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EL CUENTO

Un cuento (del latín, compŭtus, cuenta)1 es una narración breve creada por uno o


varios autores, basada en hechos reales o ficticios, cuya trama es protagonizada
por un grupo reducido de personajes y con un argumento relativamente sencillo.

4- Reflexión sobre la lengua:


¿Cuál es la intención comunicativa de un cuento?
¿Cuál es su función?
¿Cuál es su estructura?
¿Cuáles son sus características?
5.- Lean el siguiente texto y confronten lo que dice con las respuestas que dieron a
las preguntasAnteriores.

El cuento popular: Es una narración tradicional breve de hechos imaginarios que


se presenta en múltiples versiones, que coinciden en la estructura pero difieren en
los detalles, donde los autores son desconocidos en la mayoría de los casos
(aunque puede que se conozca quien lo recopiló). Tiene tres subdivisiones:
los cuentos de hadas, los cuentos de animales, y los cuentos de costumbres.
El mito y la leyenda son también narraciones tradicionales

El cuento literario: Es el cuento concebido y transmitido mediante la escritura. El


autor en este caso suele ser conocido. El texto, fijado por escrito, se presenta
generalmente en una sola versión, sin el juego de variantes características del
cuento popular de tradición fundamentalmente oral.
El niños y los clavos,

Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su
padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera
la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente,
menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que
era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los
clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola
vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la
cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.
Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que
por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya
había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a
su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta
cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca.
Jamás será la misma.
Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio,
enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la
cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre
allí. Y una herida física es igual que una herida verbal.
Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas
joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a
mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre
tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los
clavos, hicieron que el niño reflexionase sobre las consecuencias de
su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Amigos inseparables

Carla y Pablo eran amigos desde muy pequeños. Sus madres habían
sido también amigas desde la infancia y ellos habían permanecido
fieles a esa tradición. Se llevaban muy bien y se querían muchísimo y
se pasaban todo el día unidos. Iban juntos a la escuela, hacían la
tarea en el mismo lugar, jugaban, charlaban. Eran inseparables.
Un día algo pasó entre ellos que torció rotundamente aquella relación.
Por mucho que sus madres intentaron que resolvieran el problema,
Carla y Pedro dejaron de verse y de ser amigos.
Muchísimos años más tarde, cuando ya ambos habían crecido y
llevaban una vida adulta, volvieron a encontrarse de casualidad.
Cuando Carla encontró a Pedro sintió por él un amor tan intenso que
no pudo evitarlo y lo besó. Pedro se quedó paralizado. ‘Ahora que ya
tengo una familia y que las cosas me van bien quieres que estemos
juntos cuando fue esa la razón por la que dejaste de hablarme hace
tantos años…’ Y se fue muy enojado.
Cuatro meses más tarde la llamó por teléfono y le pidió que se
encontraran. ‘Carla, has sido lo más bonito que me ha dado la vida
pero también lo que más daño me ha hecho por eso quiero compartir
el resto de mi vida contigo’. Y a partir de ese día volvieron a ser esos
niños inseparables, capaces de jugárselo todo el uno por el otro.
Reparando una nave espacial

Hace muchos años, cuando Marcelo estaba disfrutando de un día


estupendo en su jardín, un objeto bastante extraño se aproximaba
hasta su posición, de forma muy torpe. Cuando el objeto estuvo al
alcance de su vista, descubrió que se trataba de una nave espacial,
cuyo tripulante tenía bastantes problemas para controlarla.
Tras unos momentos llenos de incertidumbre, la nave aterrizó de
forma brusca en el jardín de Marcelo. Tal fue la violencia del aterrizaje,
que una de las patas que la sustentaban quedó seriamente dañada.
Un daño, que alarmó enormemente a su ocupante, un joven
extraterrestre de color grisáceo, al que Marcelo se acercó muy
despacio para evitar que se asustara mucho más.
Cuando llego a su altura, se sorprendió enormemente al ver como las
lágrimas surcaban su rostro.
-Ya sé que la rotura de tu nave te parece algo terrible, pero no es nada
que no pueda repararse en un par de horas.
Decidido a ayudar a su nuevo amigo, se marchó hasta el garaje de sus
padres, para buscar los materiales y herramientas necesarias para
dejar la nave espacial, como si nunca le hubiera pasado nada. Al ver
que el humano cumplía con su palabra, el extraterrestre dejó de llorar,
acercándose hasta Marcelo para ver qué es lo que estaba haciendo.
Pasado el tiempo acordado, tanto la pata como la nave, estaban como
nuevas, permitiendo al pequeño ponerla en marcha, no sin antes
expresarle todo su agradecimiento a Marcelo desde una de las
ventanas de la nave.
El misterioso ladrón de ladrones

El Caco Malako, era todo un experto en el arte de robar. Nada se le


resistía y eran tan bueno en su oficio, que jamás lo habían capturado.
Su tranquila vida, se trunco un buen día, cuando una noche, descubrió
que alguien había entrado en su casa.
Muy a su pesar, decidió buscar ayuda de la policía, para encontrar al
valiente, que había sido capaz de robarle en su propia casa.
Desde ese día, comenzó a sospechar de todos los vecinos, los cuales,
quizás enterados de sus robos, habían decidido vengarse. Pero nada
pasó en unos cuantos días, así que Malako, pensó que no volvería a
repetirse.
Por desgracia para el Caco, volvieron a robarle, ayudados por la
oscuridad de la noche. Sin otra solución, tuvo que regresar a la policía,
que ante su tozudez, le instaló en su casa una cámara de video, para
lograr identificar a ladrón, en el caso de que volviera de nuevo a su
hogar.
Algo que volvió a suceder unas noches después. Gracias a la cámara,
la policía pudo averiguar quien era el culpable y avisó a nuestro Caco,
para que identificara a su ladrón.
Cuando el video comenzó a funcionar, el Caco Malako, se quedó muy
sorprendido, el ladrón de su casa, era él mismo. Algunas noches, se
levantaba sonámbulo y escondía todos los objetos de su casa, junto a
los que había ido sisando a lo largo del tiempo.
JUAN SIN MIEDO

Juan era el menor de los hijos de un humilde hombre que vivía en una tranquila
comarca. Nunca en su vida había sentido temor hacia nada, ni a las historias de
fantasmas, o los relámpagos o los monstruos. Es por eso que todos en el lugar lo
conocían como Juan sin Miedo.

Un día, él emprendió un viaje para descubrir si conseguía tener miedo, pues era
una sensación que jamás había experimentado. Así fue que llegó a un reino
magnífico, donde los soldados del rey habían colgado un edicto en la plaza
principal: “Al hombre que sea capaz de pasar tres noches completas en el castillo
embrujado, le concederé la mano de mi hija”.

Juan sin Miedo aceptó el desafío y pidió una audiencia con el rey, para
comunicarle que él entraría en el palacio embrujado. A su lado estaba la princesa,
hermosa como el amanecer y ambos se enamoraron a primera vista.

—Puedes entrar en el castillo —aceptó el soberano—, pero te advierto que nadie


ha conseguido pasar las tres noches allí.

Pero Juan sin Miedo no se dejó amedrentar por su advertencia. Fue al castillo,
encendió la chimenea y durmió comódamente en el saco que había llevado
consigo. Así fue hasta que un fantasma lo despertó, emitiendo sonidos
escalofriante a su oído.

—¿Cómo te atreves a despertarme con tus juegos de espíritus? —le dijo Juan sin
Miedo y tomando unas tijeras, cortó las sábanas que lo cubrían, haciendo que
huyera despavorido.

Cuando a la mañana siguiente, el rey fue a comprobar como estaban las cosas, se
quedó impresionado con su temple.

La segunda noche, Juan sin Miedo fue despertado por una bruja, que quería
comerse su corazón.

—¡Bruja maleducada! Ya verás lo que te vas a comer —y sin más, Juan sin Miedo
le vertió encima un jarrón de agua, que hizo que la bruja se derritiera sin remedio.
Cuando el rey volvió a comprobar que siguiera en el castillo, no cabía en sí de
asombro. Finalmente, la tercera noche, Juan fue despertado por un abominable
dragón que echaba fuego por sus fauces. Pero él le dio un golpe en la cabeza
arrojándole la silla más cercana y la bestia se fue llorando.

—¡Qué molestas son todas estas criaturas! —exclamó Juan— No lo dejan dormir


a uno en paz.

Al día siguiente, el rey se dio cuenta de que había pasado la prueba y con gran
alegría, anunció el compromiso de su hija. La boda se llevó a cabo con todo lujo y
Juan sin Miedo y la princesa, fueron muy dichosos al poder estar juntos. Sin
embargo, él todavía no conocía lo que era el miedo.

Pasó la noche de bodas y por la mañana, al ver que su esposo no había


despertado, la princesa tomó una jofaina con agua helada y se la echó encima,
provocando que se despertara con un alarido.—¡Qué susto! —gritó Juan.

—Parece querido, que por fin te has dado cuenta de lo que es el miedo —le dijo la
princesa, risueña.

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