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Ver de forma sarcástica la guerra y hacer una crítica sobre lo estúpido que puede resultar la
misma, es un acto de valentía que demanda ingenio para poder sacar una sátira que vale la pena
contar y ver en el cine. El excéntrico director de “Jojo Rabbit”, Taika Waititi, retoma el libro de “El
cielo enjaulado” (Caging Skies) de la escritora neozelandesa Christine Leunens para adaptarla a
una versión cómica y singular.
Waititi nos presenta la historia de Johannes "Jojo" Betzler, interpretado por Roman Griffin, un niño
alemán de 10 años que pertenece a las Juventudes Hitlerianas y que está entusiasmado por asistir
a un campamento de entrenamiento de chicos nazis junto a su mejor amigo Yorky.
Asimismo, “Jojo” tiene a su mejor amigo imaginario, quien es nada más ni menos que “Adolfo
Hitler” —interpretado por el mismo Taika Waititi— que se encarga de darle consejos y animarlo
para tomar coraje y enfrentarse a la guerra. Esta forma hilarante de presentarnos a Hittler
obedece a retratar la cosmovisión que tiene Johannes tiene sobre su máxima referencia al
liderazgo nazi y cómo puede interponerse ante las situaciones que se le presentan.
La relación de madre e hijo que entablan Rosie y “Jojo” inmediatamente nos transportan a
recordar la relación de Guido Orefice y su hijo Giosuè, de la oscarizada película de 1997 “La vida es
bella” (La vita è bella) del italiano Roberto Benigni, quien trata de apartar la cruel guerra de la
concepción inocente de su hijo sobre los hechos que en ella ocurren dentro de los campos de
concentración.
Sin embargo, aquí Rosie trata de incentivar a su hijo a ser simplemente él, tener esa autenticidad
que le permita ser feliz, aunque eso signifique mentir por apoyarlo en su ideal fanático de ser un
nazi, pese a que la diferencia de ideologías manejadas entre ellos sea mutuamente excluyente al
ser un miembro activo de la oposición; eso sin sumarse que tiene a una niña judía oculta en su
casa, quien es descubierta por “Jojo”.
Con ello la cinta muestra esa transformación de transición de aquel que es un ciego fanático a
alguien que comprende que el enemigo es alguien como uno, con sentimientos y aspiraciones de
una vida mejor, en la que el amor y la tolerancia sean las claves para derogar el egoísmo y la
negligencia que acarrean los mal llamados “líderes sociales”.
Aunado a estos factores no pasa por inadvertida la calidad cinematográfica que presenta la
película a nivel de fotografía, montaje, música y vestuario, los cuales encausan una atmósfera de
color en medio de la oscuridad que se acostumbra a plantear el contexto de los conflictos armados
y el vivir de la Segunda Guerra Mundial.
Waititi traza con este filme un quiebre a lo tradicional que nos dan las películas sobre guerra y al
entorno sombrío que en estas se desenvuelven, dándonos con un humor negro elementos y
hechos que en su trasfondo critican mordazmente al sistema ideológico del nazismo, el cual fue
alimentado por la ceguera de sus correligionarios. Con esta cinta el director señala el atropello y
sus repercusiones de la guerra sobre la niñez, principalmente mediante el sistema educativo,
social y la concepción que del enemigo se tenía.