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VÍNCULOS NEUROBIOLÓGICOS ENTRE EL ESTRÉS Y LA ANSIEDAD.

Aunque la relación entre el estrés psicológico y la ansiedad parece intuitiva, los matices
biológicos que distinguen los dos estados son extremadamente complejos. De hecho, después
de décadas de investigación en psicología, etología y neurofisiología, se han identificado
sustratos neuronales superpuestos de estos dos estados psicobiológicos. Sin embargo, los
límites entre el estrés y la ansiedad siguen siendo una discusión abierta.

Una respuesta al estrés, creada por una amenaza real o percibida (estresante), puede definirse
como un estado de emergencia de un organismo en respuesta a un desafío a su homeostasis
(Chrousos, 2009; Selye, 1936). Durante este estado de emergencia, el organismo inicia una
reacción integrada que incluye respuestas fisiológicas y conductuales. Las amenazas internas, o
los llamados factores estresantes sistémicos, incluyen cambios físicos en el cuerpo, como
hipoglucemia o hipovolemia (disminución del volumen sanguíneo), que ocurren, por ejemplo,
después de un accidente automovilístico grave. Por otro lado, las amenazas percibidas, o los
llamados estresores psicológicos, incluyen situaciones que potencialmente pueden conducir a
un peligro e inducir un desafío homeostático, introduciendo el factor crítico de anticipación (de
Kloet et al., 2005; Koolhaas, 2011).

El concepto de anticipación en la respuesta al estrés es crítico para comprender la relación


entre el estrés y la ansiedad. En ese caso, el estrés como reacción fisiológica a un estímulo se
acompaña de una respuesta emocional concomitante. Esa respuesta emocional está
determinada en parte por la percepción de la inminencia de la amenaza (Anderson y Adolphs,
2014; Davis et al., 2010). Según la definición del Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales, quinta edición (DSM-5) (American Psychiatric Association, 2013) “El
miedo es la respuesta emocional a una amenaza inminente real o percibida, mientras que la
ansiedad es la anticipación de una amenaza futura ". Por lo tanto, el estado emocional que
experimenta nuestro cuerpo difiere entre el miedo cuando nos encontramos con un perro
agresivo y la ansiedad cuando sabemos que visitaremos a un amigo que tiene un perro
agresivo.

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