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Cierren los ojos.

¿Cuántas imágenes guardan de su madre? ¿Y cuáles son las emociones ligadas a estas imágenes?
Según mi observación, la mayoría no tiene más que cinco imágenes de su madre. Cinco
recuerdos. Todos negativos. Todos ligados a un rechazo o un reclamo. Y si ahora me imagino y si
solo observo cómo las madres se ocupan de sus hijos y muchos de ustedes que tienen hijos,
¿Cuánto amor se entregó a los niños? Y lo mismo vale para el padre. ¿Y ahora solo le quedan a la
criatura cinco imágenes negativas? ¿No es extraño eso? ¿Y cómo estas pocas imágenes y estas
emociones envenenaron toda nuestra vida y envenenaron todas nuestras relaciones? Ok.

¿Lo comprendieron ahora? La pregunta es, ¿Cómo superamos eso?

Ahora voy a hacer un ejercicio con ustedes.

Cierren los ojos.


Ahora regresamos al tiempo antes de esa vivencia de separación, de división. Regresamos a la
felicidad temprana. 

Por ejemplo, regresamos al útero materno, totalmente uno con ella. Respiramos con ella. A
través de su respiración, respiramos. Cuando ella exhala, también nosotros exhalamos. A través
de la misma sangre, lo que siente también lo sentimos nosotros. Si está contenta tal vez nos
movemos en su regazo. Y ella siente que nosotros compartimos esta alegría. Y si tiene temores
también lo sentimos. En todo sentido somos con ella un corazón y un alma. 

Luego nacemos. De pronto separados de ella y por primera vez respiramos por nosotros
mismos. Inhalamos el aire, y nuestros ojos buscan los ojos de la madre. De inmediato la
reconocemos. Le tendemos las manos y ella las toma y nos acerca al pecho. Finalmente de nuevo
con ella. Nos da su pecho, nosotros tomamos y continuamos. La miramos a los ojos, protegidos y
seguros en todo sentido junto con ella. 

Y luego siempre está ahí presente. 

Solo necesitamos gritar y de inmediato está ahí. Así vamos creciendo, jugamos con ella, ella con
nosotros y nos sentimos felices ligados a ella en todos los sentidos. Y ahora nos detenemos y nos
aferramos a estas imágenes hermosas. Nos llenamos de las imágenes y, mientras nos dejamos
iluminar por ellas, nos sentimos felices. Las imágenes negativas se desplazan hacia el fondo y las
emociones ligadas a estas imágenes también se desvanecen. De pronto nos sentimos uno con
nuestra madre.

Y ahora nos imaginamos así como nos encontramos ahora, estar frente a nuestra madre a cierta
distancia, la miramos a los ojos continuamente. 

Y ahora con esas imágenes en el corazón y con la mirada de sus ojos, damos un pequeño paso
hacia ella. Y sentimos los temores, el temor de dar ese paso. Los temores y dolores antiguos
vuelven a resurgir, pero con las imágenes hermosas y felices frente a nosotros y con la mirada a
sus ojos damos el primer pequeño paso hacia ella. Este paso lo logramos y esperamos. 
Nuevamente enfocados en los recuerdos felices y, cuando notemos que hay suficiente fuerza en
nosotros, damos el siguiente pequeño paso. Y entonces el tercer paso y el cuarto y volvemos a
esperar. Ya se hizo más ligero y más fácil acercarnos a ella. Respiramos profundamente y nos
alegramos del recorrido logrado de habernos acercado a ella.

Luego el siguiente paso. Cada vez se hace más fácil. 

La miramos a los ojos y nos alegramos. Y ella se alegra de que finalmente nos acerquemos. Otro
paso más y otro más. Ahora ya nos encontramos muy cerca, la miramos a los ojos y le decimos,
“Querida mamá”. Y nos entregamos a sus brazos. De nuevo con ella. Finalmente de regreso a
casa. 

Y ahora sentimos lo diferente que se siente todo nuestro cuerpo, cómo nos ampliamos
interiormente. Por fin de nuevo completos.

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