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Instituto Pedagógico Rural “El Macaro” Luis Fermín
Turmero Octubre 2017
La Reforma Educativa
Alexander Rincón PhD
Resulta fácil para alguien nacido en un país cuyo nombre quedó para siempre asociado
al de su libertador, República Bolivariana de Venezuela, la vinculación de la educación con
el progreso.
Las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con
que camina la educación, ellas vuelan si esta vuela, retrogradan si retrograda, se
precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe o absolutamente se
abandona. Octubre 1825.
Esta aseveración más que ser una frase célebre del libertador Simón Bolívar, es en
efecto una de las premisas con las cuales se instituyó el pensamiento moderno, por cuanto
se considera que la ciencia, palanca fundamental del progreso y el desarrollo su derivado
directo, son producto de la educación. En ese sentido a lo largo de la historia de las
repúblicas emancipadas ha habido conciencia entre las élites gobernantes de que es vital el
suministrar a la población una educación de calidad. Esta preocupación es un hecho
historiográficamente verificable, si se toma en cuenta el advenimiento de las reformas
educativas en América Latina, las cuales tienen un importante antecedente en el manifiesto
de Córdova. Un movimiento de protesta estudiantil ocurrido en Argentina en 1918 que dio
pie a lo que posteriormente se llamó la Reforma Universitaria de Córdova. A todas estas, lo
cierto es que, a pesar de los innegables avances en el campo político y social, las
condiciones de atraso y de miseria se han mantenido a lo largo del tiempo en toda
Latinoamérica. Aun asi, a lo largo de la historia ha habido plena certeza entre las élites
políticas dirigentes que asumieron el control de las repúblicas emancipadas, en torno al
hecho de que las causas del atraso y el subdesarrollo, están estrechamente vinculadas a la
incapacidad de los aparatos productivos criollos para producir ciencia y tecnología.
Este razonamiento se inscribe en el pensamiento moderno que reconoce en la ciencia,
la solución de los problemas del mundo. Y desde luego, sus razonamientos derivados
establecen que, producción de ciencia es producción de conocimientos. Seguidamente, para
que estos se produzcan se necesita el recurso humano, personas que sepan y puedan
producirlos. Obviamente la sociedad debe primero saber educar este recurso, por ello han
apelado a lo largo del tiempo a las reformas educativas, cuya primera alternativa de cambio
ha sido hasta ahora la reforma curricular
Como se dijo en líneas anteriores, a lo largo de la historia ha existido conciencia de la
necesidad de adaptar los aparatos educativos a las necesidades de las sociedades en
constante transformación. Esta aseveración se hace válida en el caso venezolano, y al
respecto, De Arellano (2003) desarrolló un trabajo centrado precisamente en el análisis del
discurso oficial en torno a la reforma educativa, en el que da cuenta de la clara conciencia
que ha prevalecido entre los gobiernos, tanto del periodo 1994-1998, que la autora somete a
estudio, como de los anteriores, en torno a la necesidad de mejorar la calidad de la
educación por esa vía. Esa actitud se pone de manifiesto en un discurso político que la
autora resume como sigue.
En el discurso venezolano priva la noción de que la educación no ha respondido
a las aspiraciones tanto sociales como de lo expuesto en el instrumental legal
que fundamenta su desarrollo, junto a ello, se agrega la incapacidad de
responder a los desafíos que significan los nuevos modelos de desarrollo
económico y se evidencia la preocupación de la separación radical que hay
entre el sistema educativo y las necesidades del desarrollo. (p. 30)
Esta claridad, prevaleciente al menos en el discurso oficial de las élites políticas que
se han turnado en el control del estado, en torno a la necesidad de implementar reformas
educativas, también ha sido objeto del análisis de Albornoz (1992), autor que tras percibir
distintos modos de asumir los propósitos del cambio, diferencia dos actitudes polares
acerca de su instrumentación. La primera de ellas asocia al concepto de reforma a la
promoción del cambio lento por la vía reformista, lo cual implica una concepción
ideológica que se enfoca en la necesidad de compensar desequilibrios sociales sin cambiar
el sistema político, y en el otro extremo, se halla la concepción del cambio rápido por la
vía revolucionaria, que por su vez conlleva una transformación radical del modelo político.
Esta diferenciación es importante dado que en este caso particular, la implantación del
Currículo Integrado como modelo pedagógico, le es presentado a los docentes literalmente
encartado dentro del Currículo Bolivariano, una propuesta de transformación asociada, al
menos retóricamente, a un proceso político revolucionario que tuvo su punto de partida en
un evento histórico denominado “El caracazo”, ocurrido en Venezuela en 1989 y en el que
se considera al aparato educativo como un factor fundamental en la reproducción cultural
del cambio. Por lo cual resulta esencial el establecer de acuerdo a sus objetivos el tipo de
reforma que se trata, por cuanto no es posible considerar ninguna reforma educativa por
separado del proceso político. En ese sentido el precitado Albornoz (1992) señala:
Hay quienes creen que una reforma educativa solamente debe abordar cambios
-al interno del sistema-, sino que al mismo tiempo debe generar cambios al
externo del mismo, “articulando” una reforma educativa que sea,
paralelamente, una reforma social. Aquí se incluyen desde aquellos que quieren
emplear el sistema educativo como un multiplicador de hábitos sociales, vía la
familia por ejemplo, hasta quienes creen que la escuela y los maestros pueden
ser los principales agentes de la transformación social, radical, absoluta y
global. (p. 19)
En función de dejar claramente establecidos los propósitos del tipo de cambio que se
ha venido proponiendo ahora mismo , en la V República, se hace necesario primeramente
hacer un breve recorrido por los antecedentes de las reformas educativas promocionadas
desde el Ministerio de Educación en la historia reciente, específicamente en las que pueden
asociarse el Currículo Integrado con el Método Proyecto. Esta asociación será abordada
para los estrictos fines de este estudio, a partir de la definición de Currículo Integrado que
sigue a continuación.
El concepto de este modelo pedagógico remite a diversos significados, Torres (1995)
nos habla del Currículo Integrado, como aquel modelo de planificación del proceso de
enseñanza y aprendizaje en el que se integran todas las áreas del conocimiento a partir de
dos elementos que podríamos llamar viabilizantes como los son: Los Centros de Interés y el
Método Proyecto. El enfoque de los Centros de Interés, fue creado por el pedagogo belga
Ovide Decroly; se fundamenta en el principio de que la realidad debe abordarse de manera
global, tal como se supone que se le presenta a los niños, a partir de la elección de una idea
eje que pasa a convertirse en un centro de interés que da sentido a esa globalidad, en la que
convergen las necesidades sociales, psicológicas y fisiológicas del estudiante.
En cuanto al Método Proyecto, Torres(1995), le atribuye su creación a William H
Kilpatrick, y expresa que n se trata de una forma de integración curricular muy coincidente
con la propuesta de los Centros de Interés, en lo que tiene que ver con el despliegue del
acto pedagógico a partir de las expresas necesidades del aprendiente, solo que en este caso
la acción se enfoca en los perfiles utilitarios del conocimiento a adquirir, por cuanto el
alumno selecciona un problema que le interese o que le afecte, el cual deberá resolver en
equipo. Para el precitado autor, estas actividades le permitirían al alumno dar solución a
algunos problemas que se le plantearían en la vida, y en la misma medida aprenden a
integrar lo aprendido, por ello expresa
Con esta metodología se trata de hacer realidad la relación que debe existir
entre las diferentes disciplinas, dándoles una unidad, y que todos los niños y
niñas puedan comprobar de qué manera esos problemas interesantes para el
grupo de clase pueden solucionarse recurriendo a los conocimientos que se
manejan en los centros escolares. El saber con el que se trata en las aulas pasa a
ser el mismo que se utiliza en la vida real. (p. 37) Torres (1995)
El Sistema Educativo
Salvo los elementos típicos del discurso político, esta concepción reproduce el
concepto genérico de Sistema Educativo que se ha mantenido en las leyes de educación
promulgadas en gobiernos anteriores, en las cuales el elemento resaltante es la potestad
absoluta del estado de dirigir la educación de la población. Más adelante en el artículo 25
queda establecida la estructura organizativa en dos subsistemas, el de Educación Básica que
comprende los niveles: Educación Inicial, Educación Primaria, Educación Media y el
subsistema de Educación Universitaria, que comprende los niveles de pregrado y
postgrado.
El Estado Docente
El concepto genérico del estado remite a la organización política de la nación
jurídicamente delimitada en sus funciones. La función de educar a los ciudadanos como
premisa del progreso, ha sido asumida históricamente por el estado venezolano desde la
firma del acta de independencia. Así quedó establecido según el maestro Prieto (2008) en el
capitulo IX de las Disposiciones Generales de la constitución fundadora de la república en
1811, en el que se instituye desde nuestro nacimiento como república, la función docente al
estado venezolano, al asignarles la organización y ejercicio de educar a los ciudadanos a los
gobiernos regionales. Esa potestad se ha consolidado a lo largo de nuestra historia
republicana, y se manifiesta jurídicamente en el presente, en un cuerpo normativo
especifico, como lo es la Ley orgánica de educación vigente(2009), la cual le otorga la
atribución de ser Estado Docente. Esta función rectora exclusiva se expresa en estos
términos.
Artículo 5. El Estado docente es la expresión rectora del Estado en Educación,
en cumplimiento de su función indeclinable y de máximo interés como derecho
humano universal y deber social fundamental, inalienable, irrenunciable, y
como servicio público que se materializa en las políticas educativas. El Estado
docente se rige por los principios de integralidad, cooperación, solidaridad,
concurrencia y corresponsabilidad. En las instituciones educativas oficiales el
Estado garantiza la idoneidad de los trabajadores y las trabajadoras de la
educación, la infraestructura, la dotación y equipamiento, los planes,
programas, proyectos, actividades y los servicios que aseguren a todos y todas
igualdad de condiciones y oportunidades y la promoción de la participación
protagónica y corresponsable de las familias, la comunidad educativa y las
organizaciones comunitarias, de acuerdo con los principios que rigen la
presente Ley. El Estado asegura el cumplimiento de estas condiciones en las
instituciones educativas privadas autorizadas.
Desde ese rol de estado docente y tras las metas sociales que se hacen explicitas en el
discurso político, se han asumido históricamente las reformas educativas como sigue:
Entre los elementos importantes que pueden extraerse de esta cita, destaca un
antecedente de la resistencia al cambio, cuando el autor refiere que el método proyecto tuvo
poca aceptación. En otro aspecto, esta vez enteramente asociado con el concepto de
integralidad de la enseñanza, cabe mencionar la aparición por primera vez en las aulas de
un cuaderno de apuntes denominado “cuaderno de Unidad” que según la visión crítica del
precitado autor estaba plagado de errores, sin embargo, “intentaba ser un reflejo del trabajo
globalizado que se llevaba a cabo”
Más adelante en 1966, la necesidad de renovación curricular inspirada en la
convicción recurrente entre los planificadores de Ministerio de Educación a lo largo de la
historia reciente, en torno a la deficiencia en la calidad de la educación que se ha venido
impartiendo, determina que en educación primaria se ejecuten una serie de ensayos, de los
cuales surgen nuevos programas donde se retoman los postulados teóricos de la Nueva
Escuela. Dichos programas promueven una enseñanza que impulsa en el alumnado la
identidad y la autonomía personal, así como un aprendizaje surgido de una actitud de
motivación orientada más hacia la comprensión de los procesos, que a la recepción pasiva
de los contenidos. Esta tendencia se haría un hecho concreto algunos años después, con la
UGA.
La UGA
En 1983 durante el gobierno de Luis Herrera Campins se introdujo la Unidad
Generadora de Aprendizaje. Conocida por sus siglas como la UGA la cual estaba concebida
como un sistema de enseñanza, una propuesta de planificación curricular enmarcada dentro
de la reforma educativa que llevó a la implantación de la Educación Básica de nueve años.
En ese proyecto se retomaron los postulados de la Nueva Escuela, dado que la planificación
de la misma partía de la estrategia “eje de interés”
Considero que la UGA constituye un importante referente como antecedente del
proceso de implantación del Currículo Integrado, por cuanto es la primera vez que la
metodología de proyecto se presenta acompañada de un fuerte cuestionamiento a la
enseñanza disciplinar, y empieza a plantearse por primera vez de manera articulada, la
interdisciplinaridad y la pluridisciplinaridad desde una perspectiva globalizadora.
Otro de los elementos que distinguen la UGA fue lo que los impulsores del cambio
de la época denominaron la diferenciación del currículo. Se trataba de una planificación que
promovía la interrelación de las distintas área del conocimiento, organizadas en un proceso
que parte de un eje de Interés propuesto por los estudiantes, desde allí de un tema particular
se inducía la conexión con lo general, a través de la selección de objetivos locales que
luego eran correlacionados con objetivos nacionales.
La UGA se planificaba en base a tres estrategias metodológicas: El eje de interés, el
tema generador y los objetivos. A partir de allí se organizarían los contenidos, los recursos
y la evaluación y todas las actividades consideradas necesarias para alcanzar los objetivos
propuestos, en función de ello los planificadores instruyeron a los docentes en el uso de tres
instrumentos: la matriz de correlación, la unidad de trabajo y la unidad de clase. En la
matriz de correlación se integraban el eje de interés, los objetivos locales y nacionales, y los
componentes afectivos. En la unidad de trabajo se incluyen las acciones que deberían
realizar cada uno de los miembros de la comunidad escolar para resolver el problema
planteado en el eje de Interés, para ser desarrollado en un periodo de tiempo estipulado,
generalmente un lapso. Por último, la unidad de clase constituye el plan diario de acción del
docente, en el cual se indican las actividades a realizar a diario.
Del trabajo desarrollado por Mosquera (2008) sobre la UGA, se desprenden tres
importantes elementos, el primero de ellos es que el autor la considera un diseño curricular
conductista, dado que se establecía que todos los objetivos surgidos del proceso estuvieran
redactados en términos de conductas observables. No obstante, veinte años después,
evaluado retrospectivamente, me permito puntualizar dos elementos. En primer término,
pienso que la UGA constituye el primer intento consistente de implantación del Currículo
Integrado, y aún más que en ella se delinean de manera explícita las líneas maestras de la
política de estado instrumentada por la élite política en el poder para entonces, lo cual
constituye el segundo aspecto que me interesa resaltar, por cuanto aquí se pone de
manifiesto la condición política del currículo, en ese sentido coincido con la apreciación
expresada por Mosquera (2008) en torno a un documento del Centro de Reflexión y
Planificación Educativa CERPE. .
Según Orta de González (1983), la UGA fue introducida con la finalidad de
responder a “la necesidad de diferenciar el currículo a fin de favorecer el
desarrollo regional del país” (p. 26). . Tenemos así que la UGA sirve de
“(...)síntesis que concretiza las aspiraciones del estado venezolano en cuanto a
la formación del educando en Educación Básica” UGA fue concebida por el
Ministerio de Educación como una estrategia curricular en el cual sintetizaba la
planificación completa del proceso de enseñanza-aprendizaje y plantea los
objetivos a diferentes niveles de concreción, local y nacional. (p. 12).
Como se ve los defectos que hoy por hoy plagan el sistema educativo venezolano en
la llamada V Republica no tienen su origen en 1998. Sin embargo debe resaltarse a riesgo
de caer en un discurso reiterativo, la plena convicción por parte de la élite política dirigente,
en torno a la pésima calidad de la educación como una de las más graves distorsiones del
sistema político denominado por los especialistas como “El puntofijismo. Hasta el punto de
que en la formación de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado COPRE,
entidad que podríamos denominar como la última estrategia esgrimida por la élite política
empresarial para entonces dominante, para salvar la democracia bipartidista luego de los
graves sucesos del Caracazo en 1989, se presentó el Proyecto Educativo para la
modernización y la democratización CINTERPLAN (1994), dentro de la convicción de
que para la reforma del estado se hacía absolutamente necesaria la transformación del
aparato educativo nacional, y en estos términos lo expresaba el texto del referido proyecto,
citado también por De Arellano(2003)
La educación es uno de los sectores de intervención pública con mayor
incidencia en la transformación de la base social y productiva del país, parte de
la premisa que considera el desarrollo humano como el soporte imprescindible
de los cambios sociales. (p. 13)
El Currículo Integrado
La Integralidad
Desde una perspectiva filosófica, la integralidad surge como categoría, del interés
que desde hace miles de años motiva al hombre a definir la naturaleza de la realidad. Desde
entonces, distintas cosmovisiones han orientado la representación del mundo y del hombre.
Las cosmovisiones monistas por ejemplo, conciben al hombre y sus actuaciones en una
única dimensión, la materia, en tanto la realidad objetiva es el elemento fundamental para el
materialismo, tanto para los antiguos griegos como para el materialismo histórico del siglo
XIX
Otras cosmovisiones amplían el número y tipo de dimensiones con las que intentan
definir la naturaleza humana, es el caso de las concepciones dicotómicas y las dualistas,
según las cuales el hombre está constituido por dos dimensiones: cuerpo y alma, bien y
mal, materia y espíritu. Por otra parte las concepciones teístas enfatizan la dimensión
religiosa, al asumir que el hombre forma parte de la esencia de Dios, mientras la
racionalista, por su parte, considera que el ser humano es de naturaleza intelectual y la
biologicista y lo concibe como un animal evolucionado.
Dentro de este amplio campo de representaciones, aparece la concepción de la
integralidad, la cual toma impulso con el pensamiento humanista que cobra fuerza en las
décadas de los sesenta y los setenta. En ella se concibe la naturaleza humana compuesta
por un conjunto de dimensiones, que González citado en Tancredi (1997) define como
persovisión integral. Desde esa perspectiva la integralidad es una categoría atribuible al
individuo, a este se la define como un ser único, que forma parte de un todo constituido por
múltiples dimensiones atribuibles a la naturaleza humana como lo son: la trascendencia, la
ética, la estética, la crítica, la técnica, la intelectual, la volitiva y la biológica.
En los años 90 del siglo pasado, con el surgimiento de la concepción posmoderna
salieron a flote múltiples dudas en torno a las concepciones integrales, en tanto se les asoció
con la racionalidad, las regularidades del universo, y la completitud del saber, mientras que
por el contrario, las categorías del movimiento posmoderno privilegiaban la singularidad,
las diferencias, la diversidad y la incompletitud.
Como se sabe con la entrada del siglo XXI, la concepción posmoderna quedó
reducida al estatus de “estado de ánimo” sufrido por algunos intelectuales y por el contrario
la visión de integralidad mantiene su vigencia en todos los ámbitos del saber; como muestra
la Medicina integral, los enfoques psicoterapeúticos integrales, el Desarrollo Integral, la
Gerencia Integral, y por supuesto el Currículo Integral. Por suerte la cultura epistemológica
que caracteriza el mundo de hoy, en el cual las categorías dominantes son la complejidad y
la complementariedad, da cabida a la coexistencia de todos los enfoques.
A pesar de los bonitos discursos políticos, resulta fácil verificar que la educación
formal continúa siendo compartimentada en disciplinas, limitada en gran parte a
contenidos informativos, impartida a través de clases expositivas y centrada en los textos
escolares. El ansiado y necesario desarrollo global/integral de los niños y los jóvenes en sus
múltiples dimensiones cognitivas, éticas, estéticas, humanísticas y afectivas continúa
relegado a un plano secundario, y a todas estas, una revisión por el momento superficial de
las estructuras curriculares de las universidades del país, muy especialmente las
formadoras de pedagogos, arroja la conclusión de que en ellas se continúa insistiendo en la
especialización y la compartimentación entre disciplinas científicas. Esta atomización del
conocimiento conduce a falsos descubrimientos y refuerza certezas inexistentes en un
universo cada vez más complejo. Así lo expresa Morin (2000), cuando refiere que el
pensamiento simplificador, disyuntivo e hiperespecializado conduce a los "especialistas
ignaros" a la "inteligencia ciega", ciega ante la complejidad de lo real. Y añade "ahora bien,
esta nueva, sólida y prodigiosa ignorancia es desconocida por los sabios" En el mismo
sentido otro pensador, Santos (1987) puntualiza que la excesiva parcelación del saber
científico en disciplinas hace del científico un "ignorante especializado" cuyas actuaciones
se reproducen de distintos modos y en distintos escenarios, por ejemplo a nivel de la
sociedad, en el debilitamiento de los lazos sociales – afectivos, y en consecuencia en el
aumento del individualismo. En lo que atañe a la escuela, en la instrucción unidimensional,
monocultural y compartimentada en disciplinas, así mismo en los niveles académico y
científico, la fragmentación del saber opera en la manera de organizar el conocimiento, en
consecuencia la organización dada a las ciencias y a las disciplinas contribuye a que la
realidad se aprenda y se enseñe fragmentada, y se perciba de igual manera. Esta visión de la
ciencia distingue sus objetos de especialidad y separa el conocimiento en cuerpos aislados,
disociados que obstaculizan alcanzar la dimensión del todo. Este modo de organización
exalta la idea de exclusividad del saber en ámbitos de incumbencia específica, y con ello
convierte en legítima la práctica del sectarismo académico y la posesión privativa del
conocimiento.
Como consecuencia de esto, proliferan, un cúmulo de distorsiones anteponiendo
falsas fronteras y divisiones que en el mundo concreto (complejo) no existen, lo que
deviene en un cientificismo de los sabios de casi nada/ignorantes de casi todo. Esta
ignorancia que De Sousa (1996) califica de sabia y arrogante, contamina todo el sistema
educativo desde el manantial de la universidad donde se supone nace el saber académico,
hasta la desembocadura del rio donde se baña la muchachada en la escuela básica. Así las
cosas los alumnos mal formados de ayer, son los actuales detentadores de los poderes
políticos y económicos, por consiguiente los principales responsables de los males de la
sociedad.
Resulta paradójico que mientras en los niveles educación primaria y secundaria del
sistema educativo venezolano, se ha estado intentando la adecuación del proceso de
enseñanza – aprendizaje hacia lo que es hoy el modelo de currículo globalizado o integral, a
través de sucesivas reformas educativas, que como ya se expuso tienen antecedentes desde
los años cuarenta. En la universidad formadora de docentes, la UPEL se reproduzca,
matices mas o matices menos, la situación aludida en el párrafo anterior, en la cual se
mantiene hoy por hoy, la tradicional estructura académico administrativa con las que fueron
fundadas todas las universidades del mundo, bajo un esquema de separación de áreas del
conocimiento distribuidas en múltiples escuelas y facultades, con estrechos niveles de
permeabilidad interacadémica y con parcelas disciplinares exclusivas. Al respecto, en una
excelente investigación centrada en el tema de la interdisciplinariedad, desarrollada por
Becerra y Moya (2009) en dos de los ocho institutos de la Upel: El Instituto Pedagógico de
Caracas y el Instituto Pedagógico de Miranda José Manuel Siso Martínez, se describe el
modelo operante en la universidad en estos términos:
En el nivel de la educación superior, en donde nos desempeñamos los autores
de este trabajo, se forman cada vez más barreras entre áreas de conocimiento y
por ende entre individuos, cada cual debe dedicarse a lo suyo y los campos se
hacen cada vez más especializados, como plantea Kincheloe (2001), “los
límites quedan dibujados con tinta indeleble y abundan las señales de no pasar”
(p.24). El conocimiento no se discute, lo correcto es reproducirlo lo más
cercano posible a lo mostrado por el profesor, el propósito educativo es
transferirlo tal cual es. Las escuelas existen para “…transmitir cultura sin
comentarios” (op. cit, p. 24) y “la forma adecuada de realizar dicho objetivo
consiste en fragmentar el conocimiento de dicha cultura en componentes que
puedan ser insertados, uno tras otro, en la conciencia del alumnado” (p. 7)
Esta situación es por demás preocupante, como quiera que se trata de la universidad
en la que fui formado como docente, la misma en la que se reproduce este modelo que
según el estudio desarrollado por los precitados autores, prevalece en casi todas las
universidades del país y del mundo, con el agravante de que se trata de una universidad
pedagógica, cuyo diseño curricular debería estar a la altura de las últimas tendencias
mundiales de la pedagogía y más preocupante aun, debería estar a la altura de las
exigencias de perfil profesional que demanda el principal empleador, el estado
Otro diagnóstico en el que se refleja la condición afásica de la estructura académica
administrativa de la Upel con respecto al avance de la pedagogía mundial, lo aportan dos
investigaciones desarrolladas en otro de los ocho institutos que la integran. Se trata esta vez
del Instituto Pedagógico Rural “El Mácaro”, donde una investigación desarrollada por
Baez (2006) describe en estos términos el tipo de formación docente que reciben los
estudiantes en ese instituto
Es notorio en los hallazgos encontrados, la presencia de una filosofía de
formación y acción docente dirigida hacia el conocimiento de la asignatura que
se enseña, (caso específico del área de investigación), más que al desarrollo de
competencias para investigar en el aula dando como consecuencia una
formación pedagógica débil, superficial e innecesaria. (p. 154)
Como se ve, entre los elementos que pueden extraerse, de estos diagnósticos que
aluden a tres institutos de la UPEL, por su afinidad con algunos de los aspectos aquí
abordados, cabe resaltar, la percepción de un cuadro de desarticulación del currículo
general de la UPEL, caracterizado por la desconexión entre las diferentes áreas del saber
que priva en la praxis pedagógica en nuestra principal universidad pedagógica.
A todas estas, del mismo modo en que el accionar de la investigación educativa pone
al descubierto realidades de este tenor para ser expuestas en el campo teórico, también
surgen desde este último las posibles soluciones. Como demostración, me permito recurrir
de nuevo a los aportes del maestro Morín (2000) quien sugiere que la resolución del
problema del obstáculo epistemológico que impide el desarrollo del pensamiento complejo
requerido para enfrentar los nuevos retos de la educación, se resuelve en el mismo lugar
donde ha surgido. Por ello desde la premisa de que la reforma del pensamiento exige la
reforma de la universidad propone que:
Esta debería implicar una reorganización general a través de la instauración de
facultades, departamentos o institutos dedicados a las ciencias que ya hayan
experimentado una unión de campos pluridisciplinaria alrededor del núcleo
organizador sistémico (ecología, ciencias de la tierra, cosmología). La ecología
científica, las ciencias de la tierra, la cosmología, son, efectivamente, tenemos que
repetirlo, ciencias que tienen como objeto no un territorio o un sector, si no un
sistema complejo (p. 88)
La reforma implicaría también la creación de una facultad del conocimiento que
agrupe epistemología, filosofía del conocimiento y ciencias cognitivas. Propone también
crear una facultad de la vida y otra de lo humano, así mismo, como elemento muy especial,
propone instituir en todas las universidades y facultades “un diezmo” epistemológico o
transdisciplinario, que preservaría el 10% del tiempo de los cursos para una enseñanza
común que trate sobe los presupuestos de los diferentes saberes y sobre las posibilidades de
comunicación entre ellos. El diezmo se dedicaría al conocimiento de las determinaciones y
presupuestos del conocimiento, como la racionalidad, la cientificidad, la objetividad, la
interpretación, la argumentación, el pensamiento matemático, la relación entre el mundo
humano, el mundo viviente, el mundo físico químico, el cosmos, la interdependencia y las
comunicaciones entre las ciencias, los problemas de la complejidad en los diferentes tipos
de conocimientos. La cultura de las humanidades y la cultura científica, la literatura y las
ciencias humana, la ciencia, la ética y la política.
Propone también crear en cada universidad un centro de investigaciones sobre los
problemas de la complejidad y la transdisciplina.
Se trata entonces de emprender la tarea de reformar el pensamiento en sus orígenes.
Empezando en el caso especifico de la UPEL por una evaluación de la pertinencia de
la estructura curricular, empresa que por demás constituye una de las máximas
preocupaciones de la actual comisión nacional de currículo de esta universidad, la cual
queda expresada en el arduo trabajo de consultas, reuniones, debates, formación de
comisiones, que las colegas que asumieron esa responsabilidad despliegan en los ocho
institutos a lo largo del país. Por ello todos los indicios apuntan a que esas preocupaciones
podrían hacerse tangibles a mediano plazo, en la instrumentación de una nueva propuesta
curricular que se adapte a las demandas de la sociedad del conocimiento, que por cierto
coinciden con las del principal empleador.
REFERENCIAS
Báez. E, (2006). La Investigación en el proceso de formación docente. Tesis Doctoral no
publicada. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Maracay Venezuela.
Bolivar (1825). Pensamientos del libertador Simón Bolivar. Ediciones Centauro. Caracas
,1987.
Caine, G., Caine, R. (1987). Education on the edge of possibility, Alexandria, VA:
Association for Supervision and Curriculum Development (ASCD). [Links]
Morin, E. (2000). Los siete saberes necesarios a la educación del futuro. Paris, Francia:
UNESCO.