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COMENTARIO SOBRE TEXTOS, SEMANA 3-7 DE SEPTIEMBRE

La modernidad ha traído consigo una secularización social. La filosofía consigue la


libertad de la argumentación, que le permite enfrentarse con los pensamientos del
pasado. Nuevas problemáticas y perspectivas sobre problemas, anteriormente
resueltos con creencias dogmáticas, generan progresivamente un desprecio por lo
antiguo, y por consecuente, una suerte de carrera por exponer la invalidez de algo
ya mencionado. Sin embargo, esta invalidez nunca termina por ser demostrada,
en la medida en que nuevas generaciones llegan para invalidar a estas mismas.
Esto ha generado la falsa creencia sobre un estancamiento en la filosofía y, por
ende, una falta de valor. Empero, El problema de la legitimación de la filosofía
queda cubierto cuando esta última se unce a la historia.
Podría pensarse la labor de los historiadores tan sólo como un esfuerzo por
preservar escritos hechos por y sobre gente que no tiene una presencia tangible
en la actualidad. Sin embargo, al alejarse lo suficiente como para obtener una
vista del panorama, nadie ignora que la historia ha tenido un lugar en una línea de
tiempo que se alarga constantemente, a la misma velocidad que la sangre cuando
recorre nuestras venas. Después de hacer esta consideración y detallar un poco
más minuciosamente esta línea de tiempo, puede que encontremos más que sólo
oscuridad y luz en la edad media y el renacimiento.
Encontraremos además que, a pesar de que ciertamente en la sociedad actual el
pensamiento cualquier filosofo de renombre no tiene una presencia más explícita
que alguna moda superflua, ninguna persona puede negar el haber tenido un
pensamiento filosófico en algún momento de su vida, y en ello encontraremos otra
prueba de la permanencia de la filosofía en el ser humano, y por ello, en la
historia.
Evidentemente, la historia (agrupada en épocas para su fácil digestión) ha
cambiado la forma en que el ser humano se experimenta a sí, y a su contexto,
principalmente, por medio de distintos métodos para satisfacer sus menesteres.
Estos métodos, acumulándose en cantidades más grandes de las que un ser
humano podría comprender, necesitan ser divididos para su mejor tratamiento.
Esto ocurre con todos los medios que nos componen y nos competen dentro de
nuestra naturaleza inmutable.
Es indiscutible que la medicina de hace 200 años tiene métodos distintos, pero
curan el mismo malestar. La cocina ha cambiado con el paso de los siglos, pero
satisfacen la misma hambre. El arte ha tenido diversos estilos y formas de
manifestarse, pero buscan provocar las mismas emociones. De esta forma, la
filosofía trata preguntas que han angustiado igualmente al primero de los
humanos, y no cabe duda de que cuenta con diversos enfoques desde dónde
tratarlas. En todos los casos, es inevitable que las necesidades continúen
existiendo, y que nuestra interacción con ellas siga cambiando. Erradicar las
necesidades es erradicar al ser humano.

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