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Hay una España viva que sabe lo que se nos viene encima; pero también hay una España

ciega que se
niega a encarar de frente la realidad que nos promete el nuevo gobierno socialcomunista aupado al
poder por el separatismo. Hace dos días, un periódico como el ABC titulaba su portada “Sánchez acaba
con la socialdemocracia”. Falso: el socialismo español se echó al monte del radicalismo, guerracivilismo y
totalitarismo con ZP. Y la socialdemocracia sigue vivita y coleando en el cesto donde fue a parar desde
entonces, el PP. No, lo que ha matado a traición Pedro Sánchez es el espíritu de concordia, la tolerancia y
el respeto a las formas democráticas.

Pero ¿por qué hay una España ciega todavía? ¿Cómo es posible que la banca, las grandes empresas, los
militares, policías y guardias civiles, los autónomos y tantos otros colectivos permanezcan impasibles o
callados ante el cambio de régimen impuesto por el PSOE, Podemos, ERC, PNV, Bildu y demás? Sólo cabe
una explicación: que no se creen que el nuevo gobierno vaya a poder hacer lo que dice.

Hay quien piensa que el destrozo económico que augura el plan de más gasto y más impuesto, lo va a
parar la Unión Europea, quien parea sostener a un euro todavía en crisis, no se podrá permitir una
España que no cumpla. Para mi, confiar en la UE es un acto de pura ingenuidad. Europa nunca ha estado
cómoda con España y nuestros vecinos más próximos siempre han preferido una España débil a una
nación fuerte, como ellos. Las última decisiones, de Bélgica a esa cámara de despilfarro que nunca debió
existir, como es el parlamento europeo, en apoyo de los separatistas catalanes y en contra de España
debería servirnos de suficiente alerta.

Hay quien cree que la ley y el marco institucional protegerán a los españoles del terror rojo que se nos
viene encima. Pero eso es tanto como creer que estos socialistas del Siglo XXI creen y están dispuestos a
respetar las instituciones y la ley. Y ya se ha visto durante el debate: si la ley no les gusta porque les
resulta un impedimento, se denigra, y se hace un llamamiento a no cumplirla. No se sienten obligados
más que con ellos mismo y sus planes, no nos equivoquemos.
En tercer lugar hay que ve en este gobierno un Frankestein, incapaz de echarse a andar sin que chirríe
alguna de sus parte y prevé que durará poco habida cuenta de las contradicciones que hay en su seno. Es
más, se piensa que Sánchez, a quien lo único que le importa es dormir en su nuevo colchón en Las
Moncloa, lo que prometa a Podemos, ERC y demás, se la refanfinfla y que, en cuanto pueda, les
engañará también a ellos como ha hecho con sus electores. Eso supondría que Sánchez es más listo que
todos sus socios y que les está ofreciendo el abrazo del oso para acabar con ellos, pero lo duco. En la
dinámica de rivalidad existencial entre Sánchez e Iglesias, es éste último quien tiene más que arriesgar,
ha dado prueba de mayor visión y, yo creo, que es el más apto de los dos para llevarse el gato al agua.
Por tanto, imaginar que en unos meses Sácnhez se hará con todo el poder y que, acto seguido, volverá al
moderantismo (donde nunca ha estado, dicho sea de paso), es un acto de fe. Y la fe, me temo, no es la
mejor herramienta para crear una estrategia de salvación de España.

También hay un grupo de personas que dicen que el nuevo gobierno no se atreverá a modificar
sustancialmente nuestra democracia. Teniendo en cuenta que no respetan la Corona ni el papel que
cumple, es ya mucho decir. Dicen que los 52 diputados de Vox, los 80 y pocos del PP y Ciudadanos
servirán de dique de contención. Ojala, pero me temo que el Parlamento español no sea dique de nada.
La democracia y la libertad es mucho más y será fuera del hemiciclo donde se dispute su futuro. Primero
vendrá la mordaza informativa y a la libertad de expresión. Se pondrá en marcha una campaña de
demonización de todos aquellos que disientan del nuevo gobierno, desde este medio a grupos como
Intereconomía o Libertad Digital; se perseguirán organizaciones como Hazte Oir; se silenciarán a los
partidos de la oposición en las redes sociales y medios de comunicación. Lo hemos visto en otros sitios
donde los líderes de Podemos y asociados han intervenido. Además, Sánchez ha dado suficientes
pruebas de ser un matón. Irá a por los débiles para cercenar a los más fuertes.

El terror se aplica no sobre las instituciones, sino sobre las personas. En la URSS lo sabían bien, como
también lo saben en China, Venezuela, Irán o Corea del Norte. Porque el individuo aislado es más débil
que las instituciones colectivas. Pero todo se andará.
En estos momentos tendría que haber ya una red de defensa de la democracia española.
Desgraciadamente sólo unos cuantos ven el peligro que nos acecha. Pero para que España viva se
necesita más. No se puede dejar a Vox cargar con toda la responsabilidad y que sean los nuevos 300 de
la Historia. Hay que vencer y desterrar el odio de la izquierda de una vez para siempre. NO tenemos un
gobernó normal y con la normalidad nunca superaremos los destrozos que nos prometen. Si no
hacemos nada, como avisó ya el gran Edmun Burke, será el mal lo que triunfe. Porque sabemos
lamentablemente que, a veces, el mal triunfa.

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