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Teología de la vida religiosa: LAS SANTAS REGLAS
carismas, profecía, don de lenguas, cfr. 1 Cor 12,8 ss.) y ordinarios (poderes
ordinarios de la potestad de orden y jurisdicción). Dones que no dependen de las
cualidades personales y morales de su posesor (cfr. Mt 7,22-23; Jn 11,49.52). La
gracia gratum faciens, o gracia de santificación, se destina para la santificación
personal. Esta última es el fin de las gratiae gratis datae y por tanto es
intrínsecamente más elevada y más valiosa (cfr. 1 Cor 12,31 ss).
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Frente a la excesiva importancia que se les daba a ciertos carismas (concretamente a la
glosolalia o don de lenguas, y en grado menor la profecía), San Pablo destaca que no
pueden ser ejercidos caóticamente ni son los más excelentes (c. 14), sino que tiene
mayor importancia la caridad (c.13). Todos los carismas, frutos legítimos de la acción
del Espíritu Santo, se ordenan al bien de todos y al crecimiento del Cuerpo Místico de
Cristo (c. 12). Este último capítulo lo divide de la siguiente manera: introducción y
primera explicación (vv. 1-3); un único Espíritu, dones diversos [para mostrar la unidad
del origen de los carismas] (vv. 4-11); un único Cuerpo, miembros diversos [para
mostrar la unidad del fin de los carismas] (vv. 12-27); en la Iglesia hay diversos dones
(vv. 28-30); transición a la exposición acerca de la caridad: un carisma más excelente (v.
31).
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Textos paralelos los tenemos en 1 Cor 2,4; Heb 2,3-4; 1 Tes 1,1.
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Para la visión neotestamentaria de los carismas, cf. A. VANHOYE, I carismi nel Nuovo
Testamento, Roma 21997 (especialmente pp. 32-97).
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Santo hay que considerar tres aspectos. Primero, la facultad de los hombres
para obrar; segundo, la autoridad; tercero, la ejecución”. Así, a la “facultas”
corresponde el “carisma”: mira a una facultad concedida para actuar de modo
extraordinario en casos especiales; a la “auctoritas” el ministerio: se refiere a
los diversos ministerios y oficios en orden al gobierno de la Iglesia, que
requieren la doble característica de autoridad y estabilidad; y a la “executio” la
operación: su sentido es más vago y amplio, y engloba los actos “por los que
alguien obra el bien en [por] sí mismo, como [por ejemplo] en el servicio del
prójimo”5. Los tres son carismas en sentido amplio, si bien no usa esta
terminología sino la de gratiae gratis datae6.Estas tres cosas, particularmente la
primera (carismas) se distinguen “de aquellas cosas necesarias para la
salvación, como la fe, la esperanza y la caridad” 7.
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Cf. M. PONCE CUÉLLAR, La naturaleza de la Iglesia según Santo Tomás, Pamplona 1979,
204-228.
5
In I Ad Cor 12,6.
6
“No se da [la gracia gratis data] para que el hombre que la recibe sea por ella
justificado, sino más bien para que coopere a la justificación de otros” (S. Th. I-II, 111,
1).
7
Ad Eph 1,17.
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In I Ad Cor 12,25.
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Ad Rom 14,17.
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Cf. S. Th. I-II, 106,4.
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Es muy llamativo que el Concilio Vaticano II, al exponer la doctrina de los carismas,
coincide sustancialmente con la presentación que hace Santo Tomás. “El mismo Espíritu
Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los Sacramentos y los
ministerios [diakoni,a] y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuye sus dones a
cada uno según quiere" (1 Cor 12,11), reparte entre los fieles de cualquier condición
incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras
y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia
según aquellas palabras: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para
común utilidad" (1 Cor 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios [cari,sma] como
los más sencillos y comunes [evne,rghma], por el hecho de que son muy conformes y
útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo”
(Lumen Gentium, 12).
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3°. Las Reglas ayudan a orientar y conservar la vida común, ya que por
ellas (ej. confesión semanal, capítulos, etc.) se mantienen en las casas la
caridad, el fervor y la disciplina religiosa.
6°. Las Reglas protegen al Instituto como tal, ya que si se las observa
bien, asegura su prosperidad.
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c. 598: § 1. “Teniendo en cuenta su carácter y fines propios, cada instituto ha de
determinar en sus constituciones el modo de observar los consejos evangélicos de
castidad, pobreza y obediencia, de acuerdo con su modo de vida.” § 2. “ Todos los
miembros no sólo deben observar fiel e íntegramente los consejos evangélicos, sino
también ordenar su vida según el derecho propio del instituto, y esforzarse así por
alcanzar la perfección de su estado.”
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d) Por otra parte, son muchas las reglas que no se podrán violar sin pecado (y a
veces grave):
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Por otra parte, quebrantar frecuentemente las reglas vuelve muy difícil el
cumplimiento de los votos, comprometiendo de ese modo su vocación. Además
se convierte en un perjuicio grave para la comunidad, ocasionando el
relajamiento. No se habla aquí de transgredir la mayor parte de las reglas, sino
basta no cumplir sistemáticamente no se cumplan con las consideradas
importantes por los superiores y buenos religiosos: la asistencia a la Santa Misa,
la Adoración, principales obligaciones respecto de la pobreza, el trato con las
mujeres, etc.
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Cf. S. Th. II-II, 186, 9, ad 3.
14
Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 23-28.
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I. LA OBSERVANCIA REGULAR
La vida religiosa es un estado del alma más que una disciplina externa. El
valor de la observancia depende menos del rigor que del espíritu con que se
observa. El cumplimiento externo de la Regla es automatismo, muchas veces
cobarde hipocresía y siemrpe esterilidad. El verdadero religioso conoce, quiera
la Regla y tiene empeño en cumplirla por amor a Dios y a la santidad a que le
encamina.
1. La fe y las Reglas
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4. Enemigos de la observancia
Son quienes se dejan llevar en sus juicios por espítitu humano, las falsas
interpretaciones, los criterios falsos (la Regla no obliga bajo pecado, hay que ser
moderado). Hay enemigos por exceso: el que piensa al estilo protestante que la
Regla es todo, criticando la legítima autoridad, o pensando que la Regla marca
el máximo y no más bien el mínimo para la santificación. Y hay también
enemigos por defecto: el afán de novedades (cosas viejas), la falsas ilusiones del
mas y mejor, y terminar disturbando el desarrollo de la comunidad (vale más
trabajar en la cocina por obediencia, que ir a Misa por propio gusto). Entran
dentro de la condición de enemigos todos los enemigos del amor: la rutina, el
formalismo, el apresuramiento, la disipación y la superficialidad de espíritu.
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1. Instrumento apostólico
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