Introducción
(Cambridge: University Press, 2015), 709–757; CONTRENI, J., «Learning in the Early
Middle Ages» , Carolingian Learning, Masters and Manuscripts (Aldershot: Variorum,
1992), 1-21; CONTRENI, J., «The pursuit of Knowledge in Carolingian Europe», en
SULLIVAN, R. (ed.), The gentle voices of teachers: aspects of learning in the
Carolingian age, (Columbus: Ohio State University Press, 1996), 106-141; ULLMANN,
W., The Carolingian Renaissance and the Idea of Kingship, (London: Routledge, 1969),
1.
5
SKINNER, Q., Visions of politics, volume I: Regarding Method (Cambridge: Cambridge
University Press, 2002) 27 y ss.
6
BOURDIEU, P., Raisons pratiques. Sur la théorie de l’action (Paris: Seuil, 1997).
7
ALTHOFF, G., Spielregeln der Politik im Mittealter-Kommunikation in Frieden und
Fehde (Darmstadt: Primus Verlag, 1997).
las manifestaciones y comportamientos “demostrativos y ritualizados”
(demostrative und ritualisierte Verhaltensweise), a menudo traspasados
del sentido del espectáculo, una manera muy peculiar de comunicar
ideas, relaciones de fuerza o vínculos jerárquicos. La sociedad medieval
estaba estructurada por códigos de comportamiento fundados en las
costumbres, las cuales eran consideradas leyes no escritas. Por tales
razones, es muy interesante el concepto de “liturgia” por su conexión
con los ritos y la información que comunicaban.
12
SÁNCHEZ, A., «Fides-Scientia-Sapientia. Sobre los grados de la sabiduría en Rabano
Mauro». Social and Education History v.1 n3 (2012), 201.
13
La línea de la transmisión del saber como parte de la formación de la identidad
occidental, en directa relación con los autores clásicos –proceso definitorio del
llamado “renacimiento carolingio”- ha sido trabajada por TEEWEN, MARIKEN, «Writing
between the lines: relfections of scholarly debate in a Carolingian commentary
tradition», en TEEWEN/O’SULLIVAN (eds.), Carolingian Scholarship and Martianus
Capella Ninth-Century Commentary Traditions on 'De nuptiis' in Context (Turnhout:
Brepols Publishers, 2011), 11-34; «Carolingian Scholarship on Classical Authors:
Practices of Reading and Writing», en KWAKKEL, E. (ed.), Manuscripts of the Latin
Classics 800-1200 (Leiden, 2015), 23-52.
14
ULLMANN, W., The growth of Papal government in the Middle Ages: a study in the
ideological relation of clerical to lay power (London: Methuen and Co., 1970), 119 y
ss.
15
Varios planteamientos del presente artículo, en lo que respecta a este autor y
tratado, se apoyan en diversos artículos de la profesora Ana Sánchez quien incluso
compartió con nosotros parte de una obra inédita que aparecerá en la prestigiosa
Biblioteca de Autores Españoles prontamente, y que traduce y edita críticamente el
De institutione clericorum de RABANO MAURO.
16
De las diversas ediciones del tratado, destaca la de ZIMPEL, DETVEL, Studien und
Edition, (Freiburg, 1997); la de KNOEPFLER, ALOIS (ed.), Hrabanus Maurus, De
en la posteridad como “primus praeceptor Germaniae” (o el primer
educador de Alemania), escribió su obra cuando era sólo scolaster
(maestro) del monasterio benedictino de Fulda. Grosso modo, se trata
de un manual para la educación de clérigos jóvenes que se estaban
preparando para acceder a las órdenes mayores del diaconado y del
presbiterado.
19
PL., 107, cols. 394-94; DE BONI, L. (Org.), A Ciência e a organização dos saberes na
Idade Média (Porto Alegre: Edipucrs, 2000), 64.
III es un análisis programático de lo que podría ser la educación
superior y está claramente dirigido a candidatos a presbítero en altos
cargos y futuros obispos; el siguiente capítulo se ocupa de la estructura
jerárquica de la Iglesia, comenzando con la división ya tradicional de la
Iglesia en tres órdenes (clérigos, monjes y laicos) .
20
20
SÁNCHEZ, A., «Auctoritati innitens maiorum…».
sabiduría en cambio se entiende como un estadio superior de
iluminación, donde opera la valoración de las cosas y la voluntad
vehiculada por el ascenso y el deseo de una unión perfecta con Dios.
Fruto de esta “progresión sublime” de los estadios del saber, es la idea
de la virtud como simiente de la cultura universal.
Como vemos el conocimiento aparece en tercer lugar, supeditado
al temor de Dios y a la piedad:
Ante todo, le es preciso al que desee alcanzar la cumbre de la
sabiduría dedicarse, con temor de Dios, a conocer su voluntad:
qué nos manda emprender y evitar. Pues este temor es necesario
para que nos inspire a meditar sobre nuestra mortalidad y
nuestra futura muerte, y como con las carnes clavadas sujete al
leño de la cruz todos los sentimientos de soberbia. Luego es
preciso amansarse en la piedad y no contradecir la divina
Escritura, tanto si la comprendemos y si condena alguno de
nuestros vicios, como si no la comprendemos, como si nosotros
pudiésemos saber y disponer mejor; antes, por el contrario,
debemos pensar y creer que es mejor y más veraz lo que está ahí
escrito, aunque esté oculto, que lo que nosotros pudiéramos
saber por nosotros mismos21.
21
RABANUS MAURUS, De institutione clericorum, ZIMPEL, DETVEL, (Ed.), Libro 3, cap. IV.
Studien und Edition (Freiburg, Peter Lang, 1997), en SÁNCHEZ-PRIETO, A., «Fides-
Scientia-Sapientia. Sobre los Siete Grados de la Sabiduría en Rabano Mauro». Social
and Education History ,1-3 (2012), 202.
22
CURTIUS, E. R., Europaische Literatur und Lateinisches Mittelalter (Berna, 1948, t.
2), 654, n.º 49, en: RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, A., Los reyes sabios…, 750.
ejercicio algún apóstrofe propio23. Esta forma de composición literaria –
originaria al parecer del ámbito anglosajón–, fue aprendida por Rabano
de su maestro Alcuino de York. Durante toda su carrera mantuvo este
método. Al iniciar el De institutione clericorum, se permite dedicar una
epístola al arzobispo Histolfo de Maguncia donde se extiende sobre el
sentido de esta suerte de “poética”. En efecto, desarrolla aquí el sentido
de su trabajo intelectual, valorando tanto la omnipotencia de la Gracia
divina como el rol de los antepasados, a los que cataloga de
“autoridades mayores”. Destacando a autores como Cipriano, Hilario,
Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Gregorio, Juan, Dámaso, Casiodoro, e
Isidoro24.
23
RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, A., Los reyes sabios…, 750 y 751.
24
Confido tamen omnipotentis dei gratiae, quod fidem et sensum catholicum in
omnibus tenerem; nec per me quasi ex me ea protuli, sed auctoritati innitens maiorum
per omnia illorum vestigia sum secutus: Cyprianum dico atque Hilarium, Ambrosium,
Hieronimum, Augustinum, Gregorium, Iohannem, Damasum, Cassiodorum atque
Isidorum et caeteros nonnulos, quorum dicta alicubi in ipso opere, ita ut ab eis scripta
sunt pro convenientia posui, alicubi quoque eorum sensum meis verbis propter
brevitatem operis strictim enuntiavi; interdum vero, ubi necesse fuit, secundum
exemplar eorum quaedam sensu meo protuli. In omnibus tamen, ni fallor, catholicam
imitatus sum veritatem, a qua, si dominus adiuvaverit, non patior ullo modo divelli,
quam et te prae omnibus habere atque amare confido.
25
DE JONG, M., «The Empire as Ecclesia: Hrabanus Maurus and biblical historia for
rulers», HEN, Y., E INNES, M., (Eds.), The Uses of the Past in the Early Middle Ages
(Cambridge: Univ. Press, Cambridge, 2000), 194.
Después de estos grados del temor y la piedad se llega al tercer
grado del conocimiento, del cual he decidido tratar ahora. Pues
en él se ejercita todo estudioso de las divinas Escrituras, que no
ha de encontrar en ellas nada más que se ha de amar a Dios por
Dios mismo y al prójimo y al prójimo por Dios; y a Él con ‘todo el
corazón y con toda el alma y con toda la mente’ (Mc 1 2:30), ‘y al
prójimo como a uno mismo’ (Mc 1 2:30), de modo que todo el
amor al prójimo y a nosotros se refiera a Dios. Pues cualquiera
que parezca que ha entendido las Sagradas Escrituras o alguna
parte de aquellas de modo que con esa comprensión no
construya esta doble caridad a Dios y al prójimo, todavía no ha
comprendido nada del modo en que debía saberlo. Y así hay tres
cosas con las que toda sabiduría y profecía combate: fe,
esperanza y amor. Ahora bien, la esperanza sigue a la fe, y la
felicidad a la esperanza, pero el amor se incrementará más,
incluso faltando estas. Pues cuatro objetos han de ser amados:
primero lo que está sobre nosotros, esto es, Dios; segundo lo que
nosotros somos, esto es, el alma creada a imagen de Dios;
tercero, lo que está junto a nosotros, esto es, los otros hombres;
cuarto lo que está bajo nosotros, esto es, el cuerpo; pero sobre lo
segundo y lo cuarto no hace falta disponer nada, pues incluso si
el hombre se aparta del Amor, permanecerá en él todavía el
gusto por sí mismo y por su cuerpo26.
Queda por tanto que asumamos los preceptos sobre lo que está
por encima de nosotros y lo que está junto a nosotros. Dice así:
‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón’ (Dt 6:5; Mc 1 2:30;
Mt 22:37; Lc 1 0:27), etcétera. En efecto, todo hombre, en cuanto
que es hombre, debe ser amado por causa de Dios, pero Dios por
sí mismo. Pero todo el mundo debe amar más a Dios que a sí
26
SÁNCHEZ-PRIETO, A., «Fides-Scientia-Sapientia…», 203.
mismo. Del mismo modo se ha de amar más a otro hombre que a
nuestro cuerpo, porque todas estas cosas han de ser amadas por
causa de Dios; también otra persona puede disfrutar con
nosotros lo que no puede el cuerpo, porque el cuerpo vive por el
alma, que goza en Dios. Y ha de amarse a todos los hombres por
igual, pero como no podemos servir a todos, hay que mirar sobre
todo por aquellos que nos son más próximos por razón del lugar
o del tiempo o de cualesquier otras causas, como si por cierta
suerte estuvieran ligados a nosotros. Sin embargo, debemos
desear que con nosotros todos los hombres amen a Dios y todo lo
que les ayudamos o ellos nos ayudan debe estar referido a ese
único fin. Pues por derecho el amor es la prolongación del
conocimiento, porque la utilidad del conocimiento consiste
solamente en el amor. ‘El conocimiento’, dice el Apóstol,
‘envanece, pero el amor edifica’ (1Co 8:1). Y si es de apetecer lo
que envanece, mucho más lo que edifica, para que al conocer la
voluntad de Dios amemos obedecer a Dios para llegar a Dios.
Pues este conocimiento de la buena esperanza no hace al hombre
jactarse, sino lamentarse, y con este sentimiento alcanza con
oraciones diligentes el consuelo del divino auxiliador para no
hundirse en la desesperación, y entonces comienza a estar en el
cuarto grado, a saber, el de la fortaleza, y busca y apetece la
justicia. Con este sentimiento se aparta de todo mortífero deleite
de cosas fugaces, y alejándose de ahí se vuelve al amor
inmutable de lo eterno, a saber, a la unidad y a la misma
Trinidad, y allí la contemplará como puede, resplandeciente en la
distancia, pero se percatará de que por la debilidad de su vista él
no puede soportar semejante luz. En el quinto grado, esto es, en
el consejo de la misericordia, purga su alma en cierta medida
alborotadora y molesta de las impurezas concebidas por el deseo
de las cosas terrenas. Aquí verdaderamente se ejercita
ardientemente en el amor al prójimo y en él se perfecciona. Y
repleto de esperanza y pletórico de fuerza al alcanzar hasta el
amor a los enemigos, asciende al sexto grado, donde ya purifica
sus propios ojos, del modo en que ven a Dios aquellos que
mueren para este mundo. Pues lo ven en tanto en cuanto mueren
a este mundo, y en cuanto viven para él no lo ven. Y por esto,
como quiera que esta visión de luz ya empieza a parecerle más
cierta y no solo más llevadera, sino también más gozosa, sin
embargo, todavía puede decirse que la ve envuelta en el misterio
y como a través de un espejo, porque mientras peregrinamos por
esta vida se avanza más por a fe que por la visión, como quiera
que tengamos ya presencia en los cielos. En este grado purifica
los ojos del corazón para no anteponer nada a la verdad, ni
siquiera ayudar al prójimo, pues ya no se ama a sí mismo, porque
tampoco ama a aquél que ama como a sí mismo. Este santo será
de un corazón tan sencillo y puro que no se desviará de la Verdad
ni por deseo de complacer a los hombres ni por consideración de
evitar cualesquiera de las muchas incomodidades que surgen en
esta vida. Semejante hijo asciende hasta la sabiduría, que es el
séptimo grado, en el cual goza sosegado y tranquilo. ‘El inicio de
la sabiduría es el temor de Dios’ (Sal 1 1 0:1 0). Desde Él y hasta
ella se trabaja y alcanza por estos grados.
27
La palabra latina enchiridiun, derivada del griego enkheiridion, se ha traducido
como “manual” o “tratado”.
28
Sapientia aedificavit sibi domum, excidit columnas septem. Quae sententia licet ad
divinam pertineat sapientiam... tamen sapientia liberalium litterarum septem
columnis confirmatur; nec aliter ad perfectam quemlibet deducit scientiam, nisi his
septem columnis veletiam gradibus exaltetur, PL, 101, col. 853.
intelectual. Lo anterior queda muy claro en el De Universo de nuestro
autor:
Así pues, con propiedad se llama al Espíritu Santo Amor, o bien
porque naturalmente se une a aquellos de quienes procede y con
ellos muestra ser uno, o bien porque obra en nosotros de modo
que permanezcamos en Dios, y Él en nosotros. De donde también
[se sigue] que ningún don de Dios es mayor que el amor, y que
ningún don de Dios es mayor que el Espíritu Santo. Él también es
la gracia, porque no nos ha sido dada por nuestros propios
méritos, sino libremente por la voluntad divina, y de ahí que lo
llamemos [también] gracia. Y como también llamamos
propiamente al Verbo único de Dios con el nombre de Sabiduría,
como quiera que el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo sean
universalmente sabiduría, así el Espíritu Santo es designado
propiamente con el término Amor, aunque también el Padre y el
Hijo son universalmente amor29.
29
De universo, PL 111, col. 25.
30
Ep. 222. MGH, Epp. 4 (Epistolae Karolini aevi II), 365-366.
autoridad de los mayores como si fuesen sus padres. Porque si
Cristo, Dios y hombre y señor de todos no despreció someterse a
los hombres, cuánto más también vosotros, niños y adolescentes,
debéis someteros a vuestros maestros, para que,
concediéndooslo Dios, gracias a sus buenas enseñanzas, podáis
madurar y crecer en la Iglesia de Cristo, y alcanzar junto con
ellos la vida eterna31.
Conclusión
31
ALCUINO, Ep. 51. MGH, Epp. 4 (Epistolae Karolini aevi II), 95.
la teoría episcopal del poder. Una trama jerárquica del poder, donde
cada miembro ejecutaba su oficio en sintonía con el discurso clerical.
La identidad de la cultura política del período se construía en gran
parte por medio de la educación de los principios morales y el rol del
episcopado en la teorización del poder. Ambos planos definieron una
relación entre estos textos y su contexto o el marco de las “prácticas
políticas”.