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Trabajo informativo

El golpe de Estado

El 24 de marzo de 1976 no fue un día más en la historia argentina. En esa fecha las Fuerzas
Armadas de nuestro país usurparon el gobierno y derrocaron a la entonces presidenta
constitucional María Estela Martínez de Perón. Del mismo modo destituyeron a los
gobernadores de las provincias, disolvieron el Congreso Nacional y las Legislaturas
Provinciales, removieron a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y anularon las
actividades gremiales como así también la de los partidos políticos. En suma clausuraron
las instituciones fundamentales de la vida democrática.
La Constitución Nacional –es decir, la ley de leyes de la República Argentina–, dejó de
regir la vida política del país y los ciudadanos quedaron subordinados a las normas
establecidas por los militares. Se inició entonces una dictadura que se instaló en el gobierno
por la fuerza, por medio de lo que se denomina golpe de Estado. El gobierno de facto
estuvo integrado por una Junta Militar que reunía a los máximos jefes de las tres Fuerzas
Armadas: el ex general Jorge Rafael Videla por el Ejército, el ex almirante Emilio Eduardo
Massera por la Marina y el ex brigadier Orlando Ramón Agosti por la Aeronáutica.
El golpe de 1976 fue el último pero no el único. Desde 1930 nuestro país había sufrido
sucesivas interrupciones del orden democrático. La supresión de los gobiernos elegidos por
el pueblo, la represión de los conflictos que surgían entre distintos sectores sociales y la
apelación a la violencia habían sido, lamentablemente, bastante frecuentes desde esa fecha.
Sin embargo, la dictadura que se inició en 1976 tuvo características inéditas, recibiendo el
nombre de terrorismo de Estado.
Algunos ciudadanos e investigadores prefieren hablar de golpe cívico-militar. ¿Por qué?
Porque entienden que los militares no actuaron solos ni por su cuenta. La decisión de tomar
el gobierno contaba con la adhesión de diversos grupos de la sociedad (sectores con gran
poder económico, grupos conservadores, algunos medios de comunicación aines) que
entendían que una dictadura era necesaria para organizar el país.
De este modo, a la vez que se desarrollaban acciones de control, disciplina y violencia
nunca vistas sobre la sociedad, se tomaban decisiones económicas que privilegiaban el
ingreso de bienes y mercancías desde el exterior por sobre la producción de nuestro país.
Así miles de trabajadores de nuestras fábricas perdieron su trabajo debido a que la industria
nacional no podía producir productos a un precio similar o menor a los importados. Este
proceso fue acompañado por una campaña publicitaria que intentaba convencer a la
población de que la industria argentina era mala, de baja calidad y asociaba  a lo venido de
afuera con lo bueno, lo interesante, lo deseado, ocultando que en esa decisión miles de
argentinos quedaban sin trabajo y muchas familias perdían su salario y pasaban entonces a
ser pobres.
A la vez, los sucesivos miembros de la Junta Militar y diversas empresas asociadas
solicitaron grandes sumas de dinero al exterior en carácter de préstamos. Ese dinero
incrementó la deuda externa del país de una manera inédita: de 8 mil a 43 mil millones de
dólares que se convirtió por decisión de la misma dictadura, en deuda pública, es decir en
deuda que debieron pagar todos los argentinos.
Por otra parte se tomaron distintas medidas financieras y administrativas que hicieron que
el Estado iniciara un período de desinversión en salud, educación y vivienda con efectos
muy importantes en el empeoramiento de las condiciones de vida de la gente: aumento de
la pobreza e inicio de lo que hoy denominamos exclusión social. Es decir, se inició el
proceso por el cual muchos hombres y mujeres no encontraban trabajo porque no había
fábricas ni instituciones que necesitaran trabajadores y por lo tanto no podían cubrir sus
necesidades básicas.

Detenidos-desaparecidos

En 1979, en una entrevista periodística, el dictador Jorge Rafael Videla dijo una frase que
con el tiempo se volvió tristemente célebre: «Le diré que frente al desaparecido en tanto
este como tal, es una incógnita, mientras sea desaparecido  no  puede  tener  tratamiento 
especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo… Está desaparecido» (1). La
palabra  «desaparecido»,  tanto en Argentina como en el exterior, se asocia directamente
con  la  dictadura  de  1976,  ya  que  el  terror  estatal tuvo  como uno  de  sus  principales 
mecanismos  la desaparición sistemática de personas.
El  término  «desaparecido» hace  referencia,  en primer lugar, a aquellas personas que
fueron víctimas del dispositivo del  terror estatal, que  fueron secuestradas, torturadas  y, 
finalmente,  asesinadas por  razones políticas y cuyos cuerpos nunca  fueron entregados a
sus deudos  y,  en  su  gran  mayoría,  todavía  permanecen desaparecidos.
Otras dictaduras de Latinoamérica y el mundo también secuestraron, torturaron y
asesinaron por razones políticas, pero no todas ellas produjeron un dispositivo como la
desaparición de personas y el borra miento de las huellas del crimen. Lo específico del
terrorismo estatal argentino residió en que la secuencia sistematizada que consistía en
secuestrar-torturar-asesinar descansaba  sobre  una matriz  cuya  finalidad  era  la 
sustracción de la identidad de la víctima. Como la identidad de una persona es lo que define
su humanidad, se puede afirmar que la consecuencia radical que tuvo el terrorismo de
Estado a través de los centros clandestinos de detención fue la sustracción de la identidad
de los detenidos, es decir, de aquello que los definía como humanos.
Para  llevar adelante esta sustracción, el  terrorismo de Estado implementó en los campos
de concentración una metodología específica que consistía en disociar a las  personas  de 
sus  rasgos  identitarios  (se  las  encapuchaba y se  les asignaba un número en  lugar de su
nombre); mantenerlas incomunicadas; sustraerles a sus hijos  bajo  la  idea  extrema  de 
que  era  necesario  interrumpir  la  transmisión de  las  identidades  y, por último,
adueñarse hasta de sus propias muertes.
Los captores no sólo se apropiaban de  la decisión de acabar con la vida de los cautivos sino
que, al privarlos de  la posibilidad del entierro,  los estaban privando de  la posibilidad de 
inscribir  la muerte dentro de  una historia más global que  incluyera  la historia misma de
la persona asesinada, la de sus familiares y la de la comunidad a la que pertenecía. Por esta
última razón, podemos decir que la figura del desaparecido encierra la pretensión más
radical de la última dictadura: adueñarse de la vida de las personas a partir de la sustracción
de sus muertes.
Por  eso,  cada  acto  de  los  cautivos  tendientes  a restablecer su propia  identidad y a
vincularse con  los otros en situación de encierro  resultó una  resistencia fundamental  a  la
política de desaparición.  Lo mismo ocurre cada vez que se  localiza a un niño apropiado,
hoy  adulto,  y  cada  vez  que  se  restituye  la  identidad y  la  historia  de  un 
desaparecido.  El  Equipo  Argentino de Antropología Forense (EAAF) se destacó desde
muy  temprano en  la búsqueda e  identificación de  los cuerpos de  los desaparecidos que 
fueron enterrados como NN. El EAAF posee un banco de datos que, en este momento,
articulado con el Estado nacional, continúa permitiendo el encuentro entre los familiares y
los cuerpos de las víctimas.
Estas,  son  formas  de  incorporar  a  los  desaparecidos  a  la  vida  y  a  la  historia  de  la 
comunidad,  son modos de  torcer ese destino que, según  las palabras de Videla, era sólo
una «incógnita».
La declaración de Videla está tomada de Noemí Ciollaro, Pájaros sin luz,  Buenos Aires,
Planeta, 1999. Fue  reproducida en  los medios de comunicación el 14 de diciembre de
1979.
Noche de los lápices

El 16 de septiembre es una fecha que, además de haber sido fijada en el calendario escolar
por diferentes legislaciones, debe su impulso a quienes la sintieron como propia desde la
recuperación de la democracia: los estudiantes.
Este día, que recuerda un hecho represivo conocido como La Noche  de los Lápices, trae a
la memoria a un grupo de jóvenes estudiantes secundarios  que fueron secuestrados por la
última dictadura (1976 – 1983) en la ciudad de La Plata. La fecha es hoy un aniversario de
alcance nacional y el suceso es conocido mundialmente porque en él se sintetizan muchos
de los elementos más profundos de las memorias sobre el terrorismo de Estado y porque se
trata de un hecho que atacó centralmente a los jóvenes.
Constituye un hito de la memoria social por el valor que tiene para reflexionar acerca de la
construcción de esa memoria y sus transformaciones en función de los cambios del
presente.
A mediados de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata un grupo de estudiantes
secundarios fue secuestrado por las Fuerzas Armadas. Entre ellos estaban: Francisco López
Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel
Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y
Emilce Moler.
Durante su secuestro, los jóvenes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos
centros clandestinos, entre ellos el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la Brigada de
Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda. Seis de ellos continúan
desaparecidos (Francisco, María Claudia, Claudio, Horacio Daniel y María Clara) y sólo
cuatro pudieron sobrevivir, Pablo Díaz, Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda.
Este episodio, por lo tanto, constituye uno de los crímenes de lesa humanidad cometidos
por el terrorismo de Estado.
La mayoría de los jóvenes tenían militancia política. Muchos habían participado, durante la
primavera de 1975, en las movilizaciones que reclamaban el BES (Boleto Estudiantil
Secundario), un beneficio conseguido durante aquel gobierno democrático y que el
gobierno militar de la provincia fue quitando de a poco –subiendo paulatinamente el precio
del boleto- a partir del golpe del 24 de marzo de 1976. Por otro lado, buena parte de los
estudiantes integraba la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) y la Juventud Guevarista,
entre otras organizaciones.
En su libro Los trabajos de la memoria, Elizabeth Jelin explica que la memoria, en tanto
herramienta para procesar el trauma social, tiene tres características centrales: es
un proceso subjetivo que está anclado en experiencias y marcas simbólicas y materiales; es
un objeto de disputa, existen luchas por la memoria y por eso se habla de memorias en
plural y no en singular; es un objeto que debe ser historizadoporque el sentido del pasado
va cambiando con la aparición de nuevos testimonios, nuevas pruebas judiciales y con las
transformaciones políticas y sociales.
La memoria sobre La Noche de los Lápices es un ejemplo paradigmático en este sentido
porque fue cambiando a la par de las transformaciones de la memoria social. En primer
lugar, el episodio fue conocido porque alcanzó resonancia pública durante el Juicio a las
Juntas Militares, en el año 1985, cuando Pablo Díaz, uno de los jóvenes sobrevivientes,
narró su historia ante la justicia. Un año después de ese testimonio, la historia de “los
chicos” de La Noche de los Lápices logró amplificarse a través del libro escrito por los
periodistas Héctor Ruiz Núñez y María Seoane, y la película, basada en éste, dirigida por
Héctor Olivera.
El libro tuvo más de diez ediciones y la película sigue siendo, aún hoy, una de las más
vistas en las escuelas a la hora de recordar lo sucedido. Es decir, que ambos objetos
culturales tuvieron una enorme eficacia para transmitir este hecho. Sin embargo, ambas
representaciones, por la época en las que fueron realizadas, evitan mencionar un dato
central de la historia: la pertenencia política de la mayoría de los jóvenes secuestrados. La
narración del libro y la película describe a los jóvenes como “apolíticos” y, en ese sentido,
impide conocer una parte fundamental de la historia argentina reciente.
A su vez, en aquellos primeros años de la democracia, La noche de los lápices funcionó
como una bandera para los centros de estudiantes que volvieron a abrirse o se conformaron
por aquel entonces. El episodio estaba protagonizado por jóvenes estudiantes, lo que
provocaba –y provoca- una fuerte identificación y el peso del relato estaba en la lucha
estudiantil por el boleto de 1975, una causa que puede convocar adhesiones aún hoy en día.
Fue con el paso del tiempo y las profundizaciones en la historia argentina reciente que la
figura de los jóvenes secuestrados adquirió características más complejas. Es decir: su
lucha como estudiantes pudo ser inscripta en la historia mayor de las importantes
movilizaciones sociales de la década del setenta. Esto no relativiza el peso del aniversario,
sino que, por el contrario, muestra el carácter vital que la memoria tiene, cuando las
sucesivas generaciones se apropian de un hecho del pasado desde sus preocupaciones del
presente.
La fecha de  La noche de los lápices permite condenar al terrorismo de Estado. Es, a su vez,
una invitación a recordar la vida de aquellos jóvenes que lucharon y participaron para
construir un futuro mejor. Y puede, por último, constituirse en una ocasión propicia para
acompañar el homenaje con un ejercicio reflexivo en torno a la construcción social de la
memoria. Para este ejercicio ofrecemos una selección de testimonios de dos de los
sobrevivientes que narran, cada uno desde su experiencia subjetiva, lo sucedido en aquel
entonces. La lectura de estos relatos ayuda a visualizar que la memoria, en tanto objeto de
disputa, reclama nuestra activa participación para arribar al piso de verdad y justicia que
anhelamos.

La resistencia

Durante la represión muchas personas vivieron con miedo. La ciudadanía fue desinformada
ya que los medios de comunicación, cuya función es informar a la sociedad lo que sucede,
no dieron a conocer las atrocidades que la dictadura cometía. Otras personas fueron
indiferentes a lo que ocurría a su alrededor y otras, directamente, apoyaron a los militares.
Hubo sin embargo algunas que resistieron como pudieron, desde sus ámbitos o lugares de
trabajo intentando reunirse, compartir sus ideas y, de esta manera, evitar las imposiciones
del gobierno militar. Otras tantas lograron organizarse y llevar adelante acciones concretas
de crítica y resistencia. Entre ellas las madres de los desaparecidos, que jueves tras jueves,
con la cabeza cubierta con un pañuelo blanco, dieron vueltas a la pirámide de la Plaza de
Mayo para exigir información sobre sus hijos. Acciones similares surgieron en distintas
localidades del país. Su accionar marca un profundo ejemplo de resistencia de la sociedad.  
Pacíficamente, sólo caminando lentamente y en conjunto; se enfrentaron al miedo y al
poder militar todos los jueves, exigiendo la aparición con vida de sus hijos y pidiendo
justicia. Hubo además otras organizaciones de Derechos Humanos que denunciaron el
terror argentino, aquí y en el mundo.
Para encontrar a sus nietos y devolverles su identidad surgió la Asociación Civil Abuelas de
Plaza de Mayo (1). Esta organización no gubernamental tiene como finalidad
localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños apropiados y privados de su
identidad por la represión militar, como también crear las condiciones para que nunca
más se repita esta violación de los derechos de los niños.
También algunos trabajadores encontraron formas de resistir al disciplina miento de la
dictadura. En 1979 la CGT Brasil, dirigida en ese entonces por un trabajador de la
industria cervecera, Saúl U Baldini, convocó a la primera huelga general. A su vez, en los
distintos lugares de trabajo se instrumentaron otros métodos de lucha como el boicot y el
trabajo a reglamento, lo que algunos autores llamaron la “resistencia defensiva”.

Mundial 78

Durante el Mundial de Fútbol de 1978, en el que Argentina salió campeón, se


hicieron campañas desde distintos lugares del mundo para denunciar los crímenes que se
estaban cometiendo en nuestro país. Los militares utilizaron el campeonato (que se jugó en
nuestro país) para desprestigiar a aquellos que los denunciaban, para mostrar el entusiasmo
de la población y para señalar que en la Argentina se respetaban los Derechos Humanos.
A pocas cuadras del estadio de River Plate donde se jugó la final funcionaba la Escuela
Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) donde estaban detenidos-desaparecidos
cientos de víctimas directas del terrorismo estatal. Sin embargo esto siguió estando  oculto
para la gran mayoría que concurría a ver al equipo nacional. La victoria de la selección
supuso uno de los momentos de mayor aceptación hacia el gobierno de facto.
Durante la celebración en la Plaza de Mayo muchos argentinos ovacionaron al general
Videla cuando salió al balcón a saludar. De esta manera el Mundial de Fútbol ayudó a
reforzar el sistema de terror.
De este modo, el deporte más popular en Argentina fue utilizado como un medio para
desinformar a la población y a la opinión internacional. Fueron famosas las operaciones de
prensa que llevó adelante la Junta Militar para contrarrestar lo que ellos llamaban “la
campaña anti argentina”. La revista Para Ti, por ejemplo, distribuyó una serie de postales
con imágenes del país para que los lectores enviaran a distintas direcciones en el exterior,
donde se concentraban las denuncias, bajo el título “Argentina toda la verdad”. En una de
ellas aparecía una imagen del obelisco repleto de gente festejando la victoria del
seleccionado nacional contra Holanda en la final del Mundial.

Censura
El proyecto de la dictadura de disciplina miento y control de la población no se limitó a la
persecución, represión y desaparición de personas. También abarcó a la cultura en todas sus
formas.
Uno de los modos en que los militares buscaban controlar las maneras de pensar y sentir de
los ciudadanos era la censura. Aparecieron las famosas “listas negras”1 donde se
prohibieron libros, canciones, películas, revistas, etc. y se persiguió a escritores, artistas,
educadores, poetas, periodistas e intelectuales en general. Cuentos para chicos traviesos, de
Jacques Prever, y Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornean, fueron algunos de
los libros prohibidos y sacados de circulación.
Diversas investigaciones han dado cuenta que la dictadura tuvo una política cultural de
alcance nacional: una verdadera estrategia de control, censura, represión y producción
cultural, educativa y comunicacional, cuidadosamente planificada. La cultura y la
educación eran consideradas por los dictadores como un “campo de batalla” contra la
subversión2
Muy ilustrativa es, en este sentido, la resolución del rector del Colegio Nacional de Buenos
Aires, Eduardo Aníbal Rómulo Maniglia, tendiente a detener “la indumentaria desalineada,
el aspecto hirsuto, la palabra y el gesto procaz”. En la misma se establecía, por ejemplo, la
vestimenta y el largo del cabello que debían mantener los estudiantes durante su
permanencia en el establecimiento escolar: pollera gris hasta la rodilla, saco azul liso y
blusa blanca para ellas; pantalón gris, saco azul, camisa blanca, corbata oscura y cabello
corto a dos dedos por encima del cuello de la camisa, para ellos.
Frente a esta política represiva en el plano cultural muchas personas tuvieron que exiliarse
y muchas otras se escondieron. También, en el ámbito privado, fueron quemadas aquellas
obras de la cultura (libros, revistas, afiches) que pudieran parecer sospechosas o ser
calificadas como “subversivas” por los militares. Otros resistieron como pudieron desde sus
espacios de trabajo o juntándose con aquellos que no se resignaban a dejar de compartir sus
ideas y sueños. Muchos optaron por recluirse y exiliarse internamente (sin irse del país
dejaron de hacer las actividades que hacían cotidianamente por temor).
Se trata de una lista de personas, instituciones u objetos que deben ser discriminados en
alguna forma con respecto a los que no están en la lista. La discriminación puede ser social,
técnica o de alguna otra forma. Durante la dictadura se confeccionaba este tipo de listas
para perseguir ilegalmente a las personas.

Identidad y memoria

El ejercicio sistemático del  terror –caracterizado por  la desaparición  de  personas  y  la 
existencia  de  centros clandestinos de detención– desplegó otro mecanismo siniestro: la 
apropiación  de  menores.  Los  responsables del  terrorismo de Estado  consideraban que
para completar  la  desaparición  de  la  forma  ideológica  que pretendían exterminar era
necesario evitar que ésta se transmitiera  a  través  del  vínculo  familiar.  Por  eso,  se
apropiaron  de  los  hijos  y  las  hijas  de muchos  de  los desaparecidos. Como  dicen  las
Abuelas  de Plaza  de Mayo en su página web el objetivo era que  los niños  «no sintieran ni
pensaran como sus padres, sino como sus enemigos» (1).
El procedimiento de apropiación de niños y niñas se llevó a cabo de diferentes maneras.
Algunos fueron secuestrados junto a sus padres y otros nacieron durante el  cautiverio  de 
sus madres  que  fueron  secuestradas estando embarazadas. Muchas mujeres dieron a luz
en maternidades de modo clandestino y fueron separadas de sus hijos cuando éstos apenas
habían nacido.
La cantidad de secuestros de jóvenes embarazadas y de niños y niñas, el funcionamiento de
maternidades clandestinas  (Campo  de Mayo,  Escuela  de Mecánica de  la Armada, Pozo
de Banfield  y otros),  las declaraciones de testigos de los nacimientos y de los mismos
militares demuestran que existía un plan preconcebido. Es decir: además del plan
sistemático de desaparición de personas, existió un plan sistemático de sustracción de la
identidad de los niños.
Los niños y las niñas robados como «botín de guerra» tuvieron diversos destinos: fueron
inscriptos como propios por los miembros de las fuerzas de represión; vendidos;
abandonados en  institutos como seres sin nombre; o dados en adopción fraguando la
legalidad, con la complicidad de jueces y funcionarios públicos. De  esa manera,  al  anular 
sus  orígenes  los  hicieron desaparecer, privándolos de vivir con su legítima familia, de
todos sus derechos y de su libertad. Sólo unos pocos fueron entregados a sus familias.
«La  desaparición  y  el  robo  condujeron  a  una  ruptura del sistema humano de filiación y
se produjo una fractura  de  vínculos  y  de memoria»,  explica  Alicia  Lo Giúdici,
psicóloga de Abuelas de Plaza de Mayo. Para reparar esa  fractura surgió  la Asociación
Civil Abuelas de Plaza de Mayo, organización no gubernamental que tiene como finalidad 
localizar y  restituir a sus  legítimas familias a  todos  los niños apropiados por  la  represión
política, como también crear  las condiciones para que nunca más se repita «tan terrible
violación de los derechos de los niños exigiendo que se haga justicia».
En todos sus años de lucha, las Abuelas encontraron a varios de esos nietos desaparecidos y
pudieron generar  conocimiento  sobre  el  proceso  de  restitución del  origen  familiar. 
Así  lo  explican  en  su  página web: «Las  vivencias  individuales  de  los  hijos  de 
desaparecidos, ya  jóvenes, que descubren  la verdad sobre sus historias  personales  y 
familiares  son  diversas  y  hasta opuestas. Existen,  sin embargo,  algunos  factores 
comunes.  Todos  descubren,  en  primer  lugar,  un  ocultamiento. En segundo lugar, esas
historias están ligadas trágicamente a la historia de la sociedad en la que viven (…) La
restitución tiene un carácter liberador, descubre lo oculto, y  restablece el  “orden de 
legalidad  familiar”. La restitución descubre la eficacia del reencuentro con el origen, 
reintegra  al  joven  en  su propia historia,  y  le devuelve a la sociedad toda la justicia que
radica en la verdad».
En la actualidad, aun después de más de 30 años, esta búsqueda  continua.  Fueron 
encontrados 101  niños desaparecidos pero todavía, se estima, faltan más de 400.

El siluetazo
Durante los primeros años de la dictadura militar, las formas de expresar la oposición al
régimen estuvieron severamente acotadas por el Estado terrorista. Frente a un panorama
cerrado y difícil se desarrollaron paulatinamente diferentes formas de resistencia y
manifestación, que a medida que el gobierno comenzó a perder su capacidad de presión, y
los ciudadanos el miedo a este, ganaron una importante visibilidad.
Esto fue particularmente visible con posterioridad a la derrota de la guerra de Malvinas
(1982), que produjo un severo golpe simbólico para la dictadura. Las manifestaciones
ganaron gradualmente espacio y formas de expresión anteriormente subterráneas
comenzaron a desenvolverse a la luz. El esfuerzo inicialmente solitario de los organismos
de Derechos Humanos, comenzó a ser acompañado por otros actores sociales que
desplegaron nuevas formas de protesta y movilización.
Este fue el caso de una intervención artística conocida como El Siluetazo. El 21 de
septiembre de 1983, por iniciativa de un grupo de artistas, grupos estudiantiles y
agrupaciones juveniles, y con el apoyo de los organismos de Derechos Humanos, los
manifestantes comenzaron a delinear sus siluetas en afiches, que luego instalaron en las
inmediaciones de la plaza. Prestaron sus cuerpos para convocar a aquellos que el terror
estatal había desaparecido: las siluetas buscaban representar la presencia de los
desaparecidos y cuestionar a la dictadura militar desde el arte.
Las figuras humanas, de tamaño natural, se extendieron de la Plaza de Mayo a toda la
ciudad. Desde ese momento, se transformaron en uno de los emblemas del reclamo por la
memoria, la verdad y la justicia, y constituyen parte del repertorio simbólico de distintas
movilizaciones sociales y políticas.
Nunca más
La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) fue creada el 15 de
diciembre de 1983 para  llevar adelante  la  investigación sobre  las violaciones a los
Derechos Humanos ocurridas entre los años 1976 y 1983. Estuvo  integrada por
personalidades de diversos ámbitos de  la cultura,  la ciencia  y  la  religión,entre otros.
La CONADEP  tenía como misión  investigar,  recibir información  y  denuncias  sobre 
las  desapariciones  de personas, secuestros y torturas que sucedieron durante el período de
la dictadura, con el objetivo final de generar informes a partir de todos estos elementos
reunidos. Así sucedió  y  la comisión entregó su documento  final al entonces presidente
Raúl Alfonsín (1983-1989) el 20 de septiembre de 1984. Luego, el informe sería editado en
el libro Nunca Más, también conocidos con el nombre de Informe Sábato, dado que el
reconocido escritor había  redactado parte de su contenido y  presidido la comisión
investigadora.
¿Cuál es la historia de este informe? ¿Bajo qué condiciones políticas tuvo lugar? Luego de
la derrota en la guerra  de Malvinas,  la  crisis  política  se  profundizó,  la dictadura ya no
pudo recuperarse y se  fueron generando  las condiciones para un nuevo escenario 
político,  en  el  que  distintas  organizaciones sociales y la Multipartidaria –el espacio que
reunía a la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Intransigente, el Demócrata
Cristiano y el Movimiento de Integración y Desarrollo–  retomaron, aunque con distintos
matices, la búsqueda de los desaparecidos.
Pero además, en ese mismo escenario surgió una demanda novedosa: el pedido de
enjuiciamiento de los responsables políticos de  los crímenes de  lesa humanidad cometidos
durante  la última dictadura. Un buen ejemplo  de  esta  demanda  se  vio  en  la
multitudinaria «Marcha  por  la  vida»,  realizada  en  octubre  de  1982, que tenía como
consigna central «juicio y castigo a los culpables».
Ante  la  creciente movilización  social  -incluso,  por parte  de  actores  que  antes  habían 
sido  renuentes  a expresar  su apoyo a  todo  tipo de demandas que  reivindicara el
cumplimiento estricto de los Derechos Humanos-, la dictadura respondió el 28 de abril de
1983 con un  informe conocido como «Documento final», en el que,  como  era previsible 
según  el  título mismo del escrito,  la Junta Militar  interpretaba  la violencia estatal por
ella misma  instrumentada como parte de una batalla  final  contra  la  subversión  y  el 
terrorismo. En  ese mismo documento,  la Junta  también descalificaba  las denuncias por
las desapariciones, daba por muertos a los desaparecidos y dejaba al criterio de Dios el 
juicio final sobre su accionar en esos años.
Esta mirada sobre el pasado argentino asumió carácter jurídico con la ley 22.924, titulada
«ley de Pacificación Nacional» y conocida como ley de auto amnistía (1) en la que se
instaba a que el pasado «nunca más vuelva a repetirse» y en la que se pretendía justificar el
conjunto  de  crímenes  cometidos  en  virtud  del  decreto  que, en  febrero del año 1975,
habían  firmado  Isabel Perón e Ítalo Lude para avalar el Operativo Independencia, y en el
que se instruía al Ejército a «aniquilar físicamente al enemigo subversivo».
Luego de su triunfo en las elecciones de octubre y apenas asumió su presidencia, en
diciembre de 1983, Alfonsín tomó una serie de medidas importantes como la derogación de
la ley de auto amnistía militar, el enjuiciamiento a siete jefes guerrilleros y a las tres
primeras Juntas Militares y la que produjo más polémica: la reforma del Código de Justicia
Militar, para que se conformara por su medio un Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
que tendría la potestad de juzgar el accionar militar y las violaciones a los Derechos
Humanos, dejando abierta la posibilidad de apelar en primera instancia a  la Cámara
Federal. Dichas medidas se  inscribían en un análisis del accionar militar que pretendía
diferenciar la responsabilidad jurídica, política y militar de los altos mandos, los que habían
abusado de su autoridad para cometer todo tipo de «exceso» en los actos represivos y, 
finalmente, quienes  habían  acatado  las  órdenes de represión siguiendo estrictamente el
principio de obediencia.
Algunas  de  estas medidas  fueron  fuertemente  repudiadas,  tanto por  los organismos de
Derechos Humanos  como  por  varios  partidos  políticos.  El  repudio central se 
focalizaba en  la  idea de que  fueran  los propios militares  los que debían  juzgar el
accionar de sus pares en el pasado: pocos actores confiaban en la imparcialidad de tal
tribunal. Este rechazo crecía y tomaba fuerza –incluso entre los diversos partidos políticos y
el propio partido radical– la idea que habían impulsado los organismos de Derechos
Humanos: crear una comisión parlamentaria que  juzgara  los crímenes cometidos por la
dictadura.
Pero Alfonsín no estaba de acuerdo con esta propuesta porque sostenía que, si se dejaba
esta tarea en manos del Poder Legislativo, se generaría un clima político de alta tensión,
que favorecería la adopción de condenas radicalizadas por parte de los parlamentarios. De
algún modo, Alfonsín temía que, ante esas presumibles condenas, se produjera un
enfrentamiento severo con las Fuerzas Armadas que pusiera en crisis la gobernabilidad
política. En aras de esquivar esta alternativa, en los círculos cercanos a Alfonsín comenzó a
tomar relevancia la idea de crear una comisión integrada por notables de la sociedad civil
capaz de llevar a cabo las tareas de investigación.
En estas condiciones políticas surgió la CONADEP.  Si bien  varios organismos 
rechazaron originalmente  la idea, muchos  familiares  y  testigos de  las desapariciones
confiaron su testimonio a la comisión. Como hemos dicho,  la  investigación se materializó
en el  libro Nunca Más, cuya información resultó sumamente valiosa para llevar a cabo, año
después, la entrega del Informe y el Juicio a las Juntas.
Por varios motivos, el Nunca Más es uno de  los  libros más importantes que se han
producido en nuestro país desde la reapertura democrática y aún de nuestro siglo XX. El
impacto social del libro sigue siendo asombroso, hasta el año 2007, se habían vendidos
503.830 ejemplares y había sido traducido a varios idiomas.
¿En qué radica su importancia? En primer lugar, en que demuestra fehacientemente, contra
la idea de que los crímenes cometidos por los militares argentinos habían obedecido  a 
ciertos  «excesos», que  la dictadura ideó  un  «plan  de  carácter sistemático»  de 
secuestro, tortura y desaparición de personas. En segundo lugar,
porque reúne un caudal de  información apreciable sobre  los crímenes cometidos contra  la
humanidad que resultó  sumamente  valiosa  en  el  Juicio  a  las  Juntas, además que
reforzaba, desde un punto de vista moral, la demanda de castigo a los culpables.
Asimismo, el informe le otorgó mayor legitimidad pública a la voz de los familiares y los
militantes de los organismos de Derechos Humanos. La sola publicación de esa
información atentaba contra uno de los propósitos centrales de la «política de
desaparición»: borrar todas las huellas de los crímenes cometidos.
Por todas estas razones, el libro es altamente valorado socialmente. Pero su recepción ha
ido variando con los años y su prólogo generó una serie de polémicas porque allí quedó
expuesta una interpretación de la violencia política conocida como la «teoría de los dos
demonios»
Esta interpretación del pasado argentino que subyace en el prólogo originario del libro fue
rebatida en el año 2006, cuando el Nunca Más se reeditó con un anexo que incluía
un listado más completo de  los desaparecidos y de los centros clandestinos de detención.
En esta reedición, la línea argumentativa del prólogo se modificó y consistió en argumentar
que la violencia estatal y la utilizada por las organizaciones populares no eran simétricas y,
por  lo  tanto,  tampoco  igualmente  repudiables, a  tal punto que el lema Nunca Más, si
bien suponía un legítimo reclamo por el cese del uso de la violencia política, no podía
significar asimismo un repudio por las consignas  políticas  que  portaron muchos
militantes  durante los años setenta, nucleados en dichas organizaciones.
A pesar de esta polémica, el Nunca Más siguió provocando  una  alta  identificación  en 
nuestra  sociedad, como  lo prueba  el  hecho de que  el  título del  libro  se convirtió en una
consigna utilizada en diversos tipos de manifestaciones públicas convocadas para pedir 
justicia, no solamente cuando se  trata de hechos  relacionados  con  la dictadura  sino 
también  cuando  se  trata de reclamos vinculados al respeto de los Derechos Humanos en
general. La imagen de Julio César Strassera, el Fiscal acusador del Juicio de 1985,
finalizando su alegato con la expresión «Nunca Más» condensa como ninguna otra esta
situación y este reclamo social.
Finalmente, dos anécdotas resumen el modo en que esta consigna ha logrado sedimentarse
en amplios sectores de la población. Hacia el año 2004, un profesor de Educación Física
escaló el Aconcagua para inscribir en el cerro esta frase y dejar allí una réplica de la
portada de la primera edición del libro. En ese mismo año, un conjunto de vecinos del
barrio porteño de Agronomía guardó en una cápsula un ejemplar del libro, para que sea
abierta dentro de cincuenta años. Ambos ejemplos, aunque parezcan anecdóticos,
son indicativos de que el Nunca Más es considerado como un libro muy valioso para los
argentinos, que merece ser conservado a lo largo del tiempo (2)
La  ley  de  autoamnistía  declaraba  extinguidas  las  acciones  penales  derivadas  de 
acciones subversivas o terroristas, y por extensión de las que surgieran de la lucha contra
estas (es decir, las violaciones a los  Derechos Humanos).
Política económica
Algunos ciudadanos e investigadores prefieren hablar de golpe cívico-militar. ¿Por qué?
Porque entienden que los militares no actuaron solos ni por su cuenta. La decisión de tomar
el gobierno contaba con la adhesión de diversos grupos de la sociedad (sectores con gran
poder económico, grupos conservadores, algunos medios de comunicación afines) que
entendían que una dictadura era necesaria para organizar el país.

De este modo, a la vez que se desarrollaban acciones de control, disciplina y violencia


nunca vistas sobre la sociedad, se tomaban decisiones económicas que privilegiaban el
ingreso de bienes y mercancías desde el exterior por sobre la producción de nuestro país.
Así miles de trabajadores de nuestras fábricas perdieron su trabajo debido a que la industria
nacional no podía producir productos a un precio similar o menor a los importados. Este
proceso fue acompañado por una campaña publicitaria que intentaba convencer a la
población de que la industria argentina era mala, de baja calidad y asociaba a lo venido de
afuera con lo bueno, lo interesante, lo deseado, ocultando que en esa decisión miles de
argentinos quedaban sin trabajo y muchas familias perdían su salario y pasaban entonces a
ser pobres.

A la vez, los sucesivos miembros de la Junta Militar y diversas empresas asociadas


solicitaron grandes sumas de dinero al exterior en carácter de préstamos. Ese dinero
incrementó la deuda externa del país de una manera inédita: de 8 mil a 43 mil millones de
dólares que se convirtió por decisión de la misma dictadura, en deuda pública, es decir en
deuda que debieron pagar todos los argentinos.

Por otra parte se tomaron distintas medidas financieras y administrativas que hicieron que
el Estado iniciara un período de desinversión en salud, educación y vivienda con efectos
muy importantes en el empeoramiento de las condiciones de vida de la gente: aumento de
la pobreza e inicio de lo que hoy denominamos exclusión social. Es decir, se inició el
proceso por el cual muchos hombres y mujeres no encontraban trabajo porque no había
fábricas ni instituciones que necesitaran trabajadores y por lo tanto no podían cubrir sus
necesidades básicas.

Terrorismo de Estado
Si bien los golpistas llamaron a su gobierno Proceso de Reorganización Nacional, lo que se
impuso fue una dictadura que ejerció el terrorismo de Estado. Es decir: fue un gobierno que
implementó una forma de violencia política que, usando los recursos del Estado, buscó
eliminar a los adversarios políticos –a quienes llamó “subversivos”– y amedrentar a la
población a través del terror.
¿Y cuáles fueron las características específicas del terrorismo de Estado en la Argentina?
Para terminar con las experiencias políticas que anhelaban la transformación social en
nuestro país, la dictadura implementó una nueva metodología represiva: la desaparición
sistemática de personas y el funcionamiento de centros clandestinos de detención (lugares
donde mantenían cautivos a los secuestrados fuera de todo marco legal).
Existió un plan sistemático que consistió en secuestrar, torturar y asesinar de forma
clandestina a miles de personas. Los “grupos de tareas” (comandos integrados
mayoritariamente por militares y policías de baja graduación) se dedicaban a los secuestros
y luego trasladaban a los secuestrados a centros clandestinos de detención que podían estar
en un cuartel, una fábrica o una comisaría, entre otros lugares.
A partir de ese momento pasaban a ser desaparecidos porque nadie sabía dónde estaban. No
se daba información a las familias y el gobierno decía que no sabía que había pasado con
esas personas. Los familiares y amigos los buscaban en comisarías, hospitales, pero nadie
les daba información. El horror fue tal que hoy sabemos, a través de numerosos testimonios
brindados en procesos judiciales, que el destino de quienes estuvieron detenidos en centros
clandestinos de detención fue la muerte. Aún se los continúa denominando desaparecidos
pues hasta el día del hoy sus familiares no han podido recuperar sus restos.
Una prueba más de la violencia de la época fue la apropiación de niños y niñas, hijos de las
personas detenidas. Algunos de esos chicos fueron secuestrados junto a sus padres y otros
nacieron durante el cautiverio de sus madres. Fueron entregados en muchos casos a familias
que ocultaron su origen a los chicos. Uno de los objetivos era que los niños “no sintieran ni
pensaran como sus padres, sino como sus enemigos”. Muchos de esos niños, hoy ya
adultos, continúan sin conocer su verdadera historia.
Los medios y Malvinas
A fines de 1981 el apoyo a los militares ya no era tan irme (1).
Hubo algunos cambios en la Junta Militar: al ex general Videla lo reemplazó Viola y al
poco tiempo Galtieri.
En 1982 cuando en la sociedad se sentían los primeros avisos de disconformidad con la
dictadura y el gobierno comenzaba a ser cuestionado, Galtieri mandó, el 2 de abril, un
ejército de muchachos, de soldados conscriptos de 18 o 19 años a recuperar las islas
Malvinas. En esta guerra se enfrentaron a Inglaterra que contaba con un poderoso ejército,
profesional y bien equipado.
En un principio mucha gente se entusiasmó con el conflicto ya que desde hacía años
Argentina venía reclamando por la recuperación de las islas y llenaron la Plaza de Mayo en
apoyo a la decisión del gobierno militar.

Los militares intentaron apropiarse de un símbolo nacional muy importante para los
argentinos y presentar al enemigo como un agente externo. Retomaron un justo reclamo
desde un discurso nacionalista y buscaron generar consenso y legitimarse en el poder.
Muy pronto, a pesar de los intentos de los militares de ocultar la derrota, los ingleses
triunfaron y las tropas argentinas debieron rendirse. En la guerra murieron 649 soldados
argentinos y 285 británicos; más de 350 ex combatientes argentinos se suicidaron desde el
in de la guerra hasta nuestros días. A partir de ese fracaso Galtieri tuvo que renunciar y se
hizo cargo del gobierno otro general, Bignone. La crisis política se profundizó, la dictadura
ya no pudo recuperarse y se generó así un proceso que creó las condiciones para la vuelta
de la democracia.
La política económica comenzaba a mostrar sus efectos negativos impulsando un malestar
general que culminaría con una movilización masiva el 30 de marzo de 1982 a Plaza de
Mayo convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT).
Contexto internacional
Antes de que ocurra el golpe la sociedad argentina atravesaba un momento de activa
participación en todos los órdenes de la vida en común. En el caso de muchos jóvenes y
trabajadores esa participación se dio a través de sindicatos, centros de estudiantes y partidos
políticos. Todos ellos entendían que la sociedad podía mejorar mucho si todos participaban
y opinaban qué había que hacer. Tenían ideales, sobre cómo tenía que ser nuestra patria y
estaban convencidos de que se podía transformar para que todos tuvieran una vida plena:
(educación de calidad para todos, salud para todos los habitantes, condiciones de trabajo
digno, entre otros). Creían que era posible vivir en una sociedad regida por los valores de la
justicia, la libertad y la solidaridad.
En las décadas del 60 y del 70, en distintos lugares del mundo sucedían procesos similares
y se discutía de qué manera se lograba llegar a esa sociedad. En algunos casos había grupos
que sostenían que para lograrla, era necesario recurrir a métodos violentos, luchar con
armas para lograr una revolución. Muchos otros, en cambio, entendían que las
transformaciones podían lograrse participando y proponiendo cambios a través del sistema
democrático. En Argentina también se dio esa discusión y hubo muchas personas que
participaron en una y otra posición. Acompañando estos movimientos en América Latina
llegaban al gobierno presidentes elegidos por grandes mayorías que proponían un modelo
de sociedad más igualitaria.
Todo ello se acabó con los golpes de Estado: Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay,
entre otros, padecieron el quiebre del orden democrático. Hoy sabemos que esos golpes no
solo tuvieron apoyo interno sino también el apoyo internacional de grandes potencias, entre
ellas la de Estados Unidos, que a partir de la implantación de las dictaduras se aseguró en
América Latina gobiernos que coincidieran con sus intereses y necesidades.
Esta homogenización fue posible a partir de inculcar en los ejércitos de la región la
convicción de que ellos debían defender al país del avance del comunismo, un sistema
social vigente en algunos países que confrontaba con el sistema de ideas de las naciones
occidentales. Lo hicieron a partir de la Doctrina de Seguridad Nacional, según la cual era
deber de los militares conservar los valores de la patria buscando y eliminando a los
enemigos internos que podía haber. Es decir, aparece la idea de que los enemigos de un país
ya no son externos sino que estaban en el mismo país, eran ciudadanos argentinos y eran
peligrosos, por ende había que eliminarlos. También se impuso la idea de que cualquier
método era bueno con tal de lograr el objetivo deseado, el exterminio de los que pensaban o
actuaban distinto, incluso recurriendo a procedimientos fuera de la ley.
Antes de que ocurra el golpe la sociedad argentina atravesaba un momento de activa
participación en todos los órdenes de la vida en común. En el caso de muchos jóvenes y
trabajadores esa participación se dio a través de sindicatos, centros de estudiantes y partidos
políticos. Todos ellos entendían que la sociedad podía mejorar mucho si todos participaban
y opinaban qué había que hacer. Tenían ideales, sobre cómo tenía que ser nuestra patria y
estaban convencidos de que se podía transformar para que todos tuvieran una vida plena:
(educación de calidad para todos, salud para todos los habitantes, condiciones de trabajo
digno, entre otros). Creían que era posible vivir en una sociedad regida por los valores de la
justicia, la libertad y la solidaridad.
En las décadas del 60 y del 70, en distintos lugares del mundo sucedían procesos similares
y se discutía de qué manera se lograba llegar a esa sociedad. En algunos casos había grupos
que sostenían que para lograrla, era necesario recurrir a métodos violentos, luchar con
armas para lograr una revolución. Muchos otros, en cambio, entendían que las
transformaciones podían lograrse participando y proponiendo cambios a través del sistema
democrático. En Argentina también se dio esa discusión y hubo muchas personas que
participaron en una y otra posición. Acompañando estos movimientos en América Latina
llegaban al gobierno presidentes elegidos por grandes mayorías que proponían un modelo
de sociedad más igualitaria.
Todo ello se acabó con los golpes de Estado: Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay,
entre otros, padecieron el quiebre del orden democrático. Hoy sabemos que esos golpes no
solo tuvieron apoyo interno sino también el apoyo internacional de grandes potencias, entre
ellas la de Estados Unidos, que a partir de la implantación de las dictaduras se aseguró en
América Latina gobiernos que coincidieran con sus intereses y necesidades.
Esta homogenización fue posible a partir de inculcar en los ejércitos de la región la
convicción de que ellos debían defender al país del avance del comunismo, un sistema
social vigente en algunos países que confrontaba con el sistema de ideas de las naciones
occidentales. Lo hicieron a partir de la Doctrina de Seguridad Nacional, según la cual era
deber de los militares conservar los valores de la patria buscando y eliminando a los
enemigos internos que podía haber. Es decir, aparece la idea de que los enemigos de un país
ya no son externos sino que estaban en el mismo país, eran ciudadanos argentinos y eran
peligrosos, por ende había que eliminarlos. También se impuso la idea de que cualquier
método era bueno con tal de lograr el objetivo deseado, el exterminio de los que pensaban o
actuaban distinto, incluso recurriendo a procedimientos fuera de la ley.
Las consecuencias de estas ideas fueron terribles. Bajo el discurso de la libertad se acabó
con ella, bajo la idea de orden se arrasó con la ley. El terror se apoderó de toda la
población, todos estábamos bajo sospecha.
Listado de objetos
Fotos carnet: la exhibición de las fotos de los desaparecidos, muchas de ellas tomadas de
sus documentos de identidad, fue una de las formas en que los familiares buscaron restituir
su individualidad negada en la desaparición anónima.

Falcon verde: fue uno de los automóviles más utilizados por los grupos de tareas para
secuestrar personas y llevarlas a los centros clandestinos de detención.
Fotos de las dos plazas: las imágenes de la plaza, vacía y desolada o llena de gente
expresando sus opiniones son extremos de una forma de manifestación política que se vio
en suspenso durante la última dictadura militar.
Pañuelos blancos: comenzaron como la forma que eligieron las madres de los
desaparecidos para identificarse en sus rondas semanales en Plaza de Mayo. Hoy son uno
de los símbolos más reconocidos de la lucha por los Derechos Humanos.
Siluetas: representan una estrategia similar a la de las fotos carnet: fueron figuras que se
presentaron para denunciar la desaparición forzada de personas en la jornada conocida
como “el siluetazo”.
Lápiz: si bien puede pensarse como un objeto común a la labor escolar también puede
asociarse con el episodio conocido como “La Noche de los Lápices”.
Fábrica: la fábrica quebrada hace referencia a la desindustrialización y al debilitamiento de
la capacidad productiva de nuestro país.
Libros que acerca la maestra: la pila de libros señala algunos de los títulos que fueron
censurados durante la dictadura debido a su contenido “subversivo”.
Gauchito mascota del mundial 78: fue la mascota, diseñada por García Ferré (creador de
personajes como Hijitus y Anteojito), que recorrió todo el mundo como símbolo del
mundial en Argentina.
Globo terráqueo: la relación de la dictadura con el resto del mundo y el contexto
internacional pueden retomarse a partir del globo terráqueo.

Revista Gente “estamos ganando”: la tapa de la revista Gente durante la guerra de Malvinas
es un ejemplo del rol que muchos medios de comunicación jugaron durante la dictadura.

Pizarrón: la frase que aparece en el pizarrón del afiche “A 35 años del golpe las escuelas
argentinas recordamos en tiempo presente imaginando el futuro” puede ser punto de partida
de una reflexión sobre qué recordamos en esta fecha.

Huella digital: símbolo de lo individual y a su vez de lo compartido por todos los seres
humanos forma parte de nuestra identidad.

Nunca Más: el informe que la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de


Personas) confeccionó recogiendo testimonios e información sobre el accionar represivo se
convirtió en símbolo y expresión de los crímenes cometidos por la dictadura.
Para trabajar con los alumnos del primer ciclo ofrecemos algunos criterios a partir de los
cuales pueden generarse situaciones de enseñanza sobre el 24 de marzo, Día Nacional de la
Memoria por la Verdad y la Justicia recientemente declarado como efeméride.
Actividades. Primer Ciclo
Una primera sugerencia de actividad es hacer una lista con lo que aparece en la escena del
afiche. El maestro puede pedirle a los alumnos que vayan nombrando qué cosas aparecen y
escribir en el pizarrón una lista con lo que se va enumerando. Luego les podrá proponer que
hagan preguntas o comentarios para ir armando entre todos un relato sobre lo que estamos
recordando.
El texto «Terrorismo de Estado» puede ser un insumo para el maestro y que a partir del
mismo vaya explicando algunas cosas a medida que se van seleccionando los objetos que
aparecen en el afiche.
PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL

LA DERROTA POR LA GUERRA DE LAS MALVINAS


MARCÓ EL FINAL DEL RÉGIMEN MILITAR. LOS ÚLTIMOS AÑOS ANTES
DE LA LLEGADA DE LA DEMOCRACIAS LOS JUICIOS POR VIOLACIONES
A LOS DERECHOS HUMANOS
Galtieri nació en Castelar, provincia de Buenos Aires. A los 17 años de
edad ingresó al ejército, egresando del Colegio Militar de la Nación como
oficial del arma de ingenieros. También fue egresado de la Escuela de
las Américas.
Tras 25 años de servicio, fue nombrado comandante del cuerpo de
Ingenieros del ejército en 1975, en la misma promoción que llevó a
Jorge Rafael Videla a ocupar la comandancia en jefe de las Fuerzas
Armadas. Fue un activo promotor del golpe de estado en 1976, sus
simpatías lo llevaron a rápidos ascensos, siendo nombrado general de
división en 1977 y teniente general en 1980.
En 1981 pasó a integrar la junta militar Junto con Jorge Isaac Anaya
y Basilio Lami Dozo. Este año tras la destitución de Videla como
presidente y el nombramiento de Roberto Eduardo Viola, Galtieri visitó
los Estados Unidos en función oficial. La administración Reagan, que
consideraba el gobierno militar una fuerza afín en la lucha contra el
comunismo, lo recibió cálidamente y le proporcionó información y
asistencia de seguridad.
El descontento de Galtieri y otros oficiales de la línea dura con el
gobierno de Viola lo llevaron a ocupar en noviembre del mismo año la
presidencia de la junta militar y, un mes más tarde, a destituir a Viola
para ocupar la Presidencia de la Nación.
Durante su gobierno, Galtieri retuvo el control directo de las Fuerzas
Armadas Las medidas económicas del ministro de Economía asignado
por Galtieri, el renombrado técnico civil Roberto Alemann, fueron no
menos ortodoxas que las de sus antecesores. La restricción del gasto
público, la privatización de bienes estatales y el congelamiento de los
salarios llevaron a una gravísima depresión económica.
La recesión llevó al cierre de numerosas industrias (siendo Citróen y La
Cantábrica las más destacadas) y a medidas drásticas de reducción de
personal por parte de otras. Entre sus otro ministros se encontraban el
general Ibérico Saint Jeans (en la cartera de interior) y el  doctor
Nicanor Costa Méndez (Relaciones Exteriores).
Galtieri intentó lograr un arco de apoyo civil organizando “asados
multitudinarios” en su beneficio político. Como el que hizo en La Pampa
al que asistieron 13 mil personas. Su sustento político se basaba en su
relación con el comandante de la Armada, Isaac Anaya y en menor
medida con el brigadier Basilio Lami Dozo, de la Fuera Aérea.
Galtieri, que fue descrito en círculos norteamericanos como “un general
majestuoso’»,estaba convencido que la cooperación militar argentina en
las operaciones antiguerrillas de la CIA en América Central, le daban el
plafón internacional para cualquier aventura militarista.  Días antes de
asumir el cargo de presidente de facto su aliado en la Junta Militar,
Isaac Anaya, había reflotado un antiguo proyecto para invadir las islas
Malvinas. Todo el plan se basaba en la relación de confianza que se
tenía con los Estados Unidos. Los militares creían que la primera
potencia mundial era un aliado incondicional a los intereses de la
dictadura militar argentina.
Marcha y guerra Hacia adentro la situación político-social se hacía cada
vez más aguda. Los partidos se reagruparon en torno de la
Multipartidaria y pese a las prohibiciones las marchas de las Madres de
Plaza de Mayo y de gremialistas reclamaban con creciente respaldo
popular por los desaparecidos y los bajos salarios. El 30 de marzo de
1982 una protesta encabezada por la CGT Brasil lanzó a la calle a miles
de manifestantes en Buenos aires y otras ciudades del país.
El resultado fue una brutal represión que produjo heridos, un muerto en
la ciudad de Mendoza y cientos de detenidos. Mientras los gases
lacrimógenos dispersaban a los manifestantes-, unidades de la Armada
transportando tropas de las diversas armas se preparaban para iniciar
un operativo bélico en los mares australes. A pesar de la difusión de
algunos incidentes en torno de las Georgias del Sur nadie imaginaba lo
que estaba por venir.
Cuando se conocieron los hechos en la mañana del 2 de abril, la
situación dio un giro dramático. Dos días después de aquella marcha
opositora del 30 de marzo nuevamente la Plaza De Mayo se llenó de
gente esta vez para aplaudir la recuperación de las islas Malvinas. Había
pocas banderas que podían concitar mayor acuerdo popular que la
recuperación de las islas Malvinas.
Con muy escasas excepciones dirigentes políticos, sindicalistas;
empresarios, religiosos se sumaron a la convocatoria. Y la asunción de
general Benjamín Menéndez como gobernador de las islas el 7 de abril
contó con la presencia de personalidades de todo el arco político,
cultural, religioso y empresario.
La rendición Las operaciones militares fueron seguidas con una alta
dosis de triunfalismo que luego se convirtió en angustia cuando los
ingleses hicieron capitular al ejército en Puerto Argentino. La rendición
de Benjamín Menéndez, gobernador de las Islas Malvinas desató una
crisis terminal Los generales derrotaron a Galtieri y la opinión pública
dio un vuelco brutal. En medio de una situación ingobernable, con miles
de desaparecidos, muertos. en combate en las islas Malvinas, exilados y
asesinados por grupo de tareas, el general Reynaldo Bignone reemplazó
a Galtieri con el apoyo del Ejército y de su nuevo comandante, el
general Cristino Nicolaides.
En su mensaje al país el 1ro. De junio Bignone señaló: “la Nación vive
un momento difícil y grave de su historia y asumo el gobierno  con una
misión clara concreta, institucionalizar al país a más tardar en marzo de
1984«. Comunicó el levantamiento de la veda política y se refirió a los
partidos políticos como piezas fundamentales del sistema republicano “.
Entre los militares el impacto de la derrota en Malvinas, la rendición, el
descontento de los mandos medios con los superiores, la sospecha de
un posible “juicio” por las desapariciones y asesinatos durante el
combate con la guerrilla generó una situación altamente conflictiva. Pero
el ocaso del Proceso de Reorganización Nacional era irremediable y los
años por venir no crían fáciles para los gobiernos democráticos. El
estado de destrucción del aparato productivo no tenía precedentes y la
retirada de la Dictadura dejó al país en un estado emergencia nacional.

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