Está en la página 1de 3

15-2003 Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador

a las diez horas del veintiuno de diciembre de dos mil siete.

SISTEMA DE FRENOS Y CONTRAPESOS

Tal como se ha sostenido, el término control es un elemento inseparable del


concepto de Constitución; pues, ésta tiene sentido únicamente cuando se le
concibe como un instrumento de limitación y control del poder. Si la Constitución
está dotada de eficacia normativa, no puede considerársele como un mero
programa político; sino que despliega su fuerza normativa a partir de los
mecanismos de control sobre la actividad estatal, es decir, al incluir el control
como parte integrante del concepto de Constitución, ésta se define como norma
jurídicamente vinculante.

En ese sentido, y ante un sistema de frenos y contrapesos estructurado por la


Constitución, a través de la distribución del poder en diversos órganos
constitucionales, su ejercicio se presenta como una división interconectada de
funciones y atribuciones que se controlan mutuamente, es decir, implica la
fiscalización y control entre los órganos en que se reparte el poder. Y es que,
resulta evidente que allí donde el poder político no está restringido o limitado, éste
se excede; es por ello que, para evitar ese peligro, la Constitución exige de
manera imperativa que el ejercicio del mismo sea restringido y limitado, fijando
ciertas reglas que lo distribuyen entre varios órganos del Estado interdependientes
entre sí.

De allí la justificación de los controles que, como garantía de una compleja división
y limitación del poder, preservan el equilibrio del sistema pluralista al que la
Constitución dota de unidad. A esta finalidad obedece la creación de los
Tribunales Constitucionales, los cuales realizan una de las formas de control más
relevante: el control jurídico-objetivo de constitucionalidad de las actuaciones del
poder público.

Tal afirmación surge de una concepción de Constitución como orden jurídico


fundamental del Estado, pues ésta no sólo limita el poder del Estado, sino que
también lo autoriza; en ese sentido, ante la cualidad jurídica que diferencia a la
Constitución del resto de fuentes del ordenamiento jurídico, la jurisdicción
constitucional debe garantizar la eficacia normativa de la Ley Suprema, y por tanto
realizar la defensa del orden constitucional, con base en los arts. 174 y 183 Cn.

A lo dicho se agregó que el veto presidencial, en tanto mecanismo de control político


interorgánico del Ejecutivo al Legislativo prescrito por la misma Constitución para dar vigencia al
principio de frenos y contrapesos, no puede recibir por la jurisprudencia constitucional un sentido
o una significación que produzca una enervación de dicho mecanismo de control, pues ello no
sería otra cosa que una vulneración a la Ley Suprema, producida por el tribunal encargado de la
defensa de la misma en su máxima expresión.

CONTROLES

El control jurídico no tiene por objeto a las personas, ni siquiera, exactamente,


a los órganos, sino a los actos de esos órganos o autoridades. Y no a
los actos «políticos» (en sentido estricto, es decir, ajenos a las
predeterminaciones del Derecho y de conformación legítimamente libre,
regidos por razones de pura oportunidad) sino a los actos «jurídicamente
relevantes». Actos
en sentido propio y, por supuesto, todo tipo de normas. De tal manera que
no hay ámbito jurídico inmune a este tipo de control (42), sobre todo en los
países, como el nuestro, en los que existe una jurisdicción constitucional por
la que quedan sometidos a control no sólo las leyes sino incluso las propias
reformas de la Constitución (43).

Dicho esto, debe precisarse que el carácter «objetivado» del control jurídico
supone que no son las personas físicas, ni siquiera las «conductas» de
esas personas titulares de órganos u oficios públicos, los sometidos a control,
sino los actos, es decir, los productos objetivados de la voluntad de tales
órganos u oficios. De tal manera que, cuando lo que se juzga por los tribunales
es una cuestión disciplinaria administrativa o una cuestión de naturaleza
penal que afecte a cualquier persona que desempeña un empleo o cargo pú-
blico, no se está realizando, propiamente, un control del poder, sino
ejercitándose, en realidad, otra función muy distinta: juzgándose un delito o
una
falta administrativa, cuya imputación y resultados afectan a la persona del
funcionario, pero no al órgano de poder del que es titular (44).

También podría gustarte