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El cuerpo humano se compone de 10 sistemas o aparatos, grupos de tejidos y órganos que

están implicados en la realización de alguna función concreta. Cada sistema coordina sus
actividades con el resto de los sistemas para mantener el funcionamiento adecuado de todo el
organismo. Esta coordinación permite la realización de diversas actividades vitales como la
defensa frente a los agentes infecciosos, la digestión, el crecimiento o la reproducción.

Haga clic sobre el nombre de cada uno de los sistemas o aparatos del cuerpo humano que
aparecen en el listado para obtener más información sobre sus partes y funciones.

El cuerpo humano se compone de 10 sistemas o aparatos, grupos de tejidos y órganos que


están implicados en la realización de alguna función concreta. Cada sistema coordina sus
actividades con el resto de los sistemas para mantener el funcionamiento adecuado de todo el
organismo. Esta coordinación permite la realización de diversas actividades vitales como la
defensa frente a los agentes infecciosos, la digestión, el crecimiento o la reproducción.

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El cuerpo humano se compone de 10 sistemas o aparatos, grupos de tejidos y órganos que


están implicados en la realización de alguna función concreta. Cada sistema coordina sus
actividades con el resto de los sistemas para mantener el funcionamiento adecuado de todo el
organismo. Esta coordinación permite la realización de diversas actividades vitales como la
defensa frente a los agentes infecciosos, la digestión, el crecimiento o la reproducción.

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La hipófisis es una glándula del tamaño de un guisante localizada en la base del cerebro. La
hipófisis actúa como una glándula controladora maestra, segregando una serie de hormonas
que activan otras glándulas.

La glándula tiroides, localizada en el cuello, segrega la hormona tiroxina. La tiroxina aumenta el


metabolismo corporal, el ritmo al que los alimentos son descompuestos y transformados en
calor y energía. Una cantidad excesivamente baja de tiroxina en la sangre produce letargo y
fatiga, mientras que una cantidad excesivamente elevada provoca hiperactividad, nerviosismo
y pérdida de peso.

Las glándulas suprarrenales son dos glándulas pequeñas, localizadas por encima de los riñones.
Están compuestas de una zona interna, llamada médula, y una parte externa, conocida como
corteza. La médula segrega la hormona adrenalina, que prepara al cuerpo para enfrentarse a
emergencias repentinas. La adrenalina acelera el ritmo cardiaco, aumenta la tensión arterial,
hace que la sangre se coagule más deprisa y desvía la sangre del tracto intestinal a los
músculos. La corteza segrega hormonas que controlan el nivel de sales y de agua en la sangre y
colaboran en la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono. También segrega
pequeñas cantidades de hormonas sexuales masculinas o andrógenos. De las dos partes de las
glándulas suprarrenales, solo la corteza está bajo el control de la hipófisis.
El páncreas es una glándula larga y estrecha, parecida a una hoja, localizada en el abdomen,
detrás del estómago y debajo del hígado. El páncreas segrega insulina, una hormona que
favorece la entrada de glucosa en las células. Cuando se produce poca insulina, los tejidos
corporales no pueden utilizar o almacenar glucosa, y se desarrolla una enfermedad conocida
como diabetes mellitus.

El aparato urinario elimina los productos de desecho del organismo y ayuda a regular el agua y
el equilibrio químico. Los órganos del aparato urinario incluyen los dos riñones, de forma oval,
cada uno con un tubo delgado y largo llamado uréter, que conecta con la vejiga. Otro vaso
tubular, la uretra, se extiende desde la vejiga al exterior del organismo.

Haga clic sobre las palabras en rojo para obtener más información sobre las partes del aparato
urinario.

Los riñones son los mayores órganos excretores del cuerpo. Cada riñón está compuesto de
millones de nefronas, unos tubos microscópicos que filtran la sangre. A medida que la sangre
del cuerpo entra en los riñones, las nefronas retiran la urea, las sales y otros productos de
desecho tóxicos formados durante el metabolismo. Los riñones producen orina para eliminar
los productos de desecho. Las nefronas también absorben selectivamente proteínas, sales,
glucosa, calcio y otros nutrientes. Los riñones devuelven esas sustancias nutritivas a la
corriente sanguínea, para mantener una adecuada composición de la sangre. Los riñones
también segregan hormonas que regulan funciones corporales como el mantenimiento de la
tensión arterial y la producción de glóbulos rojos.

La orina sale de los riñones por los uréteres y llega hasta la vejiga, un saco muscular que
almacena la orina. Cuando la vejiga está llena, los nervios envían señales para que la vejiga se
contraiga y expulse la orina del cuerpo a través de la uretra.

El esqueleto humano es una estructura fuerte y flexible formada por 206 huesos, que soporta
el cuerpo y protege los órganos internos. Además, los huesos del esqueleto almacenan calcio,
un mineral esencial para la actividad de las células nerviosas y musculares. El núcleo blando del
hueso, la médula ósea, es el lugar en el que se forman los glóbulos rojos, ciertos glóbulos
blancos y las plaquetas. Los huesos tienen diferentes tamaños y formas, adaptados para
realizar funciones específicas. El esternón, por ejemplo, es una lámina ósea que ayuda a
proteger el corazón y los pulmones en el pecho. Los huesos fusionados del cráneo encierran en
su interior el encéfalo. Los huesos cortos y delicados de la muñeca y la mano aumentan la
destreza y proporcionan una considerable flexibilidad en los movimientos pequeños y precisos.
Los huesos largos y pesados de las piernas actúan como palancas resistentes a la hora de
realizar movimientos rápidos o enérgicos.

El sistema nervioso humano supervisa la actividad de los otros sistemas corporales. Consta de
dos secciones principales: el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico. El
sistema nervioso central se compone del encéfalo y de la médula espinal. La red de nervios
que conecta esos dos órganos con el resto del cuerpo constituye el sistema nervioso periférico.
Juntos, el sistema nervioso central y el periférico, controlan las funciones voluntarias e
involuntarias del organismo.
Haga clic sobre las palabras en rojo para obtener más información sobre las partes del sistema
nervioso.

El centro del sistema nervioso es el encéfalo, que se compone del tronco cerebral, el cerebelo
y el cerebro. El bulbo raquídeo, que forma parte del tronco cerebral, controla funciones
básicas como el ritmo de la respiración, el latido cardiaco y la actividad de los intestinos. El
mesencéfalo, otra parte del tronco cerebral, controla el movimiento y contiene centros
nerviosos implicados en la audición y en la vista. El cerebelo coordina el equilibrio y la
locomoción. El cerebro regula las funciones mentales más elevadas, como la comprensión, la
memoria, el habla, el aprendizaje, el razonamiento y las emociones. Dividido en dos
hemisferios, el cerebro también contiene centros que reciben e interpretan las sensaciones del
oído, la vista, el olfato y el gusto.

La médula espinal, encerrada por las vértebras, se extiende desde la base del cráneo hasta la
segunda vértebra lumbar. La médula espinal es un conjunto de fibras y células nerviosas que
llevan los impulsos sensoriales, procedentes de las distintas regiones corporales, hasta el
encéfalo, donde son registrados y evaluados. El encéfalo responde entonces enviando
impulsos a través de otras fibras nerviosas de la médula espinal para estimular los músculos
que están bajo el control voluntario.

La siguiente ilustración muestra la compleja red de músculos esqueléticos del cuerpo. Los
músculos esqueléticos se unen a los huesos del esqueleto y permiten los movimientos
voluntarios. Un músculo esquelético se une a los huesos que constituyen la articulación, bien
directamente o por medio de un tendón o una banda fibrosa llamada fascia. Los huesos se
mueven cuando los músculos se contraen o se acortan en la articulación. El tamaño de un
músculo depende de la función que desempeña. Cuando se requiere destreza, como en los
dedos, los músculos suelen ser muy pequeños. Cuando se necesita fuerza, como en el muslo,
los músculos son grandes.

La siguiente ilustración muestra la compleja red de músculos esqueléticos del cuerpo. Los
músculos esqueléticos se unen a los huesos del esqueleto y permiten los movimientos
voluntarios. Un músculo esquelético se une a los huesos que constituyen la articulación, bien
directamente o por medio de un tendón o una banda fibrosa llamada fascia. Los huesos se
mueven cuando los músculos se contraen o se acortan en la articulación. El tamaño de un
músculo depende de la función que desempeña. Cuando se requiere destreza, como en los
dedos, los músculos suelen ser muy pequeños. Cuando se necesita fuerza, como en el muslo,
los músculos son grandes.

l aparato respiratorio está compuesto por los pulmones, un par de órganos elásticos situados
en la cavidad torácica o tórax, y los tubos de aire que conducen hasta ellos. El aire que entra en
los pulmones proporciona oxígeno a las células del organismo. El aire expulsado de los
pulmones elimina el dióxido de carbono del organismo. En el proceso de la respiración, el aire
entra en el sistema respiratorio a través de la nariz o la boca. Pasa entonces a través de la
laringe y llega a la tráquea. En el centro del pecho aproximadamente, la tráquea se divide en
dos tubos, los bronquios derecho e izquierdo. El bronquio derecho se divide en tres ramas, que
llevan el aire a los tres lóbulos del pulmón derecho. El bronquio izquierdo se bifurca en dos
ramas, que proporcionan aire a los dos lóbulos del pulmón izquierdo.

Haga clic sobre la palabra en rojo para obtener más información sobre los pulmones.

Dentro de los pulmones, los bronquios se dividen en bronquios cada vez más pequeños y
finalmente en bronquiolos. Los bronquiolos terminan en miles de sacos diminutos, llamados
alveolos, rodeados y entrelazados por capilares sanguíneos de pared delgada. Las paredes de
los alveolos y de los capilares son tan delgadas que el oxígeno del aire de los alveolos puede
pasar a las células sanguíneas de los capilares. Al mismo tiempo, el dióxido de carbono de esas
células sanguíneas pasa a los alveolos. El aire con dióxido de carbono pasa por los alveolos, los
bronquiolos, los bronquios, la tráquea y la laringe y, finalmente, se exhala a través de la nariz o
la boca.

Los órganos del sistema digestivo descomponen el alimento en sustancias más sencillas, para
que puedan ser absorbidas por la corriente sanguínea. Esos órganos también eliminan la
materia no digerible y los productos de desecho del cuerpo a través de la excreción.

Haga clic sobre las palabras en rojo para obtener más información sobre las partes del sistema
digestivo.

La digestión comienza en la boca, donde los alimentos son divididos en partículas más
pequeñas por medio de la masticación. La saliva contiene agua y secreciones lubricantes, que
humedecen los alimentos y ayudan a la deglución, y una enzima llamada amilasa, que ayuda a
la digestión del almidón. Los músculos de la garganta permiten tragar los alimentos, que
descienden por la faringe y luego por un tubo muscular, llamado esófago, para,
posteriormente, entrar en el estómago.

Al abandonar el intestino delgado, la sangre se dirige al hígado, una glándula grande, localizada
en la parte superior derecha del abdomen. El hígado elimina de la sangre los nutrientes
absorbidos y los almacena o los convierte en productos necesarios para el organismo. Por
ejemplo, el hígado puede convertir glucosa en glucógeno, una forma de almidón que puede
ser almacenada y liberada más tarde como glucosa, cuando el cuerpo necesita combustible
para producir energía. El hígado también puede segregar glucosa directamente en la sangre
para su uso inmediato como combustible, convertir glucosa en proteínas para su uso en la
reconstrucción de tejidos corporales deteriorados o transformar la glucosa en grasa para su
almacenamiento como energía potencial. El hígado también retira de la sangre las sustancias
extrañas y perjudiciales.

El estómago es una bolsa dilatable, situada en la cavidad abdominal, que segrega jugo gástrico,
el cual contiene pepsina, una enzima que actúa sobre las proteínas; ácido clorhídrico, que
mata a los microorganismos que puedan haber sido ingeridos con los alimentos; y moco que
cubre el estómago y lo protege de los efectos del jugo gástrico. Algunos componentes de los
alimentos, como los azúcares simples y el alcohol, pueden ser absorbidos directamente a
través de la pared del estómago, pero la mayoría de los alimentos pasan sin digerir desde el
estómago al intestino delgado.
Los alimentos que no son absorbidos por la corriente sanguínea en el intestino delgado pasan
al intestino grueso. Las paredes del intestino grueso absorben agua de los alimentos sin digerir,
dejando unos desechos semisólidos llamados heces. Esos productos de desecho son
excretados del cuerpo humano a través del recto y el ano.

Una vez que el alimento abandona el estómago, entra en el intestino delgado. El alimento es
digerido, entonces, con la ayuda de enzimas procedentes del páncreas y de la bilis, procedente
del hígado. La pared del intestino delgado tiene muchas proyecciones pequeñas, en forma de
dedo, llamadas vellosidades. Los capilares de las vellosidades absorben los nutrientes de los
alimentos digeridos y los incorporan a la corriente sanguínea.

El sistema inmunológico defiende el cuerpo de la invasión de organismos que pueden causar


enfermedades. El sistema inmunológico utiliza dos mecanismos de defensa: la inmunidad
innata y la inmunidad adquirida. La respuesta inmunitaria innata ocurre inmediatamente para
proteger el cuerpo de cualquier tipo de sustancia extraña. Este sistema utiliza barreras, como
la piel y las membranas mucosas que revisten todas las cavidades corporales, y sustancias
químicas protectoras, como las enzimas de la saliva y las lágrimas, que destruyen las bacterias.
La respuesta inmunitaria adquirida, que requiere de una exposición previa a la sustancia
extraña, se basa en la acción de glóbulos blancos especializados, llamados linfocitos, para
responder a tipos específicos de invasores extraños. Los linfocitos B producen unas proteínas
llamadas anticuerpos, que circulan en la sangre y atacan a los organismos específicos que
causan las enfermedades. Los linfocitos T atacan a los organismos invasores directamente.

Haga clic sobre las palabras en rojo para obtener más información sobre las partes del sistema
inmunológico.

Las amígdalas son masas de tejido linfoide que forman un anillo que rodea las paredes de la
faringe o garganta. Las células linfoides de las amígdalas ayudan a proteger a la faringe frente a
la invasión de bacterias patógenas.

Los ganglios linfáticos son masas de tejido que atraen a los linfocitos y los despliegan en áreas
del cuerpo afectadas por el ataque de agentes infecciosos.

Algunos linfocitos se originan en la médula ósea y luego pasan al timo, donde maduran como
linfocitos T.

El bazo es un órgano linfático, situado en la zona superior izquierda de la cavidad abdominal,


en contacto con el páncreas, el diafragma y el riñón izquierdo. Los linfocitos maduros viajan
constantemente por el torrente sanguíneo hasta los órganos linfáticos y luego vuelven de
nuevo a la sangre. De esta manera, el organismo está continuamente controlando las
sustancias invasoras. Entre las principales funciones del bazo está la de elaborar anticuerpos
contra diversos tipos de células sanguíneas y microorganismos infecciosos.

La médula ósea es un tejido que se encuentra en el interior de algunos huesos.Todos los


linfocitos se originan en la médula ósea. Los que maduran en la médula ósea se desarrollan en
linfocitos B.
Los linfocitos recorren el cuerpo por la circulación sanguínea y suelen emigrar a los vasos
linfáticos, que se encuentran en cualquier parte del cuerpo menos en el cerebro. Los linfocitos
viajan en el interior de esos vasos, en un líquido incoloro y rico en grasas conocido como linfa.

a médula ósea es un tejido que se encuentra en el interior de algunos huesos.Todos los


linfocitos se originan en la médula ósea. Los que maduran en la médula ósea se desarrollan en
linfocitos B.

Los linfocitos recorren el cuerpo por la circulación sanguínea y suelen emigrar a los vasos
linfáticos, que se encuentran en cualquier parte del cuerpo menos en el cerebro. Los linfocitos
viajan en el interior de esos vasos, en un líquido incoloro y rico en grasas conocido como linfa.

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