1.1. INTRODUCCIÓN: EL MEDIO AMBIENTE COMO OBJETO DE ESTUDIO GEOGRÁFICO El estudio de las mutuas relaciones entre ser humano y medio físico constituye para P. HAGGETT una de las principales líneas de investigación en la Geografía moderna, junto con el análisis espacial y el análisis regional. Análisis espacial: se abordan los procesos de interacción espacial y la variación locacional de una propiedad o propiedades del espacio. Análisis ecológico: se estudian e interpretan las interrelaciones entre variables humanas y variables ambientales. Análisis regional: se combinan los resultados de los análisis espacial y ecológico, sobre la identificación de unidades regionales y se establecen flujos y relaciones entre estas unidades regionales. En esta dirección, E. ACKERMAN considera que el propósito básico de la Geografía es “nada menos que la comprensión del enorme sistema que comprende toda la humanidad y su medio ambiente natural sobre la superficie terrestre”12. R. J. CHORLEY sitúa el estudio de estas relaciones sobre la variable espacial: “A mi juicio, la Geografía se ocupa y preocupa de las manifestaciones espaciales tangibles del contacto e intercambio continuado que mantienen el hombre y su medio ambiente habitable”13. Para V. A. ANUCHIN la geografía “se ocupa del sistema material que existe formando la esfera geográfica de la Tierra, como medio ambiente para el desarrollo, real o potencial, de la sociedad humana, juntamente con los aspectos materiales del desarrollo social que se expresan en sus complejos regionales dentro del medio geográfico”. P. GEORGE va más allá y considera al “medio ambiente” un objeto de estudio propio de la Geografía: “El problema del medio ambiente es fundamentalmente geográfico… hasta el punto de que estaríamos tentados de definir la geografía como la ciencia del medio ambiente humano ¿Acaso no estudia todo tipo de conexiones recíprocas entre las agrupaciones humanas y su mediante?” Esta afirmación es en cierto modo continuista con la propuesta que ya hiciera HARLAN H. BARROWS en un famoso ensayo de 1923 acerca de “la Geografía como Ecología Humana”: “Las implicaciones del término «ecología humana» expresa de inmediato lo que a mi modo de ver debe ser en el futuro el objetivo de la investigación geográfica. La geografía deberá tratar de poner de manifiesto las relaciones que existen entre los medios naturales y la distribución y actividades del hombre” Estas declaraciones de renombrados geógrafos sirven para mostrar de inicio que los aspectos relativos al medio ambiente y a las relaciones entre ser humano y naturaleza no han sido ajenos a los estudios geográficos y, según algunos de ellos, constituye la parte fundamental de la epistemología geográfica. Ahora bien, convendría acudir, al menos de forma muy genérica, a dos cuestiones por las cuales se define toda ciencia y que pueden ayudar a precisar en el tipo de afinidad y relación que tiene la Geografía con el medio ambiente. Estas dos cuestiones serían: • El objeto de estudio. • La forma de abordar este objeto, es decir, el método. Respecto a la primera cuestión, este asunto no está, precisamente, del todo claro. Así pueden encontrarse afirmaciones de geógrafos como M. SANTOS, uno de los que más ha trabajado en la teoría y epistemología geográficas, que consideran que la definición del objeto de estudio geográfico se ha dejado en segundo plano Pese a ello, hay un consenso mayoritario en señalar que la Geografía es una ciencia “espacial” o que toma en cuenta el análisis de los fenómenos desde el punto de vista de su manifestación y relación con el espacio. Habría que precisar, en consecuencia, qué tipo de fenómenos. De un modo tautológico y quizá para evitar confusiones con otras ciencias que se han acercado recientemente al espacio y a otras variantes de éste (región, lugar, etc.), se suele hacer mención del “espacio geográfico” como el verdadero centro de interés geográfico. Una cuestión que no ha evitado que también se hable simultáneamente de “territorio” o de espacio “a secas” para hacer referencia a los mismos hechos. Se trata de un concepto con el que facilitar el entendimiento de los procesos e interacciones en la interfase ser humano - entorno. Es, como señala R. GUREVICH, “la categoría más abstracta, resumen y expresión de la relación sociedad - naturaleza”. Por ello, no es algo que pueda extraerse como tal de la realidad: “representa una categoría teórica que no se confunde ni identifica con un objeto externo a la propia geografía, existente al margen de ella”. La característica fundamental del espacio geográfico es su naturaleza híbrida. Por un lado, esta cualidad híbrida le viene dada por no prestarse a conceptos y categorías puras, pues interrelaciona lo natural con lo cultural, con lo cual el dualismo entre estos dos polos de la realidad se difumina y se hace más confuso. Toda aproximación epistemológica a la relación entre ser humano y naturaleza partiría, en principio, de constatar que son indisolubles ontológicamente hablando. Como afirma M. SANTOS: “En el mundo de hoy es a menudo imposible para el hombre común distinguir, claramente, entre las obras de la naturaleza y las obras de los hombres e indicar dónde termina lo puramente técnico y dónde comienza lo puramente social”. El espacio geográfico vendría formado así por la concurrencia de elementos de diversa naturaleza y magnitud, tanto físicos como humanos23. Éstos no se presentan de manera caótica, pues se trata de un espacio “organizado”. Es decir, tras su parte físicomaterial –objetual– existe otra intangible –ideas, intenciones, valores, acciones, prácticas– que subyace en la construcción de los objetos físicos que constituyen el espacio geográfico. La construcción material y física del espacio geográfico depende pues de una serie de intenciones, ideas o racionalidades que lo dirigen y que se encuentran íntimamente relacionadas. Es necesario trascender las habituales formas de pensar y de razonar sobre la realidad, para ver estas intenciones como algo no exclusivo de las actitudes y comportamientos humanos. La Biosfera, se mueve por “principios” y “lógicas” sistémicas, holísticas, no-lineales, que combinan el orden con el caos, el equilibrio con el desequilibrio, la simplicidad con la complejidad, cualidades que, evidentemente, han sido observadas y definidas por la propia racionalidad humana. Su funcionamiento viene a reproducir una “racionalidad ecológica” que ordena y explica la distribución, jerarquía y composición de los sistemas físico- ecológicos. Por lo que respecta a los hechos humanos, las intenciones que subyacen en las actitudes y pautas de construcción del medio humano, son muy heterogéneas y responden a distintas racionalidades o modos de representación de la realidad. Éstas se han dirigido a adecuar y transformar el medio físico en un medio antropizado, con el fin de dar respuestas a requerimientos e intereses propios de una comunidad o sociedad determinada. Como afirma M. SANTOS: “La historia de las denominadas relaciones entre sociedad y naturaleza ha sido, en todos los lugares habitados, la de la sustitución de un medio natural, dado a una determinada sociedad, por un medio cada vez más artificial, es decir, sucesivamente instrumentalizado por esa misma sociedad”. En principio, la afiliación del objeto de estudio geográfico con el medio ambiente parte de considerar las influencias y relaciones que se producen entre los sistemas humanos y los sistemas naturales. Si bien, el interés de la Geografía va a dirigido a comprender la intervención del ser humano sobre el medio ecológico y viceversa, y no éste de manera aislada. Es su naturaleza híbrida lo que hace del concepto de espacio geográfico una herramienta fundamental para entender los fenómenos y conflictos de tipo ambiental, pues considera el medio ambiente como algo no exclusivamente reducido a su dimensión físicoecológica. Los modos de interrelación con el espacio, cada vez más intermediado por una racionalidad instrumental y por medios técnicos, reproducen en esencia los modos de interrelación con la naturaleza, pues en cierto modo, como afirma G. BERTRAND, “La naturaleza en geografía es ante todo espacio, un espacio cada vez menos natural y más antropizado”. La segunda cuestión alude al método, es decir, cómo abordar el estudio del “espacio geográfico”. La dificultad, en este caso, procede de la gran diversidad de enfoques y metodologías que han aparecido a lo largo de la evolución del pensamiento geográfico, a lo que se volverá en los siguientes apartados. Como consecuencia, el espacio ha sido definido en base a múltiples dimensiones26. De igual modo, esta heterogeneidad se observa a la hora de concretar y especificar la idea de espacio geográfico o una cualidad de éste y, en este sentido, se han definido diferentes variantes como la región, el lugar, el territorio, el paisaje o inclusive el geosistema. No obstante, si extraemos un proyecto originario y común en la Geografía ese sería su propósito holístico 27. Éste reside en ofrecer, mediante diversos estudios y enfoques metodológicos, un marco de reflexión global sobre el uso humano de la Tierra 28. 1.2. EL BINOMIO SER HUMANO-NATURALEZA MARCA EL ORIGEN Y DESARROLLO DE LA GEOGRAFÍA MODERNA El interés por comprender el complejo sistema ser humano- medio ha acompañado a la Geografía desde sus inicios como ciencia moderna29 e incluso se plantea mucho antes de que éste surgiera en la Ecología moderna30. HUMBOLDT, considerado el padre-fundador de la Geografía moderna, dotará de criterios refinados y sistemáticos el estudio de las relaciones hombre-naturaleza durante la primera mitad del siglo XIX y desde entonces quedará sujeto a los distintos paradigmas y escuelas de pensamiento que irán surgiendo en la disciplina geográfica. Las explicaciones y las metodologías vendrán condicionadas por la importancia que se le concede a cada uno de los elementos del binomio ser humano-medio. Esta importancia va a depender del sentido que tiene, para la vida social y para la explicación de los hechos humanos sobre la superficie terrestre, la idea de naturaleza en el mismo pensamiento geográfico. La Geografía constituye, así, un “barómetro” de los distintos sentidos de naturaleza que aparecen en el pensamiento, en la ciencia y en las obras culturales de Occidente. Incluso, como pone de manifiesto el geógrafo C. J. GLACKEN en su obra más conocida, “Huellas en la playa de Rodas”32, antes del siglo XIX ya podían encontrarse tres modos de concebir las relaciones ser humano-naturaleza en el pensamiento y la filosofía occidentales: La naturaleza con un designio, hecha con un propósito y poseedora de una armonía que afecta a todos sus seres y componentes. La naturaleza como una entidad que domina sobre las prácticas humanas. La naturaleza dominada por el ser humano y amoldada en función de su potencial técnico y exigencias materiales. Estas distintas versiones de la idea de naturaleza no actúan de modo excluyente y dan lugar a diferentes interpretaciones que se corresponden con sendas actitudes y comportamientos hacia el medio natural. Cabe señalar que estas perspectivas toman como centro de referencia al elemento humano34, ya sea como parte constitutiva de un orden y sentido de la naturaleza, como servidumbre a los aspectos físico-materiales o como agente que altera la naturaleza primigenia. En su conjunto estas tres formas de entender la relación ser humano-entorno constituyen lo que para D. ARNOLD supone el “paradigma ambientalista” que, en sus palabras, “nos brinda un modelo distintivo para entender y explicar el pasado humano”. La línea ambientalista pierde presencia a mediados del siglo XX por la emergencia y el mayor protagonismo del análisis espacial y corológico, si bien no queda del todo ocultado, pues muchos geógrafos, a raíz de la emergencia de la preocupación ecológica, seguirán trabajando en aspectos relacionados con la utilización y sobreexplotación de los recursos, los problemas de contaminación o los daños asociados a los procesos de desarrollo en distintos ámbitos. En los comienzos de la Geografía como disciplina científica (principios del siglo XIX) hay un interés por definir una explicación sistemática y coherente del mundo y de las razones que subyacen a las interacciones hombre-naturaleza. El enfoque holístico, el interés por la relación entre la totalidad y sus distintas partes y la utilización de la analogía, eran los rasgos característicos de esta “primera” Geografía, que en cierto modo transgrede las pautas del método científico cartesiano: analítico, seccionador y parcelario36. El mundo es visto, según el método analógico, como un sistema de correspondencias universales37, el cual permitirá descubrir las semejanzas y los contrastes, las regularidades e irregularidades, las simbiosis y los conflictos, los equilibrios y desequilibrios que otorgan diversidad y complejidad al espacio terrestre. En ello influyó, de manera notable, el aire de inspiración romántica en el que se encuadra la tradición geográfica, construida sobre una relación estrecha y recíproca entre objeto conocido y sujeto que conoce, en una inserción sentida y vivida del científico en el objeto de estudio. No en vano, como indica N. ORTEGA CANTERO, el “hombre –el sujeto– no es ajeno a ese sistema de correspondencias universales. El hombre participa de ellas”, y es por lo que la “analogía es el espejo que permite reflejar su propia conciencia individual”. Estas actitudes y cualidades intelectuales se encarnan en la figura de ALEXANDER VON HUMBOLDT (1769-1859). Los fundamentos de esta Geografía se construyen a partir de la obtención de un conocimiento holístico y global del mundo y sobre un método de estudio que es, a la vez de racional y empírico, afectivo, sin perder rigor y sistematización en el análisis. De todas estas actitudes y enfoques nacían brillantes explicaciones ordenadas, sintéticas e integradoras, como la obra cumbre de HUMBOLDT, “Cosmos” (1845), en el que se aborda, en palabras de su autor, “el conocimiento de la conexión que existe entre las fuerzas de la naturaleza y el sentimiento íntimo de su mutua dependencia”. Este carácter ambicioso e integrador que refleja dicha obra, pretendiendo “la reunión de cuanto llena el espacio, desde las más lejanas nebulosas hasta los ligeros tejidos de materia vegetal, repartidos según los climas, que tapizan y coloran diversamente las rocas”, sería probablemente considerada, a día de hoy, como de extemporánea, por no ajustarse al modo convencional o dominante actualmente de investigación científica. La figura de HUMBOLDT va más allá del interés geográfico, pues es considerado el último hombre enciclopédico de la cultura universal influyendo en el desarrollo de las distintas disciplinas científicas. La Geografía humboldtiana se aproxima a la idea de la naturaleza como un todo armónico, del cual el ser humano es parte integrante y participante de él. Si el interés de HUMBOLDT se centró prioritariamente en el conocimiento natural (geografía física), sin desdeñar importantes referencias a los rasgos humanos del medio geográfico, C. R ITTER (1779-1859) continuará con esta línea integradora y holística pero lo hace acentuando más los hechos sociales, mediante un enfoque más antropocéntrico. RITTER intentará hallar leyes universales y regularidades en las relaciones entre los fenómenos naturales y las actividades históricas, pero se encontrará con el serio obstáculo de que el conocimiento de los fenómenos humanos no se ajustaba al modelo conceptual y metodológico empleado en las ciencias físicas y naturales 45. Comienza, de esta manera, a plantearse la dicotomía entre conocimientos físico-naturales y conocimientos socio-culturales, que marcará las distintas etapas de la evolución del pensamiento geográfico y que aún prevalece en la Geografía contemporánea. Son varios los autores que, sin embargo, coinciden en señalar estos estudios como un hecho aislado respecto a lo que posteriormente dirigirá el desarrollo de la Geografía moderna. Para H. CAPEL, la relación entre el proyecto de investigación científica de HUMBOLDT y lo que se entendía por geografía en el siglo XVIII no está muy clara. Para J. ORTEGA VALCÁRCEL, “las propuestas de Humboldt y Ritter no cristalizan como tales… son fenómenos aislados, y se vinculan más al final de una tradición cultural que a la fundación de la geografía moderna”. Digamos que la imagen dominante de geografía por aquel entonces (una imagen que no ha terminado de desaparecer) era la de una concepción descriptiva y cartográfica, reducida a menudo a la simple localización en el espacio de elementos y fenómenos de índole natural o humana. A este hecho hay que añadir que HUMBOLDT concedió una mínima atención a la justificación de la línea ambiental y que resalta tanto o más este enfoque como el corológico- espacial. Pese a ello, no se puede desdeñar que los trabajos de HUMBOLDT y RITTER impregnan y marcan el inicio de la Geografía moderna como un conocimiento generalista e integrador, valores que han acompañado regularmente a los estudios geográficos elaborados hasta la fecha. El intento de definir un modelo explicativo, coherente con el método científico-positivista y que integrara, en un mismo corpus conceptual y metodológico, los fenómenos físico-naturales y los hechos sociales, llevarán a la sistematización de sus relaciones bajo preceptos deterministas (segunda mitad del siglo XIX). Este período del pensamiento geográfico estará caracterizado por una versión de la naturaleza en la que ésta aparece como una fuerza dominadora que marca los límites al desarrollo de las sociedades, estando éstas sujetas a sus designios. La teoría de la evolución sirvió como marco interpretativo para las tesis deterministas y también con fines ideológicos muy particulares. F. RATZEL (1844-1904) constituye el máximo exponente de una primera Geografía Humana, en la que intentará hallar causalidades entre los factores naturales y los procesos sociales y económicos que tienen lugar sobre el espacio geográfico. Pero lo cierto es que sus seguidores (entre los que destacan, ELLEN CHURCHILL SEMPLE y E. HUNTINGTON) serán aún más radicales en la determinación de dichas relaciones de causalidad, al extremo de establecer diferenciaciones en los rasgos fisiológicos, intelectuales y técnicos entre pueblos y civilizaciones humanas, atribuidas al peso de los factores climáticos y orográficos. Esto ofrecerá argumentos que sirvieron para legitimar, mediante el rigor y objetividad del análisis científico, los desequilibrios socioeconómicos entre regiones y el dominio-superioridad de unos pueblos sobre otros. Bajo el mismo fondo ideológico, la rígida aplicación de la teoría de la evolución al estudio de los procesos sociales permitirá construir la idea de progreso material e intelectual de la humanidad (siempre unilineal y ascendente) como ley que regula los acontecimientos históricos según la perspectiva de Occidente. Este momento (último tercio del siglo XIX) coincide con el inicio de la institucionalización de la Geografía en academias y escuelas nacionales y la ubicación de la Geografía dentro del conjunto general de las enseñanzas y de los ámbitos de investigación (con la aparición de las primeras cátedras universitarias). Se producen disidencias en el seno interno de la Geografía, como la de aquellos geógrafos más interesados en el estudio del medio físico, que reivindican para ésta un estatuto exclusivo de ciencia natural. Se inicia así una línea de divergencia entre una geografía física y otra de perfil más humano, y una tendencia a la especialización como forma de perseguir la cientificidad dentro del conjunto de las ciencias dedicadas al estudio de la Tierra. La mayoría de los geógrafos físicos se ocuparán o centrarán su interés en algún elemento del medio físico. Sin rechazar la finalidad generalizadora confían, a partir de observaciones y estudios de campo, en extraer un modelo mediante el cual puedan dar explicación al complejo físico-natural del espacio geográfico. Destacan especialmente el modelo de W. M. DAVIS (1850-1934) dirigido a explicar la génesis y evolución de las formas en la superficie terrestre (geomorfología). Dentro de este esquema general en el que se inscribe la Geografía, con el fin de ajustarse al proyecto científico decimonónico, surgen excepciones notables dirigidas a resaltar la dimensión ética en las relaciones entre naturaleza y naturaleza humana y que merecen ser consideradas, pues suponen, de algún modo, el inicio de una preocupación ecológica dentro de la propia Geografía. En esta tendencia se inscribe la corriente anarquista y las formulaciones de P. K ROPOTKIN (1842- 1921) y ELISÉE RECLUS (1830-1905). La aceptación de la teoría evolucionista por esta corriente servirá no para enfatizar en determinismos radicales o en el peso de lo físico sobre lo humano, sino más bien como oportunidad para conseguir un entendimiento integrador de los hechos naturales y los hechos humanos. Estos estudios están impregnados de un sentido ético que sorprenden al anticipar muchos de los ideales que luego serán recuperados por la preocupación ecológica actual. B. G IBLIN considera que los geógrafos anarquistas vienen a ser ecólogos antes de tiempo, “puesto que han demostrado que la Tierra es un planeta viviente donde las acciones humanas tienen efectos negativos y/o positivos y éstos dependen, entre otros, del sistema político y económico dentro de los cuales tienen lugar”. Así, se propugna que entre el ser humano y la naturaleza deban existir relaciones armónicas, como medio para que el ser humano encuentre la razón misma de su libertad: en palabras de RECLÚS, “La libertad humana sólo puede encontrarse garantizada y potenciada cuando el hombre sabe integrarse armónicamente en un orden natural que no tienen sino a apoyar, cuando no se le violenta, sus legítimas aspiraciones de libertad”. Esto prueba que, si bien, las obras del propio R ECLÚS contenían argumentos que pueden ser tildados de deterministas, al considerar, por ejemplo, la acción del medio sobre las diferencias etnológicas y raciales en distintos pueblos, la ideología anarquista y sus principios de defensa de la emancipación del individuo (especialmente hacia el Estado) llevarían a considerar una relación ser humano-medio más equilibrada, en la que las influencias son, más bien, recíprocas. El mismo RECLÚS otorgaba al conocimiento geográfico una utilidad social y un sentido crítico, pues consideraba que éste permitiría acabar con los desequilibrios existentes entre seres humanos por su desigual acceso a los recursos 59. Consideraba que el peso de este problema recaía, especialmente, en el dominio de unas relaciones sociales y explotadoras que conducían a tales desequilibrios. KROPOTKIN, en su obra “El apoyo mutuo” (1890-96), reacciona a los planteamientos del darwinismo social, y tras estudiar casos de comunidades de animales y de comunidades humanas en diferentes épocas históricas y niveles de desarrollo, concluye en un hecho que luego ha sido reavivado por el movimiento ecologista: la cooperación y la ayuda son tan importantes o más que la competencia en la evolución y proliferación de la vida y de la vida humana, en particular60. De ahí se extrae la idea de un proyecto político (anarquismo) basado en estos valores. A esta misma línea de preocupación por el uso humano de la naturaleza, pero con un propósito más acádemico, se adhiere los estudios de G. PERKINS MARSH (1801-1882) y de un modo especial su principal obra, “Man and Nature” (1864). Puede ser considerado como el primer gran diagnóstico que, desde una perspectiva global, evaluaba la huella ecológica del ser humano sobre la Tierra61. La finalidad de este diagnóstico no era, simplemente, mostrar altas dotes de erudición sobre el tema, sino también reflexionar y concienciar en términos globales sobre el impacto que el ser humano estaba infringiendo en la naturaleza y los riesgos que conllevan. Se ha de resaltar que la época en la que se encuadra este estudio coincide con la percepción de los primeros impactos significativos a causa del proceso de industrialización y de la intensificación de la actividad agro-ganadera, tanto en Europa, como de un modo especial en EEUU, donde brotará el movimiento conservacionista a finales del siglo XIX. Aunque MARSH no era geógrafo de formación 62, cierto es que la metodología empleada en “Man and Nature” reflejaba la pretensión holística, sintética y analógica que caracterizaba la Geografía ambientalista. Este enfoque lo aplicó al tratar de explicar y clasificar los impactos ambientales, apoyándose en un amplio trabajo de campo sobre lugares concretos. Es decir, MARSH se interesó antes por la integración que por la especialización, sobre la base de un enorme volumen de datos e informaciones que le permitieron extraer argumentos más sólidos. Como apunta en la introducción de dicha obra el propio MARSH, el objetivo era demostrar la necesidad de restaurar las “armonías truncadas”63 entre el ser humano y su medio físico, apuntando nociones claves sobre la idea de límites a la explotación de la naturaleza y sobre la sostenibilidad en el uso de los recursos naturales. D. S AURÍ I PUJOL señala que MARSH fue pionero dentro del ambientalismo geográfico al “rechazar con vehemencia la posición de contemplar al ser humano como un ser a merced de la naturaleza” 64, si bien en este caso para enfatizar los males que conllevaba el uso indiscriminado de la misma. Los estudios que evidenciaban una preocupación creciente por el uso humano de la naturaleza tenían, sin embargo, un carácter marginal en la Geografía decimonónica 65. La importancia y relevancia que adquirió la obra de MARSH, así como la alcanzada por otros estudios sobre impactos ambientales, sin olvidar el componente ético que la Geografía anarquista advertía en las relaciones ser humano-naturaleza fueron, desgraciadamente, inversamente proporcional al interés que llegaron a despertar en su momento e, incluso, a su repercusión en la evolución posterior del pensamiento geográfico. No obstante, podríamos destacar el guiño que con posterioridad hacer a este tipo de trabajos el Simposio “Man’s Role in Changing the Face of the Earth” (1955), por impulso, entre otros, del geógrafo CARL SAUER, del que hablaremos más adelante. Una de las razones que explican el escaso eco de este tipo de estudios es su frecuente y exagerada adscripción con aquellos de corte más determinista. En el transcurso del siglo XIX al siglo XX aparecerá una reacción a los planteamientos positivistas y evolucionistas que afectará al estudio de las relaciones ser humano-naturaleza dentro del pensamiento geográfico. Una de los factores de dicha reacción fue el rechazo al propósito universalista del positivismo evolucionista66 . La aplicación del evolucionismo al estudio de los hechos sociales suponía la afirmación de la existencia de una normalidad histórica (ley evolutiva universal) que llegaba a ser contradictoria e inadecuada con la diversidad sociocultural del género humano, como así lo mostraban los resultados de investigaciones empíricas67. Esto provocará que la brecha entre el conocimiento de los fenómenos físico-naturales y los hechos sociales se vaya haciendo más acusada. Junto a lo anterior, comienza a experimentarse un proceso de especialización a raíz de la aplicación del método científico analítico que afectará sobre todo al estudio del medio natural. Surgen así estudios geográficos que tendrán como temática central elementos y fenómenos concretos del medio físico, lo cual los aproximará al ámbito epistemológico de otras ciencias de la Tierra con temáticas más restringidas y con amplio recorrido en ellas. Todos estos factores supondrán obstáculos para propiciar la continuidad de la línea ambientalista dentro de la Geografía, al manejar los aspectos físico-naturales y los humanos por separado. Más allá aún, suponía una amenaza para la misma continuidad de la disciplina. En este contexto, surgen nuevas perspectivas que tratan de dotar a la Geografía de un armazón conceptual y metodológico unificador que ejerciera de argamasa o de ligazón entre las distintas especializaciones, las cuales amenazaban por fragmentar internamente la disciplina. El rechazo a una aplicación rígida de la teoría evolucionista y a los principios deterministas supondrá conceder más importancia a la acción humana a la hora de interpretar el medio geográfico. Ésta será la intención de la corriente regionalista, con P. VIDAL DE LA BLACHE (1845-1918) como principal impulsor. Según esta perspectiva, el desarrollo de las sociedades no está determinado por las fuerzas de la naturaleza, sino más bien que el medio físico ofrece múltiples posibilidades a las que distintos grupos humanos acceden libremente en función de sus características técnicas, culturales e históricas (posibilismo). Estos principios dan lugar al desarrollo de una Geografía humana centrada en el estudio de las regiones, consideradas como unidades espaciales que cuentan con una cierta autonomía funcional. El propio VIDAL DE LA BLACHE enfatiza el carácter idiográfico de la Geografía al definirla como “la ciencia de los lugares”. Dicha perspectiva se opone a la aplicación de leyes generales en las ciencias sociales, “tanto por la «complejidad inabarcable» de los hechos que estudia, como por la impredictibilidad del comportamiento humano en función del libre albeldrío” 69. Se manifiesta así un interés por lo particular, por la diversidad sociocultural y por las relaciones históricas entre ser humano y medio, pues es el paso del tiempo el que ha permitido dotar de unidad e identidad a cada región geográfica. Los grupos humanos se adaptan a las condiciones del medio dando lugar a distintas culturas o géneros de vida que vienen a corresponder con singulares modos de uso y de representación de la naturaleza. En principio, ello sugiere un planteamiento que luego será retomado a raíz de la eclosión del discurso posmoderno: que la naturaleza tiene un componente relativo en (46)