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De allí la justificación de los controles que, como garantía de una compleja división
y limitación del poder, preservan el equilibrio del sistema pluralista al que la
Constitución dota de unidad. A esta finalidad obedece la creación de los
Tribunales Constitucionales, los cuales realizan una de las formas de control más
relevante: el control jurídico-objetivo de constitucionalidad de las actuaciones del
poder público.
CONTROLES
Dicho esto, debe precisarse que el carácter «objetivado» del control jurídico
supone que no son las personas físicas, ni siquiera las «conductas» de
esas personas titulares de órganos u oficios públicos, los sometidos a control,
sino los actos, es decir, los productos objetivados de la voluntad de tales
órganos u oficios. De tal manera que, cuando lo que se juzga por los tribunales
es una cuestión disciplinaria administrativa o una cuestión de naturaleza
penal que afecte a cualquier persona que desempeña un empleo o cargo pú-
blico, no se está realizando, propiamente, un control del poder, sino
ejercitándose, en realidad, otra función muy distinta: juzgándose un delito o
una
falta administrativa, cuya imputación y resultados afectan a la persona del
funcionario, pero no al órgano de poder del que es titular (44).