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Catia es una de las zonas del país que tiene uno de los movimientos culturales
más importantes. Ha sido muy prolífica en lo cultural y lo deportivo. Cuando
nace como la Nueva Caracas a finales de 1940, esta parroquia comienza a
convertirse en todo este universo donde residen personajes que han aportado
muchísimo a la cultura venezolana y mundial, afirma Meneses, quien a manera
de inventario cita al artista plástico Jacobo Borges, al escritor José Ignacio
Cabrujas, la agrupación Sonero Clásico del Caribe y al fotógrafo Pedro Duim
como contribuyentes de las bellas artes vinculados al sector.
A estos nombres bien puede sumarse el del escultor Francisco Narváez, quien
ejercía su labor creadora desde el corazón del Barrio Obrero, o el de Román
Chalbaud, cuya famosa obra El pez que fuma, tuvo su inspiración en un
conocido y según la leyenda autodenominado burdel catiense.
Fuera del ámbito artístico, surgen otros nombres, pues Catia también tiene sus
próceres, inmortalizados en los nombres de barriadas y calles: Ventura Maury,
Ruperto Lugo, Jaime Oliver, el General Flores y, por supuesto Antonio José de
Sucre, Juan Antonio Pérez Bonalde y Simón Bolívar, quienes tienen sus
respectivas plazas en la parroquia.
Por ser el puente que comunica a la ciudad con el mar, esta zona fue clave en el
desarrollo de Caracas y del resto de Venezuela, desde el punto de vista
comercial.
Así surgió la sucesión Flores Pacheco, que alguna vez fue dueña de lo que ahora
se conoce como Los Flores, Agua Salud, Lídice, Manicomio, Los Frailes, Ruperto
Lugo, Altavista y Cútira.
Catia fue designada como Parroquia Sucre en 1936 y tras la II Guerra Mundial
se convirtió en receptáculo de inmigrantes europeos que venían a Venezuela a
trabajar en el negocio de la construcción y en las fábricas de la zona, relata
Vera.
Catia es, como su población, multicultural. Aquí tenemos una comunidad árabe
importantísima, así como italiana, portuguesa, española, colombiana,
ecuatoriana, peruana... una mezcla que se traduce en multiculturalidad, explica
De igual manera, Vera cuenta que hasta hay una calle llamada Ucrania, en los
Magallanes, porque allí se asentaron unos ucranianos... La mezcla ha aportado
un nuevo nivel de pensamiento...
Como producto de esta fusión cultural en las calles de Catia han surgido
creadores y creaciones interesantes. Si vas a cualquiera de sus zonas, bien sea
Lomas de Urdaneta, Isaías Medina, Los Flores te consigues con un increíble
inventario de grupos musicales, de teatro, gente haciendo actividad cultural,
comenta Meneses, que ha identificado en esta comunidad expresiones
culturales disímiles entre sí, que luego han pasado a formar parte de las
colecciones del museo que dirige, entre las cuáles cabe citar El Caballo de
Troya, dedicada a mostrar nada más y nada menos que la cultura carcelaria del
Retén de Catia el otrora karma de la zona-; Navegantes del Magallanes, 84 años
de historias; Revelados y Hechos y Fábulas de Pedro Duim, el fotógrafo y
boxeador catiense que recogió el testimonio de una Caracas más humana; y la
reciente y exitosa Y Llegó la Salsa, un tributo al género musical que mueve a
este enclave del Oeste.
Y es que para Meneses, la cultura va mucho más allá de las bellas artes, que
también tienen su espacio en el Museo Jacobo Borges con exposiciones y
talleres.
Había mucha gente que tenía la idea de que los museos no son para ellos, que
son para otro tipo de público. Y actualmente si vienes un día cualquiera te
encontrarás con gente que no ves en otros museos. Porque sienten todavía que
este espacio en otra parte no es para ellos, pero hoy en día sienten que esto es
suyo, describe Meneses.