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DERECHOS
(SEGUNA VERSIÓN REVISADA Y MEJORADA)
RESUMEN.
Este artículo examina los efectos que se generan a partir del pago de una
obligación ajena por un tercero, así como el pago con subrogación, ya sea
legal o convencional y, finalmente, la cesión de derechos como medio de
transferir obligaciones. Los tres institutos tienen en común la desaparición
del acreedor original de la obligación y su substitución por uno nuevo que
lo reemplaza con distintos efectos según cada instituto.
También se analiza la naturaleza de la acción del acreedor que toma el
lugar del anterior, pues en el pago del tercero, la acción es de reembolso,
a diferencia de la acción directa que tiene el subrogante en el caso del
pago con subrogación y la del cesionario en el caso de la cesión de
derechos.
ABSTRACT.
This article examines the effects that are generated from the payment of a
third party obligation by a third party, as well as the payment with
subrogation, whether legal or conventional and, finally, the transfer of
rights as a means of transferring obligations. The three institutes have in
common the disappearance of the original creditor of the obligation and
its replacement by a new one that replaces it with different effects
according to each institute.
It also discusses the nature of the action of the creditor that takes the
place of the previous one, because in the payment of the third, the action
1
is reimbursement, unlike the direct action that has the subrogate in the
case of payment with subrogation and the transferee in the case of
assignment of rights.
PALABRAS CLAVE:
KEYWORDS:
THIRD PARTY: in this context, who pays without being obliged to do so.
1.1. El pago.
2
Es sabido que el pago es el modo natural de extinguir una obligación y que
para que éste se entienda efectuado debe haberse ejecutado íntegramente
la prestación que se ha obligado a cumplir el deudor artículo 1220 del Código
Civil), que es el directamente obligado al pago; este breve trabajo trata, sin
embargo, sobre el pago hecho por un tercero (obviamente no obligado) y no
por el deudor.
Al respecto, el art. 1222 del Código Civil (CC) autoriza a que cualquiera,
interesado o no, pague la obligación del deudor, sea o no con el
asentimiento de éste; en este último caso el tercero pagador de la deuda
(solvens) solo puede exigirle al deudor la restitución de aquello en lo que le
hubiera sido útil del pago. La determinación de esto último, cuando no se
trata de obligaciones de dar sumas de dinero, puede ser muy difícil. Ya
volveré más adelante sobre este tema.
Una disposición igual tiene el artículo 728 del nuevo Código Civil y Comercial
argentino: cuando el pago se hace contra la voluntad del deudor el tercero
tendrá derecho a ser reembolsado solo en la medida en que el pago le
hubiese sido útil; para algunos autores esto es un supuesto de
enriquecimiento sin causa que favorece al deudor bajo la forma de una
reducción de su pasivo (desde ya aclaro que esto, en mi opinión, no es así;
más abajo lo explico).
El citado art. 1222 del CC. no exige que el tercero informe al deudor que
pretende realizar el pago de la obligación, de manera tal que puede ocurrir
que el pago se realice con ignorancia del deudor. Desde luego, pagar en esas
circunstancias conlleva una consecuencia desventajosa para el solvens,
prevista en el mismo artículo: sólo puede exigir la restitución de aquello en
que le hubiese sido útil el pago al deudor. Este es un tema que, como ya he
indicado, trataré más extensamente líneas abajo, pues reviste cierta
complejidad.
Según el autor nacional Luciano Barchi Velaochaga (“El pago del tercero y los
mecanismos de recuperación de la pérdida patrimonial sufrida por el pago de
la obligación ajena en el Código Civil peruano”), eso es “…lo que justifica el
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derecho al reintegro acordado en el límite de dicho beneficio, el cual puede
resultar inferior al monto del desembolso efectivamente realizado por el
tercero”. Como es obvio, el problema reside en calcular la medida en que el
pago le hubiese sido útil al deudor; más adelante daré un ejemplo de lo que
significa esta disposición.
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deberle al acreedor primitivo, por contraposición pasa a deberle al tercero
pagador. Entonces no hay beneficio alguno desde que el deudor continúa
obligado y el crédito subsiste ahora en cabeza de otro acreedor.
El reembolso puede ser total, como cuando el solvens paga con asentimiento
del deudor, pero puede ser limitado cuando lo hace contra su voluntad o con
ignorancia del deudor, como ya se ha visto, y en ese caso el reintegro se
limita a la restitución de la parte del pago en que éste le hubiera sido de útil
al deudor. El problema, como vimos, es determinar este concepto: ¿cómo
calcular esa utilidad, sobre todo cuando se trata de obligaciones distintas a la
de dar sumas de dinero?
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1.2.1 La teoría del enriquecimiento sin causa presenta un problema porque
este instituto es lo que en derecho se denomina un último remedio jurídico
(extremum remedium iuris), lo que lo convierte en una herramienta de
último recurso, “residual”, como ahora se acostumbra a llamarles. Y si es de
último recurso quiere decir que antes debe haber algún otro medio legal de
recuperar lo pagado sin necesidad de recurrir de inicio a este instituto. En
efecto, el artículo 1955 del Código Civil señala que la acción de
enriquecimiento sin causa “…no es procedente cuando la persona que ha
sufrido el perjuicio puede ejercitar otra acción para obtener la respectiva
indemnización”, lo que demuestra que su carácter es subsidiario, como ya lo
advertí.
Para apreciar mejor lo que significa un “último remedio jurídico” voy a poner
un ejemplo tomado del derecho cambiario, donde el derecho de crédito
incorporado al título-valor (me refiero en particular a la letra de cambio, al
pagaré y a otros títulos-valores que incorporan derechos de crédito; no a los
que incorporan derechos de garantía o derechos de participación en un
patrimonio u otros derechos no mensurables) se hace valer, de primera
intención, a través de las acciones cambiarias directas y de regreso, según la
posición del firmante en el título o, en caso de haber prescrito estas acciones,
se hace mediante el ejercicio de la acción causal, demostrando el origen de la
obligación que dio lugar a la emisión del título, y finalmente, si por cualquier
motivo tampoco puede hacerse uso de la acción causal queda siempre, como
último recurso, la acción de enriquecimiento sin causa, que evita que alguien
mejore su patrimonio a costa del desmejoramiento del de otra persona sin
que exista causa legal para ello.
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enriquecimiento sin causa (o indebido, o injusto, como también se le llama),
no es necesariamente así.
En efecto, estas acciones existen también para los casos, entre otros, en que
un deudor haya sido beneficiado con el pago de su deuda por un tercero, el
que por ese hecho tiene derecho de exigirle el reembolso de lo pagado a
través de una acción in rem verso, que no es otra cosa que una acción de
regreso, tal como ocurre con las obligaciones solidarias, cuando paga el
íntegro de la obligación uno solo de los varios deudores y regresa contra los
demás por la parte correspondiente (es decir, con descuento de la suya), o
en la fianza cuando quien paga es el fiador y ejerce la acción contra el
deudor, o en las obligaciones cambiarias, cuando se le exige el pago al
girador o al endosante, que solo son obligados en vía de regreso, etc. Desde
luego, en el fondo toda acción in rem verso tiene por finalidad evitar un
enriquecimiento a costa de otro patrimonio sin que exista causa para ello,
pero esto no hace que la acción, aisladamente considerada, sea
necesariamente una de enriquecimiento sin causa. Lo propio ocurre con el
pago indebido, en el que por error (de hecho o de derecho) se paga lo que no
se debe o lo que ya había sido pagado; en estos caso el que pagó puede
exigir la restitución de lo pagado de quien lo recibió. Esta acción restitutiva
tiende, en el fondo, a impedir que se produzca un enriquecimiento sin causa.
En los casos en que el deudor se haya opuesto al pago, o que éste se haya
efectuado sin su conocimiento y luego de enterado expresa su desacuerdo,
el tercero que pagó tendrá una acción de enriquecimiento limitada a
la cuantía en que el pago le hubiese sido útil al deudor (en cualquier caso la
acción de enriquecimiento es personal, por su carácter de restitutiva). Sobre
esta restitución limitada, y sobre la dificultad de orden práctico para
determinarla, ya me he referido arriba, de manera que no añado nada a lo ya
dicho.
1.2.3 Entonces ¿cuál es ese otro medio? Esto es lo que vamos a ver a
continuación.
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tercero paga con asentimiento del deudor “se comporta como un
representante de este último, que es quien ha consentido su injerencia; tal
situación se asimila a un mandato (…)”.
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mandante, según lo establece el art. 1790 del CC., y el derecho a ser
rembolsado está contenido en el inc. 3 del art. 1796 del mismo código,
mientras que en la gestión de negocios el pago es debido al gestor por lo
dispuesto en el art. 1952 del CC., que establece la obligación de reembolsarle
los gastos efectuados, con los intereses legales generados a partir del día en
que se han realizado. Además, considerar la gestión de negocios como causa
de la acción no explica la hipótesis en la que el pago se hace contra la
voluntad del deudor.
Sin ánimo de extenderme mucho en este tema, debo señalar que la gestión
de negocios ajenos se define como un acto jurídico unilateral en virtud del
cual una persona se encarga voluntariamente de la administración de los
negocios de otro sin mediar mandato de éste. La gestión de negocios ajenos
supone que el gestor se ocupa de éstos sin obligación legal o convencional de
hacerlo; por eso la característica de esta figura es que el gestor obra sin
autorización expresa ni tácita del dominus (el gestionado) pero sin su
oposición, y con voluntad desinteresada (aunque sin el propósito de realizar
un acto de mera liberalidad), no siendo admisible tampoco que se haga con
ánimo de ganancia; de ahí la necesidad de reembolsarlo.
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En resumen, lo que sostienen algunos autorizados autores es que la acción
de reembolso nace tanto cuando el tercero paga con asentimiento del
deudor como cuando lo hace contra su voluntad: en el primer caso tendría su
causa en el mandato (sin representación), y en el segundo en la gestión de
negocios.
Para concluir con este tema, debo recordar que el Código Civil de 1936
consideraba el hecho voluntario y lícito como fuente de obligaciones y
dentro de éste, la gestión de negocios ajenos y el pago de lo indebido, hasta
que el Código Civil actual consagró a ambas figuras como fuente autónoma
de obligaciones.
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patrimonio del cedente, con todas sus virtudes, pero también con todos sus
vicios. Coloquialmente, sin más ni menos.
Fuera de esta excepción, no hay otra. De allí que el solvens tenga derecho a
reembolso en todos los demás casos; así es también cuando se trata de un
pago credendi causa, caso en que el tercero paga a título de mutuo, lo que
también supone un acuerdo previo (contrato de mutuo) entre el tercero
(mutuante) y el deudor (mutuatario): el tercero adquiere el derecho de
recuperar del deudor lo que ha pagado para la extinción de su deuda. En este
caso la naturaleza de la acción no es de reembolso, sino directa del solvens
(mutuante) contra el deudor (mutuatario).
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En efecto, en el caso del pago con subrogación, si el tercero hace el pago por
tener legítimo interés, se subroga hasta por lo pagado y ejerce una acción
directa contra el deudor.
Las reglas de la imputación del pago están contenidas en los artículos 1256 al
1259 del Código Civil, inclusive.
Al respecto el art. 1257 establece que quien deba capital, gastos e intereses
no puede, sin asentimiento del acreedor, aplicar le pago al capital antes que
a los gastos ni a estos antes que a los intereses. En esta circunstancia, es
poco lo que puede hacer el tercero pagador, pues siendo la obligación
dineraria las reglas son esas y, de ordinario, el acreedor no consentiría que el
pago fuera imputado, por ejemplo, primero al capital, y luego a los intereses
y finalmente a los gastos, pero sin duda puede darse esta situación cuando,
por ejemplo, el deudor intentara hacer un pago, con asentimiento del
acreedor, para amortizar exclusivamente el capital de la deuda con el fin de
reducir el costo del servicio de la misma. Esto es algo que el tercero puede
desconocer y hacer el pago de manera tal que se produzca la imputación del
mismo en el orden que establece la disposición, en contravención a lo
anteriormente acordado entre el deudor y el acreedor.
En este caso puede haber habido oposición del deudor o puede haberse
realizado el pago con desconocimiento de éste; en ambos supuestos se
configura una situación perjudicial para el deudor, pues la suma pagada no
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ha sido imputada solo al capital, cómo era la intención de éste, sino que la
imputación se ha realizado en el orden establecido en el ya mencionado art.
1257, con lo cual el capital no se ha reducido mayormente, lo que ha
frustrado la intención del deudor de reducir sustancialmente el mismo.
Pero hay casos mucho más complejos, que se presentan cuando la obligación
no es dineraria sino de dar (con excepción de las de dar sumas de dinero,
obviamente) o de hacer, por ejemplo. Aquí el problema de determinar en
cuánto le ha sido útil el pago al deudor es de difícil solución. Estas fórmulas
legislativas son desaconsejables, porque trasladan el problema al terreno de
lo judicial en la medida que las partes no se puedan poner de acuerdo sobre
el la medida de la utilidad que significó el pago para el deudor.
El pago con subrogación está legislado en los artículos 1260 y ss. del Código
Civil. La subrogación puede producirse ex lege (por imperio de la ley) o por
acuerdo entre el acreedor y el subrogante. Seguidamente paso a
examinarlas.
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1. De quien paga una deuda a la cual estaba obligado, indivisible o
solidariamente, con otro u otros.
Es el caso del deudor obligado con otro u otros al pago de una obligación
indivisible, por ejemplo, cuando la obligación consiste en un hacer: construir
una casa. La obligación, por su naturaleza, es indivisible de manera que todos
los deudores, aunque no estén obligados solidariamente, están obligados a
cumplirla todos y cada uno de ellos y el acreedor puede exigirla a cualquiera
de ellos o a todos o a algunos, y en este caso, quien cumple la obligación se
subroga en el derecho del acreedor y puede exigirle a los demás deudores el
reembolso del costo de lo gastado, con excepción de la parte que a él le
correspondía (no habiéndose pactado otra cosa, la ley presume que la
corresponsabilidad se divide en partes iguales). Desde luego, el pago de la
contraprestación del acreedor (de ordinario en dinero) se divide también en
partes iguales entre los deudores.
Aquí entra la figura del pago por tercero; este tercero que paga por tener
legitimo interés en cumplir la prestación, se va a subrogar en la persona del
acreedor, con las consecuencias que de ello se derivan; esas consecuencias
están previstas en el artículo 1262 del CC., e importa sustituir al acreedor
primitivo en todos sus derechos, como se verá más adelante.
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del deudor contra su voluntad y qué ocurre ¿se subroga en los derechos del
acreedor como establece el mencionado inciso 2 del art. 1262, o solo tiene
derecho a un reembolso limitado al haber pagado contra la voluntad del
deudor, como señala el art. 1222?
Cabe señalar que el inciso 2 del a. 1262 no precisa si el pago se hace contra la
voluntad del deudor o sin su asentimiento; lo único que indica es que el
solvens tenga interés en el pago para que opere en su favor la subrogación
legal.
En un artículo que publiqué hace unos meses bajo de epígrafe “SOBRE LAS
ANTINOMIAS DE PRIMER Y SEGUNDO GRADO Y SU APLICACIÓN
JURISPRUDENCIAL AL CONTRATO DE LEASING FINANCIERO VEHICULAR
(PERÚ)”, dije de las antinomias que “…no son otra cosa que un conflicto de
normas que se presenta en un mismo sistema jurídico u ordenamiento legal y
que producen, como resultado necesario, que la aplicación de una de ellas al
caso concreto excluya la aplicación de la otra al mismo caso”.
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3° Criterio de la especialidad: la norma especial prevalece sobre la
norma general (lex specialis derogat generali).
El caso es el siguiente: siendo varios los acreedores (en todo caso, más de
uno), uno de ellos tiene en su favor una garantía hipotecaria, por ejemplo,
mientras que el otro acreedor no la tiene; así, sabiendo que será preferido el
acreedor hipotecario cuando el deudor tenga que pagar, el acreedor cuyo
crédito no está asegurado le paga al acreedor garantido y se subroga en sus
derechos, adquiriendo también la garantía, que se transmite junto con el
crédito por razón de su accesoriedad.
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deudor; así, éste puede oponer al tercero subrogante las excepciones
personales que hubiera podido oponer al acreedor originario, la
compensación, la prescripción, etc. En esto se parece mucho a la cesión de
derechos, porque también, junto con el crédito cedido, se transfieren al
cesionario las garantías (por su accesoriedad), conforme al art. 1211 del CC.,
a menos que se hayan excluido por pacto, y también, como en el caso de la
subrogación que estamos viendo, el crédito se transmite al cesionario cum
omni causa, con todas sus virtudes y sus limitaciones, como la compensación,
la caducidad y la prescripción, etc.
Sin embargo, esto no es del todo cierto, porque el art. 1262 establece que la
sustitución es hasta por el monto de lo pagado (a diferencia de lo que ocurre
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en la cesión de derechos, como se verá); esto significa que la subrogación
surte efecto hasta por el monto de lo pagado por el solvens, de manera que
si éste paga (en una obligación dineraria, por ejemplo) una suma menor al
acreedor por su crédito, lo sustituye por esa suma menor, no por el valor
nominal del mismo. Si esto es así ¿no es razonable concluir que el crédito
primigenio se extinguió por efecto del pago del tercero subrogado y que lo
que existe luego en una obligación de reembolso a cargo del deudor? No hay
que olvidar que estamos frente a un pago, y que el efecto natural del pago es
la extinción de la obligación pagada. Esto no explica por qué, si la obligación
se ha extinguido por efecto del pago, subsisten las garantías constituidas en
seguridad de la obligación primitiva, pero en todo caso se puede sostener
que lo que ahora aseguran es el derecho de reembolso del solvens, ya no la
obligación original y esto último lleva a la pregunta de ¿cómo pueden
subsistir las garantías si la obligación se extinguió?
Para esto hay que profundizar sobre la función que cumple la subrogación.
Emilio Betti, citado por Barchi, indica que “…la subrogación no es más que un
beneficio predispuesto por la ley a favor del solvens con la exclusiva finalidad
de asegurarle el interés de regreso que le incumbe por el hecho del pago”, y,
más adelante dice: “(...) se trata del medio técnico que le permite asumir la
titularidad de un crédito, precisamente, a causa del pago que ha llevado a
cabo válidamente”. En base a esto Luciano Barchi concluye que “… podemos
afirmar que la función de la subrogación es eminentemente cautelar, en el
sentido que asegura la efectividad de la “vía de regreso”. Si esto es así, es
decir si la función de la institución de la subrogación es eminentemente
cautelar, se justifica que subsistan las garantías en seguridad del derecho de
reembolso del subrogante, pero la obligación que subsiste es esta última y no
la primitiva, que se habría extinguido como consecuencia del pago hecho por
el solvens. Lo que lleva a concluir que la obligación primitiva se extinguió y
que lo que subsiste solo es el derecho de reembolso del tercero que hizo el
pago de aquella.
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En ese caso el acreedor subrogado lo sustituye en su derecho con la finalidad
que pueda reembolsarse frente a su deudor. La subrogación es, como
siempre, hasta por el monto de lo que hubiese pagado el subrogante,
conforme al art. 2162, que ya ha sido visto.
Esto tiene un gran parecido con el pago del tercero hecho con el
consentimiento del deudor, en que el solvens tiene el derecho de repetición
contra el deudor por el total de lo pagado, a diferencia de cuando lo hace sin
su consentimiento, en cuyo caso el límite es aquél en que le hubiese sido útil
el pago al deudor, como ya se ha visto arriba.
Art. 2162.
“La subrogación sustituye al subrogado en todos los derechos,
acciones y garantías del antiguo acreedor, hasta por el monto de lo
que hubiese pagado”.
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Esta es una diferencia fundamental con relación al pago del tercero, porque
en ese caso el solvens tiene una acción restitutoria contra el deudor, de la
que ya me he ocupado ampliamente arriba, mientras que el subrogado, por
haber sustituido al acreedor en la relación obligacional, tiene la acción que
tenía el acreedor original frente al deudor, y cuenta con las mismas garantías
con que contaba aquél. Entonces su acción no tiene el carácter de una acción
restitutoria in rem verso, sino que es una directa contra el deudor.
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eminentemente cautelar porque asegura la efectividad de la vía de regreso,
estoy partiendo de la premisa que la acción del subrogante es la vía de
regreso y no otra, con lo cual carece de sentido demostrar, por ejemplo, que
es la vía directa.
3. LA CESIÓN DE DERECHOS.
3.1 Definición.
“Art. 1206
La cesión es el acto de disposición en virtud del cual el cedente
transmite al cesionario el derecho de exigir la prestación a cargo del de
su deudor, que se ha obligado a transferir por un título distinto.
La cesión puede hacerse aun sin el asentimiento del deudor”.
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3.2 La cesión de derechos.
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La obligación permanece inmutable, al punto que va acompañada de todas
sus garantías (salvo pacto distinto), aun cuando haya cambiado su primitivo
acreedor. Quien traspasa un derecho patrimonial proveniente de una
obligación civil o comercial, lo hace con todas las garantías anexas al mismo y
responde siempre de la existencia de la obligación cedida, como lo dispone
expresamente el art. 1212 del CC. La garantía de existencia se extiende a la
de exigibilidad, entendida esta última en el sentido que el derecho cedido es
una obligación pendiente de pago (y no una ya pagada), aunque puede estar
sujeto a plazo y a condición. Obviamente el cedente está en la obligación de
advertírselo al cesionario.
Debe constar por escrito, bajo sanción de nulidad (art. 1207 del CC.) y
pueden cederse derechos que sean materia de controversia judicial, arbitral
o administrativa, según el art. 1208 (los llamados derechos litigiosos, que por
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su naturaleza, corren el riesgo de desaparecer según el resultado final del
proceso al que esté sometidos).
En principio cualquier crédito puede ser cedido, aun cuando sea eventual,
aleatorio, condicional, a plazo, con cargo, litigioso, etc. Sin embargo, es
importante tener en cuenta que, conforme a lo dispuesto en el art. 1210 del
CC., la cesión no puede efectuarse cuando se opone a ley, a la naturaleza de
la obligación o al pacto con el deudor; este pacto es oponible al cesionario de
buena fe si consta del instrumento por el que se constituyó la obligación o se
prueba la mala fe del cesionario (que aquí consiste en el conocimiento que
tenía del pacto que lo prohibía o restringía la cesión del derecho). Por
ejemplo, el derecho de percibir alimentos no es cesible, pues el obligado solo
lo está frente a determinada persona que señala la le o establece el juez en el
proceso correspondiente. Tampoco pueden cederse el derecho de uso y
habitación, el derecho a percibir una pensión de jubilación o vejez, etc.,
derechos todos que son personalísimos y que están establecidos solo en
favor de determinadas personas.
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inmediato de más de 16 millones de soles. Si bien esta actuación de la MML
puede ser considerada, por decir lo menos, como anómala y cuestionable, lo
cierto es que, desde el punto de vista legal se trató de una simple cesión de
derechos, tal como los abogados del alcalde de turno afirmaron y
argumentaron con un razonamiento digno de mejor causa.
Para que la cesión produzca efectos contra el deudor cedido debe serle
comunicada fehacientemente, o haberla aceptado (esto último, ya lo dije, no
requisito para su validez, pues el contrato es entre del cedente y el
cesionario). Esto lo señala el art. 1215 del CC. Ocurre que si el deudor no es
noticiado oportunamente de la cesión puede hacer un pago liberatorio
cancelando la obligación al cesionario. De ahí la necesidad de enterarlo de la
transferencia del derecho a un nuevo acreedor.
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como bonitas), a menos, desde luego, que se obligue a ello. Esto está
legislado en los artículos 1212 y 1213, respectivamente del CC.
El art. 1213 del CC. zanja el problema en la medida que dispone que si el
cedente garantiza la solvencia del deudor “…responde dentro de los límites
de cuanto ha recibido y queda obligado al pago de los intereses y al
reembolso de los gastos de la cesión y de los que el cesionario haya realizado
para ejecutar al deudor, salvo pacto distinto”
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Desde luego, las partes pueden pactar otra cosa, no solo porque así lo
establece la última parte del artículo en comentario, sino por el principio de
libertad contractual, que permite a las partes determinar el contenido del
contrato. La libertad de contratación es un derecho o garantía de rango
constitucional, y a su lado aparece la denominada “libertad o
autonomía contractual”, que está consagrada en el art. 1354 del CC. y que
autoriza a las partes a determinar libremente el contenido del contrato “…
siempre que no sea contrario a norma legal de carácter imperativo”. En la
contratación contemporánea este es uno de los principios más importantes
del tráfico mercantil, regido por un orden económico abierto y de libre
competencia.
En mi práctica profesional he visto casos en que, por pacto entre las partes
de la cesión de derechos, se ha modificado la obligación de garantía del
cedente de modo de responder frente al cesionario paritariamente con el
deudor, pero hasta el límite de lo recibido por su derecho (se trataba de
derechos de crédito, donde resulta fácil establecer el quantum de la
responsabilidad del cedente). Ocurre que si tal pacto no se da en este tipo de
obligaciones, la acción del cesionario solo puede ser dirigida inicialmente
contra el deudor, como ya se ha visto, y recién una vez demostrada su
insolvencia se puede exigir al cedente que asuma el pago como garante del
deudor hasta el límite de lo recibido del cesionario; esto, en términos
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prácticos, significa que el cesionario tiene que transitar por un camino
judicial lento e incierto, dada la morosidad e impredecibilidad de nuestro
sistema de justicia que hace interminable y aleatoria la consecución de un
derecho. Por si fuera poco, antes de eso tiene que tramitar un procedimiento
de conciliación extrajudicial que insume tiempo y dinero y que, en mi
experiencia, en la mayoría de los casos no resulta en una conciliación que
permita cobrar rápidamente lo adeudado sino en un desacuerdo que hace
imposible la conciliación.
CONCLUSIONES:
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acudir a sede judicial para hacer valer su derecho, con la enorme pérdida
de tiempo y gastos que ello implica.
La acción del solvens es una acción in rem verso, y como toda acción
restitutoria tiende, en el fondo, a impedir un enriquecimiento sin causa.
Desde luego, como el pago extingue la obligación, ocurre lo mismo con las
garantías y demás privilegios y accesorios que se hubieran constituido
para su aseguramiento.
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3. En la cesión de derechos la obligación transferida al cesionario no sufre
variación alguna; no se modifica para nada: se transmite del cedente al
cesionario cum omni causa, es decir tal cual se encuentra en el
patrimonio del primero, con todas sus virtudes y con todos sus vicios.
Consecuentemente, al permanecer inmutada la obligación, el deudor no
puede ni beneficiarse ni perjudicarse por causa de la cesión, pudiendo,
incluso, oponer al cesionario las excepciones personales que tuviera
contra el cedente (como la de compensación, por ejemplo); también le
corre al cesionario la prescripción y la caducidad de la obligación cuyo
plazo (término a quo) comienza su decurso desde que ésta fue contraída
por el deudor cedido, porque la cesión no interrumpe esos plazos (a
diferencia de lo que ocurre con la novación por cambio de acreedor, que
crea una nueva obligación a partir de la fecha de la cual corren esos
plazos).
4. El cesionario tiene derecho a exigir del deudor el pago del valor nominal
de la obligación transferida (si se trata de una que lo tuviera, desde luego;
de otra manera tiene derecho al pago, que consiste en el la ejecución
íntegra de la prestación), sin considerar lo que ha pagado por la
adquisición del derecho al cedente. Esta es una diferencia muy
importante que tiene frente a la figura de la subrogación, donde quien
paga solo puede exigir el valor de lo desembolsado, como hemos visto al
ocuparnos de la misma.
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verdaderamente existe y puede llegar a ser exigible cuando está sujeto a
plazo o condición), pero puede ser dispensado de esta obligación por el
cesionario en ejercicio de su libertad contractual (la llamada libertad de
configuración interna del contrato, o más propiamente, de su contenido).
Esta situación es inusual, pero no es infrecuente tratándose de ciertos
derechos eventuales o aleatorios, que pueden llegar o no a nacer o que
nacidos pueden extinguirse sin que para ello medie necesariamente su
pago, sino cualquier otra causa.
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no existen los elementos propios de esta figura jurídica; sobre todo es
patente la ausencia del animus novandi en la cesión de derechos,
elemento subjetivo sin el cual resulta inconcebible la novación. Además,
la novación por cambio de acreedor exige la intervención del deudor en la
nueva obligación, requisito que es inexigible en la cesión de derechos,
que se realiza sin necesidad de su autorización y aún contra la voluntad
del deudor, el que solo tiene que ser noticiado de tal hecho para evitar,
entre otras cosas, que realice el pago, equivocadamente, a quien ha
dejado de ser su acreedor al haber cedido su derecho.
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