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Domingo V Cuaresma
El problema de las élites, de los clérigos de élite como estos, es que habían
perdido la memoria de su pertenencia al Pueblo de Dios; se volvieron
sofisticados, pasaron a otra clase social, se sintieron líderes. Es el
clericalismo lo que ya existía. "¿Pero cómo es que - he oído en estos días
- cómo es que estas monjas, estos sacerdotes que están sanos van a los
pobres a alimentarlos, y pueden coger el coronavirus? ¡Pero dile a la
Madre Superiora que no deja salir a las monjas, dile al obispo que no deja
salir a los sacerdotes! ¡Son para los sacramentos! Pero aliméntalos, ¡deja
que el gobierno provea!". De eso se habla hoy en día: del mismo
argumento. "Son gente de segunda clase: somos la clase dirigente, no
debemos ensuciarnos las manos con los pobres".
Y estos, cada uno, cada uno regresó a casa (cf. Jn 7, 53). Una ruptura.
Nicodemo, que vio algo - era un hombre inquieto, quizás no tan valiente,
demasiado diplomático, pero inquieto - fue a Jesús entonces, pero fue fiel
con lo que pudo; trató de mediar y toma de la Ley: "¿Nuestra Ley juzga
a un hombre antes de que lo hayamos escuchado y sepamos lo que
hace?". (Jn 7, 51). Le respondieron, pero no contestaron a la pregunta
sobre la Ley: "¿Eres tú también de Galilea? Estudia. Ustedes son
ignorantes y verán que de Galilea no hay profeta" (Jn 7, 52). Y así
terminaron la historia.