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coleccién Ciencia que ladr: maria susana rossi luciano levin Maria Susana Rossi Luciano Levin qué es (y qué noes) VO la evolucion el cireuto de darwin Cuando el joven Marcos pasa la noche en el Museo de Ciencias Naturales comienzan a ocurrir fenémenos, muy extrafios... Pero todos se enmarcan dentro de la teoria de (a evolucidn: cambia, todo cambia, y las salas del museo, junto con los fantasticos personajes que cobran vida en este libro, nos van guiado por esta aventura nocturna, Ai, vijaremos en el Beagle con Chartes Darwin, escucharemos los entusiastas argumentos de Thomas Huxley, Ernst Mayr o Stephen Jay Gould, y hasta temblaremos, cuando el ex director Burmeister haga alguno de sus trucos. Estas son algunas de las peripecias de nuestro héroe en la noche del museo, entre dinosaurios, aves y rocas Maria Susana Rossi y Luciano Levin nos llevan de paseo por la evolucién, de la mano de los mejores guias posibles: los miembros del exclusivo circulo de Darwin. Y, hacia el final, Marcos se preguntara qué hace con una murieca rusa en el bolsillo y un diagrama de drboles evolutivos en la mano... Todo un misterio que el lector compartir enesta travesia, mezcla de ciencia y de ficcién en las dosis justas. svn — Eun grupo editorial siglo veintiuno glo wa editores, méxico siglo xxi oditores, argentina ‘Ros, Maria Sustna ‘Gue es (9 que no es) la evolucisns ELeirenlo de Darwin / Maria ‘Sana Ray Luciano Levin. red. 6 re Veintiuno Fetes, 2017 ver pa tga 1 em (Ciencia que lade. // dirgkla por Diego we Hens Aires: Siglo N gritos anes e6 to Teoria de la EvolucineDarwin. Levin, Luciano Mh, Viale Cob 536.82 (© zoo, Siglo Veintuno Editones Argentina SA, ‘sei de eubietta: Mariana Nest IN gatos preso en Aries Grifieas Del // Alte, Soler 2450, Avellaneda lines de febrero de 2007 Hecho ef depéinito que marca i ley Impresoen Argentina // Mae i Aree ESTE LIBRO {y esta colecci6n) ‘Stun hombre etraesara ef paratso on sueio y te dieras ua flor co mo prueba de que habia estado alt, y si al despertar encontrara esa flor en. su mano... certonces, qué? Saati, Courtice ‘Siroo wna doctrina ciewtifica: ef Dareinismo. Tarde 0 femprano Wegard ‘a ser una doctrina politica y necesito cierto aniserio en mi conducta Epuauno L, Hoiamena, Dos partidos er fucka, 1875, Yo era el rey de este lugar... Hubo un tiempo en que el tnico libro digno de ser ensefiado en las escuelas era, por supuesto, la Bi- blia, La ereacién divina era indiscutida y, por supuesto, el hom- bre (que en esos tiempos, de las mujeres, ni hablar) estaba en la cima, como el rey de la creacion. Hasta que vino un tal Charles Darwin y arrasé con todo: cambia, todo cambia, y no hay una crea- ciGn —al menos definida— sino una serie de transformaciones a lo largo de mucho ms que siete dias, Vale la pena recordar que euan- do s¢ les sefial6 a los bibli6filos que era imposible que los hallaz~ os gcoldgicos y palcontol6gicos, que hablaban de millones de a‘ios, fueran compatibles con los famosos sicte dias de la creacién, ‘contestaban tranquilamente: “es que en esas épocas los dias eran muchisimo ms largos.” Fl origen de las especies, publicado en 1859, fue un verdadero best-séller que se agots inmediatamente, Lo curioso es que Darwin fue lefdo poco después en nuestras costas; uno de sus primeros y Iie cidos admiradores fue nuestro naturalista Guillermo Enrique Hud son, Pero el mayor defensor de Darwin fue acaso nuestro primer critor de ciencia ficcién, Eduardo Holmberg, mentor de las ciencias ¥y arles de 1870, junto con su primo Francisco Moreno y cl joven 10 Ameghino. Claro, esos jévenes progresistas de cerca del novecientos, triunfantes con sus ideas, no sabfan que més de un si- slo después todavia se discutirfa la vigencia de la teoria de la evolu cidn... Aunque parezca increfble, atin hoy el tema de la teoria de la ‘evolucién es materia de debate, sobre todo en lo que respecta a su. ‘enseftaniza en las escuclas ptblicas, Si no puedes vencerios, inventa algo que parezea complicado yacadémico... Ya no queda bien decir que la selecci6n natural no existe o que Darwin es un mono, asf que los antievolucionistas mo demos han evolucionado ¢ inventado el concepto del “diseio in- {eligente”: la complejisima informacion presente en las células y en el universo no pudo haber sido creada al azar, sino disefiada por algin mandamds que tir6 la primera piedra, ¥ esto, de cientifico, no tiene nada de nada. Estas y muchas cosas més son las que aprende nuestro héroe Marcos cuando pasa una escalofriante noche en el Museo de Cien- cias Naturales. Los autores Susana Rossi y Luciano Levin nos lle- van de paseo por la evolucién, de la mano de los mejores gufas posibles: los miembros del exclusivo Cireulo de Darwin, Y hacia cl final, como Coleridge, Marcos se preguntara qué hace con una ‘mamushka en el bolsillo y un diagrama de érboles evolutivos en Ja mano... Todo un misterio que el lector compartir en esta aven- tura, mezcla de ciencia y de ficeién en las dosis justas. Esta coleccién de divulgacién cientifica esta escrita por cien- lificos (y, como en este caso, periodistas) que ereen que ya es ho- ra de asomar la cabeza aluera del laboratorio y contar las mara- villas, grandezas y miserias de la profesién. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse intl Ciencia que ladra... no muerde, s6lo da sefiales de que ca- balga. Diego Golombek A Tomds A Romeo y Daniel Agradecimientos ‘A Diego Golombek por su infinita paciencia, y también a Alejandro ‘Alonso y a Ana De Micheli por sus kdcidas lecturas, Acerca de los autores ‘Maria Susana Rossi mrossi@ mailretina.ar Estudi6 Biologia en la Universidad de Buenos Aires. Fue becaria del ita y del conteet. Realiz6 el doctorado en la UBA en evolucién del genoma, ‘Trabaj como becaria posdoctoral en la Universidad Auténoma de Bar- ccelona (Espafta) y en la Universidad de Pavia (Italia). Fue dacente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Trabaja como in vestigadora del cowicer en temas de biologfa evolutiva. Ha dictado cur- sos y escrito articulos de divulgacién cientifica, Otro de sus intereses es la reflexion sobre el contexto cultural dela ciencia. Adems eseribe ficeiin (Cl cautivo, 2007, Colihue), Luciano Levin lulevin@fibertel.com.ar fs licenciado en Biotecnologia por la Universidad Nacional de Quilmes ¢ ha interesado en la teoria evolutiva, su historia y la comunieacién pri. blica de la ciencia. Trabaja en la ongunizacion de actividades de divalga ion cientiiea en el dbito publico, Su interés por la cieneia fiecién lo ha Hlevado 1 proslucir ciclos de cine en los que muestran el impacto de la Ciencia en la cultura. Ha publicado varios atticulos en diarios. También tic- ne mucha experiencia como librero. ‘Sueno de una noche de verano Elviejo ....-++ Maestro y discipulo La suerte de una teoria La presentacién en sociedad La belleza feroz de este mundo Arboles Especies ... El director de orquesta La tuleta de la evolucion Las malas razones LaTierra no es de diamante Un mono entre otros monos La evolucién de la evolucién El evolucionismo criollo Burmeister . Sueno de una noche de verano Hoy, muchos afos mis tarde, recuerdo aquella noche con nos- {ulgia, Pero la verdad es que tuve mucho miedo, Nunca hablé de ‘slo para evitar que me tomaran por loco, pero ahora quiero contar- 1o, porque lo que vivi entonces mareé mi vida para siempre. Quiza ‘se me hayan olvidado algunos detalles, pero no lo esencial, Li co- sa fue asf: viernes por la tarde, enero. Buenos Aires estaba inmersa cn ese aire de irrealidad que adoptan las ciudades sibitamente des- pojadas de sus habitantes, de su respiracion habitual. Habia deci dido tomarme la tarde libre. Iré a tat museo, me dij. Los museos son buenos lugares para descansar, sobre todo en verano, porque ga- rantizan silencio, Elegg el Museo Argentino de Ciencias Naturales, el esti en el Parque Centenario y que, como muchos de ustedes sa- in, tiene esas cnormes y fantisticas colecciones de dinosaurios, rathas, mariposas y escarabajos, Las salas del museo estaban realmente freseas. Pasé buena par- {e de la tarde mirando las colecciones, leyendo las inscripeiones de las vitrinas e imaginando cmo habia sido la vida en la Tierra en los tiempos sin historia, Antes de entrar en la Sala de Paleontologia de- cif tomar un descanso. Querfa enfrentarme a los dinosaurios con la mente despejada, para no pasar por alto ningtin detalle, Fsas bes- tias anticuadas todavia hoy me faseinan. Ya habja visitado el museo otras veces y sabia lo larga que puede ser una recorrida, Me senté un banco apartado ¢ inmediatamente sentf un enorme cansancio. el museo habia poca gente a esa hora y, como la sala estaba de- sierta, decidi acomodarme a mis anchas. Certé los ojos, me estiré cuanto pude y me dispuse a disfrutar de! silencio. Me quedé profundamente dormido. Al despertar, la sala esta~ ba en penumbras. Me cost6 reconocer el lugar, habia anochecido. Me di cuenta de que habrian cerrado el museo, y empecé a in- quietarme, pero enseguida pensé: debe de haber un sereno, es cues tin de encontrarlo. ‘Trate de reconstruir mentalmente el mapa del edificio, pero s6- 12 Masia Susaua Rossi-Luciane Levia lo las Iuces mortecinas de algunas vitrinas, que alguien se habia olvidado de apagar, me servian de referenci Mientras decidia por dénde iniciar la bisqueda, recordé una conversacién que habia tenido con un empleado de limpivza del useo, unos meses antes. Dentro del edificio, me contaba el hom- bre, estaban depositadas las cenizas de German Burmeister, quien habfa sido el director del museo hace mas de cien afios, y que mu- como consecuencia de una caida por las escaleras del antiguo cdificio del museo, El personal no estaba muy de acuerdo con que las cenizas del cadaver de Burmeister estuvieran depositadas all, pero ese habia sido el tiltimo deseo del director. La cripta esti en la planta baja, frente a la Biblioteca, muy c cca del dea de descanso del personal. Una imponente estatua del viejo director custodia la puerta de la cripta, que permanece ce Frada con cadena y candado. “Alguien recorre los pasillos en las noches”, me aseguré el empleado. Cuando me cont6 la historia ‘me burlé para mis adentros del pobre hombre, pero en ese momen= to, deambulando solo y a tientas en un pasillo del museo, el asun- to empez6 a perturbarme Tralé de alejar de mi cabeza la historia fatidica y me dirigg hacia donde crefa que estaba la salida del edificio, todo mi problema se- ra legar a la puerta, pero no lograba orientarme. Subj a la planta alta por si habia alguien a quien pedir ayuda, Al final de la escalera desemboqué en un hall, en el que est ubicada una enorme vitrina que encierra a un grupo de babuinos embalsamados. Llegaba muy po- ca luz al recinto y a pesar de que no los podia ver, recordé los fan lasticos colmillos del macho dominante. Los pasillos del museo co- menzaban a resultarme amenazantes, y luego de dar algunas vucllas sin encontrar a nadie, descendi a la planta baja, ya algo desespera- do. De repente me encontré frente a una pucrta de hierro forjado, con {a figura de una inmensa arafia en su tela, como esperando a su pré- xia presa. éSerfa yo un fnfimo insecto atrapado en la trama mortal? Pero el corazén me dio un vuelco de alegria: un cartel en letras ver- des, eolgado por encima de la puerta dec‘a satsba. Si van al Musco, vverdn que las puertas principales son enormes estructuras de hierro, Oui ts (1 ove NO es} ca cvoLecion pesadisimas. Sacudi una y otra vez el picaporte con violen 1 lor abrsla, Con una bara ce hiro que encont apyada en la pared, lo golpeé varias veces con desesperacién, pero la cerradu- ra no cedié. Gril6, con la esperanza de que hubiese un sereno en el aiticio, pero nadie respondis y, para agregar més salsa al asunto, el ‘eco me devolvia mi propia vor desgarrada, Imaginen la situaciGn: en- cettado en ese inmenso edificio, con una larga noche por delante, Senti que alli iba a empezar la peor pesadilla de mi vida. ‘Tranquilo, me dije y respiré hondo. No puede ser tan mato, pensé con poca conviceidn, mientras unas gotas de sudor Info res- balaban por mi frente, Durante la siguiente media hora subi y ba ie escalers,intenté abrir puertas de los laboratorios, pero no en- ‘contré a nadie, Traté de aparentar calma. En un momento me topé con un teléfono piiblico, pero la linea estaba muerta. Si hubiese funcionado, todo habrfa terminado en un embarazoso y vergon- zante reseate con el propio director del museo abriendo las pesa- dias puertas de hierro en plena madrugada portefia,liberandome de la pesadilla de una noche entre animales embalsamados. Hasta me habrfan entrevistado en algtin canal de televisi6n para la nota de color del informativo de la noche, y quizés habria conocido a al- sin periodista famoso. Pero la vida me {enfa reservado algo defi- nia nfintamente mucho més interesante, ae Con los ojosalgo acostumbrados a la penumbra comeneé a reeo- rrerel hall: Apeas dilngufa mis propio mance. Volvial bancoy me recosté a esperar que esa noche nefasta pasara lo més pronto posible, Estaba exhausto y dormité por un rato, Cuando desperté la Iz mor- tecina de la luna, ya alta en el cielo, se filtraba por las ventanas. Me agoméa la baranda de hierro de las escaleras y miré hacia ariba, aun- {que con pocas esperanzas de que algo mejorara mi situacién. ‘Al volver a mi banco para rumiar sobre mi evidente mala suer- le, vi que la puerta de una sala contigua estaba entreabierta, dejan- do escapar un reflejo vacilante y amarillo, como la luz de las velas, Me detuve y me dirig( con cautela hacia la sala. Apenas pude leer husttoTCA en el cartel que estaba encima del marco de la puerta A medida que aba, el rumor de una vor, monocorde y al- 14 Mania Susaua Ressi-Luctauo Levia £0 ronea se hizo cada vez més intenso, Al llegar a la puerta me de- tye inten algo, alguna Sal que me nda ae oe acercaba a un territorio amigo. Pero desde el rellano de la puerta no alcanzaba a entender nada. Decidf entrar. Lo que sucedié a continuacién fue para mi tan vivide como la brisa fresea que ahora entra por la ventana de mi cuarto. Si es ficeién o realidad, quedaré a criterio de ustedes. Y si la curiosi- dad les pica mas que el miedo, corran el riesgo de dejarse vencer or el sopor, en el atardecer de un caluroso dia de verano, en una de las amplias salas del Museo Argentino de Ciencias Naturales, en laavenida Angel Gallardo 490, Ciudad de Buenos Aires. Quizé pa- sen por una experiencia como Ia mi Pero si noseaninan, aut ey aquesoy yo para contra, Vaya tonces, a esa noche, _ ate El viejo niré en la Biblioteca con cautela, Sobre el costado derecho vi n viejo sentado a un eseritorio, Dos eandelabros con velas chorrean- {cs colocados sobre la tabla delimitaban un aura de luz temblorosa y cilida, La escena tenia algo de irreal, EI viejo era delgado y pare- fa sostenido por una osamenta un poco destartalada. Tenia una bar- ba blanca muy larga y era casi completamente calvo, Vestfa un sa- ‘co negro, algo percudido y, evidentemente, de otra época, Lefa en \oz baja y parecié no darse cuenta de mi presencia. Al avanzar ha- cia el interior de la enorme sala, tropecé con un hueso abandona- do en el suelo, que acechaba en la penumbra a pies desprevenidos, Debia de ser el hueso de un animal enorme, quizd de un gliptodon {c,! pensé. Aterrieé en el piso polvoriento, haciendo un barullo feno- menal, A pesar de lo inesperado del estruendo, el viejo no se sobre. sall6, Me pregunté si seria sordo, pero giré la cabeza con cierta dificultad y exclam6: “Ah, ipor fin un visitante retrasado!”, Con un gesto de st mano huesuda, y un leve movimiento de su cabeza me hizo sefias para que avanzara hacia el eseritorio, El gesto parecia mas «el de un viejo empleado de hotel que invita al pasajero a seguirlo para conducirlo a su habitacién, que cl de alguien sorprendido por tun intruso que irrumpe en medio de la noche. —Siéntese, mi querido —me dijo en tono calmo—, Seguro que se ha quedado encerrado en el museo. Le adelanto que aqui no hay sereno —dijo con una sonrisa bonachona, Eh... —Bueno, bueno, no me dé tantas explicaciones. Mejor las ex: -aciones se las voy a dar yo. Déjeme que me presente, pero pro- 1 nombre eientifico es Glypfodon claves. Fue un mamnero herbivore re Incionado eon las mulitas actuals. Se origind en América del Sur, dispe ‘sindose hacia Amérien del Norte euando se unieron ambas a traves del ‘redo de fauna del istmo de Panam, EM amafo del animal sera el de un Fit 600, al que tambien dentro de pace sélo se va a poder ver en los museos. 16 Mania Susans Rossi-Luciano Levin métame que no va a salir corriendo, como los tl tes, GLo promete? No respond. —éLo promete? —insisti. —é Qué cosa? —pregunté abrumado. El viejo queria, por algiin motivo, retenerme, iQue no va a salir di fantasmal —Esté bien lo tranquilicé—. No voy a salir disparando, —Me gusta la gente valiente. Soy Charles Darwin to —dijo extendiéndome la mano con decision. Largué una carcajada, pero el viejo no reaccioné, lo que sparando, como si hubiera visto un.. ‘momento fue para mi otra evidencia de que estaba frente a un lo- co de remate. Decid seguirle la corriente porque supuse que el vie- jo debfa de saber cémo salir del edificio. —Mucho gusto, es un honor conocerlo, sefior... Darwin. Me llamo Marcos —dije y le extend la mano, Al estrechar la mano del viejo, me estremeci. Casi no tenfa fuerza y estaba ria, —Mire —me dijo—, esta noche algunos bidlogos evolutivos nos encontraremos aqui, a charlar, a discutir, a matar el tiempo, co- ‘mo quien dice. Nos reunimos siempre en museos de ciencias na: turales. La semana pasada estuvimos en el Musco de Historia Na- tural de Nueva York y hemos convenido en vernos hoy aqui, en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, en Buenos Aires. Fui yo el que pidi6 que nos reuniéramos en museos de Sudamérica, por- que tengo nostalgia de estas tierras. Nostalgia? —le pregunté. Queria ponerlo a prucba. Apa- rentemente el viejo sabfa que Darwin habia estado en Sudamérica, pero queria ver hasta que punto sostenia su actuacién —Si, nostalgia de Sudamérica. Bueno, usted no tiene por qué conocerme. Yo fui un naturalista inglés. Inicié mi carrera en un lar- g0 viaje alrededor del mundo durante el cual visité las costas de Su ® Charles Darwin (1809-1882) navi6 en Shreswsbury, Inglaterra. Fue natu- ralistay viajero, yformuls la teorla de evolucion por selovcidn natural, piedra fundacional de ka teorfaevolutiva ul 4s (v ove NO es} te evorucién 7 \lamética, de las que tengo recuerdos muy vivides. Por eso tengo hostalgia de estas eostas, muchacho. LL viejo parecia muy comodo con la charla, Comencé a con- vencerme de que el hombre estaba realmente muy loco, El viejo se creia Darwin. Pero si Darwin muri... —interrumpt. ‘émelo como quiera. Yo soy Darwin. Y no perdamos més tiempo. Esta noche con mis colegas vamos a reunirnos a con- versar sobre evolueién, y si usted tiene interés en la materia, po- dria acompafiarnos en esta terlulia. Estarfamos encantados con su compafifa, Se puede imaginar que no es frecuente que un vi- sitante se quede encerrado en un museo de cieneias, pero cada ‘vex que ocurre nos encanta conversar con nuestro amigo oca- sional. Siempre que no salga corriendo, claro, Resulta mucho ma interesante que hablar entre nosotros. Mis colegas y yo fuimos cientificos. Es decir, fuimos gente comiin, ni mejor ni peor que cualquier otra, Recuerde: ni mejor ni peor. Lo que Ie quiero de- estimado joven, es que no se sienta inhibido por la ciencia, y menos por los cientificos, porque ésa es la peor manera de aprender ciencia, 0 cualquier otra casa, —No, no... Serfa para mf un honor. —Bueno, antes de que Hleguen mis colegas termino de contar- le algo mds sobre mi trabajo. —No sé demasiado de evolucién, —No se preocupe. éQuiere saber qué es la evolucin? Pu bien, la evolucién es como este museo. Cada sala del museo mues- tra_una parte de la diversidad de organismos; en una se muestran ppeces, en otra, aves o mamiferos. Cada sala tiene su propia orga hizacién, incluso se han utilizado recursos didéeticos y estéticos di- forentes en cada sala. Sin embargo, ninguna sala por sf sola po- difa dar una idea de la diversidad de los seres vivos que pucblan y poblaron la Tierra, Para eso es necesario recorrer todo el mu- seo, ¢ integrar la informaci6n de todas las sales, Bien, la evol cin es el marco tedrico de referencia de la ecologfa, la sisternati ca, la genética, la fisiologéa, la biologia celular y molecular. Las 18 Monia Susana Rossi-Luciauo Levin ramas de la biologfa se integran y se articulan entre sf etiando in- cluyen a Ia perspectiva evolutiva. ‘Mientras hablaba, el viejo gesticulaba con el entusiasmo de un nif —Los biclogos evolutivos —continus— estudiamos la evo bioléxica, es decir, la evolucién de los organismos que © existen en la Tierra, desde las primeras formas de vida hasta las es- pecies actuales, La evolucién estudia los procesos que producen y mantienen la diversidad de la vida. Y obviamente, la forma en que una especie obtiene sus nutrientes, se reproduce y modifica el am- biente tiene estrecha relacién con su origen y su evolucién. El viejo hablaba con pasidn. Sin dejar de prestarle atencién, aproveché para mirar si habia algunas llaves sobre el escritorio, Po- drian ser las de la puerta de salida —Vea, la evolucidn es considerada una rama de la biologta pero, en realidad, abarca a todas las dems ramas. —Disculpe, sefior. —Darwin, Charles Darwin, Pero puede llamarme Charles, —Si, si, Charles... Digame, usted ée6mo entrs en el museo? Por casualidad, éno tiene la lave de alguna puerta? Mi familia se preocuparé sino vuelvo esta noche a mi casa. Vea, Marcos; puedo Hlamarlo Marcos, éverdad? Yo no ne- cesito las Ilaves del museo para entrar: Qué me habia querido decir? Evidentemente el viejo no iba a ayudarme a salit. Un nudo de angustia me cerré la garganta. Me desplomé en una silla de madera que estaba al costado del escri- torio, abatido. —De acuerdo —Ie dije—, empecemos de nuevo. Usted se lla- ima Charles y sabe mucho de evolucién, ées ast? i. Y estaba intentando explicarle qué es la evolucién. —Usted disculpe. Imaginese que no estaba en mis planes pa- sar la noche en el museo —dije en un tono lastimoso. No tengo Ja mevor idea de dénde salié este viejo, aunque seguro debe de te ner les ilaves, pero como necesita comipaitta no quiere ddrmelas, i que lo que mas me convenfa era no contrariarlo. oC cs (¥ aut NO es) La evexucion 19 —ien, continuemos. —Sonri6 Charles, —Le deefa que la evo- Jucidn es la teoria madre de la Biologia. ~ Tan importante es? —A pesar de que sentia un gran desé imo, siempre me habfa interesado la evolucién. fijese... —Chasqued la lengua. —Las poblaciones de cual ‘quier especie sufren cambios de generacién en generaci6n, éno? Bien, la evoluci6n estudia como se originan esos cambios y por qué ‘algunos prosperan y otros, mueren con los organismos en los que se han otiginado. La evolucién estudia los cambios que se produ- cen en los organismos que comparten un tiempo y un Tugar, es de cir, de las poblaciones, y la suerte de esos cambios a lo largo del tiem- po, Este tiempo puede ser el de varias generaciones, como el que Separa a la familia real que gobern6 Inglaterra a mediados del sigho XVIII de sus descendientes que gobiernan hoy: la familia de la rei- ha Isabel. ‘También puede ser un tiempo mucho mayor, un tiempo {yeol6gico, de varios millones de afios, como el que transcurri6 des- ide que los hombres primilivos se separaron del ancestro que com- partian con otros monos africanos, — Pero, sefior... Darwin, éusted fue el primer evolucionista?— |\ partir de ese momento decid Hlamarlo Darwin. Querfa ganar- me la confianza de ese viejo medio loco. —No, no, ni mucho menos. La mayor parte de los naturalis- {as de mi 6poca, e incluso algunos anteriores a mf, eran ya evolu ionistas. ZY cul {ue su aporte, entonces? —pregunté. —Ah, Marcos —dijo con una sonrisa. —iUsted sf que sabe 66> mo tirar de la Jengua a un viejo! Maestro y discipulo ‘Apenas terminé la frase vi la sombra de lo que parecia ser un hombre robusto y de anlar decidido, que se dirigia directamente ha- cia nosotros, Mientras avanzaba, su cuerpo parecia no desplazar el aire, sino més bien atravesarto, Inmediatamente pensé en la con- vversacién que habja mantenido con el hombre de limpieza, y traté de controlar el miedo como pude, La sombra avanzaba sin mostrar cl rostro, con la cabeza baja y las manos tomadas a la altura de ka parte baja de la espalda, como quien piensa mientras can —Bueno, ya que se interesa, le contaré. Pero aqui vi {ro amigo Thomas Huxley? —dijo el viejo. Superé los instantes de terror cuando vi que los dos hom- bres se saludaban con palmadas en Ia espalda que apenas pro- dujeron un ruido seco y levantaron pequerias nubes de polvo no y gris. Quien acababa de entrar usaba levita de perfecto estilo inglés del siglo XIX, largas patillas que le enmarcaban la cara y tenia unos ojos oscuros y penetrantes. Todos los demis rasgos, ufias, pelo, manos, estaban perfectamente cuidados, diria que al extremo. Sino hubiese sido por la circunstaneia, habria pens do que el hombre se habfa acicalado para impresionar a alguna dama de su ageado, EI recién Hlegado parecié tomar mi presencia como algo na- tural. Me extendié la mano, que senté levemente hiimeda, Luego, retomé su paseo hacia un extremo de la sala, —El joven Marcos se ha quedado retrasado en el museo y por supuesto lo he invitado a departir con nosotros —informé Darwin, —Excelente, excelente, querido maestro —respondié el tal Thomas Henry Huxley (1825-1895), a pesar de haber ido sélo dos afios a la escuela, tuvo una formacion autodidacta que le permitié entrar en el hos pital Charing Cross, en Inglaterra, dande estudio y se grado en medic. a Un trabajo sobre las medusas tropicals lo Hev6 ser membro de la Ro. -yal Society en 1851, Fervien a, fue también autor de numerasos Urabajos sobre embriologia, zoologia y palcontologia, 00 Ce (Y aUE NO es) La EvotuciON 24 Husley, que continuaba caminando pausadamente, dando largos pasos frente al escritorio Nuestro amigo querfa saber eudl fue mi trabajo —dijo Dar- in, ofreciéndole al recién egado una sill, sin darse cuenta de que estaba tapizada de telarafias. Pero el hombre sigui6 su paseo hacia el otro extremo del recinto, sin decidirse por ninguna silla hi por ningan sillén, aunque las (elarafias no parecfan molestarle fon lo mas minimo. —cQuerria tener la amabilidad de dejar de dar wueltas y con: lurle a nuestro invitado lo que quiere saber? —Io inst6 Darwin— Recuerde que el tiempo es tirano. —Con todo gusto, maestro —respondié inmediatamente Hux ley, que mostraba por el viejo una devocién amasada en cireuns- Lancias que pronto quedarfan al descubierto—. Bien, empecemos por el principio: Darwin fue el mas grande naturalista de todos los tiempos —dijo reclindndose en el sillén polvoriento de pana hord6 por el que finalmente se habia decidido, —Amigo Huxley, usted exagera —Io interrumpié Darwin, al- io cobibido, Pero Huxley pareeia no oft. — Sir Charles naci6 en Inglaterra en 1809, era hijo y nieto de nédicos —continué Huxley, y en respuesta a presiones familia res, inieié estudios en medicina primero y de clérigo después. Am- bas profesiones, que el joven Darwin abandonarfa, eran muy res- potadas en la Inglaterra de esa época. ~Recuerdo la angustia que me produjo decidir abandonar las s quie mi familia habia clegico para mf —interrumpié Dar- Pero contin, querido amigo. —Gracias —respondié Huxley y le dio una pitada a su pipa re- cign encendida—. Efectivamente, cuando Darwin acepta embar- ‘arse en la fragata Beagle como acompafiante del capitén Fitz Roy, su vida vir6 definitivamente, El Beagle se proponia estudiar la flo ray fauna de las costas de América del Sur en una expedicisn que duraria cinco afios, Durante todo ese tiempo, nuestro joven natu ralista, que se embarcé con apenas veintids afios, no s6lo obser- v6 y coleccion6 los animales y las plantas més diversas, sino que 22 Maria Sasaua Mossi-Luciano Levin tambign hizo observaciones geoldgicas y paleontologicas. EI Beagle salid de Inglaterra, eruz6 el Athintico y toc6 las costas de Bra: Montevideo y Buenos Aires. También anclé varias veces en las cos- tas de la Patagonia, Chile, Perd y las islas Galapagos, frente a las costas de Ecuador. Después atraves6 el Pacifico y lleg6 a Nueva Ze- landa y Australia fr an a inert de fragata Ms Bengt on Su ae aco de urd E34 1836, ‘trecho de Magaitanes 4 La lanura pampeans y el aspecto de Buenos Aires impresionaron mucho a Darwin, En su diario, dediea unos parrafos a la deseripeidn de la ciudad, v en particular del matadero, que se parece mucho a la que hace Esteban Ech vera en st novela EZ matadero, Darwin eseibié: "El especticulo eh $(o {alidad es horrible y repugnant el piso esta hiteralmente eubierto de huesos; y los caballos yjnetes, empapados en sangre’ Y de la pa ‘na mortal dela laura, los perros vigilantes, el grupo errant de gauchos ha ciendo las camas alrededor del fuogo, han dejado en mi mente una imagen ‘muy profanda de la primera noche, que tardaré mucho tiempo en olvidar’ 23 (yi es (y one WO es) tA evacuctén Una expedicién alrededor del mundo! —dije, emocionado—. Siempre que pienso en los viajeros cientificos del siglo XIX sien- o un poco de envidia. 2Ustedes no? —Empezaba a tomar la p sencia de estos dos hombres como algo natural —éEnvidia? —dijo Darwin con un gesto de asombro—. Si us led supiera to diffeil y dura que es la vida en un bareo en alta mar, i estimado... Varias veces mi vida estuvo en peligro y mi salud se deterioré mucho. —Muchacho, cha leido aventuras de viajeros? —me pregun- (6 Huxley. —Muchas —respondi—. Sobre todo las de Julio Verne y Emi- lio Salgari, Fantésticas, iesos hombres sf que habfan viajado por to- dio el mundo como Darwin! Huxley largo una estrivendosa carcajada. Miré a Darwin con- fundido. —Disciilpeme, Marcos —dijo Huxley— . Ni Verne ni Salgari salieron jamés de sus escritorios. Han recorrido el mundo entero sin salir de sus casas. La aventura, mi amigo, se vive sobre todo con el eorazén. Fo es lo que nos transmiti6 otro gran escritor de aven- luras, Joseph Conrad.* Si embargo, ya que lo menciona, hay una enorme lista de navegantes y viajeros a los que se puede leer con la misma pasién. Desde el capitin Cook, el mismo Darwin, Bru- ce Chatwin y el perito argentino Francisco Moreno. En definiti- va, sf, ue la expedici6n del Beagle alrededor del mundo la que fi hnalmente convirti6 al joven Darwin en naturalist. —En realidad —dijo Darwin, al zarpar el Beagle tenfa ya su haturalista oficial, Robert Me Kormick, que nos abandon6 en nues- tro primer desembarco, en Rio de Janeiro. Joseph Conrad (1857-1924), su nombre real fue Jozef Teodor Nalerx Kon- fal Korzeniowski. Habja nacido en Uerania, donde perdi a sus padres ‘Goma consccueneia de La itvasion rush. Luego de una vida arresgada y za rosa, y de un intento de suiciio, entr6 en la marina mercante ingles, Es- ‘ribio en un excelente inglés toda su produccion literati. Su fantsstica eavazdn de las tnieblas fue levada al cine en una version libre por Francis Ford Coppola bajo cl nombre de Apocalypse Now. 24 Matin Susana Rossi-Luciana Levin —éPor qué? —pregunté, La historia del viejo se estaba ponien- do cada vez més interesante, y por un momento mi desasosiego se disipaba. —En realidad —dijo Darwin—, lo habjan contratado como na: luralista y médico de a bordo. Mc Kormick habja estado en a ex- pedicién antartica del Capitan Ross y (ena mucha experiencia. Te niendo en cuenta que yo era un joven de veintidés aiios, sin una carrera profesional desarrollada, mi ventaja no era justamente mi for- ‘maci6n o mi experiencia, Mi ventaja era mi euna. Si, habla nacido cn una familia rica y culta. Y el capitin Fitz Roy queria un comen- I sentadlo a su mesa, para poder departir durante los largos cinco aiios que durarfa el viaje. Ese alguien no podia pertenecer a la ti- pulacién por estrictas normas de la marina inglesa. Ni tampoco po- fa ser un naturalista plebeyo. Debia ser un aristécrata como él. Yo lo eta y Mc Kormick no, por lo que no tuvo ms remedio que aban- donar la expedici6n en Rio de Janeiro. Como usted puede ver, joven, no sélo eran importantes la capacidad o los méritos académicos pa ra tener acceso privilegiado a una carrera cientifica y a cualquier otra, dicho sea de paso. Una buena condicién social y econémica signi- ficaba un camino facilitado al éxito en fa Inglaterra del siglo XIX. Y también lo ¢s hoy, tanto en Inglaterra como en la Argentina. Quedé pasmado por la sinceridad del viejo. =Sigamos —dijo Huxley, ansioso por continuar con su re- lato—. Darwin compré también importantes colecciones a na- turalistas de Rio de Janeiro. A su regreso de la campatia del Bea: ule, dedico gran parte de su vida a estudiar el material que habia recolectado, y a claborar explicaciones sobre cémo se habia ori- xinado y mantenido la enorme variedad de animales y plantas que 61 mismo lo habian maravillado, James Clark Ross (1800-1862) nacié en Irlanda y ya alos dove aii for ‘maba parte de la armada brtsniea, En 1818 se anid a su io en un pole ‘mico viaje en busqueda del paso del Noroeste. Partcips de expediciones frticas de 1819, 1821, 1824 y 1827 EI 31de mayo de 1851 localizé Ia po sicion del Polo Norte Magnético en Hoothia, Peninsula del Norte de Ca had. A partir de 1836 comand6 sus propias expediciones y en 1859 dir 6 su primer viaje al Antartic, vi 6s (7 aut NO esp cx evetucten 25 Huxley se detuvo por un momento y aspir6 una enorme bo- ‘canada de la pipa que acababa de encender, Miré a su alrededor, Juscando un cenicero para tirar el fisforo. Se estiné para tomar uno dle bronce que estaba en un extremo del escritorio, fuera de su al- ance. Tal vez la perspectiva me engaii6, peto hubiera jurado que Ul brazo de Huxley se estiré hasta aleanzarlo, Como si fuese de un tnaterial eléstico, tomé el cenicero, v luego se contrajo a su tama- fio normal. ¥ como muchas veces esa noche, no podia creer lo que estaba viendo. : —Pero, équé cambié en la cabeza del joven Darwin?” —con: Linu. —Abandoné la ereencia del fijismo de las especies e ineor- ors las ideas de transmutacién —dijo en medio de una nube de Iumo de tabaco que me envolvid, embriagdndome con un aroma espeso y dulce, Extrafias figuras se formaban con las volutas del humo, y ascen- dian hacia tos techos altisimos, matando de una forma a otra duran- le el trayecto. Cref reconocer formas extrafias que pareefan anima- les, cambiantes como etimulos brillantes en el cielo de un dia ventoso. ‘Sera algo asé la transmutacién de una especie?, me pregumt. — Qué significa “fijsmo"? —pregunté, volviendo a la co versacion. —Fijismo y transmutaci6n eran dos concepciones opuestas sobre cl origen de las especies, vigentes cuando Darwin inicié su carrera cientifica. EL fjismo sostenia que las especies, lucgo de su ereaci6n, se reproduefan sin cambios, manteniéndose idénticas al tipo original. Huxley exhal6 una voluta de humo espeso, que toms la forma de algo asi como un caballo 0 quizas una jrala, que ascends hacia el te cho—. Por otro lado, para el fijismo, las especies habfan sido crea das por un ser superior, en forma independiente unas de otras Darwin esribi6 en sus memorias: “Mi mente debi6 de desarrollarse gracias alas actividades emprendidas durante el viaje, como parece eonfirmar un ttamentario hecho por mi padre. La primera vez que me vio despues de tn Hlegada, se volvig hacia mis hermanas y exclams: “Le ha cambiado por ‘completo de la caberal™ 26 Mania Susana Rassi-Luctano Levin Parecia tratarse de un juego: las formas de las figuras no eran completamente caprichosas, era Huxley quien les daba forma, es- toy convencido. —2Y la transmutacién? —pregunté, siguiendo con atencién la constelacién de figuras de humo que navegaban en lo alto de la sala. —Los defensores de la transmutacién —respondié Huxley— con- sideraban que la evolucién se producia debido a los cambios que oct rian durante la vida de los individuos. Los animales, por ejemplo Jas jirafas, respondiendo a un “impulso” interno, estiraban cada vez mis sus cuellos para aleanzar las hojas altas de las copas de los ér- boles. —De una bocanada de humo emergié una figura que me pa- reci6 una jirafa, ascendié hasta perderse en la oscuridad del techo. —De esa manera, en respuesta a los estimulos del ambiente, as su cesivas generaciones de jrafas tendrian euellos cada vez mas largos. Es decir, el organismo sulritfa una transmutacién gradual a lo largo de su propia vida, y la transmitia a sus descendientes. ‘Yo estaba totalmente fascinado. Las figuras se desvaneesan, de formandose lentamente al llegar al techo de la sala. Al cabo de un momento no quedaba nada, como si unas pélidas luces se hubie ran extinguido. —Los mecanismos de esas tran: 0s. —Huxley vaci6 la pipa en el cenicero y la apoy6 sobre el es- critorio sin interrumpir su explicacién, y pasando por alto mi ges to de asombro. —Pero en aquel entonces, la idea de que las especies cambiaban a lo largo de su existencia fue revolucionaria, —2Y quiénes tenfan razén? —pregunté. —Ninguno de los dos. Ni el fijismo ni la transmutaci6n esta ban en lo cierto. Al menos la transmutacién incorporaba la idea de cambio en los organismos vivos, que seria retomada después. Eso responde a su pregunta? —dijo con impaciencia, —Si, gracias. —Continuemos ahora con la obra del maestro Darwin —siguié Huxley—. Durante los veinte afios siguientes a la expedicién del Beagle, el hombre que usted ve sentado aqui, frente a nosotros, de- nutaciones no estaban cla- vc cs (vane NO es) Lx evowucioN 27 dic6 sus dias y la salud que le quedaba a estudiar el material, agre- juundo asf evidencias de que ta evolucién efectivamente ocurre, y lumbién a construir las teorfas acerca de edmo ocurre. —é La salud que le quedaba’? —repeti, mirando a Darwin, quien, evidentemente, no estaba atento a nuestra charla. sctivamente —me respondié Huxley. Es probable que Sir Charles haya contraido una enfermedad infecciosa durante el via- je a Sudamérica. Quizas haya sido picado por una vinchuca por lestares continuos muchtsimos afios después, for de cabeza, y debilitamiento general? Cada dia debia establecer una lucha para que su malestar no retrasara sus investi y la elaboracién de sus teorfas. Pero, por suerte para la ciencia, el genio pudo mas que la enfermedad. sbi El relato de Hualey sobre la vida de Darwin se parecfa més all relato de la hazafia heroica de un luchador solitario que a la bio- a convencemos de que las vidas de algunos dle nosotros fueron ges: as de superhombres. éSeré que inventamos las epopeyas para contrat consuelo a las frustraciones que implica, necesariamen- * el agente causnte del ma de Chagas es un organismo micrseépic, un protorottoparéto Hamad Tpasosoma cnc El cil Je ida dl tpa fvoma tine do ass, on ua paraita inst, como Ta vinehuca, yen in otra parasita a vertebrados com el hombre they po i Darn rs contra a Ch fa. Algns bggrafos no descatan que los malstzes iran tis ie la ‘nifestasion de una enfermedad pacosométcs que ya padela dese st Juventud La suerte de una teoria —Teorfas, teorias que explican c6mo y por qué ocurre Ia evo- lucién —dije mitando a Darwin que estaba inmerso en la lectura de un enorme libro polvoriento, —Biectivamente, Marcos —dijo Huxley— . Pero también im- portan los hechos. —Ah si, los hechos —intervino Darwin levantando la vista de su lectura—. Nos acompatia a la Sala de Geologia? —me sugi- +16 incorpordndose con dificultad. Me indicé que tomara el cande- labro que iluminaba ta mesa. Cuando lo aleé me di cuenta de que la Biblioteca era realmente una sala enorme, debia ocupar total- mente una de las alas del edificio. Las dos paredes estaban cubier- tas desde el piso hasta el techo con estanterias de madera. Infini- dad de libros esperaban que alguien los abriera, en los estantes abarrotados. Pensé con tristeza que muchos de esos libros no vol- verian a ser abiertos janrds. De repente, miré a mi alrededor, pe ro no via Darwin ni a Huxley, habfan desaparecido de la habita- cin. Abri la puerta de la Biblioteca que da al pasillo, y la vieja madera erujié. Darwin y Huxley caminaban lentamente unos me- tros mas alld. Apenas podia verlos en la oscuridad, —iFsperen! —grité, No entendfa cémo habfan salido de ka blioteca. Los dos se volvieron. Un poco mas adelante se abria el enor- me recin(o, la Sala de Mamifferos del Cuaternario. La més pequefia de esas bestias era un armadillo colosal de tres metros de largo, —La Sala de Geologia queda al otro lado del edificio, en el ala sur. —Huxley sefialé hacia dénde debiamos dirigimos, Debiamos re- correr el edificio de una punta a la otra, Los aleancé y tomeé la de- Tantera, yo Hlevaba Ia tinica luz de la que disponfamos. Apenas pu- de distingui las vitrinas donde se reconstrutan los paisajes antérticos. Lucgo atravesamos la Sala de Paleontologia de punta a punta, —El mensaje de Darwin fue claro —dijo Huxley—. Es posi- ble entender la vida estudiando los procesos pasados y los contem- porineos, haciendo observaciones, comparaciones y poniendo a Gui 4s (v ove WO es) un evorucien 29 prucba hipétesis, La evolucion no es una “meta” teoria, en el sen- Lido que la palabra tiene en el lenguaje comtin, No es una espe- tuilaci6n vaga sobre bases inciertas. La evoluciGn es un conjunto die (eorfas que explican cémo y por qué cambian las poblaciones de plantas, animales y microorganismos. En ese momento pasibamos frente a la puerta principal del Imuseo y miré la enorme arafia en su tela, Me acerqué y miré ha- cia afuera: a través de los barrotes de hierro vi los drboles negros dd la vereda, salpicados con manchas de la luz difusa de la luna, Parque Centenario debia estar en sombtas y silencioso. —éVendr alguien més? —pregunté, La entrada de otro visi- lunte podrfa ser una oportunidad para salir : —Esperamos a algunos colegas esta noche —aclaré Darwin— La reunién de hoy ¢s importante, Tenemos que resolver un asun {o pendiente con el anfitrién de este museo, —éEl anfitvién? —pregunté—. éQuién es el anfitrion? rman Burmeister —respondié Darwin—. Fue el director det rmuseo durante treinta afios, entre 1862 y 1892. Su primer director. ‘German Burmeister. Se me hel6 la sangre. Quise preguntar cus cra ol asunto pendiente, pero en ese momento no habfa lugar pa- ra mds preguntas. ‘sueno, demos po ahora el asunto Burmeister ~djo Hux- ley algo irritado—. 2Dénde habjamos quedado? Ab, si... en que Dar- win convencié a muchos de que la vida podia ser explicada cients ficamente. Las ideas de Darwin no s6lo fueron producto de sus desarrollo posterior de la biologga confirms que eran {corfas en el sentido que tiene esa palabra para ka ciene —2¥ qué es una teor‘a para la ciencia? —pregunté —A pesar de que no hay un tinieo concepto 0 definicién de teo rfa, en general todos los cientificos acuerdan en algunas de las ca: racteristicas que tienen todas las teorfas. En primer lugar tienen un objeto de estudio, en este caso: los organismos vivos a lo largo del tiempo. Luego se claboran explicaciones y se construyen hip6t sis sobre cémo y por qué ocurren esos hechos. Finalmente las hi- pétesis se ponen a prueba, de la misma manera que se prueba un 30 Mania Susana Rossi-Luciano Levin ol ts (¥ one MO es) ua evatucion 31 modelo nuevo de motor: ponigndolo en funcionamiento, —Hux- J jy corigndome porla cara, Una ventana abierta, pensé, pero vi que ley hablaba con energfa, como si estuviera frente a una gran au- If yiahan todas cerradas, Los grufiidos, por fin, cesaron, Tralé de con- diencia, Atravesamos la Sala de Paleontologta, debajo de enormes P yjisarme en la argumentacién de tluxley. estructuras que reproducian a los dinosaurios en tamaiio natural ‘Sin embargo —continué, ajeno a mi inquietud—, las teortas Las llamas de las velas del candelabro flameaban y amenazaban ff jenificas corren una suerte may distinia de la de los descubrimien- con apagarse en cualquier momento. fe, cri especial cumndo presentan idees novedosas. La misma co- —Las teorfas de la evolucién —continué Huxley— son las més f jy\jnidad cientifica puede rechazarlas, 0 bien ignorarlas por afios. abarcadoras y generales de la biologia pero, querido a Si se tiene suerte, algtin cientifico puede redescubrir una teorfa y dici6n fue al mismo tiempo su gloria y su desgracia: esucitarla luego de una competenc osa con otras teorfas. marco (e6rico se relacionaban hechos diferentes y aparentemente J | usa quiz sea aceplada muchos afios més tarde. Pareceria que independientes, lo que oblig6 a un cambio conceptual y te6rico en. jos hhumanos somos mis refractarios a las nuevas ideas que a los otras diseiplinas, Es mucho mas sencillo aceptar un hecho nove- J jyevos hallazgos —remat6. doso, que no implica un cambio de fondo, que aceptar una nueva Huxley se detuvo y con un aire reflexivo escudrifié con la mi teoria. Por ejemplo, cuando un cientifico se topa con un hallazgo f pya el fondo oscuro de la sala. Era tan grande como la Bibliote- importante llama a la prensa, que se hace eco de la noticia, como I} pq, Estaba decorada con una docena de columnas con gérgolas ocurrié en 1857 en la Universidad de Bonn, cuando se presenta- J Jos capiteles, que aparentaban sostener el techo. ron los restos sites de un hominido extinguido hace unos vein —Fsa, precisamente, fue la suerte que corrieron las teorias dle siete mil afios, candidato a ancestro del hombre.” {a evolucién —continué—. Al principio fueron rechazadas por mu- Asenti, pero mi atencién estaba en ese momento en otro lado. J jos de los cientificos y también por la sociedad de su época, em Antes de entrar en la Sala de Geologia, cref ofr unos maullidos ron} pezando, claro, por la misma sociedad inglesa. cos, como los de un gato, que parecian provenir de la planta alta. —éPor qué? éCémo era la sociedad inglesa? —pregunté mien- Quins un animal por error estaba enfrentindose con una bestia em- J rs mirabat fas sombras de las gargolas que la luz de las velas pro- balsamada sin pereibir que la aetitud amenazante de su oponente } yectaba en el techo. Eran murciélagos con las patas flexionadas, se debia solo a la pericia del taxidermista, Unt cuerpo embalsamta- J \oxno a punto de remontar vuclo do es solo un cuerpo muerto, me dije. No tiene por qué asustar a Mmmm... éC6mo explicarlo? —Huxley sonrié con picar- un gato. Entonces, qué o quién habia gruido? Me asomé a la enor- ime Sala de Geologia. La luz de las velas revel6 la coleccién de an hidros, carbonatos, boratos, sulfatos, sulfuros y minerales de ura hio, ordenados cada uno en vitrinas separadas, Senti un soplo de aire ia. éLe gusta el cine? © Los restos de este primer ejemplar de Homo neandenthatensis se encontea ron en el pequetio valle del rio Dussel, en Alemania, Frente al hallazgo, las opiniones se dividieron, algunos pensaban que efectivamente estabsan frente a una nueva especie de hombre, y otros que se ralaba de un nifio (el cemplar era mas bajo que el promedio de los humans altos) com una Aeformacién dsea, La presentacién en sociedad Es una buena oportunidad para recomendarte una hermo- sa pelicula en la que se respira el ambiente londinense que reci- bi6 a las teorfas de la evolucién de Darwin. Se estrené en 1996. 'Y no nos preguntes cémo pudimos verla. —Es El secreto de Mary Reilly —se adelant6 Darwi —Esté basada en una novela del mismo nombre, es una liicida y bella version de otra hermosfsima novela: El extrario caso del doc- tor Jekyll y Mr. Hyde, del fantastico escritor Robert L. Stevenson. !! —Husley estaba realmente entusiasmado, —Alli esta la doble mo- ral encarnada en la transformacién del honorable doctor Jekyll en cl bestial Hyde, la separacidn y demarcacién de las clases sociales. S6- lo hay que ver el trato autoritario que los eriados reciben del doctor Jekyll o la manipulacién violenta de la que es objeto la mujer: el pro- pio padre de Mary, Ia criada de la casa, ejerce una brutal violencia contra su hija. Los personajes centrales de la novela de Stevenson son hombres ricos, cultos y prosperos, que representan también el con- servadurismo en las relaciones sociales, politicas y familiares. Por otro lado, en Ia Inglaterra victoriana, llamada asf por la reina Victoria, ‘era necesario ser varén y anglicano para acceder al derecho a voto. Las mujeres y la mitad catélica de la poblacién debian permanecer cen casa las primeras, y fuera de la politica, ambos. —Una sociedad muy conservadora... —dije. —Asf es. Darwin tard6 veinte afios en estudiar el material co- lectado en la expediciGn del Beagle. Slo entonces la humanidad entera conocié las ideas del mejor cientifico de todos los tiempos y su libro memorable: £ origen de las especies. "Rober Stevenson 1850-1894) defraud a expectativa de uf, Caso del doctor Jlyy Mr Hyde es nae is nds Itligetes novelas sobre lo monstruoso. ET planeta del tesoro, otra de sus obras, es tan! una hermosisima novela de aventuras en Ia que cre6 personajes de una riqueza, Vivié muchos afios en una isla de Samoa Occidental, donde le die- ton el nombre casi honorifico de Tuistala, que significa “el que cuenta his {orias” Su cuerpo fue enterrado en un monte de la isla en la que viva, Qué es (1 ove MO es) La evowucioM 33 —Huxley lo dijo tan seria y solemnemente que me pareci6 un poco fuera de lugar. A veces la devocién por su maestro hacia que su discurso sonara rimbombante. —En este gran libro —conti- nué—, Darwin describe las observaciones realizadas durante la ex- pedicién del Beagle, analiza datos y formula los aspectos centra- les de sus hipotesis sobre cémo ocurre la evolucién. —Para mostrarle que sus alabanzas hacia mi persona, mi que- rido Huxley, son exageradas —interrumpié Darwin—, quiero con- tarle a nuestro amigo un detalle acerca de la publicacién de El origen... Es curioso que hechos importantes dependan algunas ve- ces de otros azarosos que consideramos insignificantes. Recuerdo que cuando se publics El origen de las especies, el critico habi- tual de libros cientificos del principal diario inglés, The Times, es- taba enfermo. Se le encargé entonces la critica de mi libro nada menos que a este hombre, Thomas Huxley, que ya era un recono- cido zo6logo de Inglaterra, y tanta devocién me profesaba, —éQuiere decir que sino hubiera sido por su amigo y defen- sor, la teorfa habria cafdo en el olvido? —Tal vez nadie habrfa lefdo el libro... (C6mo saberlo! Lo cierto es ‘que Huxley era un acétrimo defensor de mis ideas, a tal punto que en la prensa de la época lo llamaban “el bulldog de Darwin’, y represen taba, con sus treinta y cuatro afios, a la generacién que habria de con- tinuarlas. Huxley eseribié maravillas sobre mi libro en The Times, Con tuna critica asf era dificil resistirse a la tentaci6n de leerlo. A propdsi to, antes de que usted, joven, llegara, me entretentfa con la lectura de ‘una novela de Mary Reds,” y quisiera leerles un pérrafo: Un carruaje titado por un par de caballos baja por una calle ccéntrica de Londres, El golpetco de las herraduras contra el brillo de las piedras himedas se mezcla con el murmullo anénimo de los saludos apenas amables, moderados y monocordes que les pa- seantes intercambian entre sf, con el crujir de los vestidos de per- Mary Reds es una eseritora nacida en Buenos Aires le la cual se tienen po- cos datos. Se eree que eseribe por encargo o bajo diversos seudnimos, y termina sus novelas los 16 de febrero. EI fragmento pertenece a una no- vela en la cual Darwin es uno de los personajes. Mania Susana Bossi-Luciauo Levia cal de las mujeres, con el roce de los paraguas en las paredes de eae enT Gey seat ce reaeaneras aaa En a vereda, un onganillero tras hace girar la manivela; la miisica suena nostilgca,n dsfa asociarla a ta buena fortuna que trata de vender. El carruaje se detiene delante de una construecién algo mas modema que las que la rodean, causando un cierto desajuste momentaneo en la ci celacion de gente y animales. Bvitando el arto que produce la ctet- ‘alloviza, aun en las calles eétricas, un hombre de unos cincuen- {a afis, con una pronunciada calvicie que ya abarca gran parte de la cabeza, pero con el pelo todavia negro, que se continga en pa- Lillasexpesas, dejando ver apenas las orejas (lo cual, pesar de la levta yl galera, le da. un singular aspecto de mono), baja con pre- ‘caucién del earruaje. Con apenas un gesto de la mano le indica al cochero que debe esperarlo. Nuestro hombre no va a coneretar un negocio, nia vistar a una dama de su eleccién (o conveniencia), ni a interesarse por algin enfermo, nia levarle trabajo a su sas- tte; no. Nuestro hombre es Sir Charles Darin, el padte de ls 60- ria modema de la evolueisn y ha entrado en una libre para com- probar é] mismo que su libro EI origen de las especies se esta agotando ese mismo dla que salié la venta, Los lectores, despues de pagar quince chelines, devorarin el libro en los préximos buscando inciamente el esendalo del que hablan los periddicos y luego las respuestas a preguntas que apenas habian podido for- rmularse con elaridad, Estamos en el inviemno de Londres, en 1859, —Interesante fieci6n —interrumpi6 abruptamente Huxley, vi ; ra wxley, vie siblemente ineémodo—, pero no recuerdo que usted tuviera en aque- Ilos afios, ni en los posteriores, aspecto de simio, quetido maestro. ate broma de mal gusto que publicé la revista Hornet."> in ese momento, Darwin sacé de su bolsillo un papel plegad Lo extendid y me lo ofreci6. ene Lo desplegué y vi al viejo que tenfa delante caricaturizado co- mo mono. No habia dudas de que era él, la caricatura era muy bue- na. Conservo esa kémina como una reliquia. Hornet era un semanavio inglés que se burlaba de la ae les que se burlaba de la sociedad vietoriana Que ts (v ove NO Es) LA EvoLUciOH —Aumentaron bastante las ventas de ese niimero —dijo Darwin—. De todos modos, mi querido Huxley, a usted ya mf siempre nos han relacionado con los si- ios. —Ffectivamente... —dijo Huxley. ‘Yo no tenfa la menor idea de qué es taban hablando. —Le ruego que le relate a nuestro amigo las circunstancias a las que €8t@ | Gyicgura do Drwin mos haciendo referencia —e pidié Dar- publcads ons win a Husley. ingjesa Home —Con todo gusto —dijo Huxley, y de un salto se coloc6, con una agilidad nada espe- rable para los afios que aparentaba, de un lado de la sala. Como si se dirigiera a una multitud exclam6: —Sefiores profesores,sefior obispo, damas, caballeros, sibditos de Gran Bretafia. Como todos sabemos, cambio y evolucidn son conceptos que circulan desde hace un tiem po entre ge6logos y naturalistas de Europa... Darwin me hizo se fas para que prestase atenciGn. —Desde hace un afio, con la aparicion de El origen de las especies de Charles Darwin, la sociedad debate tetas ideas, Muchos de ustedes las defienden pero muchos otros las rechazan de plano, Por eso hoy estamos aqui reunidos para debalir los verdaderos alcances de la teoria de Sir Charles. ‘Huxley hacfa gala de una inerefble oratoria y capacidad histrié- nica, Darwin murmuré en mi ofdo: ~ Alfio siguiente de la publicaci6n de El origen de las especies se corganizé en la ciudad de Oxford, en Inglaterra, una reunién para de- bat la teor‘a de la evolucién, con la participacion de cientificos. All cestuvo Huxley y también Richard Owen, un conspicuo ¢ inteligente de- tractor de mis ideas. En esa sesiGn también estuvo el mismfsimo obis- po de Oxford, Samuel Wilberforce, ademés de una gran cantidad de piblico, Parece que el debate subi varias veces de tono. Tnesperadamente Huxley aparecié del otro lado de la sala, abra- zando un enorme libro de letras doradas en su tapa que decfan Holy 36 Mania Susana Rossi-Luciauo Levin Bible, con una capa color piirpura, acomodada como si fuese la de un prelado. Huxley parecfa realmente un obispo. iEL obispo!, advert, —ldistreme Sir Huxley —dijo Huxley, impostando la voz que ahora tenfa un tono ir6nico, en una caracterizacion fantdstica del obispo—. éSe considera usted heredero del mono por parte de su padre 0 por parte de su madre? —En ese momento, tal fue el esedndalo que una mujer del pi blico se desmayé —me susurr6 Darwin, haciendo un chasquido al golpear el dorso de la mano derecha contra la palma de la quierda, y con una sonrisa sardénica en tos labios. —EI Sefior lo ha puesto en mis manos —dijo Huxley por lo ba- jo, guifiéndome un ojo en un gesto de complicidad. Sin la Biblia, habia vuelto a ocupar su sitio en la columna a este lado de la sa la, Ahora se representaba a sf mismo. —Vea, sefior Obispo —co- menz6 diciendo Huxley—, preferirfa tener un honesto simio como antepasado antes que avergonzarme de tener en mi linaje a un hom- bre brillante que, no contento con un éxito en su propia esfera, se su- ‘merge en cuestiones cientificas de las que no tiene conocimiento real, solo para oscurecerlas mediante una ret6rica sin objeto, y para dis traer la atencién de sus oyentes de los temas reales en discusién, —Esa respuesta fue brillante, mi querido Huxley —festejé Dar- win—. Todavia hoy me arrepiento de no haber estado presente en ese debate con Owen y Wilberforce. Los aspectos cobardes del comportamiento social de los hombres a veces nos impiden vivir las circunstancias més interesantes que nos ofrece la vida Habfa un resabjo de pesadumbre en aquellas palabras. —Agquel debate fue duro. Durisimo —record6 Huxley, bajan- do la voz. Parecfa conocer bien ese estado de énimo de su maes- tro. —EI hecho es que El origen de las especies mereci6 por parte de sus detractores la calificacién de un “error cientifico, falso en sus hechos, anticientifico en sus métodos y daflino en su tendencia’, Al menos eso dijo un mal zodlogo que, para nuestro pesar, traba- jaba en la prestigiosa Universidad de Harvard. Una critica durisima, “Bn castellano, Santa Biblia, Qué es (¥ gue NO Es) LA EvoLUciON Sin embargo, el fruto maduro casi siempre cae, La comunidad cien- tifica, que inicialmente estaba dividida, comenz6 poco a poco a prestar cada vez mas atenci6n a las nuevas teorfas, aunque las pro- vyocadoras ideas de Darwin siguieron siendo rechazadas por el sec- tor mas conservador de la sociedad y de la comunidad cientifica. Darwin murié en 1882, con una sélida carrera como cientffico, pe- ro sin saber, a ciencia cierta, si sus teorias serfan aceptadas 0 no. Pe- ro, como sabemos, iesta historia tuvo final feliz! —Mil ochocientos ochenta y dos, pensé. —&Cémo es posible que, si usted murié en 1882, pueda aho- ra estar hablando conmigo? El viejo miré a Huxley como déndole una indicacién, Huxley se sent6 a mi lado, me rode6 los hombros y me habl6 con tono paternal. odta ver su brazo, pero no sentia su peso. Otra ver. tuve la sensacién de que el cuerpo de Huxley atravesaba el espacio, en vez de ocuparlo. —Marcos, tal vez sea diffcil entender todo esto. Nosotros no sabemos cdmo estamos aqut y ahora, pero sf tenemos muy claro para qué. Cuando Darwin escribié su libro se formaron dos ban- dos bien diferenciados, como ya le hemos explicado. ; Sf, si, ya $6: evolucionistas y antievolucionistas —me impa- cienté or Blbctivaments, Los clei adhinieron a ano cto yt: go el debate se extendi6 al resto de la sociedad, y ya en el siglo XX también al ambito de la ensefianza, Fue muy dificil incorporar la teo- ria de la evoluci6n a los programas educativos y, aun después de que su ensefianza se generalizara, hubo intentos de prohibirla. Fue en esas circunstancias cuando nos reunimos los evolucionistas, que- riamos tomar cartas en el asunto y nadie mejor que Darwin para defender sus propias ideas Asi fue —intervino Darwin—. En ese momento comenzamos ‘a reunirnos. En realidad estabamos todos los ya fallecidos, pero eso no tiene importancia, porque lo que cuenta es la intencion... —Y nos autodenominamos “el efreulo de Darwin”... —dijo Huxley interrumpiendo esta vez abruptamente a su maestro. Y lo que nos ocupa ahora es el caso Burmeister, 38 Masia Susama Aossi-Luciaue Levin —éBurmeister, el primer director de este museo? —pregunté —Si. German Burmeister era creacionista y combatié al evolu- cionismo. Y atin lo hace después de muerto. No tiene el menor interés en que la gente entienda qué es la evolucién, y por eso ha- ce tiempo que molesta al pablico que visita el museo, asusténdo- lo para que no vuelva —dijo Huxley. —Entonces, éson ciertas las historias del fantasma de Burmeister? —Como usted se imaginard, la gente siempre exagera —respon- dio Huxley, mientras recorria la sala—. Pero es cierto que el perso- nal que trabaja en el museo tiene que soportar que los objetos que deja en cierto sitio aparezcan al dfa siguiente varios metros mas alld, que las puertas se golpeen solas con violencia. Los taxidermistas deben soportar que aparezcan despintados los ejemplares embalsa- mados que preparan para exhibici6n. Sin contar los quejicos y rui- dos extraiios cuando cae la tarde. Una vez encontraron a un loro completamente despanzurrado y desplumado, El aserrin del relle- no estaba desparramado por el piso, las patas por un lado, las alas por el otro y los ojos de vidrio mas alld. iUn desastre! Huxley estaba realmente indignado, —Y lo mas grave —agregé Darwin— es que han sucedido he chos inquietantes durante las visitas guiadas para escuelas que or- ganiza el museo. Las maestras piensan que son producto de las men. tes imaginativas de sus pequefios estudiantes, pero lo cierto es que luego de venir aqui muchos nifios tienen una cierta aprension a los ‘museos... Aunque hay que reconocer que el efecto de una experien cia de este tipo nunca es tan grave sobre el énimo de los nifios res- ecto de la ciencia, como lo es el aburrimiento liso y llano. —Como sea, tenemos que impedir que el fantasma de Bur- meister logre su objetivo de espantar al pablico y entorpecer la ta- rea de los cientificos del museo. Un museo es un lugar en el que se debe ensefiar e investigar la evolucién —concluy Huxley con decisién mientras sopesaba una amatista que, no sé como, habia sacado de la vitrina sin abrirla La belleza feroz de este mundo ‘A esa altura no sabfa si esa noche tendrfa para mf un final Feliz. ‘ono. Atin trataba de recuperarme del impacto que me producfa cl relato del fantasma de Burmeister, cuando comencé a sentir una vi- bracidn bajo mis pies, como si una onda expansiva viajara por de- bajo de los pisos del museo. El aire se cargé de expectativa, y algo asi como el rumor de piedras rodando se hizo cada vez mas fuerte. Miré a Darwin y a Huxley, pero no parecian percibir nada extrafo. De pronto, el ruido y la vibracién se detuvieron y luego de unos ins- tantes, que me parecieron afios, un hombre allo y un poco desgar- ado entr6 en la sala sin saludar. Venfa leyendo en voz alta: iQué lucha debe de haberse desarrollado durante largos si- alos entre diversas clases de drboles, esparciendo cada una anual- mente sus semillas por millares! iQué guerra entre insceto ¢ insec- to —y entre insecto y caracoles, y otros animales con las aves y bestias de rapifia-, esforzdndose todas por aumentar, alimentén- dose todas unas de otros, o de los drboles, sus semillas y pimpo: Ilos, o de otras plantas que cubrieron antes e} suelo y entorpe- cieron asf el crecimiento de los drboles! —Usted lo ha dicho mejor que nadie, Sir Charles, en este m ravilloso libro. Este es un mundo desapacible, sin duda, pero al mis- mo tiempo de una belleza feroz —dijo el recién legado avanzan- do hacia nosotros. y Suspiré, Es otro concurrente a la tertulia, me dije. No vestta le~ vita, como Darwin y Huxley, tipicas de la clase alta del siglo XIX, sino pantal6n, traje y corbata del hombre de ciudad de clase me- dia acomodada del siglo XX. Tenfa un par de grandes anteojos de marco de carey grueso. Parece un cientifico actual, pensé. Era un hombre delgado, de cabellera abundante y totalmente blanca, Has- ta estaba despeinado como Einstein. —iMi quetido amigo! Adelante, pase usted por aqui —exclam6 Huxley—. Darwin ya esta aqui. Tenemos la suerte de tener un vi- 40 Masia Susaua Rossi-Luciano Levin sitante interesado en evolucién esta noche y estamos recorriendo el museo —agregé Huxley. EL recién Megado dio unas vueltas a mi alrededor, observén- dome detalladamente, como un coleccionista al primer ejemplar de tuna desconocida especie de insectos. —iQué bien! Parece un muchacho curioso, aunque esté algo cohibido —sentencié—. Me recuerda a mis alumnos. —Mi estimado joven —me dijo Darwin—, este hombre es Ernst Mayr, de la Universidad de Harvard de Estados Unidos. Fue un gran genetista y bi6logo evolutivo. Mi libro se llamé El origen de las especies, pero en realidad fue el doctor Mayr, junto con muchos otros bi6logos, quienes estudiaron los mecanismos evolutivos que originan a las especies. —El pérrafo de El origen... que les acabo de leer —dijo Mayr empujando los anteojos hasta llegar al entrecejo— refleja la selva vir- ‘gen que descubri6 Sir Darwin en las costas de Brasil, y que quizés inspir6 la mas conocida de sus teorfas: Ia teorfa de la seleccién na- tural. En general se ha considerado a la seleccién natural como la Gnica teoria de Darwin, sin embargo, yo considero que la obra de Darwin involucra en realidad varias teorfas, todas referidas al pro- ceso de la evolucién, Si me permite, Sir Darwin. —Adelante, doctor Mayr, siempre es un placer escucharlo. —Bien, siempre les propongo a mis alumnos empezar por la teo- ria del cambio o de la evolucién propiamente dicha. Es sencilla: la ‘Tierra y todos los organismos que la habitan estén en constante cam- bio, que se inici6 con el origen mismo de la Tierra, Este cambio ocu- ri6 durante el pasado remoto y sigue ocurriendo en el presente. Ni los océanos, ni los continentes, ni la geograffa, ni tampoco los pe- ces, ni los mamiferos, ni las plantas, han sido siempre iguales, —Aclarémosle al joven —interrumpié Huxley, cuya imagen se Emst Mayr (1904-2005) naci6 en Estados Unidos. Fue omnit6logo. Estu- dia sobre todo los mecanismos de formacin de las especies; sostuvo que el ‘mas comiin es el que comienza en el aislamiento geogratica de una pobla- cidn del resto de la especies. Siempre dijo que lo que mas le gustaba de la Diologia era el trabajo en el campo. Se lo Hlamé e! Darwin del siglo XX. Qué es (¥ ave NO es) LA cvewucioN a vefa como transfigurada detras de una vitrina— que el cambio del que hablaban los naturalistas del siglo XIX y el aquf presente, Darwin, no tenfa que ver con cambios efclicos, es decir, no se tra- ta de la repeticién para volver siempre a un mismo punto, como se lo concebfa en la Edad Media. La concepcién del cambio en los sistemas naturales, del que se hablaba a fines del siglo XIX, se referia a la sucesion de eventos a lo largo del tiempo. Occidente {ya tenfa la idea del tiempo como una flecha de trayectoria recta, disparada hacia adelante. —Pero, ésiempre que transcurre el tiempo se producen cam- bios en las especies? O, dicho de otra manera, élas especies siem- pre se modilican? —pregunté. —iMuy buena pregunta! —dijo Mayr— . Por ejemplo, los ti- ‘urones actuales se parecen mucho a los primeros tiburones y por 0 se los llama fosiles vivientes. Es un grupo de animales muy ‘antiguo en los que el cambio fue muy lento. En cambio, los pri- ‘mates tienen aspecto, forma y habitos muy diferentes entre si, a pe- sar de que son mucho més recientes que los tiburones, En las es- pecies actuales pueden estar preservadas estructuras o formas de sus ancestros. En ese caso la evolucién ha sido conservadora y en otras produce novedades —Entonces hay linajes'® de evoluci6n lenta y linajes de evo- lucién répida —dije. —Veo que comprende perfectamente —me respondi6 Mayr—, En realidad, las velocidades del cambio pueden ser muy diferen- tes. Incluso en una misma especie, distintas earaeteristicas pueden tener velocidades de cambio distintas. Por ejemplo, la evolucion del material genético de los humanos es muy Ienta; sin embargo, Ia velocidad de evolucién de la cultura humana es muy alta com parada con la de otros primates que también tienen rasgos cultu- rales en su comportamiento —agreg6—. Entonces, la primera teo. rfa darwiniana de la evolucién es la teorfa del cambio. Quisiera que ahora Sir Charles le explique su segunda teorfa. 16 Grupo de organismos que comparten un antepasado, Arboles ae Lae Le — 3 segunda teorfa es la del nl, as eebras yo calls ete sty eon ss ances tales’ tc mn estos lsiles. Ese ie oe de que estos grupos de animales han ads origen comin, Si consideramos, por ejemplo a todos los mami »S, encontramos que también se parecen entre si, aunque en un itimero menor de caracteristicas. A considerar grupos cada vez. mi ons de organisms, legaremos a la conclusion de que es muy ra. ee ensar que todos los organismos tienen un tieo y remo- {fimo orgen, La ciencia de mi tempo no sabia cu antigua era ln nee eae ects supuestamente en la Biblia, sostenian que Fra tena cuatro mil afios; otros, cinco mil i cui antiguas eran ls prinera formas de vid, pr ye aos poe sabamos que todos los organismos proventan de una misma forma de vida primitiva. La ciencia muy posterior a mi época estudié los ce ae fondos marinos, y calcul6 que esas formas primitivas fon hace unos 3.600 a 3.800 millones de afios. Esa es la edad aproximada de as primeras formas de vida en la Tera. Esta, en cam io, seria mucho mas antigua, tendria unos 4.600 millones de afios, ino est convencido de que la vida se origind A r ci vida se originé por causas bane s, Ce Podré aceptar que habré causas naturales en la nde las formas de vida posteriores me animé a conclu —iBuen razonamiento! —se entusiasmo Mayr. eS po ee que la forma de razonar de las per- como yo, y la de los cientific el Spe noes vas cientificos como ellos, no son —La teorfa del origen come \in de todos los seres vivos tiene ee! i n iene un: representacién gifica muy sencilla. Vea, muchacho —dijo Darwin ise nats algo en una carpeta llena de papeles que trafa con- els ies €n la Biblioteca! Marcos, hagame el favor de tme la Kimina que que sobre el eseritorio —me indies xi a protestar, pero pensé que quizé fuese una buena oportu- Que es (vy gue MD cs) LA evouueion 43 nnidad para buscar las llaves del museo. No estaba seguro de querer irme en ese momento, pero estaria més tranquilo si pudiese salir det museo cuando quisiera. Estaba convencido de que las Haves debfan estar en el escritorio. —Enseguida vuelvo —dije. Tomé una de las velas de la lim- para y me interné en el pasillo oscuro, No tuve problemas en en- contrar la Biblioteca, Abrila puerta, entré y en el apuro por encon: trar las llaves no me preocupé por cerrarla Elescritorio estaba revuelto, la pila de papeles polvorientos ha- bia ido a parar al piso. Habfa dos libros abiertos, y otros tres o cua~ tro tirados en el piso, justo en el centro de la sala, que entorpe- cian el paso. Alguien estuvo buscando algo aqui, pense. Quiz fue Mayr, que vino a buscar un libro. La angustia empezaba a cerrar- ie la garganta, cuando la puerta de la Biblioteca se cerr6 violen- tamente. No hay corrientes de aire aqui dentro, pensé. —éDarwin, Huxley? Son ustedes? —grité en la oscuridad. No hubo respuesta. Traté de controlar el espanto. Volvi la vista al eseritorio y pese al desorden pude encontrar una lémina desple- gada, debajo de un enorme libro con ilustraciones de animales qui- mérivos, La enrollé répidamente y la sujeté debajo del brazo. Aho- ra las Waves, pensé, pero en ese momento, of un quejido que parecfa venir del fondo de la sala y se me par6 el coraz6n. Inten- 16 abrir uno de los cajones del eseritorio, pero el chirrido de la ma- era provocd un nuevo quejido como de protesta o fastidio. Em- pecé a temblar y no pensé en otra cosa que en escapar de la Biblioteca y reunirme con el grupo. Alcancé la puerta, pero no pu- de abrirla cn el primer intento. Sacudf con fuerza el picaporte va~ jas veces, hasta que al final cedi6. Comeneé a desandar el cami- no por el pasillo, con la tiltima luz de la vela. Mientras me alejaba de la Biblioteca, senti que alguien o algo clavaba su mirada en mi nuca, pero estaba aterrorizado y no pude darme vuelta, Unos metros més adelante, Darwin, Mayr y Huxley venfan a mi encuen- tro caminando por la Sala de Mamiferos del Cuaternario. —Ha tardado mucho, Marcos, éalgtin contratiempo? —pre- gunt6 Darwin preocupado. aa Mania Susama Rossi-Luciano Leviw Sf —respondi con voz temblorosa—. éHa pasado por la Biblioteca antes de reunirse con nosotros, doctor Mayr? No, vine directamente, querido, épor qué lo pregunta? ~Encontré varias cosas fuera de su sitio y ademas casi me quedo encerrado. No podia abrir la puerta, Darwin y Huxley intercambiaron miradas, > ¢Entiende ahora de qué se trata el asunto Burmeister, Mar- 0s? —dijo Darwin—. Pero no le haga caso. Déme la lémina. Estabamos en medio del recinto que muestra los grandes mami feros que dominaron las pampas en el Cuaternario.”” Senti que un ciemplar de Lestodon, un perezoso de unos cinco metros de largo y mucho més alto que un hombre, estaba a punto de avanzar sobre no. Sotros, Instintivamente lo esquivé, pero enseguida me di cuenta de que en realidad estaba inmovil. Cuando le aleaneé la lémina a Darwin, la mano todavfa me temblaba. fl la despleg6 sobre el caparazén de Ln gliptodonte, y comenz6 a explicarme. Los tres —Huxley, Mayr y yo= rodeamos al viejo. La luz era escasa. Traté de concentrarme. Atbolflogenstico que muestra la ‘ivergencia de os tres grandes, ‘gure doraemon totes, Fucarotas y Euoacteries, basado en as Secuencias do gonos presentes en {odos ells. La fama que va dosde Eubacterias 6 Eucariotas muestra la ‘sociacion simbdtca de una eubacteria purpura con el ancestio ‘dels euravotas, que se tYansfoimd en las mitacondias que seen todas las eelulas aucanotas (otra rama muvsta un caso andlogo que deur luego de la dlvergencia de los eucarotas a ‘asociacin, on aste caso, entio una cionobacteiay el ancostro do todas las plantas, que constituyen los loropiastos ease pagina 92 ""” Cuaternario: Period de la era Cenozoica que se caracteri6 por la apari- ci6n de una gran variedad de mamiferos, aves, insectos y plantas cor lor, Bt perfodo Cuaternario abarea los dos ditimos millones de ation Qué es (¥ ave NO fs) LA evoLucion Menopeoe: start er Ogee 0 an Emit Hacker. ‘Arbo logonético propuesto por el naturalist aleran Enns 46 Manin Susana Rossi-Luciano Levin —Como puede ver, las dos figuras tienen la forma de un arbol de cuyo tronco principal se desprenden ramas que representan es- pecies 0 grupos de especies que divergieron, es decir, que se separa- ron del tronco principal —explicé Darwin mientras recorria con el dedo indice de su mano magra, surcada por las venas, las ramas nu- dosas del arbol de la izquierda—. Este tipo de representacién se lla ma “arbol filogenético” porque representa la diversificacién de ca- da una de las formas de vida a partir de un antepasado comin. El rbol de la izquierda fue publicado en 1866 por el biélogo alernén Ernst Haeckel,)* quien conocia mis ideas y se entusiasmé mucho con cllas, y ademés fue el primero en utilizar el término “filogenia’!® Los grandes grupos en los que Haeckel dividié a los organismos no son los aceptados actualmente. Por ejemplo, las diferencias entre dos es- pecies que él incluyé en el grupo de los protistas son mucho mas importantes de Jas que separan una planta de un animal. Sin em- bargo, la suya fue la primera representacién que muestra que todos los organismos tienen un origen comin La voz ronea y serena de Darwin me ayud6 a devolver el al- ‘ma al cuerpo. Encima, ni siquiera vi las taves, pensé. Como si hu- una lista de desgracias preestablecidas a repartir, me pregun- {6 por qué a mf me habrfa tocado quedarme encerrado. —Con respecto al érbol de la derecha... —continué Darwin— quizas el doctor Mayr quiera explicarselo. —iCémo no! —exclamé Mayr, tomando la kimina—. Vamos a sentamos en los bancos. —Acerqué la lémpara a la kimina tratan- do de que las gotas de parafina no le cayeran encima, —Esta es una de las versiones actuales y mds difundidas del arbot de la vi- da, basada en genes que comparten todos los organismos vivos. Las relaciones entre los genes representan las relaciones entre los li- mst Haeckel (1834-1919) fue un bislogo y filésofo nacido en Postdam, Ale ‘mania, Estudié sobre todo inveriebrados marinos y propuso agrupa a iodos Jos microorganisms en cl grupo de protisias. Tenia una eaneepeién mate- rialista de la evolucidn de la via, y delendi¢ el darwinismo social, segtin el ‘ual las sociedades hhumanas solo evolucionan por competencia, Filogenia: Historia eyolutiva completa de un grupo de onganisnos, Qué es (x ave WO Es) LA eve iedras fun- oes ergo een os or damentales de este érbol fue aporta Sy hos, Carl Woese y Gary Olsen, en 1979, que estudiaro ; whee muy conservados en todos los lings. Las tres ram iniales tn las que se dvidi6 originalmente el tronco represen a grandes grupos de organisms que existen: bacteria (el ctr) arquibacterias (arquibacterias)* y eucariotas (cucariot a Aa uno de estos grupos se los Hama dominios. El hate ea cariotas agrupa, por eemplo, tanto al parsito que tal vez entemt® & Darwin en Sudaméricay fe caus6 mal de Chagas, como a fas 1 Yedurs con as ques fabric el pan a ong due produce as pasa las esponjas marinas, ala planta de maiz y (ambi —continus. - \ a coermite, doctor Mayr —interumpiG Huxley s inte oats si bie illo de los es- ruchacho sepa que, sibien el gran desarrollo d Bee eee Darwin tuvo una vision anti- snéticos es mas moderno, i Se ceed que la tnica ilustraci6n que ce hizo en El niger de las especies es justamente un étbol filogensticy Un tbo ilogenetico, mi querido Huxley —aaregs Paris es una herramienta formidable para interpretar las relaci i Oomna ean te ce AON membrane ud nay no eta read por membrane dei, no > A iicleo. La diversidad de bacterias ¢s enorme, algunas eo POE ne mle ert como ue son pataeas de hurans ¥ Os amet Cano demos conve cn una cada oral sma ed Bers acl certain 2 Orgasm oad pn evartasTienen micas semjanis conn sins re las haces 9 aos ene po de membrana que ecu 2 mera, per 5 ay ico, as argues son anaes de vie é il nes extremas de temperatura, de concentracin oa pee ee Sie gene Probate spor cand de ets, > Nos dregs de una culo demiloes de ces, #0 pr se aceon .da en el nucleo, y mecanismos com- A ticmacion penton zai rs fe ranamisiony expresion de informacion gent 43 Mania Susana Rossi-Luctano Levin tures entre os orgaismos. Ya sean poblacones de eos simpst- a : : cos eamelides que tans veces vi en a Patagonia Argentina, que —éGuanacos? —aventuré Gracias, Si, guanacos. Como tambi 8. Sh, . Como también las relaciones de to- ds as epee de camsidos del mundo contin Darwin Ta senila Imagen de un aol hace explicts dos hechos centrale de la historia de los organismas vvos: que todo os organismos tenemos in mismo orien y que las relcions ene ls organs nas son de ancestro a descendent. El bol pone de manifest, istazo teri del oigen comin y del cambio, : ___=0 sea que, a pesar del cambio evoluivo, se puede reeono- cer el ergen comin de todos los orgnismos — ae seragh tte aprabo Mayt—. Hay carateritias que se con servan en todas ls organismos, por ejemplo algunos genes ete nen un ncn “universal” inducen a pensar ene orgen comin, En cambio, las carctrstcas parteuars de cada grupo de ong amos son las que ponen en evidencia qu eeibonclon-en nis sons ue ncia que hubo diversificacion en —Mire —agreg6 Darwin, | \—, los Arboles flogenéticos, como k como lo Soles de os boi, rece ao ao anco al misno tiem Po. Elereimieto de ua me a par deca representa eo Ben de un avo tpo de rganismos los descendents, apt de otro grupo peextente ls acess. La dversifeacin eos orgs a partir de otros ha ocurrido muchisim par as vec largo de lt evluion gual queen un bo! dl bosque, pea ramificacién es lo que le da la forma al drb ‘ ke ol. Los las ramas representan a las especies existentes. aoe Las oe de Darin rlaban con Ia uz nar de is ves F supuesto que las ramificaciones no son el tnico eam- bio posible, las ramas tam! duran, env umbi ; ibién max , envejecen, 0 cambian, co- 2° Grupo de animales al que per Grupo de animales al que pertenccen los guanacos, fs amas ls wcuas fue es (1 ave NO es) La eveuueita 49 una pregunta: épor qué los dos érboles, el de Hacekel y el de Woese y Olsen, tienen aspecto tan diferente? ~ Precisamente porque los arboles filogenéticos no som hechos, sino hipétesis —me respondi6 Darwin—. En la época de Haeckel se disponia de microscopios que permilieron ver eélulas que no se parecfan a las de las plantas ni a las de 1os animales. Se agrupé & tstos organismos microscdpicos dentro de un nuevo grupo, el de fos protistas. El 4rbol de Worse y Olsen se basa en otras evidencias genes muy conservados en todos los linajes. Al cambiar las eviden- ‘jas, eambiaron las hip6tesis sobre las relaciones evolutivas entre los organismos, y eso cambia la forma de ramificacién del érbol MNZY quié es una hip6tesis para la ciencia? —pregunté con cier- to descaro, dirigiéndome a Darwin. Una hipétesis es... —Darwin desvié la mirada—. Mi queri- do doctor Mayr, usted es buen docente... ~ Una hipétesis —comenz6 a decir Mayr— es una afirmacion referida a un hecho que provisoriamente se toma por valida. Tiene {que ser luego sometida a una posible refutaci6n I6gica 0 experimen: fal, Si no es contradictoria ni puede ser cuestionada por los experi- entos es, por el momento, una buena hipétesis. Bs una herramien- ta més de trabajo del cientifico. Un conjunto de hipdtesis y teorias elacionadas conforman un paradigma o modelo cientifico. Los ér- boles filogenéticos son hipétesis sobre las relaciones de ancestro-des- cendiente entre poblaciones, entre especies, 0 entre grupos de es- pecies. Recuerde, joven: hipétesis, no hechos — Entiendo. Por ejemplo, en la Sala de Paleontologfa, que co- nozco muy bien porque me encantan los dinosaurios, se muestra tin ejemplo de emo un descubrimiento fir6 abajo una hipotesis. ‘Ahf estd la reproduceién del esqueleto fésil de un animal que po- “dria haber sido un pequefio dinosaurio, de no ser porque llevaba el sello inconfundible de las plumas, lo nico que diferencia a las aves de otros animales. Se llama... estiré la ditima voeal, sabiendo que dificilmente recordarfa el nombre de la especie Estdbamos en la Sala de Mamiferos del Cuaternario que est muy cerea de la Sala de Paleontologia. Sin embargo, después del 50 Manin Susana Rossi-Luctano Levin episodio de la Biblioteca, no me atrevia a caminar los pocos me- tros que me separaban de aquella maqueta que conocia muy bien, —Archeopterix lithographica. —Huxley se hizo cargo de mi va- cilaciOn—. En griego significa ala antigua, Se pronuncia “arqueop- terix”: La que esté en el museo es una reproduccién de la impron- ta original, que esta en un museo de Alemania. a i, A- r- e-h- @- O- p> t- e- ris x lije—. Antes del descu- brimiento de ese fsi se crefa que los dinosaurios eran reptiles, co. mo los cocodrilos o las lagartijas y que las aves eran un grupo apar- te. Pero el descubrimiento de Archeopterix mostt6 que de un grupo de dinosaurios se originaron las aves, es decir, que son grupos her. manos, separados de los cocodrilos y las lagartijas. Dinosautios y aves cocxistieron durante 85 millones de afios hasta la extincion de los. ete ‘ios hace 65 millones de aiios. iExacto! iVeo que usted conoce muy bien el tema! —ex: Darwin. El f6sil de Archeopterix able forma de rami sae del drbol de los vertebrados. Una nueva evidencia, en este caso un. fsil, puede refutar o fortalecer una hip6tesis. ¥ como los atboles filogenéticos son hipétesis, y no he- cchos, son transitorios y pueden mo- dificarse radicalmente, 0 mejorarse agregando un mayor nivel de deta- Ie, Pero el doctor Mayr querfa con- tarnos algo... —Asfes. Yes que los érboles ff logenéticos, ademas, son muy ditiles —dijo Mayr buscando la lamina, Fue hasta el caparazén de glipto- donte donde la habjamos dejado, pero no estaba alli. —Nifierfas de Burmeister — jo Darwin bajando la mano como ‘quien trata de desestimar la impor- tancia de algo. Archeopterx ithographica ‘de 150 milones de anos ‘do antiguedad, Ove es (r aue NO Es) LA evoLUciON 51 —Lo que les queria contar —prosiguié Mayr— era que un ér- bol filogenético ha sido utilizado en 1990 durante tn juicio en Bs- tados Unidos, como una evidencia presentada al jurado, —tY c6mo fue eso? —pregunté, —Varios pacientes de un dentista de Florida, Estados Unidos, in- fectado con el virus del sida, resultaron, al cabo de unos afios, por- {adores del virus, Los pacientes acusaron al dentista de mala pric tica, de utilizar el material sin esterilizarlo. El caso fue a juicio. Se le extrajo sangre al dentista, a todos sus pacientes, se aislaron los virus de cada uno de ellos y asi se estudié en detalle una region del ‘genoma de cada uno, Se compararon estos resultados entre si y con los de otras de personas portadoras del virus que vi i ‘ma ciudad, pero no relacionadas en absoluto con el dentista, Con sa informacién se construy6 un drbol filogenético que mostré que, cefectivamente el dentista tenfa el mismo tipo de virus que cinco de sus pacientes (a los cuales tuvo que indemnizar), pero diferente de otros portadores de Ia misma ciudad, que habfan contrafdo el virus por otras vfas.4 —éEso significa que se pudo comprobar que los virus con los que estaban infectados los pacientes eran descendientes del virus con el que estaba infectado el dentista? —pregunté. —Asf es. —Pero si todos tenian la misma enfermedad, éno estaban in- fectados todos con el mismo virus? —Si, Marcos, todos padecfan la misma enfermedad, pero pe~ quefias diferencias en el genoma de los virus permiten saber si un virus en particular deriva de un subtipo 0 de otro, —Apasionante, éno? —interrumpié Darwin y se aclar6 la gar~ ganta—, Resumiendo: un &rbol filogenético es una hipdtesis sobre ‘el pasado de un grupo de organismos. Los bidlogos evolutivos uti- lizan los arboles filogenéticos para establecer el parentesco entre las especies extintas y las actuales, y también para entender eémo 24 FI virus del sida puede transmitirse por el contacto con sangre infectada (por ejemplo durante una transfusion, o por compartir jeringas), 0 por re laciones sexuales con personas infectadas sin medidas de prevencisn, 52 Mania Susana Rossi-Luctano Levin ‘se originaron las especies. Sobre esto tltimo, sobre e6mo se han ori- sginado las especies, ha trabajado mucho nuestro amigo Ernst Mayr. Al ofr su nombre, Mayr se alis6 el traje y levant6 la cabeza, ‘como el actor que sabe que pronto entraré en escena. Especies Mayr carraspes, —Por supuesto que inspirado por usted, maestro —dijo— Quiero mostrarles algo en la Sala de Aves. Vengan, subamos por las escaleras. Las escaleras son un lugar ideal para una emboscada, pensé, pero no puse reparos. Cambié las velas consumidas de la kimpara por otras nuevas que me dio Huxley y caminé delante del grupo, abriendo un aura de luz en la oscuridad del pasillo. Por las venta- nas de las escaleras entraba la claridad lechosa y débil de la luna. ‘Subimos lentamente, Desembocamos en el hall espacioso, con gran- des ventanales que dan a la calle. Pasamos por la Sala Hist6rica, la de Boténica y la de Artrépodos. Entramos en una gran sala rectangular, con enormes vitrinas llenas de pajaros embalsamados, rodeados de nidos, charcas y pajonales que intentaban reproducir su ambiente natural. Las vi- trinas estaban iluminadas débilmente por dentro, pero lo suficien- te como para que los ojos de vidrio de las aves embalsamadas emi- tieran destellos inquietantes. Enseguida me sentf observado, como si esas decenas de criaturas hubieran girado imperceptiblemente sus cuellos polvorientos para clavarme la mirada, Mayr me palme6 el hombro con la inteneién de animarme, pero enseguida retoms su explicaci6n: —EI Beagle recal6 en las islas Galépagos, un archipiélago de origen volednico, frente a las costas del Ecuador. En estas islas habitan varias especies de pinzones. Son aves que varian en el ta- maiio y la forma del pico. Asi, hay picos como pinzas, adaptados a consumir insectos, 0 picos parecides a tenazas que usan para romper semillas con notable destreza, 0 picos mis agudos buenos para capturar insectos en las cortezas de los érboles. Darwin lle- ‘v6 a Inglaterra una gran cantidad de ejemplares de estas aves, que ‘un ornit6logo inglés clasifics. Mayr me sefial6 una limina colgada de la pared. Mania Susana Rossi-Luciano Levia —Vea, éstos son los pinzones. éPuede ver las diferencias en los, ‘Asenti, Eran por completo diferentes. Nos sentamos en uno de os bancos centrales de la sale. Fe atimentan de sernitiad i iE Se alimentan de brotes pyrene FS Pcoxeanirsactos de os sama y de rics de a corcera de oe bole Ds gn Que ts (1 ave WO fs) La evoLUciON 55 Darwin se dio cuenta que era muy probable que todas las es- pecies de pinzones tuvieran un origen comin —continué Mayr—, y ademas, de que este origen no serfa insular, sino continental. Es de- cir, de una poblacion ancestral de pinzones del continente podrfa ha- ber migrado un subgrupo a alguna de las islas, y de allt a otras islas. Los linajes descendientes son los que acttalmente pueblan las islas 1y se especializan en el consumo de distintos recursos. De esa mane- ra, las especies incipientes de pinzones habrian tenido una evolu- cin independiente una de otra, en los diferentes ambientes de las islas. La adaptacién a distintos ambientes, que evolucioné a lo lar- {g0 de las generaciones, sumada en algunos casos al aislamiento, dio por resultado las distintas especies de pinzones de aspecto diferen- te, sobre todo en la forma y tamafio de los picos. ‘A medida que la voz de Mayr Menaba el recinto, comeneé a de- jar de sentir la opresi6n de las miradas vidriosas de los pajaros. Qui- zé, finalmente, no habia sido mas que sugestion. —Los pinzones de las islas Galépagos —siguié Mayr— son un. ejemplo de especiacién por adaptacién a diferentes ambientes y recursos. Se la lama especiacién por radiacién adaptativa. Se piensa, por ejemplo, que en los mamiferos la adaptacion a ambien- {es y recursos diversos jugé un papel muy importante en la evo- luci6n de especies. De hecho es un grupo que tiene caracteris cas muy diferentes, como un murciélago y un delfin, Pero tenga en cuenta que la radiaci6n adaptativa no es el nico mecanismo de ‘especiacion. Hay otros en los que no se requiere aislamiento, ni tampoco adaptacién, —Permitame, doctor Mayr... —interrumpié Huxley, que eviden- temente querfa aprovechar la oportunidad para agregarle méritos a Darwin—. Darwin razon6 que si todas las especies de pinzones de las Galapagos tenfan un origen comin, algo anélogo podia también pensarse para todas las especies de aves de Sucamérica, y finalmen- te para todas las aves del mundo. La hipétesis de que una especie de- tiva o evoluciona a partir de otra preexistente puede generalizarse a todos los grupos de organismos. $i bien no demuestra que hubo un origen comin, es un apoyo muy fuerte a esa teoria —concluys. 56 Manin Susaua Rosst-Luciano Levin —La verdad es que explicar los procesos hacia atras es mas facil —reflexioné en voz.alta—. Por ejemplo, es facil entender ¢6- mo se originaron los pinzones, pero no puedo imaginarme qué for- ma podria tener una nueva especie de pajaros dentro de millones de afios. O qué especie podria derivar de nosotros los seres hu- ‘manos en el futuro. —En realidad —aclaré Mayr—, explicar el pasado, por remo- to que sea, es posible. En cambio, la teor‘a evolutiva no predice el futuro, por lo menos el futuro lejano, No puede predecirlo. La ‘misma teorfa evolutiva funciona “hacia atras’, reconstruyendo la historia. Esto estaba implicito en las ideas de Darwin. —Como siempre, mis amigos exageran —dijo Darwin, obser- vando atentamente la imagen de los pinzones—. iSélo tuve mu- ‘cha suerte! —agreg6. No parecia falsa modest. De stibito escuché un batir de alas apagado. Volvi la cabeza y vi, dentro de una vitrina, a un tero que aleteaba como saciindose el polvo de encima. Al principio pensé que era una ilusién éptica pro- ducida por la coincidencia, en un mismo sitio, de varios animales momiificados en distintas posiciones. Retrocedi cuando me di cuen- ta de que el animal estaba cobrando vida. Siguié agitando las alas cada vez con més fuerza y comenz6 a graznar en forma amenazan- te. Unos metros mas alld habfa un nido con tres huevos: ése pare- cia el motivo de su agitacién. En un momento, el animal atravesé la vitrina para cruzar la sala en vuelo rasante. Empecé a temblar. El ave se detuvo en el borde de otra vitrina en la que se exhi- bfan tres caranchos. Ech6 un vistazo a la sala y luego volvi6 la ca- beza y nos clav6 su ojo izquierdo, Sentf su mirada furiosa. Un segun- do después, el animal se abalanz6 hacia mf y, aunque traté de cesquivarlo, senté el ardor de su picotazo en la nuca. Me toqué y san- graba, pero debia de ser una herida poco profunda Tuve la sensaci6n de otro ataque inminente. Levanté la vista y traté de ver desde dén- de podria venir. Deseé que el animal desviara, esta vez, su atencién hacia otro. Mayr era mucho més alto que yo y era un blanco més facil, Y en ese instante sentf las alas sobre mi hombro derecho ‘mediatamente el péjaro se puso a revolotear frente a mi cara, graz- Que ts (x age WO es) ev nando. Intenté defenderme con el candelabro, pero el tero era muy gil. Pensé que ese animal conseguirfa arrancarme los ojos. —iDeja en paz. al joven! —troné la voz de Darwin—. iAban- dona el cuerpo del ave!—. Darwin extendié su brazo derecho al frente, con el codo levemente flexionado, como lo hacen los eaza- dores con las rapaces, El ave se pos6 en stt antebrazo, calmé la agi- tacién de las alas, fjé la mirada en el vacfo y aquiet6 todo movi- miento, Unos instantes después, mi atacante estaba tieso. Miré al viejo agradecido y me sequé el sudor de la cara. —Por favor Huxley, devuélvalo —dijo Darwin extendiéndole el cuerpo rigido del ave. Huxley tomé con cuidado el animal, atra- ves6 el cristal de la vitrina y lo dej6 en el pajonal. Luego retir6 su brazo, traspasando el vidrio como si fuera agua. Yo estaba azorado, Darwin se me acereé y dijo: —Quédese tranquilo, ya no corre més peligro. Recobré el aliento. —&Ya esté quieto ese plumifero? —dijo Mayr, que aparecié de- rds de una vitrina. Le decfa, entonces, otra teorfa implicita en los postulados de Darwin es la teorfa del gradualismo, Darwin insis- {i6 en que Natura non facit saltum,2 es decir, en el carécter gradual de los cambios evolutivos. Y yo, y muchos bidlogos evolutivos, de- fendimos esto a muerte. No crefamos en la apariciGn repentina de nuevas especies, ni en los cambios abruptos en las poblaciones. Pe- ro creo que podra entender el porqué de esto, si Sir Charles le ex- plica su teoria central de evolucién por seleceién natural. —Espero entenderla... —dije un poco cohibido. —Mire, joven —dijo Mayr, miréndome por encima de sus an- teojos—. La ciencia, como la econom(a, o la filosofia, o el fit- bol, o el arte, es una actividad humana. Y por mas compleja que sea una ecuacién matematica, o el célculo del producto bruto intemno de un pafs, o la ejecucién de un tiro libre, o una pintura impresionista, sus significados esenciales pueden ser compren- didos por todos. Los cientfficos y especialistas pueden transmi- 25 Bn latin significa “La naturaleza no da saltos’ 58 Manin Susaua Rossi-Luciano Levin tir el contenido central de cada uno de estos concepios al gran piiblico. En realidad, no solo pueden hacerlo, sino que deben ha- cerlo, si valoran la democratizaci6n del conocimiento. Mayr es- oz6 una célida sonrisa, que buscaba complicidad. —Quienes no tienen formacién cientifica, es decir, la mayorfa de las personas, deberian contar con la informaci6n necesaria para formar su pro- pia opinidn sobre aquello que los va a afectar, a la larga 0 @ la cor- ta, en sus bolsillos 6 en su salud, a ellos mismos o a sus tataranie- tos, para bien o para mal. El director de orquesta Habrfa querido escaparme de la Sala de Aves pero Mayr se interesaba en el aspecto de un ejemplar de zorzal criollo y Hux- ley daba otra de sus caminatas de punta a punta de la sala, dete- nigndose de vez en cuando frente a alguna vitrina. Cada tanto echa- ‘ba una mirada al tero pero no se le movia ni una pluma. Me dispuse a escuchar al viejo, —En primer lugar —dijo Darwin—, quiero contarle que la histo- ria de la ciencia muchas veces olvida que la teorfa de la evolucién por selecci6n natural tuvo dos padres, y no uno. El otro padre fue Al- fred Wallace. Era inglés y naturalista, como yo, y los dos llegamos a la conclusi6n de que uno de los mecanismos més importantes de la evoluci6n es la selecci6n natural. Escribimos juntos un breve arti- culo para una revista especializada que no tuvo tanta repercusi6n co- ‘mo El origen..., pero que contenia las ideas seminales. —éLos dos llegaron a la misma conclusién en forma separa- da y al mismo tiempo? —pregunté. —Asf es. Y ocurre con una cierta frecuencia en ciencia. Bien, el asunto con la selecci6n natural es éste —dijo Darwin—. En ca- da generaci6n de animales, plantas 0 microorganismos, se originan individuos que presentan variaciones. Es decir, si bien hay des- ndencia y las caracterfsticas de los padres son heredadas por los jos, también hay algunas caracteristicas que sufren modificacio- nes, Pensemos en una camada de conejos. Los conejitos pueden te- ner diferentes coloraciones del pelo, por ejemplo. Este no es un cambio de gran magnitud, pero estos pequefios cambios pueden te- ner, paraddjicamente, una enorme importancia. Vea, supongamos que habitan en bosques drticos, con largufsimos inviernos en los que el suelo se cubre de nieve. Durante estos inviernos, los cone- jos de pelaje oscuro resaltan sobre el fondo blanco mucho més que los de pelaje claro. EI pelaje oscuro es una clara desventaja fren- te a los zorros que buscan comida, porque pueden verlos a la dis- tancia, Por supuesto que no todos los conejos de pelaje oscuro 60 Mania Susana Rossi-Luciano Levin van a ser comidos por los zorros y no todos los de pelaje claro van a poder darse el lujo de ignorarlos, —Es decir, no son situaciones de todo 0 nada —dije echando tun vistazo, por si acaso, —Asf es, mi querido. Los conejos de pelaje claro tenderfan a aumentar su frecuencia, Ahora supongamos que una enfermedad se instala en la poblaci6n de conejos. Hay conejos que son gené- ticamente resistentes a la enfermedad y sélo sufren sintomas le- ves, Pero hay otros que son genéticamente susceptibles y se enfer- ‘man. Se enferman y mueren. Dado que la resistencia no tiene nada que ver con la coloracién del pelaje... —... habré conejos tanto de pelaje claro como oscuro suscep- Libles y resistentes a la enfermedad —agregué. —Exacto. Y aquellos individuos que por azar presenten la com- hinaci6n de variantes mais ventajosas, pelaje claro y resistencia, ten- drén mds probabilidades de sobrevivir y también de dejar mayor nimero de descendientes que los otros. A la resistencia y al pela- je claro se los llama variantes adaptativas, y es esperable que au- ‘menten su proporci6n en la poblacién. Por otro lado, los conejos que tengan combinaciones de variantes peor adaptadas, pelaje 05- curo y que se enferman, probablemente dejarén un menor niime- ro de descendientes, y por lo tanto van a disminuir en la poblacién. Este es, basicamente, el mecanismo de la seleccién natural Darwin se puso de pie, cruz6 las manos tras la espalda, y co- menz6 a caminar alrededor de un banco. —éEntonces, fodas las diferencias que vemos entre los indi- viduos se deben a la selecci6n natural? —le pregunté Se volvi6 hacia mf y me respondio enérgicamente, —La respuesta es 10. Rotundamente, no. —Lo dijo en voz alta, pero no pareefa molesto por mi pregunta. —Asi como tampoco es Cierto que todas las caracteristicas de los seres vivos son ventajosas desde el punto de vista adaptativo. Por ejemplo, algunos nacen con el l6bulo separado de la oreja y otros lo tienen unido, lo cual no afec- ta en nada la capacidad de oft. Mire, imaginese que la selecci6n es, or ejemplo, un director de orquesia muy exigente, pero razonable, Que ts (¥ ave NO Es) LA evoLuciON 61 entonces no le importard cudn bien o cudn mal juegan sus mtisicos ‘la canasta, o si se lavan bien o mal los dientes, mientras todos sean buenos a la hora de tocar sus respectivos instrumentos. —Es decir —acoté—, no hay organismos que combinen varian- tes “todo terreno’, 0 variantes “buenas para todo” —coneluf, Yo sa- bia que se seleccionan los toros cuyo semen va a ser utilizado en la fecundacién artificial de las vacas, también que se seleccionan plantas y se venden las semillas, pero és0s eran ejemplos de se- leccién ditigida, planificada. Se me ocurri6 preguntarle qué dife- rencia habfa entre selecci6n natural y ese tipo de seleccién. Hurley se acercs a nosotros y se senté en el banco a mi lado. —Si me permite, maestro, voy a contarle al muchacho algo de sus trabajos de selecci6n artificial. Siendo Darwin un eminente na- turalista —explicé—, como ya lo era unos afios antes de publicar El origen de las especies, emple6 buena parte de su tiempo en criar palomas. Asf fue como Darwin se asocié a dos clubes de criado- res de palomas y se dedicd, durante muchos afios, a criar, cruzar y estudiar variedades domésticas... fi —Hay dos tipos de palomas domésticas —interrumpié Darwin, mientras nos hacfa sefias para que nos acercéramos a una vitrina— La paloma mensajera y la paloma buchona —dijo, seftalando dos cjemplares que sostenfan, uno un trozo de paja, y otro algo que pa- recfa un gusano, co- ‘mo si se tratara de una escena natural —Sibien son distintas tuna de otra, estas dos “itt variedades son el re- sultado del trabajo de seleccién de los dores, Cuando quisie- ron seleceionar palo- mas con el buche A dorecha una paloma buchona la equa una plorsa grande, por un capti- Yorngetes, Ambas son dala cho de los criadores, spec Columba fia 62 Mania Susana Rossi-Luciano Levin ‘¢ eligi6 a los machos y a las hembras con los buches mas notorios y se cruzaron. Es importante que se dé cuenta de que los criadores, necesitaban contar con variabilidad en el tamafto del buche de sus palomas. De los pichones que nacieron de estas cruzas se seleccio- naron nuevamente los animales con los buches mas grandes, y se los cruz6. Asf se obtuvo la paloma buchona. En el caso de la palo- ma mensajera, el cardcter que se selecciona es la capacidad de vue- lo y el sentido de la orientaci6n. Una paloma que es liberada en una zona que no conoce es capaz. de regresar al lugar en que se crié y hhacia allf vuela casi sin descanso, deteniéndose s6lo para tomar agua. —Ahora entiendo por qué las palomas mensajeras que llevaban las patrullas de guerra debjan ser criacas en la trinchera del coman- dante —dije recordando las series de television sobre la primera y segunda guerras mundiales—. iQué diferentes son las dos varieda- des, a pesar de que son de la misma especie! Columba livia, ese es el nombre de la especi Este procedimiento de cruzas dirigidas se llama selecci6n artificial —Pero cuando uno dice “seleccién”, inmediatamente piensa en “alguien” que acttia como seleccionador —dije—. Cuando habla- ‘mos de seleccién artificial, est claro que ese “alguien” son los cria- dores, pero cuando hablamos de seleccién natural, équién es el agente seleccionador? —Lo que ocurre —dijo Mayr incorporindose a la conversacién— ces que la seleccién artificial ests diseftada segtin las necesidades, pe- ro también segiin las modas, el capricho o el gusto de los eriadores. Si no, ipiensen en esos pobres perros de la raza Basset Hound! Mu- chos los conocen porque son el logotipo de una marca de zapatos... y se los ve condenaclos a barrer el piso con las orejas y la piel de la panza, que les cuelga y se les infecta, Es poco probable que este “di- sefio” tan inadecuado hubiera evolucionado en la naturaleza, —Mire, Marcos —dijo Darwin, acercandose y bajando un po- co la voz—. Esto es importante: el lenguaje humano es metaforico. La metéfora “la voluntad de la naturaleza” ha sido usaca muchas ve- ces, incluso yo mismo pude haber utilizado un’ ro la verdad es que es una metéfora peligrosamente confusa. Qué es (¥ ave NO es) La evotucioW 63 —Si no hay un “ingeniero inteligente”manejando los hilos de la historia natural, tampoco hay voluntad en la naturaleza... —resumt. Efectivamente —respondi6 Huxley—. La forma actual de un ‘organismo es en realidad el resultado —siempre provisorio— del pa- sado inmediato, el de algunas generaciones, y también del pasado re- moto del linaje al que pertenece. —Si la naturaleza no tiene voluntad, équé caracteristicas son las que se seleccionan en la naturaleza? éSon las mismas en to- das las especies o son diferentes en cada una? —pregunté. Darwin retrocedi6 en el sillén y abrié los brazos, dejando al descubierto una tuminosa sonrisa —iMuchacho! iA veces las dudas son més importantes que las certezas! Y éste es el caso. La pregunta que se esté haciendo es muy buena. —Sentf orgullo por el elogio de Darwin. —Lo que se selec- ciona en todas las especies son sélo las caracteristicas y los com- portamientos que, directa o indirectamente, aumentan las probabi- lidades de supervivencia y la reproduccién del individuo. Por supuesto que las caracteristicas que aumentan la reproduccién y la supervivencia de los delfines del Mar Argentino son muy diferen tes de las de las vicufias del desierto de Abrapampa, en Jujuy. —Aho- ra hablaba con apasionamiento. —Y otra cosa: tenga en cuenta que Ja seleccidn actiia sobre el individuo, pero el resultado de la selec- cién no se hace evidente en el individuo, sino en la poblacién. Pa- ra analizar cOmo acttia la seleceién uno no deberfa mirar la forma de cierto rasgo en un individuo, sino como cambia la frecuencia de ese rasgo en una poblaciGn a lo largo de las generaciones. Darwin recuperé un poco la compostura. —Hay un ejemplo clisico de seleccidn natural que ilustra lo que quiero explicarle: el de los polillones de la especie Biston betularia de Inglaterra. Nuestro amigo Mayr seguramente lo conoce muy bien. —Vamos a la Sala de Artrépodos,#® aqut al lado. Quiero mos- trarle ejemplares de Biston betularia —dijo Mayr. Me levanté y los segut. 26 Artropodos: Animales invertebrados de simetia bilateral y cuerpo segmenta do, con exoesqueleto y patas articuladas, como los insectos y os crusticeos. 64 2 Mania Susana Rossi-Luciave Levin —Comienzo a sospechar que tenfan preparada toda esta de- ‘mostraci6n sobre la evolucion —éPor qué lo dice, Marcos? —pregunté Darwin, sospecho que ironicamente, —Son muchos afios dedicados al tema. Todo surge mucho mas fluidamente después de tanto tiempo —explico Huxley, La Sala de Artrépodos era muy bella, Las como mesadas, estaban sembradas con cientos de ejemplares de escarabajos, mariposas, polillas, araflas, abejas, avispas y hormigas. Algunos ejemplares de las colecciones de escarabajos y maripo- sas emitfan fosforescencia en tonos azules, verdes y plateados, Ca- da cjemplar estaba atravesado por un largo alliler, y como los cuer- os muertos de esos animales casi no muestran deterioro, parecian suspendidos durante un instante eterno. —Aguf estén Ios polillones de los que le hablabamos —dijo Mayr—. El de los polillones es uno de los primeros y mejores casos que se han estudiado. Cuando se estudiaron las colecciones de los, miles de ejemplares de esta especie que estén en los museos ingleses, se hizo evidente que durante el siglo de apogeo de la Revolucion Industrial” la frecuencia de los individuos de color negro aument6 del 1 al 99 % en poblaciones cercanas a areas fabriles. Este fend- meno es llamado melanismo industrial —£Y c6mo se explica este aumento? —pregunté, Mayr se tomé unos instantes para observar de cerca los poli- Hones antes de responder a mi pregunta. Los bosques de las dreas cercanas a las fébricas estaban con- taminados con hollin —dijo déndose vuelta. La azulina fluorescen- cia de un escarabajo se reflejaba en su mejilla izquierda. Como estos polillones son comidos por péjaros, el mimetismo, es decir, el camuflaje con el fondo, evita la predacién. La coloracién es, enton- erfodo de transformacién econdmica en Europa, iniciado en Inglaterra ha- cia fines del siglo XVIII, durante el que se pasa de una produccién agricola Poco o nada tecnificada a un modo de produccién capitalisiae industrial, que implied el uso masivo de la técnica, el capital y mano de obra concentrados cen las industrias de las grandes ciudades Ove es (1 aUe WO es) La evoLuciON 65 ces, crucial para la sobrevida y por lo tanto también para la repro- duceién de los polillones. —Mayr se incliné para observar nueva- ‘mente a los polillones y esta vez su cara adopt6 una coloracién ver- dosa. En las poblaciones de Biston betularia habia individuos de dos coloraciones: gris claro y negro. Aquf tenemos la primera con- dicién para que la selecci6n natural entre en escena: variabilidad en- {re los individuos de la poblacién, Pero ademas hay otra condicién: este cardcter debe estar relacionado con la adecuacién biolégica. La Revoluci6n Industrial consumi6 toneladas y toneladas de carbon, y en consecuencia dispers6 hollin a diestra y siniestra, y no sélo en los pulmones de los obreros, sino también en el ambiente. Los r- oles se ennegrecieron, cubiertos por el hollin, y los polillones ses ya no tenfan un camuflaje efectivo en esos arboles ennegreci- dos, Por lo tanto eran més visibles que los polillones negros y los pajaros se hacian un banquete con ellos. Mientras que antes de la RevoluciGn Industrial, o en areas que no presentaban polucin, la si- tuacién era la inversa. Como ve, el resultado del proceso de selee- natural puede cambiar radicalmente segtin el ambiente. Mientras Mayr caminaba frente a las vitrinas su ropa comen- 26 a reflejar los colores de las alas de mariposas. Como si estuvie- ra tapizado con la piel de un camaledn fosforescente, Mayr fue adoptando los tonos dorados, verdeazulados, cobres y plateados que provenfan de las vitrinas. A nadie le llam6 la atenci6n. éSe- fa consciente Mayr de lo que le estaba pasando? éO esta gente re- presentaba, por decirlo asi, de una manera inconsciente lo que es- taba pensando?, me pregunté. En ese momento me acordé de las volutas de humo de la pipa de Huxley. —Entiendo —dije—. Lo que es bueno aqui y ahora puede no serlo mafiana o algunos kilémetros mas all, —Asf es —dijo Mayr—. Finalmente, hay otra condicion nece- saria para que haya selecciGn natural: las variantes del cardcter que estin compitiendo deben tener una base genética. Es decir, el ca- récter debe ser heredable, éentiende? —St. —éSe da cuenta de que no hay ninguna elecci6n “conscien- 66 Manin Susana Bossi-Luciano Levin te” de nadie, en ningtin momento? —me pregunté Darwin, que seguia atentamente la explicacién de Mayr. —La seleccién natural puede actuar cuando hay variabilidad en una caracteristica que es heredable y que esti relacionada con la adecuaci6n biol6gica 0 fitness... —aclar6 Darwin. —fisas son las condiciones de la seleccién natural. Ahora va- ‘mos al resultado —dijo Mayr. En ese momento el cristal de sus anteojos reflejaba el verdemar fosforescente de una enorme mari posa nocturna, —El resultado, entonces, de la selecci6n natural ‘es e] aumento de los individuos con las caracteristicas més eficien tes en la interacci6n con el ambiente, son esas caracteristicas las que llamamos adaptaciones! —exclamé. Realmente era un placer entender, Mayr estaba eufé- rico, lo estimulaba mi entusiasmo. ~Y recuerde que, como queda claro en el ejemplo de los po- lillones, la sobrevida y la reproduccién diferenciales afectan a los individuos, pero sus consecuencias se hacen evidentes en’ la pobla- cin. Es la poblacién la que evoluciona, no el individuo —concluy6 Mayr—. Bueno, ahora le voy a dar dos casos, y quiz usted me pue- da decir si son o no ejemplos de selecci6n natural, Se anima? Acepié el desatio. —El primer ejemplo es el del céncer. Una 0 unas pocas célu- las de cierto tejido dejan de responder a las seftales habituales que regulan su proliferacion y se transforman en células tumorales 0 malignas que crecen descontroladamente, Comienzan a dividirse mucho més rapido que las células normales. —En este caso la poblacién de células estaria formada por las ‘malignas y las normales —dije para seguir su razonamiento—. Ocu- rrirfa selecci6n a favor de las células malignas, porque se dividen mucho més, —Bfectivamente, éste es un ejemplo de selecci6n natural —di- jo Mayr—. Y fijese que cuanto mas intensa es la seleccién posit va a favor de las células (umorales, més répidamente podria mo- rir el paciente, y con él también las propias células tumorales. Es Que es (y avi Wo es) La evetucion 67 paradéjico. Este ejemplo muestra que si bien por momentos la se leccién natural es duefia de una batuta, no hay nadie que coordi ne a fodas las batutas de la naturaleza. Suspiré aliviado, Habfa pasado bien la primera prueba. —Muy bien, vayamos ahora el segundo ejemplo: es el de los tigres diente de sable, que se extinguieron hace unos ocho mil afios. Su desaparicién estarfa relacionada con la competencia con otros camnivoros por las grandes presas, como los mamuts, que enton- ces comenzaban a escasear. En este caso una especie de carnivo- ros desplaz6 a otra en la competencia por un mismo recurso. —Esste también es un ejemplo de seleccién natural, pero dife- rente de los anteriores —dije. —iEn qué le parece diferente? —En el ejemplo del cancer la seleccién natural ocurrfa entre li- najes celulares y en el de los polillones, entre individuos, pero en este ejemplo de los tigres... idesaparece una especie! —Usted ha dado con algo importante, Marcos. En todos estos ‘casos hay una disminuci6n de la variabilidad: de tipos celulares en el caso del cancer, de tipos de coloracién en los polillones, y de es pecies de carnivoros en el tiltimo caso. En este ultimo ejemplo ocu- 116 lo que los bidlogos evolutivos lamamos selecciGn de especies. Me senti satisfecho saboreando mi pequefio triunfo. En mo- mentos como ése no tenfa miedo de nada. Mayr continu6: —Ahora querria que reflexione sobre otro aspecto de la selec- ci6n natural. En el ejemplo de ls polillones, la variante de color gris resulté desventajosa respecto de la negra. Podemos decir que hubo selecci6n negativa 0 en contra de la variante gris, y en consecuen- cia la negra aument6 su proporcién. Sin embargo, hay que consi- derar que ésta podria no ser la tinica razén: podria ocurrir que los individuos de color negro tuvieran una ventaja adaptativa “intrin seca”. Por ejemplo, que los machos negros tuvieran mayor éxito en el apareamiento, y/o que las hembras negras dejaran un néimero ma- yor de huevos. En ese caso, podriamos decir que hay seleccién po- sitiva, 0 a favor de la variante negra —explicé Mayr. — Poblacion ———+resultante Cuello de botella Las pots de diferentes colores rapresentan indvs portadores de cstnts vain tes gonétcas. Desoués del cuelo de botola la varante manortaris no estan ta obla ‘cn tesaltante, que et compueata por in mayortarsy una de recuende meted 74 Manin Susana Rossi-Luciauo Levin —Los efectos de la deriva genética —dijo miréndome por arti- ba del marco de sus anteojos, pero ya sin intimidarme— produ- cen cambios mucho mas drasticos en poblaciones chicas que en po- blaciones grandes. Es como cuando jugamos a la loteria, cuanto mas jugadores hay, menos probabilidades tenemos de ganar. Su- ponga que tenemos una poblacién de 100.000 individuos y otra de s6lo 10, y en los dos casos los individuos portadores de una determinada variante estén en una proporeién del 10%. Habré 10.000 individuos de la poblacién grande que Tleven esa variante, ‘mientras que habré s6lo 2 individuos de la poblacién chica que la tengan. Supongamos que en las dos poblaciones ocurre una peque- fia catéstrofe que mata algunos individuos. Es mucho més proba- ble que la variante desaparezca de la poblacién chica, pero no de la grande, £10 conveneié el ejemplo numérico? —Si, absolutamente —respond, Las malas razones Miré mi reloj, eran las cuatro de la mafiana. Habja perdido ea- si toda esperanza de encontrar la forma de salir del museo. Recién podria irme cuando abrieran las puertas del museo, por la mafiana, Cuando dejabamos la Sala de Mamfferos, Mayr nos hizo una extrafta invitacion: —éQuerrfa tomar un té? —pregunt6—. El museo tiene un bar en la planta baja, alli hay maquinas expendedoras de bebidas, mesas y sillas. Es un sitio agradable, esté ambientado en el fondo del mar: —éUsted sabe usar esos aparatos? —balbuced Darwin, —Si, claro, maestro, ‘Todos coincidimos en que nos vendrfa bien algo caliente. ‘Caminamos en silencio. Bajamos las escaleras y seguimos a tra- vvés de los acuarios hasta llegar al bar. Las paredes estaban cubier- tas con paneles azules decorados con motivos marinos. La ilumi- naci6n azulada recteaba el desierto abisal del océano. Un enorme cjemplar de tiburdn peregrino de las aguas profundas del Atlénti- co Sur colgaba del techo. —iPor fin Ilegaron! &No habfamos quedado a medianoche? —of. Tranquilo Marcos, pensé, mientras sea otro amable cientif co, no estds en peligro. Via tres hombres sentados a una de las me- sas del bar. El més joven de los tres se levant6 y vino a nuestro encuentro, tenia aspecto juvenil y un bigote grueso y entrecano. El pelo, le cubtia parte de la frente. Evidentemente era un cienti- fico del siglo XX, por la forma de vestirse. —Buenas noches, Stephen —dijo Darwin—, déjeme que los presente. Este es Stephen Jay Gould, paleont6logo y evolucionis- {a de la Universidad de Harvard, de los Estados Unidos? 8 Stephen Jay Gould (1941-2002) fue uno de los bidlogos evolutives mas influ- ‘ents del siglo XX, porque sus teoriascuestionaron los aspoctos mas dogmiticos del darwinistno “ortodoxo” y por su denuncia del creacionismo anticienttico. ‘Tuyo un modo revolucionario de difundir su trabajo: publicaba resultades or- sginales de sus investigaciones en revistas dirigidas al gran pabico, Entre sus libros mds importantes estin EI pulgar del panda y La vida maravitlosa. 76 Mania Susama Rossi-Luciaua Levin El tal Stephen me exiendié una mano robusta, que sent ex- (rafiamente frégil. Su cara me resultaba vagamente familiar, como termina resulténdonos todo lo que vemos en la televisién. Pero la verdad es que yo habia visto a ese hombre... ~—Buenas noches... Marcos, éverdad? —No entendi cémo sa- bia mi nombre, Si, hola, buenas noches —alcancé a decile. —El doctor Oparin,¥ el doctor Leakey y yo los estébamos es- Perando —dijo Gould sefialando a sus compatieros de mesa, —Hola —dije saludando a los dos hombres y acercéndome a Ja mesa, Huxley continué con las presentaciones, fag gt fotor Oparin fue un eminente cientifico ruso que inves- {igo el origen de la vida. —Huxley estreché afectuosamente la ma- no del ruso. —IY todavia lo soy! Dobriy aiechier’ —dijo Oparin. Elruso mostraba una elegancia refinada y muy occidental. Ape- nas pude ver sus ojos celestes detras de unos anteojos de diseio bastante mis modemo que el traje. La frente despejada y la bar. ba terminada en punta le daban un aspecto indudablemente inte. lectual. El tercer hombre parecfa Indiana Jones en persona, Usaba 42 tipica vestimenta de explorador pero perfectamente limpia y planchada, Descubrié las restos fosiles del Homo +abilis, especie de Africa del Este Ss ri moe et gece ana ened eee > ie ert AE? los an tester Que ts (¥ ave NO Es) LA evoLucioN 7 —EI doctor Louis Leakey fue paleoantropélogo de la Univer- sidad de Cambridge y descubri6 importantes restos fosiles de los ancestros del hombre —continué Huxley, saludando a Indiana Jo- nes, que se habia parado ofreciéndole un caluroso abrazo. Darwin, Huxley y Mayr se sumaron a la mesa. Yo también me senté, Nadie pregunt6 qué tomaria cada uno pero, al cabo de un alo, Mayr nos puso delante unos humeantes vasos de té —No ser un té ingles, pero es lo tinico que se consigue a es- tas horas en el museo —dijo Mayr. Huxley y Darwin observaron extrafiados los vasos de plastico. Nos quedamos en silencio. El té no estaba mal —Etot thai nieplojoy®® —dijo el cientifico ruso—. Con su per- miso, los voy a dejar, Quiero visitar la Sala de Geologfa, no la co- nozco. —Permiso concedido —dijo Huxley—. Nos encontraremos allf en un momento. Elruso desaparecié por el pasillo oscuro, No sé cémo no se lle- V6 algo por delante. —Hablamos mucho sobre evolucién, Marcos —dijo Darwin, mirando a los demas como buscando complicidad—. Pero nos pa- rece tanto 0 més importante explicarle qué mo es evolucién, —éQué no es evolucién? —repetf confundido, mientras vi que Huxley se habia levantado e inspeccionaba la mandibula del tibu- r6n peregrino que parecfa ridiculamente inofensiva para una bes- tia de ese tamaiio, —La gente tiene ideas correctas de qué es la evoluci6n, pero mu- chas otras erradas —intervino Gould—. Mire, los temas de evolu- ci6n siempre estuvieron en el centro de las polémicas publicas, los re- {lej6 la prensa, los discutieron los religiosos, los filésofos, los politicos y los educadores. Como sea, la gente se ha formado sus propias ideas acerca de como evolucionan las especies de animales y plantas, aun- que no haya lefdo ningén libro sobre evolucisn, Por ejemplo, una de las ideas més difundidas es la idea de cambio. Las especies no En ruso, “este t€ no es malo” 78 Matin Susaua Rossi-Luciamo Levin son copias idénticas de un molde original, sino que sufren cambios @ lo largo del tiempo. Esta idea esta totalmente aceptada, Mientras pensaba que Gould parecia més un italiano que un norteamericano, recordé dénde lo habia visto. iEn Los Simpson's” iAh* lo habia visto! iFue un invitado especial, como dibujo anima- do, claro, en varios programas! —Fste es un mérito de los evolucionistas de todos los tiempos, ero muy especialmente suyo, Sir Charles —interrumpié Huxley. —Gracias, querido amigo, Exageras respecto de mf, como siem- pre, pero te lo agradezco, El viejo era sincero. —Pero lo que queria decirle a Marcos —continué Gould— es ue los evolucionistas nos referimos sélo al cambio heredable, al cambio genético, y no a cualquier cambio que pueda producirse en la apariencia de los organismos. ~Me acuerdo de un amigo mio que se quejaba porque no te- nia masculos tan desarrollados como su padre —reflexioné—. El Padre juzaba mucho al tenis, y le decfa: “Esto es sudor y consta cia, no herencia” __ —Ese es un buen ejemplo —dijo Mayr apurando un sorbo de t€—. Le pongo otro caso, un tanto extremo: la mutilacién de un permanente para quien sufti6 la amputacion, pero no lo es para su descendencia, Es0s cambios no son heredables y, por lo tanto, no son objeto de estudio de Ja evolucion. Los cambios que ocurren en el material genético de las células sexuales, en cambio, no se manifiestan en el organis- mo en el que se produjeron, pero sf pueden heredarse en la des- cendencia, Y por lo tanto son objeto de estudio de la evolucién, —Entiendo —dije—. Pero ahora se me ocurre otra pregunta: éLa evolucién estudia, por ejemplo, como “evoluciona” el lengua je del bebe en el lenguaje del adulto? * Gould partcipé en un episodio de Los Simpson, la serie de television, de- ie i ewotion cra lence lie Enesco sa the skeptic, emitdo originalmente el 25 de noviembre de 1997 en lox Es- taxlos Unidos, una cadena de sypenmercads planta eT? den an como estrategia de publicidad. ie = Que ts (¥ ave NO Es) LA evoLucioN 79 —ifise es un malentendido muy comin! —me respondi Mayr—. Hay muchas palabras que tienen significados y conno- taciones diferentes en el lenguaje comtin y en el lenguaje cien- tifico, y eso trac confusiones. “Evolucién” referida al lenguaje significa, en realidad, desarrollo, y se refiere al que se produce du- rante la vida de ur individuo, y no a lo largo de las generacio- nes. Entonces... —... no lo estudia la evolucién —conelut. —También se puede tener raz6n por malas razones y éste es en parte el caso de muchas de las ideas comunes de cambio, adapta- ion y evolucion, —iMalas razones? —Si, malas razones. —Gould retom6 la palabra, —Analice por ejemplo la idea misma de evoluci6n. La gente tiene raz6n al asociar evolucién a cambio. Las malas razones vienen de los “como” y los “por qué” ocurre la evoluciGn. De forma errénea, se ha igualado evo- lucién al cambio sucesivo de las formas “imperfectas” a las formas “perfectas”. Fs decir, se ha igualado evolucién al progreso de formas simples a complejas. IY ése, amigo mio, es un gran disparate! —Pero entonces ées incorrecto pensar, por ejemplo, que mi ga- to es mas evolucionado que la bacteria Escherichia coli que habi- ta en mi intestino? —dije. No tiene sentido comparar gatos y bacterias. Los gatos y las bbacterias pertenecen a grupos de organismos muy diferentes y por es0 ‘comparten pocas caracteristicas que permitan una comparacién “le- gitima”, No son peldafios de una esealera recta, sino ramas alejadas de un arbol muy ramificado. —Gould trataba de convencerme. —Pero las bacterias aparecieron antes que los gatos, y son or- ganismos més sencillos. —Es cierto —admitié—, y eso las hace simplemente més an- tiguas y menos complejas, no menos evolucionadas. Sf se puede comparar a los mamiferos entre si y a las bacterias entre si. Por ejemplo, podemos comparar dos mam(feros: los lémures y los chim- pancés, Ambos pertenecen al grupo de los primates. Los lémures tienen rasgos mas primitivos que los chimpancés. Adems conside- 80 Manta Susana Rossi-Luctana Levia re que el proceso evolutivo puede resultar tanto en ganancia co- mo cn pérdida de complejidad. Un rasgo primitive complejo pue- de reemplazarse en el transcurso de la evolucién por otro moder- no mas simple —me explicé Gould. —Entonees el chimpancé no es “mejor” primate que el lémur —pensé en voz alta. —La naturaleza no tiene plan ni escala de valores, por lo tan- to no tiene sentido hablar de “mejores” o “peores” —tercié Mayr. —Ademés, y creo que esto es fundamental —agregé Gould— la perfeccién no es un hecho que pueda ser observado 0 demostra- do por la ciencia: es un concepto acufiado por la mente humana para establecer, en cualquier campo, el punto ms alto de sus gustos, deseos, conveniencias, necesidades, preferencias 0 caprichos. —Enionces, tampoco tiene sentido hablar de perfeccién en el caso de la naturaleza —conelut, —iClaro que no! —exclamé Gould—, Esa idea refleja la in- fluencia del creacionismo. Si la naturaleza es creacién de Dios, en- tonces es perfecta en todas sus manifestaciones. Si es perfecta en todas sus manifestaciones, debe ser imitada por los hombres, siem- re, porque los hombres deben imitar las obras de Dios. Por eso, tener la representaci6n “en exclusiva” de Dios en la Tierra signi- fica atribuirse una gran cuota de poder. —Permitame darle un ejemplo —dijo Indiana Leakey Jones—. Una de las caracteristicas de la cultura de los primeros humanos fue la construccién de herramientas. Durante las campaitas en Afri- ca del Este he encontrado decenas de picdras talladas. A pesar de que son herramientas elementales y toscas, se puede reconocer en ellas la intencién del artesano en el disefio. Fuimos, somos y se- remos eternos constructores de herramientas cada vez. més sofis- ticadas. Por eso nos resulta muy féeil reconocer si un o iil y se adapta a nuestras necesidades... —Y tendemos a ver a la naturaleza a nuestra semejanza terrumpié Gould—, como un gran ingeniero, pero la verdad es que Ja naturaleza es més un zapatero remend6n que se arregla con lo que tiene, que un arquitecto previsor. No existen ni “la voluntad de Que es (v ave WO fs) Ux evowucion a1 la especie” ni “la voluntad de la naturaleza”, ni un “plan maestro” a corto 0 largo plazo. —Pero si no se puede establecer de antemano la direceién del cambio no se puede hacer predicciones sobre el futuro —dije. —Las predicciones a largo plazo sobre procesos de la natura- Jeza pueden resultar peligrosamente erréneas y tendenciosas —di- jo Gould. —Lo que ocurre es que todos queremos entender los “cémo" y os “porqué” de los procesos evolutivos —agregé Darwin, segiin la idea de un mundo ordenado por la causalidad, es decir, por la su- cesin causas y efectos, Los hombres hemos buscado continuamen- te explicaciones a los fenémenos de la naturaleza y muchas veces he- mos preferido llenar el vacfo con malas explicaciones antes que aceptar nuestra ignorancia, o lo impredecible del azar, que al final de cuentas es una de las cuestiones mas importantes de la vida in- dividual y de las poblaciones, Mire, Europa llamo “primitivas” a las culturas de los pueblos que habitaban sus colonias de América, Afri- a, y Oceanfa. Yo mismo, en mi libro Viaje de un naturalisia alre- dedor del mundo, me referi as a los pueblos originarios de Suda- mérica. Una de las caracterfsticas comunes de estas culturas es el animismo, es decir, la adjudicacién de caracteristicas humanas a fe- n6menos naturales como el sol, el viento, las tormentas 0 la mon- taf, Para Europa ésa era la marca del “pensamiento primitivo”, Sin embargo, éno somos nosotros mismos animistas cuando hablamos del “enojo’, de la “sabiduria” o del “plan” de la naturaleza? Me quedé pensando en las palabras del viejo. —Le voy a contar una historia —retom6é Darwin—. Cuando el Beagle recalé en Tierra del Fuego me impact6 el pueblo que vi- via en esas tierras inhéspitas. Quedé asombrado cuando vi a esos hombres, mujeres y nifios viviendo casi a la intemperie, semides- nudos, con los cuerpos apenas cubiertos con las pieles y la grasa de los animales que cazaban en una lucha casi cuerpo a cuerpo. Me acerqué a un grupo de ellos y les pregunté cul era el nombre de su pueblo, Dudaron, se miraron entre ellos. Les repeti la pregunta varias veces y al final obtuve la respuesta. Satisfecho, anoté en- 82 Matin Susawa Russi-Luciano Levin tonces el nombre del pueblo en mis apuntes de viaje. Muchos afios, después me enteré de que ese nombre significa en su lengua algo asf como “no entiendo qué me esta diciendo este hombre”, iUn pue- blo entero de Sudamérica se Hama “no entiendo qué me esté di- ciendo este hombre”, por mi estupidez! éQuiénes son los “primi ivos”?, me pregunto hoy. Quedamos en silencio, asombrados por el relato de Darwin, Huxley, que estaba caminando como era su costumbre, de una pun- taa la otra del bar, se detuvo y mirando a su viejo maestro, sacu- iG la cabeza de derecha a izquierda, como quien se resigna ano encontrar el remedio para algo. La Tierra no es de diamante Me levanté de la mesa, tomé una de las velas del candelabro y ‘me alejé del grupo hacia la Sala de Paleontologia. Queria mirar de cerca alguna de mis bestias preferidas: los dinosaurios. Afuera la no- che debia de estar tibia. A través de una ventana alta podfa ver un recorte de cielo azul oscuro entre las ramas de un palo borracho sa- cudidas suavemente por la brisa. No habia abandonado la idea de salir del museo, aunque mi interés en la conversacién postergaba el intento a medida que pasaban las horas. Me acerqué a la fantas- tica reproduccién de Amargasaurus cazani, de unos diez metros de largo, que domina gran parte de la sala, Parado debajo del enor- ‘me esqueleto inofensivo, jugué con una sensaci6n de simulada fra- gilidad. La reproduccién era un calco en resina, despintado en al- gunas zonas, lo que le quitaba algo de dignidad a la magnifica bestia. E1 animal mostraba las mandibulas abiertas, como si estuvie- ra.a punto de devorar lo que encontrara a su paso. Tenfa todos los dientes, excepto un colmillo, que habia cafdo al piso convirti dose en pequefios cascotes. Levanté la mirada para apreciar en de- talle las extremidades delanteras, cuando una fina lluvia de polvo me cay6 en los ojos y apagé la vela que levaba. Debia de ser su- ciedad acumulada del inmenso esqueleto. Bajé inmediatamente la vista, los ojos me ardfan tremendamente y no los podia abrir. Sen- {que el inmenso esqueleto estaba temblando, que todas las articu- laciones se sacudian peligrosamente. Intent salir de abajo de la es- tructura. Di dos pasos, pero tropecé con algo rigido y cat al piso. En ese momento sentfun dolor en la espalda: un objeto que no de bia ser tan duro se partié en mi lomo. Y luego otro y otro. Eran los huesos del Amargasaurus. La estructura entera estaba a pun- to de desmoronarse por completo. Me arrastré como pude hasta la pared de la sala y me acurruqué tapaindome la cabeza con las manos. Traté de gritar, pero tenfa la boca y la garganta lenas de polvo y sélo me salié un quejido lastimoso. Estaba a punto de llo- rar, cuando de repente todo parecié calmarse. Un instante después O_O 84 Manin Susaua Aosst-Luciano Levin Gus (eveutbes} a4 tenet a of una voz. que decia: “No pudo haber ido muy lejos”, Abri con di- ficultad uno de los ojos y pude distinguir a Gould y a Indiana Lea- kkey Jones, que caminaban por el centro de la sala trayendo una ve- la vacilante, —Se ha bafiado en polvo, mi amigo —dijo Indiana Leakey Jo- nes, en un tono risuefio que no me cayé nada bien—. {Qué paso? —iQué pas6! iQue se desmorons la estructura del Amargasau- rus y que casi se me cae encima! —protesté. Me puse de pie con dificultad. Me restregué los ojos, pero casi ‘me caigo al suelo otra vez: la osamenta estaba perfectamente arma- da, no habfa ni un hueso roto, ni diente caido, ni siquiera una mo- ta de polvo en el piso. iSolamente yo estaba cubierto de polvo! Les expliqueé detalladamente lo que acababa de ocurrir. —Lo mejor sera que no se aparte del grupo —dijo Gould—. Es- te musco es una caja de Pandora. Y sobre todo a la noche. Nadie quiso mencionar al innombrable, pero estoy seguro de que tenfan en mente el nombre de Burmeister. Volvimos al bar. Mayr, que parecia ajeno a todo, se acomodé los lentes sobre la nariz y dij: —Quiero leerles un pérrafo de los escritos de Galileo Galilei* —Cruz6 las piernas y ley6: her atencion en lo mejor de esa noche y prometiéndome no vo ver a aventurarme solo por ninguna sala o pasillo del musco. —EI doctor Oparin nos estar esperando en Ia Sala de Geologia ¥ querré responderle a preguntas como ésa —dijo Darwin levantan- dose con dificultad y toméndome del hombro, por lo que no tuve mais remedio que seguirlo, Encend otras dos velas y salimos del bar. Gould y Mayr se quedaron conversando acerca de Critosaurus australis, un dinosaurio del Cretacico Superior, y dijeron que infan mas tarde a la Bi- blioteca. Cuando Hegamos a la Sala de Geologta el doctor Oparin es- {aba sentado en el piso de la sala, con las piemas cruzadas, con una pie- dra rojiza y grumosa en la mano, a la que observaba con una Iipa, rodeado de decenas de otras piedras que haba sacado de las vitrinas, Solo entraba algo de luz lunar! iNo sé qué podria estar viendo! —Adelante, pasen por aqui, por favor. Adivino por qué viene ~dijo Oparin dirigigndose a mf levantiindose de un salto—. Aqui tiene representadas las eras en las que los geélogos y paleontélo- 80s dividen la historia de la Tierra —dijo sefialando una lémina de colores destefiidos que colgaba de la pared de la sala, —La Tierra se originé hace unos 4.600 millones de afios —< jo—, a partir de la materia aglutinada luego del estallido de la e: Los que tanto exaltan la incorruptibilidad y la inalterabilidad [...], trella que creé el sistema solar. Sin embargo, la aparicién de los pri- ‘no consideran que silos hombres hubiesen sido inmortales, no les meros organismos vivos ocurrié mucho mas tarde, hace unos 3.800 nha & Ma GR GER oe millones de afios. Pero antes de que los primeros organismos apa: aie caer aa oe recieran, itambién habji 's! Habia evolucién quimica, Los ‘ode diamante, para llegar a ser mas perfects de lo que son | : Yo cabe ninguna dude de que a Tea es macho mgs perce compuestos quimicos sencillos podfan formarse esponténeamente, siendo, como es alteable, mutable, que si fuera una masa de pi sin la participacién de un ser vivo. dra, que si fuera incluso un diamante total, dursimo ¢impasibe. —Entonces tampoco se requeria de un hacedorinteligente, pa: a : licar el origen de la vida —agregué = lileo Galilei: la Tierra y los organismos que ra explic gc - ae a cdear asa angie a a 3 —$i usted se refiere a un dios creador de la vida, le digo que Bid A ; la ciencia no puede refutar ni sustentar cuestiones de fe, de ma- = to existe la Tierra? —pregunt, tratando de po- P nes de fe, Se uae caine a ey Hera que, como cientfico, sostengo que la aparicién de la vida, si f ae bien seguramente fue un “experimento exitoso” entre millones de Eormeeir el np beeN ly pel pees dc ae “experiments fallidos”, puede explicarse por si misma, sin nece. faban alrededor del Sol con movielentes replares ctedaresy porreteee sidad de un arquitecto inteligente. EQué se necesita pata que ha ‘Tw que soporar une fer persccucién de gla Calica de Kom ya evolucion quimica? Compuestos quimicos sencillos, enerpsa y, Mania Susana Rosst-Luctawa Levia la histors ge a Tera a3 88) 8 en lo que 36 as v perio BLA DE ERAS: ac es (vy Ove NO es) x cvoLucida 87 sobre todo, que no haya oxigeno libre, porque de otro modo los ‘compuestos se hubieran oxidado y degradado. Los biGlogos con- jeturan que la Tierra tenfa una atmésfera compuesta por hidr6 no, nitrégeno, vapor de agua, mondxido y didxido de carbono, amoniaco y sulfhidrico. Pero no habia oxfgeno gaseoso como hoy. —&Y cémo se sabe que los gases eran é0s y no otros, si esa at- ‘mésfera ya no existe mas? —pregunte, ‘Se extraen minerales de capas muy profuundas de la Tierra —¢h jo seitalando una maqueta del globo terriqueo que mostraba las c pas de la corteza terrestre, como la separaci6n de la primera por- cién de una torta muestra las capas del relleno—, se los calienta a altfsimas temperaturas y se estudian los gases que se desprenden. Los voleanes que hoy estén en actividad también emiten algunos de 30s gases—. Sefialé c6mo las grietas de un voledn representado en la maqueta serpenteaban hacia el nicleo rojo de la Tierra. Hace llones de aiios el bombardeo de meteoritos era infernal, los volea- nes estaban continamente en actividad y habya fortisimas tormentas, eléctricas, rayos y Iluvias torrenciales. Adems, al no haber oxigeno gaseoso, tampoco habia ozono™ y llegaba una intensisima radiacié Uultravioleta a la Tierra, Como usted sabe, esta radiacién datia el ma- terial genético de los organismos, pero hace cuatro mil millones de aiios todavia no habia vida en la Tierra. La energia de la radiacion ultravioleta favoreci6 la sintesis de algunos azticares,"° amino‘icidos"! xy nucledtidos? muy sencillos. Luego, o de modo simultaneo, debio ‘ocurir la unién 0 polimerizacién de esos compuestos sencillos, la- molécula de ozono esta compuesta por tres tomios de oxigeno (0) tun gas incolaro pero azulado en grandes concentraciones. Fs un oxidan- te muy fuerte utilizado en forma industrial EI ozonv atmostérico absorbe parte de la radiacién ultravioleta solar. CCompuestos quimicos formados por eazbono, hideégeno y oxigeno. Los aztt cares consitayen kt principal fuente de energia de los anivales, 41 Compuestos quimiens formados por carbone, hidedgeno, oxigeno y nitt geno. En eantidades mucho mise pequelas pueden contener otros toms. [Los polimeras de aminosieides forman las protefnas. © Gompuestas quimicos formades por carbono, hidrogeno, oxigeno y mitts geno, Los nucleotides son las anidades que forman los éeidos nucleieos (ADN y ARN) 88 Mania Susana Rossi-Luciaua Levin mados monémeros, para dar sustancias més complejas y de mayor ta- majio, llamadas polimeros. A esto se lo llama sintesis abidtica, —éEn qué lugar de la Tierra ocurrié esta evolucién quimica? —pregunté, —Podria haber ocurrido en fisuras del fondo oceanico o bien en mares no muy profundos —me respondié Oparin— . Otros pro- ponen que en las rocas expuestas a la intemperie se formaron ar- cillas, ricas en iones de zine y hierro, que pudieron facilitar las po- limerizaciones. —2Y cémo ocurtié la transicién de polimeros sin vida a los pri- meros organismos vivos? —pregunté, escudrifiando al mismo tiem- po el fondo de la sala, porque estaba seguro de que el grufiido que habia ofdo unas horas antes habia venido de Geologfa, —En el laboratorio... —Oparin se daba cuenta de mi nervio- sismo y decidié cortar por los sano. —Mire, si esté esperando algu- na jugarreta de Burmeister le advierto que quienes lo conocemos sa- bemos que se aparece siempre por sorpresa, de manera que no perdamos tiempo y continuemos con lo nuestro, éDe acuerdo? No le respond. —Como le decia —continué Oparin—, en el laboratorio se pue- de lograr, bajo ciertas condiciones, que polfmeros orgénicos for- men microesferas, es decir, pequefiisimas esferas rodeadas de una membrana que reaccionan en forma parecida a la de las células frente a algunos estimulos del medio, como la electricidad o la con- centracién de sales. iAdemds se dividen espontaneamente en dos cuando han crecide mucho! Sin embargo, no son eélulas. 4 Qué les falta? —pregunté, un poco impaciente. —SI, équé les falta? Usted mismo podré responderlo si piensa un momento —dijo Mayr mirndome por arriba de sus anteojos. —iLa informaci6n! —exclamé. —Biectivamente —dijo Oparin—., Eso les faltaba: moléculas {que contengan informacién. De otra forma no habrian podido re- producirse, No tenemos, y quiz4 no tengamos nunca, la historia completa, pero lo que sf sabemos es que se encontraron muchisi- mos f6siles microscopicos de células primitivas en Australia, Afri- Que es (1 ave MO es) ta evo.w cay América; hace unos 3.600 a 5.100 millones de afios estas eé- lulas fueron realmente muy abundantes en la Ticrra. Los organis- ‘mos actuales tienen la capacidad de almacenar, transmitir y tra- ducir informacion. En una pizarra escrita con tiza en trazos gruesos se anunciaba una visita guiada a las 14:30, Oparin borré el aviso levantando una nube de tiza, que blanque6 los homibros de su impecable saco negro. —En las células actuales — Ilo, empeorando de bonucleico 0 ADN, almacena y transmite la informacién genéti a, la informaci6n del ADN se transcribe en otra molécula, el écido ribonucleico o ARN, y luego se traduce en proteinas. El ARN es una molécula intermediaria entre el ADN y las proteinas. ‘Tuve que acercar el candelabro para ver en detalle lo que el ru- so escribfa en la pizarra, y que todavfa recuerdo: mientras se sacudia el polvi- juacién— el dcido desoxirri idamente la Replicacién 8 ADN Transcripcién ARN De Proteina ‘ & Traduccién 90 Manin Susaua Rossi-Luciauo Levin —Posiblemente en las primeras células —continu6 Oparin—, solo habia ARN, que cumplia también las funciones de almac namiento y transmisi6n de la informacién que hoy cumple el ADN. Ademas el ARN es muy reactivo. Una molécula de ARN puede sin- tetizar otra molécula de ARN. Por eso se piensa que el primer éci- do nucleico fue el ARN. La proliferacién de millones y millones de ccélulas primitivas cambio el aspecto de gran parte de la superfi cie de la Tierra y pronto vendrfa un cambio todavia mas impor- tante: la lenta pero continua oxigenacién de la atmosfera. Pero la atmésfera en la que vivieron las primeras células no tenia oxige- no, es decir, eran células anaerobias. No terminaba de decir “anaerobias”, cuando lo que habia es- crito en el pizarrén comenz6 lentamente a desaparecer. El pol- villo de la tiza comenzé a desprenderse del pizarrén, espontanea- mente, letra a letra, en forma secuencial; primero se borr6 la ltima palabra que Oparin habia escrito, “traduccién”, luego “transcripci6n’, y asi una a una se convirtieron en polvo blanco. Cuando el polvillo de la primera palabra, “ADN” lleg6 al piso, después de navegar por la atmésfera densa del recinto, el piza- rr6n qued6 totalmente negro. Miré desconcertado a Darwin y a Oparin. Ahi tiene una muestra de la obs meister —dijo Darwin. —No se preocupe, puedo escribirselo en un papel. éLo ano- to? —me pregunt6 Oparin. —No, no es necesario —respond —Bien, sigamos, entonces —dijo Oparin—. Hace unos dos mil iillones de afios se produjo una novedad de una enorme impor: tancia para la evolucién de la vida. Las primeras células no fabri caban su alimento, consumfan moléculas formadas por sintesis abiética, espontineamente, La novedad fue que algunas células, la madas autétrofas, fueron capaces de fabricar compuestos orga cos, que constituyeron su propio alimento. Algunas aut6trofas beraban al medio azufre como resultado de este proceso, pero otras liberaban oxigeno gaseoso. Durante los 1.500 millones de afios pos- acin prusiana de Bur- Que ts (r au NO Es) LA evetuciOn 1 teriores la concentracién de oxigeno en la atmésfera fue aumen- tando en forma gradual. —iPor fin se pudo respirar! —dije aliviado. —En realidad, el oxigeno de la atmésfera alcanz6 los niveles actuales al final del perfodo Cambrico de la era Paleozoica. —Opa- rin sefial6 un sector descascarado de la tabla de eras geologicas que indicaba que el Paleozoico habia comenzado hacia 570 millones de afios. —Ademés, el oxigeno atmosférico formé paulatinamen- te la capa de ozono que filtr6 parte de la radiaci6n ultraviolet. De esa manera el ADN qued6 protegido del datio por radiacio- nes. Evolucionaron entonces organismos totalmente aerobios, que requerfan oxigeno gaseoso para degradar compuestos més 0 me- nos complejos, obteniendo energia en ese proceso. Los bidlogos cereen que estas células habrian tenido una estructura parecida a la de las bacterias actuales, con formas mas o menos esféricas alargadas. Estaban rodeadas por una membrana que contenia ADN, ARN y protefnas sencillas. Esos aerobios colonizaron aguas ‘més superficiales y las tierras emergidas que formarian los conti- nentes. Algunos adquirieron ademas la capacidad de utilizar ka energia de la luz del sol para reducir el diéxido de carbono atmos- {érico a compuestos orgdnicos. A estos organismos se los llamo fotosintéticos. Y qué pas6 con la sintesis abistica? —pregunté respiran- do una bocanada de aire fresco que entraba por la ventana. —La aparici6n de los organismos fotosintéticos disminuyé ade- mas la cantidad de didxido de carbono atmosférico, Entonces, la esis abidtica comenz6 a disminuir. La luz, sucia que entraba por la ventana anunciaba el princi- pio del fin de esa larga noche. —En Ios animales, las plantas, los hongos y los protozoarios, el material genético est contenido en un micleo, rodeado por una membrana, Hay otras estructuras delimitadas por membranas, por ejemplo las que realizan la respiracién eclular. Sf, las mitocondrias —dije. —Las mitocondrias —repitié Oparin—. Una bidloga norteame- Mania Susana Rossi-Luciano Levia ricana, Lynn Margulis," propuso que ciertas células eueariotas he- terotrofas, que no eran capaces de producir su alimento, podrfan haber “engullido” bacterias aerobias, que después de todo eran su “alimento” normal, pero, en vez de ser digeridas, habrian perma- necido y prosperado en una asociacisn simbistica, es decir, de be- neficio mutuo, con sus “devoradoras”. Algo similar habria ocurrido con los cloroplastos de las plantas, cuyo origen es también bacte- iano. En ese caso provienen de un grupo de bacterias fotosinté- ticas, las cianobacterias. Esta hipétesis sobre el origen de tas mi- tocondrias y los cloroplastos de las células eucariotas se ama teorfa endosimbidtica. La transferencia de genomas de una rama @ otra constituyé un mecanismo fundamental en los origenes de la vida, a tal punto que hoy algunos investigadores consideran que el antepasado comiin de todos los organismos no debié de ser un linaje celular “puro”, sino un conglomerado de linajes mezelados, GEL ndcleo también se originé cuando una célula se comi 8 otra? —pregunté. —EI nicleo de la eélula también es una estructura rodeada de ‘membranas, igual que las mitocondrias y cloroplastos, pero se habria originado de otra forma, Hay registros de células eucariotas fosiles que vivieron hace unos dos mil millones de afios. Es decir, en esa fecha ya existfan todos los tipos celulares que existen hoy. Las en- dosimbiosis, entonces, habrian sido posteriores a esa fecha. —Y nosotros, los seres humanos, écuindo aparecimos? —pre- gunte —Vamos a la sala de evolucién humana —dijo Indiana Leakey Jones que estaba parado detrés de una vitrina llena de enormes cris- tales de cuarzo que le deformaban el rostro. Oparin decidié, en cambio, unirse a Gould y Mayr, que a esa altura debian de estar ya en la Biblioteca. © Lynn Margulis (1958) es una bidloga norteamericana de la Unive Massachusetts. Escribio junto con Karlene Schwartz Fe kingdoms (Cinco teinos), considerado uno de los libros cientticos mas importantes del glo XX. La endosimbiosis es su aporietedrico mas importante, aunque tam: bién propuso la hipotesis Gaia, que concibe al planeta Tierra coro un tink £0 organismo, que {uvo amplia aceptacién en el piiblico, En 1957 se case ‘con Carl Sagan (el realizador de la setie Cosmos} Un mono entre otros monos La sala que se abrfa frente a nosotros llevaba el nombre de Pri- meras Pisadas y estaba dedicada completamente a evoluci6n hu- mana. Era una sala moderna, con instalaciones interactivas en la que el publico podia accionar palancas, girar rodillos y comparar su propia cara con la de un gorila. Indiana Jones, es decir, el doc- tor Leakey, nos mostr6 los esqueletos de varios monos. Todos estos animales pertenecen al grupo de los primates —comenz6 diciendo—, Lo que aqui puede ver, Marcos, son los esqueletos de un gorila, un chimpancé y un hombre, —Era muy evi- dente el parecido entre los tres, pero el tinico que tenia postura cla- ramente erguida era el del hombre. Darwin estaba parado frente una estructura metélica con forma de arbusto, de la altura de un hombre, Desde donde estaba no pude entender qué era. Con un gesto de su mano cetrina nos llam¢, —Es el arbol filogenético de los primates —dijo. El extremo de cada rama del érbol terminaba en el dibujo al- g0 infantil de un lémur de Madagascar, de un mono aullador de Su- damérica, de un mono asiético y de los grandes monos africanos: ‘un orangutén, un gorila, un chimpancé y un hombre. —Los descendientes actuales de los primates més antiguos vi- ven en los arboles, como muy probablemente Jo hicieron sus pa- rientes més antiguos —dijo Leakey. Noté que en la base del drbol no habia ninguna imagen y le pregunté cémo se pensaba que habia sido el ancestro comin de los primates. —Seria un animal parecido a una ardilla 0 a una musarafia —dijo Leakey—, con los pulgares y el primer dedo de los pies muy Mexibles, que le permitirfan aferrarse a las ramas de los arboles, en las que pasarfa la mayor parte del tiempo. Los primeros prima” ‘es formaron poblaciones muy pequefias, por eso su registro fésil es muy pobre, y muchas de las especies fésiles estan descriptas so- bre la base de un solo individuo. CC SSEEESSSS se we es (¥ OU NO es} tA evotucion 95 94 Maula Susawa Rossi-Luciano Levin jy Hlace cudinto se separé la rama del hombre de os chimpancés? —pregunte ju Ia década de 1960... —comenz6 a responder Leakey se hi- jjuron estudios que cambiaron radicalmente fa vision que se te ania de la evolucién de los grandes monas africanos: el estudio de rot ‘nas de la sangre mostr6 que los chimpancés y los gorila estaba evolutiva- la rama de Prosimios ANTROPOIDES ;paracion se estima que ocurrié ha- ve mize cinco y seis millones de afios. —Mientras decia estas Palabras, seBial6 el nodo del que salian las ramas que terminates en el chimpaneé y el hombre. —Y en qué se diferencian los gunté Millones de afios grandes monos entre si? —pre- —Volvamos a ver los esqueletos lumna vertebral del hombre tiene —sugirié Darwin—, Vea, la « una curvatura en “S$”, mientras fide! filegenético de fs primates. Como puede verse, lo dvisi6n en Prosimios y “Antropoces 6s congruente con la ramnfiencn det aol ~ Tambien los huesos de la eadera son diferentes —agrogs Lea- Key—. Los del hombre son mis cortos y anchos, Ad lemés, el hom. pre carina en dos patas; en cambio, el chimpancé camina con las pa. tas y los brazos. pasf es caminar en dos patas, dejando libres las exremidades su- Periores fue una de las earacterfsticas que marcaron la evoluciGn da Tos hhomnidos bipedos — ajo Darwin y condicions probablemenae 1 es: rpchamento de la cadera y tambien laarticulacin de la colummna von. ‘ebral con el erdneo, que tendié a desplazarse hacia su base ;_{Hubo otros hominidos bipedos ademés del hombre? —pregunié. Hace unos cinco millones de afios, un grupo de monos diver 816 en dos ramas, a una de elas perteneces los chimpancés act les, representados hoy por s6lo dos especies. La otra rama es la de {0 homfnidos, que tiene unas dleciséis especies que pertenecen a dos Béneros, Australopitecus y Homo. De dichas especies de hominidos, s6lo una vive actualmente, el Homo sapiens, los humanos, Los homé. nidos bfpedos se originaron en Attica del Este y del Sur, y s6lo al- unas especies del género Homo se dispersaron en otros continen. {cs. Homo sapiens es la especie mas reciente de este grupo, y esld Adistribuida en todos los continentes. Quizés este arbol flogenético de 96 Manis Susana Rossi-Luciane Levin Jos hominidos lo ayude a entender esto mas elaramente —dijo, mien- ‘tras me mostraba una ilustracién que habia sacado de no sé dénde. Atbolfiogenetico de os hominidos, que marca cudndo se otging y cudndo se extingié ‘cada espace, Mosficado de Ciencia Moy, val 16,10. 31.p. 44 —éSabe por qué esta sala se lama Primeras Pisadas? —me pregunt6 Leakey. lea —respondi. iio, y encendié un proyector de video. Las sombras de dos hominidos caminando a la par, un adulto y un joven, apa- recieron en la pantalla, E truco era ingenioso: debajo de la proyee- cidn habia una maqueta con huellas de pisadas de dos individuos, una mas pequefia que la otra, que producfan la ilusiGn de estar sien- do producidas por los caminantes, Estas huellas, fueron produci- das hace unos 3,5 millones de afios, sobre cenizas volednicas recién caidas. Quizas estos hominids estaban escapando del desastre. Fue- ron encontradas en Laetoli, Tanzania, y son una prueba muy elo- cuente del bipedalismo de los australopitecinos. —Otro hallazgo importantisimo ocurrié en Etiopia, donde se encontr6 un esqueleto f6sil de unos tres millones de afios, bastan- te completo —intervino Mayr—. El ejemplar era una hembra de i €S (1 aUE NO Es) LA evotuciON 97 la especie Ausiralopithecus afarensis, a la que sus descubridores lamaron Lucy, écierto, doctor Leakey? —éLos antrop6logos les ponen nombres propios a todos {6s les que descubren? —pregunté. —Bueno, ése fue un caso excepcional. Era la primera vez que se encontraba un ¢jemplar tan completo de A. afarensis, tenta casi la mitad de los huesos. Luego, desde Etiopfa hasta Tanzania, se en- ccontraron f6siles de esa misma especie mucho mejor conservados. —€Y por qué la llamaron Lucy? —pregunté. —Porque después de Ia jornada de trabajo, a la noche, los inves- tigadores descansaron, felices, escuchando varias veces la cancién Lucy in the sky with diamonds de Los Beatles —respondié Leakey. —Me puedo imaginar lo contentos que estaban: un cielo aft cano, una mujer que muestra sus secretos, y la mtisica de Los Bea- tles sonando... —4i —Seguramente... —dijo Leakey—. La especie mas antigua que fue incluida en el mismo género que el hombre fue Homo habilis. —EI doctor Leakey me cont6 que él y su equipo descubrie- ron los restos de ejemplares de Homo habilis, que afirmaron la idea de que el origen del hombre era Africa del Este y no Asia 0 Europa, como muchos habrfan quetido —dijo Darwin Si, dos cientificos ingleses estuvieron dispuestos a casi todo pa- ra demostrar que el origen del hombre era Inglaterra —agreg6 Leakey. —Bueno, segtin él mismo me cont6, también el gran naturalis- ta argentino Florentino Ameghino'® propuso que el hombre se ha- “Ley en el cielo eon diamantes" pertenece al diseo Sergeant Pepper's fo nnely hearts club band. ‘7 Florentino Ameghino (1854-1911), fue la primera figura de la ciencia na cional. Fue un autodidacta sin més financiamiento que los exiguos fondos ‘obtenidos de una librerfa El gliptodonte que el mismo atendia, Fue uno de los primeros en introducir el enfoque evolutivo en la paleontologta, Voles su investigaciones en una obra vastisima que incluye estudios, compara- cones y descripciones de mas de nueve mil animales extinguidos, muchos descubiertos por él, Sucedid a German Burmeister y a Carlos Berg en la dinecci6n del Museo Argentino de Ciencias Naturales. Mania Susana Rossi-Luciano Levin bfa originado en Sudamérica —continué Darwin—. Ameghino es- 16 incorrectamente la edad de los sedimentos en los que se ha bian encontrado restos de hombres muy antiguos en la pampa ar- ‘gentina, Los cientificos, aun tos buenos y honestos, pueden llegar @ conelusiones que luego se demuestran equivocadas. Pero la de los ingleses no fue una conclusion err6nea, sino. —... un fraude —dijo Leakey. —éUn fraude? —pregunté, asombrado, sin poder creer que se. mejante cosa pudiera ocurrir. —Asi fue. En 1912, en un congreso cientifico en Inglaterra, Daw- son y Woodward, un antropslogo y un gedlogo, presentaron “en so- ‘dad” restos de un hominido encontrado en Inglaterra, que juz garon tan diferentes de todos los descriptos hasta el momento, que le asignaron un nuevo género y especie, Eoanthropus dazwsoni, co- nocido como el hombre de Piltdown. Ya se habfan hallado restos de homfnidos en Europa continental, pero eran los primeros en In- slaterra, Se trataba de un descubrimiento notable, En los afios si- guientes continuaron excavando en Piltdown y encontraron mas hhuesos de ese ejemplar y también de mamuts. Pero varias décadas después de la muerte de Dawson, el fraude salié a la luz: los hue- 805 no fenfan medio millén de affos, sino que eran mucho mas re- cientes; ademas, la mandibula y el crénco tenfan distintas edades. Para colmo, mais tarde se descubrid que la mandibula era de un go- rila, iy que encima la habfan pintado para darle un color uniforme! —ilncrefble! —exclamé, —Los cientificos muchas veces son pasto de la vanidad —di- jo Leakey en tono reconcentrado—. Pero dejemos las estafas y si ‘gamos con los hominidos bipedos. Los fosiles de los primeros ho- minidos bfpedos se encontraron al sur de lo que es hoy el desierto de Sahara, uno de los desiertos mas grandes del mundo. Pero otras especies de hominidos bipedos mas recientes migraron fue ra de Africa; el Homo ergaster lleg6 hasta Asia, el Homo erec- tus, hasta China y Java, y nuestra especie, el Homo sapiens, de aparicién mas reciente, se extendi6 por todo el planeta. El pano- rama de la evolucién de las especies de hominidos y las relacio- Que es (¥ ave MO ts) La evowucion 99 nes entre ellas no estd claramente establecido, algunas fueron con- temporaneas entre si, ¢ incluso podrfan haber estado en contac- to. Las especies se diferenciaban por el tipo de alimentos que con- sumian, algunas comfan de todo, otras probablemente eran slo vegetarianas. —éY c6mo puede saberse qué comian? —interrumpr. —El desgaste que presentan los molares de los fésiles da una idea aproximada de qué tipo de alimentos comian, si eran blandos 0 du- Fos —respondié Leakey—. Como le decfa, algunas especies de ho- inidos vivieron en tiempos y regiones diferentes, pero otras proba- blemente tuvieron contaeto entre sf. Tampoco sabemos sila extincién de alguna de ellas, quiza con muy pocas poblaciones y con pocos individuos por poblaci6n, fue causada por agresiones de otra, —éHabfan desarrollado cultura? —pregunté, —Exceplo en algunos pocos casos —respondié Leakey—, no sabemos en qué medida desarrollaron cultura, pero sf que el uso de herramientas estuvo extendido en una de esas especies, el Homo habilis. Utilizaron gran cantidad de piedras talladas como herra- mientas. La paleont6loga Elizabeth Vrba, de la Universidad de Ya- le, estudié las consecuencias del enfriamiento de la Tierra, que ha- ce 2,5 millones de aitos bajé diez grados centigrados la temperatura promedio. Ella propone que los climas mas frios y secos, que en Afri- ca Meridional extendieron las sabanas a expensas de los bosques, en las que era mas dificil sobrevivir, condicionaron cambios de hal tos en poblaciones de hominidos que habrian requerido el uso de h: bilidades intelectuales y sociales més complejas. Caminar en dos Palas fue un rasgo distintivo de nuestros ancestros remotos, y una ventaja en los hominidos porque les permitié mejor vista en paisa- jes despejados, y cuidar mejor a las crias durante los traslados, Estabamos en un extremo de la sala de evolucién humana. Dar- pareefa algo cansado, La evolucion de Ia evolucion —En la Biblioteca estardn Oparin, Mayr y Gould esperando- nos, deberiamos bajar —dijo Darwin. Tomé el candelabro y nos fuimos de la sala de evolucin hu- ‘mana. Enormes cabezas de animales embalsamados, dispuestos co- ‘mo si fueran trofeos de caza, constitufan la anacrénica decora- cci6n del fail sur. Los ojos miraban amenazantes cuando la luz de las velas los iluminaba, Cuando atravesdbamos la sala en silencio, ref ver una luz y una sombra escaleras abajo. —Alguien se acerca —dije, buscando con la vista a Huxley. Retrocedf unos pasos y miré a mis acompaftantes, pero la esce- ‘na no logré tranquilizarme. El resplandor de una luz llev6 mi aten- ci6n al frente. Era una luz brillante que se acereaba en forma lenta y constante. Retroced un paso més. Un instante después un triden- te luminoso nos encandil6. Como suspendida en el aire, una enor- me figura humana avanzaba hacia nosotros. El tridente, que resul- 16 ser un candelabro de tres velas, voled sobre la figura del hombre tuna luz intensa, Llevaba una larga barba blanea y una ttinica tam- bién blanca, sujeta en la cintura, Pareefa un personaje salido de una de esas biblias ilustradas que se regalan a los nifios Darwin y el resto lo rodearon. Huxley permanccié a mi lado. —Por casualidad, éno estardn hablando de Historia Natural sin haberme avisado? —reson6 la vor. grave del hombre. —éQuién es? le pregunte con voz temblorosa a Huxley. —... Gteles —alcancé a off. —éQuién? —insisti. —Aristételes"® —me dijo algo molesto—. Usted es un verda- dero afortunado, Marcos 6 Arist6teles (584 -? aC). Su padte fue médico, de all su vocacion cientiiea, Fue maestro de Alejandro Magno. Viajé mucho y realiz6 sus propias obser -vaciones. Escribid sobre casi todo y se convirlié en el primer enciclopedlista yen la fuente obligada del conacimiento durante mas de mil aos. Dut es (1 ove NO es) LA cvowuers 101 Quedé pasmado. éSeria el gran fil6sofo griego? iHabia muer- to cuatro siglos antes de Cristo! —éSe puede saber su nombre, joven? —me pregunt6. Pasaron unos segundos que me parecieron siglos. Miré a Hux- ley sin saber qué hacer. Queria salir corriendo. Marcos, me llamo Marcos —dije, bajando la vista. —ZéSabe usted, Marcos, cudn vieja es la idea de evolucion? —EI jo de la tinica, viejo porque, sino se lo dije, era tan viejo como se puede serlo, hizo una pausa cargando la atmésfera de expectativa, Junté valor para intentar una respuesta, pero no me dio tiem- po. Comenzé6 a bajar las escaleras ¢ hizo sejias para que lo siguié- ramos. Darwin y Leakey lo siguieron de cerea mientras Huxley y yo, més atrés, usabamos la luz de mi vela. —Tiene mas de dos mil afios —dijo. Su voz resonaba en el hue- co de la escalera. —Empédocles"” ya pensaba en un universo que se desarrollaba gradualmente, éSabe usted quién fue Empédocles? —8El que se arrojé dentro de un voledn? —me apresuré a res- ponder. —El mismisimo. —ZY cémo pudieron tomarse en serio a semejante loco? ire, arrojarse dentro de un volcan para buscar a los dio- ses puede parecer una locura, pero proponer que el universo cam- bia y se desarrolla es evidencia de una mente lticida. —En ese mo- mento Arist6teles lleg6 al pie de la escalera y levant6 el candelabro de tres velas iluminando el iitimo tramo. —En el mismo siglo, yo propuse la gran cadena del ser... —=Y con esa idea me las tuve que ver yo —intervino Darwin ba- jando pesadamente el Gltimo peldafio—, dos mil aiios después to- davfa nadie se atrevia a discutirla © Empédocles (492432 aC, fue un gran humanista del siglo IV a.C. y uno de los primeros en concebir un universo que cambia. Dedies gran interés @ la observacion de la naturaleza y expuso originales concepeiones sobre la evo lucion de los onzanismos y a circulacion de la sangre. Fue una mezela de eien- Lifco y mistico. Reafirmo la importancia de los sentidos para pereibir el muin- do, acompanacos de la razon, oponiéndose a la tradicion que rechazaba los sentidos y s6lo confiaba en el inteleto, 102 Mania Susana Rossi-Luciano Levia —Recuerde —dijo Atist6teles aceredindose a Darwin— que mis ideas fueron bendecidas varios siglos después por la Iglesia caté- lica, Y esa Iglesia tuvo mucho peso en Europa, de la Edad Media en adelante, —Bueno, pero... équé es la gran cadena del ser? —pregunté, —Es Marcos quien quiere saber. No me lo cuente a mi... —di- jo Darwin, —Si, si —dijo Aristoteles soltando una estruendosa carcaja- da, Es que imaginese que, con mis largos dos mil afios, veo en ted, mi querido Darwin, a un joven de apenas doscientos af Un joven con semejante barba —dijo divertido, Con la luz vacilante del candelabro en mi mano derecha trataba de iluminar lo mejor posible los pasos de Indiana Jones y Huxley, mien- tras dejaba vagar la mirada en el hueco de la escalera. Era la primera vez, luego de tantas visitas al museo, que observaba el disefio de la baranda de la escalera: moluscos forjados en grueso hierro negro sal- picado con estrellas y conchas marinas se entrelazaban acompafian- do el descenso. Una cadena de organismos marinos, pensé. En seguida me di cuenta de que Leakey y Huxley ya no estaban ami lado. Bajé rapido los tltimos escalones. Lejos, en el pasillo de los, acuarios, distingus las tres luces del candelabro de Aristoteles. Resi nado, miré al pasar hacia la puerta de salida. Segui mi camino para aleanzar al grupo, pero me detuve... 0 habia wisto a la arafia de la puerta, Retrocedi un paso y volvi a mirar. Entonces la vi, sostenida Por un hilo brillante. Me alejé por el pasillo todo lo rapido que pu- de mientras la arafia movia sus patas como si se riera de mi. —Vea —dijo Aristoteles adelanténdose a mi llegada, Estaba pa- rado frente a un hermoso diorama tridimensional en el que se re- presenta la vida en el fondo del océano. Su voz me tranquilizé un poco. —Si uno observa la naturaleza con ojo curioso, encontrar formas de vida de complejidad muy variada, desde sencillas hasta complejas. Sencillas como esas amebas que usted ve alli, de com- plejidad intermedia como esas esponjas, y también formas cuya or- ganizacién parece muy compleja, como esos tiburones o los deli nes de alli atrés, Yo pensaba que cada organismo ocupaba un lugar ue es (1 ave NO es) LA evetucioN 103 lijo en una larga cadena de seres, que se iniciaba con los més sen- los hasta los més complejos. El hombre, por supuesto, estaba en el extremo de esa cadena. —Pero una cadena es algo rigid... —dije. Es muy adecuada su objeci6n. La rigidez de la cadena supo- ne que las especies son inmutables. Sin embargo, durante mucho tiempo nadie me contradijo. Y si pensaban distinto, se lo callaban. En ese momento un temblor sacudi6 el museo. Las maquetas del diorama vibraron a tal punto que parecié que toda la escena ma- rina se desmoronaba. Los tiburones se balancearon de atrés hacia adelante, Embestian el vidrio cada vez con més fuerza como si qui sieran escapar. Habia un ruido infernal. Ahora, en lugar del plici do paisaje del fondo del mar estabamos frente a un maremoto. —&Qué esté pasando? —grité. —iDebe de ser Burmeister otra vez! —dijo Huxley tratando de hacerse oft por sobre el ruido—. Burmeister cree que las especies son inmutables y no soporta que lo cuestionen. A los empujones, Huxley me alejé de los tiburones que ya ha- bian rajado el vidrio. —Una cadena no permite la posibilidad de cambio, de evolu- ci6n —continué Aristételes como si nada hubiese sucedido—. Los organismos ocupan un sitio fijo y no se mueven de alli, —Arist6- teles se sustrajo de la conversacién por un momento. Miré hacia atrés temiendo lo peor, pero de pronto todo habi vuelto a estar en la misma calma de siempre. Seguimos caminan- do hacia a la Bibliotec: —En el siglo XVII —intervino Huxley— un naturalista sueco llamado Linneo' estableci6 un sistema de dos nombres, “Carl von Linné, Carolus Linnaeus, Carlos Linneo, o simplemente Linneo (1707-1778) es considerado el “padre de Ia taxonoma". Desde muy joven se pasioné por las plantas. Estudié medicina, y su profundo conocimiento de las plantas era una habilidad necesaria, pues la preseripeicn de medicinas “na tutales” era moneda corriente. Realiz6 varios Viajes por el continente euro- peo y se encargo de enviar alunos suyos por odo el mundo conocido, Asi, reciba especfmenes de los lugares mas distantes, Sistenta Naturae fue su obra ns importante. Mania Susana Rossi-Luciauo Levin que debfan ser escritos en latin, para designar a los organis- mos vivos. —éRecién en el siglo XVIII? —Ie pregunté. —Si, pasé muchisimo tiempo Marcos, muchi {6teles—. Dos mil afios sin que una idea cientifica cambiara es ca si impensable en el mundo moderno. Parte de ese perfodo se cono- ce como “los afios oscuros” y por eso se llamo renacimiento de la raz6n al movimiento intelectual que hacia el siglo XV comenz6 a revolucionar la vision del mundo. —Volviendo a Linneo —dijo Darwin, este naturalista descri- Dio y nombr6 casi ta totalidad de a flora y la fauna conocida en su. tiempo —unas cuatro mil especies de plantas y otras tantas de a males—. Al hacerlo intentaba reflejar el plan de la ereaci6n divina. Estabamos llegando al bar donde nos habfamos separado de Mayr y Gould. Me adelanté y me senté en una de las sillas, Esta- ba realmente cansado. —&Y por qué Linneo us6 dos nombres, y encima en latin, pa- ra clasificar a las especies? —dije. Todos se sentaron pero Arist6- teles comenzé a deambular por el bar, observando la decoraci6n al tiempo que hablaba. —Veo que han cambiado el decorado desde mi tltima vi —dijo Arist6teles mientras buscaba algo en el interior de su tini- ‘ca—. Linneo era un catalogador compulsivo y no podia pensar en nada antes de haberto clasificado. Por decielo de algiin modo, que- ria que todo tuviera nombre y apellido—. Vi que Aristoteles bus- caba entre los pliegues de su tinica y sacaba un tomo polvorien- to. Me habria sorprendido menos si hubiera sacado un conejo. Me iz0 sefias para que me acereara, —Linneo —dijo— utilizé un sistema jerarquico para agrupar a las especies y eligi6 el latin porque antiguamente era el lengua- je universal de la ciencia. —El sistema de Linneo todavia se utiliza —agreg6 Darwin—, se lo llama sistema binomial. La primera palabra se refiere al género, y la segunda a la especie, Por ejemplo, Homo es el nombre del gén: ro que agrupa a varias especies de hombres. En nuestro caso parti- Que fs (1 ave NO Es) LA evetuciou 105 cular, ef nombre completo de la especie es Homo sapiens. Los gé- heros muy relacionados entre sf se agrupan en una misma familia, —Vea —dijo Aristteles, y abrié el enorme libraco—. Aqut tic- ne la clasificacién actual de la especie humana. —Un polvo fino me centro por la nariz y no tuve més remedio que estornudar. —Las familias se agrupan en un mismo orden, los 6rdenes se agrupan en clases y asf hasta llegar a los reinos —agregé Darwin, FILUM soars snentees CORDADO SUBFILUM VErTERRADO cas MAMIPERO ORDEN oases seen PRIMATE PAMILIS oo, ssestnsee HOMINIDO GENERO Homo espace un Homo sapiens —En esta clasificacién que usted me muestra, el hombre esté incluido en el reino animal. éBra asf en el sistema de Linneo? —pregunté. —Si, pero Linneo no se atrevi6 a clasificarlo como un prima- te, aunque realmente crefa que lo era. —éY por qué no se atrevi6? —Linneo era un hombre muy religioso, en un mundo muy re- ligioso —dijo Darwin—. Se vefa a sf mismo como alguien que re- vela la obra divina y no como un cientifico innovador. Todo eso Jo haria dudar muchisimo, no s6lo de su sistema, sino de los cimien- tos de su mundo. Me costaba entender que se pusieran al mismo nivel los argu- ‘mentos religiosos y metafisicos para explicar los hechos de la na- turaleza. —Vea —dijo Arist6teles—, le voy a contar algo sobre el dios de Linneo. —Aristételes parecta saber qué estaba pasando por mi cabeza en cada momento—. Este dios, el dios judeocristiano, era conocido en los antiguos pueblos hebreos como Il, que significa El, EI Unico. Era la divinidad mayor del pantedn de dioses hebreos. 106 Manin Susana Rossi-Luciauo Levin —£Un panteén hebreo? Yo siempre cref que eran monoteistas. —Hoy son monoteistas, pero los primeros hebreos fueron po- liteistas. Era un pueblo dividido en tribus, y cada una tenia su pro pio dios. Cuando los griegos tradujeron los textos religiosos hebreos tuyieron que darle un nombre griego al principal dios hebreo. Adi- vine cémo lo nombraron. =No tengo ni idea. —E principal dios hebreo —dijo Aristételes inclindndose has- ta poner su nariz casi contra la mfa— pas6 a tener el nombre del principal dios griego. Es dei Zeus! —exclame —Exactamente, Zeus. Dios viene del Devs romano y del Zeus griego. En realidad estamos utilizando el nombre de un dios pa- ‘gano, un dios del Olimpo. —Aristételes no pudo evitar reflejar el orgullo en su rostro. —Continuemos con nuestro amigo Linneo —intervino Dar- win—. Al realizar semejante trabajo de clasificacién, Linneo comen- 26 a dudar de la edad de la Tierra establecida por Ia Iglesia Cats ca, La Biblia no menciona la antigiiedad de la Tierra, sin embargo la Iglesia establecié que debfa de tener algo asf como 4.500 afios. Otra de las dudas de Linneo provenfa del hecho de encontrar especies muy similares en lugares muy diferentes. Eso lo hizo dudar acerca de la creacién especial, ya que si una especie habia sido creada por Dios debia ser perfecta para su lugar especifico en la “cadena del ser’, Por la misma época otro naturalista, el conde de Buffon*? de- finio “especie” y acuiié el concepto de aislamiento reproductivo. Buf- fon reconocié que la presencia de drganos vestigiales planteaba la posibilidad de la modificacién de las especies, “ Bulfon (1707-1788) era un conde que se Hlamaba George-Louis Le Clere Estudio leyes, medicina, botanica y fue un gran divulgador cientifico. A pesar de que dej6 una monumental obra de 44 volimenes, Histoire Natu- relle, Buffon era bastante haragin. Dada su enorme riqueza lego a pagae- Je a un campesino para que lo sacara,literalmente, a empujones de la ca- ‘ma, Fue también responsable del Jardin Botanico del Rey en Paris, una ver. recuperad, al parecer, de su haraganeria, Qué es (¥ ave MO ts) LA evotucién 107 —&Qué son los Grganos vestigiales? —pregunté. Son estructuras anatGmicas residuales de una funcion perth dda en la especie actual —mne respondié Huxley—. Por ejemplo, las ballenas son mamiferos tetrapocios,™ sus ancestros pasaron de vi vir en la tierra a vivir en los océanos. En el curso de la adaptacion a la vida bajo el agua, las ballenas fueron reduciendo las extremi: dades inferiores hasta perderlas completamente, Sélo conservan una pelvis vestigial que atestigua que descienden de ancestros que tenian cuatro extremidades. —Ya en el siglo XIX —intervino Darwin—, y con las ideas de Buffon como antecedentes, el naturalista francés Jean-Baptiste La- marck®! denominé a este proceso transformismo, y yo mismo lo lla- ié descendencia con modificacién. —Lamarck crefa profundamente en la modificacin de las es- pecies —agregs Huxley— y concibié a la cadena del ser como una sucesi6n de translormaciones. Sin embargo, Lamarck eligié el tér- ino de transformismo y no el de evolucién, —éPor qué? —pregunté —La palabra “evolucién” habfa sido utilizada por Charles Bon- net en su teorfa del desarrollo embrionario —me explicé Dar- win—. Evolucién viene del latin y significa desenrollar, desenvol- ver, Muchos intelectuales de esa época sabjan latin y ademas conocian la teoria de Bonnet. —é Lamarck “no” usé la palabra evolucién para diferenciar sus ideas de las de Bonnet? —pregunté. ‘Como si fuera un prestidigitador profesional, Aristteles hizo aparecer una mamushka sobre una de las mesas del bar. Era una ‘Tetrépodos. Vertebrados que poseen dos pares de extremidades con cinco de. ddos cada una. A este grupo pertenecen los anfibios, as aves, os mamiferos y los reptiles. Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) era protegido del conde de Buffon y tra bajo en el Museo de Historia Natural de Parfs antes que Cuvier. Los enfren nos entre Lamarck y Cuvier se debieron a que Cuvier erefa en la ex {incién y Lamarck en la transformacion de las especies. ® Charles Bonnet (1720-1795) fue un naturalista y fil6sofo suizo que desew brio la parienogénesis v elabors una teoria eatastrofista de la evoluei6n, Manin Susana Rossi-Luctano Levin mujercita sonriente, de ojos rasgados y rubor en las mejillas, pin- {ada con colores tlamativos. —Aunque esto mismo se lo puede explicar Mayr, que dicho sea de paso, no sé dénde est4, Bonnet erefa que cada uno llevaba dentro de sla semilla de todas las generaciones venideras —dijo Aristoteles—. Como en un juego de mamtushkas, dentro de cada ser humano exis- ‘fan homtinculos, es decir, pequefios hombrecitos preformados, que irfan saliendo unos de otros con el devenir de las generaciones. —Con ‘un ademn de su. mano, moviendo el dedo indice como si fuese una varita, Arist6teles fue abriendo la mamushka que estaba frente a mi, cen la mesa, Las mufiecas se levantaron en el aire formando una hile ra ordenada de mayor a menor. Cuando estuvieron finalmente en el ai- re las hizo desaparecer a todas, excepto a la més pequefia. Como puede ver, Marcos, esta teoria no es muy consistente —dijo, tomando a la més pequefia de las mufiecas cuyo tamafio era como el de la ufia de un dedo mefique—. En muy pocas genera- ciones se agotarfan todos los homiinculos —y me extendi6 el bra- zo, ofreciéndome la mintiscula manmushka. Me quedé embobado mirando la colorida miniatura y sabo- reando el truco que acababa de presenciar. Se ve que estuve un rato sin decir palabra porque Huxley me pregunté: —éHa entendido la teorfa de Bonnet, Marcos? —Si, si —dije, Me guardé la mamusitka en el bolsillo del pan- tal6n y pregunté— éLamarek us6 la palabra evolucién para con- fundirla con las ideas de Bonnet? —Asf fue —me respondié Huxley—. Lamarek cuidaba mucho del rumbo que tomaban sus ideas. Ademés tenia un poderoso oponen- te intelectual, Georges Cuvier, que no creia en la modificacion de las especies y habria aprovechado cualquier oportunidad para desau- Georges Cuvier (1769-1852), curiosamente, no se llamaba Georges: ése cra el nombre de su hermano fallecido, que por algin motivo adopto, Cuan do tuvo acceso a Ja obra completa de Bullon quedd faseinado, Fue profe- sor de Historia Natural del College de Prance y publico una obra en cin co volmenes, Lecciones de Anatomia Comparada, Cres una nueva ciencia Hamada paleontologia y abog6 por el catastrofismo, ue es (¥ ave NO fs) La evotucion 109 torizarlo. Cuvier era un brillante zodlogo francés, que gozaba de enor- 'me prestigio intelectual, social y, particularmente, politico. Contaba con apoyo contante y sonante de los poderosos reyes de Francia. Conocer la sociedad y la biografia de los cientificos nos permite en- {ender mejor la suerte de sus investigaciones y teorias. —Curiosamente —continué Huxley— la palabra evolucién no se us6, en sentido moderno, sino hasta finales del siglo XIX. Dar- win no habl6 de evolucién en su libro El origen de las especies de 1859. Herbert Spencer, el padre de la sociologta, ya la habia utilizado en 1852 en un ensayo titulado La Hipdtesis del desarvo- Ho, Spencer fue el primero que uni6 los conceptos de evolucién xy supervivencia del mas apto. A partir de all, se abandonaron otros términos como transformismo o descendencia con modificacion, y se convino en utilizar la palabra evoluci6n. —Volviendo a Lamarck —dijo Darwin—, la herencia de los ca: racteres adquiridos, o sea, el hecho de que un cambio adquirido du- rante la vida de un individuo pudiera pasar a la generacion siguien- te, fue el aspecto més criticado de sus ideas, Sin embargo, estas criticas no tienen en cuenta que, con los avances de la época, no cra posible encontrar una explicacin satisfactoria a los mecanismos de la evolucién, y también olvidan que tenia delante a alguien co- ‘mo Georges Cuvier. Me asombré de que Darwin defendiera a La- ‘marek. Yo siempre cref que habfan sido rivales. —Ademés, Sir Charles Darwin, segtin me han explicado —di- jo Arist6teles sefialindolo—, incorporé algunos argumentos de he- rencia de caracteres adquiridos a sus explicaciones de la evolu- i6n de las especies, y por eso fue tan duramente criticado. —Esso es totalmente cierto, Marcos —aseguré Darwin. —éPor qué no se lo recuerda a Lamarck como otro de los pa- dres de la evolucién, entonces? —Lamarck —intervino Huxley— crefa que una especie se mo- % Herbert Spencer (1820-1903) es considerado uno de los fundadores de a ciologia. Fue el creador del orgazticismo, doctsina que considera a la $04 dad como un organismo vivo. Para Spenecr, el fundamento del proceso s0- cial era a lucha por la existencia que leva ala superoivencia de los mds apto. Mazin Susaua Rosst-Luciano Levin dificaba por transformacion progresiva de los caracteres adquiridos durante la vida de cada individuo, lo que es esencialmente erréneo. Uno de los principales componentes de la concepeién darwiniana cs la idea de variabilidad entre los individuos de una poblacién. Darwin también desafié la idea de que cada organismo era una ma- nifestacién de las cualidades esenciales de su clase y que ocupaba tun lugar fijo cn la evolucién. Sin embargo, no pudo encontrar una explicaci6n sobre el origen de la vatiabilidad y la naturaleza de la herencia. —De todos modos, yo tenia algunas conjeturas al respecto —ad- mitié Darwin—. Me senti muy feliz cuando me enteré de los expe- rimentos de Gregor Mendel”® y sus unidades hereditarias discretas... —Disculpen que los interrumpa —dijo Mayr entrando de pron- to al bar—. Vengo a servirme algo caliente. —Y ya que esti aqui y que usted es un hombre del siglo XX, podria explicarle... —le pidié Darwin. —Si, claro, la respuesta sobre el origen de la variabilidad co- menz6 a dilucidarse con el redescubrimiento de estos experimen- tos en 1905. ‘Por qué dice redescubrimiento? —pregunté. —Mendel —respondié Mayr mientras acomodaba un vaso de pldstico en la maquina expendedora de café— fue un monje aus- triaco que comen76 en 1856 una investigaci6n de miles de eruzas en- tre plantas de porotos de piel rugosa o lisa, Las polinizaba a mano, ‘de modo que podia estar seguro de quiénes eran los progenitores de cada nueva planta que obtenfa. —Apret6 un bot6n y la méquina co- ‘menzé a funcionar, las palancas y los engranajes del molinillo de ca- {6 chirriaron, Unos momentos después, disfrutaba del café. —Mendel sigui6 ese procedimiento por siete afios y se dio cuenta de que la ca- ractertstica rugosa o lisa se heredaba segtin ciertas leyes, y dedujo que 8% Gregor Mendel (1822-1884) se llamaba Johann, pero adopt6 el nombre Gre- gor al entrar en la igesia. Tenfa formacién cientfica pero se hizo sacerdote ‘como tinieo medio de continuat sus estudis, Estudié fisica en Viena con Doppler, y luego volvie al monasterio donde realiz6 una exhaustiva invest: ‘gacion acerca de a herencia en arvejas polinizando a mano cada planta, Que es [¥ ave NO cs) LA evotucion 1 debia de haber un “elemento de herencia” responsable de las simili- tudes y diferencias entre los progenitores y sus descendientes, —2Y por que semejantes observaciones no se tomaron en cuenta hasta 1903? —pregunté, mientras me acercaba a la méqui- nna de café —Mendel presents sus conclusiones en una reunién de la So- ciedad de Ciencias de Brinn —me explicé Huxley—, que en ese momento pertenecfa a Austria y hoy a la Reptiblica Checa, en la que no habfa naturalistas preparados para entender sus trabajos, principalmente aquellas partes relacionadas con la estadistica, Ade- ‘ms, sus trabajos fueron desacreditados por la Iglesia. Mendel fue ascendido a abad y no pudo continuar con sus investigaciones. Fl francés Hugo de Vries recién presents los experimentos de Men del en 1900, en un volumen de las Actas de ta Sociedad Alema- na de Boténica Acomodé el vaso de plastico en su sitio y pulsé la tecla “calé con leche”, Me volvi para mirar a Huxley mientras esperaba. Pe ro la maquina no funcion6. Comprobé que el vaso estuviera en su sitio y volvi a presionar la tecla, esta vez con més fuerza: tam: poco pas6 nada, Entonces vi el cartel “café con leche $1,00” y re cordé que necesitaba monedas. Busqué en mis bolsillos, pero no tenia ninguna. Me pregunté si Mayr habria necesitado poner mo nnedas. iEn todo caso debfa de tener centavos de délar! —Poco tiempo después —continus Mayr—, en 1906, el gene: lista inglés William Bateson propuso al Congreso Internacional de Boténica la creaci6n de “una rama nueva y bien desarrollada” @ li que sugiri6 Hamar “genética”. —Mayr se acercé a ta maquina, pul 86 la tecla “café con leche” y los engranajes comenzaron a funcio- nar al instante. Era un tipo alto y desde arriba me mir6 con sorni —Entonces, en la misma época en que Darwin se pregunlabi por el origen de la variabilidad, Mendel estaba encontrando las res- puestas... {Todo el tiempo que se perdié! —iCasi cincuenta aftos! —se lament6 Darwin—. Si yo hubiera s ido... los trabajos de Mendel estuvieron sobre mi eseritorio, pero con tantos papeles, tantos libros, tanto trabajo... ilos pasé por alto! 112 Manta Susama Rossi-Luctano Levin —Bueno, no se aflija —traté de consolarlo—, finalmente los tra- bajos vieron la luz y fueron aprovechados por los genetistas, —Hiectivamente, Marcos —dijo Huxley—. Una vez. que William Bateson presenté los trabajos de Mendel, el pr6ximo paso impor- tante lo dio el genetista estadounidense Thomas Hunt Morgan,>® quien defini6 estos factores de herencia y los llamé “genes">" Lo que siguié después lo conoce muy bien Ernst Mayr... Cuando buscamos a Mayr no lo encontramos por ninguna par- te. Con un gesto de fastidio Aristoteles se acere6 a la pared més cer- cana y extendié su brazo derecho. Una luz brillante salié de la palma de su mano y los ladrillos de la pared se transformaron en un liquido viscoso que giraba en efrculos y desafiaba todas las ver- siones de la ley de la gravedad. Poco a poco, el liquido adqui lo y un espejo terminé forméndose. Aristoteles bajé su mano y se aceres al espejo, como si buscara algo. —iAht! —dijo, pi ‘mo para confirmar su visi6n. Me acerqué y pude ver en la superficie espejada a Ernst Mayr que observaba atentamente una vitrina lena de minerales de ura- nio, en la Sala de Geologta, —iEmst! —dijo Darwin. Mayr, sobresaltado, levanté la cabe- za. Miro hacia nosotros como quien es sorprendido en falta. Inmediatamente Mayr aparecié en el bar. No es posible, pensé. La Sala de Geologia estaba por lo me nos a cincuenta metros del bar. Sin embargo allf estaba, tan real como irreal. —Quién sabe cuando podré volver a este museo —se quejé Mayr. —Lo hemos llamado para que le explique a Marcos cémo si: ‘Thomas Hunt Morgan descendia de una importante familia norteamerica- ‘a (su abueloescribié el himno nacional), Fue el primero en introduce @ Dro sophila, la mosca de la fruta, como modelo de estudio, que se reproduce r- pidamente y tiene slo cuairo cromosomas, En 1953 recibi el Premio Nobel por sus trabajos en genética alidad, la palabra gen fue propuesta originalmente por Wilhelm Jo- sent en 1909, Que es (r ave NO es) LA evotucion 113 guié la historia de la genética después de los trabajos de De Vries y Bateson —dijo Arist6teles. 1e que ensefiarme c6mo lo hizo —le dijo Mayr, acercan- dose al espejo que se habfa formado en la pared, y que comenza- ba a desaparecer, Palp6 la superficie tratando de percibir Ia natu- raleza de la transformacién. —iQué técnica! LNo le parece, muchacho? —dijo—. Pero va- yamos a lo nuestro, Una vez. que quedaron definidos los objetivos de la genética y el concepto de gen para referirse a los “factores de herencia” presentes en las gametas™ result6 imprescindible di- ferenciar Ia informacién genética de un individuo, a la que se lla- m6 genotipo, de su aspect fisico, a la que se Hams fenotipo. —éPuede darle un ejemplo a Marcos? —dijo Huxley. —Claro, c6mo no. Un ejemplo es ta herencia del color de ojos en humanos. Usted tiene ojos celestes, Marcos. Qué color de ojos tiene su madre? —Marrones —respondi. —2Y su padre? —Marrones también —respondt, —Ahi tiene. Sus padres, a pesar de tener ambos ojos marrones, tienen también los genes del celeste. Y ésos son los genes que us- ted ha heredado de ambos. —£Y los genes del marron? —Nuestros progenitores tienen dos versiones de cada gen. Es- tas versiones pueden ser idénticas o diferentes. Heredamos s6lo una de las versiones de cada progenitor. Ambas versiones tienen la mis- ma probabilidad de heredarse en la siguiente generaci6n. Usted, por azar, hered6 de sus dos padres la misma version —en ambos casos fue celeste—, pero podria haber heredado marrén de am- bos padres, O marrén de uno y celeste del otro. —Entonces, con la genética como una disciplina madura, comen- 26 a gestarse, alrededor de 1930, lo que se conoce como teoria sinté- tica de la evolucién, Jo que lame la segunda revolucién darwiniana. 5% Gametas: e¢lulas sexuales, como los évulos y los espermatozoides. 114 Mania Susawa Rossi-Luctane Levin —Se empecinan en atribuirme todos los méritos, Marcos — jo Darwin ~La sintesis —siguié diciendo Mayr—, como simplemente se la conocié més tarde, fue en realidad la unificacién de la genéti- ca mendeliana, la genética de poblaciones, la biogeografia, Ia pa- Jeontologia y la sistematica, que result6 en una teoria evolutiva uni- ficada a la luz de la seleccién natural. Se rechazaron teorias que consideramos falsas y se homogeneiz6 el lenguaje, lo que permi- 6 el intercambio entre disciplinas. El origen de la variabilidad, que Darwin no habia podido explicar, comenz6 a comprenderse cuan- do se emplearon nuevas técnicas de laboratorio y se interpreta- ron los resultados en el marco de los conceptos mendelianos de la herencia. Ese perfodo de mi carrera fue el que mais disfruté, y del que obtuve resultados mas interesantes. —éLos resultados mas interesantes? —pregunté. —Los genetistas de principios del siglo XX —dijo Mayr— rea- lizaban sus experimentos con unos pocos individuos criados en los laboratorios, Por eso no podfan observar la variabilidad que habia en las poblaciones naturales en Jas que muchisimos més individuos intercambian sus genes. La visién aceptada hasta 1920 era la de po- blaciones genéticamente homogéneas en las que una mutacin exi- tosa reemplazaba rapidamente a la versién anterior. Fue por esos afios que un genetista de origen ruso, Theodosius Dobzhansky, emigr6 a Estados Unidos y realiz6 estudios de campo con pobla- ciones naturales de la mosca de la fruta, de la especie Drosophila me- Janogaster. De ese modo, se puso de manifiesto la enorme variabi- lidad de las poblaciones naturales y comenz6 una nueva rama de a genética, la genética de poblaciones, corriendo asf, definitivamen- te, el centro de atencién del individuo a la poblacién, * Theodosius Dobzhansky (1900-1975) nacié en Rusia, Resuelto a ser biG logo, se formé como naturalista en el campo, coleccionando vaquitas de San Antonio. Ya en Estados Unidos, estudis con . H. Morgan, desvian 4 su interés hacia la famosa Drosophila melanogaster. Conjug6 st pasion naturalista con sus conocimientos de genética, y ast se convirtio en uno de los bidlogos evolutivos més importantes del siglo XX. wt el ve es (¥ ave WO es) LA evotuciON 115 —Buenas —dijo Gould y entré en el bar—. Vengo por un café...¥ por compafifa, La verdad es que extrafio un poco las multitudes, la {clevision y, sobre (odo, los partidos de béisbol. éMe permiten con- {arle a Marcos qué siguié después? —Cémo no. Ya le traigo un café —dijo Mayr dirigiéndose a Jas méquinas expendedoras, —Ei éxito de la nueva sintesis comenzé a decir Gould— ge- neré un endurecimiento de los conceptos evolutivos: en la evolu ci6n s6lo debfa haber cambios graduales, de pequefia magnitud, ori- gintados por seleccién natural. Otros mecanismos de la evolucién eran la excepcién a la regla. La mayor parte de los bidlogos tomé como verdades incuestionables al gradualismo y el seleccionismo, que se convirtieron en dogmas. Todo cambio era explicado apelando a esos principios. Pero los dogmas no duran para siempre.... —éPor qué? EQué pasé? —quise saber. —La genética molecular —continué Gould—abris la caja ne- gta de los genes cuando en 1953 James Watson y Francis Crack, dos cientificos de la Universidad de Cambridge, mediante la uti zacién de datos de Rosalind Franklin del King’s College, describie ron la estructura detallada del ADN. Conocer la estructura del ADN permitis el desarrollo de técnicas répidas y baratas para es- tudiar en detalle la secuencia de muchos genes, Estos estudios con- firmaron que la variabilidad gen6tica de las poblaciones natura les era mucho mayor que la que se pensaba a principios de siglo. Y también revel6 que gran parte de esa variabilidad no conferia ni ventaja ni desventaja a los individuos. Es decir que era neutra, —éNi ventaja ni desventaja? Como puede ser? —pregunté —Un bidlogo japonés, Motoo Kimura, propuso en 1968 una teorfa que explicaba la naturaleza de la evolucién en el nivel mo- lecular. Alf sefialaba que la mayor parte de las variaciones en las secuencias del ADN de los individuos de una poblacién no le con- fieren ventaja ni desventaja, son neutras desde el punto de vista se- lectivo. En los genes que codifican protefnas, las mutaciones “si- Ienciosas’, que no producen una alteracion en la funcion de la proteina codificada por ese gen, son mayoritarias. BI destino de es- 116 Manin Susaua Rossi-Luciano Levin ‘tas mutaciones, es decir, su pérdida o su permanencia en las pobla- ciones, depende del azar. —éEl azar otra vez? —« —Las mutaciones neutras 0 las levemente deletéreas® se fi jan 0 se pierden por azar. —éUsted quiere decir que la seleccién natural no es muy im- portante en el nivel molecular? —pregunté. El proceso de selecciGn natural es muy importante tanto en el nivel molecular como morfoldgico, porque de su resultado de- pende en gran medida la direcci6n del cambio evolutivo. La teo- ria de Kimura s6lo sefiala que de todas las mutaciones que sufren los genes s6lo una pequefia parte tiene valor adaptativo. La ma- yor parte es neutra casi neutra —respondié Gould. —4Y cuéll fue la suerte de la teorfa de Kimura? —pregunté. —Cuando mas adelante se obtuvieron una enorme cantidad de secuencias de ADN, la teorfa neutralista se confirmé en sus aspec- Los esenciales, y se corrigieron otros menores. Més atin, la teorfa neu- tralista predijo que dado que el cambio en el ADN es mayoritaria- ‘mente neutro, si se consideraban perfodos de tiempo suficientemente grandes, la ocurrencia de este tipo de mutaciones serfa proporcio- nal al tiempo. Ast, cuantificando la cantidad de cambios en el ma- terial genético, podia tenerse una idea de la cantidad de tiempo trans- currido. Los genomas funcionarian como “relojes” moleculares. Efectivamente, comparando las secuencias de ADN de dos espe- cies actuales, puede saberse cudnto tiempo hace que estas especies comparticron un ancestro. El “reloj” del ADN da informacién que €l registro fésil no tiene, y otras veces lo complementa y confirma. —iLos fésiles son muy raros y muy diffciles de encontrar! —dje —Asf es, y por eso la informacién que puede obtenerse del ADN respecto del pasado de las especies es irremplazable —dijo Gould. —Vea, Marcos —dijo Darwin—, la verdad es que me alegra que Las mutaciones deletéreas impiden el desarrollo del individuo, por lo tan: {0-no hay individuos adultos con este tipo de mutaciones. En cambio, las levemente deletéreas solo implican una cierta desventaja, en consecucn cia hay individuos con este tipo de mutaciones. ‘Qué es (¥ ave NO cs) La evotucién 117 se haya quebrado un dogma que en gran medida se me atribufa. Pe- ro la teorfa neutralista fue s6lo uno de los golpes que suiftié e! dog- ma, El otro golpe se lo asest6 el mismfsimo Gould. —£Y0? —dijo Gould— iNo! El golpe se lo dio el registro f6sil La paleontologia era considerada como una ciencia meramente des- criptiva, trabaja con fésiles atrapados en las capas sedimentarias del suelo 0 del fondo de los océanos. Nadie esperaba nada nuevo por ese lado. Yo trabajé con caracoles marinos y encontré las especies ancestrales y también las especies que derivan de ellas, pero no las, formas de transicién entre unas y otras. En este caso el registro f6- sil era discontinuo. Se dijo que las especies intermedias se habfan perdido, y que por eso no se las encontraba en los yacimientos. —Los famosos eslabones perdidos —acoté. —Exacto. Sin embargo, con mi colega Niels Eldredge nos pre- guntamos cudn cierta era esta interpretaciGn, io ‘Hudson (1841-1922) nacid y crecid en el campo argentino donde desa svolls su pasion por la natutaleza. Emigto a Inglaterra e ni una bilan te carrera literaria. A pesar de que no fue un cientfco de fomacign er aso su obra en aguas observaciones de la natraleza Baad Laisan Hohner (8521937) serch de medico en 1880 pero se ddd a la botdnen, I zoo, la mineralogy la geologt, en tiempos en as que, como 6! mismo recardaba, "a zoologia er propia de eamiceros, a botinica de verdilerosy la minerlogi de preapedreros” cus {do mis deos marmoeros” Fue un enusisiapulsor dels elects Ma lurales ye primer director del Jardin Zoolopico. Una descripeon pareeida de Amoghino esta en estos verss que publes Ja revisia Caras y Caretas en e ato 1900; "Side las moda de Tancia no evidencia fos progresos/ al traje le da importanci von la plum, su cleganeia/ robo en "bolsa de huesos" A la Historia Natural? Con talento excepetonal/ se dedica horas enters, /resultando ene sus te ras / ote fer. intlectuat Dot es (¥ ove NO es) LA cvetueioa 123 —Mucho gusto —dije, devolviéndole el saludo. —Lo que acaba de leer Darwin es una nota que eseribié Hud tervino Huxley. En la Argentina? —pregunté asombrado. —Sf —respondié Holmberg—. En 1859 Hudson estaba leyen: do El origen de las especies y no encontraba con quien compar tir sus reflexiones sobre historia natural. Es la primera noticia que se tiene de la influencia del darwinismo en la Argentina, —Eso quiere decir que este hombre ley6 el libro de Darwin el mismo afio en que fue publicado por primera ver. en Inglaterra iAsombroso! —exclamé. —Si, es asombroso porque el correo entre continentes tarda: ba muchisimo y a veces no llegaba nunca. Era muy dificil estar actualizado. —€Y quiénes fueron los primeros darwinistas argentinos? —pregunté. —EFI darwinismo —dijo Holmberg— hizo su entrada en Bue nos Aires con Ia publicaci6n de una novela... mfa, -Dos partidos en pugna —dijo Darwin, y se puso a revolver en Ia pila de libros que yo habia dejado en el suelo. —éUna novela? —dije—. éUna teorfa cientifica se difundié a través de una novela? —Asf fue, Marcos —dijo Holmberg—. Debo admitir que en aquella época escribir una novela con contenidos cientificos era un poco excéntrico. Dos partidos en pugna se publicé en 1875, cuan do la Universidad de Buenos Aires acababa de crear la Facultad de Ciencias Naturales. Desde la cétedra de boténica de esa universi dad y a través de conferencias y publicaciones cientificas yo me propuse firmemente dar a conocer las nuevas ideas de Darwi ‘También utilicé para esto mi condicién de director del Jardin Zoo- légico de Buenos Aires y escribf artfculos en diarios y revistas, Finalmente, Holmberg result mucho mas amable que lo que me habfa parecido al principio. —Algo que le agradezco eternamente, querido Eduardo di jo Darwin. son

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