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Como bien señala Samaja, hay una pregunta que usualmente se formula y que resulta
pertinente al respecto: ¿cuándo comienza la investigación?, ¿con el proyecto? ¿Con el diseño?
¿Con el proceso? Y se podría agregar una complementaria y tal vez más importante: ¿Cuándo
termina? Y otra, quizá más significativa: ¿existe un comienzo y un fin? Personalmente creo que
no comienza ni termina con ninguno de los tres componentes.
Con distintas palabras –y algunas diferencias- , todos los autores coinciden en subrayar la
importancia del diseño. Alvira Martin lo define como “el plan global de investigación que
integra de un modo coherente y adecuadamente, técnicas de recogida de datos a utilizar,
análisis previstos y objetivos”. Sierra Bravo señala que “hace a la esencia de la investigación
social, la prueba y la aplicación del método científico y, por otra parte, a la esencia del trabajo
científico, la validez…”. Samaja dice que es “…la categoría metodológica más significativa,
porque contiene los resultados de la selección de los objetos de estudio, de atributos
relevantes y de los procedimientos que se aplicarán de manera congruente con la naturaleza
de los objetivos”.
Los diferentes criterios que se mencionaron en el capítulo anterior cuando se analizaron los
tipos de investigación, no solo son inútiles a los efectos clasificatorios y pedagógicos, sino
también cuando se trata de evaluar si existe correspondencia entre la “autodefinición” de la
investigación y su diseño, concordancia que no siempre ocurre en los campos científicos,
especialmente en el de las ciencias sociales.
Precisamente, el diseño es algo común a todos los estudios independientemente de cuál sea
su tipo, dado que, aun en aquellos casos caracterizados como exploratorios y cualitativos,
también requieren algún tipo de planificación por más flexible que ésta sea. Pero el hecho de
que se trate de “algo en común” no debe prestarse a confundir diseño con investigación ni
tampoco a tratar ambos conceptos como “cosas” totalmente diferentes. Sin embargo, existe
una doble tendencia: por un lado, a considerarlos como sinónimos o, lo que es igual, a
subordinarla como si la misma se realizara en beneficio del diseño en sí mismo, por el simple
placer de implementar lo diseñado o de llegar a la meta, independientemente de cuál sea su
costo y sus consecuencias. De hecho, el diseño debe ajustarse a los objetivos, pero teniendo
en claro que no son objetivos propios, sino que son objetivos de la investigación y que, al igual
que ella, debe contemplar otros elementos y factores que muchas veces ni siquiera están
presentes o explicitados en aquellos, pero que forman parte del problema y por lo tanto deben
ser contemplados por el investigador. Por otro lado, la otra tendencia es a separar el diseño
del resto del proceso de investigación. Como si fuera una etapa previa –incluso realizada por
personas diferentes. Que culminaría con la planificación a priori de la investigación. Ambas
inclinaciones muchas veces obedecen a que se confunde o prioriza el interés analítico por
sobre la concepción del proceso en general.
A los efectos de ilustrar cómo se concretan y hasta coinciden en la práctica ambas tendencias,
recurriré a una analogía que con frecuencia se traza entre el diseño de una investigación y el
diseño de una construcción (por ejemplo, la de una vivienda). En este caso, el plano de la obra
elaborado por el arquitecto equivaldría al diseño elaborado por el investigador, mientras que
lo mismo ocurriría entre la construcción de la vivienda y la realización de la investigación.
Algunos arquitectos suelen desentenderse de la obra una vez que la han diseñado, aunque,
por lo general, acompañan, supervisan, dirigen, etc. La obra en su totalidad; lo mismo ocurre
con el diseñador de una investigación -aunque, también, no en todos los casos-. Sin embargo,
son más frecuentes de lo que se cree los estudios (cuantitativos, en su mayoría) que se
planifican desde un escritorio al mejor estilo burócrata. Esta actitud, en ambos casos, le estaría
otorgando al diseño un valor intrínseco, que por cierto tiene pero que es un valor parcial,
relativo y más bien potencial, dado que son ínfimos los casos en que una investigación pueda
ser diseñada totalmente antes de su realización. Pero esto no es todo ni lo más grave.
Particularmente me ha tocado participar en la evaluación de un programa (subvencionado e
implementado por el Estado nacional, a través de uno de sus ministerios) de construcción de
viviendas comunitarias para poblaciones aborígenes con el propósito de “preservar” dichas
culturas ancestrales. Las viviendas habían sido diseñadas por arquitectos desde Buenos Aires,
con criterios y estilos urbanísiticos propios de esta ciudad, quienes – riesgo de ser injusto- poco
se preocuparon por sus futuros moradores, como también poco se interesaron en supervisar la
obra y sus “alrededores”, dado que, para su aprobación final y envío correspondiente de los
fondos, se evaluaba el “producto” en función de los planos originales. Así fue como se
construyeron l viviendas, siguiendo a pie de la letra su diseño arquitectónico.
No es necesario tener mucha imaginación para saber qué fue lo que pasó. Entre otras cosas, la
comunidad había construido baños externos (afuera de la vivienda) en lugar de utilizar los
construidos (internos), porque según sus pautas culturales ese tipo de necesidades debía
realizarse afuera y no dentro de la casa. Lo cual tiene su lógica, pero aunque no la tuviera, si se
trata de preservar la cultura aborigen, haya que empezar por no cambiarle sus estilos de vida.
Tal vez, el ejemplo pueda parecer algo grotesco o ficticio; sin embargo, la realidad suele
superar a la ficción (y no tan solo a la imaginación).
Ahora bien, ¿qué es lo que se pretende demostrar con el ejemplo? Lo apuntado más arriba:
que el diseño no es equivalente a la investigación sino que es un ingrediente más, tal vez uno
de los más importantes o, como señala Samaja, el “alma mater” pero solo es una parte; con
otras palabras, que el diseño -por más adecuado que sea- no garantiza el éxito de la
investigación o la resolución del problema, que en tal caso, es una condición necesaria pero no
suficiente; que el diseño no es sólo un paso previo y acabado sino que acompaña, se ajusta
durante y termina con la propia investigación.
2. DIRECTOR/EQUIPO
3. ÁREA DE ESPECIALIZACIÓN
3.1. Disciplinas que involucra
3.2. Campos de aplicación
4. PALABRAS CLAVE
5. OBJETIVOS
5.1. Generales
5.2. Específicos
6. ANTECEDENTES Y FUNDAMENTACIÓN
6.1. Historia, origen del proyecto
6.2. Justificación, relevancia, afinidad, etc.
7. PRESENTACIÓN DE LA PROBLEMÁTICA A INVESTIGAR
7.1. Tema
7.2. Delimitación
7.3. Formulación del problema
7.3.1 Sistema de hipótesis
7.3.2. Variables
8. ESTADO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO
8.1. Grado de avance del conocimiento
8.2. Diagnóstico de la situación
9. MARCO TEÓRICO
9.1. Enfoque
9.2. Modelo teórico
9.3. Fuentes de información
9.3.1. Revisión bibliográfica
9.3.2. Revisión de experiencias
10. ASPECTOS METODOLÓGICOS
10.1. Tipo de estudio
10.2. Universo o población
10.3. Unidades de análisis y/o información
10.4. Técnicas de muestreo
10.5 Tamaño muestral
10.6 Técnicas de recolección de datos
11. PRESENTACIÓN DE RESULTADOS
11.1. Análisis de los datos
11.2. Informes de avance, parcial, final y complementarios
12. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
13. RESUMEN DEL PROYECTO
14. RESULTADOS ESPERADOS
14.1. Nuevos conocimientos/soluciones al problema
14.2. Transferencia al medio socio-productivo
15. DURACIÓN DEL PROYECTO
16. PLAN DE ACTIVIDADES
16.1. Etapas
16.2. Actividades
16.3. Cronograma
17. PRESUPUESTO
17.1. Total
17.2. Detallado por etapa/actividad