La modernidad ha traído consigo una secularización social. La filosofía consigue la
libertad de la argumentación, que le permite enfrentarse con los pensamientos del pasado. Nuevas problemáticas y perspectivas sobre problemas, anteriormente resueltos con creencias dogmáticas, generan progresivamente un desprecio por lo antiguo, y por consecuente, una suerte de carrera por exponer la invalidez de algo ya mencionado. Sin embargo, esta invalidez nunca termina por ser demostrada, en la medida en que nuevas generaciones llegan para invalidar a estas mismas. Esto ha generado la falsa creencia sobre un estancamiento en la filosofía y, por ende, una falta de valor. Empero, El problema de la legitimación de la filosofía queda cubierto cuando esta última se unce a la historia. Podría pensarse la labor de los historiadores tan sólo como un esfuerzo por preservar escritos hechos por y sobre gente que no tiene una presencia tangible en la actualidad. Sin embargo, al alejarse lo suficiente como para obtener una vista del panorama, nadie ignora que la historia ha tenido un lugar en una línea de tiempo que se alarga constantemente, a la misma velocidad que la sangre cuando recorre nuestras venas. Después de hacer esta consideración y detallar un poco más minuciosamente esta línea de tiempo, puede que encontremos más que sólo oscuridad y luz en la edad media y el renacimiento. Encontraremos además que, a pesar de que ciertamente en la sociedad actual el pensamiento cualquier filosofo de renombre no tiene una presencia más explícita que alguna moda superflua, ninguna persona puede negar el haber tenido un pensamiento filosófico en algún momento de su vida, y en ello encontraremos otra prueba de la permanencia de la filosofía en el ser humano, y por ello, en la historia. Evidentemente, la historia (agrupada en épocas para su fácil digestión) ha cambiado la forma en que el ser humano se experimenta a sí, y a su contexto, principalmente, por medio de distintos métodos para satisfacer sus menesteres. Estos métodos, acumulándose en cantidades más grandes de las que un ser humano podría comprender, necesitan ser divididos para su mejor tratamiento. Esto ocurre con todos los medios que nos componen y nos competen dentro de nuestra naturaleza inmutable. Es indiscutible que la medicina de hace 200 años tiene métodos distintos, pero curan el mismo malestar. La cocina ha cambiado con el paso de los siglos, pero satisfacen la misma hambre. El arte ha tenido diversos estilos y formas de manifestarse, pero buscan provocar las mismas emociones. De esta forma, la filosofía trata preguntas que han angustiado igualmente al primero de los humanos, y no cabe duda de que cuenta con diversos enfoques desde dónde tratarlas. En todos los casos, es inevitable que las necesidades continúen existiendo, y que nuestra interacción con ellas siga cambiando. Erradicar las necesidades es erradicar al ser humano.