en la formulación del Deuteronomio el tercer mandamiento dice: "Guardarás el sábado para santi)icarlo, como te lo ha
66
El reposo sabático es un freno a la codicia del hombre, a su afán por
acumular bienes, que en su sed esclaviza al hombre, poniéndolo al servicio del
dinero, en vez de ser señor de sus posesiones. Por ello, se prohíbe en el sábado
toda actividad económica lucrativa. Se trata de salvaguardar al hombre de sí
mismo, de su avaricia.
67
2. SABADO, MEMORIAL DE LA LIBERTAD
68
muchos sábados aquel a quien salvas la vida". 109 En la Escritura, según el
comentario rabínico, se habla únicamente de "que no realices tus negocios ni
prosigas tu camino en sábado. En cambio, está permitido actuar en las cosas
de Dios".110
110 "A vosotros ha sido dado el sábado, y no vosotros habéis sido dados al sábado", dice la Mekilta de R. Ishmael, p.341.
69
Y sin embargo, a pesar de las tergiversaciones del tercer mandamiento, al
estudiar el influjo del judaísmo y de la Iglesia primitiva, los historiadores
resaltan el reposo festivo como uno de los grandes aportes de la revelación a la
humanidad. El paganismo no conocía el domingo. "Ni los pueblos de la
antigüedad clásica ni nuestros antepasados paganos conocían un día de
descanso semanal". El descanso semanal es una herencia que la Escritura ha
dado a la humanidad. 111
La institución del día del Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo
de descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar su vida familiar,
cultural, social y religiosa (GS,n.67). Durante el domingo y las otras fiestas de
precepto, los fieles se abstendrán de entregarse a trabajos o actividades que
impidan el culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de
las obras de misericordia, el descanso necesario del espíritu y del cuerpo (CIC
can. 1247). 112 "Los cristianos deben santificar el domingo dedicando a su familia
el tiempo y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la semana".113
111 Cfr. M. GARCIA CORDERO, Biblia y legado del Antiguo Oriente, Madrid 1977, p.324.
70
como el arco iris lo será de la segunda alianza con Noé después del diluvio
(Gén 9,12-13), y la circuncisión lo será de la alianza con Abraham (Gén
15,7-18).
Como don de Dios, el sábado es día santo y festivo, que se alarga por
delante y por detrás, a la entrada y a la salida.116 Se le recuerda desde el primer
día de la semana y a partir de él se cuentan los demás días. Sólo el sábado tiene
nombre propio; los demás días serán el "primero a partir del sábado" (Mt 28,1),
el segundo,etc... La llegada del sábado se celebra con una bendición sobre el
vino, mientras los demás días la bendición se hace sobre el pan. Dios ha
bendecido el sábado con el maná y lo ha santificado con la luz y la alegría del
rostro humano.117
115 Se repite en los v. 19-‐20: "Yo soy Yahveh, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, guardad mis normas y ponedlas en práctica.
Santi)icad mis sábados; que sean una señal entre Yo y vosotros, para que se sepa que yo soy Yahveh, vuestro Dios".
116 A esto corresponde el que la Iglesia considere el comienzo del domingo con las Iª Vísperas y que la Eucaristía dominical se
pueda celebrar "tanto el día de la )iesta como el día anterior por la tarde" (CIC can. 1248,1).
118 Los fariseos no permitían llevar una camilla a cuestas (Jn 5,10), ni cuidar a un enfermo (Mc 3,2;Lc 13,14), ni coger espigas
(Mt
12,2),
ni
caminar
más
del
"camino
de
un
sábado"
(He
1,12).
Esta
casuística
farisaica
es
la
que
condena
Jesús
(Lc
4,16;Mt
24,20).
71
Eucaristía, memorial de la Nueva Alianza, de la Pascua de Jesucristo, que pasa
de la muerte a la vida, rescatando a los hombres de la esclavitud de la muerte
(Heb 2,14-15).
Por ello, ya los profetas, al mismo tiempo que anunciaban una nueva
alianza y una ley nueva, anunciaba un nuevo culto, expresión de un corazón
nuevo, grato al Señor:
He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y
enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis...
Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán
para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. Entonces será grata
a Yahveh la oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño,
como en los años antiguos (Ml 3,1ss).
Y este nuevo culto no será ya exclusivo de Israel, sino que se elevará a Dios
desde todos los pueblos de la tierra: "Pues desde el sol levante hasta el poniente,
grande es mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá a mi
Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura" (Ml 1,11).
72
intereses sin tener en cuenta la voluntad de Dios reflejada en el Decálogo.
Yahveh, el Dios revelado, es un Dios "que prefiere la misericordia a los
sacrificios" (Pr 21,3;Mc 12,33).120
Jesús, en línea con los profetas, se opone también a esta falsa concepción
del culto: "No todo el que me diga 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los
cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt
7,21). Como Jeremías, también sale en defensa del verdadero culto a Dios:
"¿Creéis que el templo, que lleva mi Nombre -oráculo del Señor-, es una cueva
de ladrones?" (Jr 7,11), o en palabras de Jesús:
Jesús llegó a Jerusalén y entrando en el templo empezó a expulsar a los
que vendían y a los que compraban en el templo, y volcó las mesas de los
cambistas y de los que vendían palomas, diciéndoles: ¿No está escrito: "Mi
casa se llamará casa de oración? ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva
de ladrones"! (Mc 11,15-17).
120
Cuando
Dios
rechaza
a
Saúl,
le
dice
por
boca
del
profeta
Samuel:
"¿Acaso
se
complace
el
Señor
en
los
holocaustos
y
sacri)icios,
como
en
la
obediencia
a
la
palabra
del
Señor?
Mejor
es
obedecer
que
sacri)icar,
mejor
la
docilidad
que
la
grasa
de
carneros...
Por
haber
rechazado
al
Señor,
el
Señor
te
rechaza
hoy
como
rey"
(1Sam
15,22-‐23).
73
vuestro culto espiritual (Rom 12,1).121
Los que vivían según el orden de cosas antiguo, han pasado a la nueva
esperanza, no observando ya el sábado, sino el Día del Señor, en el que nuestra
vida es bendecida por El y por su muerte. El Verbo trasladó la fiesta del sábado
a la aparición de la luz y nos dio, como imagen del verdadero reposo, el día
salvador, dominical y primero de la luz, en el que el Salvador del mundo,
después de haber realizado todas su obras entre los hombres y haber vencido la
muerte, franqueó las puertas del cielo, superando la creación en seis días y
recibiendo el bienaventurado sábado y el reposo beatífico. 124
124 SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Ad Magnesios 9,1. Cfr. el primer cap. de mi libro Hombre en Diesta, Bilbao 1992.
74
Celebramos con Dios el triunfo de su Hijo, que es nuestro triunfo. Así
glorificamos a Dios y convertimos nuestra persona y nuestra vida en gloria de
Dios, "en alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,6). La Eucaristía es
celebración que, al mismo tiempo, nos enseña a vivir en la gratuidad. El
cristiano, que en familia canta los "salmos de la creación", con su alabanza y
acción de gracias al Creador, experimenta que el mundo es creación y regalo de
Dios y halla reposo de todos sus afanes.
Y no han mejorado nada las cosas con la "liberación del domingo" llevada a
cabo por el secularismo de nuestro tiempo. Liberado de la disciplina
eclesiástica, el domingo ha desencadenado unos modelos de vida que han
generado toda una serie de imposiciones. La industria del "tiempo libre" ha
llevado a que los días festivos se pasen insensatamente, como tiempo perdido,
agitado, que cansan o aburren más que los demás días de la semana. Al hombre
que no tiene nada que celebrar ni a Quien celebrar, en el descanso le afloran de
forma agobiante la pobreza o falta total de sentido de su existencia. El absurdo
de un tiempo vacío se le hace insoportable y necesita aturdirse con el licor, las
orgías, la droga y la música y bailes ensordecedores. Es la enfermedad del
llamado "síndrome del fin de semana".126
La existencia del hombre no se justifica por lo que produce, sino por lo que
acepta recibir de Dios, celebrándolo. En la gratuidad de la "pérdida del tiempo"
el hombre experimenta la libertad salvadora. Pero para que la fiesta sea fiesta
liberadora no basta con la interrupción del trabajo, es preciso además
"santificarla" y vivirla en el gozo de la comunidad de hombres salvados. Es lo
que propone el tercer mandamiento del Decálogo. El descanso que Dios ofrece al
hombre es el del júbilo y no el de la "jubilación". 127
126 El sábado no es una ocasión para la frivolidad: "El trabajo sin dignidad es causa de miseria, pero el descanso sin espíritu es
origen
de
depravación.
Por
eso
la
oración
judía
de
la
tarde
para
acoger
al
Sabbat
dice:
Que
tus
hijos
se
den
cuenta
y
entiendan
que
el
descanso
viene
de
ti
y
que
descansar
signi)ica
santi)icar
tu
nombre":
A.J.
HESCHEL,
El
Sabbat,
Bilbao
1989,p.
29-‐31.
127 Un relato rabínico narra lo siguiente: En cierta ocasión el emperador de Roma preguntó a R. Yehudah: -‐¿Como es que
vuestra
comida
sabática
huele
tan
deliciosamente?
-‐Muy
sencillo:
porque
le
echamos
un
condimento
que
no
hay
en
las
despensas
reales.
-‐¡Cómo!
¿Qué
falta
en
mi
despensa?
-‐El
sábado.
De
él
viene
ese
delicioso
aroma.
-‐Dame
un
poco
de
ese
condimento.
-‐Es
inútil.
Tal
condimento
sólo
sirve
a
quien
celebra
el
sábado.
75
para mejorar la eficacia productiva. El sábado es fin y no medio. Es el día para
cantar la vida y a Dios Creador de la vida. Significa siempre reposo, pero reposo
ante el Señor, en el Señor. Este es el verdadero reposo liberador, realmente
festivo, según la conocida frase de San Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti, y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". Y la carta a los
Hebreos nos dice: "Hay un descanso sabático para el pueblo de Dios. Pues quien
entra en su descanso, también él descansa de sus trabajos, al igual que Dios de
los suyos" (Heb 4,9-10).
76
4. HONRARAS A TU PADRE Y A TU MADRE
130 Cfr. Carta a las familias de Juan Pablo II, n.15.
77
Toda paternidad proviene de Dios (Ef 3,14),132 que ha querido asociar a su
acción creadora a los hombres. Y si los padres participan del poder creador de
Dios merecen honor por ello. Dios da la vida a los hijos mediante la cooperación
de los padres. El cuarto mandamiento nos hace tomar conciencia de algo que
nos es dado con la vida misma, es decir, nuestra relación con Dios y con los
padres, que nos han dado la existencia. El cuarto mandamiento nos hace
presente la fuerza creadora del amor, de la que los hijos son fruto.
132 Cfr. La carta a las familias del Papa Juan Pablo II con motivo del año de la familia del 2-‐2-‐1994.
134 JUAN PABLO II, Discurso pronunciado en Kielce, el 3-‐6-‐1991.
78
En su realidad más profunda, el amor es esencialmente don; y el amor
conyugal, a la vez que conduce a los esposos al recíproco conocimiento
que les hace una sola carne, no se agota dentro de la pareja, ya que los
hace capaces de la máxima donación posible, por la que se convierten en
cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De
este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí
mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente
de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre
(FC,n.14)
La piedad filial es, por tanto, expresión de gratitud a los padres por el
don de la vida:
Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre.
Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han
hecho? (Eclo 7,27-28)
135 El midrásh multiplica los paralelos bíblicos entre el honor a Dios y a los padres. Cfr. Melkita, o.c., p.93-‐96.
79
2. LOS PADRES, TRANSMISORES DE LA FE
Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la
responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su más
tierna edad, deberán iniciarlos en los misterios de la fe de los que ellos son para
sus hijos los "primeros heraldos de la fe" (LG 11). Desde la más tierna edad
deben asociarlos a la vida de la Iglesia. La forma de vida en la familia puede
alimentar las disposiciones afectivas que, durante la vida, serán auténticos
cimientos y apoyos de una fe viva.139
136
Un
conocido
actor
italiano,
al
preguntarle
sobre
su
relación
con
los
hijos,
declaraba:
"Les
he
dejado
vivir
y
ellos
han
correspondido
no
pretendiendo
nada
de
mí".
139 Cat.Ig.Cat., n. 2225. Los padres evangelizan a sus hijos "con el testimonio de vida cristiana de acuerdo al Evangelio" y con
Ya el Eclesiástico decía:
El que ama a su hijo, le corrige sin cesar para poderse alegrar en su futuro.
El que enseña a su hijo, sacará provecho de él; entre sus conocidos de él se
gloriará (30,1-2).
Los padres siempre encontrarán en la actitud de Dios Padre para con los
hombres una luz para su actuación con los hijos. Dios es el Padre que siempre
ama. Y porque ama corrige y respeta la libertad del hombre. El amor es
paciente, no busca el propio interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, se
alegra con la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, soporta todo, se
manifiesta en la corrección y en el perdón. Sin este amor el padre se siente
perdido en relación a sus hijos y los hijos pierden la brújula de su vida. Dos
esposos, unidos entre sí por el amor conyugal y con los hijos por el amor
paterno, se hacen signo del amor de Dios.
81
continuidad del statu quo y frenar todo proceso de cambio. Desde una cierta
antropología cultural se acusa a la familia de mantener las reglas y apagar la
creatividad del hombre. En el campo de la política se acusa a la familia de
favorecer la mentalidad gregaria, ahogando toda iniciativa personal. Y la
misma ética laicista se opone a la educación de la familia, acusándola de
cultivar una moral burguesa, formal y ritualista...
Tanto Mateo como Lucas han señalado, en sus genealogías, cómo Jesús
entra en la historia humana, como fruto y cumplimiento de la promesa hecha a
Adán, a Noé, a Abraham y a su descendencia: la bendición de la familia (Gén
1,28;9,7;12,3).
82
Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la familia de José y de María. La
Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde los orígenes, el núcleo de
la Iglesia estaba a menudo formado por los que, "con toda su casa", habían
llegado a ser creyentes (He 18,8;16,31;11,14). Estas familias eran islotes de vida
cristiana en un mundo no creyente. En nuestros días, en un mundo
frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen
una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por
eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión,
"Iglesia doméstica" (LG 11;FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de
ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su
ejemplo y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial
cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11). 142
83
Contra la práctica legalización del divorcio, Jesús recuerda el designio
original de Dios al crear al hombre y a la mujer: "al principio no fue así" (Mc
10,1-12;Mt 19,19). Dios es el creador de la familia y, por ello, es el garante de
ella. La unión del hombre y la mujer es signo eficaz de la alianza de Dios y su
pueblo, y ésta es radical e indisoluble, pues Dios es fiel. Y en relación al cuarto
mandamiento, Jesús desenmascara todos los artilugios de los fariseos, con los
que "violan el mandamiento de Dios para conservar sus tradiciones" (Mc
7,8-13).
Jesús, a los discípulos que han abandonado todo para seguirlo, les ofrece
una nueva familia, que es la comunidad de fe congregada en torno a El. Esta es
la recompensa con la que Jesús responde a Pedro: "Yo os aseguro, nadie que
haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y
por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos y haciendas, con persecuciones; y en el
mundo venidero, vida eterna" (Mc 10,29-30).
84
No obstante, Jesús no consideró la familia como algo absoluto. El se sintió
libre de la familia para seguir el plan de Dios. Y exigió a sus discípulos la
misma libertad. No se puede hacer un ídolo de la propia familia, que sustituya a
Dios. Familia, dinero, poder y prestigio, idolatrados, pueden impedir seguir a
Dios y hacer su voluntad (Lc 9,61-62; Mt 8,21-22;Lc 9,59-60). La verdadera y
definitiva familia es la comunidad de sus seguidores (Mc 3,31-35;Mt 12,46-50;Lc
8,19-21). Jesús se siente más vinculado a la comunidad de los discípulos que a
la familia humana. Para Jesús el centro de todo es la relación con Dios como
Padre y la relación con los hombres como hermanos. (Cfr. Jn 1,11-13). No son
los lazos de sangre lo que cuenta, sino la nueva familia de los hijos de Dios,
"nacidos no de la carne ni de la sangre, sino de Dios".
143 Es lo que hace María en las bodas de Caná, poniéndose al servicio de la voluntad de Dios sobre Jesús. Por eso no decide
ella, sino que indica a los siervos: "Haced lo que El os diga".
144 Frecuentemente los ideales de la familia, -‐que los hijos tengan mucho, suban en la vida, triunfen, ocupen el primer puesto,
dejen
en
buen
lugar
a
la
familia-‐,
no
coinciden
con
el
camino
marcado
por
Jesús
a
sus
discípulos.
"Es
preciso,
pues,
obedecer
a
Dios
antes
que
a
los
hombres"
(He
5,29).
85
Pero los padres han de ver a sus hijos como personas que Dios les ha
confiado para que les eduquen y les lleven a la estatura adulta. Para ello se les
ha dado una "autoridad educativa", no una autoridad posesiva. Los hijos no les
pertenecen, deberán ser educados para que un día "dejen al padre y a la madre
y se unan a su esposa (o esposo)" para formar una nueva familia, o seguir al
Señor en su vocación de célibes o vírgenes. La autoridad de los padres tiene la
tarea de irse haciendo poco a poco inútil, innecesaria. El deber de la obediencia
es transitorio, reducido a un tiempo de la vida. En cambio el honor, el respeto y
el amor a los padres abarca toda la vida. 146
A esta luz, este mandamiento cobra una actualidad máxima. Es uno de los
problemas graves de nuestra sociedad, que abandona en la soledad a los
ancianos, recluyéndolos en los asilos lejos de su familia.
86
El mandamiento de Dios es incondicional. Dios quiere que se honre a los
padres, no porque sean buenos padres, sino por el hecho de que son los padres, a
quienes los hijos deben el don de la vida. Incluso, en una cultura divorcista
como la actual, los hijos de padres separados, aunque les toque sufrir las
consecuencias de esa separación, el Evangelio les invita al perdón. Y el cuarto
mandamiento les recuerda, que a pesar de todo, su vida la deben a esos padres
concretos, a quienes deben honrar.
reconocerle
el
puesto
que
le
corresponde.
Cuando
Saúl
pide
a
Samuel:
"Hónrame
ante
los
ancianos
del
pueblo",
le
está
diciendo
que
le
reconozca
como
rey
ante
los
demás
(1Sam
15,30).
149 Cfr. Ex 12,26;13,14;Dt 6,20;32,7;Jos 4,21;Job 8,8. En este sentido, el mandamiento incumbe también a los padres y a los
ancianos, que deben saber responder las preguntas de los hijos.
150 En la Melkita "honra a tu padre y a tu madre" se comenta así: "Se podría entender: sólo con palabras. Pero la Escritura
enseña: 'Honra al Señor con tus bienes' (Pr 3,9). Esto signi)ica: con alimentos, bebidas y vestidos limpios", p.93.
87
tributado a sí, el honor dado a los padres. Por ello acompaña este mandamiento
con una promesa: larga vida y felicidad.
Esta palabra de los libros sapienciales es actual hoy más que nunca, pues
como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico,
nuestra civilización ha llevado y sigue llevando a los ancianos a formas
inaceptables de marginación, que son fuente a la vez de agudos sufrimientos
para ellos mismos y de empobrecimiento espiritual para tantas familias (FC,n.
27).
88
5. NO MATARAS
Negando a Dios, han ido cayendo todas las razones éticas para apoyar
sobre ellas el valor de la vida. Si la vida no tiene en Dios su principio y su fin,
89
pierde todo significado y valor. El quinto mandamiento, con el "no matarás", da
un valor y un sentido a la vida, a toda vida humana.
El valor de la vida del hombre le viene del hecho de ser imagen de Dios.154
Dios no se ha apropiado el derecho a la vida del hombre por un capricho, sino
que es algo que el hombre lleva estampado en su mismo ser. Es el hálito de vida
que Dios ha infundido en el hombre, haciéndolo a su imagen: "Quien vertiere
sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de
Dios hizo El al hombre" (Gén 9,6). La vida del hombre está coronada de un halo
sacro, que hace de ella algo divino. Por ello Dios mismo pide cuentas de la
sangre derramada: "La voz de la sangre de tu hermano -dice Dios a Caín- clama
a mí desde el suelo" (Gén 4,10).
153 Cat.Ig.Cat., n. 2258. Para todo el quinto mandamiento, Cfr. mi libro Bioética. La vida don de Dios, Madrid 1991.
154 "Sobre una tabla está escrito: Yo soy el Señor tu Dios y, en frente, sobre la otra: No matarás. Esto indica que quien derrama
sangre humana, para la Escritura, es como si disminuyera la imagen de Dios" (Melkita, o.c., p.99.
155 Juan Pablo II en la Jornada de la juventud, en Denver, el 14-‐8-‐1993.
90
Cada hombre es alguien, único, irrepetible. Es alguien a quien Dios ama y
conoce por su nombre. La fe en Dios Creador potencia definitivamente la
dignidad de la persona humana. Esta fe abre al hombre a la transcendencia, a
una dignidad sobrenatural. Y el cristiano, además, cree que Dios se ha hecho
hombre y, en Cristo, ha asumido totalmente al hombre. En Cristo el hombre ha
sido glorificado.
156 JUAN PABLO II, Primer radiomensaje de Navidad al mundo, AAS 71(1979)66.
91
alcanzar el cielo, añadiendo ladrillo a ladrillo en la construcción de la torre de
Babel. Pero la codicia y la violencia, fruto de la envidia anidada en el corazón,
crece "como una fiera agazapada a la puerta de casa" (Gén 4,7), dispuesta a
lanzarse contra el que se acerque al hombre. El hombre, sin Dios, para defender
su vida, es capaz de matar a quien se acerque a su casa, a quien quiera entrar
en su vida. El otro, por el simple hecho de ser "otro", ya es visto como
enemigo.157
92
inmensa de agresiones a la vida: actitudes, ideologías y estados de opinión que
constituyen auténticas negaciones de la vida.
De todos los seres creados por Dios, "el hombre es la única criatura
terrestre a la que Dios ha amado por sí misma" (GS,n. 24). "El don de la vida,
que Dios Creador y Padre ha confiado al hombre, exige que éste tome conciencia
de su inestimable valor" (DV, n.1):
3. NO MATARAS
a) Homicidio
158 JUAN PABLO II, Es necesario poner un dique al terrorismo, Ecclesia 1979(1980)8-‐11.
93
asesinato es, humana y teológicamente, lo peor que un hombre puede hacer a
un semejante. Se trata de la ruptura irreversible de toda relación interhumana.
Nunca es solución a un posible conflicto. El asesino se constituye en señor de la
vida y de la muerte, atribuyéndose algo que sólo compete a Dios. Al "usurpar el
puesto de Dios", viola el primer mandamiento, al privar a su prójimo de aquel
derecho primario que Dios le ha concedido y que, por tanto, sólo El puede
reclamar: la vida. Ya en la condena del primer asesinato de la historia bíblica el
motivo es "porque Dios ha hecho al hombre a su imagen" (Gén 9,6).
159
Distinto
de
los
más
comunes
hàrag
y
mûth,
que
expresan
la
muerte
del
enemigo
en
la
batalla
o
la
ejecución
de
una
condena
a
muerte
en
un
juicio.
160 Esta es la situación que se da en todo aborto. Es como asesinar al forastero, a la viuda o al huérfano, que no tienen quien
les
proteja
(Sal
94,6).
Es
el
caso
del
famoso
crimen
de
Guibeá,
en
que
se
usa
el
mismo
verbo,
por
tratarse
de
una
persona
inerme
(Ju
19;Cfr.20,4).
También
se
usa
ràsah
para
designar
el
asesinato
legal
de
Nabot,
víctima
inocente
e
indefensa
de
Acab
(1Re
21,19).
"Maldito
quien
mate
a
traición
a
su
prójimo",
dirá
el
Deuteronomio
(27,24).
94
exclusivo y propiedad de Dios. Al ser Dios quien da la vida, toda vida es
tutelada por El.162
b) Aborto
162 Pero se condena igualmente el matar sin derramamiento de sangre, hasta sin mover un dedo (Cfr 1Re 21,19).
95
tejido en el seno materno. Te doy gracias por tus maravillas: prodigio soy de tus
manos, son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma y no se te
ocultaban mis huesos. Cuando en lo oculto me iba formando, y entretejiendo en
lo profundo de la tierra, mi embrión tus ojos lo veían; estaban escritos en tu
libro, calculados mis días antes que llegase el primero" (139,13-16).
c) Eutanasia
Es evidente que no toda culpa moral debe estar penalizada, como delito
jurídico. Legal y moral no son lo mismo. El orden jurídico siempre es más
reducido que el orden moral. La sociedad sólo debe penalizar lo que perjudica a
la convivencia social. En relación al aborto o a la eutanasia, además de ser una
165 Cfr. Didajé 2,2; Carta a Bernabé 19,5; Epístola a Diogneto 5,5;Tertuliano, Apol. 9.
166 La ciencia biológica con)irma esta a)irmación. Ya en el momento de la fecundación, con la fusión de los gametos, aparece
un
genotipo
distinto
del
genotipo
del
padre
y
de
la
madre,
con
posibilidad
de
desarrollo
autónomo.
El
óvulo
fecundado
no
pertenece,
pues,
a
la
madre
como
un
tejido
o
un
órgano
de
ella.
El
embrión
depende
de
la
madre
como
ambiente
vital,
de
la
madre
recibe
protección
y
alimento,
pero
biológicamente
es
un
ser
con
vida
distinta
de
la
de
la
madre,
es
decir,
única
e
irrepetible.
El
proceso
de
desarrollo
y
crecimiento
es
ordenado,
no
por
la
madre,
sino
por
el
propio
embrión,
que
posee
su
patrimonio
genético,
inscrito
en
el
DNA
de
sus
cromosomas,
en
base
al
cual
posee
todas
las
informaciones
y
energías
vitales
que
hacen
de
él
un
ser
singular,
distinto
de
todos
los
demás.
96
culpa moral, ¿son delitos que deben ser penalizados? ¿O, como hoy piensan
muchos, deben ser despenalizados y legalizados?
Sobre esto hay que afirmar que el matar es el atentado más grave contra la
dignidad de la persona humana, que le priva de todos los demás derechos. Si no
se penaliza este delito, no se puede penalizar ningún otro delito, ni el robar, ni
el secuestrar, ni el violar ni nada... No es coherente despenalizar lo más grave y
penalizar lo más leve. Donde se despenaliza el matar, se tiene que suprimir el
código penal.
d) Suicidio
e) La guerra
97
condiciones señaladas, porque harían prácticamente injustificable cualquier
guerra con los armamentos actuales.
El "no matarás" significa, en su forma positiva, hacer brillar cada día más
en nosotros la imagen de Dios estampada en nuestro ser y recreada en Cristo,
para así defender la vida de la amenaza de la muerte. El pecado es
desfiguración de la imagen de Dios y lleva como consecuencia a la muerte; al
romper la comunión con Dios, la vida pierde su significado, se vacía de sentido y
se avoca a la nada. No hay, pues, verdadero amor a la vida sin reconocer y amar
a Dios, fuente de la vida.
99
Este texto de San Pablo no hace otra cosa que comentar la interpretación
del quinto mandamiento del Sermón de la montaña. El primer ejemplo que pone
Jesús de "una justicia mayor", a la que están llamados sus discípulos, se refiere
al quinto mandamiento: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pero yo os digo: todo aquel
que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame
a su hermano 'imbécil', será reo ante el Sanedrín; y el que le llame 'renegado',
será reo de la gehenna de fuego" (Mt 5,21-23).
No es suficiente "no matar". Jesús mira al interior del hombre, "al corazón
de donde salen los asesinatos" (Mc 7,21). El acto externo no es más que el final
del odio que se ha ido acumulando en el interior contra el hermano. Se trata,
pues, de arrancar la raíz del mal que lleva al asesinato. Es más, se trata de
vencer el mal con el bien, el odio con el amor. Es el camino señalado por
Jesucristo que invita a la reconciliación con el hermano: "Ponte enseguida en
paz con tu adversario mientras vas con él por el camino" (Mt 5,25). El
cumplimiento y plenitud que da Jesucristo al "no matarás", consiste en "dar la
vida por el otro": "Amaos como yo os he amado".
Seis cosas hay que aborrece Yahveh, y siete son abominación para su alma:
ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, corazón
que fragua planes perversos, pies que corren ligeros hacia el mal, testigo falso
que profiere calumnias y el que siembra pleitos entre hermanos (6,16-19).
Quien habla sin tino, hiere como espada (12,18). Lengua perversa rompe el
alma (15,4). 170
170 Lease en la carta de Santiago (3,1-‐11) un resumen de toda esta tradición.
100
vuelvas la espalda (Mt 5,38-42).
Jesús no se limita a condenar las ofensas contra los hermanos, sino que
invita a perdonar de corazón y pedir perdón, pues en la reconciliación está la
vida eterna. Sin la reconciliación con los hermanos, la oración no llega a Dios.
Dios en cambio, escucha a sus hijos, que aman incluso a los enemigos:
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues
yo os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen,
para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los
que os aman..., ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo los
gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial (Mt 5,43-48).
172 Cfr. GS,n.24; JUAN PABLO II lo ha desarrollado en sus discursos sobre el valor esponsal del cuerpo; cfr. los del 9-‐1-‐1980 y
16-‐1-‐1980.
101
hombres. Su vida es un testimonio del amor de Dios a los hombres. El martirio
es la plenitud de la vida.
Así la muerte es vencida con la muerte. Jesús vence la muerte, rompe las
olas de la violencia, dejándolas estrellarse contra El, cargando sobre sí el mal,
ofreciéndose a la muerte por los mismos que le matan. Es el amor escandaloso
de la cruz, que vence la muerte, entregándose a ella. La muerte sólo se vence
pasando por ella a la vida, apoyados en el amor de Dios, que nunca se deja
vencer por la muerte y no deja que sus siervos experimenten la corrupción. La
fuerza de Dios, resucitando a su Hijo Jesucristo, es el camino abierto en la
muerte hacia la plenitud de la vida. Cristo, muerto en la cruz, nos muestra el
corazón de Dios abierto por amor para todos nosotros. De ese corazón
atravesado brotan sangre y agua, el Espíritu de Dios, que salta hasta la vida
eterna. Este es el comienzo de una nueva creación, de un mundo nuevo, de una
vida "sin muerte, ni llantos, ni gritos ni fatigas" (Ap 21,4).
102
6. NO COMETERAS ACTOS IMPUROS
174 Congregación para la Doctrina Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, del 1-‐11-‐1983, n. 24.
103
El hombre, como Dios lo ha creado, en su bipolaridad referencial de varón y
mujer, es imagen de Dios (Gén 1,27), creado para adorar a Dios y reflejar en su
comunión de vida y amor el misterio de Dios, Uno y Trino. "No hay en este
mundo otra imagen más perfecta que la familia, más completa de lo que es
Dios". 175 "El nosotros divino -hagamos al hombre- constituye el modelo eterno
del nosotros humano formado por el hombre y la mujer creados a imagen y
semejanza de Dios"176:
Así, pues, al crear la primera pareja, Dios consagró la unión del hombre y
la mujer, uniéndolos en matrimonio con su bendición. 177 Así, Dios nos mostró su
designio sobre el matrimonio, como imagen de su vida intratrinitaria:
El designio original del Creador, que desde "el principio" ha querido al ser
humano como "unidad de los dos", ha querido al hombre y a la mujer como
primera comunidad y, al mismo tiempo, como signo de aquella comunión
interpersonal de amor que constituye la misteriosa vida íntima de Dios Uno y
Trino. (Chistifideles, n. 52).
175 JUAN PABLO II, Discurso del 30-‐12-‐1988. Sobre este punto y para todo el sexto mandamiento, ver mi libro Moral sexual.
104
hombre como ángel o como bestia, según la dimensión que se acentúe. La
Iglesia, en cambio, afirma que "el acto conyugal, con el que los esposos se
manifiestan recíprocamente el don de sí mismos, es un acto indivisiblemente
corporal y espiritual" (DV, II,B 4).
179 Cfr. contra el maniqueísmo DS 461,794 y 1012; y contra el hedonismo DS 2148,2150 y 2958.
182 Juan Pablo II en la Jornada de la juventud, en Denver, el 14-‐8-‐1993.
105
La Escritura describe repetidamente el matrimonio como el más auténtico
símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo. 183 De aquí que la infidelidad
matrimonial sea vista en estrecha relación con la infidelidad de Israel a
Yahveh. Al mismo tiempo se subraya la permanente fidelidad de Yahveh a su
pueblo (Sal 117,2;Rom 3,3). De este modo, la experiencia de la fidelidad de
Yahveh a la alianza constituye una constante llamada a la fidelidad
matrimonial. El amor humano y el amor divino se iluminan y fomentan
mutuamente.
106
misma creación. El matrimonio, pues, es creación de Dios y, por tanto, bueno; y,
además de bueno, como sacramento del amor de Dios, es portador de salvación
divina.
3. NO ADULTERARAS
185 Cfr. Ex 34,6-‐7;Os 1-‐3;Ez 16;23;Is 54;Ml 2,10ss;y todo el Cantar de los Cantares.
107
reproche del profeta Natán y todas las desgracias subsiguientes en la familia de
David (2Sam 11 y 12).
186 "En Israel no se hace así", repetirá la Escritura. Las perversiones sexuales de los paganos son un abominio para Israel. Cfr.
El amor singular que brota entre un hombre y una mujer, es una fuerza
grande y misteriosa, pero apoyada en la fragilidad del corazón humano, siempre
cambiante y voluble. Es lo que el evangelio llama "dureza de corazón", que hace
al hombre incapaz de mantener la fidelidad al amor de su vida: esposo o esposa.
Cristo, devolviendo el matrimonio a su radicalidad original, no impone una
carga "más pesada que la ley de Moisés", sino que ofrece a los esposos cristianos
un amor nuevo, que les asegure la estabilidad de su amor conyugal. Cristo,
redimiendo al hombre con su muerte, corta de raíz los elementos que insidian
contra el amor: orgullo, egoísmo, búsqueda de sí mismo, del propio interés.
Libera, en definitiva, del miedo a la muerte, que es lo que impide al hombre
amar definitivamente.
111
demasiado pesada (Mt 11,29-30), más pesada que la ley de Moisés. Viniendo
para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la
fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del
Reino de Dios... Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de
Cristo, fuente de toda la vida cristiana. 189
La sexualidad, como don del Creador, con su bondad original y con las
implicaciones del pecado, confundiendo e incluso falsificando el lenguaje sexual,
nos lleva a Cristo que, con su redención, asume la sexualidad, la sana y
restituye a su bondad original de gracia y santidad. La sexualidad, vivida en la
comunidad de vida y amor, es decir, en el matrimonio, participa de la santidad
que Cristo comunica a la Iglesia. Cristo cambia el "corazón duro" (Mt 19,1-9) y
hace posible el verdadero amor, que libera del divorcio o del adulterio.
190 Junto a esta abierta y constante condena del adulterio, en el evangelio brilla también la misericordia del perdón que Jesús
113
7. NO ROBARAS
El verbo hebreo (gànab), que traducimos por "robar", está sin objeto
determinado, sin limitación alguna; no se puede, por tanto, reducirlo a la
prohibición de robar "las cosas del prójimo".191 En los tres mandamientos,
formulados apodícticamente, en forma breve, se toman en cuenta
transgresiones fundamentales contra la vida del hombre: el homicidio, el
adulterio y la libertad.
Robar no es una culpa contra las cosas, sino una culpa contra la persona.
El mandamiento no se preocupa del orden económico, no busca salvaguardar las
riquezas, sino garantizar la libertad y la dignidad de la persona, en su
inviolabilidad como ser único, imagen de Dios, en alianza de amor con Dios. El
afán de riquezas, que lleva al robo, es un ultraje a Dios, negándole todo el amor
de nuestro corazón, que ponemos en lo que no es Dios: "pues donde esté tu
tesoro, allí estará también tu corazón" (Mt 6,21); y es un ultraje a la imagen de
Dios: al hombre, a quien se priva de los bienes que Dios le ha dado. La justicia
de Dios es ante todo defensa de la persona humana y de su carácter
absolutamente superior a todas las cosas, que deben estar a su servicio.
191 El verbo hebreo gànab, usado sin complemento en el Decálogo, aparece en otros muchos textos señalando diversos tipos
de
robos:
"raptar"
a
una
persona;
robar
"los
bienes
del
prójimo"
(Ex
22,7),
el
ganado
(Gén
31,39),
cabras
y
corderos
(Gén
30,33),
un
buey
o
una
oveja
(Ex
21,37),
buey,
asno
u
oveja
(Ex
22,3),
plata
y
oro
(Gén
44,8);
robar
utensilios
(Ex
22,6),
ídolos
familiares
(Gén
31,19);
robar
el
corazón
o
actuar
a
escondidas
(Gén
31,20.26.27;31,30);
"seducir"
con
palabras
engañosas
(Pr
9,17);
sobornar
(Is
1,23).
Y
también
en
el
único
caso
justi)icado:
robar
comida
por
hambre
(Pr
6,30).
114
chantaje, seducción sexual o intereses económicos. Lo primero que Dios protege
con este mandamiento es la libertad del hombre.192
192
El
Decálogo
se
ordena,
según
el
lenguaje
actual,
a
la
defensa
de
los
derechos
fundamentales
del
hombre:
la
vida,
el
matrimonio,
la
libertad,
el
honor,
la
propiedad.
En
la
Declaración
de
los
derechos
humanos,
leemos:
"Todo
hombre
tiene
derecho
a
la
vida,
a
la
libertad
y
a
la
seguridad
de
la
propia
persona"
(Art.3).
"Ningún
hombre
podrá
ser
tenido
en
estado
de
esclavitud
o
de
servidumbre;
serán
prohibidas
la
esclavitud
y
la
trata
de
esclavos
bajo
cualquier
forma"
(Art.n.4).
193 En la historia de Israel encontramos el caso de José, secuestrado por sus hermanos, vendido y llevado como esclavo a
Egipto (Gén 39,12ss). En Gén 40,15, José se lamenta de haber sido raptado (gànab).
194 Se trata de una manifestación de la gracia de Dios, que sobreabunda donde reina el pecado. Pues esta situación es fruto del
pecado:
"Cada
siete
años
harás
remisión.
Todo
acreedor
que
posea
una
prenda
personal
(un
hijo,
por
ejemplo),
obtenida
de
su
prójimo,
le
hará
remisión.
Cierto
que
no
debería
haber
ningún
pobre
junto
a
ti,
porque
Yahveh
te
otorgará
su
bendición
en
la
tierra
que
te
da
en
herencia,
pero
sólo
si
escuchas
de
verdad
la
voz
de
Yahveh"
(Dt
15,1-‐5).
115
Recordarás que tú fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh, tu Dios, te
rescató; por eso te mando esto hoy" (Dt 15,12-15).
195 Hoy se da esta instrumentalización del hombre en la experimentación genética y en tantos otros campos de la ciencia y de
116
reservado. Dios es el defensor de los indefensos: el extranjero, la viuda y el
huérfano:
No maltratarás al extranjero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis
vosotros en el país de Egipto. Ni vejarás a viuda ni huérfano. Si le vejas y
clama a mí, no dejaré de oír su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a
espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos. Si
prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás
con él un usurero; no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu
prójimo , se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el
vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí y yo le
oiré, porque soy compasivo (Ex 22,20-26).
Los gemidos de los esclavos llegan a los oídos de Dios, como llegó el gemido
de Israel esclavo en Egipto. Israel, que ha experimentado la dureza de la
esclavitud y la bondad salvadora de Dios, sabe que Dios se conmueve ante el
grito del pobre y se alza como su salvador en contra de sus opresores. El
séptimo mandamiento, que proclama en la liturgia, se lo recuerda
constantemente.
117
vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son
los últimos. Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron
vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los
oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os
habéis entregado a los placeres, habéis hartado vuestros corazones en el día de
la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste" (Sant 5,1-6). 197
3. NO ROBARAS
198 Esto que el Deuteronomio dice en relación al hermano israelita, en Exodo se dice incluso del enemigo: Ex 23,4.
118
lo que muestra el afán de riquezas. Job y el salmo 73 muestran ya que la
bendición de Dios no es sinónimo de riqueza. En su realismo, la Escritura
proclama el peligro que acecha al hombre y a su vida en el afán del dinero, por
ello le previene:
Guárdate de olvidar a Yahveh tu Dios, descuidando los mandamientos que
yo te prescribo hoy; no sea que cuando comas y quedes harto, cuando
construyas hermosas casas o vivas en ellas, cuando se multipliquen tus
vacadas y ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten
todos tus bienes, tu corazón se engría y olvides a Yahveh, tu Dios, que te
sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre... No digas en tu
corazón: "Mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta
prosperidad", sino acuérdate de Yahveh, tu Dios, que es el que te da la
fuerza para crear la prosperidad, cumpliendo así la alianza que bajo
juramento prometió a tus padres, como lo hace hoy (Dt 8,11-18).
Cuando el hombre deja de ver las cosas como medios para su vida y entrega
su vida al servicio de las cosas, pierde su libertad, prisionero del afán de
riquezas. El engaño está en confundir el "bienestar" o la felicidad con la
posesión de bienes. El "bienestar", en relación a la riqueza, está en poseerla sin
ser poseído por ella. Dominar la riqueza es poder disfrutar de ella libremente y,
al mismo tiempo, despojarse de ella, dándola a los necesitados.
120
crearlo, o a la esclavitud de la que Dios le ha liberado para que viva en alianza
con El. Jesús, que conoce lo que hay en el hombre, nos dice: "Nadie puede servir
a dos señores: porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a
uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24).
Ante Dios no hay distinción entre los hombres. Cristo ha derribado todas
las barreras de división. La libertad de Dios, en Cristo Jesús, es ofrecida a todos
los hombres de la tierra. "Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues,
firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Gál
5,1). En las comunidades cristianas se encontraron como hermanos, todos
miembros del mismo cuerpo, hombres de toda condición social. 200
La comunión con Cristo, mediante la fe, nos hace hijos de Dios y, al mismo
tiempo, hermanos de los demás rescatados por Cristo. El cristiano, liberado por
Cristo, no toma la libertad como ocasión para el libertinaje. Es libre para el
servicio, en primer lugar a Dios, el Señor a quien pertenece, y al prójimo (Gál
5,13). 201 Pablo, pues, podrá decir a Filemón, respecto a su siervo Onésimo, que
ha huido de él:
Tal vez Onésimo fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que
lo recuperaras para siempre, y no como esclavo, sino como algo mejor que
un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí,
¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor! (Fl
15-16).
200 El libro de los Hechos nos re)iere innumerables testimonios de la unidad y comunión entre los cristianos, poniendo en
común
sus
bienes
(2,44-‐45;4,36-‐37),
aunque
sin
idealizaciones,
pues
nos
re)iere
igualmente
las
di)icultades
y
pecados
al
respecto
(5,1-‐11;6,1-‐7).
Contra
estos
pecados
hablan
Pablo
(1Cor
11,17ss)
y
Santiago
(2,1-‐19).
201 Cfr. nota de la Biblia de Jerusalén a Rom 6,15.
121
Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de este mundo, no porque os
vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de
corazón, en el temor del Señor. Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón,
como para el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os
dará la herencia en recompensa.202 Amos, dad a vuestros esclavos lo que
es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un
Amo en el cielo (Col 3,22-4,1).
Los fariseos, -los de todos los tiempos-, "amantes del dinero" (Lc 16,14) más
que de Dios, reaccionan ante estas palabras, burlándose de Jesús y de sus
discípulos. Los que quieren compaginar la fe y el propio interés, ante el dinero
quedan desenmascarados y no tienen más remedio que decidirse por Cristo o
alejarse de El con la tristeza en el alma: "Al oír estas palabras -dejarlo todo
para seguirle-, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes" (Mt
19,22).
202 Que el esclavo llegue a ser heredero (Mt 21,35-‐38;Lc 15,19;Gál 4,1-‐2) es una señal distintiva del orden nuevo "en Cristo".
122
pero, como conoce el corazón del hombre (Mt 16,15), sabe que la apetencia de
bienes es insaciable y agosta la fe en su raíz, pues lleva a poner la vida donde no
está:
Uno de la gente le dijo: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia
conmigo". El le respondió: "¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o
repartidor entre vosotros?". Y les dijo: "Mirad y guardaos de toda codicia,
porque, aún en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por
sus bienes" (Lc 12,13-15).
Las riquezas hacen pesado el corazón. El hombre que cae en sus redes,
pierde el sentido de la gratuidad, del amor, se incapacita para acoger el
Evangelio y seguir a Jesucristo. Prisionero de sus riquezas y de su tristeza,
pierde el don de Dios (Lc 18,18-30).
¡Qué difícil, pues, que un rico entre en el Reino de Dios! Pero lo imposible
para los hombres es posible para Dios (Lc 18,24-27). Dios es capaz de ablandar
el corazón del hombre, cambiar el corazón de piedra por un corazón de carne.
Dios, haciendo descubrir al hombre el tesoro escondido del Reino, la perla
123
preciosa, le lleva a tal alegría que puede vender todo lo que tiene y entrar en su
posesión (Mt 13,44-46). Zaqueo es un testimonio de ello (Lc 19,1-10).
El discípulo de Cristo sabe que Dios escucha la voz de los pobres; por ello
"se hace amigos" con las riquezas, para tener intercesores ante Dios y que así
"le reciban en las moradas eternas" (Lc 16,1-9. Este es el administrador astuto
que sabe ganarse el Reino con las riquezas. Esto responde al corazón de Dios,
como ya aparece en el Deuteronomio:
Si hay junto a ti algún pobre entre tus hermanos, no endurezcas tu corazón
ni cierres tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le
prestarás lo que necesite para remediar su indigencia. Si miras con malos
ojos a tu hermano pobre y no le das nada, él apelará a Yahveh contra ti y
te cargarás con un pecado. Cuando le des algo, se lo has de dar de buena
gana, que por esa acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus
obras y en todas tus empresas (15,7-11;Cfr. Lc 6,30).
124
8. NO DARAS FALSO TESTIMONIO NI MENTIRAS
204 Yahveh es llamado como testigo mediante el juramento. Cfr. Gén 31,49s;Jos 22,27.28.34;1Sam 12,5;Jr 7,9...
206 Desde su mismo título, la Veritatis splendor es un profundo comentario del octavo mandamiento.
207 El signi)icado primario de la palabra hebrea 'emet (verdad) es )idelidad, lealtad. Es uno de los atributos de Dios, que es
misericordioso
y
)iel,
justo
en
sus
juicios,
lento
a
la
ira
y
rico
en
amor.
El
verbo
sàqar,
"mentir",
es
un
término
jurídico
que
signi)ica,
en
primer
lugar,
"romper
un
pacto",
"obrar
con
per)idia
en
un
contrato",
pero
en
sentido
amplio
signi)ica
"violar
la
)idelidad
pactada".
El
testigo
falso
es
lo
contrario
de
Dios,
aunque
se
haya
atrevido
a
testimoniar
bajo
juramento.
125
corazón, y juramento falso no améis, porque todas estas cosas las odio Yo,
oráculo de Yahveh" (Zac 8,16-17).
En esto radica el drama del hombre actual, que sólo acepta la verdad de su
razón. La verdad no verificable racionalmente es negada. Y como cada hombre,
con su razón, defiende su verdad, se cae en el escepticismo, en el agnosticismo,
en el "no saber", en la inseguridad. La vida pierde su sentido y todo queda
reducido a la esclavitud de la opinión, del impersonal "se": se dice, se piensa, se
opina, se lleva... El hombre, en valía de sí mismo, se pierde a sí mismo.
126
la santidad de la verdad. "Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad
cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros" (Ef
4,24-25). La alianza con Dios, que nos hace ser en El miembros los unos de los
otros, es la última y definitiva motivación para vivir en la verdad. Un
testimonio falso contra el prójimo rompe la alianza fundada en Dios. Sólo la
verdad hace posible la comunión de los miembros del Cuerpo de Cristo. La
desconfianza que engendra la mentira, mata el amor y rompe la comunión con
Dios y con los hombres.
210 Testigo violento se llama al testigo falso: Dt 19,16;Sal 35,11. La acusación falsa es una violencia injusta que pone en peligro
la
vida
o
la
fama
de
un
inocente.
Por
ello,
el
testigo,
cuyo
testimonio
ha
llevado
a
una
sentencia
condenatoria,
está
obligado
a
participar
en
su
ejecución.
Si
su
testimonio
ha
sido
falso
se
hace
reo
de
la
sangre
derramada:
Cfr.
Dt
17,7.
128
jueces que se dejan corromper: "Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos,
cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y
el pleito de la viuda no llega hasta ellos" (Is 1,23). Y más adelante: "¡Ay, de los
que absuelven al malo por soborno y quitan a los justos su derecho!" (Is 5,23). Y
Amós: "Ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia,
detestan al testigo veraz en la puerta y aborrecen al que habla con sinceridad!
Pues bien, ya que vosotros pisoteáis al débil...¡Pues yo sé que son graves
vuestros pecados, opresores del justo, que aceptáis soborno y atropelláis a los
pobres en la Puerta" (Am 5,7-12). Ante esta situación, el Señor dice a sus fieles:
"No tendréis miedo de nadie, porque el juicio pertenece a Dios" (Dt 1,17).
129
que hoy una acusación hecha ante los espectadores de la televisión (Cfr 1Re
21,8-16).
Los testigos falsos eran condenados a la pena que hubiese recaído sobre la
persona por ellos acusada:
Los jueces indagarán minuciosamente, y, si resulta que el testigo es un
testigo falso, que ha acusado falsamente a su hermano, haréis con él lo que
él pretendía hacer con su hermano. Así harás desaparecer el mal de en
medio de ti. Los demás, al saberlo, temerán y no volverán a cometer una
maldad semejante en medio de ti (Dt 19,15).
El honor debido al hombre está también amenazado por los falsos rumores
en su contra, por las maliciosas interpretaciones de sus hechos, por la
atribución gratuita de ciertas intenciones con relación a sus palabras o acciones.
El juicio a la intención convierte la convivencia en un tribunal inhumano. Los
bulos infundados ruedan y se van agrandando como bola de nieve si no se
cortan desde el principio. De aquí lo importante de interpretar en forma
positiva el octavo mandamiento: "hablar bien de los demás", pasar de fiscal
acusador a abogado defensor. El mismo A. Camus, en su obra "La caída"
expresa la admiración por Jesucristo en este sentido: "Una vez en la historia del
hombre, el círculo cerrado de acusación y defensa, de juzgar y poner al desnudo,
ha sido roto: esto sucedió con Jesús". Camus se refiere a la escena de la adúltera
(Jn 8,1-11), en donde Jesús no se asocia al asalto tumultuoso de los acusadores,
sino que guarda silencio. Silencio que guardará de nuevo ante sus mismos
acusadores en el proceso de la Pasión: "Jesús callaba y no respondía nada" (Mt
14,55-64).
213
En
el
"Gran
Catecismo"
de
Lutero,
podemos
leer:
"Es
una
mezquina
y
dañina
plaga
tener
que
oír
sobre
el
prójimo
más
cosas
malas
que
cosas
buenas.
Somos
tan
malvados
que
no
soportamos
que
alguien
diga
contra
nosotros
la
mínima
maldad,
mientras
nos
alegraría
enormemente
que
de
nosotros
todos
dijeran
cosas
estupendas,
y,
sin
embargo,
nos
cansa
oír
hablar
bien
de
los
demás".
130
quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más
aún el que resucitó y está a la diestra de Dios y que intercede en
nuestro favor? (Rom 8,1.31-34).
3. NO MENTIRAS
Y Oseas, el profeta del Norte, un siglo antes, describe así la situación del
país: "Hijos de Israel, Yahveh tiene pleito con los habitantes de esta tierra, pues
no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en la tierra, sino perjurio y
mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre. Por
eso la tierra está en duelo y se marchita cuanto en ella habita" (4,1-3).
214 "La verdad, como rectitud de la acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La
verdad
o
veracidad
es
la
virtud
que
consiste
en
mostrarse
veraz
en
los
propios
actos
y
en
decir
verdad
en
sus
palabras,
evitando
la
duplicidad,
la
simulación
y
la
hipocresía":
Cat.Ig.Cat.,
n.
2468.
215 "La sinceridad no signi)ica poner al descubierto todo lo que existe. Dios mismo hizo vestidos para los hombres (Gén 3,21).
Es
decir,
en
el
estado
de
pecado
del
hombre
muchas
cosas
han
de
permanecer
escondidas.
El
mal,
aunque
no
siempre
se
pueda
eliminar,
debe
en
todo
caso
permanecer
encubierto;
ponerlo
al
desnudo
puede
ser
una
operación
cínica;
y
aunque
el
cínico
se
las
dé
de
honesto
o
se
presente
como
fanático
de
la
verdad,
olvida,
sin
embargo,
la
verdad
fundamental,
la
de
que,
después
del
pecado,
son
necesarios
el
velo
y
el
secreto":
D.
Bonhoffer,
Resitenza
e
resa,
Milano,
p.
155.
131
Mentira es también faltar a la palabra dada, con lo que se defrauda a los
demás. 216
217 También daña al prójimo la adulación, que le alienta en el engaño sobre sí mismo y, con frecuencia "le alienta y con)irma
en
la
malicia
de
sus
actos
y
en
la
perversidad
de
su
conducta":
Cat.Ig.Cat.,
n.
2480.
132
La palabra ociosa es la palabra innecesaria, que hiere al prójimo, que
escandaliza a los pequeños, que no edifica a la comunidad. Incorporados a
Cristo, como miembros de su cuerpo, los cristianos viven la "santidad de la
verdad" (Ef 4,24):
Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada uno con su
prójimo, pues somos miembros los unos de los otros... No salga de vuestra
boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la fe
y hacer el bien a los que os escuchen... Toda acritud, ira, cólera, gritos,
maledicencia y cualquier clase de maldad desaparezca de entre vosotros.
Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo (Ef 4,25.29-32).
Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y
toda clase de maledicencias (1Pe 2,1).
4. CRISTO ES LA VERDAD
Es muy distinta esta visión de la verdad, que tiene Jesús, de la que tiene
Pilatos. Para Jesús existe una verdad, independiente del hombre; una verdad
que da sentido a la vida del hombre, pues se apoya sobre ella; es la verdad que
hay que aceptar, respetar, dar testimonio de ella, hasta morir por ella. Renegar
de la verdad por salvar la vida es perder el fundamento y el sentido de la vida,
es perder de verdad la vida. Lo comprendieron muy bien todos los mártires
cristianos, cuando los perseguidores les obligaban a elegir entre la verdad y la
apostasía, o simplemente el disimulo de la apostasía.218
218 "El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da
testimonio
de
Cristo,
muerto
y
resucitado,
al
cual
está
unido
por
la
caridad.
Da
testimonio
de
la
verdad
de
la
fe
cristiana":
Cat.Ig.Cat.,
n.
2473.
133
griega, la verdad corresponde a las cosas, captadas intelectualmente por la
razón. Es la verdad probada racionalmente. Para los romanos, la verdad se
refiere a la veracidad de los hechos narrados. Es la verdad que entiende Pilatos
y que le lleva, convencido de la inocencia judicial de Jesús, a desear liberarlo.
Pilatos está dispuesto a aceptar a Jesús como hombre que no ha violado la ley,
pero no a Jesús como testigo de la verdad. Ante la verdad de Jesús, que implica
la propia vida de Pilatos, que le obliga, no a soltar a Jesús, sino a decidirse por
El o contra El, Pilatos se decide contra Cristo, condenándolo a muerte.
Pablo sabe que está en la verdad, porque Cristo está en él. Y puede decir a
los Corintios: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. ¿No reconocéis
que Jesucristo está en vosotros?". Estando en Cristo "nada podemos contra la
verdad, sino sólo a favor de la verdad" (Cfr. 2Cor 13,5ss). Y, por tanto,
"mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos
a toda conciencia humana delante de Dios" (2Cor 4,2). Y, cuando los Gálatas
duden de la verdad de la salvación en Cristo, les preguntará: "¿Quién os puso
obstáculos para no seguir a la verdad?" (Gál 5,7). Los que enseñan y creen
falsas doctrinas, "están privados de la verdad" (2Tim 6,5), "se han desviado de
la verdad" (2Tim 2,18), "se oponen a la verdad" (2Tim 3,8), "rechazan la
verdad" (Tit 1,14).219
219 A veces, en la Escritura, encontramos unidos los diversos aspectos -‐griego, romano y semita-‐ de la verdad, como en Rom
1,18ss:
"En
efecto,
la
cólera
de
Dios
se
revela
desde
el
cielo
contra
toda
impiedad
e
injusticia
de
los
hombres
que
aprisionan
la
verdad
con
la
injusticia;
pues
lo
que
de
Dios
se
puede
conocer,
está
en
ellos
mani)iesto...,se
deja
ver
a
la
inteligencia...
Pero
jactándose
de
sabios,
se
volvieron
estúpidos,
y
cambiaron
la
gloria
de
Dios
incorruptible
por
una
representación
corruptible...,cambiando
la
verdad
de
Dios
por
la
mentira".
134
sino que renuncian a defender sus derechos ante el tribunal, "no resistiéndose
al mal". Es la plenitud del octavo mandamiento, cumplido en Jesucristo:
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no
resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha,
ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la
túnica, déjale también el manto (Mt 5,38-40).
135
9. NO CONSENTIRAS PENSAMIENTOS O DESEOS IMPUROS
El mal no comienza con los actos, sino que tiene su inicio en el corazón. En
el corazón se fraguan los pensamientos y deseos que impulsan al mal. En el
corazón es donde el hombre se decide por Dios o contra Dios. De ahí que la
moralidad de nuestros actos, la vida o la muerte, lo que salva o contamina al
hombre, nazca y se consume en la conciencia, en el interior del hombre. La ley
de Dios es una ley interior. La educación moral del Decálogo es educación del
deseo. El deseo puede llevar al hombre a la vida o a la muerte. Un deseo
desordenado contamina al hombre.
136
espíritu. Hoy, lamentablemente, son muchos los hombres que han perdido su
interioridad, que viven sólo a nivel de los sentidos o de los instintos. El Decálogo
nos invita a defendernos de esta civilización de la satisfacción inmediata del
deseo, de la búsqueda del placer sensible a toda costa, que insensibiliza al
hombre, adormeciendo la conciencia y entenebreciendo la razón humana. Es la
súplica que hace San Pablo:
Doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el
cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que
seáis fortalecidos por su Espíritu en el hombre interior (Ef 3,14-16).
Soy mi cuerpo, pero no sólo mi cuerpo. Cuando digo "yo" o "tú", pienso
ciertamente en un cuerpo, pero pienso en un cuerpo en cuanto que es de
alguien. El hombre, pues, no se identifica con el cuerpo. Hay algo en él que
excede todas las virtualidades del cuerpo. Es ese algo que hace que el cuerpo
esté revestido de expresión humana y simbólica. El alma o el espíritu es lo que
confiere su singularidad a la persona. El espíritu es el aliento que Dios insufla
en el hombre y que le constituye persona.221
221 Cfr. Gén 2,7;6,3;Job 33,4;Eclo 12,7;Sab 15,11... Cfr. mi libro ¿Quién soy yo?, Bilbao 1990, p. 31-‐82.
222 Sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo (1Cor 2,11).
137
La tradición de la Iglesia ha expresado también esta realidad interior de la
persona con la palabra corazón, entendido en sentido bíblico como "lo más
profundo del ser" (Jr 31,33), donde la persona se decide por Dios o contra
Dios. 224 Jesús mismo, en el Evangelio, llama a la conversión del corazón, a
actuar en el secreto interior "donde mira y ve el Padre", pues de otro modo las
obras exteriores no valen nada (Mt 6,1-6.16-18). Dios ama y perdona a "quien
perdona de corazón a su hermano" (Mt 18,23-35). El amor que Dios quiere de
su pueblo, liberado de la esclavitud y con el que se ha unido en alianza, es el
amor "con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas", es el amor
de toda la persona, cuerpo y espíritu en su "totalidad unificada" (DV,n.3).
Pero el pecado, que rompe la relación del hombre con Dios, desfigura esta
imagen. En el corazón del hombre y de la mujer queda la atracción mutua, pero
ya no por amor, sino como "deseo de dominio" (Gén 3,16). La sexualidad se ha
cargado de ambigüedad: es expresión de comunión o de egoísmo, de amor o de
concupiscencia. Su lenguaje se hace confuso: expresión de donación o de
apropiación del otro; manifestación de la libertad de la persona o de la
esclavitud de los instintos. La sexualidad desvela al hombre o al macho, a la
mujer o a la hembra; es reflejo del ser de la persona o simplemente de la
corporeidad (o genitalidad) sin referencia al espíritu del hombre. Es lugar del
encuentro y de la comunión o simple búsqueda del placer. Así, la sexualidad une
o separa, da vida o muerte.
138
contenido y valor. Y tras esta visión, como causa y consecuencia, está la
renuncia del hombre a ser imagen de Dios. El hombre, deseando ser Dios y no
su imagen, ha perdido su ser.
225 El desarrollo de la civilización contemporánea está ligado al progreso cientí)ico-‐tecnológico, que frecuente se desarrolla en
una
forma
unilateral,
llevando
al
positivismo,
que
desemboca
en
el
agnosticismo
en
el
campo
teórico
y
al
utilitarismo
en
el
campo
práctico
y
ético.
Se
trata
de
una
civilización
de
la
producción
y
del
placer,
una
civilización
de
las
"cosas"
y
no
de
las
"personas";
una
civilización
en
la
que
las
personas
se
usan
como
se
usan
las
cosas.
En
este
contexto,
la
mujer
puede
convertirse
para
el
hombre
en
un
objeto,
los
hijos
en
un
obstáculo
para
los
padres...
Cfr.
La
carta
a
las
familias
del
Papa
Juan
Pablo
II,
n.13.
139
Ya el hecho de considerar la sexualidad como lenguaje del placer es
inmoral. "Un amor reducido a la satisfacción de la concupiscencia o a un
recíproco "uso" del hombre o de la mujer, hace a las personas exclavas de sus
debilidades".226 La sexualidad hace referencia siempre a una persona y sólo el
amor hacia ella nos permite acercarnos a ella sin convertirla en objeto del
deseo. Es necesario vencer el mal en su raíz, cuando comienza a brotar en el
corazón. "No desear la mujer del prójimo", pues ella es una persona que se ha
dado libremente a su esposo; es, pues, de otro, es parte de otro, "carne de su
carne".
Por ello, para salvar al hombre, hoy es necesario, más que nunca,
proclamar que el hombre es persona en todas sus manifestaciones. Y si es
persona, la indigencia de la carne, que se manifiesta en la tendencia sexual, es
sólo el signo de la necesidad radical de comunión que Dios ha impreso en el ser
del hombre, creado a su imagen y semejanza. Lo que el hombre necesita para
salir de su soledad, -"pues no es bueno que el hombre esté solo-, no es
abandonarse a sus deseos, sino encontrarse con el amor de una mujer -o de un
hombre, en el caso de la mujer-, que le acoge, se le da plena y definitivamente,
formando con él "una sola carne", "una comunión de vida y amor".
a) La castidad
226 Ibidem.
140
Existen tres formas de vivir la castidad: una de los esposos, otra de las
viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusión de la otras.
En esto la disciplina de la Iglesia es rica. 229
La castidad, tanto en los célibes y como en los casados, lleva a vivir el gozo
de una vida en el Señor. Pero la intimidad de vida con Cristo supone un estilo
de vida: "Así, pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como
imprudentes, sino como prudentes" (Ef 5,15). "Los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gál 5,24). El cuerpo no les
pertenece, pertenece a Dios que lo ha creado "no para la lujuria, sino para el
Señor" (1Cor 6,13); destinado a la resurrección y a la gloria, el cuerpo no puede
envilecerse con la impureza (v.14); es miembro de Cristo; entregarlo a la lujuria
es un sacrilegio (v.15), ya que como templo del Espíritu Santo está destinado al
culto y a la alabanza del Señor: "Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo" (v.
19-20). Pero como la observancia de la continencia afecta íntimamente a las
inclinaciones más profundas de la naturaleza humana..., es menester creer en
las palabras del Señor y, confiando en el auxilio de Dios, no presumir de las
propias fuerzas y practicar la mortificación y la guarda de los sentidos. 230
El pudor es una defensa necesaria ante los intentos del hombre pecador por
utilizar el cuerpo sin amor, sin el acercamiento del espíritu. Por ello, leemos de
la primera pareja, antes del pecado, "que estaban desnudos y no sentían
vergüenza"; pero apenas pecaron, "se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de
que estaban desnudos", necesitando cubrirse.
229 SAN AMBROSIO, De viduis, PL 153,255A, 23. Cfr. Cat.Ig.Cat., n. 2348-‐2349.
141
El pudor es la negativa del hombre a presentarse a los demás reducido a la
corporeidad, ofrecida sin velos y sin misterios a la mirada que sin la luz del
amor no comprenderá nada más allá del cuerpo. A través del pudor, el yo invita
al tú a no reducirlo exclusivamente a su corporeidad; lo invita a vislumbrar el
misterio del ser detrás del vestido, que impide la plena revelación de la persona.
Ofrecerse a las miradas ajenas como mera corporeidad y, por tanto,
impúdicamente, significa renunciar a ser persona, mostrándose como simple
objeto. Es el envilecimiento más absoluto y radical de la persona, propio de la
pornografía. En ella, espectador y espectáculo son dos individuos degradados a
objetos, sin que entre ellos se dé ninguna relación personal.
232 J:P: SARTRE, El ser y la nada, Buenos Aires 1966, p.291 y 369.
142
Y hoy, en un mundo que engendra tantos hombres desadaptados,
delincuentes precoces, que no sólo no respetan a los demás, sino que han
perdido la estima de sí mismos, Dios en Cristo nos descubre el valor de todo
hombre. Cristo ha dado su vida por los pecadores. Y en Cristo, Dios nos llama a
ser santos, participando de su santidad.
233 J.J. PETUCHOWSKI, citado por A. EXELER, o.c., p. 200.
234 JUAN PABLO II, Discurso pronunciado en Lomza el 4-‐6-‐91.
235
Cfr.
JUAN
PABLO
II,
Audiencias
generales
de
los
meses
de
septiembre
y
octubre
de
1980,
de
modo
particular
la
del
8-‐10-‐1980.
143
ser. Pero Dios hace al hombre partícipe de su santidad, a través de la elección
gratuita y de la presencia de su Shekiná en medio de su pueblo.
144
La santidad del cuerpo significa, exactamente, lo contrario del
exhibicionismo del cuerpo, que la cultura actual exalta y promueve en todas sus
formas. La santidad del cuerpo lleva a hacer del cuerpo expresión de toda la
persona, manifestación de la interioridad del hombre. Glorificar a Dios en el
cuerpo es hacer del cuerpo templo del Espíritu Santo, lugar del culto a Dios "en
espíritu y verdad", es decir, lugar de la adoración a Dios en la historia, como
Dios desea y Jesucristo nos ha hecho posible. Cristo nos incorpora, como
miembros de su cuerpo, a su ofrenda al Padre en el altar de la cruz: "Os exhorto,
pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos
como víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto
espiritual" (Rom 12,1).
145
10. NO CODICIARAS LOS BIENES AJENOS
236 En la tradición católica -‐y también en la luterana-‐ el versículo de Ex 20,17 es desdoblado en dos mandamientos: "no desear
la
mujer
del
prójimo
y
no
desear
los
bienes
del
prójimo".
En
cambio,
en
la
tradición
ortodoxa
oriental
y
en
la
protestante
reformada,
se
consideran
las
dos
cosas
como
un
sólo
mandamiento.
Cfr.
Cat.Ig.Cat.,n.2514.
146
Este deseo de poseer la tierra, "de dar nombre" a los seres de la creación, es
el don y la misión que Dios ha dado al hombre. Así el hombre, movido por este
don de Dios, ha hecho la historia con todas sus construcciones. Las pasiones,
-"sentimientos, emociones o impulsos de la sensibilidad, que inclinan a obrar",-
son componentes naturales del hombre. "La pasiones son moralmente buenas
cuando contribuyen a una acción buena, y malas en el caso contrario". 237
Los deseos, las apetencias, las pasiones, los anhelos forman parte
integrante de la persona humana y constituyen una fuerza necesaria para la
vida. Pero esto no significa que haya que ceder a toda clase de apetencia, pues
el deseo puede exacerbarse en forma de avidez, ambición, envidia, afán de
riquezas, ansia de placer y entonces su fuerza es destructiva de la propia
persona y de los demás: "¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre
vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?" (Sant
4,1).
237 Cat.Ig.Cat.,n.1762ss.
147
La Escritura describe esta tentación en sus primeras páginas, como luz de
toda la Escritura. La serpiente, el Tentador maligno, sugiere al interior del
hombre la codicia envidiosa de Dios, seduciéndolo con el deseo de ser "como
Dios". El hombre seducido por la mentira asesina del maligno, ya no es feliz en
el paraíso siendo hombre, aunque lo posea todo. La codicia le impide gozar de lo
que tiene, le corroe las entrañas con el deseo de ser lo que no es: Dios. Adán y
Eva, por haber cedido al deseo de "ser como Dios", llevaron a la humanidad al
pecado, que aparece como deseo salvaje "pronto a saltar" contra la vida del
hombre (Gén 4,7).
"La codicia es la raíz de todos los males" (1Tim 6,10; Sant 1,14s).
Trastrueca la clave de la existencia humana: la alianza con Dios y con el
prójimo. Se opone al amor a Dios y al amor a los demás, al entronizar el propio
yo como centro del mundo. Desde la autodeificación del ojo codicioso, la libertad
queda totalmente minada desde su fundamento. Por ello, se comienza
codiciando los bienes del otro y se termina por desear eliminarlo. La autonomía
termina en anomía. Negando a Dios se ofusca la razón y el corazón, dejando al
hombre a merced de las apetencias de su insensato corazón (Cfr. Rom 1,21ss).
Negarse a dar gloria a Dios significa caer en la esclavitud de los ídolos, sobre
todo en la esclavitud del propio yo idolatrado.
148
ha hecho de ella. Es Dios quien da la heredad de la tierra prometida, pues El es
su verdadero propietario: "La tierra no puede venderse para siempre, porque la
tierra es mía, ya que vosotros sois para mí forasteros y huéspedes" (Lv 25,23). 238
Privar a uno de su tierra es como desposeerle de su pertenencia a Yahveh,
sacarlo de la alianza de Dios con su pueblo. Esto significa considerarse árbitro y
no administrador de los dones del Señor.239
240 Lutero, comentando el décimo mandamiento, dirá que "este mandamiento no está pensado para los malvados hijos del
mundo,
sino
para
los
devotos
que
aman
ser
alabados
y
que
no
tienen
nada
que
se
les
pueda
reprochar
en
relación
a
los
demás
preceptos".
149
Esta codicia interior es la que quiere evitar el último mandamiento, al
decirnos que no nos fiemos si externamente nuestra vida no tiene nada digno de
reproche. Es dentro de nuestro corazón donde anida el peligro, la amenaza para
la vida y para la libertad. El corazón del hombre es la raíz del mal, eso es lo que
cuenta.
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El señorío del hombre sobre las cosas es una manifestación de la imagen de
Dios en el hombre. En la libertad del hombre frente a las cosas se realiza el
designio de Dios. La publicidad ofrece al hombre "el plato de lentejas" a cambio
de su primogenitura, a cambio de su supremacía sobre las cosas; pretende la
renuncia de la libertad a cambio de la seguridad de "las ollas de carne, ajos y
cebollas" de Egipto. El hombre, lleno de cosas, se vacía por dentro, pierde su
interioridad: "El hombre en la opulencia no comprende, se asemeja a las bestias.
Así es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un
rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba...El
hombre rico e inconsciente es como una animal que perece" (Sal 49,13-15.21).
Por tres veces en un sólo versículo (Ex 20,17) se repite "tu prójimo". Del
prójimo se habla en todo el Decálogo, pero nunca con esta insistencia del último
mandamiento. El deseo es malo porque es codicia de cosas o de poder en
perjuicio del prójimo. No es sólo la maldad interior lo que califica el deseo, sino
la lesión que hace al prójimo en sus bienes y en su persona.
San Pablo habla de aprovechar toda ocasión, cada kairós que Dios nos
ofrece, de vivir el amor al prójimo. De este modo el hombre entra en el tiempo
de gracia por el camino del amor de Dios. Vive la alianza como camino de vida,
que se expresa, según todo el Decálogo, en el amor.
151
El deseo ilimitado de lucro de la sociedad de consumo, con la publicidad,
estimula el deseo de poseer, excitando la avidez, manipulando los instintos del
hombre con el objeto de seducir. A ellos pueden aplicarse las palabras de
Jesús: !¡Ay del mundo por los escándalos! ¡Ay de quien escandalice!
"La raíz de todos los males es el amor del dinero" (1Tim 6,10). Al elegir un
dios falso, el hombre se desconecta del único Dios verdadero y se condena a la
perdición (1Tim 6,9), como Judas, traidor codicioso (Jn 12,6;Mt 26,15), "hijo de
la perdición" (Jn 17,12). Una vez que Jesús nos ha anunciado y comunicado la
vida eterna, los bienes perecederos han quedado todos relativizados (Lc
6,10.24). La codicia es insensata (Lc 12,20;Ef 5,17). Mamomna es "inicuo" (Lc
16,9-11), falso y engañoso, pues ofreciendo una felicidad perecedera, priva al
hombre de la vida eterna.
"La codicia es una idolatría" (Col 3,5). Pues quien "es amigo del dinero" (Lc
16,14) pone en los bienes creados el corazón que sólo pertenece a Dios (Mt 6,21),
considerando los bienes como señores y despreciando, por tanto, al verdadero
Señor, que es Dios (Mt 6,24).
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Partimos del amor a Dios y concluimos en el amor a Dios, que se expresa
en el amor al prójimo. O dicho de otro modo, comenzamos con la presentación
del nombre de Dios y concluimos en la confesión de Dios como único Dios. Amor
a Dios y amor al prójimo es todo el Decálogo. Es el itinerario del Decálogo: desde
Dios llegamos a nuestro prójimo, a nuestros semejantes. La libertad, que el Dios
de la alianza ofrece al pueblo liberado de la esclavitud, no gira en torno a sí
misma, sino que halla su plena realización en una vida para Dios y para el
prójimo: "Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no
toméis esa libertad como pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por
amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo
precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Gál 5, 13-14).
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