¿Cómo es posible que al mencionar educación nuestra mente se dirija a la
imagen de lo rígido, lo represivo y lo sumiso?
No nos culpo, hemos sido víctimas del crimen más silencioso y atroz de los últimos dos siglos, un crimen llamado educación.
El lado izquierdo del cerebro de los latinoamericanos ha sido sobre-estimulado,
razón por la cual tenemos muchas personas lógicas e intelectuales, pero poco creativas, inteligentes emocionalmente e inteligentes socialmente, gracias a esto la frustración y lo rutinario se ha hecho algo común en la sociedad latinoamericana, pero que sea común no significa que sea normal.
Nos hemos acostumbrado tanto a la vida promedio que ignoramos esta
situación, que como Colombiana me preocupa inmensamente, me preocupa que las personas pierdan su propósito e incluso lo desconozcan y caminen por la vida como si se la pudiera repetir, al igual que la incertidumbre me embarga cuando soy testigo del hurto de sueños, secuestro de metas y asesinato de esperanzas que causa este sistema educativo.
Necesitamos una educación empoderante, completa , donde antes que
aprender matemáticas o biología, aprendamos como resolver problemas, como liderar, como manejar nuestras emociones, como potencializar nuestra pasión en éxito ,que nos eduquen desde la coherencia, porque para ser exitosos necesitamos ser educados por personas que sean exitosas, necesitamos una educación que nos de alas.
Albert Einstein decía “Sí buscas resultados distintos no hagas siempre lo
mismo.” Y por los resultados que lleva Latinoamérica, nos podemos dar cuenta que es tiempo de un cambio rotundo, una reforma educativa que logre romper paradigmas y potencializar a las personas a ser la mejor versión de sí mismos, que nos enseñe a esforzarnos por ideales y no por calificaciones, para que cuando seamos adultos luchemos por sueños y no por sueldos.
Necesitamos más personas felices y menos personas cómodas, más libros
más creatividad, más control de las emociones y menos lógica, mas confianza que frustración, necesitamos aprender a controlar nuestros miedos para que el fracaso no sea más que parte del proceso hacía el éxito; con esto sin duda alguna el nombre de los países latinoamericanos se hará conocer no por conflictos pasados, se hará conocer por ser cuna de las personas más felices y exitosas del mundo, porque tenemos todo el capital humano para hacerlo y con una educación empoderante, los resultados serán aquello que parece imposible, convertido en realidad.