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En la Constitución Política y en la legislación civil, se pueden distinguir dos tipos de bienes sujetos a
regímenes jurídicos diferentes: los colectivos o públicos y los individuales o particulares. Los bienes de
dominio privado, protegidos por el artículo 58 de la Carta Política y regulados por las leyes civiles, son
aquellos que caen bajo el exclusivo dominio de sus propietarios, entendiendo por dominio el derecho real
sobre una cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, sin ir en contra de la ley ni de un
derecho ajeno. (art. 669 Código Civil). Los bienes de dominio público por su parte, de los cuales toda la
comunidad debe servirse según sus necesidades, constituyen el conjunto de bienes destinados al
desarrollo o cumplimiento de las funciones públicas del Estado o aquellos que están afectados al uso
común, tal como se dispone en los artículos 63, 82, 102 de la Constitución. De acuerdo con el artículo 674
del Código Civil, los bienes de dominio público se subclasifican a su vez en bienes fiscales y en bienes de
uso público. Los bienes fiscales o estatales, son aquellos que pertenecen a sujetos de derecho público y
que, por lo general, están destinados al cumplimiento de las funciones públicas, es decir, los utilizan para
el giro de sus actividades. Los bienes de uso público propiamente dichos, sometidos a un régimen jurídico
especial, son aquellos bienes destinados al uso, goce y disfrute de la colectividad y, por lo tanto, están al
servicio de ésta en forma permanente, con las limitaciones que establece el ordenamiento jurídico y la
autoridad competente que regula su utilización, como calles, plazas, parques, puentes, caminos, etc.; por
lo anterior, es claro que el Estado cumple simplemente una función de protección, administración,
mantenimiento y apoyo financiero a esta clase de bienes. Así mismo, los bienes de uso público figuran en
la Constitución como aquellos bienes que reciben un tratamiento especial, ya que son considerados como
inalienables, inembargables e imprescriptibles. Nota de Relatoría: Ver Exps. 16596 del 16 de febrero de
2001 y 18503 del 22 de febrero de 2001
Los bienes de uso público son inalienables, es decir, no se pueden negociar por hallarse fuera del
comercio en consideración a la utilidad que prestan en benefició común, por lo que, no puede celebrarse
sobre ellos acto jurídico alguno. Esta característica tiene dos consecuencias principales: la de ser
inajenables e imprescriptibles. La inajenabilidad significa que no se puede transferir el dominio de los
bienes públicos a persona alguna; y la imprescriptibilidad, es entendida como el fenómeno en virtud del
cual no se puede adquirir el dominio de los bienes de uso público por el transcurrir del tiempo, en el
sentido que debe primar el interés colectivo y social, así, su finalidad es la conservación del dominio
público en su integridad, toda vez que es contrario a la lógica, que bienes destinados al uso público de los
habitantes puedan ser asiento de derechos privados. De esta forma, el Código de Procedimiento Civil en
el artículo 407, numeral 4º, modificado por el artículo 1º, numeral 210 del decreto -ley 2282 de 1989,
sustrae la posibilidad de adquirir por prescripción los bienes de propiedad de las entidades públicas. De
otro lado, la misma Constitución Política define categóricamente el titular del derecho de dominio de los
bienes públicos, dejando atrás la clásica discusión sobre la titularidad de los mismos, en la que unos
afirmaban que el propietario de los bienes de uso público era el pueblo y otros el Estado.
El concepto de espacio público tiene un carácter amplio, no se limita exclusivamente al ámbito del suelo
físicamente considerado, sino que, también se refiere al espacio aéreo y a la superficie del mar territorial.
Además, por ser el Estado el representante legítimo del pueblo, tiene a su cargo la obligación
constitucional y legal de brindar efectiva protección a los bienes de uso público, los que hacen parte del
espacio público, así como lo dispone el artículo 82 de la Carta Política. Es decir, señala como prioritaria la
recuperación del espacio público por parte de las autoridades administrativas; en concordancia con ello el
decreto ley 1355 de 1970 establece los procedimientos administrativos especiales y compulsivos
destinados a la recuperación de los bienes de uso público. En este mismo sentido, el decreto 1504 de
1998, por el cual se reglamenta el manejo de espacio público en los planes de ordenamiento territorial,
establece el deber que tiene el Estado de protección de la integridad del espacio público y su destinación
al uso común, el cual debe prevalecer sobre el interés particular. De tal manera, los alcaldes y en general
las autoridades administrativas, están investidos de facultades suficientes para lograr la restitución de los
bienes de uso público. Por lo anterior, debe aclararse, que la recuperación del espacio público, debe tener
un campo de acción mayor al que se refiere el artículo 674 del Código Civil, ya que de conformidad con el
artículo 6º de la Ley 9ª de 1989, el destino de los bienes de uso público de las áreas urbanas y
suburbanas puede ser variado únicamente por los Concejos Municipales, Juntas Metropolitanas, por el
Concejo Intendencial o por iniciativa del Alcalde o el Intendente de San Andres y Providencia, siempre y
cuando sean canjeados por otros de características equivalentes.
El arrendamiento es un contrato en virtud del cual una de las partes se obliga a proporcionarle a otra el
uso y goce de una cosa, o ejecutar una obra o prestar un servicio durante cierto tiempo, y ésta a pagar,
como contraprestación, un precio determinado (artículo 1973 Código Civil). Ahora bien, el artículo 1501
del Código Civil enuncia los elementos del contrato, dentro de los cuales se hallan los elementos
esenciales, naturales y accidentales. Los elementos esenciales son aquellos sin lo cuales el contrato no
produciría efecto alguno, o degeneraría en otro diferente; los naturales son los que no siendo esenciales,
se entiende pertenecerle sin necesidad de una cláusula especial; y los accidentales son aquellos que ni
esencial ni naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales. De esta
forma, son de la esencia del contrato de arrendamiento, de un lado la cosa y de otro lado el precio,
elementos que se encuentran en el caso sub judice debidamente estructurados. De otro lado, como lo ha
reiterado la jurisprudencia el contrato de arrendamiento supone actos de administración más no de
disposición, toda vez que el arrendamiento no transfiere el dominio del bien, sino simplemente el derecho
de uso y goce de la cosa arrendada, el cual se encuentra protegido frente a cualquier clase de
perturbación o molestia, por lo que no es posible arrendar un bien de uso público, ya que iría en contravía
de su propia naturaleza y finalidad. De esta forma, los bienes de uso público están destinados al uso,
goce, disfrute visual y libreta transito por parte de todos los ciudadanos, por lo que, atendido a tales
finalidades, no es jurídicamente viable que dichos bienes sean entregados en arrendamiento, dado que es
de la esencia de dicho contrato el uso y goce exclusivo, sin ningún tipo de perturbación o molestia. En
tales condiciones, al celebrase sobre los bienes de uso público el mencionado negocio jurídico, el acuerdo
contractual estaría viciado de nulidad absoluta por objeto ilícito, según lo prescriben los artículos 1519 y
1521 del Código Civil. No obstante, debe precisarse, además, que en el marco del ordenamiento jurídico,
con el fin de preservar y asegurar la correcta y debida utilización de este tipo de bienes, las autoridades
estatales bien pueden reglamentar el uso de tales bienes, para evitar una utilización abusiva, caprichosa o
arbitraria, en orden de lograr, al propio tiempo, una mejor realización del interés general, para cuyo
propósito, aquellas podrán establecer determinados requisitos y fijar algunas restricciones, como por
ejemplo de horarios, periodos, actividades posibles de realizar, etc. Nota de Relatoría: Ver Exp. 16596
del 16 de febrero de 2001
ESPACIO PUBLICO - Ferias artesanales / FERIA ARTESANAL - Destinación de bien de uso público
Entre los elementos constitutivos del espacio público se encuentran las plazas y los parques, los cuales
deben ser siempre utilizados en forma apropiada y cumpliendo la finalidad por las cuales fueron creados o
están destinados, por lo que, no deben ser utilizados para la obtención de finalidades distintas a las
públicas y, mucho menos, para finalidades que limiten el uso, goce, aprovechamiento y disfrute de los
ciudadanos. En este contexto, en el caso concreto, la Sala estima que las ferias artesanales, como la que
se realizó en la ciudad de Ipiales, son perfectamente afines o compatibles con la destinación de los bienes
de uso público, ya que el fin último de ellas son el esparcimiento, recreación, goce y disfrute por parte de
todos los ciudadanos de espacio abiertos a la comunidad, todo en aras de promover la cultura y el
desarrollo social de una comunidad. En el presente asunto, de acuerdo con el acervo probatorio, se
encuentra demostrado que el 4 de septiembre de 2002, el municipio de Ipiales y la Sociedad Nariñense
de Cultura y Ferias suscribieron un contrato de arrendamiento cuyo objeto era la plaza “La Pola”, contrato
que tenia como duración el término de un (1) mes contado a partir del 28 de noviembre al 28 de diciembre
de 2002. Ahora bien, para poder predicar vulneración del derecho colectivo, es necesario que la
ocupación de los bienes de uso público, en este caso el parque “San Felipe Neri” o plaza “La Pola”, sea
de carácter permanente o temporalmente sistemático, elemento que no se configuró, ya que de acuerdo
con los medios de prueba el término de duración fue tan solo de un mes.
CONSEJO DE ESTADO
SECCIÓN TERCERA
Conoce la Sala del recurso de apelación interpuesto por la parte demandada, municipio
de Ipiales, contra la sentencia de 19 de agosto de 2003 proferida por el Tribunal Administrativo de Nariño,
en la que se accedió a las pretensiones de la demanda, en los siguientes términos:
I. ANTECEDENTES
1. La demanda
Mediante escrito presentado el 6 de diciembre de 2002 en la Secretaría General del
Tribunal Administrativo de Nariño (fls. 2 a 4), el señor Jorge Luis Piedrahita instauró acción popular contra
el municipio de Ipiales (Nariño) en procura de la protección del derecho colectivo al goce del espacio
público y utilización y defensa de los bienes de uso público, encaminada a obtener el desalojo de todos
los vendedores y artesanos que están invadiendo el espacio público del parque “San Felipe Neri” o plaza
“La Pola”, ubicada en esa ciudad.
2. Los hechos
En síntesis, el actor narró los siguientes:
3. Medida cautelar
De acuerdo con el artículo 17, inciso 3º de la ley 472 de 1998, el actor solicitó como
medida cautelar la suspensión de los hechos generadores de amenaza al derecho colectivo relacionado
con el goce del espacio público, por lo que, pidió el desalojó inmediato de todos los vendedores,
artesanos, magos, brujos, etc., del parque “San Felipe Neri” o plaza “La Pola” de la ciudad de Ipiales,
solicitud que fue denegada en auto de 13 de diciembre de 2002.
Manifestó que la parte actora desconoce los pormenores de la forma en que se dio la
autorización para que en la plaza “La Pola” se desarrollara por el período de un (1) mes, del 28 de
noviembre al 28 de diciembre de 2002, una feria artesanal, destinada a la recreación y sano
esparcimiento de la comunidad de Ipiales, siendo este uso temporal compatible con la condición del
espacio público.
Agregó además, que la citada plaza no fue ocupada en su totalidad, sino que, por el
contrario, su ocupación fue tan solo de una cuarta parte, permitiendo el libre tránsito de las personas.
También aseveró, que no es cierto que sea el señor alcalde municipal de Ipiales quien
concede o niega los permisos relacionados con el espacio público, toda vez que el citado decreto 149 del
30 de junio de 2001, establece que es la secretaría de planeación la encargada de administrar y velar por
el buen manejo de los espacios públicos y bienes inmuebles municipales; por esta razón, en ejercicio de
sus funciones, el secretario de planeación firmó un contrato con la Sociedad Nariñense de Cultura y
Ferias, para otorgar en forma temporal el arrendamiento de la plaza “La Pola” de la ciudad de Ipiales.
5. Intervención de la comunidad
La comunidad de Ipiales no acudió al proceso.
6. Audiencia especial
Mediante auto del 9 de abril de 2003 (fl. 76), el a quo citó a las partes a la audiencia
especial prevista en el artículo 27 de la ley 472 de 1998, la que se celebró el 12 de mayo de 2003,
diligencia que se declaró fallida por no llegar aquellas a fórmulas conciliatorias.
7. La providencia apelada
Mediante providencia de 19 de agosto de 2003 (fls. 107 a 114), el Tribunal
Administrativo de Nariño accedió a las pretensiones de la demanda y negó el incentivo a favor de la parte
actora, apoyándose en los siguientes argumentos:
“…………………………………………………………………………....
“Por otra parte (sic) al tenor de lo dispuesto en la ley 9ª de 1989, sobre reforma
urbana, debe entenderse por espacio público “el conjunto de inmuebles públicos y
los elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por
su naturaleza y por su afectación, a la satisfacción de las necesidades urbanas y
colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses individuales de los
habitantes”. Es decir, lo que caracteriza a los bienes que integran el espacio público,
como la plaza de La Pola de la ciudad de Ipiales, es su afectación al interés general
y su destinación al uso directo o indirecto a favor de la colectividad; siendo al Alcalde
Municipal de cada distrito de conformidad con lo estatuido en el artículo 315 de la
Carta, como primera autoridad policiva, a quien compete como obligación legal, a la
que no puede sustraerse, cumplir y hacer cumplir las normas constitucionales y
legales y las que expida el Consejo municipal (sic) relacionadas con el uso y disfrute
de los ciudadanos sobre bienes que se consideran como espacio público.
“Estima la sala que en el informativo se prueba en forma suficiente los hechos que
configuran la violación y la amenaza de violación al derecho colectivo cuya
protección constitucional se reclama, siendo procedente despachar en forma
favorable las pretensiones que se deducen de la demanda…”
Afirmó que la decisión tomada por el Tribunal de Nariño es lesiva para los intereses del
municipio, por cuanto debió declarar improcedente la acción impetrada por sustracción de materia, en
razón, a que la presunta violación del derecho colectivo al espacio público era inexistente al momento de
proferirse el fallo.
Agregó además, que el fallo vulnera flagrantemente el derecho de defensa del municipio
porque se excedió en lo pedido, toda vez que la demanda se refirió única y exclusivamente a la ocupación
de la plaza La Pola y, además, su petición se refirió tan sólo al desalojo de las personas que ocupaban la
citada plaza, en tanto que, en el fallo se ordenó que en el futuro se abstengan de ceder en arrendamiento
o autorizar permisos para la utilización de la Plaza La Pola en actividades privadas que desnaturalicen su
condición de espacio público.
De este modo, el municipio expresó que al decidirse sobre un aspecto diverso al pedido
por el accionante y al no haber sido parte de la demanda, se vulneró el derecho fundamental a la defensa,
toda vez que el municipio de Ipiales al contestar la demanda se refirió solo a los hechos y peticiones
pedidas, sin que pudiera haberse pronunciado sobre otros hechos y peticiones que han sido objeto de la
sentencia.
II CONSIDERACIONES DE LA SALA
Ahora bien, aunque con este mecanismo de defensa judicial se pretende la protección
de los derechos e intereses colectivos, no significa que el mismo pueda ejercerse para lograr la
reparación, bien sea individual o colectiva, del daño que ocasione la acción u omisión de las autoridades o
de los particulares, por cuanto para ello el constituyente y el legislador han previsto otro tipo de acciones,
como por ejemplo, las acciones de grupo o de clase del artículo 88 constitucional, desarrolladas por la Ley
472 de 1998, y la acción de reparación directa consagrada en el artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo.
La naturaleza de las acciones populares, por tanto, es preventiva, razón por la cual en
el inciso 2° del artículo 88 de la Ley 472 de 1998 se establece que éstas “... se ejercen para evitar el
daño contingente, hacer cesar el peligro, la amenaza, la vulneración o agravio sobre los derechos e
intereses colectivos, o restituir las cosas a su estado anterior cuando fuere posible.”.
Es por ello por lo que, en relación con la naturaleza y finalidad de tales acciones, la
Corte Constitucional ha precisado lo siguiente:
“f) En este orden de ideas se observa que el inciso primero del artículo 88 de la
Carta, al consagrar las denominadas Acciones Populares como otro de los
instrumentos de defensa judicial de los derechos de las personas, señala también el
ámbito material y jurídico de su procedencia, en razón de la naturaleza de los bienes
que se pueden perseguir y proteger a través de ellas; éstas aparecen previstas para
operar dentro del marco de los derechos e intereses colectivos que son,
específicamente, el patrimonio público, el espacio público y la salubridad pública;
igualmente, se señala como objeto y bienes jurídicos perseguibles y protegidos por
virtud de estas acciones, la moral administrativa, el ambiente y la libre competencia
económica. Esta lista no es taxativa sino enunciativa y deja, dentro de las
competencias del legislador, la definición de otros bienes jurídicos de la misma
categoría y naturaleza, la cual le asigna un gran valor en procura de uno de los fines
básicos del Estado Social de Derecho como es el de la Justicia.
“Queda claro, pues, que estas acciones, aunque estén previstas para la
preservación y protección de determinados derechos e intereses colectivos, pueden
abarcar derechos de similar naturaleza, siempre que estos sean definidos por la ley
conforme a la Constitución, y no contraríen la finalidad pública o colectiva y concreta
a que quedan circunscritas estas acciones, por sustanciales razones de lógica y
seguridad jurídica.
“Además, su propia condición permite que puedan ser ejercidas contra las
autoridades públicas por sus acciones u omisiones y, por las mismas causas, contra
los particulares; su tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre ellas,
2
atendiendo a sus fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales” .
d) Los derechos e intereses colectivos susceptibles de esta acción son todos aquellos
definidos como tales en la Constitución Nacional, las leyes ordinarias y los tratados de derecho
internacional celebrados por Colombia, como por ejemplo los mencionados en el artículo 4 de la ley 472
de 1998.
e) La titularidad para su ejercicio, como su nombre lo indica, está dada por su naturaleza
popular, por lo tanto puede ser ejercida por cualquier persona, natural o jurídica, pública o privada, o
también por las autoridades, organismos y entidades señalados en el artículo 12 de la ley 472 de 1998.
De otro lado, los intereses colectivos suponen la restitución de derechos cuyo titular es un grupo
indeterminado de personas, como lo señaló Sección Tercera de esta Corporación en sentencia AP- 527
del 22 de enero de 2003:
“Por otra parte, si bien la Constitución, en el artículo 88, menciona algunos intereses
colectivos, tal enumeración no es taxativa, pues, la ley o los tratados internacionales
2
Corte Constitucional, sentencia de tutela No. T-528/92 del 18 de septiembre de 1992, M.P.
Fabio Morón Díaz.
1
Sentencia C- 215 de 1999.
pueden calificar como tales otros intereses similares a los contenidos en el artículo
2
88 de la Carta.
“Dicho planteamiento se tiene por fundamento lo dispuesto en inciso final del artículo
4 de la Ley 472 de 1998, que prevé:
“Lo anterior supone, que si bien no se trata de una enumeración taxativa, sólo
pueden considerarse como intereses o derechos colectivos aquellos reconocidos
como tales por cualquiera de las normas aludidas y sólo a partir de su
reconocimiento son susceptibles de protegerse por medio de la acción popular, de
toda acción u omisión de las autoridades públicas y los particulares que, los
amenace o vulnere. Es decir, que la calidad de derecho colectivo no la ostentan per
se, no surge de su propia naturaleza, sino que es necesario que el ordenamiento
jurídico los reconozca como tales.
“De modo que, si bien la Sala ha reiterado ciertas características inherentes a los
derechos e intereses colectivos, entre ellas, es menester mencionar el
reconocimiento -como tales- hecho por la Constitución Política, la ley, o los tratados
internacionales que hayan seguido los trámites de recepción por el ordenamiento
interno colombiano.
3
“Lo anterior es evidente y, lo ha puesto de presente la Sala , al establecer que si
bien un derecho colectivo compromete el interés general, no todo lo que suponga
este último configura por esa sola característica, un derecho colectivo, así mismo, el
sólo hecho de que una determinada situación, afecte a un número plural de
personas, no supone, necesariamente la violación de derechos o intereses
colectivos.
2
AP-001 de 2000, Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera.
3
AP-001 de 2000, Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera.
En la Constitución Política y en la legislación civil, se pueden distinguir dos tipos de
bienes sujetos a regímenes jurídicos diferentes: los colectivos o públicos y los individuales o particulares.
Los bienes de dominio público por su parte, de los cuales toda la comunidad debe
4
servirse según sus necesidades , constituyen el conjunto de bienes destinados al desarrollo o
cumplimiento de las funciones públicas del Estado o aquellos que están afectados al uso común, tal como
5
se dispone en los artículos 63, 82, 102 de la Constitución.
De acuerdo con el artículo 674 del Código Civil, los bienes de dominio público se
subclasifican a su vez en bienes fiscales y en bienes de uso público.
Los bienes fiscales o estatales, son aquellos que pertenecen a sujetos de derecho
público y que, por lo general, están destinados al cumplimiento de las funciones públicas, es decir, los
utilizan para el giro de sus actividades.
Así mismo, los bienes de uso público figuran en la Constitución como aquellos bienes
que reciben un tratamiento especial, ya que son considerados como inalienables, inembargables e
imprescriptibles.
“Los bienes de uso público, los parques naturales, las tierras comunales de grupos
étnicos, las tierras de resguardo, el patrimonio arqueológico de la Nación y los
demás bienes que determine la Ley, son inalienables, imprescriptibles e
inembargables”.
Los bienes de uso público son inalienables, es decir, no se pueden negociar por
6
hallarse fuera del comercio en consideración a la utilidad que prestan en benefició común , por lo que, no
4
NARANJO MESA, Vladimiro. “Teoría Constitucional e Instituciones Políticas”. Séptima Edición.
Editorial Temis.1997. Bogotá D.C. Pag. 144.
5
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia 16.596 de 16 de
febrero de 2001.
6
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Expediente 18.503 de 22
de febrero de 2001.
puede celebrarse sobre ellos acto jurídico alguno. Esta característica tiene dos consecuencias
principales: la de ser inajenables e imprescriptibles.
De otro lado, la misma Constitución Política define categóricamente el titular del derecho
de dominio de los bienes públicos, dejando atrás la clásica discusión sobre la titularidad de los mismos,
en la que unos afirmaban que el propietario de los bienes de uso público era el pueblo y otros el Estado.
Así el artículo 102 prescribe:
“El territorio, con los bienes públicos que de él forman parte, pertenecen a la Nación”
La Ley 9ª de 1989, por la cual se dictan reglas sobre reforma urbana a nivel nacional,
contiene normas sobre planes de desarrollo municipal, compraventa y expropiación de bienes, define el
espacio público en los siguientes términos:
7
Corte Constitucional. Sentencia T – 566 de 23 de octubre de 1992.
Además, por ser el Estado el representante legítimo del pueblo, tiene a su cargo la
obligación constitucional y legal de brindar efectiva protección a los bienes de uso público, los que hacen
parte del espacio público, así como lo dispone el artículo 82 de la Carta Política:
“Artículo 82. Es deber del Estado velar por la protección de la integridad del espacio
público y por su destinación al uso común el cual prevalece sobre el interés
particular.
Es decir, señala como prioritaria la recuperación del espacio público por parte de las
autoridades administrativas; en concordancia con ello el decreto ley 1355 de 1970 establece los
procedimientos administrativos especiales y compulsivos destinados a la recuperación de los bienes de
uso público. El artículo 132 del mencionado decreto ley dispone:
En este mismo sentido, el decreto 1504 de 1998, por el cual se reglamenta el manejo de
espacio público en los planes de ordenamiento territorial, establece el deber que tiene el Estado de
protección de la integridad del espacio público y su destinación al uso común, el cual debe prevalecer
sobre el interés particular.
Por lo anterior, debe aclararse, que la recuperación del espacio público, debe tener un
campo de acción mayor al que se refiere el artículo 674 del Código Civil, ya que de conformidad con el
artículo 6º de la Ley 9ª de 1989, el destino de los bienes de uso público de las áreas urbanas y
suburbanas puede ser variado únicamente por los Concejos Municipales, Juntas Metropolitanas, por el
Concejo Intendencial o por iniciativa del Alcalde o el Intendente de San Andres y Providencia, siempre y
cuando sean canjeados por otros de características equivalentes.
De otro lado, el decreto 1504 de 1998, en el artículo 3º, sin hacer una enumeración
taxativa sino simplemente enunciativa, hace referencia a los elementos que comprende el espacio público
en los siguientes términos:
“Artículo 3º. El espacio público comprende, entre otros, los siguientes aspectos:
“a) Los bienes de uso público, es decir, aquellos inmuebles de dominio público cuyo
uso pertenece a todos los habitantes del territorio, destinados al uso o disfrute
colectivo;
c) Las áreas requeridas para la conformación del sistema de espacio público en los
términos establecidos en este decreto”.
Finalmente, de las normas mencionadas se desprende que los parques y las plazas son
bienes de uso público, por cuanto su uso pertenece a todos los habitantes de un territorio, así como
sucede con la parque “San Felipe Neri” o plaza “La Pola”, ubicada en la ciudad de Ipiales - Nariño.
6. Arrendamiento del espacio público
Ahora bien, el artículo 1501 del Código Civil enuncia los elementos del contrato, dentro
de los cuales se hallan los elementos esenciales, naturales y accidentales.
Los elementos esenciales son aquellos sin lo cuales el contrato no produciría efecto
alguno, o degeneraría en otro diferente; los naturales son los que no siendo esenciales, se entiende
pertenecerle sin necesidad de una cláusula especial; y los accidentales son aquellos que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales.
8
De otro lado, como lo ha reiterado la jurisprudencia el contrato de arrendamiento
supone actos de administración más no de disposición, toda vez que el arrendamiento no transfiere el
dominio del bien, sino simplemente el derecho de uso y goce de la cosa arrendada, el cual se encuentra
protegido frente a cualquier clase de perturbación o molestia, por lo que no es posible arrendar un bien de
uso público, ya que iría en contravía de su propia naturaleza y finalidad.
De esta forma, los bienes de uso público están destinados al uso, goce, disfrute visual y
libreta transito por parte de todos los ciudadanos, por lo que, atendido a tales finalidades, no es
jurídicamente viable que dichos bienes sean entregados en arrendamiento, dado que es de la esencia de
dicho contrato el uso y goce exclusivo, sin ningún tipo de perturbación o molestia.
No obstante, debe precisarse, además, que en el marco del ordenamiento jurídico, con
el fin de preservar y asegurar la correcta y debida utilización de este tipo de bienes, las autoridades
estatales bien pueden reglamentar el uso de tales bienes, para evitar una utilización abusiva, caprichosa o
10
arbitraria , en orden de lograr, al propio tiempo, una mejor realización del interés general, para cuyo
propósito, aquellas podrán establecer determinados requisitos y fijar algunas restricciones, como por
ejemplo de horarios, periodos, actividades posibles de realizar, etc.
8
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia 16.596 de 16 de
febrero de 2001.
9
Ibídem.
10
Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia 0055 de 25 de
abril de 2002.
7. El caso concreto
En el asunto bajo análisis, el actor solicita la protección del derecho colectivo
relacionado con el goce del espacio público, en el sentido de que se ordene el desalojo de todos los
vendedores y artesanos que están ocupando el espacio público del parque “San Felipe Neri” o plaza “La
Pola”, ubicada en la ciudad de Ipiales - Nariño.
Entre los elementos constitutivos del espacio público se encuentran las plazas y los
parques, los cuales deben ser siempre utilizados en forma apropiada y cumpliendo la finalidad por las
cuales fueron creados o están destinados, por lo que, no deben ser utilizados para la obtención de
finalidades distintas a las públicas y, mucho menos, para finalidades que limiten el uso, goce,
aprovechamiento y disfrute de los ciudadanos.
En este contexto, en el caso concreto, la Sala estima que las ferias artesanales, como la
que se realizó en la ciudad de Ipiales, son perfectamente afines o compatibles con la destinación de los
bienes de uso público, ya que el fin último de ellas son el esparcimiento, recreación, goce y disfrute por
parte de todos los ciudadanos de espacio abiertos a la comunidad, todo en aras de promover la cultura y
el desarrollo social de una comunidad.
Ahora bien, para poder predicar vulneración del derecho colectivo, es necesario que la
ocupación de los bienes de uso público, en este caso el parque “San Felipe Neri” o plaza “La Pola”, sea
de carácter permanente o temporalmente sistemático, elemento que no se configuró, ya que de acuerdo
con los medios de prueba el término de duración fue tan solo de un mes (fl. 39).
Así mismo, si bien es cierto que la demanda fue presentada el 6 de diciembre de 2002,
momento en el cual el actor consideraba que se estaba vulnerando el derecho colectivo relacionado con
el goce del espacio público, es preciso resaltar que al momento de proferirse esta decisión, el hecho
lesivo o vulnerador del derecho colectivo invocado por el actor ha cesado, toda vez que la plaza “La Pola”
de la ciudad de Ipilaes fue desocupada de acuerdo con los términos fijados en el contrato.
FALLA:
PRIMERO. Revócase la sentencia apelada, esto es, la de 19 de agosto de 2003
proferida por el Tribunal Administrativo de Nariño y, en consecuencia, niéganse las pretensiones de la
demanda.