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70 Analisis: laformacién y el desplazamienco del Estado mederno los préximos capfculos mostrarén, el Estado moderno se convirtié en la esfera privilegiada por los grupos y las colectividades para resolver sus disputas por sistemas de gobierno y bienes escasos; y también se con- virtié en la base organizacional sobre la cual gobernantes y stibditos se movilizaron para luchar contra los grupos externos a sus fronteras. Si bien el concepto de Estado moderno proyect6 la posibilidad de admi- nistracién imparcial y accountability dentro de las comunidades, no hizo de la extensi6n de estas nociones a través de los pueblos y las naciones una parte central del significado de la nueva concepcién de la comuni- dad politica, La comunidad politica quedé asociada —si no por los te6- ricos politicos de la temprana modernidad,” entonces por las cambian- tes circunstancias politicas y sociales— a fronteras territoriales fijas. 7. Rousseau, por ejemplo, exploré la posibilidad de conectar las comunidades politcas de Europa en una unidn de Estados europeos, aunque era esceptico acerca de |e factbilidad de cal idea (véase 1962). Para un examen de las proyecciones de Rows- seau, y de sus contemporineos interesados en cuestiones similares, véase Archibugiy 1992, Capieulo 3 EL DESARROLLO DEL ESTADO-NACION Y LA CONSOLIDACION DE LA DEMOCRACIA Los Estados modernos se desarrollaron como Estados-nacién: apara- tos politicos distintos tanto de los gobernantes como de los gobernados, con Suprema jurisdiceién sobre un area territorial delimitada, basados en el monopolio del poder coercitivo, y dotados de legitimidad como resultado de un nivel minimo de apoyo o lealtad de sus ciudadanos. Esta concepcién subraya las innovaciones més importantes que presen. ta el Estado moderno: 1. Territorialidad. Si bien todos los Estados formularon reivindicacio- nes territoriales, s6lo con la emergencia del sistema de Estados mo- demo se fijaron fronteras exactas. 2. Control de los medios de violencia. Bl derecho de detentar el monopo- lio de la fuerza y los medios de coercién (materializado en el ejérci- {© permanente y la policia) se hizo realidad con la «pacificacién» de tos pueblos —la erradicacién de los ceneros de poder y autoridad ri- vales— dentro de los Estados-nacin. 3. Estructura impersonal de poder. La idea de un orden politico imper- sonal y soberano —esto es, una estructura de poder legalmente iscunscrita con suprema jurisdiccién sobre un territorio— no podfa imponerse mientras se concibiera que los derechos, las res- ponsabilidades y los deberes politicos estaban estrechamente liga dos a la religién y a las prerrogativas de los grupos tradicionales. Esta cuestién se mantuvo en suspenso en la Europa de los siglos dieciocho y diecinueve, y asf se mantiene hoy en dia en aquellos paises donde el «imperio de la ley» no esta garantizado, 4. Legitimidad. Cuando se desafiaron y exosionaron las precrogativas del aderecho divino» 0 el «derecho estatal», los seres humanos, como «individuos» y como «pueblos», empezaron a ganarse un lu. gar en el orden politico como «ciudadanos activos». La lealtad de los ciudadanos se convirtié en algo que debian conquistar los Es- tados modernos: invariablemente esto implicé la pretensién del Esta- 72 Andis: la frac y el desplazamiento del Estado moderno do respecto a legitimarse para reflejar y/o representar las perspecti- vas intereses de sus ciudadanos. Por supuesto, esta concepcién del Estado-nacién, como toda defini- ci6n del anilisis politico, es controvertida. Es controvertida porque en ella confluyen dos nociones del Estado moderno, expuestas en el capitulo ancerior, que en principio deberian mantenerse separadas: la nocién del Estado moderno como un sistema de poder circunscrito que impone una serie de controles y mecanismos regulatorios tanto a gobernantes como a gobernados, y la nocién del Estado moderno como una comunidad poli- tica democrdtica en que los gobernantes son representantes de los ciuda- cdanos y responsables ante ellos. Pero aqui las posibles tensiones entre es- tas dos nociones sélo se apuntan; mas adelante (véase la vercera parte) se cexplorardn con detenimiento. La raz6n de posponer esta discusién es que cen Ia conseruccién del Estado modemo estas ideas estuvieron con fre- cuencia asociadas, si no fundidas, especialmente en lo que Heg6 a ser su forma dominance: el Estado-nacién democrético liberal Para proseguir se requiere una nueva aclaracién, No se deberia su- poner que el concepto de Estado-nacién, o de Estado nacional, como al- ‘gunos prefieren, implica que la poblacién del Estado necesariamente «compare una fuerte identidad lingtifstica, religiosa y simbélica» (Tilly, 1990, pags. 2-3). Aunque ciertos Estados-nacién se aproximan a esta situacién de homogeneidad cultural, muchos no lo hacen (por ejemplo, Gran Bretafia, donde persisten importantes diferencias dentro de la eradicién nacional). Por lo canto, es importante sepacar los con- ceptos de «Estado-nacién» y «nacionalismor. Un autor aclar6 esta ccuestidn de forma sucinta: «Lo que hace de la “nacién” una paree inte- gral del Estado-nacién... no es la existencia de sentimientos naciona- listas sino la unificacién del aparato administrativo dentro de fronteras terricoriales claramente definidas» (Giddens, 1987, pag. 172). El con- cepto de «nacionalismo» —que denota la existencia de simbolos y creencias capaces de crear pautas de comunidad étnica, religiosa, lin- aliistica y politica— deberfa reservarse para destacar tipos particulates de configuracién de poblaciones y Estados (wéase Hont, 1994). Se ha sostenido que la diferencia entre el Estado moderno y el abso- lutista no es tan importante como se tiende a crcer (Mann, 1986, pags. 450-499). En primer lugar, porque los Estados absolutistas tenfan me- nos poder sobre la sociedad civil de lo que con frecuencia se sostiene. En El desarrollo del Estdo-nacién y la consolidacén de la democracia 73 segundo lugar, porque los Estados modeenos en pocas ocasiones estén «limitados» por su constituciones y fronteras y, por lo tanto, a menudo se han comportado como arrogantes Estados «absolutistas», especial- ‘mente en sus relaciones con las poblaciones y culturas extranjeras. Am- bas son observaciones de peso y en adelante se tendrén en cuenta, Sin embargo, ninguna de ellas impuggna las innovaciones conceptuales ¢ institucionales que introdujo el Estado moderno. Para entenderlas, es de ucilidad prestar atencién al conjunto de formas que adopta el Esta~ do moderno como tal. Estas son el Estado constitucional, el Estado li beral, el Estado democritico liberal y el sistema unipartidisea Formas del Estado moderno 1. El constitucionalismo, 0 Estado constitucional, se refiete a los limites implicitos y/o explicitos al proceso de elaboracién de decisiones po- litico o estatal, limites que pueden ser procedimentales 0 sustanti- vos; esto es, pueden detetminar de qué forma tomar decisiones ¢ impulsar cambios (procedimentalismo), 0 directamente bloquear ciertos tipos de cambio (sustantivismo) (véase Elster, 1988). El constitucionalismo define la forma y los limites adecuados de la ac- ign del Estado, y su conformacién alo largo del tiempo como con- junto de docerinas y pricticas contribuyé a inaugurar uno de los principios ceneeales del liberalismo europeo: que el alcance del Es- tado debe restringirse y su prictica acotarse con el objetivo de ase~ gurar a cada ciudadano el méximo grado de libertad posible. 2. El Estado liberal qued definidlo en gean medida pot el intento de crear una esfera privada independiente del Estado, y por la preocu- pacién de reformular al Estado mismo, esto es, por la liberacién de la sociedad civil —Ia vida personal, familiar, religiosa y econémi- ca— de toda ineerferencia politica innecesaria y, simultaneamente, la delimitacién de la autoridad estatal (Held, 1987, capitulos 2-3) El constitucionalismo, la propiedad privada y la econom(a de mer- ado competitiva, junto con un modelo de familia especificamente patriarcal (wéase Pateman, 1988), se consagraron como pilares del Estado liberal. Si bien el liberalismo celebr6 los derechos de los in- dividuos a «la vida, la libertad y la propiedad», fue generalmente el propietario varén quien ocupé el centro de tanta atencién; y las ‘nuevas libertades se atribuyeron, ante todo y principalmente, a los 74 Anilss la formacia y el desplazamiento del Esado moderno varones de las nuevas clases medias o la burguesfa. El mundo occi- dental fue primero liberal, y s6lo més tarde, después de grandes conflictos, democriico liberal; esto es, sélo con el tiempo se obtu- vo el sufragio universal que permiri6 a todos los adultos maduros expresar su opinién respecto de la actuacién de quienes los gober- naban (Macpherson, 1966, pag. 6). 3. La tercera variante del Estado moderno es la democracia liberal 0 re- ‘resentativa, El rasgo bésico de la democracia liberal es que las deci- siones que afectan a la comunidad no las toman sus miembros como tun todo, sino un subgrupo de «representantes» elegidos por el «pueblo» para que gobiemen dentro del marco del imperio de la ley. En la arena de la politica nacional, la democracia liberal se dis- tingue por la ineroduccién de un conjunto de reglas ¢ instituciones ‘necesarias para su funcionamiento; sin algunas de ellas, la democra- cia liberal no podria existir. Estas reglas ¢ instieuciones son: a) el control constitucional de la politica gubernamental de los funcio- natios electos; b) el establecimiento de mecanismos para designar y desticuir pacfficamente a los funcionarios, basados en elecciones fre- cuentes, limpias y libres; c) el derecho de todos los adultos a vorar en esas elecciones (se excluye legitimamente a los enfermos menta- les ya los criminales); y d) el derecho de presentarse para ocupar los ‘cargos piiblicos. Ademés, ¢) cada ciudadano debe tener el derecho de expresarse libremente, incluyendo la critica a la conducta del go- bierno y al sistema econémico en que esta inserto; f) deben existir fuentes accesibles de informacién, independientes del gobierno y del control de un tinico grupo 0 cuerpo; y, finalmente, g) se debe sgarantizar el derecho de formar ¢ ingresar en asociaciones indepen- dientes, sean politicas, sociales o culeurales, que patticipen en la vida piblica de forma legal y pacifica (Dahl, 1989, pags. 221 y 223), La cantidad de paises que adoptaron estas reglas ¢ institucio- nes creci6 considerablemente en el siglo veinte, consolidando la democracia liberal como Ia forma dominante de Estado moderno (véase Ware, 1992; Held, 19930). 4, Finalmente, existe una forma de Estado conocida como la comuni- dad politica de partido nico 0 unipartidista. Hasta hace poco, la 1. Decir esto no-implica, por supuesto, que no existan tipos distintos de demo- ‘racia liberal (véanse Lijphart, 1984; Ware, 1992, pigs. 137-140), El desarrollo del Estado-nacin y laconsolidacin dela democracia 75 Unién Soviética, las sociedades de Europa oriental y muchos pafses del Tercer Mundo estaban dominados por este sistema. El principio «que subyace en las sociedades unipartidistas es que s6lo un tinico partido puede ser la legitima expresin de la voluntad general de la comunidad. Los votantes tienen la oportunidad de respaldar la de- cisién del partido y, ocasionalmente, de elegir entre los diferentes candidatos del partido. Nos volveremos a detener en el sistema unipartidista mas adelante. Un interrogante fundamental que plantea es si puede entenderse como tuna forma legitima de Estado moderno, pues una sociedad unipartidista puede comprometer la idea de un sistema de poder imparcial y citcuns- crito, separado tanto de gobernantes como de gobernados.’ En conse- cuencia, los siguientes arguments se refieren a los elementos de las tres primeras formas de Estado moderno. En particular, consideran de qué manera el Estado modemno se desarrollé como Estado-nacién, cémo la de- ‘mocracia quedé sedimentada dentro del Estado-nacién bajo la forma de democracia representativa liberal, y cémo este tipo de democracia leg a predominar en el mundo politico. Aunque en estos procesos intervienen "muchos factores y procesos, las claves explicativas serén tres «macropau- tas»: la guerra y el militarismo, la emergencia del capitalismo y la lucha por la ciudadanfa. Todas estas macropautas incluyen procesos de cambio profundamente estructurados que ocuparon largos perfodos; no pueden combinarse en una narrativa histérica Gnica porque se desarrollaron si- guiendo diferentes escalas de tiempo histérico, y su interseccién contri- buy6 a impulsar la emergencia del Estado democritico liberal moderno, 3.1, GUERRA Y MILITARISMO Con anterioridad se ha sugerido que la nacuraleza y la forma del sis- tema de Estados moderno ctistaliz6 en la interseccién de condiciones y 2. Es posible rechazar esta objecién en teoria (un sistema unipercidisa puede ‘mantener una clara concepeién de los poderes del Estado, garantizae el imperio de la ley y defender de forma rigurosa una consticucn que limita el poder y determina los procedimientos que debe observar la administracin de justica), aunque generale ‘mente ha sido justificada por los Eseados comunistas(ofascista) en la prctica 76 Analisis: la frac y el desplazamiento del Estado moderno pprocesos «nacionales» ¢ «internacionales» (estos términos llevan comi- llas porque no recibieron su significado contemporineo hasta la era de las fronteras fijas, esto es, la era del Estado-nacién). De hecho, es en esta interseccién donde quedé determinado el «perfil» del Estado —su ta- mafio, configuraci6n externa, estructura organizativa, composicién ét- nica, infraestructura material y otros atributos (véase Hintze, 1975, ca- pitulos 4-6 y 11)—. En el ntcleo de estos procesos combinados se hallaba la aptitud de los Estados para asegurar y fortalecer sus bases de poder y, de ese modo, ordenar sus relaciones, internas y externas, Lo que estaba en juego era, en pocas palabras, la capacidad de los Estados para orga- nizar los medios de coercién (ejércitos, armadas y otras formas de fuer- 2a militar) y desplegatlos cuando fuera necesatio. La importancia de este elemento del poder estatal en la historia del Estado moderno se puede evaluar examinando el caso de Inglaterra Si partimos del estudio de las finanzas escatales a lo largo de varios siglos, queda claro que «las funciones del Estado eran predominante- ‘mente militares y fundamentalmente geopoliticas» y que «las econd- micas o domésticas aparecian en un segundo plano» (Mann, 1986, pag, 511; véanse también Mitchell y Dean, 1962; Mitchell y Jones, 1971). Del siglo doce al diecinueve aproximadamente, entre el 70 y el 90 por ciento de los recursos financieros del Estado inglés fueron dedicados a Ia adquisicién y el empleo de instrumentos de fuerza milicar, especial- mente durante las guerras internacionales. A lo largo de la mayor parce de este perfodo el Estado crecié lenta e intermitentemente (y cuando efectivamente crecié, lo hizo gracias a la guetta y los desarrollos asocia- los), y su tamaiio, medido por los recursos econémicos y su impacto en la vida cotidiana de la mayorfa de la poblacién, era pequefio. Peto en los siglos diecisiece y dieciocho las finanzas reales del Estado crecieron con rapidez, especialmente en respuesta alos crecientes gastos en medios de «poder coercitivon; en este caso, los costos de ejércitos y armadas per- ‘manentes, profesionales y en expansidn. Los gastos en funciones civiles ‘no militares se mantuvieron relativamente bajos. Los registeos anuales de los gastos del gobierno central briténico a partir de 1688 oftecen datos fiables. Estos balances confirman las hipétesis que, para explicar la evolucién de la finanzas en perfodos previos, se formularon en base a datos més rudimentarios: las cuentas del Estado estaban dominadas por las guerras externas. Como la gue- ra cambi6 y comenzé a requerir la participacién de fuerzas més pro- [Bl deserolo del Estado-naciny laconsolidacién de la democracia 77 fesionales y permanentes, el Estado crecié tanto en su tamaiio global como (probablemente) en términos de sus dimensiones en relacién con la «sociedad civil» (Mann, 1986, pags. 485-486; véase Black, J., 1991). Estas observaciones no representan un argumento a favor del «determinismo militar»; esto es, de una perspectiva que afirma que los cambios en la guerra y los recursos militares son la tinica fuente de cambios en el Estado y el sistema escatal. Sin embargo, indican que el desarrollo y el mantenimiento de la capacidad coercitiva fueron cen- trales en la evolucién del Estado: si pretendian sobrevivir, los Estados debian procurarse esta capacidad y asegueat su efectividad. Lo que es- tas condiciones implicaban se puede analizar mediante la figura 3.1 (el siguiente andlisis se concentra inicialmence en la columna izquierda de la figura. El proceso de conseruccién del Estado, y a formacién del sistema de Estados moderno, como Poggi ha seftalado, fue en gran medida el re- sultado «del esfuerzo activo de los gobernantes, cada uno por medio de su aparato de gobierno, por ampliar y asegurar su base de poder y aumentar su propia eficacia y discrecién en el manejo y la movilizacién de los recursos sociales» (1990, pig. 101). Los construccores del Estado quedaron atrapados en una competencia incierta y feroz, en la cual, si- guiendo a Tilly, «la mayoria de los contendientes perdia» (1975, ag. 15). Los casos exitosos de construccién del Estado, como Gran Bre. tafia, Francia y Espaia, fueron los «supervivientes» La competencia entre Estados no estaba guiada s6lo por las ambi- ciones de los gobernantes y las consideraciones internas o domésticas, sino también por la misma estructura del sistema internacional: los Es tados individuales, para garantizar su propia seguridad, debian pre- 5. La imporcancia de estas consideraciones se ve resaltada si se recuerda que se feren a funciones y actividades de un Estado constitucional. De hecho, entre el siglo dlieciocho y principios del diecinueve, que el Estado fuera «constitucionel 0 wabso- lista» no implicaba mayores diferencias en cuanto a la proporcién de sus gastos de- dicados al sector militar. Evidencia més precariaconiemaria una pauta similar de in _res0s y gascos en los casos de Francia, Prusia y Rusia, aunque cada pais tiene sus particularidades. Sin embargo, es comprobable que el crecimiento general del Esta- 4o en relacién con Ia sociedad civil (medio por los cocientes gastos del Estadoipro: lucto brutointeeno y personal estaal/tamafo de la poblacién) se decuvo una ver en- trad el siglo diecinueve (véase Mann, 199, capitulo 11). ce 78 Analisis: la formacién y el desplazamienta del Estado modemno pararse para la guerra, un proceso que bastaba para generar inseguri- dad en los demas Estados y los llevaba a responder con la misma mo- neda. En pocas palabras, los Estados se armaban y militarizaban en parte para aumentar su propia seguridad, y al hacerlo aumentaban la inseguridad de los otros Estados, que a su vez recurrian al armamen- tismo —de ese modo, todos los Estados se hallaban en condiciones de menor seguridad—. Este citculo vicioso de insegutidad mucua se conoce como «el dilema de seguridad» del Estado. Condujo a una si- tuaci6n en que cada Estado parecia adopcar, como un especialista afirmara, «una politica de seguridad nacional y una politica de desar- ‘me internacional, pero ningiin Estado implementaba «una politi- ca de seguridad internacional y una politica de desarme nacional» @berg, 1983, pag. 279). La «paz» se convircié en la continuacién de la guerra por otros medios (véase Kim, 1984, pig. 185) (véase la seccidn 5.3). La capacidad de financiat las operaciones bélicas dependfa del éxico de las actividades de extraccién; esto es, de la habilidad del Estado para extraer recursos —fueran hombres, armas, viveres o impuestos— que auspiciaran sus esfuerzos. A largo plazo, sin embargo, los siibditos se opusieron a sactificar sus recursos y vidas sin algiin tipo de recom- pensa 0 reconocimiento, y los conflictos y las rebeliones en contra de las exacciones econdmicas y politicas se convirtieron en un hecho co- sriente. En respuesta, los gobernantes emplazaron estruccuras estatales —administrativas, burocraticas y coercitivas— destinadas a coordinar y controlar las poblaciones bajo su dominio. Se pueden trazar conexio- nes ditectas entre el crecimiento de la necesidad de recursos para finan- iar la guerra, la expansién de los procesos de exteaccién y la concomi- tante formacién de los cargos ejecutivos y administrativos dentro del Estado para organizar y controlar estas transformaciones. El desarrollo de ciereas organizaciones bisicas del Estado moderno recibié su impul- so de la interseccién de la guerra y los intentos de financiacla (Tilly, 1975, pag. 42, y 1990, pig. 15; véase también Anderson, P., 1974b, pigs. 236 y sigs.) Con el tiempo, fue la creciente escalada de la guerra, y en particular su creciente dependencia del cambio y la especializacién eecnolégica, lo ‘que dio al Estado-naci6n su impronca distintiva y su superioridad sobre las oteas formas de Estado. Los Estados que pudieron movilizar y man- tener ejércitos y/o armadas permanentes se aseguracon una ventaja de- Bl desarrollo del Eseado-nacin y la consolidacion dela democracia. 79 cisiva en el terreno de 1a competencia militar. Estos Estados, particu- larmence aptos para disponer de los recursos de grandes poblaciones, con una economia comercial relativamente robusta y afectos a las in novaciones tecnol6gicas, se convirtieron en las fuerzas politicas domi- nantes y establecieron las reglas del juego politico de todo el planeta, Ellos determinaron las formas de la guerra, la naturaleza y los limites del intercambio diplomatico y, por tiltimo, el tipo de organizacién es- tatal que finalmente prevaleceria —el Bstado-nacién unificado y cen tralizado. No obstante, la creacién de nuevos cuerpos regulatorios no erradi~ 6 los conflictos: se multiplicaron las reacciones en contra de las nuevas formas de tributacién y los demas medios de extraccién, especialmente en Buropa y los Estados Unidos. La relacién entre la guerra y la cons- truccién del Estado estuvo mediada por mecanismos de representacién y consulta, esto és, la relacién esquematizada en la columna derecha de {a figura 3.1. De hecho, se ha argumentado que cuanto més dependfa el poder militar de un Estado de su capacidad para movilizar grandes can- ‘idades de soldados, especialmente soldados de infanteria poco arma- ddos, mejores fueron las perspectivas del gobierno representativo 0 po- pular (Dahl, 1989, pag. 245; Andreski, 1968). El soldado-siibdito con frecuencia Iuché hasta convertirse en soldado-ciudadano Janowitz, 1978, pigs. 178-179). En palabras de Dahl: ‘Cuando una persona se vea sf misma como un miembro de la nacién, un privilegio por el cual se le exigen varios sactificios, puede creer jus. tificado formular una reclemacién crucial, que incluye el derecho de participar de forma regular en el gobierno... , por lo menos, de vor. Los paises con ejércitos masivos... anunciaron la era de las revoluciones ddemocriticas. Bajo estas condiciones hist6ricas, en que la tecnologfa y la crganizacin militar fueron més fvorables que nunca para la democrati- zacién, Las institaciones de la poliarquia lla democracia liberal segtin la definicién de la pig. 51] se impusieron en un pals eas otro A medida que aumentaban los costos y las exigencias de la guerra, ‘mayor era la necesidad de los gobernantes de negociar con sus sibditos y conquistar su apoyo. Pues el aumento de tales exigencias profundizé la dependencia de los gobernantes de las formas cooperativas de rela- ciones sociales (Giddens, 1985, pags. 14-15 y 198 y sigs.). Como re- 80 Aniliss: la formaciga y el desplazamniento del Esado moderna use Ficura 3.1. Guerra y Estado moderno. Los gobernantesprocuran asegurary foralecer sus bases de poser en un concexto de desafios potencales y amenazas reales de sus Impuilso paca organizar y teas require la cooperacidn centralza ls medios de guerra, aescseen ne La implementacién de ls medidas Ae actres no estates y ‘Extaccin de recursos dela sociedad para fnanciar el-emplea de la fuerza hombres, armas, viveres, linero yoeeasprovisiones Presiones a favor dela ptticipacion en el gobierno Nose pagan impucsos Sin represeneacion» + ———_ Sincere es sbditosclases mis 7 aca de fos Proteccin y tereicoris del gui Estado (remocin de rivals ingern) LN | Represenccicn 5 crecimiento de as representativas Esado moderna y Sistema de Estados: Escados soberanos independientes | en comperenciayacentuando. [ero ma El desarrollo del Estado-nacin y la consolidacion de la democracia 81 sultado de ello, crecié la reciprocidad entre gobernantes y gobernados, ¥ cuanto mayor era la reciprocidad, mejores eran las oportunidades de los sectores subordinados para ejercer influencia sobre sus gobernantes. Mis ain, a medida que era involucrada en los preparativos para la gue~ ra y en las batallas, la gente comenzaba a tomar conciencia de su per- ‘tenencia a una comunidad politica y de los derechos y las obligaciones ‘que esa pertenencia puede implicar. $i bien la naturaleza de esta iden- tidad emergente fue vaga en sus comienzos, fue ganando en precisién y solidez a lo largo del tiempo. Las condiciones para el desarrollo de la ciudadanfa variaron a través de los paises y las regiones (véase Ther- born, 1977; Turner, 1986; Mann, 1987), Pero la expansién de la ciuda- dania estuvo sin lugar a dudas enlazada a los requerimientos militares y administrativos del Estado moderno y la consecuente «politizacién» de las relaciones sociales y las actividades cotidianas. Se ha sostenido que la democratizacién del Estado-nacién moderno fue principalmente una conquista marcial» (Thetborn, 197); esta apreciacidn, exacta 0 no, ilustra de forma Geil el impulso que a las instituciones de la demo- cracia representativa imprimieron las condiciones de moviligacién ma- siva y las demandas politicas del Estado modetno. Con todo, seria en- gafioso sugerir que la guerra cre6 una pauta tinica de causacién dentro del proceso de construccién de las instituciones democriticas, y mien- ‘ras ciertas democracias fueron estimuladas por las movilizaciones ma- sivas (Gran Bretafia, Canada y los Paises Bajos), otras son producto de {a derrota milirar 0 la imposicién (Austria, Alemania, Italia y Japén), No hay espacio aqué para detenerse en el fenémeno del nacionalis- ‘mo, pero és importante sefalar que el nacionalismo fue una fuerza cru- ial en el desarrollo del Estado-nacién democritico (véase la seccién 6.1). Las condiciones que rodearon la emergencia del nacionalismo fue~ ron rambién las que generaton el Estado moderno. El nacionalismo es- tuvo estrechamente ligado a la unificacién administrativa del Estado. Pues el proceso mediante el cual se formaron las identidades nacionales fue a menudo el resuleado tanto de las luchas por la ciudadania en las ‘nuevas comunidades politicas como de las emprendidas por las élites y los gobiernos para crear una nueva identidad que legitimara las acci nes del Estado. Bn otras palabras, la construccién de la identidad na- ional formé parte del proyecto de aglomerar ala gente dentro del mar- co de un territorio delimicado con el propésito de afirmar o aumentar el poder del Estado, Los requerimientos de la accién politica hicieron re 82 Anilss la formaciga y el desplzamiento del Esado moderna del despliegue de la identidad nacional un medio para asegurar la coor- dinacién de las medidas politicas, la movilizacién y la legitimidad (vé se Breuilly, 1982, pags. 365 y sigs.). Sin embargo, incluso en aquellos lugares donde la creacién de la identidad nacional fue un proyecto politico explicitamente impulsado pot las élites, casi nunca fue invencién exclusiva de ellas. Que las élites nacionalistas buscaron activamente generar el sentido de nacionalidad y cultivar el compromiso con la nacién —una «comunidad nacional de destino»— es un hecho bien documentado, Pero «de ello no se sigue», como agudamente observara un especialista, que dichas élites «in- ventaran la nacionalidad donde nada existia» (Smith, A. D., 1990, pags. 180-181; véanse Gellner, 1964, capitulo 7, y 1983). Para quienes procuraban concretar una identidad nacional, la «nacién futura» no era cualquier entidad social o cultural mas o menos extensa; més bien, era «una comunidad de historia y culeura», que ocupaba un territorio par- ticular, y que en general portaba una tradicién distintiva de derechos y deberes compartidos por sus miembros. Asi, muchas naciones «fueron, cedificadas sobre la base de «focos étnicos» cuyos mios y memorias, va- lores y simbolos, dieron forma a la cultura y el contorno de la nacién que las élites modernas proyectaban fraguar» (Smith, A. D., 1990, pag. 180; véase también Smith, A. D., 1986). La identidad que los na- , como Hobsbawm argumentara, «la economia mundial del capitalismo del siglo die

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