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CAPÍTULO 1

GEOGRAFÍA Y MEDIO AMBIENTE


1.1. INTRODUCCIÓN: EL MEDIO AMBIENTE COMO OBJETO DE ESTUDIO
GEOGRÁFICO
El estudio de las mutuas relaciones entre ser humano y medio físico
constituye para P. HAGGETT una de las principales líneas de investigación en la
Geografía moderna, junto con el análisis espacial y el análisis regional.
 Análisis espacial: se abordan los procesos de interacción espacial y la
variación locacional de una propiedad o propiedades del espacio.
 Análisis ecológico: se estudian e interpretan las interrelaciones entre variables
humanas y variables ambientales.
 Análisis regional: se combinan los resultados de los análisis espacial y
ecológico, sobre la identificación de unidades regionales y se establecen
flujos y relaciones entre estas unidades regionales.
En esta dirección, E. ACKERMAN considera que el propósito básico de la
Geografía es “nada menos que la comprensión del enorme sistema que comprende
toda la humanidad y su medio ambiente natural sobre la superficie terrestre”12. R.
J. CHORLEY sitúa el estudio de estas relaciones sobre la variable espacial: “A mi
juicio, la Geografía se ocupa y preocupa de las manifestaciones espaciales
tangibles del contacto e intercambio continuado que mantienen el hombre y su
medio ambiente habitable”13. Para V. A. ANUCHIN la geografía “se ocupa del
sistema material que existe formando la esfera geográfica de la Tierra, como
medio ambiente para el desarrollo, real o potencial, de la sociedad humana,
juntamente con los aspectos materiales del desarrollo social que se expresan en
sus complejos regionales dentro del medio geográfico”.
P. GEORGE va más allá y considera al “medio ambiente” un objeto de
estudio propio de la Geografía:
“El problema del medio ambiente es fundamentalmente geográfico… hasta
el punto de que estaríamos tentados de definir la geografía como la ciencia del
medio ambiente humano ¿Acaso no estudia todo tipo de conexiones recíprocas
entre las agrupaciones humanas y su mediante?”
Esta afirmación es en cierto modo continuista con la propuesta que ya
hiciera HARLAN H. BARROWS en un famoso ensayo de 1923 acerca de “la
Geografía como Ecología Humana”:
“Las implicaciones del término «ecología humana» expresa de inmediato lo
que a mi modo de ver debe ser en el futuro el objetivo de la investigación
geográfica. La geografía deberá tratar de poner de manifiesto las relaciones que
existen entre los medios naturales y la distribución y actividades del hombre”
Estas declaraciones de renombrados geógrafos sirven para mostrar de inicio
que los aspectos relativos al medio ambiente y a las relaciones entre ser humano y
naturaleza no han sido ajenos a los estudios geográficos y, según algunos de ellos,
constituye la parte fundamental de la epistemología geográfica. Ahora bien,
convendría acudir, al menos de forma muy genérica, a dos cuestiones por las
cuales se define toda ciencia y que pueden ayudar a precisar en el tipo de afinidad
y relación que tiene la Geografía con el medio ambiente. Estas dos cuestiones
serían:
• El objeto de estudio.
• La forma de abordar este objeto, es decir, el método.
Respecto a la primera cuestión, este asunto no está, precisamente, del todo
claro. Así pueden encontrarse afirmaciones de geógrafos como M. SANTOS, uno
de los que más ha trabajado en la teoría y epistemología geográficas, que
consideran que la definición del objeto de estudio geográfico se ha dejado en
segundo plano Pese a ello, hay un consenso mayoritario en señalar que la
Geografía es una ciencia “espacial” o que toma en cuenta el análisis de los
fenómenos desde el punto de vista de su manifestación y relación con el espacio.
Habría que precisar, en consecuencia, qué tipo de fenómenos. De un modo
tautológico y quizá para evitar confusiones con otras ciencias que se han acercado
recientemente al espacio y a otras variantes de éste (región, lugar, etc.), se suele
hacer mención del “espacio geográfico” como el verdadero centro de interés
geográfico. Una cuestión que no ha evitado que también se hable simultáneamente
de “territorio” o de espacio “a secas” para hacer referencia a los mismos hechos.
Se trata de un concepto con el que facilitar el entendimiento de los procesos e
interacciones en la interfase ser humano - entorno. Es, como señala R.
GUREVICH, “la categoría más abstracta, resumen y expresión de la relación
sociedad - naturaleza”. Por ello, no es algo que pueda extraerse como tal de la
realidad: “representa una categoría teórica que no se confunde ni identifica con un
objeto externo a la propia geografía, existente al margen de ella”.
La característica fundamental del espacio geográfico es su naturaleza
híbrida. Por un lado, esta cualidad híbrida le viene dada por no prestarse a
conceptos y categorías puras, pues interrelaciona lo natural con lo cultural, con lo
cual el dualismo entre estos dos polos de la realidad se difumina y se hace más
confuso. Toda aproximación epistemológica a la relación entre ser humano y
naturaleza partiría, en principio, de constatar que son indisolubles
ontológicamente hablando. Como afirma M. SANTOS:
“En el mundo de hoy es a menudo imposible para el hombre común
distinguir, claramente, entre las obras de la naturaleza y las obras de los hombres e
indicar dónde termina lo puramente técnico y dónde comienza lo puramente
social”.
El espacio geográfico vendría formado así por la concurrencia de elementos
de diversa naturaleza y magnitud, tanto físicos como humanos23. Éstos no se
presentan de manera caótica, pues se trata de un espacio “organizado”. Es decir,
tras su parte físicomaterial –objetual– existe otra intangible –ideas, intenciones,
valores, acciones, prácticas– que subyace en la construcción de los objetos físicos
que constituyen el espacio geográfico. La construcción material y física del
espacio geográfico depende pues de una serie de intenciones, ideas o
racionalidades que lo dirigen y que se encuentran íntimamente relacionadas.
Es necesario trascender las habituales formas de pensar y de razonar sobre la
realidad, para ver estas intenciones como algo no exclusivo de las actitudes y
comportamientos humanos. La Biosfera, se mueve por “principios” y “lógicas”
sistémicas, holísticas, no-lineales, que combinan el orden con el caos, el equilibrio
con el desequilibrio, la simplicidad con la complejidad, cualidades que,
evidentemente, han sido observadas y definidas por la propia racionalidad
humana. Su funcionamiento viene a reproducir una “racionalidad ecológica” que
ordena y explica la distribución, jerarquía y composición de los sistemas físico-
ecológicos.
Por lo que respecta a los hechos humanos, las intenciones que subyacen en
las actitudes y pautas de construcción del medio humano, son muy heterogéneas y
responden a distintas racionalidades o modos de representación de la realidad.
Éstas se han dirigido a adecuar y transformar el medio físico en un medio
antropizado, con el fin de dar respuestas a requerimientos e intereses propios de
una comunidad o sociedad determinada. Como afirma M. SANTOS:
“La historia de las denominadas relaciones entre sociedad y naturaleza ha
sido, en todos los lugares habitados, la de la sustitución de un medio natural, dado
a una determinada sociedad, por un medio cada vez más artificial, es decir,
sucesivamente instrumentalizado por esa misma sociedad”.
En principio, la afiliación del objeto de estudio geográfico
con el medio ambiente parte de considerar las influencias y
relaciones que se producen entre los sistemas humanos y los
sistemas naturales. Si bien, el interés de la Geografía va a
dirigido a comprender la intervención del ser humano sobre el
medio ecológico y viceversa, y no éste de manera aislada. Es su
naturaleza híbrida lo que hace del concepto de espacio
geográfico una herramienta fundamental para entender los
fenómenos y conflictos de tipo ambiental, pues considera el
medio ambiente como algo no exclusivamente reducido a su
dimensión físicoecológica. Los modos de interrelación con el
espacio, cada vez más intermediado por una racionalidad
instrumental y por medios técnicos, reproducen en esencia los
modos de interrelación con la naturaleza, pues en cierto modo,
como afirma G. BERTRAND, “La naturaleza en geografía es ante
todo espacio, un espacio cada vez menos natural y más
antropizado”.
La segunda cuestión alude al método, es decir, cómo
abordar el estudio del “espacio geográfico”. La dificultad, en este
caso, procede de la gran diversidad de enfoques y metodologías
que han aparecido a lo largo de la evolución del pensamiento
geográfico, a lo que se volverá en los siguientes apartados.
Como consecuencia, el espacio ha sido definido en base a
múltiples dimensiones26. De igual modo, esta heterogeneidad se
observa a la hora de concretar y especificar la idea de espacio
geográfico o una cualidad de éste y, en este sentido, se han
definido diferentes variantes como la región, el lugar, el
territorio, el paisaje o inclusive el geosistema.
No obstante, si extraemos un proyecto originario y común
en la Geografía ese sería su propósito holístico 27. Éste reside en
ofrecer, mediante diversos estudios y enfoques metodológicos,
un marco de reflexión global sobre el uso humano de la Tierra 28.
1.2. EL BINOMIO SER HUMANO-NATURALEZA MARCA EL ORIGEN Y
DESARROLLO DE LA GEOGRAFÍA MODERNA
El interés por comprender el complejo sistema ser humano-
medio ha acompañado a la Geografía desde sus inicios como
ciencia moderna29 e incluso se plantea mucho antes de que éste
surgiera en la Ecología moderna30. HUMBOLDT, considerado el padre-fundador
de la Geografía moderna, dotará de criterios refinados y sistemáticos el estudio de
las relaciones hombre-naturaleza durante la primera mitad del siglo XIX y desde
entonces quedará sujeto a los distintos paradigmas y escuelas de pensamiento que
irán surgiendo en la disciplina geográfica. Las explicaciones y las metodologías
vendrán condicionadas por la importancia que se le concede a cada uno de los
elementos del binomio ser humano-medio. Esta importancia va a depender del
sentido que tiene, para la vida social y para la explicación de los hechos humanos
sobre la superficie terrestre, la idea de naturaleza en el mismo pensamiento
geográfico. La Geografía constituye, así, un “barómetro” de los distintos sentidos
de naturaleza que aparecen en el pensamiento, en la ciencia y en las obras
culturales de Occidente. Incluso, como pone de manifiesto el geógrafo C. J.
GLACKEN en su obra más conocida, “Huellas en la playa de Rodas”32, antes del
siglo XIX ya podían encontrarse tres modos de concebir las relaciones ser
humano-naturaleza en el pensamiento y la filosofía occidentales:
 La naturaleza con un designio, hecha con un propósito y poseedora de una
armonía que afecta a todos sus seres y componentes.
 La naturaleza como una entidad que domina sobre las prácticas humanas.
 La naturaleza dominada por el ser humano y amoldada en función de su
potencial técnico y exigencias materiales.
Estas distintas versiones de la idea de naturaleza no actúan de modo
excluyente y dan lugar a diferentes interpretaciones que se corresponden con
sendas actitudes y comportamientos hacia el medio natural. Cabe señalar que estas
perspectivas toman como centro de referencia al elemento humano34, ya sea
como parte constitutiva de un orden y sentido de la naturaleza, como servidumbre
a los aspectos físico-materiales o como agente que altera la naturaleza primigenia.
En su conjunto estas tres formas de entender la relación ser humano-entorno
constituyen lo que para D. ARNOLD supone el “paradigma ambientalista” que, en
sus palabras, “nos brinda un modelo distintivo para entender y explicar el pasado
humano”.
La línea ambientalista pierde presencia a mediados del siglo XX por la
emergencia y el mayor protagonismo del análisis espacial y corológico, si bien no
queda del todo ocultado, pues muchos geógrafos, a raíz de la emergencia de la
preocupación ecológica, seguirán trabajando en aspectos relacionados con la
utilización y sobreexplotación de los recursos, los problemas de contaminación o
los daños asociados a los procesos de desarrollo en distintos ámbitos.
En los comienzos de la Geografía como disciplina científica (principios del
siglo XIX) hay un interés por definir una explicación sistemática y coherente del
mundo y de las razones que subyacen a las interacciones hombre-naturaleza. El
enfoque holístico, el interés por la relación entre la totalidad y sus distintas partes
y la utilización de la analogía, eran los rasgos característicos de esta “primera”
Geografía, que en cierto modo transgrede las pautas del método científico
cartesiano: analítico, seccionador y parcelario36. El mundo es visto, según el
método analógico, como un sistema de correspondencias universales37, el cual
permitirá descubrir las semejanzas y los contrastes, las regularidades e
irregularidades, las simbiosis y los conflictos, los equilibrios y desequilibrios que
otorgan diversidad y complejidad al espacio terrestre. En ello influyó, de manera
notable, el aire de inspiración romántica en el que se encuadra la tradición
geográfica, construida sobre una relación estrecha y recíproca entre objeto
conocido y sujeto que conoce, en una inserción sentida y vivida del científico en
el objeto de estudio. No en vano, como indica N. ORTEGA CANTERO, el
“hombre –el sujeto– no es ajeno a ese sistema de correspondencias universales. El
hombre participa de ellas”, y es por lo que la “analogía es el espejo que permite
reflejar su propia conciencia individual”.
Estas actitudes y cualidades intelectuales se encarnan en la figura de
ALEXANDER VON HUMBOLDT (1769-1859). Los fundamentos de esta
Geografía se construyen a partir de la obtención de un conocimiento holístico y
global del mundo y sobre un método de estudio que es, a la vez de racional y
empírico, afectivo, sin perder rigor y sistematización en el análisis. De todas estas
actitudes y enfoques nacían brillantes explicaciones ordenadas, sintéticas e
integradoras, como la obra cumbre de HUMBOLDT, “Cosmos” (1845), en el que
se aborda, en palabras de su autor, “el conocimiento de la
conexión que existe entre las fuerzas de la naturaleza y el
sentimiento íntimo de su mutua dependencia”. Este carácter
ambicioso e integrador que refleja dicha obra, pretendiendo “la
reunión de cuanto llena el espacio, desde las más lejanas
nebulosas hasta los ligeros tejidos de materia vegetal, repartidos
según los climas, que tapizan y coloran diversamente las rocas”,
sería probablemente considerada, a día de hoy, como de
extemporánea, por no ajustarse al modo convencional o
dominante actualmente de investigación científica.
La figura de HUMBOLDT va más allá del interés geográfico,
pues es considerado el último hombre enciclopédico de la cultura
universal influyendo en el desarrollo de las distintas disciplinas
científicas. La Geografía humboldtiana se aproxima a la idea de
la naturaleza como un todo armónico, del cual el ser humano es
parte integrante y participante de él.
Si el interés de HUMBOLDT se centró prioritariamente en el
conocimiento natural (geografía física), sin desdeñar importantes
referencias a los rasgos humanos del medio geográfico, C. R ITTER
(1779-1859) continuará con esta línea integradora y holística
pero lo hace acentuando más los hechos sociales, mediante un
enfoque más antropocéntrico. RITTER intentará hallar leyes
universales y regularidades en las relaciones entre los
fenómenos naturales y las actividades históricas, pero se
encontrará con el serio obstáculo de que el conocimiento de los
fenómenos humanos no se ajustaba al modelo conceptual y
metodológico empleado en las ciencias físicas y naturales 45.
Comienza, de esta manera, a plantearse la dicotomía entre
conocimientos físico-naturales y conocimientos socio-culturales, que
marcará las distintas etapas de la evolución del pensamiento geográfico y que aún
prevalece en la Geografía contemporánea.
Son varios los autores que, sin embargo, coinciden en señalar estos estudios
como un hecho aislado respecto a lo que posteriormente dirigirá el desarrollo de la
Geografía moderna. Para H. CAPEL, la relación entre el proyecto de
investigación científica de HUMBOLDT y lo que se entendía por geografía en el
siglo XVIII no está muy clara. Para J. ORTEGA VALCÁRCEL, “las propuestas
de Humboldt y Ritter no cristalizan como tales… son fenómenos aislados, y se
vinculan más al final de una tradición cultural que a la fundación de la geografía
moderna”. Digamos que la imagen dominante de geografía por aquel entonces
(una imagen que no ha terminado de desaparecer) era la de una concepción
descriptiva y cartográfica, reducida a menudo a la simple localización en el
espacio de elementos y fenómenos de índole natural o humana. A este hecho hay
que añadir que HUMBOLDT concedió una mínima atención a la justificación de
la línea ambiental y que resalta tanto o más este enfoque como el corológico-
espacial.
Pese a ello, no se puede desdeñar que los trabajos de HUMBOLDT y
RITTER impregnan y marcan el inicio de la Geografía moderna como un
conocimiento generalista e integrador, valores que han acompañado regularmente
a los estudios geográficos elaborados hasta la fecha.
El intento de definir un modelo explicativo, coherente con el método
científico-positivista y que integrara, en un mismo corpus conceptual y
metodológico, los fenómenos físico-naturales y los hechos sociales, llevarán a la
sistematización de sus relaciones bajo preceptos deterministas (segunda mitad del
siglo XIX). Este período del pensamiento geográfico estará caracterizado por una
versión de la naturaleza en la que ésta aparece como una fuerza dominadora que
marca los límites al desarrollo de las sociedades, estando éstas sujetas a sus
designios. La teoría de la evolución sirvió como marco interpretativo para las tesis
deterministas y también con fines ideológicos muy particulares.
F. RATZEL (1844-1904) constituye el máximo exponente de
una primera Geografía Humana, en la que intentará hallar
causalidades entre los factores naturales y los procesos sociales
y económicos que tienen lugar sobre el espacio geográfico. Pero
lo cierto es que sus seguidores (entre los que destacan, ELLEN
CHURCHILL SEMPLE y E. HUNTINGTON) serán aún más radicales en la
determinación de dichas relaciones de causalidad, al extremo de
establecer diferenciaciones en los rasgos fisiológicos,
intelectuales y técnicos entre pueblos y civilizaciones humanas,
atribuidas al peso de los factores climáticos y orográficos. Esto
ofrecerá argumentos que sirvieron para legitimar, mediante el
rigor y objetividad del análisis científico, los desequilibrios
socioeconómicos entre regiones y el dominio-superioridad de
unos pueblos sobre otros. Bajo el mismo fondo ideológico, la
rígida aplicación de la teoría de la evolución al estudio de los
procesos sociales permitirá construir la idea de progreso material
e intelectual de la humanidad (siempre unilineal y ascendente)
como ley que regula los acontecimientos históricos según la
perspectiva de Occidente.
Este momento (último tercio del siglo XIX) coincide con el
inicio de la institucionalización de la Geografía en academias y
escuelas nacionales y la ubicación de la Geografía dentro del
conjunto general de las enseñanzas y de los ámbitos de
investigación (con la aparición de las primeras cátedras
universitarias). Se producen disidencias en el seno interno de la
Geografía, como la de aquellos geógrafos más interesados en el
estudio del medio físico, que reivindican para ésta un estatuto
exclusivo de ciencia natural. Se inicia así una línea de
divergencia entre una geografía física y otra de perfil más
humano, y una tendencia a la especialización como forma de
perseguir la cientificidad dentro del conjunto de las ciencias
dedicadas al estudio de la Tierra. La mayoría de los geógrafos
físicos se ocuparán o centrarán su interés en algún elemento del
medio físico. Sin rechazar la finalidad generalizadora confían, a
partir de observaciones y estudios de campo, en extraer un
modelo mediante el cual puedan dar explicación al complejo
físico-natural del espacio geográfico. Destacan especialmente el
modelo de W. M. DAVIS (1850-1934) dirigido a explicar la génesis
y evolución de las formas en la superficie terrestre
(geomorfología).
Dentro de este esquema general en el que se inscribe la
Geografía, con el fin de ajustarse al proyecto científico
decimonónico, surgen excepciones notables dirigidas a resaltar
la dimensión ética en las relaciones entre naturaleza y
naturaleza humana y que merecen ser consideradas, pues
suponen, de algún modo, el inicio de una preocupación ecológica
dentro de la propia Geografía. En esta tendencia se inscribe la
corriente anarquista y las formulaciones de P. K ROPOTKIN (1842-
1921) y ELISÉE RECLUS (1830-1905). La aceptación de la teoría
evolucionista por esta corriente servirá no para enfatizar en
determinismos radicales o en el peso de lo físico sobre lo
humano, sino más bien como oportunidad para conseguir un
entendimiento integrador de los hechos naturales y los hechos
humanos. Estos estudios están impregnados de un sentido ético
que sorprenden al anticipar muchos de los ideales que luego
serán recuperados por la preocupación ecológica actual. B. G IBLIN
considera que los geógrafos anarquistas vienen a ser ecólogos
antes de tiempo, “puesto que han demostrado que la Tierra es
un planeta viviente donde las acciones humanas tienen efectos
negativos y/o positivos y éstos dependen, entre otros, del
sistema político y económico dentro de los cuales tienen lugar”.
Así, se propugna que entre el ser humano y la naturaleza
deban existir relaciones armónicas, como medio para que el ser
humano encuentre la razón misma de su libertad: en palabras de
RECLÚS,
“La libertad humana sólo puede encontrarse garantizada y
potenciada cuando el hombre sabe integrarse armónicamente en un
orden natural que no tienen sino a apoyar, cuando no se le violenta,
sus legítimas aspiraciones de libertad”.
Esto prueba que, si bien, las obras del propio R ECLÚS
contenían argumentos que pueden ser tildados de deterministas,
al considerar, por ejemplo, la acción del medio sobre las
diferencias etnológicas y raciales en distintos pueblos, la
ideología anarquista y sus principios de defensa de la
emancipación del individuo (especialmente hacia el Estado)
llevarían a considerar una relación ser humano-medio más
equilibrada, en la que las influencias son, más bien, recíprocas.
El mismo RECLÚS otorgaba al conocimiento geográfico una
utilidad social y un sentido crítico, pues consideraba que éste
permitiría acabar con los desequilibrios existentes entre seres
humanos por su desigual acceso a los recursos 59. Consideraba
que el peso de este problema recaía, especialmente, en el
dominio de unas relaciones sociales y explotadoras que
conducían a tales desequilibrios.
KROPOTKIN, en su obra “El apoyo mutuo” (1890-96), reacciona
a los planteamientos del darwinismo social, y tras estudiar casos
de comunidades de animales y de comunidades humanas en
diferentes épocas históricas y niveles de desarrollo, concluye en
un hecho que luego ha sido reavivado por el movimiento
ecologista: la cooperación y la ayuda son tan importantes o más
que la competencia en la evolución y proliferación de la vida y de
la vida humana, en particular60. De ahí se extrae la idea de un
proyecto político (anarquismo) basado en estos valores.
A esta misma línea de preocupación por el uso humano de la
naturaleza, pero con un propósito más acádemico, se adhiere los
estudios de G. PERKINS MARSH (1801-1882) y de un modo especial
su principal obra, “Man and Nature” (1864). Puede ser
considerado como el primer gran diagnóstico que, desde una
perspectiva global, evaluaba la huella ecológica del ser humano
sobre la Tierra61. La finalidad de este diagnóstico no era,
simplemente, mostrar altas dotes de erudición sobre el tema,
sino también reflexionar y concienciar en términos globales
sobre el impacto que el ser humano estaba infringiendo en la
naturaleza y los riesgos que conllevan. Se ha de resaltar que la
época en la que se encuadra este estudio coincide con la
percepción de los primeros impactos significativos a causa del
proceso de industrialización y de la intensificación de la actividad
agro-ganadera, tanto en Europa, como de un modo especial en
EEUU, donde brotará el movimiento conservacionista a finales
del siglo XIX.
Aunque MARSH no era geógrafo de formación 62, cierto es que
la metodología empleada en “Man and Nature” reflejaba la
pretensión holística, sintética y analógica que caracterizaba la
Geografía ambientalista. Este enfoque lo aplicó al tratar de
explicar y clasificar los impactos ambientales, apoyándose en un
amplio trabajo de campo sobre lugares concretos. Es decir,
MARSH se interesó antes por la integración que por la
especialización, sobre la base de un enorme volumen de datos e
informaciones que le permitieron extraer argumentos más
sólidos. Como apunta en la introducción de dicha obra el propio
MARSH, el objetivo era demostrar la necesidad de restaurar las
“armonías truncadas”63 entre el ser humano y su medio físico,
apuntando nociones claves sobre la idea de límites a la
explotación de la naturaleza y sobre la sostenibilidad en el uso
de los recursos naturales. D. S AURÍ I PUJOL señala que MARSH fue
pionero dentro del ambientalismo geográfico al “rechazar con
vehemencia la posición de contemplar al ser humano como un
ser a merced de la naturaleza” 64, si bien en este caso para
enfatizar los males que conllevaba el uso indiscriminado de la
misma.
Los estudios que evidenciaban una preocupación creciente
por el uso humano de la naturaleza tenían, sin embargo, un
carácter marginal en la Geografía decimonónica 65. La importancia
y relevancia que adquirió la obra de MARSH, así como la
alcanzada por otros estudios sobre impactos ambientales, sin
olvidar el componente ético que la Geografía anarquista advertía
en las relaciones ser humano-naturaleza fueron,
desgraciadamente, inversamente proporcional al interés que
llegaron a despertar en su momento e, incluso, a su repercusión
en la evolución posterior del pensamiento geográfico. No
obstante, podríamos destacar el guiño que con posterioridad
hacer a este tipo de trabajos el Simposio “Man’s Role in
Changing the Face of the Earth” (1955), por impulso, entre otros,
del geógrafo CARL SAUER, del que hablaremos más adelante. Una
de las razones que explican el escaso eco de este tipo de
estudios es su frecuente y exagerada adscripción con aquellos de
corte más determinista.
En el transcurso del siglo XIX al siglo XX aparecerá una
reacción a los planteamientos positivistas y evolucionistas que
afectará al estudio de las relaciones ser humano-naturaleza
dentro del pensamiento geográfico. Una de los factores de dicha
reacción fue el rechazo al propósito universalista del positivismo
evolucionista66 . La aplicación del evolucionismo al estudio de los
hechos sociales suponía la afirmación de la existencia de una
normalidad histórica (ley evolutiva universal) que llegaba a ser
contradictoria e inadecuada con la diversidad sociocultural del
género humano, como así lo mostraban los resultados de
investigaciones empíricas67. Esto provocará que la brecha entre
el conocimiento de los fenómenos físico-naturales y los hechos
sociales se vaya haciendo más acusada. Junto a lo anterior,
comienza a experimentarse un proceso de especialización a raíz
de la aplicación del método científico analítico que afectará sobre
todo al estudio del medio natural.
Surgen así estudios geográficos que tendrán como temática
central elementos y fenómenos concretos del medio físico, lo
cual los aproximará al ámbito epistemológico de otras ciencias
de la Tierra con temáticas más restringidas y con amplio
recorrido en ellas. Todos estos factores supondrán obstáculos
para propiciar la continuidad de la línea ambientalista dentro de
la Geografía, al manejar los aspectos físico-naturales y los
humanos por separado. Más allá aún, suponía una amenaza para
la misma continuidad de la disciplina.
En este contexto, surgen nuevas perspectivas que tratan de
dotar a la Geografía de un armazón conceptual y metodológico
unificador que ejerciera de argamasa o de ligazón entre las
distintas especializaciones, las cuales amenazaban por
fragmentar internamente la disciplina. El rechazo a una
aplicación rígida de la teoría evolucionista y a los principios
deterministas supondrá conceder más importancia a la acción
humana a la hora de interpretar el medio geográfico. Ésta será la
intención de la corriente regionalista, con P. VIDAL DE LA BLACHE
(1845-1918) como principal impulsor. Según esta perspectiva, el
desarrollo de las sociedades no está determinado por las fuerzas
de la naturaleza, sino más bien que el medio físico ofrece
múltiples posibilidades a las que distintos grupos humanos
acceden libremente en función de sus características técnicas,
culturales e históricas (posibilismo). Estos principios dan lugar al
desarrollo de una Geografía humana centrada en el estudio de
las regiones, consideradas como unidades espaciales que
cuentan con una cierta autonomía funcional.
El propio VIDAL DE LA BLACHE enfatiza el carácter idiográfico de
la Geografía al definirla como “la ciencia de los lugares”. Dicha
perspectiva se opone a la aplicación de leyes generales en las
ciencias sociales, “tanto por la «complejidad inabarcable» de los
hechos que estudia, como por la impredictibilidad del
comportamiento humano en función del libre albeldrío” 69. Se
manifiesta así un interés por lo particular, por la diversidad
sociocultural y por las relaciones históricas entre ser humano y
medio, pues es el paso del tiempo el que ha permitido dotar de
unidad e identidad a cada región geográfica. Los grupos
humanos se adaptan a las condiciones del medio dando lugar a
distintas culturas o géneros de vida que vienen a corresponder
con singulares modos de uso y de representación de la
naturaleza.
En principio, ello sugiere un planteamiento que luego será
retomado a raíz de la eclosión del discurso posmoderno: que la
naturaleza tiene un componente relativo en (46)

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