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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA


MAESTRÍA EN DERECHOS HUMANOS
CATEDRA: DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES A UNA VIDA LIBRE DE
VIOLENCIA
FACILITADORA: MARÍA TIRADO

EVOLUCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LA MUJER


(Contexto Socio- histórico)

Autora:

Abgda: Xiomara Rondón

C.I. V.- 4.105.067


Santa Ana de Coro, abril de 2020
Los movimientos de mujeres surgidos durante la época de la Revolución
Francesa fueron los pioneros en las luchas y reivindicaciones orientadas al
establecimiento del derecho a la igualdad, que aún marcan notables y negativas
diferencias que perjudican en todos los ámbitos de la vida de las mujeres. El
proceso igualitario no ha logrado un cambio global en los estereotipos y roles tan
distintos que han imperado a lo largo de la historia, lo que hace que sean múltiples
las trabas que se deben de superar y, en este sentido, resaltan los movimientos
femeninos que transformaron la vida de las mujeres europeas y que tuvieron su
punto de partida a principios del siglo XV con los escritos de Christine de Pisan
(1405) quien en su obra “La ciudad de las damas”, describía lo injustas que eran
las opiniones que los hombres tenían de las mujeres.
Ahora bien, a lo largo de trecientos años aproximadamente se sostuvo el
cuestionamiento a la naturalidad de la supuesta inferioridad femenina; durante ese
tiempo, mujeres, y algunos hombres, plantearon que uno de los modos más
eficaces para probar si tal inferioridad era innata o social, era permitiendo que
accedieran al conocimiento. Asimismo, otras estudiosas refieren dos obras que
influyeron en los intentos para lograr una cultura igualitaria y no discriminatoria por
razón de sexo, que fueron la de la autora María Lejars (XVI), titulada “La igualdad
de los hombres y las mujeres” y la publicada por la escritora británica Mary Astell
(1731), denominada “La proposición formal dedicada a las damas para el
mejoramiento de sus verdaderos y más grandes intereses”
En consecuencia, estos testimonios, así como otros documentos de la época,
basan sus tesis en que la razón de las desigualdades en razón de sexo han
existido desde que el mundo es mundo, al ser su causa estructural los
estereotipos y papeles radicalmente distintos, siendo esas diferencias naturales
reflejadas en todos los campos y, en este contexto, si bien el principio de igualdad
ante la ley y la prohibición de discriminación es una vieja aspiración del ser
humano, fue recogida con mayor entusiasmo por el movimiento constitucional del
siglo XVIII, que marcó el fin del antiguo régimen francés.
En ese orden de ideas, en ese periodo se promulgó la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano ( 1789), que significó el fin de un estado de
subordinación y el acceso a la ciudadanía, reconociéndose algunos derechos
humanos, entre ellos, el de la igualdad, aunque la misma fue invocada para operar
rectificaciones concretas y para el logro de un beneficio económico de una clase
burguesa oprimida, sujeta a exigencias de raíz feudal, que le arrebataba el lícito
producto de su trabajo, por lo que, en definitiva, se trataba de arrasar cualquier
rastro del feudalismo estableciéndose, gradualmente, las igualdades en diferentes
ámbitos.
En ese sentido, en su artículo 1 señalaba cualidad de los seres humanos de
nacer libres e iguales de dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros; mientras
que en el artículo 2 se señalan los derechos y libertades de todas personas de lo
proclamado en la mencionada declaración, sin ningún tipo de discriminación
fundamentada en raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole. Pero al analizar el significado de ambos artículos respecto a las
desigualdades por razón de sexo, y pese a que en un principio podía suponerse
como un avance equitativo entre mujeres y hombres, se perpetúa la invisibilidad
de las mujeres.
En consecuencia, fueron varias las críticas inicialmente Condorcet (1790),
escribió un ensayo titulado “Sobre la admisión de las mujeres en la ciudadanía”,
esbozando por vez primera la exclusión de las mujeres y reconociendo que la
negativa a obtener el status de ciudadanas de pleno derecho era otro factor de
desigualdad. Los contenidos ubicados en la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano y su descontento para el colectivo de las mujeres, motivó
que Olympe de Gouges concibiera que el término universal no incluía los derechos
de las mujeres y manifestará que la Revolución había olvidado a las mismas en
su proyecto igualitario y liberador, lo que le impulsó a promulgar la Declaración de
los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) que propició fuese encarcelada y
posteriormente guillotinada por el gobierno de Robespierre (1793), el cual ella
defendía, por entender éste que de Gouges había cometido el delito de haber
olvidado las virtudes de su sexo para mezclarse en los asuntos de la República y
encarcelando a sus compañeras en hospicios para enfermos mentales.
Por otra parte, al realizar una comparación entre la Declaración de 1789 y la
de 1791 se observa lo definible de las diferencias en sus contendidos, dado que
en la de 1789 se señalaba que “los representantes del pueblo francés, constituidos
en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de
los derechos del hombre son las únicas causas de los males públicos y de la
corrupción de los gobiernos… reconocen y declaran... los siguientes derechos del
hombre y del ciudadano”. En oposición, el intento de Gouges al entender que la
presunta universalidad del término hombre incluía a ambos sexos, determinó que
en su declaración se contemplase que: “La ignorancia, el olvido o el desprecio de
los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la
corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una solemne declaración los
derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer...”
De tal manera que la Revolución Francesa estableció una idea decisiva en la
historia de las mujeres y en el logro de ciertos avances, debiéndose, entre otros
aspectos, a la consecuencia notoria para la historia de la ciudadanía en su
conjunto, a la mutación que se produjo motivo de un cuestionamiento sin
precedente de las relaciones entre los sexos, y porque la revolución planteó la
cuestión de las mujeres, en especial, en el ámbito político.
No obstante, pese a los tímidos avances obtenidos, fueron muchos los
detractores de reconocer el principio de igualdad para ambos sexos, como es el
caso de Jean Jacques Rousseau (1712) que, tal vez, fue el autor clásico que con
menor madurez y sensibilidad recogiera esas diferencias, pues en 1762 en su
célebre libro V del “Emilio” o “De la educación”, ya esbozó el prototipo de la mujer
“Sofía”, adecuada al hombre. Igualmente, Edmund Burke, a finales del siglo XVIII,
elevó a nivel de filosofía la importancia de los valores aristocráticos, los derechos
corporativos y el estatus hereditario, convirtiéndolos en condiciones necesarios
para la civilización e incluso para la sociedad libre. Por lo tanto, durante ese
periodo el reconocimiento de los derechos humanos y las libertades de las
mujeres, y la consecuente igualdad entre los sexos, puede parecer un
redundancia, dado que la historia muestra que durante siglos éstos fueron
pensados sólo para varones, al considerarse como paradigma de lo humano el
varón, y por ello, se entendía que las mujeres habían sido concebidas, y por eso
sólo ubicadas socialmente como inferiores, sumisas y dependientes.
De tal modo que en esta época la igualdad tanto desde una perspectiva e
interpretación formal se ubicaría ante el actual principio de igualdad ante la ley,
dado que su origen contiene dos aspectos importantes, el primero, la igualdad en
la capacidad jurídica de la ciudadanía ante los tribunales, y el otro, la igualdad
como generalidad de la ley, es decir, la estricta aplicación de que los órganos
encargados del cumplimiento del derecho no hagan ninguna diferencia que el
derecho a aplicar no establezcan.
Siguiendo el orden de ideas, el aporte de las luchas de las mujeres ha sido
mostrar que los derechos humanos deben ser encarnados, considerados desde
las personas concretas con sus diferencias y situaciones históricas y culturales, ya
que la igualdad no implica que todos y todas deben ser tratados de la misma
forma en todas las ocasiones porque dar un trato igual a quienes son diferentes
también puede significar ser injusto. Tambien han demostrados que los derechos
humanos necesitan de instituciones sociales y del apoyo y el compromiso de las
comunidades para poder ponerse en practica, de tal manera que el movimiento del
feminismo aporta una visión para el cambio y la transformación social, ha
enseñado que la historia va haciéndose con la lucha por la justicia.
Para culminar, la Carta de las Naciones Unidas, aprobada en 1945 menciona
ya la igualdad de derechos de hombres y mujeres creando en 1946 un Organismo
Técnico Especializado, la comisión para estudiar la condición social y jurídica de la
mujer. Dicha comisión, basándose en estudios e investigaciones especiales, ha
planteado en el seno de las Naciones Unidas diversos convenios, tratados y
recomendaciones que, aprobados por la Asamblea General, han permitido
promover en los países miembros de la Organización múltiples y variadas
reformas en lo social, educativo, político y económico, que propician la plena
incorporación de la mujer en la vida de sus país. Tambien la Convención
Interamericana sobre Concesión de los Derechos Políticos a la Mujer (1948),
establece para las partes contratantes, que el derecho al voto y a ser electo/a para
un cargo nacional no deberá negarse o restringirse por razones de sexo.

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